domingo, 19 de enero de 2014
Sudáfrica después de Mandela Por Immanuel Wallerstein. Rebelión.org mundo@miradasalsur.com
Influencia. El gobierno sudafricano sentirá la ausencia de su máximo ícono político.
Otras notas
Transición política en Pretoria.
El ícono ha muerto. ¿Que viva qué? En diciembre, el mundo compartió la increíble celebración del funeral de Nelson Mandela. Las elegías fueron interminables. Más jefes de Estado, pasados y presentes, que en ningún otro funeral en la historia, vinieron a rendirle homenaje. Sin duda hubo algunas voces disidentes entre los comentaristas, pero realmente muy pocas. No hay duda de que hubo también un poco de hipocresía en la celebración, pero también hubo expresiones de pesar genuino y aprecio real por una persona extraordinaria. Fue la última hurra por quien los sudafricanos llamaban Tata Madiba.
Pero ahora qué sigue. La realidad de Sudáfrica es una en la que no importa qué papel jugó Mandela en la lucha contra el apartheid, luego en la (re)construcción de una nación y posteriormente en el traspaso del poder político a otros: no puede ya jugar estos roles nunca más. Sudáfrica está ahora sola, para bien o para mal, sin la gracia especial que le brinda un ícono viviente. ¿Cuáles son sus conflictos actuales y su actual posición geopolítica? ¿Y qué podemos esperar que ocurra en los 10 o 20 años próximos?
Lo primero que puede ocurrir es que continúe la decadencia, tal vez rápida, de la organización de Mandela, el Congreso Nacional Africano (CNA). El CNA fue una fuerza conducente en la lucha contra el apartheid (aunque no la única). Pese a todos los enormes pronósticos contrarios, el CNA ganó la batalla política. Logró su exigencia primordial: un sistema político basado en una persona, un voto. En la primera elección basada en el sufragio universal en Sudáfrica, Mandela fue electo presidente en 1994 y el CNA ganó más de dos tercios de los escaños en la legislatura. Repitió su demostración electoral en las dos subsecuentes elecciones presidenciales, la de Thabo Mbeki y la de Jacob Zuma, así como en casi todas las elecciones regionales y locales.
No obstante, está visiblemente en decadencia. ¿Por qué? La primera explicación es que todos los movimientos de liberación nacional que logran el poder tras una lucha prolongada tienen un período inicial de enorme respaldo electoral al que le sigue una decadencia que con frecuencia es drástica. Esto ocurre por tres razones: 1. Las expectativas populares de que se logren mejoras enormes, sobre todo en la esfera económica, no se cumplen. De hecho, en muchos modos la situación empeora para gran cantidad de personas. 2. Al mismo tiempo, hay una gran corrupción entre los funcionarios electos y otros favorecidos por ellos, y ocurre una lucha interna siempre creciente entre los dirigentes principales en pos de los despojos del cargo saliente. 3. Por como van los tiempos, hay más y más votantes que están demasiado jóvenes para tener un recuerdo vivo de cómo se vivía en el régimen previo.
En el caso de Sudáfrica, los problemas genéricos a todos los movimientos de liberación nacional se conjuntan con una historia política nacional. El CNA ha estado vinculado a una alianza política tripartita junto al Partido Comunista Sudafricano y el Congreso de Sindicatos Sudafricanos (SACP y Cosatu, respectivamente, por sus siglas en inglés). Ambas organizaciones se han visto afectadas por la decadencia del Congreso Nacional Africano.
El SACP ha jugado por largo tiempo un papel político que va más allá de su potencial fuerza electoral. Esto ha hecho que esté muy cerca del CNA por el obvio temor de que cualquier fractura signifique un desastre electoral que los vuelva políticamente irrelevantes. Algunos miembros del SACP, o ex miembros de éste, están ahora entre los proponentes principales de una orientación neoliberal del gobierno. Otros han remodelado sus aspiraciones socialistas como perspectiva de muy largo plazo.
A diferencia del SACP, el Cosatu cuenta con una base numérica significativa. Pero el Cosatu es una federación de sindicatos cuyos intereses varían y cuyos líderes tienen análisis divergentes de la situación política actual. La versión resumida de los debates internos del Cosatu es que algunos de los grandes sindicatos están listos para romper con el CNA y adherirse activamente a otras afiliaciones políticas. Otros llaman, precisamente, a la política opuesta. Esto divide a los sindicatos, entre ellos y al interior de cada uno. El Cosatu se encuentra en el momento álgido de un viraje importante, que probablemente implicará una división organizativa. De ocurrir esto, es bastante incierto que los sindicatos continúen siendo actores importantes en el escenario sudafricano en la década venidera.
Finalmente, el CNA mismo está en gran escisión. Ha habido otras fracturas antes de ésta, pero ninguna parecía tener un efecto en lo electoral. Esta vez, es probable que la escisión tenga consecuencias más serias. Hay dos grietas básicas al interior del CNA. Una es étnica, entre los dirigentes enraizados a uno u otro de los dos más grandes grupos –los xhosa y los zulúes–. La segunda tiene que ver con la apuesta más grande de Sudáfrica, lo que le dio fama mundial: el carácter no racial del régimen. Hay ahora una facción grande que está llamando a rechazar el así llamado arcoiris y a afirmar la precedencia de los africanistas. El punto candente es la redistribución de derechos agrarios, que en gran medida sigue en las manos de los granjeros blancos.
Además de los conflictos internos, Sudáfrica ha estado jugando un papel relativamente importante en el escenario mundial y su actividad geopolítica se ha vuelto objeto de crítica creciente. Sudáfrica es uno de los cinco miembros del grupo conocido como Brics (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) y es el más pequeño y económicamente débil de los cinco. Hay mucho debate en Sudáfrica acerca del grado en que este vínculo les permite a los otros, en especial a China, sacar ventaja de Sudáfrica.
Sudáfrica es, al mismo tiempo, el peso completo en el continente africano, y su ejército ha jugado un papel activo en mantener la paz en varios estados africanos. La cuestión planteada es la siguiente: ¿es esto subimperialismo o imperialismo directo que refleja los intereses económicos de Sudáfrica, o es más bien la expresión virtuosa de una autonomía y solidaridad regionales?
Finalmente, como en otras muchas partes del mundo, hay un desempleo creciente y masivo. Y, como en otras muchas partes del mundo, la reacción política ha sido una xenofobia creciente, que conduce a ataques contra los mozambicanos y otros que han emigrado en busca de mejoramiento económico.
De muchas formas, Sudáfrica es un polvorín a punto de explotar. Sin embargo, en el lado positivo tiene la Constitución más progresista del mundo (siempre y cuando sus previsiones sean respetadas). Sigue gozando de una de las arenas de debate político más vivas y abiertas. Y tiene un número impresionante de movimientos sociales construidos desde abajo. Dentro de diez años es probable que Sudáfrica se mire muy diferente. La cuestión es: ¿se mirará mejor o peor?
19/01/14 Miradas al Sur
Otras notas
Transición política en Pretoria.
El ícono ha muerto. ¿Que viva qué? En diciembre, el mundo compartió la increíble celebración del funeral de Nelson Mandela. Las elegías fueron interminables. Más jefes de Estado, pasados y presentes, que en ningún otro funeral en la historia, vinieron a rendirle homenaje. Sin duda hubo algunas voces disidentes entre los comentaristas, pero realmente muy pocas. No hay duda de que hubo también un poco de hipocresía en la celebración, pero también hubo expresiones de pesar genuino y aprecio real por una persona extraordinaria. Fue la última hurra por quien los sudafricanos llamaban Tata Madiba.
Pero ahora qué sigue. La realidad de Sudáfrica es una en la que no importa qué papel jugó Mandela en la lucha contra el apartheid, luego en la (re)construcción de una nación y posteriormente en el traspaso del poder político a otros: no puede ya jugar estos roles nunca más. Sudáfrica está ahora sola, para bien o para mal, sin la gracia especial que le brinda un ícono viviente. ¿Cuáles son sus conflictos actuales y su actual posición geopolítica? ¿Y qué podemos esperar que ocurra en los 10 o 20 años próximos?
Lo primero que puede ocurrir es que continúe la decadencia, tal vez rápida, de la organización de Mandela, el Congreso Nacional Africano (CNA). El CNA fue una fuerza conducente en la lucha contra el apartheid (aunque no la única). Pese a todos los enormes pronósticos contrarios, el CNA ganó la batalla política. Logró su exigencia primordial: un sistema político basado en una persona, un voto. En la primera elección basada en el sufragio universal en Sudáfrica, Mandela fue electo presidente en 1994 y el CNA ganó más de dos tercios de los escaños en la legislatura. Repitió su demostración electoral en las dos subsecuentes elecciones presidenciales, la de Thabo Mbeki y la de Jacob Zuma, así como en casi todas las elecciones regionales y locales.
No obstante, está visiblemente en decadencia. ¿Por qué? La primera explicación es que todos los movimientos de liberación nacional que logran el poder tras una lucha prolongada tienen un período inicial de enorme respaldo electoral al que le sigue una decadencia que con frecuencia es drástica. Esto ocurre por tres razones: 1. Las expectativas populares de que se logren mejoras enormes, sobre todo en la esfera económica, no se cumplen. De hecho, en muchos modos la situación empeora para gran cantidad de personas. 2. Al mismo tiempo, hay una gran corrupción entre los funcionarios electos y otros favorecidos por ellos, y ocurre una lucha interna siempre creciente entre los dirigentes principales en pos de los despojos del cargo saliente. 3. Por como van los tiempos, hay más y más votantes que están demasiado jóvenes para tener un recuerdo vivo de cómo se vivía en el régimen previo.
En el caso de Sudáfrica, los problemas genéricos a todos los movimientos de liberación nacional se conjuntan con una historia política nacional. El CNA ha estado vinculado a una alianza política tripartita junto al Partido Comunista Sudafricano y el Congreso de Sindicatos Sudafricanos (SACP y Cosatu, respectivamente, por sus siglas en inglés). Ambas organizaciones se han visto afectadas por la decadencia del Congreso Nacional Africano.
El SACP ha jugado por largo tiempo un papel político que va más allá de su potencial fuerza electoral. Esto ha hecho que esté muy cerca del CNA por el obvio temor de que cualquier fractura signifique un desastre electoral que los vuelva políticamente irrelevantes. Algunos miembros del SACP, o ex miembros de éste, están ahora entre los proponentes principales de una orientación neoliberal del gobierno. Otros han remodelado sus aspiraciones socialistas como perspectiva de muy largo plazo.
A diferencia del SACP, el Cosatu cuenta con una base numérica significativa. Pero el Cosatu es una federación de sindicatos cuyos intereses varían y cuyos líderes tienen análisis divergentes de la situación política actual. La versión resumida de los debates internos del Cosatu es que algunos de los grandes sindicatos están listos para romper con el CNA y adherirse activamente a otras afiliaciones políticas. Otros llaman, precisamente, a la política opuesta. Esto divide a los sindicatos, entre ellos y al interior de cada uno. El Cosatu se encuentra en el momento álgido de un viraje importante, que probablemente implicará una división organizativa. De ocurrir esto, es bastante incierto que los sindicatos continúen siendo actores importantes en el escenario sudafricano en la década venidera.
Finalmente, el CNA mismo está en gran escisión. Ha habido otras fracturas antes de ésta, pero ninguna parecía tener un efecto en lo electoral. Esta vez, es probable que la escisión tenga consecuencias más serias. Hay dos grietas básicas al interior del CNA. Una es étnica, entre los dirigentes enraizados a uno u otro de los dos más grandes grupos –los xhosa y los zulúes–. La segunda tiene que ver con la apuesta más grande de Sudáfrica, lo que le dio fama mundial: el carácter no racial del régimen. Hay ahora una facción grande que está llamando a rechazar el así llamado arcoiris y a afirmar la precedencia de los africanistas. El punto candente es la redistribución de derechos agrarios, que en gran medida sigue en las manos de los granjeros blancos.
Además de los conflictos internos, Sudáfrica ha estado jugando un papel relativamente importante en el escenario mundial y su actividad geopolítica se ha vuelto objeto de crítica creciente. Sudáfrica es uno de los cinco miembros del grupo conocido como Brics (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) y es el más pequeño y económicamente débil de los cinco. Hay mucho debate en Sudáfrica acerca del grado en que este vínculo les permite a los otros, en especial a China, sacar ventaja de Sudáfrica.
Sudáfrica es, al mismo tiempo, el peso completo en el continente africano, y su ejército ha jugado un papel activo en mantener la paz en varios estados africanos. La cuestión planteada es la siguiente: ¿es esto subimperialismo o imperialismo directo que refleja los intereses económicos de Sudáfrica, o es más bien la expresión virtuosa de una autonomía y solidaridad regionales?
Finalmente, como en otras muchas partes del mundo, hay un desempleo creciente y masivo. Y, como en otras muchas partes del mundo, la reacción política ha sido una xenofobia creciente, que conduce a ataques contra los mozambicanos y otros que han emigrado en busca de mejoramiento económico.
De muchas formas, Sudáfrica es un polvorín a punto de explotar. Sin embargo, en el lado positivo tiene la Constitución más progresista del mundo (siempre y cuando sus previsiones sean respetadas). Sigue gozando de una de las arenas de debate político más vivas y abiertas. Y tiene un número impresionante de movimientos sociales construidos desde abajo. Dentro de diez años es probable que Sudáfrica se mire muy diferente. La cuestión es: ¿se mirará mejor o peor?
19/01/14 Miradas al Sur
El TIAR, un tratado ya inservible Por Osvaldo Drozd. Sur en América latina internacional@miradasalsur.com
Cuando se creó suponía un enemigo externo común para toda América, pero sólo sirvió a los fines de dominio regional de Estados Unidos. Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Venezuela se van del organismo y proponen su definitivo entierro.
