domingo, 19 de enero de 2014

El poeta, el dólar y los golpes en la vida

Por Mempo Giardinelli

Como si no fueran suficientes los 40 grados ya habituales, en el hirviente verano porteño hay gente especializada en recalentar los ánimos echando leña al fuego sin cesar y como para que el país camine una vez más hacia confrontaciones en las que no ganará nadie y perderán todos, excepto los grupos concentrados que siempre han tenido la sartén por el mango y el mango también, como decía la inolvidable María Elena Walsh.

Es curioso que esto suceda justo cuando la sociedad argentina lamenta la pérdida del poeta Juan Gelman, vate de excelencia y reconocimiento universal que, sin embargo, ya ha sido mediáticamente cuestionado por típicos compatriotas de esos que siempre buscan pelos en la leche. Y sucede, además, justo a la par de la declaración por parte del Poder Ejecutivo de tres días de duelo nacional con bandera a media asta, gesto inusual que entraña una valoración que trasciende la figura y la obra de Gelman. Porque no es común en la historia de este país que un literato, un intelectual, sea honrado de forma semejante. Y más aún considerando que en vida fue no sólo un enorme poeta –en otro registro pero no inferior a Borges– sino también un militante político de izquierdas, que pasó por el Partido Comunista en su juventud, y en su madurez por el peronismo revolucionario y la dirigencia de Montoneros. Y quien fue, además, un luchador ejemplar por la causa de los derechos humanos en la búsqueda de sus familiares desaparecidos durante la dictadura.

Independientemente de la valoración humana, literaria y política que se haga de Gelman, no deja de ser impresionante el gesto del Gobierno, sobre todo en momentos en que las aguas de esta nación se ven turbias y los calores extremos sofocan espíritus como nunca antes. Claro que el horno en que se ha convertido la vida porteña no depende solamente del fenómeno climático que se conoce como calentamiento global. Al incendio que es la vida cotidiana colaboran también agentes típicamente argentinos, porteños y con fuertes y claros intereses de clase.

Expertos en recalentar la vida diaria, logran que este enero tenga como tema casi excluyente la cotización del dólar. O mejor dicho, la desmesura del supuesto valor de la divisa norteamericana, que al cierre de esta edición giraba en torno de los 12 pesos, un monto que delata la ferocidad de un pequeño mercado perverso que más allá de consideraciones económicas deviene, lisa y llanamente, instrumento de desestabilización. O dicho más claro, factor golpista.

No es exagerado decirlo, aunque algunas buenas almas puedan pensarlo. El golpismo en la Argentina estuvo siempre vinculado con frustraciones, y en este caso es palpable la de sectores que, a la vista del fortalecimiento de la democracia y sus instituciones, no podrían alcanzar jamás el poder político por vías constitucionales. Eso los hace inventar recursos innobles, como cuando un ajedrecista que está perdiendo la partida opta por patear el tablero. Siempre ha sido así, de igual modo que siempre este tipo de aseveraciones ha sido negada.

En el caso argentino son innumerables los episodios por el estilo que vivimos en los viejos tiempos, cuando era relativamente fácil convencer generales para que encabezaran golpes de Estado, civiles para que pusieran la cara y sacerdotes para que los bendijeran. Pero hoy todo ha cambiado y esos, felizmente, son sólo recursos del pasado.

Sin embargo, se sabe, el pasado siempre vuelve, al menos en algunas cuestiones. Y es lo que está sucediendo en la Argentina, por lo menos desde la crisis del también caliente verano de 2009. Cuando se vio que lo verdaderamente insoportable para esos grupos poderosos y borrachos de impunidad mediática es que se enfrentan a un gobierno que más allá de errores mantiene un nivel de iniciativa excepcional, como ningún otro en mucho tiempo. La toma de decisiones por parte del kirchnerismo es constante. Se podrá acordar o no en esto o en aquello, se podrá desinformar y se podrá mentir, pero no hay día sin que se hagan anuncios de obras, propuestas de leyes, inversiones. Y no se sostienen las tonterías acerca de si la Presidenta habla mucho o ahora no habla, ni las necias especulaciones acerca de una conducción más que obvia.

El golpe es, entonces y una vez más, la cuestión. Como en 2009 y como en cada uno de los cinco últimos años, el accionar de la colmena de desestabilizadores se basa en una imaginación calvinista, azuzada por el poder mediático y desenfrenada como si sus actores estuviesen enviagrados –valga el neologismo– o directamente drogados.

¿Que este texto exagera? Ni ahí, como dicen los chicos. Basta ver el “mercado” de divisas y su frenesí al alza, que no se condice con el estado real del país ni con los niveles de producción y de consumo.

Por eso ya se ve en el horizonte la próxima movida: los anuncios de sectores del llamado “campo” –inapropiada autodesignación como antónimo de una innominada “ciudad”– que ya se pintan las caras para librar nuevas batallas en contra de retenciones. Velan sus armas (tractores, granos retenidos, periodistas todo servicio) para recalentar el regreso de millones de argentinos de sus vacaciones. Como si no les alcanzaran los privilegios y las extraordinarias riquezas que acumularon en los últimos años, ellos sí que van por más. Es el poder lo que buscan, el añorado poder que tuvieron en otros tiempos, y para eso necesitan desplazar del poder al kirchnerismo, que ya se verá si está tan débil como parece por momentos o si todavía es capaz de marcar agenda y mantener la iniciativa política.

La muerte de un poeta deja, sobre toda sociedad y como ha sido siempre en la Historia, un sello estético que resulta marca de época. El dólar, siempre en la Argentina, es el más eficaz recurso desestabilizador de la vida de la ciudadanía. El golpe es la más infame acción antidemocrática. Y la negación del golpe, una vez más y como siempre, puede ser un inconsciente modo del suicidio político.

19/01/14 Página|12
 

Entrevista. Ricardo Aronskind. Economista “La derecha busca un 2001 a la inversa” Por Julián Blejmar politica@miradasalsur.com


Para el investigador Ricardo Aronskind de la Universidad Sarmiento, las actuales dificultades económicas se relacionan con la ausencia de algunos cambios estructurales y con la presión de un sector de la derecha que busca volver a imponer políticas regresivas.

La Universidad Nacional de General Sarmiento fue la primera en Argentina en desarrollar una carrera de economía cuyos contenidos desplazaron del centro curricular al paradigma neoliberal. Desde su área de Estudios Políticos, Ricardo Aronskind –que cuenta con una licenciatura en Economía por la UBA y una Maestría en Relaciones Internacionales por la Flacso– se desempeña como investigador y docente de política económica, bajo la premisa de que ambas prácticas se encuentran íntimamente ligadas. Por eso, durante la entrevista que mantuvo con Miradas al Sur, contextualizó permanentemente el análisis del ciclo económico kirchnerista dentro del contexto político y de relación de fuerzas que le tocó vivir a este movimiento, sobre el que señala que “no es de ninguna manera chavismo ni socialismo del siglo XXI”, pero tampoco “la subordinación ideológica colonizada al pensamiento global”. Así, lo define como situado “en un punto intermedio y difícil”, y detalla que “el kirchnerismo no tuvo en lo económico una vocación de cambio estructural sistemático y generalizado, pero al mismo tiempo es una ruptura significativa con el neoliberalismo. Esto lo discuto con mucha gente de izquierda, que no entiende el significado de haber sacado al FMI de la política económica argentina, de haber roto esta alianza de décadas entre una fracción de la burguesía argentina y los organismos financieros internacionales, abriendo un margen de maniobra para el Estado Nacional, lo cual fue el punto central de la disputa de estos años”. Consultado sobre la posibilidad de que, debido a la alta inversión extranjera en las empresas, se trate de un neodesarrollismo, Aronskind señala que “en algunas cosas es más que el desarrollismo y en otras menos. En los discursos de Arturo Frondizi, se puede ver un concepto muy claro de la importancia de la industrialización sofisticada, algo que en el kirchnerismo no estuvo presente, ya que se buscó que la industria crezca y engorde, sin distinguir sectores, prioridades o estrategias. Pero al mismo tiempo, al kirchnerismo le tocó una situación complicadísima por el endeudamiento externo y la desorganización del Estado, por lo que tuvo que hacer un fuerte combate, en el que a diferencia de Frondizi logró resistir en el poder, lo cual es una de las razones por las que entra en la historia”.

–¿Observa diferencias entre la gestión económica de Néstor Kirchner y de Cristina Kirchner?
Los primeros cuatro años de Néstor son de un keynesianismo básico, de fuerte incremento del gasto público social y en infraestructura, donde hubo un importante crecimiento económico, pero sin transformación cualitativa del aparato productivo, es decir, manteniendo un modelo en gran parte heredado del neoliberalismo. Apenas asume Cristina, tiene el brutal conflicto con las corporaciones agropecuarias y le estalla la crisis mundial, con el cual su misión era evitar que se hunda la economía, sobre todo teniendo en cuenta que los empresarios locales ya buscaban generar despidos masivos. El Gobierno logró pasar esta situación, sacó la economía con más gasto público y ahí se terminó el superávit fiscal. Pero comenzaron a aparecer los problemas estructurales que Néstor ni si quiera se planteó resolver, se empezó a complicar el frente externo, el sistema previsional se hundía con las crisis internacional, e YPF hundía el sector externo por el desastre que hizo Repsol. A todo ello debió hacerle frente Cristina.

