Norberto Galasso, Marcelo Köenig, Carlos Tomada y Horacio González en la presentación del libro.
Imagen: Sandra Cartasso
Ante un colmado auditorio de la Biblioteca Nacional, Tomada, Galasso y González presentaron con argumentos de actualidad el libro del director de la Escuela de Gobierno, que repasa la historia del peronismo.
Por Julián Bruschtein
“Aquellas luchas de las que habla el libro son las que sostienen este momento que estamos viviendo. Tenemos la responsabilidad de hacer que este movimiento nacional y popular avance para dar continuidad a este proyecto”, aseguró el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, al presentar el libro Vencedores Vencidos, Peronismo-Antiperonismo, del dirigente de la Corriente Peronista Descamisados y director de la Escuela de Gobierno, Marcelo Köenig. El auditorio de la Biblioteca Nacional se empapó de peronismo con los militantes de la agrupación, aunque esta vez sin bombos, sólo cantando a capella y con muchas banderas.
“Atención, atención, atención, atención, Galasso, te saludan los soldados de Perón”, fue el recibimiento que le dieron los jóvenes al historiador revisionista. Norberto Galasso, después de una floreada presentación de Köenig, comenzó su intervención con una pequeña chanza: “No les quiero decir que no los voy a defraudar porque es una frase maldita a esta altura”, aludiendo a la campaña presidencial de Carlos Menem de 1989, provocando las risas de los jóvenes, que portaban las características camisetas negras con el rostro de Evita en blanco de la CPD. “Este es un libro que logra unir la rigurosidad histórica con la pasión política, en el que se expone un período apasionante que muestra que el pueblo siempre vuelve”, dijo Galasso entusiasmando a la muchachada que lo escuchaba atentamente. “Cuando una clase dominante percibe que pierde privilegios se torna fascista: en nombre de la democracia expulsa, en nombre de la democracia tortura, en nombre de la democracia mata”, sostuvo el historiador latinoamericanista para graficar la persecución al peronismo en la década del ‘50 y citó una frase para ejemplificar el eje que había encontrado en el libro de Köenig: “Creen ellos que pueden parar el viento levantando un alambrado”, resaltando la idea de que “el pueblo siempre vuelve”.
El libro de Köenig, Vencedores Vencidos. Peronismo-Antiperonismo, analiza el devenir del movimiento fundado por Juan Domingo Perón en los años en los que estuvo proscripto, a partir del golpe de 1955 que lo saca de la presidencia y tras el que inicia un exilio político de diceciocho años. Resistencia peronista, persecución política, fundamentación del antiperonismo en aquellos años y la conformación cada vez más fuerte del peronismo como identidad popular hasta llegar a 1973 son los ingredientes centrales sobre los que trabaja el autor, también abogado y docente de la Universidad de Buenos Aires. Entre los invitados se encontraban viejas glorias del peronismo setentista como Ernesto Jauretche, filósofos como Ricardo Forster, el cineasta David Blaustein y dirigentes políticos como el legislador y referente de la Corriente Martín Fierro Jorge “Quito” Aragón o Héctor “Gallego” Fernández, líder de la agrupación Peronismo Militante.
Uno de los principales oradores era el gobernador de Entre Ríos, Sergio Urribarri, que no pudo salir de Paraná por las condiciones climáticas, que no permitieron la partida del avión del aeropuerto. En su lugar envió al subsecretario de Derechos Humanos, integrante de la agrupación HIJOS y militante de la JP Descamisados, Julián Froidevaux, que leyó una carta para suplir su presencia.
A su turno, quien oficiaba de anfitrión, el director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, resaltó el contenido del libro porque “muestra esa fuerza dramática que es el peronismo” que atraviesa la historia y persiste hoy “cuando todavía uno se pregunta qué es el peronismo”. El sociólogo y ensayista insistió con la idea punzante del peronismo como “el gran drama argentino”, que “empezó por dividir en dos la historia militar argentina” y a partir de allí la del pueblo. “El peronismo es una historia de persecución, de sangre derramada, de exilio, de pasión, de lucha, de fusilamientos, de bombardeos, de vida, de muerte”, y fundamentalmente “como en el libro de Rodolfo Walsh, Operación Masacre, el peronismo expone la figura de inesperados pequeños héroes de una historia colectiva”.
