miércoles, 16 de abril de 2014

Para atacar a Zaffaroni, Massa reflotó una denuncia de abogados vinculados a la dictadura

Como parte de su estrategia para evitar que llegue al Congreso el anteproyecto de reforma del Código Penal, Sergio Massa decidió cargar contra el presidente de la Comisión que lo redactó, el juez de la Corte Suprema Raúl Zaffaroni. Sin embargo, los principales fundamentos que esgrimió son idénticos a los de una vieja denuncia realizada en 2003 por un grupo de abogados conservadores que buscaban impedir la aprobación del pliego enviado por Néstor Kirchner para que integrara el máximo tribunal.
Así, Massa pasó de oponerse a que el Congreso debata el anteproyecto de reforma del Código Penal a cuestionar al presidente del organismo que la redactó. En un movimiento doble, el ex intendente de Tigre busca instalar la idea de que el texto no fue redactado por una comisión multipartidaria sino por una sola persona, a la que además demoniza.
“Trato siempre de que las discusiones sean de ideas y no de personas, pero me parece que hay que tener actitud y aptitud moral. Lo que puedo decir de mí es que, más allá de no haber escrito muchos libros de Derecho, ni fui juez de la dictadura ni rechacé hábeas corpus de personas que estaban con situación de detención ilegal ni juré por el estatuto de la dictadura militar. Hay que tener autoridad moral para hablar, sobre todo para referirse a dirigentes jóvenes”, dijo Massa el último domingo en el programa televisivo de Luis Majul después de haberlo llamado “falso luchador” en la mesa de Mirtha Legrand.
La denuncia mediática de Massa contra Zaffaroni.


Los argumentos de Massa acerca de que Zaffaroni fue un cómplice de la dictadura son exactamente los mismos que se sometieron a debate en el año 2003, cuando el pliego del jurista fue aprobado en el Senado con los dos tercios que exige la Constitución. En aquel entonces, abogados vinculados a la defensa de los genocidas iniciaron una campaña para impugnar la candidatura de Zaffaroni. Once años después, Massa repite las mismas acusaciones.
Nuevos músicos, la misma canción
La denuncia más importante contra la figura de Zaffaroni se basa en su rol como juez durante los años de la dictadura. Según sus críticos, a los que ahora se incorporó Massa, el joven juez de primera instancia habría negado recursos de hábeas corpus basado en el Estatuto de la Junta Militar por el que tuvo que firmar para ejercer sus funciones. Sin embargo, sobrevivientes y familiares de aquellos años reconocen la tarea desarrollada por Zaffaroni en los años de plomo.
Pablo Pizá estuvo detenido por un año y medio en Rawson en noviembre de 1975 y luego quedó a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Lo que querían era que diera el paradero de una de sus hijas, Liliana, quien integraba la conducción de la Juventud Universitaria Peronista y había dejado su Bahía Blanca natal para refugiarse en La Plata. Una vez que Liliana fue detenida, el 26 de abril de 1977, dejó de estar a disposición del PEN. Para ese momento, su otra hija, Diana, ya estaba detenida en el penal de Devoto. Estuvo como presa “legal” desde el 18 de noviembre de 1975 hasta el año 1980.
Cuando, en 1976, quiso viajar a Perú para denunciar los crímenes de la dictadura argentina, se topó con un obstáculo: su libertad a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Por eso, accedió a la Justicia y presentó un recurso para poder salir del país. El juez que se lo otorgó fue Eugenio Raúl Zaffaroni. La Junta Militar lanzó en ese momento un decreto por el que, como parte del Plan Cóndor, se prohibía la emigración a países limítrofes. De todos modos, Pizá siempre recordó la labor de Zaffaroni en su caso.
En 2003, mientras de discutía el pliego del juez en el Senado, Pablo Pizá le envió una carta pública que se leyó en la Comisión de Acuerdos. “Entiendo que algunas de las impugnaciones se refieren al desempeño que le cupo como juez de la llamada época del Proceso, expresando algunos al respecto que fue un juez complaciente con el Proceso. En el libro `Historia de la impunidad`, escrito por Stella Maris Ageitos, se menciona que uno de los casos, el primero de los que demostró su independencia y criterio contra la impunidad, fue en el caso Pizá de octubre de 1976. Me llamo Pablo Alfredo Pizá y soy un testimonio vivo de que usted nunca fue un juez adicto al Proceso. Saludo complacido vuestro nombramiento como juez de la Corte, entendiendo que es un paso que nos acerca más a la justicia en serio. Quedo a su disposición si mi testimonio fuere de utilidad”, escribió en ese momento.
En diálogo con INFOnews, su hija Diana Pizá recordó el legado de su padre, fallecido hace algunos años, y las circunstancias que lo llevaron a escribir ese texto. “Frente a la audiencia pública, mi papá tuvo esa iniciativa porque veía el ataque que se estaba cerniendo contra él. El fallo de Zaffaroni que avala la salida de mi papá del país es clarísimo. Zaffaroni no se comportó como la mayoría de los jueces de esos años y mi papá quiso hablar porque nadie podía poner en duda su palabra; la nuestra es una familia que militó antes, durante y después de aquellos años”, relató. Y agregó: “Nadie conocía al juez Zaffaroni en ese momento. Su postura en el caso de mi papá fue en base a su compromiso y a sus principios, sin especulaciones de ningún tipo”. Diana, quien declaró hace un mes en la causa de La Cacha por la desaparición de su hermana Liliana, tuvo la oportunidad de conocer posteriormente al juez y agradecerle lo que había hecho por su padre. Lo concerniente al caso figura no sólo en el libro de Argeitos sino en uno que escribió el propio Pablo Pizá.
"Zaffaroni no se comportó como la mayoría de los jueces de esos años", dijo Diana Pizá a INFOnews.



