Un escenario abierto hacia las elecciones. Diferencias y semejanzas con las de cuatro años atrás. Candidatos o partidos durante el 2014: transiciones, avances, retrocesos. La prioridad, de Cristina. Adversarios y presidenciables a la derecha del kirchnerismo. Una sociedad que cambió, dato que pocos miran.
Por Mario Wainfeld
A principios de 2011, en vísperas de las anteriores elecciones presidenciales, la prospectiva política era más clara que la actual, pero no polarmente distinta. Una gran diferencia era que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner podía ir en pos de la reelección y que todo lo sucedido en 2010 indicaba que la lograría. Sus adversarios políticos y los poderes fácticos, envueltos en su propia sanata, no advertían ese desenlace, se negaban a ver lo evidente. Los festejos del Bicentenario, las exequias del presidente Néstor Kirchner y el devenir económico generaban un contorno propicio para el oficialismo. La rabia moraba en los medios dominantes, el conjunto social estaba más tranqui: sabía congregarse y celebrar, velaba por sus propios intereses, los indicadores económicos-sociales mejoraban.
Cuatro años no pasan sin dejar huella y la historia no se repite, aunque tiene continuidades remarcables. En la inminencia de los cambios democráticos, el oficialismo sostiene la gobernabilidad, con niveles razonables de aceptación social. Es más complejo, acaso imposible, augurar con certeza el veredicto popular de 2015.
El transcurso del tiempo, el desgaste, un largo lapso sin crecimiento económico y la exclusión constitucional de la principal protagonista de la política son parte de las nuevas condiciones.
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De ganadores seguros a la segunda vuelta: Aupada por las parlamentarias de 2013, “la oposición” no consiguió quebrar el núcleo duro de adhesiones al Frente para la Victoria (FpV). Tampoco produjo desplazamientos en masa de dirigentes o militantes.
El jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, seguramente fue quien más mejoró su posición relativa.
El diputado Sergio Massa frenó su ascenso, pero se mantiene “competitivo”, como concordaron los más conspicuos consultores en la nota de tapa de este diario del domingo pasado.
Ninguno de los dos ensambló, ni por asomo, un armado nacional comparable al que tuvieron los gobiernos ungidos por el voto desde 1983.
El Frente Amplio-Unen (FA-Unen) se diluyó en internas desabridas, no pudo instalar (no tiene) un referente creíble y taquillero. Es la fuerza que más retrocedió en el año. Los sondeos y el análisis concuerdan, por una vez: muchos potenciales votantes van rotando sus preferencias a favor de Macri. La entente se describe “de centroizquierda”, los medios VIP consagran el rótulo. Los ciudadanos con su desplazamiento y los dirigentes con sus tácticas (que no excluyen una fórmula conjunta, yendo como furgón de cola), enfilan hacia la alternativa de derecha. La sociología política indica una “fuga” llamativa, los encasillamientos verbales van perdiendo la partida.
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Sondeos y horizontes: Las encuestas deben tomarse con pinzas esterilizadas, máxime a esta altura del match, pero sería fatuo desacreditarlas sin más. Sobre todo porque las profecías calificadas inducen comportamientos o tácticas de campaña.
Los “cuadros de situación” de los principales aspirantes contienen factores comunes notables. Entre ellos que, a diferencia de lo que pensaba un año atrás, el FpV es favorito para llegar a la segunda vuelta. Y, eventualmente, ganar en la primera superando el cuarenta por ciento. “Todos” (es un decir, que simplifica un cachito) suponen que en el mejor de los casos para sus rivales habrá doble vuelta con el FpV ocupando un sitio. O sea, la puja se resume a evitar un aluvión oficialista en octubre, primar en la interna de “la opo”, quedando a tiro con un segundo lugar en la primera ronda.
Los aspirantes mejor posicionados para esa chance son Macri y Massa, candidatos y líderes indisputados de sus espacios. No han congregado aliados de fuste aunque todavía pueden hacerlo. Macri mira más a FA-Unen, para redondear una propuesta no peronista, antiperonista o gorila (táchese lo que no corresponda, mézclese o espérese a su momento).
Massa ya debería dar por perdidos a los gobernadores del FpV que se quedaron en la otra orilla del Rubicón (casi todos bancando a su colega Daniel Scioli) y ver cómo sumar a los compañeros justicialistas “federales”. No le está vedado ni lo tiene adquirido.
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La prioridad de Cristina: El kirchnerismo conserva el timón del Gobierno tras el año o el bienio más difícil de todos sus mandatos. La gobernabilidad es la prioridad de la Presidenta. La Cámpora es el sector que más a gusto (compartido en Olivos) la acompaña en esa opción.
Este cronista sigue creyendo que la idea fuerza dominante de Cristina es terminar su segundo período con paz social, estabilidad, tras un año de realizaciones y de conservación de consensos, con una firme base en los sectores populares. Desde la otra tribuna la acusan de poner bombas de tiempo, de socavar el legado, de querer vaciar las arcas públicas, de pensar en un cargo en el Parlasur. De dejar un suelo yermo o arado con sal. Por ahí, incurren en un error similar al de predecir que Kirchner sería el Chirolita del ex presidente Eduardo Duhalde, que Cristina lo sería de “Néstor”, que no superaría su pérdida. Que “el campo”, Clarín, las corridas financieras o los fondos buitre dejarían game over al oficialismo, que sus cuadros tornarían al útero del peronismo convencional.
“La gestión” es el alfa y el omega del kirchnerismo. La indefinición sobre su postulante a presidente lo relega en la competencia respecto del PRO y el Frente Renovador (FR). Pero en materia política lleva la iniciativa, nadie emparda el liderazgo de Cristina. Siguió gobernando, legislando, buscando soluciones o reparaciones... lo que enardece a quienes pregonan el “fin de ciclo”. Reacciona ante situaciones adversas: colocó al mejor equipo económico desde 2007, combatió la merma de reservas con swaps y acuerdos con los productores agropecuarios. Intentó emitir los Bonar, tomando crédito contra deuda externa a largo plazo, no le salió: seguramente volverá por la revancha o buscará otra herramienta. Los programas Progresar y Pro.Cre.Ar son contracíclicos, aumentan la cobertura social. Son de alcance mediano, claro, pero rumbean bien en lo esencial. La nueva moratoria para trabajadores desprotegidos es un ejemplo de solidaridad social y esfuerzo fiscal con pocos parangones en el mundo. Nadie, desde la otra tribuna, sugiere una medida novedosa tan protectora.
El kirchnerismo aborrece el vacío o la pasividad. La gestión es su ecosistema predilecto y su brújula. El resto del espectro político habla, produce fotos o imágenes, denuncia, funge de repetidora del multimedios. Su apuesta mayor es que una mayoría decida cambiar después de doce años. Es factible, aunque la afea que se la adorne poco con propuestas sugestivas, con un par de ideas generales, con alguna innovación.
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Referencias acá y en este Sur: La izquierda radical se consolidó en las elecciones del 2013. Quizá consiga ampliar su bancada en el Congreso nacional y mejorar su cosecha en varios territorios. Todo modo, sería una hazaña o hasta un milagro que llegara a los dos dígitos porcentuales en la suma nacional. Así las cosas, las alternativas al Gobierno se sitúan, con comodidad, a su derecha.
Si dicha tendencia se mantuviera, se repetiría el patrón común de las elecciones en países vecinos y hermanos. En todos triunfaron fuerzas afines al kirchnerismo, con variantes alusivas a las diferencias nacionales y al color local. Claro que hay una diferencia con esos procesos: el kirchnerismo no ha consagrado un candidato “del palo” como en Brasil y Venezuela ni podrá postular a sus líderes como en Bolivia, Chile, Uruguay y Ecuador.
Si Macri, Massa y el gobernador Daniel Scioli son los aspirantes con mejores chances, puede decirse que el tablero general se movió hacia la derecha, en mayor o menor medida. La clave, queda expresado, no son los opositores sino el FpV. Todavía puede suceder que Cristina Kirchner se juegue por una figura bien “K”, pero el correr del calendario acota los márgenes para esa instalación. La reconocida capacidad de supervivencia de Scioli y su asombrosa aptitud para conseguir votos serán puestas a prueba, pero hasta acá funcionaron.
La Presidenta no revela su juego, lo que abre espacio a especulaciones o pálpitos: los ahorraremos, de momento. Lo cierto es que si las primarias fueran hoy, todo indica que Scioli ganaría las del FpV. El dato no es irreversible, pero sí significativo porque quedan sólo siete meses para las PASO y porque el hombre creció en un año que asomaba como poco propicio.
También dejamos para su momento la lucubración acerca de si el corrimiento de la oferta se debe a cambios de talante social o a déficit de construcción del FPV, hipótesis que pueden mestizarse en el análisis.
El ministro Florencio Randazzo, su par Agustín Rossi, el ex canciller Jorge Taiana, el gobernador Sergio Urribarri, el diputado Julián Domínguez y hasta el secretario Aníbal Fernández se perciben en carrera. Su mejor futuro sería recibir un aval de Cristina, el second best unificar personería todo lo posible contra Scioli.
Acá paramos con la faz, pongamos, competitiva. Añadamos solo un hecho extraño. Ninguno de los partidos que podrían ganar en la provincia de Buenos Aires tiene ya su candidato. El espacio en blanco es chocante por la gravitación de “la provincia” en el padrón general, sobre todo si las elecciones son simultáneas.
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Los que votan: La crónica se fija en los protagonistas, que son decisivos. El cronista cree que se subestima al pueblo soberano, que será el que dirima supremacías. Si usted quiere, hablemos de “la sociedad”.
Pongamos entre paréntesis la polémica acerca de cómo definir a los doce años de kirchnerismo: ganados, perdidos, empatados, relatados. Y aún la discusión acerca de cuánto de bueno o de malo hizo el Gobierno. Cada ciudadano se lo preguntará, se expedirá en base a sus ideas, valores, creencias e intereses.
Los candidatos y el debate pre electoral deberían advertir que la Argentina de 2015 no es la del 2003. Otra su morfología social, otro su nivel de empleo, otra la configuración de la clase trabajadora. Las provincias con recursos naturales crecieron y modificaron su estructura productiva. Las petroleras serán un nuevo factor de poder en los próximos años.
Los ciudadanos de a pie que llegaron a ser propietarios de bienes a los que nunca accedieron antes (laburo estable, jubilación, Asignación Universal, viviendas, autos o motitos) son –sociológica y culturalmente– distintos de lo que fueron en 2003. Sus (re)alineamientos pesarán en el cuarto oscuro. Llegarán a él chicos que tenían 6 años cuando Néstor Kirchner entró en la Casa Rosada.
