Hasta siempre, compañero
Por H.I.J.O.S. Capital
Fue, es esta historia, es esta historia, la que nos rompió los nombres familiares y nos ha hecho decirle mamá a una abuela o papá a un abuelo. Fue esta historia, es esta historia, la que nos hace repensar qué es un “héroe”, qué es un mito: lejos de los mitos y los “héroes” intocables, están los hombres y mujeres, compañeros y compañeras, abrazables.
Ahí se va Juan, a alguna reunión con Rodolfo, Paco y otros tantos compañeros. Allá se va Juan, a contarles a los 30.000 que pudo encontrar a su nieta Macarena. Allá va Juan, a contarles a sus hijos Marcelo y Nora, y a su nuera María Claudia, cómo es Macarena, cómo es esa vida que no pudieron matar. Se va Juan, a ese tiempo de los pasos eternos, a contarles a nuestros padres y madres que todos ellos siguen vivos en nuestras luchas.
Allá va el compañero, nuestro padrino, nuestro poeta, a seguir apalabrando el mundo, a seguir mirando con ojos de dolor y esperanza. Allá se va Juan Gelman: al lugar más justo al que pueda ir un hombre como él. Como todo compañero, como todo hombre comprometido y solidario, se va para quedarse para siempre en esta tierra que no tiembla por el miedo del pueblo, sino por el temor de los vendepatrias ante tantos hijos de la revolución.
Juan vino con León Gieco al primer encuentro nacional de H.I.J.O.S.: ahí se hicieron nuestros padrinos. Vaya a donde vaya, se llevará la condena social para todos los asesinos de nuestro pueblo. Podrá decirle a Rodolfo que ya pusimos a Videla, Astiz y más de 500 genocidas en el tacho de basura de la historia. Allá va Juan, a decirles a todos que no hubo impunidad que nos derrotara y que para los masacradores de nuestra Patria no existe ni el flaco perdón de Dios.
Ahora nos queda a nosotros el orgulloso deber de decir que lo mantendremos en la memoria de la historia, en el relato que hará que nadie deje de saber quién fue Juan, a pesar del paso de los años. Empuñamos su memoria: les diremos a todos que Juan fue un poeta del tiempo, un compañero de la ternura, un respetuoso amigo de los recuerdos de sus amigos. Con humildad y sencillez, de las características más destacables de un compañero, abrió sus puertas para buscar la verdad colectiva, dio sus hojas para que Walsh despidiera a Urondo. Allá va: se lleva en los bolsillos nuestros abrazos para los 30.000. Hasta siempre compañero, gracias por el amor.
miércoles, 15 de enero de 2014
JUAN GELMAN
MURIO JUAN GELMAN, FIGURA CENTRAL DE LAS LETRAS IBEROAMERICANAS Y COLUMNISTA DE PAGINA/12 DESDE SU PRIMER NUMERO
El hombre que hizo hablar a las palabras más allá de la muerte
Entre otros galardones, Gelman recibió el Premio Cervantes, el Reina Sofía y el Juan Rulfo.
Ni el recuento de los merecidos premios literarios ni el repaso de su imponente obra, ni el recuerdo de sus luchas y sus pérdidas alcanzan para darle dimensión a lo ocurrido: con Gelman se van el poeta, el periodista y el militante que cruzó las imposibilidades del lenguaje para crear nueva vida.
Por Silvina Friera
“Ha muerto un hombre y están juntando su sangre en cucharitas,/ querido juan, has muerto finalmente./De nada te valieron tus pedazos/mojados en ternura./ Cómo ha sido posible/que te fueras por un agujerito/ y nadie haya ponido el dedo/ para que te quedaras.” La tristeza es enorme, infinita, insoportable. La lengua castellana está de riguroso luto. Ha muerto Juan Gelman, ayer, a los 83 años, en la ciudad de México, donde residía desde hace más de veinticinco años. Ha muerto el poeta que llevaba la poesía tatuada en los huesos. Ha muerto el más grande de los poetas argentinos, nuestro Premio Cervantes, el hombre que extremó el elástico del lenguaje y sus imposibilidades convirtiendo verbos en sustantivos y sustantivos en verbos para arañar la realidad que se escurre entre las manos. El poeta que mutaba para permanecer, refractario a las normas, al piloto automático o al funcionamiento aluvional de “la maquinita” expresiva, como prefería llamarla. Ha muerto el hombre que transformó las heridas en versos memorables –”la memoria es una cajita que revuelvo sin solución” o “el frío tiembla en puertas del pasado que vuelven a golpear”–; una voz indomable, tan cercana y querida, en la cornisa del susurro, con esa cadencia grave y profunda por donde flameaban siempre las chispas de una ironía elegante y juguetona.
Tercer hijo de una familia de inmigrantes ucranianos, Gelman nació en Buenos Aires el 3 de mayo de 1930. No sobraba dinero en esa familia, pero se ahorraba de a centavitos para ir al Colón una vez al año. Su hermano mayor, Boris, le recitaba versos de Pushkin en ruso. Lo llevaba a un rincón apartado y Gelman, a sus siete años, caía rendido por el ritmo y la musiquita de aquellas palabras que no entendía en absoluto. A los nueve años decidió escribir poemas a una vecina dos años mayor. Al principio le mandaba versos de Almafuerte, como si fueran propios, pero la indiferencia de la nena lo obligó a dar un paso más. La batalla no sería sencilla. Entonces probó escribir él mismo; tampoco obtuvo respuesta. Ella siguió por su camino; él se quedó con la poesía. Y sus lectores del mundo, claro, agradecidos de la reticencia de la vecinita. Todavía no había pegado el estirón cuando “el pibe taquito”, como era conocido en los potreros de Villa Crespo por el modo de empujar la pelota, publicó su primer poema en la revista Rojo y Negro. Tenía once años. Juan, niño precoz que aprendió a leer a los tres años, cursó la secundaria en el Nacional de Buenos Aires. Empezó a estudiar la carrera de Química, pero, como contó más de una vez, le interesaba “mucho más la poesía que la descomposición del átomo, los protones y los neutrones”. Probó varios trabajos, pero eligió el oficio de periodista para ganarse la vida. Lejos de despreciar la faena periodística, Gelman lo entendía como un género literario “que se escribe bien o se escribe mal”.
