miércoles, 9 de abril de 2014

CONTRATAPA Los “miedos” de comunicación de masas

Por Jorge Halperín
¿Cómo pasamos de la angustia ante el peligro de derrumbe económico de enero a la obsesión por la inseguridad y los linchamientos de marzo y abril, instalada en los dos casos la reacción de una parte de los ciudadanos de “esto no da para más”? ¿Cómo pegamos estos brutales bandazos y pasamos en cosa de años de “achicar el Estado es agrandar la Nación”, en la dictadura y en los ’90, al clamor por un “Estado ausente” –en muchos casos vociferado por los mismos sectores– como causa de la patología asesina de algunos vecinos?
No tengo otra explicación más importante que el fogoneo de los medios. Por supuesto que no adhiero a la idea estupidizante de que hay una causa única, vista la desigualdad que subsiste, observada la polarización social que se viene viendo en estos años de mejoras a los sectores populares, la descomposición moral de las policías, el progreso del negocio narco, etcétera.
Pero la “realidad” que leemos en los diarios y vemos en la tele es la de los medios (¿cómo, si no, sabríamos de los linchamientos?). Desde luego que los vecinos de un barrio de Rosario mataron a patadas a un jovencito sospechado de robar, y eso no lo inventaron los medios. Pero, automáticamente, lo convirtieron en una epidemia que recorre el país y propagaron una fórmula: “Hartazgo por la inseguridad-vecinos indignados-¡vamos por ellos!”. Y se replicó en el barrio porteño de Palermo y en la ciudad de Santa Fe, incluso con casos de sospechados que eran inocentes.
Es más, si las redes sociales muestran un nivel de primitivismo y barbarie que impresiona, los medios, inquietos por el avance de esas redes sobre sus audiencias, se muestran indulgentes y comprensivos con las peores expresiones tuiteras de racismo, brutalidad y odio.
Las estadísticas dicen que Argentina es un país con muchos robos, comparado con el resto de América latina, pero tiene los índices más bajos de crímenes en la región. Y eso sucede con los países latinoamericanos que son relativamente más desarrollados y menos desiguales, porque tienen –siempre en términos comparativos– mayor institucionalidad, pero también consumo y mercado, es decir muchos bienes apetecibles (coches, celulares, motos, etc.) para la industria del delito.
Los asesinados o molidos a golpes en los últimos días no eran una amenaza para la vida de nadie, no llevaban armas.
Una explicación plausible para este clima exasperado es que ya estamos en campaña por el 2015, la agenda (dólar, inseguridad) la marca la clase media, que puede dar vuelta una elección, y los candidatos de la derecha instalados por los grandes medios (Macri, Massa) explotan ese eje sin duda redituable de la inseguridad (que, según las encuestas, es la mayor preocupación colectiva).
Massa corre a Scioli por derecha, y el gobernador sale anunciando una emergencia de seguridad.
Hablamos de una derecha que crece con la construcción cotidiana del malestar ejecutada por los diarios opositores y sus medios. Víctor Hugo Morales recordaba la semana pasada que TN pasó 24 veces durante un día el mismo delito, como si anoticiara de 24 delitos distintos. Las pantallas de varios canales noticiosos de cable reproducen filmaciones de robos obtenidas de las cámaras de vigilancia que han sido instaladas no para el show televisivo, sino para prevención y detección del delito. Son escenas muy violentas, y al exponer a los espectadores a estas imágenes que no son de ficción ceban el miedo y la indignación de los ciudadanos.
La semana pasada visitó Buenos Aires el psiquiatra italiano Luiggi Zoja, para presentar su libro Paranoia, la locura que hace la historia, y en él señala que ese, la paranoia, es, entre los distintos cuadros psiquiátricos, el más explosivo, porque produce contagio social, como lo registra trágicamente la historia con casos como el nazismo y el stalinismo. La percepción del otro como amenaza, que en la paranoia suele darse acompañada de un delirio muy razonado y en apariencia coherente, no es nada difícil de contagiar y permite desplazar malestares individuales a culpas ajenas.
Bien, en la exaltación de temores en el ciudadano (al derrumbe económico, a sufrir ataques violentos de los delincuentes, a distintas enfermedades, a los rayos y las catástrofes naturales, etc.) y en el modo en que presentan a los sectores populares los medios operan como verdaderos “miedos” de comunicación de masas y como propagadores de chivos emisarios.
La fábrica de malestar está funcionando a pleno. Alguna vez tendrá que pagar por sus responsabilidades.