Otra Argentina se pronunciará, aunque muchos de sus dilemas y desafíos se mantengan. Ninguno se frizó, ni es idéntico a como fue antaño.
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Final abierto y algo más: Una sociedad que, en su mayoría, se acostumbró al crecimiento, al consumo y la ampliación de derechos puede considerar que el FpV se estancó, tocó su techo o sencillamente estar hastiada de ver al mismo elenco dirigente. Pero está por verse si está dispuesta a arriesgar lo que consiguió entre un puñado de competidores cuya principal agenda son generalidades sobre la inseguridad o la inflación. O un listado de nombres propios con la foto típica de las películas del Far West, esa que señalaba “Wanted”.
Los medios hegemónicos fuerzan ese menú, demasiados políticos de nivel van a su zaga. En 2011 les costó caro. Ahora, ya se repitió, no tiene por qué ser igual, pero el antecedente debería aleccionar a una oposición que descansa mucho en la fuerza de gravedad del fin de ciclo.
En fin, sin la bola de cristal hay que amarretear los vaticinios. Los desempeños del Gobierno, como en todo el globo terráqueo, influirán lo suyo.
El balance es entonces, precario, con muchas incógnitas para despejar. Quedó pendiente comentar algo sobre lo que no pasó en 2014. Lo no sucedido aunque pudo ocurrir, forma parte de eso que llamamos “realidad”, vale la pena reseñarlo o explicarlo. Ampliaremos, como dice Crónica TV, aunque sin placa roja. Ya hay demasiadas en los medios argentinos, en particular en los que se vanaglorian de ser serios e “independientes”.
mwainfeld@pagina12.com.ar
Problemática y febril
Por Mario Wainfeld
El fallecimiento de Tulio Halperin, posiblemente, motivó a sus lectores a reencontrarse con su obra. Este escriba, uno de ellos, releyó La larga agonía de la Argentina peronista y dio con un razonamiento que quiere retomar, parafraseándolo a su manera. Halperin escribió que el presidente Raúl Alfonsín consideraba que “su tarea histórica debía ser la regeneración institucional de una sociedad a la que se negaba a ver como problemática y que esa hazaña exquisitamente política era aún posible”. La cita es textual y, se confiesa, imperfecta para traslucir el pensamiento del gran historiador. Este se refería al anhelo de Alfonsín de minimizar o superar al peronismo, manteniendo los ejes del Estado de Bienestar.
La idea de que una fuerza política es el obstáculo a remover para llegar (o volver) a la tierra prometida es un clásico argentino, cuya remake ofrece ahora la llamada “oposición”.
El kirchnerismo no sería, entonces, el emergente de un proceso histórico complejo, con luces y sombras, sino un gigantesco equívoco que desvió el rumbo promisorio de un país, sencillo y sin núcleos problemáticos. La propia conflictividad no es una tradición criolla, sino un invento K. Las divisiones, hasta en la mesa familiar, las acuñaron dos presidentes. Hubo un eclipse gigantesco, que está cercano a su fin.
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El oficialismo a menudo peca de compararse con el país del 2001. El parangón lo favorece, claro, a costa de simplificar demasiado la mirada. Lo acecha un riesgo típico de sociedades en cambio ascendente: que las personas que sobrellevaron esa crisis que se supuso terminal y progresaron pueden no resignarse a medir su futuro contra ese pasado ominoso. Seguramente aquilatan lo conseguido, lo dan por adquirido. Valoran sus conquistas, suponen que las ganaron y que son un piso a elevar.
De cualquier modo, hubo en este lapso una evolución y se abrió una perspectiva de futuro.
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La contraparte canta una elegía a “la república perdida” que conlleva una errada visión del pasado y una empobrecedora lectura de la realidad actual.
La Argentina idílica de los consensos, del Congreso que debatía los temas sin supeditarse al Ejecutivo (o a los poderes fácticos), de políticos prestigiosos, “segura y estable”, es pura mitología para quienes estábamos ya criaditos cuando advino la recuperación democrática.
La exaltación del pasado sin beneficio de inventario es, acaso, mucho más que un desvarío intelectual. Es casi un programa de gobierno transversal a muchas fuerzas opositoras, que subestiman las características problemáticas de la sociedad argentina. Y, ya que estamos, su lógica complejidad. La vastedad y disimilitud de sus territorios, la combatividad de sus militancias sociales o gremiales, la capacidad de resistencia o de protesta de los argentinos, las fallas del sistema político o las dificultades proverbiales de su economía.
El simplismo en cóctel con una utopía anacrónica es, a menudo, algo peor que pobreza de pensamiento. Es una propuesta de acción. El foco en “la corrupción” y en las críticas ad hominem huye de toda comprensión estructural mientras propone demoler mucho de lo construido en estos años.
La ya clásica frase del jefe de Gobierno Mauricio Macri, “terminar con el curro de los derechos humanos”, es una muestra acabada de esa matriz de pensamiento. Demasiadas personas la aprueban, algunas serán incautas y supondrán que se podrá arrojar el agua sucia sin el niño adentro. La intención fundante es bien otra: dar la vuelta la página, arrojar al niño. Volver atrás a esa república perdida que nunca existió y que, por ese motivo entre muchos otros, es imposible de recuperar.
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Dos postdatas imprescindibles. La primera es que lo escrito no niega el imperativo recurrente de mejorar, aggiornar o reformar las instituciones democráticas, siempre imperfectas.
La segunda es que la cita libresca sirve como disparador pero no intenta equiparar a Alfonsín con la dirigencia opositora actual. Sería una falta de respeto para Alfonsín, que lideró una etapa fundacional. Uno de sus objetivos primordiales era remover todo lo posible (todo, si fuera posible) el legado de la dictadura. Alfonsín quiso hacerlo, se comprometió, pudo en cierta medida. A más de treinta años de continuidad, con zozobras y peripecias, la vuelta atrás es imposible. Ese fue su gran legado, que ahora algunos buscan ningunear, homologando a un gobierno popular democrático y legitimado varias veces con una dictadura.
04/01/15 Página|12
domingo, 4 de enero de 2015
El mito del eterno retorno Por Horacio Rovelli
Betnaza y Martínez de Hoz. Dos épocas con las mismas ideas para los sectores concentrados del capital.
Cuando uno se encuentra con el comienzo del último año de una gestión en un país con las particularidades de la Argentina, resurge la idea de compararlo con otras situaciones similares, como si la historia fuera circular, como si los hechos se repitieran, lo que hasta puede parecer cierto en apariencia. Sin embargo, la realidad subyacente es otra.
No se puede comparar el fin del ciclo del gobierno de Isabel Martínez de Perón o el de Raúl Alfonsín, cuando los sectores dominantes proponían un cambio profundo de reconversión de la producción con una brutal transferencia de ingresos de lo público a lo privado y de los asalariados al capital. En ambos casos, además, era a favor del capital privado más concentrado, solo para su exclusivo beneficio, sabiendo (o deberían saberlo) que dejaban un país destruido, con una amplía población desempleada y en la indigencia.
Ahora la situación es distinta, el capital más concentrado ha ganado y gana mucha plata, y quisiera ganar más, pero es consciente (y ahora que tienen futuro lo saben fehacientemente) de que existen límites que deben respetar para asegurar que el proceso continúe, que no pueden matar “la gallina de los huevos de oro” que son las relaciones de producción y distribución con altas tasas de ganancia, como las que obtienen en nuestro país.
Eso no impide que se preparen y que, a su vez, sepan del desembarco de nuevos capitales atraídos por las ventajosas condiciones del mercado argentino, como lo demuestran los fondos de inversión internacionales y su creciente participación en el país, y por consiguiente la suba del precio de las acciones de las empresas que operan en la Argentina y que cotizan en bolsas de valores internacionales.
Lo que estamos diciendo es que, con todas las limitaciones que tiene un país con los severos problemas de infraestructura (transporte, energía, puertos, aeropuertos, etcétera) que tenemos, las relaciones técnicas y sociales son óptimas para generar tasas de ganancia que se sostienen en el tiempo.
Por supuesto que se puede ampliar el mercado y extender así las ecuaciones de costo-beneficio y de inversión-productividad, basándose en la disciplina laboral, en la capacidad real y potencial de nuestra mano de obra, de incorporar tecnología, más generosos recursos naturales (agua, la tierra más fértil del mundo, petróleo y gas en Vaca Muerta, etcétera), condiciones que tornan factibles las correcciones macro en el tiempo, como son la necesidad de que converjan el tipo de cambio, los precios internos, la tasa de interés, el gasto público. Ninguna variable es para dramatizar, sabiendo que la economía argentina crece siempre que las exportaciones lo hagan en forma suficiente para pagar las importaciones, como dice la tesis de Anthony Thirlwall. Por ende, mientras el crecimiento de las exportaciones estén, como lo están, garantizadas por la sostenida demanda de China y otros países asiáticos y emergentes de fuerte industrialización, transformando población rural a urbana –que en el caso del primer país implica que suma por año diez millones de personas al mercado laboral (un país con una población económicamente activa de más de 400 millones de almas)– a quienes se debe alimentar y vestir, que demandan muebles, artículos eléctricos y electrónicos, bienes de madera, cuero, aluminio, acero, bronce, energía de todo tipo, nuestro país debe tener la inteligencia y la capacidad de integrarse vendiéndole cada vez más valor agregado. Ese es el verdadero desafío.
Es en ese marco global y sostenible en el tiempo, que la coyuntura permite que los agoreros de siempre sobredimensionen la capacidad de daño que pueden tener lo que la Presidenta denominó “buitres desplumados”, o la presión de los exportadores de que se les suba el tipo de cambio, cuando están consiguiendo de nuestro país un negocio sin plazos y sumamente rentable como es, por ejemplo, el de satisfacer la creciente demanda de los países que crecen y se industrializan. No es que Louis Dreyfus Groups, Bunge Cerval, Cargill o Nidera –que aceptan para fin del año 2014 el dólar de la soja a $ 5,60 (el valor oficial menos el 35% de las retenciones), cuando al “blue” lo hacen valer el doble (de hecho no podemos ignorar que la interrelación e interacción existe y un reflejo son las cuentas no declaradas a la AFIP)– no lo sepan, al contrario, pero priorizan satisfacer la demanda mundial que es su negocio de mediano y largo plazo
El problema y la solución residen en que tenemos que apuntalar la industria que nos permita sustituir importaciones, para una vez desarrollada incluso poder exportar bienes industriales y, de esa manera, generar un círculo virtuoso de acumulación y distribución que nos contemple a todos.
Pero racionalizar ese problema y buscar esa solución debe ser tarea exclusiva del Estado, no se le puede dejar al mercado –como se hacen llamar las grandes corporaciones que actúan y son decisivos en ellos–, porque la ganancia en lugar de distribuirse se la apropian y la fugan, como hicieron siempre que se los dejó.
