domingo, 11 de noviembre de 2012
A MENOS DE UN MES, MARIO WAINFELD, OPINION
A menos de un mes
El celebérrimo expediente en que Clarín reclama la inconstitucionalidad parcial de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (LdSCA) no pasó aún a sentencia. Está cerca procesalmente pero falta sustanciar dos trámites previos. Uno es un pedido de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca) para ser tenida como parte (lo es el Estado nacional pero no ese organismo). Otro es el reclamo de una ONG, que ingresó sorpresivamente y reclamó tener el rol de “Amicus curiae”, o sea una participación acotada en la causa. Los abogados del Estado creen que ese tercero es un sello de goma introducido por el multimedios para dilatar el trámite, ahora que su juzgador no será un jubilado digitado por camaristas amigos del Grupo.
Todo indica que no habrá sentencia antes del 7D.
- - -
Entre tanto, el titular de la Afsca fue trazando con el Banco Nación el lanzamiento de una línea de créditos, acuerdo que se firmará en la semana que comienza mañana. Será para empresas que sean “sujetos de crédito” para las elitistas exigencias del sistema financiero. También abarcará, con fines de fomento y promoción, a quienes no califican para ese baremo (cooperativas, organizaciones sociales). El objetivo es financiar la actualización para jugadores de todo porte, incluyendo aquellos que ingresan por primera vez a esa cancha.
En esta misma semana Sabbatella tiene prevista una conferencia de prensa en la que cumplirá con un anuncio anticipado por este diario. Explicará cómo debe hacer la adecuación cada uno de los Grupos (alrededor de 20) que exceden la cantidad de unidades operativas que autoriza la ley. Detallará cuáles son sus “excedentes”. El objetivo es transparentar cómo deben hacer para llegar a la adecuación voluntaria, sólo permitida antes del 7D. La ventaja para los concesionarios que cumplan es doble, en tanto se ciñan a la normativa. Primero podrán elegir qué parte de su patrimonio conservan. Segundo, podrán negociar aquello de lo que se desprendan. Si transgreden el plazo, todo será hecho de oficio por la autoridad de aplicación.
Equipos técnicos de Afsca y de los concesionarios se reúnen con asiduidad discutiendo el alcance de la adecuación. Hay, comentan en torno de Sabbatella, divergencias y regateos. Son lógicos, dados los intereses en juego. El titular de la Afsca confía en que, con la chocante excepción de Clarín, todos los Grupos habrán presentado propuestas de adecuación correctas al cierre del 7D.
Se prevé que la presentación de Sabbatella comprenda también:
El anuncio del esquema de acciones ulteriores al 7D. O sea:
- Tasación de las licencias que queden disponibles, para fijar las bases de su licitación ulterior.
- Criterios básicos de las licitaciones.
- Condiciones y plazos previstos para la adjudicación.
Las cartas quedarían, entonces, puestas sobre la mesa. El principal jugador ya adelantó que rechaza aceptar la legislación vigente aunque (como ya se dijo) remolonea para hacer avanzar la causa judicial respectiva. La salida al ruedo del CEO Héctor Magnetto es una señal de la importancia que asignan a la madre de todas sus batallas. La furia que trasuntan sus medios de comunicación, también.
mwainfeld@pagina12.com.ar
11/11/12 Página|12
GB
MACRI PUEDE SER CAPRILES?, POR DAMIAN VERDUGA, OPINION
Mauricio Macri y el sueño de ser el Capriles argentino
Por Demián Verduga
dverduga@miradasalsur.com
Semejanzas. Tanto Macri como Capriles Radonsky vienen de familias que son dueñas de grandes grupos empresariales.
Similitudes y deferencias de los procesos políticos de la oposición en Venezuela y Argentina. Qué pasó con los partidos tradicionales en cada país. Por qué el jefe del PRO no puede replicar el lugar del venezolano.
Lo que se vio ayer es una energía que quiere ser conducida.” El jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri hizo esta declaración al día siguiente del cacerolazo del jueves pasado. La protesta, que tuvo su epicentro en la Ciudad de Buenos Aires y se extendió por otros centros urbanos, dejó sobre el tapete la debilidad que la oposición política argentina tiene para aparecer frente a la sociedad como una alternativa real de poder, que pueda canalizar a los sectores que no acompañan al Gobierno Nacional. Macri fue el dirigente que con mayor claridad intentó posicionarse como el posible “conductor” de los sectores que se expresaron en la marcha. La movilización fue heterogénea en sus reclamos, pero unificada por estar compuesta mayormente por clases medias urbanas.
Este intento de liderar una oposición muy fragmentada tiene un espejo regional inmediato: Henrique Capriles Radonski, gobernador del estado de Miranda, Venezuela. Se sabe que Capriles compitió contra Hugo Chávez en las presidenciales del 7 de octubre pasado y perdió por más de 10 puntos de diferencia. Sin embargo, ésa fue la elección presidencial más competitiva de la oposición venezolana en los últimos 14 años. Hubo varios dirigentes macristas, Federico Pinedo y Gabriela Michetti entre otros, que fueron como veedores a esa contienda electoral y estudiaron el modelo opositor venezolano. Lo hicieron con una ilusión: que Macri sea el Capriles argentino.
El origen. “Trasladar la experiencia venezolana a la Argentina me parece casi imposible. También me resulta muy difícil imaginar que Macri se transforme en un Capriles argentino –le dijo Miradas al Sur el politólogo Miguel De Luca–. Más allá de las diferencias individuales, los procesos que han tenido los partidos políticos de ambos países los últimos años son incomparables.”
Ese proceso al que se refiere De Luca, en el caso venezolano, comenzó con lo que se conoció como el “caracazo”. Fue durante las jornadas del 27 y 28 de febrero de 1989, en Caracas y otras ciudades venezolanas. El presidente del país era Carlos Andrés Pérez, del partido Acción Democrática (AD). Había gobernado Venezuela de 1974 a 1979 y había sido elegido de nuevo pocos meses antes del caracazo. El disparador de la protesta, en las que hubo saqueos y desmanes por doquier, fue un aumento en el precio del transporte público. Sin embargo, el fondo de la cuestión era más complejo. Venezuela atravesaba una situación económica muy complicada y el presidente recién electo tomó la decisión de sumarse a la corriente neoliberal que recorría el mundo, un giro comparable con el que hizo Carlos Menem en Argentina a principios de los ’90. “La diferencia con Menem es que Pérez no pudo encolumnar a su partido detrás del modelo neoliberal –explicó De Luca–. Eso disparó una crisis interna en su fuerza política que terminaría con su destitución en marzo de 1993.”
La jornada trágica del caracazo fue la del 28 de febrero de 1989. El entonces presidente decidió sacar a los militares a la calle porque las policías no podían controlar las protestas. El resultado fue de 300 muertos, según los datos oficiales. Esta matanza profundizó la crisis dentro del partido gobernante. Disparó un proceso que terminaría con el bipartidismo que había conocido Venezuela. De Luca lo explicó del siguiente modo: “Desde la década del ’50 hasta la aparición de Chávez, Venezuela funcionó con un sistema bipartidista casi de manual. Además de la AD, que era el partido con cierta raigambre sindical, estaba la Comité de Organización Política Electoral Independiente, más conocido como Copei. Éste representaba una vertiente más conservadora. Ambas fuerzas se turnaron en el poder durante más de cuatro décadas”.
La destitución de Andrés Pérez fue en mayo del ’93. Su partido le quitó el apoyo y acompañó el juicio político que lo retiró del poder. “Allí comenzó el proceso que terminaría con la asunción de Chávez en febrero del ’99, que a su vez enterró a los dos partidos tradicionales”.
Este breve repaso histórico no es antojadizo. Es necesario para ilustrar cómo se rearmaron las fuerzas políticas en el país caribeño a la salida del neoliberalismo y como lo hicieron en Argentina, ya que se trata de un dato central para analizar si existe la posibilidad de un Capriles argentino.
El nuevo orden. “Todas las fuerzas que surgieron luego de la irrupción de Chávez son nuevas, más allá de que se hayan hecho con pedazos de los anteriores. La AD tiene cierto peso todavía y el Copei se transformó en un sello de goma”, explicó De Luca.
En ese archipiélago de partidos nuevos comenzó a navegar el antichavismo. Se sabe que el líder de la revolución bolivariana hizo unas 15 elecciones desde que está en el poder. Aquí repasaremos sólo las presidenciales.
Luego de ganar en 1999, Chávez hizo una reforma constitucional que fue sometida a la votación popular. Para legitimar los nuevos poderes, se hizo una nueva elección presidencial en el año 2000. Allí casi podría decirse que no existió la oposición. El candidato que se enfrentó con el presidente fue Francisco Arias Cárdenas, que era un chavista disidente. Chávez sacó cerca del 60% de los votos y Cárdenas un 35%, con el apoyo de la constelación de partidos opositores, que se pusieron detrás del ex chavista y se repartieron de modo muy fragmentado los escaños que consiguieron en el parlamento.
Ante la imposibilidad de ganar en las urnas, la oposición apeló a una vieja costumbre de las oligarquías latinoamericanas, los golpes de estado. Lo intentó en abril del 2002, en aquellas jornadas en las que Chávez fue sacado del Palacio de Miraflores, retenido en una base militar, y luego repuesto en su función tras una masiva movilización popular y la fractura del ejército.
La siguiente contienda presidencial fue en el 2006. Se presentaron 13 candidatos además del mandatario. Manuel Rosales, que en ese momento era gobernador del estado de Zulía, logró una alianza entre algunas fuerzas de la constelación antichavista. Sacó alrededor del 35% de los votos, pero fue aplastado por el presidente que consiguió el 62%. Entre esa votación y la de este año hubo distintas instancias electorales. Chávez sólo perdió en el 2009, por 1 punto, cuando hizo un nuevo referéndum para volver a reformar la constitución.
“La oposición venezolana fue aprendiendo de las derrotas hasta llegar al esquema que consagró como candidato a Capriles”, le remarcó a este semanario el director de la consultora Equis Artemio López. Parte de ese aprendizaje fue la forma de elegir al candidato. El anterior a Capriles, Rosales, había surgido de un acuerdo de cúpulas y no de una elección de internas abiertas.
El resto es historia conocida. El joven gobernador compitió en octubre de este año. Los medios de comunicación de casi todo el planeta operaron para instalar la idea de que el líder de la revolución bolivariana perdía, pero volvió a ganar, aunque esta vez en una disputa más reñida, 55 a 44.
Al respecto, De Luca resaltó: “Lo que ha estado en el trasfondo durante todos estos años en el sistema político venezolano es la desaparición completa de los partidos con alguna raigambre histórica y tradición”.
Mundos distintos. Lo último que dijo De Luca es la clave para poder analizar si Macri puede ser el Capriles argentino. La desaparición de las dos fuerzas tradicionales es algo que en la Argentina no pasó. Luego de la crisis del 2001, el peronismo se reinventó, se reagrupó detrás del proyecto de Néstor y Cristina Kirchner y está “más vivo” que antes. En el caso del radicalismo, no es posible comparar su éxito electoral con el del PJ. Sin embargo, si se mira el mapa de intendencias en todo el país y el reparto de las bancas en la Cámara de Diputados, la UCR fue la fuerza política opositora que más ganó en la última elección, a pesar de que en la presidencial Ricardo Alfonsín sacó alrededor del 12% de los votos. Es decir: los dos partidos más importantes y con más historia de la Argentina siguen siendo los más preponderantes del mapa político.
“Eso es lo que hace que la comparación sea imposible –remarcó De Luca–. En el caso venezolano, las estructuras opositoras tienen tan poca tradición. La alianza que lograron en la última elección llevó mucho tiempo. Los motivos que la impedían tenían que ver con encontrar un modo de elegir al candidato más que con diferencias programáticas ancladas en la tradición partidaria. En cambio, en el caso argentino, hay partidos como el socialismo, que por su tradición ideológica tiene más puntos de contacto con el kirchnerismo que con el PRO. Entonces es imposible imaginar una agrupación de fuerzas a la venezolana. Tampoco me imagino, en principio, al radicalismo poniendo a Macri como su candidato presidencial”.
–Qué tipo de reagrupación de fuerzas opositoras le parece posible?
–El esquema que se dio en las elecciones parlamentarias del 2009. Allí hubo un panradicalismo, que incluía a varias de las fuerzas que hoy están en el FAP y, por otra parte, una alianza de centroderecha entre el macrismo y De Narváez y partes del peronismo. Ese panorama es más realista para la oposición argentina que el venezolano.
–¿No hay un Capriles local?
–No lo veo. No es una cuestión exclusivamente de las características del candidato, sino de lo que ha pasado con las estructuras políticas en ambos países. Es muy distinto.
11/11/12 Miradas al Sur
GB
Por Demián Verduga
dverduga@miradasalsur.com
Semejanzas. Tanto Macri como Capriles Radonsky vienen de familias que son dueñas de grandes grupos empresariales.
Similitudes y deferencias de los procesos políticos de la oposición en Venezuela y Argentina. Qué pasó con los partidos tradicionales en cada país. Por qué el jefe del PRO no puede replicar el lugar del venezolano.
Lo que se vio ayer es una energía que quiere ser conducida.” El jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri hizo esta declaración al día siguiente del cacerolazo del jueves pasado. La protesta, que tuvo su epicentro en la Ciudad de Buenos Aires y se extendió por otros centros urbanos, dejó sobre el tapete la debilidad que la oposición política argentina tiene para aparecer frente a la sociedad como una alternativa real de poder, que pueda canalizar a los sectores que no acompañan al Gobierno Nacional. Macri fue el dirigente que con mayor claridad intentó posicionarse como el posible “conductor” de los sectores que se expresaron en la marcha. La movilización fue heterogénea en sus reclamos, pero unificada por estar compuesta mayormente por clases medias urbanas.
