martes, 12 de agosto de 2014

EL PAIS › OPINION Nombre, identidad y memoria

Por Horacio González *
Es esquiva la idea de verdad. No nos permite saber si ella es un mero efecto de consensos actuales proyectados al infinito pasado o una arcaica categoría atemporal que puede atravesar inmune las épocas. Todo se modificaría, excepto ella. Lo inmodificable sería esa virtud impávida que se torna sinónimo de verdad. Pero no, no es así.
Porque es obvio que una tradición que todo le debe a la fuerza del mito insiste en que la identidad tiende a figurarse en un ente fijo, que tendría dos movimientos: el de su descubrimiento fundamental y el de su idéntica presencia en todas las fases de su desarrollo. Sin embargo, otra perspectiva de reflexión histórica se inspira en el carácter abierto de toda identidad, en la capacidad de la memoria autosustentada de unir el estado de heterogeneidad en que se hallan todas las piezas de una historia, y en la propia definición de la memoria no como cantidad taponada por los hechos, sino al contrario: como una memoria que renace, cambia y revisa su inmenso diccionario de nombres, a propósito de la libertad de los hechos.
La primera es la memoria en suspensión sempiterna y consolidada; la segunda, la memoria acontecimiento, donde cada momento suspendido origina una realidad nueva. Así, la primera clausura su despliegue en el momento fundador; la segunda es una irrupción del pasado trastornado por el deseo del presente, y en ese deseo, dar paso a la irrupción siguiente. Esa irrupción altera lo ocurrido, pero respecto de lo que confirma, lo hace nuevamente original.
Estos temas están en permanente discusión en nuestro país. La solución liberal del problema (y no hay liberalismo al margen de esto) consiste en declarar hábil un solo modo de la “invención de tradiciones”. La que responde a un contractualismo de la memoria sin puntos significativos o creencias históricas elaboradas con cierta espesura (esto es, legados más invención). De este modo, un liberalismo al estilo de Luis Alberto Romero (con este nombre ejemplificaremos) se convierte en atractivo sólo por sus modos reiterativos irresueltos, sus eficaces incoherencias: el fanatismo del no fanatismo, la insipidez de un racionalismo burilado para siempre pero desprovisto de razones.
Esta manera de pensar remite a una permanente planicie de exención a los planos entrelazados de la imagen-tiempo, como si un mitigado contrato social tan sólo entre individuos, hiciera triunfar una voz inmunizada de toda profanación del tiempo histórico. Entonces, como un autómata que mueve fichas de un eterno juego binario, el mismo que pretende criticar, se dictaminaría dondequiera que nos cercan los “sustancialistas”, los “esencialistas” y vaya a saber, los “ontologistas”. Ellos nos asfixiarían porque sólo perciben un mito inmóvil que mira al río congelado de la historia. ¿Pero no es en este bando que, por su revés, milita hace tiempo el historiar Luis Alberto Romero? En sus artículos de La Nación, suele dejar abandonadas afirmaciones de adolescente desdeñoso contra el populismo: “Fueron ellos quienes postularon la perenne existencia de un pueblo nacional unido detrás de un jefe, y denunciaron a sus enemigos, de adentro o de afuera, conjurados contra la nación y su grandeza. El discurso engañador y triunfalista de la epopeya de Obligado reapareció en la guerra de Malvinas y luego en el actual combate contra los holdouts o buitres”.
Al caricaturizarse de este modo la noción de memoria (ignorándola como rastro posible de una unidad imaginada, desligada de cualquier continuidad obligatoria), se hace fácil dedicar unos cómodos perdigones contra el “discurso fundamentalista”. El desprecio indestructible que cargan estas frases va parejo con su futilidad. Su aparente denuncia contra sucesos similares enclaustrados en burbujas sucesivas (Batalla de Obligado-Batalla de Malvinas-Batalla contra Fondos Buitre) tiene su desenlace consecuente en un ataque inútil a las posibilidades de la memoria, tanto a su concepto como a su práctica. La consecuencia de denunciar la supuesta mismidad de esos eslabones históricos concluye en un innecesario ataque a la noción misma de memoria histórica, con el sibarítico regalo que le brinda la idea de jefe, ciertamente auroleada de una notoria suma de recelos, los que ha recogido desde las Vidas paralelas, de Plutarco, hasta El coronel no tiene quien le escriba, de García Márquez. Pero ni al respecto de este ceñido concepto la memoria de su uso sería apenas una cantidad ensamblada de efemérides hincadas en el desfile unívoco de hechos pasados (y en ese sentido, no es inadecuada la crítica al “esencialismo”), sino una sucesión de acontecimientos no repetitivos, que no por ello desertan del acoso nunca inmunizable de la memoria.
