¿A qué anciano se parece el cardón resistiendo siglos de viento? ¿Cuántos adioses contiene el vuelo del chingolo hacia el país del atardecer?¿Será la huella que sólo descifra el baquiano, el renglón donde el cerro firma su secreto contrato con la Pachamama? ¿La cuerda de qué guitarra gaucha es el río Paraná? ¿La lanza de qué tribu el río Pilcomayo?
¿El tambor de qué ceremonia es el sol que se echa en el bañado inaugurando el ancestral ritual de la noche y sus máscaras? ¿Sobre el tinglado de qué galpón la luna salvaje se confunde con un grano de maíz? ¿El que entiende el valor de un grano de maíz, alcanza la luna con sólo mirarla? ¿De qué patria de infancia será himno el motor del rastrojero?¿De cuántos galopes está hecha la noche?¿De cuántas cruces, el silencio del campo?¿El árbol que cede su alma para la guitarra, sabe que nunca más dará sombra? ¿Cuántos ecos de tapera caben en un vagón abandonado?
¿Cuánta madre y niñez en la palabra acuarela? ¿Cuántos países consigue decir el silencio de la campana de la escuela de comarca y cuántos países calla el silbido del peón? ¿Serán los guardapolvos de los changuitos de las remotas escuelitas las auténticas banderas de la patria del corazón?¿Cuántos santos, mates y leyendas caben en la cabina del camionero? ¿Cuánta vida y cuánta muerte median entre las manos de la curandera y las del despenador?¿Qué pensará de sus días perdidos el viejo rastreador? ¿A qué remota querencia de su alma irá a buscarlos? ¿En qué lugar del olvido hacen nido los pájaros de la milonga? ¿En qué lugar del viento la plegaria se convierte en yaraví? ¿Es el caballo salvaje un animal engendrado por el horizonte? ¿De cuántos horizontes es huérfano el linyera de llanura? ¿Es el alambrador un carcelero del cielo bagual? ¿A qué modesto y redentor paraíso ascienden los de abajo cada vez que cantan una arribeña? ¿Cómo ha conseguido el payador ponerle seis cuerdas a la soledad? ¿En el canto de qué misteriosa ave se ha convertido el silbato del tren que ya no pasa más por el pequeño pueblo? ¿Acaso es la misma luna la que brilla en el río y la que se refleja en el machete? ¿Acaso es la misma noche la del minero que la del hombre de ciudad? ¿De cuántas coplas no dichas está hecho el mate amargo, de cuántos sabores de errantes caminos se conforma el guiso? ¿De qué estrella perdida nos habla el único farolito del paraje? ¿Qué idioma milenario recupera el viento en el cañaveral?
¿El corazón de qué raza retumba en la caja chayera? ¿Cuántas alegres tristezas se celebran en el carnaval? ¿De cuántos cerros está hecha la ausencia de Jaime Dávalos? ¿Cuántas américas se hospedan en la mirada de Atahualpa Yupanqui? ¿Cuándo la zamba le devolverá al río todo lo que le ha prestado? ¿Cuántos altares ha creado la espera en los andenes de provincia? ¿Es la puna el rezo hereje del paisaje? ¿Cuántos consejos otorga el viejo algarrobo en su centenaria mudez?
¿Cuántas sinfonías campesinas nacen entre los cantos del grillo y del gallo? ¿En qué cantata se convirtió el vocerío de la muchedumbre de la desaparecida estación? ¿Cada cuántas piraguas el río Uruguay entona su sapukay de barro? ¿Cuántos verbos de alfarería y cuántas ceremonias indias conforman el caudal del río Calchaquí? ¿De cuánta sed continental está hecha la chicha? ¿Será el socavón el sexo de la tierra? ¿Cuánto cielo de indoamérica perdura en el cóndor pasa? ¿De cuántos movimientos culturales nos habla la quietud del valle? ¿De cuántas botellas está hecho el país de los caminos de la Difunta Correa? ¿Cuántos rojos le roba el atardecer a las ermitas del Gauchito Gil?
¿Cuántos hijos de Martín Fierro pueblan las villas y las prisiones?
¿Alguien puede enseñarnos amar la libertad como el hombre que libera a los jilgueros? ¿Alguien puede enseñarnos más de la riqueza que el mendigo que le da de comer a las palomas? ¿Algo puede enseñarnos más de geografía que una tonada, que una comida de pueblo, que un mapa latente en la mirada del provinciano que extraña las confesiones de su río?Pan y Cielo, el blog de Pedro Patzer
www.pedropatzer.blogspot.com.ar
viernes, 7 de noviembre de 2014
Las señales de las urnas No por previsto, el mazazo electoral duele menos a los demócratas. Es una prueba de descontento con la gestion de Obama. Por Alberto López Girondo
Si algo dejaron en claro las elecciones en Estados Unidos es que el último tramo del mandato de Barack Obama no será precisamente un lecho de rosas. Y parafraseando a Bon Jovi en su canción homónima, el presidente está "sentado frente a un viejo piano, golpeado y herido, tratando de capturar ese momento de la mañana en que no sabe porque todavía la cabeza le da vueltas".
No por previsto, el mazazo electoral duele menos a los demócratas. Es que tanto el resultado como el índice de votantes que prefirieron continuar con su trabajo de cada día en lugar de ir a las urnas, es una prueba, la mas tangible, del descontento con la gestión del primer mandatario negro que ocupa el salón oval de la casa de gobierno de Washington.
Como se sabe, los republicanos recuperan empuje tras la derrota de 2008 y la última de 2012 y ahora tendrán el control total de ambas cámaras. Para el imaginario popular, un presidente de la principal potencia económica y militar del mundo es un señor superpoderoso que hace y deshace a voluntad. Pero si hay un sistema que limita precisamente la voluntad del inquilino de la Casa Blanca es el legislativo estadounidense. Muy pocas cosas se le permiten al mandatario sin lograr el aval del Congreso. Para lo cual, un Parlamento amigo es la mejor noticia que pueda resultar de cualquier comicio, ya sea presidencial como de medio término.
Cierto es que el caso de Obama no es inédito en la historia reciente de Estados Unidos. De hecho, el líder demócrata Bill Clinton había perdido su primera legislativa en 1994, a Ronald Reagan le ocurrió lo mismo en 1986 y el propio Dwight Eisenhower, recordado por Obama el martes mismo, debieron enfrentar escenarios fuertemente opositores y de todas maneras se las arreglaron para terminar reelectos dos años mas tarde.
Pero para Obama, quien deberá dejar el cargo en enero de 2017, la situación tiene aristas más complicadas. Es que llegó al gobierno con la promesa de cambios tan profundos como para hacer pensar en el nacimiento de una nueva era para Estados Unidos. Su triunfo hace seis años ya era en sí mismo una señal de cambios, teniendo en cuenta al color de su piel en un país que para el año de su nacimiento, en 1961, mantenía graves problemas de discriminación con un resultado en violencia racial que hoy podría parecer exagerado.
Además, su promesa de modificar el sistema de salud creado con la matriz individualista del más rancio liberalismo en la época de Richard Nixon, y la de terminar con las guerras en Irak y Afganistán, le habían acarreado la voluntad de millones de ciudadanos del amplio círculo progresista y de las comunidades minoritarias, incluidos negros y lo que genéricamente se conoce como latinos o hispanos.
A poco de andar, sin embargo, Obama pretendió más convencer a las grandes mayorías que forzar las nuevas propuestas. Sabía que los medios iban a ser su gran opositor, pero también que lo sería el consenso generalizado en la sociedad acerca de ciertos marcos legalistas que conforman lo que el estadounidense medio considera positivo y deseable.
No es moralmente aceptado que un presidente, y menos proviniendo de una comunidad étnica que ciertamente una gran masa crítica desprecia, se enfrente enérgicamente con los poderes constitucionales ni con los medios de comunicación. Así fue que eligió el camino de negociar su principal emblema, la ley sanitaria, antes que imponerla, con lo que logró aprobar una normativa que se parece bastante poco a su propuesta original.
