domingo, 17 de agosto de 2014

Pensamiento y compromiso socialista Por Eduardo Anguita eanguita@miradasalsur.com

José Carlos Mariátegui, el marxista andino

Cuando tenía 32 años, el 10 de enero de 1927,José Carlos Mariátegui envió un artículo a la revista La vida literaria, dirigida por el argentino Samuel Glusberg. Mariátegui agregaba unos datos suyos para acompañar la nota: “Aunque soy un escritor muy poco autobiográfico, le daré yo mismo algunos datos sumarios sobre mi vida. Nací en el 95. A los 14 años entré de alcanza rejones en un periódico. Hasta 1919 trabajé en el diarismo, primero en La Prensa, luego en El Tiempo, finalmente en La Razón. En este último diario patrocinamos la Reforma Universitaria. Desde 1918, nauseado de política criolla, me orienté resueltamente hacia el socialismo, rompiendo con mis primeros tanteos de literato aficionado de decadentismo y bizantinismo finiseculares, en pleno apogeo.

Desde fines de 1919 hasta mediados de 1923, viajé por Europa. Residí más de dos años en Italia, donde desposé una mujer y algunas ideas. Anduve por Francia, Alemania, Austria y otros países. Mi mujer y mi hijo me impidieron llegar a Rusia. Desde Europa me concerté con algunos peruanos para la acción socialista. Mis artículos de esa época señalan estas estaciones en mi orientación socialista. A mi vuelta a Perú a mediados de 1923, en reportajes, conferencias y artículos expliqué la situación europea e inicié mi trabajo de investigación de la realidad nacional, conforme al método marxista. En 1924 estuve a punto de perder la vida. Perdí una pierna y quedé muy delicado. Habría seguramente yo curado del todo con una existencia reposada. Pero ni mi pobreza ni mi inquietud espiritual me lo consienten. No he publicado más libros que el que usted conoce. Tengo listos otros dos y en proyecto otros dos más. He aquí mi vida en pocas palabras. No creo que valga la pena hacerla más notoria, pero no puedo rehusarle los datos que usted me pide. Me olvidaba: soy un autodidacta. Me matriculé una vez en Letras en Lima, pero con el solo interés de seguir el curso de latín de un agustino erudito. Y en Europa frecuenté algunos cursos libremente, pero sin decidirme nunca a perder mi carácter extra-universitario y, tal vez, anti-universitario. En 1925 la Federación de Estudiantes me propuso a la Universidad como catedrático en la materia de mi competencia, pero la mala voluntad del rector y mi estado de salud frustraron esa iniciativa”.

El autor de estas líneas de prosa exquisita y capacidad de síntesis rebosante de humildad moría tres años, tres meses y seis días después. Quedó en la historia de América latina como el principal estudioso del marxismo, capaz de desmarcarse del esquematismo y del estalinismo a la vez que se revelaba como un pensador profundo de la cultura y la historia de las culturas originarias, así como de la colonización española primero y la penetración británica y norteamericana después. En cuanto al libro que Glusberg conocía, se trata de Siete ensayos de la interpretación de la realidad peruana, una obra que publicaría en 1928 y que retomaba decenas de artículos y conferencias y que fue traducida al ruso, al francés, el italiano, el inglés, entre otros idiomas.
Glusberg recién publicaba esa breve carta en mayo de 1930, cuando estaba en curso el segundo año del segundo mandato de Hipólito Yrigoyen. Tres meses y medio después, Yrigoyen sufría el primer golpe de Estado cívico militar del siglo XX en la Argentina y la revista La vida literaria dejaba de salir en 1931 tanto por el asfixiante clima conservador autoritario reinante como por los apremios de la mishiadura que reinaba tras el crack financiero de Nueva York de 1929 y que se desparramaba por todo el planeta.

Mariátegui había nacido en Moquegua, una ciudad del sur de los Andes peruanos que tenía cinco siglos de vida, con innumerables temblores y no pocos terremotos en su haber. De su padre, Francisco Javier, le quedó solo el apellido, porque ese inmigrante vasco dejó a su esposa y a sus tres hijos a la pura intemperie. José Carlos tenía cinco años cuando María Amalia, la madre, trasladó a su prole a Huacho, la ciudad costera del centro peruano donde ella había nacido y donde tenía los lazos de ese socialismo originario al que Mariátegui describiría como un colectivismo primitivo interrumpido por el sistema colonial español. En Huacho, José Carlos empezó la escuela pero la segunda desgracia de su infancia lo sorprendía a los ocho años: un golpe feroz en la rodilla izquierda hace que lo trasladen a Lima y quede internado cuatro años en la Maison de Santé. No pudo seguir con los estudios primarios pero tampoco los médicos encontraron una curación para esa pierna izquierda que le fue amputada de adulto. Salió del internado a los 12 años y ya a los 14 entraba como aprendiz de obrero gráfico en La Prensa. Corría el año 1909, Augusto Leguía empezaba su primer gobierno, y ese diario apenas tenía seis años de vida. Mariátegui tuvo allí su bautismo de fuego en los terremotos de la vida política: un intento de golpe de Estado contra Leguía provocó, entre varios sacudones, la destrucción de la redacción y la planta impresora. Leguía no fue derrocado pero La Prensa dejó de salir por más de un año. El inquieto Mariátegui dejó de ser un simple portapliegos para ser ayudante de linotipista y a los 19 años ya empezaba como redactor periodístico. Dos años después pasa al diario El Tiempo y a los 24 años ya adquiere el carácter de una personalidad destacada. En 1919 fundó el diario La Razón, desde cuyas páginas apoya la reforma universitaria y las luchas obreras.


En Siete ensayos, Mariátegui señala: “El movimiento estudiantil que se inició con la lucha de los estudiantes de Córdoba por la reforma universitaria señala el nacimiento de la nueva generación latinoamericana. La inteligente compilación de documentos realizada por Gabriel Del Mazo ofrece testimonios fehacientes de la unidad espiritual de ese movimiento. El proceso de agitación universitaria en Argentina, Chile, Uruguay, Perú y otras naciones, acusa el mismo origen y el mismo impulso. De igual modo, este movimiento se presenta conectado con la recia marejada posbélica…”. En 1920, el presidente Augusto Leguía reconocía la autonomía universitaria en Perú. Además de la participación estudiantil, los trabajadores crearon en ese momento la Federación Obrera Regional Peruana (FORP), una réplica de lo que era la FORA en la Argentina, que había surgido de la mano de anarquistas y socialistas 15 años antes y que tenía ramificaciones también en el Uruguay a través de la FORU. La FORP encuentra su canal de expresión en las páginas del joven diario La Razón. El presidente Leguía acusó recibo del crecimiento de ese joven de origen humilde y salud frágil que se convertía en una figura destacada de las nuevas protestas urbanas, que llegaban de las filas obreras y estudiantiles. El gobierno le ofreció a Mariátegui una beca para viajar por Europa como una forma encubierta de deportación que, al mismo tiempo, era la posibilidad de tomar contacto con las luchas revolucionarias del Viejo Continente que estaba sacudido por la Revolución Rusa de 1917 liderada por Vladimir Illich –Lenin–, de la insurrección de la Liga Espartaquista en Alemania, una vez que este país resultaba un gran perdedor de la Gran Guerra, así como de la lucha de los obreros industriales del norte de Italia.

Comienza entonces un periplo que, en palabras de Mariátegui, le permitiría desposar a una mujer y algunas ideas. Efectivamente, a poco de llegar, el joven peruano asiste a una velada en la casona de una noble florentina. Según relató la propia Anna Chiappe en una entrevista medio siglo después, mientras vibraba un vals de Chopin, sin que se conocieran previamente, los dos jóvenes se cruzaron miradas. “Él me impresionó mucho por su manera tan fina y distinguida. Parecía un noble. Y tenía unos ojos tan profundos.” Se casaron, tuvieron tres hijos, recorrieron Italia, Alemania y Francia. En 1923, ese muchacho pobre que parecía un noble volvía a su país con una familia constituida y habiéndose nutrido de la savia de una Europa sacudida por vaivenes que pasaban de la bandera roja comunista al surgimiento del fascismo y el nazismo.

En esos cuatro años, Mariátegui estudió francés, alemán e inglés. Además hablaba el italiano con fluidez. Asistía a conciertos y exposiciones de pintura a la par que participaba de las actividades del recientemente creado Partido Comunista. Cuenta Anna Chiappe que ella lo acompañó al célebre Congreso de Livorno del Partido Socialista de enero de 1921 cuando justamente se escinde el ala izquierda, identificada con la propuesta de Lenin que convocaba a los revolucionarios del mundo a terminar con la reformista Segunda Internacional y nuclearse en la Tercera Internacional Comunista. Al igual que en Italia, los sectores más radicalizados del socialismo francés y español crean sendos partidos comunistas. Mariátegui tenía contacto personal fluido con las máximas figuras del comunismo italiano, Antonio Gramsci y Palmiro Togliatti. Es preciso reparar en el momento complejo que pasaba el incipiente movimiento bolchevique internacional. Vladimir Illich, el conductor indiscutido de la construcción de la Unión Soviética, había sido herido en un malogrado magnicidio a mediados de 1918 que le dejó secuelas de salud por las cuales su capacidad física era muy limitada. A su vez, el asedio “blanco” de los nobles rusos exiliados y de las naciones que quisieron terminar con la revolución rusa provocó estragos. Además de la muerte en los frentes de batalla de los cuadros dirigentes, la economía estaba muy golpeada. Así es que Lenin promueve distintas medidas de impulso a los pequeños propietarios, especialmente rurales, en la Nueva Política Económica, para evitar el ahogo. El impulso a las luchas obreras y populares en el resto de Europa a través de la Tercera Internacional estaba íntimamente ligado a conjurar el avance contrarrevolucionario que quería sepultar el poder bolchevique. Además de los ejércitos de mercenarios blancos que entraban en Rusia para combatir al Ejército Rojo, las derechas xenófobas y las clases medias golpeadas por la crisis de post guerra empiezan a confluir en distintas variantes de anticomunismo y antiliberalismo.

