jueves, 14 de marzo de 2013

LA CONVIVENCIA CON BERGOGLIO

¿Cómo convivir con un papa argentino en Roma? Por Martín Piqué La fumata blanca que anunció la elección del porteño Jorge Bergoglio como nuevo Papa de la Iglesia Católica sorprendió al gobierno nacional. El adversario de la última década, con el que Néstor Kirchner y Cristina Fernández supieron tener una relación conflictiva, con cortocircuitos y desplantes mutuos, se convertía así en uno de los hombres más influyentes de la humanidad. Nunca se terminará de saber si en el ascenso de Bergoglio fue determinante la acción del Espíritu Santo o la muñeca política de un astuto cardenal, formado en el peronismo ortodoxo de Guardia de Hierro y en la tradición misionera de la Compañía de Jesús. En los primeros años del kirchnerismo, Bergoglio tuvo una pésima relación con Kirchner y su esposa. Las frases (como su ataque a la “ideología revanchista”, pronunciada en 2004) que arrojaba cada 25 de mayo en su homilía de la Catedral metropolitana alimentaba la portada de los diarios. El oficialismo, como respuesta, ordenaba trasladar el Tedeum desde Buenos Aires a templos de las provincias. La relación pasó por momentos de mucha tensión. Las declaraciones del ex capellán castrense Antonio Baseotto, el impulso silencioso de Bergoglio hacia la candidatura del obispo misionero Joaquín Piña y la revisión de la conducta de la Iglesia durante la dictadura inyectaron nerviosismo en ambos lados. Bergoglio, sobre quien pesa una oscura historia en torno a su discutido papel ante la desaparición de los jesuitas Francisco Jalics y Orlando Yorio, incluso llegó a declarar ante el Tribunal Oral Federal nº 5 en el marco causa ESMA. En los tiempos de batalla, Bergoglio –como buen jesuita, al fin— no eludió la polémica. Kirchner, convencido de que el cardenal se había adjudicado la tarea de organizar la oposición cultural y política al oficialismo, tampoco ahorró críticas. “El diablo llega a todos. Tanto a los que visten pantalones como a los que usan sotanas”, cargó durante un acto en el que puso el acento sobre la complicidad de la jerarquía católica con el terrorismo de Estado. La distancia entre Kirchner y Bergoglio no sólo obedecía a la coyuntura: entre ambos siempre hubo contradicciones ideológicas, propias de dos visiones distintas del (siempre vivo y heterogéneo) movimiento nacional justicialista. Si Kirchner encarnaba a la generación de la Juventud Peronista que en los ‘70 se organizó en torno a la Tendencia, Bergoglio nunca ocultó su paso –en los años mozos- por la vertiente más ortodoxa de Guardia de Hierro. Los recelos mutuos, los choques en público, se mantuvieron a lo largo de 2008 con el conflicto por la 125, y también durante el progresivo repunte del kirchnerismo, entre 2009 y 2010, cuando el gobierno logró sancionar dos leyes claves, como la Ley de Medios y la Ley de Matrimonio Igualitario. Nunca se supo, sin embargo, que Bergoglio no veía con malos ojos la aprobación de la figura legal de la unión civil. Su rechazo estaba concentrado en la asimilación, con los mismos derechos, del matrimonio heterosexual con el de las personas del mismo sexo. “No se trata de una simple lucha política. Es la pretensión destructiva al plan de Dios”, declaró en aquel 2010. El vínculo seguía cortado, con la convicción desde ambas partes –la Casa Rosada, el Arzobispado de Buenos Aires- de que estaban frente a un rival de cuidado, cuando se produjo la inesperada muerte de Kirchner. El miércoles 27 de octubre de 2010, aquel día del censo y de la terrible noticia, Bergoglio celebró un oficio religioso en la Catedral en homenaje al ex presidente. “Este hombre (por Kirchner) cargó sobre su corazón, sobre sus hombros y sobre su conciencia la unción de un pueblo. Un pueblo que le pidió que lo condujera. Sería una ingratitud muy grande que ese pueblo, esté de acuerdo o no con él, olvidara que este hombre fue ungido por la voluntad popular”, dijo Bergoglio ante la escucha concentrada de varios fieles muy conocidos en el ambiente político, como la diputada del PRO, Gabriela Michetti, y el ex jefe de gobierno radical Enrique Olivera. Desde aquel instante, sin ganar afecto o recuperar definitivamente la confianza, la relación entre Bergoglio y la presidenta Cristina Fernández fue normalizándose de forma silenciosa. Con la gestión discreta de algunos emisarios que tienen llegada a ambos lados (como el Equipo de Pastoral de Villas del arzobispado porteño y la ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner, cristiana devota), y tras la salida de Bergoglio del Episcopado luego de cumplir dos mandatos consecutivos –lo sucedió el arzobispo de Santa Fe, José María Arancedo–, el vínculo del cardenal y la presidenta ingresó en un proceso de moderación y búsqueda de coincidencias. La decisión oficial de no impulsar la despenalización definitiva del aborto, y la implementación de una asignación especial para embarazadas, cayeron muy bien en el Arzobispado porteño. En ese contexto llegó la noticia inesperada. Bergoglio, que no estaba entre los favoritos de las casas de apuestas, logró los votos necesarios. El cardenal hincha de San Lorenzo, hijo de italianos, de pasado controvertido durante la dictadura y voces que pretenden desagraviarlo (como Clelia Luro, viuda del ex obispo Jerónimo Podestá, quien luchó para terminar con el celibato obligatorio) se convirtió en el protagonista de un hecho histórico. Ser el primer Papa no europeo. El primero sudamericano. Su elección, a pesar de todas las discusiones, ayer fue festejada por calificadas voces del kirchnerismo. ¿Cómo convivir con un Papa argentino en Roma? Esto recién comienza. 14/03/13 Infonews

