lunes, 10 de diciembre de 2012

LA JUSTICIA, ALEJANDO HOROWICZ, OPINION

Los límites de la "democracia de la derrota"
Por Alejandro Horowicz

Para la oposición, tal como hoy está constituida, la derrota del gobierno es la única posibilidad de victoria.

Mi prudente abuela siempre recomendó no vender la piel del oso antes de cazarlo, porque errar el tiro, decía, está en la naturaleza de las cosas. En el mundo de los signos el 7D se constituyó en frontera, y al terminar no siéndolo impone otra lectura del campito de la política; la pulseada no terminó, prosigue con creciente virulencia, y lo que está en debate no es tan sólo la Ley de Medios Audiovisuales, ni siquiera el poder relativo de un grupo económico, que por cierto está, sino la naturaleza misma del ciclo histórico inaugurado por la crisis de 2001. Y como los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández son los herederos de esa terrible tradición, se impone comprender en qué medida la fracturan y hasta qué punto la continúan. En mi último libro, Las dictaduras argentinas, caractericé el período iniciado en 1983 con el gobierno de Raúl Alfonsín de "democracia de la derrota". Y era así, porque se votara como se votara, los mismos funcionarios hacían lo mismo, para obtener idénticos resultados.

Con la derogación de las Leyes de Obediencia Debida y Punto Final, con el restablecimiento de la relación entre los delitos y las penas, con la igualdad ante la ley, en suma, se iniciaban las condiciones de posibilidad para marchar en otra dirección. El programa del partido del estado confeccionado en 1975 por el bloque de clases dominantes volvía a ser susceptible de transformación. Ya no se trataba de Martínez de Hoz y Cavallo a perpetuidad. Si a esto se añade un cambio en las relaciones de fuerza globales, determinado por una crisis general del capitalismo como no se tiene memoria, y la emergencia de un bloque sudamericano cuyo peso no se le escapa a nadie, el escenario termina siendo claramente otro; entonces, el capítulo correspondiente a la democracia de la derrota podía quedar definitivamente atrás. Es decir, la voluntad popular volvía a ser un instrumento político. El debate recuperaba su aptitud para influir sobre la conducta política de la ciudadanía; por tanto, sustituir la experiencia personal por un único relato mediático dejaba de ser posible. La polifonía quedaba restablecida y en ese sentido la continuidad estaba rajada.

Esta hipótesis, que sigo sosteniendo, no supone que el derecho a gobernar y el poder hacerlo sean una misma cosa. Esa contradicción fundante del liberalismo político no se resuelve nunca en el terreno puramente discursivo. En rigor de verdad, toda la literatura especializada existente (desde Carl Schmitt hasta Norberto Bobbio) subraya que la calidad de los argumentos, del fundamento jurídico del orden imperante, vive a la sombra (en ese punto divergen las lecturas doctrinarias), o de un hecho extrajurídico como el poder constituyente, o de la naturaleza misma del fundamento del derecho: la fuerza capaz de imponerlo.
El conflicto campero de 2008 escenificó esta situación. Un instrumento diseñado por el Poder Ejecutivo para limitar la renta agraria extraordinaria (los crecientes precios de la soja en el mercado mundial, a resultas de una burbuja inducida por el sistema financiero), tenía por objeto evitar la modificación de toda la estructura de precios relativos. Dicho con sencillez: una tonelada de soja de 2008 compraba en el mercado mundial bienes industriales en una proporción increíblemente mayor que una del '98. Entonces, se trataba de saber a qué se destinarían esos ingresos extraordinarios. Si tan sólo irían a parar a los bolsillos de los dueños del campo, directos o indirectos, o si la sociedad argentina podía utilizarlos con objetivos de otra calidad política.

El gobierno fue derrotado primero en la lucha de calles, en los cortes y la movilización impulsada por la militancia de la Federación Agraria, para ser vencido más tarde en la tapa de los diarios y finalmente terminar siendo arrasado en su propia estructura política. Conviene recordar la hemorragia parlamentaria tanto de la Cámara de Diputados como del Senado, hasta que la fuerza propia dejó de serlo, y cómo el vicepresidente K huyó de la toldería. Las consecuencias no se hicieron esperar y en las elecciones de medio tiempo, el gobierno fue batido incluso en su bastión: la provincia de Buenos Aires.