Su itinerario periodístico arrancó en Orientación, semanario del Partido Comunista Argentina (PCA), continuó en el diario La Hora hasta que en 1962 entró en Xinhua, la agencia china de noticias. En la revista Confirmado, a la que ingresó en 1966, se encargaba de la sección de libros. Después seguirían la sección internacional de Panorama y La Opinión (1971-1973), la revista Crisis (1973-1974) y la jefatura de redacción del diario Noticias (1974). Con el regreso de la democracia se sumó a Página/12, donde escribió desde su primer número (cubriendo el histórico juicio del criminal de guerra nazi Klaus Barbie) hasta la contratapa del último domingo.
Del ambiente de la militancia en el PC, surgió el grupo El pan duro, integrado por Gelman, José Luis Mangieri, Héctor Negro y Juana Bignozzi, todos muy jóvenes y por entonces poetas desconocidos. Eran tiempos difíciles para publicar y peor aún cuando se trata de poesía, “esa Cenicienta de la literatura que apenas ocupa rinconcitos en los catálogos de las grandes editoriales”. Los miembros del grupo decidieron autofinanciar sus propias ediciones a través de un método: venían bonos de diez pesos, que era lo que podía costar un ejemplar. Hacían recitales, fiestas populares en clubes como Vélez Sarsfield y a medida que reunían el dinero elegían por votación el orden de los libros a publicar. Así apareció Violín y otras cuestiones, su primer libro de poesía, publicado en 1956, prologado por Raúl González Tuñón, quien destacó que en ese poemario “palpita un lirismo rico y vivaz y un contenido social, pero social bien entendido, que no elude el lujo de la fantasía”. Entre otras virtudes, Tuñón ponderaba “la forma ágil, fresca, variada en tonos y matices”, de un poeta “nacional, porteño, muy nuestro”, que “recién comienza y ya está maduro”. Esa sorprendente madurez se expandió en Gotán (1962), que significa tango al revés; en Cólera Buey (1965) y en Los poemas de Sydney West (1969) con formas y ritmos que pescaban al vuelo las inflexiones del habla porteña, además de traducciones simuladas de poemas. Entonces ya se vislumbraba lo que pronto sería una certeza: que ninguno de los libros de Gelman se parecen entre sí. Que cada libro nuevo postulaba una ruptura radical con el anterior. Como si fuera y no fuera a la vez el mismo poeta.
En la década del ‘60 sus ideas se radicalizarían más a la izquierda y se alejaría del PC, partido que luego lo expulsó de sus filas. “Fue el momento de la Revolución cubana y un grupo de nosotros sostenía que ese hecho era una línea divisoria”, explicó. “Se hablaba de llegar al socialismo por la vía pacífica; nosotros vimos en Cuba otro tipo de posibilidades.” En 1967 se incorporó a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y cuando FAR y Montoneros se fusionaron en una única organización, en 1975, Juan fue enviado al extranjero para denunciar públicamente la represión y la violación de la Triple A. Hay golpes en la vida, tan fuertes... se podría parafrasear a César Vallejo, uno de sus poetas preferidos. En 1976 secuestraron a sus hijos Nora Eva y Marcelo Ariel, junto a su nuera María Claudia Iruretagoyena, quien se encontraba embarazada de siete meses. Su hijo y su nuera desaparecieron, junto a su nieta nacida en cautiverio. La ruptura con Montoneros llegó cuando la conducción planteó “esa locura que la contraofensiva militar, que condujo a la muerte a las mayoría de la gente que participó en ella”. El poeta, por entonces ya exiliado, volvió clandestinamente al país en 1978, con el objetivo de que un puñado de periodistas pudiera ver lo que estaba pasando en Argentina, el terror de la dictadura cívico-militar. Durante siete años no escribió ni publicó. Regresaría al ruedo con Hechos y relaciones, texto en donde emerge el dolor en carne viva del exilio y las muertes. En 1989 el presidente Carlos Menem firmó el indulto. Juan objetó la medida a través de una nota publicada en este diario: “Me están canjeando por los secuestradores de mis hijos y de otros miles de muchachos que ahora son mis hijos”, se quejó.