En ese escenario es que Mariátegui recorre Europa. Asiste en 1922, en Génova, a la reunión de la Conferencia Económica Europea que recibió por primera vez a una representación soviética. Los cuatro años y medio que vivió en Europa le permitieron ver sobre el terreno la gran agitación que vivía no sólo el movimiento político de vanguardia sino cómo se movía el ambiente cultural a favor de los cambios revolucionarios. Por ejemplo, al viajar a Alemania, Mariátegui conoció a Máximo Gorki, quien vivía allí y se convertía en una atracción por el prestigio que tenía el autor de La madre y punto de referencia para el llamado realismo socialista. Cuando los Mariátegui se trasladaron a París, el peruano tomó contacto con Romain Rolland y Henri Barbusse. De vuelta en Italia, tomó contacto con Luigi Pirandello. Es decir, cuando Mariátegui se autodefine como autodidacta, peca de humildad. La realidad es que estudió varios idiomas para ingresar a círculos de revolucionarios consumados así como de referentes del pensamiento y la cultura europeos que tenían distintos matices o representaban distintas corrientes artísticas y literarias en un momento de grandes luchas obreras, la mayoría de ellas derrotadas, y de cambios culturales profundos ocurridos tras la Gran Guerra que dejaba una decena de millones de muertos en Europa.

Una mención especial merece el vínculo de Mariátegui con Antonio Gramsci, a quien muchos señalan como un guía del peruano en un pensamiento marxista no dogmático y alejado de las premisas estalinistas. Cabe consignar que Gramci era apenas cuatro años mayor que Mariátegui, que se inició también en la prensa y que, a diferencia del peruano, asistió a las aulas universitarias en Turín, cuna de la militancia socialista que migrarán al comunismo en la fundación del partido en 1921, en el mencionado encuentro de Livorno donde estuvo presente Mariátegui. Por esos años, y hasta marzo de 1923, cuando el peruano regresa a su país, los análisis y premisas teóricas que harían de Gramsci un pensador diferente al dogma estalinista no existían más que como ideas embrionarias. La realidad es que el propio Stalin ocupaba un lugar oscuro en el Comité Central del Partido Comunista de la URSS y recién con la muerte de Lenin, en enero de 1924, empieza el proceso de concentración de poder y de desplazamiento violento del resto de los dirigentes que pudieran entorpecerle el camino al poder absoluto en el Kremlin. Al respecto, debe decirse que Gramsci adquiere el rol de dirigente de primera línea cuando es elegido como secretario general del Partido Comunista Italiano a comienzos de 1926, siendo diputado nacional en pleno régimen comandado por Benito Mussolini. A fin de ese año 1926, como parte de una ofensiva contra las distintas formas de resistencia al fascismo, Gramsci fue detenido. Su obra fundamental la constituyen los dos tomos de Los cuadernos de la cárcel, escritos entre 1929 y 1933. En esas páginas, Gramsci abre otras perspectivas sobre la esquemática visión imperante en los marxistas prosoviéticos respecto de que “la estructura determina la superestructura”. El materialismo histórico, tal como lo había planteado Carlos Marx en la segunda mitad del siglo XIX, partía de la premisa de que la base económico-social de una nación o una sociedad establecen de modo excluyente cómo serán sus instituciones políticas y hasta las expresiones culturales, artísticas y religiosas. Usada como un atajo para evitar cualquier debate interno, el estalinismo convirtió en religión ese pensamiento binario. Precisamente Gramsci, ante la compleja realidad italiana, piensa con otras categorías desde el marxismo. Rompe con ese determinismo elemental y se convierte en uno de los teóricos más visitados por pensadores y cuadros revolucionarios de movimientos nacionales que no necesariamente se autoproclamaban marxistas.

Volviendo a Mariátegui, los Siete ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana es publicado en 1928, poco antes de que Gramsci escribiera Los cuadernos de la cárcel. Fueron esos cinco años, entre el regreso a Lima en 1923 y la publicación de ese libro en que Mariátegui consigue fundir su profundo conocimiento de la realidad europea, su pasión por la literatura y la oportunidad de ser parte de los primeros pasos de un movimiento nacionalista revolucionario en Perú. En efecto, a poco de llegar a Lima, establece una relación estrecha con Víctor Haya de la Torre, un hombre de su edad y que en los años de ausencia de Mariátegui se había consolidado como un líder tanto en ámbitos obreros como estudiantiles. Haya de la Torre peleó desde la presidencia de la Federación de Estudiantes de Perú por la instauración de los ocho horas de trabajo y estaba al frente de las luchas por la restauración de la autonomía universitaria, que el gobierno de Leguía había conjurado. Una protesta llevada a cabo en Lima en mayo de 1923 fue reprimida violentamente por la policía. Meses después, Haya de la Torre fue detenido y tras una huelga de hambre que sacudía al gobierno, Leguía decidió deportarlo a Panamá. Es en ese escenario que Haya de la Torre delega en Mariátegui la dirección de la revista Claridad, desde la cual este último se decide a promover las ideas marxistas para entender la realidad peruana. También lo hace desde la cátedra en la Universidad Popular González Prada, fundada en homenaje a Manuel González Prada, un poeta y pensador anarquista que había influido tanto en Haya de la Torre como en Mariátegui.

En 1924, en México y junto a otros latinoamericanos expatriados, Haya de la Torre funda la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), que constituye un hito fundamental en el impulso a la Patria Grande. Norberto Galasso, en su libro Manuel Ugarte y la lucha por la unidad latinoamericana sostiene que el APRA, en sus primeros años, tiene muchos puntos en común con el radicalismo yrigoyenista. Según este autor, Haya de la Torre se pone a la vanguardia del movimiento revolucionario en América latina en la década del veinte. Las influencias del marxismo no impiden a Haya de la Torre comprender la cuestión nacional junto con la lucha de clases. “Por eso –sostiene Galasso–, fustiga a los intelectuales europeizados que pretenden importar ideas sin comprender la realidad a la cual deben aplicarlas.”

Los vínculos de Mariátegui con la Argentina pasaban por la publicación de algunos artículos suyos en las revistas El Argentino, de La Plata, El Universitario, de Buenos Aires, así como en Caras y Caretas. Con quien más relación epistolar lleva es con Samuel Glusberg, con quien evalúa la posibilidad de trasladarse con su familia a Buenos Aires dada la persecución que sufría por parte del gobierno de Augusto Leguía. En una investigación sobre la vida de la escritora Magda Portal, la norteamericana Kathleen Weaver afirma que Leguía deportó a Portal y a otros intelectuales por las cosas que publicaban en Amauta. En el caso de Portal, concretamente, “fue causado por la presión proveniente de la embajada americana en el Perú, disgustada por lo que venía apareciendo en la revista Amauta, editada por José Carlos Mariátegui. Los artículos versaban sobre la penetración del capital americano, en particular la empresa Cerro de Pasco Corporation”. Por entonces, crecían las protestas de los mineros de la sierra central del Perú por mejores condiciones de trabajo y contra la contaminación. Magda Portal había escrito en Amauta: “Cerro de Pasco, a pesar de estar localizado en las alturas, eran pastizales verdes donde había ganado y se producía carne y leche. Cuando llegó la corporación, no creó ningún mecanismo para despejar los humos de las fundiciones y refinerías, y ni los pastos ni el ganado pudieron sobrevivir, dejando a los campesinos sin ninguna otra opción que buscar trabajo en las minas. Los niños fueron los que más sufrieron por los humos venenosos. Su cabello dejó de crecer y sus dientes se ennegrecieron. Lo mismo le pasó a la gente mayor que vivía en las zonas contaminadas por las minas de La Oroya”. Según Kathleen Weaver, “la Cerro de Pasco vino a simbolizar la más violenta irrupción del capital extranjero en el Perú. La corporación tenía tanto poder que –según decían rumores y ahora hay evidencias– su administrador le daba órdenes al embajador americano en el Perú. La Cerro de Pasco se convierte en cuestión de Estado para Leguía quien mete en prisión a 40 dirigentes. No se trataba de una conspiración para derrocar a Leguía –sostiene Weaver–: la realidad es que había surgido un movimiento sindical e indígena que el gobierno ve con suma preocupación”. Corría julio de 1927 cuando Leguía ordena que Mariátegui sea recluido en el Hospital Militar de San Bartolomé y clausura Amauta, que vuelve a reaparecer en diciembre.

