domingo, 5 de octubre de 2014

Lisandro Aristimuño - Es Todo Lo Que Tengo y Es Todo Lo Que Hay [Acústic...





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La Vie en Rose - ZAZ





Buen domingo....

La partida

Por Leónidas Barletta

Trajeron agua del río, y se lavó, despacio.
—Mire, Adelina, déme una camisa limpia —dijo con voz ahogada—, quiero irme decente.
La mujer le anudó el pañuelo al cuello y le peinó el cabello largo alrededor de las orejas.
—Bueno; me voy —dijo con una exhaltación ahogada—. Tráigame el rebenque grande, ¿quiere?
Los ojos, chiquitos, con un anillo de agua en la pupila, brillaron agudos por un instante.
—Bueno; me voy —repitió, ensimismado.
La mujer se movió; fija la mirada triste, las manos, cruzadas sobre el vientre.
—Bueno; me voy —tornó a decir, y agregó con cierta firmeza: —Déjela entrar nomás a la Elenita.
La muchacha entró, demudada. Quedó inmóvil junto a su padre y gruesas lágrimas empezaron a mojarle la cara.
—¿Por qué llora, pues? —dijo él suavecito—. Enjúguese. Acéquese a besar a su padre. No pierda el tiempo. Ya tendrá ocasión de llorar. Béseme de una vez y hágalo entrar al Emilio.
La separó despacito de su rostro y la muchacha salió, hipando.
Afuera se detuvo frente a su hermano y a su madre y dijo, aspirando las sílbas:
—¡Se va!
La puerta del rancho volvió a chirriar y entró el varón, serio, indeciso, mirando con insistencia al suelo, balánceándose como si tuviese que tomar impulso para dar un salto.
El padre lo miró de hito en hito, y de repente, exclamó con la voz alterada:
—Vea, muchacho... Déme su mano... ¡Qué embromar...! ¡Si es un alivio...! —y al apretar la mano, añadió…: —¡Esto me basta!
Y como sabía que su hijo no iba a soltar palabra, dijo por él:
—¡Y que me vaya lindo!
Fue un apretón de manos corto, firme.
—Déje entrar ahora a su madre, que está esprando.
Salió el mozo, con la boca apretada, respirando fuerte y esquivando los ojos. Se plantó frente a su madre y a su hermana y masculló entre dientes, como con rabia:
—¡Se va!
Y entró la madre. Se aproximó lentamente al hombre; los ojos colorados, la boca estremecida.
—Siéntese —murmuró él—. Quédese un ratito así. No me diga nada. ¿Comprende?
Varillas de luz caíandesde el techo del rancho. Oían distintamente el ruido que hacían los dos al respirar.
Él no necesitó mirarla para saber que tenía los ojos llenos de lágrimas. Le dijo con dulzura:
—Mire, Adelina, usté no pudo ser mejor de lo que fue... Mire... ¡y ojalá yo hubiese sido como usted quiso que fuera...! ¡Verdá...! ¡Verdá...!
Hizo un instante de silencio y luego:
—¡Está bueno...! Mire, Adelina, prepárese nomás. Y déjese de andar lloriquieando. Todas las partidas son lo mesmo. Verdá. Y ahora, con su licencia, déjeme que me vaya.
Entonces la mujer se arrodilla y barbota entro sollozos:
—No; Bautista, si usté no se me va. ¡Qué se me va a ir! ¡Cómo me va a dejar a mí solita! ¡Hemos andado tanto tiempo acollarados! ¡No; si usté no se me va!
Pero se interrumpe de golpe porque la mano de su hombre ha caído inerte fuera del camastro.
Ahora se enjuga los ojos, sale del rancho, enfrenta desesperada a sus hijos y deice con voz ronca:
—¡Se jue!

Sarmiento y Cooke en la mirada de Nicolás Casullo

Un espíritu proveniente de la Escuela de Frankfurt acompañó a Nicolás Casullo en sus andanzas eruditas por la historia de una humanidad entre soñadora y desquiciada. Por eso no fue casual, a modo de ejemplo, que el Sarmiento que le interesó no fue el de la exaltación del progreso, de la filosofía spenceriana y el de las interpretaciones racistas y eugenésicas predominantes en el aire de los tiempos en los que las ideas de Darwin eran atrapadas en las reflexiones seudo científicas de una nueva sociología de la superioridad de una raza sobre el resto, ni tampoco el del ideal civilizatorio que había que importar de Europa y de Estados Unidos para impregnar a esta tierra de bárbaros con algo de la cultura que venía allende los mares; sino que le apasionó el Sarmiento de los viajes, el que se internó, siendo joven, por las ciudades del Viejo Continente y descubrió sus opacidades y sus zonas oscuras; el Sarmiento que le devolvía otro rostro de esa modernidad tan añorada y tan difícil de traer a estas geografías de un sur indómito y el que, más allá de sus profundas convicciones, terminó por inmortalizar a la figura de Facundo. Un cierto Sarmiento desmesurado, afiebrado por una escritura imprescindible para intentar comprender nuestro sino como una nación imposible. Ese Sarmiento, en todo caso, le abrió lo clausurado de una narración histórica que, desde siempre, prefirió reducir la complejidad de nuestra trama como nación a un binarismo elemental.

