domingo, 27 de enero de 2019

OPINION

No al golpismo contra Venezuela...
por Salvador González Briceño
#Geopoliticaesp #Venezuela #Maduro #Guaido
https://www.geopolitica.ru/…/no-al-golpismo-contra-venezuela

CONTRATAPA 27 de enero de 2019 Venezuela en la encrucijada Por José Pablo Feinmann


Mike Pence es el vice de Donald Trump. Cristiano, conservador, republicano, se dice de este hombre que es más tosco, más rudo que Trump. Se lo vio preocupado cuando apareció en la tele para darle el apoyo de su país y el suyo al autoproclamado Juan Guaidó. Empezó diciendo “Hola”, así, en español. Y terminó diciendo, también en español: “Vayan con Dios”. Que era otra forma de decir algo que ya había dicho: “Vayan con Juan Guaidó”. Pocas veces el intervencionismo norteamericano se hizo de un modo tan abierto, guarango. Para peor, le pidió a los venezolanos que salieran a la calle contra Nicolás Maduro.
¿Qué es esto sino un golpe de estado con apoyo imperial? ¿Quién es Juan Guaidó? Ni mucho de los venezolanos que están en la Argentina lo conocen. ¿Desde cuándo alguien sale de bajo una mesa y se proclama presidente de un país en una plaza pública? Cuidado. Esto es muy grave. Es un antecedente nefasto. Hoy lo hacen en Venezuela, mañana lo hacen en Bolivia. Es muy fácil. Una derecha antidemocrática gobierna con dureza en América Latina. Esa derecha es fiel a los mandatos que bajan de Washington. Van liquidando de a uno en uno los gobiernos populares que surgieron en la primera década de este siglo. Ahora le toca a Venezuela. El país no puede estar peor. Sufre un bloqueo de Estados Unidos y un complot de desabastecimiento interno. Los grandes productores dejan vacías las góndolas de los supermercados. Hay que añadirle a esto falencias del propio Maduro. “Yo estuve en el futuro y sé lo que viene”, dijo. También está lo del pajarito que lo comunicaba con Chavez. ¿Le tambalea un tornillo en la cabeza? No importa. Durante estos agitados días se lo ha visto sereno y sensato. Con la Constitución en la mano denuncia el golpe y dice que USA está detrás de todo.

Este golpe es un precedente muy grave para la región. Nosotros no estuvimos en el futuro. Pero sabemos –por la realidad actual– que no va a ser bueno. Macri se apresuró en reconocer a Guaidó y otros países del continente hicieron lo mismo. Brasil, Ecuador, Paraguay, Chile. Todos hicieron buena letra. Todos por la democracia en Venezuela. Mientras, nuestro presidente decidió atacar la propiedad privada. ¡Extinción de dominio! Así le llamó a un DNU que propinó esta semana. Cambiemos está desbocado. Ha inventado el neoliberalismo expropiador. Dice que se aplicará a narcotraficantes y corruptos. Pero el sistema jurídico del macrismo sirve más a la persecución política que a la justicia. Este año veremos cosas extremas. Con el propósito de ganar las elecciones se perseguirá impiadosamente a muchos, sobre todo a una. El blanco es CFK. Toda la artillería de Durán Barba y Bonadío buscará liquidarla. Macri y Bullrich también. Los medios de comunicación, desde luego.
Supongamos que Cristina propone (de una vez por todas) su candidatura. Supongamos que gana. La pregunta es: ¿podrá gobernar? ¿Aceptará la belicosa derecha argentina una derrota? Ya está armando trampas digitales para un fraude que se da por descontado. Si el fraude no resulta, si pierde, ¿respetará la decisión de la mayoría? De aquí la peligrosidad de Juan Guaidó como concepto político. Se trata de una insurrección. No se trata ahora de analizar las virtudes o carencias democráticas de Nicolás Maduro. Ahora se trata de no respaldar una intentona claramente golpista. El caso Guaidó puede dar alas a otros experimentos para-constitucionales en la región, que bastante castigada está. En caso de ganar, ¿habrá un Guaidó para Cristina? Aceptarlo hoy es validarlo para mañana. Aquí harán lo posible y hasta acaso lo insensato por impedir “otra experiencia populista”. El gobierno de Trump carece de sensatez. Su vice es un empecinado del intervencionismo. Como lo era Reagan. A quien se lo dijo Alfonsín, figura de onda en nuestro país que le ha perdonado todo, desde las felices pascuas hasta el pacto de Olivos que le permitió a Menem seguir gobernando. Pero estamos tan pobres en referentes políticos que el líder radical gana por lejos. También para el kirchnerismo, que lo ama casi como a sus próceres Néstor y Cristina. Ella recibió a Alfonsín en la Rosada, quien la fue a visitar en medio de una fuerte embestida de sus enemigos estridentes para darle su apoyo. Cristina le tomó el rostro con las manos y le dedicó su mejor sonrisa.