Para el cierre de la presentación quedó Tomada. Luego de un pequeño intervalo en el que Köenig agradeció a los militantes y a su familia, el ministro de Trabajo apuntó que “es un libro que nos toca las tripas a todos, que son las mismas con las que escribió Marcelo”. Tomada destacó que el autor “polemiza con los argumentos que exponen los intelectuales antiperonistas, como Gino Germani o Tulio Halperin Donghi”, pero “también reconoce y da cuenta de las debilidades y falencias que ha tenido el peronismo”. Vinculó la importancia de la publicación “en momentos en que sectores del peronismo intentan trastrocar los principios básicos” del ideario justicialista “cuando estas luchas son el antecedente más cercano a lo que se ha hecho estos diez años. Tenemos la responsabilidad de dar continuidad a este proyecto para que no vengan después cincuenta años de retroceso”, levantando a los militantes, que comenzaron a cantar la marcha peronista a capella y con todo el auditorio parado con los dedos en V.
08/04/14 Página|12
martes, 8 de abril de 2014
Los Davides y el odio Por Valeria Llobet Los barrios y los pibes
(APe).- No sé quién mató a David. A una semana, el fiscal rosarino aún no tiene identificado a ningún sospechoso. Impunidad que ahora beneficia a esos que suelen quejarse de ella. Me resulta ¿cómodo? imaginar a energúmenos clasemedieros –mis pares, en cierto sentido que de todos modos aborrezco- enfervorizados al grito pelado de una Susana o una Mirta. Ludueña y Azcuénaga están uno junto al otro, tal vez la calle que los separa sea también una frontera social.
No obstante, repaso mi tránsito por barrios del conurbano. Don Orione, San José, Las Cavas, Hidalgo, Suárez, Gardel. “Los del fondo”, son en todos los barrios la figura de la amenaza. “Los del fondo”, los lúmpenes, los “soldaditos” del narco o los amigos de los “soldaditos” del narco que no logran zafar de ser mano de obra forzada de la policía corrupta. Sin código, dicen los vecinos que en algún caso muestran sus propios muertos de las batallas de zonas liberadas.
Las instituciones estatales y las organizaciones de la sociedad civil hacen de su presencia un flujo para acomodarse a la temporalidad de la seguridad en el territorio. Los tiempos en los que mejor no ir, los tiempos en los que se puede “entrar”. Algunos de los vecinos de villas y barrios populares celebran la presencia de la gendarmería. Misma que requisa de armas a niños de 10 años que caminan por esos barrios para ir a la escuela, pero que puede retirarse a tiempo y “dejar que se maten” esos otros.
Las jerarquías entre vecinos “trabajadores” y “chorros” no coincide con la comisión o no de delitos. Los “trabajadores honestos que se desloman para tener algo” no están necesariamente enarbolando una moral obrera. Expresan, del lado de la inclusión social, los mismos valores que los davidesmoreira expresan del lado de los excluidos. El valor del consumo, la enormidad de bienes materiales en los que el “confort” se despliega y organiza el bienestar, la apreciación de la enorme desigualdad en el acceso a bienes. Unos, los trabajadores, tienen trabajos mejor o peor pagos, con peores o mejores condiciones de empleo o autoempleo. Otros, los “lúmpenes”, son tercera o cuarta generación en familias que viven de changas. “Empresario de la basura”, tituló un David a su padre cartonero en alguna villa bonaerense. Viven en los mismos barrios, son tal vez igual de pobres si los medimos por ingreso diario. Pero unos permanecieron vinculados al trabajo regular, incluso si informal, y los otros no lo lograron, sus trayectorias laborales son erráticas, precarias, sin promesa de futuros asensos. Luis con sus 14 años, iba a cortar el pasto a un club de golf desde Florencio Varela hasta Olivos. Salía a las 5 de la mañana, y en el tren de regreso aprovechaba para “cadenear”, pedir una moneda, de vez en cuando fumarse una pipa de paco.
Los muchachos y muchachas de las villas, despreciados por las y los adultos que son sus vecinos, se sientan en la escuela en el banco de al lado del hijo del transa del barrio. A veces, escuchando esas historias, siento que escucho relatos de trampas para ratones. La “gente de bien” ve también ratoneras allí, e imagina que la mejor manera de lidiar con ello es amurallar, la villa o sus barrios.