Otro caso que tomó estado público es el de la desaparecida Inés Ollero. En 2003, Zaffaroni fue acusado de haber negado el recurso hábeas corpus por el que su familia quiso averiguar su paradero y tuvo que ser su padre, César Ollero, quien salió a desmentirlo. En una entrevista con Página 12, Ollero sostuvo que Zaffaroni no firmó ese rechazo, sino que se trató de otro juez, y aseguró: “Zaffaroni me ayudó durante cuatro años y su trabajo sirvió para investigar la Escuela de Mecánica de la Armada. La investigación fue tan buena que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA eligió el caso de mi hija para dar referencias, en 14 páginas, de todo el andamiaje de la dictadura. Y la posibilidad de llegar a expresar al conjunto de los afectados se desprendió de aquel trámite de hábeas corpus. La misma Comisión elogia las investigaciones realizadas por el juez de la causa”, señaló el padre de la mujer en dicha entrevista, y agregó que lo defendía “porque lo atacan injustamente”.

El eterno retorno de los abogados pro dictadura

En el momento en que la Comisión de Acuerdos trató el pliego de Zaffaroni, en medio de una ofensiva política y mediática que trataba de desacreditarlo, quien encabezó su defensa fue el entonces senador del Frente para la Victoria Jorge Yoma. “Están aquí presentes el doctor Gil Lavedra, el doctor Arslanián, el doctor Julio Maier y el presidente de la Corte Suprema de Costa Rica, es decir, hombres calificadísimos, así como el compañero secretario general que representa a los trabajadores judiciales y distintas organizaciones de derechos humanos. No creo que ellos vengan a cuestionar el fallo del caso Ollero, en contra de los derechos humanos. Es más, obsérvese qué paradoja: quienes cuestionan ese fallo no son organizaciones de derechos humanos, ni las Madres de Plaza de Mayo, quienes estuvieron pasilleando por los tribunales durante años y años con sus hábeas corpus para ver si alguien les podía dar alguna noticia acerca del paradero de sus hijos, sino fundaciones que han aparecido ahora y estudios jurídicos. Pero las organizaciones de derechos humanos y las Madres de Plaza de Mayo —aquí presentes— han venido a apoyar esta nominación. Se hacen cuestionamientos de todo tipo, pero no los hacen aquellos que supuestamente eran víctimas, sino que al contrario, manifiestan su apoyo”, sentenció Yoma aquel 6 de octubre de 2003 en el Salón Manuel Belgrano del anexo del Senado.
Yoma denunció con vehemencia que se habían creado ONGs ad hoc, sólo para cuestionar a Zaffaroni, como la Fundación Bicentenario lanzada por ex integrantes de la UPAU como Carlos Maslatón y Juan Curutchet, hoy vicepresidente del Banco Ciudad e integrante del PRO. Además, el senador hizo público que circulaba una campaña por la web orquestada por “sectores de opinión y de intereses económicos”.
“No son cuestionamientos de las madres de las chicas violadas que se quejan por el fallo Tiraboschi, ni encontramos a ningún estudio jurídico que defendiera a las chicas violadas. Tampoco se trata de estudios jurídicos que hayan presentado algún hábeas corpus en favor de algún detenido desaparecido”, advertía Yoma once años atrás. En esa nómina, figuraba el abogado Víctor Fernández Pelayo. “A mí me sonó ese apellido. Empecé a acordarme de los abogados que defendían los derechos humanos y por ahí no me sonaba. Fui al Colegio Público de Abogados y tampoco lo pude ubicar. Pero lo encontré en el Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires. El Colegio de Abogados nos hizo llegar un documento en el que con palabras muy duras se cuestiona la nominación del doctor Zaffaroni. Prácticamente, se dice que el honor, la vida, la libertad e integridad física de las personas se encuentran en juego y en riesgo si el doctor Zaffaroni es designado juez de la Corte Suprema. El que la firma es el subsecretario de Justicia de Videla, el doctor Durrieu”.
Jorge Yoma fue el más enfático defensor de Zaffaroni cuando se trató su pliego en el Senado.

