domingo, 17 de agosto de 2014

Madura el lock out

Por Mario Wainfeld
Según informa la versión local de su sitio corporativo, “RR Donnelley, líder mundial de la industria gráfica, fue creada en 1864, en Chicago, Estados Unidos, contando en la actualidad con más de 55.000 empleados en todo el mundo... (Y está) presente en el mercado argentino desde 1992”. Su planta en Garín, cabe agregar, da trabajo a más de 400 personas. Fue cerrada intempestivamente el lunes pasado, antes de que se declarara oficialmente su quiebra, por propio pedido. La diferencia se mide en horas, lo que no le resta ilegalidad ni prepotencia ni significación a la jugada.
La situación apesta a lock out, esto es, a medida de fuerza inconsulta y unilateral de la empresa. Se subraya la expresión “lock out” porque parece estar prohibida por los manuales de estilo de la mayoría de los dirigentes opositores y de la prensa hegemónica.
La actual ley de quiebras (apodada “Ley Cavallo”, adivinad por qué) es muy benigna con los pedidos formuladas por el propio deudor. Exige, claro, una serie de requisitos formales que cualquier gran empresa puede preparar con tiempo. Los tribunales comerciales, mayoritariamente, son más benignos que las normas, corpos friendly. Los grandes estudios entran a esa cancha en condición de locales, sin tribuna visitante. El estudio Marval-O’Farrell- Mairal representa a la multinacional y conoce esa cancha al dedillo.
Los laburantes tomaron la planta en defensa de sus derechos. Hay en ella materia prima para seguir produciendo con normalidad durante semanas, solo para empezar. Abundan pedidos en trámite para cumplir y facturar. Según información conseguida por los laburantes y que el Gobierno considera veraz, Donnelley tiene, por lo menos, nueve millones de pesos en cuenta corriente, disponibles. Los salarios de julio se pagaron el 5 de agosto, los de este mes (a ojímetro, alrededor de 6 millones de pesos) podrían cubrirse con ese dinero disponible, si el juez comercial Gerardo Santicchia lo ordena.
El Gobierno decidió intervenir en varios frentes. La AFIP pidió que se revoque el decreto de quiebra en la Justicia comercial. Y presentó una querella penal por delitos económicos, que quedó radicada ante el juzgado federal de Daniel Rafecas, quien regresará de una licencia el martes. El principal objetivo del Gobierno, al que esas movidas pueden ayudar, es mantener activa a la empresa y conservar las fuentes de trabajo.
El juez Santicchia debe resolver cuanto antes sobre la continuidad y los pasos a seguir.
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Números y continuidades: Para la praxis patronal que analizamos, la quiebra no es una tragedia dolorosa que duele o abochorna al empresario, como en alguna bella novela de Honorato de Balzac. Su régimen, el real y tangible, la facilita y la instala como un rebusque más. La ley fija recaudos, sin embargo. El primero es la “cesación de pagos”: quien pide su bancarrota debe estar imposibilitado de cumplir sus obligaciones. Un mal trance financiero no la habilitaría, menos aún la perspectiva de un futuro difícil. Quebrar dista de ser un recurso entre otros, es una salida extrema.
En la legislación argentina, una empresa puede llegar a cerrar y despedir a sus empleados, pagándoles las condignas indemnizaciones. La estabilidad laboral es pues, impropia o parcial.
Donnelley no expone sus razones en público ni la prensa independiente la acosa clamando “queremos preguntar”. Es otra faceta, digamos lateral, de su conducta disruptiva y antidemocrática. La empresa aduce crecientes pérdidas irremontables, según se filtra de su presentación comercial. Sin embargo, según los trabajadores, produce mucho y tiene clientes importantes que le siguen pagando. Según la AFIP, el activo de la empresa es de 180 millones de pesos, superando a un pasivo de 140 millones. Los pagos de la plantilla, se dijo, están al día. Y la deuda fiscal, para el giro de la multi, es llamativamente bajo: cien mil pesos.
Claro que si la papelería está en regla y la empresa alega cesación de pagos, el juez debe dar curso rápidamente al pedido. Quien lee podría preguntarse si no correspondería que un magistrado, pensando en la justicia y la equidad, deba hacer averiguaciones por afuera del expediente. Ir a la planta, hablar con la gente, pisar un poquito el barro. La respuesta, decepcionante aunque previsible, es que no tiene obligación de hacerlo. El Poder Judicial, de ordinario, persigue la certeza. De ahí que sea tan inadecuado llamarlo “Justicia”, que debe buscarse en otros parajes y estrados.
Santicchia obró de modo legal, que no equivale a justo al conceder la quiebra de volea. Si fuera un juez atento debería honrar pronto otras de sus prerrogativas y obligaciones.
La quiebra “desapodera” al deudor; es decir, éste queda privado del manejo de su patrimonio, que pasa a ser “prenda común” de los acreedores. Desde la declaración, la dirección queda a cargo del juzgado y del síndico que éste designa.
El artículo 189 de la Ley de Concursos y Quiebras (LCQ), actualizado en el año 2011, prescribe que el síndico (o Su Señoría, si hay premura) puede continuar la explotación de la empresa. Ese rumbo puede elegirse si lo reclaman las dos terceras partes de los trabajadores, organizados en cooperativa, aunque fuera en formación.
De nuevo, ésa es la mayor urgencia social y debería regir en el expediente. Es imperioso que se resuelva en cuestión de días, el paso de tiempo complica la situación en el mundo real.
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Gremios, delegados, salidas posibles: El sindicato del sector es la Federación Gráfica Bonaerense (FGB). La comisión interna no comulga con la conducción del gremio, responde al PTS. Propios y ajenos le reconocen combatividad, varios cuadros de esa fuerza de izquierda radical fueron candidatos en las elecciones del año pasado. La situación es relativamente usual en esta etapa, uno de los cambios en el esquema de representación sindical que, cosas veredes, prosperó durante los gobiernos kirchneristas.
El Gobierno explora soluciones. Los ministros Carlos Tomada, Débora Giorgi, Cecilia Rodríguez y el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, se reunieron anteayer con dirigentes de la FGB. También lo hicieron con los de Smata por el conflicto en la autopartista Lear.
El ministro de Trabajo también dialogó con los delegados de Donnelley en el edificio de su cartera.
Empresarios gráficos forman parte del repertorio de interlocutores con el Gobierno. Según esos capitalistas, el sector no atraviesa la dramática coyuntura que lagrimea Donnelley. Tan es así que están convencidos de que otros competidores podrían absorber a los laburantes de la multinacional gringa si ésta los despidiera e indemnizara en forma. Es una hipótesis ardua de concretar, aun de comprometer. Sería una solución poco deseable, que los trabajadores resistirían por lógica desconfianza.
De nuevo, en el corto plazo, hay elementos materiales y trabajo como para proseguir con la producción. Una salida sustentable a futuro ofrece un menú hipotético de salidas. Abarcan la compra de la empresa y continuidad, la formación de una cooperativa y la estatización. Los delegados mocionan esta vía, que el Gobierno rechaza porque considera que sería impropio y riesgoso hacerse cargo de la gestión de una empresa netamente privada que no presta ningún servicio público.
La cooperativa es una experiencia creciente desde la crisis del 2001. La capacidad de los trabajadores argentinos es proverbial, la necesidad aguzó su inventiva. Hay ejemplos notables y exitosos, otros tuvieron menos fortuna o viabilidad. Un precedente flamante alienta el optimismo, es otra explotación de capital extranjero, la autopartista Visteon S. A. (ver recuadro aparte). Claro que mantener a flote un emprendimiento con más de 400 empleados es un desafío difícil.
La presencia obrera en el establecimiento garantiza que Donnelley no sustraiga maquinarias, la solvencia aparente podría lubricar el intento que depende, como ya se dijo, de la voluntad de la mayoría.
Según fuentes empresarias que conversaron con más de un ministro, hay al menos un inversor dispuesto a comprar Donnelley, lo que le exigiría garantizar todos los puestos de trabajo y los derechos adquiridos de los trabajadores, abarcando la antigüedad. La adquisición supondría un tramado legal complejo más la aprobación del juzgado comercial. Habría que ver cuál sería la respuesta de los trabajadores y El delito de quiebra de sociedades. 
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Acciones y guante blanco: La AFIP, entonces, emprende una doble búsqueda en la quiebra. Solicita la anulación, que suena muy poco viable. Y tratará, con mejores perspectivas, de ir probando que la quiebra es fraudulenta. Esa condición debe ser declarada por el juez. Su fundamento es el dolo (mala fe) de la empresa en pro de “vaciarse”, disminuir su patrimonio, realizar maniobras para burlar su responsabilidad ante los acreedores. Enumera la LCQ: quien “simula o supone deudas, o genera salidas de activos sin justificación o substrae u oculta cosas correspondientes a la masa o concede ventajas indebidas a algún acreedor”.
La quiebra fraudulenta es uno de los delitos “clásicos” penales que pueden denunciar el Estado o los acreedores. La querella presentada por la AFIP se funda en otro de tipificación más reciente. Es la “Alteración del orden económico”, prevista en el artículo 309, inciso 1) incorporado al Código Penal en 2011. Castiga a quien o quienes “realizan transacciones u operaciones que hagan subir o bajar el precio de los valores negociables o instrumentos financieros, con noticias falsas, negociaciones fingidas, o coalición entre los principales tenedores de la especie con el fin de producir la apariencia de mayor liquidez o de negociarla a determinado precio”. Con variantes lógicas, este delito está incorporado a la legislación de muchos países, incluyendo los del apodado Primer Mundo.
De ahí a que se los castigue dendeveras, media una distancia enorme. Son delitos de guante blanco: en la Argentina los repertorios de condenas por ellos están casi en blanco, a través de décadas. Pero es correcto insistir y tratar de mejorar la deplorable tendencia. Se aclara que la querella no se basa en la llamada ley antiterrorista sino en otra reforma penal que no levantó reproches ni críticas.
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Enfoques y precisiones: La oratoria oficial mencionó la ley antiterrorista, abriéndose un flanco criticable que será mejor evitar con buenos recursos. El mejor, opina este cronista, es dejarla de lado en la retórica y en el obrar concreto. Esto es, no accionar fundándose en ella. La ley antiterrorista es excesivamente laxa y abre puertas a la arbitrariedad, su aplicación puede ser inconstitucional.
En materia penal rige la presunción de inocencia, la carga de la prueba recae sobre quien acusa. Basarse en cargos muy “traídos” es incorrecto y además poco funcional. Lo más grave es zarandear una norma que puede derrapar muy fácilmente hacia lo abusivo.
La oposición política y la mediática se aferran a la ley antiterrorista para victimizar a los empresarios y validar su conducta antisocial. De eso ni se habla. Es casi imposible que esos delitos sean demostrados, tampoco sería un avance que hubiera condenas basadas en una normativa tan polémica.
La eficacia de la acción estatal no sufrirá mella, más bien al contrario. Y seguramente mejorará su posición simbólica, que (despejando ese derrape) es muy sólida.
Rafecas, quien llevará el expediente de la querella, es uno de los contados federales que saben mucho sobre quiebras. Escribió hace unos cuantos años un libro sobre el tema que nos ocupa, se titula El delito de quiebra de sociedades. En ese texto y en otros advierte sobre la impunidad por esos delitos.
Rafecas es un magistrado de buen nivel y trayectoria, sobre cuya cabeza pende una denuncia ante el Consejo de la Magistratura. Está latente desde hace rato, tanto que debería archivarse a mediados del año próximo si no avanza. En un raro caso de coincidencia bipartidista, integrantes del Gobierno y consejeros radicales van a por él, como réplica a sus investigaciones sobre el ex presidente Fernando de la Rúa y el vicepresidente Amado Boudou. El jury sigue abierto, una sanción sería una injusticia manifiesta, una desmesura. Por si hiciera falta, eso añade presión sobre un juez que merece mejor trato institucional.
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Capitalismo y delito: Dirigentes de la FGB confían en la predisposición del juez Santicchia para proteger la fuente de trabajo. Su Señoría deberá ponerse las pilas y contrariar la proverbial lentitud promedio de los tribunales.
Otros detalles deberían llamar su atención. Corresponde, conforme la LCQ, prohibir salir del país por un año a los administradores y directores de Do-nnelley. A menudo, ese elenco se cambia un tiempito antes para aliviar de molestias a los pesos pesado de la empresa. Es buena praxis revisar ese detalle y tomar buena nota. No es delito, pero es un hecho a corroborar para elaborar criterios.
De cualquier modo, vale la pena hablar de contextos y no sólo de delitos. Estas son circunstancias especiales, en caso de duda corresponde la absolución. Las conductas odiosas y antisociales trascienden el inventario penal. Una empresa que baja la cortina de sopetón y deja en banda a 400 familias habla del salvajismo capitalista. El sesgo se acentúa cuando son grandes la concentración y la extranjerización de la economía. Esta nota no tiene por qué teorizar sobre los móviles de los “hombres de negocios”, lo que sí cabe a sus lectores. Sea para ponerle un palo en la rueda al Gobierno que ha defendido los derechos de los trabajadores, sea para reaccionar contra gremios y delegados luchadores, sea para ir tratando de incidir en el futuro de las relaciones laborales, sea para recolocarse en otro rincón del planeta,,,
Un capitalismo sin escrúpulos es un dato de la etapa. El Estado debe tratar de matizarlo en una lucha que es dispar si no cuenta con decisión, con apoyo de la población. O si no elige bien sus herramientas.
El personal de Donnelley y el Gobierno se han colocado en la postura deseable. El silencio de la mayoría del espectro opositor o sus apoyos mezquinos a la multinacional son un timbre de alerta, que resuena más allá de la planta de Garín.
mwainfeld@pagina12.com.ar

