martes, 8 de diciembre de 2015

Escribano General de la Nación: “El mandato de la presidenta termina cuando asume el nuevo presidente, es un tema de sentido común”
Natalio Pedro Etchegaray habló con la Radio Pública sobre el traspaso de mando y aclaró sobre el término en tiempo del mandato de Cristina Fernández de Kirchner y cuándo comienza el del electo presidente, Mauricio Macri.
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Mohamed Bouazizi Por Adrián Paenza

En pocos días más se cumplen cinco años del 17 de diciembre de 2010. Ese día, en una pequeña ciudad (Sidi Bouzid) de Túnez, que no llega a los 125 mil habitantes, un vendedor ambulante de uno de los múltiples “mercaditos” empujaba su carrito con frutas y verduras, como tantos otros, como miles de otros. Era un día más, que no se diferenciaba de todos los anteriores ni de los que habrían de seguir. Mohamed, el vendedor ambulante, tenía tres años cuando se murió su padre. Para poder alimentar a su familia necesitaba pedir dinero prestado para llenar el carro de mercadería, y apostar a la fortuna de que ese particular día, por alguna extraña razón, pudiera vender lo suficiente como para poder devolver lo que había pedido y quedarse con una mínima diferencia que le permitiera poner comida en el plato de sus dos hijos y señora. Y en el propio.

Pero ese día fue distinto. La policía se le acercó y, como tantas otras veces, le dijeron que la balanza marcaba mal y que estaba violando las regulaciones. El sabía que era mentira, pero... a la policía eso no le importa. Lo dieron vuelta, lo alzaron por los pies y lo pusieron cabeza abajo para que se le cayeran las monedas que había juntado hasta allí. Pero no cayó ni una: Mohamed todavía no había logrado vender nada. Uno de los policías era una mujer que, mortificada porque no había dinero del que apropiarse, lo sopapeó e insultó a su padre muerto. Y encima le confiscaron el carro y la balanza.

Mohamed se fue hasta el centro de la ciudad para quejarse. Le dijeron que el oficial de turno estaba ocupado en una reunión. Furioso, humillado, impotente... tuvo una reacción distinta. Esta vez no quiso aceptar más la indignidad del trato. Desesperado, consiguió solvente para pintura, se lo tiró todo encima frente a la misma oficina en donde no lo habían querido recibir... y se prendió fuego.

Esta historia podría ser como tantas otras, decenas, centenas, miles de otras historias para las que ya parecemos anestesiados. Es que hay también miles de vendedores ambulantes allí, en todo el mundo árabe, como los hay acá, en esta parte de Occidente, aunque aparezcan vestidos distinto por las características de cada cultura. Tómese un minuto cuando tenga tiempo y recorra el mapa de esa zona en Africa y Asia: Túnez, Libia, Egipto, Arabia Saudita, Yemen, Jordania, Israel, Libia, Irak, Irán, Siria... La corrupción policial está expandida y las humillaciones del tipo de las que describí más arriba son moneda común. De hecho, investigando sobre este caso particular, descubrí muchísimos ejemplos similares. ¿Qué tuvo de diferente éste para disparar semejante reacción en cadena?

Bouazizi tenía 26 años ese día, el día que decidió inmolarse. Ese episodio despertó las protestas que en principio se redujeron a su propia ciudad, pero la reacción policial, tan brutal como siempre, esta vez encontró resistencia popular. Hartos ya de estar hartos, la historia de Mohamed era la historia de todos. Las protestas se expandieron porque las redes sociales permitieron viralizar lo que antes se podía censurar. Ahora ya no se puede. El “dictador/tirano” que estaba al frente del Ejecutivo (me cuesta llamarlo “el presidente de Túnez”) Zine-el Abidine Ben Ali, fue a visitar a Bouazizi al hospital, tratando de tapar el sol con la mano. Le quisieron salvar la vida, pero no pudieron. Murió el 4 de enero de 2011. La protesta creció aún más; la represión no alcanzaba. Diez días después, llegó el momento de escapar y después de veintitrés años... ¡veintitrés años!, Ben Ali huyó a un refugio en Arabia Saudita. [1]

El mundo árabe dejó de contemplar. Las protestas se siguieron expandiendo y la zona ya parecía un volcán en erupción, algo así como si existiera alguna forma de “lava humana”. Ya no sólo había reacciones en Túnez y en Egipto, sino que también se hacían incontenibles en Libia, Jordania, Kuwait y hasta Bahrein. Hasta que rápida –e inesperadamente– le llegó el turno a otro (de los que nosotros tuvimos tantos, ¿no?) de los que aprovechando que la sociedad les entrega armas (nunca voy a entender por qué) para que puedan usar “legalmente”, se dan vuelta y las usan en contra del propio pueblo. Así es como cayó Hosni Mubarak en Egipto, después de ¡tres décadas! en el poder.