Hubo otras dos promesas que en su momento alentaron expectativas: el cierre de la cárcel en Guantánamo, donde acusados de terrorismo pasan años en prisión sin ningún juicio ni derecho a una defensa digna. La otra fue crear un nuevo régimen para legalizar la inmigración que cada día cruza la frontera sur para buscar mejores condiciones de vida en el país del norte.
En ambos casos los republicanos y los medios masivos –con su impronta amarillista y sobre todo conservadora– le fueron con todo a las reformas que pretendía Obama. Que justo es decirlo, tampoco es que contaba con el apoyo total de los miembros parlamentarios de su propio partido. Es que el sesgo conservador atraviesa a toda la sociedad estadounidense, que se permitió apenas el desliz de elegir a Obama y de allí no pasó.
Esos sectores derechizados, tomaron la posta y llegaron a decir que Obama no era nativo de Estados Unidos, porque su madre había vivido muchos añois en Hawaii y en Indonesia y su padre era nigeriano, hasta considerad que las políticas que se proponía eran de tinte socialista.
La respuesta de Obama siempre fue una moderación rayana con la inmovilidad. En algún momento dijo que prefería hacer las cosas como manda el ideario democrático occidental y no terminar acusado de totalitario, como le sucedía al venezolano Hugo Chávez. Elegía exagerar su fervor constitucionalista para no generar mayores rechazos. Una política que no sólo le acarreó tanto a él como al partido demócrata una derrota apabullante y dos años que prometen ser de espanto –ya los líderes republicanos adelantaron que harán lo posible para voltear la ley de salud, y nada indica que no volverán a bloquear iniciativas presupuestarias para dejar otra vez sin presupuesto a la administración pública– sino que le hicieron un daño muy profundo a las esperanzas de los millones que ansían y necesitan de cambios de raíz en el concepto de lo que un estado debe ser y hacer.
Esa decepción se reflejó en la escasa asistencia a la elección, el principal castigo que se le puede hacer a los demócratas. La experiencia indica que los republicanos suelen ser más fieles a la hora de acudir a las urnas. En un país donde el voto no es obligatorio y se necesita anotarse previamente para ejercer ese derecho, y donde además la elecciones siempre son en martes, un día laborable –lo que compromete la voluntad ciudadana– los demócratas ganan cuando logran convencer a los remisos de que los representan. Si no van es que no se sienten representados, que es lo que está ocurriendo.
No viene a cuento repetir que el premio Nobel de la paz fue a una esperanza fallida. Si alguien pensaba en 2008 que todo podría estar peor en política exterior –la única que maneja un presidente de Estados Unidos con cierta libertad– ya habrá comprobado qué lejos estaba de la verdad. Todo fue para peor en cada uno de los lugares en donde Washington intentó meter baza. Y esa es otra cuenta que se le carga a Obama.
Las cifras del ausentismo son para preocupar a quienes se reconocen democráticos. Sobre 227.224.334 ciudadanos autorizados a votar, solo fueron a hacerlo 83.255.000, o sea, el 36,6% en la general, aunque en estados de predominancia hispana, y sobre todo los sur, no llegó ni al 30 por ciento.
Algunos think tanks estadounidenses, como el Pew, se plantean quiénes son ese principal partido estadounidense, el de los no votantes. Y encuentra que un gran sector de ellos son jóvenes de menos de 30 años (se los conoce como "millennials", y son la tercera parte) pero que siete de cada diez son menores de 50 años. Casi el 43% de los no votantes son de las minorías étnicas, entre ellos hispanos, afroamericanos. Pero hay otros datitos interesantes. El 43% de los "milennials", están convencidos de que "Washington está roto". Y en la general, sin distinción de edades, el 54% ciento no les cree ni a los demócratas ni a los republicanos.
Este descrédito de los partidos, que en España alumbra movimientos como el de Podemos, fue un indicativo de cambios en 2008 en Estados Unidos. Lo percibió Obama, que utilizó como lema de campaña "Yes, We Can". O sea, "si, podemos".
Seis años después, la sociedad protestó por lo que Obama no supo, no quiso o no pudo. Y lo hizo como se hace en Estados Unidos, sin votar. Porque entendieron que daba lo mismo. Grave señal.
Tiempo Argentino
No por previsto, el mazazo electoral duele menos a los demócratas. Es que tanto el resultado como el índice de votantes que prefirieron continuar con su trabajo de cada día en lugar de ir a las urnas, es una prueba, la mas tangible, del descontento con la gestión del primer mandatario negro que ocupa el salón oval de la casa de gobierno de Washington.
Como se sabe, los republicanos recuperan empuje tras la derrota de 2008 y la última de 2012 y ahora tendrán el control total de ambas cámaras. Para el imaginario popular, un presidente de la principal potencia económica y militar del mundo es un señor superpoderoso que hace y deshace a voluntad. Pero si hay un sistema que limita precisamente la voluntad del inquilino de la Casa Blanca es el legislativo estadounidense. Muy pocas cosas se le permiten al mandatario sin lograr el aval del Congreso. Para lo cual, un Parlamento amigo es la mejor noticia que pueda resultar de cualquier comicio, ya sea presidencial como de medio término.
Cierto es que el caso de Obama no es inédito en la historia reciente de Estados Unidos. De hecho, el líder demócrata Bill Clinton había perdido su primera legislativa en 1994, a Ronald Reagan le ocurrió lo mismo en 1986 y el propio Dwight Eisenhower, recordado por Obama el martes mismo, debieron enfrentar escenarios fuertemente opositores y de todas maneras se las arreglaron para terminar reelectos dos años mas tarde.
Pero para Obama, quien deberá dejar el cargo en enero de 2017, la situación tiene aristas más complicadas. Es que llegó al gobierno con la promesa de cambios tan profundos como para hacer pensar en el nacimiento de una nueva era para Estados Unidos. Su triunfo hace seis años ya era en sí mismo una señal de cambios, teniendo en cuenta al color de su piel en un país que para el año de su nacimiento, en 1961, mantenía graves problemas de discriminación con un resultado en violencia racial que hoy podría parecer exagerado.
Además, su promesa de modificar el sistema de salud creado con la matriz individualista del más rancio liberalismo en la época de Richard Nixon, y la de terminar con las guerras en Irak y Afganistán, le habían acarreado la voluntad de millones de ciudadanos del amplio círculo progresista y de las comunidades minoritarias, incluidos negros y lo que genéricamente se conoce como latinos o hispanos.
A poco de andar, sin embargo, Obama pretendió más convencer a las grandes mayorías que forzar las nuevas propuestas. Sabía que los medios iban a ser su gran opositor, pero también que lo sería el consenso generalizado en la sociedad acerca de ciertos marcos legalistas que conforman lo que el estadounidense medio considera positivo y deseable.
No es moralmente aceptado que un presidente, y menos proviniendo de una comunidad étnica que ciertamente una gran masa crítica desprecia, se enfrente enérgicamente con los poderes constitucionales ni con los medios de comunicación. Así fue que eligió el camino de negociar su principal emblema, la ley sanitaria, antes que imponerla, con lo que logró aprobar una normativa que se parece bastante poco a su propuesta original.
Hubo otras dos promesas que en su momento alentaron expectativas: el cierre de la cárcel en Guantánamo, donde acusados de terrorismo pasan años en prisión sin ningún juicio ni derecho a una defensa digna. La otra fue crear un nuevo régimen para legalizar la inmigración que cada día cruza la frontera sur para buscar mejores condiciones de vida en el país del norte.
En ambos casos los republicanos y los medios masivos –con su impronta amarillista y sobre todo conservadora– le fueron con todo a las reformas que pretendía Obama. Que justo es decirlo, tampoco es que contaba con el apoyo total de los miembros parlamentarios de su propio partido. Es que el sesgo conservador atraviesa a toda la sociedad estadounidense, que se permitió apenas el desliz de elegir a Obama y de allí no pasó.
