lunes, 5 de mayo de 2014

Ismael Viñas: dobles linajes y tensiones

Opacado por una larga ausencia, la distancia del país, y quizá también por las muertes de Laclau y Alcón (y luego también Verón), el fallecimiento de Ismael Viñas (1925) pasó desapercibido, pero no olvidado. Y aquí queremos recuperarlo para el recuerdo público y presente, sacarlo de los legítimos afectos y rememoraciones más individuales que comunitarias.
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Por Rocco Carbone / Jorge Cernadas*
Podríamos decir que Ismael nació en Los dueños de la tierra de su hermano David, luego del encuentro entre Yuda (Esther Porter: de tradición judía, rusa y anarquista) y Vicente Vera (Ismael Pedro Viñas: radical católico y medio positivista), luego de que el Viejo (Yrigoyen) enviara al joven juez, como mediador, a resolver el caso de las huelgas en la Patagonia a comienzos de los años 1920.
Bajo el primer peronismo se definía como antiperonista, y en los ´50 la Facultad de Derecho de la UBA lo ve como estudiante, institución en la que luego del derrocamiento de Perón trabajará brevemente como Secretario General bajo el rectorado de José Luis Romero. En la misma década, junto con David y otros intelectuales, fundó una revista señera de la crítica política y cultural argentina –Contorno–, en tensión con las políticas culturales y universitarias del primer peronismo, pero también con el gorilismo “liberal” de la revista Sur. Desde esas mismas páginas, parte de loscontornistas, incluido Ismael, se irán acercando al frondizismo “por izquierda” y, con la victoria de Frondizi (1958), actuó como Director de Cultura de la provincia de Santa Fe. De todos modos, el apoyo duró poco y el quiebre se produjo por las políticas “desarrollistas” en materia de petróleo y educación del frondizimo. La decepción y las diatribas del grupo pueden leerse en el último número de Contorno (1959), y en el notable texto de Ismael Orden y progreso. Análisis del frondizismo(1960).
Ya en los años 1960 lo vemos fundando el  Movimiento de Liberación Nacional (MLN, más conocido como MALENA) -con tesis cercanas al nacionalismo revolucionario y antiimperialista-, que se disolvió luego del Cordobazo, no sin antes alcanzar cierta influencia en sectores medios y universitarios. En el ’66 MALENA como tal participa en la Conferencia Tricontinental en Cuba para definir la racionalidad revolucionaria a poner en funcionamiento en, precisamente, la “tricontinental” (Asia, África y América Latina), y ahí el movimiento, como antes en Contorno, se tensa entre dos (nuevos) polos: el reformismo y el foquismo. Luego del MLN, Ismael alentará, sucesivamente, Orientación Socialista y Acción Comunista, y encabalgado entre esos dos espacios militantes estáCapitalismo, monopolios y dependencia (1972), que hace las cuentas con las categorías de revolución industrial, colonialismo, concentración de capitales, dependencia y monoproducción.Tierra y clase obrera (1973) es un libro sobre “el campo” -como se diría hoy imprecisamente-, esto es, sobre el agro argentino. Se trata de una lectura marxista para enfocar las relaciones de producción existentes en esa área clave del capitalismo autóctono. Polemizando con las visiones predominantes entonces en las izquierdas locales, rechaza tanto las tesis de las pervivencias “feudales” en el agro, como las que caracterizaban al país como “colonia” o “semicolonia” del imperialismo, lo que lo ubica como vocero de lo que por entonces se designaba, en el debate de la izquierda revolucionaria local, como “socialismo puro”.
Con los años del golpe de 1976 y la Junta, empieza un exilio infinito. Primero en Jerusalén, donde prosigue una intensa labor periodística. De esa etapa es Estructura y perfil de la clase obrera en Palestina e Israel. En plena época neoliberal, sobre el ’91 se traslada a Miami, a “un barrio de negros, en el trópico”. Pese a la distancia, Ismael no estuvo del todo ausente de la Argentina y sus debates. En algunos reportajes de los últimos años, se manifestó crítico del guevarismo, de la experiencia chilena de la Unidad Popular y –en el orden local– del kirchnerismo. En 2003 Paradiso –la editorial que continuó siguiéndolo– editó Lumpenburguesías, y de ahí a un año, La nueva etapa del imperialismo, y Pilar Roca su Ideografía de un mestizo (Dunken, 2005).