Este intento de liderar una oposición muy fragmentada tiene un espejo regional inmediato: Henrique Capriles Radonski, gobernador del estado de Miranda, Venezuela. Se sabe que Capriles compitió contra Hugo Chávez en las presidenciales del 7 de octubre pasado y perdió por más de 10 puntos de diferencia. Sin embargo, ésa fue la elección presidencial más competitiva de la oposición venezolana en los últimos 14 años. Hubo varios dirigentes macristas, Federico Pinedo y Gabriela Michetti entre otros, que fueron como veedores a esa contienda electoral y estudiaron el modelo opositor venezolano. Lo hicieron con una ilusión: que Macri sea el Capriles argentino.
El origen. “Trasladar la experiencia venezolana a la Argentina me parece casi imposible. También me resulta muy difícil imaginar que Macri se transforme en un Capriles argentino –le dijo Miradas al Sur el politólogo Miguel De Luca–. Más allá de las diferencias individuales, los procesos que han tenido los partidos políticos de ambos países los últimos años son incomparables.”
Ese proceso al que se refiere De Luca, en el caso venezolano, comenzó con lo que se conoció como el “caracazo”. Fue durante las jornadas del 27 y 28 de febrero de 1989, en Caracas y otras ciudades venezolanas. El presidente del país era Carlos Andrés Pérez, del partido Acción Democrática (AD). Había gobernado Venezuela de 1974 a 1979 y había sido elegido de nuevo pocos meses antes del caracazo. El disparador de la protesta, en las que hubo saqueos y desmanes por doquier, fue un aumento en el precio del transporte público. Sin embargo, el fondo de la cuestión era más complejo. Venezuela atravesaba una situación económica muy complicada y el presidente recién electo tomó la decisión de sumarse a la corriente neoliberal que recorría el mundo, un giro comparable con el que hizo Carlos Menem en Argentina a principios de los ’90. “La diferencia con Menem es que Pérez no pudo encolumnar a su partido detrás del modelo neoliberal –explicó De Luca–. Eso disparó una crisis interna en su fuerza política que terminaría con su destitución en marzo de 1993.”
La jornada trágica del caracazo fue la del 28 de febrero de 1989. El entonces presidente decidió sacar a los militares a la calle porque las policías no podían controlar las protestas. El resultado fue de 300 muertos, según los datos oficiales. Esta matanza profundizó la crisis dentro del partido gobernante. Disparó un proceso que terminaría con el bipartidismo que había conocido Venezuela. De Luca lo explicó del siguiente modo: “Desde la década del ’50 hasta la aparición de Chávez, Venezuela funcionó con un sistema bipartidista casi de manual. Además de la AD, que era el partido con cierta raigambre sindical, estaba la Comité de Organización Política Electoral Independiente, más conocido como Copei. Éste representaba una vertiente más conservadora. Ambas fuerzas se turnaron en el poder durante más de cuatro décadas”.
La destitución de Andrés Pérez fue en mayo del ’93. Su partido le quitó el apoyo y acompañó el juicio político que lo retiró del poder. “Allí comenzó el proceso que terminaría con la asunción de Chávez en febrero del ’99, que a su vez enterró a los dos partidos tradicionales”.
Este breve repaso histórico no es antojadizo. Es necesario para ilustrar cómo se rearmaron las fuerzas políticas en el país caribeño a la salida del neoliberalismo y como lo hicieron en Argentina, ya que se trata de un dato central para analizar si existe la posibilidad de un Capriles argentino.
El nuevo orden. “Todas las fuerzas que surgieron luego de la irrupción de Chávez son nuevas, más allá de que se hayan hecho con pedazos de los anteriores. La AD tiene cierto peso todavía y el Copei se transformó en un sello de goma”, explicó De Luca.
En ese archipiélago de partidos nuevos comenzó a navegar el antichavismo. Se sabe que el líder de la revolución bolivariana hizo unas 15 elecciones desde que está en el poder. Aquí repasaremos sólo las presidenciales.
Luego de ganar en 1999, Chávez hizo una reforma constitucional que fue sometida a la votación popular. Para legitimar los nuevos poderes, se hizo una nueva elección presidencial en el año 2000. Allí casi podría decirse que no existió la oposición. El candidato que se enfrentó con el presidente fue Francisco Arias Cárdenas, que era un chavista disidente. Chávez sacó cerca del 60% de los votos y Cárdenas un 35%, con el apoyo de la constelación de partidos opositores, que se pusieron detrás del ex chavista y se repartieron de modo muy fragmentado los escaños que consiguieron en el parlamento.
Ante la imposibilidad de ganar en las urnas, la oposición apeló a una vieja costumbre de las oligarquías latinoamericanas, los golpes de estado. Lo intentó en abril del 2002, en aquellas jornadas en las que Chávez fue sacado del Palacio de Miraflores, retenido en una base militar, y luego repuesto en su función tras una masiva movilización popular y la fractura del ejército.
La siguiente contienda presidencial fue en el 2006. Se presentaron 13 candidatos además del mandatario. Manuel Rosales, que en ese momento era gobernador del estado de Zulía, logró una alianza entre algunas fuerzas de la constelación antichavista. Sacó alrededor del 35% de los votos, pero fue aplastado por el presidente que consiguió el 62%. Entre esa votación y la de este año hubo distintas instancias electorales. Chávez sólo perdió en el 2009, por 1 punto, cuando hizo un nuevo referéndum para volver a reformar la constitución.
“La oposición venezolana fue aprendiendo de las derrotas hasta llegar al esquema que consagró como candidato a Capriles”, le remarcó a este semanario el director de la consultora Equis Artemio López. Parte de ese aprendizaje fue la forma de elegir al candidato. El anterior a Capriles, Rosales, había surgido de un acuerdo de cúpulas y no de una elección de internas abiertas.
El resto es historia conocida. El joven gobernador compitió en octubre de este año. Los medios de comunicación de casi todo el planeta operaron para instalar la idea de que el líder de la revolución bolivariana perdía, pero volvió a ganar, aunque esta vez en una disputa más reñida, 55 a 44.
Al respecto, De Luca resaltó: “Lo que ha estado en el trasfondo durante todos estos años en el sistema político venezolano es la desaparición completa de los partidos con alguna raigambre histórica y tradición”.
Mundos distintos. Lo último que dijo De Luca es la clave para poder analizar si Macri puede ser el Capriles argentino. La desaparición de las dos fuerzas tradicionales es algo que en la Argentina no pasó. Luego de la crisis del 2001, el peronismo se reinventó, se reagrupó detrás del proyecto de Néstor y Cristina Kirchner y está “más vivo” que antes. En el caso del radicalismo, no es posible comparar su éxito electoral con el del PJ. Sin embargo, si se mira el mapa de intendencias en todo el país y el reparto de las bancas en la Cámara de Diputados, la UCR fue la fuerza política opositora que más ganó en la última elección, a pesar de que en la presidencial Ricardo Alfonsín sacó alrededor del 12% de los votos. Es decir: los dos partidos más importantes y con más historia de la Argentina siguen siendo los más preponderantes del mapa político.
“Eso es lo que hace que la comparación sea imposible –remarcó De Luca–. En el caso venezolano, las estructuras opositoras tienen tan poca tradición. La alianza que lograron en la última elección llevó mucho tiempo. Los motivos que la impedían tenían que ver con encontrar un modo de elegir al candidato más que con diferencias programáticas ancladas en la tradición partidaria. En cambio, en el caso argentino, hay partidos como el socialismo, que por su tradición ideológica tiene más puntos de contacto con el kirchnerismo que con el PRO. Entonces es imposible imaginar una agrupación de fuerzas a la venezolana. Tampoco me imagino, en principio, al radicalismo poniendo a Macri como su candidato presidencial”.
–Qué tipo de reagrupación de fuerzas opositoras le parece posible?
–El esquema que se dio en las elecciones parlamentarias del 2009. Allí hubo un panradicalismo, que incluía a varias de las fuerzas que hoy están en el FAP y, por otra parte, una alianza de centroderecha entre el macrismo y De Narváez y partes del peronismo. Ese panorama es más realista para la oposición argentina que el venezolano.
–¿No hay un Capriles local?
–No lo veo. No es una cuestión exclusivamente de las características del candidato, sino de lo que ha pasado con las estructuras políticas en ambos países. Es muy distinto.
11/11/12 Miradas al Sur
GB
EL 8 N PUDO HABERSE EVITADO, POR RICARDO CABALLERO, OPINION
El 8N se pudo haber evitado
Por Roberto Caballero
La marcha, el programa político y económico del establishment y la expectativa por el 7D.
El gobierno pudo haber evitado el 8N y no lo hizo. Con anunciar que retrocedía en su intento por aplicar la Ley de Medios, garantizar que los dólares de las reservas siguieran a disposición de los fugadores de divisas, devolver YPF a los españoles de Repsol y pagar lo que los fondos buitre exigen, se hubiera evitado la foto del Obelisco rodeado por una multitud cantando contra "la dictadura K".
Claro que para eso, después de casi una década de lidiar con la voracidad de los dueños del poder y del dinero, la Casa Rosada debía resignarse a que el rumbo de la Argentina lo decide de modo inalterable un puñado de corporaciones, y no los millones de argentinos que hace menos de un año votaron a Cristina Kirchner, otorgándole una ventaja electoral contra su inmediato competidor de casi 40 puntos porcentuales.
Las consecuencias están a la vista. El país del 9N, del 10N y del 11N es bastante parecido al del 7N. Tiene los mismos problemas y demanda las soluciones de siempre. Sin embargo, es cierto que una porción de la clase media opositora reprodujo alrededor del símbolo fálico porteño la catarsis del 13S; tan cierto como que ningún partido tradicional antikirchnerista puede arrogarse la capitalización de la protesta.
En su combate contra el gobierno, el Grupo Clarín podrá ufanarse de la movida, de cara al 7D. Porque básicamente logró convertir a una parte de su audiencia en militancia callejera a favor del relato catástrofe que reproducen en la tapa de su diario de agitación y en las más de 240 licencias audiovisuales que mantienen ilegalmente. El talento demostrado para influir en la subjetividad de los reclamantes es, de un tiempo a esta parte, motivo de estudio en la academia nacional. El sociólogo Alejandro Horowicz recordó, por ejemplo, cómo durante el conflicto de la 125, gente que no tenía ni una maceta con tierra en su balcón, asumía como propio el discurso de ruralistas con campos por 10 millones de dólares en la pampa fértil. Era una clase subalterna tomando a otra superior como referencia. El 8N también pasó eso. La parte antikirchnerista de los sectores medios manifestó su acuerdo con el plan político y económico del establishment que plantea la negativa a la reelección de Cristina Kirchner (cuando ella misma dijo: "no es mi deseo una reforma constitucional"), la no intromisión del Estado en la libertad monopólica (cuando los tratados internacionales suscriptos por la Argentina obligan a lo contrario) y la desconfianza en la resolución electoral de los conflictos y tensiones propias de una democracia (cuando alrededor del 80% de la ciudadanía participa de elecciones). Es decir, una agenda de derecha por lo menos contradictoria. Puede consultarse la colección de editoriales de Clarín y La Nación para tener más precisiones al respecto.
El profesor de Economía Ricardo Arons-kind lo descifró de modo inmejorable en un texto que circuló por la red en estos días. Según él, los variados eslóganes del jueves 8 se pueden resumir en diez puntos económicos. Lo que tiene de extenso, lo tiene de interesante:
1) Venta libre de dólares baratos por parte del Estado hasta agotar las reservas, para todo uso.
Resultado: incremento de la fuga de capitales provenientes de la evasión impositiva. Reaparición de la especulación cambiaria como actividad central de la economía. Si se terminan las reservas, mega-devaluación, y aumento generalizado de precios, con brusca caída salarial y aumento del desempleo. Enriquecimiento de los tenedores de dólares y empobrecimiento del país.
2) Eliminación de todo tipo de regulación, indicación o presión oficial para contener el alza de los precios.
Resultado: alza generalizada de precios, por las dudas, y porque "todo sube". Contracción de la demanda y de la actividad económica. Quiebra de pequeñas empresas.
3) Eliminación de toda restricción a las importaciones. Tiene que entrar de todo, incluidos productos suntuarios, para el sector ABC1. Apertura importadora “al mundo”.
Resultado: Si no alcanzan los dólares para importar productos imprescindibles, e insumos para la producción, o se reduce la producción, generando una recesión, o hay que pedir préstamos en el exterior. Comienza nuevamente el endeudamiento externo.
4) Reducción o eliminación de las retenciones. Eliminación del impuesto al cheque.
Resultado: desfinanciamiento del Estado y ultra-rentabilidad para el sector agrario exportador. Si le faltan recursos al Estado, que reduzca el gasto público. Si eso genera recesión y desempleo, mejor, porque eso tranquiliza las presiones salariales. Mejoramiento del "clima de negocios".
5) Bajar los impuestos a las ganancias, a la renta presunta, a los bienes personales y a la propiedad inmobiliaria.
Resultado: más riqueza en manos de los ricos, menos ingresos para el Estado, y por lo tanto menos capacidad de hacer políticas públicas. Si quiere seguir gastando, el Estado tendrá que pedir préstamos externos. Para conseguir esos préstamos, tendrá que arreglar con los fondos buitre y el Club de París. Los desembolsos que exigen reducirán fuertemente las reservas del Banco Central, y volverán al gobierno fácilmente presionable por los sectores financieros. Mejoramiento del "clima de negocios".
6) Reducción del gasto público: corte drástico de subsidios a la energía y el transporte; reducción de los planes de obras públicas; congelamiento de las asignaciones universales por hijo y las jubilaciones. Despido de personal de los estados nacional, provincial y municipal.
