Discurso completo de la presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, en el II encuentro de la CELAC. "Necesitamos agregarle valor a nuestro potencial alimentario", aseguró.
Por Cristina Fernández (discurso completo en CELAC)
En primer término, agradecer la hospitalidad suya como Presidente de la hermana República de Cuba, también la del comandante Fidel Castro y la hospitalidad de todo el pueblo cubano en la cálida recepción que nos han brindado.
Yo quiero, antes de ingresar en el tema que convoca a esta reunión de la CELAC y que es el tema de la lucha contra la pobreza, el hambre y la desigualdad, en que reparemos por un instante en la importancia y la significación que tiene esta reunión.
Yo he participado en todas, en todas las reuniones que se realizaron en distintos foros regionales a partir del 25 de mayo del año 2003, hace más de una década. Y en ese momento, apenas empezaban a reunirse tímidamente, muy tímidamente, los distintos países de la América del Sur, la única organización constituida era el MERCOSUR, el Grupo de Río. Pero recién las naciones de América del Sur comenzaban a reunirse.
Hoy, a 11 años, estamos reunidos aquí todos los jefes y jefas de Estado que representan, por voluntad popular, democrática a todos los pueblos de América latina y del Caribe.
Y no estamos tampoco en cualquier lugar de la región. Este es el segundo punto. No lo hago por quedar bien con los anfitriones, el protocolo no es uno de mis fuertes, Presidente, pero sí la sinceridad.
No estamos tampoco reunidos en cualquier lugar, estamos en La Habana. Si alguien me hubiera dicho o nos hubiera dicho a cualquiera de nosotros, que a lo mejor no soñábamos con ser ni siquiera presidentes o presentas o jefes de Estado de nuestros países hace 10 años, que toda la región, absolutamente toda, más allá de sus diferencias, de sus matices íbamos a estar reunidos aquí en La Habana, en un proceso de integración sin precedentes, porque ni siquiera lo logramos en las luchas por la independencia que fueron diferentes procesos históricos, seguramente nos hubieran tratado de utópicos o de un ejercicio de ilusión.
Y sin embargo, aquí estamos, todos y todas, en La Habana, compartiendo y reflexionando sobre un proceso de integración que más tarde o más temprano, que con más dificultades o menores dificultades, deberá necesariamente darse. Por una razón muy sencilla: porque el mundo está marchando claramente a la conformación de bloques.
El siglo XXI, se va a caracterizar por la conformación de boques y esto nosotros debemos advertirlo. Y nuestra región, es una región particularmente favorecida. Varios jefes y jefas de Estado lo han mencionado: recursos naturales sin precedentes; agua potable, reservas de petróleo, reservas de gas, capacidad en producción de materia alimentaria que excede largamente las necesidades a cubrir por nuestra propia población. Y, sin embargo, junto a todo esto, subyace y está allí, el problema de la desigualdad, de la injusticia que presupone la brecha entre los que más tienen y los que menos tienen y donde nuestro continente es el más injusto.
El primer desafío que tiene esta CELAC, es el de construir una agenda; pero construir una agenda, como decíamos hoy en la reunión reservada que tuvimos los jefes y jefas de Estado, que deje de lado la burocracia, que no nos convierta en un organismo multilateral de los que tanto hay, con declaraciones que nunca se cumplen y creo que la primera cuestión que debemos abordar para que esto pueda ser posible, es considerar que todos los que estamos sentados aquí, más allá de las diferencias que podamos tener políticas, de volumen de economías, de PBI, de niveles de pobreza o de endeudamiento, somos todos iguales y estamos obligados a cumplir las mismas obligaciones y tenemos las mismas responsabilidades.
Porque uno de los principales problemas que atraviesa el mundo y la tan mentada multilateralidad, es que en realidad, la multilateralidad en determinados organismos, es una ficción. Es una multilateral porque hay muchos sentados, pero podemos estar muchos sentados y no ser un organismo multilateral, porque deciden uno o dos.