Con todo, la obra y acción política de este precursor y protagonista central de la “nueva izquierda” post-peronista argentina merecen y esperan un balance crítico, insumo del que no podrá prescindir ninguna empresa emancipatoria de las izquierdas de nuestro país.
* Profesores de la Universidad Nacional de General Sarmiento

OPINION No cruzar con luz amarilla (o manual de bestialidades)

Por Mempo Giardinelli
El 1º de Mayo se celebró en la capital con dos marchas de izquierda, ambas llamando a la unidad pero desde plazas diferentes. En tanto desde la derecha el camionero Pablo Moyano, ante la municipalización de los servicios de recolección de basura en Quilmes, pronosticó “una, dos, tres muertes”. No dijo una sola palabra de los denunciados vínculos de su familia con la empresa recolectora Covelia, pero su padre, el jefe cegetista Hugo Moyano, elogió a “los concejales massistas” por rechazar la medida, a la vez que gritaba que “si el Gobierno quiere guerra, los camioneros vamos a dar guerra”.
Parece ser un creciente estilo de bestialidades peligrosas, que podrían calificarse de pre-violentas. Lo cual es grave para la democracia y desautoriza toda ironía porque se trata de gestos, discursos, actitudes de irresponsabilidad política, que deben ser repudiados por la ciudadanía sin atenuantes. Cuando hay una luz amarilla es necesario detenerse, y por eso son condenables los necios que, en lugar de frenar, aceleran.
Bestialidades hay de todo tipo. Desde las aparentemente ligeras hasta las brutales. Entre las primeras, la demolición de casi toda la Casa de la Poesía, la casa de Evaristo Carriego, pese a una orden judicial. La causa tiene una fenomenal sentencia del juez Víctor Trionfetti, que manda reconstruir la casa y reponer los objetos destruidos o desaparecidos con un argumento de peso: si el 90 por ciento del centro de Varsovia se reconstruyó tal como era entre 1945 y 1953, entonces una casa de 140 metros cuadrados también puede y debe ser reconstruida. Abogados que han leído el fallo opinan que son 70 páginas de sensatez jurídica que todo aspirante a presidente, como el Sr. Macri, debiera leer. Pero el gobierno de la ciudad apeló la sentencia y ahora está en Cámara.
Del otro lado, entre las bestialidades peligrosas debe anotarse el inflado debate acerca de la reinstauración del servicio militar obligatorio. Lo impulsan tres intendentes bonaerenses de muchas veces cuestionada fama: el ahora “renovador” Luis Cariglino, el todavía kirchnerista Mario Ishii y el neo-sciolista Alejandro Granados, actual ministro de Seguridad de la provincia.
El rechazo fue generalizado, como no podía ser de otro modo. Y es que es insostenible dada la historia de este país y las circunstancias en que el Congreso eliminó el SMO tras el asesinato del soldado Omar Carrasco en un cuartel de Neuquén a manos de la brutalidad de sus instructores. Es cierto que el disciplinamiento democrático de las Fuerzas Armadas en los últimos años dejó también al descubierto la debilidad de algunas políticas sociales y produjo cierta desprotección a los jóvenes de cada generación, pero si se trata de repensar el servicio no ha de ser mediante golpes de efecto. Ningún mal social se corregirá con la conscripción compulsiva como se hacía años atrás, cuando en esta sociedad sí imperaba la ley del más fuerte y los fuertes eran siempre los militares.
Si el problema es la juventud –y en cierto modo lo es–, se trata de darle educación y horizontes de vida, empezando por trabajo digno y en blanco. No de estigmatizar a los jóvenes como es moda ahora, de manera clasista, racista y xenófoba.
