martes, 15 de marzo de 2016

LA GRAVE RESPONSABILIDAD DE ENDEUDAR UNA VEZ MAS A LA ARGENTINA El tercer ciclo

Por Horacio Verbitsky
Con el apoyo de los bloques opoficialistas de Sergio Tomás Massa, Diego Bossio y Margarita Stolbizer, el gobierno nacional confía en obtener la media sanción de la Cámara de Diputados para cumplir con el ultimátum del juez de Wall Street Thomas Griesa. El dictamen de mayoría firmado la semana pasada incluye la derogación de la ley cerrojo (por la cual el Estado no podía mejorar a los fondos buitre la oferta hecha al 93 por ciento de los acreedores que en los canjes de 2005 y 2010 aceptaron reestructurar sus deudas) y la de pago soberano (que en lugar del Bank of New York designó a Nación Fideicomisos como agente fiduciario para esos pagos).
Una parte significativa de los debates en las comisiones del Congreso giró sobre la posibilidad de que pudieran abrirse nuevos juicios por parte de quienes recibieron un trato menos favorable en los canjes voluntarios. El Frente para la Victoria afirmó que ese riesgo era alto e incluso intentó cuantificarlo. El gobierno minimizó esa hipótesis, y explicó que desde el primer día de 2015, cuando venció la cláusula RUFO, no existen restricciones para mejorar la oferta previa. Pero ni siquiera el ministro Alfonso de Prat Gay se animó a garantizar que no hubiera nuevas demandas. Lo llamativo es que el oficialismo haya ignorado una tercera ley, por añadidura más reciente, promulgada hace apenas cuatro meses, que provee de argumentos a los bonistas reestructurados para exigir igual trato que los buitres.
El 10 de septiembre de 2015, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó por 136 votos a favor contra seis en contra (Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Japón, Canadá e Israel) y 41 abstenciones los Principios Básicos de los Procesos de Reestructuración de la Deuda Soberana. Incluyen el derecho discrecional de todo Estado a reestructurar su deuda sin sufrir el obstáculo de medidas abusivas; la buena fe y la transparencia en las negociaciones; la igualdad entre los acreedores; la inmunidad soberana de jurisdicción y ejecución ante los tribunales extranjeros; el respeto a los requisitos de inclusión y el estado de derecho. También debe contemplarse “el crecimiento económico sostenido e inclusivo y el desarrollo sostenible, minimizando los costos económicos y sociales”, y “respetando los derechos humanos”. Los acuerdos de reestructuración “no se verán afectados, perjudicados u obstaculizados de otro modo por otros Estados o por una minoría no representativa de acreedores, que deben respetar las decisiones adoptadas por la mayoría de los acreedores”. El 4 de noviembre el Congreso sancionó la ley 27207/15, que el Poder Ejecutivo promulgó el 9 de noviembre. Su único artículo dispositivo declara “de orden público” esos Principios Básicos, que acompaña en anexo, “los que forman parte del ordenamiento jurídico de la República Argentina”. Para el lego, la declaración de orden público puede resultar opaca o incluso incomprensible. Pero en el derecho internacional privado, que dirime los conflictos de jurisdicción internacionales, regula la incompatibilidad de una ley extranjera con los principios y valores fundamentales del ordenamiento interno, como es el caso del arbitrario fallo del juez Griesa. Si en noviembre la ley argentina subordinó el cumplimiento de aquella decisión a los principios de las Naciones Unidas, es de alta probabilidad que quienes participaron de buena fe en negociaciones transparentes y formaron una mayoría del 93 por ciento de los acreedores para un acuerdo que, además del interés de los acreedores, permitió un crecimiento económico sostenido e inclusivo, con respeto por los derechos humanos de la población, se sientan perjudicados por el trato que ahora se intenta ofrecer a una minoría no representativa de apenas el 7 por ciento de los acreedores, y busquen que otro juez declare la igualdad entre todos los acreedores y potencie el problema que el gobierno desea clausurar.