“Me cavo para no encubrirte más con visiones de tu abrigo largo. Un parpadeo dura mucho cuando se aparta el ser de sí en vuelos sin rumor. Libre aún entre muros de cemento y cal viva/arrojado a que nunca fueras certidumbre”, se lee en uno de los poemas recientes que le dedicó a su hijo. El 7 de enero de 1990, el Equipo Argentino de Antropología Forense identificó los restos de Marcelo, encontrados en un río de San Fernando dentro de un tambor de grasa lleno de cemento. Lo habían matado de un tiro en la nuca. En 1998 descubrió que su nuera había sido trasladada a Uruguay y que había sido mantenida con vida al menos hasta dar a luz a una niña en el Hospital Militar de Montevideo. A partir de ese momento lanzó una búsqueda incansable para hallar a su nieta, apoyado por escritores, artistas e intelectuales. En 2000 finalmente se reunió con su nieta María Macarena Gelman García. “¡Marcelo Gelman! ¡Presente!” El hijo del poeta, entre otras víctimas de la dictadura militar, sonó más vivo que nunca ese jueves 31 de marzo de 2011, cuando el Tribunal Oral Federal 1 juzgó a los represores del centro clandestino Automotores Orletti. Eduardo Cabanillas, el asesino de Marcelo, fue condenado a prisión perpetua. Juan decía que no sintió nada. Ni alegría, ni odio. Nada. Y se preguntó por qué. La respuesta está encadenada en los textos que integran Hoy, el último libro que publicó el año pasado. El poema “VIII” es el primero dedicado a su hijo: “¿Cuánta sangre cuesta/ ir de saber a contramano/ del olvido al horror/ de la injusticia a la justicia? ¿Hay que tocar los altares ardientes/ evitar la vergüenza/ la falta que preocupaba a Teognis/ interrupción del día? El beso del lazo se convierte en el lazo que el asesino ajusta. Desvío sin límite ni fondo ni virtud. La mismidad es un espejo roto en tercera persona y oigo tu mano dibujando un pájaro azul”.
Definir su poesía como política –un malentendido generalizado– es reducir y etiquetar la obra de un poeta que ha demostrado, libro tras libro, la insensatez de enjaularlo cuando él se ha dedicado, con una obstinación pocas veces vista, a deshacer y rehacer los modos de poner en juego la lengua. “Cuando se habla de mi poesía como política pienso que el error está en pensar que vivo conectado a la realidad las 24 horas del día. No todo lo que sucede en el mundo me despierta la necesidad de escribir un poema. Como ciudadano, tengo compromisos y responsabilidades que no tienen que estar necesariamente en la poesía. La ideología de alguien forma parte de su subjetividad, pero no es toda su subjetividad –decía el poeta en una entrevista de Página/12–. No me afecta ni en un sentido ni en otro que digan que mi poesía es política. Lo que me importa es mi trabajo como poeta, no me preocupa lo que digan los demás, tienen todo el derecho a opinar. Pero francamente lo único que influye es la lectura de la poesía, y el trabajo de escribirla.” Todo lo que se escribe, advertía Juan, es un largo fracaso en el intento de conseguir atrapar a la poesía. “Si uno insiste en este oficio ardiente que es la poesía es porque espera la aparición del milagro, pero como decía Dylan Thomas lo milagroso de los milagros es que a veces se producen.”
Juan agradecía los premios que fue recibiendo en los últimos años: el Premio Nacional de Poesía en Argentina (1997), el Premio Cervantes en 2007; los premios iberoamericanos de poesía Ramón López Velarde (2003), Pablo Neruda (2005) y el Reina Sofía (2005); y el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo (2000), entre otros. Sin dudas eran un estímulo y reconocimiento. “La poesía habla al ser humano no como ser hecho, sino por hacer, le descubre espacios interiores que ignoraba tener y que por eso no tenía –planteó en el discurso de aceptación del Reina Sofía–. Va a la realidad y la devuelve otra. Espera el milagro, pero sobre todo busca la materia que lo hace. Nombra lo que la esperaba oculto en el fondo de los tiempos y es memoria de lo no sucedido todavía. Sólo en lo desconocido canta la poesía. Ella acepta el espesor de la tragedia humana, pero no obedece al principio de realidad sino al orden del deseo. Choca contra los límites de la lengua y va más allá en el intento de responder al llamado de un amor que no cesa. Es un movimiento hacia el Otro, pasa de su misterio al misterio de todos y les ofrece rostros que duran la eternidad de un resplandor. Corrige la fealdad, es ajena al cálculo y da cobijo en sus tiendas de fuego. Se instala en la lengua como cuerpo y no la deja dormir.”
Cómo no evocar las palabras que pronunció cuando recibió el Cervantes, frente a los Reyes de España. “Es algo verdaderamente admirable, en estos tiempos mezquinos, tiempos de penuria, como los calificaba Holderlin, preguntándose: ¿para qué poetas? ¿Qué hubiera dicho hoy, en un mundo en el que cada tres segundos y medio un niño menor de cinco años muere de enfermedades curables, de hambre, de pobreza? Me pregunto cuántos habrán fallecido desde que comencé a decir estas palabras. Pero ahí está la poesía: de pie contra la muerte”. El poeta repasó el significado que tuvo leer a Santa Teresa y San Juan de la Cruz durante el exilio al que lo condenó la dictadura. “Su lectura desde otro lugar me reunió con lo que yo mismo sentía, es decir, la presencia ausente de lo amado, Dios para ellos, el país del que fui expulsado para mí. Y cuánta compañía de imposible me brindaron. Ese es un destino ‘que no es sino morir muchas veces’, comprobaba Teresa de Avila. Y yo moría muchas veces y más con cada noticia de un amigo o compañero asesinado o desaparecido que agrandaba la pérdida de lo amado”, confesó el autor de una obra descomunal compuesta por más de treinta títulos en la que cabe destacar Citas y comentarios (1982), Interrupciones II (1986), Carta a mi madre (1989), Salarios del impío (1993), Dibaxu (1994), Incompletamente (1997), Ni el flaco perdón de Dios/Hijos de desaparecidos, junto a su esposa Mara La Madrid (1997), Valer la pena (2001), País que fue será (2004) y Mundar (2007), entre otros.
La lengua de Juan fue la llama que encendió la temperatura la noche del lunes 26 de agosto pasado, en la Biblioteca Nacional, cuando el poeta presentó Hoy, 288 poemas en prosa que transitan el camino del duelo por la desaparición y asesinato de su hijo Marcelo, pero también dan cuenta del abismo insondable del mal en el mundo. El poeta leyó durante más de media hora. No volaba una mosca en la sala. Todos mudos ante versos que se pegan en los labios de la memoria: “La tierra pule huesos que el tiempo roba sin retorno”.
