domingo, 20 de diciembre de 2015

Por desgracia, lo que resultaba previsible para cualquiera que conozca la naturaleza avarienta de los millonarios, está ocurriendo en la Argentina.
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Cinco soluciones ingeniosas de los argentinos para sobrevivir en momentos de crisis

NOS ESTAN CARGANDO NO?

En la Argentina existe una creencia bastante arraigada de que aproximadamente cada diez años el país cae en una crisis.
No es una cifra aleatoria: si uno analiza su historia encuentra este patrón incluso desde el inicio, con la emancipación de 1810 seguida por la guerra civil de 1820.
En épocas más recientes se cuentan la hiperinflación de 1989 y el gran default de 2001, la última crisis seria que tuvo el país, y quizás la más grande.
Los más pesimistas creen que, siguiendo esta tradición, a Argentina ya le estaría tocando su próxima debacle.
La crisis de 2001 fue la última y la más grande
La crisis de 2001 fue la última y la más grande.
Y eso refuerza un poco los temores en torno a las dificultades económicas que enfrentará en 2016 el nuevo presidente, Mauricio Macri.
El gobierno dejó flotar este jueves el dólar y el peso se devaluó más de un 30% en un solo día, con lo que se teme una pérdida de valor de los salarios y que se dispare la inflación.
Pero si lo peor ocurre, los argentinos también saben que buscarán la manera de "arreglárselas", como lo hicieron antes, con soluciones ingeniosas y creativas para salir adelante. BBC Mundo repasa algunas de las "vivezas criollas" para sortear adversidades.

1. El trueque

Cuando el país fue golpeado por su peor crisis económica, a comienzos de este siglo, con una declaración de cese de pago de su masiva deuda externa, una economía paralizada y desempleo de más del 20%, cerca de la mitad de la población cayó bajo la línea de pobreza.
Sin ingresos, muchos apelaron a la creatividad y la solidaridad comunitaria para poder abastecerse de alimentos y ropa: crearon clubes y ferias de trueque barriales.
Según el Observatorio de la Economía Latinoamericana, millones de argentinos dependieron de estos clubes.
Millones de argentinos subsistieron durante la crisis de 2001-2002 gracias a las ferias y clubes de trueque, como esta en Mendoza
Millones de argentinos subsistieron durante la crisis de 2001-2002 gracias a las ferias y clubes de trueque, como esta en Mendoza.
"El sistema de trueque es muy fácil. Sus miembros producen y consumen a la vez y por eso se llaman prosumidores", explicó en ese momento la investigadora del Observatorio Barbara Rossmeissl.
"Cada persona tiene que ofrecer productos o servicios en los clubes de trueque para obtener créditos con los cuales puede ir a trocar los productos de otros prosumidores", dijo.
Muchos trabajadores se agruparon en cooperativas para conservar sus empleos durante la crisis
Muchos trabajadores se agruparon en cooperativas para conservar sus empleos durante la crisis.
Algunas economías regionales aportaron sus propias soluciones para sortear la crisis: crearon monedas paralelas, como los patacones -bonos emitidos por la provincia de Buenos Aires- o los lecop, creados por el gobierno nacional.

2. Los creativos

Otra solución que encontraron muchos argentinos durante la crisis que estalló en 2001 fue irse.
Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), más de 800.000 argentinos se fueron del país, la mayoría "joven, profesional y en edad productiva y reproductiva".
Y son justamente los creativos -o publicistas- de este país quienes mejor lograron insertarse en el resto del mundo, gracias a su inventiva.
Los argentinos siempre tienen alguna ocurrencia para sortear las trabas y muchas veces son ilegales
Los argentinos siempre tienen alguna ocurrencia para sortear las trabas y muchas veces son ilegales.
"En el exterior se valoran la irreverencia y la capacidad local de sobreponerse a la adversidad, un entrenamiento que viene de las crisis económicas recurrentes del país", señaló el periodista del diario La Nación Sebastián Campanario, en una nota sobre la "legión" de creativos argentinos que triunfa en el mundo.
La creatividad argentina, fomentada por las crisis, no solo se circunscribe a la publicidad. También la industria editorial y la producción cinematográfica son líderes en la región y reconocidas en el mundo.