Entonces, el primer desafío que nosotros tenemos es, construir una agenda en la cual todos, absolutamente todos tengamos igualdad de condiciones, no igualdad de posibilidades, que es otra cosa, igualdad de condiciones en la toma y la adopción de decisiones, que es como nos hemos manejado, por ejemplo, en la UNASUR donde nos ha tocado destrabar conflictos que parecían insolubles y que nos habían colocado en momentos muy difíciles y que, sin embargo, pudimos superar. Por eso digo que hoy es un día histórico y no es un día cualquiera.
Y creo que sí entrar en el tema de la desigualdad, implica hablar necesariamente de considerarnos también un bloque en términos económicos.
Hoy, en la reunión reservada, un presidente de una república hermana, hablaba de crear en cada uno de nuestros gobiernos un pequeño espacio institucional que se dedicara exclusivamente a trabajar sobre los problemas de la integración y las formas de la integración porque, evidentemente, ni las cancillerías ni cada uno de los ministerios que tienen múltiples problemas que abordar y resolver, tienen el tiempo y el espacio institucional y cronológico necesario para poder hacerlo. Creo que es una muy buena idea y creo que debemos comenzar a hacerlo porque el tiempo se agota y las necesidades aumentan.
Hablábamos del cambio climático y de las consecuencias que han tenido para muchos países de la región, fundamentalmente, los países insulares, insulares del Caribe, hablábamos de la deuda.
Mi país, Argentina, sabe las restricciones que significan el problema de la deuda para los países en su crecimiento. En el año 2003, el 150, 160 por ciento de nuestro PBI, era deuda contraída en moneda extranjera; hoy, solamente el 8 por ciento de nuestro PBI, está contraída en deuda extranjera. Hemos sido el país que más se ha desendeudado en el mundo. Y lo curioso, lo virtuoso tal vez, no lo curioso, lo virtuoso es que lo hemos hecho sin acceder al mercado de capitales. No porque neguemos el mercado de capitales, sino simplemente porque, producto del default producido en el año 2001, ese mercado de capitales nos estaba vedado y si no nos estaba vedado, era con tasas muy altas.
Yo creo que una de las claves en la lucha contra la desigualdad, pasa por identificar también cuál va a ser nuestra relación como región con los otros bloques que se están constituyendo en el mundo.
Esto también es clave y esto hay que hacerlo sin perjuicios, simplemente creer que algo es bueno o malo. Acá no hay buenos o malos, los intereses no son buenos o malos, los intereses son eso, intereses. Y cuando nos sentamos a decidir sobre los intereses de la región y de los países, debemos evaluar, sopesar, analizar qué es lo que nos conviene como región. Y lo que nos conviene como región, es, precisamente, utilizar lo que muchos han mencionado, ese poder que tenemos como mercado de 600 millones de habitantes.
Pero además, transformarnos, logrando que nuestras materias primas, que han sido la principal fuente de ingresos, tengan valor agregado, porque sino, vamos a estar construyendo una segunda dependencia, que ya no será geográfica, como la que vivimos en los siglos XVIII y XIX, sino que será mucho más profunda, mucho más estructural, tal vez menos perceptible, pero tal vez más definitiva como es la tecnológica y la de que el valor agregado más importante, más cualificado se haga en otras latitudes y no en la nuestra, con la ventaja que tenemos sobre esto, que son imprescindibles muchas de las riquezas que están en nuestro país para otros bloques. Estoy hablando de minerales, estoy hablando de agua potable, estoy hablando de reservas de gas, estoy hablando de petróleo, estoy hablando de potencial alimentario.
Necesitamos que nuestro potencial alimentario ya no salga únicamente en cajones, los plátanos, como le dicen en el Caribe, o que nuestros granos salgan únicamente como granos en inmensos barcos; necesitamos agregarle valor.