–¿Entre el anterior gobierno de la Presidenta y el actual, observa también diferencias significativas?
–En su segundo mandato, Cristina empieza a hacer referencia a la “sintonía fina” que es una forma elegante de decir que hay cosas que no están bien, como la política de subsidios un tanto indiscriminada, o los pocos avances en la sustitución de importaciones, con sectores como el automotriz o el de Tierra del Fuego que son enormes gastadores de divisas, más allá de que es cierto que la sustitución de importaciones es un proceso largo y complejo, que no se hace de un día para el otro. Tampoco había avanzado la integración económica regional, aunque por responsabilidad de Brasil, que lamentablemente tiene una política conservadora, lo que lo llevó a pagar una tasa exorbitante del 13,4% para obtener crédito financiero internacional, pese a ser el niño mimado del establishment. Además, cuando Cristina busca hacer cambios estructurales, muchos de los aliados circunstanciales se empezaron a ir. Esto se ve en la conducta de los sindicatos, los partidos políticos teóricamente de centroizquierda, y la dirigencia empresarial y agropecuaria. También, se enfrenta con una derecha que está buscando protagonizar un 2001 al revés, es decir, que ese movimiento popular que desplazó a esta derecha, sufra una conmoción que permita sacar al kirchnerismo del poder. Raúl Alfonsín termina así, con un sector privado que saca y retiene los dólares en el momento adecuado. Hoy en día hay igualmente instrumentos para manejar la situación macroeconómica, y me parece bueno haber centralizado la economía en Axel Kicillof, en lugar de tantas cabezas que no siempre funcionaban armónicamente.

–¿La falta de aliados hizo que efectivamente parte de la herencia neoliberal no fuera modificada?
–Hubo también falta de planificación, de construcción de un Estado que no sólo se plantee objetivos sino que sea además eficaz en sus procedimientos, pero claramente una ausencia de aliados. La apuesta del kirchnerismo fue reconstruir una burguesía nacional al estilo gelbardiano, y las experiencias de introducir esta supuesta burguesía nacional, por ejemplo con el Grupo Petersen, de la familia Eskenazi en YPF, terminaron en fracasos, porque este empresariado sólo piensa en maximizar su capital, sin ningún interés por el país, exceptuando contadas excepciones como el Grupo de Grobocopatel, que invierte en desarrollo científico, o el de Eurnekian, que instaló en Chascomús un polo de chips. Pero hay que buscarlos con lupa, y no te aparece una masa crítica de 120 empresarios que apuestan por el país, sino que boicotean todo lo que sea construir Estado, pero al mismo tiempo tampoco buscan hacer una especie de reemplazo, prestando servicios privados eficientes. Me parece que el camino está en seguir buscando a ese empresariado innovador y moderno, y apoyar sólo a esos, no a todos indiscriminadamente. Lo que ahora está claro, es que en Argentina sólo el Estado puede invertir en ciencia y tecnología, o es el Estado o es casi nadie, por eso me parece muy interesante la apuesta del Gobierno por fortalecer esta área.

–¿A qué se debe que no haya aparecido de forma significativa esa burguesía nacional?
–El país cambio mucho del ’73 a la actualidad, el neoliberalismo no sólo arrasó con la estructura económica, sino con la cultura e ideología del empresariado y la sociedad. El proyecto kirchnerista es para los industriales, pero muchos ni siquiera salieron a defender al Gobierno frente al embate por la 125. Y además, cuando hablamos del empresariado en la Argentina, hay que tener en cuenta de las 500 mayores empresas, el 70% son extranjeras, y el 30% está en gran parte nucleada en la Asociación Empresaria Argentina (AEA) que sólo piensa en maximizar su capital y advertir contra el peligro chavista. Y el empresariado pyme es débil. Eso, por no hablar del sector rural, donde tal vez haya gente más progresista en la Federación Agraria, pero Alfredo Buzzi continua ahí, y la Mesa de Enlace sigue con ese discurso de Sociedad Rural ampliada, esto de país para venderle granos al mundo, sin pagar impuestos y con un Estado mínimo, más allá de que ahora los asesoraron e incorporaron el discurso de los “pobres”. No tenemos una burguesía como la norteamericana, la francesa, la inglesa o la alemana, la nuestra es incapaz de pensar un proyecto de país que no tenga que ver con maximizar sus rentabilidades.

–¿Qué opinión tiene sobre los recientes acuerdos con el Banco Mundial, las empresas litigantes en el Ciadi y Repsol o los que en su momento realizó YPF con Chevrón?
–Me causa gracia la gente que vive en un mundo binario donde todo es neoliberalismo o revolución, la realidad es mucho más gris, creo que la conducción política sigue teniendo clara la idea de soberanía nacional, pero estamos en un momento complicado en el tema de divisas, por lo que nos conviene aflojar las tensiones en ese sentido, y rehabilitar cierto crédito productivo, no financiero, para fortalecer actividades nacionales. El Gobierno rechazó recientemente un crédito de 5.000 millones de dólares a una tasa exorbitante del 15%, y eso demuestra que no se está dispuesto a tomar cualquier endeudamiento. Creo que justamente la mala fama que le hicieron a Argentina tiene que ver con esta postura de no reendeudar al país, y eso es una línea muy gruesa en la política, ya que yo dividiría a las propuestas políticas en reendeudadoras y no re-endeudadoras. La primera implica un festival de consumo en la clase media, con los heridos y muertos que deja después, y la otra es defender la soberanía nacional. Y me preocupa la situación, porque adentro del kirchnerismo también hay algunos oportunistas que buscan ese endeudamiento, por no hablar de la oposición, porque puedo distinguir a Claudio Lozano, pero Pino Solanas y el radicalismo ya no sé que pretenden.

Visión global. A raíz de su formación y labor profesional, Aronskind posee también un profundo conocimiento sobre el estado de la economía mundial y su relación específica con la Argentina. En este sentido, señala que el menor crecimiento pronosticado para Brasil y China “va a afectar claramente a nuestro país, lo ideal sería reaccionar yendo hacia nuevos mercados, países dinámicos de África o del este europeo. Pero como en muchas otras cosas, tiene que haber una política más sistemática y planificada, que forme parte de una estrategia nacional, disminuyendo esta inercia de mirar a Estados Unidos y Europa, porque se nos pasa la India y Asia central. No es fácil por temas de distancia e idioma, pero apostar a abrir mercados es fundamental”.

–¿Concuerda con quienes plantean que la crisis de los países centrales ya llegó a su fin?
–Dudo mucho de que haya una recuperación real, creo que hay una manipulación gigante, incluso con información oculta sobre el estado catastrófico de bancos, empresas, y particulares, bajo una operación empresarial-mediática. Paul Krugman y Joseph Stiglitz señalan muchos puntos débiles en la economía norteamericana, como las trabajas de los republicanos para subir el gasto público. Robert Reich, quien fue ministro de Trabajo de Bill Clinton afirma que el mercado laboral norteamericano no está recuperado en absoluto, –en diciembre sólo se crearon 76.000 puestos de trabajo, lo que es nada–, y con salarios muy bajos, muchos de ellos por debajo de línea de pobreza. La masa monumental de dinero que emitió Estados Unidos modificó la situación especulativa financiera y cambio algunos índices, pero el cambio no pasa por el lado de la economía real, de la producción. La apuesta hoy parece ser que se contagie el optimismo entre los inversores, antes que modificar aspectos estructurales de la economía real.

–¿Qué perspectivas ve a futuro?
–Pareciera que no se agotó esta situación de crecimiento en Asia, América latina y parte de África, y paralelo estancamiento de Estados Unidos y Europa. Hay un rebalanceo de las dimensiones económicas en el mundo, aunque tengo dudas sobre si los chinos se apropiarán de ese progreso, porque una parte fundamental del boom chino son las multinacionales occidentales, que apropian de gran parte del valor agregado de la producción de ese país. De todas formas, China tiene un proyecto nacional de transformarse en nación desarrollada, lo cual se ve en el esfuerzo que hacen en materia tecnológica y productiva, ellos quieren aprender a hacer, no sólo a fabricar bajo las órdenes de una multinacional. De todas formas, no me apresuraría a predecir la decadencia norteamericana, porque tal como lo señala Samir Amin, Estados Unidos tiene algunas cartas fundamentales en su poder, como el poderío militar, la capacidad tecnológica, financiera, cultural, idiomática y diplomática. Creo que la mayor debilidad de Estados Unidos no viene desde afuera sino desde adentro, como los ultraconservadores del Tea Party, ellos son un enemigo extraordinario de los Estados Unidos, lo pueden hundir en el subdesarrollo, ya hay diputados que hablan de cerrar la Nasa porque representa mucho gasto.

Tres nuevas acciones por el dólar
Por Julián Blejmar
politica@miradasalsur.com

Panorama económico.

El valor del dólar y el monto de las reservas volvieron a ser los temas dominantes de la semana económica, debido al aumento en la cotización en el primer caso y al hecho de que se haya perforado el piso de los 30.000 millones de dólares en el segundo. En efecto, durante la semana el dólar oficial subió de 6,68 a 6,80 pesos, mientras que el paralelo aumentó del 10,79 a 11,90 pesos, subiendo su brecha a casi un 75% en relación al dólar oficial. Mientras tanto, el Banco Central cerró la semana con 29.758 millones de dólares de reservas, es decir, 391 millones de dólares menos que los 30.149 millones con los que contaba a inicios de la misma.

