lunes, 12 de marzo de 2018

CONTRATAPA 12 de marzo de 2018 Temas

Después de que estalla la llamada “revolución mexicana”, seguida por varias otras en diferentes lugares del mundo, en particular, quizás la más resonante, la “rusa” (de la que se cumplen cien perturbadores años), el tema que ocupó varias décadas en todo el mundo fue precisamente ése, la “revolución”, con sus complementos, el cambio, la interpretación de la historia, la mirada sobre el futuro, la vanguardia y otros subtemas más. Digo el tema y debo decir “EL TEMA”.
Es claro que hubo dos miradas sobre dicho tema; la de lo que se podría denominar las izquierdas lo abordaban, lo desarrollaban, casi lo imponían aunque no imponían aquello a que aludía, la revolución propiamente dicha: construían un discurso que prometía ser eterno, pero no lo fue. La de las derechas, en cambio, menos reflexivas que prudentes, lo consideraban una casi atmosférica amenaza, pensaban con temblor que lo que aludía podía producirse y al mismo tiempo lo ignoraban o lo desdeñaban. No es inútil recordar el título, que se hizo famoso, de un libro de José Ortega y Gasset, La rebelión de las masas. Ni tampoco el de André Malraux, La condición humana, relacionado con la revolución china, ni el de Elias Canetti, que apareció mucho después, Masa y poder, a partir de la brutal aparición en el mundo del nazismo.
No importa, lo que importa es que era un tema insoslayable como otros lo habían sido en otros momentos y otros lo serían en el futuro. Por ejemplo, el ascenso de los totalitarismos y sus prolongaciones locales, las dictaduras de todo tipo, ese tema no podía evitarse en toda conversación razonable y, sobre todo, en las proclamas políticas de toda clase, desde comienzos de la década del 30 y hasta unos diez años después de terminada la Segunda Guerra Mundial. Como el otro, dio paso a otros temas pero también puede pensarse que obligó a considerar los precedentes. Por ejemplo el tema de la emergencia obrera como consecuencia de la revolución industrial. ¿Se hablaba de otra cosa entre 1850 y 1890 en Europa? ¿No tenía en las grandes novelas de ese período una instalación tan creativa como reveladora, me refiero a Dickens, a Zola, a Gorki y tantos otros, deslumbrantes pintores de la penosa situación obrera y de la miseria que la acompañaba? Eso no quiere decir que esos temas fueran excluyentes, seguramente había otros no menos absorbentes, y apasionantes, perfectamente legítimos en sus respectivas esferas.
Para volver a esas importantes categorías temáticas, el obrerismo por ejemplo –así podemos designar ese tema– opacó, según afirmó en su momento, y no le faltaba razón, el gran poeta Aimé Césaire, al colonialismo, pese a que la realidad que implicaba estaba ahí nomás hasta que entrado el siglo XX el tema toma posición y se traslada del Caribe, desde que resurge, a América Latina y hasta al Asia, donde alcanza altura teórica, Franz Fanones uno de sus portavoces más decididos. ¿Pero tiene una universalidad equiparable a otros temas que en su momento se instalaron y concentraron todas las referencias y conversaciones? No lo puedo afirmar ni negar pero lo puedo registrar como uno de tantos ejemplos de una cuestión en la que de pronto estamos y que creemos si no eterna por lo menos natural, como si no tuviera origen y siempre hubiera estado ahí.
Los temas que se instalan en espacios transnacionales tienen un tiempo de vida; son desplazados por otros, no necesariamente más importantes o trascendentes. Es lo que puede haber pasado con la Guerra Civil Española: media humanidad se conmovió, el conflicto estaba vinculado con la emergencia del fascismo y, como telón de fondo, las purgas en la Unión Soviética. Desde comienzos de la década del 30 esa situación desencadenó marejadas de opiniones y de análisis que comprometieron inclusive a la literatura y al cine. Es un ejemplo, nomás, muy dramático, que vino a borrar la crisis financiera de los Estados Unidos que vaya si era un grave tema con todas las de la ley. Desde luego que canalizan o expresan preocupaciones sociales de peso de modo que es inevitable que se impongan y las sociedades enteras se galvanicen en su recurrencia. Sólo que no es tan fácil determinar por qué unos se imponen y otros no aunque la preocupación o el interés social en que descansan permite pensar que podrían haberlo logrado. Así, en el momento del surgimiento de la industria, o de la revolución industrial, el tema del obrerismo se impuso y en cambio no el de la industria misma del que salió.
