sábado, 19 de abril de 2014

LEEMOS EN TIRANDO AL MEDIO

Escribe Luis Bruschtein:

"El filósofo y ensayista (Santiago Kovadloff) nunca dijo que apoyaba a una dictadura, pero su participación en ese colectivo demuestra que concibe a la dictadura como un mal inevitable y menor. De lo contrario no podría estar allí. Proyectado hacia la sociedad, resulta un discurso enloquecedor donde los supuestamente más democráticos aparecen asociados con los más autoritarios con el único fin de reprimir a la expresión política de las mayorías que son las que tendrían que gobernar en un sistema democrático. El mensaje no es democracia “o” dictadura, sino democracia “es” dictadura. Un mensaje enfermo que fue el predominante entre el ’55 y el ’83 que desembocó en los años de violencia furiosa. Y también fue el concepto que primó en el golpe del ’30 contra Yrigoyen.
Esta idea de que democracia es dictadura, siempre verbalizada con gran cantidad de intermediaciones (puede serlo o en algún momento lo es, o sólo es transitorio, o sólo es dictablanda y miles de otros seudoatenuantes) fue instalada en muchos hogares de clase media, incluso más o menos progresistas. La contradicción es tan grotesca que la única forma de tomarla era como retablo religioso. Son antagonismos que sólo puede unir una creencia ciega. Romper esa ceguera es abrirse a reacomodos y rupturas que, por desconocidos, toman el aspecto de un caos que está en la naturaleza de los cambios. El peronismo ha tenido grandes desprolijidades y muchas de las críticas que se le han hecho fueron acertadas. Parte del miedo al peronismo tiene esa causa. Pero otra parte importante es el miedo al cambio. Porque el cambio, lo haga el peronismo o cualquier otra fuerza, surge de la realidad que hay que cambiar, es parte de ella, no viene de las lunas de Saturno, y arrastra muchas de esas lacras. El que rechaza los procesos de cambio por impuros, en realidad está pidiendo que no cambie nada, como sucede con las sectas de izquierda y con los falsos republicanos de derecha.
Sebreli y Kovadloff no han apoyado dictaduras pero aparecen como emergentes de la ideología que siempre las justificó y sin la cual nunca pudieron existir. Representan el pensamiento de lo que fue la base social de las dictaduras argentinas a pesar de que ambos formulan expresamente una vocación democrática. Pero se convierte en un discurso sólo aparentemente democrático que tiene una centralidad autoritaria cuando excomulga a las mayorías populares de cualquier posibilidad de convivencia más o menos normal. Una fuerza política nunca es peor que una dictadura, como plantea Sebreli cuando acusa al peronismo y al kirchnerismo de ser “el huevo de la serpiente”, o Kovadloff cuando prefiere asociarse a funcionarios de la dictadura para descalificar a un gobierno democrático."

Vox Dei - Ritmo y Blues con Armónica

Nueva ley de inversiones en Cuba - América TeVé

Embajadores del ALBA destacaron en Francia importancia del bloque regional-NODAL-PEDRO BRIEGER

Latinoamérica y el Caribe fortalecen hoy su desarrollo y soberanía gracias a la creación de novedosos mecanismos de integración que rebasan los marcos económicos y mercantiles, afirmaron en Francia embajadores de cinco países de esa región.
Durante un foro celebrado en el prestigioso instituto Sciences Po, de esta capital, los representantes diplomáticos de Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua y Venezuela explicaron los cambios ocurridos a partir de la creación de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA).

Esta entidad, fundada en 2004, es una expresión de las profundas transformaciones políticas que están en curso actualmente en varios de nuestros países, aseguró Carlos Játiva, de Ecuador.

Su concepción, señaló, es una respuesta a la pretensión estadounidense de imponer iniciativas basadas en el control de nuestros mercados, como la fracasada Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).

Creada tras una declaración conjunta de los entonces presidentes de Cuba, Fidel Castro, y de Venezuela, Hugo Chávez, el ALBA abarca en la actualidad a otros siete Estados: Nicaragua, Ecuador, Bolivia, Antigua y Barbuda, Dominica, San Vicente y las Granadinas y Santa Lucía.

Paulatinamente el ALBA se ha dotado de instrumentos para alcanzar sus metas, entre ellos el Tratado de Comercio de los Pueblos, el Banco del Sur y una moneda común para independizarse de las divisas occidentales, el SUCRE, Sistema Único de Compensación Regional.

