lunes, 14 de diciembre de 2015

› EL PRESIDENTE MAURIZIO MACRÌ: DEL DISCURSO A LA REALIDAD El arte del Nomeacuerdo

Por Horacio Verbitsky
El primer olvido del presidente Maurizio Macrì fue la Patria, en la fórmula de su juramento, limitado a Dios, la honestidad y los libros sagrados. En correspondencia, se pronunció ante la Asamblea Legislativa por “un nacionalismo más sano”, frase trunca por la falta del término de comparación. ¿Más sano que cuál? La misma discreción tuvo su promesa de sostener “todos nuestros reclamos soberanos”, que tampoco especificó, “sin que eso impida un normal relacionamiento con todos los países del mundo”. No parece el estilo de Susana Malcorra enviar ositos a los kelpers, pero es obvio que las Malvinas se perderán en las últimas páginas de la agenda, en línea con la célebre declaración de Macrì a este diario, cuando dijo que un país tan grande no necesita sumar el déficit adicional que implicaría la recuperación de las islas. El mal de la Argentina es la extensión, como decía Sarmiento y ridiculizaba Jauretche. Tampoco parece quedar espacio para la reivindicación contra las deformidades del sistema financiero internacional sobre la que giró la política exterior argentina en los últimos años. De hecho, el master Daniel Pollack ya recibió a un enviado oficial para discutir cómo se cumplirá el inaceptable fallo del juez de Wall Street Thomas Griesa. Peor aún, en su diálogo telefónico con Barack Obama, Macrì compró completo el breviario estadounidense para las relaciones con Subamérica: colaboración contra “el extremismo violento”, el narcotráfico, que según Malcorra sería “uno de los grandes temas de la agenda latinoamericana”, el cambio climático y “la agenda comercial y económica”. Mientras en todo el mundo se hace evidente que los bombardeos aéreos lejos de acabar con el terrorismo fundamentalista son su mejor cartilla de reclutamiento, incluso entre europeos y estadounidenses nativos, el gobierno de PRO se dispone a poner de nuevo al país en esa mira tremenda, como ya ocurrió dos décadas atrás.
Al dirigirse a los presidentes vecinos que lo escuchaban en la Asamblea Legislativa, el presidente dijo que creía “en la unidad y la cooperación de América Latina y del mundo”, colocando todas las relaciones en un mismo plano. No basta un picado con Evo para compensar tal indiferenciación, sobre todo cuando su ministra de Relaciones Exteriores comienza por decir que “el ALCA no es mala palabra” y Macrì acuerda con los empresarios paulistas apurar el tratado de libre comercio Mercosur-Unión Europea. Lo mismo que en su anunciado “apoyo a la justicia independiente”, en esas definiciones estaba implícita la referencia al gobierno que había concluido doce horas antes. Con la misma intención, sus voceros habían anunciado que el discurso inaugural no insumiría más de media hora, cuando el último de CFK ante la misma audiencia institucional, en marzo de este año, duró seis veces más.

Galería de espejos

Esa interpretación contrastante se multiplicó como en una galería de espejos en los análisis políticos de los medios que celebran el cambio como una cuestión de interés propio. Para eso son las columnas de opinión. Lo objetable está en los espacios informativos, que escamotearon la realidad de los hechos, con tal de despedir con abucheos adjetivos a la ex presidente. Pasaron por alto que al salir de la reunión posterior a la segunda vuelta, Macrì dijo que había acordado en forma cordial con Cristina los detalles de la transmisión del mando que sería, “como corresponde”, en el Congreso. Pero en la quincena transcurrida desde ese 25 de noviembre, cambió de idea, en buena medida por recomendación de un amigo peronista de toda la vida y de los aliados radicales, explicitada en la frase de su nuevo jefe, el intendente santafesino José Corral, de “no ceder a los caprichos de Cristina”. Se trataba de hacer una demostración de fuerza, que en realidad es de aprensión.
Como en los años de la guerra fría, cuando las dos superpotencias presentaban en forma caricaturesca al adversario y luego actuaban como si esa deformidad fuera un retrato hiperrealista, el nuevo presidente temía un abucheo, de La Cámpora en los palcos del Congreso y de una multitud kirchnerista en el trayecto a la casa de gobierno. El prejuicio, como la neurosis, es inmune a los datos de la realidad. Que el gobierno saliente cediera todas las entradas para la Asamblea Legislativa, que acordara lugares separados para cada fuerza en las calles y que ofreciera dejar el bastón y la banda en el Congreso no fue suficiente. Sin siquiera previo aviso Macrì recurrió a la Justicia para obturar el consenso y el diálogo que pondera de palabra. Lo hizo patrocinado por su amigo de toda la vida José Torello y por el abogado del Grupo Clarín y responsable de la fuerza de choque de la UCEP para el desalojo de indigentes del espacio público porteño, Fabián Rodríguez Simón. El disparate resultante refleja el desquicio que se instaló en estos años, a partir de la caprichosa relectura constitucional de Ricardo Lorenzetti, el primer presidente de la Corte Suprema en advertir que la división de poderes podía violarse también en el sentido opuesto al tradicional si antes se robustecía la autoconciencia corporativa del poder teóricamente más débil, sin bolsa y sin espada, según el anacronismo tradicional. Por si la medida cautelar no llegaba a tiempo, el Poder Ejecutivo había acordado con Lorenzetti que el presidente de la Corte encabezaría la ceremonia en el Salón Blanco. Primero Jorge Di Lello y luego la jueza María Servini supusieron que los constituyentes fueron tan estultos como para disponer en cada traspaso doce horas de aplicación de la ley de acefalía y decidieron sustituirlos, creando un asombroso frangollo institucional. Con funcionarios así, ¿quién necesita jueces o fiscales macristas?
Este episodio no pareció de 2015 sino de 2001/2002, y el recordatorio fue completo con la presencia frente al estrado de cuatro de los seudopresidentes de aquellos días amargos: Fernando de la Rúa y los senadores Ramón Puerta, Adolfo Rodríguez Saá y Eduardo Duhalde. Para que comenzara a oírse la música de fondo de entonces, que comenzaba con el estribillo “Que se vayan todos”, sólo faltaban los más astutos Carlos Menem y Eduardo Camaño. Quedó más que claro por qué CFK no tenía nada que hacer en ese rancio revoltijo. Otro que estaba fuera de lugar era Lorenzetti, pero no se daba cuenta. La insondable vanidad le dibujaba una incontenible sonrisa en los labios, prólogo del beso y el abrazo con el nuevo presidente, como si fuera uno más del gabinete de los CEO que juraría más tarde entre chanzas de estudiantina en el bellísimo Museo del Bicentenario, otro de los legados de una década impar. La imagen de neutralidad que conviene a Lorenzetti no se beneficia con el nombramiento del secretario letrado de la Corte, Gonzalo Cané, como secretario de Cooperación con el Poder Judicial de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. Es curioso que el forcejeo protocolar no haya sido analizado más allá de su costado risueño, que se tornó desopilante con la aparición de un segundo y de un tercer bastón, la pugna entre los plateros Pallarols padre e hijo y la amenaza de depositar las insignias al pie del ícono lujanero. El empecinamiento oficialista por eludir al Congreso, donde su representación es parva, y llevar la ceremonia al fuerte gubernativo, bajo la mirada aprobatoria de Lorenzetti, transmite un mensaje simbólico: ése será el eje sobre el que girará el gobierno cuando concluyan los fandangos y rigodones con los ex candidatos presidenciales. La primera demostración fue el decreto de necesidad y urgencia para modificar la ley más debatida y con mayor respaldo social de la historia argentina, que regula los servicios de comunicación audiovisual, y la de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones.