Resultado: brusco incremento de la pobreza, la indigencia y el desempleo.
Fuerte aumento de la conflictividad social y la violencia. Contracción del mercado interno. Quiebras en el sector productivo y en la comercialización.
Mejoramiento del “clima de negocios”.
7) Corte del crédito a la producción y el consumo, y de la expansión monetaria. Incremento de la tasa de interés doméstica.
Resultado: drástico desfinanciamiento al sector productivo y comercial.
Caída de las ventas y contracción de la actividad económica. Recesión e incremento del desempleo. Se reduce modestamente, pero continúa el aumento de precios. Mejoramiento del "clima de negocios".
8) Se aceptan plenamente todos los reclamos de los acreedores del país, en las condiciones y plazos que establezcan.
Resultado: drástica reducción de las reservas y estallido de corridas cambiarias y bancarias. Se vende el resto de las reservas sin poder frenar las corridas. Cierre y caída de bancos. Colapso de la actividad económica.
Argentina es elogiada "en el mundo". Devuelven la Fragata Libertad.
Mejoramiento del "clima de negocios".
9) Argentina firma un tratado de libre comercio unilateral con Estados Unidos, otro con la Unión Europea, y otro con China.
Resultado: desaparición de la industria nacional e incremento de la desocupación estructural al 30% de la población. Flexibilización laboral extrema para el resto. Se deteriora dramáticamente la seguridad en las grandes ciudades. Aumenta el gasto en seguridad privada. En los shoppings se consigue "de todo". Argentina es elogiada "en el mundo". Mejoramiento del "clima de negocios".
10) El gobierno acepta todas las peticiones de los empresarios locales y externos, y de los organismos financieros internacionales. Desmantela los organismos de regulación y control, y recibe sin condiciones toda inversión en el país. Elimina la restricción a la compra de tierras por parte de extranjeros. Libre remisión de utilidades.
Resultado: incremento exponencial del lavado de dinero proveniente de actividades criminales de todo el planeta. Ingreso masivo de capital especulativo, que sirve para financiar la fuga de capitales y las remesas de utilidades del capital extranjero. Si algún dólar queda, sirve para incrementar el valor de la moneda local, favoreciendo las importaciones y deteriorando la capacidad exportadora. Inversión de firmas multinacionales en recursos naturales, que son exportados en bruto al resto del planeta.”
Da escalofríos pensar en la consecuencias de un plan de estas características. En realidad, ya se aplicó y el país estalló en 2001. Seriamente hablando, ¿cuánta gente quisiera volver a una Argentina así?
Está bien que el oficialismo acuse recibo del 8N. Siempre se puede mejorar y hay áreas donde es imprescindible hacerlo. Se puede hacer más contra la inflación, la inseguridad y la corrupción. Pero es tan poco probable que la manifestación cacerolera tenga destino de mayoría consistente como que el genocida Videla sea indultado de vuelta mañana. Aun en una muy mala elección kirchnerista en 2013, la recreación del Grupo A volvería a naufragar en las múltiples oposiciones que existen: hay más vedetismo que ideas en el antikirchnerismo. La táctica de presentar al oficialismo como una dictadura que justificaría el amontonamiento épico para combatirla, además de ser un tackle desesperado, se sostiene solamente en la pantalla de Canal 13 y TN; no en la realidad. Una caracterización tan disparatada sólo puede producir efectos disparatados.
El propósito de los medios hegemónicos de presentar un 46% sólido y cohesionado tampoco es creíble. La marcha del otro día no lo refleja, de ninguna manera. Sería menos descabellado pensar, por ejemplo, que la foto de la marejada humana acelere los tiempos de nacionalización de la propuesta macrista o el hito fundacional de una coalición de derechas, al estilo de la vieja UCD y los partidos provinciales procesistas. Esperable, además, por la salud institucional de la república: siempre es bueno que la derecha juegue dentro del sistema y no afuera. Que gane y pierda en elecciones, como se debe; y no a través de corridas bancarias o titulares putchistas, todos los días, todo el tiempo.
Por otro lado, para cualquier persona sensata es innegable que hay un intento constante de los creadores del relato antikirchnerista de invisibilizar al 54% de la sociedad. Ver la cobertura de los medios de Héctor Magnetto y Bartolomé Mitre –ambos con pedido de indagatoria fiscal como partícipes necesarios en presuntos crímenes de lesa humanidad cometidos durante el despojo a la familia Graiver de Papel Prensa– produce espanto. Así como no decían nada cuando en este país se arrojaba a compatriotas de los aviones como parte de una planificada y masiva supresión del otro como solución final, están ausentes en las crónicas eufóricas que deciden replicar las razones, los rostros y las opiniones de la mayoría política de la Argentina del siglo XXI, nada menos.
En cuanto a sus empleados, nadie les pide tanto. Alcanza con un ejemplo: "cuesta encontrar en la historia argentina (sic) una movilización popular como la de ayer", sostuvo Ricardo Roa, en la sección "Del editor al lector". ¿En qué historia figuran el 17 de octubre, el cierre de campaña de Alfonsín, las multitudes que fueron a recibir al general Perón a Ezeiza, el Bicentenario, los 24 de marzo y tantas, pero tantas otras manifestaciones colectivas?
Evidentemente, en el relato "histórico" de Clarín, no.
En cualquier momento, incluso, los movilizados alrededor del Obelisco ocuparán el lugar de votantes del kirchnerismo arrepentidos como parte de una operación de sentido tendiente a vaciar de contenido el triunfo de octubre de 2011.
Sería algo así como "la votaron y se arrepintieron", por lo tanto es inválido lo acontecido en las urnas y se legitima lo que ahora ocurre en el nuevo escenario descubierto por la derecha: la calle. Magnificado, a su vez, por los tres poderes reconocidos por la mediocracia: los diarios, la radio y la televisión. Si son monopólicos, claro, mucho mejor.
Quizá el interrogante pendiente tras el 8N es qué hará el 54% que gobierna después de esta manifestación. Hasta ahora, la decisión de Cristina Kirchner fue no disputar en simultáneo el espacio público, eludir el enfrentamiento físico (no el dialéctico) y concentrarse en la gestión.
Pareciera que apuesta todo al 7D. Como si la fecha, por sí misma, volviera a poner las cosas en su lugar. No se puede descartar que apruebe, como piden diferentes sectores de la militancia, una movilización coronando ese día en el que la democracia, luego de tres años, va a lograr que finalmente el Grupo Clarín y todos los grupos mediáticos se adecuen a la ley.
Habrá que ver. Todo indica que el gigante silencioso que trabajosamente mueve la maquinaria de este bendito país se pronunció en las urnas el año pasado, pero quizá ahora quiera volver a celebrar en la calle la conquista de derechos que profundizan y dan sentido a la democracia. «
11/11/12 InfoNews
Por Roberto Caballero
La marcha, el programa político y económico del establishment y la expectativa por el 7D.
El gobierno pudo haber evitado el 8N y no lo hizo. Con anunciar que retrocedía en su intento por aplicar la Ley de Medios, garantizar que los dólares de las reservas siguieran a disposición de los fugadores de divisas, devolver YPF a los españoles de Repsol y pagar lo que los fondos buitre exigen, se hubiera evitado la foto del Obelisco rodeado por una multitud cantando contra "la dictadura K".
Claro que para eso, después de casi una década de lidiar con la voracidad de los dueños del poder y del dinero, la Casa Rosada debía resignarse a que el rumbo de la Argentina lo decide de modo inalterable un puñado de corporaciones, y no los millones de argentinos que hace menos de un año votaron a Cristina Kirchner, otorgándole una ventaja electoral contra su inmediato competidor de casi 40 puntos porcentuales.
Las consecuencias están a la vista. El país del 9N, del 10N y del 11N es bastante parecido al del 7N. Tiene los mismos problemas y demanda las soluciones de siempre. Sin embargo, es cierto que una porción de la clase media opositora reprodujo alrededor del símbolo fálico porteño la catarsis del 13S; tan cierto como que ningún partido tradicional antikirchnerista puede arrogarse la capitalización de la protesta.
En su combate contra el gobierno, el Grupo Clarín podrá ufanarse de la movida, de cara al 7D. Porque básicamente logró convertir a una parte de su audiencia en militancia callejera a favor del relato catástrofe que reproducen en la tapa de su diario de agitación y en las más de 240 licencias audiovisuales que mantienen ilegalmente. El talento demostrado para influir en la subjetividad de los reclamantes es, de un tiempo a esta parte, motivo de estudio en la academia nacional. El sociólogo Alejandro Horowicz recordó, por ejemplo, cómo durante el conflicto de la 125, gente que no tenía ni una maceta con tierra en su balcón, asumía como propio el discurso de ruralistas con campos por 10 millones de dólares en la pampa fértil. Era una clase subalterna tomando a otra superior como referencia. El 8N también pasó eso. La parte antikirchnerista de los sectores medios manifestó su acuerdo con el plan político y económico del establishment que plantea la negativa a la reelección de Cristina Kirchner (cuando ella misma dijo: "no es mi deseo una reforma constitucional"), la no intromisión del Estado en la libertad monopólica (cuando los tratados internacionales suscriptos por la Argentina obligan a lo contrario) y la desconfianza en la resolución electoral de los conflictos y tensiones propias de una democracia (cuando alrededor del 80% de la ciudadanía participa de elecciones). Es decir, una agenda de derecha por lo menos contradictoria. Puede consultarse la colección de editoriales de Clarín y La Nación para tener más precisiones al respecto.
El profesor de Economía Ricardo Arons-kind lo descifró de modo inmejorable en un texto que circuló por la red en estos días. Según él, los variados eslóganes del jueves 8 se pueden resumir en diez puntos económicos. Lo que tiene de extenso, lo tiene de interesante:
1) Venta libre de dólares baratos por parte del Estado hasta agotar las reservas, para todo uso.
Resultado: incremento de la fuga de capitales provenientes de la evasión impositiva. Reaparición de la especulación cambiaria como actividad central de la economía. Si se terminan las reservas, mega-devaluación, y aumento generalizado de precios, con brusca caída salarial y aumento del desempleo. Enriquecimiento de los tenedores de dólares y empobrecimiento del país.
2) Eliminación de todo tipo de regulación, indicación o presión oficial para contener el alza de los precios.
Resultado: alza generalizada de precios, por las dudas, y porque "todo sube". Contracción de la demanda y de la actividad económica. Quiebra de pequeñas empresas.
3) Eliminación de toda restricción a las importaciones. Tiene que entrar de todo, incluidos productos suntuarios, para el sector ABC1. Apertura importadora “al mundo”.
Resultado: Si no alcanzan los dólares para importar productos imprescindibles, e insumos para la producción, o se reduce la producción, generando una recesión, o hay que pedir préstamos en el exterior. Comienza nuevamente el endeudamiento externo.
4) Reducción o eliminación de las retenciones. Eliminación del impuesto al cheque.
Resultado: desfinanciamiento del Estado y ultra-rentabilidad para el sector agrario exportador. Si le faltan recursos al Estado, que reduzca el gasto público. Si eso genera recesión y desempleo, mejor, porque eso tranquiliza las presiones salariales. Mejoramiento del "clima de negocios".
5) Bajar los impuestos a las ganancias, a la renta presunta, a los bienes personales y a la propiedad inmobiliaria.
Resultado: más riqueza en manos de los ricos, menos ingresos para el Estado, y por lo tanto menos capacidad de hacer políticas públicas. Si quiere seguir gastando, el Estado tendrá que pedir préstamos externos. Para conseguir esos préstamos, tendrá que arreglar con los fondos buitre y el Club de París. Los desembolsos que exigen reducirán fuertemente las reservas del Banco Central, y volverán al gobierno fácilmente presionable por los sectores financieros. Mejoramiento del "clima de negocios".
6) Reducción del gasto público: corte drástico de subsidios a la energía y el transporte; reducción de los planes de obras públicas; congelamiento de las asignaciones universales por hijo y las jubilaciones. Despido de personal de los estados nacional, provincial y municipal.
Resultado: brusco incremento de la pobreza, la indigencia y el desempleo.
Fuerte aumento de la conflictividad social y la violencia. Contracción del mercado interno. Quiebras en el sector productivo y en la comercialización.
Mejoramiento del “clima de negocios”.
7) Corte del crédito a la producción y el consumo, y de la expansión monetaria. Incremento de la tasa de interés doméstica.
Resultado: drástico desfinanciamiento al sector productivo y comercial.
Caída de las ventas y contracción de la actividad económica. Recesión e incremento del desempleo. Se reduce modestamente, pero continúa el aumento de precios. Mejoramiento del "clima de negocios".
8) Se aceptan plenamente todos los reclamos de los acreedores del país, en las condiciones y plazos que establezcan.
Resultado: drástica reducción de las reservas y estallido de corridas cambiarias y bancarias. Se vende el resto de las reservas sin poder frenar las corridas. Cierre y caída de bancos. Colapso de la actividad económica.
Argentina es elogiada "en el mundo". Devuelven la Fragata Libertad.
Mejoramiento del "clima de negocios".
9) Argentina firma un tratado de libre comercio unilateral con Estados Unidos, otro con la Unión Europea, y otro con China.
Resultado: desaparición de la industria nacional e incremento de la desocupación estructural al 30% de la población. Flexibilización laboral extrema para el resto. Se deteriora dramáticamente la seguridad en las grandes ciudades. Aumenta el gasto en seguridad privada. En los shoppings se consigue "de todo". Argentina es elogiada "en el mundo". Mejoramiento del "clima de negocios".