BERGOGLIO EL ERZATZ POR VERBITSKY, OPINION

Notas anteriores Memoria Literatura Psicología Pensamiento Tango Pasión de Multitudes Mezcladito Un ersatz Por Horacio Verbitsky Entre los centenares de llamados y mails recibidos, elijo uno. “No lo puedo creer. Estoy tan angustiada y con tanta bronca que no sé qué hacer. Logró lo que quería. Estoy viendo a Orlando en el comedor de casa, ya hace unos años, diciendo ‘él quiere ser Papa’. Es la persona indicada para tapar la podredumbre. Es el experto en tapar. Mi teléfono no para de sonar, Fito me habló llorando.” Lo firma Graciela Yorio, la hermana del sacerdote Orlando Yorio, quien denunció a Bergoglio como el responsable de su secuestro y de las torturas que padeció durante cinco meses de 1976. El Fito que la llamó desconsolado es Adolfo Yorio, su hermano. Ambos dedicaron muchos años de su vida a continuar las denuncias de Orlando, un teólogo y sacerdote tercermundista que murió en 2000 soñando la pesadilla que ayer se hizo realidad. Tres años antes, su íncubo había sido designado arzobispo coadjutor de Buenos Aires, lo cual preanunciaba el resto. Orlando Yorio no llegó a conocer la declaración de Bergoglio ante el Tribunal Oral Federal 5. Allí dijo que recién supo de la existencia de chicos apropiados después de terminada la dictadura. Pero el Tribunal Oral Federal 6, que juzgó el plan sistemático de apropiación de hijos de detenidos-desaparecidos, recibió documentos que indican que ya en 1979 Bergoglio estaba bien al tanto e intervino al menos en un caso a solicitud del superior general, Pedro Arrupe. Luego de escuchar el relato de los familiares de Elena de la Cuadra, secuestrada en 1977, cuando atravesaba el quinto mes de embarazo, Bergoglio les entregó una carta para el obispo auxiliar de La Plata, Mario Picchi, pidiéndole que intercediera ante el gobierno militar. Picchi averiguó que Elena había dado a luz una nena, que fue regalada a otra familia. “La tiene un matrimonio bien y no hay vuelta atrás”, informó a la familia. Al declarar por escrito en la causa de la ESMA, por el secuestro de Yorio y del también jesuita Francisco Jalics, Bergoglio dijo que en el archivo episcopal no había documentos sobre los detenidos-desaparecidos. Pero quien lo sucedió, su actual presidente, José Arancedo, envió a la jueza Martina Forns copia del documento que publiqué aquí, sobre la reunión del dictador Videla con los obispos Raúl Primatesta, Juan Aramburu y Vicente Zazpe, en la que hablaron con extraordinaria franqueza sobre decir o no decir que los detenidos-desaparecidos habían sido asesinados, porque Videla quería proteger a quienes los mataron. En su clásico libro Iglesia y dictadura, Emilio Mignone lo mencionó como paradigma de “pastores que entregaron sus ovejas al enemigo sin defenderlas ni rescatarlas”. Bergoglio me contó que en una de sus primeras misas como arzobispo divisó a Mignone e intentó acercársele para darle explicaciones, pero que el presidente fundador del CELS alzó la mano indicándole que no avanzara. No estoy seguro de que Bergoglio haya sido elegido para tapar la podredumbre que redujo a la impotencia a Joseph Ratzinger. Las luchas internas de la curia romana siguen una lógica tan inescrutable que los hechos más oscuros pueden atribuirse al espíritu santo, ya sean los manejos financieros por los que el Banco del Vaticano fue excluido del clearing internacional porque no cumple con las reglas para controlar el lavado de dinero, o las prácticas pedófilas en casi todos los países del mundo, que Ratzinger encubrió desde el Santo Oficio y por las que pidió perdón como pontífice. Ni siquiera me extrañaría que, brocha en mano y con sus zapatos gastados, Bergoglio emprendiera una cruzada moralizadora para blanquear los sepulcros apostólicos. Pero lo que tengo por seguro es que el nuevo obispo de Roma será un ersatz, esa palabra alemana a la que ninguna traducción hace honor, un sucedáneo de menor calidad, como el agua con harina que las madres indigentes usan para engañar el hambre de sus hijos. El teólogo brasileño de la liberación Leonardo Boff, excluido por Ratzinger de la enseñanza y del sacerdocio, tenía la ilusión de que fuera elegido el franciscano de ancestros irlandeses Sean O’Malley, que carga con la diócesis de Boston, quebrada por tantas indemnizaciones que pagó a niños vejados por sacerdotes. “Se trata de una persona muy vinculada a los pobres porque trabajó mucho tiempo en América Latina y el Caribe, siempre en medio de los pobres. Es una señal de que puede ser un papa diferente, un papa de una nueva tradición”, escribió el ex sacerdote. En la Silla Apostólica no se sentará un verdadero franciscano sino un jesuita que se hará llamar Francisco, como el pobrecito de Asís. Una amiga argentina, me escribe azorada desde Berlín que para los alemanes, que desconocen su historia, el nuevo papa es tercermundista. Menuda confusión. Su biografía es la de un populista conservador, como lo fueron Pío XII y Juan Pablo II: inflexibles en cuestiones doctrinarias pero con una apertura hacia el mundo, y sobre todo, hacia las masas desposeídas. Cuando rece su primera misa en una calle del trastevere o en la stazione termini de Roma y hable de las personas explotadas y prostituidas por los poderosos insensibles que cierran su corazón a Cristo; cuando los periodistas amigos cuenten que viajó en subte o colectivo; cuando los fieles escuchen sus homilías recitadas con los ademanes de un actor y en las que las parábolas bíblicas coexisten con el habla llana del pueblo, habrá quienes deliren por la anhelada renovación eclesiástica. En los tres lustros que lleva al frente de la Arquidiócesis porteña hizo eso y mucho más. Pero al mismo tiempo intentó unificar la oposición contra el primer gobierno que en muchos años adoptó una política favorable a esos sectores, y lo acusó de crispado y confrontativo porque para hacerlo debió lidiar con aquellos poderosos fustigados en el discurso. Ahora podrá hacerlo en otra escala, lo cual no quiere decir que se olvide de la Argentina. Si Pacelli recibió el financiamiento de la Inteligencia estadounidense para apuntalar a la democracia cristiana e impedir la victoria comunista en las primeras elecciones de la posguerra y si Wojtyla fue el ariete que abrió el primer hueco en el muro europeo, el papa argentino podrá cumplir el mismo rol en escala latinoamericana. Su pasada militancia en Guardia de Hierro, el discurso populista que no ha olvidado, y con el que podría incluso adoptar causas históricas como la de las Malvinas, lo habilitan para disputar la orientación de ese proceso, para apostrofar a los explotadores y predicar mansedumbre a los explotados. 14/03/13 Página|12 GB

miércoles, 13 de marzo de 2013

02/10/2012 | CEIL- UNLu Creencias, cultura y sociedad en Argentina ¿Cómo varió el panorama religioso nacional a lo largo de la historia? Investigadores del CONICET se preguntan, ¿en qué creemos hoy los argentinos?

