martes, 15 de abril de 2014

“Para Laclau el conflicto y el antagonismo forman parte de la democracia”

Entrevista con el magister en Ciencias Sociales Ariel Goldstein. El investigador dictará el curso “Populismo, medios y política en América Latina” en la Facultad de Sociales de UBA (para más información). Una charla sobre el aporte del intelectual argentino.
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Por Enrique de la Calle
AGENCIA PACO URONDO: ¿Qué aportó Ernesto Laclau al debate sobre el populismo?
Ariel Goldstein: El aporte de Laclau es fundamental a las ciencias sociales, tanto desde quienes lo critican, quienes aportan en oposición a sus planteos, o desde quienes lo reivindican y lo han incorporado para sus estudios. Me gustaría rescatar algunas cuestiones de su obra. En primer lugar, su posición frente al concepto de populismo más tradicional, vinculado a la manipulación populista de un líder, el personalismo y el clientelismo. En su último libro, “La razón populista”, él rescata que en los procesos de identificación política popular hay un componente afectivo relevante, que es muy importante para la política. Además, señala que en América Latina el liberalismo funcionó a nivel formal, como recurso de las oligarquías. Por eso los fenómenos de identificación popular para la transformación de esas sociedades se dan en relación a un líder que es el aglutina diferentes demandas. Según Laclau una de esas demandas particulares se vuelve hegemónica sobre el resto y se encarna en la figura del líder político. Esos desarrollos teóricos tienen que ver con su formación en la izquierda nacional.
APU: En ese marco, ¿Cómo analiza la relación de Laclau con el kirchnerismo? ¿Le sorprendió?
AG: El aporte de Laclau es fundamental en términos teóricos. En relación a sus intervenciones públicas, su apoyo a los gobiernos de la región también es muy relevante. Él escribió, en relación a esos gobiernos latinoamericanos, que los procesos políticos populistas debían generar una división de la sociedad en dos campos: pueblo y oligarquía. Ese tipo de señalamiento fue muy criticado. Otra crítica tenía que ver con reducir el ejercicio de la política al populismo. Diversos teóricos le señalaron que no había que caer en una relación tan dicotómica entre populismo e institucionalismo. Sin dudas hizo aportes muy aportes. Él sostuvo que el conflicto y el antagonismo eran parte de la democracia, que no había posibilidad de eliminar esa conflictividad. Laclau escribió cuando murió Kirchner que no sabía si el ex presidente había leído a Antonio Gramsci, pero que lo había aplicado muy bien. Es interesante eso. No sé si los políticos sudamericanos leyeron a Laclau, pero sí conciben la política democrática en relación al conflicto.
APU: La mujer de Laclau, Chantal Mouffe, hizo planteos similares en relación a la política democrática y el conflicto. Pienso en el libro “El torno a lo político”. ¿Cuáles son las semejanzas y diferencias con las teorizaciones de Laclau?
AG: Cuando ellos escriben “Hegemonía y estrategia socialista”, del año 83, estábamos en otra época a nivel mundial. Estaba la crisis del bloque socialista. Ellos plantean que las luchas políticas estaban ligadas a las demandas plurales, de distintos grupos específicos. Estaban pensando en las luchas de diversas minorías. Ahora, existen diferencias entre Mouffe y Laclau. La primera reflexiona sobre la necesidad de canalizar institucionalmente el conflicto. Propone pasar del “antagonismo” al “agonismo”, de modo que el conflicto se institucionalice en un marco de reconocimiento del otro. En su caracterización del populismo, Laclau se diferencia de Mouffe. En su definición establece esta separación de la sociedad en dos campos.
APU: ¿Esos dos campos no pueden estar en convivencia democrática?
AG: Sí, pueden estarlo. Pero hay una diferencia ahí, en el sentido que Mouffe estuvo muy atenta a reflexionar sobre la pluralidad mientras que en Laclau esa cuestión quedó relegada. Para él, en su trayectoria posterior a “Hegemonía y estrategia socialista”, fue más importante prestar atención a cómo se articulaba esa separación entre “pueblo” y “oligarquía”.
APU: AGENCIA PACO URONDO entrevistó en 2012 a Laclau, en el marco de los cacerolazos opositores al Gobierno nacional. Le preguntamos en esa oportunidad si esas protestas no eran también populistas. Él nos respondió que sí. ¿No cree que hay una confusión muchas veces en cómo se recibieron los conceptos de Laclau sobre el populismo?
AG: Hay un malentendido en torno a ese concepto. Para algunos sectores de la academia o el periodismo, populismo se reduce a clientelismo o manipulación. Lo que quiso hacer Laclau es una reinterpretación del concepto. Para él era un elemento central de la política. Pero él decía que podía tener un contenido de izquierda o derecha.

lunes, 14 de abril de 2014

LA PALABRA JUSTA

¿Cuál es la palabra justa ante la ausencia?
¿Miedo, dolor, perdón?
¿El verbo volver?
Pobre niña de los ojos alisios , cuando le digan
que el próximo encuentro es en un no lugar.
Cuál es la pregunta justa?
¿Por quién doblan las campanas?
Y su respuesta?
Por las estrellas "que siempre miran hacia abajo".
Es así realmente?
Será que la luz apagada, el portón con llave,
el árbol seco, los yuyos indómitos,
son la palabra justa del adiós?