El Colegio de Abogados de la Ciudad es la institución presidida por Máximo Fonrouge que el año pasado reivindicó en un acto público a un juez homenajeado por Videla. Roberto Durrieu es el fundador y actual consultor externo del estudio de abogados que integra Hernán Munilla Lacasa, defensor de Héctor Schawb, el ideólogo de Cecilia Pando. Tanto el titular del Colegio de Abogados como el socio principal del estudio Durrieu integraron la lista de “prestigiosos abogados” con los que se reunieron los diputados del Frente Renovador el mes pasado para oponerse a la reforma del Código Penal. Como si fuera poco, el pasado 7 de abril la propia Cecilia Pando celebró, en primera persona del plural, que Massa haya denunciado a Zaffaroni. “El massismo acusa a Zaffaroni por sus vínculos con la dictadura. Hace rato lo venimos diciendo nosotros”, indicó.
Ante la llamativa coincidencia de argumentos y protagonistas entre la vieja denuncia y la actual embestida del massismo contra la figura de Zaffaroni, INFOnews consultó al Estudio Durrieu, que negó vínculos con el Frente Renovador. “No tenemos ninguna relación con Massa, no tenemos idea qué es lo que hizo. Me suena a que es una barbaridad”, se defendió Roberto Durrieu Figueroa, hijo del fundador del estudio. “Tengo entendido que mi padre tampoco lo conoce”, agregó, aunque confirmó que existe una relación de parentesco con Marcela Durrieu, suegra de Massa y concejal de San Isidro: “Creo que son primos terceros, pero no hay relación”.
La ratificación de Jorge Yoma
Consultado por INFOnews, el ex senador y ex diputado Jorge Yoma evitó referirse a las declaraciones de Massa contra el ministro de la Corte Suprema pero ratificó lo dicho por él en 2003 como principal defensor de su pliego en la Comisión de Acuerdos. “Avalo y sigo pensando lo mismo de él como jurista, no como polemizador de la política”, sostuvo.
“No dudo de las condiciones de Zaffaroni para ser juez de la Corte Suprema, al contrario. Y lo digo aunque no comparta muchas de sus posiciones en temas como el aborto o las drogas”, indicó.
“En su momento, valoré la intención de Néstor Kirchner de tener una Corte Suprema plural desde lo ideológico y de elevadísima calidad intelectual. Y no me arrepiento. Tanto Zaffaroni como Carmen Argibay o Elena Highton de Nolasco o Ricardo Lorenzetti han prestigiado al cuerpo y a la democracia en sí. Verdaderamente, es un lujo la Corte que tenemos”, consignó Yoma, quien no obstante está de acuerdo con Massa en la oposición a la reforma del Código Penal impulsada por Zaffaroni. “Eso no quita que rechace absolutamente la postura de Zaffaroni de meterse en la arena política. Gracias a Massa, el proyecto no se aprobó a libro cerrado. Y, más allá de algunas declaraciones, me pongo de su lado en esta oposición no por el contenido sino por el método del oficialismo de tratar sin debate un tema tan profundo”, aclaró.
Lo cierto es que las acusaciones contra Zaffaroni que ahora esgrime Massa desde los estudios de Luis Majul y Mirtha Legrand o las páginas del diario Clarín son las mismas que elaboró un grupo de abogados conservadores en 2003 y fueron denunciadas por Yoma como parte de una campaña orquestada de desprestigio contra el juez. Aquellos abogados conservadores coinciden además con los especialistas consultados por el Frente Renovador para encabezar su oposición a la reforma del Código Penal. La interpretación queda sujeta al lector.

Cuando la encuesta organiza toda la estrategia política Por Alejandro Horowicz

Los datos que arrojan los sondeos sobre el paro general y también de cara a las elecciones de 2015.
Deporte político nacional mayoritario: leer encuestas. Interpretarlas, es otra cosa; sobre todo cuando se leen estáticamente. En lugar de considerarlas fotogramas de una película, escenas congeladas de un proceso dinámico, suelen leerse como un oscuro dictamen de los dioses, y por tanto sólo se trata de "acompañarlas", de acomodar el discurso a la "opinión de la gente". Entonces, de la "justicia por mano propia", de la "ausencia de Estado", del asesinato de pobres peligrosos, la agenda pública pasa sin demasiada reflexión al último paro general.

Las encuestas mandan y en el trabajo de Ibarómetro, publicado ayer por Página 12, si se suma el 28,3% de los que consideran el paro "nada justificado", con el 25,8 del "poco justificado", se obtiene una mayoría del 54,1 por ciento. En esta lectura la mayoría estaba en contra del paro, y la prepotencia sindical –no en vano la dirección tiene una imagen pública pésima, 65 por ciento– hizo uso del transporte, del control de todos los medios de transporte, para impedir que los trabajadores de a pie accedieran a sus puestos de trabajo.

Una pregunta no debería ser eludida: ¿por qué Hugo Moyano puede lo que Luis Barrionuevo no puede? Es de dominio público que los trabajadores gastronómicos no acataron el paro. La mayor parte de los restaurantes y bares permanecieron abiertos. Y el intento de forzar el cierre resulto ineficaz. En cambio, todos los gremios del transporte –incluidos subte y aviones– acataron la directiva. Dicho con sencillez: Moyano representa a sus afiliados, Barrionuevo no.

Entonces, la idea de medir en "general" los "motivos" del paro no pareciera ser la adecuada. No siempre la gente reflexiona así, no parece el caso donde todos conocen el porqué, y mucho menos en términos tan conceptualmente políticos. Sólo una encuesta por rama de trabajo arrojaría resultados más confiables, y facilitaría una explicación más consistente, ya que la disparidad del comportamiento hiere la vista.

La dispersión salarial de los trabajadores en relación de dependencia explica, pero no debería ser excluyente. Las condiciones de trabajo importan. Y sobre todo, la capacidad de negociación de una dirección sindical no depende tan sólo de su propia aptitud para enfrentar a la patronal, sino también de la capacidad colectiva; capacidad que suele estar determinada por los sectores más dinámicos del movimiento obrero, y los otros suelen viajar chupados. Esto es, aprovechan la sinergia ajena como fuerza propia. Que un sindicato como La Fraternidad, que nuclea a los maquinistas ferroviarios, con asalariados que pagan Impuesto a las Ganancias, se pliegue al paro y Empleados de Comercio no lo haga, va mucho más allá de las opiniones políticas de sus dirigentes.

Armando Cavalleri –pope mercantil durante décadas– sabe aprovechar las circunstancias. Había aceptado un salario de bolsillo de 6700 pesos, lo que suponía un aumento del 29,9 por ciento, pero cuando debían rubricar el convenio, sin decir agua va, apuró un pliego de "nuevas exigencias". A juicio de Carlos de la Vega, dirigente empresario del sector: "Estalló el acuerdo, de eso no hay dudas. Estamos tratando de recomponer las esquirlas." Si se tiene en cuenta que el convenio había sido anunciado en la Casa Rosada, con foto presidencial y todo, no se puede desechar como asuntillo menor.