“La soberanía, la solidaridad y la cooperación son las únicas vías en el camino complejo y difícil que estamos trazando por nuestra independencia”, aseguró Michel Mujica, embajador de Venezuela.

Por su parte el boliviano Jean-Paul Guevara precisó que a partir del ALBA se concibe la integración regional con nuevas ideas, entre ellas la complementariedad de las economías entre los miembros.

Se trata, dijo, del primer proyecto donde la prioridad son los intereses de los pueblos y no los de Estados Unidos.

Una muestra de esta voluntad son los programas sociales desarrollados por este mecanismo que benefician a millones de personas, dentro y fuera de la organización, aseguró la embajadora de Nicaragua, Ruth Tapia.

Mencionó entre ellos los planes de alfabetización Yo, si puedo, la Misión Manuela Espejo, el sistema de seguridad alimentaria, la cooperación energética, la asistencia médica y la Escuela Latinoamericana de Medicina, en La Habana, donde se forman profesionales para atender a sus pueblos.

Mientras, el representante diplomático de Cuba, Héctor Igarza, explicó que a partir del ALBA se construyeron organismos más amplios, como la Unión de Naciones Suramericanas y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), integrada por 33 países, sin la presencia de Estados Unidos, ni Canadá.

En la última cumbre de la CELAC celebrada en La Habana se adoptaron decisiones trascendentales, dijo Igarza, entre ellas la declaración de la región como una zona de paz, libre de armas nucleares, donde los problemas se resuelvan por medio del diálogo y la cooperación.

En el foro estuvieron presentes alumnos de Sciences Po, representantes de organizaciones francesas de solidaridad, miembros del cuerpo diplomático y latinoamericanos residentes aquí.

Centroamérica: ¿hacia un nuevo equilibrio político? – Por Andrés Mora Ramírez

Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Los resultados de las elecciones presidenciales en Honduras, El Salvador y Costa Rica, celebradas entre noviembre del año anterior y abril del presente, configuran un escenario inédito en Centroamérica, impensable, por ejemplo, hace 25 años, cuando la firma de los Acuerdos de Paz de Esquipulas apenas insinuaba la posibilidad de dar los primeros pasos en la construcción de sistemas políticos más o menos estables y democracias representativas en una región desangrada por la violencia política, militar e ideológica.
A la vuelta de ese cuarto de siglo, la Centroamérica actual nos muestra un escenario de recomposición de los equilibrios de fuerzas políticas que, a su vez, expresa tendencias de cambio social y cultural en curso de no poca importancia: dos antiguos movimientos guerrilleros de liberación nacional, de base nacional-popular, conforman gobierno desde hace dos lustros en El Salvador y Nicaragua –el Frente Farabundo Martí y el Frente Sandinista, respectivamente-; en Honduras, el Partido Libre, que surgió del Frente Nacional de Resistencia al golpe de Estado de 2009, fracturó la hegemonía histórica de “liberales” y “nacionales”, y se convirtió en la segunda bancada con mayor representación en el Congreso hondureño; y en Costa Rica, el triunfo del Partido Acción Ciudadana rompió el bipartidismo neoliberal que nació con la crisis de los años 1980 y los tiempos del sometimiento al FMI, al tiempo que el Frente Amplio obtuvo la mayor votación de la izquierda (9 de 57 diputados) desde la fundación del Partido Comunista en 1931.
Más allá de los matices que distinguen a cada una de estas agrupaciones, y las diferencias legítimas que puedan esgrimirse sobre si se trata de partidos de izquierda, de centro o una derecha maquillada; o sobre si sus programas son anticapitalistas, antineoliberales o solamente reformistas;  lo cierto es que este diverso arco de fuerzas constituyen, a su manera y en las adversas condiciones que cada una enfrenta, nuestra primavera democrática y progresista.
Por supuesto, este avance que señalamos en el balance de fuerzas a nivel regional no se puede comprender aislado del proceso de transformación política y de ajuste económico, de signo neoliberal, que experimenta Centroamérica desde la década de 1990, caracterizado, entre otras cosas, por el ascenso de élites empresariales y tecnocráticas que ganaron protagonismo en los poderes Legislativo y Ejecutivo.
De la mano de estos personajes, suerte de agentes del capital transregional y transnacional, también se consolidaron como actores protagónicos de la política centroamericana los llamados nuevos grupos de poder económico (empresarios del boom neoliberal, con inversiones en toda la región, y con vínculos con capitales estadounidenses, mexicanos y colombianos), en virtud de la enorme influencia que lograron ejercer sobre los procesos e instancias de toma de decisiones, que les permite orientar las políticas económicas y públicas a favor de sus propios intereses; así como por su control prácticamente absoluto de los medios de comunicación y la ausencia de legislaciones que regulen el acceso a los medios, en condiciones de igualdad, para todos los sectores de la sociedad.
La acción de estos grupos económicos y su tecnocracia aliada también tiene un impacto cultural en nuestras  sociedades,  visible en la gestación de un sentido común neoliberal en el que el sector privado de la economía pasa a ocupar un lugar central en la articulación de las relaciones sociales y productivas, como conductor de la modernización hacia afuera que exige la globalización.
¿Qué posibilidades tendrán ahora los gobiernos progresistas y las fuerzas presentes en los congresos centroamericanos, para revertir esta realidad? ¿Acumularán respaldo popular suficiente para impulsar, desde sus respectivos espacios de acción, las transformaciones necesarias para las grandes mayorías?
Las pruebas y peligros que deberán enfrentar no son pocos. Pero, sin caer en optimismos desmesurados, los triunfos alcanzados en los últimos meses permiten mirar con relativa esperanza el futuro, siempre que el diálogo y la voluntad de encuentro entre los gobiernos, así como la solidaridad entre los pueblos –como antídoto contra el veneno de los chovinismos que nos separan- se impongan como los valores que impulsen la construcción de la nueva Centroamérica que queremos ver nacer.