Desde adentro y desde afuera los problemas se ven distinto. Lo cierto es que en aquellos barrios que se transformaron en “zonas calientes”, la presencia del Estado –al menos en la provincia de Buenos Aires- no le gana el terreno fácil a la criminalidad. Los pibes la tienen difícil, enormemente difícil, para “rescatarse”. El terreno está minado por el narco local que echa a familias de sus casillas para ganar terreno y coopta a sus hijos para los trabajitos sucios, por las patotas del fútbol que sirven de mano de obra a políticos y a narcos por igual, por los grupos de la policía que necesitan algún pibe para un laburito o van a hacer una requisa masiva para plantar armas y falopa. Esas son las tramas cotidianas en los barrios más complicados, tramas en las que los delitos sueltos del cadeneo, la cartereada, son solamente las sobras.
El crimen organizado, por supuesto, no tiene sus cabezas en las villas, lo sabemos. Para ir a buscar a los que de verdad hay que buscar, hay que ir a los barrios privados de Tigre, a Puerto Madero, esos lugares que rezuman seguridad y en los que los vecinos se sienten protegidos porque los delincuentes que les preocupan y a los que temen, están del lado de afuera, son esos que, ya vimos, pueden ser linchados. Los otros, los de verdad, son los que los invitan a cenar en sus mansiones, con los que hablan de lo terrible del incremento de las tasas de delitos contra la propiedad. Pero ellos no lincharon a David. No se cruzan con los Davides de las villas, ni con los que lo lincharon.
El odio y los pibes
Barrio Azcuénaga tiene una página en Facebook. Leerla es constatar la densidad siniestra del odio, del asco, de las múltiples y despiadadas formas de deshumanizar al otro. Ningún comentario aunque sea banal, del tipo “se nos fue la mano”. Un registro de una vecina “desubicada” llamando a la ambulancia y otro vecino que tuvo los reflejos para cancelarla y dejar que David tenga su merecido, empezar a morirse lentamente en la calle, descerebrado a golpes.
Un odio de larga historia. Por lo menos un siglo tiene esta forma de condenar a los jóvenes pobres como las amenazas al orden social. Para usar una metáfora fácil, el problema es que ahora no hay grupos anarquistas y socialistas que los cobijen en sus filas, como sucedió en la Semana Trágica.
¿Cuáles son las condiciones en las que en los barrios pueden cobrar fuerza lazos solidarios? El odio que unió a los 50 o 100 asesinos no es lazo, no es “organización popular”, no es “justicia por mano propia”, no es “pueblo”. Las madres organizadas contra el paco, la organización comunitaria, las mesas locales, en fin, ¿qué es lo que no hubo en Azcuénaga para proteger al barrio mismo de su odio?
No se necesita una víctima inocente. Los davides son rateros, a veces soldados, buscavidas que saben que el miedo que los transforma en “otros” es el único posgrado en su currículum, lleno de expulsiones y rechazos. No se necesita una víctima inocente para que David sea la víctima de un crimen de odio.
Los pibes y las penas
Se necesita una reforma penal juvenil, sin dudas. Se necesita una profundísima reforma policial, ni que dudarlo. También, un serio debate sobre qué es la seguridad, que deje de poner cámaras en los barrios caros y muros alrededor de los barrios populares donde ocurren la mayoría de los delitos, pero que también deje de banalizar la necesidad de protección.
Pero la trama de inseguridad e impunidad instalada en la cultura que el linchamiento expresa requiere todavía más.
Los que reclaman menos garantías deberían encontrar en un hecho como éste un serio cuestionamiento. El derecho a la pena, el derecho a la presunción de inocencia, no pueden ser reemplazados ni restringidos. Por supuesto, el derecho, los derechos, no son formas puras platónicas. Surgen y son cambiados históricamente. Eso hace de este hecho algo más preocupante. Tal vez sea la punta del iceberg de una suerte de backlash contra las nociones más básicas de derechos humanos, y contra su carácter universal, una vuelta a las ideas de calificación de derechos y de humanidad que creímos superadas por el liberalismo jurídico. Las decisiones que se tomen tienen que tener en mente que ningún logro, ninguna conquista, está garantizada cuando las sociedades dejan de producir las condiciones en las que tales conquistas adquieren sentido y valor.
Quienes justifican el linchamiento en lugar de la justicia porque “se ve que uno es un iluso que nunca tuvo un arma apuntándole a la cabeza” expresan sin quererlo, esa misma necesidad, la del establecimiento de una ética de la justicia que nos permita separarnos de la venganza. Por supuesto que cualquier persona que pasó miedo en una situación de robo con amenaza tiene derecho a sentir odio, deseo de venganza, “ganas de matarlos a todos”. Pero eso no puede transformarse en el fundamento de un sistema judicial, tampoco en la base de las relaciones sociales cotidianas.