¿Qué es la memoria? Es cierto que no podemos ahora imaginar un macizo continuado de eventos que repiten una única herida o una escisión en forma de insistencia cíclica, un repertorio tabicado de hechos siempre prefigurados. Pensamos todo lo contrario. La memoria es una hipótesis capaz de invocar un legado dormido, reactualizarlo y referir de una manera nueva los acontecimientos que parecen actuar en serie, separándolos, tratándolos uno a uno, para luego reenlazarlos de manera nueva, invencional. Se rehace así una comunidad, se la despoja de su tentación al ritual de una supuesta autenticidad imperecedera, de las semejanzas hogareñas de los mitos carentes de gracia (no de los verdaderos mitos, que siempre se burlan de nosotros invitándonos a una verdad huidiza). Pero aquella característica invencional, no es una invención sin resabios, sin rescoldos del pasado o retazos supervivientes reincorporados a nuevas relaciones vitales.
De este modo, la sombra que cada hecho proyecta sobre el futuro y viceversa (el pasado futuro y el futuro anterior) va realimentando nuevas interpretaciones de todo tipo. La batalla de Obligado no aparecerá entonces como antecedente forzoso o matriz moralizante de todo otro evento similar (intimando a la similitud imperiosa), sino que podrá ponerse en ella, incluso en primer plano, una significación dramática (en trazados autónomos diversos: épicos, y además trágicos, y además, con la negociación política de cancillerías pragmáticas). Al mismo tiempo, las formas anteriores que adquirió la cuestión de las Malvinas no serán parte de nuestro destino oneroso de repeticiones, sino motivo de formulaciones nuevas. Es sobre esto que diferimos con Luis Alberto Romero, pues si bien no hay un nudo posible que vincule de un único tajo conceptual todos esos hechos, lo que replanteamos es el carácter de todo nudo redescubierto: decimos que es de naturaleza trágica.
No es bueno que la política y la vida intelectual argentina abandonen la idea de tragedia. Es una idea alimentadora, ilustrativa de conflictos incesantes que no se ligan por su triunfalismo sino por ser parte de proyectos turbados o perplejos, de nombres que parecen seguros y de súbito reaparecen cambiados en el pliegue de la memoria social (que no es igual a la memoria genética, de índole científica). Así resurge la señal reconstructora, pues a cada nombre le esperaba otro nombre verdadero. Ignacio hará surgir de sí a Guido y Guido guardará la memoria de Ignacio. Toda memoria es una revisita, retorno a buscar lo olvidado y no sabido de cada uno. Somos en nuestro nombre actual un yacimiento que guarda nuestros nombres involuntaria o voluntariamente adulterados. La forma griega antigua de la tragedia desafió a la humanidad con un imposible: poner un punto de atracción común para el conflicto de Estado y el conflicto doméstico, o sea, el del nombre civil público y el del nombre familiar (o recóndito) que nos señala o nos espera.
Mejor pensar lo difícil, antes que creer que pensando lo fácil resolvimos el diferendo esencial de la vida colectiva o individual. La manera en que cada nombre surge de un fondo anterior de cosas (lo trágico) son las infinitas mutaciones de una identidad, cuyo régimen de variaciones llamamos identidad en tanto huella. ¡Cómo me gustaría ser Luis Alberto Romero y vivir enojado todo el día por no saber que la memoria efectiva nos sigue como una sombra! ¡Cómo me gustaría ser del Club Político y expropiar todo sentimiento trágico sobre el presente! Pero soy del club inconcluso de la memoria ensoñada. Es porque ella nos hace libres, no nos ata a esencia alguna, nos confiere la libertad de asociar los hechos y su crítica a través del hilo conductor de la comedia y la tragedia humana.
* Sociólogo, director de la Biblioteca Nacional.

EL PRESUNTO ENTREGADOR DE IGNACIO/GUIDO El gran bonete Francisco Aguilar fue candidato de Unión-PRO en 2007. Ninguno de los integrantes de lo que fue ese espacio se hace cargo.