La radicalización de los conflictos en Perú profundizan las diferencias entre Mariátegui y Haya de la Torre, quien seguía exiliado en México. En septiembre de 1928, Mariátegui publica un artículo en Amauta donde advierte que se había cumplido el proceso de definición ideológica que declaraba abierto dos años antes, al momento de fundar esa revista. Aunque mantenía una independencia de criterios con la III Internacional, Mariátegui participa de la fundación del Partido Socialista (no lo llama Comunista), y es nombrado secretario general. Este nuevo partido envía delegados a las reuniones organizadas por la internacional fundada por Lenin y ya en ese tiempo conducida por Stalin. Ese acercamiento, sin embargo, duraría poco. En 1929 se lleva a cabo una reunión en Montevideo con presencia de dirigentes de partidos comunistas y organizaciones que adherían a la III Internacional. Mariátegui, muy afectado de salud, no pudo ir pero mandó una carta en la que discrepaba completamente con la visión marxista ortodoxa sobre la cuestión indígena y eso produce un alejamiento del Partido Socialista de esa organización que giraba en torno de Moscú. Mariátegui, distanciado de Haya de la Torre y de Moscú, se encuentra ya en el final de su joven y fructífera vida. En marzo de 1930, mientras preparaba su traslado a Buenos Aires, Mariátegui fue internado de urgencia en una clínica limeña. Murió el 16 de abril, en compañía de Anna, su mujer, y sus tres hijos. Tenía apenas 35 años y dejaba abierto un desafío que, como señala Jorge Abelardo Ramos, es todavía un tema de estudio para las jóvenes generaciones de pensadores y militantes latinoamericanos

17/08/14 Miradas al Sur

 

“Ha perdido todo contacto, si es que alguna vez lo tuvo, con la corriente de ideas que llamamos Socialismo”

El diputado Jorge Rivas, que integra el bloque del Frente para la Victoria pero pertenece al socialismo, aseguró hoy que el líder del FAP y referente del Partido Socialista a nivel nacional, Hermes Binner, "ha perdido todo contacto con la corriente de ideas" que identifica a ese espacio, luego de que este afirmara que todavía cree en la "mano invisible" del mercado como asignadora de recursos.

"Aunque siga presidiendo el Partido Socialista ya ha perdido todo contacto, si es que alguna vez lo tuvo, con la corriente de ideas que llamamos socialismo", señaló Rivas en una columna publicada en Tiempo Argentino y agregó: Quienes militamos en ella sabemos que si la tal mano es invisible, no lo son los crueles efectos de sus golpes, siempre asestados a los trabajadores y a las clases populares". 

"Probablemente la prolongada exposición a la camaradería con Julio Cobos, Ernesto Sanz, o la inefable Elisa Carrió, y las discusiones en torno de si sería bueno o no para un frente progresista aliarse con Mauricio Macri tengan efectos perturbadores para la coherencia de quien se autodenomina socialista", ironizó el diputado, y calificó a la mano invisible como "una divinidad en la que solo creen los apologistas del capitalismo salvaje".

En ese sentido, consideró que "Binner parece haber pasado otro límite ideológico, lo que induce a pensar que si algo no se le da bien a ese sector de la oposición que se postula de centroizquierda son precisamente los límites" y criticó la política de alianzas del Frente Amplio UNEN y en especial de Carrió, que hace años decía que su límite era Macri y hoy intenta sumarlo al espacio.

"Aunque siga presidiendo el Partido Socialista ya ha perdido todo contacto, si es que alguna vez lo tuvo, con la corriente de ideas que llamamos Socialismo"

"Ya en caída libre hacia el conservadurismo explícito -prosiguió Rivas-, el ex gobernador de Santa Fe también incorporó a su discurso el reclamo de un “país normal”, verdadero latiguillo de la derecha desde que adhirió al diagnóstico de la muerte de las ideologías".

Según la lectura del diputado kirchnerista, "ese país normal seguramente es compatible con partidos seudo socialistas que hacen de voceros de los ricos y poderosos". "Pero no lo es, según parece, con un proyecto nacional, popular y democrático que propone un Estado atento a defender los intereses de las mayorías de los abusos de la mano invisible. Un proyecto en el que sí militamos los socialistas que no llamamos normal al país que queremos", concluyó.

Infonews

PINO SOLANAS HABLO CON PAGINA/12 SOBRE EL DESPLANTE DE CARRIO “Nunca nos tragamos un sapo tan gordo”

El referente de Proyecto Sur reiteró que en el Frente Amplio Unen no hay lugar para el PRO y que quienes están rompiendo son los que insisten en acordar con Macri. Les apunta a Carrió y a un sector del radicalismo en el que ubica a Coti Nosiglia.

Por Miguel Jorquera

“Seré un activo militante por la unidad del espacio, pero no a cualquier costo”, se define y aclara Fernando “Pino” Solanas luego del desplante y la confrontación con Elisa Carrió, que propicia un acuerdo electoral con el PRO. Solanas les apunta a la chaqueña y a un sector del radicalismo –donde ubica a Enrique “Coti” Nosiglia– de forzar un pacto electoral con Mauricio Macri y provocar la fractura del FA-Unen. La relación con Carrió quedó deteriorada y casi sin retorno. “La discusión política no se resuelve con caprichos, gestos destemplados, provocaciones ni teatralizaciones.” “Todos nos tragamos un sapito, pero no un sapo tan gordo”, sentenció el cineasta sobre su disputa con Carrió.

–La decisión de Carrió de aliarse al macrismo generó un cimbronazo muy fuerte en el FA-Unen y los cruces con usted pasaron de lo político a lo personal. ¿Cómo evalúa el futuro de la alianza electoral?

–Las peleas personales son desagradables, sobre todo cuando se predica la tolerancia, la pluralidad, la concordia y se termina mostrando una enorme intolerancia. Esto no se resuelve con caprichos ni con gestos destemplados. En política se construye con muchos matecitos de paciencia, respeto por la opinión del otro, sobre todo en un espacio que se fundó sobre la base de esa regla. Tenemos muchas coincidencias y algunos temas en debate y orígenes distintos, venimos trabajando con el centroizquierda en la tarea parlamentaria y muchas otras cosas. Pero no se puede construir un espacio sin tolerancia, sin respeto al otro. Todo eso ya se vio esta semana y también es inaceptable desde el punto de vista personal, los desplantes de una dirigente que seguramente está muy alterada, algo le está pasando, porque se ha ido muy de cauce. Yo acepto todas las diferencias y polémicas políticas, que son las que más me interesan, las otras cosas son del anecdotario personal, pero tampoco voy a dejar pasar inexactitudes porque hacen a mi trayectoria y dignidad personal.

–Pero las diferencias con Carrió llegaron a un punto en el que incluso se adjudicó el caudal electoral que lo llevó a usted al Senado.

–Esta señora no fue la que me eligió senador. A mí me eligieron los ciudadanos que ya me habían colocado en el año 2009 con casi un 25 por ciento en la otra legislativa. En ésta obtuve otros más, pero ni por broma fueron del PRO. El PRO había perdido las PASO con nosotros el 11 de agosto de 2013. El rejuntado de Unen, por el que nadie daba cinco guitas, le ganó al PRO y con un presupuesto publicitario 15 veces menor que el del PRO. Esa situación hizo que hasta el último voto del PRO fuera a sus dirigentes por temor a otra derrota. Tres puntos más de mis votantes los aportó esa masa de entre un 20 y 25 por ciento que fluctúa y que no es activo de ninguna fuerza política. Es la que le dio un enorme puntaje a Cristina en 2011, después bajó y todas estas cosas. En febrero del año pasado, cuando empezó nuestra relación, yo tenía el doble de votos que ella. Todas esas cosas son menores. Acá lo que importa es el debate de qué país queremos.

–La política de alianzas define o condiciona el proyecto político y en este tema las diferencias parecen insalvables. ¿Se rompe el FA-Unen o perdieron una precandidata presidencial?

–No me puedo adelantar a los acontecimientos, pero coincidimos la mayoría de los ocho partidos que lo integramos, salvo un sector del radicalismo y Carrió, que están negando todo lo que vinieron diciendo en estos tiempos y están provocando la destrucción de Unen. Son gestos de provocación porque se apartan de la carta fundante de Unen, que firmamos y la hicimos pública el 22 de abril del año pasado. El que quiera hacer otras cosas, que la haga, pero el espacio de Unen no da para eso.

–¿A qué le adjudica el cambio de opinión?

–Son proyectos distintos y cuando se van acercando los momentos de definiciones, eclosionan. Internamente empezamos la etapa de afinar las propuestas, esto nunca se discutió en la mesa de Unen y las veces que se discutió, se ratificó que el PRO no tenía cabida en este espacio.

–¿En qué ámbito se discutió?

–Por mi parte, que encabezo un grupo de senadores del interbloque, más seis diputados nacionales, y entre todos éramos cuatro jefes de partido, Luis Juez (FC Córdoba), Humberto Tumini (Libres del Sur), Mario Mazzitelli (PSA) y yo (Proyecto Sur) nos expresamos en los primeros días de mayo que el PRO no tenía ninguna cabida.

–A ese pronunciamiento no se sumaron los legisladores radicales. Y a uno de ellos, Sanz, titular de la UCR y precandidato presidencial del FA-Unen, no le disgusta coquetear con integrar una fórmula junto a Macri.