Según Fortunato Mallimaci existen una serie de preconceptos cuando se habla de religiones en nuestro país, y destaca tres: que la gran mayoría de los argentinos son católicos practicantes; que no hay personas indiferentes a lo religioso y que la mayoría de los universitarios son agnósticos o ateos. Frente a estos mitos Mallimaci, doctor en sociología e investigador principal del CONICET en el Centro de Estudios e Investigaciones Laborales (CEIL), se propuso llevar a cabo un relevamiento nacional que dé cuenta de las identidades, prácticas y tradiciones religiosas presentes hoy en el país. Así, en 2008 junto a su equipo elaboró la Primera Encuesta Sobre Creencias y Actitudes Religiosas en Argentina. “Nos encontramos con que ciertas nociones que teníamos acerca de la religiosidad de los argentinos no siempre se cumplían. Por ejemplo, casi el 25 por ciento de las personas que viven en nuestro país no se dicen católicas”, señala Mallimaci. La encuesta muestra además que si bien la cultura cristiana está extendida a nivel nacional, también hay un sector de la población que no siente ninguna pertenencia religiosa. “Fue una sorpresa para nosotros ver que en la sociedad argentina hay más indiferentes que evangélicos”, comenta el investigador. Los datos señalan una preeminencia de la cultura cristiana en nuestro país: el 76,5 por ciento de los entrevistados se declaran católicos. Las personas que se declaran indiferentes en cuanto a la religión alcanzan el 11,3 por ciento, mientras que los evangélicos son el 9 por ciento de la población. Los investigadores además elaboraron un ranking de creencias católicas que revela que el 91,8 por ciento de los argentinos cree en Jesucristo, mientras que el Espíritu Santo y La Virgen ocupan el segundo y tercer puesto. Para sorpresa de los académicos, los universitarios son en un 78,1 por ciento creyentes y sólo el 17,4 por ciento son indiferentes. Una tendencia similar se observa entre quienes carecen de estudios o sólo completaron la primaria, aunque hay casi la misma cantidad de indiferentes que de evangélicos. Sin embargo, Mallimaci introduce un matiz esencial al momento de analizar el campo religioso: “No es lo mismo hablar del catolicismo en el Norte del país que en el Centro o el Sur, hay que tener en cuenta que las creencias toman características diferentes en cada región”, explica. Fabián Flores, investigador adjunto del CONICET en la Universidad Nacional de Luján y especialista en geografía de las religiones señala que “la iglesia católica es distinta en Salta, en Buenos Aires y en la Patagonia, entonces es importante incluir un enfoque geográfico y cultural de las particularidades regionales en el estudio del campo religioso”. De hecho, las distintas creencias incluso se distribuyen desigualmente a lo largo y ancho del país. De acuerdo con la encuesta, el Noroeste argentino es la región más católica, con 91,7 por ciento de habitantes que profesan esa fe, mientras que en el sur argentino el 21,6 por ciento de la población es evangélica, la mayor concentración a nivel nacional. En cuanto a Capital Federal y Gran Buenos Aires, los datos señalan que el 69,1 por ciento de los habitantes son católicos, aunque también es la región donde hay más indiferentes religiosos: el 18 por ciento de los metropolitanos no adhiere a ninguna creencia. Transformaciones en debate Mallimaci destaca que uno de los cambios culturales más fuertes observados fue la presencia de una distancia entre las normas que emergen de la institución religiosa y las prácticas, identidades y sociabilidades de la mayoría de los creyentes católicos. Según la encuesta, del total de quienes creen en Dios el 61,1 por ciento dice relacionarse por su propia cuenta y sólo el 23,1 lo hace a través de una institución eclesial. Actualmente las principales prácticas religiosas de los argentinos son rezar en casa y leer la Biblia. Flores explica que a pesar de esta diversidad de prácticas, la iglesia católica aún tiene legitimidad social, de modo que algunos sujetos pueden no coincidir a nivel personal pero sin embargo se presentan como católicos a frente a la sociedad. “Es el caso de las personas que dicen ‘soy católico pero no practicante’”, ejemplifica. “La mayoría de los cristianos cree a su manera, son de algún modo cuentapropistas religiosos y tienen varias identidades al mismo tiempo. La gente hoy puede creer en Jesús, en la Virgen, en la Energía y puede ir a ver un santo y al otro día ir a un curandero”, explica Mallimaci. Ambos especialistas coinciden en que esta multiplicidad de prácticas e identidades religiosas es vivida por el sujeto sin contradicción ni conflicto. De hecho, el 76 por ciento de los argentinos afirma que concurre poco o nunca a los lugares de culto; del 23,8 que asiste de manera muy frecuente a ceremonias, el 60 por ciento es evangélico. Mallimaci y equipo concluyen que estamos frente a complejos procesos de desinstitucionalización religiosa y de individuación de las creencias. “Creo que vamos camino a un mayor pluralismo de religiones, y no a una disminución”, dice. Tanto Flores, desde la geografía de las religiones, como Mallimaci desde la sociología, destacan la contribución fundamental que pueden hacer las ciencias sociales para entender y explicar lo religioso en todas sus dimensiones. Para Mallimaci, la importancia de este estudio reside en que “además de visibilizar la importancia que tiene lo religioso en nuestra sociedad, también nos permite mostrar que es un tema que se puede estudiar y debatir”. “A diferencia del discurso estigmatizado de algunos medios de comunicación, el abordaje pluralista de las ciencias sociales puede contrarrestar la intolerancia y la violencia real y simbólica hacia los otros”, señala Flores. “Nuestro aporte a la transformación democrática argentina es nuestra producción académica. La ciencia y la sociedad no van por caminos diferentes”, asegura Mallimaci, quien participó en los debates parlamentarios por las modificaciones del Código Civil. “Ahora por primera vez en los 200 años tenemos en democracia la posibilidad de discutir el Código Civil en democracia, los investigadores tenemos que hacer nuestro aporte”, concluye. La Primera Encuesta Sobre Creencias y Actitudes Religiosas En Argentina contó con el financiamiento del Fondo para la Investigación Científica y Tecnológica (FONCYT) de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Técnica. El equipo dirigido por Mallimaci contó con investigadores del CEIL, y de las universidades nacionales de Buenos Aires, Mendoza, Rosario y Santiago del Estero. Fabián Flores es miembro fundador del Grupo Interdisciplinario de Estudios sobre el Pluralismo Religioso en la Argentina (GIEPRA). GB