GB

El pastor mentiroso Por Dalmiro Sáenz (1926)

Tiene una pollera muy corta, unas piernas suaves y lánguidas que caen como por descuido desde el borde de la silla hasta la alfombra. Está sentada frente a un escritorio, con su mirada recuadrada por el marco de los anteojos, y una de sus manos ligeramente abierta sobre el papel, mientras la otra sostiene una lapicera, pensativa como una indolente y pulcra prostituta con el miembro de un cliente transitorio.
Dentro de unos instantes va a ser seducida por el hombre que está parado frente a ella, va a ser engañada como una mucama en el banco de una plaza o como una psicóloga en la oficina de personal de Hogarlind S.A., cosa que precisamente ella es.
— ¡No creo que le valga la pena, señor. El puesto de Gerente de Ventas en una compañía como ésta exige un poco más de antecedentes.. . —dijo ella, ni siquiera con ironía.
— Antecedentes de qué?
— De Gerente de Ventas.
Él sonrió con timidez y dijo:
— Eso es precisamente lo que ando buscando, tener antecedentes de Gerente de Ventas... Pero no parece fácil ser Gerente de Ventas sin ser Gerente de Ventas.
Ella cierra su carpeta como dando a entender que la entrevista ha terminado, pero él no se mueve de su asiento, obligando a la mirada de ella a retornar hasta sus palabras mientras contesta:
— Piense que me sería totalmente imposible recomendarlo para el puesto; usted no tiene ningún título, no tiene experiencia, prácticamente el único dato que me ha dado es su nombre: Giménez.
— Es un seudónimo.
— ¿Un seudónimo? —Entonces ella sonrió y repitió—: ¿Un seudónimo? Hasta eso... Ponerse Giménez de seudónimo no es un alarde de imaginación...
— Con mi apellido, sí.
— ¿Cuál es su apellido?
— Giménez.
El ademán de ella se detiene en sus anteojos, pero no se los saca porque su mano ha retornado ahora al abandono de la mesa, ahí donde antes estaba su mirada, que ahora está sobré esa cara que también sonríe.
— Piense que el puesto es un puesto importante, el sueldo es muy alto, hay participación en las ventas; yo, como psicóloga, soy la encargada precisamente de la selección del personal de la compañía. Para los puestos chicos, mayormente no tengo que dar explicaciones; pero para estos puestos tengo que respaldar mis sugerencias con cosas más concretas que el apellido Giménez, perdón, y el seudónimo Giménez.
— Yo le ayudo.
— ¿A qué?
— A respaldarme... Mire, es muy fácil; usted les dice: Señores, ¿qué es lo que ustedes venden? Heladeras, ¿no es cierto? Licuadoras, ¿no es cierto?... Sí, van a contestar ellos... Muy bien, les dice usted, ¿quiénes compran esos artículos? Gente. Gente normal, gente cualquiera: los García, los Pérez, los Giménez; casualmente acá tengo un Giménez...
— NO —dijo ella riéndose—. No creo que corra.
— Dígales entonces que soy el mejor vendedor que existe en el país.
— ¿Pero usted realmente cree eso?
— Sí.
— ¿Y por qué no es conocido como vendedor si es tan bueno?
— Porque hace mucho que no trabajo. Estuve preso.
— ¿Preso?
— Sí, por estafa. Vendía lotes basándome exclusivamente en el factor esperanza. Mis colegas, por ejemplo, inventaban grandes progresos en la zona de los loteos. Inventaban futuros caminos, futuras obras, futuras aguas corrientes; yo también inventaba todo esto, y además el lote, porque el lote no existía.
— Son mentiras, ¿no?
— ¿Usted nunca miente?
— No.
— ¿Para recomendarme a mí tendría que mentir?
— Sí. Por eso es que no lo recomendaría nunca.
— ¿Por qué no hace como hacen ustedes con sus heladeras? ¿Por qué en los avisos las fotografían de frente? Si las fotografiasen de atrás le aseguro que se verían muy distintas. ¿Y de abajo? Usted nunca vio una heladera por abajo: son feísimas, tienen grasa y cucarachas... ¿Por qué va a mostrar de mí el lado más feo? Muestre mi mejor ángulo.
— ¿Siempre es así usted?
—No. Siempre no; lo que pasa es que me adapto a mi auditorio. Ya le he dicho que soy un vendedor nato. Usted es el tipo de cliente al que conviene mostrar la parte de abajo de las heladeras. Sólo una minoría del mercado es así, pero usted forma parte de esa minoría.
Ella, ahora sí, se saca los anteojos; ha juntado un poco más las cejas, es una barbaridad de bonita, tiene la cabeza ligeramente inclinada y abre un poco la boca como para decir algo, después se calla.
— ¿Quiere que le haga una demostración de venta?... ¿Esa lapicera es suya?
— Sí.
—¿Cuánto le costó?
— No sé..., no me acuerdo. Creo que seiscientos. 
— Se la voy a vender a mil.
— ¿A quién?
— A cualquiera..., a ése.
Su mano señala a un viejo que detrás de una mampara de vidrio está limpiando una máquina de escribir. Ella lo mira salir de la oficina y lo observa sin sonreír en absoluto, mientras él habla con el viejo; después lo mirará en los ojos, cuando vuelva con el billete de mil que dejará sobre el escritorio. Una semana más tarde lo seguirá mirando en los ojos mientras le dice enojada:
— El viejo ese, el que arreglaba las máquinas, me dijo esta mañana: "¿A usted no le dio ninguna, señorita? Es una muestra gratis. Me la dio ese señor que estuvo hablando con usted".
— Yo no fui a vender lapiceras, me fui a vender a mí mismo —le contestará él a ella, que todavía sigue mirándolo en los ojos.