Quien piense que entre el paro general y el comportamiento de Cavallieri no hay relación se equivoca feo. La sociedad argentina no tiene en alta estima a la gerontocracia sindical, pero los trabajadores saben que los sindicatos sirven. No en vano el nivel de sindicalización argentino duplica holgadamente el brasileño, y ni que hablar del chileno. De modo que la directiva de Comercio, con su "picardía", modifica las relaciones de fuerza en materia salarial, y al hacerlo también transforma las opiniones de sus afiliados. Y una nueva encuesta (organizada con preguntas más cerradas, menos generales), arrojará nuevos resultados. El repudio al piquete –84 por ciento– no es anecdótico, y el intento de las corrientes sindicales referenciadas en la izquierda por no perder visibilidad pública, deberían reconsiderar ese instrumento. Sin olvidar, por cierto, que una minoría no lo rechaza, y que esa izquierda está bastante lejos de representarla electoralmente.

Ergo, valuar políticamente este paro general no es tan sencillo, sus efectos recién arrancan, y se trata de saber si será el pórtico de un nuevo paro o si esto fue todo. La sociedad percibe y las encuestas registran que este paro forma parte de los movimientos requeridos por la realineación de fuerzas del tablero electoral 2015. Ahora bien, es precisamente en ese terreno donde debería interpretarse políticamente el comportamiento obrero. 

OTRA VEZ LAS ENCUENTAS. No hubo paros generales durante el primer gobierno de Néstor, y otro tanto sucedió con el primero de Cristina. No es preciso leer encuestas para saber los motivos. No se trata de que la protesta no tuviera razones, sino más bien remite a la naturaleza de las expectativas. Hace mucho tiempo que los sectores populares esperan muy poquito; hasta se podría decir que recibieron, en esos días, más de lo que esperaron.

Hoy la crisis global del capitalismo, un evidente ralentamiento del comercio internacional, afecta. Brasil se detuvo, Argentina crece mucho más despacio, la aspiradora financiera prosigue su marcha y los griegos pueden colocar deuda pública a menos del 6% de interés anual, por primera vez en años. La derechización de la sociedad global, de sus valores colectivos, avanza a paso de ganso.

¿En la Argentina pasa lo mismo? Una encuesta que Poliarquía Consultores, publicada el domingo 13 en La Nación, registra una intención de voto del 25% para Sergio Massa, seguido por el gobernador de Buenos Aires, 21%, y el jefe de gobierno porteño cierra el selecto pelotón, 16 por ciento. Tres candidatos del panradicalismo alcanzan, en el caso de que sus votos fueran acumulables, el 23 por ciento: Hermes Binner, con el 9, seguido por el ex vicepresidente Julio Cobos, 8%, y con cierta sorpresa cierra Elisa Carrió, con el 6 puntos porcentuales.

Si estos números se mantuvieran hasta la hora señalada, la Argentina se enfrentaría por primera vez desde 2003 a un escenario con segunda vuelta. Las preferencias volcadas sobre el eje "continuidad-cambio" aportan cualitativamente a inteligir sentido político: el 46% expresó que votaría a un candidato que "cambie algunas cosas y continúe otras", sólo el 33 indicó que elegiría a alguien que "cambie la mayoría de las cosas" y el 15% advirtió que preferiría a quien "continúe la mayoría". De modo que la mayoría no apunta hacia cambios drásticos, ni de derecha ni de izquierda, con respecto a la gestión K. Línea de continuidad: salario, empleo y consumo; línea de discontinuidad: seguridad e inflación.

Ahora bien, esta encuesta deja en claro que difícilmente el oficialismo tenga un candidato que no sea Daniel Scioli. Otro dato: con Massa sería la batalla decisiva. Una batalla entre un intendente y un gobernador de la provincia de Buenos Aires. Mauricio Macri, por su parte, no logra avanzar en su armado político. De modo que toda su chance pasa por alguna clase de acuerdo con el radicalismo. Carrió está dispuesta, pero pareciera ser la única.

Los Oktubres, el grupo de intendentes jóvenes que a fines de enero, en medio de la zozobra causada por huelgas policiales, cortes de servicios y devaluación de la moneda, respaldaron sin vueltas al gobierno. Dos meses más tarde, con el panorama más estable, el espacio busca ampliarse más allá de los límites de la provincia de Buenos Aires con la intención de "ser parte de la discusión" de cara a 2015. Ellos terminarán por hacer lo que les indique Cristina. En rigor de verdad, Scioli depende de la decisión de la Casa Rosada. Dos caminos quedan abiertos. En el primero, Cristina empioja el camino de Scioli, para seguir siendo la jefa desde el llano. En el segundo, apoya al gobernador y acepta que su tiempo político ya es parte de la historia.

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UNA EVALUACIÓN DESDE LA MILITANCIA SINDICAL El paro no cuestionó al poder económic

La decisión nos debilita porque nos desune. No fueron en vano las visitas de algunos dirigentes a la Sociedad Rural.

Por Horacio Ghillini
Director de T&E

El derecho a huelga es la partida de nacimiento de las organizaciones gremiales y la oportunidad de su ejercicio corresponde a sus propios cuerpos orgánicos que son quienes legitiman el uso de la opción fundante de los sindicatos. Ahora bien, cuando se trata de un “paro general” la cuestión cambia porque el sector o grupo de organizaciones que lo decretan deben hacerlo en representación de “la clase trabajadora” en su totalidad y desde esa perspectiva todo trabajador tiene derecho a preguntarse sobre su legitimidad y si la medida de acción fortalece o debilita a los trabajadores en su conjunto.