VERBITSKY EN UN ENCUENTRO ECUMENICO: ALTERNATIVAS AL CAPITALISMO GLOBAL Geiere, Avvoltoi, Vultures, Vautours

Por Horacio Verbitsky
Las calificadoras de riesgo, las agencias noticiosas y los grandes medios internacionales sostienen que la Argentina ha vuelto a entrar en default, evocan la crisis de fin de siglo y acusan por la recaída al populismo irresponsable de su gobierno. Con reprobación moral añaden que el país pidió dinero para vivir por encima de sus posibilidades y que cuando le tocaba pagar no honró sus compromisos con quienes le prestaron. Lo primero que debe decirse es que nada de todo ello es cierto.
La situación actual es el último coletazo de la crisis en que la Argentina fue sumergida por el neoliberalismo, a partir del golpe de Estado que en 1976 instauró la más cruel dictadura cívico-militar, con sostén del Episcopado Católico. Al comenzar esa década Estados Unidos había abandonado el patrón oro y comenzado a financiar su déficit comercial con el crédito forzoso que implicó la conversión del dólar en la moneda internacional de reserva respaldada por el más temible poder militar de la historia humana. Los grandes bancos occidentales acumularon enormes cantidades de petrodólares, originados en las exportaciones de hidrocarburos de los países de la OPEP y los prestaron a países del Tercer Mundo. Este fue el mecanismo por el que la Argentina, que a mediados del siglo XX tenía un ingreso per cápita superior al de Italia y España y constituía la sociedad más desarrollada y equitativa de América Latina, destruyó las bases materiales de ese progreso e ingresó al siglo XXI como un pordiosero. Con el pretexto de modernizar la economía y de controlar la alta inflación, la dictadura remodeló en forma drástica la sociedad, dando primacía a las finanzas sobre la producción de bienes para el mercado interno. Los bancos transnacionales prestaban sus petrodólares a los mayores grupos económicos, que los represtaban dentro del país a las empresas menores que no tenían acceso al mercado internacional, con una diferencia importante de tasa de interés. Sumado a la represión que se centró en los obreros industriales y las clases medias, esto desmanteló la industria, que en aquel momento estaba alcanzado un punto de maduración y hasta producía electrónica de punta, y permitió bajar en forma drástica los salarios.