Por Werner Pertot
El presunto entregador de Ignacio/Guido Montoya Carlotto, Francisco Aguilar, fue candidato suplente a concejal por la lista de Unión-PRO en 2007, cuando Mauricio Macri y Francisco de Narváez eran aliados. ¿Cómo llegó a formar parte de esa lista? Desde los partidos que integraron esa alianza se pasaron la pelota: nadie se quiso hacer cargo de la presencia del presunto entregador. “La séptima sección electoral (Olavarría) la armó De Narváez”, lanzaron desde el PRO bonaerense. Desde otro sector, indicaron que los integrantes de la lista eran cercanos a la diputada macrista Gladys González, quien dice que no tuvo nada que ver. Página/12 conversó con quien encabezó esa lista como candidato a intendente, el empresario rural Julián Abad, quien dijo que lo conocía de la Sociedad Rural local. “Se acercó como un vecino más”, intentó minimizar.
Aguilar es una de las figuras clave de una de las líneas de investigación por las que se intenta determinar cómo llegó a Olavarría el nieto de Estela de Carlotto. El empresario rural sería dueño del campo donde se crió Ignacio/Guido, tenía un lazo muy cercano con las Fuerzas Armadas, fue presidente de la Sociedad Rural local, del club Estudiantes y del Centro de Equitación de Olavarría. Su incursión en la política partidaria fue en 2007, bajo la escudería de la alianza Unión-PRO. Falleció en marzo de este año y poco después el nieto recuperado se enteró de que no era el hijo biológico de los peones rurales que lo criaron.
En 2007, Aguilar entró a la sede de Unión-PRO, que habían inaugurado frente al municipio, junto con el resto de los candidatos. “Nos sentimos identificados con estos empresarios que deciden saltar a la política. Nosotros estamos haciendo lo mismo”, dijo Abad, candidato a intendente por esa lista en 2007. Tanto él como Aguilar eran empresarios rurales.
Conocidos los antecedentes de Aguilar en el caso Carlotto, entre Unión Celeste y Blanco y el PRO comenzaron a pasarse la responsabilidad por el armado de aquella lista como si fuera una papa caliente. “En la séptima, las listas las armó De Narváez”, fueron tajantes en el macrismo bonaerense. La pelota pasó al lado de De Narváez. En el espacio del Colorado no quisieron sumarse al mismo juego. Pero una fuente del peronismo de Olavarría destacó que aquella lista fue armada por la diputada macrista. La pelota volvió al lado del PRO.
“Esa lista fue armada para que entrara como concejala Carola Patané, la amiga de Gladys González. Los que la integraron eran gente de confianza de ellos”, sostuvieron desde el peronismo local. “No participé del armado en la provincia. Era directora del Banco Ciudad en 2007”, contestó González a la consulta de este diario. Sí confirmó su relación con Patané.
“Luego de que ganó Patané, Abad quiso ser candidato a diputado en 2009 y no lo dejaron. Le agradecieron por los servicios prestados y lo borraron de un plumazo. Terminó siendo funcionario del intendente José Eseverri”, indicó el dirigente del peronismo local. Eseverri actualmente forma parte del Frente Renovador. En diálogo con este diario, el ex candidato Julián Abad recordó que Macri no fue a Olavarría a apoyarlo, pero sí De Narváez. Sobre la participación de Aguilar, consideró que “se sumó como un vecino más. Venía de la Sociedad Rural. Nos conocíamos de ese ámbito. Fue una participación en la política local”.

Página 12

CAPITANICH SALIO A ACUSAR A GREMIOS OPOSITORES "Hay una estrategia deliberada para promover conflictos"

En su habitual rueda de prensa matutina en la Casa Rosada, Capitanich denunció "estrategias para radicalizar protestas para promover una política opositora". En ese marco, se refirió al paro dispuesto ayer por el sindicato de Capitanes Fluviales -que mantuvo paralizados más de cien barcos cargados con granos- y al que mantienen hoy en Aeroparque los pilotos nucleados en APLA y que está afectando a todos los vuelos de Aerolíneas Argentinas.
"Actúan de un modo coordinado. Cuando un conflicto se resuelve, empieza otro. Hay un encadenamiento para provocar conflictos, una estrategia deliberada para propiciarlos", dijo el funcionario, y añadió que "la finalidad, desde el punto de vista gremial, es que están alineados a ejes de la oposición política".