Además, se trata de fenómenos netamente urbanos. Salvo en Rosario, Córdoba y Mendoza –las tres grandes capitales del interior del país que vienen reproduciendo lo peor de la vida porteña y del conurbano– la realidad en la mayoría de las provincias es diferente. Más de medio país valora y practica todavía la calma y la amabilidad, la conversación serena, el saludo sonriente y diversas formas de solidaridad, así como los nervios sosegados quizá gracias a la siesta. No se trata de idealizar la vida en lo que los porteños llaman “el interior” al viejo estilo unitario, desde luego, pero parece verdad que ese abismo cultural existe y en tiempos como éstos se acrecienta.
¿Qué hacer cuando se generalizan y “nacionalizan” el tráfico enloquecido y los accidentes con decenas de víctimas, y la violencia de todo tipo y no sólo la llamada “inseguridad” sino también la agresión verbal, el forcejeo y el malhumor inducido por medios tendenciosos y mentirosos?
No parece haber más respuesta que la paciencia de la democracia. Esto es, el avanzar lento pero consistente de renovados sistemas de leyes (de ahí la urgencia por cambiar los códigos Civil y Penal) y de la siempre necesaria reforma judicial profunda. No todo en la Argentina debe reducirse al Poder Ejecutivo, cuando hay falencias en el Legislativo y sobre todo en el Judicial, anclado en formalismos del siglo XIX y con métodos y costumbres todavía napoleónicas, cuando no antediluvianas.
A la suma de barbaridades hay que sumar la violencia infantil y juvenil que ya asoma. Son ya muchos, demasiados, los casos de bullying, que incluyen niños y adolescentes acosados y hasta asesinados en circunstancias escolares.
Ante la aparente inacción de padres y maestros –muchos distraídos viendo, acaso, el reflotado show del Sr. Tinelli– el futuro es sombrío si no hay cambios de conductas. Por eso ante luces amarillas son inadmisibles exabruptos como el del diputado nacional del PRO entrerriano Alfredo de Angeli, quien propuso “legislar el trabajo infantil”. Hasta sus colegas y amigos de la Mesa de Enlace agraria, como el Sr. Buzzi, lo repudiaron.
Y como frutilla de postre, otra disparatada aceleración inútil: la decisión de la AFA de hacer un torneo de 30 equipos justo cuando la violencia ha ganado todas las batallas futbolísticas y las barras bravas dominan a los dirigentes y se adueñaron de los estadios ante la impotencia o complicidad policial. Súmesele la inexplicable tolerancia judicial y quedará claro que se trata de un negocio como todos los que hace la AFA desde hace décadas y ante la tolerancia o blandura de la AFIP. Acaso éste sea el último daño que haga el Sr. Julio Grondona al otrora hermoso fútbol argentino, pero alarma que su idea fue votada por unanimidad, cambiando reglas de ascensos y descensos para favorecer a algunos clubes.
El manual de bestialidades argentino da para todo.

EL PAIS › EL CASO DE PEDRO FEDERICO HOOFT, IMPUTADO POR DELITOS DE LESA HUMANIDAD Las dos vías para ir contra el juez

Por Adriana Meyer
Lejos de bajar los brazos, los querellantes en la causa penal por delitos de lesa humanidad en la que está imputado el juez marplatense Pedro Federico Hooft piensan seguir dando batalla, y lo harán en dos frentes en forma simultánea. Por un lado, la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación presentará un recurso ante la Corte Suprema para que sea revisada la decisión del Jury de Enjuiciamiento, que resolvió su continuidad como magistrado. Y también redoblarán la presión en el expediente, donde está acusado porque habría sido cómplice y funcional al terrorismo de Estado, según la denuncia que originó la causa presentada por el fallecido secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde, junto a organizaciones de derechos humanos y políticas. Para eso exigirían una serie de medidas de prueba para que pueda ser concretada la tantas veces postergada declaración indagatoria de Hooft.
El 28 de abril, el Jury resolvió que Hooft no había cometido los delitos de lesa humanidad que se le imputaron, lo restituyó en el cargo y le devolvió el porcentaje de los sueldos que no percibió desde que fue suspendido, el año pasado. “Ahí mismo radica el error, el Jury no está para condenar o absolver, sólo debía determinar si podía o no seguir siendo juez”, se queja una alta fuente oficial consultada por Página/12. Desde la secretaría que conduce Martín Fresneda intentarán recurrir la resolución del Jury, pero tienen muy claro que la causa penal corre por una vía separada, y en ningún caso puede ser un obstáculo para que la Justicia avance. La inmunidad de la que Hooft goza por su condición de magistrado se refiere sólo a que no puede ser arrestado, no hay ningún impedimento para acusarlo ni para que sea sometido a una indagatoria.
