Semana a semana, la opinión pública internacional recibe una catarata de noticias sobre la llegada de miles de inmigrantes a territorio europeo, quedando otros miles de ellos hundidos en esa inmensa fosa común llamada Mar Mediterráneo. La recurrencia de fotogramas del fenómeno no trasciende la mera información y la descripción empírica de una film de largo metraje que expresa una tragedia social cuyas causas trataremos de analizar. Para los analistas de la prensa hegemónica, el origen esencial del fenómeno tiene que ver únicamente con la situaciones de guerra o exilio forzado por persecuciones de orden político interno de cada país. Son muy pocos los analistas que incluyen entre las causas primigenias los efectos secundarios de décadas de implementación de la llamada globalización económica comandada por empresas multinacionales de los países centrales. Este proceso ha generado una profunda asimetría entre las industrias nativas, tanto de África como de Asia, y la invasión de productos manufacturados de los países centrales. El paradigma de la libre circulación de bienes, mercaderías y servicios, estandarte de la globalización económica, tiene paradójicamente un límite nodal, la libre circulación de ciudadanos. Ciudadanos que se ven afectados por el ingreso irrestricto de mercancías y a pesar de ser la principal mercancía desde hace siglos en el capitalismo, no pueden circular libremente como las mercancías que ellos consumen o producen . Esta mano de obra privada de su libre circulación es la que ha permitido su desarrollo en el llamado proceso de acumulación ampliada, generando el valor agregado de las materias primas, permitiendo con su aporte esencial el crecimiento exponencial de los servicios en múltiples actividades, desde la producción agraria comercial e industrial.
En esencia desde fin del siglo XX, se asiste a un nuevo estadio de desarrollo del capitalismo, considerada como una transformación caracterizada por un nivel superior de internacionalización del capital, que no se limita sólo a la producción, sino que abarca al comercio, las comunicaciones, el transporte, la cultura, las finanzas, los servicios, lo social, lo político e ideológico.
Que produce no sólo cambios que impiden la reproducción básica de millones de seres humanos en su lugar de origen, sino que les vende, a través de la maquinaria publicitaria de los medios de comunicación, la idea del “paraíso terrenal del consumo” a tan sólo cientos de kilómetros tras el Mediterráneo. Esa meca no sólo para los más empobrecidos sino para las clases medias pauperizadas de África y Asia no es otra que la vieja Europa del maltrecho Estado de Bienestar.
En esencia, se asiste a un nuevo estadio de desarrollo del capitalismo, que se expresa como una transformación no sólo de consecuencias económicas sino de incidencia en la subjetividad, y por ende en los deseos del común de una ciudadanía global encerrada a diferencia de las otras mercancías en las rígidas fronteras nacionales.
Por lo tanto de dicho desborde migratorio no son ajenos en sus causas originarias , ni en su reforzamiento ideológico los países europeos que en su historia durante siglos han colonizado vastos territorios. Y posteriormente en las últimas décadas tras la etapa neocolonial con gobiernos asociados a los intereses económicos de las transnacionales, no sólo han destruido miles de puestos de trabajo, sino que han impedido el potencial desarrollo de un entramado empresarial nativo que con niveles inferiores de productividad permitía ocupar nichos del mercado interno en el ámbito de la alimentación , la vestimenta y múltiples actividades que sucumbieron ante la incursión sin ningún tipo de regulación estatal de productos manufacturados de empresas transnacionales.
En paralelo al mencionado proceso, distintos investigadores consideran que el drama africano y las raíces de sus causas estructurales han sido la expoliación de recursos naturales, la falta de voluntad política de las clases dirigentes para reactivar la economía, la escasa incidencia de las inversiones en la actividad productiva, así como el neocolonialismo y la corrupción que han llevado a África a una situación de empobrecimiento forzoso.
El continente padece de un enriquecimiento sin desarrollo, que se ha agudizado paradójicamente en plena etapa de globalización económica y financiera .
Los gobiernos autóctonos junto a las clases dirigentes que conforman las élite políticas son el nexo de una asociación asimétrica, con las empresas multinacionales de los países centrales que hoy impiden el ingreso de las principales víctimas de sus políticas económicas. Por lo tanto las xenófobas afirmaciones del primer ministro británico David Cameron, al caracterizar al desborde migratorio ocurrido en la última semana en el puerto de Calais como el “enjambre migratorio”. Expresa no sólo el talante racista del líder conservador, ante el ingreso de decenas de africanos, colgados en los camiones de mercaderías, o en los techos de trenes que vienen del continente. Ocultos en su fuselaje o donde pueden -con el riesgo de sus propias vidas– intentando atravesar el Canal de la Mancha, por medio del túnel que une la ciudad de Calais en Francia con la localidad de Folkestone en Inglaterra. Sino que también expresa el imaginario del ciudadano medio de la Europa en crisis, que hoy define como su principal preocupación la llegada de esta suerte de “plaga incontrolable”. Superando en algunos casos, según la encuestadora Eurobarómetro, la inquietud de la ciudadanía por la situación económica que es del 27%, mientras el miedo a la invasión migratoria ha ascendido en los últimos seis meses 14 puntos llegando al inédito 38% de los que habitan la eurozona.