"Vamos a tener que convivir con estos conflictos en forma permanente", afirmó el jefe de Gabinete, y dijo que desde el Gobierno implementaron "alertas para tener herramientas eficaces de intervención y un monitoreo sistemático de los conflictos".
En tanto, aseguró que el cierre de la empresa gráfica Donnelley fue una decisión "unilateral" e "intempestiva" de la casa matriz, en Estados Unidos, y consideró que su carácter es "político y no empresarial". Capitanich diferenció el caso con el de la fábrica de autopartes Lear Argentina.
"La empresa Donnelley ha tenido la particularidad de haber tomado una decisión unilateral de cierre ungida por su casa matriz, en Estados Unidos. Consideramos que es una decisión por lo menos rara, unilateral e intempestiva. Esto es una decisión de carácter político y no empresarial", afirmó el jefe de Gabinete.
Al respecto, mencionó el encuentro que ayer mantuvieron en el Ministerio de Trabajo de Buenos Aires el sindicato y la empresa, donde se propició la declaración de la conciliación obligatoria por quince días, para evitar que 400 trabajadores pierdan sus fuentes de trabajo. Recordó que ya hubo una oferta de conciliación voluntaria, que fue acatada por los trabajadores y no por la empresa, y otra para conciliación de intereses, que "fue soslayada". Señaló que por ese motivo la conciliación ahora será "obligatoria".
En el caso de Lear, dijo que "es voluntad de la empresa continuar su actividad en el país e, incluso, incrementarla". "Tiene tres plantas y no es un problena de mercado", precisó Capitanich. Opinó en esa empresa "ha caído el crecimiento y la productividad por conflictos internos que tienen que ver con problemas de índole ideológica y política", y sostuvo que "el rol y la función del sindicato Smata es garantizar las fuentes de trabajo y el salario digno" y que "ningún partido político puede obstaculizar el trabajo de la gente".
Respecto a la actuación de la Gendarmería, que impidió en varias ocasiones el corte de la autopista Panamericana, Capitanich consideró que es obligación del gobierno nacional "garantizar la libre circulación de los argentinos, el derecho a la protesta y el de los trabajadores a trabajar, además de generar condiciones para que las empresas inviertan".
Finalmente, señaló que el Gobierno observa "con mucha preocupación que estos grupos no son sólo idiotas útiles de grupos concentrados y otras empresas, sino que están actuando para destruir el empleo argentino". El funcionario apuntó a los dirigentes del Partido Obrero y sostuvo que "tenemos derecho a pensar que no les interesa ni el trabajo ni los trabajadores", sino que "responden a otros intereses".

Página12

10 AGOSTO 2014 Intercambios sobre un nieto



La restitución de la identidad del nieto de Estela de Carlotto, tras 36 años de búsqueda, paralizó el país. Un hecho histórico que nos impactó pero que, también, nos puso a pensar: qué pasó en estos años, qué significa la lucha de Abuelas y la figura de Estela para nuestra generación y para toda la sociedad argentina. Lo que sigue es el intercambio que mantuvimos las horas posteriores a la noticia entre algunos de los que hacemos Ni a Palos. Como casi todos, tuvimos que salir a escribir, a mandar mails y mensajes en Whatsapp para compartir y explicar qué es lo que nos conmovía de esta noticia. Este es el resultado.