13:20 › ECONOMIA "El sesgo ideológico del FMI nunca ha cambiado

El jefe de ministros rechazó el análisis compartativo entre Argentina y Venezuela respecto de una fuerte desaceleración de la economía, advirtió que el organismo no podrá "condicionar" a Argentina y resaltó "sus ajustes interminables que perjudican el desarrollo de los países".
Los pronósticos divulgados en lo que va del año por los cinco organismos mundiales más destacados en materia económica contradicen las perspectivas negativas para Argentina difundidas ayer por el Fondo Monetario Internacional (FMI), y estimaron para el país un crecimiento de su Producto Interno Bruto (PIB) de entre 2,6 y 3,3 por ciento.
El FMI publicó ayer su informe semestral "Perspectivas Económicas Globales", donde vaticina para la Argentina un crecimiento de su PIB de apenas 0,5 por ciento, es decir, muy cercano a un estancamiento, en línea con los pronósticos de los economistas opositores al gobierno nacional.
Sin embargo, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la Organización de Naciones Unidas (ONU) y el Banco Mundial han estimado un escenario mejor para la Argentina, con un crecimiento de su economía.
En su reciente 55 Asamblea Anual, realizada en la ciudad brasileña de Costa do Sauipe, el BID difundió su informe titulado "La recuperación global y la normalización monetaria", donde previó que la Argentina crecerá 2,8 por ciento este año.
Por su parte, la OCDE estimó para Argentina un crecimiento de su PIB de 3,3 por ciento para este año. También la CEPAL ubicó al país con incremento de 2,6 por ciento de su actividad económica.
En tanto, el Banco Mundial, en sus "Perspectivas Económicas Globales", publicadas a principios de este año, consideró que la economía argentina registrará este año un crecimiento de 2,8 por ciento. Y la ONU, en el informe "Situación y perspectivas de la economía mundial 2014", anticipó que la Argentina tendrá un crecimiento de 3 por ciento.
Página 12

"ME DOLIA EL CUERPO DEL PIBE" Francisco contra los linchamientos

"Me dolió la escena. 'Fuenteovejuna', me dije", expresó Jorge Bergoglio en referencia a David Moreira, el joven de 18 años que murió el 25 de marzo en Rosario tras recibir una paliza de parte de un grupo de vecinos que lo acusaban de robar una cartera. "Sentía las patadas en el alma. No era un marciano, era un muchacho de nuestro pueblo", lamentó el obispo de Roma.


Francisco se refirió al crimen del muchacho, que era "un delincuente", a través de una carta escriba a dos hermanos que viven en Suecia y que le consultaron sobre el linchamiento que tuvo lugar en la ciudad santafesina de Rosario. "¿Qué cosa falló?", se preguntó el religioso, y añadió: "Me acordé de Jesús, ¿qué diría si estuviera de árbitro allí?: el que esté sin pecado que dé la primera patada".
La reflexión fue dirigida a los hermanos argentinos Carlos y Rodolfo Luna, que residen en Suecia, y publicaron en su cuenta de Facebook la respuesta de Francisco. "Me dolía todo, me dolía el cuerpo del pibe, me dolía el corazón de los que pateaban. Pensé que a ese chico lo hicimos nosotros, creció entre nosotros, se educó entre nosotros", escribió.
"Lo peor que nos puede pasar es olvidarnos de la escena. Y que el Señor nos de la gracia de poder llorar, llorar por el muchacho delincuente, llorar también por nosotros".
David Moreira -de 18 años- murió el pasado 25 de marzo en Rosario, tres días después de haber recibido una golpiza por parte de vecinos que lo acusaban de haber robado una cartera. En declaraciones a radio Vorterix, Carlos Luna contó hoy que durante el pasado fin de semana le envió por correo electrónico información a Francisco sobre el episodio ocurrido en Santa Fe y al otro día el papa le envió la contestación.

página12

martes, 8 de abril de 2014

El Congreso y los linchamientos Por Felipe Yapur

Ante la ausencia de alternativas al modelo imperante crece, cada vez con más vehemencia, la necesidad de agudizar las contradicciones de la sociedad para así conseguir un estado de incertidumbre que fuerce un cambio hacia la dirección que pretenden los grupos hegemónicos de poder, que tienen al kirchnerismo como el enemigo a destruir. Así como en enero la Argentina parecía estallar por una crisis que derivó en una devaluación, hoy el fin del país tiende a expresarse a través del hartazgo de la sociedad ante una supuesta violencia generalizada sin fin.