Lo de Venezuela mete miedo. Bolsonaro dijo nunca más un gobierno izquierdista en América Latina. Europa sigue dominada por gobiernos neoliberales. Que son la peor cara del capitalismo. Hay pocos espacios de genuina libertad en este mundo. No habrá que aceptar ser el patio trasero de ningún imperio. La globalización no barre con la soberanía de los países. Frenar hoy el golpe en Venezuela es frenarlo en el futuro de otros países. Decir hoy, en esta coyuntura dramática, que Maduro tortura –como tantos dicen– es favorecer al ilegal Guaidó. Si hay que decirlo se dirá. Pero en medio del orden constitucional, del diálogo, de la paz. 

EL MUNDO 25 de enero de 2019 "Han empujado a Venezuela al precipicio", denunciaron Chomsky y otros 70 firmantes de una carta abierta Intelectuales contra el golpe

Un grupo de 70 intelectuales, historiadores y expertos en política latinoamericana reclamaron en duros términos al gobierno de Estados Unidos no interferir en la política interna venezolana y apoyar un diálogo entre el chavismo y el antichavismo.
"Al reconocer al presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, como el nuevo presidente de Venezuela, algo ilegal bajo la Carta de la OEA, el Gobierno de Donald Trump ha acelerado la crisis política de Venezuela con la esperanza de dividir a los militares venezolanos y polarizar aún más a la población, obligándolos a elegir bandos", denunció anoche el grupo de intelectuales en una carta abierta.
Los firmantes, entre los que se cuentan el filósofo y activista Noam Chomsky y el relator independiente de la ONU Alfred de Zayas, aseguraron que el reconocimiento de Guaidó como gobernante legítimo de Venezuela en detrimento del presidente Nicolás Maduro por parte de Estados Unidos y sus aliados empeorará la situación en ese país y generará "un sufrimiento humano innecesario, violencia e inestabilidad".
"Si la administración de Trump y sus aliados continúan su curso imprudente en Venezuela, el resultado más probable será el derramamiento de sangre, el caos y la inestabilidad", advirtieron los intelectuales, incluidos jefes de cátedra, profesores eméritos y directores de centro de estudios.
"El objetivo obvio, y en ocasiones declarado, es expulsar a Maduro mediante un golpe de Estado", agregaron los intelectuales, que dijeron que Estados Unidos debería haber aprendido algo de sus empresas de cambio de régimen en Irak, Siria, Libia o de su patrocinio histórico de cambio de regímenes en América Latina.
El gobierno del presidente Donald Trump fue el primero en reconocer este miércoles al jefe del Parlamento Juan Guaidó como gobernante legítimo de Venezuela. "Bajo la Administración de Trump, la retórica agresiva contra el Gobierno venezolano se ha disparado a un nivel más extremo y amenazador, con funcionarios hablando de 'acción militar' y condenando a Venezuela, junto con Cuba y Nicaragua, como parte de una 'troika de tiranía", recordaron los intelectuales en referencia al asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, John Bolton.
"Estados Unidos y sus aliados, incluido el secretario general de la OEA, Luis Almagro, y el presidente de extrema derecha de Brasil, Jair Bolsonaro, han empujado a Venezuela al precipicio", aseguraron.
Los investigadores concluyeron que la única solución que hay "es un acuerdo negociado, como sucedió en el pasado en países latinoamericanos cuando las sociedades polarizadas políticamente no pudieron resolver sus diferencias a través de las elecciones".
Texto completo de la declaración 
El gobierno de los Estados Unidos debe dejar de interferir en la política interna de Venezuela, especialmente en sus intentos de derrocar al gobierno de ese país. Resulta casi seguro que las acciones de la administración Trump y sus aliados regionales empeorarán la situación en Venezuela, lo que llevará a un sufrimiento humano innecesario, violencia e inestabilidad.