Hay acontecimientos que hacen que el tiempo se acelere, que todo pase a tomar otra velocidad, ni más lenta ni más rápida: otra. La restitución de la identidad del nieto de Estela de Carlotto, conocida el martes pasado, fue / es uno de esos acontecimientos. La buena nueva, que circuló como una cascada interminable de mensajes, tuits, llamados telefónicos, posteos de Facebook y, finalmente, como noticias contantes y sonantes todavía hoy, varios días después, conmueve honestamente a casi todo el país. Es un síntoma de que la perseverancia y el esfuerzo de las Abuelas, condensados en la figura de Estela, y el acompañamiento del Estado en estos últimos 10 años, han hecho que la búsqueda de los nietos sea un tema de agenda nacional. “No quería morirme sin poder abrazarlo”, dijo Estela en la fervorosa conferencia de prensa en la que se oficializó el anuncio. Pero así como el hecho conmueve y regocija, no es menos cierto que esto pasa más de 30 después de que empezara la búsqueda, un tiempo ignominioso para semejante ausencia. “Ellas buscan desaparecidos vivos”, dijo Taty Almeida, y sí: los nietos son fantasmas entre nosotros, espectros de una memoria martirizada por el paso y el peso de los años, y cada vez que se nos aparecen, temblamos como chicos, un poco (mucho) de la emoción, un poco para sobrellevar el espanto y disimularlo. Y este, en especial, tan emblemático, tan el nieto de todos, este por el que brindaban las Abuelas cada vez que aparecía uno, pone a toda la serie en perspectiva. Pianista, tipo sensible, según cuentan, él mismo recorrió el camino que lo llevó al encuentro de Estela, como si nada más que con abrir la puerta y entrar le haya bastado para darle un nuevo color a la historia policromática y transversal de las Abuelas. Desde que se conoció la noticia hasta que este número de Ni a Palos cerró estuvimos tratando de darle forma a una idea que contara eso que pasó y que, todavía, (nos) pasa. Sin embargo, pasó demasiado, pusimos sobre la mesa todo tipo de preguntas: el impacto de la noticia, la tensión con la Historia, el lugar de la sangre y de la juventud. De golpe, en ese intercambio, en esa cocina, estaba algo de todo eso que queríamos decir acerca de una noticia de la que todos -pero todos- quisimos decir algo en mails, en tuits, en mensajes de Whatsapp… Acaban de encontrar al nieto de Estela. ¿Qué decimos?
Asunto: primeras ideas para Estela
De: Federico Scigliano          5 de agosto de 2014, 19:17
Escribamos algo de “todos los nietos, el nieto”, algo de la recuperación de aquello inasimilable. “Mi hija era Montonera”, eso que rompe la pasteurizadora. Algo de los 30 años y de estos 10. Algo de las Abuelas como la última respuesta de los organismos cuando la vía penal estaba clausurada tras los indultos (vía apropiación de niños) que es lo que mete en cana a Videla de nuevo, y lo que se nos vaya ocurriendo.
De: Sebastián Scigliano          5 de agosto de 2014, 19:42
Taty Almeida dijo “ellas buscan desaparecidos vivos”, hay algo ahí también, la permanencia de la “aparición con vida”, que solo sirve para los nietos. La idea de los espectros, de los desaparecidos que caminan entre nosotros es potente, y también permite politizar por ahí. El laburo de Abuelas: el archivo de la memoria, esas cajas con recuerdos y con la historia de la familia por si aparecen nietos de abuelas que se murieron. Ahí también hay algo, la relación entre los muertos vivos y los vivos muertos. Peloteamos.
De: Diego Sánchez          5 de agosto de 2014, 19:44
Está bueno lo del consenso pasteurizado. Obvio no salir a pudrir la fiesta cuando están todos abrazados y la home de La Nación parece La Vaca, pero sí dar cuenta de una lucha de largos años que soportó de todo, y de una historia que es compleja y que no es una película o una canción de Gieco sino que supone eso inasimilable, que esconde un pedazo resbaladizo de la historia.
Con respecto a estos diez años está por supuesto la importancia histórica del kirchnerismo que, en sus políticas, generó el escenario para esto pero que es algo que ya dijimos mucho en Ni a Palos y, por eso mismo, estaría bueno darle una vuelta. No hay que soslayarlo pero tampoco quemarlo ni subirse a una cosa medio burocratizada. Hay un ruido en lo de Fresneda en la conferencia de hoy. El cartel de “Aquí también la Nación crece” a todo, a veces es un poco innecesario. Son esos detalles. Habría que ver si al calor de todo esto no es el kirchnerismo un “triunfo” de las abuelas y no al revés.
De: Federico Scigliano          5 de agosto de 2014, 19:57
Estela dijo, “Me llamó Cristina y lloramos juntas”, no había qué agregar a eso. De todos modos son los bordes de esta época, el exceso de una cosa que tiene potencia por sí misma. Igual es imponente la fuerza de este tema en la sociedad argentina. Los derechos humanos son agenda hace más de 30 años. Igual, Estela, cuya consagración estuvo de la mano de ser la cara contraria a Hebe, en el momento menos pensado repuso la historia política de su hija y de su compañero “con el que tuvo una historia de amor clandestino” y cortó la cadena de la dulzura de los tuits emocionados de todo “el arco político”. Asimilación y ruptura, ese es el bandoneón de todo esto hace 35 años. Así nada esta ballena entre nosotros.
