domingo, 3 de agosto de 2014

El fusilamiento de cuatro chinos


 Edición número 324. Domingo 3 de agosto de 2014


La madrugada del 13 de mayo de 1975, un grupo de tareas de la CNU platense asesinó a cuatro militantes del Partido Comunista Revolucionario (PCR) en La Balandra, cerca de Berisso.
Otra vez en la zona de Berisso, siempre cerca del agua, las balas de los grupos de tareas de la Concentración Nacional Universitaria (CNU) volvieron a romper el tenso silencio de la noche. La madrugada del 7 de abril de 1975 su blanco había sido el cuerpo de Luisa Marta Córica, una militante peronista y trabajadora del hipódromo platense secuestrada la tarde anterior. Su cadáver acribillado fue encontrado por unos pescadores en un paraje casi inaccesible de Los Talas. Poco más de un mes después, el 15 de mayo, el matutino El Día tituló en tapa: “Encontraron asesinadas a cuatro personas en la zona de Los Talas”.
El copete de la nota decía: “Dos hombres y dos mujeres fueron hallados asesinados en el camino mejorado que comunica la ruta provincial número 11 con el balneario La Balandra, en la costa del Río de La Plata, jurisdicción de Los Talas, partido de Berisso. Los cadáveres presentan múltiples perforaciones de bala y los crímenes –se dijo– se habrían producido pocas horas antes de que un comerciante de la localidad de Bartolomé Bavio que accidentalmente (sic) pasaba por el lugar conduciendo su automóvil efectuara el macabro descubrimiento. Ello aconteció en la media mañana de la víspera y los investigadores policiales se inclinan por suponer dadas las circunstancias similares que presenta el múltiple homicidio con otros casos acaecidos en nuestro medio y en otros puntos del país que se está frente a un hecho con connotaciones políticas”.
El hecho presentaba sobradas evidencias para que el diario El Día y los investigadores policiales “supusieran” bien. El cuádruple crimen había sido un fusilamiento de características casi idénticas al que poco más de un mes antes se había cobrado la vida de Córica. En ambos casos, las “múltiples perforaciones de bala” revelaban el uso de muchas armas, de diverso tipo. En el caso de los cuatro muertos de La Balandra se trataba de calibres 22, 38, .45 y 7.62, este último correspondiente a un fusil automático liviano (FAL). El Día también informaba: “Los cuerpos estaban desnudos y, además de las heridas ocasionadas mediante disparos con arma de distinto calibre, presentaban lesiones”. En otras palabras: antes de fusilarlos, la patota los había torturado.
Cuatro militantes del PCR. Los cadáveres fueron rápidamente identificados como pertenecientes a Ana María Cameira, Carlos Polari, David Lesser y Herminia Ruiz. Ana María Cameira tenía 31 años, era asistente social y era empleada de la Municipalidad de La Plata en el Centro de Promoción del barrio de Villa Montoro, de esa ciudad. Carlos Polari era estudiante de la Carrera de Psicología de la Universidad Nacional de La Plata y, como Cameira, también trabajaba en la Comuna platense. Herminia Ruiz había trabajado en el Instituto del Torax y se desempeñaba en el Hospital San Juan de Dios. David Lesser era odontólogo.
Aunque el diario El Día aseguraba –en una enumeración que parecía igualar los tres términos– que “se informó que ninguno de ellos registraba antecedentes policiales, penales o políticos”, los cuatro fusilados eran reconocidos militantes del Partido Comunista Revolucionario (PCR), un desprendimiento de orientación maoísta del viejo Partido Comunista (estalinista). Polari había sido uno de los fundadores del PCR; Lesser había sido un destacado dirigente estudiantil en la Facultad de Odontología y seguía militando activamente luego de haberse recibido; Cameira desarrollaba un importante trabajo político barrial en Villa Montoro, y Ruiz había sido delegada de los trabajadores del Hospital San Juan de Dios.
El testimonio de otros militantes del PCR permitió reconstruir las circunstancias de sus secuestros. La noche del 13 de mayo, los cuatro habían salido a bordo del Citroën 3 CV patente B–976.666, propiedad de Polari, para cumplir con una tarea partidaria: hacer pintadas callejeras reclamando la liberación de otro militante de la organización, Horacio Micucci, detenido por la Policía de la Provincia de Buenos Aires el día anterior. Aproximadamente a las 11 de la noche, cuando comenzaban a pintar una pared ubicada en la esquina de las calles 17 y 42 de La Plata fueron sorprendidos por un grupo de hombres que, amenazándolos con armas de fuego, los obligó a subir al auto de Polari y a otro vehículo, que partieron con rumbo desconocido. En la pared quedó escrita una pintada inconclusa. Alcanzaba a decir: “Libertad...”.
La investigación de Miradas al Sur puede agregar que el grupo parapolicial que los secuestró estaba integrado por varios notorios integrantes de la Concentración Nacional Universitaria (CNU) a las órdenes de Carlos Ernesto Castillo (a) El Indio. El automóvil utilizado por los secuestradores, un Torino blanco robado con placas correspondientes a otro vehículo –una camioneta robada en Florencio Varela semanas antes–, fue luego abandonado en la localidad de Melchor Romero, cercana a La Plata.
Los autores de esta investigación también han podido establecer que la operación que costó la vida a Lesser, Polari, Micucci y Ruiz fue otra de las acciones de la banda de la CNU capitaneada por Castillo pero todavía operando en conjunto con otro grupo de tareas de la Alianza Anticomunista Argentina (AAA o Triple A) conducida por Aníbal Gordon (a) El Viejo. Esa misma patota conjunta –con algunas variaciones en sus miembros– ya había sido responsable de varios secuestros y asesinatos perpetrados en los últimos meses en La Plata y su zona de influencia, entre ellos los de Córica, el médico Mario Gershanik, el sindicalista Carlos Ennio Pierini, el docente universitario Luis Macor, el histórico dirigente de la resistencia peronista Horacio Chaves y su hijo Rolando.
Terror contra los chinos. Los asesinatos de Ana María Cameira, Carlos Polari , David Lesser y Herminia Ruiz formaron parte de una escalada de la banda platense de la Concentración Nacional Universitaria contra militantes del Partido Comunista Revolucionario cuando, paradójicamente, la dirección de esa organización se había pronunciado en apoyo al gobierno ultraderechista de María Estela Martínez de Perón. En noviembre de 1974, el Comité Central del PCR había bajado una consigna delirante –por las evidentes e irresolubles, aunque negadas, contradicciones que contenía– que no dejaba dudas: “No a otro ’55. Junto al pueblo peronista, contra el golpe pro ruso o pro yanqui, para avanzar en el camino de la revolución”. Las consignas que los militantes del PCR plasmaban en las paredes reflejaban esa posición: “Defendamos al gobierno democrático de Isabel contra el golpe ruso o yanqui”, decía la mayoría de ellas. En ocasiones, los aerosoles chinos agregaban el nombre de López Rega al de la viuda de Perón.
Por esa misma razón, el PCR se negó sistemáticamente a acusar a la CNU por las muertes de estos cuatro militantes, como tampoco por los asesinatos del dirigente Enrique Rusconi, ocurrido el 7 de diciembre de 1974, y el del arquitecto Guillermo Guerini, que ocurriría el 22 de mayo de 1975, poco más de una semana después de los fusilamientos de La Balandra. Que la CNU operara en ese momento contra el PCR no encuentra otra explicación política que el fundamentalismo de sus ideólogos y de algunos de sus jefes operativos.
Los autores de la investigación de Miradas al Sur saben de fuentes inobjetables que en diciembre de 1974 el grupo de tareas de la Concentración Nacional Universitaria platense capitaneado por Carlos Ernesto Castillo (a) El Indio estaba realizando la inteligencia previa para asesinar a Rusconi. La información había sido obtenida por Enrique Rodríguez Rossi, un militante de las Fuerzas Argentinas de Liberación 22 de Agosto (FAL 22) que, utilizando sus vinculaciones sociales y la cercanía de su familia con el arzobispo Antonio Plaza, llevaba más de un año infiltrado en la CNU. Rodríguez Rossi –que fue descubierto y asesinado por Castillo y sus secuaces meses más tarde– dio aviso a la dirección regional de las FAL 22, que a su vez informó a la dirección nacional de esa organización. Cuando se decidió advertir al PCR sobre la operación en marcha contra uno de sus dirigentes ya era tarde. La información nunca llegó a destino. Según testigos del hecho –choferes de una línea de colectivos con terminal en el lugar–, Rusconi murió gritando cuando le llovían las balas: “Me secuestran los rusos”.
Guillermo Guerini, también militante del PCR, fue secuestrado por un grupo de tareas de la CNU y la Triple A en las inmediaciones de la estación del Ferrocarril Roca, en La Plata, la noche del 21 de mayo de 1975 y fusilado a la vera de un canal cercano al Puente Roma, en Berisso, horas después. La investigación de Miradas al Sur estableció (ver nota “Un fusilado en el Puente Roma”, publicada el 16 de marzo de 2014) que de ese crimen participaron, entre otros, Aníbal Gordon (a) El Viejo, Carlos Ernesto Castillo (a) El Indio, un asesino llamado Gustavo –sobrino de un juez de la época, Carnevale–, un ladero de Gordon apodado El Mudo, y por lo menos un agente de la Policía Bonaerense.
Hasta el momento, los autores de esta investigación no han obtenido información alguna que permita sostener la hipótesis de que en esos grupos de tareas hubiera asesinos pro rusos o pro yanquis. La verdad es mucho más sencilla: eran fachos, culatas, lúmpenes y policías al servicio del terrorismo de Estado del “gobierno democrático de Isabel y López Rega”. Casi todos ellos están todavía vivos, libres e impunes.