Banqueros y lobbystas

En la larga audiencia conjunta de las comisiones de Presupuesto y de Hacienda de la Cámara de Diputados, del lunes 7, casi todas las exposiciones favorables al proyecto oficial insistieron en que por caro que fuese cualquier arreglo con los buitres resultaría conveniente en comparación con los beneficios que obtendría el país con un nuevo ciclo de endeudamiento externo. Pero ninguno analizó el anteproyecto de ley sometido a discusión ni los borradores de acuerdo con cada acreedor, traducidos del inglés. Ante las insistentes preguntas del diputado Axel Kicillof varios admitieron no haberlos leído. El economista radical Nicolás Dujovne fue presentado como un experto, sin referencia a su histórica relación con el Banco Galicia, que tuvo doble representación, ya que también expuso su presidente, Sergio Grinenco, en representación de la asociación de los banqueros locales, ADEBA. Como un artículo de fe y sin mostrar los datos de su cálculo, Dujovne dijo que el costo del arreglo con los buitres sería inferior al de las reestructuraciones de la década pasada. Grinenco se presentó en compañía del director ejecutivo de ADEBA, Norberto Peruzzotti. Allí se cruzó con el economista Jorge Gaggero, uno de los críticos más incisivos del proyecto oficial. En un artículo publicado en 2009 en la revista Movimiento, Gaggero recordó que cuando la dictadura militar convocó a distintas fuerzas políticas y económicas a una consulta sobre la continuidad del régimen, Peruzotti presentó en nombre de ADEBA una propuesta de reforma institucional que establecía el “voto calificado”. Durante la presidencia de Raúl Alfonsín integró un denominado Club de la Constitución, cuyo texto inaugural pidió una amnistía para la pacificación nacional.
Peruzzotti ya era director ejecutivo de ADEBA en 1975, el año del fallido intento de imposición de un programa neoliberal por el fugaz ministro de Economía Celestino Rodríguez, y su vice, Ricardo Zinn, quien fue director del Banco de Italia y el Río de la Plata junto con Franco Macrì, padre del actual presidente. Entonces, Gaggero formaba parte de un grupo de reflexión política y económica que asesoraba al secretario de prensa de la CGT, Adalberto Wimer. Como tal, participó en la redacción de la solicitada en apoyo de la movilización que precipitó el alejamiento de José López Rega, en la que la CGT alabó el plan económico de José Gelbard y la CGE, durante la última presidencia de Perón, lo cual remite a un alineamiento afín al actual. Otro tanto puede decirse del estallido inflacionario que sucedió a la salida de Gelbard, a quien la ortodoxia intentó responsabilizar por la disparada de los precios, pasando por alto la devaluación y los aumentos tarifarios dispuestos por Rodrigo. Los planes de vivienda fueron un componente importante del Pacto Social de aquel gobierno. Quien los manejaba era López Rega, de cuyo Ministerio de Bienestar Social dependían la Secretaría de Vivienda y el Banco Hipotecario, ambos a cargo de su colaborador Juan Carlos Basile. Uno de los principales contratistas fue SIDECO, la empresa de los constructores italianos Franco y Antonio Macrì, en la que trabajó Gaggero.
En octubre de 1975, el secretario general de la CGT, Casildo Herrera, le pidió a Wimer que sus asesores recibieran a una persona que tenía una propuesta muy interesante para hacer. Era el banquero Julio Gómez, quien expuso el plan económico que a partir del muy próximo golpe de 1976 ejecutaría José Alfredo Martínez de Hoz. Ante las objeciones de sus interlocutores, les dio un consejo: “Muchachos, no hay otra cosa. Para evitar males mayores, acepten esto. Es lo único viable, lo único factible. Es bueno que lo hagan suyo”, el mismo argumento que hoy se esgrime para justificar el acuerdo con Griesa. Entre marzo y junio de 1981, Gómez fue presidente del Banco Central con el dictador Roberto Viola.
Más allá de los matices que en distintos momentos expresaron los bancos locales y las filiales de los extranjeros, hoy vuelven a coincidir a favor de lo que Gaggero llamó “el tercer ciclo largo del endeudamiento argentino”. El primero, de nada menos que 124 años, arrancó con el banco de los hermanos Baring en 1823 y terminó en 1947 con la cancelación final de toda la deuda. El segundo ciclo, “comenzó con la dictadura cívico-militar en 1976, que nosotros creíamos cerrado en lo sustancial con las reestructuraciones de Kirchner de 2005 y 2010”, agregó. Ahora “temo que vamos a un tercer ciclo largo de endeudamiento”. En la historia argentina con pocas excepciones “los endeudadores han sido los gobiernos autoritarios, de facto, reaccionarios, y los pagadores los gobiernos democráticos populares”. Para el economista, la racionalidad con que se convocó al Congreso es la de la futura deuda a tomar por la Argentina. Los diputados deberían preguntarse para qué. Un juez de un país extranjero puede decidir sobre esa deuda pero es inadmisible que ponga como condición que el Congreso soberano argentino derogue dos leyes y en un plazo perentorio. En esas condiciones “están burlándose de la soberanía argentina, y en particular de las responsabilidades del Congreso”.