Sin embargo, también ahí radica el problema: Hooft faltó siete veces a las audiencias a las que lo citó el juez Martín Bava para que responda por su participación en 17 casos con víctimas de homicidios, desapariciones, torturas y privaciones ilegales de la libertad, perpetrados entre el 6 y el 13 de julio de 1977, en el marco del episodio conocido como La Noche de las Corbatas, cuando fueron secuestrados abogados marplatenses. Para el fiscal Pablo Larriera, esos delitos no hubiesen contado con la garantía de impunidad posterior sin el aporte esencial prestado por el juez Hooft, quien archivó los hábeas corpus en forma prematura sin dar siquiera una respuesta burocrática a las Fuerzas Armadas. En el caso del abogado Jorge Candeloro, rechazó los recursos con constancias de la detención y luego con un informe que lo anunciaba muerto en un supuesto enfrentamiento. Marta, la viuda de Candeloro, declaró que Hooft visitaba la comisaría donde ella estuvo detenida y no respondió a sus pedidos de ayuda. En este expediente ya se habían excusado de intervenir cinco jueces, lo que prenunciaba el apoyo de la corporación judicial que viene recibiendo el cuestionado magistrado.
La última orden vigente del juez Bava es para que se presente el 4 de junio, y si una vez más decidiera no concurrir, tampoco podrían obligarlo con la fuerza pública por los fueros que lo protegen. En este sentido, la fuente consultada dijo que están consensuando con el resto de las querellas solicitar que Hooft sea sometido a exámenes médicos y psicológicos, para determinar si está en condiciones de acudir a la indagatoria que, por ahora, viene esquivando. Incluso también están evaluando una eventual iniciativa para llevar el caso a tribunales internacionales. Pero, mientras tanto, la próxima movida será articulada con todos los actores implicados, los movimientos sociales y las organizaciones de derechos humanos “para acompañar con todo lo que podamos tanto el juicio penal como la apelación al fallo del Jury, que tuvo aristas vergonzosas”, dijo a Página/12 el subsecretario de Derechos Humanos, Luis Alén. “Además se muestra el pensamiento de Sergio Massa en materia de memoria, verdad y justicia, porque sus senadores votaron a favor de Hooft”, dijo en referencia a Patricio Hogan, quien también nombró como asesora personal a la hija del magistrado, y a Héctor Vitale, en quien los organismos de derechos humanos tenían puesta alguna expectativa finalmente defraudada.

EL PAIS › ADELANTO DEL LIBRO DE MIRIAM LEWIN Y OLGA WORNAT SOBRE LOS CRIMENES SEXUALES EN LOS CENTROS CLANDESTINOS DE DETENCION Putas y guerrilleras

Por Miriam Lewin

Mártires y prostitutas

Era un 24 de marzo, aniversario del golpe, y me habían invitado a Almorzando con Mirtha Legrand. Aceptar estar ahí significaba para mí renunciar a ir a la ESMA, ahora a un acto multitudinario, el día de su conversión en espacio para la memoria. Decidí ir al programa de la ex diva del cine argentino devenida entrevistadora, sobre todo porque iban también Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, y Mariana Pérez, cuyos padres, desaparecidos, habían militado conmigo. Mariana había buscado incansablemente a su hermano Rodolfo, nacido en la Escuela. Yo había estado presente en el parto. Había visto a ese bebé sobre el pecho de su madre, sabía que había sido arrebatado después y había declarado en tribunales sobre el tema. La mesa la completaban dos jueces del Juicio a las Juntas y un periodista. Seguramente el programa iba a ser visto desde sus casas por mucha gente que aún no sabía o no reconocía la verdadera dimensión de lo que había pasado en los dominios del grupo de tareas 3.3.2. Otros miles de personas se reunirían a la misma hora en Avenida del Libertador, frente al campo de concentración, donde el presidente Néstor Kirchner iba a compartir el escenario con Juan Cabandié, otro recién nacido a quien yo había visto en noviembre de 1977 en un pasillo del campo, en brazos de su mamá, una chica de dieciséis años, después asesinada.