Son varios los factores que explican la fiebre por el dólar que se está viviendo durante este verano, pero difícil dilucidar en qué medida influye cada uno de ellos.

Entre los principales, se pueden mencionar las bajas liquidaciones del sector agropecuario, que retienen millones de toneladas de granos a la espera de una mejor cotización del dólar oficial. Esto implica una menor cantidad de dólares para ofertar al mercado. Paralelamente, empresas e importadores buscan realizar con celeridad sus compras en el exterior, bajo la premisa que la sostenida suba del dólar las encarecerá en el futuro.
Otra de las razones que propicia la suba, es la alta demanda del sector turístico que vacaciona en el exterior.
Desde la teoría neoliberal, también se adjudica la suba a la emisión monetaria de pesos, aunque no se explica por qué, con niveles mayores y menores de emisión durante los últimos años, (2007, 24% de expansión de la base monetaria; 2008, 10%; 2009, 12%; 2010, 31%; 2011, 39%; 2012 38%, y 2013 37%) el dólar no fluctuó como en la actualidad.

También, aunque es difícil precisar en qué medida, pueden encontrarse maniobras desestabilizantes. Según señaló a Infonews el prestigio economista del Plan Fénix de la UBA, Abraham Gak, además de la demanda por el turismo, “puede ser que realmente estemos frente a un golpe de mercado, que ya tenemos alguna experiencia en nuestra historia”.

Todo este cuadro incidió en la caída de reservas del Banco Central, que debió desprenderse de millones de dólares para sostener la cotización del dólar oficial, proveer al turismo en el exterior, abonar los vencimientos de deuda contraídas por anteriores gobiernos y de títulos públicos, y financiar la importación de energía junto a la de otros insumos. Pero además, no pudo obtener divisas provenientes de la exportación del sector agropecuario, ya que, como se mencionó, el mismo se encuentra especulando fuertemente con la futura suba del dólar.

Con el objetivo de revertir este cuadro, las acciones del Gobierno se concentraron durante la semana en tres nuevas acciones. Por un lado, se lanzó un canje voluntario para que los tenedores del bono en pesos Bonar 2014 que vence a fin de mes reciban, en lugar de los pesos, otro título, también expresado en moneda local, y con vencimiento en marzo de 2019 a una tasa del 27% anual. El objetivo es restringir la salida de parte de los 18.000 millones de pesos que representan estos bonos, para que estos pesos no aumenten la presión sobre el dólar. Como una gran parte de estos títulos se encuentran en manos de la Anses, se descuenta que el canje será efectivo en gran medida.

También, se reactivó el denominado “dólar-bolsa”, que es la venta en pesos de títulos públicos expresados en dólares, la mayor parte de la Anses, con el objetivo de captar otra masa de pesos que en su lugar iría directamente al dólar.

Finalmente, sobre el filo del viernes, se supo que el ministro de Economía Axel Kicillof viajó hoy domingo a Francia para mantener reuniones con los representantes del Club de París, en búsqueda de negociar la deuda de 9.500 millones de dólares que se mantiene con ese organismo. De esta forma, el Gobierno espera abrir nuevos canales de entrada de divisas.

Pero junto a la pulseada que el Gobierno sostiene por la cotización y entrada y salida de los dólares (que también incide sobre los índices de inflación), se encuentran sus acciones directas por bajar los aumentos de precios. En este sentido, durante la semana el equipo económico comunicó que habilitaría de forma inmediata la exportación de una tercera parte de las 1,5 toneladas de trigo aprobadas para la exportación en este año, con el objetivo de “evitar las especulaciones y el desabastecimiento que se pudo ver durante el año pasado”, los cuales encarecieron el pan significativamente. Asimismo, el plan de control de precios “Precios Cuidados” que el Gobierno acordó con 10 grandes cadenas de supermercados y 65 empresas proveedoras, se extendió a la cadena de los supermercados asiáticos del área metropolitana, sobre la base de una canasta de 70 productos..

19/01/14 Miradas al Sur

El emperrado corazón bohemio del poeta

Era hincha de Atlanta. Seguía al club de Villa Crespo desde su niñez. En 2006 fue declarado Socio Honorario y a México se llevó un pedazo de tablón de la vieja cancha, que le regalaron. Su amor inquebrantable por los colores del equipo del barrio.

Por Gustavo Veiga
Imagen: Gentilez Sentimiento Bohemio

Juan Gelman conservaba con cariño un pedazo de tablón de la vieja cancha de Atlanta. El 15 de marzo de 2006 se lo habían entregado en un emotivo acto los dirigentes del club. “Ese recuerdo lo llevó a México y lo quería mucho”, dijo su editor Alberto Díaz esta semana. La anécdota es una entre decenas que marcan la relación afectuosa entre el poeta y su equipo de fútbol. Una relación muy pretérita, nacida y desarrollada entre su infancia y adolescencia que cruzaron dos décadas: las del ’30 y ’40. Si se analiza ese amor futbolero en perspectiva, si se intenta una caprichosa explicación filológica, el autor de Gotán y Cólera Buey no podía haber sido hincha de otro cuadro. Bohemio, pero también militante comprometido. Sentimental por los colores, pero de paladar negro. No se identificaba con un juego mecanizado como el de ahora, del que apenas rescataba a Messi. “A Atlanta lo tengo en la cabeza y en el corazón, y los dos me lo conservan fresco”, contó una vez para definir esa pasión, que como buena pasión, suele ser inenarrable.

El tablón de regalo pertenecía a un estadio que hoy es de cemento. Gelman solía preguntar cómo iba todo por Villa Crespo, el barrio de su niñez, de su club, de recuerdos como el que volcó en un poema. El único de su obra en el que menciona a Atlanta: su título es “Se dice”. Lo explicó así en una de las tantas notas que le dedicó el sitio partidario Sentimiento Bohemio, el que más se ocupó de ese idilio, mantenido pese a la distancia y el exilio. El poeta dijo que lo escribió por “la milonga a la que yo iba con los muchachos. Todavía recuerdo a Pugliese tocando y la gente que no bailaba para escucharlo. Don Osvaldo era, él solo, un movimiento de masas”.

“Siempre me pareció que Dios bailaba el tango como los dioses/ en el club Atlanta de mi querida ciudad/ en el salón Argentina encantaba a las viejitas que iban allí las noches de semana” (Extraído del libro Interrupciones 2).

Edgardo Imas y Juan Ignacio Calcagno son hinchas de Atlanta y periodistas. Exploraron con Gelman ese sentimiento intransferible que es compartir el amor por una misma camiseta. Lo retrataron en Sentimiento Bohemio con detalles no demasiado difundidos.

“Ibamos a la cancha, volvíamos contentos o sufriendo y las discusiones y comentarios seguían en la esquina, más grandes ya en el café y no solamente los días de partido: si tal jugador estuvo bien o mal, a cuál pondrían de centrojás, algún golazo fabuloso como uno de Agnolín cuando le ganamos a Chacarita 7 a 2. Claro que recuerdo la fundación del estadio, ese año ganamos la Copa Suecia, y qué orgullo sentimos. Recuerdo jugadores: el gran Gatti, ese extraordinario goleador que fue Artime, Bellomo, Rocha, Bravo...”, cuentan que contó el poeta.

“Mi pasión por el fútbol nace en el barrio. A los padres, inmigrantes, no les interesaba. Bastante tenían con hacer esfuerzos para sobrevivir, mantener a la familia, lograr que los hijos estudiaran. Los hijos pudieron interesarse en el fútbol gracias a esos inmigrantes no interesados en el fútbol”, le confesó a Calcagno.

En su texto, Imas evoca un hecho del que se cumplirán diez años en octubre y que marca la identificación plena de Gelman con el club. Es un mensaje que el Premio Cervantes 2007 le dedicó por el centenario: “Envío un saludo muy cálido al equipo, a las autoridades y sobre todo a la hinchada del querido Atlanta. Han pasado varias décadas desde que me alegré con sus victorias y sufrí con sus derrotas, viviendo en Villa Crespo. Después el exilio me llevó a otras canchas, pero nunca olvidé ni olvido al club que marcó mi adolescencia. ¡Salud por los 100 años que pasaron y los 100 y otros cientos que vendrán! Los mortales nos vamos a tocar el violín en otro barrio. Atlanta nunca morirá. Juan Gelman”. Se escuchó por los altavoces del estadio León Kolbowski el 11 de octubre de 2004.

Aunque Villa Crespo había dejado de ser su lugar en el mundo –vivía desde hace 25 años en la colonia La Condesa del Distrito Federal mexicano– siempre tenía un recuerdo para el lugar que lo vio nacer el 3 de mayo de 1930, el mismo año del primer golpe de Estado en la Argentina, que reproduciría otros golpes, hasta el último, el más sangriento de todos, 46 años después. El que le arrebató a su hijo Marcelo, su nuera María Claudia y su nieta Macarena, a quien encontró por su tesón 24 años después.