El verdadero default

Pese a las denuncias internacionales por violaciones a los derechos humanos, los grandes bancos también financiaron a la dictadura. La deuda externa argentina se septuplicó en apenas siete años y un tercio del total se dedicó a la adquisición de armamentos, para sostener la expansión del aparato represivo y la ilusión de su proyección internacional. Esto se expresó en una guerra con Chile (impedida a último momento por la mediación papal en 1978) y otra con Gran Bretaña cuatro años después. Luego de tres meses de combates Margaret Thatcher, con apoyo de Ronald Reagan, retuvo las islas Malvinas, arrebatadas a la Argentina a principios del siglo XIX y fugazmente recuperadas en abril de 1982. Ese mismo año la dictadura ofreció a las empresas un canje muy ventajoso: el Estado se hizo cargo de la deuda privada en dólares y los deudores originarios le pagaron a largo plazo con pesos, evaporados por la inflación. Como unos toman el crédito y otros lo pagan, la deuda externa se convirtió en el gran reciclador de las relaciones internas de poder.
Esto condicionó a los posteriores gobiernos democráticos, precipitando la hiperinflación y la cesación de pagos en 1989. El ex Secretario de Estado Henry Kissinger inspiró un plan que en sucesivas etapas aplicaron los gobiernos de Ronald Reagan y George Bush padre y sus ministros James Baker y Nicholas Brady, por el cual una parte de la deuda en mora de la Argentina y de otros países latinoamericanos fue fragmentada en unidades menores y colocada por los bancos en el mercado mundial a centenares de miles de ahorristas, y otra parte fue canjeada por acciones de las empresas del Estado, que pasaron así a manos privadas. Esta privatización a precio vil enajenó el capital social acumulado por generaciones de argentinos. Al mismo tiempo se perdió así el rastro del pecado original de la deuda, los bancos endosaron el riesgo y se modificó el funcionamiento de la sociedad en términos de muy difícil reversión. Al mismo tiempo se ató el peso argentino al dólar estadounidense, una equivalencia ficticia que sólo pudo sostenerse unos años a costa de una nueva oleada de endeudamiento externo, con refinanciamientos a tasas cada vez más altas y plazos más cortos, hasta que la Argentina no pudo seguir pagando y se declaró en default a fines de 2001. Los bancos congelaron los depósitos de los particulares y la desocupación llegó al 25 por ciento, la misma cifra que hoy castiga a España. En la Argentina de entonces, como en la Europa actual, todas las medidas de auxilio se han dirigido a salvar a los bancos, no a las personas.

La reestructuración

Para salir de ese colapso, el Estado argentino volvió a privilegiar la producción, el empleo y el consumo en el mercado interno y llevó adelante la mayor reestructuración de deuda pública conocida en el mundo. Lo hizo en dos pasos. El primero, en 2005, comprendió el canje de los títulos impagos en poder de tres cuartas partes de los acreedores, quienes aceptaron una quita de dos tercios, una conversión de divisas fuertes a moneda nacional y un alargamiento de los plazos. El segundo, en 2010, llevó el índice de aceptación al 92,4 por ciento de los tenedores de bonos de la deuda pública argentina. Los nuevos títulos emitidos incluyeron dos cláusulas sin las cuales el canje no hubiera sido aceptado: la primera, que quedarían sometidos a jurisdicción extranjera (de Nueva York, Londres, Tokio o Bélgica); la segunda, que si antes de enero de 2015 se formulara una mejor oferta a otros acreedores, todos tendrían derecho a reclamar iguales condiciones (Rights Under Future Offers, o RUFO). La economía gozó de la década de más alto crecimiento de la historia y la Argentina cumplió con los pagos prometidos a todos los acreedores que aceptaron el canje.
El 7,6 por ciento que no reestructuró sus créditos está integrado por sectores muy diversos: desde pequeños ahorristas que compraron bonos como seguro para su vejez hasta especuladores financieros, como los fondos de inversión Aurelius y Elliot Management, que nunca le prestaron un dólar a la Argentina. Por el contrario, compraron por monedas títulos en default en 2008 y recurrieron a la justicia de Wall Street en busca de cobrar el valor nominal más los intereses acumulados desde 2002. Por eso se los conoce como buitres, vultures, vautours, avvoltoi o geiere. Sólo poseen el 1% de la deuda argentina pero pretenden obtener una ganancia del 1600 por ciento y condicionar toda la exitosa reestructuración realizada en la última década. Como apuestan a todos los números, además de los bonos en default también han adquirido títulos reestructurados, con los que esperan activar la cláusula RUFO; poseen seguros contra default e integran la entidad privada que sentencia cuándo se cumplen las condiciones para gatillar esos seguros. La Unctad, el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, la OEA, la Unasur, el Mercosur, el propio Fondo Monetario Internacional han advertido contra estas prácticas predatorias.
Dentro de Estados Unidos y entre privados está prohibido adquirir papeles de una quiebra para litigar por su valor original, pero los tribunales de ese país, que forman parte relevante de la globalización financiera, exceptuaron de esta restricción a las deudas soberanas. Durante cuatro años los buitres intentaron embargar todo tipo de bienes argentinos en el mundo, desde la nave escuela de la Marina de Guerra, hasta un satélite, una usina nuclear, el avión presidencial y las reservas del Banco Central. Una vez fracasadas todas esas tentativas consiguieron que el anciano juez del distrito financiero del sur de Manhattan, Thomas Griesa, realizara una caprichosa interpretación de la cláusula de pari passu de los títulos en default. En 2012, el juez sostuvo que además de la simultaneidad del pago esto implicaba que la Argentina debía cancelar la totalidad de la deuda defaulteada a quienes no habían aceptado la reestructuración. El gobierno argentino ha denunciado además que el objetivo final es forzar un nuevo ciclo de endeudamiento externo, que someta al país y lo fuerce a ceder los codiciados yacimientos de petróleo y gas no convencional. Esta sentencia fue confirmada por la Cámara de Apelaciones en 2013 y quedó en firme en junio de este año cuando la Corte Suprema estadounidense rehusó pronunciarse sobre la apelación argentina.

Senilidad y prepotencia

Al vencimiento de sus compromisos de junio, la Argentina depositó el importe correspondiente como lo venía haciendo desde 2005 pero el banco fiduciario que recibió ese dinero no lo transfirió a los tenedores de los títulos, porque se lo prohibió ese juez de 84 años que ni siquiera entiende de qué se trata. Y esto no lo dice un autor argentino sino The New York Times, que llegó a esa conclusión luego de leer la versión taquigráfica de una de las audiencias. Era preciso repetirle las preguntas hasta siete veces y no tomaba decisión alguna. Entre otras confusiones, ni siquiera había advertido que al prohibir el pago de bonos emitidos en Europa y bajo ley europea excedía con holgura las facultades de su tribunal. Cuando se lo hicieron notar respondió que su jurisdicción abarcaba a la República Argentina. Esta impactante suma de senilidad y prepotencia no debería oscurecer la centralidad de los fondos buitre en el dispositivo de la globalización y el hecho de que su disparatada orden haya sido ratificada por la muy conservadora Corte Suprema de Justicia, que con pocos días de diferencia paralizó la tibia reforma del sistema de salud del presidente Barack Obama, reconoció derechos religiosos a las personas jurídicas, sentenció que el descuento de una cuota sindical lesionaba la libertad de expresión y convalidó el hostigamiento fundamentalista contra mujeres vulnerables frente a las clínicas a las que recurren para realizarse un aborto. Es todo el sistema judicial estadounidense el que privilegia una lectura restrictiva del contrato, como si se tratara de una relación comercial entre particulares y simula ignorar el contexto mundial en que ese contrato se consuma. El caso argentino es una perfecta ilustración del carácter irracionalidad y destructivo que ha alcanzado la globalización capitalista. Si se pretende construir un paradigma superador, en el que los derechos de los bancos no prevalezcan sobre los de las personas, el enfrentamiento contra la centralidad del sistema financiero es ineludible y urgente.

› QUE LO CARRIO! Sonrisas para la foto

En Tunuyán, al pie del Manzano Histórico donde hace 191 años el Libertador José de San Martín descansó antes de emprender el cruce de Los Andes, los precandidatos se mostraron unidos después de las diferencias expuestas por la pelea entre Solanas y Carrió.
El anfitrión del evento, el senador nacional Ernesto Sanz desestimó las peleas internas originadas la semana pasada en Unen y aseguró que "el Frente Unen va a llegar unido a 2015 y hoy estamos muy contentos". Asimismo, explicó que la decisión de que "el Frente Amplio UNEN haya elegido este lugar y este momento para reunirse en Mendoza no es una casualidad, sino forma parte de una decisión meditada".
Cobos por el contrario, lamentó que "las desuniones del frente no hayan estado a la altura de las expectativas de la gente" y llamó a la UCR a "no quedar en el medio del río y que convoquen a una convención".
Binner, quien también dijo presente hoy en Mendoza, consideró por su lado "que lo importante es apuntalar al pequeño productor con alternativas de mercado para promover el crecimiento y disminuir la inflación".
Los máximos referentes del frente expresaron al pie del monumento a San Martín: "venimos a comprometernos ante el prócer más valioso de nuestra historia, vamos a recorrer el camino al futuro, unidos en la diversidad de ideas, creencias y visiones, con un compromiso irrenunciable e indeleble con la Justicia, la igualdad de oportunidades y el fortalecimiento de la República".
En sus declaraciones, Cobos tomó aún más distancias de la postura de Carrió y remarcó que "es una fortaleza para nosotros que el PRO y otros partidos miren y tienten a nuestros dirigentes". "No es una debilidad. Yo me pregunto ¿por qué no construyen su propio espacio y van con sus propios candidatos? Como no los encuentran, van por hombres y mujeres de UNEN", dijo.