–Esta semana ha sido una acelerador de partículas o de ideas en Unen. Yo no soporto desplantes, actos intempestivos ni retos, como son los discursos de la señora Carrió. Su discurso en el acto del lunes pasado estaba lleno de estas ideas, ahora hay que aceptar también que el otro se posicione y conteste. Lo que hay que hacer es bancársela. Todos nos tragamos un sapito, pero no un sapo tan gordo. Mi discurso fue respetuoso, puedo hablar con fervor, pero expreso ideas que están en debate. Ya tuvimos debates públicos en Unen y hay que aceptarlos con altura.

–Dentro del frente hay partidos con mayor despliegue territorial, como la UCR, y en el radicalismo existe un sector importante que adhiere a la postura de Carrió. ¿Cómo se resuelve eso?

–En el radicalismo hay dos posiciones, es un secreto a voces. Por un lado, el sector que continúa las tradiciones de (Hipólito) Yrigoyen, (Arturo) Illia y (Raúl) Alfonsín. Y por el otro, un radicalismo que construye en las sombras, el del aparato, el del “Coti” Nosiglia y su armado con Macri. La relación Nosiglia-Macri es histórica y antigua. Nosotros no tenemos nada que ver con esta última ni con el PRO, al que lo conbatimos como una fuerza de alta corrupción, de gran sobreprecio en la obra pública, con un manejo institucional absolutamente cuestionable desde hace décadas. El pueblo argentino tuvo que hacerse cargo de una parte de la deuda pública de los Macri al final de la dictadura, cuando (Domingo) Cavallo la traspasó al Estado, después fueron famosos por el contrabando de autopartes con el Uruguay, el tema de las escuchas ilegales y lo último, la dolorosa contratación con China de material ferroviario con la obligación de comprarle repuestos por veinte años, sin participación de manos de obra argentina, por intermediación de su padre, Franco Macri.

–Esto es parte del diagnóstico, pero la propuesta que generaron para modificarlo se resquebraja rápidamente. ¿Cómo se soluciona?

–El próximo martes hay una reunión de la Mesa Nacional, mañana hay un encuentro de todos en Mendoza, al que yo avisé, entes de este conflicto, que no iba a ir porque todavía estoy convaleciente de una operación quirúrgica, pero a la que van a ir compañeros míos como Mario Cafiero, Javier Gentilini y del resto de las fuerzas. Me imagino que allá, bajadas las tensiones con algunos vinos, continuará este debate. Lamento que de mi discurso trascendió sólo el escandalete y la teatralización del final y ahí dije que estábamos ante una derecha moderna con otras caras: Macri, Massa y Scioli. Y nosotros no queremos la continuidad de esa derecha moderna, somos férreos opositores.

–¿Usted va a sostener su postura aún si eso significa la ruptura del FA-Unen?

–Nosotros no rompemos el frente, el frente lo están rompiendo estas actitudes que van en contra de todas las declaraciones de la mesa nacional de Unen, incluido el radicalismo y del propio Sanz, de que acá no había lugar para el PRO. Lo del lunes aceleró todo, me llamaron de Mendoza para decirme que algunos plantearon que si era necesario había que acordar con el Frente Renovador. Todo esto suena a payasada poco seria y es una traición a las propuestas que le propusimos a la ciudadanía. Sin duda más democracia y mejores instituciones, pero también más justicia social y defensa del interés de la nación y sus recursos naturales, y nosotros no nos vamos a apartar de ellas.

–Macri dijo que no interferiría en la interna de Unen, pero que tomaría un café con Carrió. ¿Considera que hubo una política deliberada del macrismo hacia sectores de Unen para provocar su ruptura?

–No me consta que se hayan reunido previamente, pero lo deben haber hecho sus embajadores. Carrió hablaba bien de (Gabriela) Michetti, y Michetti decía que le encantaría que Sanz fuera parte de una fórmula con Macri. Hemos escuchado todas estas cosas en la últimas semanas. Pero por otro lado, hubo una formidable reacción de la mayoría de las fuerzas de Unen y de grandes sectores históricos del radicalismo.

–¿Usted le va a poner fecha a la definición del tema de las alianzas?

–Seguiré trabajando por la unidad del espacio, pero no a cualquier costo sino de acuerdo con los compromisos que tomamos frente a la ciudadanía. Seré una activo militante por la unidad, a pasar de las ofensas de algunos de sus personajes, porque soy un convencido de que hay que formar una nueva mayoría en la Argentina y eso se conforma con la migración de las distintas culturas populares y democráticas que han aportado al país y mucho voto independiente, porque nadie tiene al ciudadano atado.
17/08/14 Página|12

La urdimbre cívico-militar y el huevo de la serpiente Por Claudia Rafael y Silvana Melo. Desde Olavarría sociedad@miradasalsur.com

En la historia oculta de los vínculos socioempresariales con el Ejército, en Olavarría se urde una trama social, económica y represiva que depositó a Guido Montoya Carlotto bebé, recién arrancado de su madre cautiva, en una chacra en el medio de la pampa donde debía crecer ignorante de su origen. Diez años atrás, en la presentación del Informe de la Memoria –donde las 28 historias de desaparecidos olavarrienses se hicieron imagen y palabra– no podía imaginar Estela Carlotto que estaba tan cerca del hijo de su hija. “Este libro encierra la historia de ustedes. Y esto me produce mucho pudor, siendo yo de otro lado”, dijo en el Concejo Deliberante aquel 18 de agosto de 2004. “Nos han querido borrar lamemoria”, se plantaba entonces. Hoy las preguntas son: ¿por qué Olavarría? ¿De qué modo se cobijó el huevo de la serpiente?

El nacimiento de Ignacio - Guido y la firma del certificado que lo legitima abren un abanico de posibilidades que incluye a dos médicos de la Bonaerense y uno del Ejército. Mientras que el productor agropecuario Carlos Francisco Aguilar (foto) fue, según la coincidencia de testimonios, quien depositó el bebé en manos de los puesteros, las líneas de militares que tenían peso más allá de las fronteras de la ciudad son cuatro. Tres de ellos mantenían un vínculo con Aguilar: Ignacio Aníbal Verdura, Filiberto Salcerini (asesor de Ramón Camps) y Benjamín Cristoforetti (cuestionado por Abuelas en 1986 por haber asesorado en Inteligencia a los golpistas bolivianos del ’80). ¿Quién era quién en esta historia de poder y de crueldad?

La prehistoria. Guido Montoya Carlotto, cuando era Ignacio Hurban, creció en el paisaje bucólico de la estancia Los Aguilares y en las mañanas de la pampa helada aprendió a leer en la escuelita de Cerro Sotuyo. Con el pasado amputado, se hizo persona atravesado por las dos patas que conformaron la identidad de la ciudad en su prehistoria: la fertilidad de una tierra negra y abonada de sangre donde los militares que disputaban territorio imaginaban la producción agropecuaria como médula del pueblo por nacer. Pero desconocían que la verdadera riqueza estaba bajo sus pies. Cerro Sotuyo fue uno de los primeros aglutinantes de gente alrededor de la minería. De allí brotaría el pedregullo y los adoquines con los que Dardo Rocha soñó, en 1881, para que picaran los presos de la cárcel naciente.

A su alrededor, trabajadores, ex presos, familiares y penitenciarios alzaron sus casas. Y nació Sierra Chica. A la sombra del extramuros, se crió por los años ’30 Helios Eseverri, uno de los dos intendentes que se repartieron 40 años de historia de la ciudad. El mismo que en 1996 prohibía el recital de Los Redondos en el club Estudiantes. El mismo que escandalizó sosteniendo como director de Control Urbano a Omar Pájaro Ferreyra, un sargento acusado de delitos de lesa humanidad en Monte Peloni, hoy preso en Marcos Paz.

Eran los rudimentos de Olavarría, nacida en 1867 y marcada a fuego por el campo, la piedra y el castigo. Y por una cultura patriarcal que le atravesará su historia de dominación vasca, desarbolada y marcadamente autoritaria: Alfredo Fortabat (fundador del imperio Loma Negra en la alborada del siglo XX), Carlos Víctor Portarrieu (14 años intendente entre elecciones y dictaduras) y Helios Eseverri (más de 20 años en el municipio, entre finales del siglo XX y principios del XXI).

Guido Montoya Carlotto contaba su vida en horas cuando llegó a Los Aguilares. Carlos Francisco Aguilar lo puso en los brazos de Juana María Rodríguez y Clemente Hurban como una semilla a llanto vivo. Fue un día de 1978, en la oscuridad más negra de la dictadura. Que sonaba lejana a pesar de la cercanía con el Monte Peloni, el centro clandestino que se abrirá como una panza monstruosa a la Justicia a partir del 22 de setiembre.

“Hasta que la muerte los separe”. El 6 de octubre de 2014 hubiera festejado los 75 sin imaginar siquiera los vientos huracanados que por estos días hacen trizas los cristales tan prolijamente preservados de su familia. Carlos Francisco Aguilar –Pancho o Panchito, para los suyos– era el más fiel representante de esa burguesía algo tosca que entremezcla el perfil agropecuario de una ciudad cincelada centenariamente por picapedreros. Hijo de Francisco Aguilar, de quien heredó la tierra, no fue un gran empresario y nunca llegó a la cúpula de entidades de poder, como la Sociedad Rural –que intentó desprenderse de su nombre y publicó una aclaración el jueves 14 diciendo que la máxima jerarquía que alcanzó fue de vocal entre 1994 y 2001– o el club Estudiantes. Tuvo una fugaz participación política como candidato a concejal suplente en una lista del PRO en 2007 y simpatías eternas por el menemismo. Se lo describe como más amiguero y entrador que talentoso para los negocios.