Llegué temprano. Un productor veterano, que conocía sólo de vista, me atajó en la entrada. Me llevó a un costado y, consternado, me advirtió que “la vieja” tenía planeado hacerme algunas preguntas inconvenientes y que quería que yo estuviera prevenida.
¿Qué preguntas inconvenientes? –indagué, con la seguridad de que no iba a ir más allá de lo que alguna vez me habían preguntado los defensores de los militares en algún proceso al que había ido como testigo. Por lo general, me atribuían –para descalificarme– hechos armados, atentados o secuestros en los que no había participado.
El productor tosió, nervioso.
–No sé, me imagino que algo tendrá que ver con la colaboración, con la delación. Te lo adelanto para que no te sientas incómoda.
–No te preocupes, estoy acostumbrada. Te lo agradezco mucho.
Tenía en claro para qué estaba ahí y las intrigas no me importaban. El día de la recuperación del espacio del campo de concentración para la sociedad civil yo le iba a hablar a una parte de ella que tal vez nunca había prestado atención al tema. Tal vez si lo decía sentada a la mesa de Mirtha todos comprenderían. Me vinieron a buscar y me arrearon al estudio.
Detrás de unos paneles me colocaron el micrófono, casi invisible, un cable que trepaba por debajo de mis ropas hasta el escote y un receptor colgando de la cintura. En pocos minutos estaba en el centro de la escena, rodeada por cristales, jarrones con flores, brocatos, caireles, alfombras y cortinados. Ya había concluido el rito acostumbrado de la descripción del vestuario, zapatos y joyas de la conductora, y las risitas y aplausos del enjambre de asistentes y empleados que la acompañaba detrás de cámaras.
Era una jornada especial. No hubo almuerzo servido por mucamas de uniforme. Tampoco se distribuyó el regalo acostumbrado para cada invitado, un reloj pulsera. “No es un día para festejar”, dijo Mirtha, y todos asintieron, admirando su sensibilidad.
No sé cómo ocurrió. No me acuerdo si ella tenía la pregunta anotada en un papel “ayudamemoria”. Tampoco recuerdo si en ese momento estábamos solas, todo lo solas que se puede estar frente a una audiencia de cientos de miles de personas... Pero después de hacerme una observación sobre lo bien que me quedaba mi nuevo color de pelo, me disparó: “¿Es verdad que vos salías con el Tigre Acosta?”. Hubo un silencio sólido, un contener la respiración de todos los que estaban en el estudio.
–¿Cómo que “salía”?
–Bueno... –reculó–. Si es verdad que salían a cenar, eso es lo que dice la gente...
Inhalé profundamente, como reuniendo fuerzas. Podría haberme levantado y salido del estudio, podría haberme ofendido. Seguramente, la escena habría sido reproducida decenas de veces en los programas de chismes del espectáculo. “Periodista de Puntodoc le hace un desplante a Mirtha cuando le pregunta si tuvo un amorío (nadie diría ‘fue abusada sexualmente’, por supuesto) con el jefe del grupo de tareas de la ESMA.” Pero no lo hice. Le respondí.
–Es verdad, nosotras mismas lo relatamos en el libro Ese Infierno que escribimos sobre lo que vivimos en el campo. Nos sacaban a cenar. No salíamos por nuestros propios medios. No teníamos derecho a negarnos. Eramos prisioneras. Nos venían a buscar los guardias en plena noche y nos llevaban. A una compañera, Cristina Aldini, el Tigre Acosta la llevó a bailar a Mau Mau después del asesinato de su marido. Que a una mujer la lleven a bailar a un lugar de moda los asesinos de su compañero me pregunto si no es una forma refinada de tortura. A Cristina un oficial de la ESMA le llevó la alianza de su esposo, Alejo Mallea, a su cucheta en Capucha, adonde estaba engrillada, para demostrarle que lo habían asesinado. Le preguntó si ella quería ver el cadáver. Cristina al principio dudó, pero después aceptó porque pensó que, de lo contrario, siempre se iba a quedar con la incertidumbre. Cuando lo vio, tenía dos tiros en la cara. Uno era el de gracia, entre ceja y ceja. Lo habían ejecutado.
