lunes, 3 de octubre de 2016

EL GOBIERNO NO PUEDE CONCLUIR EL AJUSTE PORQUE EN 2017 SE JUEGA SU ROL HISTORICO Bisagra o paréntesis

Por Horacio Verbitsky
El análisis del Fondo Monetario Internacional es en este punto objetivo: durante los últimos años, la economía se basó demasiado en el consumo y muy poco en la inversión. Nada indica que el alabado presidente Maurizio Macrì esté avanzando en la corrección de ese desequilibrio entre los factores de la demanda agregada. El consumo disminuyó pero la inversión no se ha recuperado ni lo hará pronto, por decirlo en términos amables. A este cuadro hay que completarlo con las exportaciones, entre las más escuálidas en lo que va del siglo, y el gasto público, que el gobierno quiere y no puede reducir, por la fuerte resistencia social a la pérdida de empleos y salarios y por sus necesidades electorales.

Ajuste o deuda

El gobierno inició su gestión con ímpetu y consiguió para varias de sus primeras medidas la condescendencia política y gremial o incluso el apoyo legislativo, tanto en la convalidación de decretos como en la sanción de leyes. Pero cuando los formadores de precios desairaron las predicciones oficiales de que la devaluación no se trasladaría a las góndolas, la inflación trepó hasta duplicar en forma holgada el cálculo del ministro Alfonso de Prat-Gay. La crioterapia escogida por el Banco Central para contenerla profundizó la recesión. Los sindicatos en las paritarias y los usuarios de los servicios públicos cuyas tarifas se multiplicaron por diez, no se resignaron a esa pérdida abrupta de poder adquisitivo y lo hicieron saber en las calles, igual que los universitarios enojados con el recorte de su presupuesto. La imponente Marcha Federal de hace un mes, la reunificación de la CGT y el Congreso Central Confederal en el que anunció un paro general cuya fecha debe poner el triunvirato directivo, el nulo resultado que hasta ahora ha obtenido el blanqueo y la caída de la inversión pese a los sucesivos road shows fuera y dentro del país, contrariaron los objetivos del gobierno. Para suplir el ajuste y la inversión, ha decidido recurrir sin frenos al crédito externo que, si todo sale como se lo propone, sumará el año próximo otros 40.000 millones de dólares a la deuda en divisas, que de inmediato comenzarán a devengar intereses. La misión del Fondo encabezada por el italiano Roberto Cardarelli repite que la inflación del denostado kirchnerismo se originó en la emisión para cubrir el déficit fiscal, que a su vez se debía a un insostenible nivel de consumo. Nadie le preguntó durante el retorno triunfal del Fondo a Buenos Aires por qué entonces la caída del consumo no redundó en una disminución del déficit y la menor emisión no hizo mermar la inflación en los diez meses del actual gobierno (con excepción del anómalo agosto, que se explica por la anulación judicial del tarifazo energético). En cualquiera de esos casos, debería haber analizado las fuerzas sociales y las relaciones de poder, ¡Dios no lo permita que el FMI es un organismo técnico que aplica una ciencia exacta sin contaminaciones políticas ni sociales!

Los mercados entienden

El gestor de ese endeudamiento es el Secretario de Finanzas Luis Caputo, ex directivo de JP Morgan y Deutsche Bank. Al hablar ante el Instituto Argentino de Ejecutivos de Finanzas (IAEF) reconoció que la deuda causaba preocupación pero aseveró que no era problemática, ya que en otros países de la región es hasta un 50 por ciento mayor, porque este año es un cuarto del PIB y al terminar el mandato de Macrì será un tercio, en ambos casos manejable. Caputo agregó que hay margen para financiar de este modo “una convergencia gradual al equilibrio fiscal”.
Antes de salir de Washington el ministro de Economía de Estados Unidos, Jack Lew, se mostró comprensivo de la gradualidad del ajuste argentino contemplada en el proyecto de ley de presupuesto. Ya en Buenos Aires, advirtió que si bien no es posible suprimir el déficit de inmediato, también hay que estar prevenido sobre el riesgo de un sobreendeudamiento, ya que “los mercados de capitales entienden cuando el déficit es sustentable y cuando no”. El ritmo de las reformas debería ser el más rápido posible sin desgarrar el tejido social, prescribió. En la misma lógica, la agencia calificadora Moody’s explicó que no mejora la nota que asigna a la deuda argentina porque sus reservas son escasas en comparación con “la cantidad de dinero que ha tomado prestado en dólares”. Y este mes han sufrido una caída fuerte. Por eso, más allá de la euforia declarativa, Caputo también anunció varios proyectos de ley tendientes a desarrollar un mercado de capitales doméstico que permita reducir el endeudamiento futuro, y el gobierno no se resigna al fracaso que hasta ahora ha tenido su apuesta principal, el blanqueo de capitales: el primer plazo, para comprar un bono a tres años, sin descuento alguno, acaba de vencer con mucho menor éxito que los Cedin de CFK y Axel Kicillof.
Caputo y De Prat-Gay recibieron con alivio las promesas de Lew de un acuerdo fiscal sobre intercambio de datos, lo que haría menos seguro el refugio en Miami y Nueva York de los capitales argentinos fugitivos, aunque es improbable que esto afecte a las guaridas fiscales de Wyoming, Delaware, South Dakota, Alaska y Nevada. Además ese acuerdo fiscal requiere de una ley del Congreso, de sanción incierta en el momento de mayor debilidad del gobierno de Barack Obama, quien acaba de padecer la primera insistencia de ambas cámaras contra un veto presidencial en sus ocho años de gobierno (97 a 1 en el Senado, 348 a 77 en la Cámara de Representantes).