Es evidente que la medida de la semana pasada tuvo dos direcciones: hacia el interior del movimiento obrero organizado para ver “quien conduce el conflicto social” lo que explica – pero no justifica- que hubiera declaraciones contra un líder sindical y otra que hizo saber que el objetivo de la medida fue desgastar a un gobierno” por ser insuficientemente revolucionario (sic).

En el espectro de manifestaciones a favor de la medida y en contra del gobierno, no leímos ni escuchamos ninguna declaración sobre la acumulación de ganancias de los bancos, la falta de cogestión obrera en las empresas belgas de dragado, la concentración del comercio exterior, la necesidad de una reforma financiera, las posiciones de mercado dominantes que ejercen los grupos concentrados, por mencionar algunos temas de enorme incidencia en la vida de los trabajadores. Es decir, leímos y escuchamos declaraciones implícita o explícitamente electoralistas pero contra los factores reales de poder económico, ninguna.

La cuestión principal sobre un paro general no está en su acatamiento ni si existen niveles de conflicto que lo justifiquen. Está en su direccionalidad. Es desde esta perspectiva que quiero basar el análisis.

El acatamiento es un factor tan complejo de medir que resulta fácilmente manipulable, es decir según quién haga la medición se puede amplificar o minimizar. Por eso y sobre este tema, no debería pasar inadvertido para los cuadros sindicales que los medios hegemónicos amplificaron la magnitud del paro. Cabe aquí la advertencia de don Arturo Jauretche: “Si La Nación te pondera…”

Un paro general puede ser catártico, desproporcionado, estéril o de posicionamiento. Si el conflicto social deviene en “bronca” y no en acciones transformadoras, culmina en una actitud en donde lo popular se masifica y se diluye en una catarsis resumida en el “me saco la bronca” y todo sigue igual. En general esa actitud es conducida por los centros de poder para que nada cambie y son los medios hegemónicos quienes la manejan a la perfección brindándole escenario a los “actores” que cuanto más desbocados mejor (“la Carrió” sería una actriz ejemplar para esa representación). El conflicto social se transforma entonces en un “escándalo mediático” y deriva en cuestiones de vedetismos y consideraciones sobre si fue pacífico o policial, en caso de haber sido violento. El paro “general” es, así, funcional al poder y estéril a la clase trabajadora.

Cuando uno se olvida que la política es circular y que si te vas mucho para la izquierda terminas en la derecha…

No es que sea necesario ir a pedir el libreto a algún socio del poder que, la historia demuestra hasta el hartazgo, te utiliza y convierte en instrumento. Por esto es importante discutir la direccionalidad de la acción sindical para que los trabajadores no seamos parte de una masa manipulable sino protagonistas que debemos sostener una agenda sindical dirigida a profundizar un modelo productivo que beneficia al conjunto. Ese debe ser el objetivo del activismo gremial aunque le reste protagonismo a algunos dirigentes sindicales que demostraron estar muy lejos de transformarse en “el Lula argentino”.

El paro de la semana pasada nos debilita porque no nos une, porque demuestra que no fueron en vano las visitas a la Sociedad Rural de algunos dirigentes, porque nos aleja de la línea histórica del movimiento obrero plasmada en La Falda, Huerta Grande, los 26 puntos de la CGT Ubaldini. Porque intenta posicionar a los trabajadores en una actitud reaccionaria cuando nuestra dirección correcta es apoyar y profundizar las transformaciones de este proyecto político.

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La Nación y ex funcionarios de la dictadura apoyaron a Massot Por Franco Mizrahi


Por Franco Mizrahi

El diario, junto a la Academia de Ciencias Morales y Políticas, expresó su "preocupación" por la situación judicial del dueño de La Nueva Provincia. Acusó al Ministerio Público Fiscal.

El director del diario bahiense La Nueva Provincia, Vicente Massot, imputado por delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura cívico militar, recibió ayer el apoyo de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas (ANCMyP) desde La Nación. Coherente, la entidad de pomposo está integranda por ex funcionarios del aquel regimen y empresarios acusados, al igual que Massot, por violaciones a los Derechos Humanos.

Bajo el título "Preocupan acusaciones contra Vicente Massot", La Nación publicó un artículo en el que la organización expresó su "profunda preocupación por la situación procesal en que se pretende involucrar al académico Vicente Massot sobre la base de instrucciones dogmáticas o ideológicas emitidas por el Ministerio Público".

"Manifestamos –continuó el matutino que fue socio comercial de la dictadura– nuestra solidaridad con el doctor Massot, de indudable trayectoria personal, científica y moral, y esperamos de la justicia una resolución de acuerdo a derecho, consecuente con el precepto constitucional de libertad de expresión, no sujeta a presiones del poder ni resultante de propósitos persecutorios".

La declaración está firmada por el presidente de la academia, Manuel Solanet, el vicepresidente, Santiago Kovadloff –vinculado al macrismo-, y Leonardo Mc Lean, secretario. No estuvieron solos. En la junta directiva también figuran como prosecretario José Claudio Escribano, periodista de La Nación, el mismo que auguró un breve y trágico destino al gobierno de Néstor Kirchner.
La postura de la ANCMyP, que reúne a voces de la derecha vernácula, no debiera sorprender. Solanet integró la cartera de Economía durante la última dictadura: fue secretario de Hacienda entre 1981 y 1982 y, antes, presidió el Instituto Nacional de Planificación Económica. Por su parte, Rosendo Fraga, también parte de la junta directiva, integró el ministerio de Trabajo entre 1976 y 1979, según registros previsionales.