Las curvas paralelas

En la exposición más sustancial escuchada, Gaggero advirtió contra el riesgo de que se repita lo sucedido en el ciclo de 1976 a 2001, cuando las curvas del endeudamiento externo y de fuga y acumulación de dinero negro fuera del país fueron paralelas. La única manera de evitarlo es evaluar los proyectos de inversión, incluirlos en el presupuesto y recién entonces tomar deuda para financiarlos. El gobierno debería presentar las obras importantes con un horizonte trienal, como mínimo. En cambio se están eliminando controles incluso a los capitales de corto plazo e “inventando en el aire programas de inversión, por ejemplo, el programa Belgrano”. Si el Congreso no lo controla, la nueva deuda no va a tener aplicación eficaz, “será de corto plazo financiero, alimentará la bicicleta y, lo que es peor, estimulará la fuga estructural del dinero ilegal que nuestro país sufre. Estimó que el stock de plata negra argentina en el exterior ya supera los 400 mil millones de dólares. En 2012 fue de 30 mil millones de dólares, la mitad como fuga financiera por parte de argentinos, y la mitad mediante otros mecanismos que utilizan las multinacionales: precios de transferencia, préstamos que en realidad son equities, que dan lugar a la remisión de utilidades que no son tales. Objetó que el proyecto no estableciera el monto definitivo de la deuda que vaya a acordarse con el total de los holdouts y que le hubieran enviado un proyecto sin un mensaje de exposición de motivos. Cuando lo reclamó, le permitieron leer de apuro una recopilación minuciosa de antecedentes legales, pero nada sustancial, sobre el pasado, sobre el presente, y menos una perspectiva sobre el futuro. Aclaró que como economista bien formado no se oponía a la deuda, sino a las condiciones en que se la plantea, para que el Congreso otorgue facultades sustanciales cuando no se conoce el monto definitivo y ni siquiera los protagonistas, de modo que algunos que no entren en este acuerdo podrán seguir litigando y “llevándonos en el futuro a encerronas como esta”, pero peor aún: los mismos holdouts con los que ahora se acordaría, pueden tener deudas que no entran en este paquete y no hay ninguna restricción que limite esa posibilidad. Con lo cual lejos de una solución se estaría agravando el problema. La decisión de la Cámara de Apelaciones de Nueva York, que el viernes suspendió la aplicación del fallo de Griesa para que otros acreedores puedan continuar negociando con la Argentina, muestra que esta advertencia tiene sólidos fundamentos.
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› OPINION Golpe blanco en Brasil

Por Emir Sader
El último intento de golpe militar en America latina no resultó. Fue contra Hugo Chávez, en 2002. El fue secuestrado por mandos militares, llevado a una isla, aislado, mientras el entonces presidente de la asociación de empresarios asumía la presidencia, al lado de los propietarios de los medios venezolanos, en una fiesta típica de las oligarquías golpistas latinoamericanas.
Pero la fiesta duró poco. Cuando el pueblo supo lo que ocurría, tomó el palacio y expulsó al presidente de la asociación de empresarios, así como a los dueños de los medios. El más breve presidente de Venezuela tuvo que abandonar el palacio y el país, mientras que Chávez volvía a la presidencia en los brazos del pueblo.
A partir de aquel momento la derecha latinoamericana adhirió a formas de golpes blancos. Y fue desarrollando procesos políticos incipientes, con algunas medidas antineoliberales, pero todavía sin una configuración plenamente definida, sin apoyo parlamentario, para derrumbar a sus líderes. Sucedió así con Manuel Zelaya en Honduras y con Fernando Lugo en Paraguay.
Con acusaciones sin fundamento, pero intensamente difundidas por los medios, habían generado un clima favorable a la votación del impeachment de los presidentes. En el caso de Zelaya, con su secuestro y traslado hacia Costa Rica. En ninguno de los dos casos las acusaciones fueron comprobadas, pero la operación ya estaba en marcha y aprobada por el aparato judicial de los dos países. Los golpes blancos estaban dados.
Estos golpes blancos fueron condenados ampliamente, llegando incluso a que los gobiernos instalados tras el derrocamiento de Zelaya y Lugo fueran suspendidos de los organismos internacionales a que pertenecían –OEA, Mercosur, Unasur–, hasta que la legalidad institucional fuera restablecida, con nuevas elecciones. Sucedió así porque hay un entendimiento consensual en el continente de no reconocer a gobiernos que asuman rompiendo la legalidad por medio de golpes de Estado, aun los considerados blancos. Las elecciones se realizaron en esos países, pero los candidatos apoyados por los líderes depuestos no lograron triunfar, incluso por elecciones con fraude, en el caso de Honduras. En el caso de Paraguay, la división de las fuerzas que habían apoyado a Lugo dificultó también un triunfo electoral. No hay así condiciones para que golpes blancos sean aceptados en el consenso político democrático en América latina.
Brasil es un caso típico de derrota de la oposición en elecciones plenamente reconocidas pese a lo cual la oposición insiste en buscar pretextos para un impeachment de la presidenta Dilma Rousseff. No han encontrado ningún argumento real, pero insisten en el intento, como forma de sangrar al gobierno y de prolongar la inestabilidad política en el país.
Asimismo, no bastaría a la oposición eventualmente derrumbar a la presidenta con un impeachment, porque en nuevas elecciones el favorito es Lula. De ahí que parte del golpe blanco sea buscar sacar a Lula de la disputa electoral, mediante acusaciones igualmente sin fundamento, pero contando con sectores del sistema judicial que maniobran para forjar pruebas, con medios al servicio del golpe y con una Policía Federal que se presta a operaciones brutales de forma arbitraria.
Por ello la defensa de Lula se ha vuelto no sólo la defensa del más grande líder popular y democrático que Brasil jamás tuvo, sino también la lucha en contra del golpe blanco y la defensa de la democracia en el país. Atacar a Lula es parte de los intentos de golpe blanco. Ellos necesitan ser derrotados en todos los planos, porque la democracia brasileña no sobrevivirá con estos agentes de las nuevas dictaduras. Brasil necesita de líderes legitimados por el apoyo popular, cuya presencia en la vida política cotidiana fortalece a la democracia y hace renacer la esperanza de que Brasil pueda retomar la vía del desarrollo económico con distribución de la renta, que tanto bien hizo al país y a los brasileños.