10) El gobierno acepta todas las peticiones de los empresarios locales y externos, y de los organismos financieros internacionales. Desmantela los organismos de regulación y control, y recibe sin condiciones toda inversión en el país. Elimina la restricción a la compra de tierras por parte de extranjeros. Libre remisión de utilidades.
Resultado: incremento exponencial del lavado de dinero proveniente de actividades criminales de todo el planeta. Ingreso masivo de capital especulativo, que sirve para financiar la fuga de capitales y las remesas de utilidades del capital extranjero. Si algún dólar queda, sirve para incrementar el valor de la moneda local, favoreciendo las importaciones y deteriorando la capacidad exportadora. Inversión de firmas multinacionales en recursos naturales, que son exportados en bruto al resto del planeta.”
Da escalofríos pensar en la consecuencias de un plan de estas características. En realidad, ya se aplicó y el país estalló en 2001. Seriamente hablando, ¿cuánta gente quisiera volver a una Argentina así?
Está bien que el oficialismo acuse recibo del 8N. Siempre se puede mejorar y hay áreas donde es imprescindible hacerlo. Se puede hacer más contra la inflación, la inseguridad y la corrupción. Pero es tan poco probable que la manifestación cacerolera tenga destino de mayoría consistente como que el genocida Videla sea indultado de vuelta mañana. Aun en una muy mala elección kirchnerista en 2013, la recreación del Grupo A volvería a naufragar en las múltiples oposiciones que existen: hay más vedetismo que ideas en el antikirchnerismo. La táctica de presentar al oficialismo como una dictadura que justificaría el amontonamiento épico para combatirla, además de ser un tackle desesperado, se sostiene solamente en la pantalla de Canal 13 y TN; no en la realidad. Una caracterización tan disparatada sólo puede producir efectos disparatados.
El propósito de los medios hegemónicos de presentar un 46% sólido y cohesionado tampoco es creíble. La marcha del otro día no lo refleja, de ninguna manera. Sería menos descabellado pensar, por ejemplo, que la foto de la marejada humana acelere los tiempos de nacionalización de la propuesta macrista o el hito fundacional de una coalición de derechas, al estilo de la vieja UCD y los partidos provinciales procesistas. Esperable, además, por la salud institucional de la república: siempre es bueno que la derecha juegue dentro del sistema y no afuera. Que gane y pierda en elecciones, como se debe; y no a través de corridas bancarias o titulares putchistas, todos los días, todo el tiempo.
Por otro lado, para cualquier persona sensata es innegable que hay un intento constante de los creadores del relato antikirchnerista de invisibilizar al 54% de la sociedad. Ver la cobertura de los medios de Héctor Magnetto y Bartolomé Mitre –ambos con pedido de indagatoria fiscal como partícipes necesarios en presuntos crímenes de lesa humanidad cometidos durante el despojo a la familia Graiver de Papel Prensa– produce espanto. Así como no decían nada cuando en este país se arrojaba a compatriotas de los aviones como parte de una planificada y masiva supresión del otro como solución final, están ausentes en las crónicas eufóricas que deciden replicar las razones, los rostros y las opiniones de la mayoría política de la Argentina del siglo XXI, nada menos.
En cuanto a sus empleados, nadie les pide tanto. Alcanza con un ejemplo: "cuesta encontrar en la historia argentina (sic) una movilización popular como la de ayer", sostuvo Ricardo Roa, en la sección "Del editor al lector". ¿En qué historia figuran el 17 de octubre, el cierre de campaña de Alfonsín, las multitudes que fueron a recibir al general Perón a Ezeiza, el Bicentenario, los 24 de marzo y tantas, pero tantas otras manifestaciones colectivas?
Evidentemente, en el relato "histórico" de Clarín, no.
En cualquier momento, incluso, los movilizados alrededor del Obelisco ocuparán el lugar de votantes del kirchnerismo arrepentidos como parte de una operación de sentido tendiente a vaciar de contenido el triunfo de octubre de 2011.
Sería algo así como "la votaron y se arrepintieron", por lo tanto es inválido lo acontecido en las urnas y se legitima lo que ahora ocurre en el nuevo escenario descubierto por la derecha: la calle. Magnificado, a su vez, por los tres poderes reconocidos por la mediocracia: los diarios, la radio y la televisión. Si son monopólicos, claro, mucho mejor.
Quizá el interrogante pendiente tras el 8N es qué hará el 54% que gobierna después de esta manifestación. Hasta ahora, la decisión de Cristina Kirchner fue no disputar en simultáneo el espacio público, eludir el enfrentamiento físico (no el dialéctico) y concentrarse en la gestión.
Pareciera que apuesta todo al 7D. Como si la fecha, por sí misma, volviera a poner las cosas en su lugar. No se puede descartar que apruebe, como piden diferentes sectores de la militancia, una movilización coronando ese día en el que la democracia, luego de tres años, va a lograr que finalmente el Grupo Clarín y todos los grupos mediáticos se adecuen a la ley.
Habrá que ver. Todo indica que el gigante silencioso que trabajosamente mueve la maquinaria de este bendito país se pronunció en las urnas el año pasado, pero quizá ahora quiera volver a celebrar en la calle la conquista de derechos que profundizan y dan sentido a la democracia. «
11/11/12 InfoNews
LAS CONSULTORAS Y EL 8 N, POR RAUL KOLLMAN.
LOS PRINCIPALES CONSULTORES DE TODAS LAS TENDENCIAS ANALIZAN EL 8N
De clase, organizada, sin impacto electoral
Todos coinciden en que fue importante, que tuvo identidad de clase media o alta, que pasó de cacerolazo espontáneo. Pero las diferencias aparecen al hablar de su legado, que va de poco a una mayor distancia con el Gobierno que no se traduce en votos.
Por Raúl Kollmann
Los principales consultores políticos de todas las tendencias coinciden en algunos diagnósticos –tal vez los más sustanciales– respecto del 8N, aunque mantiene miradas discrepantes en relación con sus efectos sobre el futuro político nacional. La mayoría afirma que la movilización fue esencialmente de clase media, que fue bastante organizada –dejó de ser un cacerolazo, si se toma el término como sinónimo de espontaneidad–, que no tiene una representación política clara y que por esa razón no muestra por ahora un impacto electoral decisivo. En el marco de las discrepancias, algunos consultores destacan que la marcha exhibe un retroceso del oficialismo, mientras otros sostienen que simplemente se muestra en la calle lo que ya existía como antikirchnerismo, lo que, también por ahora, no significaría cambios importantes en la relación de fuerzas electorales. En ese terreno vuelven las coincidencias: casi todos piensan que el oficialismo podría ganar las elecciones de 2013, aunque discrepan sobre los porcentajes que alcanzaría.
Clase media
Manuel Mora y Araujo, uno de los consultores más tradicionales, hoy titular de la Universidad Di Tella, evalúa que el jueves “la clase media, escasamente articulada a través de organizaciones como los partidos, los sindicatos o grupos militantes, ratificó su capacidad de llenar la calle. La práctica de la protesta, definitivamente, no es patrimonio de ningún sector de la sociedad”. Analía Del Franco, de Analogías, considera que “la gran mayoría de los participantes son del mismo espectro social que los del 13 de septiembre. Si bien esta fue una movilización más numerosa, se puede asegurar que no atrajo a otros sectores sociales más que los niveles medios medios y altos. Para sintetizar, se puede decir que su tendencia ideológica es de centroderecha. Eso no implica que el Gobierno no reciba críticas por izquierda, pero no percibo que se hayan sumado al 8N. Tampoco, votantes de CFK 2011 y hoy críticos o defraudados. Nuestros estudios cualitativos muestran que la critica de éstos no los impulsa (aún) a salir a marchar contra el Gobierno”.
La ¿originalidad?
Enrique Zuleta Puceiro, titular de Opinión Pública, Servicios y Mercados (OPSM), mide la convocatoria no sólo en términos de los que fueron, sino también en términos mediáticos. “La movilización del 8N no tiene precedentes en la historia de las multitudes en la calle y la razón es simple: se desarrolló en todas las ciudades medias y grandes todo el país y ocupó todos los segundos de todo el encendido radial y televisivo en el prime time entre 19.30 y 22 en todas las señales públicas y privadas”.
Artemio López, de Equis, no le ve tanta originalidad histórica. “Los 200.000 opositores de clase media alta y alta, que ya adversaron al gobierno nacional en octubre de 2011, se movilizaron el 13 de setiembre y el 8 de noviembre pasado, rechazando explícitamente toda representación partidaria y señalando claramente la fragilidad de la oposición política realmente existente.”
“Más allá de las discusiones acerca de magnitud –razona Eduardo Fidanza, de Poliarquía– de las polémicas sobre la composición, procedencia y eficacia política que provoca el 8N, lo que creo más significativo es que refleja la desaprobación mayoritaria a la gestión presidencial. En sí misma la concentración no es capaz de cambiar el curso de los acontecimientos, pero es un indicio del momento político y de las perspectivas que podrían estar abriéndose. Hace un año, en el cenit de la popularidad y el poder electoral del kirchnerismo, era impensable semejante movilización de masas.”
En la mirada de Ignacio Ramírez, de Ibarómetro, “las protestas o acciones colectivas pueden ser analizadas considerando su magnitud, sus consignas, sus métodos de organización y de protesta. La modalidad elegida es elocuente respecto de algunas continuidades actitudinales con el 2001. En este sentido, el cacerolazo evoca inmediatamente imágenes del 2001, cuando se combinó una profunda crisis social y económica con un estallido de nihilismo y descreimiento. La consigna académica más leída y escuchada por entonces era ‘crisis de representación’. Once años después algunos sectores de la sociedad, enérgicamente opositores al kirchnerismo, exhiben una crisis de representación al cuadrado, puesto que se da en el marco de condiciones sociales y económicas completamente distintas, con una sociedad crecientemente politizada y un amplio sector social que acompaña a un proyecto político”.
¿Espontánea u organizada?
Prácticamente todos los consultores evalúan que el 8N tuvo un fuerte nivel de organización. Del Franco lo sintetiza así: “En primera instancia creo que ya no cabe llamarlo cacerolazo, denominación que creo aplicable a manifestaciones con alto nivel de improvisación y espontaneidad. Es sólo una cuestión de denominación y no de evaluación y menos en sentido negativo. Que sea menos espontánea no significa que sea menos legítima”.
Con ella coincide Zuleta: “De espontáneo, estas movilizaciones tienen poco, pero eso no la minimiza ni disminuye en significación y efectos sociales y políticos. Hay que tomar nota: este tipo de movilizaciones rompe con la lógica del balcón, del líder que sale al balcón”.
¿Quién los representa?
Buena parte de los consultores creen que nadie, aunque hay algunas discrepancias. Roberto Bacman es el titular del Centro de Estudios de Opinión Pública (CEOP). “Todo parece indicar que no dejó nada nuevo el 8N. En realidad, y en lo que hace al meollo de la protesta es más de lo mismo: críticas al Gobierno, a su accionar, a su orientación y al estilo presidencial. Sin embargo, y al igual que dos meses atrás, se enfrenta a un callejón sin salida: no aporta nada en concreto, se aúna sólo en la crítica, no propone y, para colmo de males, no existe por estos tiempos en la Argentina ninguna fuerza ni dirigente político que pueda capitalizarla. Por el contrario, también se pudieron escuchar críticas a algunos dirigentes que de alguna u otra manera la impulsaron desde las sombras. Hacia el interior de la protesta subyace un arco demasiado heterogéneo, que incluye un variopinto conjunto de segmentos de la sociedad que impulsan reivindicaciones de distinto tipo y tenor.”
Ricardo Rouvier, de Rouvier y Asociados, percibe lo mismo, pero opina que debe mirarse un poco más que la representación política: “Es indudable que así como se expresa la protesta ante un oficialismo fuerte, de voz alzada, definido, decisionista, también deja al desnudo la falencia de una oposición que no da señales de vida. Es posible que este acontecimiento otorgue energía a los adversarios del Gobierno; pero eso se verá en el futuro. Con la marcha, la oposición política mejoró sus ilusiones para el 2013, a pesar de que no pueda convertir en fortaleza inmediata la manifestación callejera. No tiene cómo transferirla a sus consensos”.
En una línea que pone el acento en las debilidades de la oposición, Ignacio Ramírez, de Ibarómetro, sostiene: “Mi hipótesis es simple: el 8N no expresa la debilidad del kirchnerismo sino la debilidad de la oposición. Un sector de la sociedad no encuentra liderazgos capaces de interpretar y representar sus aspiraciones, deseos y valores, y asimismo no percibe alternativas políticas sólidas y competitivas que puedan desafiar seriamente al kirchnerismo. Cuando algunos dirigentes opositores sostienen que la presencia de políticos enturbiaría la protesta, hacen dos cosas: revelan su propia debilidad y fortalecen las mismas matrices que dificultan el fortalecimiento de liderazgos políticos opositores. Para que el 8N produzca un impacto político deberá articularse políticamente, tarea que les corresponde asumir a los partidos y/o dirigentes de la oposición”.
Distinta es la mirada de Del Franco para quien “un referente concordante para estos grupos, es alguien con postura de centroderecha. Macri es quien viene a la mente en forma inmediata. No considero oportunista que trate de capitalizarlo. Por el contrario, si de la Ciudad de Buenos Aires se trata, los presentes el jueves fueron sus votantes en las elecciones a jefe de Gobierno. Ahora tiene el problema de que no representa a quienes marcharon en otros lados”.
En ese terreno, Mora y Araujo apunta que “las clases bajas, los sectores de la Argentina de la pobreza –que obviamente no engrosaron las multitudes del 8 de noviembre– encuentran algunos canales de representación, ejercida principalmente por los dirigentes políticos locales y a través de ellos por los gobiernos locales, provinciales y nacional. Las clases medias, y de ahí para arriba, no tienen más representación: o se sale a la calle o no se tiene voz. Ese es el fracaso de la política argentina, o sea de los políticos argentinos y sus organizaciones”.
