domingo, 3 de mayo de 2015
EL FOTOGRAFO ROMANO VALERIO BISPURI PRESENTO SU LIBRO ENCERRADOS. 10 AÑOS. 74 CARCELES Vidas en blanco y negro y también grises
Por Beatriz Vignoli
"Si podés tocar con la mano lo que estás sacando, esa es la distancia óptima", dijo el fotógrafo romano Valerio Bispuri en la presentación de su libro Encerrados. 10 años. 74 cárceles, el jueves pasado en el Centro de Estudios Latinoamericanos Ernesto Che Guevara.
La presentación, que fue organizada por el Colectivo de Investigación Militante sobre los Jóvenes y el Poder Punitivo (surgido en 2010 de la Casa de la Memoria y el Colectivo de Acompañantes Juveniles del Instituto de Recuperación del Adolescente de Rosario) convocó al CELChe a un numeroso público, con quienes Bispuri entabló un diálogo fluido entre la proyección de las imágenes del libro y de un documental sobre dos de sus ensayos fotográficos. Con su lente de 24 mm 1.4, la famosa "24 1.4", que permite fotografiar en condiciones de poca luz con una profundidad de campo que brinda un fondo fuera de foco pero legible, Bispuri viaja por el mundo trabajando como reportero gráfico para prestigiosos medios y la agencia Echo y, como parte de un vasto proyecto independiente de una década de labor que cobró forma en este nuevo libro, ha logrado entrar en lugares de donde es imposible salir: las cárceles de varios países de Latinoamérica.
Otro encierro lo convocó a un nuevo proyecto hasta 2013: el de los atrapados en el consumo del paco. "¿Puedo sacarte fotos mientras fumás?", se lo ve preguntar amablemente, en la segunda parte del documental, a un joven consumidor cuya madre lo ha recibido en la precaria vivienda familiar de Villa Lomas (Buenos Aires). "Voy a la villa todos los domingos", cuenta a su público, en castellano, con el mismo acento tano con que narra sus peripecias y sus astucias como visitante en busca de imágenes de la vida cotidiana carcelaria: "Con los guardiacárceles me hago el canchero, les hablo de Italia y del fútbol. Con los internos la charla es distinta, es más del corazón. Quieren contarme las historias de sus vidas, me ayudan a mostrarlas".
Valerio vive en Argentina desde hace años. ¿Cuándo y por qué?
"Vine el 16 de diciembre de 2001", precisa. La fecha lo dice todo. "Me enamoré", agrega, y hace una sentida pausa; pero cuando están todos esperando la confesión sentimental, continúa: "De ustedes. Totalmente. Me enamoré de la rabia de la gente, que sacaron al presidente. Para los europeos fue increíble. Estuve en fábricas tomadas, viajé al Chaco. Quise entender qué estaba pasando. Me interesaba ir al fondo, saber de dónde venía eso. No se trataba de fotografiar a los manifestantes, llevar la foto a Europa y venderla. Se necesitan por lo menos cinco años, diez años, para entender algo. Si no, sale una imagen estética, no profunda. En mis talleres siempre digo que recién empezás a sacar fotos cuando estás cansado de ver".
Con su voz vivaz donde se mezclan la intensidad vital con la fatiga de una historia contada muchas veces, cuenta que en 2009 expuso su obra sobre las cárceles argentinas en el Centro Cultural Recoleta de Buenos Aires durante el Festival de los Derechos Humanos; que en 2002 en una cárcel de Quito le tiraron orina; que en Villa Devoto los presos charlaban de fútbol y tomaban mate, escena fundadora del proyecto, donde entrevió "una normalidad" en el encierro; que en Brasil, en cambio, las mujeres bailan entre los muros; que una vez "robó" una foto de un guardiacárcel apaleando a un interno con una cachiporra y que la foto salió igual pese al empujón de otro guardia; que nunca lo tomaron de rehén, aunque temió que eso pasara; que tuvo el honor de que Eduardo Galeano le escribiera un texto para el libro y que su muerte fue un golpe para él; que lo que él ama de este continente es "la rabia" (lo que nosotros llamamos la bronca) "en su aspecto positivo de salir adelante, aguantar"; seguir viviendo.
"Al 99% de los sudamericanos no se les pasa por la cabeza matarse", sociologiza Valerio Bispuri desde su amplia experiencia en el trato con sobrevivientes de la miseria. "Dicen: "voy a robar", "te mato a vos"" y este es el lado negativo de la rabia: el robo y la violencia". Bispuri no habla de los premios que obtuvo por este libro: ni del Sony World Photography Awards 2013 en la categoría Temas Contemporáneos, ni de la mención y el primer premio Poy Latam en 2011 y 2013. Su mayor orgullo es que en 2010 hayan cerrado el pabellón 5 de Villa Devoto. No quiere hablar de "foto de denuncia" sino de documento antropológico. A la pregunta de esta cronista sobre quién financió el proyecto, que abarcó nueve años de su vida, responde: "Nadie. Yo".