Israel ofende a la humanidad Marcos Roitman Rosenmann

Los noticiarios abren su programación con la cifra de muertos en Gaza. A continuación desagregan las víctimas, entre población civil, niños y objetivos militares abatidos por el ejército israelí, suma y sigue, y acaban señalando las observaciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, los exhortos de Obama pidiendo a Israel un alto el fuego y la inacción de Europa. Así, día tras día. Ninguna sanción, bloqueo de cuentas, retirada de embajadores, suspensión de créditos o condena formal al gobierno de Israel por trasgredir la Convención de Ginebra. Meros llamados de atención y recomendaciones.

La sensación de vivir en un mundo donde bombardear hospitales, escuelas, centros culturales, bibliotecas, guarderías, lanzar obuses, disparar contra la población civil, queda impune, es de impotencia. ¿Cuál es el límite a la barbarie? El argumento para justificar los crímenes de guerra cometidos por Israel y regurgitado por sus aliados occidentales es simple: "El pueblo judío ha sufrido siglos de persecución, debemos ser comprensivos. Ahora les toca defender su territorio agredido por terroristas que les impiden vivir en paz". ¿Alguien en su sano juicio puede creer que el Estado de Israel está en peligro?

Israel tiene derecho a defenderse, sí, como cualquier otro país que sea atacado militarmente y sus invasores pretendan arguir el derecho de conquista para someter a su población y esclavizarla. Pero no es el caso. La Autoridad Nacional Palestina no pretende anexionarse Israel, como hizo Alemania con Austria en marzo de 1938. Tampoco parece probable que los palestinos invadan territorio israelita, cuyos límites, por el contrario, suma tierra conquistada al pueblo palestino tras la guerra de los seis días en 1967 y la guerra de Yom Kipur en 1973. En dichos territorios Israel ha establecido colonias y asentamientos ilegales, construido un muro, el de la vergüenza, y sometido a control político-militar a la población en Gaza y Cisjordania. Asimismo, con el argumento de vivir continuamente en guerra, Israel incrementa su potencial bélico, posee la bomba atómica, tiene armamento de última generación, drones, misiles de largo alcance y una fuerza aérea y naval sobredimensionada. En contraposición, la Autoridad Nacional Palestina tiene milicias, cuerpos policiales y un arsenal militar obsoleto y de corto alcance. La asimetría es total. No hay dónde perderse, no existe guerra, ni hay razón para atacar a la población de Gaza con el odio y la inmisericordia de la que hace gala Israel.

Si los crímenes del nazi-fascismo ofendieron a la humanidad y fueron juzgados por un tribunal ad hoc: Nuremberg, Israel toma el relevo y nos ofende. Tal vez sea la hora de imputar a los dirigentes israelitas como responsables de crímenes de lesa humanidad. En ese sentido, el holocausto nazi-fascista se tipificó como un agravio contra el ser humano, una negación de la dignidad, es decir, una deshumanización que anulaba la condición humana. El tamaño del horror y los testimonios de la barbarie nazi levantaron la voz de un nunca jamás. La naciente comunidad internacional se comprometió a sancionar y juzgar tales crímenes donde el peligro de genocidio, etnocidio o crímenes de guerra se produjesen. Sobre ellos recaería todo el peso de la ley. Las sanciones debían ser ejemplares. Sus responsables detenidos, juzgados y condenados. Pero en su fuero interno pareció hacer excepciones, salvo que los imputados fuesen Israel y las potencias hegemónicas.