Dejen de preocuparse por el Ébola (y empiecen a preocuparse de lo que significa)

Por Adam C. Levine
Profesor adjunto de Medicina de urgencia, Brown Medical School. Actualmente trabaja en Ruanda.

Una vez más, África está en el ojo del huracán. Y, como suele pasar, las noticias no son buenas.

Los medios de comunicación parecen alternar largos periodos de ignorancia absoluta hacia el continente con breves estallidos salpicados de locura, normalmente debidos al temor de que un brote de epidemia o terrorismo se extienda hacia nuestras costas. El reciente brote de ébola en el África occidental, que ha infectado a casi 2.000 personas en los últimos seis meses, no es ninguna excepción.

Está claro que debemos preocuparnos por el brote de ébola, pero no por los motivos que se han propagado en las noticias o en los blogs. Deberíamos preocuparnos por el ébola, pero no por la amenaza que puede suponer para Occidente, sino por lo que dice sobre el estado actual del sistema sanitario en África y sobre muchos otros recursos limitados en todo el mundo.

Tristemente, los medios se han fusionado en torno a los siguientes cinco mitos, mientras que se ignora el contexto más amplio de la sanidad pública y las increíbles desigualdades que existen en la Tierra.
Mito 1: el ébola es una enfermedad mortal en todo el mundo.

El ébola puede ser mortal, pero no a nivel mundial. De hecho, la tasa de mortalidad del ébola y de su primo hermano, el virus de Marburg, varía dependiendo de las circunstancias. El primer brote registrado de estas enfermedades, que tuvo lugar en Alemania y Yugoslavia en 1967, presentó una tasa de mortalidad del 23%; bastante alta, pero muy lejos del índice de letalidad de entre el 53% y el 88% que han mostrado los brotes producidos en el África subsahariana 40 años después (1). Este primer brote ocurrió cuando nadie sabía nada sobre la enfermedad y cuando las unidades de urgencias y cuidados intensivos todavía no estaban extendidas por Europa.

El riesgo actual de muerte en los individuos infectados por el ébola o el virus de Marburg en Occidente queda muy lejos de los porcentajes observados en cualquiera de los anteriores brotes. Los dos últimos estadounidenses infectados en Liberia, por ejemplo, están mejorando, y no por el suero mágico que recibieron, sino por la supervisión y el cuidado proporcionados por los trabajadores humanitarios y por la rápida evacuación a hospitales modernos con instalaciones de cuidados intensivos.

He cuidado a pacientes y he formado a médicos en decenas de hospitales urbanos y rurales en toda el África subsahariana en la última década. La tasa de mortalidad para casi todas las enfermedades que he controlado, desde la neumonía hasta los ataques de corazón pasando por el cáncer y los accidentes de tráfico, es más alta en el África subsahariana que en cualquier hospital occidental.

En cuanto a la posibilidad de morir de cualquier enfermedad en este mundo, el ébola incluido, la geografía tiene mucho que ver.
Mito 2: no existe tratamiento para el ébola.

Lo cierto es que existen varios tratamientos efectivos para el ébola que pueden ayudar a las personas que pasan por las peores fases de la enfermedad e incrementar sus posibilidades de supervivencia. Entre estos tratamientos se incluye la reanimación mediante fluidos intravenosos, glóbulos rojos, plaquetas, sustancias coagulantes para evitar las hemorragias, antibióticos para tratar las infecciones bacterianas más comunes, oxígeno, etc. Además, un equipamiento de diagnóstico moderno puede ayudar a médicos y enfermeros a seguir las constantes vitales para controlar a los pacientes en caso de complicación.

Lo increíble de los tratamientos ya probados (a diferencia de los experimentales de los que habla la prensa) es que se pueden utilizar, además de para el ébola, para combatir otras enfermedades en toda África. En los últimos seis meses en los que el brote de ébola se ha llevado la vida de casi mil niños y adultos, sólo en el África subsahariana han muerto aproximadamente 298.000 niños de neumonía, 193.000 de diarrea, 288.000 personas de malaria y 428.000 por lesiones, por ejemplo en accidentes de tráfico.

Un mejor acceso a los servicios de urgencias y de cuidados intensivos ayudaría a salvar a los pacientes de ébola y también a los afectados por los problemas anteriormente citados, que son mucho más letales.
Mito 3: el ébola es la enfermedad más contagiosa y se extenderá rápidamente por Occidente.

El ébola no es la enfermedad más contagiosa que se conoce. No se transmite por el aire ni por aerosoles. Esto la hace menos contagiosa que otros portadores de enfermedades, como el sarampión, la varicela, la tuberculosis o incluso la gripe. El ébola se contagia sólo por contacto físico, especialmente por los fluidos corporales. Por tanto, a no ser que alguien te vomite en el metro, defeque o te manche de sangre, no te va a transmitir el ébola.

En términos médicos, lo único que se requiere para prevenir el contagio de ébola de paciente a trabajador sanitario es el uso de precauciones de contacto, que incluyen vestimenta adecuada, guantes y lavado de manos frecuente después de cada contacto con el paciente. Estas precauciones son las que siempre se llevan a cabo en los hospitales occidentales en caso de enfermedades contagiosas.

No obstante, piensa en lo que ocurre en África Occidental, donde se ha extendido el ébola rápidamente debido a la falta de medidas básicas sanitarias en hospitales públicos y clínicas con equipamiento precario. Muchos centros carecen de productos tan necesarios y básicos como guantes y batas, y en muchos otros escasea el agua o el alcohol, imprescindibles para la higiene. A diferencia de lo que pasa en Occidente, los hospitales en África tienen salas abiertas con docenas de camas amontonadas. En muchos casos, además, he visto a varios pacientes compartiendo una misma cama. Visto así, es fácil comprender cómo el ébola se puede extender con tanta rapidez.

La mejor forma para ayudar a África a contener este brote de epidemia es mediante la inversión y el despliegue de medidas básicas para el control de enfermedades infecciosas, como batas, guantes, agua y métodos de esterilización, junto con personal sanitario y de formación.
Mito 4: hay que empezar a administrar medicamentos experimentales contra el ébola al máximo número de africanos posible.

Cualquier ser humano que reciba tratamiento experimental es, por definición, un experimento. Ahora bien, experimentar en humanos no tiene por qué ser algo malo. Sin embargo, todas las personas que participan en estudios de investigación médica tienen derecho a recibir la misma protección internacional, y la gente en países pobres necesita además una protección especial.

Por ejemplo, mientras que los estudios en Estados Unidos requieren la aprobación de un solo comité ético, la mayoría de estudios llevados a cabo en países de renta baja necesitan la aprobación de dos comités éticos diferentes: uno internacional y uno local. Asimismo, los formularios de consentimiento, que explican los riesgos y beneficios de los participantes en ese estudio en particular, deben traducirse a todos los dialectos locales, y se deben tener en cuenta los casos específicos de los pacientes que no sepan leer los formularios o firmar. Al final, todos los participantes del estudio deben recibir los mejores tratamientos testados para su enfermedad. Así se garantiza que todos los pacientes se beneficien de la investigación, aunque los medicamentos experimentales resultaran ineficaces (o peligrosos).

Tristemente, conocemos los virus de Marburg y ébola desde hace casi 50 años, y se han llevado a cabo muy pocas investigaciones para el tratamiento efectivo o las vacunas, al igual que con otras muchas enfermedades tropicales olvidadas. Esto no se debe a la falta de interés por parte de médicos y científicos, sino más bien a la falta de dinero. Las compañías farmacéuticas no suelen estar dispuestas a invertir en investigaciones para prevenir o tratar enfermedades que sólo afectan a gente pobre, ya que obtendrían pocos (o ningún) beneficios.

Por poner un ejemplo, en Estados Unidos se puede rectificar este problema pidiendo que el presidente Obama y el Congreso presionen al Instituto Nacional de Salud para que dedique una mayor parte de sus fondos a la investigación de enfermedades que afectan a los habitantes más pobres del mundo.
Mito 5: no se puede hacer nada para ayudar a África… Es demasiado pobre.

La verdadera tragedia del brote de ébola es que la mayoría de africanos no tiene acceso a los medicamentos, instalaciones y profesionales de los que disponemos en Occidente desde hace décadas, y que podrían haber evitado el descontrol de la epidemia. Además, se podrían haber empleado las mismas medidas para reducir la mortalidad causada por otras enfermedades que en la actualidad están matando cada día a mil veces más personas que el ébola.