John Maynard Keynes afirmaba en su Teoría General que el deber de ordenar el volumen de la inversión no debía dejarse en manos de los particulares. Y en una apología y propuesta de la intervención pública directa en materia de gasto, manifestaba su defensa de poner en manos de las autoridades públicas “…quienes sí tienen medios y posibilidades de realizar un cálculo más racional y ajustado de la eficiencia marginal del capital, las decisiones de inversión de la economía”.
Las corporaciones mediáticas difunden un panorama tendiente a lo que esperan sectores concentrados: un cambio de gobierno a partir del 10 de diciembre de 2015 que modifique el marco regulatorio e institucional para favorecer al capital. Es la misma vieja idea que planteó José Martínez de Hoz en su triste discurso del 2 de abril de 1976 en que dijo que había que liberar las fuerzas productivas. Las mismas palabras fueron expresadas el 28 de noviembre de 2014, en el Foro de Convergencia Empresaria, donde están las empresas agrupadas en la Asociación de Productores de Siembra Directa, la Asociación de Bancos de la Argentina, la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa, la Asociación de Empresarios de la Argentina, la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Argentina, la Cámara Argentina de Empresarios Mineros, las Confederaciones Rurales Argentinas, la Sociedad Rural Argentina y la Unión Industrial Argentina, y que fue expresado por Luis Betnaza, un alto funcionario del Grupo Techint: “El mercado le va a ganar al Estado, el debate es cómo liberar las fuerzas productivas”.
La respuesta del Gobierno, por boca de su ministro de Planificación, no se hizo esperar: “Cuáles serían los resultados para Techint –y no es difícil imaginar el destino de sus trabajadores– si el Estado le quitara todas las prerrogativas, subsidios y beneficios antidumping que detentan? ¿A quién le vendería la compañía con domicilio en Luxemburgo sus caños sin costura si el Estado no avanzara con el Gasoducto del Noreste? ¿Qué sería de Techint sin la demanda persistente para la obra pública del Estado nacional, de las provincias y de los municipios?”.
Lo mismo podemos decir ahora de las expendedoras de combustible que se pasaron pregonando la internacionalización del precio cuando el barril de petróleo superaba los 100 dólares y ahora, que bajó a 55 dólares, piden la intervención estatal. O sea, el Estado es bueno cuando le sostiene los precios por fuera del mercado, pero es malo si pretende regularlos.
Por eso, 2015 va a ser un año difícil, no porque no se puedan conseguir los dólares para pagar las importaciones, los servicios de la deuda y todas las obligaciones en divisas (incluido si se acuerda o no con los fondos buitre), sobre lo que dicen temer los escribas a sueldo de las corporaciones (esas que son la base de las agrupaciones empresariales nombradas) y hacen proyecciones de distintas alternativas sin que ninguna se cumpla. Es importante este año que empezó porque es un verdadero año bisagra en el cual, o retornamos a lo mejor del kirchnerismo y de todo gobierno nacional y popular que se precie de tal, defendiendo nuestro trabajo, nuestra producción y nuestro futuro, y armando una estrategia para tal fin (con claras leyes de cómo se distribuyen los ingresos, a quiénes le vendemos y cómo nos financiamos), o se cede a la liberación de las fuerzas productivas que proponen Martínez de Hoz y Betnaza, y ese camino de enriquecimiento de ellos y pobreza nuestra ya lo vivimos y ya lo conocemos (o deberíamos conocerlo).
No podemos dejar por defensa propia que las corporaciones nos digan a quién votar, quién nos va a gobernar y quiénes van a ser nuestros representantes, no podemos hacer como los troyanos que aceptaron, y de buen modo, el caballo de madera, debemos elegir a los que defienden nuestro trabajo y nuestro esfuerzo, que nos dicen claramente cuál es el trabajo y cuáles son los frutos.
De otro modo, como bien escribió Mariano Moreno en su prólogo de la traducción que hizo del Contrato Social de Rousseau: “Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que se le debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas, y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos sin destruir la tiranía”. Entonces los del eterno retorno tendrían razón.
04/01/15 Miradas al Sur
Cuando uno se encuentra con el comienzo del último año de una gestión en un país con las particularidades de la Argentina, resurge la idea de compararlo con otras situaciones similares, como si la historia fuera circular, como si los hechos se repitieran, lo que hasta puede parecer cierto en apariencia. Sin embargo, la realidad subyacente es otra.
No se puede comparar el fin del ciclo del gobierno de Isabel Martínez de Perón o el de Raúl Alfonsín, cuando los sectores dominantes proponían un cambio profundo de reconversión de la producción con una brutal transferencia de ingresos de lo público a lo privado y de los asalariados al capital. En ambos casos, además, era a favor del capital privado más concentrado, solo para su exclusivo beneficio, sabiendo (o deberían saberlo) que dejaban un país destruido, con una amplía población desempleada y en la indigencia.
Ahora la situación es distinta, el capital más concentrado ha ganado y gana mucha plata, y quisiera ganar más, pero es consciente (y ahora que tienen futuro lo saben fehacientemente) de que existen límites que deben respetar para asegurar que el proceso continúe, que no pueden matar “la gallina de los huevos de oro” que son las relaciones de producción y distribución con altas tasas de ganancia, como las que obtienen en nuestro país.
Eso no impide que se preparen y que, a su vez, sepan del desembarco de nuevos capitales atraídos por las ventajosas condiciones del mercado argentino, como lo demuestran los fondos de inversión internacionales y su creciente participación en el país, y por consiguiente la suba del precio de las acciones de las empresas que operan en la Argentina y que cotizan en bolsas de valores internacionales.
Lo que estamos diciendo es que, con todas las limitaciones que tiene un país con los severos problemas de infraestructura (transporte, energía, puertos, aeropuertos, etcétera) que tenemos, las relaciones técnicas y sociales son óptimas para generar tasas de ganancia que se sostienen en el tiempo.
Por supuesto que se puede ampliar el mercado y extender así las ecuaciones de costo-beneficio y de inversión-productividad, basándose en la disciplina laboral, en la capacidad real y potencial de nuestra mano de obra, de incorporar tecnología, más generosos recursos naturales (agua, la tierra más fértil del mundo, petróleo y gas en Vaca Muerta, etcétera), condiciones que tornan factibles las correcciones macro en el tiempo, como son la necesidad de que converjan el tipo de cambio, los precios internos, la tasa de interés, el gasto público. Ninguna variable es para dramatizar, sabiendo que la economía argentina crece siempre que las exportaciones lo hagan en forma suficiente para pagar las importaciones, como dice la tesis de Anthony Thirlwall. Por ende, mientras el crecimiento de las exportaciones estén, como lo están, garantizadas por la sostenida demanda de China y otros países asiáticos y emergentes de fuerte industrialización, transformando población rural a urbana –que en el caso del primer país implica que suma por año diez millones de personas al mercado laboral (un país con una población económicamente activa de más de 400 millones de almas)– a quienes se debe alimentar y vestir, que demandan muebles, artículos eléctricos y electrónicos, bienes de madera, cuero, aluminio, acero, bronce, energía de todo tipo, nuestro país debe tener la inteligencia y la capacidad de integrarse vendiéndole cada vez más valor agregado. Ese es el verdadero desafío.
Es en ese marco global y sostenible en el tiempo, que la coyuntura permite que los agoreros de siempre sobredimensionen la capacidad de daño que pueden tener lo que la Presidenta denominó “buitres desplumados”, o la presión de los exportadores de que se les suba el tipo de cambio, cuando están consiguiendo de nuestro país un negocio sin plazos y sumamente rentable como es, por ejemplo, el de satisfacer la creciente demanda de los países que crecen y se industrializan. No es que Louis Dreyfus Groups, Bunge Cerval, Cargill o Nidera –que aceptan para fin del año 2014 el dólar de la soja a $ 5,60 (el valor oficial menos el 35% de las retenciones), cuando al “blue” lo hacen valer el doble (de hecho no podemos ignorar que la interrelación e interacción existe y un reflejo son las cuentas no declaradas a la AFIP)– no lo sepan, al contrario, pero priorizan satisfacer la demanda mundial que es su negocio de mediano y largo plazo
El problema y la solución residen en que tenemos que apuntalar la industria que nos permita sustituir importaciones, para una vez desarrollada incluso poder exportar bienes industriales y, de esa manera, generar un círculo virtuoso de acumulación y distribución que nos contemple a todos.
Pero racionalizar ese problema y buscar esa solución debe ser tarea exclusiva del Estado, no se le puede dejar al mercado –como se hacen llamar las grandes corporaciones que actúan y son decisivos en ellos–, porque la ganancia en lugar de distribuirse se la apropian y la fugan, como hicieron siempre que se los dejó.
John Maynard Keynes afirmaba en su Teoría General que el deber de ordenar el volumen de la inversión no debía dejarse en manos de los particulares. Y en una apología y propuesta de la intervención pública directa en materia de gasto, manifestaba su defensa de poner en manos de las autoridades públicas “…quienes sí tienen medios y posibilidades de realizar un cálculo más racional y ajustado de la eficiencia marginal del capital, las decisiones de inversión de la economía”.
Las corporaciones mediáticas difunden un panorama tendiente a lo que esperan sectores concentrados: un cambio de gobierno a partir del 10 de diciembre de 2015 que modifique el marco regulatorio e institucional para favorecer al capital. Es la misma vieja idea que planteó José Martínez de Hoz en su triste discurso del 2 de abril de 1976 en que dijo que había que liberar las fuerzas productivas. Las mismas palabras fueron expresadas el 28 de noviembre de 2014, en el Foro de Convergencia Empresaria, donde están las empresas agrupadas en la Asociación de Productores de Siembra Directa, la Asociación de Bancos de la Argentina, la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa, la Asociación de Empresarios de la Argentina, la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Argentina, la Cámara Argentina de Empresarios Mineros, las Confederaciones Rurales Argentinas, la Sociedad Rural Argentina y la Unión Industrial Argentina, y que fue expresado por Luis Betnaza, un alto funcionario del Grupo Techint: “El mercado le va a ganar al Estado, el debate es cómo liberar las fuerzas productivas”.
La respuesta del Gobierno, por boca de su ministro de Planificación, no se hizo esperar: “Cuáles serían los resultados para Techint –y no es difícil imaginar el destino de sus trabajadores– si el Estado le quitara todas las prerrogativas, subsidios y beneficios antidumping que detentan? ¿A quién le vendería la compañía con domicilio en Luxemburgo sus caños sin costura si el Estado no avanzara con el Gasoducto del Noreste? ¿Qué sería de Techint sin la demanda persistente para la obra pública del Estado nacional, de las provincias y de los municipios?”.