Gaza es hoy un campo de concentración y exterminio, los hornos crematorios y cámaras de gas han trasmutado en bombardeos aéreos, obuses y drones. Hoy la "solución final" se aplica de manera velada al pueblo palestino bajo la doctrina Dahiya, que habilita al ejército israelí a considerar objetivos militares a la población civil, escuelas, hospitales y patrimonio cultural, con la finalidad de aumentar el grado de sufrimiento. Pensar que cualquier persona o infraestructura en Gaza es objetivo militar traspasa cualquier consideración de tipo ideológico y moral, por no decir ético. ¿Cuál es el límite de sufrimiento y muerte fijado por Naciones Unidas y los países occidentales para el pueblo palestino y no llamarlo genocidio? ¿Cuál es la distancia que separa una operación de castigo de un genocidio y crímenes de guerra?

La comunidad internacional debe actuar o será cómplice de crímenes de lesa humanidad, si ya no lo es. Repito, Gaza se ha transformado en un gran campo de exterminio y muerte, un gueto, donde no hay compasión y el grado de sufrimiento es llevado al límite para crear la sensación de no ser nada, salvo despojo. Primo Levi, sobreviviente del Holocausto, relata en su Trilogía de Auschwitz: "No hay dónde mirarse, pero tenemos delante nuestra imagen, reflejada en 100 rostros lívidos, en 100 peleles miserables y sórdidos... Entonces, por primera vez nos damos cuenta de que nuestra lengua no tiene palabras para expresar esta ofensa, la destrucción de un hombre. En ese instante, con intuición casi profética, se nos ha relevado la realidad: hemos llegado al fondo. Más bajo no puede llegarse: una condición humana más miserable no existe, y no puede imaginarse. No tenemos nada nuestro: nos han quitado las ropas, los zapatos, hasta los cabellos. Si hablamos no nos escucharán, y si nos escuchasen no nos entenderían. Nos quitarán hasta el nombre. Y si queremos conservarlo, deberemos encontrar en nosotros la fuerza de obrar de tal manera que, detrás del nombre, algo nuestro, algo de lo que hemos sido permanezca". Hoy, Israel aplica la misma política que las autoridades del Tercer Reich desplegaron para justificar la supremacía de la raza aria y pueblo alemán. Sólo que lo hacen en nombre del pueblo de Sion. Nos ofenden.

La Jornada
 

Roberto Arlt Por César Tiempo

Aterrizamos en una lechería de la calle Entre Ríos y Cochabamba regenteada en aquel entonces por Ángel Greco, el autor de Naipe marcado y otros tangos no menos memorables. A Roberto le habían dicho que el lugar era un refugio de malandrines y tipos exóticos y con su impaciencia habitual vino a sacarme de casa para que lo acompañara. Yo era del barrio y había visto desfilar por los almacenes de San Cristóbal a la flor y nata de los payadores, cuentistas del tío, guitarreros, actores filodramáticos, pintores alucinados y, sobre todo, autores de tangos, abrumados de inspiración, que no conocían una nota y llamaban desesperados a las puertas de los conservatorios de Richard o del viejo De Caro para que le pusieran música a aquellas melodías que parecían compuestas para pito y que sus labios silbaban con la angustia de que la memoria les hiciese una mala pasada traspapelándoles los motivos. Arlt no había tenido tiempo de conocerlos y se complacía en hacerme contar vida y milagros de algunos de ellos sobre todo del payador Betinotti, del actor Vicente Bonaiúto y de los músicos Ernesto Ponzio, Rosendo Mendizábal, Greco y Padula cuyos tangos, como dijo un poeta que compartió más de un aguardiente junto al mostrador de estaño, vivirán “ mientras quede en el fango, como un mate curado, la amistad del amigo”.

Todo lo que perdura en la existencia y da pábulo a modificaciones esenciales tiene para cada alma una forma propia de construcción y de expresión. Así como la estructura de los cristales de la nieve es un efecto de la tensión eléctrica del aire, la arquitectura íntima de una personalidad es una resultante de las atmósferas que ha sabido y podido soportar. Por encima de los consabidos factores telúricos y psicológicos, las leyes mendelianas de la herencia y los ingredientes aleatorios, fueron sus tropismos mentales y sentimentales quienes gravitaron decisivamente sobre el meridiano magnético de Arlt. Toda individualidad auténtica atrae lo que necesita. Los otros, los que caminan arrastrando las zapatillas, nacieron para ser atraídos. Arlt se encontró a sí mismo buscándose en los demás. Amó sin grandes aspavientos la horrible belleza del tiempo que le tocó vivir pensando que cada virtud era un obstáculo puesto en el camino de la perfección por la infamia o por el resentimiento. Él había tenido una infancia duramente humillada y no precisamente por su pobreza, sino por la intolerancia y la inclemencia de su padre que odiaba todo lo que florecía en la vida tempranamente despierta del hijo a los sentidos y a los devaneos de la imaginación. Más tarde se desquitó con la literatura como se desquitan con sus mujeres los maridos que, huérfanos de madre desde la niñez, tuvieron un padre que les hizo la vida imposible hasta el momento que se zafaron de su tutela para casarse. De ahí que cuando Arlt empezara a escribir estuvo bien lejos de ser el idealista que veía lo que quería ver sino un realista que se movía kafkianamente en un mundo en que todo era posible y nada era posible, en que todo tenía sentido y nada tenía sentido. Se divertía con sus personajes cuando los conocía y padecía con ellos y por ellos cuando los describía sintiendo su tiempo como una realidad última, con la desesperación de una naturaleza dionisíaca dueña de uno de los oídos más sensibles para lo que fuera el corazón cuyas ilusiones esa misma realidad terminará por pisotear y destruir. Pero nos hemos puesto a hacer exégesis y lo que pretendíamos era hacer crónica. ¡Perdón!

La lechería de Greco solía ser frecuentada entre otros por un griego cefalonita que había peleado en la guerra ruso-japonesa y contaba historias espeluznantes de la campaña de Mukden; por un holandés nutrido a caldo de tempestades que traficó con estupefacientes en el Caribe, fue cornac en la capital de la India y lector de dewanadari en una Universidad italiana; por un hermeneuta pontevedrino que pedía a cada rato lápiz y papel para demostrar con rigurosos cálculos algebraicos la inexistencia de Dios, por una gloria emérita del fútbol que acababa de cumplir una condena por homicidio con atenuantes; por un bandoneonista de la orquesta que había llevado Pizarro a París y nos deleitaba contándonos las fechorías de Gardel cuando el morocho, de pantalón corto, era la pesadilla de los puesteros del Mercado de Abasto y por un grupo escasamente locuaz de muchachos doctorados en la universidad del paco mocho, el escruche, la punga y “todo trabajo perteneciente al ramo” y que, en la plataforma de los tranvías, sabían convertir indefectiblemente al prójimo en una línea recta, vale decir en la menor distancia entre dos puntos... Forajidos que no recularían ante las bellaquerías más sublevantes se les podía ver allí, acodados a las mesas de mármol escuchando un tango tras otro con la misma emoción religiosa de un derviche escuchando la palabra de su Profeta.