“Mis recuerdos son muchos, empezando por la calle Vera. Allí jugábamos a la pelota, que muchas veces era de papel atado con soguitas; las de goma valían 20 centavos, un montón en ese entonces. Había desafíos con las barras de otras esquinas y, ahora que lo pienso, cuántos chicos pasábamos horas y horas en la calle. También había que gambetear al tranvía 7 que pasaba por Vera. Estaban la vieja de los higos, que le robábamos esquivando escobazos, el viejito de la relojería, al que siempre jorobábamos con bombitas de mal olor, los juegos de pobre, el rango y mida, cachurra monta la burra, una especie de golf con palo de escoba y piedras, las bolitas, las figuritas...” retrató el poeta su infancia para Sentimiento Bohemio en marzo de 2012.

“Canning (ahora Scalabrini Ortiz) era de barro y también hacía esquina con la entonces Triunvirato, hoy Corrientes. En esa esquina vi pasar el entierro de Gardel cuando tenía seis años. Impresionante, la carroza con el ataúd tirada por caballos, coches y coches con coronas, la gente del barrio agregaba las suyas, miles y miles de personas, inolvidable”, revivió Gelman la anécdota ante hinchas de Atlanta embelesados de tenerlo cerca, a mano, como un cómplice más del mismo sentimiento.

En el club lo declararon Socio Honorario, decidieron ponerle su nombre a una biblioteca, le dieron una camiseta, el documental Siglo Bohemio y el pedazo de tablón que se llevó a México. Recorrió la cancha de la calle Humboldt y hasta se permitió bromear con el Premio Nobel y su condición de hincha: “Yo soy de Atlanta, ¿cómo me lo van a dar?”.

Desde el DF seguía a distancia los ascensos y descensos de su equipo y reivindicaba el juego en estado puro de su etapa adolescente: “Claro que en el fútbol puede haber arte. Será que estoy viejo, pero me gustaba más el de antes, el de los goles de taquito, de chilena, los olímpicos desde el corner, se corría menos y se pensaba más. El arte era sobre todo el dribleo. Todo eso escasea ahora, claro que con excepciones como Messi”.

Gelman se negaba a aceptar que el fútbol no tuviera relación con la poesía. Decía: “Los prejuicios que tenían los intelectuales fueron perdiendo fuerza en los ’60, a fines de los ‘60, y muchos de ellos hoy se precian de ir a la cancha, ver partidos por la tele, hinchar por algún equipo”. Su equipo era Atlanta. Su poesía, un gol de rabona. Su compromiso de vida, la vida misma.

gveiga12@gmail.com

19/01/14 Página|12

Lamento por esas charlas con Juan Por Miguel Russo mrusso@miradasalsur.com

La primera vez que te vi fue una tarde de otoño, cuando entraste como si nada a la librería Hernández. Te acompañaba José Luis Mangieri, tu eterno amigo, y me quedé tan mudo en las presentaciones como si la mismísima aurora boreal hubiera aparecido en la esquina de Corrientes y Uruguay. “Vas a seguir callándote o tomamos el cafecito que prometió José Luis”, dijiste, sonriendo, el pucho colgando de los labios. Pasaron poquito más de 25 años, Juan, y el martes me volvió a atacar la mudez.

Por suerte, en el medio, hubo charlas. Cara a cara, por carta, whisky a whisky, por teléfono, en un café, en otro, de sobremesa, por mail. Charlas con las que, la noche del martes, fui rearmando tu historia para no caerme en ese presente que dolía como la hostia.

Charlas en las que me contaste de tus viejos ucranianos, estudiante de medicina ella, carpintero él. Del viaje de tu papá a Buenos Aires allá por 1912, cuando vino a tentar fortuna para traer después a su primera esposa y sus dos hijos que habían quedado en Ucrania. De su regreso ni bien se enteró de la revolución en 1917, de las imposibilidades para entrar y, sobre todo, de las imposibilidades de salir (“acordate que había una guerra de 18 países contra la revolución rusa”, decías). Del cruce de un río en un bote que se dio vuelta, de la muerte de esa mujer y de uno de los hijos, del salvataje de Boris, el que sería tu hermano mayor cuando un soldado se tiró al agua y lo sacó de los pelos. De la llegada para siempre a la Argentina en 1929 de Joseph, Paulina y Boris; del Villa Crespo donde naciste –único argentino de la familia– un año después.

Charlas en las que volvías a lamentar la escasa suerte de Negrito, el perro que tenías a los 4 años y que murió atropellado por un auto en una cuadra de tu barrio en la que, cada vez que pasaba un coche, los vecinos salían a aplaudir.

Charlas en las que movías las manos como en un oleaje contando cuando tu hermano Boris te recitaba a Pushkin en ruso (“imaginate, no entendía ni mierda, pero me fascinaba la musicalidad”, decías).

Charlas en las que tratabas de recordar la cara de Ana, aquella piba de 8 a la querías enamorar con poemas de Almafuerte (“hay que joderse, che, Almafuerte, mirá vos que vas a enamorar a alguien con ‘piú avanti’”, decías). De tu enojo canchero cuando te preguntaba si ese desplante y ser hincha de Atlanta, eran las primeras aproximaciones a la tristeza.

Charlas en las que te ufanabas de tu habilidad en el fútbol a los 15, cuando los otros pibes te batían el pibe taquito (“me tendrías que haber visto, perdía miles de goles por partido, pero nunca dejaba de usar el taquito para empujar la pelota, aunque me putearan mil colores”, decías).

Charlas de café en las que, recordando a Isito, el Buby, Carly o Rubén, de la barra de juventud de aquellos otros café, decías “ahora, cuando le digo a mi esposa que vengo a ver a ‘los muchachos’, ella me mira como diciendo ‘¿muchachos?’. Pero vos sabés, las mujeres no entienden de esas cosas; ellas creen que uno crece”.

Charlas en las que volvías a recordar cuando conociste a Raúl González Tuñón en el recital del teatro La Máscara. “Generoso como nadie, él escribió el prólogo para mi primer libro, ¿sabés lo que era eso? Raúl me enseñó la finura y el apasionamiento. Mirá, cuando se produce la ruptura URSS-China, él estaba con China, sólo porque Mao escribía poesías mientras que Kruschev era hijo de molineros”, decías.

Charlas en las sobremesas de los asados de bife ancho y ginebra en la vieja casona de Mangieri: “¿Te acordás, José Luis? En el PC nos miraban raro. A vos, a mí, a Andrés Rivera, a Portantiero, al Oso Smoje”. Y riendo a las carcajadas: “¡Qué caso serio! A mí me echaron en junio de 1964 por haberme ido del partido en mayo de 1964”.

Charlas en las que desculabas los vaivenes de la militancia. Qué hacer, qué grupo formar, para dónde ir. Charlas en las que iban apareciendo las siglas, los nombres: PC, Vanguardia Socialista, FAR, Montoneros. Charlas donde aparecía, una y otra vez, la muerte de Guevara: “Cuando murió el Che todos sentimos un dolor extraordinario –decías–. Mucha gente en todo el continente había depositado en él una enorme cantidad de esperanzas. Después, bastante después, comenzamos a analizar lo que pasó, los riesgos del foquismo, esas cosas. Pero en ese momento era un símbolo. Ahora parece todo más simple, pero no lo era tanto en ese momento”.

Charlas en las que aparecía la claridad y la lucidez de Rodolfo Walsh, su dureza en cuanto a no hacer concesiones a la ideología. Charlas en las que aparecía la alegría desbordante y las ganas de meterse de Paco Urondo. De los sueños políticos y de los proyectos literarios de los ’70.

Esa charla del 24 de octubre de 1997, en los camarines del Margarita Xirgu, antes de dar comienzo al recital que darías con Eduardo Galeano, cuando los dos recordaron el día que te fuiste de la revistas Crisis. “Una mañana –dijo Galeano–, me dejaste arriba del escritorio un paquete envuelto en papel de diario y atado con piolines y me dijiste ‘me tuve que mudar de casa. No sé adónde. Salgo a buscar. Cuidame las pertenencias’”. “Ese paquete era toda mi ropa, todo mi mobiliario”, dijiste vos. “Te diste vuelta –siguió Galeano–, con la mano en el picaporte, y me pediste que, antes de irte, te volviera a contar la historia de la gallina para sacarte de la tristeza”. La historia era del uruguayo Paco Espínola. Vos, Juan, te la sabías de memoria, pero siempre te partías de risa al escucharla. La cosa es que Paco había lavado el honor de la familia degollando a una gallina bataraza que, según él, una noche que andaba medio mamado, lo había mandado a la puta madre que lo parió. Y se reían los dos, como sólo se ríen los amigos.

Charlas como en la que contaste el rompimiento con Montoneros: “Sabés qué pasa, en el exterior se tiene un tipo de praxis muy diferente; en el país, el referente es inmediato, y una equivocación se nota enseguida. Estaba esa locura de la contraofensiva. Se decía que la dictadura era un boxeador grogy y que sólo era necesario meterle un sopapo para liquidarla. Era arriesgar la vida de muchos compañeros en el exilio, y yo no podía estar de acuerdo con eso. Claro, no me echaron porque me fui. Y me condenaron a muerte”. Y cerrabas con una sonrisa tristísima: “Condenado por la Triple A, la dictadura y los Montoneros. Yo era una especie de happy hour para la condena a muerte”.