leemos en RAMBLE TAMBLE, Pergamino Montonero

Ahora que volvieron los Montoneros, según el "Cachi" Gutierrez, cobista e intendente de Pergamino , leíamos en Miradas al Sur al Patán Ragendorfer : Pergamino es un paradigma de la impunidad. Como en otros puntos del país, hubo cómplices civiles de la dictadura. Tal es el caso del médico Jorge Ramella, que tiene prisión preventiva pero sigue atendiendo pacientes. Dicen que el intendente de la ciudad de Pergamino, Héctor Cachi Gutiérrez, tenía una pequeña debilidad: las niñas púberes. Ello malogró en las elecciones legislativas de 2009 su candidatura a diputado nacional por el cobismo, luego de que la religiosa Marta Pelloni lo acusara de proteger la trata de personas en un prostíbulo de aquella zona, además de intimar allí con menores en situación de esclavitud. Sin embargo, el polémico funcionario estaría ahora alejado de la pedofilia gracias al amor que le dispensa su nueva pareja, la señora Mariana Ramella. Ella es hija del prestigioso médico Jorge Eduardo Ramella, principal accionista de la Clínica Pergamino y uno de los personajes más influyentes de dicha comunidad. El problema es que el doctor está procesado con prisión preventiva por un delito de lesa humanidad cometido durante la dictadura. Pero bajo el amparo de su yerno, circula por las calles de esa ciudad como si las leyes de la democracia no existieran para él. El 11 de febrero de 1977, María Delia Leiva fue secuestrada por un grupo de tareas en la localidad de San Martín; ella estaba con su pequeño hijo, Gabriel Matías Cevasco, de apenas tres meses, fruto de su unión con Enrique Cevasco. Cuatro semanas después, en Pergamino, una mujer policía entregó el niño al matrimonio formado por Roberto Duarte y Margarita Fernández, quienes –a sabiendas de su origen– lo anotaron como propio; para ello contaron con la inestimable colaboración del doctor Ramella, quien –también a sabiendas de su origen– suscribió un certificado de nacimiento apócrifo fechado el 13 de febrero de aquel año a nombre de Ramiro Hernán Duarte. Con tal identidad –y la consiguiente nebulosa sobre su pasado– transcurrió durante 26 años la vida de Gabriel. Hasta que, sacudido por un presentimiento, acudió a las Abuelas de Plaza de Mayo; ellas lo acercaron a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi), en donde pidió los estudios del Banco de Datos Genéticos. El 20 de octubre de 2002, aquel bebé convertido en botín de guerra durante la larga noche de la última dictadura se convirtió en el nieto recuperado número 70. Ello también fue el punto de partida de una compleja causa judicial que tendría al doctor Ramella como uno de sus más conspicuos protagonistas. El 10 de abril de 2010, la Sala II de la Cámara Federal de San Martín ratificó su prisión preventiva, aunque con el beneficio del arresto domiciliario. Sin embargo, los medios de esa ciudad no mencionaron el asunto, tal vez en razón de la jugosa pauta publicitaria que la Clínica Pergamino les otorga. En cambio, uno de éstos –el diario local La Opinión– efectuó el 21 de julio pasado una amplia cobertura sobre la inauguración de un servicio de hemodinamia en ese sanatorio, destacando la presencia del mismísimo doctor Ramella, quien, además –según el sitio web de la clínica–, atiende allí a sus pacientes todos los martes y jueves. Tales publicaciones prueban de modo palmario la sistemática violación por parte de Ramella de su arresto domiciliario. Y su complemento: la tolerancia de las autoridades policiales, las cuales, según parece, no desean entrar en conflicto con el poderoso yerno del encausado, quien a todas luces sería el garante de su impunidad. Lo cierto es que el doctor Ramella encarna un paradigma muy particular de la complicidad civil durante los años de plomo: pese a que él no perteneció de modo orgánico a la estructura represiva del Estado, sí cometió en su nombre un delito aberrante. Y su anclaje en el presente no es menos metafórico: tolerado por la mayoría silenciosa de una pequeña urbe en la que todos se conocen y con el sostén de un poder político cuya cabeza visible también ha rozado formas no menos aberrantes del delito, el ya anciano médico habita un territorio en el que la Justicia aún no llegó. gb

Protesta por homicidio ¿Cómo se vive en Junín?