La desconfianza en las instituciones, igual que la construcción de los jóvenes como amenazas, es de larga data. La corrupción policial, la lentitud del sistema judicial, las tensiones que implica el enfoque de derechos de niños/as en la institucionalidad realmente existente, en fin, múltiples dimensiones convergen en dificultar la aceptación de las mediaciones institucionales en la administración de la revancha social. El papel de los medios de comunicación y de los actores políticos en socavar esta confianza básica no es menor.
Un joven murió, 50, 100 personas se transformaron en asesinos y lo celebraron. Una mujer, pobrísima, donó los órganos de su hijo asesinado. Un fiscal aún no halló sospechosos. Otro grupo de personas quisieron linchar a otro ratero, unos días después. Los pseudo-periodistas de la televisión nacional llenan el aire de ignorancia, racismo y falta de moral.
Un joven murió y 50, 100 personas se transformaron en asesinos y lo celebraron.
(*) Valeria Llobet es investigadora del Conicet y profesora en la Universidad Nacional de San Martín.
No obstante, repaso mi tránsito por barrios del conurbano. Don Orione, San José, Las Cavas, Hidalgo, Suárez, Gardel. “Los del fondo”, son en todos los barrios la figura de la amenaza. “Los del fondo”, los lúmpenes, los “soldaditos” del narco o los amigos de los “soldaditos” del narco que no logran zafar de ser mano de obra forzada de la policía corrupta. Sin código, dicen los vecinos que en algún caso muestran sus propios muertos de las batallas de zonas liberadas.
Las instituciones estatales y las organizaciones de la sociedad civil hacen de su presencia un flujo para acomodarse a la temporalidad de la seguridad en el territorio. Los tiempos en los que mejor no ir, los tiempos en los que se puede “entrar”. Algunos de los vecinos de villas y barrios populares celebran la presencia de la gendarmería. Misma que requisa de armas a niños de 10 años que caminan por esos barrios para ir a la escuela, pero que puede retirarse a tiempo y “dejar que se maten” esos otros.
Las jerarquías entre vecinos “trabajadores” y “chorros” no coincide con la comisión o no de delitos. Los “trabajadores honestos que se desloman para tener algo” no están necesariamente enarbolando una moral obrera. Expresan, del lado de la inclusión social, los mismos valores que los davidesmoreira expresan del lado de los excluidos. El valor del consumo, la enormidad de bienes materiales en los que el “confort” se despliega y organiza el bienestar, la apreciación de la enorme desigualdad en el acceso a bienes. Unos, los trabajadores, tienen trabajos mejor o peor pagos, con peores o mejores condiciones de empleo o autoempleo. Otros, los “lúmpenes”, son tercera o cuarta generación en familias que viven de changas. “Empresario de la basura”, tituló un David a su padre cartonero en alguna villa bonaerense. Viven en los mismos barrios, son tal vez igual de pobres si los medimos por ingreso diario. Pero unos permanecieron vinculados al trabajo regular, incluso si informal, y los otros no lo lograron, sus trayectorias laborales son erráticas, precarias, sin promesa de futuros asensos. Luis con sus 14 años, iba a cortar el pasto a un club de golf desde Florencio Varela hasta Olivos. Salía a las 5 de la mañana, y en el tren de regreso aprovechaba para “cadenear”, pedir una moneda, de vez en cuando fumarse una pipa de paco.
Los muchachos y muchachas de las villas, despreciados por las y los adultos que son sus vecinos, se sientan en la escuela en el banco de al lado del hijo del transa del barrio. A veces, escuchando esas historias, siento que escucho relatos de trampas para ratones. La “gente de bien” ve también ratoneras allí, e imagina que la mejor manera de lidiar con ello es amurallar, la villa o sus barrios.
Desde adentro y desde afuera los problemas se ven distinto. Lo cierto es que en aquellos barrios que se transformaron en “zonas calientes”, la presencia del Estado –al menos en la provincia de Buenos Aires- no le gana el terreno fácil a la criminalidad. Los pibes la tienen difícil, enormemente difícil, para “rescatarse”. El terreno está minado por el narco local que echa a familias de sus casillas para ganar terreno y coopta a sus hijos para los trabajitos sucios, por las patotas del fútbol que sirven de mano de obra a políticos y a narcos por igual, por los grupos de la policía que necesitan algún pibe para un laburito o van a hacer una requisa masiva para plantar armas y falopa. Esas son las tramas cotidianas en los barrios más complicados, tramas en las que los delitos sueltos del cadeneo, la cartereada, son solamente las sobras.