El 5 de junio de 2012, en ocasión de la 42º Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) realizada en la ciudad boliviana de Cochabamba, el canciller ecuatoriano Ricardo Patiño en nombre de su país, pero también de Bolivia, Nicaragua y Venezuela, anunció que dichas naciones se retirarían del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR). Para realizar este paso, que no implica un simple anuncio, el pasado 9 de enero la Asamblea General de Ecuador dio el inicio formal al tratamiento concerniente a la renuncia que el país andino hará con respecto a dicho tratado. Desde el ámbito legislativo se debe aprobar la denuncia del TIAR, que inició el Ejecutivo, para que vuelva al mismo y que éste la haga llegar ante la OEA. Una vez cumplimentada tal acción, Ecuador dejará de integrar el tratado en el plazo de dos años.
La dependencia, sujeción y falta de autonomía de los diferentes países latinoamericanos con respecto a la orbe del capitalismo de Occidente en general, y de los Estados Unidos en particular, no sólo se implementa y reproduce a partir de la incidencia directa de los países imperiales, o a través de la expansión económica de los mismos en la región. Es sustancial remarcar también que dicha sujeción se ejerce a través de una complicada telaraña de tratados, normativas y reglamentaciones de cooperación, que en la mayoría de los casos hasta fueron incorporados a las diferentes constituciones nacionales. El menú de enmiendas, modificaciones y reformas constitucionales que tuvieran lugar en los noventa, durante el auge neoliberal y el desarrollo de la unipolaridad, no fueron más que la aceptación tácita de un tipo de institucionalidad que no se distingue demasiado de lo que es una “Carta otorgada”, en la cual el Rey se comprometía a gobernar a sus súbditos de una manera expresa. El intento de constituir un nuevo bloque regional, no sujeto a pautas heterónomas, necesariamente debiera además de constituir nuevos acuerdos multilaterales, ir desterrando gradualmente todos aquellos que fueron funcionales a la sujeción. La iniciativa de los cuatro países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) de iniciar la salida del TIAR debe ser entendida de esa forma. El surgimiento de nuevas herramientas de integración económica, al igual que las diferentes experiencias de reforma de las constituciones realizadas este siglo, marchan en el mismo sentido.
La salida del TIAR. Había sido anunciada en junio de 2012 –como anteriormente se señalaba– en ocasión de la cumbre de la OEA en Cochabamba. Allí, el canciller ecuatoriano Ricardo Patiño, acompañado por sus pares de Nicaragua, Venezuela y Bolivia, fue el vocero que en conferencia de prensa expresó los diferentes argumentos que los cuatro países del ALBA esgrimieron para decidir abandonar el tratado. “Hay algunas instituciones que ya hace mucho tiempo dejaron de existir, aunque formalmente sigan existiendo”, dijo Patiño, asegurando luego que “hay que limpiar la casa”. Entre otras consideraciones también dijo: “Nuestros países han tomado la decisión de enterrar lo que merece ser enterrado, o de tirar al tacho de la basura lo que ya no sirve. El TIAR fue creado en condiciones en que se suponía que podría servir como un instrumento de protección mutua de los países de nuestra América en caso de supuestas agresiones extra continentales y que en el momento más importante en que debió haber sido utilizado, cuando el grave episodio de las Islas Malvinas en la década de los ochentas, no se aplicó. Y no sólo no se aplicó, sino que uno de los miembros, Estados Unidos, respaldó y apoyó a Inglaterra. Desde allí ha dejado de tener sentido y estaba prácticamente sin referencia alguna por parte de alguno de los países de América para utilizarlo contra todas esas supuestas agresiones de fuera del continente, mientras se producían problemas en el interior del Continente, nuestros países han tomado la determinación de denunciar el referido Tratado”, dijo el canciller, asegurando que en la actualidad es necesaria la conformación de otra clase de organización, que esté a favor de los pueblos y no de intereses hegemónicos, y recalcó que “los cuatro países aquí representados damos los pasos para la sepultura del TIAR, como un primer paso para esas transformaciones que la OEA necesita”, dijo, aclarando luego que “esta decisión la hemos pensado muy bien, la hemos consensuado muy bien con nuestros gobiernos para limpiar la hojarasca de esta institución de la OEA, que, como han dicho algunos presidentes, tiene la obligación de reinventarse”.
La decisión de los cuatro países no cayó para nada bien en los Estados Unidos, y muy rápidamente el portavoz del Departamento de Estado William Ostick consideró como “desafortunado” el proceder de los mismos, asegurando casi de modo amenazante que por dos años hasta que se efectivice la salida de Bolivia, Ecuador, Venezuela y Nicaragua del TIAR, esos países deben seguir cumpliendo con sus obligaciones.
El pasado viernes 10, la comisión de Soberanía y Relaciones Internacionales del Parlamento de Ecuador aprobó el informe elaborado por la cancillería en el cual se esboza la denuncia que el país andino hace del TIAR. De esta manera esa comisión le recomienda al pleno de la Asamblea, que apruebe en próximas sesiones el informe, para devolvérselo al presidente Rafael Correa, y que éste lo gire a la OEA. Una vez realizado todo este trámite, recién luego de dos años se hará efectiva la renuncia. Los diferentes integrantes de la comisión legislativa escucharon el jueves 9 los distintos fundamentos que les aportaron los diplomáticos Mauricio Montalvo, Marcelo Vásquez, Benjamín Villacís y Denys Toscano, todos ellos representantes de la Cancillería ecuatoriana. Según dijera Mauricio Montalvo en esa ocasión, el Gobierno ecuatoriano fundamenta su renuncia a dicho tratado “en la superación de las condiciones políticas, materiales e históricas que determinaron la firma del instrumento, tras el fin de la Guerra Fría”, sostuvo el diplomático, y recordó que el TIAR, que se estableció en Río de Janeiro el 2 de septiembre de 1947, fue firmado por Ecuador el 10 de noviembre de 1949 y ratificado en 1950. Montalvo hizo hincapié en que este tratado fue promovido por Estados Unidos para hacer frente a supuestos atentados contra la paz, la seguridad y la soberanía de las naciones americanas, resultantes de la intervención de potencias extracontinentales, en particular del bloque comunista de Europa Oriental y Asia. Pero a pesar de sus fundamentos indicó Montalvo que el documento del TIAR fue utilizado en los últimos años para justificar el intervencionismo y el uso de la fuerza en contra de países y gobiernos americanos de tendencia popular, socialista o nacionalistas. A su vez el diplomático ecuatoriano indicó las contradicciones del tratado, dando el ejemplo de la invasión británica a las islas Malvinas en 1982, cuando Estados Unidos tomó partido por el Reino Unido en contra de los intereses de Argentina, a pesar de que este país sea uno de los integrantes del TIAR.
El pasado lunes la comisión de relaciones internacionales, le remitió a la Secretaría General del Parlamento unicameral, la recomendación para que el pleno de la asamblea apruebe el informe que denuncia al TIAR y solicita la salida del mismo. Según informaba el ente legislativo ese lunes, en nota de prensa, el informe que había sido aprobado el día 10 había contado con el voto favorable de 8 asambleístas sobre los 9 que conforman la comisión. Según le expresaba a la prensa la asambleísta María Augusta Calle, quien además es vicepresidenta de la Asamblea General, y presidenta encargada de la Comisión de Relaciones Internacionales, el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca “es vejatorio de la soberanía del Ecuador”. El también conocido como Tratado de Río, dijo Calle, “fue suscrito por los Estados para resguardar la seguridad hemisférica frente a agresiones de otros continentes en el marco de la Guerra Fría” y “para formar círculos de seguridad en torno de los Estados Unidos”, y éste lo utilizó “para invadir” otros países, recordando que “cuando tuvo que ser aplicado en rigor en la guerra de las Malvinas (1982), Estados Unidos no lo aplicó, no entró a defender a Argentina de la agresión de un Estado que está fuera del continente”, sino que “más bien ayudó” al Reino Unido, lo que “da cuenta de la obsolescencia del tratado”, señaló la asambleísta.
Además dijo que “las amenazas (que justificaban el tratado) no existen ya, el mundo ha tenido un cambio radical, no existe el eje socialista que era la razón de existencia del TIAR, sino una nueva correlación de fuerzas en el continente”, agregó Calle, sugiriendo que ahora existen en la región otras herramientas de defensa como son la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y su Consejo Suramericano de Defensa, “lo que hace necesario que el TIAR muera”, aseguró. Para Calle, hoy en la región se están dando nuevos elementos relacionados con la seguridad. “Las nuevas amenazas que tenemos en el continente son el espionaje global, es una seria amenaza a la soberanía y seguridad de los estados, el crimen trasnacional, dentro de él la trata de personas”, dijo Calle, observando que “son nuevos escenarios de inseguridad y de amenazas los que ahora se manifiestan”, por lo que “mal haríamos en ser parte de un tratado cuyo escenario fundamental era la agresión del bloque socialista contra los Estados Unidos”, dijo.
Por su parte el asambleísta Rodrigo Collaguazo, vocal de la Comisión de Soberanía, Integración y Relaciones Internacionales, al referirse al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), subrayó que este instrumento no responde a los intereses de los pueblos latinoamericanos sino, más bien, a los de Estados Unidos, razón por la cual se debe aprobar el pedido de denuncia solicitado por el Presidente de la República.
Según la información dada por el portal de la Asamblea Nacional de Ecuador, Collaguazo precisó que desde sus inicios el tratado nunca tuvo una real defensa de los países y ha sido un arma que ha favorecido únicamente a los intereses de Estados Unidos. Además de citar el caso de Malvinas, el legislador señaló lo ocurrido en Londres, cuando se pretendió allanar la embajada de Ecuador para tratar de capturar a Julian Assange.
El parlamentario, al indicar que, si bien luego de la denuncia del tratado éste aún regirá por dos años más, porque las disposiciones del convenio así lo establecen, precisó que lo importante es impulsar nuevos espacios y mecanismos de cooperación en materia de seguridad colectiva internacional, que garanticen la soberanía de los países y que los procesos de integración sean, no solamente de carácter militar, sino principalmente en los ámbitos de la economía, lo político y lo social.
El rodaje que Ecuador comenzó a darle a su salida formal del TIAR, más allá de algunas consideraciones como enunciar que el tratado ya es “obsoleto” o que hay que “limpiar la hojarasca” si bien considerarlos de esa forma conlleva cierta validez, habría que precisar que antes que nada responden a una necesidad de afinar más aún todos los mecanismos que aseguren que se ejerza un grado mayor de autonomía, y prevenirse de injerencias futuras. La mayoría, por no decir todos los acuerdos que la potencia del Norte mantuvo y mantiene con respecto a los países latinoamericanos, siempre son armas de doble filo, que en primer lugar le dan la facultad para intervenir en cuestiones soberanas, en las cuales no debiera existir intromisión. El caso de la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico tal vez sea uno de esos ejemplos paradigmáticos, y la expulsión que Bolivia hiciera de la DEA, el contraejemplo necesario.
Un dato a tener en cuenta también es que, la Corte Constitucional ecuatoriana declaró el 23 de octubre de 2013 que la denuncia del TIAR y su consecuente salida del ordenamiento jurídico no afecta, ni disminuye, ni menoscaba los derechos constitucionales de las personas de ese país.
Un pacto de seguridad contra una URSS que ya no existe
El TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca) también conocido como Tratado de Río tuvo su conformación el 2 de septiembre de 1947, precisamente en la ciudad de Río de Janeiro, dos años después de terminada la Segunda Guerra Mundial. Es un pacto de seguridad mutua entre los distintos Estados de todo el continente americano, que a lo largo de todo el hemisferio tiene alcance desde el Polo Norte hasta los confines de la zona patagónica. El área de protección del tratado comprende toda la masa continental, más 300 millas marinas contadas desde la costa, lo que equivale aproximadamente a unos 483 kilómetros. Según el artículo 3.1 del TIAR en caso de “(...) un ataque armado por cualquier Estado contra un Estado Americano, será considerado como un ataque contra todos los Estados Americanos, y en consecuencia, cada una de las Partes Contratantes se compromete a ayudar a hacer frente al ataque en ejercicio del derecho inmanente de legítima defensa individual o colectiva” haciendo valer de esa forma el Artículo 51 de la Carta de la ONU (Organización de Naciones Unidas).
Tras la finalización de la segunda guerra, el TIAR fue el primer acuerdo multilateral en materia de seguridad, ya que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) fue conformada en 1949. También el TIAR tuvo su inicio, un año antes que la Organización de Estados Americanos (OEA), que sería a partir de 1948 su ámbito de incumbencia. La OEA se convertiría, a partir de ese año, en la recreación de la antigua Unión Panamericana, y por ende, el organismo a partir del cual los Estados Unidos mantendrían un nivel de injerencia superlativo al sur del Río Bravo. De esta forma, tanto el TIAR como la OEA serían la continuación de la Doctrina Monroe por otros medios. La misma, elaborada en 1823 decía: “América para los americanos” y le daba a los Estados Unidos la facultad para interponerse y actuar ante cualquier atentado externo realizado contra cualquier región o país del nuevo continente, con lo cual ya se sentaba la base de la tutela yanqui con respecto a su patio trasero.
Según precisa el politólogo brasileño Luiz Alberto Moniz Bandeira, en su libro De Martí a Fidel. La Revolución Cubana y América Latina, los Estados Unidos –tras la finalización de la guerra–, si bien de palabra condenaban “las políticas de esfera de influencia y de equilibrio de poder, apelando a una era de paz apoyada en la seguridad colectiva de la ONU, no estaban dispuestos a renunciar a la hegemonía en América latina”. De igual manera que en 1919, tras la finalización de la primera guerra, cuando se conformó el Pacto de la Liga de las Naciones, los Estados Unidos tomaron muchas precauciones para que la ONU no ejerciera ninguna clase de injerencia en el hemisferio occidental. Fue así que de acuerdo con el Artículo 52 de la Carta de la ONU, firmada en San Francisco en 1945, encontraron la legitimidad para llevar adelante tanto acuerdos como organismos regionales para tratar todas las cuestiones relativas al mantenimiento de la paz y de la seguridad internacionales. De acuerdo con el Artículo 53 de la Carta de San Francisco, estaba previsto que los acuerdos enunciados en el Artículo 52 serían utilizados por el Consejo de Seguridad de la ONU, pero según Moniz Bandeira en tanto los Estados Unidos preservaron la Doctrina Monroe “se reservaron el derecho de tratar unilateralmente los negocios en el hemisferio occidental, sin el riesgo de enfrentarse al veto del Consejo de Seguridad de la ONU, y emprendieron la modernización del sistema interamericano”. En el marco señalado tuvo nacimiento el TIAR.