Esos sectores derechizados, tomaron la posta y llegaron a decir que Obama no era nativo de Estados Unidos, porque su madre había vivido muchos añois en Hawaii y en Indonesia y su padre era nigeriano, hasta considerad que las políticas que se proponía eran de tinte socialista.
La respuesta de Obama siempre fue una moderación rayana con la inmovilidad. En algún momento dijo que prefería hacer las cosas como manda el ideario democrático occidental y no terminar acusado de totalitario, como le sucedía al venezolano Hugo Chávez. Elegía exagerar su fervor constitucionalista para no generar mayores rechazos. Una política que no sólo le acarreó tanto a él como al partido demócrata una derrota apabullante y dos años que prometen ser de espanto –ya los líderes republicanos adelantaron que harán lo posible para voltear la ley de salud, y nada indica que no volverán a bloquear iniciativas presupuestarias para dejar otra vez sin presupuesto a la administración pública– sino que le hicieron un daño muy profundo a las esperanzas de los millones que ansían y necesitan de cambios de raíz en el concepto de lo que un estado debe ser y hacer.
Esa decepción se reflejó en la escasa asistencia a la elección, el principal castigo que se le puede hacer a los demócratas. La experiencia indica que los republicanos suelen ser más fieles a la hora de acudir a las urnas. En un país donde el voto no es obligatorio y se necesita anotarse previamente para ejercer ese derecho, y donde además la elecciones siempre son en martes, un día laborable –lo que compromete la voluntad ciudadana– los demócratas ganan cuando logran convencer a los remisos de que los representan. Si no van es que no se sienten representados, que es lo que está ocurriendo.
No viene a cuento repetir que el premio Nobel de la paz fue a una esperanza fallida. Si alguien pensaba en 2008 que todo podría estar peor en política exterior –la única que maneja un presidente de Estados Unidos con cierta libertad– ya habrá comprobado qué lejos estaba de la verdad. Todo fue para peor en cada uno de los lugares en donde Washington intentó meter baza. Y esa es otra cuenta que se le carga a Obama.
Las cifras del ausentismo son para preocupar a quienes se reconocen democráticos. Sobre 227.224.334 ciudadanos autorizados a votar, solo fueron a hacerlo 83.255.000, o sea, el 36,6% en la general, aunque en estados de predominancia hispana, y sobre todo los sur, no llegó ni al 30 por ciento.
Algunos think tanks estadounidenses, como el Pew, se plantean quiénes son ese principal partido estadounidense, el de los no votantes. Y encuentra que un gran sector de ellos son jóvenes de menos de 30 años (se los conoce como "millennials", y son la tercera parte) pero que siete de cada diez son menores de 50 años. Casi el 43% de los no votantes son de las minorías étnicas, entre ellos hispanos, afroamericanos. Pero hay otros datitos interesantes. El 43% de los "milennials", están convencidos de que "Washington está roto". Y en la general, sin distinción de edades, el 54% ciento no les cree ni a los demócratas ni a los republicanos.
Este descrédito de los partidos, que en España alumbra movimientos como el de Podemos, fue un indicativo de cambios en 2008 en Estados Unidos. Lo percibió Obama, que utilizó como lema de campaña "Yes, We Can". O sea, "si, podemos".
Seis años después, la sociedad protestó por lo que Obama no supo, no quiso o no pudo. Y lo hizo como se hace en Estados Unidos, sin votar. Porque entendieron que daba lo mismo. Grave señal.
Tiempo Argentino
Argentina y EE UU, dos gobiernos que se quieren poquito y nada
Con la carta de Cristina Fernández de Kirchner a Barack Obama por la designación de una asesora de los fondos buitres en su administración, el conflicto entre los dos gobiernos llegó a un punto elevado. Y puede seguir escalando.
Por Emilio Marín
Las relaciones con Estados Unidos son las peores de mucho tiempo en los frentes político, comercial, de seguridad, diplomático y un largo etcétera.
Haciendo memoria, se rescata un momento de distensión cuando en 2004 Néstor Kirchner visitó oficialmente a George Bush en la Casa Blanca y se fotografiaron muy sonrientes. El visitante, fiel a su estilo descontracturado (desprolijo, para sus detractores), hasta jugueteó con el dueño de casa y le puso la mano en la rodilla.
Desde entonces hubo pocos momentos divertidos entre los mandatarios de ambos países. Se puede rescatar la expectativa esperanzada de CFK cuando asumió Barack Obama en enero de 2009 y algunas chanzas en medio de reuniones del “G-20”, sobre todo la realizada en Cannes en 2011, luego que la platense hubiera ganado por amplio margen su reelección. El afroamericano le decía a Nicolas Sarkozy que debían aprender de Cristina para ganar sus reelecciones; él aprobó el examen pero el otro perdió ante Hollande.
Últimamente ni siquiera en el “G-20” se pudieron llevar bien por dos razones. Una, Cristina y Barack llegaban allí con la carga negativa de un conflicto bilateral que se mantenía encendido por uno u otro motivo. Y dos, en esa mesa de asuntos mundiales tampoco coincidían sobre la crisis capitalista global, Siria, los planes de Occidente contra Rusia, el golpismo en Venezuela, la simpatía argentina con el BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), los acuerdos de Buenos Aires con Beijing, etc.
Cristina nunca fue invitada a visitar el Salón Oval ni a recorrer el Capitolio y otras dependencias del poder estadounidense. En eso quedó por detrás del trato amistoso que le dispensaron por única vez a su marido. A Dilma Rousseff, en cambio, la invitaron a una visita de Estado que ésta postergó, enojada por haber sido espiada por la NSA. A CFK seguramente también la espiaron porque WikiLeaks reveló que Hillary Clinton quería averiguar vía la embajada en Buenos Aires hasta qué medicamentos tomaba. Suele decirse que la diplomacia es muy falsa porque sonríe cuando tiene ganas de morder, pero en este caso no hubo falsedad: todo fue muy frío y distante.
Tan es así que desde fines de 2013 no hay embajador norteamericano en el barrio de Palermo. Se fue Vilma Martínez y todavía no designaron reemplazante. En febrero de este año hubo una audiencia en el Senado para evaluar al candidato de Obama a ocupar ese lugar, Nohan Mamet. Hubo discusiones y hasta hoy ese empresario no fue designado, como señal de desinterés y poca importancia por la plaza.
Países contradictorios
Si se quiere poner una fecha de inicio de las malas relaciones se podría fijar la del 5 de noviembre de 2005, cuando la IV Cumbre de las Américas sesionó en Mar del Plata y entre Kirchner y Hugo Chávez le arruinaron a Bush su proyecto del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Ese pudo haber sido el punto de inflexión, aunque en años siguientes hubo acercamientos entre los dos países, tanto con Kirchner como con Cristina.
En ese tiempo las empresas norteamericanas en el país tuvieron una evolución positiva de negocios, General Motors recibió préstamos millonarios en dólares y hubo coincidencias políticas con Washington en cumbres nucleares, asuntos antiterroristas y la toma de distancia con Irán marcándolo como si fuera “el malo de la película”.
Sin embargo, las cosas no iban a marchar bien entre dos gobiernos que decían apreciarse como socios potenciales pero sobrellevaban obstáculos objetivos y sentimientos contradictorios entre sí.
Por una parte, influyó la política. Tanto Bush como Obama, pero sobre todo el primero, promovieron el neoliberalismo con la dupla ofensiva del FMI y el Banco Mundial. El kirchnerismo, en cambio, hizo durante muchos años, incluso hoy aunque en menor medida, de la crítica a los organismos financieros una razón de ser de su política. Al Fondo no le permitieron más la inspección regular e “in situ” de los números de la economía doméstica; lo asociaron a la crisis total de diciembre de 2001.
La Casa Blanca reaccionó vetando los créditos a Argentina. Y promovió paneles en la Organización Mundial de Comercio contra el país, argumentando el presunto proteccionismo comercial. De este lado se quejaron de que en el Norte se imponen barreras al ingreso de la carne y los limones argentinos. La relación se agrió del todo.