Regresado de la derrota de la revolución en el interior de su propia experiencia generacional, Casullo pudo descubrir en el sanjuanino un espíritu que intentó vérselas con una realidad atravesada, de lado a lado, por la violencia y la irresolución; que buscó con cierta desesperación modelos alternativos y que creyó encontrarlos, no tanto en la Europa que conoció en sus viajes, portadora ya de las marcas de su anunciada decadencia, sino en los Estados Unidos de Norteamérica que, con ojos –sin saberlo– hegelianos fue visto por Sarmiento como el futuro que llegaba para darle forma a la nueva etapa de la civilización occidental. Le interesó, entonces, ese escritor prolífico y apasionado que intentó pensar lo impensable de una realidad que le devolvía, con tozuda insistencia, no el rostro de la razón abriéndose camino entre las mil formas del salvajismo, sino la mueca espantosa del rostro de la barbarie.

Un Sarmiento anticipador de la violencia que sería derramada en nombre de la civilización y que, más allá de su clara y radical toma de partido por los vencedores, trazó, de un modo lúcido, el drama que acompañaría nuestro derrotero como una nación siempre dominada por las retóricas y las prácticas de la tachadura y el horror. “Si regresamos en la crónica intelectual al vasto pensar latinoamericano –escribe Casullo en “Historia y memoria”–, es en el Facundo de Sarmiento de mediados del siglo XIX donde se tiene la primera escritura política de orden fundacional sobre la Argentina en que la experiencia de la revolución para el autor devino ‘enigma’, ‘revolución desfigurada’, revolución que caníbalmente se habría comido a sí misma conjuntamente con una ‘sociedad desaparecida’. Es decir, desaparición de la revolución genuina que había nacido en 1810 como hecho esencialmente cultural, político-militar civilizatorio, según el ensayista. Pero es precisamente esa lectura del fracaso y brutal disolución de la revolución, la que le permitió a Sarmiento encauzar su pensamiento crítico-explicativo en medio de lo que vivía como situación catastrófica y regresiva en aquella circunstancia nacional”.

Recorrer la genealogía de esa actitud sarmientina no con ánimo de clausura o reivindicador, escapando de los maniqueísmos, sería parte de ese proyecto intelectual-político que lo llevó a seguirle la pista a una historia nacional fallida y espectral. Casullo no sentía ningún aprecio por los simplificadores de la historia, por aquellos que jibarizan la complejidad tanto de una época como de un personaje. Hubiera esbozado una sonrisa sarcástica ante los nuevos adalides de un revisionismo apolillado del mismo modo que hubiera rechazado la defensa corporativa y reaccionaria de algunos historiadores que se creen los dueños del “saber científico”. Lo que no hubiera rechazado es la oportunidad de revitalizar el debate, político, por la historia y sus consecuencias en el presente.

En ese mismo texto citado, y como para reafirmar ese uso de los extremos como mecanismo iluminador, Casullo establece una relación, sin dudas extraña para el sentido común prevaleciente, entre Sarmiento y John W. Cooke allí donde ambos hombres intentaron dar cuenta de aquello que ahogó a la revolución. Mientras que el sanjuanino leyó la historia argentina como el resultado, en gran medida, del fracaso de la Revolución de Mayo pensada como portadora de los ideales civilizatorios, Cooke pretendió reordenar una lectura del proceso argentino desde 1955 en adelante sobre la base de la figura de la revolución vencida que desarticuló el movimiento de masas. La interpretación se sustentó –escribió Cooke– en que “dicha revolución fue derrotada por la represión y la barbarie militar, pero contó con la desbandada, huida, y claudicación de los cuadros de gobierno, políticos burgueses y gremialistas del propio peronismo”. A esa comprensión cookeana del fracaso de la revolución, Casullo la pondrá en juego dialéctico con el pesimismo sarmientino, de ahí la conclusión que extraerá: “Tanto en la visión examinadora de Sarmiento como en la de Cooke, separadas por más de un siglo de distancia, se destaca el soporte reflexivo de la figura de la revolución revocada. Figura que despliega una constelación de elementos teóricos en tanto sujetos e imaginarios sociales consecuentes. Figura que cita una reunión de indicios que permiten la elaboración de un pensamiento crítico sobre la complejidad de la realidad en estudio. Las intervenciones ensayísticas –y este era el punto que le interesaba subrayar– recuperan la memoria de un tiempo que yace como relato anestesiante de sus tensiones dialécticas, o cae en el desuso de sus sentidos más profundos. En Sarmiento, a mediados del siglo XIX, y en Cooke, desde los años cincuenta del siglo XX, se postula la elaboración de una situación de excepcionalidad, como lo es un proceso de corte revolucionario abortado, en tanto laboratorio reflexivo para interpelar sus claves y secuelas en términos de una situación nacional latinoamericana de crisis generalizada y aguda”.