Arlt acababa de publicar un cuento en Los Pensadores en el que podía advertirse ya su inusitado vigor de forma y fondo, su desprecio a las flores de papel de la literatura y esa inclinación irreprimible a una especie de dialéctica de la crueldad que muchos años más tarde hallaría sus teorizadores y exaltadores en otros géneros: Artaud en el teatro y Buñuel en el cine. Olvidaba decir que estábamos en las postrimerías de 1925. Roberto había traído el ejemplar de la revista consigo y, con su vehemencia habitual, se puso a hablar a gritos de los personajes de su historia, un friso de tipos extraordinarios con material para una novela presentado en menos de dos páginas. Minutos después estaba leyendo “La tía Pepa”, tal era el título, con esa su voz rica en inflexiones, por momentos estridente pero siempre cálida y un poco nasal complaciéndose en paladear las palabras y arrojarlas luego con sorna y brusco patetismo sobre el oyente. Los ojos de oscuro sardónice, esa piedra extraña cuyo color se aviva en el agua, brillaban embriagados y el rebelde mechón se alborotaba sobre la frente surcada por una sola arruga.

El auditorio se espesaba en torno suyo en medio de un silencio de selva petrificada. Y, al terminar la lectura, los gestos de aprobación, las miradas de inteligencia, el aliento contenido fueron más elocuentes que todos los elogios. El silencio duró dos minutos. El primero que se aventuró a hablar fue el holandés.

—Yo conocí una vieja parecida a esa en Amsterdam. Era feroz. Compraba perros. Los ataba con alambres y les cortaba la lengua para vengarse de los ladridos que le impidieron despedir en silencio a su padre la noche del velorio...

—Permítame, señor —terció el ex-jugador de fútbol, un tipo de fealdad enérgica, con dos ojillos casi pegados bajo una frente que parecía afeitada para que pudiesen destacarse las cejas— ¿Usted conoció a esa familia?

—A todos, no, a algunos. Los demás están inventados. Tampoco son tales como los he descrito. ¿Por qué me lo pregunta? (Después me contó que lo había escrito para mortificar a los parientes de su primera esposa, cargando deliberadamente las tintas).

—Porque yo conozco una familia igual, idéntica —siguió diciendo el tipo de las cejas enmarañadas—. La vieja Pepa que masticaba su odio como una carne viva y su hermano Alfonso que azotaba a su mujer en el almacén de campaña, esa María Palomba que había hecho morir de miedo y de padecimientos a su padre en el granero, y Egidio, el farmacéutico avaro y el hijo de la tía Pepa que fue una noche al cementerio y violó la tumba de su tío para robarle el reloj de oro que los deudos habían dejado en el chaleco del difunto, a todos los tengo vistos con mis propios ojos. Y créame que esa cáfila de degenerados no merecía que usted perdiera una hora recordándolos. Lo que no comprendo es cómo pudo pintarlos con tanta perfección sin conocerlos, porque usted, estoy seguro, no estuvo nunca en Antofagasta y no pudo haber tratado a... mi familia.

—¿Sabés cómo...? —le contestó Arlt tuteándolo con la familiaridad y el frenesí que eran inseparables de su naturaleza—. Campaneándolos con el tercer ojo.

—¿El tercer ojo?... —se aventuró a inquirir uno de los punguistas con el tono de quien presiente una tomadura de pelo, contrayendo los músculos del rostro como si hubiese succionado el jugo de una planta venenosa.

—Sí, viejito, el tercer ojo —insistió Arlt apoyando toda la voz en las vocales—. Es una especie de detector que permite ver lo que los ojos no alcanzan a ver ni adivinar. Una cara, una casa cerrada, unas palabras sorprendidas en el andén de una estación, una blasfemia oída en un mercado, un llanto de mujer, un chiquilín perdido en una calle desierta excitan mi detector, ponen en funciones el tercer ojo, me permiten reconstruir no sólo la persona apenas entrevista o el interior de la casa sino ver con claridad espantosa dentro de su alma, conocer a quienes le rodean, reconstruir minuciosamente el mecanismo de sus ilusiones y desilusiones y hasta respirar el tufo húmedo y acre de las piezas que a la larga lo corrompen todo, hasta los sueños. En cada casa, aun en la más fastuosa, en la más pulcra, se aferra a las paredes como una hiedra invisible la planta húmeda del hastío que sólo es posible descubrir con el tercer ojo, el ojo que permite ver a la gente no solo como es sino como quiere ser.

El semblante de la coluvie que lo escuchaba se había hecho único entre todos los semblantes humanos. Arlt prosiguió, excitado:

—Ustedes creerán que esto es una invención mía, una fanfarronada. Les juro que no soy el primero en hablar del tercer ojo, si bien los demás no lo llamaron así. Los estudiosos de la anatomía humana conocen la existencia de la glándula pineal. Esta glándula está ubicada en la parte posterior del ventrículo medio del cerebro y Descartes colocó en la misma el sitio del alma. Algunos investigadores del siglo XVIII consideraban sus concreciones como la causa o efecto de la locura, pero el gran fisiólogo Tiedemann sostuvo que esa opinión carecía de fundamento y que dicha glándula era nada más que una masa que servía de refuerzo a los tálamos ópticos. Por su parte un médico bohemio, Fernando Arlt, un bisabuelo mío que se hizo célebre a mediados del siglo pasado como profesor de oftalmología en la Universidad de Viena, sostuvo que dicha glándula era un vestigio del tercer ojo. No se refería al ojo único de Polifemo, el cíclope cegado por Ulises ni al ojo supérstite del genial Luis Carlos López, el tuerto de Cartagena de Indias, sino a un ojo invisible, eternamente desvelado detrás de la frente, regañado y zahorí, que perfora las más impenetrables tinieblas y permite al que lo posee quitar la luna de su lugar para que la noche sufra sus consecuencias, convertir el paisaje a nuestro humor, ser huésped absoluto de los lugares que no lo reclaman y de las gentes que no lo quieren. Conque, attenti, viejitos, ¡que la polenta brucia!

Y dicho esto se echó a reír como un loco, abrazó a cada uno de los circunstantes y diciéndome: “¿vamos? “ salimos de allí y nos fuimos caminando hasta Flores.

Veinticinco años más tarde, invitado por Eduardo De Filippo, viajé desde Roma a Nápoles para asistir al estreno de su Grande Magía. Llegué al teatro Mercadante con el tiempo justo para entrar a su camarín, cambiar un abrazo, augurarle una victoria más e ir a ocupar mi butaca, flanqueado por Viviani, el pelitaheño crítico napolitano, y el anticuario Casella, famoso por haber hospedado años atrás en su casa contigua al teatro a Franz Werfel y Anatole France.