Lo mismo podemos decir ahora de las expendedoras de combustible que se pasaron pregonando la internacionalización del precio cuando el barril de petróleo superaba los 100 dólares y ahora, que bajó a 55 dólares, piden la intervención estatal. O sea, el Estado es bueno cuando le sostiene los precios por fuera del mercado, pero es malo si pretende regularlos.
Por eso, 2015 va a ser un año difícil, no porque no se puedan conseguir los dólares para pagar las importaciones, los servicios de la deuda y todas las obligaciones en divisas (incluido si se acuerda o no con los fondos buitre), sobre lo que dicen temer los escribas a sueldo de las corporaciones (esas que son la base de las agrupaciones empresariales nombradas) y hacen proyecciones de distintas alternativas sin que ninguna se cumpla. Es importante este año que empezó porque es un verdadero año bisagra en el cual, o retornamos a lo mejor del kirchnerismo y de todo gobierno nacional y popular que se precie de tal, defendiendo nuestro trabajo, nuestra producción y nuestro futuro, y armando una estrategia para tal fin (con claras leyes de cómo se distribuyen los ingresos, a quiénes le vendemos y cómo nos financiamos), o se cede a la liberación de las fuerzas productivas que proponen Martínez de Hoz y Betnaza, y ese camino de enriquecimiento de ellos y pobreza nuestra ya lo vivimos y ya lo conocemos (o deberíamos conocerlo).
No podemos dejar por defensa propia que las corporaciones nos digan a quién votar, quién nos va a gobernar y quiénes van a ser nuestros representantes, no podemos hacer como los troyanos que aceptaron, y de buen modo, el caballo de madera, debemos elegir a los que defienden nuestro trabajo y nuestro esfuerzo, que nos dicen claramente cuál es el trabajo y cuáles son los frutos.
De otro modo, como bien escribió Mariano Moreno en su prólogo de la traducción que hizo del Contrato Social de Rousseau: “Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que se le debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas, y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos sin destruir la tiranía”. Entonces los del eterno retorno tendrían razón.
04/01/15 Miradas al Sur
Las derrotas y la resistencia Por Guillermo Almeyra
Al tratar de hacer un balance de 2014 y analizar lo que nos podría deparar este año que comienza, hay que eliminar la noción popular de una ruptura entre lo "viejo" y lo "nuevo" (que no es más que la perduración del proceso en el tiempo) y la tendencia, mucho más peligrosa, a estudiar el conflicto entre los Estados y el comportamiento de los países como si realmente los trabajadores y los pobres se identificasen totalmente con quienes los explotan y dominan, y los capitalistas de un país dependiente se enfrentasen con los del país hegemónico, cuando en realidad están integrados en el mismo capital financiero global y sus contradicciones, por grandes que pudieran ser, son secundarias.
Los analistas integrados nos hablan de Rusia, China, México, Argentina o Brasil como si fuesen unidades homogéneas; califican de imperialistas sólo a Estados Unidos y las viejas potencias coloniales, y estudian los resultados económicos como si se tratase de un baile de cifras y no de un desplazamiento de la riqueza y del poder desde los productores hacia diferentes grupos de capitalistas. Nos dicen, por ejemplo, que el producto interno de Brasil –que en 2013 había crecido 7.5 por ciento– tuvo en 2014 un crecimiento cero y que la economía rusa se desplomó con la caída del precio del petróleo, pero no quién ganó y quién perdió: ¿los capitalistas nacionales –allí donde éstos pudieran ser realmente representativos–, las trasnacionales, los ingresos reales de los trabajadores ocupados, la masa de trabajadores y pobres sin ingresos fijos, los campesinos? Porque el desastre para los asalariados, los pobres y los oprimidos fue en realidad un maná para el gran capital, que reconstruyó su tasa de ganancia aumentando su tasa de explotación. Además, esos analistas capitalistas hacen como los gatos y tapan enseguida la mierda analítica que produjeron llevados por su aceptación de la lógica del sistema y por la ignorancia de que éste funciona como un todo único.
Por eso ni se acuerdan de todas sus elucubraciones sobre el crecimiento grupal del BRICS y la posibilidad de que éste contrarrestase a Estados Unidos en crisis justamente cuando Brasil, Rusia e incluso China enfrentan graves dificultades, y que la economía de Estados Unidos, en cambio, crece 5 por ciento y se reanima al extremo de utilizar los excedentes petroleros para golpear a sus competidores, hundir a Venezuela (y con ella a Cuba) y controlar el mercado energético mundial.
Por supuesto, los Estados tienen roces, disputas, fricciones en la medida en que siguen existiendo grupos capitalistas interesados en controlar los recursos naturales y productivos de un territorio dado. Pero las trasnacionales y el capital financiero cada vez menos se identifican con "su" Estado (al que necesitan sobre todo para imponer leyes represivas o que les favorezcan y para reprimir) y emigran de donde no les conviene ya estar para invertir donde obtienen mayor ganancia. De modo que cuando la economía estadunidense se reanima, los capitales que especulaban con las altas ganancias en los países mal llamados emergentes, retornan al pago chico (llevándose de paso ilegalmente miles de millones de dólares).
En la economía, como en la sociedad, el factor decisivo es la capacidad de resistencia de los trabajadores y el nivel de conciencia de los mismos sobre la explotación y la opresión a que están sometidos. El límite para la caída del nivel de vida y de los derechos lo fija la capacidad de lucha de los pueblos. El capital no tiene límites morales. Si los niños se venden para desguazarlos, si las mujeres se venden como animales o se matan, si ha retornado la esclavitud en medio mundo –como dice hasta el Papa– y si las leyes protectoras de las y los trabajadores no se aplican, es porque no hay un nivel de conciencia y de unidad de los oprimidos que lleve a la organización y la lucha masiva por una alternativa de gobierno y de sistema que imponga el orden de las mayorías.
El capitalismo gobierna y explota mediante la oposición de los regionalismos, de los nacionalismos, de los conflictos religiosos, del racismo, de su ideología. ¿Israel podría seguir asesinando palestinos y aplicando el apartheid si la mayoría de sus habitantes no fuese racista y no se creyese que forma parte de un pueblo elegido por Dios? ¿Se sostendría Estados Unidos si la mayoría no aceptase la identificación entre Dios y el dólar y no creyese que el mundo y su sociedad es obra divina?
Las conquistas de civilización en la segunda posguerra fueron resultado del miedo del capitalismo al movimiento obrero y al comunismo (más que a la Unión Soviética y el estalinismo, que en Yalta y Potsdam habían dado garantías suficientes de su carácter de frenadores mundiales de las revoluciones). El derrumbe de la Unión Soviética a finales de los 80 fue posible porque la burocracia y su partido compartían los valores capitalistas y, sobre todo, por la tremenda derrota antes infligida a los trabajadores de los países industrializados, combinando la desocupación, el traslado de las fuentes de trabajo hacia donde no había sindicatos y porque la mano de obra era abundante y baratísima. El derrumbe infame de la URSS y la transformación de ese territorio y de la inmensa China en campo de caza del capitalismo desorganizó aún más a los trabajadores y los aplastó moralmente.
Si el estalinismo contrarrevolucionario salvó al capitalismo en 1946, el estalinismo en China permitió en los 90 la recuperación de Estados Unidos reforzando el dólar y la tasa de ganancia de las trasnacionales. Este hecho –y la destrucción de los sindicatos y la virtual inexistencia de una izquierda anticapitalista local– es el secreto de la recuperación de la tasa de ganancia y del freno a la caída de la hegemonía estadunidense.
Desde principios de los 80 sufrimos derrota tras derrota. Esa es la clave para entender el mundo actual. Pero hay signos y presagios positivos y motivos de esperanza que trataré en un próximo artículo.
La Jornada de México
Los analistas integrados nos hablan de Rusia, China, México, Argentina o Brasil como si fuesen unidades homogéneas; califican de imperialistas sólo a Estados Unidos y las viejas potencias coloniales, y estudian los resultados económicos como si se tratase de un baile de cifras y no de un desplazamiento de la riqueza y del poder desde los productores hacia diferentes grupos de capitalistas. Nos dicen, por ejemplo, que el producto interno de Brasil –que en 2013 había crecido 7.5 por ciento– tuvo en 2014 un crecimiento cero y que la economía rusa se desplomó con la caída del precio del petróleo, pero no quién ganó y quién perdió: ¿los capitalistas nacionales –allí donde éstos pudieran ser realmente representativos–, las trasnacionales, los ingresos reales de los trabajadores ocupados, la masa de trabajadores y pobres sin ingresos fijos, los campesinos? Porque el desastre para los asalariados, los pobres y los oprimidos fue en realidad un maná para el gran capital, que reconstruyó su tasa de ganancia aumentando su tasa de explotación. Además, esos analistas capitalistas hacen como los gatos y tapan enseguida la mierda analítica que produjeron llevados por su aceptación de la lógica del sistema y por la ignorancia de que éste funciona como un todo único.
Por eso ni se acuerdan de todas sus elucubraciones sobre el crecimiento grupal del BRICS y la posibilidad de que éste contrarrestase a Estados Unidos en crisis justamente cuando Brasil, Rusia e incluso China enfrentan graves dificultades, y que la economía de Estados Unidos, en cambio, crece 5 por ciento y se reanima al extremo de utilizar los excedentes petroleros para golpear a sus competidores, hundir a Venezuela (y con ella a Cuba) y controlar el mercado energético mundial.
Por supuesto, los Estados tienen roces, disputas, fricciones en la medida en que siguen existiendo grupos capitalistas interesados en controlar los recursos naturales y productivos de un territorio dado. Pero las trasnacionales y el capital financiero cada vez menos se identifican con "su" Estado (al que necesitan sobre todo para imponer leyes represivas o que les favorezcan y para reprimir) y emigran de donde no les conviene ya estar para invertir donde obtienen mayor ganancia. De modo que cuando la economía estadunidense se reanima, los capitales que especulaban con las altas ganancias en los países mal llamados emergentes, retornan al pago chico (llevándose de paso ilegalmente miles de millones de dólares).
En la economía, como en la sociedad, el factor decisivo es la capacidad de resistencia de los trabajadores y el nivel de conciencia de los mismos sobre la explotación y la opresión a que están sometidos. El límite para la caída del nivel de vida y de los derechos lo fija la capacidad de lucha de los pueblos. El capital no tiene límites morales. Si los niños se venden para desguazarlos, si las mujeres se venden como animales o se matan, si ha retornado la esclavitud en medio mundo –como dice hasta el Papa– y si las leyes protectoras de las y los trabajadores no se aplican, es porque no hay un nivel de conciencia y de unidad de los oprimidos que lleve a la organización y la lucha masiva por una alternativa de gobierno y de sistema que imponga el orden de las mayorías.