Una descripción muy precisa del libro se encuentra en la página de la plataforma internacional de financiación colectiva Kiss Kiss Bank Bank: mil copias, formato álbum, 28 x 25 cm, 192 páginas en papel couché de 170 gramos, 80 fotografías, tapa dura cosida a hilo. El libro pesa en la mano. Sus sombras en blanco y negro recuerdan al arte de la Contrarreforma, que las usaba para pintar otros claustros y otras libertades: el éxtasis místico de los santos en los conventos.
En el prólogo, el periodista napolitano Roberto Saviano (quien vive bajo custodia por haber revelado secretos de la mafia en su libro Gomorra) lo define un poco autobiográficamente como "Un libro sobre la libertad perdida". Para Galeano, estas fotografías son radiografías. Retratan, según Bispuri, cada sociedad. El recorrido abarca imágenes obtenidas en las cárceles de Quito y Guayaquil (Ecuador) y Los Teques (Caracas, Venezuela); en 2005, en las de San Pablo Quillacollo y San Sebastián (Cochabamba, Bolivia); en 2006, en Villa Devoto y Ezeiza (Buenos Aires), en San Felipe (Mendoza) y en La Tablada (Montevideo, Uruguay); en 2007, en las de Urigancho, la de Chorrillos y el penal de máxima seguridad Miguel Castro Castro (Lima, Perú); también en 2007, tres de Colombia: Combita y el Buen Pastor en Bogotá y la cárcel de Bellavista en Medellín; en 2008, la Penitenciaría de Santiago de Chile y la cárcel para mujeres de Iquique, también en Chile; en 2008, Bangu 2 y Bangu 3, en Río de Janeiro. Se ve hacinamiento, condiciones indignas, oscuridad y también solidaridad, o la alegría inesperada de una mujer que baila entre las cuchetas con el rostro estragado. "Ir adentro de las cárceles a presentar el libro" es ahora el desafío. De hecho el autor estuvo presentándolo esa misma mañana en la cárcel de Piñero, a 14 km al sudeste de Rosario. Y en esta ciudad dictó un taller, ayer y anteayer, como el que dará en Roma la semana que viene.
LA ESTRUCTURA DE LA PRODUCCION TEXTIL EN LA CIUDAD, EN BASE A EXPLOTACION Y REDUCCION A LA SERVIDUMBRE Del taller clandestino a la gran vidriera
Por Raúl Dellatorre
La entrada que corresponde a la propiedad de Páez 2796 está tapiada. Da a un local de esquina, con persianas permanentemente cerradas sobre la ochava y un ventanal sobre la misma calle. Junto a la puerta tapiada, hay otra que sí permite acceder. En la misma manzana, o calle mediante, funcionarían al menos otros tres talleres clandestinos, según diversas denuncias, como el que existía en la esquina de Páez y Terrada hasta que un incendio, el último lunes, terminó con la actividad ilegal y con la vida de dos criaturas hacinadas en el lugar, Orlando y Rodrigo Camacho. A un par de cuadras, señala otro denunciante, existe un enorme depósito en el que por las madrugadas ingresan camiones y descargan containers con los rollos de tela que luego serán utilizados en los talleres circundantes. A pocos metros, los vecinos vieron descender de vehículos de carga e ingresar gigantescos lavarropas industriales. A los pocos días, empezaron a notar la pérdida de presión de agua en sus domicilios, lo que los obligó a instalar bombas para poder seguir teniendo agua disponible.
Así como en esta zona del barrio de Flores, ubicada a no más de tres cuadras del cruce de las avenidas Gaona y Nazca, existen centenares de instalaciones clandestinas en la ciudad de Buenos Aires que realizan tareas de lavado, corte y costura de prendas que suelen llegar al comercio con la etiqueta de las principales marcas del rubro. Detrás de esos muros, se mantiene a gente hacinada, explotada, mal alimentada y mal paga, sometida a condiciones de encierro y esclavitud para realizar su “trabajo” sin la menor existencia o respeto a derecho alguno. Esta figura delictiva tiene un nombre legal: “trata de personas con fines de explotación laboral”, o bien “reducción a servidumbre”. La masividad del fenómeno tiene dos explicaciones básicas: el abuso de grandes empresas para “reducir costos de producción” (eufemismo para explicar lo que en realidad es explotación salvaje) y la ineptitud de las autoridades (en este caso, el Gobierno de la Ciudad) para perseguir a los responsables e impedirlo.
El mecanismo de los talleres de costura clandestino no es nuevo, aunque con el tiempo parece haberse “perfeccionado”, según refieren distintos actores que siguen el tema. Explican que el manejo operativo del negocio se ha ido concentrando para hacerlo “más funcional” a los intereses que están por encima.