Mirtha se sintió en falta. Miró detrás de cámaras, como buscando apoyo.
–Bueno, yo tengo que preguntar...
Nadie contestó.
–¿O está mal que pregunte? –dijo, al borde del lloriqueo, ensayando un mohín angelical.
Cuando todo terminó, me acompañó a la puerta una productora.
–No sé cómo pedirte disculpas –me dijo, resoplando y sacudiendo la cabeza. Me dio la impresión de que a ella también le había dolido. Era una mujer de mi edad. Parecía abatida, indignada, avergonzada. Tal vez tenía algún pariente o amigo desaparecido, pensé.
Ese “salías” de Mirtha encerraba un significado concreto. Tenía razón en sorprenderse por la reprobación de su claque. Probablemente Mirtha encarnaba el pensamiento de miles de personas, esas que hubieran querido preguntar como ella, así, elípticamente, si me había salvado por acostarme con el jefe del grupo de tareas. Porque alguna explicación tenía que tener que yo hubiera pasado de encapuchada en el campo de concentración a invitada a la mesa de la diva. Y su pregunta implicaba una condena, una sentencia que en ese momento no supe desarticular dando vuelta el argumento, provocándola como ella me provocaba, desde su pretendida ingenuidad informada. Diciendo, por ejemplo: “No, no me acosté con el Tigre Acosta, pero si lo hubiera hecho para salvar mi vida, ¿qué? ¿Quién podría juzgarme? ¿Quiénes pueden asegurar qué es lo que habrían hecho si hubieran estado en mis zapatos?”.
Ninguna de nosotras tenía posibilidad de resistirse, estábamos bajo amenaza constante de muerte en un campo de concentración. Estábamos desaparecidas, sin derechos, inermes, arrasada nuestra subjetividad. Su dominio sobre nosotras era absoluto. No podíamos tomar ninguna decisión, eso era absolutamente inimaginable. De ellos dependía que comiéramos, que durmiéramos, que respiráramos. Ellos eran nuestros dueños absolutos. No quedaba resquicio alguno para nuestro libre albedrío. ¿Pero si hubiera existido? Si la mirada lasciva de ellos sobre nuestros cuerpos hubiera sido usada por nosotras como un arma en su contra, un resquicio de fortaleza en nuestra extrema indefensión, ¿hubiera sido correcto condenarnos socialmente?
Como mujeres, la utilización de nuestros cuerpos o el deseo que despertamos en el otro como instrumento de manipulación o de salvación es condenable. No pasa lo mismo con los hombres.
(...)
Las mujeres sobrevivientes sufrimos doblemente el estigma.
La hipótesis general era que, si estábamos vivas, éramos delatoras y, además, prostitutas. La única posibilidad de que las sobrevivientes hubiéramos conseguido salir de un campo de concentración era a través de la entrega de datos en la tortura y, aún más, por medio de una transacción que se consideraba todavía más infame y que involucraba nuestro cuerpo.
Nos habíamos acostado con los represores. Y no éramos víctimas, sino que había existido una alta cuota de voluntad propia: nos habíamos entregado de buen grado a la lascivia de nuestros captores cuando habíamos podido elegir no hacerlo. Habíamos traicionado doblemente nuestro mandato como mujeres: el de la sociedad en general y el de la organización en la que militábamos. No se nos veía como víctimas, sino como dueñas de un libre albedrío en verdad improbable.
Resulta imposible explicar por qué quienes nos juzgaban sin haber vivido las condiciones que se sufrían en un centro clandestino de detención suponían que las mujeres teníamos el poder de resistirnos a la violencia sexual, a los avances de los represores y podíamos preservar “el altar” de nuestros cuerpos impoluto.
Las mujeres teníamos un tesoro que guardar, una pureza que resguardar, un mandato que obedecer. Nos habían convencido de que así era.