La respuesta que se ofrece (se promueve sin vergüenza) pasa por una retaliación en sentido opuesto pero con mayor intensidad despreciándose la necesidad, como afirma el diputado Jorge Rivas, de terminar con la desigualdad que todavía subsiste a pesar de los grandes avances que tuvo el país en estos años.

La estrategia es clara y hasta binaria. Los medios de comunicación, sobre todo los más importantes, juegan un rol central. Cada hecho de inseguridad que se produce es replicado como si se tratara del más importante y siniestro. Se repite sin solución de continuidad durante el día y jornadas subsiguientes. Al mismo tiempo, aparecen los opinadores de la más diversa índole: abogados, víctimas, familiares de víctimas, especialistas de la salud y dirigentes políticos.

Todos opinan, todos desarrollan teorías alejándose lo más posible de un concepto que pueda ser sospechado de defender al delincuente. Todos, de alguna manera, aportan a la beatificación de la "justicia por mano propia" y el que no es expulsado y eso incluye a víctimas que tienen una mirada más integradora y solidaria del tema. El ejemplo más claro es la mamá de David Moreira que ya no figura en los comentarios de editorialistas ni en programas de televisión.

Uno de los que más supo aplicar esta estrategia fue el ex presidente y actual senador, Carlos Menem, quien justificó los indultos (máximo exponente de la teoría de los dos demonios) por el hecho de haber sufrido la cárcel durante la dictadura.

La dirigencia política de la oposición tuvo y tiene reacciones que van desde el repudio individual a los linchamientos, el silencio hasta la adhesión.

Entre los diputados y senadores de la Unión Cívica Radical, el que con mayor vehemencia se expresó en contra fue Ricardo Alfonsín. "Lo que ocurrió es un horror; no es justicia, ni por mano propia, ni de naturaleza alguna. Esto es barbarie, es la jungla. Nada puede justificarlo. Hay que ser muy categórico en la condena", dijo y agregó que le "indigna ver cómo algunos dirigentes, por temor a perder votos, dan rodeos o hacen circunloquios que evitan una necesaria y categórica condena de estos actos".

Ahora bien, y más allá del necesario repudio de Alfonsín, no hubo ni siquiera un comunicado del bloque de diputados o senadores que tomara postura oficial. Demasiado silencio que contrasta con la indignación expresada hace apenas unos días luego de que los diputados del Frente para la Victoria (FPV) se negaran a votar a Julio Cobos como presidente de la comisión de Educación.

El presidente del bloque del PRO, Federico Pinedo, vive momentos aciagos. Como integrante de la comisión redactora del vapuleado anteproyecto del Código Penal fue desautorizado por su jefe partidario, Mauricio Macri, al considerar ese trabajo como un engendro que no debe ser tomado en cuenta. Ahora parece vivir una misma situación con esto de los linchamientos.

Pinedo, en una entrevista a Radio Provincia, consideró estos sucesos como "una bestialidad" y algo "injustificable". "Hay que ser absolutamente categórico, el único que ejerce poder y violencia legítimamente es el Estado democrático, el Estado de derecho. Esto lo debe tener clarísimo la gente que cree que se puede linchar. También lo tienen que tener clarísimo todos los demás y en ese sentido todos debemos encarar un accionar conjunto", señaló.

Fue una declaración extremadamente garantista para un Macri que se congratula de tener una hija viviendo en el extranjero para no tener que preocuparse por su seguridad y, al mismo tiempo, afirmar que "la Argentina se está yendo de madre en términos de inseguridad, de falta de respeto, de que prevalece la ley del más fuerte".

Los ejemplos de Pinedo y Alfonsín resultan aislados dentro de sus fuerzas. Más "cohesión" mostró el Frente Renovador que desde su principal referente, Sergio Massa, bajó un discurso que suscribe y justifica la justicia por mano propia. El ex intendente de Tigre no sólo se sumergió en la correntada de las turbas pro-autodefensa, sino que, además, las agitó como para que ganara en velocidad y fuerza. "Los vecinos lo hacen porque hay un Estado ausente", dijo, y luego lo sazonó con "el que las hace las paga".