“Ya en la época de Aníbal Ibarra se conocía la existencia de estos talleres de costura clandestinos”, relata Edgardo Castro, inspector de la Subsecretaría de Trabajo de la Ciudad, que viene dando pelea por terminar con la impunidad en la actividad. “Hubo una primera oleada de explotación a trabajadores bolivianos, que eran reclutados en su país y traídos engañados para terminar haciendo trabajo esclavo en estos talleres, usualmente a las órdenes de personas de origen coreano”, relata Castro, quien ya en ese período (2000 a 2006) se ocupaba de este tipo de inspecciones. “Los talleres estaban equipados con máquinas que provenían, generalmente, de fábricas textiles desmanteladas en los ’90”, agrega. Adquiridas en remate, terminaron completando el ciclo perverso: de la desindustrialización del país a la explotación salvaje de la mano de obra.
En esos años iniciales del siglo se desarrolló una tarea de control que derivó, en algunos casos, en la legalización de las instalaciones o en su clausura. Varios de los que corrieron este último destino, se sabe, terminaron desplazándose hacia la provincia de Buenos Aires para seguir en la actividad clandestina. Pero se sospecha que el ciclo de cierre de talleres y apertura de otros en similares condiciones de ilegalidad jamás se interrumpió. La primera novedad estuvo dada por la sustitución de los ex “responsables” del manejo de esos talleres, antes coreanos, por nuevos operadores en el mismo servicio, pero de origen boliviano. Es decir, bolivianos que ahora explotan a personas de su mismo origen.
El nuevo orden
Con el cambio de mando en la Ciudad y la llegada del macrismo, la novedad “verificable”, según subraya Edgardo Castro, fue el relajamiento de los controles. Menos inspectores en la calle, menos acciones judiciales para impulsar los allanamientos y, en consecuencia, menos cierre de talleres clandestinos.
Distintas fuentes consultadas –algunas vinculadas a la asociación La Alameda, principal denunciante de esta forma de explotación en la Ciudad– coincidieron en que, junto a la menor presencia del control del Estado, también cambió la modalidad de organización del trabajo. Unos hablan de “una organización más concentrada” de los centenares de talleres de costura que existen en la ciudad (se llega a afirmar que suman entre dos mil y tres mil). Otros mencionan una “protección coordinada” entre distintas organizaciones que manejan, cada una, varios locales clandestinos. Pero lo que surge más claro es que no hay competencia entre los distintos grupos de talleres, cada uno a cargo de un referente o “capanga” (así los llaman en la jerga interna), sino que hay coordinación entre las tareas que cumplen. Es decir, se ponen de acuerdo o “no se pisan” respecto a qué parte del mercado abastece cada uno.
La costura es la última etapa de fabricación de la prenda. Es decir, del taller clandestino sale la prenda terminada. Usualmente, al establecimiento llegan los cortes de tela ya lavados y teñidos para su confección final. Entre las distintas etapas, la del costurero es la que requiere de mayor trabajo manual. De allí que importe tanto, para bajar los costos, que esta tarea se haga de manera irregular, sin respetar derechos del trabajador, salarios mínimos, de aportes patronales, de condiciones del lugar de tareas y, muchos menos, de higiene y seguridad.
Cadena de encubrimiento
La Alameda ha denunciado que por lo menos 130 marcas, entre las más conocidas de ropa de confección, utilizan los talleres clandestinos para abaratar su cadena de producción. Pero lo que afirman en la actividad es que esta relación nunca es directa: la marca líder contrata la confección con una empresa intermediaria que es, a su vez, la que encarga el trabajo a los talleres clndestinos. “La empresa tercerizada es la que le factura a la gran empresa de ropa de marca como si hiciera el trabajo por sí misma: es la que compra la tela, encarga su lavado, teñido, puede que haga por sí misma los cortes, y después lo manda a costura al taller. Si la prenda sale de costo total 100 pesos, seguro que al trabajador que la cosió no le dieron más de 3 pesos por prenda. Y a la vidriera del shopping puede llegar a 1000 o 1500 pesos”, describió Ezequiel Conde, delegado de una gran empresa del rubro a la cual denunció ante los tribunales por estas prácticas, pero sin llegar a conmover al magistrado. Estas firmas “tercerizadas” serían, en este esquema, la clave del circuito, en tanto “legalizan” el proceso de producción.