La polarización política de Venezuela no es nueva; El país ha estado dividido por mucho tiempo en términos raciales y socioeconómicos. Pero la polarización se ha profundizado en los últimos años. Esto se debe en parte al apoyo de los Estados Unidos a una estrategia opositora dirigida a destituir al gobierno de Nicolás Maduro por medios extraelectorales. Si bien la oposición se ha dividido en esta estrategia, el apoyo de los EE.UU. ha respaldado a los sectores de la línea dura en su objetivo de derrocar al gobierno de Maduro mediante protestas a menudo violentas, un golpe de estado militar u otras vías que eluden el camino electoral.
Bajo la administración de Trump, la retórica agresiva contra el gobierno venezolano se disparó a un nivel más extremo y amenazador, con los funcionarios de la administración de Trump hablando de “acción militar” y condena a Venezuela, junto con Cuba y Nicaragua, como parte de una “troika de tiranía”. Los problemas resultantes de las políticas del gobierno venezolano han sido empeorados por las sanciones económicas de Estados Unidos, que serían ilegales bajo los parámetros de la Organización de Estados Americanos y las Naciones Unidas, así como de la legislación de los Estados Unidos y otros tratados y convenciones internacionales. Estas sanciones recortaron los medios por los cuales el gobierno venezolano podría haber escapado de su recesión económica, y a la vez causaron una dramática caída en la producción de petróleo y el empeoramiento de la crisis económica,  causando la muerte de muchas personas que no pudieron acceder a medicamentos que hubieran podido salvar sus. Mientras tanto, los gobiernos de EE.UU. y sus aliados continúan culpando únicamente al gobierno de Venezuela por el daño económico, incluso el causado por las sanciones estadunidenses.
Ahora EE.UU. y sus aliados, incluido el secretario general de la OEA, Luis Almagro, y el presidente de extrema derecha de Brasil, Jair Bolsonaro, han empujado a Venezuela al precipicio. Al reconocer al presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó como el nuevo presidente de Venezuela --algo ilegal bajo la Carta de la OEA-- la administración Trump ha acelerado drásticamente la crisis política de Venezuela con la esperanza de dividir a los militares venezolanos y polarizar aún más a la población, obligándola a elegir bandos. El obvio, y a veces explícito objetivo, es expulsar a Maduro a través de un golpe de estado.
La realidad es que a pesar de la hiperinflación, la escasez y una profunda depresión, Venezuela sigue siendo un país políticamente polarizado. Los Estados Unidos y sus aliados deben dejar de alentar la violencia presionando por un cambio de régimen violento y extralegal. Si la administración Trump y sus aliados continúan su curso imprudente en Venezuela, el resultado más probable será el derramamiento de sangre, el caos y la inestabilidad. Estados Unidos debería haber aprendido algo de sus iniciativas de "cambio de régimen" en Irak, Siria, Libia y su larga y violenta historia de patrocinio de "cambios de régimen" en América Latina.
Ninguna de las partes en Venezuela puede simplemente vencer a la otra. El ejército, por ejemplo, tiene al menos 235,000 miembros de primera línea, y hay al menos 1.6 millones en las milicias. Muchas de estas personas lucharán, no solo sobre la base de la creencia en la soberanía nacional que se mantiene ampliamente en América Latina, frente a lo que parece ser una intervención liderada por Estados Unidos, sino también para protegerse de una posible represión si la oposición derroca al gobierno por la fuerza.
En semejante situación, la única solución es un acuerdo negociado, como sucedió en el pasado en países latinoamericanos cuando las sociedades políticamente polarizadas no pudieron resolver sus diferencias a través de las elecciones. Ha habido esfuerzos con potencial, tales como los liderados por el Vaticano en el otoño de 2016,  pero no recibieron apoyo de Washington y sus aliados concentrados en el cambio de régimen. Esta estrategia debe cambiar para que exista una solución viable a la crisis actual en Venezuela.
Por el bien del pueblo venezolano, la región y por el principio de la soberanía nacional, estos actores internacionales deben apoyar las negociaciones entre el gobierno venezolano y sus oponentes que permitirán que el país salga finalmente de su crisis política y económica.