Lo curioso del caso es que tanto Massa como Macri son dos dirigentes que están o estuvieron al frente de instituciones estatales. En estos últimos diez años, Massa fue jefe de Gabinete, titular de la Anses e intendente. Tuvo en sus manos herramientas que hacen a la seguridad social y al bienestar de la población que, según él, ahora sufre la ausencia estatal. ¿Se entiende?

Macri, en tanto, está al frente del gobierno de la ciudad con mayor ingreso per cápita del país, que incluye una policía que promovió y formó su propia administración y en la que, sin embargo, sus habitantes, sus vecinos, están indefensos. Tal vez no se dio cuenta pero los dichos de Macri se parecen mucho a una autocrítica.

Con mucha lucidez, Rivas sostuvo no hace mucho que "el problema de la inseguridad es lo suficientemente grave como para que lo aborde gente seria, y no la runfla de atorrantes y oportunistas que repiten banalidades en los medios, más preocupados en obtener algún beneficio que en resolver el asunto de fondo".

El Congreso, sede principal del debate democrático, debería promover una declaración conjunta, de ambas Cámaras, que repudie la "justicia por mano propia". Así podrá quedar bien en claro cuál o cuáles son las fuerzas políticas democráticas y cuáles son las que promueven conductas disociadas.
Infonews

El linchador Por Horacio González *


¿Se podría esperar que los más diversos medios de comunicación, que los partidos de oposición, que las personas con voz pública en general, no condenaran los diversos casos de linchamiento y “ajusticiamiento” por mano propia que han acontecido? Por supuesto que no, hechos de esta índole rebajan el horizonte asociativo de cualquier comunidad de una forma notoriamente impúdica. Le avergonzaría no censurarlos a cualquier político, periodista o ciudadano común. Repudiarlos forma parte de un necesario intento de autoeximición. Desde la opinión mejor elaborada hasta la del mero “bien pensante” que no desea atisbos que sorpresivamente percibiría como propios del “germen del fascismo”. Ese repudio está al alcance de nuestra palabra para restituir un mendrugo no escaso de sensatez ante la ferocidad gratuita; ofrecer y ofrecernos una compensación ante el desgarrón de lo humano que ha sufrido en el país la norma cultural no escrita, la magna clave simbólica de la coexistencia recíproca.

Sin embargo, muchas veces condenamos por una obligación cívica –llamémosla contractual– a un conjunto de hechos abyectos que en nuestro manojo sumergido de deseos podríamos llegar a ver con secreta satisfacción. Veamos a propósito de esta cuestión la relación entre el Estado y la inquietante o tácita ley del deseo que súbitamente moviliza el linchador, entendido no como sujeto real sino encarnación de oscuras exhalaciones sociales y figura conceptual de la historia contemporánea del miedo en las metrópolis. No es ninguna “persona” en especial sino ese lugar vacío en la sociedad que ocupa no sólo el que persigue al ladrón, figura tradicional, algo buchona, que en su esmirriada exhibición de iracundia ante un delito que motiva su magnánima acción pública corre detrás del caco. No, nos referimos a la membrana que se ha roto cuando esa figura, puede ser esa misma u otra, se convierte en un demiurgo del suplicio: de ciudadano celoso pasa en un solo acto a policía que inmoviliza, pega y violenta, y a verdugo que siente el aleteo de una invisible delegación para machucar un rostro hasta el fin. Hasta matar. Tres figuras en una, transmutación que resume estados de conciencia, textos quebrados en nuestra intimidad, fantasmas desabridos que recorren nuestras venas.

Arriesguemos la hipótesis de que ello no ocurre solamente por la complejidad de la conciencia humana. Abundan estilos de comportamientos velados o estilos inconscientes, que no pocas veces fundan un sentido de lo político por el cual se repudia por un lado lo que sigilosamente se festeja por otro. En cierto sentido, éste constituye un procedimiento de la retórica profunda de los medios de comunicación. No es que ellos sean “culpables de los linchamientos” –si es que alguien lo es, lo veremos– sino que en su textura intrínseca no declarada y no enteramente reflexionada se encuentra el siguiente artilugio: se debe actuar con un código de condena de lo inhumano, la plataforma moral mínima ligada al ser genérico del hombre; pero (podrían pensar los “grandes medios”) los mundos sádicos, perversos u horrendos, son la estructura de comprensión básica del mundo que habitamos y sobre la que indagamos, porque es algo de índole folletinesca, ejemplarmente sombrío y pulsional, que figurativamente sería nuestra materia prima, algo de “nuestra propiedad”.