La mayor concentración de estos talleres clandestinos en la ciudad de Buenos Aires se da en los barrios de Flores, Floresta y un poco más al sudoeste, incluida una zona de asentamientos. La zona coincide con el lugar en que fueron asentándose la comunidad coreana primero, y la boliviana después. El reclamo de justicia no pasa por discriminar a estos trabajadores inmigrantes, subrayan los denunciantes, sino por defender sus derechos contra una explotación salvaje a la que se los somete, por puro beneficio económico para un puñado de empresas. Tanto el taller clandestino de Páez al 2700, como otras decenas de domicilios de localización de instalaciones similares, fueron denunciados en diversas oportunidades por las organizaciones que siguen estos casos, como la que conduce Gustavo Vera. Pero en forma igualmente reiterada, tanto la Subsecretaría de Trabajo de la Ciudad, a cargo de Ezequiel Sabor, como la Dirección General de Protección del Trabajo, que conduce Fernando Macchi, se justifican señalando que no tienen elementos para proceder. En el caso del taller siniestrado el lunes, que les costó la vida a dos chicos hijos de inmigrantes bolivianos, su existencia estaba denunciada por “trata de personas” en septiembre de 2014. La respuesta de la subsecretaría, en noviembre último, fue que la repartición “no registra inspecciones” hechas en ese domicilio. Por lo tanto, desconocía si existía o no trata de personas con fines de explotación laboral. Tampoco mandó inspecciones con posterioridad para verificarlo. Ante la inoperancia oficial, esta semana, fue la catástrofe la que derribó la puerta.
LOS PASOS QUE VIENEN EN LOS PERITAJES DEL CASO NISMAN La hora de las definiciones
Por Raúl Kollmann
Nada está terminado; todo está en marcha y se vienen las definiciones. Las tres grandes pericias, sobre las que habrá novedades en la semana que empieza mañana, se orientan a reforzar la hipótesis de que Alberto Nisman se quitó la vida. La junta médica se reunirá el martes. En la revisión de imágenes del cuerpo del fiscal en el momento en que se encontró el cuerpo, se percibe una rigidez compatible con una muerte producida doce horas antes, es decir en el mediodía del domingo 18 de enero. Esto significa que el fiscal no murió el sábado, como sostiene la querella que encabeza la ex esposa de Nisman, Sandra Arroyo Salgado, y que es la base de la hipótesis del homicidio. También el martes se encontrarán los criminalistas que actúan en el expediente. Todos ellos coinciden en que la puerta del baño estaba cerrada en el momento del disparo. Esto hace pensar que no existió un homicida, porque no hubiera podido salir del baño sin dejar rastro. La pericia sobre los celulares y computadoras se terminó el viernes. Por lo que se sabe, quedará confirmado que la computadora de Nisman se abrió sobre las siete y media del domingo y la apertura fue desde el propio departamento de Le Parc. Es otro dato que controvierte la hipótesis de que Nisman fue asesinado por Diego Lagomarsino el sábado 17 de enero. En esta semana, además, declarará Elisa Carrió el martes y habrá un careo entre un custodio y la madre de Nisman el miércoles.
Médicos
Después de una semana en la que diez médicos estuvieron viendo videos y fotografías del cuerpo de Nisman, el martes se reunirán otra vez los especialistas para avanzar en las conclusiones. Los forenses que representan a Arroyo Salgado, los doctores Osvaldo Raffo y Julio Ravioli, decidieron no hacer acto de presencia durante la exhibición de las imágenes, realizada principalmente en un aula, con pantalla gigante, del piso 12 del Cuerpo Médico Forense, que depende de la Corte Suprema. Raffo y Ravioli sostuvieron que las imágenes debieron ser vistas por los especialistas antes de la junta médica y que no había por qué compartir su visualización. A partir de ese punto de vista, pidieron autorización para no estar y el decano del Cuerpo Médico, Luis María Godoy, dio el visto bueno.
Sin embargo, los otros diez médicos, nueve que actúan como peritos oficiales y Mariano Castex, designado por el abogado Maximiliano Rusconi, defensor de Diego Lagomarsino, siguieron viendo los videos y las fotos durante toda la semana hábil que terminó el jueves.
El lunes pasado se exhibió el video de lo que se hizo en el departamento de Le Parc en la madrugada del 19 de enero, cuando se encontró el cuerpo. Se ve incluso la llegada de la fiscal cerca de las dos de la mañana, ingresando por la cocina. De todo ese material, lo que resultó más interesante fue lo que hicieron la médica legista de la Policía Federal, Gabriela Piroso, que revisó el cuerpo en el baño, y también el balístico de la Federal, que entró al baño y verificó que no hubiera bala en la recámara de la pistola –para evitar un accidente– y participó del momento en que se tomaron muestras de la Bersa, el cargador y los proyectiles.
Ese lunes, los médicos fueron comentando lo que veían y un análisis casi unánime es que el nivel de rigidez que tenía el cuerpo del fiscal permitía presumir que había muerto unas 12 horas antes. Si la médica Piroso revisó el cuerpo a las dos de la mañana del lunes, significa que la muerte se produjo alrededor de las 14 horas del domingo, con un margen de error de unas tres horas.
Los forenses de Arroyo Salgado no estaban en la visualización del lunes, de manera que no opinaron, y se supone que el próximo martes –cuando se encuentren todos– éste será uno de los temas de debate.