Otros integrantes cómplices del terrorismo de estado son: Alberto Rodríguez Varela, ministro de Justicia de Jorge Rafael Videla y fiscal de Estado de Buenos Aires cuando el asesino Ramón Camps estuvo al frente de la policía; Juan Aguirre Lanari, ex canciller de Reynaldo Bignone; y Horacio Sanguinetti, quien se desempeñó como asesor de asuntos jurídicos en el Ministerio del Interior entre 1972 y 1973, y como asesor de gabinete –en 1981– en la misma cartera durante la gestión de Horacio Liendo. También se destaca el ex titular del ingenio Ledesma, Carlos Pedro Blaquier, procesado por delitos de lesa humanidad.

También se "destacan" : el ya difunto Jorge Aja Espil, quien fue embajador en los EE UU entre 1976 y 1981; y su sucesor, el contraalmirante Carlos Alberto Sánchez Sañudo (RE), que se desempeñó como secretario general de la vicepresidencia de la Nación entre los años 1956 y 1958, durante la Revolución Libertadora. Sánchez Sañudo, ya fallecido, presidió la entidad un año, entre 1995 y 1996. Casi dos décadas después, la línea ideológica de la academia no cambió ni un ápice.

El último presidente (2009 y 2012) fue Jorge Reinaldo Vanossi, ex ministro de Justicia de Eduardo Duhalde. Vanossi, actualmente es miembro de número de la academia, junto a otras figuras como Adalberto Rodríguez Giavarini, militar retirado quien entre 1975 y 1983 se desempeñó en la Sindicatura General de Empresas Públicas y fue canciller de Fernando de la Rúa. A ellos se suma, entre otros, el abogado Horacio García Belsunce (padre). Y "el académico" Massot, claro, que es historiador y dicta clases en la UCA.

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La muerte de Ernesto Laclau La cuerda profunda de una época Por Federico Vázquez



En un acercamiento, respetuoso, a la caja de herramientas conceptuales de Laclau, lo que se destaca es una preocupación obsesiva por el problema de la representación política. En definitiva, detrás de las “cadenas de equivalencias” y los “significantes vacíos”, lo que hay es un esfuerzo muy destacable por encontrar respuestas a una pregunta central: cómo hace una sociedad para construir las mediaciones necesarias para que las demandas sociales se canalicen políticamente.

En general, la muerte tiene un efecto silenciador sobre las críticas. Si se trata de un personaje con notoriedad pública, suele aparecer una súbita tendencia a la hipocresía por parte de quienes no teniendo simpatía, intentan ocultar sus opiniones personales, jugando a la diplomacia discursiva.

Sin embargo, en algunos medios, la muerte de Ernesto Laclau dejó ver una cara más original por parte de colegas intelectuales así como en las reseñas obligadas por el deceso del escritor. La delicadeza fue dejada de lado, y se eligió sintetizar la obra de Laclau como una herramienta coyuntural del gobierno ("intelectual ultra k"), o incluso forzando tanto la lógica hasta el punto de decir que sus conceptos y elaboraciones teóricas funcionaron como una "pantalla" para ocultar el verdadero rostro ineficiente y maligno de la gestión kirchnerista.

Envalentonados en esa ola, escritores de fuste menor se animaron a jugar con la idea de que Laclau era un enemigo de la democracia, a pasos de marcarlo como un totalitario estalinista. Todas estas consideraciones pueden encontrarse condensadas en la edición de ayer del diario La Nación: acá, acá y acá.

Pero no se trata de reclamar falsos consensos. El propio Laclau se hubiera sentido poco a gusto en semejante escenario. Sí pensar por qué un atildado escritor bendecido por las principales universidades europeas, que ni siquiera tuvo una intervención política activa en la Argentina en las últimas décadas (estaba radicado en Londres desde el año 1969) causa semejante enojo post mortem. La razón -poco populista- puede estar en esa misma biografía un tanto elitista, de la cual se esperaría otro tipo de “pensamiento” que validara el conjunto de creencias sencillas que en estas pampas aún conservan los intelectuales bien posicionados.

Esas creencias, como por ejemplo que la política es un largo diálogo entre señores, donde se debaten los "problemas del país" y se llegan a acuerdos con metas de largo plazo, no tienen ya muchos defensores entre los que gestionan (basta un muestreo por la política europea o norteamericana de los últimos años, donde la crisis y el conflicto lo ocupan casi todo) y causaría risa entre especialistas de las ciencias sociales. En nuestro país, en cambio, todavía son el sentido común de muchos ilustrados.

Laclau llamó al espanto porque decidió realizar la operación cultural más vieja y exitosa del mundo: tomar el significado de un símbolo e invertirlo. Naturalmente, los que crearon ese símbolo se van a sentir ofendidos. Son (somos) pocos los que se adentraron en los recovecos teóricos de Laclau, complejos por definición, y pertenecientes no a un arrebato de ingenio lingüístico sino a varias décadas de escritura (donde produjo una yuxtaposición de influencias que van desde Marx y Gramsci, hasta Lacan y Althusser, lecturas desde las cuales pensó su propia hendija teórica).

Ese significado invertido fue, claro, el concepto de “populismo”. Pocos términos más revulsivos para la conciencia del status quo local, que lo había usado aquí y allá para hacer referencia a todo lo que había odiado. El uso del término, muy extendido desde años atrás, tenía su razonamiento oculto, simple y efectivo: lo “popular” había degenerado en “populismo”. En la Argentina, sostener posiciones abiertamente elitistas, como es común en otras latitudes, fue desde tiempos muy pasados algo incómodo, casi impracticable. Lo “popular” tiene un arraigo social enorme en nuestro país, y es la verdadera clave diferenciadora respecto a otras sociedades: nos hace más iguales, menos devotos de la obediencia jerárquica y el orden social dominante. La sociedad argentina tuvo siempre una pátina “popular” marcada, desde las desbordantes oleadas inmigratorias, el ascenso del yrigoyenismo y, por supuesto, el peronismo. Siempre hubo algo que “no cerró”, que se expresó sin diques, inundando los espacios que se pensaban reservados para unos pocos privilegiados. En ese contexto social de corrientes tumultuosas, lo “popular” difícilmente podía ser una referencia negativa. Pero entonces apareció el “populismo” como una declinación ideal para denigrar por otros medios lo que no podía censurarse abiertamente.