La política pone sus matices y eso explica que el bilateralismo ande a los tumbos, una vez que concluyó la época menemista de las “relaciones carnales”, según la insuperable prosa de Guido Di Tella.
Pero no es sólo la política. EE UU y Argentina son países objetivamente contradictorios y no complementarios. Allá hay soja y cereales, y acá también. Allá hay autos y acá también. Allá hay una potencia de la OTAN que usufructúa la base inglesa en Malvinas y acá esas islas son un sentimiento. Allá hay un imperio que quiere dominar el mundo y acá hay un socio del Tercer Mundo, con todas sus limitaciones pero también un piso de dignidad. Allá tienen su sede el FMI y el Banco Mundial, y acá están sus víctimas.
Denuncias de Cristina
Aclarados de dónde vienen las raíces profundas del enfrentamiento, conviene refrescar la escala actual del conflicto. En la superficie sobresale como puntapié inicial la detención del avión norteamericano en Ezeiza que venía con soldados, armas y drogas prohibidas. El contingente iba a realizar cursos de entrenamiento en seguridad y antiterrorismo con la Policía Federal. No hubo ni ejercicios ni nada. El avión tuvo que volverse y los pertrechos, devueltos tras una larga espera (deberían haber sido decomisados).
El fondo del asunto era el pleito planteado por los “fondos buitres” que ex profeso habían quedado afuera de los canjes de papeles de la deuda en 2005 y 2010. Paul Singer, de NML Capital, y otros usureros con asiento “legal” en paraísos fiscales como las islas Cayman, demandaron a Argentina. Y fueron arrastrando tras sí, en sus 900 intentos por embargar bienes del país, al sistema judicial estadounidense, funcional al capital financiero en todos sus rostros, incluidos las menos presentables, como los “buitres”.
Thomas Griesa, la Corte de Nueva York y la Corte Suprema de Justicia les dieron la razón a esos delincuentes financieros, y la Casa Blanca terminó justificando ese accionar. Argentina debía pagar 1.600 millones de dólares, como había fallado Griesa, tal la postura de Obama y el Capitolio. El presidente se negó a aceptar la jurisdicción de la Corte Internacional para hacer frente a la denuncia argentina. Su encargado de negocios, Ken Sullivan, difundió en setiembre pasado una instrucción a los turistas norteamericanos previniéndolos que Buenos Aires era muy peligrosa, como si fuera la suma de Bagdad, Kabul y Kobane.
Eso explica las réplicas de la presidenta contra la política de EE UU en lo referido al país y también el militarismo del imperio. “Si me pasa algo a mí no miren a Oriente sino al Norte”, denunció CFK el 30 de setiembre. Las empresas norteamericanas Donnelley y el gigante Procter&Gamble fueron denunciadas por la AFIP, por fraude fiscal y fuga de divisas. La novedad fue la carta de Cristina a Obama preguntándole si Nancy Soderberg, que éste designó al frente del Public Interest Declassification Board, era la misma copresidenta de la American Task Force Argentina, la fuerza de tareas de los “fondos buitres”. El entorno de Obama dijo “of course”. El cortocircuito no tiene arreglo.
Argentina en podio
Aunque los gobernantes estadounidenses traten de disimularlo, es obvio que saben que su país es mal visto por una gran cantidad de latinoamericanos y del resto del mundo. Y buscan explicaciones al fenómeno, aunque sin pretender cambiar de políticas a efectos de superarlo.
En la web está “Americas Quaterly”, auspiciada por la American Society y el Council of Americas, del grupo Rockefeller, donde en junio del 2012 estuvo invitada la mandataria argentina. Allí se lee, en un trabajo de Andy Baker y David Cupery: “un punto de comparación es el grado promedio de sentimiento antiestadounidense en el resto del mundo, basado en una muestra de otros 45 países recogida mediante el proyecto Pew Global Attitudes entre 2002 y 2010. La actitud promedio hacia los EE.UU. es más desfavorable en el resto del mundo que en el país más antiestadounidense de América Latina: Argentina”.
Estar en ese podio no les gusta a políticos como Mauricio Macri, Sergio Massa y aún Daniel Scioli, que son buenos amigos del Council of Americas.
Latinobarómetro, de Marta Lagos, tiene un sondeo de opinión sobre 18 países de la región. “Si miramos a los ciudadanos que consideran que EE.UU. es totalmente democrático vemos que estos son una pequeña minoría de 22%. Ningún país de la región cree mayoritariamente que EE.UU. es un país totalmente democrático. Esto varía entre un 39% de los hondureños y el 11% de los uruguayos”, dice su encuesta de 2013.
Allí Argentina, con el 13 por ciento, bajó al 3° lugar antiestadounidense, al perder por un punto con los hermanos bolivianos e igual diferencia con los charrúas.
Por Emilio Marín
Las relaciones con Estados Unidos son las peores de mucho tiempo en los frentes político, comercial, de seguridad, diplomático y un largo etcétera.
Haciendo memoria, se rescata un momento de distensión cuando en 2004 Néstor Kirchner visitó oficialmente a George Bush en la Casa Blanca y se fotografiaron muy sonrientes. El visitante, fiel a su estilo descontracturado (desprolijo, para sus detractores), hasta jugueteó con el dueño de casa y le puso la mano en la rodilla.
Desde entonces hubo pocos momentos divertidos entre los mandatarios de ambos países. Se puede rescatar la expectativa esperanzada de CFK cuando asumió Barack Obama en enero de 2009 y algunas chanzas en medio de reuniones del “G-20”, sobre todo la realizada en Cannes en 2011, luego que la platense hubiera ganado por amplio margen su reelección. El afroamericano le decía a Nicolas Sarkozy que debían aprender de Cristina para ganar sus reelecciones; él aprobó el examen pero el otro perdió ante Hollande.
Últimamente ni siquiera en el “G-20” se pudieron llevar bien por dos razones. Una, Cristina y Barack llegaban allí con la carga negativa de un conflicto bilateral que se mantenía encendido por uno u otro motivo. Y dos, en esa mesa de asuntos mundiales tampoco coincidían sobre la crisis capitalista global, Siria, los planes de Occidente contra Rusia, el golpismo en Venezuela, la simpatía argentina con el BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), los acuerdos de Buenos Aires con Beijing, etc.
Cristina nunca fue invitada a visitar el Salón Oval ni a recorrer el Capitolio y otras dependencias del poder estadounidense. En eso quedó por detrás del trato amistoso que le dispensaron por única vez a su marido. A Dilma Rousseff, en cambio, la invitaron a una visita de Estado que ésta postergó, enojada por haber sido espiada por la NSA. A CFK seguramente también la espiaron porque WikiLeaks reveló que Hillary Clinton quería averiguar vía la embajada en Buenos Aires hasta qué medicamentos tomaba. Suele decirse que la diplomacia es muy falsa porque sonríe cuando tiene ganas de morder, pero en este caso no hubo falsedad: todo fue muy frío y distante.
Tan es así que desde fines de 2013 no hay embajador norteamericano en el barrio de Palermo. Se fue Vilma Martínez y todavía no designaron reemplazante. En febrero de este año hubo una audiencia en el Senado para evaluar al candidato de Obama a ocupar ese lugar, Nohan Mamet. Hubo discusiones y hasta hoy ese empresario no fue designado, como señal de desinterés y poca importancia por la plaza.
Países contradictorios
Si se quiere poner una fecha de inicio de las malas relaciones se podría fijar la del 5 de noviembre de 2005, cuando la IV Cumbre de las Américas sesionó en Mar del Plata y entre Kirchner y Hugo Chávez le arruinaron a Bush su proyecto del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Ese pudo haber sido el punto de inflexión, aunque en años siguientes hubo acercamientos entre los dos países, tanto con Kirchner como con Cristina.
En ese tiempo las empresas norteamericanas en el país tuvieron una evolución positiva de negocios, General Motors recibió préstamos millonarios en dólares y hubo coincidencias políticas con Washington en cumbres nucleares, asuntos antiterroristas y la toma de distancia con Irán marcándolo como si fuera “el malo de la película”.