Entonces, se vio obligado a dar marcha atrás, recomponer sus fuerzas. En esas condiciones el Congreso se transformó en el eje del enfrentamiento. Y la incapacidad de la oposición terminó sellando su destino en 2011. Una cosa es poner palos en la rueda, y otra gobernar una sociedad compleja desde la mirada de la Sociedad Rural. Con una observación clave: el gobierno no fue capaz de utilizar esa renta extraordinaria para un objetivo superior. Pero aun así, la política de desendeudamiento modificó el peso específico de la gigantesca deuda externa en el Producto Bruto Interno, y por tanto la capacidad de los organismos financieros internacionales de incidir sobre la economía nacional se había modificado. Esa autonomía relativa hinchó las velas del oficialismo. Sin embargo, la misma aptitud hacia el interior de la sociedad argentina no se ensanchó. Dicho de un tirón, los dueños del poder local siguen siendo exactamente los mismos.

LA BATALLA CON CLARÍN. Desde el momento en que para inteligir la marcha de las diferencias políticas es preciso ser un experto en derecho procesal estamos en problemas. Al tiempo que un gobierno que se propone dar vuelta una página como la de la democracia de la derrota, y juega todos sus naipes a las patas de un dictamen de la Suprema Corte, de la aplicación de instrumentos puramente legales, sin guardar en la manga medidas extraparlamentarias, confunde la naturaleza de sus enemigos. Cuando se observa desapasionadamente el plazo que los supremos otorgaron al Grupo Clarín para desinvertir (36 meses) se entiende parte del desaguisado. Una cosa es no obligar a nadie a deshacer su patrimonio de apuro y otra darle un tiempo que equivale a tres cuartas partes de un mandato presidencial.

Por si esto fuera poco, el Poder Judicial ahora, como antes lo hiciera el Congreso, cree que puede ser el punto de recomposición para otra política. Si algo quedó claro entre 1930 y 1976 es que la Suprema Corte no intentó primeriar nunca. Y la única vez que trató de hacerlo, cuando la oposición al gobierno militar de Edelmiro Farrell y Juan Domingo Perón se propuso retomar las riendas a través de la Corte, el plebeyo 17 de octubre fue la respuesta popular y la Corte fue rehecha, tras las elecciones del '46, una vez más sin demasiados inconvenientes. Nadie creía entonces en la independencia del Poder Judicial, y para corroborarlo, sus integrantes no tuvieron en general ninguna dificultad en acompañar las políticas más antipopulares. El '76, a modo de ilustración, nos exime de mayores aportaciones.

Desde el momento en que uno de sus integrantes tiene legítimas aspiraciones políticas, al tiempo que funciona como una suerte de garante de la inédita "autonomía" judicial, "autonomía" que linda con la posibilidad de no rendir cuentas a nadie, el aire político vuelve a enrarecerse. Sobre todo, porque la lógica de la justicia y la lógica de la oposición no son de ningún modo tan conciliables. Para la oposición, tal como hoy está constituida, la derrota del gobierno es la única posibilidad de victoria. Para la Suprema Corte conservar su prestigio, y por carácter transitivo el de sus integrantes, supone atenerse a una interpretación razonable de derecho. Transformar una ley aprobada "normalmente" en letra muerta, no puede ser presentado como una victoria "legal". En consecuencia, las aspiraciones políticas de su presidente – más allá de contar con la mayoría de los integrantes de la judicatura– le imponen límites. Pero cuidado, esos límites varían a la misma velocidad que las demás relaciones de fuerza. Contado epigramáticamente, si las calles siguen en manos de los caceroleros, y si la protesta de los trabajadores sigue siendo contra el "gobierno", el oficialismo corre el riesgo de astillarse. Y si en el conflicto campero Daniel Scioli resolvió quedar de un lado de la barricada, nadie puede asegurar que vuelva a suceder, y no son pocos los que esperan otra resolución a caballo de una nueva rearticulación del cuarto peronismo. Claro que esa no es la solución que beneficia el proyecto Lorenzetti.