Gestión de crisis

Cada contratiempo el gobierno lo atribuye a la pesada herencia, de cuyos efectos reales se beneficia, como el sostenido desendeudamiento del anterior gobierno, que hoy le da margen para acudir a los mercados voluntarios de deuda en procura de los recursos que no genera su propia política, tan elogiada por gobiernos y organismos de los países centrales. Entre ellos está el Banco Mundial, cuyo director para la Argentina, Jesko Hentschel, sostiene que, pese al aumento de la pobreza y del desempleo, no se vive una situación de crisis social. Esto es discutible para determinados sectores cuyos padecimientos se han incrementado, pero debe considerarse cuando se intenta conformar un cuadro predictivo sobre el futuro cercano. Según los estudios de Cifra-CTA, la devaluación, la quita de retenciones y el aumento de las tarifas provocaron el nivel de inflación más significativo desde las hiperinflaciones de 1989-1990, que en julio de 2016 contrajo un 10,3 por ciento los salarios reales de los trabajadores registrados del sector privado respecto al mismo mes del año anterior. El cuadro, confeccionado por Cifra con datos de Mariana González sobre patrones de crecimiento y mercado de trabajo indica que hay que remontarse a los peores momentos del último cuarto de siglo para encontrar una caída más pronunciada de los salarios reales, del 20 por ciento en 1988, 14,5 por ciento al año siguiente y 18,9 por ciento en el tremendo 2002. Pese a la posible desaceleración del IPC a partir de agosto, la inflación anual se ubicará en torno al 43 por ciento y el salario real anual de los trabajadores registrados perderá al menos 7 por ciento en el año. La caída sería superior si se dispusiera de datos fiables también para los trabajadores informales, que son los más vulnerables.
Los dilemas que hoy enfrenta el primer gobierno neoliberal electo por el voto popular tienen un aire de familia con los que se le presentaron al último gobierno neoliberal que colonizó a un partido de tradición popular para que aplicara su política. En aquel momento las privatizaciones fueron la fuente alternativa de recursos, a la espera de que el financiamiento genuino y la inversión privada productiva sustentaran la viabilidad de un modelo que acabó con la que hace siete décadas fuera la sociedad más desarrollada e integrada de América Latina. El capital social acumulado por generaciones de argentinos en las empresas del Estado se malvendió a precio vil, como quien quema los muebles para calentarse a la espera de que termine el invierno. Hoy ese rol lo cumple el endeudamiento externo, posible por la inmejorable ratio sobre el PIB recibida del gobierno de CFK. Aquel proceso pudo afirmarse durante un lustro porque concilió los intereses hasta entonces divergentes de distintas facciones del capital: los bancos trasnacionales acreedores, los operadores internacionales de servicios públicos y los grupos económicos locales (expertos en apertura y lubricación de puertas oficiales), agrupados en Uniones Transitorias de Empresas para aprovechar la rentabilidad extraordinaria de un negocio único. El punto de unidad de ese acuerdo fue avanzar a expensas de los intereses del conjunto de la sociedad, despojada de un activo histórico, y de los trabajadores que, en esos años posteriores a la caída del muro y el hundimiento del socialismo real, perdieron los derechos que ni siquiera la dictadura había podido arrancarles, por temor a que se volcaran hacia la guerrilla.
La Alianza que sucedió a aquel experimento también recorrió el atajo del endeudamiento, pero hoy sabemos que fue apenas un espejismo. Los dictámenes del FMI y los créditos que Fernando de la Rúa presentó como prueba de confianza en su gobierno fueron en realidad el financiamiento, con cargo al pueblo argentino, para que las grandes empresas y bancos retiraran sus recursos del país y miraran desde lejos y a buen seguro el gran resplandor. Pero hoy esos bancos y empresas están en el poder y tienen una conciencia del cuadro político de la que careció aquel desdichado gobierno. De la Rúa no prestó mayor atención al proceso electoral de octubre de 2001 y cuando se conocieron sus horribles resultados se desentendió aduciendo que él no había sido candidato. Dos meses después estaba en su casa, empujado tanto por la sublevación social que siguió al congelamiento de cuentas bancarias en el corralito como al pacto Alfonsín-Duhalde, que promovió su juicio político con la bendición del cardenal Jorge Bergoglio, el único de los tres que sigue actuando en la política argentina, a varias puntas como de costumbre. A diferencia de entonces, el actual gobierno es hiperactivo en el toma y daca de prestaciones recíprocas con gobernadores, intendentes, legisladores y sindicalistas. Tiene para ello personal idóneo, comenzando por el ministro de Obras Públicas, Rogelio Frigerio (n), quien se ofende cuando escucha que el gobierno de los ricos es el gobierno de los ricos. Las concesiones que el gobierno ofrece son menores en relación con los retrocesos que los trabajadores han padecido: un bono de fin de año, una exención impositiva sobre el aguinaldo, la actualización de planes sociales en una magnitud que recién será comunicada la semana próxima y la convocatoria a la mesa de diálogo con sindicalistas patronales y obreros que desde Roma reclama su obispo, el papa Francisco. Los obispos argentinos pidieron a la CGT que agotara todas las instancias de diálogo antes de parar y sus plegarias fueron atendidas. En la misma conferencia de prensa en la que anunció esa convocatoria tripartita, Macrì mencionó tres puntos posibles de agenda: bajar las indemnizaciones por despido, reducir el costo para las empresas de la ley de accidentes de trabajo y los aportes patronales al sistema previsional, como hicieron Menem y Cavallo a partir de 1993, lo cual condujo a su desfinanciamiento y ruinosa privatización. Pero aún así, la Proactividad oficial coloca a la oposición sindical y política en un dilema, porque no sólo el gobierno sabe lo que se juega en los comicios del año próximo. La resistencia al programa oficial partió de un piso mucho más alto que en los años 90 frente al menemismo, y la imagen presidencial está sujeta a un proceso de corrosión lento pero constante. Sin embargo, sectores sociales significativos no adherirían a ninguna postura confrontativa. Tanto la convocatoria cegetista de abril como la Marcha Federal de septiembre, en la que ambas CTA coincidieron con sectores significativos de la CGT, desde los camioneros de la familia Moyano a los bancarios de Sergio Palazzo y la Corriente Federal de Trabajadores, encontraron un punto justo de contundencia y masividad del reclamo, sin desatender el estado de ánimo de quienes conservan simpatía por el gobierno o, al menos, desean que le vaya bien. En cambio, la rala Marcha de la Resistencia que Hebe de Bonafini cerró con un insulto a Macrì, repetido el jueves, o los grupos que fantasearon con voltear las vallas policiales el día de la audiencia pública por el tarifazo en la Usina del Arte, se recluyen en la marginalidad y terminan por favorecer al gobierno que con sobradas razones aborrecen.