La charla en la que me enseñaste lo más profundo de la poesía: “Hubo un momento, en París, en que la poesía me tocaba todas las noches. Estaba enloquecido con lo que escribía. En aquel departamento yo tenía un gato al que le había enseñado a saltar al techo vecino desde la ventana de mi escritorio y de ahí a la calle. Todos los gatos del barrio estaban operados, pero éste no. Y se montaba a todas las gatas de la cuadra con su acento latinoamericano. La cuestión es que mientras yo escribía, él se quedaba sobre el escritorio. Y cuando yo me iba as dormir, el se iba a lo suyo. Una noche se me ocurrió leerle. ‘Gato, te voy a leer algo que me gusta mucho’. Arranqué y de inmediato el gato saltó disparado por la ventana. Pensé que era un ingrato. ¿Quién le daba de comer a ese gato: Borges o yo? Pero no, el gato era un crítico literario. El bichito me quería como persona, pero no como poeta”.

La charla de la noche en que te casaste con Mara y andabas llevado en andas, arriba de una silla, por todo el salón, mientras festejábamos tu felicidad.

La charla en la que, orgulloso como pocos, me mostraste el pedazo de tablón con la chapa recordatoria de la vieja tribuna de Atlanta, cuando le pusieron tu nombre a la biblioteca del club y, entrecerrando los ojos, me dijiste “¿sabés?, la última vez que vi jugar a Atlanta en vivo fue en la vieja cancha de Humboldt, allá por 1975: Buttice; Azzolini, Abdala, García y Rossi; Palmieri, Casares y Ribolzi; Cibeyra, Ramos y Rafart”.

La charla en la que me preguntaste, ahí nomás de haber ganado el Cervantes, si me imaginaba quién leería el pergamino envuelto en satén rojo que habías depositado en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes con el mensaje para futuros poetas y que se abrirá el día de tu cumpleaños, el 3 de mayo, pero de 2050.

Y las charlas que se publicaron, y las que no se publicaron, y las que se amontonaban esa noche de martes cuando el silencio empezó a doler como la hostia. Entonces pensé que va a ser difícil acostumbrarse a no cargarte por mail un sábado a la tardecita cuando Platense le ganaba a Atlanta, o acostumbrarse a no recibir más tu cargada si el resultado era al revés. No caben dudas, va a ser difícil acostumbrarse a no tener más una de esas charlas.

19/01/14 Miradas al Sur

 

Entrevista a Raúl Zaffaroni, juez de la Corte Suprema "Los que detentan riqueza no quieren largar nada" Por Néstor Espósito


Dejará su cargo al cumplir 75 años. Y porque su misión en el tribunal "está cumplida". Anticipa sus proyectos.

La oficina en la que trabaja el juez de la Corte Suprema Raúl Zaffaroni está repleta de adornos elaborados –se intuye– por pueblos originarios y comunidades indígenas. Tapices, muñecos, decenas de ellos. Un carro de los que habitualmente cargan expedientes está repleto de libros sin clasificar, entre los que sorprende uno, no leído: Cuando todo es violencia, del abogado Miguel Ángel Pierri y prologado por el diputado del PRO, el rabino Sergio Bergman, y con dedicatoria manuscrita del ex abogado del portero Jorge Mangeri. También se destaca un trofeo de tercer puesto de cruce a nado de la Laguna de Chascomús y una plaqueta de la Fuerza Aérea por su participación en una celebración castrense.

Zaffaroni viste un camisaco blanco y juega (y luego fuma) un delgadísimo cigarrillo Virginia Slims, un clásico entre sus hábitos. Durante la charla con Tiempo Argentino, las puertas de su despacho están abiertas y se escuchan voces, muchas voces, que denotan un clima de trabajo intenso pero jovial. Todavía no hay clima de cuenta regresiva.

–Finalmente le puso fecha a su salida de la Corte.
–No es una novedad, siempre dije que me iría cuando cumpliera 75 años. Los cumpliré en enero del año próximo, pero supongo que me iré en diciembre de este año.

–Hace algún tiempo dijo que no quería irse de la Corte sin votar algunos fallos importantes. ¿Ahora se puede saber cuáles eran?
–Uno era la Ley de Medios. Y también quise sacar el voto mío sobre reincidencia y pena máxima, para que no me digan que pasé por la Corte y cosas que escribí antes no las hice cuando tuve la oportunidad.

–Desde algunos sectores que critican sus posturas suelen achacarle que usted es un juez para un país que no es este.
–Bueno, ¿por qué no se van ellos a otro país? O, a lo mejor, están desconociendo mi país. Probablemente estén buscando otro país que no es este.

–Pero más allá de ello, ¿existe esa percepción de dos países?
–Siempre la hubo. Cualquier país con polarización de riqueza tiene dos visiones distintas. Depende del grado de polarización de riqueza que tenga una sociedad. La nuestra, dentro de todo, tiende a ser un poco más distributiva. Hay otras mucho peores.

–¿Por qué hace hincapié en la polarización de la riqueza? ¿No hay también una cuestión cultural de por medio?
–Habrá todo el problema cultural que se quiera, pero siempre existe una base económica. Los que detentan la mayor renta no quieren largar nada. Después sí, hay una cosa cultural, pero es el colchón del medio: unos creen que les van a sacar lo poco que tienen, otros consideran que ellos subieron, entonces los demás tienen que quedar abajo… No es nuevo, las dos visiones del país se ven desde la época de la oligarquía argentina: aquellos que detentan la mayor rentabilidad y la visión de los de abajo, que llevan la peor parte.

–Es una lectura eminentemente política.
–Es una concepción realista. En el Derecho esto se refleja. La estructura jurídica tiene básicamente tres patas: la ley, la estructura judicial y una doctrina. Esa estructura jurídica se hace en algún momento a la medida de quienes detentan la hegemonía. Naturalmente lo hacen a la medida de ellos, y después cuando se redistribuye algo, eso hace ruido. Esos ruidos a veces se corrigen de manera traumática, y otras de manera menos traumática. Los movimientos de redistribución de rentas, cuando se acorta la polarización de riqueza, causan ruidos que repercuten en todo el espectro político. Y también en el jurídico, que es un correlato.

–¿Qué opina el ciudadano Zaffaroni del proceso político desde 1983, y especialmente de los últimos diez años?
–Ha seguido la misma tensión que venía de antes, sólo que más civilizadamente y por carriles constitucionales. Yo creo que (el primer presidente tras la recuperación democrática Raúl) Alfonsín tuvo la muy buena intención de hacer algo más distributivo en un modelo socialdemócrata, en un momento de crisis de la socialdemocracia, que venía de los años '70, cuando se terminó la onda expansiva del capitalismo pos bélico. Todos sabemos cómo terminó esa experiencia. Después vino una etapa regresiva con (el ex presidente Carlos) Menem. Se pliega a la teocracia del mercado, se descapitaliza el Estado e íbamos a un precipicio que llegó en 2001. Y desde entonces hasta acá hay un movimiento redistributivo interesante, un acortamiento de la concentración de riqueza, con las resistencias que corresponden a eso. Con errores políticos, sí, pero se intenta de nuevo. La Asignación Universal por Hijo, el recupero de los fondos previsionales, la potenciación de la educación… Hay una tendencia. Faltan muchas cosas, pero se retomó aquel camino. Y de nuevo hay crujidos.

–¿Cómo observa a la Corte en ese escenario?
–Esta es una Corte plural. Somos siete ministros con experiencias distintas, de vida incluso. Con especialidades diferentes. No somos una Corte homogénea ni ideológicamente, ni por experiencia de vida ni por conocimientos. Somos un experimento interesante. No se puede reconocer en esta Corte un ala progresista y un ala regresiva. No hay una mayoría automática en ningún sentido; se cruzan los votos todo el tiempo. No sé si somos los siete locos de Roberto Artl, pero como experimento de Corte es muy interesante. Lo bueno sería poder, algún día, en una reforma constitucional, hacer una ingeniería institucional que de alguna manera garantice esto de hoy. Porque por ahora es una coyuntura política y mañana puede cambiar. Habría que pensar en una forma de institucionalizarlo en el futuro.

–Difícilmente lleguemos a verlo.
–Yo pienso hacer un gran esfuerzo por vivir todo lo que pueda, porque este siglo es decisivo en muchas cosas y quiero estar.

–A usted no se le escapa que se lo identifica como el juez de la Corte más cercano al gobierno.
–Puede ser. Pero a mí no me maneja nadie por teléfono. Si coincido con algunas cosas con el gobierno, me felicito y felicito al gobierno. Si tengo la suerte de que hay un gobierno con el que coincido en alguna cosa que hace, mejor. De lo contrario debería estar siempre en la vereda de enfrente. Bueno, la mayor parte de mi vida he estado en la vereda de enfrente. Pero yo no he cambiado ninguna de mis ideas; pude haber cambiado alguna cosa técnica, pero en las ideas matrices no cambié.

–Pese a que esta Corte goza de prestigio, siempre hay una mirada agresiva hacia algunos de sus integrantes. Por su pasado, por su concepción de vida.
–Son cosas normales en el Poder Judicial. Lo que uno decide no le gusta a todo el mundo. Siempre hay alguien que pierde y se las ingenia para inventar cosas, para agredir. Es el precio que hay que pagar. En todas las democracias pasa, por más asentadas que estén.

–Usted lo vivió en carne propia.
–Hubo una campaña en determinado momento. Me quisieron voltear, desprestigiarme internacionalmente, pero no lo consiguieron. No sé de dónde partió, pero la idea era voltearme. Pudo haber algún interés corporativo, económico. Y en torno a ello se van juntando todos los que quieren tirar piedras. Puede ser por envidia, por discriminación. No tengo idea y tampoco me preocupa mucho. Uno no puede preocuparse por esas cosas porque pierde equilibrio. Son cosas que he recibido toda la vida. En realidad lo que se busca es que uno se desequilibre, se raye y agarre a trompadas a alguien, pero no lo van a conseguir conmigo.