Firmado:
Noam Chomsky, Profesor Emérito, MIT y Profesor Laureate, Universidad de Arizona  
Laura Carlsen, Directora, Programa de las Américas, Centro de Política Internacional  
Greg Grandin, profesor de historia, Universidad de Nueva York  
Miguel Tinker Salas, profesor de Historia de América Latina y Estudios Chicano / a Latino / a en Pomona College  
Sujatha Fernandes, profesora de economía política y sociología, Universidad de Sydney  
Steve Ellner, editor gerente asociado de Perspectivas de América Latina  
Alfred de Zayas, ex experto independiente de la ONU sobre la promoción de un orden internacional democrático y equitativo y único relator de la ONU que visitó Venezuela en 21 años  
Boots Riley, escritor / director de Sorry to Bother You, músico  
John Pilger, periodista y cineasta  
Mark Weisbrot, codirector del Centro de Investigación Económica y Política  
Jared Abbott, PhD Candidate, Departamento de Gobierno, Universidad de Harvard  
Dr. Tim Anderson, Director, Centro de Estudios Contra Hegemónicos  
Elisabeth Armstrong, profesora del estudio de mujeres y género, Smith College  
Alexander Aviña, PhD, Profesor Asociado de Historia, Universidad Estatal de Arizona  
Marc Becker, profesor de historia, universidad estatal de Truman  
Medea Benjamin, Cofundadora, CODEPINK  
Phyllis Bennis, Directora de Programas, New Internationalism, Institute for Policy Studies  
Dr. Robert E. Birt, profesor de filosofía, Bowie State University  
Aviva Chomsky, profesor de historia, Universidad Estatal de Salem  
James Cohen, Universidad de París 3 Sorbonne Nouvelle  
Guadalupe Correa-Cabrera, Profesora Asociada, Universidad George Mason  
Benjamin Dangl, PhD, editor de Hacia la libertad  
Dr. Francisco Dominguez, Facultad de Ciencias Sociales y Profesionales, Universidad de Middlesex, Reino Unido  
Alex Dupuy, John E. Andrus Profesor de Sociología Emérito, Universidad de Wesleyan  
Jodie Evans, Cofundadora, CODEPINK  
Vanessa Freije, profesora asistente de estudios internacionales, Universidad de Washington  
Gavin Fridell, Cátedra de Investigación de Canadá y Profesor Asociado en Estudios de Desarrollo Internacional, St. Mary's University  
Evelyn González, Consejera, Montgomery College  
Jeffrey L. Gould, Profesor Rudy de Historia, Universidad de Indiana  
Bret Gustafson, profesor asociado de antropología, Universidad de Washington en St. Louis  
Peter Hallward, profesor de filosofía, Universidad de Kingston  
John L. Hammond, profesor de sociología, CUNY  
Mark Healey, Profesor Asociado de Historia, Universidad de Connecticut  
Gabriel Hetland, profesor asistente de estudios latinos de América Latina, el Caribe y los Estados Unidos, Universidad de Albany  
Forrest Hylton, Profesor Asociado de Historia, Universidad Nacional de Colombia-Medellín  
Daniel James, Bernardo Mendel Cátedra de Historia Latinoamericana  
Chuck Kaufman, Co-Coordinador Nacional, Alianza por la Justicia Global  
Daniel Kovalik, profesor adjunto de derecho, Universidad de Pittsburgh  
Winnie Lem, profesora, Estudios de Desarrollo Internacional, Universidad de Trent  
Dr. Gilberto López y Rivas, Profesor Investigador, Universidad Nacional de Antropología e Historia, Morelos, México  
Mary Ann Mahony, profesora de historia, Universidad Estatal de Connecticut Central  
Jorge Mancini, Vicepresidente, Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA)  
Luís Martin-Cabrera, Profesor Asociado de Literatura y Estudios Latinoamericanos, Universidad de California San Diego  
Teresa A. Meade, Florence B. Sherwood Profesora de Historia y Cultura, Union College  
Frederick Mills, profesor de filosofía, Bowie State University  
Stephen Morris, profesor de ciencias políticas y relaciones internacionales, Middle State State University  
Liisa L. North, profesora emérita, Universidad de York  
Paul Ortiz, Profesor Asociado de Historia, Universidad de Florida  
Christian Parenti, Profesor Asociado, Departamento de Economía, John Jay College CUNY  
Nicole Phillips, profesora de derecho en la Universidad de la Fundación, Dra. Aristide Faculté des Sciences Juridiques et Politiques y profesora adjunta de derecho en la Facultad de Derecho de la Universidad de California en Hastings  
Beatrice Pita, profesora del Departamento de Literatura de la Universidad de California en San Diego  