Apagadas las luces de la sala ésta fue bruscamente invadida por los haces azules de ocho reflectores destinados a ofrecer la ilusión de una platea metamorfoseada en un mar. El decorado representaba la fachada de un hotel de verano en una playa de moda bajo un sol que empolvaba melancólicamente balcones y ajarafes. La primera sorpresa fue comprobar que Eduardo se había reservado el segundo papel de la obra cediendo el de Otto Marvuglia, el protagonista, a su cuñado, el esposo de Titina. Otto Marvuglia era el nombre de uno de esos ilusionistas que andan de romanía y enjugan penosamente sus déficits artísticos y crematísticos recorriendo los balnearios para ofrecer su espectáculo a cambio de unas monedas. El autor lo presentaba acogido burlonamente por los huéspedes del hotel que, exasperados por la molicie, aguzaban su ferocidad como si el sol quemante o el aire salobre descompusiesen su sistema nervioso empujándolos a complacerse en el mal por el placer del mal provocando con sus ironías al infeliz saltimbanqui. Hasta que el prestímano, sin apearse de su énfasis deliberado de charlatán de feria, se permitía pedir un poco de atención para decirles, después de echar una mirada al oleaje de luz azul que saltaba del hiposcenio a la platea:

—Según el común de los mortales el mar es grandioso. ¡Valiente estupidez! Yo pensaba lo mismo que ustedes y me zambullí tranquilo en un mar abierto como todos los mares. No hallé un solo lugar para desplazarme con facilidad. Todo el mundo se había sumergido antes que yo; mil manos me rechazaron violentamente haciéndome volver al punto de partida. El mar era apenas una gota de agua. Lo único que tiene de prodigioso es que no llega a absorberse o, por lo menos, el proceso de absorción es lento y escapa al ojo humano. Una gota de agua en medio de las tinieblas, una oscuridad sin límites, una oscuridad que existe aun en las horas que creemos que el sol la destruye. Yo, señores, veo las tinieblas en pleno sol. Porque el sol pasa, sí, pero a pesar suyo, como un condenado; y, cuando pasa, no pretende combatir a los monstruos diabólicos que tienen secuestrada la luz. Sólo nosotros podremos combatirlos y destruirlos si logramos poseer el tercer ojo. El ojo sin párpados, el ojo del pensamiento, el ojo del alma, el único que ve lo que no debe verse.

¿Cómo era posible esta coincidencia? De Filippo no había leído a Arlt ni éste había publicado nunca las consideraciones que le escuché un cuarto de siglo atrás en una lechería de barrio. Ni siquiera había oído su nombre hasta el momento en que, terminada la representación, apagadas las efusiones, fuimos a Zi Teresa a hacerle honor a una langosta partenopea. Allí le hablé de él y de la extraña similitud entre las palabras de su personaje y las escuchadas por mí de labios de Arlt que aún no había publicado su primer libro. Eduardo apenas si se mostró sorprendido. Recordó que Giambatista Vico, para descifrar el misterio único de la historia, pensaba que la humanidad vuelve a pasar por los mismos puntos. Algo semejante ocurre con las ideas de los poetas. “En uno de esos corsi e recorsi se han encontrado los atisbos lejanos de tu compatriota y los míos. Por otra parte así como los cohesores captan las ondas en la telegrafía sin hilos ¿quién no te dice que un receptor ultrasensible me haya permitido atrapar en el espacio la ocurrencia de Arlt? Creo que los griegos llamaban a eso sinfronismo”.

Pero si el autor de Filomena Marturano no conoció a Arlt tampoco Arlt conoció a Jules Supervielle que dijo precisamente aquí y en una reunión que hizo época, estas palabras: “Hay una poesía que nos sacude en la noche para preguntarnos ¿qué has hecho de tu vida? Y hay una poesía que da a nuestra mirada el poder de las metamorfosis, y donde había tal o cual cosa veis una rata, donde había tal o cual otra cosa es una mujer que aparece, y desde el lugar en que no había nada sale vuestro mejor amigo y se adelanta hacia vosotros”.

Cuántas veces habrá oído Roberto aquella misma pregunta en medio de su soledad poblada de monstruos implacables y cuántas veces la mirada de su tercer ojo fue descubriendo el hábitat que pocos pudieron y se atrevieron a ver detrás del pandemonio. Las pruebas a que fue sometido, los sufrimientos que padeció, las humillaciones que le infligieron no fueron más fuertes que la fuerza de su vocación y en ningún momento, desde que eligió su camino, pensó en renunciar a él, pues la divisa de un escritor en el naufragio de su tiempo no puede ser ¡Sálvese quien pueda!, sino ¡Salvemos a todos los que podamos salvar!

Roberto Arlt cumplió con lo que creía su deber hasta el momento final sintiendo pesar sobre su espíritu las últimas interrogaciones, deshecho de pena por la inicua obligación que le imponía el destino de callar antes de tiempo.

La noche del sábado 25 de julio de 1942, cuando nos encontramos en el Círculo de Prensa, lo primero que me dijo fue:

—¿Te acordás de la historia del tercer ojo que le conté a los malandras de tu lechería? La inventé en ese momento pero después resultó que las cosas eran tal cual las había inventado y el tercer ojo no me deja dormir desde aquella noche. He visto cosas increíbles, monstruosas, indescriptibles como ese Maëlstrom de Edgar Poe que todo lo arrastra hacia su vórtice. Las escribí todas para sacármelas de aquí... —y se señalaba la frente—. Y ahora tengo miedo de ver en el enorme vacío donde atisba el más allá esa mirada aterradora capaz de vaciarnos el alma y a la que es imposible oponer la simple mirada de nuestros ojos humanos. Al tercer ojo se le está gastando la batería...

Y se echó a reír locamente con esa risa a chorros que denunciaba la exuberancia de su vitalidad.

A las once de la mañana siguiente su corazón se hacía pedazos.

(De Protagonistas)

Armas y pilotos argentinos en operaciones secretas

Por Walter Goobar
mundo@miradasalsur.com

Durante la dictadura militar y durante los sucesivos gobiernos de Raúl Alfonsín y Carlos Menem, la Argentina participó en múltiples operaciones aéreas clandestinas en zonas de guerra. Ademas del tráfico de armas a Croacia y Ecuador en la década de los ’90, la Argentina fue un punto habitual de triangulación de armas con certificados de destino final falso. Una de esas operaciones –tal vez la menos conocida– concluyó con el derribamiento de un avión argentino sobre el territorio de la ex Unión Soviética y con la muerte del piloto argentino Héctor Ismael Cordero.

Durante su gestión como canciller del gobierno de facto del general Roberto Viola, Oscar Camilión intervino en una oscura y multimillonaria operación israelo-norteamericana para proveer armas a Irán que constituyó la antesala del escándalo Irán-Contras .

“Irán perderá la guerra contra Irak si no recibe ayuda de los Estados Unidos”, vaticinó en octubre de 1980 el ex ministro de Defensa israelí, Moshe Dayan.