¿Y Cristina?

La acertada convocatoria de CFK a reunir en un frente ciudadano a todos los afectados por las políticas oficiales, con independencia de su origen, es de difícil concreción sin instrumentos organizativos adicionales a La Cámpora y el Instituto Patria, cuya verticalidad no es el método óptimo para esta etapa. Esto podría cambiar en caso de un estallido, que unos pocos anhelan pero cuya probabilidad hoy parece baja, aunque en el país del 17 de octubre, el Cordobazo y el 19 y 20 de diciembre no puede descartarse. Cristina ha dicho varias veces que no será ella sino el pueblo, dentro de ese conjunto los jóvenes y en especial los muy jóvenes, quienes deberán tomar la posta. Como lectura histórica es tan exacta como la frase célebre de Perón acerca de quién sería su heredero. Con una diferencia no menor: la pronunció a los 78 años, desde la presidencia y dos semanas antes de su muerte, cuya inminencia conocía. La prueba decisiva serán las elecciones de medio término, que definirán si Macrì coloca una bisagra entre dos épocas, como se ilusionaron en su primer año casi todos los presidentes postdictatoriales, o es sólo un paréntesis en el bipartidismo histórico. Las apariciones públicas de Cristina provocan encuentros masivos y de alta emotividad, pero es ostensible que su carisma intacto no es transferible a ningún delegado, por lo que será ineludible que defina si será candidata bonaerense. La inscripción para las primarias vence dentro de apenas ocho meses, en junio de 2017. La ex presidente medita que hará y el último indicio que dejó traslucir es que no tomará ninguna decisión por motivos personales sino en función de los intereses del conjunto, lo cual es lo más parecido a una admisión de esa posibilidad que haya dado hasta ahora. Si bien es prematura cualquier medición, es obvio que tanto para el gobierno como para las distintas tribus del panperonismo no sería lo mismo una elección con o sin CFK en el menú. Quienes pretenden excluir a Cristina del PJ y desde los cargos electivos votan todos los proyectos que envía el gobierno, meditan una posible alianza con Sergio Massa, con quien disputan la conducción del opoficialismo. La principal discusión entre ellos es acumular para fortalecerse antes de sentarse a la mesa de negociaciones o correr ya hacia Tigre. Esta arquitectura de palitos chinos sólo podría sostenerse si la ex presidente decidiera no bajar al ruedo electoral, algo que tendría un costo en la valoración póstuma de la historia.