CONTRATAPA Homo Abrazado

Por Rodrigo Fresán
Desde Barcelona
UNO. La noticia comenzó a despuntar el pasado octubre y amaneció del todo este enero: El abrazo, cuadro de Juan Genovés (Valencia, 1930) que languidecía en las bóvedas del Museo Reina Sofía, había sido solicitado por el Congreso para colgarlo y exhibirlo “en un lugar destacado de la Cámara baja” porque “era una vergüenza para la democracia que estuviese encerrado en un sótano como símbolo de una segunda clandestinidad”. Genovés había pintado el cuadro (151 x 201, acrílico sobre lienzo) en 1976 y, desde entonces, se lo mira y entiende como símbolo pictórico de La Transición Que No Cesa. El título original era Amnistía, se lo inspiró la salida de los chavales de un colegio cercano a su estudio (ese colgarse de hombros, esa felicidad compañeril, ese “alboroto más absoluto, en el que pasaban a abrazarse y a formar grupos que me parecieron bellísimos”) y a su vez inspiró esa escultura en la glorieta madrileña de Antón Martín que homenajea a los abogados asesinados en el atentado de Atocha de 1977. También, se utilizó para unos volantes censurados –Genovés pasó una semana entre rejas– pidiendo la liberación de presos políticos de la Junta Democrática. Como se ve, materia altamente simbólico-histórica. Y a Rodríguez esa imagen siempre le pareció tan de un momento, tan allí y entonces, ideal para portada de alguno de esos discos de cantautores ibéricos musicalizando poemas que se cantaban por las calles de entonces. Y el museo en cuestión dio su ok “por tres años renovables” y Genovés –alguna vez militante del Partido Comunista Español hasta que “se burocratizó y pasó a ser uno más”– muy contento. Y los que por estos días acuden allí a pactar y conjurar y conspirar, también. Felices de sacarse foto en el vestíbulo y a los pies de esas figuras de color sepia (que es el color de la memoria), junto a las fotos del rey y de la reina (ver su cariñoso mensajito del “compi-yogui”) y de los presidentes de la mítica y siempre invocada Segunda República. Afuera, ya se sabe, están las estatuas de esos leones que no se sabe si es que no tienen dientes o que están pensando a quién se van a comer crudo.
DOS. Mientras tanto y hasta entonces, continúa el show de las marmotas con un Reypublicano que, acaso agotado de tanto roedor, ha dado un paso al costado y a ver qué pasa: Rajoy (PP) apoltronado en su presidencia “en funciones” y encomendándose a la entropía ajena, Sánchez (PSOE) que no deja de repetir lo mismo una y otra vez, Iglesias (Podemos) haciendo bromitas con que su ahora revuelto partido es “la fábrica del amor”, Rivera (Cs’) como servicial y astuto boy-scout subiendo en los sondeos. Y esa nueva estrella y favorito de Rodríguez por todas las razones incorrectas que es Gabriel Rufián (ERC): el ágil y ascendente y parsimonioso joven catalán de raíces andaluzas, ex vendedor de El Corte Inglés al que le gusta presentarse como “el poeta del olivo” y XMen aforístico-paulocohelioano y enemigo de “una gente que dice que si Cataluña se independiza se convertirá en una república medieval que vagaría por el espacio sideral”. De Rufián –¡qué apellido para político!