A su misma generación pertenecían tantos de aquel grupo que hacia los ’60 confluía con desparpajo en el Casino de Oficiales, frente al municipio de la ciudad, en el que entre música y café, los fines de semana, se armaban y desarmaban romances que, en algunos casos, serían coronados con aquel “hasta que la muerte los separe”. Pero no sólo se trataba ir a la caza de un matrimonio conveniente. También era, en ocasiones, escenario del jolgorio nocturno de ciertas franjas de la clase pudiente. Lejos, muy lejos estaban todos ellos de este presente en que se profundizan tanto las distancias.

En 1949, el Regimiento de Tanques 2 Lanceros General Paz se había asentado en Olavarría. Y con él empezaban a llegar jóvenes aspirantes a la carrera militar de diferentes partes del país. El entrerriano Filiberto Salcerini o el porteño Benjamín Ernesto Cristoforetti serían de la partida. Para ellos, con el correr de los años, Carlos Francisco Aguilar devendría también en Panchito.

Ciertas familias encumbradas de la ciudad pugnaban entonces por “ubicar” a sus hijas con jóvenes uniformados casi como una prolongación de una alcurnia a la que no estaban dispuestas a renunciar. Las chicas vestían tailleur con chaqueta, y los jóvenes, por las noches, traje azul.

Es entre 1960 y 1963 que Cristoforetti pisó Olavarría por primera vez. Una ciudad que entonces tenía apenas la tercera parte de los habitantes con los que cuenta hoy. El Cristo, como muchos lo conocerían, regresa a la capital del cemento en diciembre de 1964 con el grado de teniente primero. Y como un designio de esos lazos de eternidad, en abril de 1969 se unió en matrimonio con una de aquellas jóvenes con las que supo bailar en el Casino de Oficiales, antes de que lo trasladaran a los vastos terrenos del cuartel: Norma Mabel Briozzo. La misma que hoy lo sigue acompañando en los estertores de su vida, internado en el Hospital Militar.

Salcerini, en cambio, quedaría prendado de Raquel, una de las hermanas Fassina, familia de la más exquisita prosapia. Tanto, que una de las arterias que circunda la ciudad lleva ese nombre. Y que –mágico vericueto del destino– se cruza con la calle Aguilar en uno de los barrios que carga, desde hace algunas décadas, con el estigma de “zona de delicuentes”. Y aunque quizás aquella calle no se encolumne con la genealogía de Carlos Francisco, conduce simbólicamente a Eulalio Aguilar, primer “presidente de la corporación”, figura germinal y antecesora del intendente, en 1879.

Aquellos jóvenes de los ’60 –con una persistencia en el tiempo– más tarde se nucleaban en un grupo religioso apadrinado por el sacerdote Efraín Sueldo Luque, el mismo que años después, por orden del nuncio Pío Laghi y del cardenal Juan Carlos Aramburu, debió investigar y redactar un informe sobre la masacre de los curas palotinos, en el barrio porteño de Belgrano.

La ligazón de Carlos Francisco Aguilar con el catolicismo iba, sin embargo, mucho más allá. Un olavarriense relató un particular encuentro en la sede vaticana. Vicente Espeche Gil, embajador argentino ante la Santa Sede, entre 2000 y 2004, se presentó como “primo de mi querido Pancho Aguilar”. Miembro del Departamento de Laicos del Episcopado e integrante del consejo de redacción de la revista ultracatólica Criterio, Espeche Gil había reemplazado, por decisión de Fernando de la Rúa, al menemista Esteban Caselli con el que el primo de Aguilar había protagonizado una discusión de ribetes escandalosos.

Entrados los tumultuosos años ’70 cada quien perfilaba su camino. Las esposas de los militares que adquirían renombre público en el fragor de la sangre, el horror y las balas optaban por un silencio en el que nada se preguntaba y nada se respondía. Y entre los secretos escondidos bajo siete llaves había quedado sepultado, hasta el 2 de junio pasado, el origen –que quemaba a quien se le arrimara a la verdad– de Ignacio-Guido: ¿quién lo había entregado a los brazos de Pancho Aguilar para satisfacer los deseos incumplidos del hijo propio de Clemente y Juana Hurban?

Los cuatro nombres. En ese mundo que, a todas luces, continuaba con su ritmo peculiar, que aportaba conniventes silencios o que avalaba tras las sombras, emergen cuatro grandes nombres que, desde las Fuerzas Armadas, tenían un peso medular más allá de las fronteras de la ruta nacional 226. Aunque tres de ellos habrían tenido un vínculo más o menos cercano con Aguilar.

No así Luis Máximo Premoli, coronel retirado que actuó como becario en los cursos de la Escuela de las Américas, a mediados de los ’60 (en tiempos en los que los entonces jóvenes Salcerini o Cristoforetti danzaban en el Casino de Oficiales de Olavarría), que supo compartir amor con Amalia Lacroze de Fortabat, entonces dueña de Loma Negra, empresa ahora investigada como presunta instigadora “por codicia” del secuestro y homicidio del abogado Carlos Alberto Moreno.

Ignacio Aníbal Verdura, ex jefe del Área 124 y responsable del Regimiento de Caballería de Tanques 2 de Olavarría, desde el 5 de diciembre de 1975 hasta el 4 de diciembre de 1977, solía permitir que Aguilar guardara sus caballos en el regimiento. Perteneciente a otra generación (era diez años mayor que el productor agropecuario) compartían numerosos amigos comunes.

Verdura es el mismo que en mayo de 1986 fue denunciado como uno de los responsables del atentado fallido contra el presidente Raúl Ricardo Alfonsín, cuando era comandante en jefe del III Cuerpo de Ejército.

Cristoforetti y Salcerini, en cambio, tenían una cercanía por nexo generacional –y en uno de los casos, parentesco político– con el entregador del nieto de Estela de Carlotto. Benjamín Ernesto Cristoforetti hizo en 1971 –según información exclusiva del Ministerio de Defensa de la Nación– cursos de Inteligencia que lo habilitaron para revistar en el Destacamento de Inteligencia 122 de Santa Fe. Entre 1973 y 1975 sus pasos lo llevaron al Batallón de Inteligencia 601 y a la Escuela Superior de Guerra y, en comisión especial, a una Tucumán manejada –de cara al Operativo Independencia– por Antonio Domingo Bussi. “En sus legajos consta la felicitación del comandante de Institutos Militares, Santiago Omar Riveros, de Campo de Mayo –actualmente condenado a perpetua– por una comisión en el Departamento de Inteligencia entre finales del ’77 y principios del ’78”.

Cristo y Camps. Ocho años más tarde los vientos de cambio posicionaban a Cristoforetti en otro lugar. Cuando el Senado de la Nación debatió, en abril de 1986, 109 pliegos de ascenso de oficiales superiores del Ejército, cinco de ellos fueron cuestionados por Madres, Abuelas y el CELS. Entre ellos el de Cristo, por su rol de asesor en el golpe militar de los narcogenerales bolivianos hacia 1980, como especialista en inteligencia militar. El mismo Cristo había sido parte, entre el 1º y el 3 de septiembre de 1980, en Buenos Aires, del Cuarto Congreso de la Confederación Anticomunista Latinoamericana presidido por el dictador Carlos Suárez Mason. Sus legajos duermen tranquilamente en los archivos del Ministerio de Defensa de la Nación. No tiene imputaciones penales por delitos de lesa humanidad. El recorrido de Filiberto Salcerini lo ubica como un personaje de oscuridad y preponderancia en Olavarría. Y con una conexión íntima con los más altos mandos de la Jefatura de Policía de la provincia: era asesor de Ramón J. Camps. Veintiún días antes del golpe del 24 de marzo, llegaron a la Comisaría 1º de Olavarría (en donde funcionó también un centro clandestino de detención) dos radiogramas: “Disponga alojamiento personal Operativo Halcón a cargo Ttte. Cnel. Salcerini y unidades uso civil. Ante posibles hechos se abstendrá dar información distintos medios publicidad su jurisdicción” (sic). Y el segundo advertía que “a partir presente recepción dispondrá acuartelamiento totalidad personal anulado patrullaje y vigilancia motivo opera en esa a cargo suscrito” (sic). En los dos estaba la firma del general Camps.

Salcerini, que murió en 2009, aparece en el Informe de la Memoria de Olavarría –construido hasta en los más mínimos detalles por el sobreviviente Mario Méndez– como quien habría comandado los operativos que concluían en “secuestros y detenciones clandestinas de personas jóvenes”. Esas detenciones “no figuraban en registro alguno y se ordenaba al personal el máximo silencio” y “eran efectuadas por personal de confianza del grupo que componían policías locales de alta graduación, militares de la guarnición local y hombres de la Jefatura de Policía, que generalmente eran comandados por el teniente coronel Filiberto Salcerini”.

La Cacha y Loma Negra. Luis Alejandro Seambelar (urólogo) y Julio Sácher (ginecólogo) eran médicos de policía cuando esa vida mínima que era Ignacio cayó en las afueras de Olavarría, arrebatado de la piel de Laura Carlotto para ser hijo de los puesteros de Francisco Pancho Aguilar. Augusto López Villamide era, en tanto, el médico del Regimiento de Tanques 2. En diciembre de 2013, ante el juez federal de Azul, Martín Bava, Seambelar declaró que su jefe “era Julio Sácher”. El urólogo está procesado como “coautor penalmente responsable del delito de aplicación de tormentos agravados por ser las víctimas perseguidas políticas”, con prisión domiciliaria en una casa de Mar del Plata, a seis cuadras de la sede de Abuelas.