Yo no escapaba a ese mandato. Por eso, lo abrumador del rechazo que me provocaba la conducta de la mujer de mi responsable. Nunca se me ocurrió que podía usar la atracción que provocaba en su captor para conseguir el precioso tesoro del contacto telefónico con su hijita, para aliviar su dolor de madre separada de su cachorra. Tampoco que no había tenido el poder de resistirse a los avances sexuales de su secuestrador, desaparecida y privada de todos sus derechos, en manos de un grupo de ilegales que disponía de su vida y de su cuerpo. Del mismo modo que no había podido preservarse de las laceraciones de la picana. Para mí, para la Petisa, para todos, esa muchacha era la encarnación de lo peor, de lo más repulsivo. Sentíamos más miedo de convertirnos en eso que de inmolarnos. Queríamos ser mártires y no prostitutas.
No me era posible terminar este libro, que ideé con mi amiga y compañera Olga, sin incluir un pasaje de mi propia historia que me atribuló durante años. No podía, no hubiera sido honesto, exponer las experiencias de otras mujeres y callar la mía. Es en realidad parte de una novela autobiográfica que empecé a escribir hace un tiempo, precisamente para clarificar dentro de mi mente lo que había atravesado. Por eso, al final de Putas y guerrilleras, relato lo vivido en La Casa de la CIA.

EL EX CAPELLAN ALDO VARA PERMANECIA EN UNA PARROQUIA DE PARAGUAY A PEDIDO DEL ARZOBISPO DE BAHIA BLANCA Dos diócesis al servicio del cura prófugo

Por Diego Martínez
El ex capellán Aldo Vara, imputado por delitos de lesa humanidad en Bahía Blanca, vivió los últimos ocho meses como prófugo de la Justicia gracias a la cobertura que le brindó la Iglesia Católica desde al menos dos países. Mientras el arzobispo bahiense Guillermo Garlatti le libraba cheques mes a mes por medio de un apoderado, Vara se mantuvo a resguardo en una parroquia de Ciudad del Este, diócesis que conduce el obispo Rogelio Livieres Plano, quien hace ya un lustro desató un escándalo entre los laicos por acoger a un cura acusado de abusos sexuales. “Vara se refugia porque no encuentra justicia en su país. Salió porque no era un proceso justo”, declaró a un diario local el párroco Ecar Rolón para justificar el encubrimiento en Paraguay. “Esto era posible al no existir sanción canónica”, lo respaldó el propio Livieres Plano, ex profesor de la Universidad Austral y ex vicario de la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei en Buenos Aires. Mientras en Bahía Blanca la Justicia investiga a Garlatti por financiar al prófugo, al mismo tiempo que el Estado ofrecía una recompensa para capturarlo, el comunicado de la diócesis de Ciudad del Este aporta un dato clave: el ex capellán “fue recibido a pedido de su Obispo”. El texto omite precisar nombre o jurisdicción, pero ese obispo con mayúscula no es otro que Garlatti, confirmó a Página/12 el sociólogo Fortunato Mallimaci. A la espera de la extradición, Vara seguirá dando misa y dormirá en la misma cama que cuando era un prófugo, ahora bajo arresto parroquial.
El rol de Vara durante el terrorismo de Estado es público desde el Juicio a las Juntas por el testimonio de sobrevivientes del centro clandestino La Escuelita. En 1999, durante el Juicio por la Verdad de Bahía Blanca, el propio ex capellán admitió que supo de las torturas en el Cuerpo V de Ejército y que vio las secuelas de la picana sobre el cuerpo de jóvenes secuestrados en el Batallón de Comunicaciones 181. El entonces fiscal Hugo Cañón pidió su imputación, pero la Cámara Federal se la negó cuando todavía regían las leyes de impunidad. Trece años después, el tribunal que condenó al primer grupo de represores bahienses tomó nota de los testimonios sobre Vara, consideró probada su “culpabilidad” en secuestros y torturas, y ordenó que se lo investigara en primera instancia. En abril de 2013, los fiscales federales José Nebbia y Miguel Pala zzani desmenuzaron las pruebas contra el cura, a quien caracterizaron como un agente de inteligencia que sólo por su técnica se diferenciaba de los militares, y pidieron su detención e indagatoria. El juez subrogante Santiago Martínez dijo no encontrar “elementos suficientes” (tampoco los encontró en el caso de los directivos del diario La Nueva Provincia) pero la Cámara Federal opinó lo contrario y en agosto ordenó la captura, que se concretó el lunes pasado en Ciudad del Este.