Cabe preguntarse si lo más astuto es retomar un concepto que está en la vereda de enfrente y volverlo propio o nombrar con palabras nuevas -más vinculadas a la experiencia concreta y las expectativas positivas- a un proceso político que está naciendo. Es un interrogante válido, y el tiempo dirá cuál fue el recorrido final de su uso, cuál su utilidad en la “batalla de ideas”, digamos. Lo que es menos discutible es que el “populismo” de Laclau, en el uso político que el mismo autor le dio en el contexto argentino y latinoamericano (es decir, vinculándolo a los gobiernos progresistas de la región) vino a cubrir un vacío conceptual evidente. Cómo nombrar lo que está pasando, cómo teorizar sobre gobiernos y procesos políticos que nacieron como un “pos” todo. Pos-neoliberales, pos-ideológicos, pos-crisis, pos-modernos, etc.

Desde esa preocupación puede decirse que Laclau tocó la cuerda de esta época: allí donde se ponga el dedo sobre el mapa de cualquier país de América latina aparece el interrogante de cómo construir sistemas políticos que absorban el conflicto y lo traduzcan democráticamente. Hasta ahora, con los errores y limitaciones del caso, fueron los oficialismos “populistas” quienes mejor se hicieron cargo de esa tarea. En Brasil, Bolivia, Venezuela o Argentina la sábana de la representación es más grande, cubre a más sectores, incluye una agenda más densa y articulada que la que tenían esos mismos países hace diez o quince años.

Se trata de un avance democrático para el cual las oposiciones de aquí y allá no tienen todavía un plan de evacuación: porque se puede ganar una elección, pero el tema es ver cómo gobernar una sociedad más cohesionada y, por ende, más poderosa. Algo que, paradójicamente, es mucho más difícil de hacer que si se tiene enfrente un manojo social con demandas y reclamos fragmentados y dispersos. En ese dilema laclauniano parece estar la discusión de los próximos tiempos.

Télam
 

UNA MUESTRA CON LA BUSQUEDA DE LA ABUELA MARIA ISABEL CHOROBIK DE MARIANI “Una forma de llegar a Clara Anahí”

Documentos, fotos, muñecas, escritos y la máquina de escribir de Chicha Mariani en la muestra de la biblioteca.
Imagen: Jorge Larrosa

En el hall de la Biblioteca Nacional se inauguró la exposición itinerante en la que hay fotos y cartas que cuentan la historia de Chicha Mariani y sus intentos por recuperar a su nieta, secuestrada durante la última dictadura.

Por Ailín Bullentini

La foto de una beba recostada en una silla mecedora azul y blanca, cachetona, sonriente, protegida del sol por las ramas de un frondoso jardín, se repite en diferentes tamaños y formatos. Está ampliada y en tamaño carnet; encabeza almanaques y folletos; se convierte en postal, mural, portada de libros. Esa bebé, Clara Anahí Mariani Teruggi, congelada para siempre en sus tres meses de vida, es el denominador común de la muestra itinerante que lleva su nombre y que resume, en varios documentos, elementos y fotografías, el camino que su abuela paterna, María Isabel Chorobik de Mariani, recorrió para buscarla. Uno que aún no termina de construirse porque Clara Anahí, como otros 400 nietos arrebatados durante la última dictadura cívico militar, no aparece. La muestra itinerante llegó ayer al hall de entrada de la Biblioteca Nacional.

El recorrido en exhibición fue creado hace aproximadamente un lustro por miembros de la Asociación Anahí, el organismo de derechos humanos que Chicha Mariani fundó cuando se fue de Abuelas de Plaza de Mayo, espacio que ayudó a fundar. Su compañera incansable en esta nueva etapa fue Elsa Pavón, quien continúa a su lado. “La muestra es una forma más de intentar llegar a Clara Anahí. Con las fotos de ella de bebé, de su familia, deseamos llegar a ella donde quiera que esté”, introduce Pavón, quien asegura haber llevado la exhibición “por todo el país”.

Las fotos de Daniel Mariani y Diana Teruggi sonríen desde una tela, en blanco y negro que inaugura la exhibición. La misma tela aloja las fotos y los nombres de los otros cuatro hombres que fueron acribillados en la casa de la joven pareja, en la calle 30, en La Plata, por una patota de las “fuerzas conjuntas” de la última dictadura, el 24 de noviembre de 1976. Varias fotografías de aquella casa, del estado en que quedó tras el ataque, de las marcas de los tiros en la fachada y de los destrozos de su interior también testifican en el recorrido itinerante sobre aquel día en el que la nieta de Chicha, de sólo tres meses de vida, fue robada.

Los registros fotográficos son más amplios, ofrecen una ventana hacia el antes de aquel punto de inflexión trágico y otra hacia los años que vendrían. Dan cuenta de meses felices, cuando el nacimiento de Clara Anahí o los primeros arrorrós de abuela Chicha y abuelo José –el papá de Daniel–, y del aprendizaje en plena lucha, luego, con años venideros de marchas, encuentros con otras mujeres en la misma situación, el nacimiento de Abuelas, algunos viajes con el reclamo por los bebés robados por los milicos a cuestas.