— Sí, me enteré hoy... —dice por el teléfono—. Al principio creí que era una equivocación de Guzmán y mandé chequear las cifras... Sí, el tipo es un fenómeno... no sé... es un tal Giménez... Ahí viene mi hija, ahora le voy a preguntar, hasta mañana.
— ¡Hola, papá.
— Hola... che, ¿quién es Giménez?
— ¿Giménez?... Vos también... Mira lo que compré. ¿Te gusta?
— Sí.
— ¿Seguro?
— Sí, seguro, es muy bonito.
— Entonces lo devuelvo, si a vos te gusta debe ser horroroso.
— ¿Ese es el criterio que aplicas para elegir al personal nuevo?
— Con las secretarias, siempre.
— Bueno, contéstame quién es Giménez.
— Giménez es el nuevo Gerente de Ventas de Hogarlind, seleccionado por tu hija entre cuarenta y siete aspirante a ese puesto, después de un exhaustivo estudio realizado por el Departamento Asesor que yo tan dignamente presido, y que en menos de un mes ha conseguido que el Giménez ése esté llevando a Hogarlind a ser la primera de tus empresas, demostrando una vez más que los cinco años de psicología fueron la mejor inversión que has hecho en toda tu vida.
Luego se detiene para respirar, y su padre le aparta con cariño el pelo de una oreja y le dice:
— Me alegro. En serio me alegro mucho. Vos sabes muy bien que nunca les tuve mucha fe a ustedes, pero me han demostrado que estaba equivocado. Esto es una gran victoria tuya. Mañana tengo reunión de Directorio, va a ser una bomba la noticia. Voy a poder decir: Señores, esto es obra del Departamento Asesor que dirige mi hija; ellos descubrieron justo al hombre que necesitábamos y creo que sería interesante contemplar la posibilidad que de ahora en adelante un miembro del Departamento Asesor forme parte del Directorio... Por lógica ese miembro tendrías que ser vos.
— ¿Yo? ¿Yo en el Directorio?
— Sí. Lo veo bastante factible.
— Papá, yo...
— Mira, no es seguro, pero no es ningún disparate. Los tiempos cambian y la especialidad hoy en día es fundamental. ¿Qué cosa más lógica que una empresa que depende tanto del material humano tenga en su Directorio, precisamente, un especialista en ese material humano?
— Papá...
— ¿Qué?
— Está todo mal.
-- ¿Qué cosa?
— Todo. Todo es mentira. Giménez es un tipo que llegó un día a pedir ese puesto... Era atractivo... era distinto, y por eso lo escuché, creo. No tenía la menor de las condiciones para el cargo. Si lo hubiese clasificado con el sistema de puntaje que usamos normalmente, hubiese ocupado uno de los últimos puestos entre los demás candidatos. No tenía experiencia, no tenía título, no sabía nada sobre mercados, ni marketing, ni nada. Si yo hubiese aplicado todo lo que aprendí en la facultad, no le hubiese dado ni el puesto de ordenanza.
— ¡Pero qué decís!
— Sí, papá, es así. Ése es Giménez, con todos, sus defectos y una sola cualidad. No hace nada para sobresalir sobre los demás, sino que baja a los demás hasta su altura, En unos minutos me hizo sentir tan falsa como él, como si todos tuviéramos un Giménez dentro nuestro; pero él era el único con valor suficiente como para mostrarlo.
Los ojos de ella siguen a su padre, que se pasea de un extremo al otro de la alfombra, y después de un rato continúa:
— Mentí.
— Bueno, bueno, no lo tomes así. El tipo será un intuitivo y nos va a ser muy útil. De todos modos se lo tomó gracias a vos. No hay por qué explicar nada... En estos casos, lo que interesa son los resultados.
Ella ahora mira la alfombra en donde los zapatos muy lustrados se han detenido, después dice:
— Papá...
— ¿Qué?
Ella contestará: — Nada—. A aquel que después va a decir: — No, pero ¿qué ibas a decir?— y que más tarde, ya solo en el escritorio repetirá intrigado:
— ¿Cucarachas? ¿Heladeras?


— ¿Por qué me trajo acá?
— Es parte de un plan. Yo soy un necesitólogo nato.
— ¿Qué es un necesitólogo?
— Necesitólogo es una palabra que acabo de inventar. Es probable que me haga hacer tarjetas... "Giménez, Necesitólogo". Los necesitólogos son los especialistas en las necesidades de los otros. Yo soy el típico necesitólogo, por eso soy tan buen vendedor y por eso la estoy enamorando a usted.
— ¿Qué?
— ¿Qué, qué?
— ¿Qué es lo que dijo?
— Que los necesitólogos son los especialistas......
— ¡No, de los necesitólogos no, lo que dijo después.
— ¿Que la estoy enamorando a usted?
— Sí. Eso fue lo que oí. ¿Y qué quiso decir con eso?.
— Eso nomás. Que como sé lo que usted necesita, me es facilísimo enamorarla. 
— ¿Pero usted realmente cree eso... de dónde saca ese disparate, cuándo le he demostrado... usted está loco... y cuáles son las necesidades esas que yo tengo?
— Necesidad de verdad.
— ¡De verdad! ¡Y usted me va hablar a mí de verdad!... Usted, que me mintió con lo de la lapicera; usted, que me hizo mentir a mí...; usted, que con tal de vender no tiene el menor escrúpulo... ¡Usted me va a hablar de verdad!
— Está enojada.
— Sí.
— ¿Qué es lo que la enoja?
— Todo.
— ¡Es tan lógico!
— ¿Qué es tan lógico?
— Que ya esté enamorada de mí.
— ¡¡Qué!!
- Piense un poco lo que ha sido su vida hasta ahora; piense en su época de colegio, en su familia, en su educación, en su padre... Mire lo que es su padre, un ser tan hipócrita y ni siquiera capaz de respetar su hipocresía, de admitirla.
— ¡Qué! ¿Mi padre, qué? —se quedó callada con las manos sobre la cartera. Parecía que iba a levantarse, pero no lo hizo; después dijo:
— Tengo como asco.
— ¿Dé qué?
— De usted, de su mala educación, de su vanidad.
— Cuando a uno le molesta algo en los demás, generalmente es nuestro propio defecto reflejado en la otra persona lo que nos molesta. Seguramente es su vanidad lo que le está molestando... Pero póngase un poco en mi lugar. Yo quiero impresionarla.
— ¿Qué? ¿Por qué quiere impresionarme?
— Por los mismos motivos que usted quiere impresionarme a mí.
— Yo no quiero impresionarlo a usted.
— Sí. Me quiere impresionar. Si no, no se hubiera puesto ese vestido, ni se hubiese peinado en esa forma, ni se hubiese puesto perfume.
Ella estuvo un rato callada. Un rato bastante largo conciente de que su mirada naufragaba en los ojos de él. Después, dijo con sencillez:
— ¿Por qué es así? ¿Por qué dice todas estas cosas?
— Por los mismos motivos que usted quiere impresionarme, póngase en mi lugar. Si usted fuese hombre y quisiera impresionar a una mujer como usted, ¿qué haría?... Tendría que utilizar alguna táctica. Es una venta como cualquier otra, hay que impactar, sorprender, y para conseguirlo hay que explotar una necesidad del cliente... ¿Y cuál es la mayor necesidad de un cliente como usted? Verdad... ¿no es así? Usted está hambrienta de verdad.
— ¿Verdad?
— Sí, verdad, yo le estoy vendiendo verdad... pero en toda venta siempre hay una mentira, no se pueden mostrar las cucarachas debajo de las heladeras.
— No. No se puede —dijo ella sonriendo.
— Y menos Hogarlind.
— Pero entonces usted...
— ¿Yo qué?
— ¿Por qué trabaja en una profesión en donde hay que mentir constantemente, según usted?
— Porque yo soy hijo de mi tiempo. Soy hijo de la mentira. La mentira es mi verdad. Por eso la vivo sin hipocresía, por lo menos no le sumo una mentira más a mi mentira... Con usted, por supuesto.
— Tal vez antes de irme le voy a decir gracias.
— ¿Por qué?
— Por querer impresionarme.