Protesta por homicidio ¿Cómo se vive en Junín? Martes 12 de Marzo de 2013 14:51 0 Comentarios Martín Romeo (en tuiter: @queruzo) realizó otro #queruzoInvestiga. Hoy, datos duros sobre el distrito bonaerense. "El intendente Mario Meoni manifestó que la localidad 'atraviesa una crisis social' que claramente no vemos en los números". A continuación, la serie de tuits que enmarcan la investigación: El fin de semana se armó alto tole tole en Junín a raíz de una protesta posterior a un homicidio. #queruzoInvestiga Veamos algunos datos sobre el distrito para que cada uno saque sus propias conclusiones. #queruzoInvestiga Junín tiene una tasa de homicidios de 3,7 c/100 mil hab. Esta tasa es un 50% menor que la tasa prom. de la prov. #queruzoInvestiga Tal es así que los homicidios anuales en Junín se cuentan con los dedos de las manos. #queruzoInvestiga La tasa de homicidios de Junín se ubica en el puesto 91 de 134 munic prov. O sea, no se destaca x su violencia homicida.#queruzoInvestiga El municipio de Junín muestra una situación socioeconómica que dificulta cualquier vínculo facilista con el delito. #queruzoInvestiga S/Enc Hogares y Empleo de la DPE, sólo el 5% tiene condiciones sanitarias insuficientes y un 8% construcciones precarias.#queruzoInvestiga El 73% de hogares son propietarios de la vivienda y terreno. Un 3% concurre a comedores y un 5% recibe asistencia social.#queruzoInvestiga Sólo el 2% nunca asistió a escuela y 60% tiene instrucción por encima del nivel primario. El 76% tiene cobertura médica.#queruzoInvestiga La tasa de desocup. es de 8,5% en línea con el prom prov. Lo mismo sucede con la subocupación que asciende al 11,7%.#queruzoInvestiga El intendente Mario Meoni (@mariomeoni) manifestó que la localidad "atraviesa una crisis social" que claramente NO vemos en los nros.#queruzoInvestiga El ministro de Justicia de la Prov. sugiere la existencia de infiltrados “que ha planificado el caos”. No lo descartamos. #queruzoInvestiga Pero tampoco descartamos la rebelión de una pob q no está “acostumbrada” ni ha naturalizado las situaciones de violencia.#queruzoInvestiga Para conocer más #queruzoInvestiga puede visitar: http://storify.com/queruzo

¿Santiago O`Donnell o Mirtha Legrand?

Por José Cornejo I El autor reflexiona sobre la nota de opinión que O`Donnell publicó en Página 12 este domingo. Y la cuestiona duramente. Santiago O`Donnell alcanzó cierto renombre público al seleccionar los cables wikileaks referidos a Argentina y publicarlos en el libro Argenleaks. Es decir, alguien con un avanzado dominio de la función copy-paste del word. Este domingo 10 de marzo, el menos conocido de los O´Donnell obtuvo otros quince minutos de fama. Para ello, envió a Página 12 un artículo de hoja entera donde expone toda su ignorancia, disfrazada de sutil suspicacia, respecto a la despedida que el Pueblo venezolano le hizo a Hugo Chávez. A continuación, algunos fragmentos de su artículo, cualquier lector interesado puede descubrir unos cuantos más. O`Donnell oncólogo. “Me parece que una persona que es operada de cáncer al menos cuatro veces en menos de un año y medio tiene un cáncer galopante y no está en condiciones de gobernar”. O`Donnell taxidermista. “Preparar un cuerpo para ser exhibido durante diez días sin descomponerse lleva días, no horas.” O´Donnell constitucionalista venezolano. “Así llegamos a la Constitución. (…) No lo digo porque lo dijo Capriles, sino porque leí la Constitución. Mi impresión es que no la están cumpliendo”. O´Donnell economista. “El fracaso económico, el dólar en negro, la inflación récord, (…) el odio hacia Estados Unidos cuando le vende todo su petróleo a Estados Unidos.” Sin embargo, las opiniones berretas de O`Donnell encubren un marcartismo visceral modelo Reagan de los 80s. “La revolución (cubana) hace ya muchas décadas sigue a rajatabla el modelo totalitario propagandístico de las dictaduras china y soviética.” “No hubo dictador en el mundo que Chávez no abrazara.” “El gobierno venezolano está manipulando la Carta Magna chavista para afianzar el liderazgo de Maduro en defensa del modelo carismático cesarista plebiscitario que moldeó el comandante.”. La batería de sentidos comunes que el autor utiliza para ¿reflexionar? sobre la despedida popular a Chávez iguala las reflexiones de la conductora televisiva Mirtha Legrand cuando el Pueblo argentino despidió a Néstor Kirchner. Le faltó preguntarse si al interior del féretro estaba Chávez o en realidad había una copia en cera mientras el líder bolivariano veranea en España. gb

UN CUENTO DE CARLOS FUENTES.