¿Quién hubiera podido decir que la afrenta a la dignidad de uno de los vendedores ambulantes terminaría con semejante reacción? La escena de Mohamed prendiéndose fuego desató las protestas que después fueron rebeliones, puebladas, que terminaron eyectando a un dictador, después a otro, que dispararon protestas en Libia, que llevaron a una guerra civil, que decidieron la intervención de la OTAN (en 2012)... y la historia sigue. Sigue hoy porque las condiciones específicas, técnicas, no cambiaron.

Kurt Andersen fue el periodista de la revista Time que, si bien tenía su base en el Líbano, se trasladó hasta Túnez para escribir (y describir) la historia. Allí recibió dos testimonios que creo, son bien representativos y profundos. Uno fue de la madre de Mohamed. El otro, de su hermana menor. La madre, Mannoubia Bouazizi le dijo a Andersen: “Mi hijo se inmoló para no perder su dignidad”. Y la hermana, Basma, de sólo 16 años, agregó (y preste atención para que no se le pase por alto la reflexión de una adolescente con toda el espesor que contiene): “En Túnez, la dignidad es más importante que el pan”.

Se están por cumplir cinco años. ¿Qué lección aprendemos nosotros de este drama que parece lejos y para el cual estamos prudentemente anestesiados? En todo caso, en nuestras tierras no pasa nada... ¿no? No tenemos que preocuparnos. Esto solamente les pasa a “ellos”. Y “ellos” están lejos y no entienden nada.

[1] El actual gobierno de Túnez pidió cooperación a Interpol acusándolo de lavado de dinero y tráfico de estupefacientes. Fueron condenados él y su mujer (in absentia) en junio de 2011 a 35 años de prisión por robo de dinero en efectivo y joyas. Un año más tarde, en junio de 2012, otra corte tunecina lo condenó a prisión de por vida por incitación a la violencia y asesinato y una corte militar lo condenó a otra vida en prisión por las represiones violentas e indiscriminadas. Mientras tanto, en abril de 2013, la mujer (Leila Trabelsi) devolvió en un cheque 28.800.000 dólares. El actual gobierno tunecino está a la búsqueda de detectar en dónde tiene la familia de Ben Ali más de ¡mil millones de dólares que se robaron!

05/12/15 Página|12

Ser oposición Por Nora Merlin

Uno de los saldos de las últimas elecciones nacionales fue que se cayeron varias caretas y se blanqueó lo que puede definirse como un nuevo ordenamiento de fuerzas. En la Argentina hay categorías y binomios que conviene dejar de usar, porque oscurecen más de lo que aclaran. Por ejemplo las oposiciones izquierda-derecha, peronismo-antiperonismo, trabajadores-patronal se muestran hoy insuficientes para describir la lucha política. Simultáneamente, se comprueba un reforzamiento de la famosa grieta que divide lo social. De un lado quedó el pueblo integrado por el FPV, los autoconvocados, vecinos, artistas, científicos, parte del sindicalismo, un sector de la izquierda y del peronismo que no integra el FPV. Todos ellos se articularon en la últimas elecciones a partir de la demanda de continuidad soberana, y de un modelo nacional-popular orientado por la integración latinoamericana.

Del otro lado se conformó una nueva identidad articulada por el significante "Cambiemos". Este segundo campo quedó compuesto por la derecha (PRO), la élite económica representada por la oligarquía y las corporaciones mediáticas, el sindicalismo de Moyano, un sector del peronismo, parte del radicalismo y un sector del "progresismo", que demandan un proyecto neoliberal de endeudamiento que implica dependencia y alineamiento con el capital financiero. Más allá del triunfo de Macri en las últimas elecciones, es necesario destacar una novedad que presenta esta época y que la distingue tanto del neoliberalismo que comenzó con el terrorismo de Estado, como de aquel otro que se impuso en los '90. Hoy se trata de un modelo neoliberal conscientemente votado en las últimas elecciones nacionales, y de dos formaciones populistas en disputa por la hegemonía política y cultural.

