martes, 4 de agosto de 2015
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DRONES. Ex piloto del programa secreto de la CIA denuncia la guerra sucia de EEUU
La historia de Brandon Bryant es posiblemente la de muchos jóvenes estadounidenses que entran a las fuerzas armadas de su país: lo hacen para tener una carrera universitaria. En EEUU es muy difícil acceder a estudios universitarios para amplias capas de la población y quienes no pueden pagárselos, o se endeudan por muchos años o entran al ejército que les ofrece esa posibilidad. A Brandon Bryant lo instruyeron como piloto de drones del programa secreto de la CIA, pero su conciencia fue más fuerte y hoy recorre el mundo denunciando lo que él mismo llama crímenes de guerra. En el documental Dronede la realizadora noruega Tonje Hessen, recientemente pesentado en el Festival de Documentales de Amsterdam, Bryant relata su experiencia. MM
Ex piloto de drones de la CIA: “Apuntas, disparas y matas. Eso es todo”
El soldado reconoce haber matado a 13 personas y haber ayudado a matar a otras 1.636 mediante aviones no tripulados que se manejaban desde unidades móviles en Norteamérica. Afirma que “Estados Unidos está llevando a cabo una cruzada religiosa” en países como Irak, Afganistán, Yemen, Somalia o Pakistán. Sufre de estrés postraumático y está convencido de que “los espíritus de las personas que he matado me acecharán hasta la muerte”.
Alejandro Ávila/eldiarioes/ Ámsterdam
Brandon Bryant tiene 29 años, pero se siente como si tuviera 40 más. Ha dado muerte a 13 personas. Fríamente, con un simple botón y a miles de kilómetros de distancia. Bryant es piloto de drones de la CIA y con su escuadrón secreto ha contribuido a matar a más de 1.600 personas en países como Irak, Afganistán, Yemen, Somalia o Pakistán sin moverse de Estados Unidos. Se considera, por ello, un criminal de guerra y para restablecer, según sus palabras, el equilibrio del universo se dedica a denunciar la guerra sucia que lleva a cabo su país. La noruega Tonje Hessen le ha dado voz en su documental ‘ Drone’, recién presentado en el Festival Internacional de Documentales de Ámsterdam (IDFA), donde Eldiario Andalucía tuvo la oportunidad de entrevistarle.
¿Le está permitido decir en qué países llevó a cabo ataques con drones?
Sí. Irak, Afganistán, Yemen, Somalia y Pakistán.
¿Los islamistas radicales eran siempre su objetivo?
Sí, casi siempre eran talibanes o miembros de AlQaeda, esa era nuestra lucha, la lucha contra los insurgentes, que era como nosotros los llamábamos.
¿A cuántas personas mató?
Maté a 13 personas, pero, en total, ayudé a matar a 1.626.
Creo que tiene una manera especial de llamar al modo de matar con un dron…
Point-klick-kill. (Apuntar, presionar y matar. Chasquea la lengua mientras presiona un botón imaginario). Eso es todo lo que sientes, lo único que ocurre. Apuntas el láser, disparas y matas. Eso es todo.
¿Matar con un arma de fuego es más real?
Para mí era real mental y espiritualmente. Yo veía lo que ocurría antes y después de los ataques. Veía los resultados. Es muy difícil seguir viviendo con una carga así.
Es decir, veía después los cuerpos.
Sí.
¿Me puede describir cómo era su trabajo?
Eran unas jornadas de trabajo muy largas, doce horas seis días a la semana. En condiciones de trabajo realmente miserables, hacías la misma mierda un día tras otro. En una caja de 2,5 metros de ancho por 2,5 de alto y 6 de largo. Era un sitio muy pequeño.
¿Por qué?
Era una unidad móvil para poder llevarla de un lado a otro. Pero trabajábamos siempre desde Estados Unidos.
¿Por qué su exposición pública constante?
Es una penitencia, algo que tengo que hacer para pagar por mis pecados. Es lo que merezco: es el destino, es karma.
Luego, se define como un asesino…
Sí, soy un criminal de guerra. Después de haberme informado y leído mucho, esa es la conclusión a la que he llegado. En Estados Unidos me consideran un traidor, mientras que en Oriente Medio hay talibanes que me apoyan
¿Deberían procesarle como criminal de guerra?
La verdad es que hay mucha gente a la que le encantaría. Pero yo sólo soy una pequeña parte del engranaje, así que habría que llevar a muchos a juicio. En cualquier caso, yo no me opondría a que me llevaran ante un tribunal internacional.
¿Por qué es más injusto matar con un dron que con un avión?
No hay diferencia, en los dos casos estás matando personas. Hay quien pone excusas y dice que es mejor matar con un dron que con un caza, pero la verdad es que sólo justifican el asesinato de personas al decir que matar a alguien está bien si lo haces con tecnología avanzada.
Deshumanizar al enemigo era fundamental, ¿de qué manera se llevaba a cabo?