El hombre que hizo hablar a las palabras más allá de la muerte
Entre otros galardones, Gelman recibió el Premio Cervantes, el Reina Sofía y el Juan Rulfo.
Ni el recuento de los merecidos premios literarios ni el repaso de su imponente obra, ni el recuerdo de sus luchas y sus pérdidas alcanzan para darle dimensión a lo ocurrido: con Gelman se van el poeta, el periodista y el militante que cruzó las imposibilidades del lenguaje para crear nueva vida.
Por Silvina Friera
“Ha muerto un hombre y están juntando su sangre en cucharitas,/ querido juan, has muerto finalmente./De nada te valieron tus pedazos/mojados en ternura./ Cómo ha sido posible/que te fueras por un agujerito/ y nadie haya ponido el dedo/ para que te quedaras.” La tristeza es enorme, infinita, insoportable. La lengua castellana está de riguroso luto. Ha muerto Juan Gelman, ayer, a los 83 años, en la ciudad de México, donde residía desde hace más de veinticinco años. Ha muerto el poeta que llevaba la poesía tatuada en los huesos. Ha muerto el más grande de los poetas argentinos, nuestro Premio Cervantes, el hombre que extremó el elástico del lenguaje y sus imposibilidades convirtiendo verbos en sustantivos y sustantivos en verbos para arañar la realidad que se escurre entre las manos. El poeta que mutaba para permanecer, refractario a las normas, al piloto automático o al funcionamiento aluvional de “la maquinita” expresiva, como prefería llamarla. Ha muerto el hombre que transformó las heridas en versos memorables –”la memoria es una cajita que revuelvo sin solución” o “el frío tiembla en puertas del pasado que vuelven a golpear”–; una voz indomable, tan cercana y querida, en la cornisa del susurro, con esa cadencia grave y profunda por donde flameaban siempre las chispas de una ironía elegante y juguetona.
Tercer hijo de una familia de inmigrantes ucranianos, Gelman nació en Buenos Aires el 3 de mayo de 1930. No sobraba dinero en esa familia, pero se ahorraba de a centavitos para ir al Colón una vez al año. Su hermano mayor, Boris, le recitaba versos de Pushkin en ruso. Lo llevaba a un rincón apartado y Gelman, a sus siete años, caía rendido por el ritmo y la musiquita de aquellas palabras que no entendía en absoluto. A los nueve años decidió escribir poemas a una vecina dos años mayor. Al principio le mandaba versos de Almafuerte, como si fueran propios, pero la indiferencia de la nena lo obligó a dar un paso más. La batalla no sería sencilla. Entonces probó escribir él mismo; tampoco obtuvo respuesta. Ella siguió por su camino; él se quedó con la poesía. Y sus lectores del mundo, claro, agradecidos de la reticencia de la vecinita. Todavía no había pegado el estirón cuando “el pibe taquito”, como era conocido en los potreros de Villa Crespo por el modo de empujar la pelota, publicó su primer poema en la revista Rojo y Negro. Tenía once años. Juan, niño precoz que aprendió a leer a los tres años, cursó la secundaria en el Nacional de Buenos Aires. Empezó a estudiar la carrera de Química, pero, como contó más de una vez, le interesaba “mucho más la poesía que la descomposición del átomo, los protones y los neutrones”. Probó varios trabajos, pero eligió el oficio de periodista para ganarse la vida. Lejos de despreciar la faena periodística, Gelman lo entendía como un género literario “que se escribe bien o se escribe mal”.
Su itinerario periodístico arrancó en Orientación, semanario del Partido Comunista Argentina (PCA), continuó en el diario La Hora hasta que en 1962 entró en Xinhua, la agencia china de noticias. En la revista Confirmado, a la que ingresó en 1966, se encargaba de la sección de libros. Después seguirían la sección internacional de Panorama y La Opinión (1971-1973), la revista Crisis (1973-1974) y la jefatura de redacción del diario Noticias (1974). Con el regreso de la democracia se sumó a Página/12, donde escribió desde su primer número (cubriendo el histórico juicio del criminal de guerra nazi Klaus Barbie) hasta la contratapa del último domingo.
Del ambiente de la militancia en el PC, surgió el grupo El pan duro, integrado por Gelman, José Luis Mangieri, Héctor Negro y Juana Bignozzi, todos muy jóvenes y por entonces poetas desconocidos. Eran tiempos difíciles para publicar y peor aún cuando se trata de poesía, “esa Cenicienta de la literatura que apenas ocupa rinconcitos en los catálogos de las grandes editoriales”. Los miembros del grupo decidieron autofinanciar sus propias ediciones a través de un método: venían bonos de diez pesos, que era lo que podía costar un ejemplar. Hacían recitales, fiestas populares en clubes como Vélez Sarsfield y a medida que reunían el dinero elegían por votación el orden de los libros a publicar. Así apareció Violín y otras cuestiones, su primer libro de poesía, publicado en 1956, prologado por Raúl González Tuñón, quien destacó que en ese poemario “palpita un lirismo rico y vivaz y un contenido social, pero social bien entendido, que no elude el lujo de la fantasía”. Entre otras virtudes, Tuñón ponderaba “la forma ágil, fresca, variada en tonos y matices”, de un poeta “nacional, porteño, muy nuestro”, que “recién comienza y ya está maduro”. Esa sorprendente madurez se expandió en Gotán (1962), que significa tango al revés; en Cólera Buey (1965) y en Los poemas de Sydney West (1969) con formas y ritmos que pescaban al vuelo las inflexiones del habla porteña, además de traducciones simuladas de poemas. Entonces ya se vislumbraba lo que pronto sería una certeza: que ninguno de los libros de Gelman se parecen entre sí. Que cada libro nuevo postulaba una ruptura radical con el anterior. Como si fuera y no fuera a la vez el mismo poeta.