Al leer la historia argentina a la luz de Sarmiento y Cooke, recobrada como fracaso de la revolución, como ímpetu frustrado, Nicolás Casullo elegía pensar la deriva de su generación a través de esos prismas –lejano el del sanjuanino, más próximo el del inclasificable e insobornable delegado de Perón–, como si un destino trágico, escrito en los albores del mayo decimonónico y perpetuado en las distintas estaciones de nuestra historia laberíntica, explicasen la caída en abismo que encontró en marzo de 1976 su inicio aciago. Pero también, una sensibilidad signada por la idea de lo irresuelto, de aquello que recorre las grietas de un cuerpo, el argentino, que sólo es posible comprender desde las lecturas descentradas y, a veces, enfebrecidas como, de modos diferentes pero encontrados en el trazo casulleano, lo fueron las de Sarmiento y Cooke. En todo caso, y una vez más, la persistencia en el rechazo de una concepción reduccionista o maniquea que no puede sustraerse a la simplificación histórica. Para Casullo no había ideología ni identidad política que pudiera ponerse por encima de la honestidad intelectual y, todavía más importante, que pudiera privilegiarse ante la densidad y diversidad de la historia.

En el momento de su distanciamiento, y posterior ruptura, de Montoneros en el proceso abierto por su decisión de irse del país por las amenazas de la Triple A en 1974, lo que primó, una vez más, fue esa imposibilidad de renunciar a las exigencias de un pensar crítico, aunque esas exigencias no impidieron la toma de partido y, cuando fue necesario, el claro compromiso político. Sintió, en todo caso, que había llegado a un punto de no retorno y que le resultaba imposible mantener la impostura de una militancia orgánica que, desde su perspectiva, conducía al suicidio de la organización y a la muerte de miles de compañeros. Quizás, en aquellos días demasiado arduos y quemantes, los ecos de los textos de Sarmiento y de Cooke le permitieron recorrer el inevitable camino de la revisión crítica de lo que se anticipaba como una derrota inapelable sobre la que, de ahí en más, nunca dejaría de pensar y de convocar en términos espectrales. Recuerdos de un dolor nunca superado. Experiencia del exilio que lo acercaba a las del autor de Recuerdos de provincia y a las del revolucionario que creyó encontrar en la Cuba de Fidel y del Che el ejemplo para Latinoamérica, un ejemplo que, sin embargo, nunca logró hacer mella en Juan Domingo Perón.

Indudablemente la lectura que hizo de ambos personajes distanciados por el tiempo y las ideas pero que, sin embargo, parecían portar algo común, era el resultado de la desgarrada inquietud de quien intentaba pensar sin dobleces la experiencia del fracaso de la revolución. Casullo supo muy pronto, en la vorágine de ese tiempo signado por la ruptura de Perón y los montoneros, por la muerte del General, por la irrupción criminal del lopezreguismo y sus esbirros de la Triple A, por el aceleramiento militarista de la organización, que se cerraba un ciclo histórico bajo el signo de la derrota y el horror. Su exilio lo confrontó con los restos de una ilusión desgarrada y con la necesidad de tener que interrogar/se para intentar dilucidar el punto sin retorno de una estrategia que terminó en tragedia. Pero también, y siguiendo en esto al propio Sarmiento, sabía que la Argentina, una cierta Argentina que recorría nuestra historia desde el siglo XIX, se apresuraría a borrar ese tiempo insoportable y que la tarea de los sepultureros de la memoria ya estaba en marcha. Por eso se dedicó con ahínco a recorrer los hilos desgarrados de la revolución fallida sin dejar de lado la necesidad de preguntarse por los extraordinarios cambios que se venían desarrollando en el centro del mundo capitalista. Para Casullo la pregunta por la derrota era correlativa a la indagación de lo que de a poco se le presentaba como una fabulosa crisis civilizatoria. Ya no se trataba de discutir exclusivamente el militarismo vanguardista de Montoneros ni de quedarse aprisionado en el provincianismo argentino como si fuéramos el ombligo del mundo. Su proyecto, que comenzó a desplegar en México y que continuó al regresar al país, suponía internarse en la crisis de la modernidad.

