lunes, 2 de octubre de 2017
EL PAÍS 02 de octubre de 2017 · Actualizado hace 15 hs Opinión Los miedos
Imagen: DyN
El contexto preelectoral en todo el país es preocupante, porque aparte del fraude que se trama en las sombras y el carnaval que van a montar tras el supuesto “triunfo”, el gobierno está decidido a desmoralizar a la sociedad, a meter miedo y a desmovilizar todas las formas de resistencia pacífica, que es la única que por fortuna y sensatez popular existe en la Argentina.
Metiendo miedo a quienes protestan, esa estrategia –desmoralizar; atemorizar; desmovilizar– es una bajeza en el juego político, y es prueba no sólo de la calaña de estos tipos sino también de su soberbia y su propio miedo.
Eso se nota cuando al presidente le preguntan, en Mendoza, acerca de las acusaciones de lavado por parte de su hermano Gianfranco Macri, que lo involucran, y entonces elude, nervioso y ofuscado: “No le voy a responder a la presidenta. La presidenta tiene que presentar propuestas..., tiene que presentar propuestas” (sic).
Zafar es su especialidad, ya se sabe, como se sabe de su furia por la investigación de Horacio Verbitsky en este diario, que estableció que el hermano del presidente blanqueó 622 millones de pesos, cifra cinco veces mayor al patrimonio confesado en la declaración jurada presidencial. Y una de cuyas consecuencias fue la censura de hecho que implicó silenciar el canal C5N y al popular conductor Roberto Navarro.
Hoy en la Argentina las muestras del accionar grotesco y violento del gobierno nacional son casi infinitas. Santiago Maldonado, Milagro Sala, la destrucción del empleo, la locura importadora, el desatado acaparamiento de tierras en manos de extranjeros, el sistemático afán destructivo de la educación pública, y el desempleo y la pobreza crecientes más allá de que el Indec y el observatorio de la UCA son funcionales al engaño colectivo, muestran, entre otras cosas, la degradación moral y la ceguera política de estos tipos.
Sobrados de avaricia, su ocupación principal es fugar divisas. No sólo están vaciando el Banco Central (de donde se han llevado el oro que era la reserva más genuina, a Inglaterra) sino que las fortunas fugadas por nacidos aquí (cuesta llamarlos argentinos) superan ya los 300.000 millones de dólares y es posible que la cifra sea mayor. Casi todo el funcionariado macrista reconoce practicar ese deporte financiero, letal para cualquier país.
Y como todo sucede a la vez (la velocidad es estratégica en estos tipos) Macri ahora es “liberado” judicialmente en el caso de los Panamá Papers, la Gendarmería “establece” que “a Nisman lo mataron” a despecho de fiscales y decenas de peritos que dijeron lo contrario, y en la vorágine privatizan la Salud Pública y nos endeudan hasta el siglo que viene.
Pero lo más grave no es tanta basura de traje y corbata, sino el cambio de actitud de gran parte del pueblo argentino, que, más allá de ser víctima del sistema (in)comunicacional de mentiras y vaciamiento mental, sigue aborregado en la contemplación silenciosa y la tolerancia pasiva de la violación de que está siendo víctima. Es duro decirlo, pero hay otra tercera parte de la ciudadanía que sigue entregada al engaño mientras desde el campo nacional y popular nadie sabe cómo despertarlos, cómo sacudirlos de su necio suicidio a cuentagotas.
Y para colmo estos tipos están agrandados. Sus columnistas a sueldo los exacerban convenciéndolos de un triunfo electoral en octubre. Para ello ya no saben cómo pegarle a la expresidenta, aunque es presumible que estén preparando gestas bonadianas y otras ferocidades que por ahora es mejor tomar a broma, como ese título imititativo de Clarín que circuló en las redes: “La forma de la caída del cuerpo de Nisman demuestra que fue asesinado por Santiago Maldonado”.
El estado de la república es muy grave. Buena parte de la ciudadanía siente miedo, que en algunas circunstancias puede ser sano. Pero no es sano el pesimismo, y menos cuando es provocado desde el autoritarismo y el miedo que también sienten ellos. Porque la oligarquía que hoy gobierna también siente miedo. Excitados por lo que viven como revancha, están saturados también de su eterno temor de clase. Por eso gritan “ganamos” en las PASO, y desesperan por mostrarse fuertes para tapar ese miedo que en ellos es histórico: ayer Perón y Evita, hoy Cristina, más allá de sus muchos errores los vuelven locos de miedo.