–¿Qué le queda pendiente para el último año como juez? ¿Cuál es el tema sobre el que piensa "no me quiero ir sin esto"?
–Nada. Creo que puedo decir "misión cumplida".

–¿La decisión de renunciar a los 75 años debe ser interpretada como una señal para los jueces que ya han superado esa edad?
–No. Los dos jueces de la Corte que han superado esa edad juraron por la Constitución anterior a 1994 y están en todo su derecho a hacer valer la estabilidad que les venía de aquella. Yo juré esta Constitución, fui constituyente en Santa Fe, no impugné esta cláusula (se me pasó, no la observé, no sé, pero no la impugné). Entonces tomo la decisión que debo tomar. No quiero ir por la calle y que alguien me diga "usted juró una Constitución sin leerla". No me gustaría.

–¿Y después del 31 de diciembre de 2014?
–Volveré a la actividad académica. Quiero trabajar bastante en algunas universidades del Conurbano: La Matanza, San Martín, José C. Paz. La tarea será reproducir gente.

–¿Y la posibilidad de incursionar en la actividad política?
–No me inhabilito, pero tampoco tengo un proyecto político. La edad pesa y hay otra forma de discriminación: van a decir que soy viejo y todas esas cosas. Lo cierto es que no lo tengo como proyecto.

Carmen Argibay llegará a la edad límite en junio

Además de Eugenio Zaffaroni, nacido el 7 de enero de 1940, otro integrante de la Corte Suprema de Justicia está próximo a cumplir 75 años de edad. Será en 2014 (Zaffaroni cumplirá en 2015 pero anunció que renunciará en diciembre). Se trata de Carmen Argibay, quien nació el 15 de junio de 1939. Del resto de los ministros, dos superaron ese límite impuesto por la Constitución de 1994: Carlos Fayt, quien cumplirá 96 el próximo 1 de febrero, y Enrique Petracchi, quien cumplió 78 el 16 de noviembre pasado.

El texto original de la Constitución de 1994 establecía que el presidente de la Nación "nombra los magistrados de la Corte Suprema" y disponía que "un nuevo nombramiento, precedido de igual acuerdo, será necesario para mantener en el cargo a cualquiera de esos magistrados, una vez que cumplan la edad de 75 años. Todos los nombramientos de magistrados cuya edad sea la indicada o mayor se harán por cinco años, y podrán ser repetidos indefinidamente, por el mismo trámite".

En mayo de 1998, esa normativa fue declarada inconstitucional por la jueza Cristina Carrión de Lorenzo, en un expediente iniciado por el propio Fayt.

Luego de Zaffaroni y Argibay, quien más cerca está de los 75 años es Elena Highton de Nolasco, quien cumplió 71 el 7 de diciembre último. Juan Carlos Maqueda cumplió 64 el 29 de diciembre del año pasado. El juez más joven del tribunal es su presidente, Ricardo Lorenzetti, quien cumplirá 59 el 19 de septiembre próximo.

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Mesa de Enlace en acción, exportadoras en el control

El Estado busca regular la exportación de trigo para garantizar la oferta interna. Los monopolios pretenden apartarlo en nombre del “libre mercado”

El control efectivo del negocio agroalimentario está en manos de cinco grandes exportadoras, cuyos intereses defienden celosamente las entidades rurales.

Por Raúl Dellatorre

Otra vez, el intento del gobierno nacional por fijar medidas que ordenen los precios y los volúmenes de la oferta agrícola, en este caso la exportación del trigo, se enfrentó con una fuerte resistencia de las organizaciones que representan a los grupos privilegiados del sector. La vinculación entre entidades rurales y grandes cerealeras es más que simple afinidad ideológica o de intereses. Lo que define posiciones es un entramado del sector agrícola en el que la exportación se concentra en pocas manos, la industrialización o molienda también reconoce a un puñado demasiado chico de actores dominantes que responden a las mismas cerealeras, la comercialización del cereal por regiones es controlado por las mismas firmas y, finalmente, un grupo de grandes productores asociados a aquellas son los que ejercen el control sobre las principales zonas de producción, a través de la propiedad de los campos o por el manejo directo de las condiciones de arrendamiento. Esa cerrada estructura es la que le hace frente a las decisiones del Gobierno y es la que, en el marco de los modelos de apertura económica de las últimas décadas, consolidó su poder, pasó a controlar la renta agropecuaria y maneja los hilos del rubro de exportación del que depende, en forma crucial, el balance de divisas del país.

Después de atravesar una etapa en la que el país padeció complicaciones con el abastecimiento de harina de trigo –que elevó sustancialmente su precio–, la oferta recuperó cierta “normalidad” tras las últimas estimaciones de cosecha del cereal (arriba de 9,2 millones de toneladas). El gobierno nacional dispuso una reapertura de los permisos de exportación, dado que la estimación excede las necesidades internas. Sin embargo, la respuesta fue una airada protesta del frente de entidades agrarias que integran la Mesa de Enlace, que directamente reclaman la “liberación” del mercado del trigo con el cese de cualquier tipo de regulación oficial. Por detrás de estas entidades, sin vociferar su postura, se mueven las grandes exportadoras cerealeras, que no se manifiestan públicamente pero actúan. En este caso, demorando las liquidaciones de sus exportaciones ante el mercado cambiario. Es decir, eludiendo el ingreso de los dólares al país.

La exportación de granos en el país reconoce pocos actores de peso. Cinco grandes empresas concentran más del 50 por ciento del volumen vendido al exterior (principalmente soja, maíz y trigo). Si se consideran a las ocho primeras, su participación acumulada crece al 70 por ciento. Pero entre ellas prevalece Cargill, la tradicional “trader” estadounidense que, en Argentina, ha diversificado verticalmente el negocio, de forma de no perder el control sobre ninguno de sus eslabones. No sólo es la que más exporta en granos (entre el 15 y 20 por ciento del volumen total), sino que cuenta con 4 plantas de molienda de oleaginosas (productoras de aceite) y 7 molinos harineros de trigo, además de dos malterías (procesamiento de cebada), frigoríficos, una fábrica de fertilizantes y una comercializadora de semillas asociada a Monsanto. Para la compra del grano no necesita depender de corredores de Bolsa que le consigan el producto, ya que cuenta con por lo menos 45 acopiadoras regionales propias (habría una cantidad similar de otros centros de acopio que, sin pertenecer a Cargill, trabajan casi en exclusiva para esa firma) que se encargan de negociar con los productores vecinos la compraventa de la cosecha incluso antes que ésta se levante, estableciendo una suerte de “monopsonio” (comprador exclusivo) local. Por si no alcanzara con el encadenamiento descripto, Cargill cuenta con cinco puertos propios desde donde despacha sus cargamentos al exterior.

Las otras cerealeras que participan (pero no disputan) el comercio exterior de granos junto a Cargill son ADM Argentina, Bunge Argentina, Nidera, Dreyfus, Toepfer, Noble Argentina y ACA (Asociación de Cooperativas Argentinas, vinculada a Coninagro). Sólo tres de las ocho reconocen origen argentino, aunque su forma de operar es similar a la de cualquier filial de multinacional: por seguir una lógica de negocio centralizada en las ventajas que obtienen en la exportación, por su forma de búsqueda de articulación y coordinación entre los distintos eslabones de la cadena de producción y comercialización, y por tener además un vínculo de control sobre el productor en el que prevalece su posición dominante. Ni siquiera ACA escapa a esta lógica.

La renovada disputa de estos sectores agroexportadores con el Estado, buscando correrlo de su camino, vuelve a poner en primer plano la cuestión del modelo de desarrollo agropecuario y las consecuencias del actual patrón de acumulación. Como ocurrió en 2008 cuando fue la disputa por las retenciones móviles a la soja, el trasfondo no aparece claramente a la luz. Las entidades agropecuarias y los exportadores dicen defender un modelo de libre mercado que no es tal, porque justamente lo que prevalece en el sector es la alta concentración y el desplazamiento de los actores más pequeños. El Estado, a su vez, busca regular precios y cantidades de la producción agroalimentaria para el mercado interno, y administrar las divisas del saldo exportable. Pero enfrenta la resistencia de un bloque agrario fortalecido en la última década, que logró acumular beneficios, amplió su control de la estructura productiva y comercial, y cerró un entramado en el que muchas de sus operaciones son internas al propio bloque y difíciles de fiscalizar por el Estado. Una trama productiva que podrá sacar a relucir su dinamismo en materia de expansión, incorporación tecnológica y el protagonismo alcanzado en el comercio internacional, pero que en materia de aporte al desarrollo local o regional por vía de agregar valor a las materias primas, arraigo poblacional y difusión de los beneficios, no sólo entrega poco sino que se sospecha que transita en sentido contrario.


AGRICULTURA FAMILIAR Y LA CHACRA

Los pequeños afuera

Por Raúl Dellatorre

Se estima que hay unos 30 mil productores de trigo, pero apenas un 6 por ciento (menos de dos mil) ostenta el 50 por ciento de la superficie sembrada y una proporción aun mayor de la producción. Esta fuerte concentración obedece a que al pequeño productor se le dificulta producir en las zonas más ricas y mejor dotadas, porque los costos de alquiler de los campos se fijan en volúmenes de soja (tantos quintales por hectárea) y, por lo tanto, sólo pueden ser abonados por grandes unidades económicas que tengan a la oleaginosa como actividad principal.