Las consignas
“En la última encuesta llevada a cabo por CEOP –relata Bacman– se pueden observar las cinco motivaciones de los manifestantes del 8N: inseguridad, falta de diálogo, corrupción, posible reforma constitucional que habilite la reelección y los controles sobre el dólar. Pero en el mismo trabajo de campo la imagen positiva de CFK se ubica en el eje del 52 por ciento y la aprobación de su gestión alrededor del 50. Entre ellos sobresalen los más jóvenes (18 a 34 años), los de clase baja y los residentes en el Gran Buenos Aires profundo y el interior del país. Y ellos fueron los que no salieron a protestar.”
Rouvier agrega que “la protesta se fundamentó en algunas cuestiones de gestión que pueden ser discutidas y revisadas, sobre todo las que hacen a la inflación y a la inseguridad, pero hay otras de claro perfil conservador; inclusive en sectores medios bajos que se enojan ante la Asignación Universal por Hijo que cobra un vecino. La disponibilidad mayor o menor de acceso a la divisa supone una adaptación ciudadana que todavía no se ha transitado; pero es indudable que los sectores medios sienten que el Gobierno los amenaza, y pone en peligro sus libertades individuales tal cual las proclamó el liberalismo. El valor de lo colectivo, lo comunitario, es el valor por conquistar del kirchnerismo, ante la hegemonía del individualismo, el éxito personal y la competencia salvaje”.
El efecto electoral
Un dato llamativo es que casi todos los consultores, incluso los más alejados del oficialismo, piensan que el Frente para la Victoria tiene todas las chances de ganar las elecciones del año próximo, porque más allá del 8N conserva el caudal electoral necesario para obtener más votos que las demás fuerzas. Lo que sucede es que esos mismos consultores –los más alejados del Gobierno– ponen listones altos: que el FpV no va a hacer una elección parecida a la de 2011 o que no va a tener los legisladores propios suficientes para votar una reforma constitucional. Ambas alternativas son virtualmente imposibles: como resaltó la propia CFK cuando se refirió al tema en Harvard, difícilmente pueda haber reforma si no hay acuerdo con otra fuerza política de envergadura; y la comparación entre los votos en una elección presidencial y una legislativa tiende a ser poco realista. También en esto caen algunos de los encuestadores más cercanos al oficialismo.
En ese marco, no deja de haber polémicas. Para Mora y Araujo “la clase media desafía al gobierno nacional en la calle, y eso significa que el Gobierno pierde sus votos. Los de abajo no están muy motivados para salir a manifestarse, pero posiblemente siguen leales electoralmente. La aritmética más simple preanuncia entonces un serio problema electoral. Ni siquiera conservando el 100 por ciento de los votos de todas las personas que están por debajo de una línea de pobreza, el Gobierno podría repetir los resultados del 2011. En términos del mercado político, el problema parece claro: hoy no hay mucha oferta opositora, pero la demanda la pide a gritos. Y, por lo que se ve, el gobierno nacional conserva a su electorado de abajo pero no quiere ofrecerle nada –o no encuentra qué ofrecerle– a esa clase media que lo ayudó a constituirse y que se declara insatisfecha”.
Fidanza anuncia un declive más pronunciado: “El escenario que veo es el de una lenta declinación del Gobierno que desemboca en el síndrome del pato rengo para la Presidenta. Esto ocurriría aunque el Gobierno ganara las elecciones de 2013. Podría alcanzar una primera minoría en caso de que la oposición permanezca fragmentada. La razón es que no se prevé una recuperación significativa de la economía, como en el período 2010-11. En cuanto a la reforma constitucional con cláusula de re-reelección, parece improbable debido al amplio rechazo popular que suscita”.
López, en cambio, cree que “en perspectiva, el caceroleo opositor nada cambia en el sistema de preferencias electorales manifiesto en octubre de 2011, donde el oficialismo, merced a su gestión y en especial al sostenimiento de los atributos de empleo y consumo obtuviera el 54,11 por ciento de los votos. Se plantea sí una situación crítica para la oposición política hoy incapaz de representar estas demandas ciudadanas y que para colmo, con cada nuevo liderazgo emergente, sigue fraccionándose. Tal el caso de Macri y De la Sota, las dos nuevas figuras visibles del elenco de la opo que cazan votos en el mismo zoológico anti K que ya lo hicieron Binner, Alfonsín, Duhalde, Carrió el 30 de octubre de 2011”.
“Para quienes ven la realidad de la política desde el ojo de cerradura de la competencia electoral –analiza Zuleta– es posible que los cambios sean mínimos. Las multitudes del 8N no expresan tendencias demasiado diferentes de las que en los últimos meses vienen revelando las encuestas nacionales: un empeoramiento gradual de casi todos los indicadores de apoyo y evaluación de desempeño del Gobierno, pero en el plano del voto, el oficialismo conserva lo sustancial de su caudal electoral, ante la ausencia de propuestas y liderazgos alternativos.”
raulkollmann@hotmail.com
11/11/12 Página|12
GB
De clase, organizada, sin impacto electoral
Todos coinciden en que fue importante, que tuvo identidad de clase media o alta, que pasó de cacerolazo espontáneo. Pero las diferencias aparecen al hablar de su legado, que va de poco a una mayor distancia con el Gobierno que no se traduce en votos.
Por Raúl Kollmann
Los principales consultores políticos de todas las tendencias coinciden en algunos diagnósticos –tal vez los más sustanciales– respecto del 8N, aunque mantiene miradas discrepantes en relación con sus efectos sobre el futuro político nacional. La mayoría afirma que la movilización fue esencialmente de clase media, que fue bastante organizada –dejó de ser un cacerolazo, si se toma el término como sinónimo de espontaneidad–, que no tiene una representación política clara y que por esa razón no muestra por ahora un impacto electoral decisivo. En el marco de las discrepancias, algunos consultores destacan que la marcha exhibe un retroceso del oficialismo, mientras otros sostienen que simplemente se muestra en la calle lo que ya existía como antikirchnerismo, lo que, también por ahora, no significaría cambios importantes en la relación de fuerzas electorales. En ese terreno vuelven las coincidencias: casi todos piensan que el oficialismo podría ganar las elecciones de 2013, aunque discrepan sobre los porcentajes que alcanzaría.
Clase media
Manuel Mora y Araujo, uno de los consultores más tradicionales, hoy titular de la Universidad Di Tella, evalúa que el jueves “la clase media, escasamente articulada a través de organizaciones como los partidos, los sindicatos o grupos militantes, ratificó su capacidad de llenar la calle. La práctica de la protesta, definitivamente, no es patrimonio de ningún sector de la sociedad”. Analía Del Franco, de Analogías, considera que “la gran mayoría de los participantes son del mismo espectro social que los del 13 de septiembre. Si bien esta fue una movilización más numerosa, se puede asegurar que no atrajo a otros sectores sociales más que los niveles medios medios y altos. Para sintetizar, se puede decir que su tendencia ideológica es de centroderecha. Eso no implica que el Gobierno no reciba críticas por izquierda, pero no percibo que se hayan sumado al 8N. Tampoco, votantes de CFK 2011 y hoy críticos o defraudados. Nuestros estudios cualitativos muestran que la critica de éstos no los impulsa (aún) a salir a marchar contra el Gobierno”.
La ¿originalidad?
Enrique Zuleta Puceiro, titular de Opinión Pública, Servicios y Mercados (OPSM), mide la convocatoria no sólo en términos de los que fueron, sino también en términos mediáticos. “La movilización del 8N no tiene precedentes en la historia de las multitudes en la calle y la razón es simple: se desarrolló en todas las ciudades medias y grandes todo el país y ocupó todos los segundos de todo el encendido radial y televisivo en el prime time entre 19.30 y 22 en todas las señales públicas y privadas”.
Artemio López, de Equis, no le ve tanta originalidad histórica. “Los 200.000 opositores de clase media alta y alta, que ya adversaron al gobierno nacional en octubre de 2011, se movilizaron el 13 de setiembre y el 8 de noviembre pasado, rechazando explícitamente toda representación partidaria y señalando claramente la fragilidad de la oposición política realmente existente.”
“Más allá de las discusiones acerca de magnitud –razona Eduardo Fidanza, de Poliarquía– de las polémicas sobre la composición, procedencia y eficacia política que provoca el 8N, lo que creo más significativo es que refleja la desaprobación mayoritaria a la gestión presidencial. En sí misma la concentración no es capaz de cambiar el curso de los acontecimientos, pero es un indicio del momento político y de las perspectivas que podrían estar abriéndose. Hace un año, en el cenit de la popularidad y el poder electoral del kirchnerismo, era impensable semejante movilización de masas.”
En la mirada de Ignacio Ramírez, de Ibarómetro, “las protestas o acciones colectivas pueden ser analizadas considerando su magnitud, sus consignas, sus métodos de organización y de protesta. La modalidad elegida es elocuente respecto de algunas continuidades actitudinales con el 2001. En este sentido, el cacerolazo evoca inmediatamente imágenes del 2001, cuando se combinó una profunda crisis social y económica con un estallido de nihilismo y descreimiento. La consigna académica más leída y escuchada por entonces era ‘crisis de representación’. Once años después algunos sectores de la sociedad, enérgicamente opositores al kirchnerismo, exhiben una crisis de representación al cuadrado, puesto que se da en el marco de condiciones sociales y económicas completamente distintas, con una sociedad crecientemente politizada y un amplio sector social que acompaña a un proyecto político”.
¿Espontánea u organizada?
Prácticamente todos los consultores evalúan que el 8N tuvo un fuerte nivel de organización. Del Franco lo sintetiza así: “En primera instancia creo que ya no cabe llamarlo cacerolazo, denominación que creo aplicable a manifestaciones con alto nivel de improvisación y espontaneidad. Es sólo una cuestión de denominación y no de evaluación y menos en sentido negativo. Que sea menos espontánea no significa que sea menos legítima”.
Con ella coincide Zuleta: “De espontáneo, estas movilizaciones tienen poco, pero eso no la minimiza ni disminuye en significación y efectos sociales y políticos. Hay que tomar nota: este tipo de movilizaciones rompe con la lógica del balcón, del líder que sale al balcón”.
¿Quién los representa?
Buena parte de los consultores creen que nadie, aunque hay algunas discrepancias. Roberto Bacman es el titular del Centro de Estudios de Opinión Pública (CEOP). “Todo parece indicar que no dejó nada nuevo el 8N. En realidad, y en lo que hace al meollo de la protesta es más de lo mismo: críticas al Gobierno, a su accionar, a su orientación y al estilo presidencial. Sin embargo, y al igual que dos meses atrás, se enfrenta a un callejón sin salida: no aporta nada en concreto, se aúna sólo en la crítica, no propone y, para colmo de males, no existe por estos tiempos en la Argentina ninguna fuerza ni dirigente político que pueda capitalizarla. Por el contrario, también se pudieron escuchar críticas a algunos dirigentes que de alguna u otra manera la impulsaron desde las sombras. Hacia el interior de la protesta subyace un arco demasiado heterogéneo, que incluye un variopinto conjunto de segmentos de la sociedad que impulsan reivindicaciones de distinto tipo y tenor.”
Ricardo Rouvier, de Rouvier y Asociados, percibe lo mismo, pero opina que debe mirarse un poco más que la representación política: “Es indudable que así como se expresa la protesta ante un oficialismo fuerte, de voz alzada, definido, decisionista, también deja al desnudo la falencia de una oposición que no da señales de vida. Es posible que este acontecimiento otorgue energía a los adversarios del Gobierno; pero eso se verá en el futuro. Con la marcha, la oposición política mejoró sus ilusiones para el 2013, a pesar de que no pueda convertir en fortaleza inmediata la manifestación callejera. No tiene cómo transferirla a sus consensos”.
En una línea que pone el acento en las debilidades de la oposición, Ignacio Ramírez, de Ibarómetro, sostiene: “Mi hipótesis es simple: el 8N no expresa la debilidad del kirchnerismo sino la debilidad de la oposición. Un sector de la sociedad no encuentra liderazgos capaces de interpretar y representar sus aspiraciones, deseos y valores, y asimismo no percibe alternativas políticas sólidas y competitivas que puedan desafiar seriamente al kirchnerismo. Cuando algunos dirigentes opositores sostienen que la presencia de políticos enturbiaría la protesta, hacen dos cosas: revelan su propia debilidad y fortalecen las mismas matrices que dificultan el fortalecimiento de liderazgos políticos opositores. Para que el 8N produzca un impacto político deberá articularse políticamente, tarea que les corresponde asumir a los partidos y/o dirigentes de la oposición”.
Distinta es la mirada de Del Franco para quien “un referente concordante para estos grupos, es alguien con postura de centroderecha. Macri es quien viene a la mente en forma inmediata. No considero oportunista que trate de capitalizarlo. Por el contrario, si de la Ciudad de Buenos Aires se trata, los presentes el jueves fueron sus votantes en las elecciones a jefe de Gobierno. Ahora tiene el problema de que no representa a quienes marcharon en otros lados”.
En ese terreno, Mora y Araujo apunta que “las clases bajas, los sectores de la Argentina de la pobreza –que obviamente no engrosaron las multitudes del 8 de noviembre– encuentran algunos canales de representación, ejercida principalmente por los dirigentes políticos locales y a través de ellos por los gobiernos locales, provinciales y nacional. Las clases medias, y de ahí para arriba, no tienen más representación: o se sale a la calle o no se tiene voz. Ese es el fracaso de la política argentina, o sea de los políticos argentinos y sus organizaciones”.