Estos tratamientos salvavidas no están fuera del alcance del continente. En este momento, a través de una colaboración entre la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), el Fondo Mundial, el Ministerio de Sanidad de Ruanda, y un consorcio de universidades estadounidenses, estamos formando a un grupo de médicos y enfermeros de urgencias y de cuidados intensivos en Ruanda, uno de los países más pobres de África. Al mismo tiempo, estamos aumentando con rapidez las infraestructuras médicas y el suministro de medicinas y equipamiento en Ruanda, para que los nuevos especialistas africanos tengan las herramientas necesarias para el cuidado de los pacientes más enfermos del continente. Antes incluso del reciente brote de ébola en la zona, ya se estaba considerando un proyecto similar en Liberia, aunque todavía estamos esperando la aprobación del Gobierno estadounidense.

Nuestra experiencia en Ruanda demuestra que con la suficiente voluntad política y el apoyo financiero y técnico exterior, los países africanos pueden lograr mejoras a gran escala en su capacidad para prevenir las enfermedades y controlar las situaciones de mayor urgencia. Puede que no ocurra de la noche a la mañana, pero sí con el tiempo suficiente como para frenar la próxima gran epidemia incluso antes de que comience.

(1) Beer B, Kurth R, Bukreyev A. “Characteristics of Filoviridae: Marburg and Ebola Viruses.” Naturwissenschaften 1999; 86, 8-17.

Traducción de Marina Velasco Serrano

(Tomado de The Huffington Post)

Fuente: Cubadebate

La biblioteca de Babel Por Jorge Luis Borges

By this art you may contemplate the variation of the 23 letters...
The Anathomy of Melancholy, part. 2, sec.

ii, mem. iv

El universo (que otros llaman la Biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente. 

La distribución de las galerías es invariable. Veinte anaqueles, a cinco largos anaqueles por lado, cubren todos los lados menos dos; su altura, que es la de los pisos, excede apenas la de un bibliotecario normal. Una de las caras libres da a un angosto zaguán, que desemboca en otra galería, idéntica a la primera y a todas. A izquierda y a derecha del zaguán hay dos gabinetes minúsculos.

Uno permite dormir de pie; otro, satisfacer las necesidades finales. Por ahí pasa la escalera espiral, que se abisma y se eleva hacia lo remoto. En el zaguán hay un espejo, que fielmente duplica las apariencias. Los hombres suelen inferir de ese espejo que la Biblioteca no es infinita (si lo fuera realmente ¿a qué esa duplicación ilusoria?); yo prefiero soñar que las superficies bruñidas figuran y prometen el infinito... La luz procede de unas frutas esféricas que llevan el nombre de lámparas. Hay dos en cada hexágono: transversales. La luz que emiten es insuficiente, incesante

Como todos los hombres de la Biblioteca, he viajado en mi juventud; he peregrinado en busca de un libro, acaso del catálogo de catálogos; ahora que mis ojos casi no pueden descifrar lo que escribo, me preparo a morir a unas pocas leguas del hexágono en que nací. Muerto, no faltarán manos piadosas que me tiren por la baranda; mi sepultura será el aire insondable; mi cuerpo se hundirá largamente y se corromperá y disolverá en el viento engendrado por la caída, que es infinita. 

Yo afirmo que la Biblioteca es interminable. Los idealistas arguyen que las salas hexagonales son una forma necesaria del espacio absoluto o, por lo menos, de nuestra intuición del espacio. Razonan que es inconcebible una sala triangular o pentagonal. (Los místicos pretenden que el éxtasis les revela una cámara circular con un gran libro circular de lomo continuo, que da toda la vuelta de las paredes; pero su testimonio es sospechoso; sus palabras, oscuras. Ese libro cíclico es Dios.) Básteme, por ahora, repetir el dictamen clásico: La Biblioteca es una esfera cuyo centro cabal es cualquier hexágono, cuya circunferencia es inaccesible.

A cada uno de los muros de cada hexágono corresponden cinco anaqueles; cada anaquel encierra treinta y dos libros de formato uniforme; cada libro es de cuatrocientas diez páginas; cada página, de cuarenta renglones; cada renglón, de unas ochenta letras de color negro. También hay letras en el dorso de cada libro; esas letras no indican o prefiguran lo que dirán las páginas. Sé que esa inconexión, alguna vez, pareció misteriosa. Antes de resumir la solución (cuyo descubrimiento, a pesar de sus trágicas proyecciones, es quizá el hecho capital de la historia) quiero rememorar algunos axiomas.

El primero: La Biblioteca existe ab aeterno. De esa verdad cuyo colorario inmediato es la eternidad futura del mundo, ninguna mente razonable puede dudar. El hombre, el imperfecto bibliotecario, puede ser obra del azar o de los demiurgos malévolos; el universo, con su elegante dotación de anaqueles, de tomos enigmáticos, de infatigables escaleras para el viajero y de letrinas para el bibliotecario sentado, sólo puede ser obra de un dios. Para percibir la distancia que hay entre lo divino y lo humano, basta comparar estos rudos símbolos trémulos que mi falible mano garabatea en la tapa de un libro, con las letras orgánicas del interior: puntuales, delicadas, negrísimas, inimitablemente simétricas.[1]

El segundo: El número de símbolos ortográficos es veinticinco. Esa comprobación permitió, hace trescientos años, formular una teoría general de la Biblioteca y resolver satisfactoriamente el problema que ninguna conjetura había descifrado: la naturaleza informe y caótica de casi todos los libros. Uno, que mi padre vio en un hexágono del circuito quince noventa y cuatro, constaba de las letras MCV perversamente repetidas desde el renglón primero hasta el último. Otro (muy consultado en esta zona) es un mero laberinto de letras, pero la página penúltima dice Oh tiempo tus pirámides. Ya se sabe: por una línea razonable o una recta noticia hay leguas de insensatas cacofonías, de fárragos verbales y de incoherencias. (Yo sé de una región cerril cuyos bibliotecarios repudian la supersticiosa y vana costumbre de buscar sentido en los libros y la equiparan a la de buscarlo en los sueños o en las líneas caóticas de la mano... Admiten que los inventores de la escritura imitaron los veinticinco símbolos naturales, pero sostienen que esa aplicación es casual y que los libros nada significan en sí. Ese dictamen, ya veremos no es del todo falaz.)

Durante mucho tiempo se creyó que esos libros impenetrables correspondían a lenguas pretéritas o remotas. Es verdad que los hombres más antiguos, los primeros bibliotecarios, usaban un lenguaje asaz diferente del que hablamos ahora; es verdad que unas millas a la derecha la lengua es dialectal y que noventa pisos más arriba, es incomprensible. Todo eso, lo repito, es verdad, pero cuatrocientas diez páginas de inalterables M C V no pueden corresponder a ningún idioma, por dialectal o rudimentario que sea. Algunos insinuaron que cada letra podia influir en la subsiguiente y que el valor de MCV en la tercera línea de la página 71 no era el que puede tener la misma serie en otra posición de otra página, pero esa vaga tesis no prosperó. Otros pensaron en criptografías; universalmente esa conjetura ha sido aceptada, aunque no en el sentido en que la formularon sus inventores.

Hace quinientos años, el jefe de un hexágono superior[2] dio con un libro tan confuso como los otros, pero que tenía casi dos hojas de líneas homogéneas. Mostró su hallazgo a un descifrador ambulante, que le dijo que estaban redactadas en portugués; otros le dijeron que en yiddish. Antes de un siglo pudo establecerse el idioma: un dialecto samoyedo-lituano del guaraní, con inflexiones de árabe clásico. 

También se descifró el contenido: nociones de análisis combinatorio, ilustradas por ejemplos de variaciones con repetición ilimitada. Esos ejemplos permitieron que un bibliotecario de genio descubriera la ley fundamental de la Biblioteca. Este pensador observó que todos los libros, por diversos que sean, constan de elementos iguales: el espacio, el punto, la coma, las veintidós letras del alfabeto. También alegó un hecho que todos los viajeros han confirmado: No hay en la vasta Biblioteca, dos libros idénticos. 

De esas premisas incontrovertibles dedujo que la Biblioteca es total y que sus anaqueles registran todas las posibles combinaciones de los veintitantos símbolos ortográficos (número, aunque vastísimo, no infinito) o sea todo lo que es dable expresar: en todos los idiomas. Todo: la historia minuciosa del porvenir, las autobiografías de los arcángeles, el catálogo fiel de la Biblioteca, miles y miles de catálogos falsos, la demostración de la falacia de esos catálogos, la demostración de la falacia del catálogo verdadero, el evangelio gnóstico de Basilides, el comentario de ese evangelio, el comentario del comentario de ese evangelio, la relación verídica de tu muerte, la versión de cada libro a todas las lenguas, las interpolaciones de cada libro en todos los libros, el tratado que Beda pudo escribir (y no escribió) sobre la mitología de los sajones, los libros perdidos de Tácito.