— Me he tomado la libertad de citarlo hoy para que nos explique su nuevo plan de ventas. Este hombre, este señor Giménez está imponiendo un ritmo difícil de seguir. La producción no da abasto. Se está produciendo un desequilibrio...
— Un desequilibrio muy saludable —dijo alguien sonriendo.
— Sí, pero de todos modos tenemos que sincronizarnos. Por ejemplo: teníamos esa partida de heladeras de hace cinco años, eran invendibles por muchas razones. Teníamos planeado reformar su línea para adecuarlas a las necesidades del mercado, y después venderlas. Calculábamos que ese stock nos duraría unos dos años. Pero el señor Giménez no pensaba así y en un mes las ha vendido todas.
Las caras se deformaban en sonrisas. Alguien dijo: 
— Esto es obra de su hija.. Este Giménez fue obra del equipo de psicólogos, ¿no?
— Bueno, sí, en cierto modo... ella y todo el equipo. Aunque creo que fue ella personalmente la que lo descubrió. 
— Estos chicos de ahora... los que no son comunistas se psicoanalizan, pero por ahí la pegan... Yo tengo un sobrino... Se interrumpió porque la puerta se abrió. 
— Buenos días. 
— Buenos días, señorita.
— Cómo te va, Moira. Yo te voy a seguir diciendo Moira, por más psicóloga que seas.
— Fui Moira mucho antes de ser psicóloga.
La puerta volvió a abrirse y después se cerró, y ella entonces miró a su padre que hablaba con el recién llegado mientras las demás cabezas asentían de tanto en tanto.
— ...está demás decirle, señor Giménez, lo satisfecha que está la Compañía con su eficiencia. Le he pedido que asista a esta reunión de Directorio para sincronizar un poco este nuevo ritmo que usted nos está obligando a seguir. 
Sólo ella y Giménez no sonreían, mientras los demás hablaban, y cuando Giménez dijo: 
— Sí. Era necesaria esta conversación. 
— Todos se callaron. Después él prosiguió: —Yo puedo vender prácticamente cualquier cosa, pero necesito que el resto de la empresa se adapte a mi velocidad de venta.
— Bueno, precisamente acá el ingeniero Binetti está encarando una transformación total en la faz productora. Lo que pasó con las heladeras viejas nos abrió los ojos, su estrategia de venta fue tan hábil que...
— Fue una táctica como cualquier otra. Trocamos dinero por confianza; por eso, en este momento necesitamos vender confianza. El precio de nuestra estafa fue...
— ¿Cómo?
— Que el precio de nuestra estafa fue una pérdida de confianza entre nuestra clientela.
— ¿Pero usted ha dicho estafa?
— Si.
— Pero, ¿por qué dice estafa?
— ¿Cómo lo llamaría usted?
— Hogarlind no acostumbra a hacer estafas, señor Giménez.
— ¿Y cómo lo llamaría usted?
— Una táctica de venta, que por otra parte fue idea suya.
— Fue una estafa ideada por mí, aprobada por ustedes y usufructuada por todos nosotros.
— ¡No le permito!
— Hemos creado entre los comerciantes una falsa necesidad al darle una falsa impresión del mercado. El producto que vendimos no era falso, pero la ilusión que vendimos sí lo era.
Se produjo un silencio que ella interrumpió diciendo:
— ¿Puedo hablar? —como nadie le contestó, prosiguió—. Yo he hablado bastante con el señor Giménez. Durante toda esta semana hemos salido juntos y hemos hablado mucho... y yo me siento en la obligación de aconsejar al Directorio de Hogarlind que despida al señor Giménez.
— De ninguna forma —dijo su padre—; el hecho de discrepar en el significado de una palabra no significa que haya que despedirlo..
— La misión del Departamento de Psicología es asesorar sobre el capital humano de esta empresa. Comprendo que despedir al señor Giménez sería una gran pérdida económica. Ese problema se lo dejo a los especialistas. Yo opino sobre mi especialidad. El señor Giménez, como ser humano, es negativo para los demás seres humanos, de esta compañía incluso...
— Yo
— ¿Vos qué? —le está diciendo Giménez, pero seis horas más tarde, a ella, que está desnuda como un animal, sobre una cama, y que contesta:
— Yo te voy a contar un cuento. Un cuento de un pastor mentiroso que mentía tanto anunciando la llegada del lobo, que el día que vino realmente el lobo los demás pastores no le creyeron.
— ¿Y vos sos como los demás pastores?
— No, yo soy como el lobo —mintió ella; y le mordió muy suave el borde de una oreja.

Casa tomada Por Julio Cortázar (1914-1984)


Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia.

Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse. Hacíamos la limpieza por la mañana, levantándonos a las siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene las últimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina. Almorzábamos al mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de unos platos sucios. Nos resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa y cómo nos bastábamos para mantenerla limpia. A veces llegábamos a creer que era ella la que no nos dejó casarnos. Irene rechazó dos pretendientes sin mayor motivo, a mí se me murió María Esther antes que llegáramos a comprometernos. Entramos en los cuarenta años con la inexpresada idea de que el nuestro, simple y silencioso matrimonio de hermanos, era necesaria clausura de la genealogía asentada por nuestros bisabuelos en nuestra casa. Nos moriríamos allí algún día, vagos y esquivos primos se quedarían con la casa y la echarían al suelo para enriquecerse con el terreno y los ladrillos; o mejor, nosotros mismos la voltearíamos justicieramente antes de que fuese demasiado tarde.