El capitalismo gobierna y explota mediante la oposición de los regionalismos, de los nacionalismos, de los conflictos religiosos, del racismo, de su ideología. ¿Israel podría seguir asesinando palestinos y aplicando el apartheid si la mayoría de sus habitantes no fuese racista y no se creyese que forma parte de un pueblo elegido por Dios? ¿Se sostendría Estados Unidos si la mayoría no aceptase la identificación entre Dios y el dólar y no creyese que el mundo y su sociedad es obra divina?
Las conquistas de civilización en la segunda posguerra fueron resultado del miedo del capitalismo al movimiento obrero y al comunismo (más que a la Unión Soviética y el estalinismo, que en Yalta y Potsdam habían dado garantías suficientes de su carácter de frenadores mundiales de las revoluciones). El derrumbe de la Unión Soviética a finales de los 80 fue posible porque la burocracia y su partido compartían los valores capitalistas y, sobre todo, por la tremenda derrota antes infligida a los trabajadores de los países industrializados, combinando la desocupación, el traslado de las fuentes de trabajo hacia donde no había sindicatos y porque la mano de obra era abundante y baratísima. El derrumbe infame de la URSS y la transformación de ese territorio y de la inmensa China en campo de caza del capitalismo desorganizó aún más a los trabajadores y los aplastó moralmente.
Si el estalinismo contrarrevolucionario salvó al capitalismo en 1946, el estalinismo en China permitió en los 90 la recuperación de Estados Unidos reforzando el dólar y la tasa de ganancia de las trasnacionales. Este hecho –y la destrucción de los sindicatos y la virtual inexistencia de una izquierda anticapitalista local– es el secreto de la recuperación de la tasa de ganancia y del freno a la caída de la hegemonía estadunidense.
Desde principios de los 80 sufrimos derrota tras derrota. Esa es la clave para entender el mundo actual. Pero hay signos y presagios positivos y motivos de esperanza que trataré en un próximo artículo.
La Jornada de México
La política en ojotas
Los próximos dos meses la campaña se mudará a los centros de veraneo para estrenar el año electoral.
Por Hernán Dearriba
Los políticos trocaron el saco y la corbata por el short y las ojotas. Al menos por los próximos dos meses la política se mudará a los centros de veraneo para estrenar el año electoral. La maquinaria ya está en marcha desde los últimos días de 2014. Es que el esquema de feriados adelantó la llegada de turistas a las playas, donde se encontraron con paradores auspiciados por los distintos candidatos.
El gobernador Daniel Scioli juega de local. Pasará buena parte de la primera quincena recorriendo balnearios, apoyado en la estructura de la provincia. Su estrategia no cambiará: seguirá mostrándose como el garante de la continuidad del modelo nacional y popular aunque con algunos ajustes de estilo. "No tengo que sobreactuar como el resto de los candidatos", dijo en las primeras horas del 2015.
En paralelo con la movida de la Costa, Scioli no descuidará la gestión. Allí el objetivo es cerrar a tiempo la siempre traumática paritaria docente para romper con la tradición de los paros que impiden el inicio de las clases y generan problemas de proporciones a los padres que tienen trabajo y cuentan con el ciclo lectivo como ordenador de sus rutinas.
El resto de los postulantes del oficialismo también le pondrá fichas a la Costa, pero sin el handicap de la "ola naranja". Florencio Randazzo mostrará los trenes y gestionará documentos y pasaportes, mientras que el entrerriano Sergio Urribarri tendrá su base en las populares playas marplatenses.
El alcalde porteño, Mauricio Macri, tiene otras preocupaciones. Para el PRO comenzó a correr el reloj electoral antes de tiempo. Por decisión del jefe de gobierno, las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) se realizarán en abril en la Ciudad pero hasta ahora no consigue ordenar su propia tropa.
A horas del brindis de fin de año, Macri verbalizó por primera vez lo que era un secreto a voces: su preferencia por Horacio Rodríguez Larreta como sucesor. El jefe de Gabinete es su mano derecha y si bien no es propietario de un carisma desbordante o una verba cautivadora, cerca de Macri creen que alcanzará con su padrinazgo para transformarlo en el próximo jefe de gobierno porteño.
Razón no les falta, la imagen del jefe del PRO en la Ciudad se mantiene en niveles de amplia aprobación, mientras que el resto de los incipientes contendientes no parece amenazar la continuidad amarilla. La Ciudad mantiene su condición de refractaria al kirchnerismo que no consigue romper un nucleo duro de votantes fieles pero insuficientes.
La estrella de las últimas elecciones porteñas, el Frente UNEN, sólo tiene incertidumbre para ofrecer después del tsunami que provocó el estallido por la salida de Elisa Carrió que –precisamente– impulsa una alianza con Macri mientras sostiene públicamente que no confía en él. Se trata de un mensaje más complicado de leer para el electorado que los antiguos códices mayas.
Sin embargo, Mauricio no las tiene tan fáciles, particularmente puertas adentro. La senadora Gabriela Michetti desafió su condición de líder y anunció por enésima vez que disputará las PASO para competir por la intendencia porteña. El paso implica un doble revés para su jefe, que quiere a Rodríguez Larreta como sucesor y a Michetti como compañera de una fórmula pura del PRO. La senadora parece negarle lo uno y lo otro.
Macri ha visto crecer su intención de voto en el segundo semestre de 2014 y si bien puede mostrar candidatos en los primeros puestos en algunos de los principales distritos, todavía no pudo consolidar al PRO como una fuerza nacional. Es por eso que necesita como el agua mostrar un resultado positivo en la Ciudad y aspira a que las mieles de ese triunfo se extiendan hasta el segundo semestre como plataforma para impulsar su candidatura presidencial.
Su objetivo es entrar en el balotaje para allí presentarse como la opción antikirchnerista y capitalizar lo que cree es un amplio sentimiento de rechazo al oficialismo, el tan mentado fin de ciclo que no todos los encuestadores se animan a vaticinar así como así.
Por varios motivos, Sergio Massa la tiene mucho más complicada. No dispone ni de la vidriera de la gestión, ni de un eventual resultado positivo en una elección de proyección nacional como es la del distrito federal. La peor amenaza para el ex intendente de Tigre es repetir el recorrido del 2014 al que se asomó como el candidato que se comía a los chicos crudos y terminó en el mejor de los casos estancado y, en el peor, resignando posiciones. Algunas de las últimas encuestas del año que se fue lo mostraban incluso más cerca del 15 que del 20% de intención de voto, aunque otras lo mantenían alternando en el primer lugar con Scioli y Macri.
Algunas de sus acciones de las últimas semanas no parecieron ayudarlo mucho, como la votación fraguada por el Frente Renovador en el Concejo Deliberante de Tigre de la que hicieron participar a un muerto para aprobar una suba de tasas municipales, el fallido comercial del tigre que pedía "bife de motochorro" en un restaurante, o la inverosímil declaración en la que aseguró haber cancelado él un encuentro con el Papa Francisco que –es sabido– no lo recibe.
Al parecer, el líder Renovador enfrenta un intenso debate interno sobre el futuro de su campaña. Los halcones proponen abandonar cualquier tono conciliador (si es que aun le queda algo de eso) y ofrecer un perfil descarnadamente opositor. Las palomas prefieren mantener algunos elogios a políticas puntuales, garantizar su continuidad y después sí diferenciarse.
Mientras tanto, unos y otros esperan en ascuas la nueva fecha para el lanzamiento oficial de la candidatura de Massa. El tigrense tenía pensado un acto para el 10 de diciembre pasado, pero se postergó sin fecha. Algunos sostienen que se concretará en marzo, con el inicio formal de la campaña presidencial.
Son pocos los que creen que el escenario económico de 2015 pueda ser tan propicio para las necesidades de la oposición como lo fue la primera mitad del año pasado. Más allá de los titulares de los últimos días (con datos del tercer trimestre), la economía mostró sobre el final del año su mejor cara del período. De uno u otro lado, los analistas coinciden en observar una desaceleración de la inflación, acompañada por cierto repunte en el consumo, una mejora de las expectativas y mayor tranquilidad cambiaria.
Hay también consenso en los pronósticos de un 2015 sin resultados extraordinarios, pero sensiblemente mejor que el año pasado. Con el primer día de enero, además, dejó de existir la cláusula RUFO, aquella que obligaba al país a equiparar a los bonistas que aceptaron los canjes de la deuda de 2005 y 2010, cualquier mejora en las condiciones ofrecida a quienes mantienen los reclamos contra el país.
Esa cláusula hubiera disparado una factura de 500 mil millones de dólares si el Estado argentino hubiera aceptado la impresentable sentencia de Thomas Griesa a favor de los fondos buitre.
Caída esa limitación, las opiniones se dividen entre quienes consideran que el Ministerio de Economía impulsará una negociación con los buitres que le permita al país volver al mercado internacional de capitales, y los pesimistas que aseguran que durante el gobierno de Cristina Fernández no habrá acuerdo. Estos últimos sostienen la argumentación en la consideración de que la economía argentina marchará razonablemente bien este año, por lo que desaparecería la urgencia de cerrar ese acuerdo.
En cualquier caso, la posición argentina sigue siendo por ahora clara en algunas cuestiones: Economía pretende sentar a todos los holdouts a la mesa de las negociaciones (y no sólo a los beneficiarios del fallo de Griesa) y la oferta será (al menos en principio) la misma que en los canjes anteriores. Claro que esa es la oferta inicial y en una negociación las cosas pueden cambiar.
Lo único claro hasta aquí es que aquello que parecía un imposible seis meses atrás cuando Griesa envió a la Argentina a uno de los default más extraños de la historia se produjo sin mayores contratiempos: el país llegó a enero con sus reservas fortalecidas y sin que se dispararan los reclamos de acelerar los pagos de los bonos que están atenazados por el fallo del octogenario magistrado neoyorkino. El mediador Daniel Pollack podría convocar a nuevas reuniones en enero para ver cómo hace para intentar efectivizar una sentencia que es imposible de cumplir.
Cualquier negociación será larga, porque los buitres perdieron ese elemento de presión que significaba la RUFO y porque la política de un año electoral siempre tiene condimentos adicionales.
Infonews
Por Hernán Dearriba
Los políticos trocaron el saco y la corbata por el short y las ojotas. Al menos por los próximos dos meses la política se mudará a los centros de veraneo para estrenar el año electoral. La maquinaria ya está en marcha desde los últimos días de 2014. Es que el esquema de feriados adelantó la llegada de turistas a las playas, donde se encontraron con paradores auspiciados por los distintos candidatos.