El salario real en %

Fuente: Cifra.

OPINION La pobreza y el autoindulto

Por Mario Wainfeld
Imagen: AFP.
Jorge Todesca, titular del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), anunció los nuevos índices de pobreza e indigencia. La aceitada maquinaria de propaganda y comunicación oficial predispuso una conferencia de prensa inmediata. Suelto de cuerpo y guionado de lengua, el presidente Mauricio Macri auto indultó al Gobierno de cualquier impacto sobre esos indicadores, medidos para el primer semestre de 2016.
Es sabido que el macrismo maneja los semestres y su narrativa en base a falacias, hipótesis descabelladas o ilusiones. De cualquier forma, otra vez batió sus propios records. Según Macri “su” historia acaba de empezar. Nada aconteció desde el 10 de diciembre de 2015. Han sido inocuos la devaluación, las transferencias de ingresos, la recesión, la inflación, los despidos y la consiguiente pérdida de capacidad adquisitiva de los sueldos desde entonces. Fatiga tener que señalar tamañas obviedades, es forzoso hacerlo porque la negativa no es pueril sino deliberada y encuentra ecos en el elenco oficial y (en este caso) parte de sus voceros mediáticos.
El mandatario puso fin al objetivo de “pobreza cero”, que le sirvió de caballito de batalla más de un año, en el llano y en la gestión. Siempre fue imposible, ahora lo registra aunque carga el embuste en la mochila de la pesada herencia. De rondón, añadamos que la “lucha contra la pobreza”, así formulada, enmascara la falta de libido por los derechos de los trabajadores, que jamás se mencionan.
La nueva “serie” estadística, por definición, es distinta a las anteriores. Por lo tanto, no se puede “empalmar” o equiparar de modo lineal. Los especialistas ya debaten las correspondencias o proporciones… lo cierto es que los índices nuevos servirán para comparaciones futuras, precisas. Para atrás, es más complicado.
Es innegable que en estos meses la clase trabajadora ha sufrido embates variados, de los que el aumento de la pobreza e indigencia es una de las peores derivaciones. Pero no la única, ni incoherente con el resto.
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De ayer a hoy: El kirchnerismo redujo radicalmente la pobreza y la indigencia, en particular durante sus primeros ocho años y velozmente durante el mandato de Néstor Kirchner. Creó millones de puestos de trabajo, bajando el índice de desempleo y la proporción de trabajadores informales. Amplió la cobertura jubilatoria a millones de personas desprotegidas hasta entonces. Y fogoneó la elevación del salario real.
Este escriba no es un experto en la materia para hablar sobre guarismos. Pero sí conoce lo sucedido como para compartir las líneas que propone un informe flamante del Centro de Estudios Scalabrini Ortiz (CESO). Medida con la metodología actual del INDEC “el 60,8 por ciento de la población se encontraba bajo la línea de pobreza en el segundo semestre de 2003” (cuando Kirchner llegó a la Casa Rosada). Para el mismo semestre de 2015 –calcula el CESO– el 27,3 por ciento de la población tenía ingresos por debajo de la línea de pobreza. De esa manera, entre 2003 y 2015, el 33 por ciento de los habitantes del país salieron de la pobreza.
Por su parte, la población bajo línea de indigencia pasó del 22,5 por ciento al 4,7 por ciento en el mismo período. Esto es, el 17,8 por ciento de la población salió de la indigencia entre 2003 y 2015.
Según el estudio del CESO la pobreza no se mantuvo incólume en la era macrista. “Se incrementó en 5 puntos porcentuales entre el segundo semestre de 2015 y el segundo trimestre de 2016: aproximadamente 2.157.531 habitantes pasaron a ser pobres. En el mismo período la población bajo línea de indigencia se incrementó en 1,5 puntos porcentuales, es decir, aproximadamente 670.594 habitantes pasaron a ser indigentes.
Queda para los especialistas compartir total o parcialmente esos cálculos. Nadie en sus cabales o de buena fe puede controvertir su lógica plasmada en casi diez meses de política económica devastadora, sesgada a favor de las clases dominantes. El equipo de gobierno está en sus cabales, sabe lo que hace busca. La buena fe es (muy) otra cosa.
Nada dispensa al kirchnerismo de la responsabilidad por el desquicio que produjo en el INDEC, por abolir la credibilidad del índice de precios al consumidor, por discontinuar otras mediciones. Pero esa falla, tal vez el mayor error de sus tres mandatos, no convalida versos ulteriores.
La reseña que aceptamos como indicativa comprueba que la pobreza preexistía al macrismo. Inevitable con un tercio de los laburantes no registrados y un porcentual bajo pero no inexistente de desocupados. También es un dato que el “modelo” K topó con límites para seguir creando empleo en cantidades deseables. Para sostener sus premisas era imprescindibles cambios en la estructura productiva, tal vez en el esquema impositivo y en otras variables. Ante las dificultades, los gobiernos del Frente para la Victoria (FpV) defendieron con ahínco los empleos existentes. Tanto que para muchos argentinos, los entrados al mundo del trabajo desde 2003, era ignota la experiencia de despidos masivos. El macrismo reinstaló la vieja costumbre, que se venía prolongando durante toda la restauración democrática y se exacerbó, adrede, en la etapa neoconservadora (1991-2001).