Como se sabe, la querella que encabeza Arroyo Salgado sostiene que Nisman murió el sábado a la tarde o a la nochecita, cuando en el departamento de Le Parc estaba Diego Lagomarsino, a quien tácitamente culpan del supuesto asesinato. El informático salió del edificio cerca de las 20, de manera que la hipótesis de la ex esposa de Nisman es que el homicidio se produjo antes de esa hora. Si se impone la opinión de los diez forenses que esta semana visualizaron los videos, la postura de la querella quedará golpeada. Tal vez igual la expongan en un dictamen de minoría.
El martes se vieron casi dos mil fotos del cuerpo de Nisman y el miércoles el video de la autopsia. Hubo forenses que pidieron parar las imágenes, se analizaron con detenimiento, pero no hubo comentarios. El punto central es el del horario de la muerte, pero en la autopsia se vieron otros indicios de que hubo espasmo cadavérico, una rigidez inmediata en el brazo derecho, que también sería demostrativo del suicidio. Todo esto será motivo de debate con Raffo y Ravioli.
Lilita
Un rato antes de la reunión de médicos, el martes declarará la diputada Elisa Carrió. La legisladora pidió ser convocada por la fiscal Viviana Fein, porque sostuvo que tiene elementos para aportar. Según se supo, Carrió afirma que aportará un contexto internacional de la muerte de Nisman y tal vez vuelva a sacar de la galera las versiones de que un comando iraní se infiltró en la Argentina y urdió el plan para asesinar al fiscal.
Al menos por ahora, no hay ningún dato que indique que alguien entró y salió del departamento de Le Parc entre sábado y domingo, salvo el custodio Rubén Benítez y el informático Lagomarsino, las dos personas a las que Nisman supuestamente les pidió un arma prestada. Fein estudió si existió en los últimos tiempos algún vínculo entre ellos y por el momento no apareció ninguna llamada, comunicación o testimonio que los relacione.
Todo indica que Carrió hará una presentación más política que judicial y que es muy posible que sólo tribute a su campaña presidencial de coequiper de Mauricio Macri. No obstante, Fein se decidió por escucharla.
Criminalistas
La inspección que hicieron al departamento de Le Parc los criminalistas que actúan en el caso también dejó bases que aportan a la hipótesis del suicidio. Estuvieron en el baño los especialistas de la Policía Federal, el licenciado Daniel Salcedo representando a Arroyo Salgado y Luis Olavarría por parte de Lagomarsino.
El principal hallazgo fueron unas manchas de sangre que se encontraron casi abajo de la puerta, lo que indica que la puerta del baño estaba cerrada. Si hubiera estado un poco abierta, las gotas habrían impactado en la puerta.
En la hipótesis de la existencia de un asesino, éste tendría que haber llevado a Nisman apuntado hasta el baño, luego lo obligó a arrodillarse, le disparó con la puerta cerrada, abrió la puerta, salió, y desde afuera tendría que haber arrastrado el cuerpo hasta dejarlo ubicado contra la puerta, porque al fiscal se lo encontró bloqueando la salida con la cabeza y el cuerpo. Semejante arrastre, indefectiblemente habría dejado evidencias en el piso.
En el equipo de Arroyo Salgado dicen que, efectivamente, la conclusión de la inspección fue que la puerta estaba cerrada, pero que eso no les hace cambiar de opinión. Lo explicarán a partir del martes. Todo indica que sí abandonarán la idea de que a Nisman lo obligaron a arrodillarse: es opinión casi unánime de los criminalistas que las gotas de sangre, por boca y nariz, cayeron desde lo alto, con Nisman parado frente al espejo.
Careo
El miércoles, la fiscal Fein y su secretario, Bernardo Chirichela, asistirán a un singular careo entre el custodio Benítez y la madre de Nisman. Las diferencias entre ellos no son muy grandes, pero Fein no quiere dejar ningún punto sin dilucidar.
Sara Garfunkel afirma que cuando entraron al departamento a las 22.30 del domingo 18 de enero, ella vio luz en el baño y le dijo a Benítez que mirara allí. Según la mujer, la puerta estaba totalmente cerrada y ella vio la luz por la ranura de abajo de la puerta. Benítez, en cambio, afirma que la puerta estaba apenas abierta: unos 20 centímetros.
El custodio y la madre coinciden en que el cuerpo de Nisman impedía abrir la puerta y que Benítez empujó para meter la cabeza y mirar hacia adentro. Después del custodio, lo hizo también la madre.
Fein y Chirichela quieren dejar esa escena bien clara porque Benítez y Sara Garfunkel fueron los primeros en entrar al departamento.
Informática
La jueza Fabiana Palmaghini resolvió monopolizar las pericias sobre los celulares y las computadoras. La magistrada consideró que es ella quien debe definir qué es de interés para la causa y qué es privativo de la intimidad de Nisman.