Margaret Power, profesora de historia, Instituto de Tecnología de Illinois  
Vijay Prashad, Editor, El TriContinental  
Eleanora Quijada Cervoni FHEA, facilitadora de educación del personal y mentora de EFS, Centro de Educación Superior, Aprendizaje y Enseñanza en la Universidad Nacional de Australia  
Walter Riley, abogado y activista  
William I. Robinson, profesor de sociología, Universidad de California, Santa Bárbara  
Mary Roldan, Dorothy Epstein Profesora de Historia Latinoamericana, Hunter College / CUNY Graduate Center  
Karin Rosemblatt, profesora de historia, Universidad de Maryland  
Emir Sader, profesor de sociología, Universidad del Estado de Río de Janeiro  
Rosaura Sánchez, profesora de literatura latinoamericana y literatura chicana, Universidad de California, San Diego  
TM Scruggs Jr., Profesor Emérito, Universidad de Iowa  
Victor Silverman, profesor de historia, Pomona College  
Brad Simpson, Profesor Asociado de Historia, Universidad de Connecticut  
Jeb Sprague, profesor de la Universidad de Virginia  
Christy Thornton, profesora asistente de historia, Johns Hopkins University  
Sinclair S. Thomson, Profesor Asociado de Historia, Universidad de Nueva York
Steven Topik, profesor de historia, Universidad de California, Irvine  
Stephen Volk, profesor de historia emérito, Oberlin College  
Kirsten Weld, John. L. Loeb Profesor Asociado de Ciencias Sociales, Departamento de Historia, Universidad de Harvard  
Kevin Young, profesor asistente de historia, Universidad de Massachusetts Amherst  
Patricio Zamorano, académico de estudios latinoamericanos; Director Ejecutivo, InfoAmericas


EL MUNDO 27 de enero de 2019 Académicos y analistas opinan sobre la situación en Venezuela Imperialismo, golpe y geopolítica

La autoproclamación de Guaidó dejó en evidencia el seguidismo político del gobierno de Macri que, en su apuro por alinearse con Washington, rompió con la tradición democrática de no injerencia en los asuntos internos de los Estados.
“Este es un problema venezolano que no puede aislarse de la trama global.”
“Este es un problema venezolano que no puede aislarse de la trama global.” 
La situación desatada en Venezuela, tras la autoproclamación de Juan Guaidó como Presidente Encargado de ese país, activó la alarma en toda la región. Además, dejó en evidencia el seguidismo político del gobierno de Mauricio Macri que, en su apuro por alinearse con Washington, rompió con la tradición democrática de no injerencia en los asuntos internos de los Estados. PáginaI12 dialogó con académicos y analistas internacionales para dar cuenta de los actores centrales, el rol de las potencias mundiales, los aspectos novedosos y las claves de este conflicto, cuyas consecuencias son impredecibles.
  • Alejandro Grimson, antropólogo social:
Está claro que en Venezuela hay graves problemas económicos, políticos e institucionales, pero jamás la solución a esos problemas puede ser un golpe de Estado, y menos uno promovido por los Estados Unidos. En ese sentido, todos los países de la región que reconocieron inmediatamente a Guaidó como Presidente Encargado son de carácter semicolonial en su política exterior, es decir, se trata de gobiernos que son apéndices de la estrategia geopolítica norteamericana para la región. Con respecto a esto, sirve pensar en los dispositivos que supo crear América del Sur y que hoy se encuentran desarticulados, como la Unasur, un espacio de discusión que hoy podría ser una palanca extraordinaria para generar la única solución que tiene Venezuela, que es que se forme una mesa de diálogo entre el oficialismo y la oposición para encaminar una salida pacífica y democrática del conflicto. Es preocupante la actitud del Gobierno nacional y de varios dirigentes políticos, que no tuvieron en cuenta procesos muy relevantes que hacen a la soberanía nacional, a la autodeterminación y a los principios básicos de una diplomacia desde América Latina, y salieron corriendo a hacer algo absurdo. ¿Cómo un dirigente que se presume democrático va a apoyar un golpe de Estado? Hay un uso instrumental de la veloz adhesión a la acción golpista de los Estados Unidos, con el fin de obtener tres o cuatro votos más, ignorando cualquier principio ético y democrático.