Las proyecciones meten pavor. Entre los objetivos declamados del Gobierno está mejorar la competitividad que en su ideario depende de la baja del “costo salarial”. Los ejemplos a seguir son países con legislaciones laborales menos avanzadas o aún parajes del planeta con condiciones semi esclavas.
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Microescenas de la vida cotidiana: La determinación de la “pobreza por ingresos”, como cualquier cálculo cuantitativo, es útil pero insuficiente para calibrar un fenómeno complejo. Un análisis más fino debería computar los bienes y servicios públicos disponibles para los ciudadanos argentinos. Con todas sus falencias y límites, la educación es gratuita en todos sus niveles, muchas personas tienen acceso a atención médica sin pagar y, con cierta frecuencia, a medicamentos gratuitos o abaratados. El Plan Conectar Igualdad o hasta el Fútbol para Todos permiten acceso masivo a bienes materiales o culturales. Por eso el macrismo los asfixia presupuestariamente o, llanamente, elimina.
Imagen: DyN.
El incremento de la pobreza se palpa, para percatarse basta una mirada costumbrista. La concurrencia a comedores comunitarios crece, la provincia de Buenos Aires amplía su número cotidianamente sin alcanzar a cubrir la demanda.
Pibas y pibes en edad escolar “vuelven” (por así decir) a los comedores escolares. A fin del siglo pasado y a principios de éste fueron salvavidas para paliar necesidades extremas, a partir del 2003 se fue recuperando la comensalidad familiar. La Asignación Universal por Hijo acentuó la tendencia. Un estudio cualitativo realizado por varias universidades públicas, divulgado en 2011, reseñó que los chicos elegían ir a sus hogares porque el menú familiar era más rico que el de la escuela… altri tempi.
Intendentes, políticos, militantes sociales, docentes registran el retroceso. Un cura que recorre el Conurbano bonaerense le comentó a este cronista otro penoso revival: los alumnos piden llevarse algo del almuerzo para sus casas, en las que falta comida.
Una trabajadora social que se desempeña en Tribunales en la misma zona contó que jefas de hogar que tenían a su cargo personas mayores o pibes institucionalizados las trasladaron a sus casas mientras podían “parar la olla”. Ahora acuden al Poder Judicial para re institucionalizarlos, con pena y culpa: no están en condiciones de bancar su subsistencia.
La reseña de casos incluye la de mujeres golpeadas que, ante un primer rechazo judicial de pedidos de exclusión de hogar, se resignan a quedarse junto al varón violento. Años ha, tenían el rebusque de irse a otro domicilio mientras esperaban resolución favorable. Hoy día les es imposible hacerse cargo de los costos y se exponen a lo peor.
Los casos individuales son, bien mirados, muestras de una realidad social que se agrava en consonancia con el cierre de pequeños negocios, la pérdida de changas, la consunción del “de- sarrollo local”.
El desmantelamiento de ramas de la producción no será reparado con un virtual “rebote” de la economía. En su informe de octubre la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE) concluye que “la proyección de crecimiento del 3,5 por ciento para el año que viene continúa exclusivamente en el terreno de las esperanzas”. Aunque el milagro se cumpliera, repercutiría de modo dispar. Dicho de modo impresionista: una fábrica que se mantiene abierta, aun suspendiendo personal, podría reactivarse en un contexto más propicio. Pero las que cerraron, las actividades destruidas por la importación alocada, los nuevos emprendedores PyME necesitan mucho más para resucitar.
El panorama es oscuro. El macrismo se auto indulta de las consecuencias de sus acciones. Y niega que, ya, esté auto heredando los frutos de su propia siembra. El problema es que esos alegatos indulgentes deben pasar por la prueba ácida del voto popular, dentro de un año.
Curándose en salud, el oficialismo ralenta parcialmente la escalada de sus medidas más impopulares (nueva baja de las retenciones, reducción machaza del “gasto social”), encara tratativas con gobernadores y con la Confederación General del Trabajo (CGT). Más allá de la transigencia de los interlocutores (ver asimismo nota aparte) es positivo que la dinámica del sistema democrático marque límites a un proyecto neoconservador, ínsitamente minoritario.
Queda por develarse cuándo se auto controla el oficialismo y hasta qué punto pueden ponerse curitas en daños atroces causados durante un puñado de meses. El último trimestre, la llegada del verano, irán despejando incógnitas.
mwainfeld@pagina12.com.ar