Los trabajos se terminaron la semana pasada y en la semana que empieza mañana se conocerán algunas de las conclusiones. Un punto clave está en las llamadas del sábado y también en los mensajes de WhatsApp, que Nisman usaba mucho. Las versiones indican que el fiscal realizó llamadas hasta las 23 del sábado, algo que también sacaría a Lagomarsino de escena. Pero, además, el centro estará en la apertura de la computadora el domingo, cerca de las siete y media de la mañana. En las primeras reuniones de peritos informáticos quedó claro que esa apertura consistió en revisar tres diarios y la casilla de correo del fiscal. Sin embargo, los especialistas de Arroyo Salgado sostuvieron que no estaba probado que el acceso fuera hecho desde el propio departamento de Nisman: sugerían que podría haber sido remoto y tácitamente apuntaban a un accionar de Lagomarsino. Según los trascendidos, las pericias habrían confirmado que no hubo acceso remoto, lo que demostraría que Nisman estaba con vida el domingo 18 de enero a la mañana. Sin embargo, todo esto recién se hará público esta semana.
Una vez terminado el trabajo con celulares y computadoras, la misma división de la Metropolitana pondrá el acento en la visualización de las cámaras de Le Parc. Habrá que ver si allí aparece algún ingreso extraño en el edificio. Por ahora, no hay nada.
Dudosa
La fiscal Fein ha dicho que en su larga carrera no dejó una causa calificada como muerte dudosa. Si esto es así, la decisión entre homicidio y suicidio seguramente la podrá tomar en la segunda quincena de mayo, cuando las tres pericias hayan llegado a su fin. Hoy por hoy, y de acuerdo con lo que se sabe, los tres trabajos agregan elementos a la hipótesis del suicidio. En la causa ya está claro que el disparo fue a menos de un centímetro, que Nisman no tiene lesiones defensivas y en el baño no hay rastros de pelea o resistencia. A esto se agrega que –por lo que está claro hasta ahora– el propio Nisman pidió el arma prestada. Si se suma que la puerta del baño estaba cerrada y que la muerte se produjo el domingo, cuando Nisman aparentemente estaba solo –cosa que deberá surgir de las tres pericias–, las evidencias se acumularían para el lado del suicidio, partiendo también de que no hay una sola prueba que sustente la existencia de un asesino.
Es probable que la querella firme sus propios dictámenes respaldando el homicidio, o magnicidio, según las palabras de Arroyo Salgado. Todo indica que la pelota quedará, tarde o temprano, en manos del árbitro, la jueza Palmaghini.
raulkollmann@hotmail.comEL TESTIMONIO DEL ESPECIALISTA CARLOS OSORIO CON DOCUMENTOS QUE ARRANCAN EN 1972 La evolución del Cóndor
Carlos es el director del Proyecto Documentación Cono Sur del Archivo de Seguridad Nacional de la Universidad de Washington. Este archivo es uno de los lugares que guarda los documentos desclasificados del Departamento de Estado de los Estados Unidos sobre las dictaduras de la región. Osorio declaró diez horas en el juicio oral por el Cóndor que se hace en Buenos Aires y que la semana próxima entra en la etapa de alegatos. El investigador presentó un Excel de 900 documentos, 40 por ciento de los cuales provienen del acervo norteamericano y otro tanto del Archivo del Terror paraguayo. De los 900, seleccionó 100 para la audiencia. Su serie no empieza en 1975 con la sabida conferencia de Inteligencia en Chile, en la que se instituyó formalmente la coordinación de las fuerzas represivas bajo el nombre de Cóndor. Empieza en 1972, algo que es su clave de lectura sobre ese proceso. Cuando los defensores vieron en la pantalla de la sala la primera pieza, uno levantó la mano alarmado y objetó lo que le parecía fuera del objeto de juicio. El presidente del Tribunal Oral Federal N° 1 Oscar Amirante lo interrumpió: “Usted tiene conocimiento de cuándo empezó el Plan Cóndor –le dijo el juez–, el tribunal todavía no”.
La escena encierra una de las preguntas de este juicio. “¿Todo esto está vinculado con lo que se llamó Plan Cóndor?”, le preguntaron al investigador. “Pienso que sí”, fue la respuesta. “Si uno establece metodologías y los nombres que comienzan a intervenir en el primer período, verá que todo es parte de la misma materia que aparecerá investigada mas adelante.”
Esta mirada cronológica de los documentos le permitió a Osorio leer a 1975 como la institucionalización de un proceso previo, sostenido en convenios y acciones bilaterales. La progresión muestra acuerdos puntuales, informales y hasta sostenidos por relaciones personales entre agentes de inteligencia y entre oficiales. También encuentros que comienzan a hacerse más frecuentes y periódicos a medida que los tiempos se hacían más calientes. Muestran cómo se aceleraron las comunicaciones. Cómo y quiénes estaban bajo la lupa. Hay nombres de líderes de las organizaciones políticas y armadas. Internas en los servicios de inteligencia. Pero además, o especialmente, dan cuenta del rol de Estados Unidos.