  • Amilcar Salas Oroño, politólogo
Hay una cuestión, más del orden estructural capitalista, vinculada con algo que aparece en determinados períodos históricos como fundamento de invasiones, guerras u ocupaciones territoriales: la noción de “comunidad internacional”. ¿Hay realmente una comunidad internacional apoyando el golpe en Venezuela? Si son más los países que reconocen la legitimidad presidencial de Maduro que los que no. ¿Qué potestad constituyente tiene esta comunidad internacional? Hoy el capitalismo entra en una fase donde esta noción no significa más que determinados intereses específicos. La reproducción y repetición de este actor constituyente como maniobra propagandística no deja de ser más que un claro ejemplo de cómo, para ciertos países, deben ser cuestionadas las legitimidades internas.
Uno de los aspectos desagradables de esta circunstancia, observándola desde la Argentina, es que se simplifican y degradan los términos de referencia hacia Venezuela, su opción por una forma diferente de República, lo institucional comunal o la misma noción de socialismo. Hay una disputa interpretativa que, en torno de lo de Venezuela, desnuda una pobreza enorme por la comprensión de los problemas sociales y políticos que, como latinoamericanos, sabemos que son muchos.
  • Julio Burdman, politólogo especializado en geopolítica
En primer lugar, hay que entender que este es un problema venezolano que, sin embargo, no puede aislarse de la trama global, en el que se vuelve central el apoyo a Guaidó por parte de Estados Unidos, Brasil –aunque el pronunciamiento de Bolsonaro no fue bien recibido por todos los sectores de su gobierno– y Colombia, y en el que también adquieren relevancia Rusia y China con su respaldo a Nicolás Maduro. La actitud del gobierno argentino ante el conflicto en Venezuela no sorprende, si se piensa en los posicionamientos que viene manifestando en el último tiempo, debido al alineamiento con los Estados Unidos de Donald Trump. Sin embargo, se puede hablar de un salto metodológico. Recordemos que durante los primeros meses del gobierno de Macri, cuando el país junto al México de Enrique Peña Nieto conformó el Grupo de Lima, la posición oficial representada por Susana Malcorra tenía que ver con una salida pacífica y democrática del conflicto. Hoy la situación es otra, y Argentina tomó partido sin tener en cuenta el contexto general, donde la hipótesis del conflicto militar es posible.
  • Sebastián Etchemendy, politólogo
Cualquier posición que vaya hacia el reconocimiento de Guaidó es no solo inadmisible por el precedente de intervención directa de Estados Unidos en la región, sino también porque es totalmente ineficaz para una salida negociada, que es a lo que hay que apuntar. En Venezuela es difícil encontrar actores democráticos, en el sentido de que acepten la legitimidad del otro, y eso hay que construirlo. Por parte del gobierno argentino ha habido un seguidismo que, además de retrotraernos a las peores épocas de relaciones carnales, es absolutamente ineficiente para lograr cualquier solución y configura una prueba más de la poca sofisticación de Macri en políticas públicas. Es patético que ante este problema serio, que exige mediación, no haya ningún análisis y se termine apoyando la posición intervencionista de Trump. Esa posición de alentar sólo un bando, que además es el bando más duro y más extremo de la oposición venezolana, no tiene perspectivas de traer una solución al problema.
  • Mariano Fraschini, politólogo
Lo que está pasando hoy es un punto más, tal vez decisivo o parteaguas, de esta situación de guerra contra Venezuela. Con las elecciones de mayo del 2018, se profundiza el proceso de deslegitimación del nuevo mandato de Maduro pero lo cierto es que, en los hechos, la oposición hasta hoy no aceptó su derrota en las elecciones presidenciales del 2013. Entonces, ya desde ese momento es considerado ilegítimo, dictatorial o usurpador, como lo están llamando ahora. La clave para comprender este proceso, sin lugar a dudas, es el rol de Estados Unidos en el tablero político internacional y en el caso específico de América del Sur. Es vital para Estados Unidos recuperar el petróleo venezolano, y eso hace que hoy ocurra un hecho inédito: que, en ese objetivo, está siendo acompañado no por sus aliados de siempre, sino por los gobiernos neoliberales de la región. Otra de las novedades es el lugar que ocupan China, en términos geopolíticos y económicos, y Rusia en términos militares. Es decir, se trata de un proceso que tiene su punto más cúlmine y central en el exterior; la propia oposición venezolana va detrás de los deseos y las estrategias de los Estados Unidos. En ese sentido, la resolución va a depender mucho de lo que ocurra en las grandes potencias y la posibilidad de una salida negociada va a involucrar algún tipo de acuerdo entre ellas. La acción del Ejército venezolano es determinante como lo fue siempre. Ir a Venezuela y entenderla a partir del sistema de partidos o del rol de la oposición y del oficialismo no tiene sentido: hay que analizar el rol de los militares, que ocupan no sólo el rol de gendarmes de la Revolución Bolivariana, sino también espacios de poder, gobernaciones, alcaldías y ministerios. Por eso la oposición entra en desesperación por ir a quebrar ese frente interno en el Ejército. Si no, es muy difícil que estos zarpazos exteriores, con el respaldo minoritario interno, puedan tener un resultado positivo.