3. Nueva crisis, nuevas ideas

Una de las enseñanzas que dejaron los recurrentes períodos de inflación fue la de ahorrar en dólares, la moneda predilecta de los argentinos.
El gobierno estima que los ciudadanos guardan unos US$160.000 millones en cajas fuertes, bancos extranjeros y hasta debajo del colchón.
Cómo conseguir dólares, la obsesión de muchos argentinos
Cómo conseguir dólares, la obsesión de muchos argentinos.Foto:Getty
Pero obtener los codiciados dólares se tornó todo un desafío desde que el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner impuso restricciones al acceso de divisas en 2011, más comúnmente conocidos como el "cepo cambiario".
La traba no frenó a todos. Mientras que muchos se volcaron al mercado negro, donde el dólar cotiza muy por encima del precio oficial, otros apelaron al ingenio y encontraron maneras de obtener billetes verdes a tasas más bajas.
Un recurso popular fue el llamado "dólar Colonia": sacarlos en Uruguay, en un banco o hasta en un casino; el "dólar Bolsa", que consiste en comprar acciones o bonos en el mercado local en pesos y venderlos en dólares, obteniendo así esos billetes de forma legal y a menor precio que en el mercado paralelo.
También están aquellos que directamente decidieron obviar los dólares y buscar una alternativa al peso más novedosa: los bitcoins.
Esta moneda virtual, que nació en 2009, es cada vez más aceptada en restaurantes, bares, hoteles e incluso taxis argentinos.
Según el sitio bitcoinmillionaire, Argentina es uno de los diez mercados que más negocian con bitcoins en el mundo, algo que el diario The New York Times atribuyó este año a la incertidumbre económica que atraviesa el país.

4. Acceso a lo limitado

Además de los dólares, el gobierno de Cristina Kirchner también limitó la importación, restringiendo el acceso de los argentinos a muchos productos extranjeros, en particular tecnológicos.
Un ejemplo son los populares productos de Apple, que no son fabricados en el país y que pueden conseguirse a cuenta gotas y a precios que triplican los del exterior.
Sin embargo, si uno camina por las calles de Buenos Aires y otras grandes metrópolis argentinas, puede ver que de alguna manera muchos locales se las ingeniaron para conseguir los últimos iPhones, iPads, Macs y demás productos con la manzanita.
Los locales pudieron adquirir tecnología en estos años, a pesar de las restricciones
Los locales pudieron adquirir tecnología en estos años, a pesar de las restricciones.Foto:PA
La explicación no es que todos esos argentinos decidieron "romper el chanchito" y gastar todos sus ahorros con tal de tener esta tecnología. Muchos encontraron una solución más barata: el viaje de un amigo, familiar o conocido.
Y es que la contracara del "cepo al dólar" fue que la cotización oficial se mantuvo muy baja, generando un atraso cambiario que hizo que en estos últimos años viajar al exterior fuera muy accesible.
De esta forma, los viajes se multiplicaron: el Ministerio de Turismo anunció que a mediados de 2015 viajaron al exterior un 24% más de personas que en el mismo período del año anterior.
Es frecuente conocer a alguien que irá fuera del país, ya sea por placer o por negocios, y en los últimos años se hizo costumbre pedirle a esas personas que traigan a su regreso el objeto codiciado, que puede ser adquirido por el viajero o desde Argentina a través de internet, a un precio mucho menor que en el país.
Al ser aparatos pequeños muchos pasan la aduana sin problemas pero incluso agregando ese costo sigue siendo más conveniente para el bolsillo.