El crimen organizado, por supuesto, no tiene sus cabezas en las villas, lo sabemos. Para ir a buscar a los que de verdad hay que buscar, hay que ir a los barrios privados de Tigre, a Puerto Madero, esos lugares que rezuman seguridad y en los que los vecinos se sienten protegidos porque los delincuentes que les preocupan y a los que temen, están del lado de afuera, son esos que, ya vimos, pueden ser linchados. Los otros, los de verdad, son los que los invitan a cenar en sus mansiones, con los que hablan de lo terrible del incremento de las tasas de delitos contra la propiedad. Pero ellos no lincharon a David. No se cruzan con los Davides de las villas, ni con los que lo lincharon.
El odio y los pibes
Barrio Azcuénaga tiene una página en Facebook. Leerla es constatar la densidad siniestra del odio, del asco, de las múltiples y despiadadas formas de deshumanizar al otro. Ningún comentario aunque sea banal, del tipo “se nos fue la mano”. Un registro de una vecina “desubicada” llamando a la ambulancia y otro vecino que tuvo los reflejos para cancelarla y dejar que David tenga su merecido, empezar a morirse lentamente en la calle, descerebrado a golpes.
Un odio de larga historia. Por lo menos un siglo tiene esta forma de condenar a los jóvenes pobres como las amenazas al orden social. Para usar una metáfora fácil, el problema es que ahora no hay grupos anarquistas y socialistas que los cobijen en sus filas, como sucedió en la Semana Trágica.
¿Cuáles son las condiciones en las que en los barrios pueden cobrar fuerza lazos solidarios? El odio que unió a los 50 o 100 asesinos no es lazo, no es “organización popular”, no es “justicia por mano propia”, no es “pueblo”. Las madres organizadas contra el paco, la organización comunitaria, las mesas locales, en fin, ¿qué es lo que no hubo en Azcuénaga para proteger al barrio mismo de su odio?
No se necesita una víctima inocente. Los davides son rateros, a veces soldados, buscavidas que saben que el miedo que los transforma en “otros” es el único posgrado en su currículum, lleno de expulsiones y rechazos. No se necesita una víctima inocente para que David sea la víctima de un crimen de odio.
Los pibes y las penas
Se necesita una reforma penal juvenil, sin dudas. Se necesita una profundísima reforma policial, ni que dudarlo. También, un serio debate sobre qué es la seguridad, que deje de poner cámaras en los barrios caros y muros alrededor de los barrios populares donde ocurren la mayoría de los delitos, pero que también deje de banalizar la necesidad de protección.
Pero la trama de inseguridad e impunidad instalada en la cultura que el linchamiento expresa requiere todavía más.
Los que reclaman menos garantías deberían encontrar en un hecho como éste un serio cuestionamiento. El derecho a la pena, el derecho a la presunción de inocencia, no pueden ser reemplazados ni restringidos. Por supuesto, el derecho, los derechos, no son formas puras platónicas. Surgen y son cambiados históricamente. Eso hace de este hecho algo más preocupante. Tal vez sea la punta del iceberg de una suerte de backlash contra las nociones más básicas de derechos humanos, y contra su carácter universal, una vuelta a las ideas de calificación de derechos y de humanidad que creímos superadas por el liberalismo jurídico. Las decisiones que se tomen tienen que tener en mente que ningún logro, ninguna conquista, está garantizada cuando las sociedades dejan de producir las condiciones en las que tales conquistas adquieren sentido y valor.
Quienes justifican el linchamiento en lugar de la justicia porque “se ve que uno es un iluso que nunca tuvo un arma apuntándole a la cabeza” expresan sin quererlo, esa misma necesidad, la del establecimiento de una ética de la justicia que nos permita separarnos de la venganza. Por supuesto que cualquier persona que pasó miedo en una situación de robo con amenaza tiene derecho a sentir odio, deseo de venganza, “ganas de matarlos a todos”. Pero eso no puede transformarse en el fundamento de un sistema judicial, tampoco en la base de las relaciones sociales cotidianas.