  • Mario Toer, sociólogo
Desde Washington están tanteando y midiendo cómo pueden persistir en un proceso que pretende terminar con el gobierno de Venezuela. Esto no es sorprendente, pero hay que destacar que es un hecho que se pone en movimiento cuando la oposición venezolana venía desgastada, desmembrada, sin capacidad de unificar un curso de actividad política más o menos previsible. Esto le da un contorno a la cuestión, porque reunifica a la oposición en torno a un objetivo, que es el de legitimar otro poder al interior de Venezuela, que podría convocar en su ayuda una presencia desde el exterior. El dato agregado es que la oposición converge desde un estado de cierta debilidad, lo que le resta certezas al plan general y genera complicaciones para un eventual diálogo que el Gobierno pudiera establecer, al menos, con el sector que concurrió a la disputa presidencial. 
La centralidad del plan, como objetivo estratégico de la política exterior de Washington para este período, es muy evidente: están buscando el modo de generar un golpe que va a ser “a lo Pinochet”, es decir, que pretende terminar con muchas vidas. En ese sentido, esta oposición democrática no es más que un mascarón de proa de intereses que son implacables.
En este contexto, lo importante no es defender una política específica, sino algo que está por encima, que es la autodeterminación y la paz.
Informe: Sibila Gálvez Sánchez.

EL MUNDO 27 de enero de 2019 Detrás de Maduro aparece un pueblo movilizado en Venezuela La trama social chavista

Existen entre 37 y 41 por ciento de personas autodefinidas como chavistas, según la encuestadora Hinterlaces, y sus relaciones respecto al actual proceso político son complejas.
Simpatizantes de Maduro y el PSUV se manifestaban esta semana en Caracas.
Simpatizantes de Maduro y el PSUV se manifestaban esta semana en Caracas. 
Imagen: AFP
Desde Caracas
Convencerse de su propia mentira puede ser un error fatal. No sería la primera vez para la derecha venezolana. Repiten, desde que ha comenzado el intento de conformar un gobierno paralelo, que el chavismo ya no es más que Nicolás Maduro encerrado en el Palacio de Miraflores rodeado de una cúpula militar amarrada por la corrupción. Solo sería cuestión de empujar lo que ya no existe, el árbol muerto. 

En el 2017 afirmaban lo mismo: sobrestimaron su fuerza, subestimaron al chavismo. Esa lectura los condujo a un asalto violento seguido de una sucesión de derrotas políticas que los trajo hasta este escenario en el cual afirman que derrocarán a Maduro, otra vez por la fuerza.
La realidad del chavismo es otra. En primer lugar, no se ha desmovilizado. Quedó expresado no solamente en la marcha del 23 de enero –invisibilizada por la derecha y los grandes medios– sino también en las movilizaciones que siguieron los dos días siguientes, como la del viernes en Vargas, localidad cercana a Caracas. 
Sobre este punto conviene desarmar dos mitos de la derecha. En primer lugar, que el apoyo se debe a una red clientelar, y, en segundo lugar, que quienes se movilizan lo hacen por obligación. Existe entre 37 y 41% de personas que se autodefinen chavistas, según los números de la encuestadora Hinterlaces. Sus relaciones respecto al actual proceso político son varias, con combinaciones complejas como de distanciamientos/desgaste debido a las profundidades de las dificultades económicas, y de filas cerradas ante un cuadro donde queda evidenciado que se está ante un Golpe de Estado direccionado desde los Estados Unidos. 