La firma del Tratado de Río tuvo un antecedente también en la Conferencia de Chapultepec (México) cuando en 1945 se acordó un acta con diversos acuerdos panamericanos. La Resolución VIII del Acta de Chapultepec ya preveía la conformación de un organismo como el TIAR, pero se objetaba la posición de la Argentina en ese entonces. Estados Unidos sostenía que no podía firmar un acuerdo de ese estilo con el gobierno de Edelmiro Farrell, ya que este violaba los derechos civiles de los argentinos, por lo cual en el ’45 pospusieron la realización de la Reunión de Río. En el artículo “Del TIAR a la OEA: Argentina, Estados Unidos y el sistema interamericano”, escrito por Leandro Ariel Morgenfeld, este autor señala que cuando llegó Juan Domingo Perón a la presidencia argentina en 1946, el mismo día de su asunción “anunció en su discurso inaugural que enviaría al Congreso para su ratificación el Acta de Chapultepec y la Carta de San Francisco” sosteniendo que “El nuevo presidente tuvo varias iniciativas para mejorar el vínculo bilateral, como fue el envío del General Carlos M. von der Becke a los Estados Unidos con la misión de obtener armas modernas para las fuerzas armadas nacionales” pero que “la Casa Blanca sólo autorizaría la venta de armas al país del sur una vez que se cumplieran los compromisos que se habían votado en la Conferencia de Chapultepec”.
El conflicto inaugural en la conformación del TIAR, entre los Estados Unidos y la Argentina, estaba marcado principalmente por la neutralidad que el país había mantenido durante la Segunda Guerra, y también según Moniz Bandeira, debido a que el embajador estadounidense en Buenos Aires George S. Messersmith, sospechaba que Perón pudiera tener un estrecho entendimiento con la Unión Soviética, y de esa forma el sistema interamericano correría el riesgo de desintegrarse.
En 1982, cuando la guerra de Malvinas, casi como un destino prefijado por aquel conflicto inaugural, los Estados Unidos omitieron la aplicación del TIAR y tomaron partido por la OTAN.
19/01/14 Miradas al Sur
El 5 de junio de 2012, en ocasión de la 42º Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) realizada en la ciudad boliviana de Cochabamba, el canciller ecuatoriano Ricardo Patiño en nombre de su país, pero también de Bolivia, Nicaragua y Venezuela, anunció que dichas naciones se retirarían del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR). Para realizar este paso, que no implica un simple anuncio, el pasado 9 de enero la Asamblea General de Ecuador dio el inicio formal al tratamiento concerniente a la renuncia que el país andino hará con respecto a dicho tratado. Desde el ámbito legislativo se debe aprobar la denuncia del TIAR, que inició el Ejecutivo, para que vuelva al mismo y que éste la haga llegar ante la OEA. Una vez cumplimentada tal acción, Ecuador dejará de integrar el tratado en el plazo de dos años.
La dependencia, sujeción y falta de autonomía de los diferentes países latinoamericanos con respecto a la orbe del capitalismo de Occidente en general, y de los Estados Unidos en particular, no sólo se implementa y reproduce a partir de la incidencia directa de los países imperiales, o a través de la expansión económica de los mismos en la región. Es sustancial remarcar también que dicha sujeción se ejerce a través de una complicada telaraña de tratados, normativas y reglamentaciones de cooperación, que en la mayoría de los casos hasta fueron incorporados a las diferentes constituciones nacionales. El menú de enmiendas, modificaciones y reformas constitucionales que tuvieran lugar en los noventa, durante el auge neoliberal y el desarrollo de la unipolaridad, no fueron más que la aceptación tácita de un tipo de institucionalidad que no se distingue demasiado de lo que es una “Carta otorgada”, en la cual el Rey se comprometía a gobernar a sus súbditos de una manera expresa. El intento de constituir un nuevo bloque regional, no sujeto a pautas heterónomas, necesariamente debiera además de constituir nuevos acuerdos multilaterales, ir desterrando gradualmente todos aquellos que fueron funcionales a la sujeción. La iniciativa de los cuatro países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) de iniciar la salida del TIAR debe ser entendida de esa forma. El surgimiento de nuevas herramientas de integración económica, al igual que las diferentes experiencias de reforma de las constituciones realizadas este siglo, marchan en el mismo sentido.
La salida del TIAR. Había sido anunciada en junio de 2012 –como anteriormente se señalaba– en ocasión de la cumbre de la OEA en Cochabamba. Allí, el canciller ecuatoriano Ricardo Patiño, acompañado por sus pares de Nicaragua, Venezuela y Bolivia, fue el vocero que en conferencia de prensa expresó los diferentes argumentos que los cuatro países del ALBA esgrimieron para decidir abandonar el tratado. “Hay algunas instituciones que ya hace mucho tiempo dejaron de existir, aunque formalmente sigan existiendo”, dijo Patiño, asegurando luego que “hay que limpiar la casa”. Entre otras consideraciones también dijo: “Nuestros países han tomado la decisión de enterrar lo que merece ser enterrado, o de tirar al tacho de la basura lo que ya no sirve. El TIAR fue creado en condiciones en que se suponía que podría servir como un instrumento de protección mutua de los países de nuestra América en caso de supuestas agresiones extra continentales y que en el momento más importante en que debió haber sido utilizado, cuando el grave episodio de las Islas Malvinas en la década de los ochentas, no se aplicó. Y no sólo no se aplicó, sino que uno de los miembros, Estados Unidos, respaldó y apoyó a Inglaterra. Desde allí ha dejado de tener sentido y estaba prácticamente sin referencia alguna por parte de alguno de los países de América para utilizarlo contra todas esas supuestas agresiones de fuera del continente, mientras se producían problemas en el interior del Continente, nuestros países han tomado la determinación de denunciar el referido Tratado”, dijo el canciller, asegurando que en la actualidad es necesaria la conformación de otra clase de organización, que esté a favor de los pueblos y no de intereses hegemónicos, y recalcó que “los cuatro países aquí representados damos los pasos para la sepultura del TIAR, como un primer paso para esas transformaciones que la OEA necesita”, dijo, aclarando luego que “esta decisión la hemos pensado muy bien, la hemos consensuado muy bien con nuestros gobiernos para limpiar la hojarasca de esta institución de la OEA, que, como han dicho algunos presidentes, tiene la obligación de reinventarse”.
La decisión de los cuatro países no cayó para nada bien en los Estados Unidos, y muy rápidamente el portavoz del Departamento de Estado William Ostick consideró como “desafortunado” el proceder de los mismos, asegurando casi de modo amenazante que por dos años hasta que se efectivice la salida de Bolivia, Ecuador, Venezuela y Nicaragua del TIAR, esos países deben seguir cumpliendo con sus obligaciones.
El pasado viernes 10, la comisión de Soberanía y Relaciones Internacionales del Parlamento de Ecuador aprobó el informe elaborado por la cancillería en el cual se esboza la denuncia que el país andino hace del TIAR. De esta manera esa comisión le recomienda al pleno de la Asamblea, que apruebe en próximas sesiones el informe, para devolvérselo al presidente Rafael Correa, y que éste lo gire a la OEA. Una vez realizado todo este trámite, recién luego de dos años se hará efectiva la renuncia. Los diferentes integrantes de la comisión legislativa escucharon el jueves 9 los distintos fundamentos que les aportaron los diplomáticos Mauricio Montalvo, Marcelo Vásquez, Benjamín Villacís y Denys Toscano, todos ellos representantes de la Cancillería ecuatoriana. Según dijera Mauricio Montalvo en esa ocasión, el Gobierno ecuatoriano fundamenta su renuncia a dicho tratado “en la superación de las condiciones políticas, materiales e históricas que determinaron la firma del instrumento, tras el fin de la Guerra Fría”, sostuvo el diplomático, y recordó que el TIAR, que se estableció en Río de Janeiro el 2 de septiembre de 1947, fue firmado por Ecuador el 10 de noviembre de 1949 y ratificado en 1950. Montalvo hizo hincapié en que este tratado fue promovido por Estados Unidos para hacer frente a supuestos atentados contra la paz, la seguridad y la soberanía de las naciones americanas, resultantes de la intervención de potencias extracontinentales, en particular del bloque comunista de Europa Oriental y Asia. Pero a pesar de sus fundamentos indicó Montalvo que el documento del TIAR fue utilizado en los últimos años para justificar el intervencionismo y el uso de la fuerza en contra de países y gobiernos americanos de tendencia popular, socialista o nacionalistas. A su vez el diplomático ecuatoriano indicó las contradicciones del tratado, dando el ejemplo de la invasión británica a las islas Malvinas en 1982, cuando Estados Unidos tomó partido por el Reino Unido en contra de los intereses de Argentina, a pesar de que este país sea uno de los integrantes del TIAR.
El pasado lunes la comisión de relaciones internacionales, le remitió a la Secretaría General del Parlamento unicameral, la recomendación para que el pleno de la asamblea apruebe el informe que denuncia al TIAR y solicita la salida del mismo. Según informaba el ente legislativo ese lunes, en nota de prensa, el informe que había sido aprobado el día 10 había contado con el voto favorable de 8 asambleístas sobre los 9 que conforman la comisión. Según le expresaba a la prensa la asambleísta María Augusta Calle, quien además es vicepresidenta de la Asamblea General, y presidenta encargada de la Comisión de Relaciones Internacionales, el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca “es vejatorio de la soberanía del Ecuador”. El también conocido como Tratado de Río, dijo Calle, “fue suscrito por los Estados para resguardar la seguridad hemisférica frente a agresiones de otros continentes en el marco de la Guerra Fría” y “para formar círculos de seguridad en torno de los Estados Unidos”, y éste lo utilizó “para invadir” otros países, recordando que “cuando tuvo que ser aplicado en rigor en la guerra de las Malvinas (1982), Estados Unidos no lo aplicó, no entró a defender a Argentina de la agresión de un Estado que está fuera del continente”, sino que “más bien ayudó” al Reino Unido, lo que “da cuenta de la obsolescencia del tratado”, señaló la asambleísta.
Además dijo que “las amenazas (que justificaban el tratado) no existen ya, el mundo ha tenido un cambio radical, no existe el eje socialista que era la razón de existencia del TIAR, sino una nueva correlación de fuerzas en el continente”, agregó Calle, sugiriendo que ahora existen en la región otras herramientas de defensa como son la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y su Consejo Suramericano de Defensa, “lo que hace necesario que el TIAR muera”, aseguró. Para Calle, hoy en la región se están dando nuevos elementos relacionados con la seguridad. “Las nuevas amenazas que tenemos en el continente son el espionaje global, es una seria amenaza a la soberanía y seguridad de los estados, el crimen trasnacional, dentro de él la trata de personas”, dijo Calle, observando que “son nuevos escenarios de inseguridad y de amenazas los que ahora se manifiestan”, por lo que “mal haríamos en ser parte de un tratado cuyo escenario fundamental era la agresión del bloque socialista contra los Estados Unidos”, dijo.
Por su parte el asambleísta Rodrigo Collaguazo, vocal de la Comisión de Soberanía, Integración y Relaciones Internacionales, al referirse al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), subrayó que este instrumento no responde a los intereses de los pueblos latinoamericanos sino, más bien, a los de Estados Unidos, razón por la cual se debe aprobar el pedido de denuncia solicitado por el Presidente de la República.
Según la información dada por el portal de la Asamblea Nacional de Ecuador, Collaguazo precisó que desde sus inicios el tratado nunca tuvo una real defensa de los países y ha sido un arma que ha favorecido únicamente a los intereses de Estados Unidos. Además de citar el caso de Malvinas, el legislador señaló lo ocurrido en Londres, cuando se pretendió allanar la embajada de Ecuador para tratar de capturar a Julian Assange.
El parlamentario, al indicar que, si bien luego de la denuncia del tratado éste aún regirá por dos años más, porque las disposiciones del convenio así lo establecen, precisó que lo importante es impulsar nuevos espacios y mecanismos de cooperación en materia de seguridad colectiva internacional, que garanticen la soberanía de los países y que los procesos de integración sean, no solamente de carácter militar, sino principalmente en los ámbitos de la economía, lo político y lo social.
El rodaje que Ecuador comenzó a darle a su salida formal del TIAR, más allá de algunas consideraciones como enunciar que el tratado ya es “obsoleto” o que hay que “limpiar la hojarasca” si bien considerarlos de esa forma conlleva cierta validez, habría que precisar que antes que nada responden a una necesidad de afinar más aún todos los mecanismos que aseguren que se ejerza un grado mayor de autonomía, y prevenirse de injerencias futuras. La mayoría, por no decir todos los acuerdos que la potencia del Norte mantuvo y mantiene con respecto a los países latinoamericanos, siempre son armas de doble filo, que en primer lugar le dan la facultad para intervenir en cuestiones soberanas, en las cuales no debiera existir intromisión. El caso de la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico tal vez sea uno de esos ejemplos paradigmáticos, y la expulsión que Bolivia hiciera de la DEA, el contraejemplo necesario.
Un dato a tener en cuenta también es que, la Corte Constitucional ecuatoriana declaró el 23 de octubre de 2013 que la denuncia del TIAR y su consecuente salida del ordenamiento jurídico no afecta, ni disminuye, ni menoscaba los derechos constitucionales de las personas de ese país.