Por eso, inseguros y peligrosos, apuestan una vez más a la desperonización del peronismo, ese clásico inútil de las últimas seis décadas. Se juegan todo a liquidar al peronismo, que hoy se llama kirchnerismo. Se juegan todo a esa carta sin reconocer que justo en ésa, seguro, van a perder. Porque se llame como se llame (peronismo, kirchnerismo, populismo) sólo va a desaparecer el día que el pueblo argentino desaparezca, o sea el día que no haya más laburantes jodidos, campesinos expulsados, pueblos originarios abusados y docentes, intelectuales, científicos y pequeños empresarios sin asunto ni fe. ¿Quién apuesta a esa carta? Sólo ellos, como siempre, con trampas y mentiras primero y con violencia después.
En materia política, en el mundo y en la historia, no hay nada más repudiable que el fraude electoral, que pervierte todo, no deja regla en pie y genera violencia cívica. Que es lo que estos tipos quieren y para la que se están preparando.
Por eso hay que estar atentos y cuidar la paz frente a las provocaciones. Sin miedo nosotros, y bien alertas. Es un imperativo de esta hora.
EL PAÍS 02 de octubre de 2017 · Actualizado hace 16 hs Servicios encapuchados para provocar
Cuando se desconcentraba la marcha, los desconocidos de siempre agredieron a camarógrafos y periodistas de Crónica TV, C5N y América noticias sobre Avenida de Mayo. Al de C5N, uno de los hombres –cuyo rostro se ve a la perfección– le rompió la cámara de una trompada. Se trataba de encapuchados que, curiosamente, se llevaban la mano al oído como si tuvieran un auricular. “Eran personas que tenían más pinta de policías, porque tenían actitudes muy violentas”, indicó un fotógrafo del diario Clarín. De hecho, otro grupo de integrantes de la Policía de la Ciudad con capuchas y mochilas había sido fotografiado previamente en avenida Belgrano y Defensa.
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Una multitudinaria marcha reclamó en Plaza de Mayo la aparición de Santiago Maldonado | Dos meses, el mismo reclamo
Por Werner Pertot
La secuencia fue así: los encapuchados comenzaron a lanzar bombas de estruendo hacia la policía e intentaron realizar pintadas frente a la Catedral, pero –alertados por la represión que se desató en la marcha anterior por Santiago Maldonado– los manifestantes rodearon al grupo de violentos al grito de “infiltrados” y los filmaron todo el tiempo. Allí es cuando decidieron volverse contra los que los fotografiaban y filmaban. Finalmente, tras agredir a periodistas y manifestantes, pudieron marcharse ante la inacción de la policía de uniforme.
Hace un mes, dos horas después de terminada otra movilización por Santiago Maldonado, un grupo de encapuchados similares empezó a causar disturbios, lo que habilitó a la Policía de la Ciudad a iniciar una verdadera cacería de la que no se salvaron transeúntes, turistas ni periodistas que registraban los hechos. En el tiempo que fueron detenidas las treinta personas hubo humillaciones y vejaciones a las mujeres, que fueron obligadas a desnudarse y fueron filmadas por los policías. Luego se comprobó que las actas de detención incluían datos falsos sobre las horas, lugares y motivos del arresto.
EL PAÍS 02 de octubre de 2017 · Actualizado hace Opinión Un gobierno envalentonado
Por Eduardo Aliverti
Mauricio Macri declaró a la agencia Bloomberg que está abierto a la posibilidad de un segundo mandato, cuando todavía no llegó ni a la mitad del actual. Como corresponde al rigor del lugar común, inmediatamente aclaró en la misma nota que todavía no es tiempo para pensar en esa idea.