Irene era una chica nacida para no molestar a nadie. Aparte de su actividad matinal se pasaba el resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio. No sé por qué tejía tanto, yo creo que las mujeres tejen cuando han encontrado en esa labor el gran pretexto para no hacer nada. Irene no era así, tejía cosas siempre necesarias, tricotas para el invierno, medias para mí, mañanitas y chalecos para ella. A veces tejía un chaleco y después lo destejía en un momento porque algo no le agradaba; era gracioso ver en la canastilla el montón de lana encrespada resistiéndose a perder su forma de algunas horas. Los sábados iba yo al centro a comprarle lana; Irene tenía fe en mi gusto, se complacía con los colores y nunca tuve que devolver madejas. Yo aprovechaba esas salidas para dar una vuelta por las librerías y preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde 1939 no llegaba nada valioso a la Argentina.

Pero es de la casa que me interesa hablar, de la casa y de Irene, porque yo no tengo importancia. Me pregunto qué hubiera hecho Irene sin el tejido. Uno puede releer un libro, pero cuando un pullover está terminado no se puede repetirlo sin escándalo. Un día encontré el cajón de abajo de la cómoda de alcanfor lleno de pañoletas blancas, verdes, lila. Estaban con naftalina, apiladas como en una mercería; no tuve valor para preguntarle a Irene qué pensaba hacer con ellas. No necesitábamos ganarnos la vida, todos los meses llegaba plata de los campos y el dinero aumentaba. Pero a Irene solamente la entretenía el tejido, mostraba una destreza maravillosa y a mí se me iban las horas viéndole las manos como erizos plateados, agujas yendo y viniendo y una o dos canastillas en el suelo donde se agitaban constantemente los ovillos. Era hermoso.

Cómo no acordarme de la distribución de la casa. El comedor, una sala con gobelinos, la biblioteca y tres dormitorios grandes quedaban en la parte más retirada, la que mira hacia Rodríguez Peña. Solamente un pasillo con su maciza puerta de roble aislaba esa parte del ala delantera donde había un baño, la cocina, nuestros dormitorios y el living central, al cual comunicaban los dormitorios y el pasillo. Se entraba a la casa por un zaguán con mayólica, y la puerta cancel daba al living. De manera que uno entraba por el zaguán, abría la cancel y pasaba al living; tenía a los lados las puertas de nuestros dormitorios, y al frente el pasillo que conducía a la parte más retirada; avanzando por el pasillo se franqueaba la puerta de roble y mas allá empezaba el otro lado de la casa, o bien se podía girar a la izquierda justamente antes de la puerta y seguir por un pasillo más estrecho que llevaba a la cocina y el baño. Cuando la puerta estaba abierta advertía uno que la casa era muy grande; si no, daba la impresión de un departamento de los que se edifican ahora, apenas para moverse; Irene y yo vivíamos siempre en esta parte de la casa, casi nunca íbamos más allá de la puerta de roble, salvo para hacer la limpieza, pues es increíble cómo se junta tierra en los muebles. Buenos Aires será una ciudad limpia, pero eso lo debe a sus habitantes y no a otra cosa. Hay demasiada tierra en el aire, apenas sopla una ráfaga se palpa el polvo en los mármoles de las consolas y entre los rombos de las carpetas de macramé; da trabajo sacarlo bien con plumero, vuela y se suspende en el aire, un momento después se deposita de nuevo en los muebles y los pianos.

Lo recordaré siempre con claridad porque fue simple y sin circunstancias inútiles. Irene estaba tejiendo en su dormitorio, eran las ocho de la noche y de repente se me ocurrió poner al fuego la pavita del mate. Fui por el pasillo hasta enfrentar la entornada puerta de roble, y daba la vuelta al codo que llevaba a la cocina cuando escuché algo en el comedor o en la biblioteca. El sonido venía impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación. También lo oí, al mismo tiempo o un segundo después, en el fondo del pasillo que traía desde aquellas piezas hasta la puerta. Me tiré contra la pared antes de que fuera demasiado tarde, la cerré de golpe apoyando el cuerpo; felizmente la llave estaba puesta de nuestro lado y además corrí el gran cerrojo para más seguridad.

Fui a la cocina, calenté la pavita, y cuando estuve de vuelta con la bandeja del mate le dije a Irene:

-Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado parte del fondo.

Dejó caer el tejido y me miró con sus graves ojos cansados.

-¿Estás seguro?

Asentí.

-Entonces -dijo recogiendo las agujas- tendremos que vivir en este lado.

Yo cebaba el mate con mucho cuidado, pero ella tardó un rato en reanudar su labor. Me acuerdo que me tejía un chaleco gris; a mí me gustaba ese chaleco.

Los primeros días nos pareció penoso porque ambos habíamos dejado en la parte tomada muchas cosas que queríamos. Mis libros de literatura francesa, por ejemplo, estaban todos en la biblioteca. Irene pensó en una botella de Hesperidina de muchos años. Con frecuencia (pero esto solamente sucedió los primeros días) cerrábamos algún cajón de las cómodas y nos mirábamos con tristeza.

-No está aquí.

Y era una cosa más de todo lo que habíamos perdido al otro lado de la casa.

Pero también tuvimos ventajas. La limpieza se simplificó tanto que aun levantándose tardísimo, a las nueve y media por ejemplo, no daban las once y ya estábamos de brazos cruzados. Irene se acostumbró a ir conmigo a la cocina y ayudarme a preparar el almuerzo. Lo pensamos bien, y se decidió esto: mientras yo preparaba el almuerzo, Irene cocinaría platos para comer fríos de noche. Nos alegramos porque siempre resultaba molesto tener que abandonar los dormitorios al atardecer y ponerse a cocinar. Ahora nos bastaba con la mesa en el dormitorio de Irene y las fuentes de comida fiambre.