Pese a que las relaciones entre Washington y Teherán se hallaban en su peor momento, el lapidario juicio de Dayan retumbó en la mayoría de las cancillerías occidentales y constituyó el puntapié inicial para una vasta red armamentista que a lo largo de toda la década proveería armas a ambos contendientes.
En el libro Profits of War (Beneficios de guerra), el israelí Ari Ben-Menashe, uno de los seis integrantes del comité conjunto que en esa época manejaba las relaciones entre Irán e Israel, relata los pormenores de una reunión en Teherán en la que él mismo propuso utilizar un avión argentino para proveer armas a Irán por mil millones de dólares, que fueron depositados en cuentas cifradas en el Girozentrale Bank, de Viena.
La firma Transporte Aéreo Rioplatense S.A. (TAR) era una poco conocida, pero importante, empresa argentina de cargas aéreas, cuyos folletos aseguraban que transportaba “caballos a Londres, caramelos a Nairobi y marroquinería a Nueva York”, sin embargo no mencionaba otro de sus rubros más rentables: el tráfico de armas. Ya en 1975 otro avión de la misma empresa había sido detenido en Barbados con un cargamento de municiones.

Para realizar este favor clandestino a EE.UU., Israel e Irán, Oscar Camilión, que en ese momento se desempeñaba al frente de la Cancillería argentina, solicitó permiso a Turquía para que las naves de la empresa TAR, que era propiedad de oficiales retirados de la Fuerza Aérea, atravesaran el espacio aéreo de ese país mientras realizaban los vuelos entre Tel Aviv, Larnaka y Teherán. Con la excusa de enviar ayuda humanitaria a las víctimas de un terremoto, la diplomacia argentina mantuvo a los turcos en la neblina.
El sábado 18 de julio de 1981 un avión argentino, perteneciente a Transporte Aéreo Rioplatense, con matrícula AL 44 Nº 224 IR que había despegado de Teherán con destino Larnaka (Chipre) se salió de curso y fue derribado en la frontera entre Turquía y la Unión Soviética. La nave era piloteada alternativamente por el argentino Héctor Ismael Cordero, un capitán de corbeta retirado de la aviación naval, y un ciudadano inglés de apellido Mac Cafferty, y había realizado unos doce vuelos entre Tel Aviv-Larnaka-Teherán sobre un total de 40 previstos. El AL-44 perdido en Armenia fue el último turbohélice que TAR tenía en operaciones porque poco antes había acrecentado su flotilla con la compra de dos Boeing 707.

Para violar los embargos internacionales de armas, los iraníes montaron durante la guerra contra Irak una compleja red de abastecimiento clandestino que tuvo a la Argentina como una de sus cabeceras. En la década del ’80 aterrizó en Buenos Aires el traficante iraní Jhon Pashai. Pashai, quien hasta ese momento había residido en Suiza, se instaló en un suntuoso departamento ubicado en un séptimo piso de la avenida Alvear al 1900 y abrió una oficina en Marcelo T. de Alvear 920 bajo el nombre de Petro Equip. Durante casi diez años Jhon Pashai fue el principal comprador de Fabricaciones Militares a tal punto que, en determinado momento, por lo menos cinco fábricas militares argentinas trabajaban para suplir los requerimientos iraníes.

Fabricaciones Militares no descubrió la pólvora, pero descubrió que además de vender armamento podía vender los certificados de destino final que Estados Unidos, Europa occidental e Israel necesitaban para poder triangular material bélico a uno u otro contendiente. Por medio de esos certificados falsos, la Argentina se convirtió en testaferro de las compras iraníes en el bazar occidental de las armas.

En la Argentina, los envíos secretos de armamento con destino a Irán continuaron siendo una constante durante el gobierno radical y contaron con la tácita o explícita aprobación israelí, que miraba con mayor desconfianza la colaboración argentina con Irak en el desarrollo del misil Cóndor. Una de esas operaciones tomó estado público cuando el buque Iran Sadr llegó a Bahía Blanca para cargar 31 toneladas de sorgo. Cuando los inspectores subieron a bordo advirtieron que ya había un cargamento en la bodega. Se trataba de 20 mil cajas que contenían fusiles de distinto tipo, morteros de 81 y 120 milímetros, y gran cantidad de municiones que habían sido estibadas prolijamente días antes en el área reservada de Puerto Belgrano. Habitualmente el material llegaba a los barcos en trenes cargueros que partían de la localidad de Villa María o en flotillas de camiones que transportaban grandes contenedores

El 23 de diciembre de 1983, la Argentina estuvo directamente involucrada en la venta de 5000 pistolas y 60 ametralladores pesadas. El cargamento, rotulado como “maquinaria técnica y repuestos”, fue impugnado por las autoridades aduaneras españolas cuando inspeccionaron un Jumbo de Air Iran procedente de Buenos Aires que se dirigía a Teherán. Después de varios días el gobierno iraní presentó la documentación aduciendo que las 11,5 toneladas de armas eran para las fuerzas de seguridad y el cargamento fue liberado.

03/08/14 Miradas al Sur
 

Primera Guerra Mundial La ley de la ferocidad

La guerra que estalló en Europa en 1914 trajo consecuencias duraderas para el mundo entero. Aunque aún hoy cueste aceptarlo, una forma civilizatoria fundamental en el siglo XIX entró en un largo declive. La posición desplazada de la Argentina respecto del conflicto en cuestión permitió, tanto durante el siglo XX como ahora, una reflexión y una política a distancia de esa debacle.

En 1914 el sociólogo alemán Max Weber ya había escrito buena parte de su obra que, con meritos de sobra, se convertiría en bibliografía obligatoria universitaria. Pero como aún cargaba con las huellas de una fenomenal crisis nerviosa que lo había postrado pocos años atrás, sus amigos –así lo cuenta su mujer, Marianne- decían: “¡Oh, si viniera una gran oleada y se lo llevara a la corriente principal de la vida!” Y la gran oleada ocurrió y fue la gran guerra. “Había llegado la hora de la despersonalización, de la integración a la comunidad, y fue de una sublimidad nunca soñada. Un amor ardiente a la comunidad cundió entre el pueblo, que se sintió poderosamente unido. Habiendo formado una hermandad, todos estaban dispuestos a diluir sus identidades individuales en el servicio”.

Algo no andaba bien en la experiencia civilizatoria europea para que las mismas élites se abrazaran así a la guerra. A cien años de su inicio, esta sensación recogida en memorias y ficciones logradísimas se ha vuelto inentendible. Si de inmediato hubo lecturas nostálgicas de la Europa previa a la guerra, en las últimas décadas se hicieron dominantes. La guerra como equívoco, malentendido, a lo sumo responsabilidad de las viejas aristocracias o de los nacionalismos. La expulsión del paraíso. Incluso Hobsbawm, en Historia del Siglo XX –sólo en ese libro de 1994-, señala que la guerra del ´14 provoca el “derrumbe de la civilización (occidental) del siglo XIX” a la que, más allá de capitalista y liberal, caracteriza como “brillante por los adelantos alcanzados en el ámbito de la ciencia, el conocimiento y la educación, así como del progreso material y moral”.
Al estrépito primero le siguió una cadena de catástrofes.