Bachelet designa a exministro de Salvador Allende como embajador en Venezuela

EX MINISTRO DE ALLENDE QUE VIVIÓ EXILIADO EN VENEZUELA SERÁ EMBAJADOR EN CARACAS

Pedro Ramírez Ceballos del Partido Izquierda Ciudadana (IC), ex diputado y ex ministro de Salvador Allende, fue nombrado por el Gobierno de Michelle Bachelet como el nuevo embajador chileno en Venezuela, según informó este miércoles el Ministerio de Relaciones Exteriores.
El ahora embajador Ramírez fue diputado por la provincia de Osorno entre 1969 y 1973 (foto de la época), y también fueministro de las carteras de Minería y Vivienda y Urbanismo durante el último año de Gobierno del Presidente Salvador Allende.
Tras el golpe militar vivió en el exilio en Venezuela, donde trabajó como profesor e investigador en el Centro de Estudios del Desarrollo (Cendes) de la Universidad Central de ese país.
Fue jefe del Partido Izquierda Cristiana y cofundador del Partido por la Democracia (PPD). Hoy es miembro de la Comisión Política del Partido Izquierda Ciudadana, fundado en 2012.

La Omertá de la tinta: ADEPA salió a defender a Massot


La Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (ADEPA), que nuclea a empresas editoras de diarios, con Clarín y La Nación a la cabeza, mostró su verdadero rostro, una vez más: la cámara empresaria que se pretende imponer como la abanderada de la “libertad de expresión” defendió públicamente al director de La Nueva Provincia, Vicente Massot, quien está imputado por delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura militar. El 10 de abril, la organización emitió un escueto comunicado en el que manifestó su “preocupación” por el allanamiento que dos días antes la Justicia había realizado en la sede del periódico bahiense en búsqueda de nuevas pruebas que comprometan al empresario periodístico con el terrorismo de Estado. La postura de la entidad patronal no fue casual: La Nueva Provincia ocupa la secretaría general de la organización, a través de su representante Carlos Rago, y ejerce una gran influencia en su estructura interna.
Bajo el título “Allanamiento que compromete garantías constitucionales”, ADEPA cuestionó la medida que ordenó el juez subrogante Álvaro Coleffi y ejecutaron los fiscales federales de Bahía Blanca, José Nebbia y Miguel Ángel Pallazani, para profundizar la prueba documental. Las autoridades de la cámara sostuvieron que el allanamiento del martes pasado “parece constituir un nuevo eslabón de una larga cadena de ataques contra medios de prensa independientes, en tanto y en cuanto expresan visiones críticas sobre la realidad nacional”.
El comunicado, que se puede leer en la página oficial de ADEPA, coincide con el avance de la investigación judicial. Por eso, cuestionaron que “el procedimiento se concretara a instancias de dos fiscales ad hoc –esto es, nombrados sin concurso público y sin acuerdo del Senado nacional, como lo requiere la ley– y que han declarado públicamente una militancia ideológica que cuestiona el deber de objetividad que les impone el cargo, compromete las garantías constitucionales referidas a la libertad de prensa y genera el riesgo de que se pretenda instaurar el delito de opinión”.