Del rosa al amarillo

Después de escuchar a Macrì se comprende la brevedad: el sentido de sus políticas nunca estará cifrado en las palabras, que utiliza para velar y no para traslucir actos e intenciones: un océano de buenas intenciones y generalidades con las que nadie puede disentir y ni una palabra sobre las políticas concretas que conducirían a ese reiterado vivir mejor, como si bastara con desearlo. Si algo debe reconocerse al flamante jefe supremo de la Confederación Argentina es la congruencia entre su primer mensaje y las consignas de la campaña que lo llevó a esa posición: nada por aquí, nada por allí. Después de tantos años en los que el Poder Ejecutivo explicaba en detalle el sentido y las consecuencias de cada medida de gobierno, no hay dudas de que existe ahora “una visión nueva de la política”. El contraste fue patente en la media jornada transcurrida desde que Cristina se convirtió en calabaza y Macrì y Michetti mostraron el uso no convencional que su gobierno puede darle al balcón de Perón y de Evita, al que nunca osaron asomarse Kirchner ni su esposa. Nunca antes en la historia argentina un gobernante fue despedido por semejante muchedumbre. Las cifras son siempre discutibles, pero hay que remontarse muchas décadas hacia atrás para encontrar una concentración al mismo tiempo tan abigarrada y tan extensa, más propia de una inauguración que de una clausura y tan poblada de jóvenes. La desconcentración insumió más de una hora desde los fuegos artificiales y el saludo final de la ex presidente. Al día siguiente, sólo un tercio de plaza bien tupida, con mayoría racial, recibió a Macrì. El discurso de Cristina fue un repaso circunstanciado de las transformaciones que realizó su gobierno y un mensaje nítido para quien la sucede: están todas las condiciones dadas para que lo haga mejor aún. Lo reconoció incluso el nuevo ministro de Hacienda y Finanzas, Adolfo de Prat Gay, quien dijo que “la Argentina está en buenas condiciones”, sin urgencias. “Nos dejan una herencia complicada pero no se compara con otros momentos del país”. CFK dijo que podía mirar a los ojos a los 42 millones de argentinos y los instó que cada uno “tome su bandera y sepa que él es el dirigente de su destino y el constructor de su vida, que esto es lo más grande que le he dado al pueblo argentino: el empoderamiento popular, el empoderamiento ciudadano, el empoderamiento de las libertades, el empoderamiento de los derechos”. Un mensaje político e ideológico.
Macrì planteó “tres ideas centrales: pobreza cero, derrotar el narcotráfico y unir a los argentinos”. Agregó luego una “intención básica: combatir la corrupción” y “otro pilar de su gobierno”: revolucionar la educación pública. Esa es la agenda que reitera sin pausa el Papa Bergoglio, con quien Macrì intenta mejorar la relación. A eso apuntó también la ceremonia religiosa que pidió al cardenal Mario Poli al iniciar su mandato y la designación en la Sedronar del ex subsecretario de Salud Mental y Abordaje de las Adicciones de La Pampa, Roberto Moro. Según el diario pampeano La Arena, quien lo propuso fue Poli, quien entre 2008 y 2013 estuvo al frente de la diócesis de Santa Rosa. Este nombramiento no fue consultado con el Frente Pampeano que integró PRO. Uno de sus dirigentes, el diputado provincial socialista Luis Solana, se quejó por la designación de quien integró “el peor equipo de salud que tuvo La Pampa”, lo cual “demuestra que a veces el rango no está en función del mérito”. Si Moro fuera sólo inepto, sería un alivio ante la candidatura que no prosperó del ex vocero de Eduardo Duhalde, Eduardo Amadeo.
Además Macrì prometió decir siempre la verdad y universalizar la protección social a todos los chicos. Como este es uno de los saldos menos discutibles de la gestión anterior, la mera afirmación quebranta la promesa que la precede. Otro punto que intentó enfatizar fue que el país “no está dividido” y que pasadas las elecciones “todos debemos unirnos”. También se comprometió a cuidar desde el Estado a los que menos tienen y convocó “al arte del acuerdo”. Sólo le faltó decir que para un argentino no hay nada mejor que otro argentino, como el Perón del 73. Pero aquel presidente volvía después de 18 años de proscripción y exilio forzoso a un país devastado por las dictaduras. Regresó a la presidencia con el mayor porcentaje de votos de la historia nacional y estaba dispuesto a sacrificar muchos puntos de su programa histórico en aras de una concordia tan necesaria como improbable. Macrì obtuvo apenas unas décimas por encima de los dos puntos porcentuales de ventaja sobre un gobierno de doce años, que no pudo presentar por restricciones constitucionales su candidatura natural y que le deja la mejor situación socioeconómica que haya recibido cualquier presidente de la democracia argenta. Pese a ello ha constituido un gabinete económico fundamentalista y corporativo, cuyas políticas conducen a la confrontación que el discurso rechaza. Si los hechos también tienen algo que decir, durante su administración porteña no mostró inclinación por el arte del acuerdo: Macrì fue el gobernador que más leyes vetó en el país y Cristina la presidente que menos vetos y decretos de necesidad y urgencia firmó. Es imaginable el asombro de las generaciones futuras y la dificultad que tendrán para entender cómo una presidente tan respetuosa de los límites políticos e institucionales de su poder pudo ser vilipendiada como autoritaria y caprichosa en los términos soeces que se hicieron comunes en estos años. Tampoco es un hecho menor que Macrì haya sido el primer presidente que asume el cargo con una grave cuenta pendiente, en la causa por las escuchas ilegales en la que está procesado por el juez Sebastián Casanello, y que tratará de saldar con ayuda del ahora denominado fiscal independiente Jorge Di Lello.
Un exceso de retórica
Subestimar a Macrì sería un error grave. Pese a su torpeza expresiva y a la chatura conceptual de sus mensajes, ha sido capaz de construir una carrera política que lo llevó en pocos años desde la empresa familiar a la presidencia. Para ello creó un partido político nuevo, que reclutó su personal en las universidades privadas, las empresas y las ONG y reemplazó los modos de la militancia y la comunicación. La Universidad Católica se jactó de que Macrì y de sus principales colaboradores son egresados de sus carreras (Ricardo Buryaile, Ricardo Negri, Alfonso de Prat Gay, Pedro Lacoste, Germán Garavano, Santiago Otamendi, Andrés Ibarra, Guillermo Dietrich, María Eugenia Vidal, Ramiro Tagliaferro y Javier Ortiz Batalla). “Y después dicen que la Universidad Torcuato Di Tella copó el gobierno”, dice un profesor de la UTDT.
En el último año Macrì mostró además un carácter que no se le conocía, cuando se jugó a todo o nada detrás de Horacio Rodríguez Larreta en la interna porteña y de María Eugenia Vidal en la elección general bonaerense, claves de su éxito en la contienda presidencial. No subestimarlo pero tampoco tomar al pie de la letra sus palabras. Su primera ciudadanía es la del país del no me acuerdo. En su discurso ante el Congreso, dijo que tanto “en el deporte” como en el gobierno porteño había formado buenos equipos, pero con notable prudencia, omitió cualquier mención a su actividad principal, como hombre de negocios dudosos con el Estado.
Su anunciado programa Pobreza Cero es en primer lugar un exceso de retórica. Pobreza Cero no hay en ningún lugar del mundo y nadie siquiera se la propone. El cotejo con lo sucedido durante su gobierno porteño es elocuente. La pobreza se redujo en todo el país, pero en la Ciudad Autónoma en menor proporción, pese a que es la más rica del país. Según el Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz, entre 2003 y 2014, en el Área Metropolitana de Buenos Aires salieron de la pobreza 27 de cada 100 habitantes y de la indigencia 15 de cada 100. Pero este promedio se descompone entre los datos de la Ciudad Autónoma y los de los partidos del Gran Buenos Aires que integran el AMBA, y ahí se aprecian las diferencias. Mientras dejaron de ser pobres 32 de cada 100 bonaerenses del conurbano, en la Capital esta buena noticia sólo alcanzó a 13 de cada 100. Respecto de la indigencia, la reducción en el Gran Buenos Aires benefició a 15 de cada 100, y en la Ciudad a 4 de cada 100. El desempleo en la Ciudad también es más elevado que el promedio nacional y la cantidad de población en villas de emergencia se incrementó un 50 por ciento. La revolución educativa que se produjo en estos años en la CABA consistió en la subejecución del presupuesto votado por la Legislatura y la derivación de recursos de la educación pública a la privada. También se incrementó la mortalidad infantil, mientras descendía en el resto del país.