La fuerza política Cambiemos se presenta con un relato aparentemente novedoso, que asocia lucha política con violencia y desunión, en un intento de remplazar política por buena onda. Anuncian el comienzo de la revolución de la alegría, la época de la armonía, el fin del conflicto: formas veladas de proclamar una tendencia a lo impolítico.

Por su parte, luego de 12 años de gobierno, al FPV le toca ser oposición. Uno de los logros más preciados del kirchnerismo fue haber restituido la política y la creencia colectiva en ella como herramienta principal para realizar el cambio cultural. Hoy el FPV tiene la tarea de pensar y problematizar una oposición que sea verdaderamente política. A lo largo de la historia argentina, la oposición se comportó de manera destituyente, siendo capaz de perseguir, silenciar, odiar y a veces también matar. Está pendiente en el país la construcción de una política de la oposición que no tome fundamento en una relación de amigo-enemigo propia de un estado de guerra civil. Para Chantal Mouffe, el antagonismo y el conflicto se encuentran en la base de la democracia misma, y esta no implica un consenso universal y racional, que anule el conflicto inherente a lo político o la grieta (término que acuñamos últimamente). La política democrática no consiste en la superación de la frontera nosotros-ellos, sino en tratar de una forma diferente la tensión propia de ese conflicto, de modo que no suponga un otro planteado como enemigo, sino como adversario.

En su nuevo rol de oposición, en las bases del FPV se escucha reiteradamente la palabra "resistencia". Cuando algo insiste es aconsejable no desestimarlo sino más bien escucharlo, capitalizarlo. Comprender la lógica de su reedición luego de tantos años en desuso, pensar las razones que hoy conducen nuevamente al resurgimiento del término, destacar similitudes y diferencias en relación con el contexto de su aparición en la cultura política nacional. La denominada "resistencia peronista" fue la respuesta popular al período de la historia argentina en el que se intentó borrar toda huella peronista: se proscribió al movimiento persiguiendo y matando a sus militantes. Abrochó la lucha, desde la Revolución Libertadora en el '55 hasta el '73, de distintos sectores de la sociedad (organizaciones peronistas, villeros, jóvenes, trabajadores, etcétera) articulados fundamentalmente por dos demandas: por el regreso de Perón exiliado en España, y por la revocación de la dictadura con llamado a elecciones libres sin la proscripción del peronismo. La resistencia terminó de producir un nuevo agente político: el pueblo. La reaparición del término en la actual coyuntura implica lo que Jorge Alemán denomina saber en reserva que retorna.

Dos razones determinan la actualidad de ese retorno: si bien hoy no se trata de prohibición, se evidencia un ataque agresivo y de desprestigio hacia el FPV, por la vía de una campaña de odio mass-media y de una oposición que tomó al adversario como enemigo. Por otra parte, "la resistencia" es el nombre que asume hoy la oposición al próximo gobierno, no siendo meramente una suma de partes ni un montón de gente junta, sino que se trata de un pueblo reconstituido a partir de 2003, que viene con una historia de militancia y cultura política acumulada. Un pueblo que acepta las reglas de juego de la democracia representativa, pero que continuará levantando las banderas de lo nacional y popular. La resistencia no será pues sólo una respuesta, una fuerza negativa o exclusivamente reactiva; tampoco va a constituir la práctica de aguantar pasivamente como un goce masoquista. Por el contrario, la resistencia popular debe ser pensada como una experiencia activa, creativa y de transformación, intentando constituir una fuerza capaz de marcar la agenda política. El pueblo, legitimado desde la democracia participativa y ocupando su casa, la calle, será la garantía de que los representantes gobiernen a favor del país. La resistencia será una nueva construcción de poder democrática, no determinada por un afán de desestabilización, pero sí por el conflicto, que va a producir un sujeto político no calculable.

Resistir en esta etapa supone ser custodios del fortalecimiento de la cultura política, lo que incluye las ideas de grieta, crisis, utopía, y cuyos rasgos principales son: lo explícito, lo público y lo solidario. Hacerse cargo de vigilar lo que hoy ya no se negocia: los logros y la suma de los derechos conseguidos. Ser oposición implica el desafío de asumir la posibilidad de ofrecer alternativas frente a las nuevas realidades que se van a presentar, lo que requiere no ceder el pensamiento, el deseo de comunidad y de soberanía. Frente a la ausencia del Estado habrá que entregar amparo y presencia militante a los sectores más vulnerables, articulando creativamente luchas, saberes y perspectivas libertarias. La resistencia no constituye una experiencia que viene con manual, receta o técnica de autoayuda, sino que será necesario pensar con los compañeros, generar estrategias, ideas, discursos y acciones. Implicará una subjetividad atenta, despierta, participativa, habitada por la palabra libertad, que haga uso público de la razón en un acto responsable y a riesgo de cada uno. Es preciso que se organice y se cimiente una resistencia con inventiva, móvil, productiva, que construya poder de abajo a arriba y que se distribuya.