De: Sebastián Scigliano          5 de agosto de 2014, 20:13
¿Por qué los nietos post Cabandié son diferentes que los nietos pre Cabandié? Qué es lo mismo que decir los nietos antes y después de Néstor. Son nietos que sobresignifican, que desbordan el sentido ceremonial de la recuperación de la identidad, del DNI nuevo, el nuevo nombre y la terapia, y pasan a componer una trama reivindicatoria / reparatoria, que antes de Cabandié no dejaba de ser de gueto. Ahora inunda la tapa de La Nación. Estela dijo que era una reparación, y que su nieto haya aparecido ahora y no antes de Néstor es una casualidad con mensaje. Si es cierto que el pibe se activó con el spot de la selección, ahí también hay algo, cierta amalgama que cambia el sentido de la cosa, de los gorritos con publicidad del Coco Basile a usar también el fútbol como un ariete, dirigir los cañones todos al mismo lugar, dotar de sentido a todo. Un política de los símbolos que es más que el Nestornauta. Y el tweet de Mascherano cierra el círculo. Un contacto de fb escribió: “Mascherano hace el spot de abuelas y hace aparecer al hijo de Estela”.
De: Federico Scigliano          5 de agosto de 2014, 20:48
Cuando se cumplieron 20 años del golpe, La Nación ignoraba o editorializaba con los argumentos de los genocidas; cuando se cumplieron 30, en 2006, la tapa era la Teoría de los Dos Demonios -hicieron algo con dos hijos, una de desaparecidos y otro “víctima el terrorismo”-; la tapa de hoy es impensada, incluso contra sus propios lectores. Hegemonía es cuando hasta tu enemigo habla tu lengua. En la home de La Nación de hoy está eso, y más.
De: Diego Sánchez          5 de agosto de 2014, 21:06
Lo del consenso -aunque siento que me alejo un poco- me da la impresión de que deja entrever también otra cosa: hasta qué punto esta noticia lo terminó pelando al kirchnerismo de todas las capas geológicas acumuladas en estos últimos y agitados años, y llegó hasta un hueso que rompe también otro “consenso”: eso de que para un sector de la sociedad cualquier cosa asociada al kirchnerismo, todas sus políticas, están viciadas, podridas, etc. “La grieta”. La figura de Estela, la lucha de Abuelas, su construcción política, y la aparición de Guido parecen romper, aunque sea por un rato, el blablabla de la “apropiación del discurso”, y termina siendo festejado por todos, o al menos por una inmensa e impensada mayoría. ¿Cómo se ve el kirchnerismo, y la política de estos últimos diez años, y la política de acá en adelante, frente a ese espejo? Es una figura política muy importante Estela.
De: Diego Sánchez          5 de agosto de 2014, 21:13
Una cosa más. Algo corto, quizás remanido: hay toda una generación de jóvenes que resolvió su identidad, su nombre, sus gustos, sus características, el pensamiento, la lengua, la vestimenta, el diseño del tatuaje, lo que se les ocurra, a partir de las Abuelas. Es remanido porque no estoy inventando nada -es el centro de su peso histórico, la recuperación de las identidades- y también resbaladizo, porque muchas veces termina chapoteando en la generalización a la que suele caer la palabra “juventud” -no hay una sola juventud, no es “esa” la juventud y la otra no- pero sí es claro una cosa: una parte de la juventud de estos años es hija de la lucha política de las Abuelas -y los DDHH, en general-. Y no me refiero sólo a los nietos recuperados. Ahí también hay algo del consenso que hablábamos y que derrama una lengua y un protocolo de conducta a toda la sociedad.
De: Sebastián Scigliano          5 de agosto de 2014, 21:42
Sí, pero hay por lo menos dos generaciones, o dos capas etáreas de una misma generación, si se quiere, que se cocinaron en ese caldo: una, la de la “resistencia”, en la que los nietos eran solo nuestros, y se celebraban en fiestas con música de la Bersuit, y otra la de la estatización de los nietos, cuya aparición se comunica en cadena nacional. Que es un paso enorme e inimaginable entonces, que es la verdadera reparación, la verdadera justicia, pero que nos obliga a ensayar otros gestos para politizar. El paso de lo social a lo político, con el que se nos caía la baba en los ´90 y que a Kirchner le duró menos de un discurso resolverlo, se manifiesta también en el pasaje de la grey a la orga, de la fiesta a la conferencia de prensa. Y las ritualidades no son las mismas. Habría que ver si no es por ahí que se nos cuela La Nación de este lado, como si la dejara cómoda la pura sociedad civil ocupando el centro de la escena. El “mi hija la montonera” de Estela interviene ahí, pero Estela también es pura sociedad civil.