Esos mundos espeluznantes que se invocan equivaldrían a los conductos de circulación de oscuros instintos, el sustento de numerosas publicaciones o fuerzas comunicacionales globales, no sólo las llamadas “amarillas” por su vocación moral ambigua sino las que por su estructura de intereses, no sólo políticos sino expresivos, escriturales y de consumo de su mercancía textual, operan una necesaria escisión en la formación del juicio; linchar está mal, pero sabemos que mostrar una y otra vez el linchamiento recoge, como la búsqueda del lingote en el basural, la atención de millones de mudas conciencias que reclaman un alimento sacrificial calificado: saber también ellas quiénes son, quiénes son los muertos de su apatía, de sus agonías personales o de esos recorridos tácitos que una vida desesperanzada abre como fisuras del alma. “Esta noche mato a alguien que ha robado.” Y, de paso, se responsabiliza al Estado. ¿Para qué está, si no?

Hay incesantes interpretaciones políticas que señalan “el Estado ausente”, “la pérdida del contrato social”, “la anomia”, “el nido de la serpiente”, ilustres conceptos de varios siglos de teoría social o de modernas filmografías, que son rápidamente invocados no sin fundamentos, pero con jactancias inocentes que se revelan al poner rápidos titulares académicos para lo que realmente quieren decir: una contrapartida que muestra hacia dónde va la saeta envenenada. Contra la “irracionalidad o barbarie” del poder público. A lo cual se agrega otro concepto de cursantes de primer grado de sociología, nivel en que vertiginosamente se ha situado buena parte de la clase política: “Se carece del monopolio de la violencia legítima”. Ninguno de estos pareceres indica la verdadera gravedad de lo ocurrido, y habla más de la improvisación de quienes emiten estas definiciones que de aquello que exige ser explicado, que es alusivo a la grieta civilizatoria que trágicamente se ha abierto en el país.

Un país recorre varias gradaciones por debajo de los prefijos más relevantes de la condición humana cuando en su seno ocurren estas imágenes. Imágenes, decimos, no porque no sean hechos realmente ocurridos sino porque otra cosa significan cuando se transforman en imágenes. Algo necesario, por un lado, pues son noticias y deben darse a conocer. Pero en su reiteración (y los medios masivos son esencialmente repetición, glosa, autorreferencia y multiplicación diseminadora de un leitmotiv central, de una cita primitiva engendradora) ya introducen una cuestión de la ética de exhibición de los hechos. Es el gran tema del culto que trataron las grandes religiones formadoras de la moral humana. La proliferación automática de un único gesto iniciático. En el torpe balbuceo repetidor de la imagen del acto criminal yacen fórmulas ya sabidas de castigo, deseos recónditos de imitación, juicios rápidos fuera de cualquier normatividad heredada de vetustas retóricas jurídicas y, especialmente, el florecimiento de sórdidos tribunales de esquina. Fanáticos, tenebrosamente deseantes, inmediatistas, sin veladuras, como emanados del grupo de alegres bebedores del pico de una botella, contrafiguras complementarias que suelen verse en las publicidades masivas de cerveza y otros inocentes elixires. Y dando un paso más allá, de la industria de la seguridad, el nuevo commodity de las grandes fábricas de vigilancia mundial, el equivalente sojero en materia de ordenadores de la conciencia mundial que tienen en su instalación alarmista casi una eficacia papal, además de su fuerza panóptica que hoy casi resume los límites de escasez en que se mueven las clases políticas, cuyo pensamiento podría caber en las proporciones cúbicas de las de una cámara de seguridad. Son la NATO en diminutivo, pero en la esquina de cada barrio o el interior de cada casa filmada por el cine de la seguridad 24 horas diarias.

No hay, decimos, culpables a la vista, pero hay multiplicada gravedad. Hay arquetipos inconscientes. Lo que ocurre necesita imagen y es de fuerte visibilidad. Al contrario de la degradación humana que introdujo el terror militar en los ‘70, que necesitaba de su invisibilidad para intimidar, del lugar vacío y no de lo público y notorio. La eficacia recóndita del anónimo pateador de la cabeza de un ladronzuelo sangrante en el pavimento es lo contrario-complementario de lo que precisó la napa profunda de la sociedad para saberse aterrorizada hace treinta años: lo incorpóreo, lo etéreo inimaginable, la sangre no vista. Lo visible, ahora, es un llamado del destino. ¿Hay esa clase de dioses acaso? No, pero están los medios de comunicación masivos, el capitalismo informático, que quizá sin saber acumula signos como plusvalías icónicas de coacción. Organos de destino que implican llamados hacia la fisura social abierta para que el arquetipo se encarne. Que algún inocente (en su aciaga brutalidad) cumpla los roles más patibularios, se los atribuya, sin que ello signifique culpabilidad explícita, pero pueda significar una pobre apuesta política.