Tocqueville había pronosticado en 1835 que la democracia llevaba al declive de Europa y al triunfo de EE.UU. y Rusia. Al final de la guerra, la pregunta que se hace Paul Valery parece sólo retórica: “¿Se convertirá Europa en lo que es en realidad, es decir, en un pequeño cabo del continente asiático? ¿O bien Europa seguirá siendo lo que parece, es decir, la parte preciosa del universo terrestre, la perla de la esfera, el cerebro de un vasto cuerpo?” Porque lo que ocurre entre 1914 y 1918 es una demostración asombrosa de energía –humana, industrial- al servicio de la destrucción. Leonardo da Vinci había imaginado que un día el hombre lograría volar y recogería nieve de las altas montañas para arrojarla sobre las ciudades sofocadas por el verano. Objetivo sólo a medias cumplido porque lo que se arroja es otra cosa. En retroceso y agotada queda Europa o la “conciencia burguesa” escribe José Luis Romero en 1948. El historiador socialista -sin ninguna simpatía por Lenin y menos por Perón-, recuerda además lo evidente: fue una guerra motivada por la aparición de una potencia –Alemania- que pretendía un nuevo reparto de mercados y colonias en el mundo. 

Victorino de la Plaza preside la Argentina a mediados de 1914. Sorprenden los resultados de las primeras elecciones con la ley Sáenz Peña y entre las minorías se barrunta, con zozobra, el triunfo del radicalismo. Reaparece ocasionalmente la opinión de que Argentina también se desmadra por eso mismo años. (“La ley de Reforma Electoral de 1912” se da “por un error de cálculo de parte de quienes gobernaban el país (…) Grave error, error que pagarían todos los argentinos y, como siempre, algunos más que otros” Halperin Donghi). Ante la guerra Argentina es neutral. Por mera conveniencia económica dirán algunos. Pero las opiniones que pretenden que nuestro país se pronuncie a favor de Gran Bretaña y Francia se dinamizan cuando Yrigoyen llega al gobierno y confirma la política neutralista; y cuando EE.UU. se involucra en la guerra. Escritos y discursos de Joaquín V. González, Lugones, Ricardo Rojas, Alfredo Palacios, Juan B. Justo. Acusado de germanófilo y animalizado, Yrigoyen luce como nuestro retorno a la barbarie. Arduo aceptar para la imaginación enflaquecida de esas elites que la crisis de Europa puede ser una vez más una oportunidad para la Argentina. En enero de 1919, la agitación obrera les hace creer que vuelven a mecerse en el drama del viejo continente que entonces es revolucionario.

Europa se autoinflige desde 1914 lo que antes había suministrado, con su mano o con la de aliados locales, allí donde su expansión había encontrado resistencias. El estandarte de la civilización arropó su afán de dominio. La gran guerra no interrumpió al siglo XIX, fue su broche; sólo es su excepción a condición de que no se mire lo que ocurría fuera de Europa, aunque los 25000 obreros masacrados en París en 1871 hablan en el mismo sentido.

¿Qué es la “humanidad” después de que una cultura que se cansó de mentarla produjera 10 millones de muertos? Desfondada por la guerra, el siglo XX será de clases, naciones e iglesias laicas. Literatura y política argentinas. Las fantasmagorías que aviva la gran guerra rondan las novelas de Arlt y es Perón, que dicta sistemáticamente clases sobre ella, quien saca una conclusión decisiva: en el siglo XX la política sólo es de masas.

El pasaje de la guerra a la paz es más oscuro que el de la paz a la guerra (de nuevo Valery). Quizás incluso nunca termine de realizarse del todo. Sin necesidad de afirmar que la política es la continuación de la guerra por otros medios, lo cierto es que las hostilidades entre los humanos persisten. En 1989 se las decretó suprimidas y, con las dulzuras prometidas por la unanimidad, el mercado y la técnica, se construyó un nuevo cielo. A partir de 2001 esa ilusión se desmoronó. La trabajosa articulación de voluntades nacional populares que se observa en nuestro continente es la forma más rica de retomar las hostilidades en función de que produzcan leyes, derechos y narraciones emancipatorias. No obstante, al anarquista Rafael Barrett, volcado de lleno a la vida de los oprimidos en Paraguay, no le hizo falta vivir la gran guerra para saber que, dado el obrar del enemigo, sólo se puede ser bueno si se es feroz.

Télam
 

Manuel Solanet: ¿quién se le anima? Por Federico Bernal



Un par de días atrás, Manuel Solanet fue entrevistado en Radio La Plata sobre los fondos buitre. Su posición, por supuesto, favorable al terrorismo financiero y especulador internacional. Uno más de los lobbistas de una Argentina atrasada y decadente, hablando con total impunidad.

Un par de días atrás, Manuel Solanet fue entrevistado en Radio La Plata sobre los fondos buitre. Su posición, por supuesto, favorable al terrorismo financiero y especulador internacional. Uno más de los lobbistas de una Argentina atrasada y decadente, hablando con total impunidad.

Manuel Solanet es director de la Fundación Libertad y Progreso (FLyP). ¿Quiénes son sus autoridades? Aldo Abram y el mismísimo Solanet. ¿Quién es Abram? Su CV publicado online nos explica: "Socio Director General de consultora en Economía que asiste a importantes bancos, empresas", además de magister en Economía por el CEMA. ¿Qué es el CEMA? El think tank fundado por los Chicago Boys en la Argentina en 1978. El CEMA fue la plataforma académica, técnica, cultural y política desde donde pusieron en práctica y modelaron, directa o indirectamente, el proyecto político ejecutado en nuestro país entre 1976 y 2002. Como consejeros académicos de FLyP están: Marcos Aguinis, Jorge Ávila, Ricardo López Murphy y Ludovico Videla. ¿Quién fue este último (a los otros no es necesario presentarlos)? El jefe de Asesores del ministro de Economía Dagnino Pastore, en 1982; más tarde director del BCRA en 1983 y vicepresidente segundo del BCRA en 1989".

¿Y quién fue Manuel Solanet? Según consta en el CV publicado online por FIEL y que citamos textualmente: "Desde 1983 es Director y Presidente de INFUPA SA (Asesoramiento en inversiones, fusiones y adquisiciones), actuando en el área de Mergers and Adquisitions (sic) y Privatizaciones. Ha participado en más de 300 casos de adquisiciones en la Argentina. Asistió exitosamente a grupos privados en la privatización de teléfonos, ferrocarriles y energía eléctrica". Breve digresión: ¿exitosamente?