En el campo de la literatura, y del pensamiento, un tema que brotó bastante pronto al final de la Segunda Guerra Mundial, fue el existencialismo. Había llegado a la Argentina, como a todas partes, y casi desplazaba al psicoanálisis que, no obstante, poco tiempo después, comenzó a recuperar terreno incluso en los Estados Unidos, país ejemplarmente pragmático, en el que por lo general el individuo es un ser abroquelado e impenetrable a una indagación de las razones y motivos que tiene para actuar y para vivir. Y, con el psicoanálisis, que acaso sirvió para iluminar algunos aspectos oscuros, desde el derecho al voto, la dominación, la desigualdad del empleo y tantos otros, del importante tema de la mujer, que se venía insinuando desde fines del XIX y ocupó casi todo el XX, con sus vaivenes, en ocasiones fundamental, en otras apagado. 
En ese mismo momento, la “guerra fría” entró en escena como un tema dramático, determinante de políticas y canalizador de conflictos y de opciones. Pocos años después fue desplazado por Cuba, tema que parecía insoslayable y que se deslizaba en muchísimos lugares, desde los partidos políticos hasta las mesas de las familias. Duró varias décadas hasta que se apaciguó porque nuevas cuestiones se impusieron: su mérito consistió en que desplazaba la cuestión de las dictaduras, tanto en América Latina como en las residuales europeas. De ahí, un subtema emergente en el campo literario, el “boom” de la literatura latinoamericana, del cual se hablaba en diversos ámbitos, del publicitario periodístico al académico.
Luego, pero en realidad era un tema tradicional, fueron los asesinatos políticos; el intento de eliminar a Lisandro de La Torre no podía dejar de ser interpretado como una oleada que recorrería la sociedad muy poco tiempo después, y en otras regiones del mundo: Trotsky en México, Gaitán en Colombia, posteriormente los Kennedys, Colosio en México, hasta el suicidio de Nisman, era evidente que no se lo podía soslayar. Debe haber muchos más ejemplos.
Por supuesto, no todos los temas que se instalan en los espacios sociales, tan diversos, tienen el mismo origen o la misma capacidad de pasar a otros niveles de generalidad; algunos, cuando estallan, se expanden, otros caducan relativamente pronto.
La multitud de temas que circulan en esta época dibujan una especie de selva que obligaría a reconocerlos, describirlos, explicarlos y admitir su variabilidad. No se puede con todo, me quedo con el tema de la “corrupción”, que no es nuevo pero que parece tener una dramática presencia en la Argentina de hoy: ocupa el discurso político, desde el Gobierno no se habla de otra cosa, se acusa y se demanda a actores de la oposición, la principal la ex Presidente, compromete a jueces y a funcionarios, la televisión y otros medios lo promueven, explican, muchas veces con supuestos y mentiras o interpretaciones forzadas, que todo lo que ocurrió en la Argentina no fue otra cosa que esa lacra pero se ha visto cómo se manipula y cómo declina; es tal la insistencia con que vuelven sobre el asunto que lo han convertido en tema y a su principal enunciador, el propio Mauricio Macri, que habla a los borbotones, como si fuera una especie de Lutero que promete a tontas y a locas un nuevo credo, más viejo que la especie, y que obliga a tenerlo en cuenta cada día, no hablamos de otra cosa. Se sabe, no obstante, que todo eso, incluida la figura presidencial, es en gran medida fabricado. Pero, cuando se toma conciencia de que cubre todo el espacio discursivo deja de ser invocado si alcanza a los poderosos o a los integrantes del equipo presidencial, Presidente inclusive.
Hablamos de eso ¿quiénes? al menos en este país y ahora, pero no de literatura ni de filosofía aunque mis amigos y yo sí, obstinados y fantasmales; pero en el conjunto todos, todos los días, a toda hora, hablamos de Macri y su sintaxis pero también, con voz muy baja, del futuro que le espera no sólo al mundo, eso puede que nos exceda, sino a esta pobre Argentina atacada por todos lados, en una sorda guerra que nos tiene sofocados y paralizados, no terminamos de comprender cómo eso ha sido posible. También eso es un tema.