¿Es el Estado culpable? No lo es, ni lo son los medios, pero en un caso de culpabilidad destinal –es decir, se trabajó largamente en la sociedad argentina para crear la grieta que llamó a algunas gentes que rellenaron al arquetipo que los reclamaba– es mucho más grave lo ocurrido. Hay culpables sin culpabilidad y culpabilidad sin culpables. El tema es jurídico, mediático, moral y retórico a la vez. Un huérfano pelotón de políticos hace del desa-brigo conceptual su virtud: los medios hablan por ellos, instituyen por ellos, dicen lo que es la justicia por ellos y también por los jueces, operan su condición sustituta con tranquilidad pues se las ha reclamado, se las ha pedido. El Estado, en tanto, habla por sus propias fuerzas, concibiéndolas débiles: “Falta inclusión social”. Lo que todavía no podemos escuchar es que nos diga, además del necesario tema inclusivo, qué otras fronteras imaginarias hay que atravesar, qué otras indagaciones en la estratificación social profunda hay que realizar.

Ocurrió en la Argentina un rasgón de lo humano sin más, y todos retrocedimos uno o varios peldaños de una escala de convivencia que siempre fue complicada. El linchador es ahora un lugar vacío, una pieza rellenable por pobres usos políticos con abismal sentido despótico. El linchador, espectro que recorre la sociedad argentina, es evanescente y escurridizo, está en todos lados, aunque las encuestas tranquilicen: el 80 por ciento no está de acuerdo. Y no, en las actuales condiciones, hasta las encuestas las hace el linchador fugazmente triunfante, tranquilizándonos. Fondo buitre de las entrañas de la sociedad argentina, se hace pasar, quedamente, alguna única vez, por nuestras propias conciencias. Lo fabricaron millones de conversaciones –familiares, mediáticas, políticas, electrónicas– dichas al azar con sus vaguedades y su hilo interno amenazante. En el mejor sentido de esa expresión, debe haber Estado (esto es institución pública, no necesariamente más patrulleros, no necesariamente más cámaras de seguridad, no necesariamente más gendarmería de la clase que sea) para examinar este drama moral, para reconstituir, desde la culpa colectiva y sus usos vicarios, el viejo ideal de ciudadanía redimida.

* Sociólogo, director de la Biblioteca Nacional.

08/04/14 Página|12
 

jueves, 3 de abril de 2014 PARA EL MASSISMO HACER LA DEL TERO YA ES UNA POLÍTICA DE ESTADO


Sobre los cambios propuestos por el massismo en Ganancias y Bienes Personales,leemos en Infobae: "El bloque de diputados nacionales del Frente Renovador (FR) presentará hoy un proyecto de ley de modificación del Impuesto a las Ganancias, que prevé actualizar en forma automática el mínimo no imponible según el índice de inflación.

La iniciativa fue elaborada por dos ex ministros de Economía, Roberto Lavagna y Miguel Peirano, y dos ex titulares del Banco Central, Martín Redrado y Aldo Pignanelli. El diputado massista Alberto Roberti confirmó que la propuesta ingresará en la Cámara baja en coincidencia con la presentación del jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, para dar su informe de gestión.

Ayer, el diputado nacional por el Frente Renovador José Ignacio Mendiguren adelantó detalles del esquema de actualización de Ganancias al que aspiran. Según dijo, el proyecto de ley propone elevar el mínimo no imponible del tributo de los 15.000 actuales a 19.200 pesosOtro texto busca, además, subir el piso del impuesto a los Bienes Personales a 600 mil pesos."

En paralelo el propio Massa en su cuenta de Twitter adelantaba la iniciativa:


Como vemos, el planteo gira -en apariencia- exclusivamente sobre Ganancias en tanto afecta los salarios más altos de la pirámide retributiva; cuestión esta sobre la que recomendamos la lectura de éste post de Artemio

Recordemos también (ver acá la info) lo que pasó el año pasado en el Congreso cuando se discutieron los nuevos impuestos planteados por el gobierno para compensar los recursos que dejaba de percibir por haber aumentado el mínimo no imponible de Ganancias: todos los legisladores massistas (entre otros) votaron en contra.