Desde la lejanía de una escritura fundacional, Sarmiento será para Casullo no sólo el primer gran ensayista de la tradición argentina, el punto de partida junto con Echeverría de la literatura nacional, sino lo más acabadamente parecido a lo que, mucho tiempo después, se definirá bajo la impronta del intelectual. Sarmiento “desembarcando en Francia en 1846 con su obra inédita debajo del brazo, su Facundo. En esa obra, el sanjuanino intentará, inventará, gestará –afirma Casullo– el ensayo nacional y, por ende, desde ahí, el hilo de un pensar lo propio literaria y políticamente: lo argentino y lo latinoamericano”. Lejos de las lecturas simplificadoras que reducen a Sarmiento al paradigma europeísta, más lejos todavía de quienes sólo se detienen en su prosa racista o positivista, lo que destaca con determinación el autor de Las cuestiones es el anclaje de la escritura del sanjuanino, su profundo y visceral arraigo en estas geografías del sur del mundo que le dieron sustancia y encarnadura a una obra que, buscando la pedagogía civilizatoria, acabó por encontrarse con la especificidad de lo argentino.

“De un lado, afirma Casullo, por lo tanto, el autor, la individualidad crítica, el viaje a París, el contacto con mentes brillantes europeas de aquel entonces, el sueño de un progreso que deje atrás la desolada y deshabitada pampa de la revolución inconclusa, la ambición de politizar su vida en extremo desde el ardor intelectual con que toca las cosas del mundo. Del otro lado, su biografiado Facundo, caudillo norteño, el poder actuante, la fuerza de la historia en acto, lo identificante con la tierra y las penurias, el caudillo con sus gentes, con sus tropas, el mito viviente configurado en términos políticos”. Dos mundos que cuando se tocan lo hacen para especificar sus contrastes y para abrir las compuertas de violencias irrevocables (la una, la que proviene allende los mares, para imponer su lógica expansiva siempre en nombre del progreso y de una nueva humanidad; la otra, la que encarna Facundo, para defenderse de esas promesas de bienestar que, a sangre y fuego, buscan arrojar fuera de la historia a quienes ya no tienen derecho a ser parte de la novedad republicana ni pueden inscribir sus nombres en el libro inexorable del progreso).

“De un lado –sigue su periplo argumentativo Casullo anclando en Sarmiento–, la política instituida o representada, paisaje de los llanos, batallas, vida o muerte; el político, culto o agreste, pacificador o violentador, letrado o de pocas palabras, de frac o de poncho. Del otro lado del imaginario diálogo del binomio: apenas una literatura, un gestador de escritura y pensamiento, un intelectual, un hombre de la pluma, un periodista, un cronista, un ensayista, un ensayador de futuros. Sarmiento, que precisamente plantea el drama entre esa política del país de los desiertos pampeanos –aquel Facundo, su sombra, que emerge de oscuras formas de la historia argentina–, y un intelectual, él mismo, que es un pensar la historia, que está pensando la Revolución de Mayo abandonada. Sarmiento, que está tramando su carrera política desde el exilio chileno, también desde París. Que está utopizando cómo insertar a la Argentina en un desarrollo civilizatorio en el cual cree profundamente. Desde la pluma de Sarmiento –concluirá con una profecía retrospectiva– se va a gestar una marca, una muesca de lo que podría ser el gesto intelectual argentino, mezcla de candor, intensidad y diabolismo. Ese leer una maldición en nuestra historia, y al mismo tiempo percibir que la historia contendría una suerte de secreto a ser develado, para extirparle el mal sea como sea, es decir, para resolverla”. En eso, y en algunas otras cosas, se parecieron Domingo F. Sarmiento y John W. Cooke a los ojos críticos de Nicolás Casullo.

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El papa Francisco cuestionó a "los bancos de especulación"

El Estado social de derecho no puede ser desmantelado, sobre todo el derecho fundamental del trabajo", dijo el pontífice, quien advirtió que "esto no puede ser considerado una variable dependiente de los mercados financieros o monetarios".

Francisco cuestionó hoy a los "bancos de especulación" y pidió que "no se desmantele" el Estado social de derecho, durante una audiencia a los participantes de la asamblea plenaria del consejo pontificio Justicia y Paz.