Sin embargo, las cosas no iban a marchar bien entre dos gobiernos que decían apreciarse como socios potenciales pero sobrellevaban obstáculos objetivos y sentimientos contradictorios entre sí.
Por una parte, influyó la política. Tanto Bush como Obama, pero sobre todo el primero, promovieron el neoliberalismo con la dupla ofensiva del FMI y el Banco Mundial. El kirchnerismo, en cambio, hizo durante muchos años, incluso hoy aunque en menor medida, de la crítica a los organismos financieros una razón de ser de su política. Al Fondo no le permitieron más la inspección regular e “in situ” de los números de la economía doméstica; lo asociaron a la crisis total de diciembre de 2001.
La Casa Blanca reaccionó vetando los créditos a Argentina. Y promovió paneles en la Organización Mundial de Comercio contra el país, argumentando el presunto proteccionismo comercial. De este lado se quejaron de que en el Norte se imponen barreras al ingreso de la carne y los limones argentinos. La relación se agrió del todo.
La política pone sus matices y eso explica que el bilateralismo ande a los tumbos, una vez que concluyó la época menemista de las “relaciones carnales”, según la insuperable prosa de Guido Di Tella.
Pero no es sólo la política. EE UU y Argentina son países objetivamente contradictorios y no complementarios. Allá hay soja y cereales, y acá también. Allá hay autos y acá también. Allá hay una potencia de la OTAN que usufructúa la base inglesa en Malvinas y acá esas islas son un sentimiento. Allá hay un imperio que quiere dominar el mundo y acá hay un socio del Tercer Mundo, con todas sus limitaciones pero también un piso de dignidad. Allá tienen su sede el FMI y el Banco Mundial, y acá están sus víctimas.
Denuncias de Cristina
Aclarados de dónde vienen las raíces profundas del enfrentamiento, conviene refrescar la escala actual del conflicto. En la superficie sobresale como puntapié inicial la detención del avión norteamericano en Ezeiza que venía con soldados, armas y drogas prohibidas. El contingente iba a realizar cursos de entrenamiento en seguridad y antiterrorismo con la Policía Federal. No hubo ni ejercicios ni nada. El avión tuvo que volverse y los pertrechos, devueltos tras una larga espera (deberían haber sido decomisados).
El fondo del asunto era el pleito planteado por los “fondos buitres” que ex profeso habían quedado afuera de los canjes de papeles de la deuda en 2005 y 2010. Paul Singer, de NML Capital, y otros usureros con asiento “legal” en paraísos fiscales como las islas Cayman, demandaron a Argentina. Y fueron arrastrando tras sí, en sus 900 intentos por embargar bienes del país, al sistema judicial estadounidense, funcional al capital financiero en todos sus rostros, incluidos las menos presentables, como los “buitres”.
Thomas Griesa, la Corte de Nueva York y la Corte Suprema de Justicia les dieron la razón a esos delincuentes financieros, y la Casa Blanca terminó justificando ese accionar. Argentina debía pagar 1.600 millones de dólares, como había fallado Griesa, tal la postura de Obama y el Capitolio. El presidente se negó a aceptar la jurisdicción de la Corte Internacional para hacer frente a la denuncia argentina. Su encargado de negocios, Ken Sullivan, difundió en setiembre pasado una instrucción a los turistas norteamericanos previniéndolos que Buenos Aires era muy peligrosa, como si fuera la suma de Bagdad, Kabul y Kobane.
Eso explica las réplicas de la presidenta contra la política de EE UU en lo referido al país y también el militarismo del imperio. “Si me pasa algo a mí no miren a Oriente sino al Norte”, denunció CFK el 30 de setiembre. Las empresas norteamericanas Donnelley y el gigante Procter&Gamble fueron denunciadas por la AFIP, por fraude fiscal y fuga de divisas. La novedad fue la carta de Cristina a Obama preguntándole si Nancy Soderberg, que éste designó al frente del Public Interest Declassification Board, era la misma copresidenta de la American Task Force Argentina, la fuerza de tareas de los “fondos buitres”. El entorno de Obama dijo “of course”. El cortocircuito no tiene arreglo.
Argentina en podio
Aunque los gobernantes estadounidenses traten de disimularlo, es obvio que saben que su país es mal visto por una gran cantidad de latinoamericanos y del resto del mundo. Y buscan explicaciones al fenómeno, aunque sin pretender cambiar de políticas a efectos de superarlo.
En la web está “Americas Quaterly”, auspiciada por la American Society y el Council of Americas, del grupo Rockefeller, donde en junio del 2012 estuvo invitada la mandataria argentina. Allí se lee, en un trabajo de Andy Baker y David Cupery: “un punto de comparación es el grado promedio de sentimiento antiestadounidense en el resto del mundo, basado en una muestra de otros 45 países recogida mediante el proyecto Pew Global Attitudes entre 2002 y 2010. La actitud promedio hacia los EE.UU. es más desfavorable en el resto del mundo que en el país más antiestadounidense de América Latina: Argentina”.
Estar en ese podio no les gusta a políticos como Mauricio Macri, Sergio Massa y aún Daniel Scioli, que son buenos amigos del Council of Americas.
Latinobarómetro, de Marta Lagos, tiene un sondeo de opinión sobre 18 países de la región. “Si miramos a los ciudadanos que consideran que EE.UU. es totalmente democrático vemos que estos son una pequeña minoría de 22%. Ningún país de la región cree mayoritariamente que EE.UU. es un país totalmente democrático. Esto varía entre un 39% de los hondureños y el 11% de los uruguayos”, dice su encuesta de 2013.
Allí Argentina, con el 13 por ciento, bajó al 3° lugar antiestadounidense, al perder por un punto con los hermanos bolivianos e igual diferencia con los charrúas.
Podemos logró “colarse” en un sistema político profundamente deslegitimado" España puede cambiar Por Federico Vázquez
En medio de una economía todavía a la deriva y escándalos de corrupción explotando todos los días, una encuesta publicada por el diario El País este domingo muestra una debacle del PP y el PSOE, y ubica a Podemos, por primera vez, como la principal fuerza política de España. Las elecciones generales están previstas para fines de 2015. ¿España podría acercarse a los gobiernos progresistas de América del Sur?
"Métanle, porque los necesitamos. No nos dejen solos. Ojalá que esfuerzos como el que están surgiendo con ustedes nos puedan diseñar una nueva Europa, la necesitamos", le dijo Álvaro García Linera, vicepresidente de Bolivia, al líder de Podemos, Pablo Iglesias el 29 de septiembre pasado, cuando compartieron un acto en La Paz.
El olfato político de Linera parece corroborado: la consultora Metroscopia hizo pública este fin de semana una encuesta donde Podemos alcanza un sorprendente 27% de intención de votos, superando por 1,5 puntos al PSOE y por 7 al PP, que registra un desplome contundente.
Según los corrillos periodísticos, una encuesta con números similares de CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas), habitual parámetro para conocer el termómetro social en España, está demorando su publicación, aduciendo que el cambio brusco en las preferencias políticas produjo un “problema técnico importante”. Como sea, la publicación de la primera encuesta en primera plana del diario El País, muy ligado a los intereses del PSOE, da cuenta de un cambio de escenario total en la política española.
¿Qué ocurrió desde las elecciones europeas del 25 de mayo pasado, cuando Podemos sacó 7,98% de los votos, irrumpiendo como una fuerza nueva, pero todavía lejos de poner en jaque al bipartidismo español? En primer lugar, el efecto social y político fue muy superior a los votos. La razón es sencilla: lo relevante no fue sólo la irrupción de un nuevo movimiento político (algo relativamente usual en cualquier democracia, y en España donde existen fuerzas menores con representación parlamentaria) si no la llegada de un discurso rupturista, que sólo con existir y volverse público juntó a las demás fuerzas políticas en el armario de las cosas viejas y oxidadas.