10/12/12 Tiempo Argentino
 

MUCHOS Y DIFERENTES, NOTAZA DE WAINFELD !!.

Muchos y diferentes
Por Mario Wainfeld

A las cuatro de la tarde se podía cocinar un huevo frito sobre el pavimento en tres minutos. A las seis, cuando el cronista trataba de internarse en una plaza que se iba abigarrando, se podía tardar un cachito más. La muchedumbre se iba sumando, muchos encuadrados, muchos por la libre.

En las dos Diagonales, desde muy temprano, se desplegaban stands de microemprendedores, cooperativas, entramados productivos, fábricas recuperadas y varios etcéteras. Radios comunitarias abrían sus micrófonos. Mucho aprendizaje social hay ahí, muchos (y en especial muchas) alquimistas de la crisis. Mucho Estado, también.

Argentinos de a pie van mostrando el producto de su laburo, tratando (claro) de vender algo, uno al lado del otro. Todas esas personas confluyeron desde distintos parajes del país. ¿Dónde y cómo estaban en diciembre de 2001? Dicen que el kirchnerismo es puro relato. Ajá. Acaso haya que mirar más lo micro, a las gentes comunes que cambiaron de pantalla, que pasaron de desocupados a productores, de despedidos a autogestionarios. O de vivir discriminados a ir siendo (siempre con luchas y dificultades) sujetos de derechos.

Un tipo sonriente se acerca al cronista, lo abraza, le entrega un afiche, asegura que es el último que le queda y así parece. Es una foto de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, llevándose las manos al pecho. La consigna es “Por cuatro años más de amor entre mujeres”. Lo firman “Lesbianas y feministas por la descriminalización del aborto”. El aborto libre, legal y seguro no es una bandera del kirchnerismo, ni de la presidenta Cristina. Pero, más sabe que supone el cronista, las militantes entienden que esa bandera progresista sólo tiene chances de prosperar durante este gobierno. Algunas chances, no todas. Con sus antagonistas, no les cabe ninguna.

El matrimonio igualitario es realidad y una señal. Hay parejas homosexuales que se van besando mientras caminan. Alguna empuja un cochecito de bebé, como tantas otras héteros.

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Los que van sueltos prefieren Diagonal Norte. Por la Sur y por Avenida de Mayo las columnas van llegando, algunas a primera tarde. Otras apenas antes del discurso de la Presidenta, que largó cerca de las nueve.

Varios formatos de convocatoria convergieron en la movilización. Los del acto político, que mueve a los que van a participar y hacerse notar. Los que pugnan, de mejor o peor modo, por quedar más cerca.

Los que van a ver a los músicos populares.

Y un pequeño Bicentenario. En los accesos a la Plaza, la ya aludida bocha de stands que ofrecen desde libros hasta bombos, pasando por dulces regionales, quesos, telas, textiles, encurtidos, las artesanías que a usted se le ocurra.

Artesanos que yugan todos los fines de la semana en la ciudad se cuelan también porque saben olfatear dónde habrá multitudes. Al ocaso, algunos se tumbaban cerca de la Legislatura porteña. Hay un sillón desvencijado en la calle Perú. Le cuelga un cartel desprolijo: “Peluquería. Cortate el pelo, chabón”. El periodismo de investigación corrobora que hay muestras en el piso: alguien hizo uso del servicio.

Mujeres kollas bailan, con el borsalino puesto y sacuden (supone el relator, que teme equivocarse en esos detalles) una suerte de matracas. En la mera acera bailan. Las tutelan algunos de sus compañeros y también unos muchachos del gremio UPCN que le sacan al cronista una cabeza y a ellas algo más.

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Las organizaciones sociales y las agrupaciones políticas prodigan colores. Una sabiduría de la etapa es que haya muchos estandartes, que siempre ayudan a parecer más. Claro que hay conjuntos que no precisan simular. La militancia juvenil, la Tupac Amaru, la Kolina que levanta a la ministra Alicia Kirchner, varios impresionantes contingentes del territorio conurbano. La presencia sindical es menos conspicua y dominante.