Bromas de mal gusto

Tanto el alegado combate contra la corrupción como las promesas de honestidad y sinceridad parecen una broma de mal gusto. Durante la campaña electoral, Macrì dijo que le había pedido a su amigo y socio Nicolás Caputo que no licitara una sola obra en la Ciudad y que las que terminó eran las licitadas cuando el jefe de gobierno era Jorge Telerman. Es un deliberado engaño: no ganó licitaciones Caputo S.A. pero sí SES SA, en la que el testigo de boda de Macrì tiene la mitad de las acciones y cuyos contratos con el gobierno porteño se multiplicaron por diez. El ex diputado bonaerense de la Coalición Cívica Libertadora, Walter Martello, reprodujo una frase significativa del balance del Grupo Caputo: “Se aguarda para el 2015 una solución rápida del conflicto con los holdouts que permita revertir la actual tendencia negativa en el nivel de actividad”. Martello sostiene que Caputo le aconsejó a Macrì pagar a los fondos buitre todo lo que ordenara Griesa porque tenía entonces en ejecución una cartera de obras para la Ciudad y la Nación por 1500 millones de pesos. Desde que asumió en 2007, el gobierno de Macrì en la CABA acumuló más de doscientas denuncias por delitos tan variados como estafa, asociación ilícita, abuso de autoridad, violación de deberes de funcionario público, enriquecimiento ilícito, falsificación de documentos públicos, amenazas, abandono de personas, omisión maliciosa y falsedad ideológica en su declaración jurada patrimonial ante la Oficina Anticorrupción, lavado de activos y peculado.
Así como Sebastián Piñera aprovechaba cada contacto bilateral con CFK para plantear los reclamos de la línea aérea LAN en la Argentina, Macrì utilizó su primer encuentro con Dilma Rousseff para solicitar que se reviviera el crédito del banco brasileño de desarrollo para el soterramiento del Ferrocarril Sarmiento. Piñera era el principal accionista de LAN y aunque había colocado esas acciones en un fideicomiso, seguía gestionando a favor de la compañía chileno-estadounidense. Del mismo modo, Macrì tiene interés directo en las obras del Sarmiento, que están a cargo de un consorcio integrado por la constructora brasileña Odebrecht, la española Comsa, la italiana Ghella y la argentina Iecsa. Las dos últimas forman parte del grupo que conduce el nuevo jefe de la famiglia Macrì, el primo Angelo Calcaterra, hijo de la hermana de Franco y Tonino Macrì, María Pía.