Si bien toda la dirigencia de Podemos proviene de la izquierda y no lo niega, anuncia que la actual coyuntura de crisis se resuelve oponiendo fórmulas como “casta versus pueblo”, “democracia versus corporaciones”, disolviendo las categorías izquierda y derecha que, en el marco español y europeo, hace rato que han dejado de expresar diferencias programáticas importantes.
Pero además de estos aciertos políticos de un grupo de politólogos lanzados a la lucha electoral con una habilidad sorprendente, el gobierno conservador de Mariano Rajoy viene aportando lo suyo. Con algunos números mínimamente estimulantes que se conocieron unos meses atrás, el Rajoy no tuvo mejor idea que salir a decir que la crisis estaba superada.
“En menos de dos años, hemos pasado de ser una economía al borde de la quiebra, a una de las que más crecen” anunció con pompa en agosto. Los números reales no daban para tanto: un crecimiento de 0,6% del PBI en el segundo trimestre y 1% de aumento en la tasa de empleo en lo que va de 2014. Ahora bien, después de una caída del PBI casi ininterrumpida desde 2008 y con un 24% de desempleo abierto, España no parece estar ni siquiera “rebotando” en forma importante, sino más bien estabilizándose en un punto económico y social muy pobre. El ajuste es tan brutal que el propio gobierno reconoce que se cerraron 2.000 organismos públicos, a nivel central y autonómico.
En un gesto más honesto del lugar en que verdaderamente se encuentra España, Mariano Rajoy presidió hace menos de un mes la XXV Asamblea Plenaria del Consejo Empresarial de América latina (CEAL) donde, a diferencia de lo que hacía su predecesor Felipe González en los años noventa, llamó a que sean las empresas de nuestra región las que inviertan en España. César Alierta, presidente de Telefónica, tuvo la ocurrencia de decir que su empresa ya es más latinoamericana que europea. Algo está roto cuando ni siquiera hay sintonía entre la elite empresaria y un gobierno conservador.
A este contexto de crisis económica, se le suma una oleada de destapes de corrupción en varios niveles. Uno de los más importantes estalló el año pasado, cuando el tesorero del Partido Popular, Luis Bárcenas, debió dar cuentas por una supuesta contabilidad paralela que el partido vendría haciendo desde hace 25 años, producto de coimas por concesiones públicas a empresas privadas.
Más recientemente se conoció que decenas de dirigentes del PP y el PSOE realizaron gastos sin declarar con tarjetas de crédito “negras” pertenecientes a una caja de ahorros tradicional de España, Caja Madrid. Entre los sospechados y procesados está un verdadero peso pesado: Rodrigo Rato, ministro de económica de Aznar y exdirector del FMI.
Ambos casos muestran que no se trata sólo de funcionarios o políticos siguiendo pasiones individuales, más bien parecen tramas de gobernabilidad, donde el PP y el PSOE actúan como socios. Negociados de larga data, que se remontan al comienzo del boom español en los 90, completan la imagen de una corrupción sistémica. No es casual, entonces, que sea precisamente el bipartidismo español lo que haya entrado en crisis.
En ese contexto, Podemos logró “colarse” en un sistema político profundamente deslegitimado. En quince días concluye un proceso de organización interna, donde el foco estuvo en la participación de decenas de miles de personas sin militancia previa, con votaciones abiertas y uso de las redes sociales. El contraste con el gris y burocrático reemplazo en la cúpula dirigencial del PSOE fue evidente.
Si Podemos logra seguir este camino ascendente y mantenerlo hasta las elecciones generales previstas para fines de 2015, empieza otra película. Y no sólo en la península ibérica: sería sorprendente si, en vez de la agonía y el desgaste que anuncia la derecha local cuando habla de los gobiernos sudamericanos, comenzara en España -cuarta economía europea- un ciclo político en la misma sintonía.
Télam
"Métanle, porque los necesitamos. No nos dejen solos. Ojalá que esfuerzos como el que están surgiendo con ustedes nos puedan diseñar una nueva Europa, la necesitamos", le dijo Álvaro García Linera, vicepresidente de Bolivia, al líder de Podemos, Pablo Iglesias el 29 de septiembre pasado, cuando compartieron un acto en La Paz.
El olfato político de Linera parece corroborado: la consultora Metroscopia hizo pública este fin de semana una encuesta donde Podemos alcanza un sorprendente 27% de intención de votos, superando por 1,5 puntos al PSOE y por 7 al PP, que registra un desplome contundente.
Según los corrillos periodísticos, una encuesta con números similares de CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas), habitual parámetro para conocer el termómetro social en España, está demorando su publicación, aduciendo que el cambio brusco en las preferencias políticas produjo un “problema técnico importante”. Como sea, la publicación de la primera encuesta en primera plana del diario El País, muy ligado a los intereses del PSOE, da cuenta de un cambio de escenario total en la política española.
¿Qué ocurrió desde las elecciones europeas del 25 de mayo pasado, cuando Podemos sacó 7,98% de los votos, irrumpiendo como una fuerza nueva, pero todavía lejos de poner en jaque al bipartidismo español? En primer lugar, el efecto social y político fue muy superior a los votos. La razón es sencilla: lo relevante no fue sólo la irrupción de un nuevo movimiento político (algo relativamente usual en cualquier democracia, y en España donde existen fuerzas menores con representación parlamentaria) si no la llegada de un discurso rupturista, que sólo con existir y volverse público juntó a las demás fuerzas políticas en el armario de las cosas viejas y oxidadas.
Si bien toda la dirigencia de Podemos proviene de la izquierda y no lo niega, anuncia que la actual coyuntura de crisis se resuelve oponiendo fórmulas como “casta versus pueblo”, “democracia versus corporaciones”, disolviendo las categorías izquierda y derecha que, en el marco español y europeo, hace rato que han dejado de expresar diferencias programáticas importantes.
Pero además de estos aciertos políticos de un grupo de politólogos lanzados a la lucha electoral con una habilidad sorprendente, el gobierno conservador de Mariano Rajoy viene aportando lo suyo. Con algunos números mínimamente estimulantes que se conocieron unos meses atrás, el Rajoy no tuvo mejor idea que salir a decir que la crisis estaba superada.
“En menos de dos años, hemos pasado de ser una economía al borde de la quiebra, a una de las que más crecen” anunció con pompa en agosto. Los números reales no daban para tanto: un crecimiento de 0,6% del PBI en el segundo trimestre y 1% de aumento en la tasa de empleo en lo que va de 2014. Ahora bien, después de una caída del PBI casi ininterrumpida desde 2008 y con un 24% de desempleo abierto, España no parece estar ni siquiera “rebotando” en forma importante, sino más bien estabilizándose en un punto económico y social muy pobre. El ajuste es tan brutal que el propio gobierno reconoce que se cerraron 2.000 organismos públicos, a nivel central y autonómico.
En un gesto más honesto del lugar en que verdaderamente se encuentra España, Mariano Rajoy presidió hace menos de un mes la XXV Asamblea Plenaria del Consejo Empresarial de América latina (CEAL) donde, a diferencia de lo que hacía su predecesor Felipe González en los años noventa, llamó a que sean las empresas de nuestra región las que inviertan en España. César Alierta, presidente de Telefónica, tuvo la ocurrencia de decir que su empresa ya es más latinoamericana que europea. Algo está roto cuando ni siquiera hay sintonía entre la elite empresaria y un gobierno conservador.
A este contexto de crisis económica, se le suma una oleada de destapes de corrupción en varios niveles. Uno de los más importantes estalló el año pasado, cuando el tesorero del Partido Popular, Luis Bárcenas, debió dar cuentas por una supuesta contabilidad paralela que el partido vendría haciendo desde hace 25 años, producto de coimas por concesiones públicas a empresas privadas.
Más recientemente se conoció que decenas de dirigentes del PP y el PSOE realizaron gastos sin declarar con tarjetas de crédito “negras” pertenecientes a una caja de ahorros tradicional de España, Caja Madrid. Entre los sospechados y procesados está un verdadero peso pesado: Rodrigo Rato, ministro de económica de Aznar y exdirector del FMI.