Difícil hacer un promedio. La sociología impresionista arriesga siempre, máxime si escudriña centenares de miles de personas. El cronista entiende que vio un acto pluriclasista, dominado por sectores populares y clase media baja. Más morochos que blanquitos, pero vaya si había de éstos. Vaya... argentinos de la clase media que algunos leen como alejada sin retorno del kirchnerismo y que muchos oficialistas nacidos en su seno cuestionan con una suerte de snobismo nac & pop.

En decenas de capitales y ciudades del interior se congregaron otros actos. Una jornada federal, democrática, multiclasista, con diversidad de género, con las Madres y las Abuelas en el primer lugar cerca de la Presidenta.

Las comparaciones con el 8N quedarán para otro día, pero los matices, el pluralismo social, la vastedad de las organizaciones sociales que adhieren marcan un abismo. Ayer se dio cita un abanico como sólo puede mostrar esta versión del peronismo del siglo XXI. Hasta que emerja una alternativa, no perceptible en la noche del domingo.

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En una era signada por las polémicas sobre el periodismo, el cronista se enrola entre quienes afirman que se debe sincerar desde dónde se escribe. Ahí va, pues. Esta columna se empezó a pensar a pocas cuadras de la Pirámide de Mayo frente a una parrilla donde bullían paties, un par de morcillas recocidas y una olorosa partida de chorizos. Quien les habla había almorzado tarde y le sobraban motivos para ni pensar en el sánguche: bromatológicos o de cuidado de su cuerpo y su salud. Pero el aroma del chori en las inmediaciones de canchas y actos le es casi irresistible. Pone en jaque a los horarios, a la sana lógica de las colaciones de menos de cien calorías y a las precauciones contra la presión. Desde ahí se escribe, entonces. Desde un afecto-pertenencia por las movilizaciones populares que lleva décadas. Y desde una consiguiente debilidad por los efluvios de la parrilla.

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La Plaza misma estaba impenetrable, merced a una multitud compacta, a las siete y algo. Ignacio Copani cantó un ratito antes, quien no estaba al lado del palco podía verlo por las pantallas gigantes pero jamás oírlo. El sonido era bueno, después se corroboró, pero el batifondo de “la gente” (“ellos” también son “gente” aunque haya quien no lo crea) tapaba todo. En el sinfín que entraba y salía prevalecían el autorreconocimiento, el aplauso a las columnas, tanto como a murgas de variadas procedencias, atractivos de cuerpos y edades que se expresaban por doquier.

La gente deambulaba tranqui, con los pibes en brazos o agitando banderitas. Muchos cafés de la zona, algunos muy cercanos a la Plaza, se mantuvieron abiertos, porque el clima era pacífico y alegre. Habrán hecho un buen domingo también, un día de viento de cola.

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La Presidenta habla alrededor de tres cuartos de hora. Se la ovaciona, brotan consignas, se chifla a quien corresponde, se vocea (como en actos de otros “palos”) “si éste no es el pueblo...”. Lo esperable, aunque es necesario subrayar la juventud de tantos participantes y la euforia. Pero lo más destacable es el silencio que acompaña a una oradora densa, de párrafos largos, que no resigna contenidos. Cuando Cristina les habla a sus partidarios, éstos la escuchan, los largos silencios son todo un dato.

La Presidenta enalteció a la democracia, levantó la memoria de Yrigoyen, Evita, Perón, Alfonsín y Néstor Kirchner. Consiguió para la presidenta Dilma Roussef una ovación que pocos brasileños habrán ligado en la Argentina. Recorrió tópicos que le son habituales: golpes cívico-militares, exaltación de los derechos humanos, repaso veloz de los logros sociales y en materia de trabajo. Castigó a las minorías, aclarando que no aludía a las políticas o sociales sino a los intereses económicos concentrados.