En síntesis, el fenómeno de la emigración de África, Asia y la periferia europea no es un problema tan sólo de esos países en crisis, sino de un modelo societal a escala global que extrae millonarias ganancias de los lugares más recónditos del planeta , exigiendo la libre circulación de mercancías, bienes, servicios y capitales , sin hacerse cargo de sus efectos nocivos, e impidiendo contradictoriamente la libre circulación de los ciudadanos de ese mundo globalizado. «
En esencia desde fin del siglo XX, se asiste a un nuevo estadio de desarrollo del capitalismo, considerada como una transformación caracterizada por un nivel superior de internacionalización del capital, que no se limita sólo a la producción, sino que abarca al comercio, las comunicaciones, el transporte, la cultura, las finanzas, los servicios, lo social, lo político e ideológico.
Que produce no sólo cambios que impiden la reproducción básica de millones de seres humanos en su lugar de origen, sino que les vende, a través de la maquinaria publicitaria de los medios de comunicación, la idea del “paraíso terrenal del consumo” a tan sólo cientos de kilómetros tras el Mediterráneo. Esa meca no sólo para los más empobrecidos sino para las clases medias pauperizadas de África y Asia no es otra que la vieja Europa del maltrecho Estado de Bienestar.
En esencia, se asiste a un nuevo estadio de desarrollo del capitalismo, que se expresa como una transformación no sólo de consecuencias económicas sino de incidencia en la subjetividad, y por ende en los deseos del común de una ciudadanía global encerrada a diferencia de las otras mercancías en las rígidas fronteras nacionales.
Por lo tanto de dicho desborde migratorio no son ajenos en sus causas originarias , ni en su reforzamiento ideológico los países europeos que en su historia durante siglos han colonizado vastos territorios. Y posteriormente en las últimas décadas tras la etapa neocolonial con gobiernos asociados a los intereses económicos de las transnacionales, no sólo han destruido miles de puestos de trabajo, sino que han impedido el potencial desarrollo de un entramado empresarial nativo que con niveles inferiores de productividad permitía ocupar nichos del mercado interno en el ámbito de la alimentación , la vestimenta y múltiples actividades que sucumbieron ante la incursión sin ningún tipo de regulación estatal de productos manufacturados de empresas transnacionales.
En paralelo al mencionado proceso, distintos investigadores consideran que el drama africano y las raíces de sus causas estructurales han sido la expoliación de recursos naturales, la falta de voluntad política de las clases dirigentes para reactivar la economía, la escasa incidencia de las inversiones en la actividad productiva, así como el neocolonialismo y la corrupción que han llevado a África a una situación de empobrecimiento forzoso.
El continente padece de un enriquecimiento sin desarrollo, que se ha agudizado paradójicamente en plena etapa de globalización económica y financiera .
Los gobiernos autóctonos junto a las clases dirigentes que conforman las élite políticas son el nexo de una asociación asimétrica, con las empresas multinacionales de los países centrales que hoy impiden el ingreso de las principales víctimas de sus políticas económicas. Por lo tanto las xenófobas afirmaciones del primer ministro británico David Cameron, al caracterizar al desborde migratorio ocurrido en la última semana en el puerto de Calais como el “enjambre migratorio”. Expresa no sólo el talante racista del líder conservador, ante el ingreso de decenas de africanos, colgados en los camiones de mercaderías, o en los techos de trenes que vienen del continente. Ocultos en su fuselaje o donde pueden -con el riesgo de sus propias vidas– intentando atravesar el Canal de la Mancha, por medio del túnel que une la ciudad de Calais en Francia con la localidad de Folkestone en Inglaterra. Sino que también expresa el imaginario del ciudadano medio de la Europa en crisis, que hoy define como su principal preocupación la llegada de esta suerte de “plaga incontrolable”. Superando en algunos casos, según la encuestadora Eurobarómetro, la inquietud de la ciudadanía por la situación económica que es del 27%, mientras el miedo a la invasión migratoria ha ascendido en los últimos seis meses 14 puntos llegando al inédito 38% de los que habitan la eurozona.
En síntesis, el fenómeno de la emigración de África, Asia y la periferia europea no es un problema tan sólo de esos países en crisis, sino de un modelo societal a escala global que extrae millonarias ganancias de los lugares más recónditos del planeta , exigiendo la libre circulación de mercancías, bienes, servicios y capitales , sin hacerse cargo de sus efectos nocivos, e impidiendo contradictoriamente la libre circulación de los ciudadanos de ese mundo globalizado. «