Irene estaba contenta porque le quedaba más tiempo para tejer. Yo andaba un poco perdido a causa de los libros, pero por no afligir a mi hermana me puse a revisar la colección de estampillas de papá, y eso me sirvió para matar el tiempo. Nos divertíamos mucho, cada uno en sus cosas, casi siempre reunidos en el dormitorio de Irene que era más cómodo. A veces Irene decía:

-Fijate este punto que se me ha ocurrido. ¿No da un dibujo de trébol?

Un rato después era yo el que le ponía ante los ojos un cuadradito de papel para que viese el mérito de algún sello de Eupen y Malmédy. Estábamos bien, y poco a poco empezábamos a no pensar. Se puede vivir sin pensar.

(Cuando Irene soñaba en alta voz yo me desvelaba en seguida. Nunca pude habituarme a esa voz de estatua o papagayo, voz que viene de los sueños y no de la garganta. Irene decía que mis sueños consistían en grandes sacudones que a veces hacían caer el cobertor. Nuestros dormitorios tenían el living de por medio, pero de noche se escuchaba cualquier cosa en la casa. Nos oíamos respirar, toser, presentíamos el ademán que conduce a la llave del velador, los mutuos y frecuentes insomnios.

Aparte de eso todo estaba callado en la casa. De día eran los rumores domésticos, el roce metálico de las agujas de tejer, un crujido al pasar las hojas del álbum filatélico. La puerta de roble, creo haberlo dicho, era maciza. En la cocina y el baño, que quedaban tocando la parte tomada, nos poníamos a hablar en voz más alta o Irene cantaba canciones de cuna. En una cocina hay demasiados ruidos de loza y vidrios para que otros sonidos irrumpan en ella. Muy pocas veces permitíamos allí el silencio, pero cuando tornábamos a los dormitorios y al living, entonces la casa se ponía callada y a media luz, hasta pisábamos despacio para no molestarnos. Yo creo que era por eso que de noche, cuando Irene empezaba a soñar en alta voz, me desvelaba en seguida.)

Es casi repetir lo mismo salvo las consecuencias. De noche siento sed, y antes de acostarnos le dije a Irene que iba hasta la cocina a servirme un vaso de agua. Desde la puerta del dormitorio (ella tejía) oí ruido en la cocina; tal vez en la cocina o tal vez en el baño porque el codo del pasillo apagaba el sonido. A Irene le llamó la atención mi brusca manera de detenerme, y vino a mi lado sin decir palabra. Nos quedamos escuchando los ruidos, notando claramente que eran de este lado de la puerta de roble, en la cocina y el baño, o en el pasillo mismo donde empezaba el codo casi al lado nuestro.

No nos miramos siquiera. Apreté el brazo de Irene y la hice correr conmigo hasta la puerta cancel, sin volvernos hacia atrás. Los ruidos se oían más fuerte pero siempre sordos, a espaldas nuestras. Cerré de un golpe la cancel y nos quedamos en el zaguán. Ahora no se oía nada.

-Han tomado esta parte -dijo Irene. El tejido le colgaba de las manos y las hebras iban hasta la cancel y se perdían debajo. Cuando vio que los ovillos habían quedado del otro lado, soltó el tejido sin mirarlo.

-¿Tuviste tiempo de traer alguna cosa? -le pregunté inútilmente.

-No, nada.

Estábamos con lo puesto. Me acordé de los quince mil pesos en el armario de mi dormitorio. Ya era tarde ahora.

Como me quedaba el reloj pulsera, vi que eran las once de la noche. Rodeé con mi brazo la cintura de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos así a la calle. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada.

EL GOBIERNO DE KIEV ANUNCIO UNA OPERACION CON TROPAS CONTRA LOS ACTIVISTAS QUE OCUPAN SEDES OFICIALES EN VARIAS CIUDADES Ucrania lanzó un ofensiva en el este prorruso

Mientras Moscú denunciaba a Ucrania por querer reprimir a los manifestantes, Kiev y sus aliados responsabilizaban al Kremlin de estar detrás de los reclamos separatistas. Los choques dejaron dos muertos en la ciudad de Slaviansk.

Ucrania lanzó una ofensiva militar en el este del país contra insurgentes prorrusos y Moscú respondió llamando a una reunión del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (ver aparte). El gobierno de Kiev anunció una operación antiterrorista contra los activistas que ocupan sedes oficiales en varias ciudades ucranianas. Y acusó nuevamente al Kremlin por la agitación social. “Se ha vertido sangre en la guerra que Rusia libra contra Ucrania”, afirmó el presidente ucraniano interino, Oleksander Turchinov, en un discurso televisado. Como preámbulo, las fuerzas ucranianas se enfrentaron con activistas armados en la ciudad de Slaviansk, con un saldo de dos muertos, un oficial y un activista.

Grupos de hombres armados, en su mayoría vestidos con uniformes sin insignias, lanzaron anteayer una serie de ataques coordinados en varias ciudades ucranianas mayoritariamente de habla rusa. Mientras Moscú denunciaba a Ucrania por querer reprimir con el ejército –Kiev dio un plazo hasta las ocho de la mañana de hoy para que los activistas depongan sus armas–, entre los aliados de Kiev crecía el temor de que Rusia, que ha desplegado 40 mil hombres en la frontera, aproveche el momento de tensión para ganar terreno.

Es que los incidentes en el este del país recuerdan a los acontecimientos de Crimea en marzo, incorporada a Rusia tras la intervención de grupos de hombres armados sin identificar –militares rusos, según algunos observadores– y un referéndum controvertido. “No dejaremos que se repita el guión de Crimea”, advirtió así Turchinov. El parecido en la forma de operar fue denunciado ayer por el jefe de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, y la embajadora estadounidense en la ONU, Samantha Powers, quien amenazó a Rusia con nuevas sanciones. Francia también se pronunció a favor de nuevos castigos en caso de una escalada militar. El canciller de Barack Obama, John Kerry, llamó por teléfono a su par ruso, Sergei Lavrov, para expresarle la “fuerte preocupación” de Estados Unidos y advertirle sobre las eventuales sanciones.