En la década del ‘60 sus ideas se radicalizarían más a la izquierda y se alejaría del PC, partido que luego lo expulsó de sus filas. “Fue el momento de la Revolución cubana y un grupo de nosotros sostenía que ese hecho era una línea divisoria”, explicó. “Se hablaba de llegar al socialismo por la vía pacífica; nosotros vimos en Cuba otro tipo de posibilidades.” En 1967 se incorporó a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y cuando FAR y Montoneros se fusionaron en una única organización, en 1975, Juan fue enviado al extranjero para denunciar públicamente la represión y la violación de la Triple A. Hay golpes en la vida, tan fuertes... se podría parafrasear a César Vallejo, uno de sus poetas preferidos. En 1976 secuestraron a sus hijos Nora Eva y Marcelo Ariel, junto a su nuera María Claudia Iruretagoyena, quien se encontraba embarazada de siete meses. Su hijo y su nuera desaparecieron, junto a su nieta nacida en cautiverio. La ruptura con Montoneros llegó cuando la conducción planteó “esa locura que la contraofensiva militar, que condujo a la muerte a las mayoría de la gente que participó en ella”. El poeta, por entonces ya exiliado, volvió clandestinamente al país en 1978, con el objetivo de que un puñado de periodistas pudiera ver lo que estaba pasando en Argentina, el terror de la dictadura cívico-militar. Durante siete años no escribió ni publicó. Regresaría al ruedo con Hechos y relaciones, texto en donde emerge el dolor en carne viva del exilio y las muertes. En 1989 el presidente Carlos Menem firmó el indulto. Juan objetó la medida a través de una nota publicada en este diario: “Me están canjeando por los secuestradores de mis hijos y de otros miles de muchachos que ahora son mis hijos”, se quejó.
“Me cavo para no encubrirte más con visiones de tu abrigo largo. Un parpadeo dura mucho cuando se aparta el ser de sí en vuelos sin rumor. Libre aún entre muros de cemento y cal viva/arrojado a que nunca fueras certidumbre”, se lee en uno de los poemas recientes que le dedicó a su hijo. El 7 de enero de 1990, el Equipo Argentino de Antropología Forense identificó los restos de Marcelo, encontrados en un río de San Fernando dentro de un tambor de grasa lleno de cemento. Lo habían matado de un tiro en la nuca. En 1998 descubrió que su nuera había sido trasladada a Uruguay y que había sido mantenida con vida al menos hasta dar a luz a una niña en el Hospital Militar de Montevideo. A partir de ese momento lanzó una búsqueda incansable para hallar a su nieta, apoyado por escritores, artistas e intelectuales. En 2000 finalmente se reunió con su nieta María Macarena Gelman García. “¡Marcelo Gelman! ¡Presente!” El hijo del poeta, entre otras víctimas de la dictadura militar, sonó más vivo que nunca ese jueves 31 de marzo de 2011, cuando el Tribunal Oral Federal 1 juzgó a los represores del centro clandestino Automotores Orletti. Eduardo Cabanillas, el asesino de Marcelo, fue condenado a prisión perpetua. Juan decía que no sintió nada. Ni alegría, ni odio. Nada. Y se preguntó por qué. La respuesta está encadenada en los textos que integran Hoy, el último libro que publicó el año pasado. El poema “VIII” es el primero dedicado a su hijo: “¿Cuánta sangre cuesta/ ir de saber a contramano/ del olvido al horror/ de la injusticia a la justicia? ¿Hay que tocar los altares ardientes/ evitar la vergüenza/ la falta que preocupaba a Teognis/ interrupción del día? El beso del lazo se convierte en el lazo que el asesino ajusta. Desvío sin límite ni fondo ni virtud. La mismidad es un espejo roto en tercera persona y oigo tu mano dibujando un pájaro azul”.
Definir su poesía como política –un malentendido generalizado– es reducir y etiquetar la obra de un poeta que ha demostrado, libro tras libro, la insensatez de enjaularlo cuando él se ha dedicado, con una obstinación pocas veces vista, a deshacer y rehacer los modos de poner en juego la lengua. “Cuando se habla de mi poesía como política pienso que el error está en pensar que vivo conectado a la realidad las 24 horas del día. No todo lo que sucede en el mundo me despierta la necesidad de escribir un poema. Como ciudadano, tengo compromisos y responsabilidades que no tienen que estar necesariamente en la poesía. La ideología de alguien forma parte de su subjetividad, pero no es toda su subjetividad –decía el poeta en una entrevista de Página/12–. No me afecta ni en un sentido ni en otro que digan que mi poesía es política. Lo que me importa es mi trabajo como poeta, no me preocupa lo que digan los demás, tienen todo el derecho a opinar. Pero francamente lo único que influye es la lectura de la poesía, y el trabajo de escribirla.” Todo lo que se escribe, advertía Juan, es un largo fracaso en el intento de conseguir atrapar a la poesía. “Si uno insiste en este oficio ardiente que es la poesía es porque espera la aparición del milagro, pero como decía Dylan Thomas lo milagroso de los milagros es que a veces se producen.”