La progresión
Del enorme caudal de documentos, pueden tomarse dos para explicar de qué habla Osorio cuando habla de un proceso en evolución. El primero, menos conocido, es del 12 de septiembre de 1972 un acuerdo secreto bilateral de Inteligencia entre las fuerzas armadas de Paraguay y el Ejército argentino. El texto llama a “aunar esfuerzos de las agencias de Inteligencia sobre grupos u organizaciones”. Y a “prestar colaboración mutua en la lucha contra la subversión mediante medidas oportunas, desalentando elementos presentes en uno u otro país”. Argentina presenta un informe sobre los grupos “insurreccionales paraguayos o extranjeros” que detectó en la zona del nordeste. Señala que “la región del nordeste del país no puede sustraerse de la presión marxista”. Describe la presencia de tupamaros en esa región, ingreso de armamentos, movimientos en el ámbito estudiantil de alumnos paraguayos. Menciona que los “sacerdotes y laicos para el Tercer Mundo tienen vigencia y presencia en casi todas las provincias” bajo esa brigada. Hablan del ERP y Montoneros. Y de altos dirigentes de las organizaciones de Paraguay que “actúan en nuestro país” y “han desaparecido del ámbito” luego de haber “sufrido”, aparentemente, “un golpe con la internación de estos dirigentes y la estrecha vigilancia sobre ellos”. Hay un anexo de boletín del Servicio de Inteligencia de Uruguay sobre los tupas. Mas adelante otro documento del agregado militar de la Embajada de Brasil.
Los datos, las referencias y el concierto de países del documento permiten entender por qué Osorio lo incorporó. Pero más allá de lo que dice, el investigador valoró lo que el documento no dice: “Este documento está mostrando que esta es una última reunión de una serie de reuniones que se vienen desarrollando de modo periódico. Muestra también que es un acuerdo que, como muestran otros documentos más adelante, continuarán desarrollándose a futuro”. Y agregó: “Sólo quería mostrarlo como una primera muestra de un tipo de patrón que más adelante podemos identificar que es esta colaboración bastante íntima. Es interesante ver que no se hace referencia a ningún patrón de ‘cooperación’ entre los dos países. Sino que lo que se observa es una práctica de camaradería entre los dos ejércitos. No hay ninguna mención a un marco legal que limite actividades y que esté operando. Quería sólo mostrar esto”.
Munido de una pantalla, su Excel y el enlace interactivo a los documentos, todo lo que decía se veía en tiempo real ampliado en la pantalla grande de la sala. A continuación mostró otros documentos del año siguiente, 1973, que con el final del gobierno de Salvador Allende y el fantasma de la “invasión marxista” en la región es un año que Osorio entiende como “el momento en el que en el Cono Sur se empiezan a estrechar las relaciones entre estos organismos. En el ’75 esto se coagula”. Entre los papeles hay piezas como los documentos de Arancibia Clavel que van relatando las espinosas internas en Argentina entre el Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE) y la SIDE.
El segundo documento destacable es más conocido, es del 28 de noviembre de 1975 durante la clausura de la primera reunión de Inteligencia Nacional celebrada en Chile desde el 25 de noviembre. Fue varias veces publicado porque la reunión le da al “sistema” el nombre de Cóndor. Lleva la firma de los responsables de Inteligencia de cinco países: Jorge Casas, capitán de navío, jefe de la delegación argentina y quien según Osorio era vox populi entre los investigadores su adscripción a la SIDE; Carlos Mena, mayor del ejército, jefe de la delegación Bolivia; Manuel Contreras Sepúlveda, jefe de la DINA chilena; José Fons, coronel del ejército, jefe de la delegación de Uruguay; Benito Guanes Serrano, coronel del ejército y jefe de la delegación paraguaya.
Este documento formaliza eso que hasta entonces no aparecía con claridad: la “cooperación”. En las conclusiones señala que “se dan por iniciados a partir de esta fecha los contactos bilaterales o multilaterales a voluntad de los respectivos países aquí participantes para el intercambio de información subversiva, abriendo propios o nuevos carteles de antecedentes de los respectivos servicios”. Los presentes asumen como tarea formar “una oficina coordinadora destinada a proporcionar antecedentes de personas y/o organizaciones conectadas con la subversión”. Generar un directorio completo de nombres que trabajan en inteligencia “para solicitar directamente los antecedentes de personas y organizaciones conectadas directa o indirectamente con el marxismo”.
Hay recomendaciones. Entre ellas, contacto muy directo y rápido cuando se expulsa del país a un individuo o viaja un sospechoso para alertar a los servicios de Inteligencia. Colocar a disposición del equipo técnico los antecedentes que posee la Inteligencia. Habilitación en las embajadas para personal de Inteligencia nacional o similares como enlaces directos y personales plenamente acreditados ante los servicios. Facilitar los medios para publicar información destinada a atacar “la subversión”. Agregan datos para una próxima reunión una semana antes de la reunión de comandantes del Ejército. Y finalmente disponen el nombre y formas de incorporación: “El presente organismo se denominará Cóndor aprobado por unanimidad conforme a la moción presentada por la delegación de Uruguay en homenaje al país sede. La inclusión de países del sistema Cóndor deberá contar con la aprobación de los países de la primera conferencia”.