Apenas meses antes del nacimiento de Guido, Olavarría aceptaba con quietud y ojos cerrados el secuestro de casi una veintena de jóvenes militantes de la Jotapé. Luis Seambelar firmaba el acta de defunción de Jorge Oscar Fernández, torturado con saña en la mesa de la cocina de sus padres, de donde lo arrancaron cinco días antes de la primavera.

Un año antes el abogado Carlos Alberto Moreno había pagado con la vida el enfrentamiento con la cementera Loma Negra por la silicosis que afectaba a los obreros a partir de su contacto con el sílice. El Tribunal que juzgó a sus asesinos, presidido por el juez Roberto Falcone, condenó por primera vez a dos civiles por delitos de lesa humanidad. Y ordenó investigar la responsabilidad de la empresa Loma Negra en su secuestro y muerte y la de Jaime Smart, ministro de Gobierno de Ibérico Saint Jean. Smart es, además, quien entregó el centro clandestino La Cacha (La Plata) al Servicio Penitenciario Federal. Patricia Pérez Catán aseguró a la Conadep desde Ginebra, en 1981, que vio al abogado olavarriense desaparecido José Alfredo Pepe Pareja en La Cacha hasta junio de 1977 cuando fue “trasladado” con destino desconocido. Los secuestradores de Pareja dependían jerárquicamente de Ignacio Aníbal Verdura.

Cinco meses más tarde, llegaría a ese siniestro centro –que heredó el nombre del mítico personaje de García Ferré, Cachavacha, la bruja desaparecedora de niños– una jovencísima Laura Carlotto con tres meses de embarazo. Y hacia junio del ’78 se abren tres puertas posibles para el escenario del parto: La Cacha, la maternidad de la cárcel de Olmos (a escasos 500 metros del centro clandestino) o el Hospital Militar de Buenos Aires, donde hoy transita los últimos tramos de su vida el coronel retirado Benjamín Ernesto Cristoforetti.

Partos certificados. El silencio cementerial que cubría a la ciudad no admitía grietas ni indiscreciones. Los desaparecidos no estaban, no eran (según la definición de Jorge Rafael Videla) y sus familias fueron estigmas para vastos sectores sociales. Hijos y padres estaban en su lugar. Y nadie osaba cuestionar parecidos inexistentes, ausencia de fotos de embarazos y titubeo ante preguntas básicas. El encubrimiento se sostenía, además, por la negativa a allanar el camino de los chicos adoptivos al conocimiento de sus orígenes. Sería recién en el tránsito de los ’90 cuando se institucionalizaría la decisión y la sugerencia activa del derecho a saber.

Ignacio Hurban era parte de ese silencio agobiante. Agravado por la lejanía: el campo lo vio crecer sano y feliz. Pero a la vez clandestino de su identidad, oculto como para siempre. Hasta que la música le activó todas las alarmas, le quitó la hache y lo volvió urbano para encontrarse por fin en la antigua y porteña casa de Virrey Cevallos al 600, donde se domicilian las Abuelas. En aquellos años ’70, a la hora de un nacimiento, los médicos certificaban que habían asistido o constatado un parto. Resta responder cuál de las dos modalidades eligió el firmante para justificar la inscripción de Ignacio.

Los protocolos eran dobles: uno quedaba en el Registro Civil de Olavarría y otro se archivaba en La Plata. Los últimos sobrevivieron hasta la gran inundación de 2013, cuando casi todo se perdió en las oficinas de 1 y 60. Los de Olavarría están en debate: mientras hoy –según las autoridades actuales– toda información es inaccesible a la prensa por orden judicial, también hacen la salvedad de que la mayoría de las constataciones médicas desapareció entre las aguas aluvionales de la inundación de 1980.

Lo fundamental, según otros testimonios, es que los protocolos del ’78 fueron salvados a tiempo: horas antes de la crecida se trasladaron los libros con los datos desde 1886 hasta 1979. De 1978 existen cinco tomos de nacimientos y se cree que el protocolo de Ignacio Hurban debe figurar entre el final del tercer tomo y el principio del cuarto.

La historia enterrada. Mientras Olavarría se iba desprendiendo –de la mano del saqueo de la dictadura y las crisis posteriores– de su sello de ciudad del trabajo, industrial y cementera, Ignacio Hurban comenzaba a amar la música. A escucharla y a hacerla. Sin comprender muy bien de qué sangre le llegaba ese fuego. El secreto de su historia era guardado fielmente a partir de lo que habría sido un pedido de Aguilar: hasta después de su muerte, nada debía saberse. En marzo murió y en junio Ignacio supo que tenía otra historia. Enterrada con tanta eficacia que su nombre nunca sonó en una ciudad que aún hoy insiste en la sospecha de varios hijos de desaparecidos crecidos a la sombra de apellidos troncales.

La Olavarría de los ’90, cuando Ignacio circulaba entre la adolescencia y la juventud, optó por un perfil carcelario y represivo: la Unidad Penal 2 de Sierra Chica (ya legendaria por el motín de 1996, por las oscuras historias de canibalismo y de fútbol con la cabeza de un interno asesinado) a la que se anexaron dos cárceles más, una escuela de policía y un centro de reentrenamiento policial. Es la identidad bicéfala de la ciudad: el castigo –el panóptico de Bentham como un ojo vigilante desde la cárcel y las cámaras de seguridad– y la producción: cemento, dolomita, soja, maíz, trigo y 790.370 cabezas de ganado que la colocan en la cúspide de la concentración de hacienda en la provincia.

Como un piedrazo sobre las mansas aguas, la aparición de Guido Montoya Carlotto en la ciudad de la piedra y el cemento abrió descarnadamente las pústulas que asoman desde el fondo de la tierra. Allí donde tantos reconocen ahora saber que Ignacio Hurban era “adoptado”, se entrecruzan las miradas de mutuas sospechas, de recriminaciones y de desprecio. Olavarría ya nunca más será la misma. Hay una parte de sí que había quedado sepultada por décadas y ahora, mientras lentamente se descorre el velo de la mentira, el espejo –sin posible vuelta atrás– deja al desnudo la médula profunda de su identidad.

Medios y solicitadas

Las estructuras sociales, empresariales y militares del poder tuvieron aliados de alta fidelidad en los medios de comunicación. El diario El Popular sostuvo durante décadas a un periodista que defendió incansablemente el terrorismo de Estado, hasta su despido a mediados de los ‘90: Octavio Físner Oliva. En 1999, el matutino cumplió cien años y pidió disculpas “por los errores cometidos”. El diario Tribuna, vespertino cerrado hace ya muchos años, mantenía una línea aún más dura. El periodista de El Popular, un encargado de policiales de Tribuna y el apellido de uno de sus dueños aparecían en una solicitada en defensa de Ignacio Aníbal Verdura cuando el telón comenzaba a levantarse y a desnudar el horror en carne viva. Fue el 14 de febrero de 1984, en respuesta a una nota de la APDH Olavarría, y adhería también un grupo de buenos vecinos, amigos de los militares, integrantes de la burguesía agroganadera y empresarial que sostenía el poder en la ciudad. La lista de firmas es una pintura perfecta de esa Olavarría en la que creció Ignacio, y sus apropiadores eran los patrones de una gran estancia con municipalidad, iglesia y plaza al medio. En el texto, Verdura es una bella y generosa persona. La misma que será sometida a juicio en septiembre por torturas, crímenes y desapariciones en la causa por Monte Peloni. Treinta y siete años después.

Firmaban, entre otros, Juan G. Becker (dueño de una empresa láctea), Octavio F. Oliva y Federico Prester (periodistas de El Popular y de Tribuna respectivamente), Pedro Ressia (martillero), Salvador Aitala (empresario fideero), Héctor M. Eyheramendy (dirigente ruralista), Mariano Girgenti y Mario Giaquinta, (empresarios de seguros), Antonio Alem (dueño de una cabaña), BrankoZuljevic (directivo de una empresa de bolsas industriales) Pedro P. Cura (contador), Edgardo A. England (empresario inmobiliario), Mario Elbey (panadero), Torcuato Emiliozzi (uno de los legendarios hermanos Emiliozzi), Eusebio Bouciguez (influyente empresario), Carlos Blando (dueño de una cochería), José Buglione (poderoso estanciero), Fermín Cajén (agroganadero), Roque Modarelli (repuestos de automóviles, con grandes contacto en el TC), Vicente R. Tesone (estanciero).

LU32, la radio AM de la ciudad, tuvo dos interventores militares y una especie de dictador en democracia. El primero: Walter “Vikingo” Grosse, imputado por delitos de lesa humanidad, preparado en el paquete de represores que la Justicia abrirá en septiembre. Calificado como especialmente sanguinario, sembró el terror en la radio cuando entraba con una fusta, golpeaba los escritorios y ponía las botas lustrosas sobre la mesa como para definir, en su condición de capataz de Dios sobre la tierra, qué era el bien y qué era el mal.

Después llegaría el teniente coronel José Ávalos, sin imputaciones en las causas de la represión, pero con un detalle social de suma importancia: estaba casado con Clara Mercedes Fassina. Avalos, Salcerini y Aguilar eran, entre sí, familiares políticos.

