A diferencia de mi hermana, que acaba de partir víctima de un espantoso cáncer (anotá, estúpido: "hermana muerta de cáncer a los 46 años"), no soy piadoso. Ella fue bendecida hasta su último segundo con el don cristiano de la compasión y la piedad. Yo no. No tengo compasión, ni piedad, ni tolerancia con esos últimos eslabones de la cadena del horror macrista y, mucho menos, con sus jefes. No me importa que el fisgón que revisa este muro (anotá, tarado: "el objetivo llama fisgón y tarado a quien tiene la tarea de controlar sus movimientos en las redes") lo haga por un sueldo pedorro o por temor a no conseguir otro ingreso. Conozco a muchos que no serían capaces de hacer lo que vos hacés, imbécil (anotá: "me dijo imbécil"), porque todas sus peleas las dan de frente, porque nunca perseguirían a nadie ni lo empujarían a la clandestinidad, porque aman la Democracia tanto como lo que piensan y opinan.
Yo quiero que vos, hijo de puta (anotá, rata) que estás leyendo esto y revisando mis fotos y publicaciones a ver qué daño me hacés, me tengas miedo. Quiero que te des vuelta muchas veces cuando caminás por la calle, porque no voy a desaprovechar ese momento en el que estemos solos vos y yo (anotá, anotá: "el objetivo me estaría amenazando"). No temas por tu familia ni por tus amigos. No tengo nada contra ellos, como vos tenés sí contra los míos. Nunca haría nada contra alguien que no es victimario. Yo no soy vos, no soy cobarde. Sí tengo algo con y contra vos. Y contra tus jefes. Porque pasaste la frontera de lo político y lo social y te metiste en lo personal. Seguramente estás confiado en que todo se puede (anotá y cantá, pelotudo: "Sí se puede, sí se puede"), en que tu lugar no tiene límites, en que vos sos impune. Bueno, tal vez seas impune judicialmente. No sé si eso te servirá para este problema que tenemos nosotros dos y que vos planteaste.
Ojalá nada de esto estuviera ocurriendo. Ojalá nadie cambiara su biografía de facebook porque nadie estuviera espiando a ver cuán kirchnerista es tal o cual. Ojalá un presidente electo democráticamente (como lo es Macri) se esforzara cada día para evitar que a alguno de los suyos se le ocurriese hacerle semejante daño a las personas y a la Democracia.
Pero no. Todo eso está pasando y no parece que vaya a parar. La acción individual contra el eslabón grande o pequeño de la cadena de horror no soluciona el tremendo problema que enfrenta el país. Pero en la construcción cotidiana y democrática de las imprescindibles respuestas colectivas que frenen semejante barbarie, no podemos quedarnos quietos viendo como gente digna se esconde porque un puñado de mal paridos se dispusieron a iniciar una cacería como en los peores tiempos.
También los que se creen cazadores dejan en algún momento el arma al costado de su cama o de su silla...
O tal vez eligen morir paranoicos, sabiendo que estaremos atrás, abajo, arriba, al costado, esperando la oportunidad de darles lo que cada día están buscando.