El orden de los factores altera el producto. “Sí, pero” no es lo mismo que “de eso no hablo aunque la posibilidad esté abierta, porque falta mucho y acá lo importante es seguir trabajando por la felicidad de los argentinos”, para decirlo con la estatura fraseológica del Presidente. Lo central es que Macri dispuesto a mencionar su reelección en afirmaciones públicas simboliza el enorme optimismo del Gobierno frente al 22 de octubre, avalado, incluso, por las encuestas de consultoras que no pertenecen al riñón de Cambiemos. La última de Ricardo Rouvier da adelante a Esteban Bullrich por alrededor de 6 puntos. Hay también cierto “realismo” generalizado en la fuerza que representa la única oposición real. Nada que no pudiera preverse al cabo de las PASO, cuando se estimaba un resultado bastante más cómodo a favor de Cristina en la decisiva geografía bonaerense. El escrutinio final, admitido por el total de los intervinientes, ratificó que el fraude del Gobierno fue de marketing informativo en la noche de las primarias. Nada menos y nada más. Corroborado eso, no hacía falta craneoteca alguna para deducir que una porción electoralmente fundamental de los votos a Massa/Stolbizer irán al candidato macrista, quien sigue en estado de invisibilidad del mismo modo en que la doctora Carrió ni se gasta en hacer campaña porteña. La palabra final será de las urnas, desde ya, y hasta podría preguntarse si acaso al Gobierno le conviene mostrarse tan confiado, porque no sería la primera vez en que se revela irresponsable vender la piel del oso antes de cazarlo. Pero vaticinar con toda seguridad el triunfo es tan imprudente como no prestar atención a que los signos de envalentonamiento oficialista tienen su razón de ser, y no sólo por la cantidad y calidad de datos en construcción y percepción de la realidad sino, y sobre todo, por una arquitectura distrital que en verdad ya regía antes de las PASO. La oposición a Cambiemos tenía el único anclaje de un reforzamiento de CFK, capaz de garantizar con ella al peso del conurbano, a los intendentes sin más ideología ni compromiso que lo dictado por los vientos circunstanciales y a la necesidad de un liderazgo efectivo. En el resto del país y, salvo por el notable esfuerzo de Agustín Rossi en Santa Fe que redundó en un casi sorpresivo primer puesto, hoy también amenazado por el pegamento en su contra, las variantes opositoras ya lo eran apenas para la galería. Esto es: reproducciones de la provincia de Buenos Aires con Massa fraguando cierta identidad peronista, pero ante todo un rechazo profundo al kirchnerismo, y su compañera gorila-friendly con un ropaje progresista vendido como la chance de controlar al portador sano. Siempre con sus aplicaciones locales, claro está, y con cualquier excepción que confirme la regla.
Después sí, vienen los caracteres coyunturales que articulan con el optimismo oficial. A la cabeza, el ventilado de una recuperación económica imposible de compararse contra lo mejor que se estaba aun en los peores momentos del gobierno anterior; pero suficiente, parece ser, para el imaginario de que el país está mejorando. Se anuncia una baja de la pobreza gracias a números que el Indec macrista ya había manipulado tergiversando el mecanismo de medición, que nunca contempló la cifra de pobres explotada en 2001 y sustancialmente corregida para mejor desde 2003. Fue el Observatorio de la Deuda Social Argentina, que es de la Universidad Católica y no de la Resistencia Ancestral Mapuche, el que advirtió que quienes salieron de la pobreza son los que cayeron en ella el año pasado. Al igual que ése, cualquier dato de alivio que se tome –crecimiento de la industria, de la construcción, del consumo, del empleo, de la ocupación, todo aquello con que la prensa gubernamental se regodea en estos días– lo es contra el desastre que en 2016 produjeron las políticas del modelo avalado en las elecciones de 2015 y por avalar dentro de tres semanas. La cortedad de la memoria popular significaría que no afecta lo innegable de un Pata Medina cuyo patoterismo delincuencial es cómplice de empresas constructoras, porque solamente interesa asimilarlo a una imagen K y “la gente” compra. El apriete contra el mundo sindical es por la lucha de Heidi contra las mafias ancestrales del peronismo y no para disciplinar a la cierta resistencia que quede allí, ni para ahorcar a los pocas voces opositoras que quedan en los poquísimos medios adversos al oficialismo. La toma de los secundarios porteños contra la reforma educativa es obra de unos salvajes, y el nodo político de la cuestión pasa a ser exclusivamente el horrible episodio sufrido por una piba del Nacional Buenos Aires. La liberalización del precio de los combustibles producirá impacto pero recién después de las elecciones, como las tarifas de luz y gas, y mientras tanto por fin continúa libertándose el mercado porque los ricos no necesitan robar. La bomba del endeudamiento externo será para ver más adelante, cuando no importe que vaya a ser tarde para haber chocado por enésima oportunidad contra la misma piedra.