Los llamábamos ‘los tipos malos’, los enemigos, los islamistas… lo importante era marcar la diferencia entre nosotros y ellos. Se hacía mucho hincapié en el aspecto religioso: nosotros somos cristianos, los islámicos odian a los cristianos y por eso tenemos que luchar contra ellos. Usaban su religión para combatir otra religión.
¿Está diciendo que Estados Unidos está llevando a cabo una cruzada religiosa?
Sí, en buena medida así es. Es muy fácil justificarlo así, cuando tu gente comparte un mismo sistema de creencias.
¿Por qué decidió entrar en el ejército americano, donde es tan probable que tengas que participar en una guerra?
No entré en una fuerza especial, donde se supone que tienes que matar a gente, no era esa mi intención. Sin embargo, cuando empecé en el programa de drones, confiaba en que estábamos haciendo lo correcto. Pero esa confianza se vino abajo.
¿Por qué?
Mis jefes acabaron con ella cuando yo necesitaba ayuda y no me la brindaron. Me hirieron gravemente y me tuvieron que hospitalizar. Fue ya fuera del programa de drones. Estaba haciendo maniobras con las fuerzas aéreas y me cayeron encima 70 kilos de peso, y ellos lo único que hicieron fue echarme de una patada, prácticamente me dejaron morir. Pensé que era un castigo del universo por haber participado en el programa de drones y haber contribuido a la muerte de tantas personas, así que creí que era el momento de hacer lo correcto y compartir mi experiencia con los demás. Eso es lo que estoy haciendo.
¿Cómo reacciona la gente cuando le cuenta todo esto?
A la gente le suele chocar mucho lo que cuento, es inusual contar con este tipo de información y que lo haga alguien que ha estado ahí. En cualquier caso, muchos tratan de apoyarme; desde Europa, incluso en Oriente Medio hay gente del entorno talibán que dice que me apoya.
¿Se siente odiado?
Para muchos me he convertido en un traidor. Pero la cuestión es que yo no estaría haciendo esto si yo no amara a mi país. Se supone que representamos la libertad, la justicia y la democracia. Que somos gente que ayudamos a otros. Y no lo estamos haciendo, llevamos más de 15 años sin hacerlo… y yo lo que quiero es que mi país luche precisamente por eso. Lo estoy haciendo porque quiero que nosotros volvamos a ser buenos y que reconozcamos que lo hemos estado haciendo mal.
¿En términos legales le pueden considerar un traidor?
No, no estoy vendiendo secretos. Sólo estoy hablando de mis experiencias, de lo que he hecho mal. Intento construir, no destruir nada. No me pueden hacer nada, excepto… bueno, en Estados Unidos vivo en un coche. Soy pobre, no tengo dinero.
Piloto de drones norteamericano en su puesto de trabajo
¿El Gobierno no le apoyó después de su accidente?
Me dan 1.000 dólares al mes, pero eso, básicamente, solo me sirve para pagar mis facturas. No puedo vivir de eso. Soy un veterano inválido y estoy luchando contra ellos para conseguir algún tipo de ayuda, pero me lo impiden a cada paso, es su manera de hacerme daño.
¿Recibe llamadas de las autoridades?
No, nunca me han llamado ni contactado de ninguna manera. Lo que hacen, por ejemplo, es que cada vez que vengo a Europa me bloquean la cuenta de débito. Se dedican a hacerme la vida imposible.
¿Por qué decidió entrar en el ejército?
Me enrolé porque me iban a pagar mis estudios universitarios.
¿Quería ser un héroe?
Cuando era más pequeño quería ser un héroe, quería ser el bueno de la película, como Spiderman o el Capitán América, alguien que defendiera la justicia.
¿Ser soldado era una manera de convertirse en un héroe?
Para los ignorantes o los desinformados, un soldado es un héroe, pero la realidad es que los militares deberían ser el eslabón más bajo de la sociedad. Hacen falta, son necesarios, pero no debería considerarse heroico matar a alguien, no se debería celebrar algo así.
¿Es cierto que cada vez que mataban lo celebraban?
Yo no lo hacía, nunca celebré matar a otra persona, pero conozco a gente que sí lo hacía. Se chocaban las manos, se daban palmadas en la espalda, decían “hemos matado a los malos” o “estamos ganando esta guerra contra los terroristas”, ya sabe, ese tipo de estupideces.
¿Y cómo se sentía usted?
Fatal, no entendía que acabáramos de matar a alguien y estuviéramos celebrándolo. Pensaba que las cosas nunca deberían ser así.
¿Ese es el origen de su estrés postraumático?
Sí, la culpa ha contribuido. Me siento acechado por los espíritus de las personas que he matado. Literalmente, hay un ejército de fantasmas en esta habitación acechándome hasta la muerte.
¿Por qué no abandonó?
Había dado mi palabra de defender la Constitución de los Estados Unidos contra cualquier enemigo y de obedecer las órdenes de mis superiores. No podía desobedecer.