Un pacto de seguridad contra una URSS que ya no existe
El TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca) también conocido como Tratado de Río tuvo su conformación el 2 de septiembre de 1947, precisamente en la ciudad de Río de Janeiro, dos años después de terminada la Segunda Guerra Mundial. Es un pacto de seguridad mutua entre los distintos Estados de todo el continente americano, que a lo largo de todo el hemisferio tiene alcance desde el Polo Norte hasta los confines de la zona patagónica. El área de protección del tratado comprende toda la masa continental, más 300 millas marinas contadas desde la costa, lo que equivale aproximadamente a unos 483 kilómetros. Según el artículo 3.1 del TIAR en caso de “(...) un ataque armado por cualquier Estado contra un Estado Americano, será considerado como un ataque contra todos los Estados Americanos, y en consecuencia, cada una de las Partes Contratantes se compromete a ayudar a hacer frente al ataque en ejercicio del derecho inmanente de legítima defensa individual o colectiva” haciendo valer de esa forma el Artículo 51 de la Carta de la ONU (Organización de Naciones Unidas).
Tras la finalización de la segunda guerra, el TIAR fue el primer acuerdo multilateral en materia de seguridad, ya que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) fue conformada en 1949. También el TIAR tuvo su inicio, un año antes que la Organización de Estados Americanos (OEA), que sería a partir de 1948 su ámbito de incumbencia. La OEA se convertiría, a partir de ese año, en la recreación de la antigua Unión Panamericana, y por ende, el organismo a partir del cual los Estados Unidos mantendrían un nivel de injerencia superlativo al sur del Río Bravo. De esta forma, tanto el TIAR como la OEA serían la continuación de la Doctrina Monroe por otros medios. La misma, elaborada en 1823 decía: “América para los americanos” y le daba a los Estados Unidos la facultad para interponerse y actuar ante cualquier atentado externo realizado contra cualquier región o país del nuevo continente, con lo cual ya se sentaba la base de la tutela yanqui con respecto a su patio trasero.
Según precisa el politólogo brasileño Luiz Alberto Moniz Bandeira, en su libro De Martí a Fidel. La Revolución Cubana y América Latina, los Estados Unidos –tras la finalización de la guerra–, si bien de palabra condenaban “las políticas de esfera de influencia y de equilibrio de poder, apelando a una era de paz apoyada en la seguridad colectiva de la ONU, no estaban dispuestos a renunciar a la hegemonía en América latina”. De igual manera que en 1919, tras la finalización de la primera guerra, cuando se conformó el Pacto de la Liga de las Naciones, los Estados Unidos tomaron muchas precauciones para que la ONU no ejerciera ninguna clase de injerencia en el hemisferio occidental. Fue así que de acuerdo con el Artículo 52 de la Carta de la ONU, firmada en San Francisco en 1945, encontraron la legitimidad para llevar adelante tanto acuerdos como organismos regionales para tratar todas las cuestiones relativas al mantenimiento de la paz y de la seguridad internacionales. De acuerdo con el Artículo 53 de la Carta de San Francisco, estaba previsto que los acuerdos enunciados en el Artículo 52 serían utilizados por el Consejo de Seguridad de la ONU, pero según Moniz Bandeira en tanto los Estados Unidos preservaron la Doctrina Monroe “se reservaron el derecho de tratar unilateralmente los negocios en el hemisferio occidental, sin el riesgo de enfrentarse al veto del Consejo de Seguridad de la ONU, y emprendieron la modernización del sistema interamericano”. En el marco señalado tuvo nacimiento el TIAR.
La firma del Tratado de Río tuvo un antecedente también en la Conferencia de Chapultepec (México) cuando en 1945 se acordó un acta con diversos acuerdos panamericanos. La Resolución VIII del Acta de Chapultepec ya preveía la conformación de un organismo como el TIAR, pero se objetaba la posición de la Argentina en ese entonces. Estados Unidos sostenía que no podía firmar un acuerdo de ese estilo con el gobierno de Edelmiro Farrell, ya que este violaba los derechos civiles de los argentinos, por lo cual en el ’45 pospusieron la realización de la Reunión de Río. En el artículo “Del TIAR a la OEA: Argentina, Estados Unidos y el sistema interamericano”, escrito por Leandro Ariel Morgenfeld, este autor señala que cuando llegó Juan Domingo Perón a la presidencia argentina en 1946, el mismo día de su asunción “anunció en su discurso inaugural que enviaría al Congreso para su ratificación el Acta de Chapultepec y la Carta de San Francisco” sosteniendo que “El nuevo presidente tuvo varias iniciativas para mejorar el vínculo bilateral, como fue el envío del General Carlos M. von der Becke a los Estados Unidos con la misión de obtener armas modernas para las fuerzas armadas nacionales” pero que “la Casa Blanca sólo autorizaría la venta de armas al país del sur una vez que se cumplieran los compromisos que se habían votado en la Conferencia de Chapultepec”.
El conflicto inaugural en la conformación del TIAR, entre los Estados Unidos y la Argentina, estaba marcado principalmente por la neutralidad que el país había mantenido durante la Segunda Guerra, y también según Moniz Bandeira, debido a que el embajador estadounidense en Buenos Aires George S. Messersmith, sospechaba que Perón pudiera tener un estrecho entendimiento con la Unión Soviética, y de esa forma el sistema interamericano correría el riesgo de desintegrarse.
En 1982, cuando la guerra de Malvinas, casi como un destino prefijado por aquel conflicto inaugural, los Estados Unidos omitieron la aplicación del TIAR y tomaron partido por la OTAN.
19/01/14 Miradas al Sur
A la cama con Hollande Por Roberto Montoya. Desde Madrid mundo@miradasalsur.com
Tras conocerse el romance del presidente francés con una joven actriz, la prensa parisina modificó su manual de estilo, siempre pudorosa en cuanto a la vida privada de los gobernantes, y convirtió al caso en un culebrón informativo que, incluso, eclipsó los grandes temas de la trama política nacional.
François Hollande no se escondió ni se fue por las ramas cuando en una multitudinaria rueda de prensa días atrás un conocido periodista del diario conservador Le Figaro, Alain Barluet, presidente de la Asociación de la Prensa Presidencial, le preguntó: “¿Sigue siendo Valérie Trierweiler la primera dama de Francia?”. Para ese entonces, la revista del corazón Closer había publicado ya un reportaje de siete páginas, llenas de fotos sobre el nido de amor de Hollande y la actriz Julie Gayet, 18 años más joven que él, bajo el título “El amor secreto del presidente”. El presidente francés ni se inmutó ante la directísima pregunta. “No es el sitio ni el momento”, contestó. Aunque aclaró que próximamente hablaría sobre el tema, ya adelantó su posición: “En Francia tenemos principios firmes sobre el respeto a la vida privada y sobre la libertad de prensa. Son nuestros valores”.
A pesar de que en esa misma rueda de prensa Hollande anunció numerosas nuevas medidas económicas y sociales que confirman cómo abraza cada vez con más fuerza las recetas ultraliberales hegemónicas en la Unión Europea y que afectarán a millones de personas, la mayoría de los cerca de 500 periodistas presentes enfocó luego sus artículos por el affaire del presidente. Y es que los franceses no están acostumbrados a que los temas de alcoba de sus mandatarios se ventilen alegremente en la prensa ni tienen las mismas implicaciones políticas que en el mundo sajón. Hay una larga tradición de respeto de la intimidad del primer mandatario.
En fecha tan lejana como el 16 de febrero de 1899, el entonces presidente Félix Faure murió en pleno acto amatorio cuando se encontraba en el cuartito azul del Elíseo con su habitual amante, Marguerite Steinheil, al cual ella era conducida por colaboradores del presidente por una puerta trasera del palacio presidencial. Era un secreto a voces, pero ni una palabra se escribió en la prensa de la época sobre el tema. Era parte de la intimidad del presidente y punto.
Así se aceptó sin más también que el presidente socialista François Mitterrand mantuviera con cargo al erario público los gastos de su amante y su hija durante veinte años, o se ocultó que el día que el también presidente Valery Giscard d’Estaing se chocó de madrugada contra un lechero a su vuelta al palacio presidencial del Elíseo, conduciendo un coche no oficial, volvía de visitar a su amante.
Pero, las cosas parecen estar cambiando en Francia. El predecesor del socialista Hollande, el conservador Sarkozy, ya dio mucho que hablar cuando se separó de su esposa y comenzó a vivir con la cantante Carla Bruni.
El rumor sobre la relación de Hollande con la actriz Julie Gayet se inició hace más de un año y en marzo de 2013 el abogado de ella presentó una denuncia ante la Fiscalía de París para identificar a los autores del mismo, pero no saltó a las primeras páginas hasta que Closer difundió la noticia, ilustrada con numerosas fotografías, bajo un escandaloso título: “El amor secreto del presidente”. Tiró 600.000 ejemplares, nada menos.
La bella Julie, de 41 años, separada, madre de dos hijos, ya ha anunciado que denunciará a la revista. El presidente, que estuvo casado tres décadas con la también política socialista Ségolene Royal –candidata a las presidenciales en 2007– mantiene oficialmente una relación sentimental con la periodista Valérie Trierwiler, de 48 años. Esta tuvo que ser internada días atrás ante la conmoción provocada por la difusión pública de la vida amatoria paralela de su pareja oficial y él tardó varios días en ir a visitarla al hospital.
Fue Ségolane Royal, ex esposa y madre de los cuatro hijos del presidente, quien le presentó a Julie Gayet en 2011. Julie pertenece a una familia acomodada, su abuelo fue miembro de la Resistencia y a ella se la considera situada políticamente más a la izquierda que él. Estuvo casada con el escritor y cineasta argentino Santiago Amigorena, de quien se separó en 2006. En 2012 la actriz recibía al parecer al presidente en su enorme piso-oficina en el distinguido Faubourg Saint-Honoré, pero, tras descubrir que el portero los fotografiaba, asombrado de ver al presidente en el inmueble, comenzaron a citarse en el loft de ella en una de las zonas más bohemias de París.
Pero, ahí había demasiado movimiento de gente y los crecientes rumores sobre la relación de la actriz con el presidente les habría llevado a aceptar la invitación de una amiga de ella, la actriz Emmanuekke Hauck, para utilizar su departamento en el número 20 de la Rue du Cirque.
¡Mala elección! El piso estaba relacionado con la mafia corsa y con un ajuste de cuentas que terminó en asesinato. La amiga de Julie Gayet que le prestó el departamento, estuvo casada con el actor corso Michel Ferracci, protagonista principal de una serie de televisión, Mafiosa, y él mismo fue condenado hace poco a 18 meses de cárcel por estar detrás de una ruleta clandestina.
Al revelarse esos datos el escándalo de alcoba cambió de tono, la polémica en Francia ya no se circunscribió sólo a la fidelidad o infidelidad del presidente hacia su pareja oficial, sino a un tema de seguridad. ¿Cómo la seguridad del presidente no conocía las características del departamento donde tenía sus encuentros amatorios el presidente? ¿Cómo no detectó la seguridad del presidente francés que estaba siendo espiado y grabado desde un departamento cercano por un grupo de periodistas de Closer?
El affaire del presidente ha cambiado a partir de la revelación de esos datos en un tema de más envergadura y las especulaciones se dispararon. ¿Las revelaciones son fruto realmente de una investigación periodística o hay alguien interesado políticamente en este escándalo?
Algunos medios han empezado a sospechar de Manuel Valls, el ministro del Interior, muy amigo de la pareja oficial de Hollande, quien le podría haber hecho ese favor para que ella se vengara de su pareja. Pero otros medios, como Le Monde, apuntan más alto, y señalan a una jugada política de más vuelo tras la cual podría estar el mismísimo ex presidente Nicolas Sarkozy. En ese sentido, el prestigioso periódico francés habla ya de “la acción de las redes subterráneas” de Sarkozy.
19/01/14 Miradas al Sur
François Hollande no se escondió ni se fue por las ramas cuando en una multitudinaria rueda de prensa días atrás un conocido periodista del diario conservador Le Figaro, Alain Barluet, presidente de la Asociación de la Prensa Presidencial, le preguntó: “¿Sigue siendo Valérie Trierweiler la primera dama de Francia?”. Para ese entonces, la revista del corazón Closer había publicado ya un reportaje de siete páginas, llenas de fotos sobre el nido de amor de Hollande y la actriz Julie Gayet, 18 años más joven que él, bajo el título “El amor secreto del presidente”. El presidente francés ni se inmutó ante la directísima pregunta. “No es el sitio ni el momento”, contestó. Aunque aclaró que próximamente hablaría sobre el tema, ya adelantó su posición: “En Francia tenemos principios firmes sobre el respeto a la vida privada y sobre la libertad de prensa. Son nuestros valores”.
A pesar de que en esa misma rueda de prensa Hollande anunció numerosas nuevas medidas económicas y sociales que confirman cómo abraza cada vez con más fuerza las recetas ultraliberales hegemónicas en la Unión Europea y que afectarán a millones de personas, la mayoría de los cerca de 500 periodistas presentes enfocó luego sus artículos por el affaire del presidente. Y es que los franceses no están acostumbrados a que los temas de alcoba de sus mandatarios se ventilen alegremente en la prensa ni tienen las mismas implicaciones políticas que en el mundo sajón. Hay una larga tradición de respeto de la intimidad del primer mandatario.
En fecha tan lejana como el 16 de febrero de 1899, el entonces presidente Félix Faure murió en pleno acto amatorio cuando se encontraba en el cuartito azul del Elíseo con su habitual amante, Marguerite Steinheil, al cual ella era conducida por colaboradores del presidente por una puerta trasera del palacio presidencial. Era un secreto a voces, pero ni una palabra se escribió en la prensa de la época sobre el tema. Era parte de la intimidad del presidente y punto.