17/08/14 Miradas al Sur

LA SITUACION DE LA GRAFICA DONNELLEY PREVIA A LA PRESENTACION PIDIENDO SU PROPIA QUIEBRA Lejos de la crisis, cerca de la sospecha

Thomas Quinlan, CEO de RR Donnelley & Sons. Desde Chicago, le respondió a Cristina Kirchner.

El pedido de su propia quiebra por parte de la empresa norteamericana y una crisis no demostrada. La respuesta de la casa matriz a la Presidenta. Una operación que afecta la estabilidad laboral y social.

Por Raúl Dellatorre

El Gobierno está dispuesto a jugarse una carta fuerte en la Justicia comercial para demostrar que la quiebra pedida por Donnelley sobre sí misma no está fundada en su situación económica. Y parecen sobrarle elementos para sostenerlo. Que la Justicia vaya a proceder luego a declarar el carácter fraudulento de la quiebra es otro capítulo, pero en lo inmediato la principal preocupación política y económica es que este tipo de procedimientos, de quiebras o cierres “provocados”, no se convierta en un “modus operandi” de un nuevo ataque desestabilizador hacia la economía argentina. La posición pública asumida por algún dirigente empresario (Héctor Méndez, UIA) y varios políticos opositores (ver nota aparte) en respaldo del accionar de una empresa que acaba de dejar en la calle a 400 obreros es más que llamativo. Con fundamento, en el Gobierno sospechan que algo más contundente y peligroso que los buitres sobrevuela por encima de estas operaciones: una suerte de bombardeo económico selectivo con objetivos determinados. El empleo y la estabilidad social son el blanco de ataque.

El propio CEO de la empresa RR Donnelley con oficinas en Chicago, Thomas Quinlan, se ocupó ayer de responder e intentar refutar las acusaciones que le apuntaron a su filial argentina. En una inusual comunicación, la firma acusó al gobierno argentino y a las representaciones sindicales de haber dejado a la firma “sin opciones de enfrentar la crisis (..) y tomó la decisión de solicitar la quiebra”. Según la comunicación del bunker central de Donnelley, “la única razón” que motivó el cierre fue “la insolvencia” de la filial argentina, resolución de la que sólo participó la dirección de la compañía, y con la que “no tienen relación los acreedores de Argentina”. Una respuesta directa a la presidenta de la Nación que, el jueves último, denunció la presencia de fondos buitre ligados a Paul Singer en la composición accionaria de la empresa.

Aunque el relato firmado por Mr. Quinlan remite a gestiones iniciadas en septiembre de 2013 para obtener “un programa de recuperación productiva (Repro)”, es decir un subsidio estatal, “frente a la situación crítica de la empresa”, los números del balance del año 2013 están lejos de reflejar tal estado de cosas. Si bien los niveles de producción revelan una caída respecto de 2012, la misma en términos físicos se retrae a los niveles alcanzados en 2010. Es decir, no se encuentra en un tobogán, sino que es una baja a un escalón anterior después de haber trepado varios en los dos últimos años. En términos de facturación, las ventas treparon un 8 por ciento, un nivel seguramente inferior a cualquier indicador sectorial de precios, que refleja el descenso apuntado en las ventas, pero no un cuadro de “situación sin salida”.

En cambio, es algo más preocupante observar las cifras de pérdidas del ejercicio, aunque conviene ver el detalle antes de sacar conclusiones. Casi la mitad del quebranto se explica por razones financieras y no operativas. Y particularmente, por un aumento en el pasivo en la cuenta Previsión por Juicios Futuros, por 3,4 millones de pesos, incrementando en 387 por ciento la cifra del balance anterior (de 870 mil pesos salta a 4,3 millones). Así, adelantaban la carga en el balance de una eventual pérdida futura (¿el pago de indemnizaciones?), provocando un quebranto que, en definitiva, operó como una profecía autocumplida: genera un cuadro de pérdidas con el que justifica el cierre posterior.

Con todo, no es el dato más llamativo del Balance 2013 de Donnelley. En el rubro Créditos a sociedades vinculadas (en este caso, empresas del mismo grupo en Chile) se observa un aumento del 650 por ciento en el ejercicio, lo cual indica que esas vinculadas se financiaron con el dinero que no le pagaron a la filial argentina. A su vez, el rubro Deudas Comerciales con sociedades vinculadas disminuye en el ejercicio a la séptima parte (el 86 por ciento), es decir que la filial argentina canceló deuda o perdió crédito de sus proveedores. Tratándose de vinculadas, suena a demasiada generosidad de una filial que supuestamente está en crisis. Salvo que alguien sospeche que se trata de una maniobra de vaciamiento financiero.

Thomas Quinlan, CEO de RR Donnelley & Sons, asegura que la comisión interna de la planta en Garín se negó a firmar el Repro obtenido en septiembre de 2013, “empeorando aún más la situación económica y financiera de la empresa”. Y que este año propuso al Ministerio de Trabajo de la Nación un plan de reducción de personal en la planta, pero fue rechazado. “Como consecuencia, Donnelley se quedó sin opciones para enfrentar la crisis, que incluye la suba de costos por la inflación, el alza del costo laboral, el aumento de los insumos para la producción, la devaluación, la incapacidad de cumplir con los vencimientos de las deudas. Por tal motivo, de forma independiente se tomó la decisión de solicitar la quiebra”, concluye el comunicado.

Los informes presentados no revelan un endeudamiento significativo, ni siquiera en aportes patronales a la seguridad social ni impositivos. El impacto de la devaluación tampoco está claro que le haya afectado, cuando el inventario al cierre del ejercicio 2013 demuestra que estaba son sobrestock de papel (una reserva para varios meses de producción), quizá previendo el alza del dólar en las semanas siguientes.

En su mensaje del jueves pasado, Cristina Kirchner vinculó a la empresa con los fondos buitre NML Capital y Blackrock, que ayer Mr. Quinlan rechazó. Otras dos empresas, de un mismo grupo, también de origen estadounidense, Delphi, está siendo estudiada por las autoridades del Gobierno por acciones que pudieran afectar la continuidad de sus plantas en Santa Lucía, provincia de San Juan (Delphi Packard, cableado para automóviles) y en Río Grande, Tierra del Fuego (Famar, autorradios). En este caso, también se le atribuye participación accionaria a fondos de inversión ligados a los anteriores. Por ahora, la Justicia tendrá bastante trabajo determinando las condiciones en que Donnelley resolvió su propia quiebra, en perjuicio no sólo de su personal, sino también del “orden socioeconómico”, que la ley de quiebras debería proteger, tipificando como delito de fraude al hecho de actuar en forma deliberada en su contra. Tal como sostienen autores especialistas en quiebras, entre ellos el doctor Daniel Rafecas.


RESPALDO DE SCIOLI Y EMPRESARIOS. RECHAZO OPOSITOR

Ni buitres ni el fraude son lo que parecen

Mientras el gobernador bonaerense, Daniel Scioli, y el vicepresidente segundo de la UIA, José Urtubey, manifestaron su respaldo a una investigación judicial sobre la empresa Donnelley, tal como solicitó el gobierno nacional, varios dirigentes de la oposición coincidieron entre sí en calificar esa pretensión sobre la firma que decretó su propia quiebra como “un apriete”, y lo consideraron como “el peor camino” para resolver el conflicto del desempleo. El Frente de Izquierda, en cambio, presentó un proyecto de expropiación de la planta, para que el Estado y los trabajadores la pongan en marcha.

“Es muy extraña la manera en que se ha dado la quiebra de la empresa; yo estoy de acuerdo con que se busque la verdad de los motivos que llevaron a la imprenta, que tenía una gran demanda y actividad, a tomar esa decisión”, sostuvo ayer Scioli en una entrevista radial. “Lo importante es que se puedan mantener las fuentes de trabajo”, subrayó, pero señaló que es necesario investigar las razones que llevaron a la multinacional a tomar la decisión de cerrar, “de la noche a la mañana, de forma abrupta, sin haber otras instancias previas”.

Sergio Massa, autoproclamado candidato presidencial por el Frente Renovador, señaló en cambio que le “preocupa mucho la idea de la aplicación de la ley antiterrorista o la idea de la modificación de la Ley de Abastecimiento en la búsqueda de resolver los problemas de empleo, cuando en realidad los resolvemos hoy facilitando el camino a la inversión y facilitando el trabajo a las empresas”. Sugirió ampliar “al máximo” los subsidios del Estado a través de los Programas de Recuperación Productiva (Repro), y bajar la presión impositiva, al considerar que “la inflación, el peso de los impuestos, la inseguridad, la droga” son los “verdaderos buitres”, y no los grupos financieros que litigan contra Argentina y son denunciados por el Gobierno.

En la misma línea, de rechazo a las acciones propuestas para investigar el supuesto fraude y abriendo un paraguas de protección para las empresas, Francisco de Narváez, Mauricio Macri y Julio Cobos cada uno desde su respectivo espacio. “El Gobierno eligió el peor camino, que es meter miedo a quienes opinen distinto o actúen en forma diferente de lo que ellos quieren”, interpretó De Narváez. Macri, desde Río Cuarto, dijo que “la aplicación de la ley antiterrorista no es el camino para conservar el empleo y generar más puestos de trabajo: todo lo contrario”. El ex vicepresidente Cobos, en tanto, observó que la aplicación de la ley en estas circunstancias “genera incertidumbre” y “lo único que hace es desalentar” las inversiones en medio de un clima económico “complicado”.