De: Federico Scigliano          6 de agosto de 2014, 8:33
Escucho a un genetista muy connotado que labura con Abuelas desde 1983. “El ser humano busca naturalmente su identidad”, esencializa. Lo escucho y pienso en la presencia del discurso de la sangre en todo esto y me parece que, a riesgo de ser un toque aguafiestas, habría que detenerse sobre este asunto de la sangre buena de los nietos. “La sangre tira”, “la sangre buena busca la sangre buena”. Si hay sangre buena hay sangre mala, entonces. Conozco a una hija biológica de apropiadores, la conozco mucho. Luchó al lado de su hermano apropiado como nadie para que recuperara la identidad. Las esquirlas de esa explosión nuclear, cuando finalmente se supo la verdad hace más de diez años ya, todavía están pegadas a su cuerpo. Claro que en su caso el castigo es doble: ser hija de un hijo de puta, es decir, ser de sangre mala. Hay que tener cuidado con esto, pienso. Genética y política, vaya maridaje. El discurso de la sangre es aceptable sólo si esa sangre se politiza, y se pone en la historia, si no se vuelve higienismo de los buenos. También en ese guiso espeso se cuece este malambo.
De: Federico Scigliano          6 de agosto de 2014, 8:38
Mientras, un periodista enviado especial al Barrio Loma Negra le muestra al pibe que empezó el show. “Guido no está pero esta es su casa”, dice. Está en un barrio a las afuera de Olavarría, son las 6 de la mañana, la vereda tiene pasto, no hay ni curiosos. Los focos de iluminación de la cámara, sin querer, proyectan sobre la pared de la casa un sombra fantasmagórica. Vieja, afuera está la tele. En el jardín de la casa hay un perro que le ladra con bronca a los invasores.
De: Tomás Aguerre          6 de agosto de 2014, 10:28
No sabía qué decir hasta que Fede dijo Loma Negra, ahora tengo el deber patriótico de intervenir. Lo que para todos fue la segunda información, la anécdota, el contexto, para mi fue lo primero: “vive en Olavarría”, un comienzo de cuento walsheano. Me lo contó primero una periodista de allá, que ahora vive acá, que estaba yendo a Abuelas a la conferencia, porque el nieto de Estela era de Olavarría. Me dijo quién era, el nombre sonaba, me pasó su facebook, le miramos las fotos, dijimos las frases de rigor, que se parece, me di cuenta que lo tenía de amigo. Y esa boludez, “lo tenía de amigo”, como si significara algo, de pronto era más que una anécdota sobre la vida cotidiana en la era de internet. Quería decir un montón de cosas: que este flaco estuvo siempre ahí, que lo teníamos al lado, que le pasamos por la puerta de la casa andá a saber cuántas veces. Todos hicimos esfuerzos, justamente, de memoria, para tratar de recordar si lo habíamos visto alguna vez, tocando, en algún festival, en el teatro municipal. Pero tampoco importaba tanto porque la noticia era que estaba ahí: el flaco estaba en Loma Negra, que es cierto como dice Fede que es un barrio en las afueras de Olavarría, un barrio por el que cualquiera que vivió en Olavarría pasó alguna vez, para ir al club Loma Negra (el que jugó en Primera en los ochenta, el que le ganó 1 – 0 un amistoso a la Unión Soviética), para subir a la loma, para volantear una elección, para mostrarle la fábrica a algún turista extranjero de Capital, por ejemplo.