Juan agradecía los premios que fue recibiendo en los últimos años: el Premio Nacional de Poesía en Argentina (1997), el Premio Cervantes en 2007; los premios iberoamericanos de poesía Ramón López Velarde (2003), Pablo Neruda (2005) y el Reina Sofía (2005); y el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo (2000), entre otros. Sin dudas eran un estímulo y reconocimiento. “La poesía habla al ser humano no como ser hecho, sino por hacer, le descubre espacios interiores que ignoraba tener y que por eso no tenía –planteó en el discurso de aceptación del Reina Sofía–. Va a la realidad y la devuelve otra. Espera el milagro, pero sobre todo busca la materia que lo hace. Nombra lo que la esperaba oculto en el fondo de los tiempos y es memoria de lo no sucedido todavía. Sólo en lo desconocido canta la poesía. Ella acepta el espesor de la tragedia humana, pero no obedece al principio de realidad sino al orden del deseo. Choca contra los límites de la lengua y va más allá en el intento de responder al llamado de un amor que no cesa. Es un movimiento hacia el Otro, pasa de su misterio al misterio de todos y les ofrece rostros que duran la eternidad de un resplandor. Corrige la fealdad, es ajena al cálculo y da cobijo en sus tiendas de fuego. Se instala en la lengua como cuerpo y no la deja dormir.”
Cómo no evocar las palabras que pronunció cuando recibió el Cervantes, frente a los Reyes de España. “Es algo verdaderamente admirable, en estos tiempos mezquinos, tiempos de penuria, como los calificaba Holderlin, preguntándose: ¿para qué poetas? ¿Qué hubiera dicho hoy, en un mundo en el que cada tres segundos y medio un niño menor de cinco años muere de enfermedades curables, de hambre, de pobreza? Me pregunto cuántos habrán fallecido desde que comencé a decir estas palabras. Pero ahí está la poesía: de pie contra la muerte”. El poeta repasó el significado que tuvo leer a Santa Teresa y San Juan de la Cruz durante el exilio al que lo condenó la dictadura. “Su lectura desde otro lugar me reunió con lo que yo mismo sentía, es decir, la presencia ausente de lo amado, Dios para ellos, el país del que fui expulsado para mí. Y cuánta compañía de imposible me brindaron. Ese es un destino ‘que no es sino morir muchas veces’, comprobaba Teresa de Avila. Y yo moría muchas veces y más con cada noticia de un amigo o compañero asesinado o desaparecido que agrandaba la pérdida de lo amado”, confesó el autor de una obra descomunal compuesta por más de treinta títulos en la que cabe destacar Citas y comentarios (1982), Interrupciones II (1986), Carta a mi madre (1989), Salarios del impío (1993), Dibaxu (1994), Incompletamente (1997), Ni el flaco perdón de Dios/Hijos de desaparecidos, junto a su esposa Mara La Madrid (1997), Valer la pena (2001), País que fue será (2004) y Mundar (2007), entre otros.
La lengua de Juan fue la llama que encendió la temperatura la noche del lunes 26 de agosto pasado, en la Biblioteca Nacional, cuando el poeta presentó Hoy, 288 poemas en prosa que transitan el camino del duelo por la desaparición y asesinato de su hijo Marcelo, pero también dan cuenta del abismo insondable del mal en el mundo. El poeta leyó durante más de media hora. No volaba una mosca en la sala. Todos mudos ante versos que se pegan en los labios de la memoria: “La tierra pule huesos que el tiempo roba sin retorno”.
martes, 14 de enero de 2014
la canción que serrat prohibió ....TAMBIÉN EN RAMBLE TAMBLE
Mientras Moyano y Barrionuevo llaman a la unidad sindical opositora, recuerdo que nunca jamás me interesó Serrat ni aún cuando era top ten, hace siglos ya, por lo que esta nota que leeremos, qué se yo, ahí va, nada que no se pudiera imaginar teniéndolo en tan baja estima, digamos.
Le reconozco un solo mérito de propia autoría, la muy temprana Paraules D´amor. Finishela.
El contacto de Serrat con Montoneros viene de antiguo. En 1972, coincidió en Madrid con Rodolfo Galimberti, inverosímil personaje que rondaba la corte de Perón. Ambos se disputaban los favores de Cristina Suarini, una actriz de Rosario fichada por el cine español. A juzgar por los berrinches de Galimberti, recogidos en la biografía de Marcelo Larraquy y Roberto Caballero, aquella partida fue ganada por el catalán.
Volvamos a "La montonera". En general, se creyó que la protagonista era Marie Anne Erize Tisseau. Nacida en Argentina de padres franceses, alcanzó cierta popularidad como modelo: desfiló, ocupó portadas de revistas, hizo publicidad y conoció la dolce vita de la farándula porteña. Tras abandonar los estudios de antropología, se convirtió en militante de base en Montoneros, haciendo trabajo social entre los más desfavorecidos (y, supongo, misiones menos visibles).
Hacia 1969, Marie Anne viajó a Europa, donde conoció a Serrat y Moustaki. También tuvo una relación breve con Paco de Lucía. Y demostró talento para la intriga: al encontrarse sin dinero, se convirtió en contrabandista de arte, exportando discretamente varios cuadros valiosos. Todo se cuenta en un libro del periodista francés Philippe Broussard, La desaparecida de San Juan (Planeta). Efectivamente, Marie Anne fue “chupada” en plena calle y a la luz del día. El militar a cargo de su secuestro, Jorge Olivera, supuestamente alardeó de haberla violado antes de que fuera asesinada. El miserable fue condenado a cadena perpetua pero escapó el pasado julio.
Serrat habla poco al respecto: hace unos años, cuando le pregunté por la canción, cambió de tema. A Broussard le niega que Marie Anne fuera su inspiración; ha dicho que la musa para “La montonera” fue una tal Alice o Alicia, quizás uno de los alias de Marie Anne. Lo que resulta intrigante es que Joan Manuel haya impedido la difusión del tema, que nunca ha registrado de forma profesional. Sí se rescata, vestida con galas, en el documental Cazadores de la utopía (1995), de David Blaustein. El autor de la música fue el mago Litto Nebbia, que ha aceptado compartir sus recuerdos.