El Frente de Izquierda, en cambio, a través del diputado Nicolás del Caño, anunció la presentación de una iniciativa legislativa para declarar “de utilidad pública y sujeta a expropiación las instalaciones de Donnelley, (para crear) una nueva empresa estatal, quedando la gestión de la misma a cargo de sus propios trabajadores”.

Finalmente, José Urtubey, uno de los vicetitulares de la UIA, consideró que “es razonable” que se investigue el cierre de la imprenta Donnelley, porque “la situación de ese sector en Argentina no amerita una quiebra de esta naturaleza, dejando a 400 personas en la calle”.

El sector no está en crisis
Juan Carlos Sacco, vicepresidente de la Unión Industrial Argentina, fue reelecto como titular de la Federación Argentina de la Industria Gráfica y Afines (Faiga), para conducir la entidad por un nuevo período de dos años. Sacco hizo pública su posición esta semana respecto del sector, en relación con la quiebra de Donnelley, al asegurar que “la industria gráfica no está en crisis” y que la decisión adoptada por la mencionada empresa “es un caso particular que no refleja la realidad del sector, ya que la industria gráfica, si bien desaceleró su nivel de crecimiento en el último período, no atraviesa por ninguna crisis”.

El reelecto titular de Faiga señaló que hay más de 6200 talleres en la actividad, que emplean a cerca de 70 mil trabajadores. En ese escenario, sostuvo que “la industria gráfica está trabajando al 75 por ciento de su capacidad instalada y en el primer semestre del año tuvo un crecimiento del 0,4 por ciento”.

Sacco fue elegido para seguir al frente de la Federación hasta 2016 por decisión unánime de la asamblea de representantes de las firmas del sector.

17/08/14 Página|12

Compañeros/as, compartimos publicación en la página de La Cámpora. SAN MARTÍN, LA MISMA LUCHA!

José de San Martín, quien nos fue presentado por la historiografía liberal como el Padre de la Patria, luchó por los ideales de la liberación de los pueblos oprimidos y su desarrollo en un ámbito de libertad y soberanía que durante el siglo XIX fueron inexistentes. Primero, él combatió en España contra la invasión francesa y luego lo hizo en América contra la dominación española. Siempre siguiendo el principio de justicia para los pueblos. En la actualidad, la idea de autodeterminación de los pueblos es un concepto ampliamente reconocido, pero no era así en los años que le tocó actuar a San Martín.
En la escuela nos mostraron a un San Martín creado por el mito de la Historia Oficial, hecho por una oligarquía porteña que le había
impedido establecerse en Buenos Aires y lo hizo partir al exilio. Fue ese mismo sector social, dueño de la historiografía, quien luego lo nombró Padre de la Patria. No podían perderse semejante figura. Sin embargo, al hacerlo le recortaron parte de su historia y su formación. Dejaron visible sólo el San Martín militar, hicieron a un lado una de las facetas más importantes de aquel patriota como fue su militancia política en pos de una sociedad más justa, soberana y unida al proyecto bolivariano de Patria Grande.
Así nació el Santo de la Espada. Nunca le perdonaron que no cumpliera la orden, en 1820, de llevar a su ejército para la represión del artiguismo que se había levantado contra el poder de los porteños de Buenos Aires. Fue esa una decisión política patriota que reveló lo que fue su pensamiento americano, entendiendo donde estaban los enemigos de la hora.
San Martín actuó políticamente cuando tuvo que decidir cómo se financiaba la creación del ejército de los Andes: expropió a los sectores pudientes de Mendoza. Tuvo que resolver políticamente cuando fue primer mandatario del Perú liberado y decidió que con su gobierno ponerle fin a la servidumbre de los indígenas y su ninguneo en la cultura. Terminó con la mita y el yanaconazgo a la vez que mandó a publicar obras literarias referidas al pasado inca de esa zona americana. Sin financiamiento provenientedel puerto de Buenos Aires para compra de armamentos y perterchos para la guerra puso a producir a sus
soldados para el desarrollo de estos elementos en una clara muestra de que no se quedaba cruzado de brazos cuando lo ahogaban económicamente.
La figura de José de San Martín ha marcado una epopeya que muchos quisieron borrarle de un plumazo algunas partes. Su clara definición como parte del partido americano indicó que una salida balcanizadora como la que ocurrió luego no era parte del libreto. Se lo quiso enemistar con Simón Bolívar pero durante sus años en Francia tuvo un cuadro del Libertador de la Gran Colombia en la pared de su cuarto.
La epopeya sanmartiniana que implicó la construcción de un ejército, su movilización, el triunfo militar, las relaciones con la oligarquía porteña, la vinculación con el ejército bolivariano, la decisión de que los resultados de la revolución llegaran a los sectores sociales más desprotegidos. Todo eso fue San Martín, y sigue estando plenamente vigente su pensamiento y accionar en pos de una América libre, unida y soberana.
La historiografía liberal mitrista en su primera expresión se apropió de la historia del pueblo argentino, de sus padres políticos y,
pudieron hacer y deshacer, crear e inventar sobre nuestro pasado.
Pudieron perder el Plan de Operaciones y crear un Moreno liberal.
Olvidar al San Martín de Cuyo, Chile y Perú y crear al prócer militar.
Crear al Belgrano de la bandera y hacer caso omiso al proyecto económico-político que sustentaba. Olvidarse de Bernardo de Monteagudo, Juan José Castelli y tantos otros, dejándolos en un rol secundario. Así podríamos seguir indefinidamente.
Hay una frase de Bartolomé Mitre en el libro Historia de San Martín muy impactante: para explicar por qué Buenos Aires
permitió que el Alto Perú se independizara y se transformara en Bolivia en 1825, dice Mitre palabras más palabras menos que “los vientos de la Revolución del Río de la Plata se trasladaron al norte, pero esta zona por su geografía montañosa impidió que estos continuaran más allá y delimitaron la frontera”. Invito a leer esta justificación aberrante de la posición rivadaviana de dejar a su suerte al Alto Perú (hoy Bolivia). El viento chocó con la quebrada de Humahuaca dice Mitre. Era un buen escritor.
Hoy nuestro pueblo vive la sensación de estar rompiendo cadenas muy grandes de mentira, que lo tenían apresado, vuelve a descubrir su historia, quizás por ese sendero podamos pensar al pueblo en la calle durante la fiesta del Bicentenario. Quizás mediante el tránsito por ese camino podamos pensarnos como un pueblo al que le apresaron su identidad, que no le permitieron conocerse y le mintieron sobre sus padres. Justamente en esta época de tantas restituciones de identidad
de nietos apropiados, vemos que también se va restituyendo la identidad de todos nosotros como pueblo, y lo vamos haciendo ganando la calle, tendiendo la mano al que necesita ayuda, generando las leyes necesarias para que todos y todas nos sintamos parte de este país.
Estamos volviendo a ser parte de esta historia que es la Argentina, seguramente quienes forjaron la dictadura cívico-militar y los
gobiernos neoliberales, no se imaginaban que su poder pudiera ser cuestionado. Pero con la vuelta de la política como herramienta de cambio este gobierno ha abierto una brecha que lo trasciende totalmente. Ha marcado el camino para que las generaciones venideras profundicemos nuestra unión con este suelo y podamos hacer ese país para todos que soñaron nuestros predecesores y que tanto anhelamos quienes peleamos por la liberación definitiva de nuestra Patria Grande.


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El 17 de Agosto festejo el día del Padre y recuerdo al Padre de la Patria.

Porque sí, o porque no quiero que me sigan colonizando mi paternidad. 
Soy argentino, latino, sudaca y nacional y popular. 
Hace años que vengo hinchado con la cuestión de: EL DÍA EL AMIGO (En honor a la llegada a la Luna de los yanquis, Navidad y Papa Noel o Santa Claus,con quienes Jesús nada tiene que ver,y mas cerquita en este tiempo global: Halloween y San Patricio.) 


El verdadero orígen del Día del padre surge cuando una mujer llamada Sonora Smart Dodd quiso homenajear a su padre, Henry Jackson Smart. Este veterano de la guerra civil se convirtió en viudo cuando su esposa (la madre de Sonora Smart Dodd) murío en el parto de su sexto hijo. Fue en una granja rural en el estado de Washington donde Henry Jackson se hizo cargo de la educación de seis niños. Sonora Smart se dio cuenta de que su padre había sido todo un ejemplo a seguir y propuso la fecha del nacimiento de su padre, el 19 de junio, para celebrar el Día del Padre. 

La idea de instituir un Día del Padre fue acogida con entusiasmo por muchas personas en diversos condados y ciudades, pero no fue hasta 1924 cuando el presidente Calvin Coolidge apoyó la idea de establecer un día nacional del padre. En 1966 el presidente Lyndon Johnson firmó una proclamación que declaraba el tercer domingo de junio como día del padre en Estados Unidos. 


Y nosotros también, corremos de shopping en shopping para regalar o ser regalados porque los yanquis decidieron que ese día de junio es. 
Y nosotros no somos. 
Son ellos. 

Así que mis queridos compañer@s, este junio, ese día no fue para mí el Día del Padre. 
De ser, es hoy. 
Porque El Padre de la Patria nos encarna a todos. 

GB