OPINION Hay que pasar el verano

Por Mario Wainfeld
El gobierno del presidente Mauricio Macri comenzó antes de su asunción. Por un lado, las visitas a Brasil y Chile. Por otro, las secuelas inflacionarias de los anuncios prematuros o aviesos de devaluación y baja o eliminación de retenciones. El 10 de diciembre pronunció su primer discurso, que ha dado mucho que hablar. A partir de entonces se sucedieron los juramentos, las primeras reuniones y movidas. Abundan gestos, palabras y comienza la acción.
El 11 de diciembre no fue lo que se esperaba o lo que auguraron los integrantes del gabinete macrista después de la segunda vuelta. Muchas de las importantes medidas que se iban a implementar “de inmediato” o “el 11 mismo” quedaron diferidas a “cuando estén dadas las condiciones” o “cuando sea posible”, que no es lo mismo.
Los pasos iniciales contienen una inevitable dosis de improvisación y de errores: hubo que eyectar un secretario de estado antes de asumir, se notan cortocircuitos entre las distintas áreas del mega equipo económico. Pero lo fundante (valga la expresión) es una direccionalidad racional entre el verbo, las imágenes y las primeras jugadas prácticas. “Racional” no es una valoración positiva; no es sinónimo de “buena” o “deseable”.
El oficialismo insinúa su narrativa que sería insensato ignorar o menospreciar. En política, las palabras y las imágenes son hechos, cuando producen consecuencias observables.
A riesgo de parecer redundantes o quizá pavos, subrayemos que en política, los hechos también son hechos. Y que en caso de conflicto con las palabras, los hechos gravitan más.
Entornado por un esperable séquito de aplaudidores y apologistas, Macri puede de entrada darse ciertos lujos. Una cita del presidente Arturo Frondizi lo convierte en un desarrollista hecho, derecho y comprobado. Parece un exceso, caramba. Las comparaciones retrospectivas son muy difíciles, a más de medio siglo: pongámoslas a un costado. El desarrollismo es un modelo económico capitalista y nacional conducido por un Estado dirigista, orientador o cuanto menos muy regulador. Macri se colocó esa camiseta, es claro. Dictaminar que juega para ese equipo es, como mínimo, prematuro y contradictorio con su propia historia. Tal vez las alusiones expresen con franqueza el afán presidencial, cada cual es libre de creerle o no. Aunque hubiera sinceridad, solo se sabrá cuando se haya recorrido un largo camino en el cual las palabras augurales tengan cierta coherencia con las realizaciones.
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Ondas de amor y paz, sin Congreso: El discurso y la liturgia presidencial ostentan las diferencias con “el régimen saliente”. Macri, parece, es puntual, servicial, oyente atento, jamás levanta la voz, un devoto del diálogo y de la transigencia budista. Cada detalle demarca un cuadro en blanco y negro versus el kirchnerismo. La campaña aleccionó: existe una extendida “fatiga social” con modos y manierismos K. Su rival tiene mucho por ganar mostrándose como esencialmente distinto. Jaime Durán Barba no le resolverá a su jefe los dilemas de la gestión pero todavía asesora mucho y bien.
Es habitual que los dirigentes procuren transformar sus características personales o sus limitaciones en virtudes. La incapacidad oratoria de Macri se propone como un bálsamo frente a la frondosa verba de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Hablar poco va en pos de ser un mérito, decir poco ambiciona embellecerlo.
La lacónica exposición de Macri resaltó la otredad punto a punto. De nuevo, es la lógica traslación de la disputa electoral. Un par de vacíos quedan flotando y habrá que ver cómo se llenan. El fundamental es el ecumenismo del diálogo o de búsqueda de consensos. ¿Las mesas tendidas son para todos o excluyen al kirchnerismo? ¿Las alusiones a los corruptos o a los que “no aman” aluden a un puñado de protagonistas, minoritario por naturaleza? ¿O a una fracción grande de los que votaron en contra? Puesto en cifras: ¿centenares o millones de réprobos excluidos (por propia culpa) de las mieles acuerdistas? No es banal la diferencia.
Hay quienes la pasan de largo, claro. Un panorama paradisíaco se difunde en la cadena privada oficial, hay datos que lo ponen en cuestión. Cuando el jefe de Gobierno Macri es pescado retaceando plata ya comprometida al Hospital Garrahan, los médicos ponen el grito en el cielo. Macri comenta ante micrófonos amigables que los profesionales “son politizados”, lo que a su ver descalifica o anula la validez de las críticas. No los escucha, no dialoga, menos que menos pacta y baja el presupuesto ni bien puede.
Allende el confín porteño, funcionarios nacionales flamantes dan muestras de cómo manejan la puerta de entrada al consenso. La procuradora general Alejandra Gils Carbó es rotulada de “militante” y eso la desprovee de la alta estabilidad que tiene su cargo. El ministro Hernán Lombardi promete que en los medios públicos se escucharán todas las voces menos las que han sido partidistas o agresivas. La vara de medida no la provee el sello IRAM, la Corte de La Haya o un referato neutral: los funcionarios disciernen de modo inconsulto e inapelable lo que estrecha de movida el nivel de la convocatoria.
El presidente no convocará al Congreso a sesiones extraordinarias. Dicho en criollo: gobernará los primeros y fundamentales meses de su mandato mediante Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU). La coalición Cambiemos se pasó años quejándose porque el Congreso era “una escribanía”. Se infería que le daría mayor importancia: por ahora lo mantiene cerrada a cal y canto.
Nadie debería poner el grito en el cielo. El sistema democrático tiene mucho de role playing. Todos tratan de optimizar sus recursos y su poder. Un oficialismo minoritario en ambas Cámaras se vale del DNU para ahorrarse polémicas y eventuales derrotas. Sin llegar al cinismo, hay que admitir que el rebusque es práctico. Y evocar que Macri fue, como jefe de Gobierno, un devoto de los decretos y de los vetos. No hace falta ser un as de la profecía para insinuar que en cuatro años dictará muchos más DNU que Cristina en ocho y vetará muchas más leyes. Mientras sean legales no habrá motivos para quejas. Las primeras acciones del gobierno no tranquilizan en ese sentido.
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Gobernabilidad es la palabra: “Todo lo real es posible” decía un filósofo muy agudo, que los hay. Desde ya que lo real no agota el repertorio de lo posible pero tiene un encanto sobre sus alternativas virtuales: está comprobado. Los gobiernos surgidos en 2003 consiguieron durante más de doce años un nivel de gobernabilidad altísimo para los parámetros nacionales, acompañado por un apoyo popular prolongado. Esa gobernabilidad es posible, otros modelos deben ser sometidos a pruebas de supervivencia.