La desconfianza en las instituciones, igual que la construcción de los jóvenes como amenazas, es de larga data. La corrupción policial, la lentitud del sistema judicial, las tensiones que implica el enfoque de derechos de niños/as en la institucionalidad realmente existente, en fin, múltiples dimensiones convergen en dificultar la aceptación de las mediaciones institucionales en la administración de la revancha social. El papel de los medios de comunicación y de los actores políticos en socavar esta confianza básica no es menor.
Un joven murió, 50, 100 personas se transformaron en asesinos y lo celebraron. Una mujer, pobrísima, donó los órganos de su hijo asesinado. Un fiscal aún no halló sospechosos. Otro grupo de personas quisieron linchar a otro ratero, unos días después. Los pseudo-periodistas de la televisión nacional llenan el aire de ignorancia, racismo y falta de moral.
Un joven murió y 50, 100 personas se transformaron en asesinos y lo celebraron.
(*) Valeria Llobet es investigadora del Conicet y profesora en la Universidad Nacional de San Martín.
APe Agencia de Noticias Pelota de Trapo
¿Kirchnerismo fuera del kirchnerismo? Publicado por Gerardo Fernández
En esta nota, Ezequiel Meler escribe estos dos párrafos finales:
"El año pasado, Massa nos contaba que había lugar para el kirchnerismo fuera del kirchnerismo. Que las cosas podían volver a ser como en 2006. Este año, parece que vino a contarnos que hay lugar para el macrismo, a la derecha de Macri. No es un problema de eficacia política: los asesores de imagen de Massa no son tontos y saben que este discurso puede funcionar. El problema, justamente, es ese: que puede funcionar muy bien.
Contra el realismo salvaje de los asesores de imagen, cabe reivindicar la política como representación responsable del conjunto de la sociedad. Un conjunto que necesita, no un gobierno tutelar, pero sí algo mejor que ver proyectada la suma de prejuicios que de por sí lo dominan. Ese rol de representación responsable es el de la política. No es un trabajo simpático, pero alguien tiene que hacerlo. No siempre alcanza con decirle a la gente lo que “quiere” escuchar, a veces hace falta decirle lo que “necesita y debe” hacer. Massa, que tenía clara esa diferencia el año pasado, parece haberla olvidado."
Estamos ante un muy buen disparador para debatir si en verdad Massa expresó en algún momento el intento de constituir lo que el autor define como "kirchnerismo fuera del kirchnerismo" o si su planteo de "continuar lo bueno y corregir lo malo" fue sólo un slogan oportunista de posicionamiento que a muy poco de andar abandonó, a juzgar por discursos como éste del 8 de agosto del año pasado ante el Consejo Interamericano de Comercio y Producción (Cicyp) donde se destacaron las siguientes ideas:
- Afirmó que estaría dispuesto a una vuelta de las AFJP para quienes deseen contratar un seguro de retiro, adicional a la jubilación estatal obligatoria. “El sistema de capitalización para todos fracasó, pero podría ser un régimen complementario”
- Retomó la línea que solía distinguir a Redrado como el Golden Boy de los ’90. “Necesitamos un marco jurídico para mostrarle al mundo que en la Argentina se van a respetar las reglas, gobierne quien gobierne”
- “Debemos terminar con la idea de querer regular todo, de ponerle el pie en la cabeza todo el tiempo” al sector privado, agregó. También pidió repensar “quiénes son nuestros socios en el mundo”, aunque no avanzó más allá. “Tenemos que generar confianza para atraer inversiones. Hoy somos poco confiables”
- “El sector que más aporta a la balanza comercial es con el que peor estamos. El campo, que es la actividad que más posibilidades de crecimiento tiene, es el que sufre más fricciones”.
Ya en agosto del año pasado el ex intendente de Tigre expuso en ésta y otras apariciones su propuesta política e ideológica. Nadie puede acusarlo de haber mentido. Con el paso del tiempo lo único que hizo fue profundizar su razón de ser. Quizá el problema no sea de Massa sino de los que creyeron ver en él algo muy distinto a lo que en verdad es.
martes, 8 de abril de 2014 CARRERA METEÓRICA
Hace un par de domingos atrás en su columna semanal de Página 12, Horacio Verbitskydaba cuenta de la información publicada en un portal vinculado a los policías locales sobre presuntos pactos del socialismo con grupos del narcotráfico para promover -a cambio de apoyo económico para la campaña- a ciertos funcionarios policiales (como Tognoli) o judiciales (como el juez Vienna); que se supone serían afines a sus intereses, cosa que en el caso de Tognoli quedó ampliamente demostrada, más allá de lo que diga el portal, o de quiénes lo manejan.