Memoria Literatura Psicología Pensamiento Tango Pasión de Multitudes Mezcladito ZONA LITERARIA - EL TEXTO SEMANAL Chac Mool Por Carlos Fuentes (1928-2012) Hace poco tiempo, Filiberto murió ahogado en Acapulco. Sucedió en Semana Santa. Aunque despedido de su empleo en la Secretaría, Filiberto no pudo resistir la tentación burocrática de ir, como todos los años, a la pensión alemana, comer el choucrout endulzado por el sudor de la cocina tropical, bailar el sábado de gloria en La Quebrada, y sentirse “gente conocida” en el oscuro anonimato vespertino de la Playa de Hornos. Claro, sabíamos que en su juventud había nadado bien, pero ahora, a los cuarenta, y tan desmejorado como se le veía, ¡intentar salvar, y a medianoche, un trecho tan largo! Frau Müller no permitió que se velara —cliente tan antiguo— en la pensión; por el contrario, esa noche organizó un baile en la terracita sofocada, mientras Filiberto esperaba, muy pálido en su caja, a que saliera el camión matutino de la terminal, y pasó acompañado de huacales y fardos la primera noche de su nueva vida. Cuando llegué, temprano, a vigilar el embarque del féretro, Filiberto estaba bajo un túmulo de cocos; el chofer dijo que lo acomodáramos rápidamente en el toldo y lo cubriéramos de lonas, para que no se espantaran los pasajeros, y a ver si no le habíamos echado la sal al viaje. Salimos de Acapulco, todavía en la brisa. Hasta Tierra Colorada nacieron el calor y la luz. Con el desayuno de huevos y chorizo, abrí el cartapacio de Filiberto, recogido el día anterior, junto con sus otras pertenencias, en la pensión de los Müller. Doscientos pesos. Un periódico derogado en México; cachos de la lotería; el pasaje de ida —¿sólo de ida?—. Y el cuaderno barato, de hojas cuadriculadas y tapas de papel mármol. Me aventuré a leerlo, a pesar de las curvas, el hedor a vómito, y cierto sentimiento natural de respeto a la vida privada de mi difunto amigo. Recordaría —sí, empezaba con eso— nuestra cotidiana labor en la oficina, quizá, sabría por qué fue declinando, olvidando sus deberes, por qué dictaba oficios sin sentido, ni número, ni “Sufragio Efectivo”. Por qué, en fin, fue corrido, olvidada la pensión, sin respetar los escalafones. ”Hoy fui a arreglar lo de mi pensión. El licenciado, amabilísimo. Salí tan contento que decidí gastar cinco pesos en un Café. Es el mismo al que íbamos de jóvenes y al que ahora nunca concurro, porque me recuerda que a los veinte años podía darme más lujos que a los cuarenta. Entonces todos estábamos en un mismo plano, hubiéramos rechazado con energía cualquier opinión peyorativa hacia los compañeros —de hecho librábamos la batalla por aquellos a quienes en la casa discutían la baja extracción o falta de elegancia. Yo sabía que muchos (quizá los más humildes) llegarían muy alto, y aquí, en la Escuela, se iban a forjar las amistades duraderas en cuya compañía cursaríamos el mar bravío. No, no fue así. No hubo reglas. Muchos de los humildes quedaron allí, muchos llegaron más arriba de lo que pudimos pronosticar en aquellas fogosas, amables tertulias. Otros, que parecíamos prometerlo todo, quedamos a la mitad del camino, destripados en un examen extracurricular, aislados por una zanja invisible de los que triunfaron y de los que nada alcanzaron. En fin, hoy volví a sentarme en las sillas, modernizadas —también, como barricada de una invasión, la fuente de sodas— y pretendí leer expedientes. Vi a muchos, cambiados, amnésicos, retocados de luz neón, prósperos. Con el Café que casi no reconocía, con la ciudad misma, habían ido cincelándose a ritmo distinto del mío. No, ya no me reconocían, o no me querían reconocer. A lo sumo —uno o dos— una mano gorda y rápida en el hombro. Adiós viejo, qué tal. Entre ellos y yo, mediaban los dieciocho agujeros del Country Club. Me disfracé en los expedientes. Desfilaron los años de las grandes ilusiones, de los pronósticos felices y también todas las omisiones que impidieron su realización. Sentí la angustia de no poder meter los dedos en el pasado y pegar los trozos de algún rompecabezas abandonado; pero el arcón de los juguetes se va olvidando, y al cabo, quién sabrá adónde fueron a dar los soldados de plomo, los cascos, las espadas de madera. Los disfraces tan queridos, no fueron más que eso. Y sin embargo había habido constancia, disciplina, apego al deber. ¿No era suficiente, o sobraba? No dejaba, en ocasiones, de asaltarme el recuerdo de Rilke. La gran recompensa de la aventura de juventud debe ser la muerte; jóvenes, debemos partir con todos nuestros secretos. Hoy, no tendría que volver la vista a las ciudades de sal. ¿Cinco pesos? Dos de propina”. “Pepe, aparte de su pasión por el derecho mercantil, gusta de teorizar. Me vio salir de Catedral, y juntos nos encaminamos a Palacio. Él es descreído, pero no les basta: en media cuadra tuvo que fabricar una teoría. Que si no fuera mexicano, no adoraría a Cristo, y... No, mira, parece evidente. Llegan los españoles y te proponen adores a un Dios, muerto hecho un coágulo, con el costado herido, clavado en una cruz. Sacrificado. Ofrendado. ¿Qué cosa más natural que aceptar un sentimiento tan cercano a todo tu ceremonial, a toda tu vida?… Figúrate, en cambio, que México hubiera sido conquistado por budistas o mahometanos. No es concebible por nuestros indios veneraran a un individuo que murió de indigestión. Pero un Dios al que no le basta que se sacrifiquen por él, sino que incluso va a que le arranquen el corazón, ¡caramba, jaque mate a Huizilopochtli! El cristianismo, en su sentido cálido, sangriento, de sacrificio y liturgia, se vuelve una prolongación natural y novedosa de la religión indígena. Los aspectos de caridad, amor y la otra mejilla, en cambio, son rechazados. Y todo en México es eso: hay que matar a los hombres para poder creer en ellos. ”Pepe sabía mi afición, desde joven, por ciertas formas del arte indígena mexicano. Yo colecciono estatuillas, ídolos, cacharros. Mis fines de semana los paso en Tlaxcala, o en Teotihuacán. Acaso por esto le guste relacionar todas las teorías que elabora para mi consumo con estos temas. Por cierto que busco una réplica razonable del Chac Mool desde hace tiempo, y hoy Pepe me informa de un lugar en la Lagunilla donde venden uno de piedra y parece que barato. Voy a ir el domingo. ”Un guasón pintó de rojo el agua del garrafón en la oficina, con la consiguiente perturbación de las labores. He debido consignarlo al Director, a quien sólo le dio mucha risa. El culpable se ha valido de esta circunstancia para hacer sarcasmos a mis costillas el día entero, todos en torno al agua. Ch…!” “Hoy, domingo, aproveché para ir a