Un dilema de manual asalta a quien venció limpiamente en las elecciones con la bandera de la alternancia y la otredad. ¿Cómo “cambiar” sin poner en riesgo la gobernabilidad? Puesto de otra forma: ¿se puede conseguir relevar al kirchnerismo en el favor popular alterando muchas variables económicas sociales y culturales construidas en la etapa previa? ¿O socavar el piso conlleva el riesgo de la pérdida veloz de legitimidad, de azuzar la protesta social, de la caída de la popularidad? La validación cotidiana de los gobiernos no es un hallazgo criollo ni es ajena al saber de Durán Barba.
Vienen a cuento expresiones como “piso”, “umbral”, “márgenes” o “límites”, todas alusivas a espacios finitos. Son metáforas mínimas cuya virtud es proponer que la sociedad no es taaan elástica, que el reformismo democrático acolcha contra convulsiones brutales. Cinchan en sentido opuesto la ambición de poderosos sectores corporativos, el revanchismo de grupos políticos, la falta de ponderación de funcionarios sesgados ideológicamente que no pulsan bien hasta donde pueden avanzar sin dañar o destruir cosas que no tienen repuesto.
Esos dilemas se sustanciarán y develarán andando el tiempo. Muchos exégetas-apologistas del oficialismo descuentan que se conservarán todos los derechos, puestos de trabajo y perspectivas de consumo. Que lo cambios serán de modales, de eficiencia, de transparencia, del modo en que se equilibran las cuentas fiscales y se atraen inversiones extranjeras.
La inherente conflictividad del mundo real es sub valuada en ese capítulo del relato macrista. No así en la agenda de sus funcionarios. El pago de los medio aguinaldos en provincias, las paritarias docentes locales y nacionales cobran centralidad porque se vienen encima. Es encantador, en cualquier tertulia distinguir entre lo “urgente” y “lo importante”. Para quienes gobiernan, los urgente ranquea muy alto y es de cajón importante. Hablar sobre generalidades o concordar sobre el legado edificante de Frondizi, Perón y Alfonsín es más sencillo que resolver sobre la plata, un bien escaso y, ay, tan necesario
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Conversaciones y registros: Las imágenes no son solo fantasía o una puesta en escena. A menudo conjugan con acciones. Los encuentros de Macri con sus rivales de la primera vuelta tienen un formato aleccionador. Es indebido ningunearlo porque posiblemente complace a muchas personas de a pie: la lectura del voto nacional induce a esa lectura. Que se converse es buen comienzo, si hay continuidad no es ruin per se, ni mucho menos. También es correcta y hasta valiosa la conducta opositora del diputado Nicolás del Caño: sería hipócrita fingir una charla con quien está en “las antípodas” de su ideología.
El primer encuentro entre el presidente y los gobernadores tiene mucha más sustancia y proyección que los paliques con Daniel Scioli, Sergio Massa, Margarita Stolbizer y Adolfo Rodríguez Sáa. La coparticipación es un objetivo de largo plazo sobre el cual puede haber consensos difusos, imprecisos, “cordiales”. Con la plata, ya se dijo, es otro cantar.
La articulación entre nación y provincias es clave para la gobernabilidad y para la reformulación de alianzas políticas. El futuro del peronismo y del kirchnerismo se dirimirá, en buena parte, en espacios institucionales: las provincias, las municipalidades, el Congreso nacional. Los flujos de recursos, aspecto que sigue dominando el poder central, gravitarán mucho más en el futuro político que las sobreactuaciones del gobernador salteño Juan Manuel Urtubey.
PRO gobierna la Ciudad Autónoma y la provincia de Buenos Aires. Es un capital político formidable pero restringido. Potente demográfica, cultural y económicamente... menos sólido en el reparto de bancas parlamentarias.
La vilipendiada caja, los acuerdos regionales o bilaterales, la atención a la gobernabilidad distrito por distrito funcionaron bastante bien desde 2003, lo que explica la supervivencia de la mayoría de los oficialismos provinciales. Otra vez: el gobierno tiene un dilema a resolver: cómo negocia sobre efectividades conducentes con el peronismo con poder territorial o parlamentario. Si lo ataca en bloque, se expone a padecer reveses. Si articula y concede acaso puede fomentar divisiones de modo más sutil y, sin paradoja, más duradero.
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Flexibilidades de ayer y hoy: La expresión “flexibilidad” evoca políticas devastadoras de otras derechas del pasado reciente. Puede valer también para pensar cuán adaptable será el elenco gubernamental macrista al contexto democrático y social. Hay en el gabinete figuras dedicadas al diálogo y “la política”: El jefe de Gabinete Marcos Peña y el ministro del Interior Rogelio Frigerio, por ejemplo. Hay otros personajes, dentro o fuera del estado, que conocen las astucias, las roscas, “el derpo” y los negocios más o menos sanctos: Cristian Ritondo, Nicolás Caputo, Daniel Angelici, solo para empezar.
Y hay un núcleo sólido, de derecha social e ideológica, que vertebra el gabinete económico. Alfonso Prat-Gay, Federico Sturzenegger, Carlos Melconian, Ricardo Buryaile, Juan José Aranguren y siguen las firmas. Los matices lo dan las pertenencias corporativas, no las posiciones, Lo suyo no ha sido, hasta el 10 de diciembre la ductilidad, sino la fijeza de sus convicciones y la coherencia con que las defendieron. Sunnitas del pensamiento de derecha afrontan un reto formidable, que es aceptar los matices y condicionamientos de una sociedad pluralista y celosa de sus derechos. Habrá que si lo asumen. Y, en su caso, si dan la talla.
El mandato de Macri empezó el 10 de diciembre, aunque hubo sucesos anteriores impactantes. De cualquier forma, un hecho central e inexorable quedó diferido: la devaluación, gradual o brutal. Todo indica que el gobierno recalculó su fecha. Por ahí recapacitó considerando la inminencia de las fiestas, la hipótesis siempre latente de protestas sociales. Funcionarios ligados a los ministerios sociales de Nación y Buenos Aires dialogaron con referentes de movimientos sociales, procurando que haya “paz social” en esos días.
Una mirada sensata lleva a pensar que la devaluación no fungiría como bálsamo sino como combustible, muy inflamable. Por eso es verosímil que se posponga hasta enero, aunque nada es seguro porque las corporaciones aliadas piden su tajada ya. Tal vez sea más oportuno hacerlo cuando haya muchos argentinos de vacaciones y haya transcurrido el lapso emocional de las fiestas. Oportuno, que no indoloro. Calcular las repercusiones, ventajas y daños es potestad del gobierno que maneja la iniciativa pero, como se quiso expresar en toda esta nota, no puede manejar una sociedad compleja a su antojo.
mwainfeld@pagina12.com.ar