Nosotros tenemos una frase que hemos acuñado –aquí me acompaña el presidente de la Cámara de Diputados que supo ser ministro de Agricultura y Ganadería de mi país- acuñamos una frase que se llama "industrializar la ruralidad" y que significa, precisamente, eso, lograr que los productos primarios tengan valor agregado. Esto es clave y para ello hay que invertir en investigación y desarrollo, para ello hay que invertir en educación.
Por eso también nuestro país está destinando hoy, con el último plan que hemos incorporado, PROGRESAR, que abarca a los jóvenes de 18 a 24 años para que puedan estudiar, todos aquellos jóvenes de 18 a 24 años que ni trabajan ni estudian puedan hacerlo, hoy estamos dedicando prácticamente el 7 por ciento de nuestro PBI al sistema educativo, clave, clave, clave para que nuestros recursos humanos altamente calificados, puedan participar en ese proceso de valor agregado.
Para ello, nadie debe sentirse superior en esta América latina y en este Caribe. Todos debemos reconocernos como iguales y debemos, fundamentalmente, tener clara conciencia de que es necesario que ese proceso de integración, se dé, no solo a nivel político, se dé también a nivel comercial, se dé también a nivel tecnológico, se dé también a nivel educativo y se dé también a nivel inmigratorio.
Podemos decir desde la Argentina, con mucho orgullo, que somos un país conformado por inmigrantes. La primera oleada de inmigrantes proveniente de Europa, la segunda oleada de inmigrantes proveniente de los países limítrofes, que contribuyen también a construir y a generar Producto Bruto Interno y también, por qué no decirlo, a hacer tareas que por allí los nacionales de mi país no hacen y sí hacen los inmigrantes de otros países.
Por eso, creo que es importante –y no quiero olvidarme, perdónenme la digresión porque estoy segura que me voy a olvidar y no puedo hacerlo- agradecer a este plenario de jefes y jefas de Estado el apoyo que nos han dado y que nos siguen dando a una cuestión que es fundamental y que también integra la otra cuestión de esta reunión y que es que nuestra región sea una región de paz.
Los aquí presentes somos firmantes del Tratado de Tlatelolco, energía nuclear con fines pacíficos. La República Argentina, es tal vez, el país con mayor desarrollo en materia de energía nuclear con fines pacíficos de toda la América latina. Tenemos una larga tradición de producción de reactores nucleares colocados en países como Egipto, Argelia, Australia, en materia también medicinal y, por lo tanto, formamos también, somos hoy presidentes, nos han nombrado presidentes de los países de proveedores nucleares.
Por lo tanto, podemos hablar de paz, no desde el hecho de que se puede hablar de paz porque, bueno, no te queda más que hablar de paz porque no tenés ningún instrumento para ser ofensivo. Hablamos de paz pese que tenemos, capacidad nuclear.
Y, entonces, quiero agradecer a todos los países aquí presentes el apoyo para la lucha contra el colonialismo, contra uno de los últimos vestigios de colonialismo en el mundo que se da aquí en la región del Atlántico Sur, en nuestras Islas Malvinas, e instar una vez más al Reino Unido, para que cumpla las tantísimas –ya no sé cuántas- resoluciones de Naciones Unidas, de organizaciones de estados americanos, del Comité de Descolonización de Naciones Unidas y de cuanto organismo universal y global hay por el mundo en el apoyo por nuestras Islas Malvinas.
No es tampoco una cuestión menor esto porque tiene que ver, precisamente, con la desmilitarización del Atlántico Sur. No podemos permitir, bajo ningún punto de vista; es condición también para el desarrollo y para la integración, que toda la región conserve esa desmilitarización y esa zona de paz. Por eso quiero agradecerles.
Pero volviendo, fundamentalmente, al tema de la integración como un instrumento en la lucha contra la desigualdad, quiero decirles que es posible hacerlo, que para eso es necesario lograr transformar las economías de producción primaria en economías –y discúlpenme que insista mucho con esto- pero no hay otro camino que lograr valor agregado para producir trabajo. Y si no hay trabajo, es imposible reducir la brecha de desigualdad.