Opinión Enigmas de lo impensado

Imagen: Leandro Teysseire
El jueves pasado, los sectores más activos de nuestra sociedad volvieron a demostrar que este país tiene reflejos contestatarios probablemente únicos. En ningún lugar del mundo, siendo que el 8M es una consigna internacional, se vivió lo que aquí ni aun en forma aproximada con una manifestación que la propia prensa oficial calculó en 350 mil personas.
Tampoco había ocurrido en parte alguna lo que significó el precedente callejero del Ni Una Menos. A esta altura, como señalaron unos pocos colegas, el Día Internacional de la Mujer tiene entre los argentinos una identidad que lo equipara a nuestros 24 de marzo. Son fechas ya clavadas de grandes movilizaciones, cualquiera sea la circunstancia política que las rodee. Pero, como si fuera poco, el contenido de la marcha se agrandó hasta límites inimaginables muy poco tiempo atrás. La masividad en torno de despenalizar el aborto, con todo lo que eso implica de por sí y nada menos que en el país del Papa, no dejó de ser un componente: el que sobresale, con seguridad, pero ni de lejos el exclusivo.
Hace bien comenzar el recorrido desde el escenario. Liliana Daunes es un emblema feminista con trayectoria, convicción y autoridad militante desde hace tantos años como los que parece que no le pasan nunca. Hablaba en los medios del universo de género cuando lo hacían entre nadie y muy pocos. Como siempre, ni siquiera le hizo falta apoyarse en gesticulaciones técnicas para remarcar trazos: papel en ambas manos y sólo la voz inconfundible. Leyó ante la multitud con una entonación admirable, y en todo caso recargó también cada palabra y párrafo en los que debían sobresalir reivindicaciones no circunscriptas a la problemática supuestamente “exclusiva” del llamado a la calle. El discurso se amplió contra “el ajuste del neoliberalismo magro que encara en nuestro país el gobierno de Macri y la Alianza Cambiemos, con la connivencia de los gobiernos provinciales”. Exigió “el cese de los despidos y la flexibilización laboral que intentan disciplinar a la clase trabajadora”. Se pronunció en contra de “la reforma laboral en todas sus variantes” y en defensa de los convenios colectivos. Advirtió sobre “el uso oportunista de las licencias parentales y de la referencia a la brecha salarial por parte del Gobierno, en el contexto de despidos masivos” y de la reforma previsional neoliberal. Remitió, en fin, a un escenario económico dramático que abarca tanto a mujeres como a hombres y transgéneros. El texto consensuado, al cabo de decenas de asambleas a las que los aparatos comunicacionales no prestaron el menor interés, propuso el desafío de politizar por completo en lugar de dedicarse a un lenguaje sectario que sólo sirve a satisfacciones de sectores ultristas. Fue un ejemplo de cómo debe masificarse el sentido de una convocatoria a priori focalizada en aspectos de otro tipo, pero nadie en la concurrencia –ni en los medios, desde ya– podía llamarse a engaño en cuanto a que se trataba de una marcha de claro tinte opositor. La prensa oficialista ignoró esos tramos del documento en forma tan olímpica como desvergonzada, excepto en algún caso manifiesto que pretendió deleitarse con las hordas kirchneristas que metieron cizaña. Para esos medios no existió, directamente, que el implícito de la marcha conllevara críticas durísimas al Gobierno. Otra realidad invisible. La visibilizada es centrarse en que hablar de los derechos de las mujeres es políticamente correcto, mientras se mantenga en ese recuadro. No habrá quien se oponga, so pena de ser considerado un antediluviano, y por ahí va el duranbarbismo.