“Interpol lo arrinconó y acordaron su presentación ‘voluntaria’ a la regional de la organización transnacional”, precisó el periódico E’a bajo el título “Iglesia paraguaya protegió a cura argentino acusado de torturas”. Una alta fuente de Interpol confió al diario que lo encontraron en la parroquia Virgen del Rosario y que, “como es una persona mayor”, le concedieron ese inusual beneficio. El imputado fue trasladado luego a Asunción, donde el juez de garantías Hugo Sosa Pasmor le concedió el arresto en la misma parroquia que lo cobijó como prófugo, a la que volvió con custodia policial. El párroco Rolón, que acompañó a Vara durante el simulacro de entrega, declaró al diario La Vanguardia que su compañero “salió (de la Argentina) porque no era un proceso justo”. En la misma línea que el ex juez Otilio Romano cuando pidió refugio en Chile o que el ex piloto naval Julio Poch cuando fue detenido en España, Rolón sugirió que Vara es víctima de una persecución y agregó que “se siente martirizado y golpeado por algo externo”, aunque aseguró que “la Justicia paraguaya estará resolviendo como corresponda”. Mientras cumpla el arresto en la parroquia, el cura de ochenta años seguirá oficiando misa, aclaró Rolón, que es capellán de la penitenciaría de Ciudad del Este.
El obispo Livieres Plano, más precavido, se dirigió “a los fieles y medios de prensa” mediante un comunicado oficial de la diócesis de Ciudad del Este. “Habiendo conocido que pesaba sobre él (Vara) una orden judicial, emanada de autoridades argentinas, se presentó” ante Interpol, apuntó en un claro intento de desmentir a las publicaciones que habían informado sobre la falsa entrega voluntaria. El obispo, que es también abogado y escribano, apuntó que el ex capellán ayudó “en la liturgia y otras actividades” de la parroquia y aclaró, por si el dato contrariaba a algún feligrés, que “esto era posible al no existir sanción canónica” (vale aclarar que la Iglesia Católica tampoco aplicó una “sanción canónica” al ex capellán Christian von Wernich, condenado a prisión perpetua en 2007 como “torturador y asesino”, según el Tribunal Oral Federal de La Plata). “El citado sacerdote goza de la estima de la comunidad parroquial por sus servicios y calidez humana”, aseguró, y le agradeció “la entrega y sacrificio demostrados durante este poco tiempo en que estuvo desarrollando actividades pastorales”.
Livieres Plano numeró del uno al cinco los puntos relevantes para el frente interno y mencionó como al pasar, en la introducción, un dato clave para la investigación del encubrimiento por parte del Arzobispado de Bahía Blanca, que denunció el martes el Ministerio Público. Vara “fue recibido en la Diócesis de Ciudad del Este a pedido de su Obispo”, escribió, sin precisar el nombre ni la jurisdicción eclesiástica de origen. Consultado por Página/12, Mallimaci explicó que “Vara es un sacerdote incardinado, es decir, con anclaje territorial permanente, por lo que depende siempre de un solo obispo, en su caso el de Bahía Blanca”. “Para que pudiera ejercer en otra diócesis, Garlatti debió haberlo recomendado o cuanto menos haber certificado que es un sacerdote en plenitud”, agregó.
El arzobispo que pidió a su par paraguayo recibir a Vara y que todos los meses libraba un cheque para el prófugo por medio de su apoderado Leopoldo Bochile es el mismo hombre que en noviembre, ante un pedido de ayuda de organismos de derechos humanos, dijo desconocer el paradero de Vara. El fiscal Castaño ya promovió la acción penal por encubrimiento, en principio contra Garlatti y Bochile, dueño de Bochile Inmobiliaria en Bahía Blanca. La causa está en manos del juez subrogante Martínez, quien debería excusarse porque ya se pronunció a favor de la inocencia del ex capellán.

Perón Derechos del trabajador 2da. parte

Perón Derechos del trabajador 1ra parte