Al parecer, la cámara patronal soslayó que el 4 de abril el magistrado consideró que “existen suficientes elementos de juicio para convocar a Vicente Gonzalo Massot a prestar declaración indagatoria”. El empresario será indagado el próximo 24 de abril a partir de las 8.15 en los tribunales de Bahía Blanca. Los crímenes de lesa humanidad que pesan en su contra son: instigación y encubrimiento de los asesinatos de dos trabajadores gráficos de su periódico, Enrique Heinrich y Miguel Ángel Loyola, y realizar desde La Nueva Provincia aportes esenciales para favorecer y encubrir un plan criminal de exterminio. En su planteo, los procurados demostraron “el ocultamiento deliberado de la verdad” en los secuestros, torturas y homicidios de, al menos, otras 35 personas. “Vicente Massot fue parte del núcleo de decisión del multimedio, que tuvo un rol determinante en el plan de exterminio”, indicó Nebbia. Por la gravedad de los cargos, Coleffi le prohibió la salida del país.
En este marco se produjo el allanamiento en el periódico bahiense, donde se secuestraron, entre otras cosas, los legajos de los obreros gráficos asesinados, fotografías y documentación contable que, al cierre de esta edición, estaba siendo analizada por la directora de la Oficina de Investigación Económica y Análisis Financiero, Judith König, y su equipo. “Estas pruebas son parte del cúmulo probatorio y refuerzan y respaldan la hipótesis de la fiscalía”. De los libros contables, por ejemplo, surge la composición societaria del diario.
La situación judicial de Massot comenzó a complicarse el 18 de marzo pasado, cuando se presentó “espontáneamente” en el despacho de Coleffi, presionado por una resolución de la Cámara Federal de Bahía Blanca que había considerado necesario investigar a los directivos de La Nueva Provincia por su rol durante la última dictadura cívico-militar. En aquella ocasión, el empresario brindó una declaración testimonial. En casi tres horas de exposición se desligó de las acusaciones: adjudicó la desaparición de los trabajadores Heinrich y Loyola a la organización Montoneros y se desvinculó de toda injerencia en la empresa en el período ’76-’83. “Dijo que todo lo decidían su madre (Diana Lía Julio Pagano de Massot) y su hermano (Federico), ambos muertos”, explicó Nebbia.
En ADEPA prefirieron no escuchar las palabras de Vicente Massot vinculadas a su hermano. Ocurre que la cámara patronal tiene seis comisiones y en una de ellas homenajean a Federico. Se trata de la “Comisión de Premios ‘Federico C. Massot’”, que, coherente con su nombre, está presidida por Carlos Rago de La Nueva Provincia. “Este organismo se ocupa de la organización anual del otorgamiento de las distinciones ‘Premios ADEPA al Periodismo’. Lleva el nombre de Federico Christian Massot en homenaje a su impulsor fallecido en 1990”, se explica en la página web de la asociación.
La posición de la cámara empresaria no es novedosa. En 2010 tuvo una actitud similar al nombrar como presidente de la Comisión de Libertad de Prensa e Informaciones al director del diario mendocino Los Andes, Arturo Guardiola, quien fuera funcionario de la última dictadura militar, tal como informó esta revista en su momento.
La relación de Guardiola con el terrorismo de Estado se remonta al 27 de enero de 1982, cuando se convirtió en subsecretario de Cultura de Mendoza, que dependía del Ministerio de Cultura y Educación a cargo de Lorenzo López Aragón, en el gobierno de Bonifacio Cejuela. En el autoproclamado Proceso de Reorganización Nacional, el ámbito cultural cumplió una tarea estratégica, tal como se denuncia en la acusación contra Massot y La Nueva Provincia.