5. "Hackers"

El talento argentino para romper las reglas fue recientemente reconocido por The New York Times, que nombró a los piratas informáticos o hackers de este país como los más destacados del mundo.
"Ahora que la cacería de talentos de Silicon Valley se ha globalizado, en especial la búsqueda de personas con habilidades para hackear cosas, este país latinoamericano se ha convertido en un fecundo semillero de reclutamiento para las corporaciones y los gobiernos extranjeros", informó el medio a comienzos de diciembre.
Según el New York Times, los hackers argentinos son altamente demandados por su creatividad
Según el New York Times, los hackers argentinos son altamente demandados por su creatividad.Foto:Thinkstock
Según el diario, los piratas informáticos argentinos "son famosos por su creatividad", en particular "por su habilidad para detectar las así llamadas vulnerabilidades de día cero, que son puntos débiles del software".
Por su parte, la senadora argentina Norma Morandini, citada en el artículo, atribuyó la costumbre argentina de ir contra el sistema al legado que dejaron los años de dictadura.
"Los que crecimos bajo el gobierno militar, que decidía qué libros podíamos leer, qué películas podíamos mirar, y a qué Dios rezarle, tuvimos que aprender a sortear las normas", señaló.
"Para nosotros, el hackeo se convirtió en una forma de vida", afirmó Morandini.
Pablo Reynaga (30) tenía tres hijos. Era un vecino de la villa 1.11.14. El viernes por la mañana, a plena luz del día, un efectivo de la policía federal de la…
AGENCIAPACOURONDO.COM.AR|DE REDACCIÓN A.P.U.