En efecto. Solanet trabajó y trabaja para intereses que no son los del pueblo argentino ni los de una nación moderna, independiente y socialmente justa. Claro que asistió exitosamente a los grupos privados de las privatizaciones... ¡si el proceso de desguace del Estado fue exitosísimo!

Pero el CV de Solanet no termina ahí. Volvemos a citar textualmente: "...es Consejero Académico de FIEL... Fue Secretario de Hacienda de la Nación (1981/82) y Secretario Técnico del Instituto Nacional de Planificación Económica (1977/81). Actuó en la Dirección Nacional de Política Económica (1967/68) y en el Consejo Nacional de Desarrollo (1963/67)...". Es decir y como se advierte, este señor ha sido funcionario de prácticamente todas las dictaduras genocidas, a excepción de la Fusiladora de 1955. Fue uno de los civiles cómplices de la dictadura de 1976, luego convocado por López Murphy en 2001 junto a Federico Sturzenegger. Por último y del mismo CV también, se desprende que fue consultor del Banco Mundial aunque no dice cuándo.

Este señor Solanet aquí presentado, uno de los máximos responsables y exponentes del saqueo de la deuda externa, secretario de Hacienda de Martínez de Hoz, ahora sale al ruedo a criticar al gobierno nacional y al ministro de Economía Axel Kicillof, llegando inclusive a pedir la mediación del FMI en el litigio contra los buitres extorsionadores. No tiene vergüenza, ni él ni la Fundación que preside, atestada de ex funcionarios de dictaduras y ex funcionarios de democracias anti-populares (oligocracias) que tanto daño hicieron a la democracia real y al pueblo argentino.

Para concluir y como si lo anterior no resultara suficiente, en sus declaraciones a Radio La Plata Solanet coincidió con la Sra. Carrió en eso de la "malvinización" del conflicto por parte del gobierno nacional. Sin entrar en detalle de pretender descubrir qué quieren decir con eso, cabe pedirle al señor Solanet lea el diario Clarín del 3 de abril de 2005. Encontrará un artículo titulado: "El oro de Malvinas: cómo se esfumó la mayor colecta de la historia argentina". Textualmente y según la documentación inédita a la que entonces accedió el diario, el articulista nos cuenta que: "Las donaciones no se usaron para reforzar el armamento ni para proteger a los soldados del hambre y del frío. Los fondos fueron transferidos a cuentas de las Fuerzas Armadas. El oro se fundió y se subastó, pero hubo personas que reclamaron su devolución... La recaudación definitiva en donaciones fue de 54 millones de dólares, casi el doble de lo que demandó la movilización de tropas por la ocupación de las islas, que costó 29 millones de dólares... La Secretaría de Hacienda no recibió información sobre las adquisiciones o gastos de guerra efectuados con las partidas giradas." Recapitulando, el señor Solanet, que nos endeudó y estafó hasta la coronilla con la deuda externa y las dictaduras, con las privatizaciones fraudulentas durante décadas, ahora tiene la desfachatez de sumarse al coro de insólitas críticas sobre "malvinización" del litigio contra el terrorismo financiero y especulador occidental. Solanet, antes de preocuparse porque los fondos buitre cobren los miles de millones de dólares que le pertenecen al pueblo argentino, explique qué hizo usted con los 54 millones de dólares recaudados por el mismo pueblo argentino para ayudar a sus soldados y que jamás recibieron en ropa, ni alimentos, ni refuerzo armamentístico!.

Apreciará el lector la indignación que acompaña las palabras aquí escritas. Es que... ¿cómo puede ser que este señor, uno de los cerebros del desmantelamiento del patrimonio público durante los setenta, ochenta, noventa y 2001, a su vez uno de los corresponsables del endeudamiento externo desde tiempos de la dictadura y hasta Fernando de la Rúa? ¿Cómo puede ser que critique tan impunemente el proceso de desendeudamiento del gobierno nacional y que tan impunemente opere a favor de los buitres? Nuestros legisladores y jueces, incluido el juez de la Corte Suprema, Dr. Eugenio Zaffaroni, no deberían dejar pasar esta oportunidad de llamarlo a silencio (o lo que es mucho mejor para la recuperación de la memoria colectiva y el forjamiento de una conciencia popular) llamarlo a Comodoro Py, a que responda por el genocidio económico y social del que fue artífice y ejecutor. La desmemoria y la impunidad de semejantes personajes es el peor enemigo para la defensa y profundización de las conquistas sociales, políticas, económicas y culturales de la Argentina del Bicentenario.

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El dilema del massismo Por Agustín Álvarez Rey

Más allá del reciente lanzamiento de Felipe Solá, de las intenciones del ex intendente de Almirante Brown, Darío Giustozzi, y de las aspiraciones del intendente de San Isidro, Gustavo Posse, lo cierto es que Sergio Massa sigue enfocando sus cañones para que Martín Isaurralde sea el candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires.

Si bien desde el massismo confirman las negociaciones, también aseguran que por estas horas todo volvió a foja cero. "Desde el sciolismo le están ofreciendo de todo para que se quede", explican desde el Frente Renovador, pero aseguran que el final será el esperado y que quien fuera el primer candidato a diputado nacional por el Frente para la Victoria será el candidato a gobernador del massismo.

Para los hombres de Massa, la razón por la que Insaurralde finalmente pegará el salto son evidentes: "Vos que elegirías ser el candidato a gobierno al que le quedan 500 días o del próximo Presidente."

Lo cierto es que, aunque no lo reconozcan, ambos se necesitan. Massa necesita a Insaurralde para tener una chance clara de ganar la provincia, Insaurralde necesita a Massa para apuntalar el liderazgo que le dan las encuestas. Ante los cuestionamientos que podrían surgir por el pase de bando, los asesores del ex intendente de Tigre son terminantes: "Esto es política y acá hay que ganar como sea."

La búsqueda de un candidato a gobernador tiene una explicación muy sencilla dentro del FR. Ninguno de los hombres que pretenden dar esa batalla mueve el amperímetro electoral y sólo apuestan a la suerte que puede correr el ex intendente de Tigre como candidato presidencial. La relación costo-beneficio no cierra para Massa y por eso seguirá avanzando con las negociaciones.

Ante una realidad que acorrala sus ambiciones, Giustozzi, que oficia de jefe de la bancada del FR en la Cámara de Diputados y se sumó al massismo con el objetivo de ser gobernador de la provincia de Buenos Aires, no dudó en señalar en una entrevista concedida al diario Clarín que "los que impulsan el ingreso de Insaurralde no se dan cuenta de que es una forma de abrirle la puerta a Boudou y a su gente".

Los dichos del diputado renovador son sólo una muestra del costo político que él intentará hacer pagar el resto del arco político en caso de que el pase se concrete.

Infonews