Resistiendo al modelo neoliberal de dependencia y endeudamiento, se buscará experimentar nuevas formas de inscripción social a partir de ser oposición, continuando la batalla cultural y por la hegemonía sin quedar atrapados en ninguna impotencia. Resistir es estar atravesados por un deseo de despertar que va en contra del adormecimiento de aquellos que habitan el "mundo feliz" del mercado global. A partir del pensamiento colectivo y de la acción política será posible construir una subjetividad diferente, no sometida al mercado y a la cultura del espectáculo, individualista y despolitizada. Resistir sin medios de comunicación de masas, sin estafas ni promesas de felicidad, con la verdad que puede surgir de un discurso político fallado e imperfecto. Resistir tomando partido, participando, equivocándonos y rectificando. Cuando nos tocó gobernar produjimos un modelo nacional, popular y democrático, ahora se trata de inventar una forma de ser oposición que no implique el odio ni la tristeza colectiva. Resistamos conservando la alegría de hacer lo público entre todos.

iNFO|news
 

Dicotomías Por Martín Granovsky

Dijo Susana Malcorra (foto) el sábado 5 que “la verdad, la realidad no es así”. Sugirió “ver cuál es el gris que nos conviene”. Y observó que “una de las cosas que encuentro después de estar 12 años fuera de la Argentina es que casi todo se plantea dicotómicamente”, es decir “bueno o malo”, “blanco o negro”.

Antes del 2003, fecha de comienzo del período de 12 años, ¿no era así? ¿Carlos Menem no fue dicotómico cuando devaluó el vínculo con Brasil, decidió convertir a la Argentina en aliado extra OTAN y estableció una política de relaciones carnales con los Estados Unidos? Y en la ONU, donde fue jefa de gabinete de Ban Ki-moon, ¿el poder de veto en el Consejo de Seguridad no crea situaciones dicotómicas?

Cuando la futura canciller formuló esas declaraciones a Clarín todavía no se habían celebrado las elecciones en Venezuela. El presidente electo, sin embargo, ya había pedido la separación de los venezolanos del Mercosur mediante la aplicación de la cláusula democrática. Mauricio Macri, quizás, incurrió en el pecado de planteo dicotómico.

Ayer Malcorra volvió a mencionar la cuestión venezolana. Dijo a Radio Mitre que en Venezuela “las elecciones han funcionado dentro de lo que el marco democrático establece”. Agregó que por eso “nada indica que haya una razón para la aplicación de la cláusula democrática”. El punto es que la cláusula puede aplicarse cuando hay ruptura del orden constitucional, como sucedió con el golpe parlamentario contra Fernando Lugo en 2012. Más allá del tremendismo verbal de los conservadores, ningún indicio permitía pensar que el presidente Nicolás Maduro desconocería una derrota que asomaba segura y de la que hasta el domingo solo se ignoraba el porcentaje. El propio Hugo Chávez sufrió una derrota en el referéndum del 2007 y no resolvió el tema con un autogolpe. Es más: cinco años antes el golpe se lo habían dado a él porque los empresarios encabezados por Pedro Carmona dicotómicamente asociaban la palabra “Chávez” con la palabra “malo”.

Cuando narró el diálogo entre Macri y el presidente de los Estados Unidos Barack Obama, Malcorra informó que “se habló de dar colaboración en todos los temas relacionados con el narcotráfico, uno de los grandes temas de la agenda latinoamericana”.

Jacobo Timerman prohibía el uso del “se” impersonal porque según él no dejaba comprender quién era el sujeto. Con esa frase ocurre lo mismo. ¿Quién dará colaboración a quién y de qué manera? Si el narcotráfico es uno de los grandes temas de la agenda latinoamericana, ¿es muy dicotómico pensar que no es un gran tema de la agenda norteamericana? Sin pensar blanco o negro ni bueno o malo, la colaboración que habitualmente ofrece la Casa Blanca en materia de narcotráfico es la militarización del problema, idea que por cierto Macri no esgrimió en la campaña electoral como sí lo hizo Sergio Massa. En cambio, ni el Consejo de Seguridad Nacional ni el Departamento de Estado, y menos aún la DEA, suelen hacerse a la idea de que con menos demanda de cocaína o drogas sintéticas en los Estados Unidos los carteles de México y Guatemala se verían en problemas para mantener su rentabilidad.