Cuando se proclamó que la Biblioteca abarcaba todos los libros, la primera impresión fue de extravagante felicidad. Todos los hombres se sintieron señores de un tesoro intacto y secreto. No había problema personal o mundial cuya elocuente solución no existiera: en algún hexágono. El universo estaba justificado, el universo bruscamente usurpó las dimensiones ilimitadas de la esperanza. En aquel tiempo se habló mucho de las Vindicaciones: libros de apología y de profecía, que para siempre vindicaban los actos de cada hombre del universo y guardaban arcanos prodigiosos para su porvenir. Miles de codiciosos abandonaron el dulce hexágono natal y se lanzaron escaleras arriba, urgidos por el vano propósito de encontrar su Vindicación. Esos peregrinos disputaban en los corredores estrechos, proferían oscuras maldiciones, se estrangulaban en las escaleras divinas, arrojaban los libros engañosos al fondo de los túneles, morían despeñados por los hombres de regiones remotas. Otros se enloquecieron... Las Vindicaciones existen (yo he visto dos que se refieren a personas del porvenir, a personas acaso no imaginarias) pero los buscadores no recordaban que la posibilidad de que un hombre encuentre la suya, o alguna pérfida variación de la suya, es computable en cero.

También se esperó entonces la aclaración de los misterios básicos de la humanidad: el origen de la Biblioteca y del tiempo. Es verosímil que esos graves misterios puedan explicarse en palabras: si no basta el lenguaje de los filósofos, la multiforme Biblioteca habrá producido el idioma inaudito que se requiere y los vocabularios y gramáticas de ese idioma. Hace ya cuatro siglos que los hombres fatigan los hexágonos... Hay buscadores oficiales, inquisidores. Yo los he visto en el desempeño de su función: llegan siempre rendidos; hablan de una escalera sin peldaños que casi los mató; hablan de galerías y de escaleras con el bibliotecario; alguna vez, toman el libro más cercano y lo hojean, en busca de palabras infames. Visiblemente, nadie espera descubrir nada.

A la desaforada esperanza, sucedió, como es natural, una depresión excesiva. La certidumbre de que algún anaquel en algún hexágono encerraba libros preciosos y de que esos libros preciosos eran inaccesibles, pareció casi intolerable. Una secta blasfema sugirió que cesaran las buscas y que todos los hombres barajaran letras y símbolos, hasta construir, mediante un improbable don del azar, esos libros canónicos. Las autoridades se vieron obligadas a promulgar órdenes severas. La secta desapareció, pero en mi niñez he visto hombres viejos que largamente se ocultaban en las letrinas, con unos discos de metal en un cubilete prohibido, y débilmente remedaban el divino desorden.

Otros, inversamente, creyeron que lo primordial era eliminar las obras inútiles. Invadían los hexágonos, exhibían credenciales no siempre falsas, hojeaban con fastidio un volumen y condenaban anaqueles enteros: a su furor higiénico, ascético, se debe la insensata perdición de millones de libros. Su nombre es execrado, pero quienes deploran los "tesoros" que su frenesí destruyó, negligen dos hechos notorios. Uno: la Biblioteca es tan enorme que toda reducción de origen humano resulta infinitesimal. Otro: cada ejemplar es único, irreemplazable, pero (como la Biblioteca es total) hay siempre varios centenares de miles de facsímiles imperfectos: de obras que no difieren sino por una letra o por una coma. Contra la opinión general, me atrevo a suponer que las consecuencias de las depredaciones cometidas por los Purificadores, han sido exageradas por el horror que esos fanáticos provocaron. Los urgía el delirio de conquistar los libros del Hexágono Carmesí: libros de formato menor que los naturales; omnipotentes, ilustrados y mágicos.

También sabemos de otra superstición de aquel tiempo: la del Hombre del Libro. En algún anaquel de algún hexágono (razonaron los hombres) debe existir un libro que sea la cifra y el compendio perfecto de todos los demás: algún bibliotecario lo ha recorrido y es análogo a un dios. En el lenguaje de esta zona persisten aún vestigios del culto de ese funcionario remoto. Muchos peregrinaron en busca de Él. 

Durante un siglo fatigaron en vano los más diversos rumbos. ¿Cómo localizar el venerado hexágono secreto que lo hospedaba? Alguien propuso un método regresivo: Para localizar el libro A, consultar previamente un libro B que indique el sitio de A; para localizar el libro B, consultar previamente un libro C, y así hasta lo infinito... En aventuras de ésas, he prodigado y consumido mis años. No me parece ínverosímil que en algún anaquel del universo haya un libro total[3]; ruego a los dioses ignorados que un hombre—¡uno solo, aunque sea, hace miles de años!—lo haya examinado y leído. Si el honor y la sabiduría y la felicidad no son para mí, que sean para otros. Que el cielo exista, aunque mi lugar sea el infierno. Que yo sea ultrajado y aniquilado, pero que en un instante, en un ser, Tu enorme Biblioteca se justifique.

Afirman los impíos que el disparate es normal en la Biblioteca y que lo razonable (y aun la humilde y pura coherencia) es una casi milagrosa excepción. Hablan (lo sé) de "la Biblioteca febril, cuyos azarosos volúmenes corren el incesante albur de cambiarse en otros y que todo lo afirman, lo niegan y lo confunden como una divinidad que delira". Esas palabras que no sólo denuncian el desorden sino que lo ejemplifican también, notoriamente prueban su gusto pésimo y su desesperada ignorancia. 

En efecto, la Biblioteca incluye todas las estructuras verbales, todas las variaciones que permiten los veinticinco símbolos ortográficos, pero no un solo disparate absoluto. Inútil observar que el mejor volumen de los muchos hexágonos que administro se titula Trueno peinado, y otro El calambre de yeso y otro Axaxaxas mlö. Esas proposiciones, a primera vista incoherentes, sin duda son capaces de una justificación criptográfica o alegórica; esa justificación es verbal y, ex hypothesi, ya figura en la Biblioteca. No puedo combinar unos caracteres

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que la divina Biblioteca no haya previsto y que en alguna de sus lenguas secretas no encierren un terrible sentido. Nadie puede articular una sílaba que no esté llena de ternuras y de temores; que no sea en alguno de esos lenguajes el nombre poderoso de un dios. Hablar es incurrir en tautologías. Esta epístola inútil y palabrera ya existe en uno de los treinta volúmenes de los cinco anaqueles de uno de los incontables hexágonos—y también su refutación. (Un número n de lenguajes posibles usa el mismo vocabulario; en algunos, el símbolo biblioteca admite la correcta definición ubicuo y perdurable sistema de galerías hexagonales, pero biblioteca es pan o pirámide o cualquier otra cosa, y las siete palabras que la definen tienen otro valor. Tú, que me lees, ¿estás seguro de entender mi lenguaje?).

La escritura metódica me distrae de la presente condición de los hombres. La certidumbre de que todo está escrito nos anula o nos afantasma. Yo conozco distritos en que los jóvenes se prosternan ante los libros y besan con barbarie las páginas, pero no saben descifrar una sola letra. Las epidemias, las discordias heréticas, las peregrinaciones que inevitablemente degeneran en bandolerismo, han diezmado la población. Creo haber mencionado los suicidios, cada año más frecuentes. Quizá me engañen la vejez y el temor, pero sospecho que la especie humana—la única— está por extinguirse y que la Biblioteca perdurará: iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta.

Acabo de escribir infinita. No he interpolado ese adjetivo por una costumbre retórica; digo que no es ilógico pensar que el mundo es infinito. Quienes lo juzgan limitado, postulan que en lugares remotos los corredores y escaleras y hexágonos pueden inconcebiblemente cesar—lo cual es absurdo. Quienes lo imaginan sin límites, olvidan que los tiene el número posible de libros. Yo me atrevo a insinuar esta solución del antiguo problema: La biblioteca es ilimitada y periódica. Si un eterno viajero la atravesara en cualquier dirección, comprobaría al cabo de los siglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sería un orden: el Orden). Mi soledad se alegra con esa elegante esperanza.[4]

Mar del Plata, 1941

[1] El manuscrito original no contiene guarismos o mayúsculas. La puntuación ha sido limitada al la coma y al punto. Esos dos signos, el espacio y las veintidós letras del alfabeto son los veinticinco símbolos suficientes que enumera el desconocido. (Nota del Editor).