El sumo pontífice alertó sobre el problema que surge del "desequilibrio" persistente "entre los sectores económicos, la remuneración, los bancos comerciales, los bancos de especulación, las instituciones y los problemas globales".

"Por una parte -agregó el Papa-, hacen falta reformas profundas, que prevean la redistribución de la riqueza y la universalización de los mercados libres al servicio de las familias y por otra la redistribución de la soberanía, tanto en ámbito nacional como en el supranacional'', resaltó.

En ese marco, al referirse a los principales aspectos del sistema económico actual, el Papa destacó la necesidad de "una economía y un mercado que no excluya y que sea justo''.

"El Estado social de derecho no puede ser desmantelado, sobre todo el derecho fundamental del trabajo", dijo el pontífice, quien advirtió de que "esto no puede ser considerado una variable dependiente de los mercados financieros o monetarios".

"Es un bien fundamental para la dignidad de las personas, para la formación de una familia y la realización del bien común y de la paz", remarcó, según reproduce el Servicio Vaticano de Información (VIS).

En su discurso, Francisco manifestó que "la instrucción y el trabajo, el acceso al bienestar social para todos son los elementos claves para el desarrollo y la justa distribución de los bienes y para alcanzar la justicia social".

También se refirió a la globalización que, aunque consideró positiva en muchos aspectos, "ha aumentado notablemente la riqueza acumulada por varios Estados y ha agravado la diferencia entre varios grupos sociales creando desigualdad y nueva pobreza también en los países considerados mas ricos".

Francisco reiteró sus críticas al actual sistema económico y añadió que uno de sus principales aspectos negativos es "la explotación del desequilibrio internacional en el coste del trabajo que pesa sobre miles de millones de personas que viven con menos de dos dólares al día".

Por ello, pidió crear "mecanismos de tutela del trabajo y del medioambiente ante la creciente ideología consumista".

Para el papa, los tres instrumentos que hay que tener en consideración para la inclusión social son la educación, el acceso a la asistencia sanitaria y el empleo.
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El Papa se reúne con representantes de la Iglesia en Medio Oriente para analizar la crisis en la región

Télam

El caos programado Por Enrique Lacolla

La continua presión del imperialismo anglosajón sobre el conjunto del mundo asume diversas formas. Pero siempre está presente como expediente para huir de la crisis intrínseca que lo sacude. Pues la mejor defensa es un buen ataque.

Los temas políticos de la semana, sea nacional o internacional, son muchos y picantes. Podríamos volver sobre la farsa cínica que los medios oligopólicos tejen en torno al tema de la deuda y a su trémulo servilismo frente a la insolencia de, por ejemplo, un editorial del Wall Street Journal, que nos define como quejicosos derivadores de responsabilidades propias en gobiernos ajenos; o a las elecciones de este domingo en Brasil. Pero a estas últimas las dejaremos para después de que se verifiquen –vaya nuestra más encendida simpatía a la candidata del PT, Dilma Rousseff-, y cuanto al primer tema creemos haberlo abordado con asiduidad en estos días, de modo que nos ahorraremos el dolor de muelas de volver sobre este.

Pero ya que la realidad es recurrente, tanto en América latina como en el vasto mundo, puede ser más interesante volver sobre el dramático escenario global, en especial si tenemos en cuenta la escasa atención que los medios de comunicación argentinos (salvo en el caso de algún programa especializado, como el excelente Visión 7 Internacional) dedican a relatar y fijar las coordenadas de un decurso mundial que reviste, en estos momentos, una gravedad suma.

El observador, cuando se aproxima a este escenario convulso, no sabe muy por dónde empezar o en cuál lugar depositar preferentemente su atención. Si en Ucrania, donde el ejército de ese país violó la frágil tregua establecida por el acuerdo de Minsk, bombardeando a la ciudad de Donetsk; si en Hong Kong, donde se insinúa una de las típicas revoluciones de color que tanto rédito han dado al imperialismo norteamericano; o bien en el medio oriente, donde, una vez más, so capa de la intervención humanitaria, Estados Unidos se está dando el gusto de continuar con su proyecto de rediseño de la zona.