Nosotros, hemos tenido una reducción muy importante del índice de Gini y creemos que con este trabajo, con este último programa de PROGRESAR, que está precisamente enfocado al universo de jóvenes de 18 a 24 años, donde la desocupación...Fíjense, nos hablan de futuro y, sin embargo, la franje de jóvenes de 18 a 24, es la que tiene en todo el mundo el nivel más alto de desocupación.
En la Unión Europea, el 22,4; en mí país, que tenemos una desocupación de 6,6 general, sin embargo, cuando enfocamos a la franja etaria de 18 a 24 años, allí la desocupación pega un salto formidable y nos va a 18,2. Y el principal sujeto, ¿cuál?, las mujeres. Son las principales sujetos de desocupación. Por eso, cuando me hablan de futuro y no se ocupan de los jóvenes desocupados, me parece un formidable ejercicio de cinismo.
Y, entonces, creo que luchar contra la desigualdad, luchar por achicar esa brecha de la desigualdad, implica generar puestos de trabajo. Generar puestos de trabajo significa no permitir que nuestras exportaciones se sigan reprimarizando. Y saber también cómo podemos hacer distintos procesos de integración. Porque tenemos que tener en claro que ya ningún país del mundo tampoco, por una cuestión de logística y por una cuestión de modelos de producción, hay productos que terminan y empiezan exactamente en un mismo país.
Nos pasa a nosotros que tenemos también una economía donde tenemos también participación de empresas extranjeras donde obviamente se reservan en sus países o en otros, la parte de mayor valor agregado y la parte de menor valor agregado la colocan en nuestros países.
¿Cómo debieran ser esos procesos de integración y de lograr industrialización? Sería también un acuerdo que deberíamos hacer, una discusión donde esos distintos procesos de integración se pudieran dar también en la región para que pudieran aprovechar las oportunidades todos los países en la medida de todas sus capacidades y así poder generar más y mejor trabajo calificado.
Por eso creo que dar discursos únicamente una vez por año o cada seis meses, puede por allí resultar un buen ejercicio dialéctico o tal vez ocupar algunos minutos de televisión, algunos centímetros de diarios pero no más de eso.
Creo que debemos construir una agenda muy clara, muy concreta. Porque si uno ha podido llegar a esto en 10 años, con todas las dificultades, con todos los obstáculos, con todas las divisiones que se quisieron crear entre nosotros, con las presuntas divisiones entre los buenos y los malos, entre el bien y el mal, acá diviso a muchos que fueron calificados como ejemplares del mal sentados aquí y sin embargo ayudaron tantísimo a tantos países de la América del Sur, como fue el presidente Hugo Chávez y hoy lo sigue Nicolás Maduro, creo que podemos realmente hacerlo.
Finalmente, presidente Castro, quiero decirle que estar aquí para una argentina, tal vez, sea un poco distinto que para el resto de los que están sentados aquí.
Cuando uno visita la Plaza de la Revolución, cuando me tocó hacerlo en visita oficial de Estado, y ve ese inmenso edificio donde está la imagen del Che Guevara, que ya no es ni siquiera argentino ni cubano, es un icono universal, pero cuando ayer caminando por uno de los pasillos del tradicional hotel Nacional, donde estoy alojada, pude observar en una pequeña habitación donde los empleados del hotel tenían sus cosas para atender a los huéspedes, sobre un almanaque una foto en blanco y negro, muy ajada, muy vieja del Che Guevara, yo venía caminando rápido como siempre lo hago por el pasillo y de repente estaba la puerta abierta y veo la imagen ahí que esa ciudadana cubana tenía de quien fue mi compatriota, sentí que realmente en nombre y en honor y en recuerdo de tantos como el Che Guevara y como tantísimos otros latinoamericanos que han luchado para que el hombre sea libre y el hombre solamente será libre cuando tenga educación, cuando tenga casa, cuando tenga comida y cuando pueda elegir su vida, me parece que la integración, no solamente debe ser un tema de agenda, sino una política de Estado en cada uno de nuestros países.