El medallero de Macri

Por Mario Wainfeld
Los sucedidos, las designaciones, los debates se acumulan día tras día. Organizarlos es el propósito de este repaso semanal. Acudamos al símil del podio olímpico: sin renegar de otros hechos jerarquicemos las tres medidas más importantes de esta semana.
La medalla de oro (la imagen es pertinente) se la lleva el combo devaluación-quita o rebajas en retenciones- “liberación” de la venta de divisas, supresión de subsidios y varios etcéteras.
Las designaciones a dedo en la Corte van por la plata.
El bronce premia a los anuncios combinados de “emergencia de Seguridad” y de protocolo para reglamentar la protesta en espacios públicas. Vamos por orden jerárquico.
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La alegría no tiene fin: El ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, anunció “con alegría” el levantamiento del “cepo”. Los gestos son como las señas de truco, se dirigen solo al socio. Las palabras a veces distorsionan los hechos: no era un revival de la gran decisión de la Asamblea del año XIII contra la tortura sino un conjunto de acciones económico-financieras.
El núcleo es una devaluación cuyo alcance no terminó de definirse, entre otros motivos, por las dificultades operativas que trabaron operaciones en los días iniciales. De momento, ronda el cuarenta por ciento.
Las consecuencias de la devaluación son conocidas por los argentinos de a pie con experiencia. Prat-Gay explicó algunas sin perder jamás la sonrisa. Respecto de otras igual de evidentes pero más complicantes prometió movidas futuras que amortiguarían su impacto.
Diferenciemos lo real que ya opera respecto de lo virtual e hipotético.
La devaluación genera ganadores y perdedores desde el vamos. Los grandes beneficiarios son los productores-exportadores “del campo” que con la merma o supresión de las retenciones son considerablemente más ricos que horas antes. Ganan por todos lados.
Los inversores foráneos y el sector financiero se suman a la fiesta de algunos.
Los primeros perjudicados son los trabajadores cuyos salarios bajaron mejorando la competitividad espuria de la economía doméstica.
También los dañará la inflación que ya trepó en noviembre y diciembre. Todo indica que la escalada acompañará el verano y limará el poder adquisitivo de la mayoría de los argentinos.
Seamos avaros con las profecías sin renegar de la experiencia adquirida. En general, en el cosmos pre macrista, tales devaluaciones desencadenaron merma de la demanda interna, recesión, pérdidas de puesto de trabajo. Las secuelas se corroboran en meses o años, no en los días de “luna de miel”. Habrá que ver, ojalá que no ocurra pero con rezar no alcanza. Una broma-fábula circula por ahí: San Cayetano anunció “no me pidan milagros en los próximos cuatro años. Es imposible”.
Otros perdedores son las industrias locales ligadas al mercado interno, que quedan expuestas a aluviones de productos foráneos que estas pampas conocen y a la suba de insumos importados.
Lo que contamos ya pasó. Es un dato. Prat Gay apuntó que se trabajará para frenar o retrotraer la suba de precios, en particular de lo que comen los argentinos. Habría un Acuerdo Social en ciernes y no se admitirán excesos de los formadores de precios. No se conocen las herramientas de las que se valdrá un gobierno de derecha, visceralmente anti regulador. La única certeza es que “no somos Moreno”. La chicana alcanza para entusiasmar a las plateas de doctrina y resaltar antinomia con el kirchnerismo, un argumento que “garpa” en el Agora. Pero en boca de un funcionario de primer nivel se parece peligrosamente a la nada. Por ahora, “Alfonso” le habla al corazón de quienes acaban de llenar su billetera.
Las notas de los periodistas de la sección Economía de este diario abordan con rigor y minucia el tema y la nota de tapa de hoy identifica señas particulares de los que más prosperaron. Se aconsejan para mejorar la limitación técnica del cronista político.
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Simplemente sucede: El economista Roberto Dvoskin de la renombrada Universidad de San Andrés, inocente de cualquier atisbo populista o sentimental, explicó a Clarín que. “Toda devaluación implica una transferencia de recursos de un sector a otro. Esto no es ni bueno ni malo, es simplemente algo que sucede”. Es encantador lo de “sucede”. Sigamos escuchando al experto: “Hay un sector, el de los exportadores, que vende en dólares y los asalariados, que cobran en pesos”. Amén.
Con la quita de retenciones para las exportaciones industriales y muchas agropecuarias las patronales del campo pegan un salto cualitativo. El oficialismo declama que ese crecimiento fomentará la actividad, ayudará a crear puestos de trabajo y servirá para llegar a la “pobreza cero”. La correlación no es automática ni visible y se supone que el gobierno hará algo para catalizarla. Habrá que ver. Y esperar, que no es menudo detalle.