Así se aceptó sin más también que el presidente socialista François Mitterrand mantuviera con cargo al erario público los gastos de su amante y su hija durante veinte años, o se ocultó que el día que el también presidente Valery Giscard d’Estaing se chocó de madrugada contra un lechero a su vuelta al palacio presidencial del Elíseo, conduciendo un coche no oficial, volvía de visitar a su amante.
Pero, las cosas parecen estar cambiando en Francia. El predecesor del socialista Hollande, el conservador Sarkozy, ya dio mucho que hablar cuando se separó de su esposa y comenzó a vivir con la cantante Carla Bruni.
El rumor sobre la relación de Hollande con la actriz Julie Gayet se inició hace más de un año y en marzo de 2013 el abogado de ella presentó una denuncia ante la Fiscalía de París para identificar a los autores del mismo, pero no saltó a las primeras páginas hasta que Closer difundió la noticia, ilustrada con numerosas fotografías, bajo un escandaloso título: “El amor secreto del presidente”. Tiró 600.000 ejemplares, nada menos.
La bella Julie, de 41 años, separada, madre de dos hijos, ya ha anunciado que denunciará a la revista. El presidente, que estuvo casado tres décadas con la también política socialista Ségolene Royal –candidata a las presidenciales en 2007– mantiene oficialmente una relación sentimental con la periodista Valérie Trierwiler, de 48 años. Esta tuvo que ser internada días atrás ante la conmoción provocada por la difusión pública de la vida amatoria paralela de su pareja oficial y él tardó varios días en ir a visitarla al hospital.
Fue Ségolane Royal, ex esposa y madre de los cuatro hijos del presidente, quien le presentó a Julie Gayet en 2011. Julie pertenece a una familia acomodada, su abuelo fue miembro de la Resistencia y a ella se la considera situada políticamente más a la izquierda que él. Estuvo casada con el escritor y cineasta argentino Santiago Amigorena, de quien se separó en 2006. En 2012 la actriz recibía al parecer al presidente en su enorme piso-oficina en el distinguido Faubourg Saint-Honoré, pero, tras descubrir que el portero los fotografiaba, asombrado de ver al presidente en el inmueble, comenzaron a citarse en el loft de ella en una de las zonas más bohemias de París.
Pero, ahí había demasiado movimiento de gente y los crecientes rumores sobre la relación de la actriz con el presidente les habría llevado a aceptar la invitación de una amiga de ella, la actriz Emmanuekke Hauck, para utilizar su departamento en el número 20 de la Rue du Cirque.
¡Mala elección! El piso estaba relacionado con la mafia corsa y con un ajuste de cuentas que terminó en asesinato. La amiga de Julie Gayet que le prestó el departamento, estuvo casada con el actor corso Michel Ferracci, protagonista principal de una serie de televisión, Mafiosa, y él mismo fue condenado hace poco a 18 meses de cárcel por estar detrás de una ruleta clandestina.
Al revelarse esos datos el escándalo de alcoba cambió de tono, la polémica en Francia ya no se circunscribió sólo a la fidelidad o infidelidad del presidente hacia su pareja oficial, sino a un tema de seguridad. ¿Cómo la seguridad del presidente no conocía las características del departamento donde tenía sus encuentros amatorios el presidente? ¿Cómo no detectó la seguridad del presidente francés que estaba siendo espiado y grabado desde un departamento cercano por un grupo de periodistas de Closer?
El affaire del presidente ha cambiado a partir de la revelación de esos datos en un tema de más envergadura y las especulaciones se dispararon. ¿Las revelaciones son fruto realmente de una investigación periodística o hay alguien interesado políticamente en este escándalo?
Algunos medios han empezado a sospechar de Manuel Valls, el ministro del Interior, muy amigo de la pareja oficial de Hollande, quien le podría haber hecho ese favor para que ella se vengara de su pareja. Pero otros medios, como Le Monde, apuntan más alto, y señalan a una jugada política de más vuelo tras la cual podría estar el mismísimo ex presidente Nicolas Sarkozy. En ese sentido, el prestigioso periódico francés habla ya de “la acción de las redes subterráneas” de Sarkozy.
19/01/14 Miradas al Sur
La ruleta del verano Por Hernán Dearriba
Enero disparó las aspiraciones a izquierda y derecha. Desacuerdos e internas de cara a 2015.
La política argentina parece haberse transformado en una ruleta de verano. Todos le ponen un pleno al negro el 15. En algunos casos con mayor prolijidad. En otros de manera desembozada, los principales referentes de la oposición ya desataron sus apetencias electorales.
A contrapelo de los remanidos discursos de unidad, las fuerzas del progresismo y la centroderecha protagonizaron esta semana las primeras escaramuzas que concluirán dentro de dieciocho meses con la nominación de candidatos.
Sin dudas la interna que quedó explícitamente al descubierto fue la del espacio socialista-radical-progresista. El socialista Hermes Binner y el radical Ernesto Sanz eligieron, en un rapto de originalidad poco frecuente, el puerto de Mar del Plata para un abrazo político en medio del calor veraniego. La foto puede anticipar el esbozo de una fórmula presidencial que aspire a unir al panradicalismo. Hubo convocatoria a la unidad y las frases de rigor. Pero con eso alcanzó para adelantar la interna.
El mismo día, Fernando "Pino" Solanas recibió en su casa de San Isidro al ex vicepresidente Julio Cleto Cobos. Antes adversarios (Pino llegó a equiparar al mendocino con Fernando de la Rúa), esta semana se tomaron una copa en el jardín sanisidrense para marcarle la cancha a la dupla Binner-Sanz.
Los dos encuentros "cumbre" del progresismo (haga el lector el esfuerzo de verano de permitirle a este cronista incluir en esa categoría tanto a Sanz como a Cobos) dispararon las consabidas críticas a los acuerdos de cúpula, tanto como las inmediatas aclaraciones de que el espacio UNEN nada tiene que ver con la Alianza que llevó al país a la peor crisis de su historia moderna.
El diputado socialista porteño Roy Cortina advirtió que con la oferta electoral del progresismo no alcanza para llegar al poder, por lo que ese espacio debe plantearse "derramar" hacia ambos márgenes del mapa político. Las dos fórmulas que se perfilan hoy (habrá que ver si son capaces de transitar un año y medio con sus evidentes diferencias) tienen esa pretensión de aglutinar a un progresista con un radical de centroderecha.
La interna del panradicalismo tendrá también otros platos fuertes en la provincia de Buenos Aires y en la Ciudad. Elisa Carrió será sin dudas otra protagonista del tironeo con posibilidades de destronar al PRO en la Ciudad o aspirar a la Casa Rosada, algo que parece improbable por la reconocida incapacidad para la construcción política de la chaqueña.
En la vereda de enfrente, el PRO sólo tiene definida una cosa, la candidatura presidencial de Mauricio Macri. ¿O no? El jefe del PRO recorrió la Costa Atlántica este fin de semana en ritmo de campaña. Lo acompañaron las declaraciones de su padre, Franco Macri, quien afirmó en una entrevista con la revista Noticias que Mauricio "tiene la mente de un presidente, pero no el corazón. Es una vocación. Ser presidente de un país es renunciar a su propia vida, y eso es algo que nunca le pediría a un hijo." Después, hizo girar la ruleta y cantó un cero para las apuestas de Mauricio: elogió a La Cámpora como la renovación de la política argentina y postuló a Daniel Scioli como el candidato capaz de garantizar la continuidad del modelo de industrialización.
Acostumbrado a los desplantes paternos, Macri acompañó a su incipiente candidata en la provincia, María Eugenia Vidal, que se cruzó con otro Macri: Jorge. El primo de Mauricio, e intendente de Vicente López volvió a plantear la necesidad de cerrar un acuerdo con Sergio Massa. No aclaró si el entendimiento debería incluir alguna definición para la conformación de una fórmula presidencial común. Hoy eso parece difícil.
En la Ciudad los alfiles del alcalde porteño también se sacaron fichas. Cristian Ritondo, el más peronista de los amarillos, anunció su intención de suceder a su jefe. Horacio Rodríguez Larreta que creyó tener el camino despejado tras la mudanza de Vidal a la provincia no tardó en reaccionar y lo cruzó con ganas.
En el peronismo, cansado de jugar de visitante, Luis Barrionuevo decidió abrir su propio casino en la Feliz en el Hotel Sasso que administra el sindicato de los gastronómicos. Lo hizo el viernes, en las vísperas de la convocatoria que mañana compartirá con el camionero Hugo Moyano.
Por el Sasso pasaron Scioli y Massa, pero esa foto no se podrá replicar el lunes. El gobernador anunció que no será de la partida y la incógnita sobre el tigrense se terminó de develar ayer. Barrionuevo lo contaba en la mesa, pero Massa anunció que no irá pese a que comparte la agenda del sindicalismo. Desde el massismo sostienen que no les aporta nada una foto con Moyano.
En una clásica jugada de verano, el encuentro se anunció como el punto de partida para la unificación de la CGT, y terminó deshilachado y marcado por las ausencias. "Quisieron cobrar un semipleno, pero a duras penas van a llegar a poner una ficha en el cuadro de color", relativizaba el viernes un conocedor del mundo gremial.
El secretario general de la CGT, Antonio Caló, dijo que no será de la partida, argumentó que la unidad no se construye en un asado y soltó que Moyano plantea un escenario apocalíptico que no existe. "Los metalúrgicos tenemos tres hoteles que no dan abasto porque los compañeros se van de vacaciones", sostuvo.
Moyano aspira a recuperar el espacio protagónico que tuvo en el peronismo hasta su ruptura con el kirchnerismo. A juzgar por el éxito de la convocatoria de mañana, esa posibilidad parece cada vez más lejana. Probó con Francisco de Narváez y le salió mal. Intentó con Sergio Massa, pero el tigrense lo gambetea sistemáticamente. Anunció que formaría un partido político pero hasta ahora no lo consiguió. El único decidido a sentarse con el camionero parece José Manuel de la Sota.
Pasó un mes desde que la policía cordobesa abandonó sus funciones para extorsionar al poder político en medio de un reclamo salarial. En aquel diciembre caliente, el gobernador De la Sota no dejó torpeza por cometer. La crisis lo encontró en un free shop. Primero se hizo el duro y cuando los saqueos conmocionaban la provincia pidió ayuda por Twiter al gobierno nacional. Después difundió teléfonos de funcionarios nacionales y buscó justificar su desatino en el enfrentamiento que mantiene con el kirchnerismo. La extorsión se extendió luego a casi todo el territorio nacional.
Treinta días después de aquellas jornadas, familiares de los policías cordobeses amenazaron con volver a protestar frente a la gobernación. Esta vez la reacción fue muy distinta. De la Sota pidió ayuda formalmente, y la llegada de la Gendarmería desarticuló la protesta. ¿Cuántas pérdidas materiales y humanas se podrían haber ahorrado si De la Sota hubiera tomado este camino en diciembre? Responder a esa pregunta es hacer historia contrafáctica. Pero sirve para poner en contexto el juego de algunos sectores de la oposición.
El viernes, un grupo de policías entrerrianos también buscó reflotar la protesta. el gobernador Sergio Urribarri aceptó la postura de la Procuración de la provincia que sostiene que el aumento policial fue obtenido bajo extorsión y que, por lo tanto, es ilegal. La movida del fin de semana fue un fracaso. Más allá de la locura que implica la posibilidad de que un grupo de policías, encargados de hacer cumplir la ley, corten una ruta nacional, el disparate llegó a tal punto que algunos uniformados se sumaron a una protesta de integrantes de la Mesa de Enlace de Entidades Agropecuarias que rechazaban una reforma impositiva diagramada por Urribarri. El objetivo de la reforma era conseguir fondos para hacer frente al aumento de salarios de estatales y policías que dispuso el gobernador.
En el oficialismo también se abrió el juego. En voz baja todavía, son cada vez más los que se animan a expresar sus deseos electorales para 2015. Y surgen candidatos a gobernador, jefe de gobierno y presidente. Algunos lo hacen públicamente. El senador Aníbal Fernández ya dijo que se anota para 2015 y es conocida la postura de Scioli. Carlos Tomada anunció que buscará conducir al peronismo porteño. Otros, por ahora, comentan sus aspiraciones por lo bajo.
Esa movida, inimaginable apenas unos meses atrás puertas adentro del kirchnerismo, parece haber sido habilitada de manera implícita por la ratificación de la presidenta Cristina Fernández de que no tiene aspiraciones electorales para 2015.
Unos y otros deberán saber que para llegar allí primero se deberá transitar este año. Lejos de aquella presunta parálisis que dicen trasunta el silencio de Cristina Fernández, el gobierno se mostró activo en los últimos días. Sergio Berni recorrió Córdoba y Entre Ríos para evitar nuevas protestas policiales. Hernán Lorenzino, hoy a cargo de la unidad de reestructuración de la deuda parece haber pavimentado el camino para un acuerdo con el Club de París por la deuda de 6500 millones de dólares más intereses que se mantiene impaga.
Economía incorporó a los supermercados propiedad de inmigrantes chinos al acuerdo de precios y lo extendió a todo el país, pero esa no será la solución para la creciente inflación que sigue en el centro de la escena, junto a la pérdida de reservas y la escalada del dólar ilegal. Ahí debe estar puesta la mira antes que en la ruleta de 2015.
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La política argentina parece haberse transformado en una ruleta de verano. Todos le ponen un pleno al negro el 15. En algunos casos con mayor prolijidad. En otros de manera desembozada, los principales referentes de la oposición ya desataron sus apetencias electorales.
A contrapelo de los remanidos discursos de unidad, las fuerzas del progresismo y la centroderecha protagonizaron esta semana las primeras escaramuzas que concluirán dentro de dieciocho meses con la nominación de candidatos.