¿Cómo es ahora su vida?
(Risa irónica). Mi vida es una mierda, pero está bien así, porque es mi penitencia. Nunca volveré a tener una vida feliz. En realidad es probable que mi vida acabe de una manera trágica, pero está bien que sea así. Es una lección para otros, para que aprendan lo que es correcto y lo que no
ARTE DE ULTIMAR Aníbal, zoncerólogo sin mordaza
Por Juan Sasturain
El lunes que viene –la próxima vez que tenga este espacio para divagar– ya va a ser tarde, con las PASO nacionales y provinciales puestas, y por eso que me gustaría decir ahora que me cae muy bien Aníbal Fernández, al que no conozco sino por sus dichos, hechos y escritos. Y por sus flagrantes enemigos. Y con eso –por ahora– me alcanza y sobra para estar de su lado.
Aníbal es el candidato que –me consta– muchos hubiéramos votado para presidente. Por eso –aunque espero y confío en que su nominación se impondrá– quisiera dejar sentado que sería una lástima que no fuera él el hombre que el Frente para la Victoria lleve como propuesta en el distrito bonaerense, donde no me tocará votar pero del que me siento parte.
Aníbal me gusta y me identifico en gran parte con él porque es el último jauretcheano. Un envidiable atributo. No el jauretcheano final –porque siempre habrá cría, ya que la realidad los pide y los seguirá pidiendo como antídoto ante tanta prédica mentirosa– sino el mejor intérprete contemporáneo, en concepto y estilo, del ilustre deschavador de zonceras. Genuino zoncerólogo que se le ha animado, hace unos años, a escribir o dictar la continuación glosada del mítico manual de don Arturo. Y con eficacia. Como Jauretche, Aníbal es informal (por coloquial) en la expresión, pero riguroso en el concepto y las ideas simples (pero no ingenuas), llanas y contundentes. Y no es un mero provocador ni un polemista pintoresco, como solían endilgarle intencionadamente desde la necia compostura al hombre de Forja: es en el fondo un docente. Pero no un autor de libros de pedagogía sino un maestro de grado, de los que se arremangan cada día, esquivan los tizazos, se cagan en el programa si es necesario pero dan clase igual.
Y hay algo más. Como decía en otros contextos Borges de Oscar Wilde, es tan ingenioso y rápido que suele perderse de vista el hecho básico de que habitualmente tiene razón. Y que tiene razón diciendo lo que piensa, lo que cree y lo que sabe. No lo que le dijeron o lo que le gustaría o lo que quieren oír los que reparten (o no) la torta.
Y es –dicen– irritativo e incorrecto. Y que por eso “no mide”. Hay que matizar: es irritativo para los que debe serlo. Les jode, y está bien que así sea. Y en cuanto a la incorrección, de aparentes correctos y solemnes que se prepararon, engrupidos, para ser frutilla de un postre que eran incapaces de cocinar, como Luder y De la Rúa (a los que confieso haber votado, gil de mí), está lleno el infierno de los políticos flotadores.
Además, me gusta Aníbal precisamente por lo que se suele descalificar a los que son como él: es (en todos los sentidos) un político. Me explico: me gusta por tener todo eso que uno no tiene (y tantos otros carecen) que es la genuina vocación política. Porque uno, como la mayoría, lo que tiene son opiniones políticas –convicciones incluso, si se quiere– pero no vocación. Energía para dedicarse, para pelear cotidianamente, para lidiar las desgastantes batallas diarias sin perder de vista el sentido general de la guerra. Está hecho con esa (extraña) madera. No pasa por ahí de vez en cuando a ver si moja un cargo, a ver si se le da, y si no vuelve a la empresa o a la vocación artística o deportiva. Me revientan los políticos ocasionales. Y por eso me gusta de Aníbal su condición de político pleno, asumido, vocacional. La política es su hábitat y no entra y sale de ella según las coyunturas sino que vive por y para la política. Y porque sabe que hacer política es trabajar desde las convicciones para modificar la realidad y arrimarla a lo que uno cree que debe parecerse; y que para eso hay que plantearse la cuestión del poder. Y –en esa dirección– la posibilidad del acceso al gobierno como instrumento para pelearle los espacios al poder real. Lo demás es –dentro del sistema que vivimos– simplemente palabras, palabras, palabras.
Como éstas. Sólo palabras que no compensan ni substituyen la acción ni la militancia. Simples opiniones. En este caso para respaldar, sin más fundamentos que los desmañadamente expuestos, el laburo y la propuesta de un zoncerólogo perspicaz y sin mordaza. Temible como aquel otro Hannibal, el que mordía. Pero éste no es Lecter sino lector. Buen lector, además. Que no es poco. Mucho más cuando se trata de lidiar con tanto burro correcto con boleta, tanto improvisado político marketinado de apuro y sin pudor, que no sabe –entre otras tantas que debería– ni quién era ni menos qué hizo y dijo Arturo Jauretche.
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