Pero no sólo de fotos está hecha la muestra itinerante, que también cuenta con elementos testigo de la espera de la abuela. La máquina de escribir en la que Chicha tipeó las primeras cartas pidiendo por su nieta. Los pañuelos blancos que utilizó a lo largo de los pasos dados, algunos bordados, otros pintados a mano alzada, algunos de regalo, otros con ausentes ajenos y aún así tan propios. Las muñecas que compró, año tras año, con la esperanza de poder acompañar su niñez, envueltas en nylon transparente, fechadas y ubicadas geográficamente. Y, desplazada en tres gigantografías, la carta que esa abuela le escribió a esa bebé arrebatada, esperada, imaginada, al cumplirse cinco años de su nacimiento. “Clara Anahí, mi chiquita, hoy 12 de agosto es tu cumpleaños. Cumples cinco años, mi vida, y yo sólo puedo imaginarte”, afronta la realidad la abuela que no dejó de ejercitar jamás su imaginación. Son, hoy, casi 38 los años que lleva en ese plan, mientras el otro, el de la búsqueda incansable, no le devuelve negativos.

“Me sigue emocionando y sobrecogiendo como el primer día la búsqueda de Chicha. La ausencia de ella la siento injusta más que ninguna. Ha sido una leona buscando a nuestros chicos y la de ella nunca apareció”, confesó Pavón, que pudo reencontrarse con su nieta en 1984. Que ese pedazo de historia, aquel que cuenta el recorrido de Chicha y que grita desde allí mismo un constante “Clara Anahí, te estamos esperando”, sea exhibido en lugares como la biblioteca –lo hizo en centros culturales, espacios de organismos de derechos humanos– es importante para la búsqueda. “En lugares como éstos transita mucha gente, incluso de otros países. Y realmente no sabemos dónde está, por lo que es una puerta para que alguien más la vea o ella misma se reconozca de chiquita... En fin, esos caminos que tiene Dios y el destino para acercarnos a nuestros chicos”, concluyó Pavón.

16/04/14 Página|12

ARRESTARON AL REPRESOR GERARDO JORGE ARRAEZ Un prófugo encontrado

El documento de identidad falso a nombre de Jorge Alberto Rodríguez.

Tenía orden de captura desde hace dos años. Cuando lo detuvieron, tenía un documento de identidad falso. Fue miembro de las patotas del Banco y el Olimpo, donde era conocido por el apodo de Nito.

Por Adriana Meyer

A sus sesenta años, Gerardo Jorge Arráez, imputado por crímenes de lesa humanidad, tuvo la energía y los recursos suficientes para permanecer dos años prófugo de la Justicia. Sin embargo, el lunes mientras caminaba cerca de su casa fue detenido por la Policía de Seguridad Aeroportuaria, que le secuestró un DNI con una identidad falsa. Ayer este ex oficial de la Policía Federal y represor del centro clandestino Olimpo fue indagado por el juez federal Daniel Rafecas, quien investiga los delitos cometidos por represores del Primer Cuerpo de Ejército. Arráez, alias Nito, está acusado como coautor de secuestros y torturas de 285 víctimas que permanecieron cautivas en los centros Banco y Olimpo, y su participación necesaria en el homicidio de 19 personas que el 6 de agosto de 1978 fueron “trasladadas” desde el Olimpo, para su seguro e inmediato homicidio. Durante la indagatoria fue asistido por su defensor, el ex juez Francisco Trovato, condenado en 1999 por cohecho agravado, en el sonado escándalo del placard, e inhabilitado de por vida para ejercer cargos públicos, pero no así la profesión de abogado.

Arráez, de 64 años, fue hallado por personal de la PSA, tras haberse fugado en 2012. El Ministerio de Justicia había ofrecido una recompensa de 100 mil pesos para quien colaborara con datos para su detención. Fuentes del caso aseguraron a Página/12 que no ofreció ningún tipo de resistencia. Al momento de ser aprehendido, el represor tenía en su poder un documento de identidad falso, con una foto suya, pero a nombre de Jorge Alberto Rodríguez, clase 1953. Por este hecho, el juez Rafecas ordenó que se investigue el delito de falsificación de documento público destinado a acreditar la identidad de las personas.

Hasta su detención, Arráez ejercía la profesión de abogado, pero a fines de los años ’70 ostentaba el cargo de oficial inspector de la Policía Federal, con destino en el Departamento Situación Subversiva de Coordinación Federal. En los campos de exterminio Banco y Olimpo habría utilizado el apodo Nito, según una de las testigos sobrevivientes que declaró en la causa. Arráez sacaba fotos a las detenidas luego de la tortura y esas imágenes reflejaban los episodios aberrantes que sufrían las víctimas. Los testimonios también relatan que exhibía un exagerado apego al culto católico, a tal punto que las víctimas recordaron que el tal Nito fue quien se encargó de montar una suerte de capilla en el interior del centro clandestino, donde colocó la imagen de una Virgen y cerca de ella un cartel que decía “Olimpo, el lugar de los dioses”.

Una vez que culminó la declaración indagatoria, el represor fue derivado a la cárcel de Marcos Paz y en diez días el juez Rafecas deberá resolver su situación procesal.

Los delitos cometidos en el denominado circuito represivo ABO, que incluye los centros clandestinos Atlético, Banco y Olimpo, ya cuentan con 25 represores condenados y otros diez cuyos casos están a punto de ser elevados a juicio oral. En cambio, la causa de Arráez recién comienza, a pesar de haber estado imputado desde el inicio, porque pudo mantenerse en la clandestinidad hasta ahora.

16/04/14 Página|12