[2] Antes, por cada tres hexágonos había un hombre. El suicidio y las enfermedades pulmonares han destruido esa proporción. Memoria de indecible melancolía: A veces he viajado muchas noches por corredores y escaleras pulidas sin hallar un solo bibliotecario.

[3] Lo repito: basta que un libro sea posible para que exista. Sólo está excluido lo imposible. Por ejemplo: ningún libro es también una escalera, aunque sin duda hay libros que discuten y niegan y demuestran esa posibilidad y otros cuya estructura corresponde a la de una escalera.

[4]Letizia Álvarez Toledo ha observado que la vasta Biblioteca es inútil; en rigor, bastaría un solo volumen, de formato común, impreso en cuerpo nuevo o cuerpo diez, que constara de un número infinito de hojas infinitamente delgadas. (Cavalieri, a principios del siglo xvii, dijo que todo cuerpo sólido es la superposición de un número infinito de planos.) El manejo de ese vademecun sedoso no sería cómodo: cada hoja aparentemente se desdoblaría en otras análogas; la inconcebible hoja central no tendría revés.


(El jardín de senderos que se bifurcan (1941; Ficciones, 1944)

Un mundo en guerra Por Walter Goobar mundo@miradasalsur.com

El teatro de operaciones de Obama. Irak, Gaza, Ucrania, Libia y Siria tienen un denominador común: en el trasfondo de cada una de esas guerras –abiertas o solapadas– hay una disputa por los recursos energéticos.

Después de ordenar el bombardeo de Irak, el presidente de EE.UU. y Premio Nobel de la Paz, Barack Hussein Obama, se colocó los guantes, eligió cuidadosamente sus palos favoritos y se fue a jugar al golf. Para un presidente que sabe que desde el 11 de septiembre de 2001 el poder real no está en la Casa Blanca sino en manos del complejo militar-industrial, que se ha convertido en el cuarto poder del Estado, no hay mejor manera de iniciar unas merecidas vacaciones que lanzar un bombardeo y tratar de embocar la bola en un hoyo. De esta manera, Obama se convirtió en el cuarto presidente norteamericano que bombardea Irak. Sin embargo, el golfista Obama ha advertido que no será una operación de semanas, sino de meses, y los analistas militares rusos ya vaticinan una tercera invasión de Irak.

Los conflictos en la Franja de Gaza, Irak, Siria, Ucrania y Libia –sumado al hecho que sea el Pentágono el que provee y administra el tratamiento contra la epidemia del ébola en Africa– han resucitado la idea de que las guerras e intervenciones militares han regresado a Washington. Y Washington tiene la misma respuesta de siempre, aunque nunca funciona: más bombas.

Si Obama juega al golf mientras bombardean Irak por enésima vez, la pregunta del millón es: ¿quién gobierna Washington?

El periodista Tom Engelhardt, director de TomDispatch.com, explica que durante los años de la Guerra Fría, y más acentuadamente en el siglo XXI, el gobierno de EE.UU. ha experimentado un cambio. Además del Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, EE.UU. ha desarrollado un cuarto poder: el estado de seguridad nacional, cuya principal característica es un impulso insaciable para expandir su poder y alcance. Si bien aún carece de prerrogativas formales de poder gubernamental, esta cuarta rama goza incluso de menor supervisión que el Congreso y el Ejecutivo. Esto es notable en este momento en que el Ejecutivo y el Legislativo brillan por la inactividad para contrarrestar sus respectivos poderes; una situación impensable en el pasado. Los líderes de seguridad nacional, amparados en una penumbra de secreto, toman decisiones sobre asuntos cruciales, haciendo por lo general lo que quieren.

En la era posterior al 11 de septiembre de 2001, el estado de seguridad nacional ha crecido a un nivel sin paralelo en tamaño y capacidad de poder. Tanto que ha sido la chispa para un boom inmobiliario en Washington y sus alrededores (al igual que en el resto del país). En las series del diario The Washington Post, de 2010, “Top Secret America”, Dana Priest y William Arkin presentaron un resumen del alcance de ese boom para el sector que trabaja en inteligencia en EE.UU. Dice: “En Washington y sus alrededores, desde septiembre de 2001, se están construyendo o se han construido 33 complejos de edificios para actividad de inteligencia ultrasecreta. En conjunto ocupan el equivalente de casi tres Pentágono o de 22 edificios del Capitolio; un área de unos 17 millones de pies cuadrados”. Y la construcción continúa en 2014.

En este siglo, se estableció un segundo Departamento de Defensa a escala completa: el Departamento de Seguridad Nacional (Homeland Security). Alrededor de éste se ha desarrollado una mini versión del complejo militar-industrial, con el consabido conjunto de asesores, gente que hace lobby en los centros de poder de Washington, contribuciones políticas y relaciones de poder.

Paralelamente a una creciente privatización de la guerra, las 17 agencias de inteligencia en el estado de seguridad nacional han seguido creciendo a un ritmo prodigioso. Algunas de ellas se han transformado en modelos particulares de corporaciones, transfiriendo algunas de sus operaciones hacia contratistas privados de manera drástica, con lo que ahora tenemos también “servicios de inteligencia capitalistas”. Desde el Pentágono hasta el Departamento de Seguridad Nacional y al laberíntico mundo de los servicios de inteligencia, el ascenso al poder del estado de seguridad nacional ha sido un verdadero espectáculo, sostiene Engelhardt.

Para la cuarta rama, ésta sigue siendo la era de la impunidad. Ocultos por un velo de secreto, alimentados por leyes y cortes secretas, rodeados por las corporaciones y los políticos de su agrado, su poder para elaborar políticas y actuar como les plazca en nombre de la seguridad de los estadounidenses sigue visiblemente en ascenso.

Por su parte, el politólogo mexicano Alfredo Jalife-Rahme afirma desde las páginas del diario La Jornada que la simultaneidad de los conflictos en Gaza, Irak, Ucrania, Siria y Libia no son producto del azar.

Jalife remarca que después de anunciar la creación de una institución alternativa al Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial –y por ende al dólar–, Rusia soporta la acusación de haber destruido en pleno vuelo el avión de pasajeros de Malaysia Airlines, y el resto del mundo contempla el ataque de Israel contra la Franja de Gaza –perpetrado con la complicidad de los servicios de inteligencia militares de Estados Unidos y Gran Bretaña–, el caos en Libia, y la ofensiva del Emirato Islámico en Irak, Siria y el Líbano. Además, en cada uno de esos teatros de operaciones, los combates giran alrededor del control de los hidrocarburos, cuyo mercado funcionaba –hasta ahora– única y exclusivamente en dólares.

Jalife arma una cronología que habla por sí sola:

-Dos días antes del misterioso y letal misil que derribó en el cielo ucraniano el avión de Malaysia Airlines se clausuraba la histórica cumbre del Brics-Unasur en Fortaleza (Brasil), donde se anunció la creación de un Fondo de Reserva Monetaria –principalmente chino– y de un banco Brics como alternativas al Fondo Monetario Internacional (FMI) y al Banco Mundial, o sea como alternativa al sistema dólar.

Incluso antes del anuncio, los anglosajones ya habían preparado su respuesta: la transformación de la red terrorista Al Qaeda en un califato con el fin de orquestar problemas e incidentes entre todas las poblaciones musulmanas de Rusia y China. Prosiguieron su ofensiva en Siria y la extendieron además a Irak y el Líbano.

-Un día antes del misil letal, Obama elevó las sanciones contra Rusia afectando a la banca y los energéticos.

-El mismo día del derribo del avión de Malaysia en los cielos de Ucrania, Benjamin Netanyahu, jefe de un Estado nuclear, ordenaba a su ejército invadir la Franja de Gaza.
-En paralelo a las crisis en Ucrania y Gaza, arreciaban los enfrentamientos sectarios y energéticos en países árabes: Libia, Siria e Irak –tildados de “fallidos” por los estrategas de Estados Unidos–, sin contar las guerras de Yemen y Somalia.

En Libia –balcanizada y vulcanizada como consecuencia de la intervención “humanitaria” de Gran Bretaña y Francia–, las milicias rebeldes de las brigadas Zintan cerraron el aeropuerto internacional de Trípoli –la capital libia–, mientras recrudecían los enfrentamientos entre clanes rivales en Bengazi.

Lo fundamental para las trasnacionales petroleras/gasíferas/acuíferas de Estados Unidos/Gran Bretaña/Francia radica en el control de las materias primas (gas y agua dulce) de Libia, donde Rusia y China se dejaron embaucar inocentemente. Lo mismo ocurre con la captura del petróleo de Irak, que le ha valido una guerra de 30 años. Ahora, Estados Unidos reactiva su estrategia que apunta a producir una partición de facto del país en tres Estados –uno kurdo, uno sunita y otro chiita– que serían más fáciles de controlar.