Para el complejo sojero es maná, beneficio que llueve del cielo. Se supone que las economías regionales, que necesitan medidas reactivadoras desde hace años, también participarán de la alegría. Es menos nítido que, simplemente, suceda. Comentan Claudio Scaletta, colega de este diario, y el economista Fernando Porta, que es muy peliagudo que crezcan exponencialmente las exportaciones de productos casi siempre primarios de provincias. Con palabras propias: la ecuación de los importadores potenciales es central.
Un mundo en crisis, empezando –para la Argentina– por Brasil no es “comprador” por definición. La disminución del precio en divisas no les basta para comprar más peras, aceitunas, manzanas, vinos, pollos y demás. El punto es que del otro lado del mostrador tienen contados euros, dólares o reales para importar. Dos puntas tiene el camino, caramba.
Prat Gay evitó las alusiones publicitarias al desarrollismo que frecuenta el presidente Mauricio Macri pero indicó un porvenir de crecimiento por todos lados. A despecho de los rótulos no da la impresión que una trepada exponencial del precio de los porotos de soja poco o nada elaborados funcione como aliciente para “agregar valor”. Volvamos a los slogans oficiales: si siendo el “granero del mundo” se la llevan con pala no hay grandes incentivos para proponerse ser “el supermercado del mundo”. Ni para que formalicen a los peones. Jamás lo hicieron en anteriores épocas de vacas o sojas gordas. ¿Para qué arriesgar si así la pasan bomba?
La narrativa es la clásica del liberalismo económico extremo. La copa desbordará, la torta crecerá, todo os será dado por añadidura. Eso sí: en el futuro, que el gobierno augura inminente y que cuesta otear en el horizonte fugitivo.
La historia económica nacional da para todo, pero no sobran ejemplos de devaluación y baja de retenciones agropecuarias simultáneas. Las razones son evidentes, aluden a las tensiones de intereses entre “el campo” y “la industria”. Tamaño sesgo hacia un sector orilla con el record histórico, lo que se calibrará con precisión con más tiempo de maduración.
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¿Unidad en la acción? ¿Qué porcentaje del combo pro campo se trasladará a los precios? Esa es la cuestión. El abogado patronalista y dirigente empresario Daniel Funes de Rioja (Copal) tranquiliza, a su manera y con su cosmovisión: no todo. Menos mal... Dios es argentino, no hay con qué darle.
La dirigencia sindical reaccionó con encuentros entre representantes de las cinco centrales obreras que son demasiadas, como ya se vio en los años precedentes. Hay reclamos de bonos de fin año, que algunas patronales pagarán y otras no.
Con tantas centrales de muy distintas composición y pelaje es lógico que los discursos sean diferentes. En un trazo general que reconoce excepciones y matices, las cúpulas cegetistas se achancharon en la propicia etapa kirchnerista. Las paritarias anuales, el crecimiento de casi todo el período los hizo descansar en las tratativas por aumentos de salarios, subvalorando beneficios más elaborados o no dinerarios.
Muchos secretarios generales se avejentaron literalmente o padecen las consecuencias del sedentarismo prolongado. Son lentos, poco adiestrados para la disputa con un gobierno ideológicamente adverso, aunque se verbalice otra cosa. El crecimiento de la izquierda en comisiones de base para arriba sucedió como lógico corolario del aburguesamiento.
Los compañeros líderes están sometidos a la disyuntiva: aggiornarse, luchar así sea un poquito. Quieras que no, las relaciones sindicales son pragmáticas y resultadistas. Los trabajadores no comen lomo pero tampoco vidrio porque su víscera más sensible es el bolsillo.
Las convenciones colectivas tienen su almanaque estacional. Hay pocas en el verano, las paritarias nacionales y provinciales docentes son centrales porque hay que cerrarlas sí o sí antes del comienzo de las clases. Una prueba de fuego, en medio del calor estival.
Las negociaciones del sector privado germinan más en otoño o en invierno. Los bancarios primerean y exploran un rebusque que puede hacer escuela: un aumento a cuenta con diferimiento de las negociaciones, un tentempié para desensillar hasta que aclare.
La pereza del núcleo sólido de las dos CGT y su desaprensión respecto de los trabajadores menos favorecidos se tradujo en la casi solitaria reivindicación: la supresión del “impuesto al trabajo”, mal nombre del pago de impuesto a las ganancias. Macri prometió abolirlo en campaña: sería excesivo. Lo (in)cumplió acotadamente mientras honró en horas todo lo concerniente a las patronales. No se descontará el gravamen a quienes ganen 30000 pesos brutos o menos. El recorte-parche que aplicó el kirchnerismo en 2014 fue más generoso, aunque similarmente imperfecto. El decreto de necesidad y urgencia macrista que haga ley la promesa no está ni en borrador.