Osorio volvió a decir en la audiencia que esto parte de una práctica más larga. “Este documento lista muchas actividades, relaciones, prácticas, que ya estaban desarrolladas de modo bilateral por muchos años. Lo que hizo este encuentro es darle una institucionalidad, un reconocimiento, y decir que de alguna manera había que blindar esas prácticas.”
“Como dice la CIA, ya en el ’74 conversaron sobre la necesidad de generar una coordinación. Se ve que las redes militares ya son muy estrechas. Hay comunicaciones muy fluidas. Y venían viendo la necesidad desde entonces, pero en 1975 se formaliza cuando sí nace la Operación Cóndor. En la práctica lo que hace no es solamente reconocer lo que ya se está haciendo sino sentar las bases. Es como construir un edificio para que tengamos todos nuestras oficinas. En lugar de estar todos dispersos, dicen juntémonos y hagamos funcionar más todo esto. Es un edifico. El edificio es todo el lineamiento.”
Estados Unidos
Una pregunta que late en el juicio es el rol de Estados Unidos. Cómo probar la presencia, coordinación o participación de acuerdo a los parámetros de un juicio. No hay un sólo documento que muestre eso con todas las palabras, pero la serie y el contexto con la Escuela de las Américas y el Comando Sur en funcionamiento aportaron datos para ver rol y ambivalencias. Dos documentos dan cuenta de lo último.
El primero es muy conocido entre quienes saben del Cóndor. Es del 10 de junio de 1976, tiene forma de relatoría y da cuenta de una conversación entre el secretario de Estado de EE.UU. Henry Kissinger y el ministro de Relaciones Exteriores de Argentina César Augusto Guzzetti. En el documento, Guzzetti describe la coordinación de Inteligencia con las dictaduras del Cono Sur. Explica que el problema del terrorismo está generalizado. Señala que para combatir “el problema” están tratando de unir esfuerzos con Chile, Paraguay, Bolivia, Uruguay y Brasil. Kissinger le responde con una frase muy conocida: “Si hay cosas que tengan que ser hechas, deben hacerlas rápido. Pero deben volver rápido a procedimientos normales”.
El 13 de agosto de 1976 el Departamento de Estado emite un documento muy protocolar y una posición bien distinta. “El gobierno de los Estados Unidos se ha dado cuenta del plan de los países Cóndor de participar en una cooperación para asesinar subversivos y exiliados políticos dentro y fuera de los países que pertenecen a la Operación Cóndor”, indicó Osorio en su traducción. “Y el Departamento de Estado elabora un borrador en el que ordena a sus embajadas conseguir citas con los niveles más altos, lo más pronto posible. Deben expresar que ‘mientras aprobamos el intercambio de Inteligencia e información, los planes de asesinatos internacionales son muy serios y crearían problemas en las relaciones con los Estados Unidos’.” El punto 10 dice a las embajadas del Cono Sur que “deben por supuesto tener en claro que ninguna agencia del gobierno de los EE.UU. sea implicada de ninguna manera en intercambiar información o datos sobre un individuo subversivo con los gobiernos locales, incluso en esos países donde proponemos expandir nuestro intercambio de información. Es esencial que de ninguna manera nosotros pongamos o apuntemos el dedo sobre individuos que pueden ser candidatos de intentos de asesinato”.
Este documento no es Kissinger, dijo Osorio a modo ilustrativo: es el Departamento de Estado. “Realmente el Departamento de Estado tiene dos voces en esta época –dijo– y esto es tema de discusión en libros enteros.” De hecho, en investigaciones sobre Cóndor se habla de “la luz verde y la luz roja”. Lo que se ve es que “el Departamento de Estado le está diciendo a los ejércitos de la región que no podían continuar con este nivel de asesinatos. Están diciendo: ya sabemos que Cóndor está matando gente. Y líderes. Eso no puede ser. Noso-tros queremos parar eso. Podemos cooperar pero es éticamente imposible de sostener”.
Ahora bien, agregó Osorio, “Kissinger le dice a Guzzetti otra cosa, les da el guiño a los militares argentinos en particular, pero también lo hizo en Chile y en otras partes. La política oficial del Departamento de Estado está marcada por el Congreso de Estados Unidos que tiene un debate en ese momento sobre las violaciones a los derechos humanos que está recorriendo el mundo debido a la influencia de las agencias de Inteligencia y las agencias militares. El Departamento de Estado asume como política oficial la promoción de los derechos humanos en ese momento”.
Por Alejandra Dandan
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