La pista petrolera y gasífera vuelve a aparecer en Gaza:
Manlio Dinucci, del rotativo italiano Il Manifesto, aduce que una de las causas de la ofensiva israelí serían los importantes yacimientos gasíferos que Gaza posee en su zona marítima.

Asimismo, el gas de esquisto en la República Autónoma de Donetsk –que busca la separación de Ucrania– bien vale una guerra prolongada.

Rusia prefirió contenerse y se abstuvo –hasta ahora– de entrar en guerra en Ucrania. Apoya a los rebeldes con armas e información de inteligencia, pero se abstiene de enviar tropas y de seguir el juego de la guerra. Y es probable que no intervenga antes de que la gran mayoría de los ucranianos se subleve contra el presidente Petro Porochenko, aunque eso implique no entrar en el país hasta después de la caída de la República Popular de Donetsk.

Ante la guerra económica, Moscú ha optado por responder con medidas similares pero no en el sector financiero sino en el de la agricultura.

Lo cierto es que en todos los frentes bélicos mencionados –Ucrania, Gaza, Irak, Siria y Libia– el común denominador son los hidrocarburos.

17/08/14 Miradas al Sur

El amor es otra cosa

La revista para adolescentes TKM publicó la nota “Cómo levantarte a un chico más grande que vos”, donde incita a mentir la edad, comportarse como si fueran más grandes y vestirse con ropa ajustada y provocativa para seducir. El antimanual de lo que habría que promover para aceptarse. El programa “Con vos en la web” del Ministerio de Justicia alerta sobre esta publicación y recomienda la configuración de las redes sociales de forma segura. Para que las quieran, pero de verdad.

Por Luciana Peker

TKM quiere decir en el lenguaje apretadito del chat te quiero mucho. Sin embargo, Facebook propone más espacio que lo apretujadito de los primeros diálogos electrónicos y el título canchero de la revista teen ya está, incluso, un poco demodé. Pero la idea es que como te quieren te dan la brújula de la felicidad. Y lo más grave es que TKM no sólo les dice a las chicas lo que tienen que hacer (en el pequeño manual ilustrado de la revista femenina cliché) sino que no les dice que se quieran y, en cambio, les propone que hagan cualquier cosa con tal de que las quieran.

A una adolescente le puede gustar, por supuesto, un chico más grande. El problema es que una publicación la incite a mentir, camuflarse, sexualizarse, no aceptarse y ponerse en riesgo con el supuesto objetivo de conseguir salir con ese muchacho.

“Cómo levantarte a un chico MAS GRANDE que vos!!!”, fue el título de una nota publicada por TKM, el 30 de julio, en Internet. “Seguí estos tips y hacé que él MUERA DE AMOR POR VOS aunque seas más chica” (las mayúsculas le corresponden a la revista), recomendó la editorial que se denomina “del mundo joven” y enumeró el know how del levante: 1) “Comportate como una chica más grande (si en el recreo lo ves pasar no te pongas a cuchichear con tus amigas, eso te hace ver chiquilina)”. La ilustración es de una pareja joven en la que el varón tiene a una niña a upa. 2) “No le digas tu edad de una: Tratá de hacerte la tonta. Si se engancha, después no le va a importar.” La recomendación raja la línea ética y la frontera del cuidado. Una niña o adolescente que se haga pasar por más grande puede exponerse, claramente, a una situación de riesgo con un varón mayor. Y la idea de que una chica se haga la tonta es lineal con el fomento de una generación de púberes huecas. 3) “Destacá tu cuerpo. Ponete ropa más ajustada, un poco de push up o maquillate. Tenés que lucir como alguien más grande.” No hay posibilidad de disfrutar de los dulces 16 (o alrededores) ni de los 12 sin que se infle el cuerpo femenino, se transparenten las nalgas y se expongan las lolas. Tampoco lucir la piel natural sin rojos estridentes en los labios ni las pesadas máscaras de pestañas. Y si la idea de hacer madurar a las niñas (para luego querer rejuvenecer a las adultas) no queda clara, la foto muestra a Tini Stoessel (alias Violetta) de chica junto a Peter Lanzani (con rulos naturales y al viento, cara de infancia no robada y un simple buzo gris playero) versus la Tini montadísima con top blanco prendido a la piel, mostrando el ombligo, los pantalones negros tan prendidos a la piel como si fueran la segunda piel, las cejas depiladas y los labios sobreactuados de colorado. 4) “Dejalo hablar. Lo típico de las nenas es que se ponen nerviosas hablando con un chico y lo cansen con temas que no le interesen. Dejalo que hable!!! Así aprendés un poquito de lo que le interesa y lo usás a tu favor.” Shhhhh, silencio hospital (de revistas) para modelos en silencio y exuberantes. No importa lo que las chicas tienen para decir sino lo que pueden escuchar para su único objetivo: la conquista del que sí puede hablar y decir cosas importantes. 5) “Evitá hablar de tus celebrity crush. Nunca le digas que estás enamorada de Justin Bieber.” Bueh, puede ser que en algo tengan razón. Es chiste. En realidad, las revistas estimulan el enamoramiento con ídolos adolescentes y después les dicen a las fanáticas que producen que tienen que avergonzarse de su fanatismo.

Los consejos siguen en el mismo tono con otras reglas de oro para que la línea entre la infancia y la adolescencia dé vergüenza: “6) Andá para adelante.” 7) “Hacete amiga de chicas más grandes. Si tenés amigas más grandes vas a tener más chances de que crea que sos más grande.” 8) “Hacete la interesante.” 9) “Frecuentá los lugares a donde va. Pero OJO: no vayas demasiado lejos. Si él va a bailar a boliches para mayores de 18, no está bueno que vayas. Tené cuidado.” 10) “No te apresurés. Pisá sobre seguro. No le digas tus sentimientos de una porque lo podés acobardar.”

Hay dos temas preocupantes de la nota de la revista TKM. Por un lado, los consejos que se les dan a las chicas para seducir a chicos más grandes están relacionados con negar sus particularidades y su identidad en pos de parecer ser alguien que no son. “No hables mucho que se nota que sos chica” o “no cuentes qué música te gusta” son ideas muy negativas para una adolescente que está en plena búsqueda de personalidad y espacios propios. Por otro lado, a diferencia de los adultos, que distinguimos los momentos offline de los online, los chicos suelen mezclarlos y transitar uno y otro sin demasiada distinción. Por ende, el consejo de la nota sobre mentir sobre su edad puede traspolarse a la web y al chateo. Si una chica incorpora la idea de mentir sobre su edad, puede posicionarse en una situación de gran vulnerabilidad respecto del otro”, remarca Ezequiel Passeron, coordinador del programa nacional “Con vos en la web” del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, que justamente aconseja a los chicos y chicas a que cuando hablen con desconocidos eviten dar datos personales como la edad, la dirección, las rutinas y las fechas de vacaciones.

En el proyecto estatal de manejo de Internet no demonizan a las nuevas tecnologías ni los gustos y formas de comunicación de pibas y pibes. Sólo les proponen conectarse y conocer gente minimizando los riesgos. Porque una situación habitual es que un usuario que dice ser adolescente, en realidad, encubra a un adulto con una foto falsa que pueda buscar imágenes de una chica, una cita de riesgo o, después de contar con información, extorsionarla con difundir datos o poses íntimas.

La periodista de nuevas tecnologías Irina Sternik señala la responsabilidad mayor: “Cuando hablamos de redes no sólo estamos hablando de Facebook. Existe Tinder, Badoo, WhatsApp, Twitter, Instagram, SnapShot, Yelp, decenas de aplicaciones que marcan nuestros pasos, con horarios de conexión, información de geolocalización, de chekin, de relacionamiento con personas y de fotos. Muchas veces veo perfiles de hijos de amigas y amigos abiertos, sin ningún tipo de configuración de privacidad y me pregunto si no es un problema de los padres más que de los hijos, porque son ellos los que tienen que aprender a utilizarlos para señalarles a los hijos cómo configurar que las publicaciones sean privadas, no indiquen desde dónde se publicó ni dejen expuestos los datos de las chicas”.

Más información: Con vos en la web, Ministerio de Justicia de la Nación (videos para adolescentes, talleres para escuelas, recursos para docentes, recomendaciones para madres y padres): www.convosenlaweb.gob.ar

16/08/14 Página|12, Las 12