El control sobre el mercado, tanto en comercialización de producto como en la asignación de los campos, que ejerce el monopolio agroexportador es tan dañino para el Estado como para los pequeños productores. Al Estado, porque lo condiciona en la medida que depende de las divisas de la exportación. A la agricultura familiar y chacareros, porque los va desplazando y les captura la mayor parte de los beneficios.

Sin embargo, hasta ahora los pequeños productores no se han reconocido del lado del Gobierno en esta pelea con las entidades ruralistas y grandes exportadores. Una de las propuestas que se impulsa, que algunos especialistas alientan, para acercar a ambas partes es que se promuevan centros de acopio y procesamiento regionales, para que el productor deje de depender del acopiador ligado a las cerealeras y el producto salga ya elaborado para los centros de consumo. “Sería un primer paso para empezar a romper el patrón de acumulación vigente”, aseguran. En algunos despachos, ya se está analizando.

19/01/14 Página|12

Entrevista a Agustín Rossi “La derecha argentina siempre esconde su programa de gobierno” Por Francisco Balázs fbalazs@miradasalsur.com

Durante ocho años ocupó la presidencia del bloque oficialista en la Cámara de Diputados, participando en los debates de las leyes más importantes de la década kirchnerista. Es uno de los funcionarios más valorados por la militancia y también respetado por opositores. Destaca que el actual desafío del oficialismo es consolidar el liderazgo de la Presidenta y enfrentar el embate de las corporaciones y medios opositores centrado en la economía.

¿Qué significó dejar la presidencia del bloque del Frente para la Victoria de la Cámara de Diputados, con la lógica cuota de intensidad, exposición y adrenalina de todos esos años, y pasar a ser ministro de Defensa?
–Está claro que las funciones son muy distintas. Quizás la adrenalina de lo que significaban las sesiones, los discursos, las votaciones en la Cámara, es muy diferente de alguna manera en términos de ese tipo de intensidad a lo que significa la gestión en un ministerio, y en particular, el de Defensa, que es un ministerio que tiene muchas facetas. Uno dice Defensa y piensa solamente en la relación con las Fuerzas Armadas, pero tenemos quince hospitales y toda una política de salud que incluye la obra social de las Fuerzas Armadas que hemos modificado. Luego está el área de política exterior con los agregados militares; el área de industria con lo que significa toda la industria en Defensa; la relación con la acción de la emergencia, la Asociación Civil; todo el mundo relacionado con ciencia y tecnología y allí también los institutos educativos y todo lo relacionado con el ámbito de la educación. Es decir, es un ministerio amplísimo que exige una cantidad de horas importantes en la gestión y de manera permanente. Si la respuesta la tuviera que ejemplificar con un gráfico de barras, tengo una tarea como ministro que es prácticamente horizontal, sin picos. La tarea como presidente del bloque de Diputados tenía picos y valles. Picos cuando hay sesiones intensas y, después, valles cuando no se sesiona. Como presidente del bloque tenía el apoyo de la Presidenta y siempre es un poder delegado, entonces hay 120/130 diputados que confían en vos. Acá, con esos diputados uno es un primus inter pares, nada más. En el ministerio, quien delega poder es la Presidenta de la Nación y el resto tiene una situación de subordinación jerárquica, por decirlo de alguna manera. En cuanto al grado de exposición pública es cierto que es distinto. Una cosa es ser presidente de bloque y hablar de todo y sobre todo, y otra ser ministro de Defensa, donde se está circunscripto a un área específica. Si bien yo trato de salir de ese encasillamiento, son situaciones distintas. En términos personales, me siento halagado que la Presidenta haya pensado en mí como ministro de Defensa. Siempre tuve un profundo agradecimiento tanto hacia Néstor (Kirchner) como a Cristina (Fernández). Recuerdo haberlo dicho también en el discurso por la nacionalización de YPF. Agradecimiento por haberme dado la posibilidad de presidir el bloque de Diputados. Cuando llegué a la Cámara baja, en el año 2005, era desconocido como presidente de bloque. Venía de ser concejal en Rosario y, sin tránsito, fui diputado nacional y presidente de bloque, y eso fue una muestra de confianza que siempre agradeceré y que agradecí cada año en que fui confirmado como presidente de bloque. Más aún en algunos momentos con situaciones singulares, como cuando venía de perder las elecciones en Santa Fe, la Presidenta, que podría haber pensado en otra alternativa legítimamente, ratificó esa designación, la que agradecí profundamente.

Cuando la Presidenta me convocó para estar al frente del Ministerio de Defensa, para mi fue un halago y una nueva una muestra de confianza. Y la verdad es que no sentí el cambio y no extraño otras situaciones. Desde el primer momento me sentí muy cómodo. La Presidenta me convocó a la casa Rosada, y no sabía para qué iba. Fue al otro día de la sesión donde aprobamos el blanqueo de capitales. Me dijo lo que había pensado, y yo le dije que sí. Desde el mismo momento que salí de allí ya pensando en el ministerio de Defensa. Recuerdo que eso fue un jueves. Yo tenía mi valijita hecha en el auto para irme a Rosario que como diputado me iba todos los jueves y hacía mi actividad política en la provincia. Lo dije al chofer no vamos a Rosario, volvemos a la Cámara. Ahí convoqué e informé a los colaboradores, aunque cuando llegué la noticia ya estaba en los medios. Luego tuve un par de reuniones con Arturo Puricelli, entonces ministro de Defensa, que me transmitió un cuadro de situación del ministerio y luego vino la asunción. La realidad es que siempre pensé que todas las etapas tienen que tener algún final y creo que el momento en que la Presidenta decidió para que mi etapa como presidente de bloque tuviese un final, fue un buen momento. Me fui conforme, con la sensación de haber cumplido una buena tarea. Haberme ido con el cariño y acompañamiento de mis compañeros de bloque y con el respeto de toda la Cámara, me permitió poner en valor la gestión de esos años. Comencé inexperto y terminé siendo el presidente de bloque con más años en la Cámara. Fui presidente de bloque con mayorías holgadas y ajustadas. A partir de la Resolución 125, nos tocó mucho protagonismo desde el Congreso de la Nación, lo que permitió poner la salida de la Cámara en valor. Recuerdo palabras muy generosas de Juliana Di Tullio, que me reemplazo al frente del bloque, de Julián Domínguez y también del resto de los diputados.

–Para la militancia usted es considerado como un ejemplo de lealtad, y de poner el cuerpo durante los ocho años que presidió el bloque del FpV. ¿Cómo juega ese reconocimiento en su vida política, en su futuro?
–Una de las cosas que recuerdo con más afecto fue en el 2011, en el cierre de campaña de las PASO de Cristina, en el teatro ND Ateneo. Yo venía de perder las elecciones en Santa Fe y se había conformado un palco con todos los candidatos que encabezaban la lista a diputados nacionales, candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires, y yo pensaba está bien, es la primera fila, y cuando vamos llegando escucho que dicen: "Los presidentes de los bloques también van arriba". Fui uno de los últimos que subieron, previo a Cristina, y ya estaban casi todos los funcionarios sentados. Era un acto colmado de militantes y cuando ingresé la ovación fue enorme. Lo valoro muchísimo porque sabían que venía de perder una elección. Tener ese reconocimiento de la militancia es una muestra de generosidad enorme de lo que tienen nuestros militantes políticos. Y ese día fue la ratificación de algo que siempre pensé y pienso: las elecciones posicionan, no califican. En cuanto al reconocimiento, en términos generales, hay una mirada que está muy ligada al debate de la 125. Fue un debate difícil. En algún momento debo haber sido, debajo de la Presidenta y de Néstor, una de las voces que más aparecía defendiendo la posición del Gobierno. Las agresiones que recibíamos consolidaron hacia el interior de nuestro espacio político y de la militancia. La lealtad no me costó, me resulta natural. Nunca tuve que defender una ley de la cual esté arrepentido, al contrario. Hasta antes del kirchnerismo, la regla no escrita en el Congreso de la Nación era que la oposición se llevaba el discurso y el oficialismo se llevaba los votos. ¿Qué significaba esto? El oficialismo hablaba poco porque el voto era vergonzante. Desde que fuimos oficialismo eso se terminó. No solamente ganamos las votaciones, sino que la mayoría de las veces ganamos argumentativamente los debates. Perdimos seguramente alguno. Eso también es una cosa que en el paso de éstos siete años y medio en el Congreso, muchos militantes lo reconocen. Encontrarme con gente que me diga, me quedé hasta las tres de la mañana para escuchar tu discurso es gratificante.