Es estéril ideologizar al extremo cualquier análisis y despreciar los matices. A veces la ideologización y el exceso de adjetivos pueden impedir lazos realistas, e incluso razonablemente hipócritas entre países y jefes de Estado, que en eso también consiste la convivencia. Pero toda conceptualización sobre cuáles son los intereses nacionales en un caso concreto es algo que o bien surge de una ideología o bien la produce.

martin.granovsky@gmail.com

08/12/15 Página|12

La posición del Estado frente a 2016

La lógica económica de Cambiemos propone modificar los resortes de intervención del Estado. La coherencia es admisible: con menos controles, el capital transnacional sería más libre de invertir y retirar sus ganancias. El Frente para La Victoria propone repensar esos controles pero no entregar la conducción del Estado a la lógica del capital transnacional más extremo. Como dice el refrán popular, parecido no es lo mismo.

Por Hernán P. Herrera*

Centinela - Nicolás Menza

La Argentina creció entre 1993 y 1998 un 23% entre puntas, sin embargo la pobreza aumentó de 17% a 26% (todo según datos oficiales).

La Argentina no es Noruega, justamente porque no tenemos un consenso distributivo. Es decir, ante cada ciclo de crecimiento nos enfrentamos entre sectores internos, o externos con participación interna, por ver cómo se reparte la cosa, una gran limitante para pensar políticas de Estado. ¿Qué quiere decir esto? Que la Argentina a pesar de estar en 2015 todavía no definió su perfil productivo inalterable: cuando se va hacia un lado (bienes transables, bienes no transables, o sectores populares, con más o menos redistribución del ingreso, etc.), hay sectores que hacen fuerza para que políticamente esto sea modificado.

Entre 2003 y 2014 la pobreza bajó sin parar gracias a la intervención del Estado, redistribuyendo recursos, seguro que menos de lo que dice el Indec, pero si bajó sin parar (al revés que entre 1993 y 1998) lo que cabe pensar es en defender este Estado, mejorarlo, no cambiarlo. Lo mismo ocurre con el desempleo: desde 2002 hasta 2013 (por lo menos) el desempleo descendió, desde aquel 22% hasta más o menos 7%. Quizá un poco menos si se quiere desconfiar de las estadísticas oficiales, pero bajó.

Es interesante mirar un poco la historia y ver cómo funciona. Si se prioriza un esquema de acumulación basado en sectores rentísticos y de bajo valor agregado, se genera expulsión de mano de obra. Una vez acomodada la realidad a un esquema nuevo de precios relativos, basado en un esquema como el mencionado, el mismo desempleo y la concentración del ingreso hace que, mediando un chorro neto de divisas mediante deuda que compense la cuenta corriente deficitaria o flaca, las necesidades de importaciones bajen por un mercado interno más chico, y de ese modo se generen nuevos ganadores y perdedores.

Este panorama resulta en un nuevo marco, en un escenario que permite una nueva toma de posición. En esta hipótesis, se puede sostener el tipo de cambio alto o se puede generar una apreciación del peso, y esto último influye en un esquema cada vez menos orientado a la exportación de productos elaborados, que tienen una competitividad distinta a las commodities (la exportación industrial requiere un tipo de cambio real más alto).

En definitiva, suponer que alejar el Estado de la intervención va a generar per se un esquema de mejoras de exportaciones industriales no es cierto, no se verifica en la realidad. El Estado, el gobierno a cargo de la organización del Estado, deberá tomar una decisión, o favorece un tipo de cambio real más alto (con menor mercado interno) orientado a exportaciones más competitivas con un nivel de salarios en dólares más bajo (estilo Brasil) que tampoco asegura mejoras en las exportaciones en un mundo donde el comercio no crece significativamente, o permite que el tipo de cambio se aprecie, cosa que con apertura comercial, es una fuerte herramienta de concentración económica que sólo favorece el comercio de productos de bajo valor agregado, los servicios no transables (mayormente en manos de multinacionales o por ahora del Estado) y la posibilidad de un nuevo ciclo de valorización financiera.