Sin dudas la interna que quedó explícitamente al descubierto fue la del espacio socialista-radical-progresista. El socialista Hermes Binner y el radical Ernesto Sanz eligieron, en un rapto de originalidad poco frecuente, el puerto de Mar del Plata para un abrazo político en medio del calor veraniego. La foto puede anticipar el esbozo de una fórmula presidencial que aspire a unir al panradicalismo. Hubo convocatoria a la unidad y las frases de rigor. Pero con eso alcanzó para adelantar la interna.
El mismo día, Fernando "Pino" Solanas recibió en su casa de San Isidro al ex vicepresidente Julio Cleto Cobos. Antes adversarios (Pino llegó a equiparar al mendocino con Fernando de la Rúa), esta semana se tomaron una copa en el jardín sanisidrense para marcarle la cancha a la dupla Binner-Sanz.
Los dos encuentros "cumbre" del progresismo (haga el lector el esfuerzo de verano de permitirle a este cronista incluir en esa categoría tanto a Sanz como a Cobos) dispararon las consabidas críticas a los acuerdos de cúpula, tanto como las inmediatas aclaraciones de que el espacio UNEN nada tiene que ver con la Alianza que llevó al país a la peor crisis de su historia moderna.
El diputado socialista porteño Roy Cortina advirtió que con la oferta electoral del progresismo no alcanza para llegar al poder, por lo que ese espacio debe plantearse "derramar" hacia ambos márgenes del mapa político. Las dos fórmulas que se perfilan hoy (habrá que ver si son capaces de transitar un año y medio con sus evidentes diferencias) tienen esa pretensión de aglutinar a un progresista con un radical de centroderecha.
La interna del panradicalismo tendrá también otros platos fuertes en la provincia de Buenos Aires y en la Ciudad. Elisa Carrió será sin dudas otra protagonista del tironeo con posibilidades de destronar al PRO en la Ciudad o aspirar a la Casa Rosada, algo que parece improbable por la reconocida incapacidad para la construcción política de la chaqueña.
En la vereda de enfrente, el PRO sólo tiene definida una cosa, la candidatura presidencial de Mauricio Macri. ¿O no? El jefe del PRO recorrió la Costa Atlántica este fin de semana en ritmo de campaña. Lo acompañaron las declaraciones de su padre, Franco Macri, quien afirmó en una entrevista con la revista Noticias que Mauricio "tiene la mente de un presidente, pero no el corazón. Es una vocación. Ser presidente de un país es renunciar a su propia vida, y eso es algo que nunca le pediría a un hijo." Después, hizo girar la ruleta y cantó un cero para las apuestas de Mauricio: elogió a La Cámpora como la renovación de la política argentina y postuló a Daniel Scioli como el candidato capaz de garantizar la continuidad del modelo de industrialización.
Acostumbrado a los desplantes paternos, Macri acompañó a su incipiente candidata en la provincia, María Eugenia Vidal, que se cruzó con otro Macri: Jorge. El primo de Mauricio, e intendente de Vicente López volvió a plantear la necesidad de cerrar un acuerdo con Sergio Massa. No aclaró si el entendimiento debería incluir alguna definición para la conformación de una fórmula presidencial común. Hoy eso parece difícil.
En la Ciudad los alfiles del alcalde porteño también se sacaron fichas. Cristian Ritondo, el más peronista de los amarillos, anunció su intención de suceder a su jefe. Horacio Rodríguez Larreta que creyó tener el camino despejado tras la mudanza de Vidal a la provincia no tardó en reaccionar y lo cruzó con ganas.
En el peronismo, cansado de jugar de visitante, Luis Barrionuevo decidió abrir su propio casino en la Feliz en el Hotel Sasso que administra el sindicato de los gastronómicos. Lo hizo el viernes, en las vísperas de la convocatoria que mañana compartirá con el camionero Hugo Moyano.
Por el Sasso pasaron Scioli y Massa, pero esa foto no se podrá replicar el lunes. El gobernador anunció que no será de la partida y la incógnita sobre el tigrense se terminó de develar ayer. Barrionuevo lo contaba en la mesa, pero Massa anunció que no irá pese a que comparte la agenda del sindicalismo. Desde el massismo sostienen que no les aporta nada una foto con Moyano.
En una clásica jugada de verano, el encuentro se anunció como el punto de partida para la unificación de la CGT, y terminó deshilachado y marcado por las ausencias. "Quisieron cobrar un semipleno, pero a duras penas van a llegar a poner una ficha en el cuadro de color", relativizaba el viernes un conocedor del mundo gremial.
El secretario general de la CGT, Antonio Caló, dijo que no será de la partida, argumentó que la unidad no se construye en un asado y soltó que Moyano plantea un escenario apocalíptico que no existe. "Los metalúrgicos tenemos tres hoteles que no dan abasto porque los compañeros se van de vacaciones", sostuvo.
Moyano aspira a recuperar el espacio protagónico que tuvo en el peronismo hasta su ruptura con el kirchnerismo. A juzgar por el éxito de la convocatoria de mañana, esa posibilidad parece cada vez más lejana. Probó con Francisco de Narváez y le salió mal. Intentó con Sergio Massa, pero el tigrense lo gambetea sistemáticamente. Anunció que formaría un partido político pero hasta ahora no lo consiguió. El único decidido a sentarse con el camionero parece José Manuel de la Sota.
Pasó un mes desde que la policía cordobesa abandonó sus funciones para extorsionar al poder político en medio de un reclamo salarial. En aquel diciembre caliente, el gobernador De la Sota no dejó torpeza por cometer. La crisis lo encontró en un free shop. Primero se hizo el duro y cuando los saqueos conmocionaban la provincia pidió ayuda por Twiter al gobierno nacional. Después difundió teléfonos de funcionarios nacionales y buscó justificar su desatino en el enfrentamiento que mantiene con el kirchnerismo. La extorsión se extendió luego a casi todo el territorio nacional.
Treinta días después de aquellas jornadas, familiares de los policías cordobeses amenazaron con volver a protestar frente a la gobernación. Esta vez la reacción fue muy distinta. De la Sota pidió ayuda formalmente, y la llegada de la Gendarmería desarticuló la protesta. ¿Cuántas pérdidas materiales y humanas se podrían haber ahorrado si De la Sota hubiera tomado este camino en diciembre? Responder a esa pregunta es hacer historia contrafáctica. Pero sirve para poner en contexto el juego de algunos sectores de la oposición.
El viernes, un grupo de policías entrerrianos también buscó reflotar la protesta. el gobernador Sergio Urribarri aceptó la postura de la Procuración de la provincia que sostiene que el aumento policial fue obtenido bajo extorsión y que, por lo tanto, es ilegal. La movida del fin de semana fue un fracaso. Más allá de la locura que implica la posibilidad de que un grupo de policías, encargados de hacer cumplir la ley, corten una ruta nacional, el disparate llegó a tal punto que algunos uniformados se sumaron a una protesta de integrantes de la Mesa de Enlace de Entidades Agropecuarias que rechazaban una reforma impositiva diagramada por Urribarri. El objetivo de la reforma era conseguir fondos para hacer frente al aumento de salarios de estatales y policías que dispuso el gobernador.
En el oficialismo también se abrió el juego. En voz baja todavía, son cada vez más los que se animan a expresar sus deseos electorales para 2015. Y surgen candidatos a gobernador, jefe de gobierno y presidente. Algunos lo hacen públicamente. El senador Aníbal Fernández ya dijo que se anota para 2015 y es conocida la postura de Scioli. Carlos Tomada anunció que buscará conducir al peronismo porteño. Otros, por ahora, comentan sus aspiraciones por lo bajo.
Esa movida, inimaginable apenas unos meses atrás puertas adentro del kirchnerismo, parece haber sido habilitada de manera implícita por la ratificación de la presidenta Cristina Fernández de que no tiene aspiraciones electorales para 2015.
Unos y otros deberán saber que para llegar allí primero se deberá transitar este año. Lejos de aquella presunta parálisis que dicen trasunta el silencio de Cristina Fernández, el gobierno se mostró activo en los últimos días. Sergio Berni recorrió Córdoba y Entre Ríos para evitar nuevas protestas policiales. Hernán Lorenzino, hoy a cargo de la unidad de reestructuración de la deuda parece haber pavimentado el camino para un acuerdo con el Club de París por la deuda de 6500 millones de dólares más intereses que se mantiene impaga.
Economía incorporó a los supermercados propiedad de inmigrantes chinos al acuerdo de precios y lo extendió a todo el país, pero esa no será la solución para la creciente inflación que sigue en el centro de la escena, junto a la pérdida de reservas y la escalada del dólar ilegal. Ahí debe estar puesta la mira antes que en la ruleta de 2015.
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Ofertas políticas, deudas y reservas Por Francisco Balázs fbalazs@miradasalsur.com
Mañana, en la ciudad de Mar del Plata, se reunirán los dirigentes sindicales Hugo Moyano y Luis Barrionuevo en lo que se anunciaba como un cónclave sindical y opositor. El objetivo: plantear la reunificación de las CGT y, a su vez, ofrecerse como la pata sindical que dé su apoyo al bloque del peronismo opositor. Entre los invitados a formar parte de la cumbre se destacaba la presencia estelar de Sergio Massa y, más abajo en el ranking, José Manuel de la Sota. La estrafalaria idea habría llegado a su punto más elevado al cursarle una invitación al gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli.
A medida que fueron transcurriendo los días, la presencia de Massa, sin duda la más esperada por Moyano y Barrionuevo, se fue diluyendo. Massa prometía ir acompañado por Roberto Lavagna y Martín Redrado, ferviente admirador de Barrionuevo, a quien considera un ejemplo de dirigente sindical. La presencia de Massa en la reunión fue desalentada por varios de sus propios compañeros de ruta, entre ellos el dirigente del gremio de la Sanidad, Héctor Daer, que declaró que la unidad del movimiento obrero no se discute en un asado de verano. En cuanto al titular de la CGT, Antonio Caló, otro de los invitados para forjar la reunificación sindical ambicionada por la dupla Barrionuevo-Moyano, también desechó amablemente el convite: “No me gusta el asado, prefiero el pescado”. Quienes con seguridad serán de la partida de la reunión en Mar del Plata, son Jerónimo Momo Venegas, de Uatre; Roberto Fernández, de la UTA, y Omar Maturana, de La Fraternidad.
A pesar de las desmentidas, Scioli, Massa y Barrionuevo coincidieron el viernes en la inauguración del casino del Hotel Sasso, del gremio de gastronómicos, en la ciudad de Mar del Plata.
En cuanto a la pretendida cumbre, Barrionuevo y Moyano necesitan más de Massa que éste de ellos. El poder de convocatoria de Hugo Moyano fue perdiendo peso, al menos el que se le auguraba que dispondría para jaquear al gobierno de Cristina Fernández luego de su alejamiento del kirchnerismo. Tras su estrepitoso fracaso electoral en la extraviada alianza que conformó junto a Francisco de Narváez en las elecciones legislativas de octubre, Moyano no dispone de muchas opciones para mantener su ambición de protagonismo sindical y político. Su alianza con Luis Barrionuevo es otra apuesta desesperada. Ambos dirigentes sindicales transitaron en veredas opuestas durante casi veinte años. Mientras Barrionuevo era un defensor a ultranza de las políticas neoliberales del menemismo, Moyano se transformaba, por aquellos años, en un símbolo de la resistencia a las políticas de exclusión, desempleo y pobreza que comenzaban a azotar al país. Todavía resuenan los ecos de los insultos y descalificaciones que se prodigaron mutuamente, aunque ahora, además de desaforados, suenen patéticos. ¿Creerá Moyano, en su empecinamiento opositor, que de una alianza con Massa, la Mesa de Enlace y Barrionuevo saldrá beneficiado el sector de los trabajadores? ¿Creerá que Massa, Redrado y Lavagna trabajarán más y mejor para mejorar la distribución de la riqueza y los salarios?
El despecho es un sentimiento torvo, que corroe a muchos dirigentes que se fueron alejando del kirchnerismo por no haber encontrado satisfechas ciertas ambiciones personales. Las legítimas diferencias que se pueden tener con una fuerza política o con un gobierno, como en este caso, no debieran implicar el abandono de posiciones sostenidas hasta minutos antes de una ruptura. A lo sumo, esas diferencias y críticas se deberían tramitar con un alejamiento y no traicionándose a sí mismos. La política es una construcción que permite encauzar los ideales individuales y colectivos de distintas maneras, tiempos y formas.
Amigos son los amigos. Volviendo a Sergio Massa, su presencia junto a Moyano y Barrionuevo en estos momentos no parecería redituarle demasiado, o al menos no tanto como sus promocionados encuentros con los miembros de la Mesa de Enlace, con quienes viene jugando fuerte a favor de las demandas de las patronales agropecuarias. Massa levantó la apuesta a las claras señales que, en campaña electoral del año pasado, enviaba al sector agroexportador: en una reunión que mantuvieron la semana pasada en una estancia en el Partido de General Madariaga, les prometió acceder a una reducción en las retenciones de granos y al cupo de exportación de trigo.
Quien le compite a Massa en el juego de seducir a las patronales agropecuarias de la Mesa de Enlace es un viejo amigo de ellos, Julio César Cleto Cobos, el que se supo ganar la confianza y les prodigara tamaña alegría y conquista con su voto “no positivo”, pasándose en ese mismo instante del oficialismo a la oposición. La propuesta que les planteó Cobos, también consistente en una disminución gradual de las retenciones, fue pergeñada por Alfonso Prat Gay.
Al día siguiente, Cobos se reunió con Fernando Pino Solanas, con quien lo une el voto a favor de las patronales agropecuarias durante el debate sobre la resolución 125. Según coincidieron ambos, el objetivo de la reunión era convenir propuestas “que den respuesta a una población que se siente desamparada”. En cuanto a la confirmación de una alianza con vista a 2015 prometieron trabajar antes en el armado de un bloque en la cámara de diputados.