› OPINION La política de los gestos

Por César Arrueta *
Las consecuencias que traen aparejadas los cambios de época pueden leerse e interpretarse desde múltiples matrices. Esas elucidaciones adquieren cuerpo en situaciones concretas y obvias, pero también en la profundidad de algunos gestos. Los actos, hechos o movimientos implican un significado y una intencionalidad que adquieren relevancia en el contexto de coordenadas políticas y culturales que se expresan en tensión.
Los ataques informáticos –recurrentes– que se han propinado contra el diario Página/12 abren un abanico de lecturas de posibles. La primera de ellas tiene que ver con la obviedad de la intención. Es decir, aquel objetivo que subyace en cualquier acto de intimidación: infundir una perturbación emocional. En este caso la perturbación cumple un papel invasivo y diría, pensando en aquellos que desean una mirada liviana, un rol revanchista. Hasta allí comprensiones que pueden asimilarse a intercambios ciertamente tensos que se producen históricamente, por ejemplo, en los estadios de fútbol o en un tiempo reciente en las redes sociales. Pensar en esos términos sería, según mi criterio, asignarle una liviandad a los hechos que el propio periódico, por historia y compromiso, no se merece. Si aceptamos que detrás de la obviedad subyacen concepciones de praxis política, entonces esos gestos son relevantes y ciertamente riesgosos. Personalmente entiendo que los ataques informáticos están motivados por nociones conservadoras respecto al rol del Estado, el ejercicio de la libertad de expresión y sobre todo el ejercicio del poder.
No se trata de sucesos aislados o espontáneos. Tienen que ver con la instrumentación de acciones que recurren al miedo y la violación de la privacidad para recordar que determinados grupos sociales pueden (y están decididos a) actuar de manera prepotente, llegando incluso a considerar cierto despotismo. Es riesgoso, reitero, en la medida en que esa noción se extrapole a los estamentos del Estado y por ende, al prisma de la libertad de expresión.
Hoy existen indicios para aceptar ese correlato y pensar en un panorama sombrío. Decisiones recientes respecto al funcionamiento de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual, la ley de medios, cargos determinados por disposición parlamentaria, agresiones a actores sociales y símbolos identificados con la lucha por los Derechos Humanos nos aproximan a un campo minado. Un territorio donde el gesto es la acción y la acción es la fuerza de aquel que disfruta y ejerce para su beneficio el Estado, en los estrictos términos que lo definió Max Weber.
Debe decirse también que aquello que acentúa aún más esta ilación de hechos intimidantes es la profunda contradicción entre el discurso del respeto por el otro que primó en las agendas mediáticas de campaña y el desprecio por el pensamiento del otro, que se trasluce en este tipo de prácticas. Lo grave es que no estamos hablando ya de mundos ideales y voluntaristas (eso parece haber terminado en el plano del discurso), sino de mundos concretos donde la intimidación es la regla y la acción es la fuerza de grupos de poder que buscan en la inmolación de las minorías relativas su legitimación como tracción del cambio.
Por último, vale decir que la calificación de sombría no implica una secuela de resignación pues la historia también ha demostrado que la amenaza como estrategia política, lejos de cumplir su cometido, termina consolidando la(s) identidad(es) de aquel otro que se intenta ofuscar, y con ello la diversidad de pensamiento y de gestos.
* Doctor en Comunicación. Docente/investigador, secretario académico de la UN de Jujuy.