Tan cebado es el optimismo macrista para después de estas elecciones que el Gobierno deja correr lo que ya tiene previsto pero situándose a su “izquierda”, advirtiendo que la conducción política es suya porque, contrariamente a lo que se suponía, sabría manejar los tempos populares. Carlos Vegh, economista jefe del Banco Mundial para América Latina y el Caribe, sostuvo que Argentina –visto el respaldo o conformismo masivos– está a punto caramelo para acelerar el ajuste imprescindible, porque la situación fiscal “es precaria”. Lo aplaudió, la semana pasada, un coro de economistas del establishment. Se agruparon en conferencia de gurkas del libre mercado, organizada por una de las fundaciones que tanto expresan ese pensamiento como lo elemental de no comer vidrio respecto de a dónde iremos a parar con semejante nivel de gobernar con deuda. Sólo con deuda. El Gobierno retruca, entonces, que su sensibilidad social conlleva administrar con “gradualismo”. Comunicacionalmente es maravilloso: a quienes nos corren por derecha les avisamos que más a la derecha que esto sería potencialmente explosivo, pero insistan con eso porque nos sirve para mostrarnos resistentes frente al círculo rojo del poder tal como parece que Vidal libra batalla solitaria contra las mafias. Chapeau.
La campaña de Cambiemos consiste en una no-campaña, si es por lo presencial de sus candidatos, salvo lo “obligatorio” de los spots y de esos armados increíbles de timbreos espontáneos, subidas de Macri a ómnibus en el mismo lugar y con los mismos pasajeros del año pasado y demás recursos, que confirman cómo el absurdo puede aceptarse así como así mientras al clima predominante no le interese justamente eso: el ridículo objetivo. Formalmente, el Gobierno descansa en el usufructo de la imagen negativa de Cristina y casi nada más. Del resto se encargan sus medios. Por caso, lograron instalar a Medina en lugar de Maldonado aprovechando un ánimo colectivo en el que, ya se sabe, opera más mirar que ver. Ese aspecto es trascendental porque una cosa es la hegemonía y otra la omnipotencia. Ningún medio puede colocar certezas o sensaciones si no es sobre la base de un público receptivo. Enojarse solamente con las corporaciones mediáticas es esquivar raigambres más profundas de las inclinaciones populares. Las entrevistas que ahora concede Cristina, por ejemplo, son objeto de una cirugía despiadada. Absolutamente todo lo que diga será usado para destruirla, aunque se trate de que le gusta el puré de calabaza. Pero ni de cerca esa perversión es solamente obra de la prensa tradicional, trolls o enfermos mentales que activan en las redes. Requiere de un humor propicio, amplio, determinante, que en su momento no se supo desactivar y al que contribuyeron errores propios requirentes de análisis, de repaso; de una autocrítica que, es cierto, no debe hacerse tal como ansían las fauces de la derecha. Esa gente, ya se dijo, quiere sangre de destrucción, de autoaniquilamiento de los otros; no entrevistas ni conceptos de fondo. Y ese paisaje tiene, también se reitera, estímulo o aceptación socialmente gruesos. En síntesis, una etapa que es o parece de retroceso, qué duda cabe. Semeja que aguarda un largo desierto.
Con Menem parecía lo mismo.
domingo, 1 de octubre de 2017
A dos meses de la desaparición del joven que fuera reprimido por Gendarmería en la provincia de Chubut, su hermano Sergio Maldonado criticó con dureza al gobierno nacional y pidió la renuncia de Patricia Bullrich, ante una Plaza de Mayo colmada.
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FUE PRIMICIA
Gabriela Michetti: “Los que hoy quieren saber dónde está Santiago Maldonado nunca se preguntaron qué pasó con Jorge Julio Álvarez”
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MILAGRO
Entrevista exclusiva a Milagro Sala luego de conocer la revocación de su prisión domiciliaria. Producción y realización: Sabrina Roth Edición: equipo web…
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