Sin embargo estando de por medio De Mendicurren, nosotros nos permitíamos ser escépticos y suponer algún felino encerrado entre tanta preocupación por los ingresos de los trabajadores: 


Y tan errados no estábamos, porque si seguimos leyendo la nota de Infobae nos encontramos con esto: "Sobre la primera propuesta, De Mendiguren sostuvo que contempla la actualización de todas las escalas del Impuesto a las Ganancias y el ajuste por inflación para el cálculo en empresas.

De Mendiguren alertó que de no realizarse estas modificaciones "en muchos casos" los aumentos por paritarias "se llevarán" las actualizaciones cercanas al 30 por ciento que cerraron varios gremios, como los metalúrgicos, la construcción y los docentes nacionales, entre otros.". (las negritas son nuestras).

Lo que nos lleva a reiterar lo dicho en su momento acá: "si se aplicase un ajuste por inflación generalizado sobre los balances esas ganancias serían menores, y por ende menor la contribución al fisco; que es lo que se busca.

Incluso llevan agua para su molino señalando que el mismo criterio valdría por ejemplo para retocar Bienes Personales, o el mínimo no imponible para las ganancias de la cuarta categoría (salarios), cuando bien saben que la situación es diferente. 

Según nos comentaba nuestro amigo Diego Rubinzal (al que consultamos sobre el tema) el ajuste por inflación para las empresas en Ganancias es algo muy complejo porque la ley ya lo contempla para ciertos aspectos que tienen que ver con rubros que componen el patrimonio o activo de las empresas, y el pasivo.

Y también nos decía que el ajuste generalizado por inflación terminaría favoreciendo a las empresas que están más "líquidas", es decir que más allá de su situación patrimonial, tienen gran flujo de facturación constante.

No hace falta ser Diego Rubinzal para darse cuenta que en esa situación están muchas de las empresas que tienen posición dominante en el mercado, y por ende captan niveles de facturación importante, que se traducen obviamente en utilidades significativas.

Y que además en muchos casos son formadoras de precios, y pueden a su vez (como compradores con poder privilegiado de negociación) minimizar sus costos, fijando precios para los insumos que necesitan.".

Como nota al margen, es interesante señalar que mientras Massa justifica los linchamientos en nombre "del Estado ausente", De Mendiguren se queja por la "excesiva presión tributaria"; resultando obvio -aunque no lo diga, por pudor- que el reclamo lo hace en su condición de empresario: no hay punto de comparación posible -en términos cuantitativos- entre lo que el Estado dejaría de percibir por impuestos si se retoca el mínimo no imponible de Ganancias para la cuarta categoría (salarios); y lo que no le ingresaría a sus arcas si los balances de las empresas se ajustaran por inflación.

Podemos concluir entonces que en éste caso -al igual que en la reforma del Código Penal- el massismo sigue haciendo la del tero: en un lado pega el grito, y en el otro pone los huevos.

la turba


Una aberrante ola de linchamientos, que tuvo por blanco a ladrones y arrebatadores en la vía pública, se esparció por la Argentina. Con doce casos registrados a lo largo de nueve días, en promedio algo más de uno por día, Argentina se puso a la cabeza de un triste ranking regional. De acuerdo a una ONG, el país con más linchamientos públicos era Guatemala, seguido de Bolivia y México. Países ellos, sobre todo los dos primeros, en los que subsiste una cultura de la “justicia comunitaria” reñida con el estado de derecho. Aun así, el mayor registro de Guatemala, fue de 64 linchamientos (sumando casos efectivos e intentos de) en todo un año.