Ambos casos muestran que no se trata sólo de funcionarios o políticos siguiendo pasiones individuales, más bien parecen tramas de gobernabilidad, donde el PP y el PSOE actúan como socios. Negociados de larga data, que se remontan al comienzo del boom español en los 90, completan la imagen de una corrupción sistémica. No es casual, entonces, que sea precisamente el bipartidismo español lo que haya entrado en crisis.
En ese contexto, Podemos logró “colarse” en un sistema político profundamente deslegitimado. En quince días concluye un proceso de organización interna, donde el foco estuvo en la participación de decenas de miles de personas sin militancia previa, con votaciones abiertas y uso de las redes sociales. El contraste con el gris y burocrático reemplazo en la cúpula dirigencial del PSOE fue evidente.
Si Podemos logra seguir este camino ascendente y mantenerlo hasta las elecciones generales previstas para fines de 2015, empieza otra película. Y no sólo en la península ibérica: sería sorprendente si, en vez de la agonía y el desgaste que anuncia la derecha local cuando habla de los gobiernos sudamericanos, comenzara en España -cuarta economía europea- un ciclo político en la misma sintonía.
Télam
El oficialismo acusó a intendentes del FR de agitar saqueos a fin de año Contrapunto - Galmarini instaló la idea de la protesta social luego de que De Pedro revelara planes del massismo.
"La gente tiene ganas de salir a buscar lo que supone les corresponde y no le han dado", lanzó el suegro de Massa, Fernando Galmarini, en respuesta al diputado del FPV, quien había advertido que desde el massismo "están articulando conflictos".
Martin Piqué
El massismo había intentado durante los últimos meses desligarse de cualquier asociación con la organización de hechos violentos en el Conurbano, saqueos o episodios confusos con motivaciones electorales. De hecho, quienes diseñan la estrategia de campaña del Frente Renovador habían optado por limitar la exposición de Sergio Massa a la difusión periódica de fotos sorprendentes, que lo mostraran incorporando nuevos aliados de peso a lo largo del país. La idea era postergar para febrero o marzo las actividades multitudinarias o caminatas por el territorio. Dejar pasar el temido "diciembre" para que nadie los vinculara con situaciones de desestabilización, como sucedió en los últimos veranos. Sin embargo, la prevención del diputado y ex intendente de Tigre se encontró ayer con el primer obstáculo: el propio suegro de Massa, Fernando Galmarini, pronosticó acontecimientos violentos para fin de año.
"La gente tiene ganas de salir en estas fechas (por diciembre) a buscar lo que ellos suponen que no le han dado, y que le corresponde", fue la frase más fuerte que pronunció Galmarini en un reportaje concedido a FM Nacional Rock.
Los dichos del ex secretario de Deportes durante la presidencia de Carlos Menem y padre de Malena, esposa de Massa, buscaron responder lo que horas antes había planteado el diputado nacional por el Frente para la Victoria (FPV), Eduardo "Wado" De Pedro.
"Algunos intendentes del Frente Renovador están articulando conflictos para fin de año", había dicho De Pedro, al ser consultado por el recién estrenado portal de noticias El Destape.
CARIGLINO Y BARRIONUEVO. Durante la entrevista, el legislador pareció aludir a la vinculación entre el intendente de Malvinas Argentinas, Jesús Cariglino, alineado en el massismo, y los episodios de 2012, con robos masivos que afectaron principalmente al corredor norte del Gran Buenos Aires.
Miembro del Consejo de la Magistratura y dirigente de La Cámpora, De Pedro ratificó la hipótesis que el oficialismo había lanzado a principios de septiembre, a partir de unas declaraciones del gastronómico y mandamás de la CGT Azul y Blanca Luis Barrionuevo.
"Hemos anticipado hace algún tiempo que hay sectores vinculados al massismo, a Barrionuevo y a algunos intendentes del Frente Renovador que están articulando conflictos para fin de año. Esto lo advertimos para que, cuando se den los conflictos, se les quite la espontaneidad y recordemos todos que hay políticos que están acostumbrados a prácticas viejas que tienen que ver con hacerle daño al que está gobernando", subrayó De Pedro.
"Nosotros no le tenemos miedo a la desestabilización porque tenemos una presidenta muy fuerte y que sabe gobernar", agregó. Cuando el periodista le preguntó quiénes eran los intendentes de los que estaba hablando, el diputado del FPV le contestó: "Muchos vinculados a la primera sección electoral."
CONTRAATAQUE. La primera respuesta del massismo llegó a través de Galmarini. "Wado De Pedro no debe conocer la provincia de Buenos Aires ni lo que le pasa a la gente cuando está de mal humor. Cuando tiene hambre o cuando el gobierno nacional o el provincial no le da respuestas. La gente se moviliza sola cuando está mal, cuando está bien no hay posibilidad de sacarla de la casa", señaló el allegado al ex presidente Eduardo Duhalde.
"En las fiestas, como pasa desde siempre en el Servicio Penitenciario, donde se toman las cárceles, la gente tiene ganas de salir a buscar lo que ellos suponen que no le han dado y le corresponde. La gente que en muchos casos no tiene ni un pan dulce ni una sidra. Esto no quiere decir que vaya a suceder. Intentaremos impedirlo, pero bueno", abundó Galmarini.
OTRA VOZ DEL MASSIMO. La polémica en torno al 'clima social' y las acusaciones sobre la presunta instigación de los jefes comunales del massismo también fue abordada por los propios involucrados. Anoche, consultado por este diario, el intendente de San Martín, Gabriel Katopodis, quien reviste en el Frente Renovador, negó cualquier vinculación con hechos de ese tipo, acusó a De Pedro de caer en "delirios conspirativos", y pidió a la Casa Rosada que se los convoque para "evitar cualquier situación de desborde" a fin de año.
"Nosotros no estuvimos al frente el año pasado de ese contexto complejo de fin de año. Al contrario, en ninguno de nuestros municipios hubo problemas. Si tienen alguna preocupación por lo que va a pasar, que nos convoquen a mí y a cada intendente del Frente Renovador de la primera sección electoral para evitar cualquier situación de desborde. Y que diciembre sea de paz y tranquilidad para los vecinos y para los comerciantes", dijo Katopodis.
Entre todos los jefes comunales del massismo, los antecedentes comprobables sí comprometen a Cariglino, alcalde de Malvinas Argentinas, dirigente del peronismo federal que inicialmente coqueteó con el PRO y luego se acercó al Frente Renovador.
A principios de 2013, el Ministerio Público fiscal llegó a pedir la prisión preventiva para dos punteros a quienes los testigos asociaban al intendente por participar en saqueos finales de diciembre de 2012. «
Scioli pide colaboración al massismo
El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, pidió al massismo "colaboración" para aprobar el proyecto de Presupuesto 2015, que se encuentra para su tratamiento en la Legislatura provincial.
Al ingresar al almuerzo por el Día del Comercio, que se realizó ayer en Parque Norte, Scioli dijo que espera de parte de la oposición "colaboración y constructividad" para tratar el Presupuesto.
"Que haya un espíritu de colaboración, no de obstrucción, y constructivo. Hemos hecho un gran esfuerzo para presentar un Presupuesto de estas características. Una provincia que se ha desendeudado, que ha alcanzado un equilibrio y que tiene un programa de inversiones en seguridad, en obras y en todo lo que significa transferencia a los municipios, que como nunca se ha dado un gran federalismo", sostuvo Scioli.
Más duros fueron los conceptos de su hermano y uno de los encargados del armado político nacional de cara a 2015: "El Frente Renovador está nervioso porque las cosas no le están saliendo bien, ese es el problema que tienen" dijo Pepe Scioli, y minimizó las alianzas locales de Massa con los candidatos a gobernador de la UCR, en Jujuy y Tucumán.