La contraofensiva ucraniana estaba principalmente dirigida contra Slaviansk, una ciudad donde el sábado grupos armados prorrusos se apoderaron de edificios de la policía y de los servicios de seguridad, según Arsen Avakov, ministro del Interior. Avakov anunció en su página Facebook un muerto y cinco heridos entre las fuerzas gubernamentales y un número indeterminado de víctimas entre los separatistas. La agencia Reuters y la cadena Al Jazeera informaron de un muerto entre los activistas. La administración regional elevó el balance de heridos a nueve. Sin embargo, fotógrafos de la AFP apostados en Slaviansk no observaron combates en la ciudad, de 100.000 habitantes, sobrevolada a baja altura por helicópteros militares. Separatistas armados tomaron el control de un puente en la entrada de la ciudad. Elena, una habitante de Slaviansk de 47 años, describió una situación en la que, dijo, la gente espera a que empiece la guerra.

Otro grupo de insurgentes se apoderó de una comisaría y del ayuntamiento de Kramatosk, una urbe vecina, según las autoridades regionales. Ayer se celebraron también manifestaciones prorrusas y otras a favor de la unidad de Ucrania en diferentes ciudades del este, según las autoridades regionales. En Mariupol, en el mar de Arzov, los manifestantes tomaron –sin enfrentar resistencia– la sede de la administración e izaron la bandera de la república de Donetsk.

En Jarkov, gran ciudad del este en la que se registraron disturbios prorrusos, enfrentamientos entre manifestantes de ambos bandos dejaron cincuenta heridos. Tras una primera serie de insurrecciones, grupos de activistas prorrusos proclamaron a principios de abril la independencia de Donetsk, una de las principales ciudades del este del país. Sin embargo, estos manifestantes controlan únicamente dos edificios oficiales de la ciudad. Los activistas prorrusos exigen la celebración de referendos sobre una federalización de Ucrania o sobre la anexión de estas regiones a la vecina Rusia. Kiev se niega y no acepta más que una descentralización. Moscú no reconoce al gobierno interino ucraniano proeuropeo, que llegó al poder tras la destitución a fines de febrero del presidente prorruso Viktor Yanukovich.

Rusia niega estar detrás de las tensiones en el este de Ucrania y su ministro Lavrov repitió el sábado que su país no tiene intención de anexar las regiones orientales de su vecino. En cambio, el Kremlin acusa a Occidente de mostrarse pasivo ante la amenaza de reprimir del gobierno ucraniano. “Actualmente, la posibilidad de evitar una guerra civil en Ucrania depende de Occidente”, afirmó ayer Alexandre Lukashevish, vocero del Ministerio ruso de Exteriores.

A todo esto, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, muy preocupado ante los crecientes riesgos de enfrentamientos violentos, pidió a todas las partes ejercer la máxima contención y dialogar para disminuir la tensión. El jueves se reunirán en Ginebra representantes de Rusia, Ucrania, Estados Unidos y de la Unión Europea para hablar de esta crisis, la peor entre el Este y el Oeste desde la Guerra Fría. Moscú pidió además que los prorrusos ucranianos estén representados en las discusiones para que expongan sus intereses legítimos.


SE REUNIO EL CONSEJO DE SEGURIDAD POR UCRANIA

Un diálogo de sordos en la ONU

El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se reunía con carácter urgente al cierre de esta edición –a puertas abiertas– para tratar la situación en el este de Ucrania, informó la ONU. Al ingresar al encuentro, el embajador ruso Vitali Churkin explicó que su país estaba muy inquieto ante declaraciones de Kiev sobre el uso de la fuerza contra separatistas prorrusos. El embajador británico Marl Lyall Grant dijo a su vez que los occidentales esperaban aprovechar la reunión para advertir a Rusia que no tomara como pretexto los acontecimientos en el este de Ucrania para impulsar una escalada militar.

Los diplomáticos del Consejo de Seguridad no esperaban resultados concretos del encuentro, el décimo que sostienen desde fines de febrero. La mayor parte de esas reuniones no han sido más que un diálogo de sordos entre Moscú y los occidentales. “Habrá un constante desacuerdo”, predijo un diplomático occidental. “Los rusos harán valer sus argumentos y nosotros les diremos que esta crisis es manejada por Moscú y que la maniobra es la misma que en Crimea”, dijo esa fuente en alusión a la península anexada por Rusia tras un referéndum considerado ilegal por la Asamblea General de la ONU.

Por su parte, el gobierno de Estados Unidos negó ayer que exista un riesgo de guerra civil en Ucrania, como asegura Rusia, y aseguró que el aumento de tensiones en el sureste del país no habría ocurrido “sin la desinformación rusa y sus provocadores”. Al tiempo que acusó a Moscú de “sabotaje del Estado ucraniano”. En un comunicado titulado “Ficción rusa: la secuela; diez reclamos falsos más sobre Ucrania”, el Departamento de Estado retomó una fórmula que ya usó el mes pasado para desacreditar las declaraciones rusas que considera falsas, enumerándolas y rebatiéndolas punto por punto.

Entre ellas se encuentra la declaración emitida ayer por el Ministerio ruso de Exteriores de que depende de Occidente evitar una guerra civil en Ucrania, ante el deterioro de la situación en las regiones rusófonas del sureste de ese país. Al respecto, Washington alega que lo que está ocurriendo en el este de Ucrania no estaría pasando sin la desinformación rusa y la acción de sus provocadores que fomentan la agitación, o si una gran fuerza militar rusa no estuviera apostada en la frontera, desestabilizando la situación a través de su presencia amenazante. “Simplemente, no ha habido protestas a gran escala en la región, y las tomas de edificios gubernamentales no han atraído ningún apoyo popular significativo”, afirmó el Departamento de Estado.

La anexión de Crimea por parte de Rusia el mes pasado provocó que la relación de Occidente con Moscú estuviera en su nivel más bajo desde la Guerra Fría.

14/04/14 Página|14
 

El fotograma patético de un largometraje en curso Por Jorge Muracciole

l asesinato de David Moreyra, un joven de 18 años en la ciudad de Rosario a manos de vecinos indignados por el intento de robo de una cartera, se ha convertido en el caso testigo que en las últimas semanas ha generado una decena de intentos de linchamiento, en distintos centros urbanos.