Ese chavismo tiene además otra característica: sus niveles de organización y politización. Existe un tejido organizativo en las barriadas populares, zonas rurales. Se trata de consejos comunales, comunas, comités locales de abastecimiento y producción, mercados comunales, consejos campesinos, emprendimientos productivos, milicias bolivarianas, entre otras experiencias. El chavismo tiene una dimensión identitaria y territorial. La derecha no tiene presencia organizada allí, por eso recurre a grupos armados y pagados para crear focos que logren sumar apoyo popular.
Además de ese entramado se encuentra el Partido Socialista Unido de Venezuela, principal instrumento político del chavismo, el partido más grande del país, que no ha mostrado rupturas. El reflejo de la unidad ante la agresión es poderoso. La derecha busca quebrarlo, generar deserciones, arrepentidos que luego son presentados como héroes. 
Esa fortaleza política se une a la falta de respuesta que ha tenido el llamado al Golpe de Estado sobre la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (Fanb) y sobre los diferentes poderes del Estado. En el 2017 la derecha había logrado que la Fiscal General diera un giro total a su posición respecto al gobierno, esta vez no, solo un magistrado del Tribunal Supremo de Justicia que abandonó su cargo y pidió ser acogido en los Estados Unidos. Es poco para una acción de fuerza como la que está sobre la mesa. 
La situación de debilidad absoluta del chavismo presentada por la derecha es entonces una construcción que no se sustenta en lo que ocurre en barrios o altas esferas. ¿Creen lo que afirman? 
No significa que no existan fragilidades, producto de los ataques, errores propios, equilibrios internos inestables. El cuadro económico prolongado es el factor que más corroe. Por eso una de las estrategias anunciadas por los Estados Unidos reside en profundizar los frentes del bloqueo sobre la economía para secar una economía dependiente del petróleo y las importaciones. Por eso también resulta claro que la fuerza del plan del gobierno paralelo no reside en el plano interno sino internacional.  
El destiempo entre ambas variables es prístino visto desde Venezuela. El sábado lo evidenció: mientras el día transcurría con tranquilidad en Caracas y el país, la reunión extraordinaria del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas era territorio de enfrentamientos entre el bloque liderado por Estados Unidos y los países opuestos al avance de la injerencia. Es allí donde se juegan los movimientos principales hoy. 
La derecha en Venezuela parece a la espera de recibir instrucciones desde afuera según la evolución de las diferentes acciones emprendidas. Ha quedado evidenciada una partición de posturas internacionales, con claros apoyo a Maduro como el de Rusia, a la vez que la consolidación de la alianza autodenominada como “comunidad internacional”: Estados Unidos, Francia y Alemania –la dirección real de la Unión Europea–, España –quien marca la agenda hacia América Latina por razones neocoloniales–, Gran Bretaña, Canadá, y el Grupo de Lima sin México. 
Resulta demasiado arriesgados pronosticar la evolución de las variables, aunque el desarrollo hasta ahora dado parece evidenciar que los Estados Unidos avanzan paso tras paso en un plan establecido. La pregunta que circula a estas horas es: ¿cuáles son los tiempos que han calculado para lograr el derrocamiento de Maduro? ¿Piensan acelerar en lo nacional una vez que el cuadro internacional quede establecido según sus necesidades? ¿Con qué actores? ¿O piensan por el contrario ingresar a un cuadro de mediano plazo? Existe un elemento que hasta el momento no ha entrado en acción con la fuerza que se espera: el gobierno de Colombia.
La política no funciona como ajedrez, en particular cuando el mundo ya no es la unipolaridad de los años noventa donde los Estados Unidos hacían y deshacían, la forma en que ha mutado la guerra en Siria es un ejemplo claro. Tampoco Venezuela es un terreno donde los cálculos hasta el momento les hayan dado los resultados previstos, y la derecha venezolana ha resultado una pésima y costosa inversión: este es el cuarto intento de asalto al poder en seis años. Una de las razones para entender cómo han fracasado en ese objetivo una y otra vez es la caracterización del chavismo, sus complejidades, potencias, arquitecturas, capacidades de respuestas al estar contra las cuerdas.
Subestimar al adversario, en este caso enemigo por cómo han planteado el conflicto, es un error central. La derecha no ha dejado de cometerlo. ¿Lo hará también los Estados Unidos?