–Volvamos a su presente, al del Frente para la Victoria y el futuro
–Tenemos una responsabilidad histórica. Cuadros intermedios como yo tenemos que seguir trabajando para que en 2015 siga un presidente que continúe con éste proyecto político. Pienso que Néstor no nos perdonaría que no hagamos todos los esfuerzos para que en 2015 continúe todo esto que tanto nos costó. Entre otras cosas, la vida de él. Ese es el camino que nosotros tenemos que continuar y llevar adelante en un escenario donde nos quieren hacer creer que eso no es posible. Ese esfuerzo tiene un rol primario que es consolidar el liderazgo de Cristina y después habrá que construir un candidato que exprese la continuidad de este proyecto político. Pusimos muchas cosas durante estos años. Fueron muchísimas gratificaciones, pero también muchísimo esfuerzo. En el discurso que dice en YPF Raúl Scalabrini Ortiz dice "no es tarea fácil la que hemos acometido". Cuando uno decide gobernar en contra de los sectores que siempre han ostentado niveles de privilegio en la Argentina, elige un lugar de incomodidad. El esfuerzo tiene que estar en sostener esa idea. Al menos es lo que voy a hacer yo. En el 2011 cuando ganamos la primaria, para la candidatura de gobernador en Santa Fe, yo decía que habíamos ganado la primaria porque nos presentamos en 2009 y obtuvimos el 9,5% de los votos. El valor de esa elección en 2009 es que habíamos sostenido la bandera aun cuando teníamos un viento en contra, huracanado. Tenemos que poner todo ese esfuerzo para construir una alternativa política, del Frente para la Victoria, que gane las elecciones de 2015 y plantee la continuidad del proyecto. Eso es lo que están esperando esos militantes de los cuales vos hablas.

–Ese militante espera un fiel representante del kirchnerismo.
–Los militantes quieren que siga este modelo y quieren tener herramientas como para defender este modelo de gestión. Este año cumplo 55 años. Soy de la generación que durante muchísimos años creyó que este proceso no iba a existir en la Argentina. Que no íbamos a vivir para ver a alguien que nacionalice YPF, que no le pague al FMI, que diga frente a la cara del presidente de Estados Unidos, no al ALCA, que volviésemos a tener una desocupación del 7%, movilidad social ascendente, que haya mil científicos que hayan vuelto a la Argentina a investigar. Nosotros creíamos que ese país ya se nos había ido. En los ’90 éramos acusados de nostálgicos. Hay una frase de un poeta francés que dice que la nostalgia es uno de los valores más nobles de los dolores humanos. Soy parte de una generación que hasta Néstor y Cristina vivía del pasado. Me incorporé al peronismo por la historia y por el pasado. Ni siquiera por el pasado reciente, porque era el pasado del ’45 al ’55. Del ’74 al ’76, después de la muerte de Perón no era como para referenciarse. Néstor y Cristina devolvieron los sueños, la idea de que la política era una construcción colectiva, de que había posibilidad de construir un país distinto, de que la política era reparadora y ampliadora de derechos, que era inclusiva. En los ’90 la política había quedado reducida a ser el costo social del ajuste, pero nunca a cuestionarlo. Me parece que hay muchísimo para defender y eso es lo que nos tiene que motivar. Ahora vivimos el presente y podemos hablar de una gestión de liderazgo presente con Cristina y si bien Néstor no está, su política está presente. Tenemos que defender el modelo que posibilitó llevar adelante todas esas cosas.

–¿Por dónde concentraría esa mayor defensa del modelo?
–En la situación económica. Está claro que hay toda una andanada de distintos sectores que quieren invalidar el modelo de gestión económica que llevamos adelante. El modelo económico tuvo desde 2003 en el crecimiento del consumo y fortalecimiento del mercado interno la explicación del 65% de la tasa de crecimiento. Desde 2003 hasta 2011 crecimos a tasas del 9,10 u 11%, salvo en 2008 y 2009; dos tercios de ese crecimiento se debe al fortalecimiento y desarrollo del mercado interno. Y el mercado externo tiene una única explicación de mayor consumo. Esto es bajo índice de desocupación, trabajadores con buenos niveles de ingreso, AUH, inclusión jubilatoria. Ese modelo te da una sociedad más igualitaria. Imaginemos si en 2003 Néstor hubiese decidido otro camino. Mantener el crecimiento económico en base a un tipo de cambio competitivo y mantener salarios bajos.

–También es de recordar que en el 2003, el 78% de la sociedad votó opciones políticas de continuidad a las que había provocado la crisis que estalló en el 2001-2002.
–Es cierto, y hubiésemos tenido crecimientos menores porque nuestro commodities principal, que es la soja, no creció a los niveles que crecieron los otros commodities como el petróleo y minerales. Hubiésemos tenido crecimientos más bajos y mayores niveles de desigualdad. Lo que está en cuestionamiento es fundamentalmente esto. Hemos construido un país más justo y algunos quieren volver a mayores niveles de desigualdad. En el país más justo, algunos que tenían privilegios perdieron una parte. Cuando un empresario importante dice que la Argentina no es un país competitivo no está pensando en el tipo de cambio. Piensa en bajar los salarios de los trabajadores y busca que haya más desocupación para que se flexibilicen las condiciones laborales. El dirigente gremial ya no pide por las condiciones del salario, sino por mantener las fuentes de trabajo, que fue la historia de la década del ’90. Uno podría decir que las leyes de flexibilización laboral fueron de gula, porque ya el mercado estaba flexibilizado por los niveles de desocupación del 17,18%. Así, cada uno acepta las condiciones con tal de mantener el puesto de trabajo. Todas las tensiones están puestas en este aspecto con la intención de los medios opositores de generar la sensación de caos. No ha sido la primera vez que lo han intentado. Lo han hecho en 2008 y 2009 también. Esta vez lo vuelven a intentar, pero tenemos todas las condiciones, el liderazgo de la Presidenta, para sostener este modelo. Creo profundamente que el pueblo argentino va a continuar acompañando este proyecto. Después de las elecciones de 2009, Néstor fue a una asamblea de Carta Abierta, la del Parque Lezama. Veníamos de perder las elecciones en la provincia de Buenos Aires. Néstor dio un discurso muy lindo, y recuerdo que nos dijo que nos quedemos tranquilos, que el pueblo argentino iba a reconocer lo que hicimos, que más temprano que tarde no se va a olvidar de todo lo hecho. Yo estoy convencido de que va a pasar eso en 2015. Porque la lluvia ácida comunicacional puede llegar a confundir en algunos momentos, pero después cada uno piensa su propia historia. Muchos de los pibes que hoy tienen 30 años y consiguieron trabajo hace seis años, consiguieron un crédito del plan Procrear o están estudiando, son, en muchos casos, pibes que 20 años atrás vieron entrar a su viejo a la casa y decir que había perdido el trabajo; y después ha estado meses o años sin poder volver a insertarse en la economía laboral. Eso va a pesar. La transmisión de nuestra acción de gobierno ha sido clara y contundente. Siempre hemos privilegiado construir políticas públicas que lleven adelante la inclusión laboral. En 2008/2009 los sindicalistas le fueron a plantear a Cristina que elevara la indemnización por despido al triple, y la Presidenta les respondió brillantemente que si alguien tenía que despedir lo iba a hacer igual. Lo que nosotros tenemos que hacer es subsidiar el empleo y así salieron los programas Red de Oficinas de Empleo. Cuando todo el mundo subsidia el desempleo, nosotros subsidiamos el empleo y así pudimos mantener una cantidad de puestos laborales.

–¿Cómo analiza las críticas que provienen de ciertos de sectores que en algún momento adhirieron al kirchnerismo y ahora parecieran tomar distancia?
–Las críticas hay que tratar de diferenciarlas. Agregarnos más demanda con mala intención trata de justificar una posición política de mayor comodidad. Me resulta más cómodo en esta etapa ser opositor, entonces planteo mayor demanda. Ahora, puede que haya una cantidad de argentinos que nos demande más, y eso está bueno. Una demanda superadora es bueno. Tenemos que seguir profundizando en inclusión, más trabajo, salud, energía, independencia, soberanía.

–En uno de sus discursos en la Cámara, usted mencionó que la disyuntiva no es política versus oposición, sino política versus corporaciones. En esa lucha muchas veces despareja a favor de las corporaciones, ¿cómo evalúa el papel de la oposición?
–Un dirigente de cualquier sector político que tenga un mínimo de responsabilidad institucional sabe de qué se trata. El que decide gobernar del lado de las corporaciones siempre va a buscar argumentos para que eso no se sepa, ¿por qué la derecha en Argentina nunca dice que es de derecha o expresa sus ideas y apela al sentido común? La derecha en Argentina se esconde detrás de consignas o de frases de sentido común. Nunca termina expresando cuáles son sus ideas porque son en su mayoría en contra de los intereses de una gran parte del pueblo. Entonces, nadie va a valorar desde otros espacios políticos, salvo nosotros, que cuando Cristina tomó la decisión de impulsar la Ley de Medios, y Néstor estaba vivo y acompañó, eran plenamente conscientes que eso los llevaba a una campaña de desprestigio y descalificación permanente en los próximos años. Eso no lo va a valorar absolutamente nadie. Nadie valora en el otro lo que no es capaz de hacer. Si uno no tiene la decisión política de disciplinar a los sectores corporativos, no va a valorarlo. Cuando Néstor asumió había sectores que se consideraban con derechos logrados, ninguno democrático, de ser considerados influyentes. Eso se terminó en la Argentina desde el primer momento que gobernó Néstor y después continuó Cristina. Los dirigentes políticos que están dispuestos explícitamente o implícitamente a devolverles esos privilegios, nunca van a reconocer que van a llevar adelante esa decisión política. El coraje político conduce a una situación de incomodidad, pero también de una enorme gratificación, como la que han recibido Cristina y Néstor.

19/01/14 Miradas al Sur