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Paréntesis estadístico: Nada excusa el desquicio que produjo el gobierno saliente en el Indec. Repararlo era una misión necesaria para cualquier sucesor. El nuevo titular del organismo, el ex viceministro de Economía y consultor Jorge Todesca, prometió restaurar su credibilidad. Son palabras estimulantes y válidas.
Sorprende que su primera jugada tangible fuera suprimir la emisión de cualquier índice de Precios al consumidor por cuatro meses. El apagón informativo coincidirá, acaso, con el cuatrimestre más elevado desde 2003. Como poco, con un lapso con una suba espectacular.
Hay un tono de oportunidad afligente justo cuando se vienen las paritarias y los reclamos sociales.
¿Seguirá la ex oposición construyendo el “índice del Congreso” con el que batió el parche en la década superada?
¿Clamará para que se apele al índice del changuito de supermercado Hugo Moyano, Secretario de la CGT que ya no es opositora, cuyo rostro recuerda a un homónimo que supo ser combativo en el pasado?
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De la bicisenda a la City: Oíd el ruido de rotas cadenas: los dólares podrán entrar y salir a gusto de los grandes capitales. Pobres hubo siempre, bicicletas financieras también. La vastedad de medidas que las propician es gigantesca, aún cotejada con vivencias desoladoras cercanas en la memoria.
La medalla de plata es para los cortesanos designados a dedo. El tema se aborda en nota aparte.
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Un bronce que no sonríe: La emergencia en Seguridad, algo que formaba parte del “programa común” de los tres presidenciables más votados llegó también en combo. Se discurre sobre un protocolo entre el ministerio respectivo, a cargo de Patricia Bullrich y representantes del Poder Judicial. Compatibilizar el derecho a la protesta con el de circular es, de nuevo, un buen objetivo trabajoso para concretar.
Acecha el fantasma de la represión brutal, proclividad subsistente de las fuerzas uniformadas. Gerardo Milman, ex diputado que integra el equipo de Pato Bullrich, añadió grotesco al miedo. Sugiere que las movilizaciones se realicen en escenarios ajenos a las calles o rutas pero aptos para mediatizarlas. Quizá piense en los espacios verdes que fatiga el oficialismo para hacer sus anuncios. No es lo mismo.
La cuestión es intrincada porque la lesividad (es decir cierta capacidad de afectar intereses de terceros) es parte necesaria de ciertas reivindicaciones. En los años recientes hubo abusos de lesividad cometidos por los más diversos actores sociales, desde patronales a obreros, pasando por organizaciones de la sociedad civil. De ahí a mudarla a espacios verdes o no-lugares media un abismo.
Hasta acá la búsqueda es lógica y acaso necesaria. Preocupa su traducción concreta en manos de un gobierno que acaba de alterar la distribución del ingreso y la riqueza de un modo brutal. Cuando Bullrich redujo salarios y jubilaciones impiadosa e inconstitucionalmente alegó: “Es una medida muy dura pero necesaria”. Ojalá que no repita tamaña máxima justificando los abusos de poder en otra área.
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Color verde esperanza: Crónica TV cambió su placa roja por una verde. Y anunció en el momento preciso que ya todos los argentinos podrán comprar dos millones de dólares. Chapeau a la comunicación audiovisual. Acaso involuntariamente remite a la idea de “igualdad de oportunidades” propia de las derechas modernas, como el macrismo. En ese credo laico todos tienen los mismos derechos: algunos podrán mientras otros no. La justicia social es una consigna rebuscada, populista. La lucha contra la desigualdad (siempre inacabada, en cualquier ejemplo real) ni es mentada.
Una semana es poco para dar cualquier debate por terminado aunque las medidas económico-financieras dejan poco margen para cavilar. Ningún gobierno democrático es netamente blanco o negro, en buena medida porque ninguno termina de hacer lo que quiere, valioso o nocivo.
La designación de Alberto Manguel a cargo de la Biblioteca Nacional es un hecho auspicioso.
Agridulce el sabor del derrocamiento antes de asumir de Carlos Manfroni, herido por su curriculum informado en Página/12 y una carta brillante y noble de Charly García. El retroceso es mejor que una virtual confirmación pero subsiste una pregunta inquietante: ¿con qué afán se sumaba al área de Seguridad a un nazi, homofóbico, discriminador y perverso?
Todas estas historias continuarán. La referida al oro y al bronce ya cambió correlaciones de fuerzas y distribución del ingreso.