Les dedicó varias entradas a jueces y al Poder Judicial que darán miga a analistas y a los propios togados. Recordó complicidades del Poder Judicial con las dictaduras, con el golpe contra Yrigoyen. Homologó al juez Griesa de Nueva York con ciertos colegas de por acá. Le dio duro a un magistrado ¡de la Justicia previsional!, quien despotricó en Página/12 contra la Asignación Universal por Hijo y la concesión de jubilaciones a quienes no tenían la totalidad de los aportes. Aludió a la “ley de medios”, reseñó el poder de los medios dominantes para derrocar o condicionar gobiernos.

Las vestales de la república encontrarán “amenazas”, “ataques” o “aprietes”. Al cronista le dio la impresión de que hubo severidad sin desbordes. Y que se prodigó más arrogancia en el comunicado anónimo de varias entidades de magistrados y fiscales del jueves pasado que en el discurso de ayer.

Los picos emocionales de una oradora que agregó ese registro en los últimos dos años y pico fueron las alusiones a Kirchner, a Madres y Abuelas. Y su pedido “A Dios” por la salud del presidente venezolano Hugo Chávez. Un sinceramiento de una situación que pone en vilo a la región y que conmovió por su expresividad.

La Plaza tuvo de todo, cuando se repasen los medios o se hable con colegas o amigos de provincias se podrá saber más de lo que se vivió en el interior.

¿Y el sánguche? El cronista resistió a la tentación, seguramente temiendo que se lo acusara de haber ido a la movilización por el choripán. Mala opción, que se reprocha a la noche mientras cierra esta columna: seguramente los fiscales del republicanismo lo imputarán igual.

mwainfeld@pagina12.com.ar
 

NUESTRA`PRESIDENTA Y SU DISCURSO DE ANOCHE, OPINON

CFK PIDIO QUE SE RESPETARAN LAS LEYES Y QUE LA JUSTICIA FUERA INDEPENDIENTE DEL PODER POLITICO Y TAMBIEN DEL ECONOMICO“Quiero una Democracia plena y sin privilegios”

La Presidenta habló en los masivos festejos por el 29º aniversario de la democracia. “Demandamos mayor democratización en los tres poderes del Estado”, dijo, y reclamó “una Justicia que sirva al pueblo” y que “sea menos corporativa”.

Por Julián Bruschtein y Nicolás Lantos

”Si no se respetan las leyes, ¿de qué democracia estamos hablando?” La presidenta Cristina Fernández de Kirchner se puso al frente de una multitud que desbordó largamente la Plaza de Mayo para dar uno de los discursos más encendidos de su segundo mandato, en el que volvió a argumentar sobre la necesidad de que tome plena validez la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y pidió: “Es necesario que la independencia (de la Justicia) no sea sólo del poder político, sino también del poder económico de las corporaciones. Quiero una democracia plena y profunda, comprometida y sin privilegios”. Su discurso fue el acto central de los festejos oficiales por el Día de la Democracia y los Derechos Humanos, una jornada que incluyó espectáculos y recitales, y que se replicó a lo largo del país.

“Demandamos mayor democratización en los tres poderes del Estado”, reclamó la Presidenta en un poco habitual tono imperativo. En un giro de su discurso, no sólo apuntó a los magistrados que desde hace tres años vienen demorando la plena aplicación de la ley de medios sino también a los que “dejan en libertad a personas que vuelven a delinquir y matar”, recuperando un tópico, la inseguridad, que estuvo presente en las protestas opositoras de los últimos meses. “La gente está cansada –agregó–. Por eso necesitamos una Justicia que sirva al pueblo, que sea menos corporativa.”

Cristina tampoco se privó de mencionar con todas las letras a la Corte Suprema de Justicia (un actor central en los sucesos de estos días) cuando recordó que tras el golpe que derrocó a Hipólito Yrigoyen en 1930 fue ese órgano el que convalidó el gobierno de facto de José Uriburu. Luego remarcó la decisión de Néstor Kirchner de renovar la Corte, origen de la actual composición del tribunal, porque “quería dar testimonio de una justicia independiente”. CFK se refirió a los poderes concentrados que se sirven de diversas esas herramientas para mantener el poder y pidió “que las Fuerzas Armadas tengan conciencia de cómo fueron utilizadas por grupos minoritarios para luego lavarse las manos”. En un guiño a los partidos de la oposición, recordó que esos mismos poderes han operado en su momento contra el radicalismo y que “cuando hubo intentos de golpe a Alfonsín el peronismo estuvo a su lado, como corresponde”.