LOS ESPECIALISTAS ANALIZAN EL MENSAJE ECONOMICO DEL NUEVO GOBIERNO Cómo vender una devaluación

Por Raúl Kollmann
Los consultores en campañas electorales coinciden en que la devaluación es mala palabra para la opinión pública argentina, en especial porque los ciudadanos tienen malos recuerdos. Todos vinculan devaluación con aumentos de precios, algo que ya ocurre en las últimas semanas. Para algunos consultores, el precio del dólar ya está asumido y todo dependerá de cómo el gobierno de Mauricio Macri maneje la cuestión de los precios. Para otros consultores, en cambio, la administración Cambiemos necesita presentar la devaluación y los aumentos como otra cosa, como un sinceramiento de problemas dejados por el kirchnerismo. En lo que todos coinciden es que se trata del primer desafío, el más delicado, con limitantes serias: el ciudadano común estará atento a que no exista un ajuste ni se perjudique a la mayoría ni se pierdan puestos de trabajo.
“Para los argentinos, lamentablemente, la devaluación es parte del folklore de nuestros ciclos económicos”, analiza Federico Aurelio, titular de Aresco. “Las distintas crisis a lo largo del tiempo provocaron numerosas devaluaciones y sus implicancias económicas nos han ejercitado en la necesidad de toma de decisiones económicas con una frecuencia poco normal. El contexto actual respecto a la devaluación es contradictorio, como lo es la apreciación de los votantes tanto de Macri como de Scioli sobre muchas de las medidas que va a tener que tomar el gobierno actual. Esto presenta distintos dilemas a la hora de decidir las medidas económicas. Primer dilema: el 58 por ciento de los argentinos prefiere medidas graduales respecto a tomar medidas rápidas en los primeros días. A su vez el Gobierno debe tomar decisiones en los primeros días que permitan generar un shock de confianza en la economía. Segundo dilema: la mayoría de los argentinos consideran que hubo en todos estos tiempos devaluaciones pero no quieren que haya una nueva devaluación. Tercer dilema: la mayoría de los argentinos quiere que se levante las restricciones para comprar dólares pero dudan de levantarlo si esta medida implica la devaluación del peso. Sin duda ante la inminente devaluación del dólar oficial, la repercusión que pueda tener en los precios (que ya fueron fagocitados intensamente en las últimas semanas) y por lo tanto la incidencia en el bolsillo de los argentinos va a marcar el humor social con estas medidas económicas”.
Para Hugo Haime, titular de Haime y Asociados, “gran parte de la población tiene descontado que el valor del dólar, cuando sea único, va a estar cercano a los 14/15 pesos. Así que ya el actual gobierno tiene ganados algunos pasos sobre lo que vendrá. Nadie se asombrará demasiado sobre el precio del dólar pero, claro, el tema está en las consecuencias practicas de la devaluación sobre la vida cotidiana de la gente. Eso dependerá de las capacidad para evitar saltos abruptos en los precios que muestre el actual equipo económico. Ahora sobre que se le dice a la población tenemos ejemplos a la vista. Menem, al asumir, puso un dólar recontraalto con la idea de cortar las expectativas devaluacionistas y asi lo explicó. Ante la hiperinflación alfonsinista la explicación funcionó. Néstor Kirchner había definido la necesidad de un modelo que se constituía para ser exitoso con un tipo de cambio competitivo mas superávit fiscal y comercial. La devaluación ya la había hecho Duhalde. Cristina devaluó, pero sostuvo que eran golpes de mercado. Asi que ahora le toca a actual gobierno dar su explicación. No creo que sea muy distinta a la que ya ha dado respecto a la necesidad de quitar el cepo y tener un dólar único y, repito, dependerá de cómo afecte los precios y de su capacidad para generar acuerdos de precios con empresarios y de dejar a las paritarias hacer su trabajo. El modo en que quite el cepo repercutirá sobre la opinión publica. Seguramente será una de las primeras pruebas serias que deberá pasar. Veremos. Es un capitulo abierto”.
Para Manuel Mora y Araujo, de Ipsos-Mora y Araujo, “el argentino medio es antidevaluación. La sola idea lo asusta o le despierta malos augurios. Somos una opinión pública que se siente cómoda con el peso fuerte. Los devaluacionistas –que los hay, sobre todo entre los empresarios y los economistas– suelen alegar, racionalmente, que la gente no entiende qué es lo mejor para todos. Si el Gobierno considera necesario devaluar, en primer lugar debe ser consciente de que va a pagar un precio político. Es una intervención quirúrgica, y nadie se pone contento con eso aunque sea la condición para recuperar la salud. En segundo lugar, debe tener preparado un paquete antirecesivo y antiinflacionario. Si la receta fuese un ajuste recesivo, no habrá milagros: a la opinión pública le caerá mal. Además, ya sabemos que por ese camino a la larga los problemas no se resuelven; sólo sirve para ganar tiempo”.
“Una devaluación está muy mal vista por la ciudadanía”, coincide Artemio López, de Equis. “Siempre se la encubre o desplaza en su visibilidad transformándola en otra cosa. En esta oportunidad se presenta la devaluación como una consecuencia inevitable, sin que la decisión sea responsabilidad de sus autores. En efecto en el caso del macrismo, el nombre elegido para encubrir la devaluación es sinceramiento, que incluye además de la devaluación, endeudamiento externo y quita de retenciones, y un ajuste que recaerá sobre millones de usuarios de electricidad y gas. Como bien señala David Cufré en este mismo matutino, ‘todo ese paquete no lleva como nombre plan bomba, sino que sus defensores le eligieron uno más vendible para las corporaciones mediáticas que lo publicitan. Se trata del sinceramiento, y a bailar en el balcón’. Las consecuencias de la devaluación se afrontan forzando los mecanismos institucionales disponibles para amortiguar el denominado pass through, el impacto del nuevo valor del dólar sobre los precios domésticos. Por parte del gobierno, implementando controles de precios férreos y regulando el mecanismo de formación de los mismos. Desde la sociedad civil, apelando a la organización y la lucha para actualizar ingresos mediante los múltiples dispositivos disponibles. Debe recurrirse a organizaciones sociales y gremios. Se trata de estructuras de representación popular, por cierto muy empoderadas tras más de una década de generacíón de empleo robusta y crecimiento exponencial del número de afiliados que, por citar un caso emblemático, el Smata, pasó de 50.000 afiliados en 2003 a 250.000 hoy”.
“Obviamente no existe una receta formal cuyos ingredientes posean la capacidad certera para preparar a la opinión pública frente a una devaluación y sus consecuencias”, redondea Roberto Bacman, titular del Centro de Estudios de Opinión Pública (CEOP). “Macri, meses atrás, manifestó la salida inmediata del cepo cambiario. De esta manera se prenunciaba una devaluación que, al menos, se estimaba en un porcentaje similar a la diferencia entre el dólar oficial y el blue. Luego vino el silencio; la campaña de Cambiemos transitó los últimos meses y hasta el balotaje sin dar precisiones acerca de la economía. Es posible concluir que para el 51 por ciento que votó a la fórmula Macri/Michetti importó más la necesidad de terminar con la orientación kirchnerista y optar por un cambio genérico, global y sin definiciones concretas, con más formalismo que realidades concretas. Llegó el tiempo de las definiciones y el equipo económico que conduce Alfonso Prat-Gay debe afrontar los cambios prometidos. Ya no se habla de eliminar el cepo en un día, son conscientes de la imposibilidad de hacerlo. Las tres semanas transcurridas entre el balotaje y la asunción del nuevo presidente situaron a los argentinos frente a una nueva realidad: los precios se acomodaban de manera inexorable al supuesto de la devaluación. Llegó el tiempo de las efectividades conducentes. Frente a cualquier decisión no alcanza con el diálogo: lo que a algunos sectores los favorece a otros –seguramente– los perjudicará. Y en tal sentido, los primeros cien días serán fundamentales, especialmente en la necesidad de instalar en la opinión pública la percepción de que este gobierno tiene controladas la totalidad de las variables relacionadas con la economía. Esto es lo que en definitiva impacta en la opinión pública; ya no alcanza con culpar a la gestión que los antecedió”.
Eduardo Fidanza, de Poliarquía, piensa que “la gente no parece muy consciente de los efectos de la devaluación. Lo que sí hay es un registro del gran aumento de precios que ocurrió en los últimos días. En general, las expectativas de la población son positivas para el nuevo gobierno. Más del 60 por ciento estima que la situación del país va a mejorar. Creo que la situación para el nuevo gobierno es difícil. No será un gobierno de derecha, por cuanto ha hecho hincapié Macri en la lucha contra la pobreza como uno de sus objetivos básicos. También habló de un Estado presente para los que más lo necesitan. Hay que ver cómo se plantean las relaciones con la elite de poder económico. El nuevo gobierno tiene que encontrar, a la vez, los incentivos, la persuación y los recursos de autoridad para atraer capitales. Por otra parte, es indispensable un acuerdo con empresas y sindicatos y un esquema de esfuerzos mancomunados con las provincias. Paradójicamente, tal vez para Macri será más fácil tratar con sus adversarios políticos que con el mundo de los intereses económicos”. 
Carlos De Angelis, del Centro de Opinión Pública de la Facultad de Sociología de la UBA, “el valor del dólar en la Argentina está lejos de ser un dato económico, sino que tiene repercusiones profundas en la sociedad, más allá de las posibilidades reales de acceder el verde valor de cambio. La sociedad, en general, evalúa que una devaluación repercute en su capacidad de comprar, quizás sin comprender los intrincados mecanismos de trasferencia de recursos, pero siempre tiene claro que son afectados los más humildes. El anuncio de una devaluación importante, realizado en la campaña electoral, fue una preparación clara, pero al mismo tiempo desastrosa por el traslado adelantado a precios de los productos que tienen vínculos con el mercado mundial (alimentos) pero que arrastra al resto de la canasta. En este sentido, fue una devaluación ficticia, donde el valor del dolar aun no cambió, pero donde se experimentan sus efectos. Las consecuencias se vinculan, tanto con la voluntad del nuevo gobierno de recuperar el poder de compra de los salarios, o bien dando aumentos de sueldos o bien llamando a una paritaria adelantada. Si estos caminos no se transitan se podrá observar un incremento en la conflictividad sindical”.
raulkollmann@hotmail.com