Las consignas
“En la última encuesta llevada a cabo por CEOP –relata Bacman– se pueden observar las cinco motivaciones de los manifestantes del 8N: inseguridad, falta de diálogo, corrupción, posible reforma constitucional que habilite la reelección y los controles sobre el dólar. Pero en el mismo trabajo de campo la imagen positiva de CFK se ubica en el eje del 52 por ciento y la aprobación de su gestión alrededor del 50. Entre ellos sobresalen los más jóvenes (18 a 34 años), los de clase baja y los residentes en el Gran Buenos Aires profundo y el interior del país. Y ellos fueron los que no salieron a protestar.”
Rouvier agrega que “la protesta se fundamentó en algunas cuestiones de gestión que pueden ser discutidas y revisadas, sobre todo las que hacen a la inflación y a la inseguridad, pero hay otras de claro perfil conservador; inclusive en sectores medios bajos que se enojan ante la Asignación Universal por Hijo que cobra un vecino. La disponibilidad mayor o menor de acceso a la divisa supone una adaptación ciudadana que todavía no se ha transitado; pero es indudable que los sectores medios sienten que el Gobierno los amenaza, y pone en peligro sus libertades individuales tal cual las proclamó el liberalismo. El valor de lo colectivo, lo comunitario, es el valor por conquistar del kirchnerismo, ante la hegemonía del individualismo, el éxito personal y la competencia salvaje”.
El efecto electoral
Un dato llamativo es que casi todos los consultores, incluso los más alejados del oficialismo, piensan que el Frente para la Victoria tiene todas las chances de ganar las elecciones del año próximo, porque más allá del 8N conserva el caudal electoral necesario para obtener más votos que las demás fuerzas. Lo que sucede es que esos mismos consultores –los más alejados del Gobierno– ponen listones altos: que el FpV no va a hacer una elección parecida a la de 2011 o que no va a tener los legisladores propios suficientes para votar una reforma constitucional. Ambas alternativas son virtualmente imposibles: como resaltó la propia CFK cuando se refirió al tema en Harvard, difícilmente pueda haber reforma si no hay acuerdo con otra fuerza política de envergadura; y la comparación entre los votos en una elección presidencial y una legislativa tiende a ser poco realista. También en esto caen algunos de los encuestadores más cercanos al oficialismo.
En ese marco, no deja de haber polémicas. Para Mora y Araujo “la clase media desafía al gobierno nacional en la calle, y eso significa que el Gobierno pierde sus votos. Los de abajo no están muy motivados para salir a manifestarse, pero posiblemente siguen leales electoralmente. La aritmética más simple preanuncia entonces un serio problema electoral. Ni siquiera conservando el 100 por ciento de los votos de todas las personas que están por debajo de una línea de pobreza, el Gobierno podría repetir los resultados del 2011. En términos del mercado político, el problema parece claro: hoy no hay mucha oferta opositora, pero la demanda la pide a gritos. Y, por lo que se ve, el gobierno nacional conserva a su electorado de abajo pero no quiere ofrecerle nada –o no encuentra qué ofrecerle– a esa clase media que lo ayudó a constituirse y que se declara insatisfecha”.
Fidanza anuncia un declive más pronunciado: “El escenario que veo es el de una lenta declinación del Gobierno que desemboca en el síndrome del pato rengo para la Presidenta. Esto ocurriría aunque el Gobierno ganara las elecciones de 2013. Podría alcanzar una primera minoría en caso de que la oposición permanezca fragmentada. La razón es que no se prevé una recuperación significativa de la economía, como en el período 2010-11. En cuanto a la reforma constitucional con cláusula de re-reelección, parece improbable debido al amplio rechazo popular que suscita”.
López, en cambio, cree que “en perspectiva, el caceroleo opositor nada cambia en el sistema de preferencias electorales manifiesto en octubre de 2011, donde el oficialismo, merced a su gestión y en especial al sostenimiento de los atributos de empleo y consumo obtuviera el 54,11 por ciento de los votos. Se plantea sí una situación crítica para la oposición política hoy incapaz de representar estas demandas ciudadanas y que para colmo, con cada nuevo liderazgo emergente, sigue fraccionándose. Tal el caso de Macri y De la Sota, las dos nuevas figuras visibles del elenco de la opo que cazan votos en el mismo zoológico anti K que ya lo hicieron Binner, Alfonsín, Duhalde, Carrió el 30 de octubre de 2011”.
“Para quienes ven la realidad de la política desde el ojo de cerradura de la competencia electoral –analiza Zuleta– es posible que los cambios sean mínimos. Las multitudes del 8N no expresan tendencias demasiado diferentes de las que en los últimos meses vienen revelando las encuestas nacionales: un empeoramiento gradual de casi todos los indicadores de apoyo y evaluación de desempeño del Gobierno, pero en el plano del voto, el oficialismo conserva lo sustancial de su caudal electoral, ante la ausencia de propuestas y liderazgos alternativos.”
raulkollmann@hotmail.com
11/11/12 Página|12
GB
EDUARDO BLAUSTEIN, Y LA CENTRO DERECHA, OPINION
Un partido a la derecha, please
Por Eduardo Blaustein
eblaustein@miradasalsur.com
Comparaciones odiosas. Los medios hegemónicos intentaron mostrar al 8n como una movilización histórica. La foto del acto de Alfonsin en el ’83 desmiente la idea./Otra vista del 8n. La plaza de la república rebosó de gente
Combinando resentimiento contra el Gobierno Nacional, antipolítica y reclamos que deben atenderse, el último cacerolazo llevó mucha gente pero estuvo muy lejos de contribuir a generar una mejor institucionalidad partidaria.
Es llamativo: demasiada gente baja en la estación Callao. Apenas se sale de la boca del subte suenan bocinas y el tachín tachín lejano de cacerolas. La avenida no está cortada, recién se desvía el tránsito por Marcelo T. de Alvear. El grueso de los que salieron del subte, muchos jóvenes entre ellos, rumbeará con el cronista hacia el punto de encuentro de Santa Fe y Callao. Sabe y avisa el cronista que hay otras citas previstas en la ciudad para el cacerolazo y que por lo tanto éste será, en el inicio, un recorte posible de la protesta. No habrá sorpresas excepto la ya señalada: muchos, pero muchos jóvenes y con ellos la primera carburación interna: sería bueno saber hasta qué punto estos sub-35 y sub-20 vienen de ciertos espacios ensimismados –universidades y colegios privados, empresas, establecimientos confesionales–, esos que en su encierro impidan confrontar las propias percepciones, prácticas, discursos, con realidades más extensas. Ya se van viendo banderas argentinas, camiones de exteriores, bocha de gente.
El cronista llega a la primera multitud: son muchos. No hay sorpresa, hay una rara uniformidad que por carecer de la variedad e intensidad de otras manifestaciones tiene algo de abstracta. Sumando, parecen dos o tres cuadras de gente linda, masas bulliciosas, no compactas. Un primer cartel resume decenas o centenas de carteles similares: “Basta de soberbia, inseguridad, injusticia, impunidad, corrupción, narcotráfico”. Otro dice “No mientas más”. Esas consignas y la más repetida, el no a la re-re, son síntesis de lo que hay. Un modo de decir que no es del todo cierta la crítica contra la dispersión de los reclamos. Otro resumen posible y conocido: ir a la marcha por la negativa y no por la propositiva. Mucho más adelante, sobre la avenida Corrientes, el que escribe anotará el contenido de otra pancarta que es más bien un listado extenso. Contiene dos “sí” a favor de “República democrática, federal, pluralista” y “Derechos humanos para todos”. Abajo, una quincena de “no” para lo que el manifestante entiende como atropellos kirchneristas. Permítase que el cronista descrea un poco del fervor democrático de sectores que apoyaron toda dictadura (un problema es que ellos se la creen).
Volviendo a Santa Fe y Callao. Ya se escucha algún grupo pequeño que canta que se va a acabar la dictadura de los K. No es tan extendido ese estribillo entre otras razones por una cuestión de inorganicidad: sencillamente no hay posibilidad de consignas extendidas porque acá se viene de a uno, en pareja, con amigos del trabajo, la facultad, el club. No hay megáfono que organice cantitos en esta marcha que es más aglomeración de individuos que colectivo, no hay carteles políticos ni de oenegés. Eso no implica que no haya una agenda, que esa agenda (sólo hasta cierto punto) es más bien de clase, conservadora, y que esa clase pelea por reclamos que en algunos casos son legítimos y generalizados en toda la sociedad.
Algo aporta verlos de cerca y no por la tele. Hay que ver con qué orgullo alzan sus carteles personalizados al extremo, casi en un acto de ostentación. Alguno lo levanta girando sobre sí mismo, enseñando su gallardía, exaltando su individualidad. Es un gesto de disputa que se verifica en las miradas: firmes, orgullosos de estar ahí, contentos, en muchos casos desafiantes.
Unidos y semiorganizados. En el grabador quedarán registrados los cornetines, silbatos, alguna vuvuzela. Tal parece que la consigna de ir con camisetas blancas difundida en las redes sociales opositoras fue acatada por buena parte de los manifestantes. Acudieron para ello a camisetas de descarte: aquella con la que se duerme, la que se compró en el viaje a Brasil y refiere a un festival de cerveza, otra con el logo de Unicef. Otros van con la de la Selección, preferiblemente la que lleva en la espalda el apellido Messi. Y va de nuevo: cantidad de jóvenes, de lo que se llama buena presencia. Y cantidad de mujeres, hasta los 75 años. A algunas de ellas se las ve prolijamente bronceadas, pero ése es recorte con algo de mala leche, lo que ve repetidamente el cronista saliendo ya desde Santa Fe en dirección a la 9 de Julio.
De nuevo, de cara a la vana contabilidad, habrá que reiterar que esta es sólo una bocha de gente y que hay otras bochas que confluirán desde otros puntos. Ya La Nación incluyó en su edición impresa del día el mapa con esos puntos y un link con la célebre alusión a la convocatoria espontánea por las redes sociales que llevaba por ejemplo a la página Argentinos Indignados (“Somos el freno a la tiranía y la cleptocracia”, lenguaje de la Libertadora), de lo más brutal que circula en las webs antikirchneristas, donde el primer párrafo que explica las razones de la movilización es el que dice: “Envían a La Cámpora para adoctrinar a nuestros niños.
‘Adoctrinamiento’ es lo mismo que abuso de ‘menores’; y la Presidente lo apoyó abiertamente”.
La movilización avanza. Cuando comienza a remontar por la 9 de Julio hacia el Obelisco la figura “bocha de gente” pasa a una dimensión superior. Es que pasando Córdoba la 9 de Julio hace una ligera cuesta que permite ver mejor la cantidad y esa cantidad impresiona. Es cierto que la masa se compacta entre los boulevares y sólo avanza por los carriles que van hacia Constitución. Pero son muchos (¿sumarán 40, 50, 60 mil sólo en el Obelisco?). Como sea, una cosa es haberlo previsto, otra tener el cuerpo metido entre esta multitud a la que no se pertenece.
El cronista trata de ser todo lo abierto que le permite su alma. Es mucha gente. Pero comparar el número de asistentes con el de la marcha de la Multipartidaria del ’82, los actos de cierre de campaña de Raúl Alfonsín (de Independencia hasta Córdoba, ver foto) o Italo Lúder en el Obelisco, las convocatorias de Saúl Ubaldini, o dejar de lado la manifestación del 2006 por los 30 años del golpe, es una manipulación cretina.
Habrá otras maneras de relativizar o encuadrar la importancia del número: en la ciudad de Buenos Aires, sólo Mauricio Macri, cuando ganó con el 47 por ciento en primera vuelta, fue votado por 830 mil porteños. Faltan en la cuenta carradas de miles de otros votos no kirchneristas (mínimo, 300 mil más). Es una base fértil para nutrir una marcha contra el gobierno. El dato fuerte y nuevo que se debe atender, escuchar y cuidar es que tantos miles salgan a la calle, a disputar espacio público, discusiones, broncas, sentidos, agendas, percepciones. Ya bastante se escribió y se escribirá acerca de las dificultades de los partidos opositores para encauzar esta irritación que al día siguiente se nutrirá con otra inundación más en Belgrano, Palermo, Villa Crespo. Esa parte del debate quedará para otro día.
So sorry. Hay un muchacho plantado en medio de la gente mostrando su pancarta personal en la que pide perdón porque él la votó. Le pregunto si es una ironía pero dice que no con un tristísimo apretar de párpados, como diciendo por mi culpa, por mi culpa. Hay carteles sobre seguridad, libertad, respeto a la Constitución. No los hay sobre inclusión, salud, educación, pobreza, generación de empleo. Piden entre otras contradicciones menos subsidios a los vagos y a la vez más seguridad.
Renace en el cacerolazo ese viejo credo superficial según el cual, y suponiendo que el kirchnerismo fuera un monstruo que avanza toscamente a contramano de la Constitución, con sólo tener República el país sería una fiesta, una fiesta construida sin necesidad de políticas, de gobierno. Sucedió con el recitado del Preámbulo en la hermosa campaña de Alfonsín, sucedió con el discurso inconsistente de la Alianza. La fantasía antipolítica y boba de que la mera transparencia institucional –valor deseable y exigible– garantiza un buen gobierno. Este cronista ya ha escrito que la protesta es legítima como manifestación política, que es parte de la vivacidad de una democracia en la que existe plena libertad de expresión. Es también rebote de la repolitización nacida con el kirchnerismo (para el otro lado). Insiste el cronista en que el Gobierno debe escuchar y atender ciertas demandas (seguridad, inflación, transporte público) sin que eso signifique cambiar lo central de un proyecto que fue abrumadoramente respaldado con los votos. El cronista vuelve a subrayar que es falso que todos los caceroleros sean las señoras bronceadas del recorte discursivo o fotográfico. También subraya: además de que el cacerolazo trasunta un triunfo de las ideologías del individualismo, y aunque es relativamente heterogéneo en su composición social, no hay, literalmente, un solo morocho a la vista. Hablando de morochos, en este momento cantan “olelé, olalá, si éste no es el pueblo, el pueblo dónde está”.