Como una suerte de macabro efecto imitación, el video del asesinato a patadas del joven motochorro por honrados ciudadanos, no solamente no horrorizó a un sector de la opinión pública sino que en los últimos diez días, los medios dieron cuenta de al menos una decena de episodios en los que vecinos en distintas partes del país atraparon a presuntos ladrones y les propinaron una fuerte paliza, generando graves lesiones.

Esta particular forma de enfrentar delitos ligados a la sustracción de objetos, por arrebatadores, punguistas, motochorros –en el común de las veces, delitos menores donde no corre riesgo la vida de las víctimas– nos obliga a reflexionar sobre las múltiples variables que han determinado un fenómeno prácticamente inédito en nuestra cultura rioplatense.

En una encuesta online realizada a un universo de 422 argentinos mayores de 18 años, efectivizada entre el 1 y el 3 de abril por la encuestadora D'Alessio Irol, en su primer informe registra que las golpizas a delincuentes generaron gran repercusión social, despertando principalmente alarma.

Lo relevante es que más allá de esa mayoría preocupada por la reacción violenta, ante los intentos de robo, un porcentaje significativo cercano al 30 por ciento, ven el fenómeno como una forma de justicia, incrementándose el porcentaje entre los sectores más jóvenes llegando al 42% del universo encuestado.

Ante la pregunta "¿Por qué cree que suceden estos hechos de violencia?", la respuesta es que el pensamiento generalizado es que el temor a la inseguridad es el disparador de estos hechos. Sin embargo, la mayoría de los encuestados que temen por la inseguridad afirman que no serían capaces de tomar una actitud de este tipo.

En relación con la pregunta "¿Qué haría en caso de presenciar un robo en la vía pública?, ante las distintas opciones del cuestionario prevaleció la confianza en las instituciones al indicar la opción de llamar a la policía. Aunque cerca de un 15% del universo muestral intentaría evitar el robo actuando en forma directa.

Y por otra parte, frente a la consulta "Si fuera usted a quien le están robando, ¿qué le gustaría que haga la gente que ve el hecho?", la respuesta mayoritaria fue que seguiría siendo la decisión que se busque ayuda policial. Sin embargo, siete de cada diez quisieran que se produzca una respuesta activa por parte de los testigos. Y la cuarta parte llegaría al extremo de desear una detención con violencia hacia el asaltante.

En relación con la pregunta "¿Cuáles cree que serán las consecuencias de estas golpizas?", el temor a que estas prácticas lleven a una espiral de violencia mayor comparte la tendencia mayoritaria, junto con los que piensan que los hechos sean una llamada de atención para todos los sectores involucrados.

Las respuestas a la consulta de "¿Cómo cree que se debería combatir la inseguridad?", en 81 casos se considera que es con mayor educación, en 74 casos con inclusión laboral, en 66 casos con una actitud diferente por parte de los dirigentes políticos y sólo en seis casos por justicia por mano propia. Solamente el 3% de los consultados piensa que la inseguridad no tiene solución y en 15 casos las respuestas fueron diversas.

Por último, la pregunta "¿Por qué cree que suceden estos hechos de violencia?". En 70 casos, la respuesta es porque la gente está cansada de que le roben, 67 encuestados optaron por que los delincuentes no tienen condena, 38 respuestas eligieron la frase "porque la gente está nerviosa"; otros 36 encuestados acordaron en que si no te defendés, te pueden matar, y 32 coincidieron en que hay una psicosis con el tema de inseguridad.

Los datos de esta primera aproximación investigativa tienen el valor relativo similar a una fotografía instantánea del estado de situación, dentro de un largometraje atravesado por múltipes fotogramas extremadamente sensibles al devenir económico y social de una sociedad. Lo paradójico es que en una sociedad que sufrió más de 30 mil asesinatos agravados por el secuestro y la tortura de sus víctimas y que ha podido, luego de más de treinta años, encausar la verdad e implementar la salida judicial sin haber habido un solo caso de justicia por mano propia por parte de ningún miembro de las familias afectadas, a los autores del terrorismo de Estado. 

Que un significativo sector de la opinión pública y de algunos políticos justifiquen el linchamiento de un punga o un arrebatador por un grupo de "ciudadanos indignados" por el mero intento de robo de una billetera o una cartera, es sin tapujos poner en pie de igualdad la singular, única e irrepetible vida de un ser humano a la de un objeto que, más allá de su relativo valor pecuniario no deja de ser un objeto, un simple objeto descartable o fácilmente sustituible en este mundo de consumismo exacerbado.

Infonews

Galasso, “embajador de la Cultura Popular Argentina”

La Secretaría de Cultura de la Nación propuso que se le entregue esa distinción al historiador Norberto Galasso por ser "un analista comprometido con el curso de la historia nacional" que "goza de un merecido reconocimiento por su dilatada trayectoria". El Gobierno confirmó el reconocimiento tras publicarlo hoy en el Boletín Oficial.

"Su trayectoria de historiador, escritor, ensayista y docente lo acredita como un genuino representante de la cultura argentina", resume el documento de Cultura y destaca la inquietud del investigador "atento siempre a las vicisitudes y experiencias políticas del país". Además, resalta que "ha participado en ellas no sólo como actor sino también como un analista comprometido con el curso de la historia nacional".

"El señor Galasso ha incidido en la investigación histórica de carácter revisionista, tal como lo testimonian sus innúmeros trabajos monográficos y conferencias, como así también los libros editados y las publicaciones periódicas que lo han tenido como asiduo colaborador", señala.

Este reconocimiento lo recibieron el fallecido cineasta Leonardo Favio, en septiembre de 2010, y la actriz Isabel Sarli, en octubre de 2012. Galasso estudió en la facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, donde se egresó como contador, en 1961 y con los años orientó su carrera hacía la investigación y el revisionismo histórico de la Argentina.

Entre sus últimas obras se destacan "Seamos libres y lo demás no importa nada", una biografía del general José de San Martín publicada en 2004; los dos volúmenes de "Perón", en 2005; "De Perón a Kirchner: Apuntes sobre la historia del peronismo", de 2011.
14/04/14 Página|12