EL PAIS › OPINION Tormenta perfecta

Por Alfredo Zaiat
El principal riesgo para la estabilidad económica es que el gobierno de Mauricio Macri se haya convencido de su relato económico desplegado como oposición y en campaña electoral. Le puede suceder lo mismo que al equipo económico de José Luis Machinea al inicio del gobierno de Fernando de la Rúa, que abortó la incipiente recuperación económica con un paquete impositivo que convocó a la recesión. Si el elenco de funcionarios sin corbata del macrismo continúa atrapado en consignas de marketing electoral como que la económica está estancada, sin creación de empleo y con desborde del gasto público, el resultado es previsible: arruinar la leve mejora del mercado interno de este año y afectar un nivel de empleo elevado sin contar con ningún amortiguador por el lado de la economía internacional. O sea, si en lugar de aplicar medidas contracíclicas para evitar el ingreso a un sendero recesivo, el equipo de Alfonso Prat-Gay decide instrumentar el “sinceramiento” de las variables, que no es otra cosa que el ajuste sobre el salario y las jubilaciones, tiene elevadas probabilidades de sumergir a la economía en una de las caídas del PIB más pronunciada desde el 2002. El endeudamiento desenfrenado, que el blindaje de unos 20 mil millones de dólares que está armando la dupla Prat-GayFederico Sturzenegger sería sólo el primer paso, es la principal vía disponible en ese diagnóstico ortodoxo para atenuar el inevitable retroceso del nivel de actividad económica.
Las medidas económicas adelantadas por el gobierno de Macri ignoran la existencia de un muy desfavorable contexto internacional. Por el contrario, si las despliegan agudizarían el impacto negativo que hoy ya tiene el viento de frente sobre el mercado interno. Una fuerte devaluación y disminución de subsidios sin iniciativas compensadoras por el lado de la política de ingresos castigará la economía 2016. La fuerte suba del tipo de cambio no se reflejará en un aumento importante de las exportaciones que sirva para reemplazar como motor del crecimiento al consumo interno. No lo podrá ser porque existen condiciones adversas en el comercio internacional.
La economía de Macri deberá lidiar con un frente económico externo adverso, y si prevalece el dogmatismo de la ortodoxia sólo amplificará los costos ineludibles de esa situación. Un reciente informe de una consultora de la city, entusiasmada con el inicio de la CEOcracia del nuevo gobierno, advierte sobre los riesgos externos que deberá afrontar el equipo económico. La firma Research for traders de Darío Epstein, especialista en mercados de capitales y ex director de la Comisión Nacional de Valores 1992-1994, detalla cinco peligros: 1) precios de las materias primas; 2) la economía de Brasil; 3) la fortaleza del dólar a nivel internacional y devaluaciones de monedas emergentes; 4) probable alza de la tasa de interés de Estados Unidos, y 5) menor crecimiento de las nuevas potencias, en especial China.
1. El informe destaca que los commodities son activos que tienen un buen rendimiento cuando hay inflación en el mundo desarrollado, cuando la tasa de crecimiento mundial es sostenida y fuerte, y cuando el dólar tiene un valor bajo respecto a las demás monedas líderes. “Ninguno de los tres factores se cumple ni se visualizan cambios en el corto plazo”, indica. El índice de precios de materias primas (en base a datos de Thomson Reuters) se ubica en valores de 2003. Para el caso argentino, concentrado en exportaciones de bienes primarios y semi procesados derivados del agro, la caída de los precios no es tan pronunciada aunque igualmente han retrocedido desde sus máximos, ubicándose en niveles de octubre de 2007, según el índice de materias primas del Banco Central.
2. La política económica ortodoxa brasileña (devaluación, ajuste fiscal y alza de la tasa de interés) ha tenido el resultado esperado: economía en recesión. La caída interanual del PIB en el tercer trimestre de este año fue de 1,7 por ciento. El 2015 cerraría con un retroceso del 3 al 4 por ciento, y las estimaciones para el próximo año apuntan a un descenso de la actividad de 1,2 por ciento. El último Coyuntura y desarrollo de la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE) advierte que lo que ocurre en Brasil se proyecta hacia toda la región y constituye “un factor explicativo relevante de la desaceleración en los niveles de actividad interna en los países latinoamericanos y, a su vez, ha sumado presión a la baja en el comercio interregional, particularmente en el Mercosur”.
3. El dólar se ha fortalecido y el índice de monedas emergentes ha retrocedido desde su pico de 2008, aún incluso después de la recuperación entre 2009 y 2011. “Un dólar más fuerte y precios de los commodities a la baja condicionan estructuralmente a la región”, señala el informe de Epstein, sugiriendo que esos países deben deslizar su moneda para corregir desequilibrios en la balanza de pagos. De todos modos, indica que “lo positivo de este proceso y, a diferencia de los años 80 y 2000-2002, es que se producen con reservas acumuladas en los bancos centrales (a excepción de Venezuela y Argentina justamente)”.
4. Otra señal negativa proveniente de la economía mundial es que la tasa de referencia de Estados Unidos (de la Reserva Federal), luego de un período prolongado de tasas cercanas al 0 por ciento, la expectativa apunta a que esta semana en la reunión de directorio de la banca central estadounidense se decida subirla. Los expertos en finanzas esperan ajustes graduales al alza evitando la FED un sendero empinado, pero la tendencia ya habrá cambiado. “Habrá que ver si el mercado condicionará de ahora en más las posibles emisiones futuras externas de mercados emergentes, bonos de alto rendimiento y de Argentina en el mercado de deuda voluntaria”, apunta el informe de Research for traders.
5. La quinta amenaza externa proviene del mediocre crecimiento mundial que apenas se ubica por encima del 2 por ciento, por debajo de los valores del 2004-2007. Los motores del crecimiento durante la primera década del nuevo siglo estuvieron en los países Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Ahora dos de ellos (Brasil y Rusia) están en recesión, y la potencia China se encuentra en franca desaceleración. Sólo India mantiene tasas de crecimiento elevadas. De ese modo, las potencias emergentes han dejado de traccionar la actividad económica global. El informe de FIDE explica que el Plan Quinquenal de China (2016-2020) proyecta un crecimiento del PIB anual promedio del 5,9 por ciento, la mitad del que proyectó al gigante asiático a las ligas mayores de las potencias mundiales. La estrategia económica china es crecer menos y sustituir importaciones apuntando a que el motor de la actividad sea el mercado interno más que el sector externo. Esa sustitución queda reflejada en la caída del contenido importado de sus exportaciones industriales que pasó del 75 al 35 por ciento de mediados de los años noventa a 2012.
En la economía internacional no solo persisten los factores que contribuyeron a la irrupción de la crisis 2008-2009, sino que la evolución de las principales economías emergentes no resulta alentadora. Además, la actual fase de la globalización dominada por las finanzas acentúa la inestabilidad de la economía real. FIDE denomina esta situación como “tormenta perfecta”. Se combina el fin del auge en el mercado de materias primas, la desaceleración de China, la debilidad del comercio internacional por la caída de la demanda mundial, la recesión de Brasil, el fortalecimiento del dólar y el probable aumento de la tasa de interés de Estados Unidos. Por ese motivo, una megadevaluación aporta poco y nada a la competitividad exportadora y si viene acompañada de un ajuste fiscal y monetario sólo se agravarían las tensiones internas.
La ortodoxia que ocupa puestos relevantes en el gobierno de Macri quiere presentar esa estrategia regresiva en términos económicos y sociales como inevitable. No lo es. Es bastante probable que su maquinaria de marketing electoral respaldada por los grandes medios amarrillos busque trasladar la culpa de los efectos negativos de esa política económica al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Pero si el gobierno de Macri quiere alejarse de una fuerte recesión en 2016 debería dejar sus convicciones ortodoxas en la puerta de la Casa Rosada. En caso contrario, las indudables tensiones internas y externas las convertirá en una recesión. Si Macri no sabe discriminar entre discurso opositor y gestión de gobierno deberá asumir la responsabilidad política de sumergir a la economía argentina en una crisis.
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ALEGRIA ALEGRIA

Y LOS GLOBOS SE TRANSFORMAN EN REALIDADES...
Así lo confirmó un funcionario a LA NACION, aunque no precisó el porcentaje del incremento
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‪#‎VíctorHugoEn678‬ l Anoche nos visitó Vïctor Hugo Morales, con quien analizamos las primeras medidas tomadas por Mauricio Macri a través de 29 Decretos que firmó en su primer día como presidente. También recordamos la multitudinaria despedida a Cristina Fernandez de Kirchneren la Plaza de Mayo.
Repudiamos los diversos hechos de censura y ataques a la libertad de expresión que sucedieron
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