"Acabamos de perder unos 260 millones"

Por Leo Ricciardino
El diputado nacional por el Frente Para la Victoria, Alejandro Ramos, advirtió sobre el impacto que tendrá la baja de un 5% en las retenciones a la soja en las finanzas de la provincia. "Santa Fe acaba de resignar 260 millones de pesos", afirmó en diálogo con Sí 98.9 el ex secretario de Transporte, en referencia a los dineros que el gobierno nacional giraba en concepto del fondo solidario, más conocido como fondo sojero.
"Está claro que este 5% de la soja se lo sacan a las provincias, a los gobiernos municipales", indicó Ramos, quien aseguró que "nunca hubo tantos recursos descentralizados en comunas y municipios en la provincia" como durante el kirchnerismo. En ese sentido, el ex intendente de Granadero Baigorria recordó que "la poca obra pública que los municipios pudieron desarrollar con recursos propios fue por el fondo solidario".
"Me llama la atención que aquellos que les gustaba hablar de que fueron discriminados no digan nada ahora", ironizó Ramos, y apuntó al gobernador Miguel Lifschitz y la intendenta de Rosario, Mónica Fein.
Acerca de las políticas que está llevando adelante el gobierno de Mauricio Macri, Ramos apuntó que "están haciendo lo que todos sabíamos que iban a hacer". Y aunque reconoció que "es muy reciente" para determinar cómo va a impactar, señaló que "hay una transferencia de recursos históricos como nunca a un sector concentrado de la economía".
"Hay que estar atentos, trabajar y defender los intereses a los que uno se debe, los de los trabajadores, de la producción nacional, y ojalá que todo sea para mejor", afirmó.
-¿No hubo sorpresa entonces en las primeras medidas de Macri?
-Estan haciendo lo que todos sabíamos que iban a hacer. Nadie le puede decir a Macri que está haciendo otra cosa de lo que habían dicho en la campaña. Nosotros defendemos el empleo, al asalariado, defendimos otro modelo y perdimos en las urnas. Ahora este gobierno es el que decide. Yo lo que deseo es que las cosas vayan bien porque ya sabemos lo que pasa cuando no hay trabajo, bueno ahora esperemos y veamos cómo impactan todas estas medidas.
-Pero uno puede prever que no van a impactar bien, precisamente en el sector asalariado.
-Lo que sí vemos es que hay una profunda tranferencia de dinero a sectores concentrados de la economía. Hoy por ejemplo no se está hablando que va a haber un impacto energético muy fuerte y eso tiene que ver también con un duro golpe a la competitividad de la industria nacional. No sólo es a cuánto está el dólar, quiero ver ahora a cuánto llevan la energía que es otro insumo fundamental para la industria.
Por eso digo, hay que ver cómo sigue, es el modelo que ha elegido la mayoría de los argentinos y por eso hay que respetarlo. Pero sí creo que hay que estar atentos a las medidas que se tomen y a acciones como las del nombramiento de los jueces de la Corte por decreto. Ahí sí que se está haciendo lo contrario de lo que se había prometido. En ese tema no cumplieron con la transparencia y la institucionalidad que tanto habían pregonado durante toda la campaña política- concluyó Ramos.