Estructuralmente, lo primero que emerge desde Cambiemos es modificar los resortes de intervención del Estado. La lógica es admisible, con menos controles, el capital transnacional sería más libre de invertir y retirar sus ganancias, y por tanto debería venir con más fuerza, porque se puede ir con más fuerza. Y los argentinos podrían acceder sin discusiones burocráticas a importación de bienes tanto para consumo como para inversión.

En este sentido el FpV, propone repensar esos controles, aflojarlos, pero no entregar la conducción del mismo a la lógica del capital transnacional más extremo. Se supone que en el FpV hay un proyecto con mayor planificación desde el Estado que en Cambiemos, que parece dejar en manos del mercado esa "planificación". (Mercado, quiere decir que mandan los agentes más poderosos de la economía privada, no nos olvidemos.)

Con más precisión, los grupos en discusión no son nuevos en la Argentina. Estamos hablando de acreedores externos, que entraron o no al canje de 2005 y 2010, del FMI, que perdió control sobre la política interna, de los grandes exportadores de granos (vinculados a la SRA), de grandes empresas exportadoras más preocupadas por la remisión de utilidades que de sus ventas al mercado interno (asociadas a AEA), de medios de comunicación concentrados, de PyMEs, de cooperativas, de trabajadores, sindicatos y sectores populares, de jubilados, estudiantes y enfermos crónicos de altos o bajos recursos, del sector financiero extranjero o nacional (con distinta posición acerca del rol del BCRA), de la patria contratista y de los bien conocidos grupos económicos locales. La lista no es exhaustiva, ni unívoca (hay conjunciones entre sectores) pero dentro de esa lista, distintas agendas tienen distinta dimensión.

Entonces, aquí hay algo interesante. La agenda de Cambiemos implica retirar al Estado, y eso tiene bastante claridad. Retirar, es cambiar, no tiene misterio, aunque no se diga. Temas como restricción externa, libertad económica, competitividad, tipo de cambio, inflación, presión de sindicatos, déficit público, tarifas de servicios, infraestructura, eficiencia productiva, serán abordados con un eje rector: concentrar la economía, bajar el nivel de actividad y por tanto aflojar todas las tensiones.

¿Por ejemplo? La inflación tiene como causa madre la distribución del ingreso, a mayor equidad, mayor respuesta en contra, lo cual, tampoco es excusa para no contenerla. Esto se hace construyendo pactos sociales. Toda medida de concentración más allá de su inflación inicial, destruye la inflación inercial, y eso es lo que pide una parte de la sociedad, especialmente la más acomodada. La otra parte, lógicamente, también pide menos inflación, pero no a ese costo. Explicar esto no ha resultado de cara a las elecciones.

El resto de la agenda es bastante clara: mejorar la rotabilidad de capitales, de ingreso y salida, para lo cual la economía argentina irá en una dirección, bajar la proporción de importaciones sobre el resultado general del balance de pagos para liberar divisas. Esto puede implicar una mejora en la cuenta corriente que será acompañada con un mayor ingreso por el lado de la cuenta capital y financiera. ¿En criollo? Menos mercado interno, acorde con variables en control del mercado, y más endeudamiento. Si no alcanzan los dólares para que la inversión en seguridad social implique más de U$S65.000 millones por año (proyección según presupuesto 2016), esa inversión bajará en dólares, por ejemplo.

Lo curioso del caso es que Scioli propone una agenda de graduaciones, que no va en otra dirección, sino que va en la misma pero graduando todas las cuestiones y posiblemente, protegiendo otras, en materia económica. Es decir, el mercado interno se va a achicar, pero no tanto, concentración va a haber pero no tanta. La honestidad intelectual del FpV en campaña no parece haberle jugado a favor. "Los dos van a hacer lo mismo" se suele escuchar. Esto complicó las elecciones para el FpV. Sin embargo, en materia simbólica hay una fortaleza que persiste para el FpV: hablar de matrimonio igualitario o de DDHH sigue dando resultados a favor de la continuidad.

La novedad es que el Estado actual no tiene ninguna crisis, y sin embargo se espera un cambio de impronta política gane quien gane. El Estado deberá tomar posición sobre todos los temas mencionados más arriba. No es algo que vaya a ocurrir sólo. Eso, y el camino para alcanzar sus objetivos, es un poco lo que estamos votando en el balotaje en materia económica. Esto es lo que se va a empezar a ver desde el 11 de diciembre de 2015.

Buenos Aires, 13 de noviembre de 2015