Litto trabajó sobre una casete de Serrat en directo: “ademas de oírse mal, 'lloraba' la afinación de su guitarra. Hice un arreglo de piano, teclados, guitarra, bajo y percusión. De esta manera la canción quedó con el mismo color que el resto del score.” Sin embargo, cuando ya estaba fabricado el CD con la banda sonora, Serrat prohibió la edición de su canción con un argumento que luego resultaría falaz: no quería "quemar" la canción ya que pretendía grabarla en un futuro disco. La palabra de Serrat era ley: toda la tirada fue destruida. Precisamente, ahora sale un doble titulado Litto Nebbia film music song book: “está incluida la música de Cazadores de la utopía. Lógicamente, sin el tema de Serrat”.
Le reconozco un solo mérito de propia autoría, la muy temprana Paraules D´amor. Finishela.
En esa perspectiva, considero que finalmente encontró su destino manifiesto fabricando vino caro y malo. Sin embargo sé que remo contracorriente en aguas generacionales que lo auparon y aún siguen considerando el mundo cultural serratiano y su pedagogía anexa , algo así como un gran cruzador de cieguitos en las esquinas y por las rayas peatonales! Un chantún, frastraslasfra.
En fin, no es el tema. Se trata de una interesante reflexión acerca de La Montonera , un tema irrelevante del catalán con una historia muy conmovedora como contexto.
El primero que blogueó sobre este tema ( que yo leí) fue el Pájaro Salinas, acá y lo retomamos ahora en Ramble con esta linda nota de Diego Manrique que como toda linda nota, flashea, pero a veces la pone, qvaser, cést la vie ... acá el único que la emboca siempre es Broda. Y bue..
El primero que blogueó sobre este tema ( que yo leí) fue el Pájaro Salinas, acá y lo retomamos ahora en Ramble con esta linda nota de Diego Manrique que como toda linda nota, flashea, pero a veces la pone, qvaser, cést la vie ... acá el único que la emboca siempre es Broda. Y bue..
La historia secreta de "La montonera”, una bellísima canción que Joan Manuel Serrat ha preferido olvidar.
Viernes peronistas 3Es un buen día cuando aparece un nuevo número de Viernes Peronistas. Y también, un día perdido: imposible resistirse a la tentación de sumergirse en sus páginas (aunque técnicamente sea un fanzine, tiene dimensiones de libro). Esta publicación, concebida en Madrid, estudia el peronismo clásico como si fuera un fenómeno pop, con sus héroes, sus villanos, sus mass media, sus epifenómenos, su estética.
Y siempre, siempre hay sorpresas. En el número 3, encuentras un apartado dedicado a la discografía justicialista. Y allí descubro que sí hubo una edición digamos oficial de "La montonera", la canción maldita de Joan Manuel Serrat. Edición oficial pero clandestina: en 1978, el Consejo Superior del Movimiento Peronista Montonero, residente en México pero a punto de instalarse en Cuba por urgencias de seguridad, fabricó un flexidisco asombroso, para su escucha en Argentina.
La cara A ofrecía un análisis triunfalista de lo ocurrido tras el golpe militar, seguido de instrucciones para visibilizarse durante los próximos Mundiales de Fútbol; en vísperas del aniquilamiento de la resistencia armada, la voz de (se supone) Juan Gelman parece venir de un universo paralelo. Se incluyen direcciones y teléfonos de la organización en el extranjero y, más alucinante aún, se detalla el organigrama de la cúpula del movimiento guerrillero, con todos sus responsables.
El puntazo fue que el flexi también incluía una canción exclusiva de Joan Manuel Serrat, no se sabe si con el permiso expreso de su autor. “La montonera” es la hermosa loa de una militante: “Con esas manos de quererte tanto/ pintabas en las paredes 'luche y vuelve'/ manchando de esperanzas y de cantos/ las veredas de aquel 69”. Lo extraordinario, para tratarse de un disco editado por Montoneros, reside en que Serrat manifestaba escepticismo ante la mitificación del Juan Domingo Perón, entonces exiliado en Madrid, con el beneplácito de Franco: “Cayéndose y volviéndose a levantar, la montonera/ que buen vasallo sería/ si buen señor tuviera”.
Serrat cantaba "La montonera" a modo de gesto de solidaridad con la Argentina militarizada
El contacto de Serrat con Montoneros viene de antiguo. En 1972, coincidió en Madrid con Rodolfo Galimberti, inverosímil personaje que rondaba la corte de Perón. Ambos se disputaban los favores de Cristina Suarini, una actriz de Rosario fichada por el cine español. A juzgar por los berrinches de Galimberti, recogidos en la biografía de Marcelo Larraquy y Roberto Caballero, aquella partida fue ganada por el catalán.
Volvamos a "La montonera". En general, se creyó que la protagonista era Marie Anne Erize Tisseau. Nacida en Argentina de padres franceses, alcanzó cierta popularidad como modelo: desfiló, ocupó portadas de revistas, hizo publicidad y conoció la dolce vita de la farándula porteña. Tras abandonar los estudios de antropología, se convirtió en militante de base en Montoneros, haciendo trabajo social entre los más desfavorecidos (y, supongo, misiones menos visibles).