Lo esparcido de todos estos conflictos contribuye, sin embargo, a determinar el rasgo que mejor define a la política imperial de esta época: el caos programado. Mientras tanques y tropas norteamericanas se preparan para desembarcar en los países bálticos, Putin arregla con el presidente egipcio Abdelfatah al Sisi la entrega de armas rusas a Egipto; los bombardeos anglonorteamericanos sacuden a Irak y Siria tomando como blanco a los combatientes del EIIL (Estado Islámico de Irak y el Levante) y a los pozos petroleros de los cuales los terroristas sacaban provecho; y, en Hong Kong, cientos de miles de estudiantes propugnan reformas democráticas inobjetables, pero que minarían el delicado equilibrio geoestratégico en la región, en la medida en que se pretenda extenderlas a la China continental. Estará en la inteligencia de los gobernantes de Pekín la posibilidad de ceder parcialmente ante esos reclamos sin ver desequilibrada su estabilidad. Cándidos, inocentes e ignorantes del peso de las realidades en la política de poder, hipnotizados por los lugares comunes de la versión neoliberal o de la anarquista de la democracia –como antes podrían haberlo estado con la utopía de la revolución- los estudiantes de Hong Kong son material gastable que sirve, sin embargo, para tantear los reflejos defensivos del despotismo chino y para minar la estabilidad y sobre todo el prestigio internacional de la potencia que se apresta a alcanzar la categoría de primera economía del globo.

Este último dato es probablemente el más determinante para significar el caos que avanza en el escenario internacional. Porque el capitalismo salvaje fincado en la especulación financiera y el sistema económico concentrado, que hace de la maximización de la ganancia su única razón de ser, se encuentra en un declive inexorable y es incapaz de proporcionar al mundo un ordenamiento mínimamente armónico. En vez de esto le inyecta un desequilibrio financiero que desordena todas las coordenadas y agrava sin necesidad las contradicciones sociales derivadas de la distribución cada vez más desigual del ingreso. Chupa el beneficio y no lo vuelca, así sea en parte, sobre quienes lo producen. En este esquema la regresión en los países subdesarrollados se profundiza y alcanza incluso a los que no lo son a través de la destrucción de las bases que sostenían al estado de bienestar. Una conquista populista en el primer mundo que odian los alumnos de la escuela de Chicago, profetas del darwinismo social.

El modelo neoliberal o neoconservador se afinca en los países noratlánticos, capitaneados por Estados Unidos, la mayor potencia militar del planeta. En oltros lugares hay estados que, cualesquiera sean sus problemas o sus defectos, tienen la fuerza suficiente esquivar la total financiarización de la economía y mantener un ritmo de desarrollo fundado en el estímulo a la producción. Por lo tanto se niegan a convertirse en meros apéndices de la coalición de los fuertes y entienden mantener su capacidad para darse el tipo de evolución que les convenga. El hecho de que una serie de países emergentes o reemergentes –Rusia en este último caso- estén en una etapa de crecimiento rápido y algunos casos en apariencia imparable, como China, y que en poco tiempo más puedan encontrarse en una condición político-militar capaz de desbancar al poderío de los países hasta aquí dominantes, plantea un peligro para el sistema que debe ser eliminado.

La punta del ovillo

La existencia de países dueños de enormes recursos energéticos y capaces de negociar entre sí, está poniendo en tela de juicio la primacía del dólar. De este inmediato factor de riesgo proviene la agresividad y el dinamismo desenfrenados que se pone de manifiesto en la política de Estados Unidos y sus aliados. Por un lado se hostiliza a Rusia y se la va encerrando en una especie de callejón sin salida. Por otro el presidente Obama proclama al área del Pacífico de importancia vital para USA y se planta en forma inequívoca como factor de contención respecto a China. Y en el medio oriente, se asiste a un crescendo de la actividad bélica complicado con una guerra informativa que se esfuerza en ocultar los datos centrales de la ecuación bajo el manto de una desinformación sistemática. Es obvio que el EIIL es una criatura de Estados Unidos. El 45 % de sus combatientes son mercenarios (o voluntarios encendidos por una fe fanática, o ambas cosas a la vez) provenientes de Arabia Saudita. Otros son libios, jordanos, chechenos y de otras nacionalidades. Fue equipado principalmente por la monarquía saudita y por Turquía, y existieron contactos entre su jefe, Ibrahim Al Baghdadi, y el senador republicano y ex candidato a la presidencia John McCain.

Si ahora el EIIL se ha vuelto contra sus creadores es un tema opinable. Quizá sus militantes crean haberlo hecho, pero el resultado objetivo de sus repugnantes acciones, como la matanza de prisioneros y civiles, y la intimidación masiva de las poblaciones que se ven obligadas a migrar, encaja en un cuadro de limpieza étnica que Estados Unidos no desea realizar por sí mismo, pero que se adecua perfectamente a su proyecto de rediseño del medio oriente. La actual oleada de terror y de combates que se extiende por el norte de Irak debería consagrar, en la forma, lo que en los hechos ya se ha producido, esto es, la partición de ese país, aislando el gobierno de la mayoría shiíta y sacando a esta etnia de su rol como factor dominante en la zona. Por otra parte la situación brinda un inmejorable pretexto para comenzar con la demolición sistemática de las infraestructuras de Siria. En efecto, aduciendo que el pretendido califato islámico extrae sus recursos económicos con el petróleo extraído en la zona que controla en Siria, la aviación norteamericana ha destruido una docena de refinerías ubicadas en el este de ese país. Las refinerías se cuentan entre las instalaciones industriales más costosas y el daño que se ha inferido a Siria con esas operaciones no puede ser mensurado. Como tampoco puede calcularse el perjuicio que se derivará de las venideras incursiones.