Sobre el caso del juez Vienna (que tuvo que dar explicaciones poco convincentes por sus viajes al exterior coincidiendo con el padre del "Fantasma" Paz), leíamos en Página 12 del domingo al "Perro": "Zabalza creía que Vienna había sido designado en su cargo por el justicialismo. Ante un pedido de precisiones de tiempo y lugar, se comprometió a buscarlas en la provincia. Pero cinco días después no había vuelto a comunicarse. Se comprende, ya que toda la carrera meteórica de Vienna ocurrió durante la gobernación de Binner. Fue designado como secretario en 2008, ascendió a juez subrogante en 2009 y en 2011 se convirtió en juez titular. Vienna figura entre los inscriptos en el Consejo de la Magistratura para el concurso de subrogantes, pero no en la planilla de las entrevistas técnicas a los postulantes..".
Le creemos a Verbitsky que Zabalza haya demorado en contestarle o aportarle información sobre algo: nos ha pasado en Twitter varias veces en que nos cruzamos; y todavía lo estamos esperando.
Pero volviendo al juez Vienna, lo cierto es que (como él mismo lo dijo en su momento) ingresó al Poder Judicial en 1986 como oficial auxiliar, y permaneció en ese cargo (el inferior del escalafón) hasta diciembre del 2004, cuando fue ascendido a oficial (empleado, ni siquiera funcionario); y sólo llegaría a secretario con el gobierno de Binner en el 2008 (ver acá el decreto).
Y desde allí sin haber sido nunca fiscal y siempre en el gobierno de Binner, llegó primero a juez subrogante en el 2009 (acá el decreto); y finalmente en el 2011 -también propuesto por Binner- al juzgado que hoy ocupa (ver acá el decreto respectivo).
Como dato de color agreguemos que la lista de jueces subrogantes la armaba el Poder Ejecutivo; y en ella Vienna figuraba por ejemplo junto con Pegassano, el juez que hizo zafar a Vorobiof de la causa por negociados en el puerto.
Desde ya que ser juez subrogante por un lapso de dos años le otorga a cualquiera (y Vienna no fue la excepción) una ventaja decisiva cuando se llama a concurso para cubrir un juzgado en forma definitiva.
Los hechos demuestran entonces que entre 1986 y 2008 Vienna fue un empleado raso del Poder Judicial; y en el sólo lapso de tres años (todos transcurridos durante el mandato de Binner como gobernador) llegó a juez.
No se trata de dar pleno crédito a las versiones que hablan de un pacto del socialismo con los narcos intercambiando favores (sobre todo teniendo en cuenta el origen de esas versiones), pero a menos que en el caso de Vienna estemos en presencia de un auténtico diamante en bruto que nadie en la justicia supo ver antes de Binner, una carrera tan meteórica es como mínimo llamativa.
ublicado por La Corriente Kirchnerista de Santa Fe en 14:30
lunes, 7 de abril de 2014
POLÍTICA • Plan de seguridad • Lunes 07 de Abril de 2014 | 11:46 Molina: "Al plan de emergencia de Scioli le falta la pata de prevención"
El titular de la Sedronar, Juan Carlos Molina, le pidió hoy al gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, que su plan de seguridad se complemente con medidas de inclusión social y prevención del delito.
A través de su cuenta de Twitter, Molina le escribió a Scioli y le dijo que "al plan de emergencia le falta la pata de prevención". "¡Mil patrulleros y mil CPA funcionando! 10 mil policias y 20 mil preventores", fue una de las tantas propuestas que enumaró.
También pidió "que los intendentes controlen las motos y también a los que venden alcohol y a las farmacias que venden psicofármacos sin control" y los llamó a que "hagan muchas cárceles, pero quintupliquen los lugares preventivos, educativos, deportivos y terapéuticos".
"Compren muchos chalecos y balas, pero también tripliquemos las becas deportivas, culturales, terapéuticas", continuó, y añadió: "Subvencionemos los botones de seguridad y también los comedores, los pequeños hogares, las CT, etcétera".
Para el sacerdote, "hay que incorporar 15 mil policías retirados", pero también "15 mil maestros, médicos, obreros, psicólogos, enfermeros, operadores... jubilados".
Suscribirse a:
Entradas (Atom)