Hacia 1969, Marie Anne viajó a Europa, donde conoció a Serrat y Moustaki. También tuvo una relación breve con Paco de Lucía. Y demostró talento para la intriga: al encontrarse sin dinero, se convirtió en contrabandista de arte, exportando discretamente varios cuadros valiosos. Todo se cuenta en un libro del periodista francés Philippe Broussard, La desaparecida de San Juan (Planeta). Efectivamente, Marie Anne fue “chupada” en plena calle y a la luz del día. El militar a cargo de su secuestro, Jorge Olivera, supuestamente alardeó de haberla violado antes de que fuera asesinada. El miserable fue condenado a cadena perpetua pero escapó el pasado julio.
Serrat habla poco al respecto: hace unos años, cuando le pregunté por la canción, cambió de tema. A Broussard le niega que Marie Anne fuera su inspiración; ha dicho que la musa para “La montonera” fue una tal Alice o Alicia, quizás uno de los alias de Marie Anne. Lo que resulta intrigante es que Joan Manuel haya impedido la difusión del tema, que nunca ha registrado de forma profesional. Sí se rescata, vestida con galas, en el documental Cazadores de la utopía (1995), de David Blaustein. El autor de la música fue el mago Litto Nebbia, que ha aceptado compartir sus recuerdos.
Litto trabajó sobre una casete de Serrat en directo: “ademas de oírse mal, 'lloraba' la afinación de su guitarra. Hice un arreglo de piano, teclados, guitarra, bajo y percusión. De esta manera la canción quedó con el mismo color que el resto del score.” Sin embargo, cuando ya estaba fabricado el CD con la banda sonora, Serrat prohibió la edición de su canción con un argumento que luego resultaría falaz: no quería "quemar" la canción ya que pretendía grabarla en un futuro disco. La palabra de Serrat era ley: toda la tirada fue destruida. Precisamente, ahora sale un doble titulado Litto Nebbia film music song book: “está incluida la música de Cazadores de la utopía. Lógicamente, sin el tema de Serrat”.
Hay una historia detrás, sospecho. Una historia hoy políticamente incorrecta. La historia de la relación de Serrat con la izquierda revolucionaria argentina. La rumorología sugiere que, durante un tiempo, el cantautor custodió en España fondos de Montoneros, posiblemente procedentes de secuestros como el de los hermanos Born; se mezcla también en la bola al entonces representante de Joan Manuel Serrat COMO IDOLO POPSerrat, Lasso de la Vega, y al galerista Paco Revés (aparentemente, una parte de esos dineros ¡se invirtió en arte!). Verdad, mentira, exageración, misterios que seguramente se evaporarán: para bien y para mal, Serrat está en el cielo de las hagiografías. Aquí y en la Argentina.
Urge hacerse una idea de la inmensa popularidad de Joan Manuel en aquel país. Era una estrella pop, desde luego, pero también una referencia ideológica. En los tomos de La voluntad, la inmensa crónica panorámica de la insurgencia argentina entre 1966 y 1978, se reitera el nombre de Serrat (incluso se reproduce una crítica negativa de un disco suyo, para dar idea del clima cultural de 1974). En un momento, antes del golpe, aparece donando “una buena suma” a familiares de presos políticos. Más adelante, en la infernal Escuela de Mecánica de la Armada, se usa su música para tapar los gritos de una torturada: horroriza pensar que Serrat también gustaba a algunos milicos
La palabra de moda
Por Eduardo Di Cola*
Escrache ha sido designada la palabra del año 2013 en España. Así lo determinó la Fundación del Español Urgente “Fundéu”, una institución nacida de un acuerdo entre la Agencia EFE y el Banco de Bilbao Vizcaya que trabaja desde el año 2005 para impulsar el buen uso del español en los medios de comunicación. Para el cumplimiento de su objetivo cuenta con el asesoramiento de la Real Academia Española.
Los medio en general lo difundieron como una nota de color. El análisis no fue mucho más allá de lo linguístico tratándolo en sus secciones culturales como fue el caso del diario madrileño El País.
Destacan que se trata de una palabra que llegó al español de España desde el de Argentina y Uruguay.
Lo que no se dice ni se analiza son la causas por las cuales se ha puesto de moda. A los poderes económicos comprensivo de sus propios medios de comunicación no les interesa ir mucho más allá de la curiosidad que el diccionario de la Real Academia Española solo incluye el verbo “escrachar” y no así al vocablo “escrache”. Como si la utilización de la palabra pudiera estar divorciada de la realidad a la que se refiere.
Naturalmente que no es una actitud ingenua. Para esos poderes es importante que no se ponga en evidenciasu decisión de seguir generando beneficios extraordinarios sin medir ni importarles las consecuencias.
Así es como contemporáneamente el diario español Expansión líder en temas económicos, informó el miércoles 8 que a cambio de 1.250 M de Euros los bancos cedieron a los fondos buitre Apollo, TPG y Kennedy Wilson de origen estadounidense, la gestión y venta de 82.000 inmuebles valuados en 20.000 M de Euros. En otras palabras, 82.000 parcelas de soberanía españolaobtenidas de españoles desahuciados fueron puestos en manos de fondos buitres norteamericanos.
Pero no son solo los bienes materiales sobre los que avanzan. Los valores históricos, culturales, simbólicos también caen en su lógica mercantilista.
La estación del Metro Puerta del Sol de Madrid, el equivalente a nuestra Plaza de Mayo, cambió su nombre por el de una empresa de telefonía celular. Ya no es más estación Puerta del Sol. A cambio de 3 millones de euros pasó a denominarse estación “Vodafone Sol”. Como sinuestra estación de subte Plaza de Mayo pasara a denominarse estación “Movistar Mayo” o “Claro Mayo”.
El neoliberalismo europeo y la cooptación de la política por los poderes económicos inevitablemente nosremite a las causas que en nuestro país dieron nacimiento a los escraches, ahora de moda en España y otros países del viejo continente.
*Ex Diputado Nacional
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