PERSPECTIVAS DE LAS INVERSIONES EXTRANJERA DIRECTAS EN EL GOBIERNO DE MAURICIO MACRI Garúa que no llega a ser lluvia

Por Néstor Restivo
El presidente Mauricio Macri y sus funcionarios dijeron varias veces que la inversión externa es central en su estrategia económica. Las críticas llegaron en general por la idea de “lluvia” de esas inversiones, que no ha sido tal, apenas garúa, hasta ahora. Pero aun cuando los capitales externos llegaran en la forma meteorológica con la que sueña el gobierno, nunca alcanzarían el rango de factor clave del desarrollo nacional.
En el reciente foro de inversiones y negocios hubo muy pocos anuncios y promesas de inversiones, entre ellos los de Siemens –el más importante–, del Ex Im Bank de Estados Unidos o, entre pocos otros, de Pan American Silver, que de paso pareció ignorar una traba jurídica para su obra de minería a cielo abierto en Chubut. Sin embargo, los anuncios del foro reunido en el Centro Cultural Kirchner (nuevos, por apenas algo más de 7000 millones de dólares; más otros que computa el actual gobierno pero que negoció el anterior por 30 a 40 mil millones) deberían multiplicarse varias veces para mover el amperímetro de la economía. Es decir, no es sólo que no se verifica tal “lluvia” de inversiones, por razones globales de un mundo en honda crisis, y locales por incertidumbre en el manejo económico, sino que en el caso de existir tampoco la historia económica las revalida como llave para el desarrollo productivo. De todas sus “externalidades”, la mayoría son más bien inquietantes.
Según el último informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, de 2014, las inversiones extranjeras directas (IED) en la región sumaron 160 mil millones de dólares. Contra un PIB regional de casi 6 billones, suponen menos de 3 por ciento de la capacidad productiva. Las IED, o sea inversiones no financieras, caen cada año desde la crisis mundial de 2008. Ese 2014, por ejemplo, retrocedieron 13 por ciento contra 2013, dice la CEPAL, que también informa que para las grandes economías (Brasil y México) la relación con sus PIB es de apenas 1,5 y 2,0 por ciento, respectivamente, y sólo en países muy pequeños o insulares, como República Dominicana o Trinidad y Tobago (en el primer caso por turismo, en el segundo por gas) esa ecuación puede ser de dos dígitos y significativa. Lo mismo sucede a nivel global. Para las grandes economías, el peso de las IED en sus respectivos Productos es menor; sólo en las muy chicas, algunas casi enclaves, es relevante, por ejemplo Luxemburgo o Singapur, pero en ambos casos por flujos financieros y en tanto guaridas fiscales.
En cuanto a las utilidades que giran a las casas matrices, dice la CEPAL que “las rentas de las IED seguían constituyendo en 2014 la principal partida negativa de cuenta corriente para la mayoría de las economías” latinoamericanas, con lo cual contribuyen al déficit externo que sólo puede compensarse si hay un buen nivel de exportaciones y un saldo comercial positivo (en el caso argentino, como durante el kirchnerismo prácticamente en todo su ciclo) o con deuda (como comenzó a hacer el macrismo).
En 2014, las rentas giradas desde América Latina a sus accionistas por las IED fueron de 80 a 100 mil millones de dólares, es decir, nada menos que la mitad de lo invertido. Y agrega por eso la CEPAL: “La IED no es una fuente de capital gratuito, y por lo tanto los países deberían dirigir estos flujos a proyectos con capital de transformación de su estructura productiva”. Todo ello, con el agravante además de que muchas veces se computan como “inversiones” compras de activos ya existentes o fusiones, que no agregan divisas frescas a una economía donde ya funcionaba la empresa con los anteriores dueños, que asimismo reinvertían casi la totalidad de la renta en el territorio nacional (en teoría, si no fugaban).
Otra externalidad dudosa es el impacto ambiental. Más, porque el grueso de las IED recientes en América Latina se dirigió a minería, y según el estudio citado esa actividad emite cinco veces más gases de efecto invernadero por cada dólar invertido que el promedio de las otras actividades productivas.
Sobre aporte al fisco, si bien las multinacionales son cuidadosas en las formas, suelen evadir y eludir el pago de impuestos mediante precios de transferencias y adulteración de valores de exportaciones e importaciones.
En términos de empleo, se sabe largamente que el grueso del mundo laboral de un país (cualquiera sea, salvo un enclave) lo proveen las pymes y las empresas nacionales. Un trabajo de Daniel Azpiazu, Pablo Manzanelli y Martín Schorr (proyecto PICT, 2011) indica que para una base 100, una unidad de producción de empresas nacionales demanda 196 puestos de trabajo promedio, mientras que en una IED ese requerimiento baja a 76. Por otro lado, las inversiones extranjeras suelen ir a sectores más competitivos, que en Argentina coinciden con actividades de poco impacto laboral relativo. Dice al respecto Alejandro Fiorito: “En general las IED de la región viene a actividades con poca demanda de mano de obra (energía, petróleo, minería). Desde la década de 1990 su foco es paliar divisas, cuando en un esquema de desarrollo nacional serían importantes para obtener tecnología que no disponemos”.
Justamente en materia de transferencia de tecnología puede observarse un impacto neto positivo en las IED, acaso el único, que ha servido a muchos países en su proceso de desarrollo. En el resto de lo visto aquí, con todo lo bienvenidas que son las inversiones productivas –no las financieras especulativas y de saqueo directo– no alcanzan para potenciar una economía como la argentina. Que además, debe señalarse, ya está muy extranjerizada (321 empresa foráneas sobre las 500 más grandes del país según el último dato del Indec, con algo de mejora durante el kirchnerismo, pues para el año 2003 eran 340, pero sin un cambio de fondo). Y en la cual el Plan Productivo Nacional 2015/2020 lo dirige un ministro que en su paso por la actividad privada lo hizo en una AFJP y dos bancos extranjeros.