La asistencia masiva a la Fiesta Patria Popular convocada por el Gobierno en vísperas del 29º aniversario de la recuperación de la democracia en la Argentina ya había excedido los pronósticos y parecía un pulpo gigante estirado sobre la Plaza de Mayo, mientras desplegaba sus tentáculos por las avenidas y calles circundantes. Según sus organizadores, la jornada convocó a unas 400 mil personas en los alrededores de la plaza, y a otras 400 mil en las diferentes actividades realizadas a lo largo del país (ver página 10).

A las columnas de organizaciones políticas (desde La Cámpora y el Movimiento Evita hasta pequeños grupos de no más de una decena de militantes, cada cual con sus propias banderas y colores), sindicatos y trabajadores de sectores del Estado se sumaban familias completas con chicos en brazos y grupos de adolescentes con termo y mate reglamentarios.

Para la hora en que la Presidenta subió al escenario, habían aflojado las idas y vueltas entre la Plaza y la Avenida 9 de Julio, por Avenida de Mayo y las diagonales Roca y Sáenz Peña, donde se instalaron stands y tarimas secundarias con shows musicales: la llegada de la mandataria ordenó al público que se acomodó para poder ver bien en las pantallas gigantes instaladas en distintos puntos. El arribo de las columnas del PJ desplazó a algunos de los manifestantes “sueltos”, que presionados entre las banderas y la pared salían algo sofocados, con ayuda de voluntarios de la organización.

Luego de una particular pero pegadiza versión del himno nacional, interpretada en son cumbianchero por la Fanfarria Alto Perú del Regimiento de Granaderos a Caballo y el grupo de percusión el Choque Urbano, CFK entregó los premios Azucena Villaflor a figuras destacadas por su rol en la lucha por los derechos humanos (ver página 9). Dos de los premiados, el músico Daniel Baremboin y el poeta Juan Gelman, enviaron por video un mensaje de apoyo a las políticas de derechos humanos.

Sobre el escenario, la Presidenta estuvo acompañada por figuras culturales y artísticas, y diversas figuras políticas de estricto sport, miembros del Gabinete y legisladores. A una decena de metros, un palco especial reunía a muchos otros funcionarios, diputados y senadores, entre otros. En el escenario también había, como siempre, lugar para la Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, sentadas en primera fila y con botellitas de agua mineral siempre a mano para combatir el calor. A ellas se refirió Fernández de Kirchner en un pasaje de su discurso, cuando habló de forma velada sobre la extensión de la medida cautelar que protege al Grupo Clarín de tener que adecuarse a las nuevas cuotas de mercado establecidas por la ley de medios, decidida el jueves pasado por la Cámara Civil y Comercial cuestionada por el Gobierno.

“Las convicciones nos hicieron fuertes, nos hicieron que estas mujeres tuvieran justicia –manifestó la jefa de Estado, señalando a las mujeres que la miraban de cerca–. ¿Cómo no vamos a esperar nosotros unos días o unos meses si ellas esperaron tantos años para tener justicia y saber la verdad? Ellas son el ejemplo.”

Cristina, que se definió a sí misma como “una militante política”, interactuó con los militantes que cantaban cerca del escenario: arrancaron con el clásico “Patria sí / Colonia no” y luego la emocionaron con un “Néstor querido / Siempre serás mi amigo”. La Presidenta los comparó con quienes se manifestaron contra el gobierno nacional en los últimos meses al señalar: “Nosotros no insultamos, no agraviamos, no descalificamos”, y comparó al kirchnerismo con la cigarra de la canción de María Elena Walsh, porque “la mataron mil veces y mil veces sobrevivió”, “apoyado en las convicciones y en las realizaciones”.