El gobernador Daniel Scioli juega de local. Pasará buena parte de la primera quincena recorriendo balnearios, apoyado en la estructura de la provincia. Su estrategia no cambiará: seguirá mostrándose como el garante de la continuidad del modelo nacional y popular aunque con algunos ajustes de estilo. "No tengo que sobreactuar como el resto de los candidatos", dijo en las primeras horas del 2015.
En paralelo con la movida de la Costa, Scioli no descuidará la gestión. Allí el objetivo es cerrar a tiempo la siempre traumática paritaria docente para romper con la tradición de los paros que impiden el inicio de las clases y generan problemas de proporciones a los padres que tienen trabajo y cuentan con el ciclo lectivo como ordenador de sus rutinas.
El resto de los postulantes del oficialismo también le pondrá fichas a la Costa, pero sin el handicap de la "ola naranja". Florencio Randazzo mostrará los trenes y gestionará documentos y pasaportes, mientras que el entrerriano Sergio Urribarri tendrá su base en las populares playas marplatenses.
El alcalde porteño, Mauricio Macri, tiene otras preocupaciones. Para el PRO comenzó a correr el reloj electoral antes de tiempo. Por decisión del jefe de gobierno, las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) se realizarán en abril en la Ciudad pero hasta ahora no consigue ordenar su propia tropa.
A horas del brindis de fin de año, Macri verbalizó por primera vez lo que era un secreto a voces: su preferencia por Horacio Rodríguez Larreta como sucesor. El jefe de Gabinete es su mano derecha y si bien no es propietario de un carisma desbordante o una verba cautivadora, cerca de Macri creen que alcanzará con su padrinazgo para transformarlo en el próximo jefe de gobierno porteño.
Razón no les falta, la imagen del jefe del PRO en la Ciudad se mantiene en niveles de amplia aprobación, mientras que el resto de los incipientes contendientes no parece amenazar la continuidad amarilla. La Ciudad mantiene su condición de refractaria al kirchnerismo que no consigue romper un nucleo duro de votantes fieles pero insuficientes.
La estrella de las últimas elecciones porteñas, el Frente UNEN, sólo tiene incertidumbre para ofrecer después del tsunami que provocó el estallido por la salida de Elisa Carrió que –precisamente– impulsa una alianza con Macri mientras sostiene públicamente que no confía en él. Se trata de un mensaje más complicado de leer para el electorado que los antiguos códices mayas.
Sin embargo, Mauricio no las tiene tan fáciles, particularmente puertas adentro. La senadora Gabriela Michetti desafió su condición de líder y anunció por enésima vez que disputará las PASO para competir por la intendencia porteña. El paso implica un doble revés para su jefe, que quiere a Rodríguez Larreta como sucesor y a Michetti como compañera de una fórmula pura del PRO. La senadora parece negarle lo uno y lo otro.
Macri ha visto crecer su intención de voto en el segundo semestre de 2014 y si bien puede mostrar candidatos en los primeros puestos en algunos de los principales distritos, todavía no pudo consolidar al PRO como una fuerza nacional. Es por eso que necesita como el agua mostrar un resultado positivo en la Ciudad y aspira a que las mieles de ese triunfo se extiendan hasta el segundo semestre como plataforma para impulsar su candidatura presidencial.
Su objetivo es entrar en el balotaje para allí presentarse como la opción antikirchnerista y capitalizar lo que cree es un amplio sentimiento de rechazo al oficialismo, el tan mentado fin de ciclo que no todos los encuestadores se animan a vaticinar así como así.
Por varios motivos, Sergio Massa la tiene mucho más complicada. No dispone ni de la vidriera de la gestión, ni de un eventual resultado positivo en una elección de proyección nacional como es la del distrito federal. La peor amenaza para el ex intendente de Tigre es repetir el recorrido del 2014 al que se asomó como el candidato que se comía a los chicos crudos y terminó en el mejor de los casos estancado y, en el peor, resignando posiciones. Algunas de las últimas encuestas del año que se fue lo mostraban incluso más cerca del 15 que del 20% de intención de voto, aunque otras lo mantenían alternando en el primer lugar con Scioli y Macri.
Algunas de sus acciones de las últimas semanas no parecieron ayudarlo mucho, como la votación fraguada por el Frente Renovador en el Concejo Deliberante de Tigre de la que hicieron participar a un muerto para aprobar una suba de tasas municipales, el fallido comercial del tigre que pedía "bife de motochorro" en un restaurante, o la inverosímil declaración en la que aseguró haber cancelado él un encuentro con el Papa Francisco que –es sabido– no lo recibe.
Al parecer, el líder Renovador enfrenta un intenso debate interno sobre el futuro de su campaña. Los halcones proponen abandonar cualquier tono conciliador (si es que aun le queda algo de eso) y ofrecer un perfil descarnadamente opositor. Las palomas prefieren mantener algunos elogios a políticas puntuales, garantizar su continuidad y después sí diferenciarse.
Mientras tanto, unos y otros esperan en ascuas la nueva fecha para el lanzamiento oficial de la candidatura de Massa. El tigrense tenía pensado un acto para el 10 de diciembre pasado, pero se postergó sin fecha. Algunos sostienen que se concretará en marzo, con el inicio formal de la campaña presidencial.
Son pocos los que creen que el escenario económico de 2015 pueda ser tan propicio para las necesidades de la oposición como lo fue la primera mitad del año pasado. Más allá de los titulares de los últimos días (con datos del tercer trimestre), la economía mostró sobre el final del año su mejor cara del período. De uno u otro lado, los analistas coinciden en observar una desaceleración de la inflación, acompañada por cierto repunte en el consumo, una mejora de las expectativas y mayor tranquilidad cambiaria.
Hay también consenso en los pronósticos de un 2015 sin resultados extraordinarios, pero sensiblemente mejor que el año pasado. Con el primer día de enero, además, dejó de existir la cláusula RUFO, aquella que obligaba al país a equiparar a los bonistas que aceptaron los canjes de la deuda de 2005 y 2010, cualquier mejora en las condiciones ofrecida a quienes mantienen los reclamos contra el país.
Esa cláusula hubiera disparado una factura de 500 mil millones de dólares si el Estado argentino hubiera aceptado la impresentable sentencia de Thomas Griesa a favor de los fondos buitre.
Caída esa limitación, las opiniones se dividen entre quienes consideran que el Ministerio de Economía impulsará una negociación con los buitres que le permita al país volver al mercado internacional de capitales, y los pesimistas que aseguran que durante el gobierno de Cristina Fernández no habrá acuerdo. Estos últimos sostienen la argumentación en la consideración de que la economía argentina marchará razonablemente bien este año, por lo que desaparecería la urgencia de cerrar ese acuerdo.
En cualquier caso, la posición argentina sigue siendo por ahora clara en algunas cuestiones: Economía pretende sentar a todos los holdouts a la mesa de las negociaciones (y no sólo a los beneficiarios del fallo de Griesa) y la oferta será (al menos en principio) la misma que en los canjes anteriores. Claro que esa es la oferta inicial y en una negociación las cosas pueden cambiar.
Lo único claro hasta aquí es que aquello que parecía un imposible seis meses atrás cuando Griesa envió a la Argentina a uno de los default más extraños de la historia se produjo sin mayores contratiempos: el país llegó a enero con sus reservas fortalecidas y sin que se dispararan los reclamos de acelerar los pagos de los bonos que están atenazados por el fallo del octogenario magistrado neoyorkino. El mediador Daniel Pollack podría convocar a nuevas reuniones en enero para ver cómo hace para intentar efectivizar una sentencia que es imposible de cumplir.
Cualquier negociación será larga, porque los buitres perdieron ese elemento de presión que significaba la RUFO y porque la política de un año electoral siempre tiene condimentos adicionales.
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LA CRISIS MUNDIAL, SUS EFECTOS EN LA ARGENTINA Y COMO SE FUERON CAYENDO LOS ANUNCIOS AGOREROS “Los pronosticadores no pegaron una”
“Fuimos encontrando las herramientas para ponerles límites a las maniobras de ataque especulativo.”
Según Kicillof, Argentina logró sostener una política anticíclica frente a una crisis mundial que no se detuvo. “Desarrollamos programas que fueron eficientes para que la crisis global nos afectara lo menos posible.”
Por Raúl Dellatorre
El año 2014 quedó, en la memoria de muchos, como el que mayores dificultades económicas le presentó al kirchnerismo desde su llegada al gobierno, en 2003. El ministro Axel Kicillof trazó un balance, un repaso de las dificultades tanto internas como externas y sobre los lineamientos que se adoptaron para enfrentarlas. Habló del rol de los grupos concentrados locales y cómo se logró “ponerles límites”. Advirtió sobre los riesgos que conlleva la crisis del petróleo y una probable reversión del flujo de capitales en contra de las economías emergentes.
–Para la economía argentina, 2014 presentó fuertes de-safíos. Empezó con una devaluación y enfrentando situaciones de inestabilidad de origen tanto interno como externo...
–Lo primero a tener en cuenta es lo que ocurrió con la economía mundial. Desde que comenzó el año, en Washington (reuniones del FMI y el Banco Mundial) ya se hablaba del fin de la crisis, y todo el año estuvo marcado por las constantes novedades que fueron pinchando el globo de la recuperación. A diferencia de aquellos pronósticos, terminamos el año en un clima de inestabilidad e incertidumbre mundial. Los resultados de los indicadores en las principales economías del mundo fueron decepcionantes, lo que marcó la distribución geográfica de la crisis. Estados Unidos les puso fin a los estímulos financieros y lo que ellos llaman la vuelta a la normalidad monetaria empieza a tener reflejo en la inestabilidad de los mercados financieros, mercados especulativos, en los de commodities, en los mercados de deuda y cambiarios. Es decir, lo que a principios de año desde estos centros financieros se señalaba como buenas perspectivas, termina el año en medio de un terremoto.
–¿Cómo afecta ese panorama global la fuerte baja del petróleo?
–La caída de más del 40 por ciento en pocos meses fue muy inesperada y produjo un verdadero reacomodamiento geopolítico. Afectó más claramente a Rusia, pero también a Venezuela y Bolivia, que quedaron en una situación muy compleja. La inestabilidad monetaria de Rusia impacta en la economía mundial. Pero también sufrimos el impacto de la inestabilidad monetaria de nuestros vecinos. Además, si se revierte el flujo de capitales, particularmente los países emergentes que gozaron de la llegada de esos capitales en la etapa anterior van a tener problemas monetarios serios.
–¿En qué otros elementos ve reflejado lo que señalaba respecto del cambio de perspectivas a lo largo del año, desde la euforia inicial a la preocupación con la que se cerró?