– Sergi Pàmies escribió en La Vanguardia que “tiene una cursilería low cost con toques de confucianismo de bazar que, si el espectador supera los primeros segundos de vergüenza ajena, puede degenerar en ternura. Hay que aplaudir el humor de los ingenieros que le diseñaron los terminales del habla. Le proporcionaron un talento compulsivo para recitar poemas voluntariamente trascendentes e involuntariamente autoparódicos. Unos poemas que alternan las parábolas agnósticas y un lirismo que, siendo indulgentes, deberíamos situar entre Miguel Hernández y Melendi”. Y por encima de todos ellos, Patxi López, presidente del Congreso, con atropellado fraseo y amplia gestualidad cada vez más parecida a la del standup comedian de late show televisivo Andreu Buenafuente. Y las editoriales de los periódicos diagnostican que “la clase política ha perdido su capacidad transformadora”. Y –como dijo uno de estos desclasados con cara de piedra y ceño fruncido, tan trascendente y en su papel– ahora vienen días de “hablar de lo que nos gusta más, de lo que nos gusta menos”.
Ah.
TRES. Ahí está El abrazo, a la vista de todos. Un poco como fantasma dickensiano no de navidades sino de elecciones pasadas y presentes y futuras. Recordándoles a los inútiles e inexpertos titánicos al timón pero no al mando (no lo dice Rodríguez sino los corresponsales extranjeros que asisten pasmados a este sainete) de qué va la cosa y quiénes son los icebergs del asunto: los que los votan luego de pensar con más o menos cuidado a quién van a votar para luego derretirse con ese modelo de democracia parlamentaria donde –en nombre de la composición de grupos y todo eso– los políticos deciden a quién le entregan o no el voto que recibieron. Rodríguez no sueña con una república española (porque visto lo que se ve seguro que saldría algo más parecido a republiqueta de Tintín que al modelo franco-germánico), pero se conformaría con una democracia presidencial en la que estos problemas se solucionasen con una segunda vuelta y listo. Porque la cosa no está clara. Y de pintarse un retrato del ambiguo e inconsistente y poco claro y aclarador artículo 99.4 de la Constitución sería algo así como uno de esos relojes blandos de Dalí. Algo que se estira y se derrite y no se sabe muy bien qué hora da. “No hay precedentes ni instrucciones claras”, se estremecen los constitucionalistas entrevistados una y otra vez en los noticieros de mañana y noche. A Rodríguez, como pronto, se le ocurren obvias innovaciones y retoques. Por ejemplo: que el que se negó a formar gobierno y que el que no pudo formarlo no puedan volver a presentarse como candidatos; o que los pactos que no funcionaron se despacten; o que los plazos para no llegar a ninguna parte no sean tan largos; o que ya que hay Rey, que el Rey reine de algún modo. O que, al menos, se prohíba por ley a los políticos intercambiar tweets y whatsapps, ¿sí?
Por el momento, ya vuelve Bruce Springsteen a los estadios de su reino, ya estaremos otra vez con las angustias de las cofradías de que les llueva en Semana Santa, sube en las encuestas la corrupción como angustia para los españoles (a los que, en ellas, nada le interesa menos que todo eso de la crisis europea de la inmigración), y en el horizonte se teme y se tiembla el fin del Acuerdo de Schengen y el adiós a la libre circulación europea y el hola al Muro de Turquía. Y Rodríguez mira a El abrazo y se concentra especialmente en esa figura a la izquierda del cuadro, esa mujer yendo hacia el vacío blanco y no parece encontrar a nadie a quien abrazar pero, aún así, avanza con los brazos abiertos. No deja de ser una figura emocionante y esperanzadora y hold me, love me (R.I.P. George Martin). Pero hay días como éste –en los que Rodríguez se levanta con dos pies izquierdos y la sonrisa retorcida– que El abrazo le parece nada más y nada menos que la imagen perfecta para la promoción de la última temporada de The Walking Dead.