El complicado ajedrez del medio oriente y el Asia central no es sino parte de una enorme batalla que comprende al mundo en su totalidad. Es una guerra mundial en sordina que el público no registra como tal, porque la devastación física se ejerce en áreas puntuales. Pero la destrucción económica, social y psíquica que este desequilibrio provoca, y las continuas tensiones que origina y que repercuten en la vida de los países y de las personas, obligan a prestarles atención. Las batallas por las materias primas –el gas y el petróleo en primer término-, los recorridos que ha de tener su comercialización y la pelea en torno a cuál o cuáles han de ser las divisas que se constituirán en referentes del mercado global, se encuentran en el primer plano de los múltiples casus belli que proliferan en el planeta.

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Mirando por la ventana Por Hugo Presman



Por Hugo Presman

Aunque la he transcripto en otra nota, la parábola judía es tan bella y tan apropiada que la comparto nuevamente: “Cuentan que una vez un hombre muy rico fue a pedirle un consejo a un rabino.
El rabino tomó la mano, lo acercó a la ventana y le dijo "mira".

El rico miró por la ventana a la calle.

El rabino le preguntó: "¿qué ves?".

El hombre le respondió: "veo gente".

El rabino volvió a tomarlo de la mano y lo llevó ante un espejo y le dijo:- “¿Qué ves ahora?".
El rico le respondió: -"Ahora me veo yo".

- "¿Entiendes? En la ventana hay vidrio y en el espejo hay vidrio. Pero el vidrio del espejo tiene un poco de plata.Y cuando hay un poco de plata uno deja de ver gente y comienza a verse sólo a sí mismo".

LAS PUTAS DE SAN JULIÁN

En noviembre de 1920 estalla la huelga en Santa Cruz. En enero de 1921 el presidente Hipólito Yrigoyen envía al coronel Benigno Varela para que solucione el conflicto entre los dueños de la tierra y los peones rurales. A partir de la primera guerra mundial el precio de la lana se había derrumbado, con lo cual descendió la tasa de ganancias de los ganaderos y se fueron acumulando importantes stocks. El primer paso, como sucede habitualmente, fue descargar parte del peso de la crisis en los trabajadores. Se concretaron despidos que sumados a las ancestrales condiciones humillantes de trabajo, precipitaron el estallido. La llegada de obreros anarquistas españoles, italianos, polacos, fuertemente politizados, intensificó el fuego.

El petitorio de los obreros parece increíble visto desde la actualidad: exigían que en recintos de 16 m² no durmieran más de tres hombres, que se entregase un paquete de velas a cada obrero mensualmente, que no se trabajase los sábados, un mejoramiento de las raciones de alimentos, un sueldo mínimo mensual de 100 pesos, un botiquín en cada campo, y el reconocimiento de la Sociedad Obrera como el único representante legítimo de los trabajadores, aceptando el nombramiento de un delegado como intermediario entre las partes en conflicto. Este pliego fue rechazado por la organización que nucleaba a los estancieros, la Sociedad Rural. La respuesta de los trabajadores fue declarar la huelga general en toda Santa Cruz.

El teniente coronel Varela medió en una primera instancia a favor de los trabajadores y se volvió a Buenos Aires. Los patrones no cumplieron lo acordado, los trabajadores reiniciaron la huelga y en noviembre de 1921 volvió Varela a Santa Cruz con la convicción que fueron los obreros los que incumplieron, iniciando una represión feroz, produciéndose más de 1500 muertos, enterrados en fosas colectivas clandestinas.