El reclamo extendido por la despenalización del aborto, que en el 8M de hace un año apenas hubiera sido el producto de una fantasía, es lo que concentra la atención mediática. Además, le sirve a la prensa gubernamental para imprimir la imagen de un Macri progre que nadie tenía en los cálculos y que, sumado al proyecto de igualación salarial y derechos compartidos, probaría que la fauna reaccionaria está en el palo “populista”. Una trampa que a la oposición le conviene desmontar de manera firme, más allá del tiempo que perdió el período K para implementar lo que ahora madrugó el macrismo en dirección publicitaria. En efecto, escuchar que un gobierno como éste se preocupa por las diferencias de ingresos entre hombres y mujeres y que busca la equidad de género, oportunidades y salarios, mientras ejecuta un modelo perverso contra quienes menos tienen, debería dar escalofríos. La estrategia oficialista es orientar que “sólo” se trata de la despenalización del aborto y de asumir la agenda feminista. Pero tiene el problema de que esa agenda quedó ensanchada a cuestionamientos nodales, capaces de pegar directamente en el corazón del modelo neoliberal. Resulta complicado concluir que la apuesta del macrismo es a pura ganancia, salvo que se le dé enorme entidad a haber quitado de portada la escena económica y su crecimiento invisible durante unos cuantos días. La progresía que aborrece a Macri no lo votará, nunca, ni a él ni a ninguno de sus referentes, aun cuando se sancionara la despenalización del aborto. A quienes abrevan en el ecosistema gorila tampoco se les moverá un pelo. Y en el presuntamente decisivo tercio fluctuante del electorado, no parecería que el tema del aborto vaya a conmover de manera determinante porque lo que se juega ahí es el humor circunstancial que despierte la economía.
No deben hacerse juicios apresurados, de todos modos. En su artículo más reciente para la revista La Tecl@ Eñe, el sociólogo Ricardo Rouvier previene que la oposición, globalmente descripta, comete un error al confundir el vacío en la calle y los cánticos contrarios a Macri con algún desenlace próximo. “Aunque los actos públicos de Cambiemos siempre son un baldío (agreguemos: en contraste con la potencia de los actos opositores, y entre ellos el del jueves), esto no significa que haya que hacer veredictos electorales. Hay millones de ciudadanos que suelen guardar silencio y se expresan sólo con el voto, para sorpresa, luego, de los perdedores. Justamente, el problema de la oposición son los votantes y no la temperatura de sus manifestaciones”. Cabe estar (muy) de acuerdo con Rouvier acerca de que la oposición debería agregar algún elemento de mayor jerarquía para el estudio y conocimiento de la realidad, evitando que las redes sociales se conviertan en la única bibliografía porque, además, debe considerar la urgencia del tiempo entre hoy y el 2019. “Será muy difícil unir todos los fragmentos, y hay una relación directa entre la división del peronismo y la posibilidad de reelección”.
Hay otro apunte, encuestológico, en el que coinciden los relevamientos de oficialismo y oposición. “Los estudios indican que Macri, a la fecha, retendría un tercio de los votantes del padrón nacional. Y que la oposición tendría un 40 por ciento. Hay una mayoría que prefiere a un opositor para la elección presidencial. En una primera lectura, significaría una mala noticia para el Gobierno”. Pero sobrevienen los obstáculos, con una lectura más fina, por lo difícil de que haya un solo adversario electoral del oficialismo capaz de concentrar todo el voto adverso a él, como en un ballottage anticipado. “Y que el Presidente, hoy, obtenga un 30 por ciento de votos (con un 23 por ciento de indecisos), establece un piso probable para la renovación”.
Cálculos como esos pueden parecer anticipados, o más bien inoportunos cuando se viene de una manifestación popular impactante, anti-Macri, que obligaría a concentrarse allí en lugar de buscarle complejidades. Pero las serias dificultades están y no advertirlas, estudiarlas, ensayar salidas, sería análogo a la realidad invisible que propone el oficialismo.
Sí, es cierto que la marcha del jueves reafirmó que la cosa política está en disputa. Al igual que la despenalización del aborto como debate o reclamo extendido, pocos o casi nadie se lo imaginaban con esta contundencia hasta hace nada más que unos meses.

ZAIAT OPINION

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Peleas en el barro | Opinión

 
Por Alfredo Zaiat

WAINFELD-OPINION

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DOLOR-HORROR.

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GENOCIDA SUELTO-ASESINO EN POTENCIA.?

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