Yo estuve. Cansado de ver tanta cara saludable de Callao y Santa Fe, hay que apurar el paso con ganas de verificar una intuición fácil: que en el Obelisco, provenientes de otras geografías urbanas, puedan apreciarse cambios en la composición social de la protesta. Quién tuviera una máquina portátil y perfecta que pudiera medir de un saque esos datos, o un coche-Google que sacara la foto de 360 grados. Se trate del orgullo individual, de clase o de la bronca anti Cristina, puede apelarse a imágenes aisladas, como la de la piba que viste la camiseta histórica: “8N. Yo estuve”. Quieren dar la pelea, darla fuerte, tienen conciencia de eso y aunque son algo necios en su irritación ensimismada, hacen aprendizajes astutos: no hay en este cacerolazo cartelitos que refieran a mi dólar o mi derecho al viaje, consignas que quedaron relativamente offside, que circularon en la edición anterior y que permanecen en las redes sociales opositoras.
Llegan las columnas de Barrio Norte al Obelisco, a una cuadra y media. Se ensancha la protesta y forma una amplísima circunferencia alrededor de ese monumento, con un sobrante de manifestantes al otro lado de Corrientes. Se canta el Himno al estilo cancha de fútbol. Son las 8.25 y la gente se regocija comprobando el número de asistentes. Hay una proyección luminosa en una de las aristas del Obelisco que dice “Unidos y en libertad”. Habrá que suponer que se pidió permiso al Gobierno porteño para hacer esa proyección. Curioso: el lema “Unidos y en libertad” (dato recordado por el semiólogo Roberto Marafioti), seguramente concebido como opuesto a “Unidos y organizados”, fue usado en formato oblea para parabrisas durante el Proceso, junto al más conocido “Somos derechos y humanos”.
Ya es muy difícil acceder a la plaza de la República, allí donde se quiere saber más sobre qué gente es la que salió a protestar. Pero es jodido llegar a Corrientes y doblar a la derecha. Caramba, casi parece una movilización peronista. Ahora el apretuje es fiero, en sentido contrario a los que quieren llegar al centro del asunto.
Después de un rato de forcejeos el cronista consigue atravesar esa masa compacta. Tuerce el cuello a la derecha, ve el cartel grande que dice “La Fragata no se entrega”, escucha la consigna “Hijos de puta”, enfrenta una zona más nacionalista llena de banderitas blanquicelestes, si éste no es el pueblo el pueblo dónde está. Y efectivamente los que vienen por Corrientes son más diversos: clases medias-medias y bajas; si hay rubias, son rubias no naturales. Aun así la hegemonía parece ser de clase media-media para arriba. Dos señoras de barrio llevan una tela que dice “Las desaparecidas no tolerarían violaciones a los derechos humanos que hoy comete el Estado”. Habiendo de por medio una alusión al género, habrá que interpretar que se refieren al derecho a la vida y el aborto. Los que se ven ahora por Corrientes, sean pequeños comerciantes, pymes, laburantes, interpelan más seriamente la necesidad de abrir las orejas. En alguna pancarta y en testimonios televisivos se sumó otro reclamo al malestar: el tema del mínimo no imponible para el impuesto a las Ganancias.
Pasando Talcahuano ralea la cantidad de manifestantes, los que se siguen sumando caminan entre claros grandes. Otros, incluido el cronista, enfilan de regreso hacia la estación Tribunales. Los demás, felices, seguirán hasta Plaza de Mayo. En la plaza de Tribunales, de pronto, es el puro y oscuro vacío urbano. Los andenes están desiertos. Pero para cuando llegue el subte se llenará de caceroleros contentos. ¿Eso es un contrasentido? ¿La oligarquía viajando en subte? ¿O es una señal sobre la composición de la protesta?
Al salir por Congreso de Tucumán el cronista se encontrará con los restos de la convocatoria de Cabildo y Juramento, que impide el paso de los colectivos. Y también el 152 deberá abrirse de la avenida Maipú porque otra bocha de gente la cortó frente a la Quinta Presidencial. Sale el cronista de Maipú, se interna entre manzanas en las que, ahora sí, los manifestantes dejaron sus coches estacionados. Pasan dos pibas jovencitas por una calle oscura haciendo sonar pares de botellas de agua. Falta poco para llegar a casa y verlo por TN; C5N; 6,7,8; Duro de Domar, América y Canal 26. Pero queda un último detalle casi frente a la propia casa: matrimonio mayor, el tipo de unos 65, alto, bien plantado, bermudas, barba canosa, una cara más bien simpaticona, cantando solito con la patrona, “olelé, olalá, si éste no es el pueblo, el pueblo dónde está”.
11/11/12 Miradas al Sur
GB
Por Eduardo Blaustein
eblaustein@miradasalsur.com
Comparaciones odiosas. Los medios hegemónicos intentaron mostrar al 8n como una movilización histórica. La foto del acto de Alfonsin en el ’83 desmiente la idea./Otra vista del 8n. La plaza de la república rebosó de gente
Combinando resentimiento contra el Gobierno Nacional, antipolítica y reclamos que deben atenderse, el último cacerolazo llevó mucha gente pero estuvo muy lejos de contribuir a generar una mejor institucionalidad partidaria.
Es llamativo: demasiada gente baja en la estación Callao. Apenas se sale de la boca del subte suenan bocinas y el tachín tachín lejano de cacerolas. La avenida no está cortada, recién se desvía el tránsito por Marcelo T. de Alvear. El grueso de los que salieron del subte, muchos jóvenes entre ellos, rumbeará con el cronista hacia el punto de encuentro de Santa Fe y Callao. Sabe y avisa el cronista que hay otras citas previstas en la ciudad para el cacerolazo y que por lo tanto éste será, en el inicio, un recorte posible de la protesta. No habrá sorpresas excepto la ya señalada: muchos, pero muchos jóvenes y con ellos la primera carburación interna: sería bueno saber hasta qué punto estos sub-35 y sub-20 vienen de ciertos espacios ensimismados –universidades y colegios privados, empresas, establecimientos confesionales–, esos que en su encierro impidan confrontar las propias percepciones, prácticas, discursos, con realidades más extensas. Ya se van viendo banderas argentinas, camiones de exteriores, bocha de gente.
El cronista llega a la primera multitud: son muchos. No hay sorpresa, hay una rara uniformidad que por carecer de la variedad e intensidad de otras manifestaciones tiene algo de abstracta. Sumando, parecen dos o tres cuadras de gente linda, masas bulliciosas, no compactas. Un primer cartel resume decenas o centenas de carteles similares: “Basta de soberbia, inseguridad, injusticia, impunidad, corrupción, narcotráfico”. Otro dice “No mientas más”. Esas consignas y la más repetida, el no a la re-re, son síntesis de lo que hay. Un modo de decir que no es del todo cierta la crítica contra la dispersión de los reclamos. Otro resumen posible y conocido: ir a la marcha por la negativa y no por la propositiva. Mucho más adelante, sobre la avenida Corrientes, el que escribe anotará el contenido de otra pancarta que es más bien un listado extenso. Contiene dos “sí” a favor de “República democrática, federal, pluralista” y “Derechos humanos para todos”. Abajo, una quincena de “no” para lo que el manifestante entiende como atropellos kirchneristas. Permítase que el cronista descrea un poco del fervor democrático de sectores que apoyaron toda dictadura (un problema es que ellos se la creen).
Volviendo a Santa Fe y Callao. Ya se escucha algún grupo pequeño que canta que se va a acabar la dictadura de los K. No es tan extendido ese estribillo entre otras razones por una cuestión de inorganicidad: sencillamente no hay posibilidad de consignas extendidas porque acá se viene de a uno, en pareja, con amigos del trabajo, la facultad, el club. No hay megáfono que organice cantitos en esta marcha que es más aglomeración de individuos que colectivo, no hay carteles políticos ni de oenegés. Eso no implica que no haya una agenda, que esa agenda (sólo hasta cierto punto) es más bien de clase, conservadora, y que esa clase pelea por reclamos que en algunos casos son legítimos y generalizados en toda la sociedad.
Algo aporta verlos de cerca y no por la tele. Hay que ver con qué orgullo alzan sus carteles personalizados al extremo, casi en un acto de ostentación. Alguno lo levanta girando sobre sí mismo, enseñando su gallardía, exaltando su individualidad. Es un gesto de disputa que se verifica en las miradas: firmes, orgullosos de estar ahí, contentos, en muchos casos desafiantes.
Unidos y semiorganizados. En el grabador quedarán registrados los cornetines, silbatos, alguna vuvuzela. Tal parece que la consigna de ir con camisetas blancas difundida en las redes sociales opositoras fue acatada por buena parte de los manifestantes. Acudieron para ello a camisetas de descarte: aquella con la que se duerme, la que se compró en el viaje a Brasil y refiere a un festival de cerveza, otra con el logo de Unicef. Otros van con la de la Selección, preferiblemente la que lleva en la espalda el apellido Messi. Y va de nuevo: cantidad de jóvenes, de lo que se llama buena presencia. Y cantidad de mujeres, hasta los 75 años. A algunas de ellas se las ve prolijamente bronceadas, pero ése es recorte con algo de mala leche, lo que ve repetidamente el cronista saliendo ya desde Santa Fe en dirección a la 9 de Julio.
De nuevo, de cara a la vana contabilidad, habrá que reiterar que esta es sólo una bocha de gente y que hay otras bochas que confluirán desde otros puntos. Ya La Nación incluyó en su edición impresa del día el mapa con esos puntos y un link con la célebre alusión a la convocatoria espontánea por las redes sociales que llevaba por ejemplo a la página Argentinos Indignados (“Somos el freno a la tiranía y la cleptocracia”, lenguaje de la Libertadora), de lo más brutal que circula en las webs antikirchneristas, donde el primer párrafo que explica las razones de la movilización es el que dice: “Envían a La Cámpora para adoctrinar a nuestros niños.
‘Adoctrinamiento’ es lo mismo que abuso de ‘menores’; y la Presidente lo apoyó abiertamente”.
La movilización avanza. Cuando comienza a remontar por la 9 de Julio hacia el Obelisco la figura “bocha de gente” pasa a una dimensión superior. Es que pasando Córdoba la 9 de Julio hace una ligera cuesta que permite ver mejor la cantidad y esa cantidad impresiona. Es cierto que la masa se compacta entre los boulevares y sólo avanza por los carriles que van hacia Constitución. Pero son muchos (¿sumarán 40, 50, 60 mil sólo en el Obelisco?). Como sea, una cosa es haberlo previsto, otra tener el cuerpo metido entre esta multitud a la que no se pertenece.
El cronista trata de ser todo lo abierto que le permite su alma. Es mucha gente. Pero comparar el número de asistentes con el de la marcha de la Multipartidaria del ’82, los actos de cierre de campaña de Raúl Alfonsín (de Independencia hasta Córdoba, ver foto) o Italo Lúder en el Obelisco, las convocatorias de Saúl Ubaldini, o dejar de lado la manifestación del 2006 por los 30 años del golpe, es una manipulación cretina.
Habrá otras maneras de relativizar o encuadrar la importancia del número: en la ciudad de Buenos Aires, sólo Mauricio Macri, cuando ganó con el 47 por ciento en primera vuelta, fue votado por 830 mil porteños. Faltan en la cuenta carradas de miles de otros votos no kirchneristas (mínimo, 300 mil más). Es una base fértil para nutrir una marcha contra el gobierno. El dato fuerte y nuevo que se debe atender, escuchar y cuidar es que tantos miles salgan a la calle, a disputar espacio público, discusiones, broncas, sentidos, agendas, percepciones. Ya bastante se escribió y se escribirá acerca de las dificultades de los partidos opositores para encauzar esta irritación que al día siguiente se nutrirá con otra inundación más en Belgrano, Palermo, Villa Crespo. Esa parte del debate quedará para otro día.
So sorry. Hay un muchacho plantado en medio de la gente mostrando su pancarta personal en la que pide perdón porque él la votó. Le pregunto si es una ironía pero dice que no con un tristísimo apretar de párpados, como diciendo por mi culpa, por mi culpa. Hay carteles sobre seguridad, libertad, respeto a la Constitución. No los hay sobre inclusión, salud, educación, pobreza, generación de empleo. Piden entre otras contradicciones menos subsidios a los vagos y a la vez más seguridad.
Renace en el cacerolazo ese viejo credo superficial según el cual, y suponiendo que el kirchnerismo fuera un monstruo que avanza toscamente a contramano de la Constitución, con sólo tener República el país sería una fiesta, una fiesta construida sin necesidad de políticas, de gobierno. Sucedió con el recitado del Preámbulo en la hermosa campaña de Alfonsín, sucedió con el discurso inconsistente de la Alianza. La fantasía antipolítica y boba de que la mera transparencia institucional –valor deseable y exigible– garantiza un buen gobierno. Este cronista ya ha escrito que la protesta es legítima como manifestación política, que es parte de la vivacidad de una democracia en la que existe plena libertad de expresión. Es también rebote de la repolitización nacida con el kirchnerismo (para el otro lado). Insiste el cronista en que el Gobierno debe escuchar y atender ciertas demandas (seguridad, inflación, transporte público) sin que eso signifique cambiar lo central de un proyecto que fue abrumadoramente respaldado con los votos. El cronista vuelve a subrayar que es falso que todos los caceroleros sean las señoras bronceadas del recorte discursivo o fotográfico. También subraya: además de que el cacerolazo trasunta un triunfo de las ideologías del individualismo, y aunque es relativamente heterogéneo en su composición social, no hay, literalmente, un solo morocho a la vista. Hablando de morochos, en este momento cantan “olelé, olalá, si éste no es el pueblo, el pueblo dónde está”.