La historia rescatada y valorizada por Osvaldo Bayer cuenta que el 17 de febrero de 1922, en el Puerto de San Julián, cinco mujeres del prostíbulo La Catalana se negaron a ofrecer sus servicios a los soldados que reprimieron y fusilaron a los trabajadores en huelga. “Los jefes avisaron a las dueñas de los prostíbulos que prepararan a las “pupilas” para recibir a los soldados que empezarían a llegar por tandas. En el caso de San Julián la anoticiada fue Paulina Rovira, la dueña de la “casa de tolerancia” La Catalana….. las cosas no fueron sencillas para los soldados que estaban haciendo fila frente a “La Catalana”. La espera se hacía larga y doña Paulina Rovira les avisó a los suboficiales, que las mujeres se negaban a atender a los soldados. Se habían rebelado…… el suboficial y los conscriptos lo toman como un insulto, una agachada para con los uniformes de la Patria. Además, la verdad es que andaban alzados. Conversan entre ellos y se animan. Todos, en patota, tratan de meterse en el lupanar. Pero ahí salen las cinco pupilas, con escobas y palos, y los enfrentan al grito de ‘asesinos’, ‘porquerías’, ‘cabrones mal nacidos’……Las bravas mujeres no quisieron ganarse la vida con hombres a quienes ellas les habían perdido el respeto. Los soldados perdieron todo deseo en hacer algo, quedando helados cuando fueron llamados “asesinos”.

Interviene la policía porque en definitiva, era el nombre de la patria el que estaba en juego. Las cinco prostitutas terminan en la comisaría del pueblo.”

Bayer detalla, recabando los archivos de la comisaría de San Julián de esos tiempos, quiénes fueron esas mujeres: Consuelo García, argentina, 29 años, soltera, profesión: pupila del prostíbulo La Catalana; Ángela Fortunato, argentina 31 años, casada, modista, profesión: pupila del prostíbulo; Amalia Rodríguez, 26 años, argentina, soltera, pupila del prostibulo; María Juliache, 28 años, española, soltera, 7 años de residencia en el país, profesión: pupila del prostíbulo y Maud Foster, 31 años, inglesa, con 10 años de residencia en el país, de buena familia, pupila del prostíbulo.

Estos hechos están siendo representados en una obra teatral bajo el título de “Las putas de San Julián”. Cuenta Bayer en Página 12 del 13 de septiembre: “La única que volvió, muchos años después, cuando ya había cumplido los sesenta años, fue la prostituta inglesa Maud Foster, y a su regreso fue la madama del prostíbulo La Catalana, el mismo donde ocurrió el rechazo de los soldados fusiladores. Maud Foster murió en San Julián y está sepultada allí. Y todo el elenco teatral, más los técnicos, concurrimos al cementerio a honrar su memoria por el gesto que tuvo ante tanto trabajador de la tierra fusilado. Y la actriz que encarnó su papel teatral, Maite Mosquera, después de cubrir con flores su tumba, comenzó a decirle bellas y poéticas palabras. Pero la emoción llenó de lágrimas sus ojos y silenció su voz. Fue entonces cuando todos los presentes comprendimos bien el gesto que habían tenido esas mujeres tan despreciadas por la sociedad y que habían sido las únicas que tuvieron el coraje civil de decir no a tanto asesinato impune de los que fueron víctimas los obreros del campo por pedir un poco más de dignidad.

SIETE CAJAS

Con ese título se conoció una notable película paraguaya, un cine apenas incipiente. Realizada en el mercado más importante de Asunción, la película se adentra en un mundo donde un joven y su novia se ven envueltos en una trama policial en la búsqueda de acceder a un objeto de consumo muy deseado que es un celular. Luego de una larga travesía de acontecimientos, el protagonista es herido y sonríe en el hospital al verse en la pantalla de televisión. Consumo y aparición televisiva: dos formas necesarias e imprescindibles para existir en la sociedad actual.

Los manteros en Paraguay que venden las películas en DVD, conocidas como truchas, decidieron no vender Siete Cajas para que la misma sea vista exclusivamente en los cines. Sacrificaron ingresos individuales para consolidar la industria cinematográfica de su país.

MIRANDO POR LA VENTANA

Las putas de San Julián y los manteros paraguayos sin saberlo, ubicados en los estratos inferiores de la escala social, entendieron el consejo del rabino: para ver a los demás hay que alejarse del espejo y mirar por la ventana. Así percibieron con claridad de qué lado ubicarse: las putas junto a los peones rurales y contra los soldados obligados a ser fusiladores por sus superiores. Y los manteros, mirando por la ventana, tuvieron una visión estratégica que las burguesías de los países subdesarrollados, alienados a la ideología del establishment más tradicional, suelen carecer.

Las putas y los manteros entendieron la parábola. Y actuaron en sentido contrario. Subestimaron a la plata. En el aire sólo quedó la desmentida al final de la parábola:

- "¿Entiendes? En la ventana hay vidrio y en el espejo hay vidrio. Pero el vidrio del espejo tiene un poco de plata.Y cuando hay un poco de plata uno deja de ver gente y comienza a verse sólo a sí mismo".

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