"Sería bueno hablar del intendente de La Banda, que ganó, hicieron todo un acto impresionante, y fue acusado por un hecho de violación de menores. ¿De esos temas no hablan? Hablemos de las cosas importantes", replicó el hermano del gobernador tras cuestionar las críticas del massismo a Scioli por las inundaciones. Para el vicegobernador Gabriel Mariotto se advierte que la campaña electoral del año próximo desatará una "guerra sucia", y calificó como "una operación" contra Scioli que haya trascendido una imagen suya viendo un partido de fútbol mientras varios distritos permanecían inundados.
Quiénes empezaron a agitar la idea del estallido
El 11 de septiembre el titular de la CGT Azul y Blanca Luis Barrionuevo, advirtió que "lo que viene para diciembre" en la Argentina es un "estallido" por la inflación, y aseguró que "el tiempo político no es el tiempo nuestro". "La presidenta dijo que si la inflación llegaba al 25% estallaba la Argentina y vamos a estar en 40% de inflación."
El 13 de septiembre Eduardo Duhalde sostuvo: "Los estallidos de diciembre han pasado siempre porque mucha gente no tiene lo mínimo para festejar."
La repuesta de Cristina
El 13 de septiembre la presidenta Cristina Fernández sostuvo: "No me extrañaría nada que se les ocurra armar una suerte de matiné de la función de diciembre, durante los días que viajaré a Roma por invitación del Papa Francisco." Dice Duhalde: "Para controlarlos, están los organismos del Estado" ¿Qué querrá? ¿Otro Kosteki y Santillán?
Tiempo Argentino
Beijing, el crepúsculo asiático post-Bretton Woods Por Ariel Noyola Rodríguez Foto AFP
El viernes 24 de octubre, un grupo de 22 países asiáticos se reunió en Beijing, para firmar el memorándum de entendimiento que aprobó finalmente la creación del Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura (AIIB, por sus siglas en inglés), luego de más de un año de que el presidente de la República Popular de China, Xi Jinping, presentara la propuesta por primera vez ante el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en la ciudad de Bali, Indonesia. A decir de diversos funcionarios entrevistados al respecto, el nuevo banco servirá como plataforma para financiar los proyectos más importantes de la región asiática en materia de telecomunicaciones, energía y medios de transporte.
Jin Liqun, ex presidente de la Junta de Supervisores del Fondo Soberano de Riqueza chino (Sovereign Wealth Fund) y ex vicepresidente del Banco Asiático de Desarrollo, quedará como responsable de la institución. Al igual que el banco de desarrollo del grupo BRICS (acrónimo de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), la ciudad de Beijing acogerá la sede principal del AIIB. Tendrá un capital suscrito de 50 mil millones de dólares y un capital autorizado de 100 mil millones de dólares. China aportará la mitad de los fondos y la India será la segunda mayor accionista. El monto del capital autorizado del AIIB representa tres quintas partes del capital a disposición del Banco Asiático de Desarrollo (165 mil millones de dólares), el banco regional de desarrollo de 67 miembros (48 regionales y 19 extrarregionales) que se puso en marcha en 1966 bajo los auspicios del Banco Mundial.
Los principios rectores del AIIB serán “justicia, equidad y apertura”, en clara alusión al dominio aplastante de Washington en la gobernanza de la Arquitectura Financiera Internacional. Después de siete décadas de haberse llevado a cabo la Conferencia de Bretton Woods, el rol de Estados Unidos como gendarme del capitalismo global permanece incólume a pesar de su estancamiento económico y alto nivel de endeudamiento tanto público como privado. “Se podría pensar en esto como un partido de baloncesto en el que Estados Unidos quiere establecer la duración del juego, el tamaño de la cancha, la altura de la canasta y todo lo demás para adaptarse a sí mismo”, sentenció Wei Jianguo, ex ministro de Comercio de China.
En este sentido, las operaciones de los bancos regionales de desarrollo son fundamentales para comprender los alcances del “poder blando” (soft power). Desde su fundación, tuvieron como objetivo complementar las funciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial como entidades proveedoras de crédito. El combate a la pobreza y los programas de transferencias hacia los sectores más desfavorecidos de la población, sirvieron como instrumentos paliativos de las contradicciones del capitalismo periférico a fin de garantizar el protagonismo de Estados Unidos en la economía mundial. En otras palabras, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Banco Africano de Desarrollo y el Banco Asiático de Desarrollo, tuvieron como leitmotiv apuntalar la expansión de las Corporaciones Multinacionales (CMN) y al mismo tiempo, mantener acotada la esfera de influencia económica y política de la Unión de Repúblicas Soviéticas y Socialistas (URSS) en los países del Tercer Mundo.
En plena Guerra Fría, el Banco Asiático de Desarrollo quedó bajo la órbita de los intereses geoeconómicos y geopolíticos de Estados Unidos con el apoyo incondicional de Japón. Tal y como ocurre con el FMI y el Banco Mundial, gobernados desde 1944 por europeos y estadounidenses respectivamente, Tokio conserva la presidencia del Banco Asiático de Desarrollo hasta la fecha. De manera aplastante, Japón y Estados Unidos se mantienen como los accionistas mayoritarios con 31.23 por ciento del capital suscrito y 25 por ciento del poder de voto. En contaste, China continental y Hong Kong poseen de manera conjunta 7 y 6.21 puntos porcentuales respectivamente.
Sin embargo, más allá de cuestiones relacionadas con la falta de representatividad, los proyectos de infraestructura representan un soporte clave sine qua non resulta imposible mantener altas tasas de crecimiento económico en el largo plazo. La acumulación capitalista en escala global se orienta cada vez más hacia el Este y el continente asiático requiere, urgentemente, movilizar recursos para conectar las cadenas regionales de valor, por ejemplo, a través de la “Ruta de la Seda del Siglo XXI”, un cinturón económico que incluye una extensa red de ferrocarriles de alcance continental que vinculará a China con Asia Central, Rusia, Europa y quizás Medio Oriente. Según las estimaciones del Banco Asiático de Desarrollo tan sólo entre 2010 y 2020 se requerirán 8 billones de dólares para proyectos nacionales y 290 mil millones de dólares para proyectos regionales en materia de infraestructura. Sin embargo, los préstamos otorgados por el Banco Asiático de Desarrollo por un monto de 10 mil millones de dólares en términos anuales, son abiertamente insuficientes para satisfacer el nivel de demanda de crédito.
Ante la desaceleración del crecimiento de la economía china a tasas inferiores de 8 por ciento y la creciente debilidad de la demanda externa, el financiamiento de proyectos de infraestructura a través del AIIB, dotaría a la integración asiática de un empuje sin precedentes y China gozaría de un acceso privilegiado a recursos naturales estratégicos y mercados de consumidores potenciales. China es hoy el primer socio comercial de la mayor parte de los países de la zona, entre ellos, India, Pakistán y Bangladesh, y el segundo de Sri Lanka y Nepal. En 2012, el comercio entre China y los diez miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) alcanzó un récord de 400 mil millones de dólares. Indudablemente, antes de que Beijing aspire a conquistar la hegemonía económica mundial, será necesario que consolide primero su liderazgo en el plano regional. Y no sólo en materia económica, sino a través de un mayor equilibrio geopolítico entre los países asiáticos a fin de mantener a raya la “doctrina del pivote” impulsada por el Pentágono y el Departamento de Estado.
Con todo y que Japón, Corea del Sur, Indonesia y Australia declinaron apoyar la puesta en marcha del AIIB por las presiones del gobierno de Barack Obama, el respaldo mayoritario del continente asiático no hizo sino poner de manifiesto que los esfuerzos de la Casa Blanca para debilitar la integración regional, resultaron extremadamente limitados frente a la diplomacia del yuan. En suma, la implementación de una nueva institucionalidad desafía de modo abierto los pilares de Bretton Woods y acentúa el proceso de transición hacia nuevas formas de gobernanza con eje en la regionalización financiera. Quizás en algún momento, la era estadounidense colapsará de manera inminente frente al brillo resplandeciente del crepúsculo asiático centrado en el ascenso multipolar de Beijing.
Ciudad Universitaria, 28 de octubre de 2014. Contacto: anoyola@iiec.unam.mx
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