Devaluación y ajuste

Por Mario Rapoport *
Cualquiera sea la forma en que se la llame lo que se ha producido en la Argentina es una fuerte devaluación del peso (no las minidevaluaciones que veníamos teniendo) y este enfoque extremo ya ha sido vivido muchas veces por la mayoría de los argentinos y figura entre sus recuerdos menos felices. La teoría ortodoxa señala que las devaluaciones, cuando hay problemas en las cuentas externas conducen a reducirlos y a expandir la actividad económica. Para los partidarios de los efectos expansivos de una devaluación, esto resulta no sólo por una mejora en la balanza comercial sino también por un impulso a la producción interior al abaratar los bienes producidos locamente permitiendo sustituir importaciones. Pero este no ha sido el caso de la Argentina, como lo hemos demostrado muchas veces y como lo expone con claridad una tesis de licenciatura presentada en la FCE de la UBA por Pablo Wahren.
Wahren señala que economistas como Krugman y Taylor han mostrado los efectos contractivos de las devaluaciones. En forma independiente de sus resultados sobre la balanza comercial, la devaluación encarece en la moneda nacional los bienes exportados e importados, los salarios reales se contraen debido a la inflación y todo ello produce un reparto negativo de los ingresos en favor de los capitalistas y una caída de la demanda agregada y de la actividad económica.
Como lo muestra además nuestra historia económica y lo refrendan prestigiosos autores como Díaz Alejandro, Oscar Braun, Leonard Joy y Marcelo Diamand, las devaluaciones han sido por lo general de este último tipo y han afectado sobre todo la distribución de los ingresos. A diferencia de otros países donde la matriz productiva es fundamentalmente industrial y eso le permite competir mejor con sus productos en el mundo (además de defender con políticas proteccionistas su más débil sector agropecuario, como Estados Unidos y Europa) en la Argentina el sector primario exportador, siempre competitivo a nivel internacional, es el que genera nuestras divisas, mientras que el demandante de divisas es el sector industrial no competitivo y que en realidad hay que proteger para su desarrollo. Según lo ha estudiado Julio Olivera la oferta de exportaciones es por lo general muy inelástica a las variaciones del tipo de cambio y, a su vez, los productos manufacturados están tan alejados del nivel internacional que es prácticamente imposible que una fuerte devaluación produzca un aumento de sus exportaciones. Y aunque en esos períodos las exportaciones crecieron y las importaciones se redujeron y los mayores saldos comerciales positivos pudieron haber estimulado la actividad económica, en todos los casos históricos que mencionamos, como veremos más adelante, esa actividad se contrajo.
De modo que las devaluaciones no han influido en el mejoramiento de la economía aunque han producido profundos efectos negativos y también formidables transferencias de ingresos.
La secuencia real es la siguiente: una devaluación genera una dinámica inflacionaria (o la agudiza si esta ya está en curso) que tiene efectos redistributivos negativos y produce severas recesiones. Los grandes beneficiados son los exportadores y las grandes corporaciones transnacionales o nacionales mientras caen los salarios reales, el valor de las jubilaciones y de otros sectores de ingresos fijos. Disminuye la actividad industrial, el empleo y la demanda doméstica y queda afectado el mercado interno. Caen las importaciones porque se encarecen los productos importados y aun así terminan desplazando a los nacionales que aumentan aun más (ellos también requieren bienes importados para su producción).
La cuestión se agrava porque la conducta de aquellos que ahora disponen del libre acceso al mercado de divisas (que no son los trabajadores ni la mayor parte de la clase media que podrían estar en condiciones de adquirir 500 dólares por mes) pueden llegar a comprar hasta dos millones de dólares diarios, y luego parte de ellos guardarlos o fugarlos del país, como ha ocurrido en el pasado (tenemos el caso reciente del HSBC). Esto aumenta aun más la contracción de la economía y los efectos recesivos y obliga a volver a endeudarnos y a caer nuevamente en crisis como las del 2001. Tenemos que tener en cuenta, por otro lado, que esta devaluación es en gran parte producto de la crisis de la economía mundial del 2008, de la que todavía no se salió y que la recuperación no depende sólo de las medidas internas que se tomen sino de cómo sale el mundo de esa crisis que lo tiene atrapado y afecta a Europa, China, Brasil y la mayoría de los países del mundo (nosotros entre ellos) y se agrava ahora con la caída del precio de las commodities y con el aumento de las tasas de interés en Estados Unidos, que afectarán las deudas asumidas y el nuevo endeudamiento a tomar (para no hablar de los fondos buitre).
Si las devaluaciones han sido una constante en la historia argentina desde la época del modelo agroexportador, ya con el proceso de industrialización en marcha, a mediados del siglo XX, las grandes devaluaciones siempre tendieron a favorecer al sector agropecuario, provocaron fuertes inflaciones, deterioraron los ingresos de los trabajadores y provocaron procesos recesivos. Las de 1958, 1962 y 1975 estaban vinculadas sobre todo a resolver crisis de la balanza comercial; las de 1981, 1989 y 2002 fueron devaluaciones financieras vinculadas fundamentalmente al endeudamiento externo.
Todos esos planes tuvieron fuertes impactos inflacionarios, mayores aun que lo que indican las cifras oficiales y Wahren lo mide con un indicador incontrovertible: el cociente entre el incremento de precios y el incremento del tipo de cambio que indica siempre una devaluación nominal mucho mayor que la real (es decir un aumento de precios mayor que el que debería producir el aumento del tipo de cambio real). Por otro lado, todas esas experiencias terminaron con caída del PBI, o en el mejor de los casos con un crecimiento nulo.
Las altas tasas de pobreza, la caída del empleo y la distribución negativa de los ingresos fueron las principales características de esas devaluaciones, y a partir de la instauración plena de un modelo rentístico-financiero, esto fue acompañado por un profundo proceso de desindustrialización e, incluso, durante la dictadura militar con una reducción directa de los salarios nominales.
Es decir que la devaluación debe sincerarse. Se busca más de lo que se pretende con esa medida. No se quiere una simple devaluación competitiva. Como lo han demostrado todos los ejemplos su fundamento es una fuerte transferencia de ingresos hacia los sectores agroexportadores y de las grandes corporaciones, que buscan además del beneficio directo de sus mayores ingresos, rebajar el salario real, incrementar el desempleo (lo que crea una interesante mano de obra desocupada potencialmente más barata), ligar sus políticas en forma más estrecha a un organismo internacional cuyas directivas son siempre las mismas: devaluación y ajuste.
* Profesor emérito de la UBA. Director de la Maestría en Historia Económica.
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