–Yo lo oí personalmente a lo largo del año en las distintas reuniones en que participé, de organismos financieros o del G-20. A cada una que íbamos, los mismos organismos iban revisando a la baja sus perspectivas de crecimiento. Terminamos el año con una caída del comercio mundial que se estima en el uno por ciento, un crecimiento de China del 7,3 por ciento, que es alto pero el menor para ellos de la década después de acostumbrarnos a tasas del 9 o 10 por ciento. Brasil, de un crecimiento del 2,5 por ciento el año anterior, pasa a 0,3 por ciento en el que termina. También Chile tuvo un descenso, del 4,2 al 2 por ciento. Y Uruguay, del 4,4 al 2,8 por ciento. Si hablamos de la Eurozona, el panorama es todavía peor, con perspectivas que tampoco son muy buenas para este año, además de los trastornos políticos, como la situación de Grecia y lo que pueda derivar de su desenlace. Esto fue sumando preocupación a lo largo del año. Empezó a verse una crisis sin un remedio claro, a la que se sumaron otros factores de inestabilidad. Igualmente notábamos que hasta principios de año seguía predominando la idea de las políticas de ajuste como respuesta, lo que más elegantemente llamaban reformas estructurales y políticas de consolidación fiscal. Sin embargo, en el último G-20 se empezó a hablar de la necesidad de expandir la demanda, basado en la inversión pública. Esto marcó de algún modo el grado de descontento reinante. Es que cuando las exportaciones se contraen, y la economía no arranca, está claro que es porque uno de los motores de la demanda está descompuesto. Estamos en el punto en que la crisis, que arrancó en Estados Unidos y luego se desplazó a Europa, puede que ahora siga el ciclo hacia las economías emergentes. Es un panorama incierto, sobre todo porque estamos frente a grandes cambios provocados por decisiones vinculadas con la geopolítica. En el caso del petróleo, todavía está en discusión si la baja es producida por Arabia Saudita en contra de Estados Unidos, o es Estados Unidos el que lo impulsa a la baja, acompañado por Arabia Saudita, para perjudicar a Rusia y Venezuela.
–¿Cómo afectó esta situación global a la Argentina y qué medidas se tomaron para contrarrestarla?
–A pesar de la desaceleración mundial, seguimos adelante con un programa anticíclico, tratando de que la caída de la economía global nos afectara lo menos posible. El gasto público jugó un papel muy activo en ese sentido, y esto se vio en las políticas específicas, que buscaron alentar el consumo, la inversión y la producción. Pero logramos mantener un crecimiento de la recaudación fiscal del 38 por ciento, y del consumo también en un 38 por ciento pese a un marco externo muy desfavorable. Incluso si se analiza qué pasó con el nivel de actividad, hay que verlo sector por sector. Tanto evaluar la situación actual como la perspectiva, exige un análisis por sector, porque no sufrió el conjunto de la economía.
–¿Considera que hubo una primera mitad del año mucho más complicada por factores internos?
–Hubo un impacto muy violento en esa primera parte del año. Hubo una devaluación en Brasil muy pronunciada. En esos primeros meses tuvimos que contener un intento de corrida cambiaria que yo considero que estuvo vinculado con la disputa con los fondos buitre. Esto generó mucha inestabilidad. No es nuevo, yo contabilizo que es la novena corrida que se intentó contra el kirchnerismo en los once años que lleva al frente del gobierno. También es cierto que, en otras épocas, con una sola corrida volteaban a un gobierno. Pero fuimos encontrando las herramientas para ponerles límites, sobre todo a los sectores más concentrados de la economía, para evitar que lleven a cabo maniobras de ataque contra la moneda. También es innegable que estos intentos desestabilizadores estaban entrelazados con cuestiones políticas. Los pronósticos equivocados de los economistas del establishment, así como de comentaristas de medios de la oposición forman parte de estas estrategias. De todos modos, cerramos el año con algo de crecimiento en el Producto Bruto. El sector agropecuario hizo una contribución fuerte. En contrapunto con los que vaticinaban un “rodrigazo”, un tarifazo, hiperinflación, fuga de reservas y un Estado caótico hacia fin de año, nada de eso ocurrió. El nuevo índice de precios al consumidor, IPCNu, arrancó con un 3,7 por ciento en enero y termina el año, con la última medición conocida, que es noviembre, en el 1,1. Hasta los propios índices oscuros de la oposición y distintas consultoras reflejan esa caída, con una diferencia de cinco o seis décimas respecto del índice oficial. Fue un mal año para esos pronosticadores: no pegaron una.
–¿Lo preocupan esas proyecciones erradas?
–Lo que preocupa es la falta de seriedad. Aparecen en televisión recitando pronósticos como si hubiera algún trabajo técnico detrás, pero son sólo operaciones. Buscan instalar una sensación de que todo está mal y va a estar peor, tratando de generar un clima de inestabilidad. Por lo menos, si lo formularan como expresión de deseos sería más honesto, aunque fuera por especulación política o por odio hacia quienes gobernamos.
–En un año complicado como usted describe, con cambios de políticas en algún caso y profundizaciones en otros, en medio de una crisis externa y ataques especulativos internos, ¿qué aprendizaje le deja la experiencia de haber gobernado con tantos frentes abiertos?
–Desde el punto de vista de la capacidad de actuar del Estado, yo subrayo algunas decisiones de la Presidenta de la Nación que representaron avances muy importantes. La política de Precios Cuidados había generado mucha resistencia al principio, y sin embargo se consolidó como una referencia útil para los consumidores en una etapa donde parecía haberse perdido todo parámetro de precios. Hoy es un programa que se amplió a 383 productos, y expresa el 20 por ciento de la facturación de los supermercados. Y funcionó como política de acuerdos, no por fijación unilateral de precios. El programa Ahora 12 es más reciente, pero ya generó niveles impensados de recuperación del consumo. Y tuvo que ver con los problemas del sector financiero para crear instrumentos para facilitar las compras a crédito sin un costo excluyente. Siguió en marcha el programa Pro.Cre.Ar para la vivienda. El programa de inclusión jubilatoria, que ya va por 120 mil nuevos jubilados en dos meses y la meta es llegar a 500 mil. O el plan Progresar, un incentivo a concluir los estudios, un estímulo a los jóvenes que quedaron sin trabajo ni estudios, para que se formen en carreras que son demandadas por la actividad económica. Ninguno de ellos es una medida coyuntural, tienen que ver con la raigambre de nuestra economía, falencias que el Estado va resolviendo a partir de la incapacidad de otros sectores, como el sistema financiero.
04/01/15 Página|12
Según Kicillof, Argentina logró sostener una política anticíclica frente a una crisis mundial que no se detuvo. “Desarrollamos programas que fueron eficientes para que la crisis global nos afectara lo menos posible.”
Por Raúl Dellatorre
El año 2014 quedó, en la memoria de muchos, como el que mayores dificultades económicas le presentó al kirchnerismo desde su llegada al gobierno, en 2003. El ministro Axel Kicillof trazó un balance, un repaso de las dificultades tanto internas como externas y sobre los lineamientos que se adoptaron para enfrentarlas. Habló del rol de los grupos concentrados locales y cómo se logró “ponerles límites”. Advirtió sobre los riesgos que conlleva la crisis del petróleo y una probable reversión del flujo de capitales en contra de las economías emergentes.
–Para la economía argentina, 2014 presentó fuertes de-safíos. Empezó con una devaluación y enfrentando situaciones de inestabilidad de origen tanto interno como externo...
–Lo primero a tener en cuenta es lo que ocurrió con la economía mundial. Desde que comenzó el año, en Washington (reuniones del FMI y el Banco Mundial) ya se hablaba del fin de la crisis, y todo el año estuvo marcado por las constantes novedades que fueron pinchando el globo de la recuperación. A diferencia de aquellos pronósticos, terminamos el año en un clima de inestabilidad e incertidumbre mundial. Los resultados de los indicadores en las principales economías del mundo fueron decepcionantes, lo que marcó la distribución geográfica de la crisis. Estados Unidos les puso fin a los estímulos financieros y lo que ellos llaman la vuelta a la normalidad monetaria empieza a tener reflejo en la inestabilidad de los mercados financieros, mercados especulativos, en los de commodities, en los mercados de deuda y cambiarios. Es decir, lo que a principios de año desde estos centros financieros se señalaba como buenas perspectivas, termina el año en medio de un terremoto.
–¿Cómo afecta ese panorama global la fuerte baja del petróleo?
–La caída de más del 40 por ciento en pocos meses fue muy inesperada y produjo un verdadero reacomodamiento geopolítico. Afectó más claramente a Rusia, pero también a Venezuela y Bolivia, que quedaron en una situación muy compleja. La inestabilidad monetaria de Rusia impacta en la economía mundial. Pero también sufrimos el impacto de la inestabilidad monetaria de nuestros vecinos. Además, si se revierte el flujo de capitales, particularmente los países emergentes que gozaron de la llegada de esos capitales en la etapa anterior van a tener problemas monetarios serios.
–¿En qué otros elementos ve reflejado lo que señalaba respecto del cambio de perspectivas a lo largo del año, desde la euforia inicial a la preocupación con la que se cerró?
–Yo lo oí personalmente a lo largo del año en las distintas reuniones en que participé, de organismos financieros o del G-20. A cada una que íbamos, los mismos organismos iban revisando a la baja sus perspectivas de crecimiento. Terminamos el año con una caída del comercio mundial que se estima en el uno por ciento, un crecimiento de China del 7,3 por ciento, que es alto pero el menor para ellos de la década después de acostumbrarnos a tasas del 9 o 10 por ciento. Brasil, de un crecimiento del 2,5 por ciento el año anterior, pasa a 0,3 por ciento en el que termina. También Chile tuvo un descenso, del 4,2 al 2 por ciento. Y Uruguay, del 4,4 al 2,8 por ciento. Si hablamos de la Eurozona, el panorama es todavía peor, con perspectivas que tampoco son muy buenas para este año, además de los trastornos políticos, como la situación de Grecia y lo que pueda derivar de su desenlace. Esto fue sumando preocupación a lo largo del año. Empezó a verse una crisis sin un remedio claro, a la que se sumaron otros factores de inestabilidad. Igualmente notábamos que hasta principios de año seguía predominando la idea de las políticas de ajuste como respuesta, lo que más elegantemente llamaban reformas estructurales y políticas de consolidación fiscal. Sin embargo, en el último G-20 se empezó a hablar de la necesidad de expandir la demanda, basado en la inversión pública. Esto marcó de algún modo el grado de descontento reinante. Es que cuando las exportaciones se contraen, y la economía no arranca, está claro que es porque uno de los motores de la demanda está descompuesto. Estamos en el punto en que la crisis, que arrancó en Estados Unidos y luego se desplazó a Europa, puede que ahora siga el ciclo hacia las economías emergentes. Es un panorama incierto, sobre todo porque estamos frente a grandes cambios provocados por decisiones vinculadas con la geopolítica. En el caso del petróleo, todavía está en discusión si la baja es producida por Arabia Saudita en contra de Estados Unidos, o es Estados Unidos el que lo impulsa a la baja, acompañado por Arabia Saudita, para perjudicar a Rusia y Venezuela.