FINANZAS › DERRUMBE DEL DEUTSCHE BANK PONE EN ALERTA AL MERCADO FINANCIERO GLOBAL El peligro alemán

Por Federico Kucher
La acción del Deutsche Bank costaba 159 dólares en 2007. Con la crisis financiera internacional en 2008 bajó a 22 dólares y en 2010 recuperó hasta los 80. A partir de ese momento, inició una fase de retroceso gradual para ubicarse en 24 dólares a fines de 2015. En 2016, se pronunciaron las caídas y en las últimas semanas la volatilidad llegó a situaciones extremas, con pérdidas diarias de casi 10 por ciento. En lo que va del año, la entidad perdió el 50 por ciento de valor, para cerrar la semana en torno de los 12 dólares y generar fuertes especulaciones acerca de la posibilidad de quiebra.
El recorrido bursátil del Deutsche enciende luces de alarma a nivel mundial, puesto que es el banco más grande de Alemania y de Europa y tiene negocios compartidos con grandes agencias de inversión de las mayores plazas financieras del mundo, en particular, de Inglaterra. Algunos analistas llegaron a llamarlo “el nuevo Lehman Brothers”, en alusión a la entidad que entró en bancarrota en 2008 y dio el puntapié inicial para el estallido de la crisis subprime.
A mediados de septiembre, Estados Unidos anunció que aplicaría una multa por 14 mil millones de dólares al Deutsche por haber jugado un rol activo en la crisis del 2008 por sus excesos en el negocio de derivados financieros y las hipotecas basura. El monto de esta multa, que por ahora sigue negociándose con la justicia de Estados Unidos, es inabordable para la entidad, cuya valorización bursátil no es muy diferente a los 14 mil millones que le exigen pagar. La noticia despertó inquietud entre los inversores, quiénes generaron una corrida contra el papel en los últimos días.
La situación de incertidumbre tomó aún más relevancia cuando se corrieron rumores de que los funcionarios de primera línea de Alemania incluyendo a Angela Merkel no ven con buenos ojos la posibilidad de un rescate estatal para mejorar la situación de liquidez del banco.
La clasificación del Deutsche como un posible “Lehman Brothers europeo” no es exagerada si se considera la interconectividad del banco con otras instituciones financieras a nivel global (en la jerga se lo llama el “cross border risk”). La quiebra del principal banco de Alemania podría en riesgo la estabilidad de 28 entidades globales, de las cuales 14 son europeas, 8 norteamericanas y 6 de Asia. Y, por supuesto, dejaría al borde de la bancarrota a bancos del Viejo Continente que se encuentran en una situación de fuerte debilidad de los balances, al punto que se los ha empezado a llamar el grupo de los “Zombie Banks” (Monte dei Paschi, Unicredit, Credit Agricole, Société Générale, Mitsubishi UFJ Financial, Mirhuo Bank, Royal Bank of Scotland, Bank of Nova Scotia, entre otros).
Una de las pruebas que deberá pasar el Deutsche en las próximas semanas será el pago del cupón de los “cocos” (bonos contingentes convertibles emitidos por la entidad), un vencimiento que algunos analistas consideran que no podrá afrontar. En el mercado se especula que una de las soluciones a la crisis del Deutsche, si el Estado se niega a salir al rescate en forma directa, es la fusión con el segundo banco alemán, el Commerzbank, que tiene 20 por ciento de participación pública y sería una manera encubierta de inyectarle liquidez a la entidad.
En Alemania están en época de elecciones y la población considera en forma negativa que el dinero público se utilice para “rescatar a los banqueros”. El Commerzbank, no obstante, tampoco atraviesa el mejor momento: en las últimas semanas anunció el recorte de 7300 empleados y que dejará de repartir dividendos.