la Lagunilla. Encontré el Chac Mool en la tienducha que me señaló Pepe. Es una pieza preciosa, de tamaño natural, y aunque el marchante asegura su originalidad, lo dudo. La piedra es corriente, pero ello no aminora la elegancia de la postura o lo macizo del bloque. El desleal vendedor le ha embarrado salsa de tomate en la barriga para convencer a los turistas de la autenticidad sangrienta de la escultura. ”El traslado a la casa me costó más que la adquisición. Pero ya está aquí, por el momento en el sótano mientras reorganizo mi cuarto de trofeos a fin de darle cabida. Estas figuras necesitan sol, vertical y fogoso: ese fue su elemento y condición. Pierde mucho en la oscuridad del sótano, como simple bulto agónico, y su mueca parece reprocharnos que le niegue la luz. El comerciante tenía un foco exactamente vertical a la escultura, que recortaba todas las aristas, y le daba una expresión más amable a mi Chac Mool. Habría que seguir su ejemplo.” ”Amanecí con la tubería descompuesta. Incauto, dejé correr el agua de la cocina, y se desbordó, corrió por el suelo y llegó hasta el sótano, sin que me percatara. El Chac Mool resiste la humedad, pero mis maletas sufrieron, y todo esto en día de labores, me ha obligado a llegar tarde a la oficina.” Vinieron, por fin, a arreglar la tubería. Las maletas, torcidas. Y el Chac Mool, con lama en la base”. Desperté a la una: había escuchado un quejido terrible. Pensé en ladrones. Pura imaginación”. ”Los lamentos nocturnos han seguido. No sé a qué atribuirlos, pero estoy nervioso. Para colmo de males, la tubería volvió a descomponerse, y las lluvias se han colado, inundando el sótano”. ”El plomero no viene, estoy desesperado. Del departamento del Distrito Federal, más vale no hablar. Es la primera vez que el agua de las lluvias no obedece a las coladeras y viene a dar a mi sótano. Los quejidos han cesado: vaya una cosa por otra”. Secaron el sótano, y el Chac Mool está cubierto de lama. Le da un aspecto grotesco, porque toda la masa de la escultura parece padecer de una eripisela verde, salvo los ojos, que han permanecido de piedra. Voy a aprovechar el domingo para raspar el musgo. Pepe me ha recomendado cambiarme a un apartamento, y en el último piso, para evitar estas tragedias acuáticas. Pero no puedo dejar este caserón, ciertamente muy grande para mí solo, un poco lúgubre en su arquitectura porfiriana, pero que es la única herencia y recuerdo de mis padres. No sé qué me daría ver una fuente de sodas con sinfonola en el sótano y una casa de decoración en la planta baja”. ”Fui a raspar la lama del Chac Mool con una espátula. El musgo parecía ser ya parte de la piedra; fue labor de más de una hora, y sólo a las seis de la tarde pude terminar. No era posible distinguir en la penumbra, y dar fin al trabajo, con la mano seguí los contornos de la piedra. Cada vez que repasaba el bloque parecía reblandecerse. No quise creerlo: era ya casi una pasta. Este mercader de la Lagunilla me ha timado. Su escultura precolombina es puro yeso, y la humedad acabará por arruinarla. Le he puesto encima unos trapos, y mañana le pasaré a la pieza de arriba, antes de que sufra un deterioro total”. “Los trapos están en el suelo. Increíble. Volví a palpar al Chac Mool. Se ha endurecido pero no vuelve a la piedra. No quiero escribirlo: hay en el dorso algo de la textura de la carne, lo aprieto como goma, siento que algo corre por esa figura recostada… Volví a bajar en la noche. No cabe duda: el Chac Mool tiene vello en los brazos”. ”Esto nunca me había sucedido. Tergiversé los asuntos en la oficina; giré una orden de pago que no estaba autorizada, y el Director tuvo que llamarme la atención. Quizá me mostré hasta descortés con los compañeros. Tendré que ver a un médico, saber si es imaginación, o delirio, o qué, y deshacerme de ese maldito Chac Mool”. Hasta aquí, la escritura de Filiberto era la vieja, la que tantas veces vi en memoranda y formas, ancha y ovalada. La entrada del 25 de agosto, parecía escrita por otra persona. A veces como niño, separando trabajosamente cada letra; otras, nerviosa, hasta diluirse en lo ininiteligible. Hay tres días vacíos, y el relato continúa. ”Todo es tan natural; y luego se cree en lo real… pero esto lo es, más que lo creído por mí. Si es real un garrafón, y más, porque nos damos mejor cuenta de su existencia, o estar, si pinta un bromista de rojo al agua… Real bocanada de cigarro efímera, real imagen monstruosa en un espejo de circo, reales, ¿no lo son todos los muertos, presentes y olvidados?… Si un hombre atravesara el Paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano… ¿entonces, qué?… Realidad: cierto día la quebraron en mil pedazos, la cabeza fue a dar allá, la cola aquí, y nosotros no conocemos más que uno de los trozos desprendidos de su gran cuerpo. Océano libre y ficticio, sólo real cuando se le aprisiona en un caracol. Hasta hace tres días, mi realidad lo era al grado de haber borrado hoy: era movimiento reflejo, rutina, memoria, cartapacio. Y luego, como la tierra que un día tiembla para que recordemos su poder, o la muerte que llegará, recriminando mi olvido de toda la vida, se presenta otra realidad que sabíamos estaba allí, mostrenca, y que debe sacudirnos para hacerse viva y presente. Creía, nuevamente, que era imaginación: el Chac Mool, blando y elegante, había cambiado de color en una noche; amarillo, casi dorado, parecía indicarme que era un Dios, por ahora laxo, con las rodillas menos tensas que antes, con la sonrisa más benévola. Y ayer, por fin, un despertar sobresaltado, con esa seguridad espantosa de que hay dos respiraciones en la noche, de que en la oscuridad laten más pulsos que el propio. Sí, se escuchaban pasos en la escalera. Pesadilla. Vuelta a dormir… No sé cuánto tiempo pretendí dormir. Cuando volví a abrir los ojos, aún no amanecía. El cuarto olía a horror, a incienso y sangre. Con la mirada negra, recorrí la recámara, hasta detenerme en dos orificios de luz parpadeante, en dos flámulas crueles y amarillas. Casi sin aliento encendí la luz. ”Allí estaba Chac Mool, erguido, sonriente, ocre, con su barriga encarnada. Me paralizaban los dos ojillos, casi bizcos, muy pegados a la nariz triangular. Los dientes inferiores, mordiendo el labio superior, inmóviles; sólo el brillo del casquetón cuadrado sobre la cabeza anormalmente voluminosa, delataba vida. Chac Mool avanzó hacia la cama; entonces empezó a llover”. Recuerdo que a fines de agosto, Filiberto fue despedido de la Secretaría, con una recriminación pública del Director, y rumores de locura y aun robo. Esto no lo creí. Si vi unos oficios descabellados, preguntando al