–¿Cómo afectó esta situación global a la Argentina y qué medidas se tomaron para contrarrestarla?
–A pesar de la desaceleración mundial, seguimos adelante con un programa anticíclico, tratando de que la caída de la economía global nos afectara lo menos posible. El gasto público jugó un papel muy activo en ese sentido, y esto se vio en las políticas específicas, que buscaron alentar el consumo, la inversión y la producción. Pero logramos mantener un crecimiento de la recaudación fiscal del 38 por ciento, y del consumo también en un 38 por ciento pese a un marco externo muy desfavorable. Incluso si se analiza qué pasó con el nivel de actividad, hay que verlo sector por sector. Tanto evaluar la situación actual como la perspectiva, exige un análisis por sector, porque no sufrió el conjunto de la economía.
–¿Considera que hubo una primera mitad del año mucho más complicada por factores internos?
–Hubo un impacto muy violento en esa primera parte del año. Hubo una devaluación en Brasil muy pronunciada. En esos primeros meses tuvimos que contener un intento de corrida cambiaria que yo considero que estuvo vinculado con la disputa con los fondos buitre. Esto generó mucha inestabilidad. No es nuevo, yo contabilizo que es la novena corrida que se intentó contra el kirchnerismo en los once años que lleva al frente del gobierno. También es cierto que, en otras épocas, con una sola corrida volteaban a un gobierno. Pero fuimos encontrando las herramientas para ponerles límites, sobre todo a los sectores más concentrados de la economía, para evitar que lleven a cabo maniobras de ataque contra la moneda. También es innegable que estos intentos desestabilizadores estaban entrelazados con cuestiones políticas. Los pronósticos equivocados de los economistas del establishment, así como de comentaristas de medios de la oposición forman parte de estas estrategias. De todos modos, cerramos el año con algo de crecimiento en el Producto Bruto. El sector agropecuario hizo una contribución fuerte. En contrapunto con los que vaticinaban un “rodrigazo”, un tarifazo, hiperinflación, fuga de reservas y un Estado caótico hacia fin de año, nada de eso ocurrió. El nuevo índice de precios al consumidor, IPCNu, arrancó con un 3,7 por ciento en enero y termina el año, con la última medición conocida, que es noviembre, en el 1,1. Hasta los propios índices oscuros de la oposición y distintas consultoras reflejan esa caída, con una diferencia de cinco o seis décimas respecto del índice oficial. Fue un mal año para esos pronosticadores: no pegaron una.
–¿Lo preocupan esas proyecciones erradas?
–Lo que preocupa es la falta de seriedad. Aparecen en televisión recitando pronósticos como si hubiera algún trabajo técnico detrás, pero son sólo operaciones. Buscan instalar una sensación de que todo está mal y va a estar peor, tratando de generar un clima de inestabilidad. Por lo menos, si lo formularan como expresión de deseos sería más honesto, aunque fuera por especulación política o por odio hacia quienes gobernamos.
–En un año complicado como usted describe, con cambios de políticas en algún caso y profundizaciones en otros, en medio de una crisis externa y ataques especulativos internos, ¿qué aprendizaje le deja la experiencia de haber gobernado con tantos frentes abiertos?
–Desde el punto de vista de la capacidad de actuar del Estado, yo subrayo algunas decisiones de la Presidenta de la Nación que representaron avances muy importantes. La política de Precios Cuidados había generado mucha resistencia al principio, y sin embargo se consolidó como una referencia útil para los consumidores en una etapa donde parecía haberse perdido todo parámetro de precios. Hoy es un programa que se amplió a 383 productos, y expresa el 20 por ciento de la facturación de los supermercados. Y funcionó como política de acuerdos, no por fijación unilateral de precios. El programa Ahora 12 es más reciente, pero ya generó niveles impensados de recuperación del consumo. Y tuvo que ver con los problemas del sector financiero para crear instrumentos para facilitar las compras a crédito sin un costo excluyente. Siguió en marcha el programa Pro.Cre.Ar para la vivienda. El programa de inclusión jubilatoria, que ya va por 120 mil nuevos jubilados en dos meses y la meta es llegar a 500 mil. O el plan Progresar, un incentivo a concluir los estudios, un estímulo a los jóvenes que quedaron sin trabajo ni estudios, para que se formen en carreras que son demandadas por la actividad económica. Ninguno de ellos es una medida coyuntural, tienen que ver con la raigambre de nuestra economía, falencias que el Estado va resolviendo a partir de la incapacidad de otros sectores, como el sistema financiero.
04/01/15 Página|12
LETITOR
Héctor Larrea, el intruso en tiempos del “¿Da para darse?”
Hubo un tiempo donde hacer radio significaba jugar con la abstracción, con eso que se denominaba “teatro de la mente”. Se entendía que un programa debía en cierta medida montar un show donde en formato magazine entraran pastillas de todos los colores, desde el humor hasta el deporte y la nota política del día. La vieja noción de revista.
Aunque hoy parezca una rareza, hubo un tiempo donde el conductor de un programa de radio producía él mismo en su casa las secciones musicales. No se conocía el “vamos a un tema musical” porque cada canción que se emitía tenía una razón de ser, un fundamento de efemérides o artístico, no se la ponía para irse a fumar al pasillo. En esa época, el conductor se quedaba aferrado a la silla escuchando con los auriculares el aire, porque, entre otras cosas, así se mantenía en sintonía con el principal elemento de un programa de radio: el clima, ese hilo conductor que enlaza la pastilla deportiva con la columna política del día y el toquecito humorístico. Pero el clima como sonido unificador de un producto comunicacional preproducido desde las cortinas hasta los auspicios comerciales, donde se propone un formato con determinados componentes que son algo distinto a la barra de amigos que se sienta el lunes frente a los micrófonos a contarse durante cuarenta minutos cómo le fue a cada uno el fin de semana.
Hubo un tiempo donde todo esto se hacía en la Amplitud Modulada, entre otras cosas porque llega muchísimo más lejos y reúne dentro de ese clima al oyente porteño y al de 9 de Julio. La radio de masas sigue siendo la AM.
En esa radio, el conductor lleva la pelota, maneja el clima, los tiempos, alarga o achica un segmento, copetea las entrevistas pero cede al periodista especializado las preguntas porque su rol es otro: sencillamente unir todas esas cosas sueltas en un concepto rítmico y sonoro. Es un director, un Duke Ellington incidiendo en varias individualidades para que éstas terminen haciendo lo que creen que les place pero sin observar que al fin y al cabo hacen lo que el líder pretende. Esa radio tenía un ritmo frenético, porque debía sonar al compás de la actividad del camionero de reparto, del ama de casa que está limpiando o el que está viajando. En ese concepto artístico un bloque de 15 minutos de piso puede incluir hasta tres secciones y cuando se va a la música se lo hace para escuchar algo que está producido y engarzado con lo que se viene diciendo, salvo que sea un segmento preestablecido en un horario ya señalizado.
En Lineas generales, este formato ha tenido en los últimos 45 años a Héctor Larrea como su principal exponente. “Hetitor” vendría a ser la corriente principal y sobre esta base surgieron líneas que manteniendo la estructura introdujeron mejoras, una de las cuales y más significativa ha sido sin dudas la de Quique Pesoa, que agregó el comentario editorial de apertura, la transmisión desde un bar pero fundamentalmente la operación de una computadora a cargo del conductor para sumar colores, sonidos, “cositos”. Dady Brieva ha sido otro soplo de aire fresco en esta corriente en estos dos últimos años en que hizo la segunda mañana de Radio América.
Pero de esa concepción radiofónica ya casi no quedan rastros y Larrea, a quien podíamos disfrutar en la tarde de Radio Nacional, desde febrero saldrá por FM La Folkórica, con lo cuál un platense ya no podrá escucharlo a la usanza tradicional. Y quizá esté bien que así sea; quizá uno está rememorando algo irremediablemente viejo o reincidiendo en aquello de “Todo tiempo pasado fue mejor”.
Probablemente hoy lo moderno es el “Da para darse”. Quizá la radio de los dos mil sea eso y Larrea no sea más que el cabecilla de una banda de canosos dispuesta a intrusar el éter, vaya uno a saber. Mis hijos viven escuchando la Metro y buscan en Youtube los “da para darse” que se perdieron en vivo. La contradicción la tengo en mi propia casa y me siento irremediablemente viejo al añorar al Doctor Pueyrredón Arenales o al desesperar por imaginarme escuchando la Milonga del flaco de gris y la morocha de verde en frecuencia modulada.
Debo ser yo, debemos ser nosotros los equivocados.
O quizá no sea así y estemos al borde de una contienda para que esa radio que añoramos no sea definitivamente erradicada del dial. Quizá debamos pelear para que siga vigente la posibilidad de comparar formatos, porque los pibes se dan con lo nuevo pero si vienen los Stones hacen dos días de cola para sacar la entrada.
Ojo: son sólo jóvenes…
La peor derrota es aquella que se cosecha por no haberlo dejado todo en la cancha. Salgamos a dar el debate. Digamos que hay cosas que pasan en la radiofonía no por imperio de la época sino porque este medio de comunicación ha sido cruelmente depredado, si ya ni discotecas tienen las mayoría de las estaciones… Hay que economizar ¿Vio? Entonces, así como los programas de panel en la tele existen por una sencilla cuestión de bajos costos, Cristóbal López lo pone toda la mañana y parte de la tarde a Mauro Zeta guitarreando con asuntos policiales en C5N básicamente porque le sale baratísimo en términos de producción y no porque esa sea una tendencia novedosa en materia de comunicación. El tributo a Héctor Larrea lo trasciende porque refiere a la defensa de una radio que está en terapia intensiva.
El piano eléctrico vino a incorporar elementos novedosos, pero no a reemplazar al acústico de doble cola, lo mismo el bajo eléctrico en relación al contrabajo. A propósito: cuando Miles Davis le propuso a Ron Carter que ejecutara el bajo eléctrico, el por entonces joven Ron le dijo “yo toco contrabajo. Si querés bajo eléctrico buscá otro bajista. Hay a montones”.
Soy Ron Carter.
miércoles, 31 de diciembre de 2014
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