En esa misma dirección, y con los mismos deseos, al mismo tiempo que Cobos y Solanas se reunían para “pensar en el país”, en la ciudad de Mar del Plata, quienes no se quedaron atrás en esto de armar reuniones entre las cúpulas partidarias fueron el radical Ernesto Sanz y el socialista FAP Hermes Binner. Allí convinieron en afirmar que, entre ambas fuerzas, existe una concordia que se contrapone con la confusión que reina en el Gobierno Nacional. “Nosotros sí que nos entendemos”, afirmó, entusiasta, Binner.
Algunas reservas. Este breve muestrario del deambular opositor en las primeras semanas del año, a través de sus reuniones y declaraciones, no se dirige a la sociedad, a “los preocupados argentinos que confían en recuperar la República”, como tanto gustan repetir. Sin temor a exagerar, todas las señales que emiten, amplificadas diariamente por los medios de comunicación, postergan al votante, al que los consagró en octubre. Sus mensajes están destinados a enviar señales y seducir a los sectores de poder corporativo, a las patronales, a las estructuras sindicales huérfanas de legitimidad. La disputa ya no es ganarse al electorado sino a los intereses que les aseguren una alianza hacia a un eventual triunfo en 2015. La apuesta es riesgosa, y se parece mucho a la del año 2009, luego del triunfo en las legislativas de aquel año. Los deseos de alianzas y los armados de bloques en la cámara de diputados naufragaron en poco tiempo, resquebrajados por disputas internas que parecen, más allá de las fotos de verano, no haberse superado.
En cuanto al Gobierno Nacional, los desafíos no son pocos. El sector agroexportador, concentrado en las oligopólicas cerealeras por las que pasa el 80% de las exportaciones agropecuarias, es, a esta altura, incompatible con la indispensable autonomía que requiere el país para disponer de las divisas que genera el sector. Quedar rehenes del nivel de especulación con que administran la liquidación de dólares es inviable. Las opciones de intervenir en el sector son complejas y requieren de una comprometida decisión política. El costo de no intentarlo tal vez sea aún mayor.
La centralidad del nivel de reservas del Banco Central, uno de los blancos preferidos de la oposición regida bajo la lógica de la ortodoxia liberal, fue tratado el jueves pasado por el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, al afirmar que si el país no hubiera pagado deuda con reservas, hoy el Banco Central dispondría de 73 mil millones de dólares. El gataflorismo económico y los vaivenes del discurso opositor son notables. Durante años, cuando las reservas no llegaban a los 20 mil millones de dólares, presagiaban que la falta de pago dejaría al país fuera del mundo. Nostálgicos de renegociaciones fraudulentas como el Plan Brady o el megacanje, la cancelación con reservas genuinas es vista como un signo de debilidad. El economista y consultor Miguel Bein, que no suele adherir justamente al Gobierno Nacional, desestimó en los últimos días la visión catastrófica sobre la disminución de las reservas. Hasta el procesado diputado del PRO, el economista especialista en canjes de deuda Federico Sturzenegger reconoció que lo importante no es el nivel de reservas sino la confianza que haya en el país. El remanido elemento confianza que reza el dogma neoliberal esconde razones más complejas que las ingenuas deducciones que se escuchan y repiten a diario para especular con las reservas.
En otra muestra del gataflorismo opositor, ahora demandan la palabra de la Presidenta para que dé muestras de gobernabilidad. Es cierto que la falta de su aparición pública desacomoda hasta a los propios simpatizantes. La voz de Cristina Fernández se escuchará pronto nuevamente. Ya que, aunque lo nieguen, los opositores también la extrañan.
19/01/14 Miradas al Sur
A medida que fueron transcurriendo los días, la presencia de Massa, sin duda la más esperada por Moyano y Barrionuevo, se fue diluyendo. Massa prometía ir acompañado por Roberto Lavagna y Martín Redrado, ferviente admirador de Barrionuevo, a quien considera un ejemplo de dirigente sindical. La presencia de Massa en la reunión fue desalentada por varios de sus propios compañeros de ruta, entre ellos el dirigente del gremio de la Sanidad, Héctor Daer, que declaró que la unidad del movimiento obrero no se discute en un asado de verano. En cuanto al titular de la CGT, Antonio Caló, otro de los invitados para forjar la reunificación sindical ambicionada por la dupla Barrionuevo-Moyano, también desechó amablemente el convite: “No me gusta el asado, prefiero el pescado”. Quienes con seguridad serán de la partida de la reunión en Mar del Plata, son Jerónimo Momo Venegas, de Uatre; Roberto Fernández, de la UTA, y Omar Maturana, de La Fraternidad.
A pesar de las desmentidas, Scioli, Massa y Barrionuevo coincidieron el viernes en la inauguración del casino del Hotel Sasso, del gremio de gastronómicos, en la ciudad de Mar del Plata.
En cuanto a la pretendida cumbre, Barrionuevo y Moyano necesitan más de Massa que éste de ellos. El poder de convocatoria de Hugo Moyano fue perdiendo peso, al menos el que se le auguraba que dispondría para jaquear al gobierno de Cristina Fernández luego de su alejamiento del kirchnerismo. Tras su estrepitoso fracaso electoral en la extraviada alianza que conformó junto a Francisco de Narváez en las elecciones legislativas de octubre, Moyano no dispone de muchas opciones para mantener su ambición de protagonismo sindical y político. Su alianza con Luis Barrionuevo es otra apuesta desesperada. Ambos dirigentes sindicales transitaron en veredas opuestas durante casi veinte años. Mientras Barrionuevo era un defensor a ultranza de las políticas neoliberales del menemismo, Moyano se transformaba, por aquellos años, en un símbolo de la resistencia a las políticas de exclusión, desempleo y pobreza que comenzaban a azotar al país. Todavía resuenan los ecos de los insultos y descalificaciones que se prodigaron mutuamente, aunque ahora, además de desaforados, suenen patéticos. ¿Creerá Moyano, en su empecinamiento opositor, que de una alianza con Massa, la Mesa de Enlace y Barrionuevo saldrá beneficiado el sector de los trabajadores? ¿Creerá que Massa, Redrado y Lavagna trabajarán más y mejor para mejorar la distribución de la riqueza y los salarios?
El despecho es un sentimiento torvo, que corroe a muchos dirigentes que se fueron alejando del kirchnerismo por no haber encontrado satisfechas ciertas ambiciones personales. Las legítimas diferencias que se pueden tener con una fuerza política o con un gobierno, como en este caso, no debieran implicar el abandono de posiciones sostenidas hasta minutos antes de una ruptura. A lo sumo, esas diferencias y críticas se deberían tramitar con un alejamiento y no traicionándose a sí mismos. La política es una construcción que permite encauzar los ideales individuales y colectivos de distintas maneras, tiempos y formas.
Amigos son los amigos. Volviendo a Sergio Massa, su presencia junto a Moyano y Barrionuevo en estos momentos no parecería redituarle demasiado, o al menos no tanto como sus promocionados encuentros con los miembros de la Mesa de Enlace, con quienes viene jugando fuerte a favor de las demandas de las patronales agropecuarias. Massa levantó la apuesta a las claras señales que, en campaña electoral del año pasado, enviaba al sector agroexportador: en una reunión que mantuvieron la semana pasada en una estancia en el Partido de General Madariaga, les prometió acceder a una reducción en las retenciones de granos y al cupo de exportación de trigo.
Quien le compite a Massa en el juego de seducir a las patronales agropecuarias de la Mesa de Enlace es un viejo amigo de ellos, Julio César Cleto Cobos, el que se supo ganar la confianza y les prodigara tamaña alegría y conquista con su voto “no positivo”, pasándose en ese mismo instante del oficialismo a la oposición. La propuesta que les planteó Cobos, también consistente en una disminución gradual de las retenciones, fue pergeñada por Alfonso Prat Gay.
Al día siguiente, Cobos se reunió con Fernando Pino Solanas, con quien lo une el voto a favor de las patronales agropecuarias durante el debate sobre la resolución 125. Según coincidieron ambos, el objetivo de la reunión era convenir propuestas “que den respuesta a una población que se siente desamparada”. En cuanto a la confirmación de una alianza con vista a 2015 prometieron trabajar antes en el armado de un bloque en la cámara de diputados.
En esa misma dirección, y con los mismos deseos, al mismo tiempo que Cobos y Solanas se reunían para “pensar en el país”, en la ciudad de Mar del Plata, quienes no se quedaron atrás en esto de armar reuniones entre las cúpulas partidarias fueron el radical Ernesto Sanz y el socialista FAP Hermes Binner. Allí convinieron en afirmar que, entre ambas fuerzas, existe una concordia que se contrapone con la confusión que reina en el Gobierno Nacional. “Nosotros sí que nos entendemos”, afirmó, entusiasta, Binner.
Algunas reservas. Este breve muestrario del deambular opositor en las primeras semanas del año, a través de sus reuniones y declaraciones, no se dirige a la sociedad, a “los preocupados argentinos que confían en recuperar la República”, como tanto gustan repetir. Sin temor a exagerar, todas las señales que emiten, amplificadas diariamente por los medios de comunicación, postergan al votante, al que los consagró en octubre. Sus mensajes están destinados a enviar señales y seducir a los sectores de poder corporativo, a las patronales, a las estructuras sindicales huérfanas de legitimidad. La disputa ya no es ganarse al electorado sino a los intereses que les aseguren una alianza hacia a un eventual triunfo en 2015. La apuesta es riesgosa, y se parece mucho a la del año 2009, luego del triunfo en las legislativas de aquel año. Los deseos de alianzas y los armados de bloques en la cámara de diputados naufragaron en poco tiempo, resquebrajados por disputas internas que parecen, más allá de las fotos de verano, no haberse superado.
En cuanto al Gobierno Nacional, los desafíos no son pocos. El sector agroexportador, concentrado en las oligopólicas cerealeras por las que pasa el 80% de las exportaciones agropecuarias, es, a esta altura, incompatible con la indispensable autonomía que requiere el país para disponer de las divisas que genera el sector. Quedar rehenes del nivel de especulación con que administran la liquidación de dólares es inviable. Las opciones de intervenir en el sector son complejas y requieren de una comprometida decisión política. El costo de no intentarlo tal vez sea aún mayor.
La centralidad del nivel de reservas del Banco Central, uno de los blancos preferidos de la oposición regida bajo la lógica de la ortodoxia liberal, fue tratado el jueves pasado por el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, al afirmar que si el país no hubiera pagado deuda con reservas, hoy el Banco Central dispondría de 73 mil millones de dólares. El gataflorismo económico y los vaivenes del discurso opositor son notables. Durante años, cuando las reservas no llegaban a los 20 mil millones de dólares, presagiaban que la falta de pago dejaría al país fuera del mundo. Nostálgicos de renegociaciones fraudulentas como el Plan Brady o el megacanje, la cancelación con reservas genuinas es vista como un signo de debilidad. El economista y consultor Miguel Bein, que no suele adherir justamente al Gobierno Nacional, desestimó en los últimos días la visión catastrófica sobre la disminución de las reservas. Hasta el procesado diputado del PRO, el economista especialista en canjes de deuda Federico Sturzenegger reconoció que lo importante no es el nivel de reservas sino la confianza que haya en el país. El remanido elemento confianza que reza el dogma neoliberal esconde razones más complejas que las ingenuas deducciones que se escuchan y repiten a diario para especular con las reservas.
En otra muestra del gataflorismo opositor, ahora demandan la palabra de la Presidenta para que dé muestras de gobernabilidad. Es cierto que la falta de su aparición pública desacomoda hasta a los propios simpatizantes. La voz de Cristina Fernández se escuchará pronto nuevamente. Ya que, aunque lo nieguen, los opositores también la extrañan.
19/01/14 Miradas al Sur
El diálogo y el poder Por Edgardo Mocca
La estrategia política de la derecha argentina tiene tres líneas principales: la desestabilización económica, la erosión de los apoyos gubernamentales en el territorio federal del justicialismo y el desorden en la calle. Las tres líneas se suceden entre sí, convergen y se alimentan mutuamente. Con diferente intensidad y dramatismo, todas convergen en un punto imaginario, el de la creación de un clima de absoluta ingobernabilidad. El núcleo del discurso propiciatorio de la desestabilización no entraña ninguna novedad histórica: la inseguridad (antes se estilaba decir “desorden”), la corrupción y la bancarrota económica fueron el decorado retórico de todas las usurpaciones cívico-militares dirigidas a cuidar los intereses de los grupos más poderosos del país. Hasta aquí, la novedad más importante es la voluntad política del Gobierno, ya bastante extendida en el tiempo, de mantener no solamente un rumbo político sino un discurso que no hace concesiones en las cuestiones cardinales que conciernen a ese rumbo.
Con aire de inocencia, ciertos analistas pretendidamente independientes “aconsejan” al Gobierno que modifique sus políticas y sugieren que ese cambio traería la tan ansiada paz social. Ninguna de las experiencias históricas relativamente recientes autoriza esa expectativa: las concesiones de los gobiernos de origen popular a la derecha siempre han sido el prólogo de su debilitamiento progresivo, su aislamiento y su caída. A esta altura parece claro que no será ése el curso de los acontecimientos actuales y ésa parece ser la fuente de la visible exasperación del bloque desestabilizador. Los grupos mediáticos dominantes han abandonado cualquier racionalidad que los aleje de su obsesión política, la recuperación en los tiempos más cortos y en las formas que sean necesarias del poder político para el establishment económico del país. Ni las formas ni los tiempos son indiferentes: de lo que se trata no es de vencer eventualmente a un partido de gobierno, sino desplazarlo de tal modo que pase mucho tiempo hasta que a alguna otra fuerza política se le ocurra repetir el desafío a los poderes establecidos.
