Por Javier Lewkowicz
En el negocio del endeudamiento tiene a JP Morgan como uno de los principales colocadores.
Imagen: EFE.
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El festejo del ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, ante la emisión de 16.500 millones de dólares de deuda externa para pagar a los buitres y solventar gastos corrientes y el elogio del magnate Paul Singer al presidente Mauricio Macri resumen el reingreso de la Argentina al circuito de las finanzas. Esta “vuelta al mundo” es presentada por el Gobierno como un paso lógico, ante la supuesta cerrazón ideológica de la administración anterior. Sin embargo, la historia reciente de la región muestra que los flujos de capital tienen casi nulo efecto sobre la inversión productiva, es decir, sobre el empleo, y en cambio generan fragilidad macroeconómica. Desde 2008, el crecimiento de la deuda externa de las empresas registra en algunos países un crecimiento alarmante.
El primer paso en la vuelta al endeudamiento fue la eliminación de los controles a los capitales golondrina, al borrar el encaje del 30 por ciento y reducir límite mínimo para la estadía a 120 días, cuando antes era de un año. El segundo punto es la política de tasas de interés por las nubes, que en un contexto de estabilidad cambiaria ofrece a los inversores una rentabilidad extraordinaria en dólares. Por último, el pago a los buitres. ¿En qué mundo financiero se reinserta la Argentina? ¿qué consecuencias trajo para la región el ciclo de deuda del que el país hasta ahora estuvo al margen?
De la mano de los commodities, la deuda externa pública en América latina bajó en términos del PIB desde comienzos de los 2000, aunque la crisis mundial en 2008/09 marcó un quiebre: según la Cepal bajó del 38 por ciento del PIB en 2003 a un 17,1 en 2008 para subir al 22 en 2014.
Esos datos no registran la evolución de la deuda externa que toma el sector privado, que tiene un rol central en los mercados emergentes. Según el Banco Mundial, ese tipo de deuda externa se triplicó desde de los 2000. Es una variable que las cuentas públicas no logran captar plenamente pero que tiene estrecha relación con la estabilidad nacional, porque es el Banco Central el proveedor de los dólares para el repago.
Según el economista Gabriel Palma, de la Universidad de Cambridge, Chile está tercero entre las economías emergentes según crecimiento de la deuda del sector privado en relación al PBI, seguido de Brasil (número 4), Perú (6), México (8) y Colombia (12). Agrega que en los países emergentes la relación deuda y patrimonio de las firmas pasó del 70 al 110 por ciento desde 2007. En la Argentina, según el BCRA, a fines de 2015 la deuda externa del sector privado totalizaba 71.799 millones de dólares. Ese número ha permanecido relativamente estable desde 2011 aunque por encima del piso de los 50 mil millones que registró en 2005/06.
Más allá de las emisiones de deuda que encabece el gobierno nacional y las provincias, el seguimiento de la deuda emitida por empresas será relevante para evaluar la fragilidad financiera. La diferencia con Brasil es abismal: allí la deuda externa privada se duplicó desde 2009. Según la ONG Jubileo, los países que presentan mayor fragilidad y corren riesgos ante un shock adverso son Brasil, Guatemala, Nicaragua, Paraguay y Perú.
En el negocio del endeudamiento los agentes colocadores juegan un papel central. Goldman Sachs, Morgan Stanley, JP Morgan, Citigroup y el Bank of America Merrill Lynch tienen en su poder el 45 por ciento del negocio global. No son actores desconocidos para la Argentina y menos para el ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, y su secretario de Finanzas, Luis Caputo, ambos ex ejecutivos de la JP Morgan. Los europeos Deutsche Bank y el Barclays son jugadores a nivel regional y no global porque la regulación en Europa es estricta para evitar la sobreexpansión de esas entidades, que por la naturaleza de su actividad pone en riesgo la propia estabilidad económica de las naciones. La reciente emisión de 16.500 millones dejó al Deutsche Bank, HSBC, JP Morgan, Santander, BBVA, Citigroup y UBS comisiones por 29,7 millones de dólares pero además una ganancia financiera de capital estimada en 350 millones de dólares.
Para Palma, la región vive su tercer ciclo de deuda desde mediados de los `70. Primero, los petrodólares terminaron en la profunda crisis regional durante los `80, con dos episodios de hiperinflación a nivel local. El segundo ciclo comenzó a fines de los `80 con el Plan Brady y luego de las crisis de México (1994) y Brasil (1999) la Argentina enfrentó la peor debacle de su historia, en 2001. La lógica del ciclo es la misma: la apertura externa y la alta rentabilidad financiera en dólares generan crecientes obligaciones en moneda dura (repago de intereses, remisión de utilidades y pago de importaciones) que sólo se cubren con más deuda hasta que la bola de nieve explota ante un cambio de las condiciones externas. La Argentina ahora se sube a la tercera ola de endeudamiento y los riesgos marcados a fuego en la propia historia no asoman en el discurso oficial.