Hubo un momento de recuerdo de Dilma Rousseff, la presidenta de Brasil, anfitriona hace dos días de la Cumbre de Mercosur, y visitante una semana antes en Buenos Aires, síntoma de que la relación entre ambas mandatarias es tan buena como siempre. “Apláudanla”, le pidió a la multitud que respondió dócil. A continuación, también, pidió por la salud del presidente venezolano Hugo Chávez, “un querido amigo que ayudó a la Argentina cuando nadie la ayudaba”, que sufrió en estos días una recaída en su lucha contra un tumor.

Por último, volvió a dirigirse a los cientos de miles que la veían desde la Plaza y las calles circundantes, y también a quienes seguían el mensaje por cadena nacional: “Lo que es imprescindible para tener no 29 años de democracia sino 200 o 300 es la unidad popular –propuso–. Sepan que no es que vengan por este gobierno ni por esta presidenta: vienen por las conquistas sociales”. En ese momento, alguien le gritó “Fuerza, Presidenta”, y ella retrucó: “Yo tengo toda la fuerza que me dan ustedes. Yo no aflojo si ustedes no aflojan”.


Textuales de CFK

- Fierros: “Cuando fui a ver la película de él me llamó la atención un video en el que dice que los poderes concentrados acudían a los fierros y cuando eso se acabó acudieron a los fierros mediáticos. Ahora, cuando a algunos les fallan los fierros mediáticos, intentan construir fierros judiciales, para tumbar a un gobierno”.
- Militancia: “Para una militante política, que desde tan joven se incorporó a la militancia, luego de ver tantas cosas en nuestro país; también de conocer esa historia de desencuentros, de odio, enfrentamientos y rencores inútiles y estériles, que sólo servían a un puñado, no saben lo que significa estar hoy frente a ustedes con alegría, con amor, celebrando estos 29 años de democracia y esta década ganada desde el 25 de mayo de 2003”.
- Golpes: “Los gobiernos populares de Perón y de Yrigoyen no sufrieron ninguna caída sino derrocamientos y destituciones. Esos derrocamientos explican parte de lo que pasó. Cuando Yrigoyen fue derrocado por un golpe militar, la Corte Suprema dictaminó como legítimos los golpes militares. Allí se inició la historia trágica de la Argentina”.
- Griesa: “Tengo la responsabilidad de llevar a buen puerto este barco que es la Argentina, que la hundieron en 2001, que fuimos reconstruyendo pedazo a pedazo, que atacan desde afuera algunos Griesas y desde adentro otros Griesas y otras compañías”. - Néstor Kirchner: “Quiero rendirle homenaje a él, que con apenas ese 22 por ciento hizo cosas que si las hubieras dicho nadie lo hubiera creído; él decía que la historia no se construye con la palabra y con discursos sino con acciones. El llegó con ese 22 por ciento de los votos y con la promesa de no dejar sus convicciones en la puerta de la Casa de Gobierno. Eran las convicciones de una generación diezmada, que era la que debía ocupar su lugar en la historia”.
- Justicia: “Es importante que hoy todos juntos valoricemos esta democracia y demandemos mayor profundización en la democratización de todos los poderes del Estado. La gente quiere una Justicia que sirva al pueblo, que sea menos corporativa. Se nos exige a los funcionarios conducta y nosotros les exigimos a todos los poderes del Estado las mismas condiciones de decoro, independencia y respeto a la voluntad popular, y del Parlamento. Si no se respetan las leyes que emanan del Parlamento, ¿de qué democracia hablamos? Yo quiero una democracia plena, profunda, comprometida y sin privilegios”.
- Clarín: “Era común escuchar que con cuatro tapas de determinado diario, se tumbaba un gobierno. Eso era cierto, los políticos les tenían miedo, algunos todavía les temen. Luego de sufrir embates mediáticos, les volvimos a demostrar en 2011, después de 8 años y medio de gobierno, y 365 tapas en contra, que tenía nuestro proyecto, nuestro gobierno, la voluntad popular”.
- Convicciones: “Invito a todos los argentinos, no a que piensen como pienso yo, o como piensan las Madres y Abuelas, sino a tener la misma conducta, porque las ideas no se pueden defender con insultos o agravios”.

10/12/12 Página|12