La índole de los malestares –las chispas con las que se pretende iniciar el incendio– es muy variada. Como en el caso de la actual crisis en la distribución de la energía eléctrica en la ciudad y el conurbano bonaerense, sus raíces tocan algunos nervios sensibles de la estructura económica que diseñó el neoliberalismo en el país. No es por una catástrofe natural que tenemos empresas privadas al frente de esa distribución; claro que el control que ha ejercido el Estado se muestra claramente insuficiente, lo que no alcanza para opacar que son las privatizaciones de los años noventa, y las formas contractuales bajo las que se desarrolló, tributarias de la atmósfera político-cultural antiestatista de la época, las que están en la base del problema actual. También la cuestión de las fuerzas policiales nacionales y provinciales es un viejo problema, cuyas huellas más directas llevan a la época de la dictadura; la democracia, incluidos los últimos gobiernos, no ha encarado –más que en formas episódicas y siempre inconclusas– un proyecto serio de reestructuración policial. Sin embargo, la necesaria crítica de esas insuficiencias no puede ignorar la fuerza histórica y estructural que adquirieron los cambios en este país, a partir de la dictadura instalada en 1976. Es una fuerza que se expresa en la configuración del poder económico, en su concentración, centralización y extranjerización, en la estructura de la tenencia y el uso de la tierra, en el peso del mundo financiero en la actividad económica. Pero se expresa también en el debilitamiento de las estructuras sindicales, en el desprestigio de la política y, sobre todo, en el peso históricamente desconocido entre nosotros que adquirió la cultura hiperindividualista en todos los aspectos de la vida social. Claramente se trata de transformaciones que no son patrimonio exclusivo de los argentinos; han atravesado el mundo desde mediados de la década del setenta del siglo pasado y el proyecto político que las sustentó sigue ejerciendo la hegemonía global, aun en condiciones de una grave crisis sistémica.
Es muy interesante cómo las fuerzas sociales y culturales que impulsaron durante décadas esa reconfiguración raigal de la sociedad argentina utilizan las dramáticas consecuencias que acarreó como argumentos en contra de un gobierno al que consideran, con mucha razón, su enemigo. Los problemas del sistema de transporte ferroviario, destruido con premeditación y alevosía en los años noventa, se presentan, por ejemplo, como actas de acusación contra el gobierno actual. Claro que la perduración de los problemas opera como una señal de los límites actuales y de las demandas que esos problemas proyectan hacia el futuro. Pero no es ése, naturalmente, el espíritu y el sentido político de las actuales campañas de hostigamiento antigubernamental al que asistimos de modo permanente y con intensidad creciente desde hace por lo menos siete años. Luce muy elegante el discurso crítico realizado desde veredas que se autodefinen como “progresistas” y no faltan en ese terreno aportes lúcidos sobre los problemas no resueltos. Pero la política no es una suma aritmética o algebraica de enunciados críticos y plataformas de “solución” a los problemas. No parece muy eficaz un pensamiento con pretensiones críticas que se abstiene de considerar cómo se manifiesta la lucha por el poder, esa que no se propone escribir buenos documentos críticos sino gobernar al país realmente existente. ¿Puede pensarse seriamente que la disyuntiva política en la Argentina es hoy la que enfrenta al actual proyecto político en curso con un bloque político-cultural más avanzado y enérgico en la voluntad transformadora? Aceptemos hipotéticamente que esto pudiera ser pensado así; se abren entonces varios interrogantes: cuáles son las fuerzas sociales que lo impulsarían, cuál sería en esas circunstancias la posición de los poderes fácticos que hoy bombardean al Gobierno, aun con insuficiencias fáciles de reconocer, cómo se modificaría la correlación de fuerzas sin enfrentar a esos poderes y practicando una política de “diálogo y reconciliación”.
El diálogo que suelen proponer los sectores de oposición es un diálogo que deja afuera la cuestión del poder. Y termina siendo, valga el juego de palabras, un diálogo sin poder: el poder está fuera del diálogo. Se presupone la existencia de una práctica llamada “políticas públicas” que conforma un territorio de dilucidación técnica: hay problemas y hay soluciones, todo lo demás es ideologismo estéril. Desde otra perspectiva: hay derechos de las personas y hay un aparato, el Estado, que es una empresa proveedora de derechos. Es la manera de pensar la política propia del neoliberalismo, incluida alguna vertiente que viene de tradiciones avanzadas. La sola mención de la palabra hegemonía produce escándalo en el neoliberalismo de derecha y de “izquierda”. Es una antigüedad ideológica, cuya sola evocación convoca a los demonios de la intolerancia, el autoritarismo y la violencia. Solamente diálogo, entonces. No se sabe cómo se definen los eventuales desacuerdos,como no sea por los mecanismos hoy vigentes de la soberanía popular. Menos aún se sabe qué pasa si los resultados de ese diálogo no les satisfacen a los sectores del complejo agro-financiero-mediático que hoy articula el ataque contra este gobierno. Tal vez se crea que, impactados por el alto nivel de convivencia política alcanzado, esos sectores se avengan, ¡por fin!, a aceptar pacíficamente el dictado de la política aunque afecte sus intereses.
Hay, sin embargo, un diálogo posible, aunque su futuro no esté asegurado. Es el diálogo que parte de la premisa de que hay una importante franja de la sociedad que no forma parte orgánica ni de las fuerzas que apoyan al Gobierno ni de las que lo sabotean, pero que quiere seguir viviendo en democracia y no quiere ser utilizado como herramienta de planes desestabilizadores. Es un sector que no quiere la violencia institucional –como la que se desarrolló hace unos días en el partido de San Isidro contra un grupo de militantes que pasaba cine para los chicos en una plaza– y que rechaza la especulación y el desabastecimiento como armas políticas. Si ese sector realmente existiera –así parecen insinuarlo las grandes oscilaciones de las preferencias entre elección y elección y así es la forma de pensar en la que está sustentada la democracia– sería necesaria una discusión entre los que sostienen el actual proyecto político sobre cómo generar una comunicación dialógica que los incluya. Es justamente a debilitar la relación del Gobierno con este sector donde se dirige el fuego principal de las agencias desestabilizadoras. La concepción de una política de trincheras que separan entre sí a minorías intensas es lo contrario de lo que necesita una política transformadora. Es una mirada maniquea y estancada del mundo.
Los recientes cambios de gabinete y la modificación de ciertos estilos de gobierno parecen indicar el reconocimiento de la necesidad de ese diálogo. No estaría mal la exploración de iniciativas políticas que apunten a darle forma. Eso contribuiría a aislar a los halcones de la derecha mediático-política.
19/01/14 Página|12
Con aire de inocencia, ciertos analistas pretendidamente independientes “aconsejan” al Gobierno que modifique sus políticas y sugieren que ese cambio traería la tan ansiada paz social. Ninguna de las experiencias históricas relativamente recientes autoriza esa expectativa: las concesiones de los gobiernos de origen popular a la derecha siempre han sido el prólogo de su debilitamiento progresivo, su aislamiento y su caída. A esta altura parece claro que no será ése el curso de los acontecimientos actuales y ésa parece ser la fuente de la visible exasperación del bloque desestabilizador. Los grupos mediáticos dominantes han abandonado cualquier racionalidad que los aleje de su obsesión política, la recuperación en los tiempos más cortos y en las formas que sean necesarias del poder político para el establishment económico del país. Ni las formas ni los tiempos son indiferentes: de lo que se trata no es de vencer eventualmente a un partido de gobierno, sino desplazarlo de tal modo que pase mucho tiempo hasta que a alguna otra fuerza política se le ocurra repetir el desafío a los poderes establecidos.
La índole de los malestares –las chispas con las que se pretende iniciar el incendio– es muy variada. Como en el caso de la actual crisis en la distribución de la energía eléctrica en la ciudad y el conurbano bonaerense, sus raíces tocan algunos nervios sensibles de la estructura económica que diseñó el neoliberalismo en el país. No es por una catástrofe natural que tenemos empresas privadas al frente de esa distribución; claro que el control que ha ejercido el Estado se muestra claramente insuficiente, lo que no alcanza para opacar que son las privatizaciones de los años noventa, y las formas contractuales bajo las que se desarrolló, tributarias de la atmósfera político-cultural antiestatista de la época, las que están en la base del problema actual. También la cuestión de las fuerzas policiales nacionales y provinciales es un viejo problema, cuyas huellas más directas llevan a la época de la dictadura; la democracia, incluidos los últimos gobiernos, no ha encarado –más que en formas episódicas y siempre inconclusas– un proyecto serio de reestructuración policial. Sin embargo, la necesaria crítica de esas insuficiencias no puede ignorar la fuerza histórica y estructural que adquirieron los cambios en este país, a partir de la dictadura instalada en 1976. Es una fuerza que se expresa en la configuración del poder económico, en su concentración, centralización y extranjerización, en la estructura de la tenencia y el uso de la tierra, en el peso del mundo financiero en la actividad económica. Pero se expresa también en el debilitamiento de las estructuras sindicales, en el desprestigio de la política y, sobre todo, en el peso históricamente desconocido entre nosotros que adquirió la cultura hiperindividualista en todos los aspectos de la vida social. Claramente se trata de transformaciones que no son patrimonio exclusivo de los argentinos; han atravesado el mundo desde mediados de la década del setenta del siglo pasado y el proyecto político que las sustentó sigue ejerciendo la hegemonía global, aun en condiciones de una grave crisis sistémica.
Es muy interesante cómo las fuerzas sociales y culturales que impulsaron durante décadas esa reconfiguración raigal de la sociedad argentina utilizan las dramáticas consecuencias que acarreó como argumentos en contra de un gobierno al que consideran, con mucha razón, su enemigo. Los problemas del sistema de transporte ferroviario, destruido con premeditación y alevosía en los años noventa, se presentan, por ejemplo, como actas de acusación contra el gobierno actual. Claro que la perduración de los problemas opera como una señal de los límites actuales y de las demandas que esos problemas proyectan hacia el futuro. Pero no es ése, naturalmente, el espíritu y el sentido político de las actuales campañas de hostigamiento antigubernamental al que asistimos de modo permanente y con intensidad creciente desde hace por lo menos siete años. Luce muy elegante el discurso crítico realizado desde veredas que se autodefinen como “progresistas” y no faltan en ese terreno aportes lúcidos sobre los problemas no resueltos. Pero la política no es una suma aritmética o algebraica de enunciados críticos y plataformas de “solución” a los problemas. No parece muy eficaz un pensamiento con pretensiones críticas que se abstiene de considerar cómo se manifiesta la lucha por el poder, esa que no se propone escribir buenos documentos críticos sino gobernar al país realmente existente. ¿Puede pensarse seriamente que la disyuntiva política en la Argentina es hoy la que enfrenta al actual proyecto político en curso con un bloque político-cultural más avanzado y enérgico en la voluntad transformadora? Aceptemos hipotéticamente que esto pudiera ser pensado así; se abren entonces varios interrogantes: cuáles son las fuerzas sociales que lo impulsarían, cuál sería en esas circunstancias la posición de los poderes fácticos que hoy bombardean al Gobierno, aun con insuficiencias fáciles de reconocer, cómo se modificaría la correlación de fuerzas sin enfrentar a esos poderes y practicando una política de “diálogo y reconciliación”.
El diálogo que suelen proponer los sectores de oposición es un diálogo que deja afuera la cuestión del poder. Y termina siendo, valga el juego de palabras, un diálogo sin poder: el poder está fuera del diálogo. Se presupone la existencia de una práctica llamada “políticas públicas” que conforma un territorio de dilucidación técnica: hay problemas y hay soluciones, todo lo demás es ideologismo estéril. Desde otra perspectiva: hay derechos de las personas y hay un aparato, el Estado, que es una empresa proveedora de derechos. Es la manera de pensar la política propia del neoliberalismo, incluida alguna vertiente que viene de tradiciones avanzadas. La sola mención de la palabra hegemonía produce escándalo en el neoliberalismo de derecha y de “izquierda”. Es una antigüedad ideológica, cuya sola evocación convoca a los demonios de la intolerancia, el autoritarismo y la violencia. Solamente diálogo, entonces. No se sabe cómo se definen los eventuales desacuerdos,como no sea por los mecanismos hoy vigentes de la soberanía popular. Menos aún se sabe qué pasa si los resultados de ese diálogo no les satisfacen a los sectores del complejo agro-financiero-mediático que hoy articula el ataque contra este gobierno. Tal vez se crea que, impactados por el alto nivel de convivencia política alcanzado, esos sectores se avengan, ¡por fin!, a aceptar pacíficamente el dictado de la política aunque afecte sus intereses.
Hay, sin embargo, un diálogo posible, aunque su futuro no esté asegurado. Es el diálogo que parte de la premisa de que hay una importante franja de la sociedad que no forma parte orgánica ni de las fuerzas que apoyan al Gobierno ni de las que lo sabotean, pero que quiere seguir viviendo en democracia y no quiere ser utilizado como herramienta de planes desestabilizadores. Es un sector que no quiere la violencia institucional –como la que se desarrolló hace unos días en el partido de San Isidro contra un grupo de militantes que pasaba cine para los chicos en una plaza– y que rechaza la especulación y el desabastecimiento como armas políticas. Si ese sector realmente existiera –así parecen insinuarlo las grandes oscilaciones de las preferencias entre elección y elección y así es la forma de pensar en la que está sustentada la democracia– sería necesaria una discusión entre los que sostienen el actual proyecto político sobre cómo generar una comunicación dialógica que los incluya. Es justamente a debilitar la relación del Gobierno con este sector donde se dirige el fuego principal de las agencias desestabilizadoras. La concepción de una política de trincheras que separan entre sí a minorías intensas es lo contrario de lo que necesita una política transformadora. Es una mirada maniquea y estancada del mundo.
Los recientes cambios de gabinete y la modificación de ciertos estilos de gobierno parecen indicar el reconocimiento de la necesidad de ese diálogo. No estaría mal la exploración de iniciativas políticas que apunten a darle forma. Eso contribuiría a aislar a los halcones de la derecha mediático-política.
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