Ahí estaba el nieto de Estela, al que todavía no sabemos cómo llamar. Me acordé recién de una peli que vi en la facultad, “El centro” se llamaba, una peli de dos tipos que viajan buscando el centro geográfico de Europa. Que, claro, no es tan fácil por los cambios geopolíticos, por el límite ruso, por países que se agregaron, que se fueron, imperios que se desarmaron, entonces ese dato que parece objetivo, que se podría sacar científicamente, es objeto de disputas, de memorias, de relatos. Entonces los tipos viajan por varias ciudades, algunos pueblos, donde todos, todos, se reivindican como centro geográfico de Europa, hay un orgullo ahí. Hasta que llegan a un pueblito, en Austria, que por supuesto también afirma ser el centro geográfico de Europa: y ahora no recuerdo el nombre, pero era el pueblo donde aparentemente también habría nacido Hitler. Y de ahí, decían los documentalistas que recorrieron Europa, todo el empeño de sus pobladores por dejar de ser “ese” pueblo, el pueblo donde nació el mal.
Me preguntaba estos días qué significa esto para una ciudad como la nuestra, como Olavarría, más allá del momento ese raro donde movileros de Capital Federal se instalan en una vereda y cuentan cómo en los pueblos todavía se duerme la siesta. Qué significa, digo, empezar a tener una nueva identidad (también) como ciudad: ahora somos, además de todo lo que éramos, la ciudad en la que apareció el nieto de Estela.
Y aunque parezca impostado para que esto cierre bien, me pasó también que después de acordarme de Loma Negra, de la peli sobre el centro de Europa, me terminé de acordar de la plaza Álvaro Barros, la plaza en la que jugábamos al fútbol. Una plaza que al costado, abajo de un árbol enorme, tiene una placa encastrada sobre cemento, que recuerda que ese lugar específico, esa plaza en honor al fundador de Olavarría, es el centro geográfico de la Provincia de Buenos Aires. Andá a saber cuántas veces pasó el nieto de Estela por ahí.
De: Sebastián Scigliano          6 de agosto de 2014, 11:25
Ahí en su texto Martín Rodriguez acierta un poco. Sobre lo local, sobre la vida local, pre revolucionaria de los nietos. Que hay sociedad antes que Estado, dice, y tiene razón. Porque una razón reparadora no deja de ser una razón de estado, que se lleva puesta la micro vida, y la politiza, inevitablemente. Con vergüenza, antes, hasta con desgano. Con épica, ahora, y con alegría, por qué no. Estela está pidiendo prudencia con él, que no lo apuren, que le den su tiempo. Pero el pibe ya tiene una biografía pública, y una locutora hoy a la mañana pedía que toque con Baremboin y Marta Argerich, en serio. Primo Levi cuenta que cuando el ejército soviético liberó los campos de concentración usó las instalaciones de los campos como enfermería, como hospital para recuperar a los torturados. Que se bañaban en las duchas en las que antes iban a morir. Por ahí la analogía es una desmesura, pero me parece que ilustra lo complejo de los momentos bisagra, lo que irrumpe de sano y reparador y lo que queda del otro lado, que no se extingue cuando el Ministerio del Interior le de el nuevo DNI y apriete “delete” en la carpeta que antes llevaba su nombre de civil.
De: Diego Sánchez          6 de agosto de 2014, 12:55
A todo esto hace dos semanas que estoy en USA. Ayer me pasé viendo TN y 678 siguiendo lo de Estela. El lunes a la noche enganché un streaming pedorro sólo para ver si Cristina lo atendía a Tinelli. Estoy a ocho mil kilómetros de distancia y no me puedo sacar la coyuntura de encima. El Washington Post habla de las “Grandmothers of the Plaza de Mayo” y titula con esa impunidad hermosa que le da su independencia al manual de estilo democrático del periodismo argentino: “Un test de ADN cierra un misterio de la ‘guerra sucia’ en Argentina”. Y abajo insiste -es un cable de AP-: “uno de los más longevos misterios sin resolver de la “guerra sucia” que aún persigue al país”. Se cierra algo. Un amiga me acaba de decir por chat que “ayer acá había medio clima mundial de nuevo”. Y en Twitter algo se veía: sin contar los que salieron a cazar cínicos, todos querían decir algo, a todos los conmovía, inclusive vi amigos y conocidos de lugares impensados hablando de sus abuelas. Yo, por supuesto, soñé con mi abuelo, que se murió este año. Vida y política. E inconsciente colectivo. Me acuerdo de la frase del Almirante Anaya que usó Andrés Rivera en una de sus novelas: “No sé qué es lo que ocurre en este país, pero todo el mundo transmite algo”. Argentina es un estado de la mente y una máquina de producir historia.