OPINION Macri, el golpe y el golpista Por Eric Nepomuceno

El presidente argentino Mauricio Macri recibe este lunes, en visita oficial, Michel Temer, presidente brasileño.
Son como almas gemelas, pero con una diferencia abismal: Macri llegó a la presidencia al amparo de los votos de la mayoría del electorado de su país. Temer llegó a la presidencia al amparo de los 61 votos de los senadores que admitieron liquidar 54 millones y 500 mil votos alcanzados por Dilma Rousseff en 2014.
Macri es un presidente legítimo. Temer, un usurpador ilegítimo.
Será la primera vez que Temer es recibido formalmente por otro jefe de Estado. Al recibirlo con todas las del ceremonial, Macri reconocerá oficialmente al golpista.
En sus dos viajes anteriores - a China, para la reunión del G-20, y a Nueva York, para la apertura de la sesión anual de la ONU - Temer hizo de todo para lograr una foto, una fotita que fuese, apretando la mano de algún dirigente del primer escalón global.
Nada. Obama siquiera fue escuchar el discurso que alguien escribió para ser leído por el ilegítimo.
Bueno: ahora, tendrá su foto con Macri. Algo es algo.
Sería conveniente que alguien le recordase al presidente argentino algunos puntos relacionados sobre el golpista cuya mano estrechará para las fotos de circunstancia.
Él traicionó de manera vil a la primera mujer electa presidenta del más poblado país de América Latina. Sabía que no había prueba alguna de que Dilma hubiese cometido crimen de responsabilidad, única condición prevista por la Constitución para destituir a un mandatario electo.
Tanto es así, que lo reconoció, con todas las letras, en un encuentro con empresarios en Nueva York: como Dilma no aceptó implantar el programa ultra neoliberal llamado ‘Puente para el futuro’, ya no había condición alguna para mantenerla en la presidencia. Fue el reconocimiento formal de que hubo un golpe institucional. Pese a haber registro grabado de su declaración, la prensa brasileña ignoró solemnemente la frase. Claro: hay que hacer prevalecer a la farsa.
Temer aceptó someterse al papel de heraldo de un golpe institucional llevado a cabo por los derrotados en las cuatro últimas elecciones presidenciales brasileñas. Temer jamás tuvo peso político para llevar a cabo nada significativo, cuanto más un golpe de Estado. Siempre fue un actor secundario, un mediocre escurridizo.
No es más que un testaferro gris de los que ya no aguantaban más ser relegados a la derrota elección tras elección. Los verdaderos ideólogos del golpe, con el Aécio Neves derrotado en 2014 y el ex presidente Fernando Henrique Cardoso a la cabeza, lo tienen como rehén.
O implanta un neoliberalismo fundamentalista, o cae. O impone el programa que responde directamente a los intereses del gran capital y de las grandes transnacionales, o lo despachan de regreso a la insignificancia de su vida insípida.
Hay, claro, coincidencias robustas entre su figura opaca y el presidente de los argentinos.
El FMI, por ejemplo. Seguramente los dos podrán intercambiar sonrisas por haber traído de regreso la tenebrosa sigla a nuestros países.
La misión que cumplió su primera visita oficial al Brasil de Temer fue veloz a la hora de difundir su receta: antes de cualquier otra cosa, hay que eliminar de inmediato una de las más exitosas medidas de los gobiernos de Lula da Silva y preservada por Dilma Rousseff para dar combate a la pobreza y disminuir las planetarias distancias sociales: la valorización del salario mínimo. Entre el primer año de la primera presidencia de Lula, 2003, y el primer año de la segunda presidencia de Dilma, el salario mínimo brasileño tuvo un aumento real de 76%. Dice la ONU que esa política fue el centro esencial de todas las otras que lograron disminuir la pobreza en Brasil.
Dice el FMI que hay que deshacer esa política. Y que hay que eliminar la relación entre jubilaciones y pensiones y la valorización del salario mínimo. Alrededor de 25 millones de brasileños sufrirá pérdidas reales. Dice el FMI que son medidas indispensables. Dice Temer que cumplirá la orden.
¿Sabrá el presidente argentino de todas las maniobras en que está enredado su colega usurpador? ¿Sabrá el presidente argentino de las andanzas de la pandilla que Temer abriga a su alrededor?
De Mauricio Macri se podrá decir lo que sea, excepto que haya llegado a la Casa Rosada montado en un golpe de Estado.
De Michel Temer se podrá decir cualquier cosa, excepto que sea un presidente legítimo y una figura íntegra con algún vestigio de decencia.
¿Lo sabrá Macri?

TODO BEM

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