¿Qué pasó en estas ciudades para que personas comunes se conviertan súbitamente en turbas violentas, ajusticiadores “por mano propia” capaces de matar? En uno de los casos, el primero de la serie, la víctima del ataque en masa murió en un hospital. Era un joven de 18 años que presuntamente habría robado una cartera a una señora a plena luz del día, en la ciudad de Rosario, y perdió la vida a causa de los puntapiés que recibió en la cabeza. Nadie detuvo a la turba y el hecho fue filmado y subido a Youtube por un testigo. En otro caso, en Buenos Aires, un transeúnte salvó la vida de una víctima de linchamiento cuando estaba recibiendo, como el rosarino muerto, patadas en la cabeza. En otro, un grupo de buenos ciudadanos persiguió a dos jovenes y logró atrapar a uno de ellos, propinándole una tremenda paliza, creyendo que era uno de los ladrones que habían robado una mensajeria el día anterior, pero resulta que se confundieron y agredieron a otro. P

Estos comportamientos de turba fueron especialmente repugnantes por lo desproporcionado. Las víctimas fueron ladrones o supuestos ladrones, no asesinos seriales, ni violadores de menores, ni genocidas. Los victimarios, en su gran mayoria, no estaban sufriendo delitos ni actuaban en legítima defensa propia. ¿Qué lleva, entonces, a personas comunes a convertirse en una turba irracional?

La gravedad del móvil no justifica la barbarie, pero puede al menos explicarla. Por ejemplo, en todas las épocas y culturas, los crímenes contra la infancia generaron reacciones de turba: hay un instinto de cuerpo en la comunidad que se preserva a sí misma, porque el asesino o violador de menores atenta contra el futuro de una determinada sociedad. Muy distinto es el caso de un arrebatador de carteras o ladrón de bicicletas. Para colmo, los linchamientos tendrían buena imagen en amplios sectores de la sociedad, según algunas encuestas

Sin lugar a dudas, se cometen muchos delitos y la sociedad se siente insegura frente a ellos. Pero la ola turbulenta, en tanto ola, merece ser explicada, porque fueron doce los casos y no solamente uno. Algo le cabe a la comunicación. No se trata de cargar a los medios con la culpa de todos los comportamientos sociales. Los culpables no fueron ni los canales de TV ni las redes sociales, sino individuos responsables ante la ley y sus conciencias que cometieron delitos de agresión. Pero aquí hay una responsabilidad mediática que debe ser señalada. Tanto periodistas amarillistas como comunicadores ciudadanos (como aquél que filmó el primer linchamiento, en lugar de impedirlo, y luego lo subió a5 las redes) fueron complices en la creación de un clima de psicosis colectiva. Porque comunicar hechos de esta naturaleza requiere un método y una ética muy precisa.

Fue una ola de casos, y no solo uno, porque medió un mecanismo de difusión. El primer episodio fue lamentable y espontaneo, pero los once que vinieron despues fueron imitaciones del nodo inicial. Los linchadores linchaban porque otros lincharon, y así. En términos de la teoría de la decisión, el linchamiento “entró en el menú de alternativas de la sociedad”. Como solución, o como respuesta, eso no importa: la posibilidad de linchar ya se habia instalado.

Se mostró lo conmocionante, hubo mera descripción, se contó la historia equivocada, y hasta se introdujeron valores positivos en la crónica (“vecinos hartos” de un lado, “delincuentes” del otro, “justicia por mano propia” entre ambos). Cuando en realidad, para comunicar un hecho de estas características, el periodista o el líder politico tienen que hacerlo a través de un mensaje decididamente moral. El propósito de relatar lo de Rosario debió ser evitar que se repita, y no otro.

Porque, como sabemos, todo esto opera en un terreno real. Desde hace años, en los barrios de las grandes ciudades vienen formándose redes vecinales “en alerta” contra el delito. Intercambian números de teléfono, vigilan esquinas y puertas, tocan timbres cuando algo se ve raro. Hay cientos de iniciativas similares. Habría que investigar cual fue el papel que jugaron estas redes en lo que sucedió por estos días.

Y este fenómeno de los “vecinos en alerta” nos devuelve a la cuestión de los ánimos agitados desde la comunicación. Hay entre nosotros un modo peculiar de contar las historias del crimen, diferente de la que se observa en la tradición anglosajona -la que inventó el periodismo policial. Allí, se centran en el individuo delincuente, el enemigo de la ley: su historia de vida, perfil psicopatológico, su identikit y apodo, caida en desgracia. Todo Hollywood es un subproducto de este género literario. Aquí, en cambio, nuestras crónicas narran una historia política, la de la “inseguridad”, la gran responsable, por lo que nuestros delincuentes son un colectivo impersonal de tez morena que carece de nombre, rostro, de historia, hasta de culpas. Los vecinos en alerta y los linchadores no arremeten contra otro ser humano, 655su 9archínemesis es el fantasma construido de la inseguridad, circunstancialmente encarnado por un raterito de 18 años, lo que facilita el pasaje de la civilización a la locura.