Oficial Mayor si el agua podía olerse, ofreciendo sus servicios al Secretario de Recursos Hidráulicos para hacer llover en el desierto. No supe qué explicación darme; pensé que las lluvias excepcionalmente fuertes, de ese verano, lo habían crispado. O que alguna depresión moral debía producir la vida en aquel caserón antiguo, con la mitad de los cuartos bajo llave y empolvados, sin criados ni vida de familia. Los apuntes siguientes son de fines de septiembre: ”Chac Mool puede ser simpático cuando quiere, …un glu-glu de agua embelesada… Sabe historias fantásticas sobre los monzones, las lluvias ecuatoriales, el castigo de los desiertos; cada planta arranca su paternidad mítica: el sauce, su hija descarriada; los lotos, sus mimados; su suegra: el cacto. Lo que no puedo tolerar es el olor, extrahumano, que emana de esa carne que no lo es, de las chanclas flameantes de ancianidad. Con risa estridente, el Chac Mool revela cómo fue descubierto por Le Plongeon, y puesto físicamente en contacto con hombres de otros símbolos. Su espíritu ha vivido en el cántaro y la tempestad, natural; otra cosa es su piedra, y haberla arrancado al escondite es artificial y cruel. Creo que nunca lo perdonará el Chac Mool. Él sabe de la inminencia del hecho estético. “He debido proporcionarle sapolio para que se lave el estómago que el mercader le untó de ketchup al creerlo azteca: No pareció gustarle mi pregunta sobre su parentesco con Tláloc, y, cuando se enoja, sus dientes, de por sí repulsivos, se afilan y brillan. Los primero días, bajó a dormir al sótano, desde ayer, en mi cama” ”Ha empezado la temporada seca. Ayer, desde la sala en que duermo ahora, comencé a oír los mismos lamentos roncos del principio, seguidos de ruidos terribles. Subí y entreabrí la puerta de la recámara: el Chac Mool estaba rompiendo las lámparas, los muebles; saltó hacia la puerta con las manos arañadas, y apenas pude cerrar e irme a esconder al baño… Luego bajó jadeante y pidió agua; todo el día tiene corriendo las llaves, no queda un centímetro seco en la casa. Tengo que dormir muy abrigado, y le he pedido no empapar la sala más”. ”El Chac Mool inundó hoy la sala. Exasperado, dije que lo iba a devolver a la Lagunilla. Tan terrible como su risilla —horrorosamente distinta a cualquier risa de hombre o animal— fue la bofetada que me dio, con ese brazo cargado de brazaletes pesados. Debo reconocerlo: soy su prisionero. Mi idea original era distinta: yo dominaría al Chac Mool, como se domina a un juguete; era, acaso, una prolongación de mi seguridad infantil; pero la niñez —¿quién lo dijo?— es fruto comido por los años, y yo no me he dado cuenta… Ha tomado mi ropa, y se pone las batas cuando empieza a brotarle musgo verde. El Chac Mool está acostumbrado a que se le obedezca, por siempre; yo, que nunca he debido mandar, sólo puedo doblegarme. Mientras no llueva —¿y su poder mágico?— vivirá colérico o irritable”. Hoy descubrí que en las noches el Chac Mool sale de la casa. Siempre, al oscurecer, canta una canción chirriona y anciana, más vieja que el canto mismo. Luego cesa. Toqué varias veces a su puerta, y cuando no me contestó, me atreví a entrar. La recámara, que no había vuelto a ver desde el día en que intentó atacarme la estatua, está en ruinas, y allí se concentra ese olor a incienso y sangre que ha permeado la casa. Pero detrás de la puerta, hay huesos: huesos de perros, de ratones y gatos. Esto es lo que roba en la noche el Chac Mool para sustentarse. Esto explica los ladridos espantosos de todas las madrugadas”. “Febrero, seco. Chac Mool vigila cada paso mío; ha hecho que telefonee a una fonda para que me traigan diariamente arroz con pollo. Pero lo sustraído de la oficina ya se va a acabar. Sucedió lo inevitable: desde el día primero, cortaron el agua y la luz por falta de pago. Pero Chac ha descubierto una fuente pública a dos cuadras de aquí; todos los días hago diez o doce viajes por agua, y él me observa desde la azotea. Dice que si intento huir me fulminará; también es Dios del Rayo. Lo que él no sabe es que estoy al tanto de sus correrías nocturnas… Como no hay luz, debo acostarme a la ocho. Ya debería estar acostumbrado al Chac Mool, pero hace poco, en la oscuridad, me topé con él en la escalera, sentí sus brazos helados, las escamas de su piel renovada, y quise gritar. ”Si no llueve pronto, el Chac Mool va a convertirse en piedra otra vez. He notado su dificultad reciente para moverse; a veces se reclina durante horas, paralizado, y parece ser, de nuevo, un ídolo. Pero estos reposos sólo le dan nuevas fuerzas para vejarme, arañarme como si pudiera arrancar algún líquido de mi carne. Ya no tienen lugar aquellos intermedios amables en que relataba viejos cuentos; creo notar un resentimiento concentrado. Ha habido otros indicios que me han puesto a pensar: se está acabando mi bodega; acaricia la seda de las batas; quiere que traiga una criada a la casa; me ha hecho enseñarle a usar jabón y lociones. Creo que el Chac Mool está cayendo en tentaciones humanas, incluso hay algo viejo en su cara que antes parecía eterna. Aquí puede estar mi salvación: si el Chac se humaniza, posiblemente todos sus siglos de vida se acumulen en un instante y caiga fulminado. Pero también, aquí, puede germinar mi muerte: el Chac no querrá que asista a su derrumbe, es posible que desee matarme. Hoy aprovecharé la excursión nocturna de Chac para huir. Me iré a Acapulco; veremos qué puede hacerse para adquirir trabajo, y esperar la muerte de Chac Mool; sí, se avecina; está canoso, abotagado. Necesito asolearme, nadar, recuperar fuerza. Me quedan cuatrocientos pesos. Iré a la Pensión Müller, que es barata y cómoda. Que se adueñe de todo el Chac Mool; a ver cuánto dura sin mil baldes de agua”. Aquí termina el diario de Filiberto. No quise volver a pensar en su relato; dormí hasta Cuernavaca. De ahí a México pretendí dar coherencia al escrito, relacionarlo con exceso de trabajo, con algún motivo psicológico. Cuando a las nueve de la noche llegamos a la terminal, aún no podía concebir la locura de mi amigo. Contraté una camioneta para llevar el féretro a casa de Filiberto, y desde allí ordenar su entierro. Antes de que pudiera introducir la llave en la cerradura, la puerta se abrió. Apareció un indio amarillo, en bata de casa, con bufanda. Su aspecto no podía ser más repulsivo; despedía un olor a loción barata; su cara, polveada, quería cubrir las arrugas; tenía la boca embarrada de lápiz labial mal aplicado, y el pelo daba la impresión de estar teñido. —Perdone… no sabía que Filiberto hubiera… —No importa; lo sé todo. Dígale a los hombres que lleven el cadáver al sótano.