Yo estuve. Cansado de ver tanta cara saludable de Callao y Santa Fe, hay que apurar el paso con ganas de verificar una intuición fácil: que en el Obelisco, provenientes de otras geografías urbanas, puedan apreciarse cambios en la composición social de la protesta. Quién tuviera una máquina portátil y perfecta que pudiera medir de un saque esos datos, o un coche-Google que sacara la foto de 360 grados. Se trate del orgullo individual, de clase o de la bronca anti Cristina, puede apelarse a imágenes aisladas, como la de la piba que viste la camiseta histórica: “8N. Yo estuve”. Quieren dar la pelea, darla fuerte, tienen conciencia de eso y aunque son algo necios en su irritación ensimismada, hacen aprendizajes astutos: no hay en este cacerolazo cartelitos que refieran a mi dólar o mi derecho al viaje, consignas que quedaron relativamente offside, que circularon en la edición anterior y que permanecen en las redes sociales opositoras.
Llegan las columnas de Barrio Norte al Obelisco, a una cuadra y media. Se ensancha la protesta y forma una amplísima circunferencia alrededor de ese monumento, con un sobrante de manifestantes al otro lado de Corrientes. Se canta el Himno al estilo cancha de fútbol. Son las 8.25 y la gente se regocija comprobando el número de asistentes. Hay una proyección luminosa en una de las aristas del Obelisco que dice “Unidos y en libertad”. Habrá que suponer que se pidió permiso al Gobierno porteño para hacer esa proyección. Curioso: el lema “Unidos y en libertad” (dato recordado por el semiólogo Roberto Marafioti), seguramente concebido como opuesto a “Unidos y organizados”, fue usado en formato oblea para parabrisas durante el Proceso, junto al más conocido “Somos derechos y humanos”.
Ya es muy difícil acceder a la plaza de la República, allí donde se quiere saber más sobre qué gente es la que salió a protestar. Pero es jodido llegar a Corrientes y doblar a la derecha. Caramba, casi parece una movilización peronista. Ahora el apretuje es fiero, en sentido contrario a los que quieren llegar al centro del asunto.
Después de un rato de forcejeos el cronista consigue atravesar esa masa compacta. Tuerce el cuello a la derecha, ve el cartel grande que dice “La Fragata no se entrega”, escucha la consigna “Hijos de puta”, enfrenta una zona más nacionalista llena de banderitas blanquicelestes, si éste no es el pueblo el pueblo dónde está. Y efectivamente los que vienen por Corrientes son más diversos: clases medias-medias y bajas; si hay rubias, son rubias no naturales. Aun así la hegemonía parece ser de clase media-media para arriba. Dos señoras de barrio llevan una tela que dice “Las desaparecidas no tolerarían violaciones a los derechos humanos que hoy comete el Estado”. Habiendo de por medio una alusión al género, habrá que interpretar que se refieren al derecho a la vida y el aborto. Los que se ven ahora por Corrientes, sean pequeños comerciantes, pymes, laburantes, interpelan más seriamente la necesidad de abrir las orejas. En alguna pancarta y en testimonios televisivos se sumó otro reclamo al malestar: el tema del mínimo no imponible para el impuesto a las Ganancias.
Pasando Talcahuano ralea la cantidad de manifestantes, los que se siguen sumando caminan entre claros grandes. Otros, incluido el cronista, enfilan de regreso hacia la estación Tribunales. Los demás, felices, seguirán hasta Plaza de Mayo. En la plaza de Tribunales, de pronto, es el puro y oscuro vacío urbano. Los andenes están desiertos. Pero para cuando llegue el subte se llenará de caceroleros contentos. ¿Eso es un contrasentido? ¿La oligarquía viajando en subte? ¿O es una señal sobre la composición de la protesta?
Al salir por Congreso de Tucumán el cronista se encontrará con los restos de la convocatoria de Cabildo y Juramento, que impide el paso de los colectivos. Y también el 152 deberá abrirse de la avenida Maipú porque otra bocha de gente la cortó frente a la Quinta Presidencial. Sale el cronista de Maipú, se interna entre manzanas en las que, ahora sí, los manifestantes dejaron sus coches estacionados. Pasan dos pibas jovencitas por una calle oscura haciendo sonar pares de botellas de agua. Falta poco para llegar a casa y verlo por TN; C5N; 6,7,8; Duro de Domar, América y Canal 26. Pero queda un último detalle casi frente a la propia casa: matrimonio mayor, el tipo de unos 65, alto, bien plantado, bermudas, barba canosa, una cara más bien simpaticona, cantando solito con la patrona, “olelé, olalá, si éste no es el pueblo, el pueblo dónde está”.
11/11/12 Miradas al Sur
GB
ABC-MERCOSUR-UNASUR-UNIDOS O DOMINADOS.
EL PROYECTO ABC
En la Escuela Nacional de Guerra, Buenos Aires, 11 de noviembre de 1953.
"Señores:
He aceptado con gran placer esta ocasión para disertar sobre las ideas fundamentales que han inspirado una nueva política internacional en la República Argentina.
Es indudable que, por el cúmulo de tareas que yo tengo, no podré presentar a ustedes una exposición académica sobre este tema, pero sí podré mantener una conversación en la que lo más fundamental y lo más decisivo de nuestras concepciones será expuesto con sencillez y con claridad.
El mundo moderno
Las organizaciones humanas, a lo largo de todos los tiempos, han ido, indudablemente, creando sucesivos agrupamientos y reagrupamientos. Desde la familia troglodita hasta nuestros tiempos eso ha marcado un sinnúmero de agrupaciones a través de las familias, las tribus, las ciudades, las naciones y los grupos de naciones, y hay quien se aventura ya a decir que para el año 2000 las agrupaciones menores serán los continentes.
Es indudable que la evolución histórica de la humanidad va afirmando este concepto cada día con mayores visos de realidad. Eso es todo cuanto podemos decir en lo que se refiere a la natural y fatal evolución de la humanidad. Si ese problema lo transportamos a nuestra América surge inmediatamente una apreciación impuesta por nuestras propias circunstancias y nuestra propia situación.
Es Indudable que el mundo, superpoblado y superindustrializado, presenta para el futuro un panorama que la humanidad todavía no ha conocido por lo menos en una escala tan extraordinaria. Todos los problemas que hoy se ventilan en el mundo son, en su mayoría, producto de esta superpoblación y superindustrialización, sean problemas de carácter material o sean problemas de carácter espiritual. Es tal la influencia de la superproducción y es de tal magnitud la influencia de la técnica y de esa superproducción, que la humanidad, en todos sus problemas económicos, políticos y sociológicos, se encuentra profundamente influida por esas circunstancias.
Si ése es el futuro de la humanidad, es indudable que estos problemas irán progresando y produciendo nuevos y más difíciles problemas emergentes de las circunstancias enunciadas.
Comida y materia prima
Resulta también indiscutible que la lucha fundamental en un mundo superpoblado es por una cosa siempre primordial para la humanidad: la comida. Ese es el peor y el más difícil problema a resolver.
El segundo problema que plantea la industrialización es la materia prima: valdría decir que en este mundo que lucha por la comida y por la materia prima, el problema fundamental del futuro es un problema de base y fundamento económicos, y la lucha del futuro será cada vez más económica, en razón de una mayor superpoblación y de una mayor superindustrialización.
En consecuencia, analizando nuestros problemas, podríamos decir que el futuro del mundo, el futuro de los pueblos y el futuro de las naciones estará extraordinariamente influido por la magnitud de las reservas que posean: reservas de alimentos y reservas de materias primas.
Ventaja de América
Esto es una cosa tan evidente, tan natural y simple, que no necesitaríamos hacer uso ni de la estadística y menos aún de la dialéctica para convencer a nadie.
Y ahora, viendo el problema práctica y objetivamente, pensamos cuáles son las zonas del mundo donde todavía existen las mayores reservas de estos dos elementos fundamentales de la vida humana: el alimento y la materia prima.
Es indudable que nuestro continente, en especial Sudamérica, es la zona del mundo donde todavía, en razón de su falta de población y de su falta de explotación extractiva, está la mayor reserva de materia prima y alimentos del mundo. Esto nos indicaría que el porvenir es nuestro y que en la futura lucha nosotros marchamos con una extraordinaria ventaja a las demás zonas del mundo, que han agotado sus posibilidades de producción alimenticia y de provisión de materias primas o que son ineptas para la producción de estos dos elementos fundamentales de la vida.
Si esto, señores, crea realmente el problema de la lucha, es indudable que en esa lucha llevamos nosotros una ventaja inicial, y que en el aseguramiento de un futuro promisorio tenemos halagüeñas esperanzas de disfrutarlo en mayor medida que otros países del mundo.
La amenaza
Pero precisamente en estas circunstancias radica nuestro mayor peligro, porque es indudable que la humanidad ha demostrado - a lo largo de la historia de todos los tiempos - que cuando se ha carecido de alimentos o de elementos indispensables para la vida, como serían las materias primas y otros, se ha dispuesto de ellos quitándolos por las buenas o por las malas, vale decir, con habilidosas combinaciones o mediante la fuerza. Lo que quiere decir, en buen romance, que nosotros estamos amenazados a que un día los países superpoblados y superindustrializados, que no disponen de alimentos ni de materia prima, pero que tienen un extraordinario poder jueguen ese poder para despojarnos de los elementos de que nosotros disponemos en demasía con relación a nuestra población y a nuestras necesidades. Ahí está el problema planteado en sus bases fundamentales, pero también las más objetivas y realistas.
Si subsistiesen los pequeños y débiles países, en un futuro no lejano podríamos ser territorio de conquista como han sido miles y miles de territorios desde los fenicios hasta nuestros días. No sería una historia nueva la que se escribiría en estas latitudes; sería la historia que ha campeado en todos los tiempos, sobre todos los lugares de la tierra, de manera que ni siquiera llamaría mucho la atención.
Defensa común
Es esa circunstancia la que ha inducido a nuestro gobierno a encarar de frente la posibilidad de una unión real y efectiva de nuestros países, para encarar una vida en común y para planear, también, una defensa en común.
Si esas circunstancias no son suficientes, o ese hecho no es un factor que gravite decisivamente para nuestra unión, no creo que exista ninguna otra circunstancia importante para que la realicemos.
Si cuanto he dicho no fuese real, o no fuese cierto, la unión de esta zona del mundo no tendría razón de ser, como no fuera una cuestión más ó menos abstracta o idealista.
Las uniones americanas
Señores: es indudable que desde el primer momento nosotros pensamos en esto, analizamos las circunstancias y observamos que, desde 1810 hasta nuestros días, nunca han faltado distintos intentos para agrupar esta zona del Continente en una unión de distintos tipos.
Los primeros surgieron en Chile, ya en los días iniciales de las revoluciones emancipadoras de la Argentina, de Chile, del Perú. Todos ellos fracasaron por distintas circunstancias. Es indudable que, de realizarse aquello en ese tiempo, hubiese sido una cosa extraordinaria. Desgraciadamente, no todos entendieron el problema, y cuando Chile propuso eso aquí a Buenos Aires en los primeros días de la Revolución de Mayo, Mariano Moreno fue el que se opuso a toda unión con Chile. Es decir, que estaba en el gobierno mismo, y en la gente más prominente del gobierno, la idea de hacer fracasar esa unión. Eso fracasó por culpa de la junta de Buenos Aires.
Hubo varios después que fracasaron también por diversas circunstancias. Pasó después el problema a ser propugnado desde Perú, y la acción de San Martín también fracasó. Después fue Bolívar quien se hizo cargo de la lucha por una unidad continental, y sabemos también cómo fracasó.
Se realizaron después el primero, el segundo y el tercer congreso de México con la misma finalidad. Y debemos confesar que todo eso fracasó, mucho por culpa nuestra. Nosotros fuimos los que siempre más o menos nos mantuvimos un poco alejados, con un criterio un tanto aislacionista y egoísta.
Unidos o dominados
Llegamos a nuestros tiempos.
Yo no querría pasar a la historia sin haber demostrado, por lo menos fehacientemente, que ponemos toda nuestra voluntad real, efectiva, leal y sincera para que esta unión pueda realizarse en el Continente.
Pienso yo que el año 2000 nos va a sorprender o unidos o dominados; pienso también que es de gente inteligente no esperar que el año 2000 llegue a nosotros, sino hacer un poquito de esfuerzo para llegar un poco antes del año 2000, y llegar un poco en mejores condiciones que aquella que nos podrá deparar el destino o mientras nosotros seamos yunque que aguantamos los golpes y no seamos alguna vez martillo; que también demos algún golpe por nuestra cuenta.
Es por esa razón que ya en 1946, al hacer las primeras apreciaciones de carácter estratégico y político internacional, comenzamos a pensar en ese grave problema de nuestro tiempo. Quizá en la política internacional que nos interesa, es el más grave y el más trascendente; más trascendente quizá que lo que pueda ocurrir en la guerra mundial, que lo que pueda ocurrir en Europa, o lo que pueda ocurrir en el Asia o en el Extremo Oriente; porque éste es un problema nuestro, y los otros son problemas del mundo en el cual vivimos, pero que están suficientemente alejados de nosotros.
Creo también que en la solución de este grave y trascendente problema cuentan los pueblos más que los hombres y que los gobiernos.
Es por eso que, cuando hicimos las primeras apreciaciones, analizamos si esto podría realizarse a través de las cancillerías actuantes como en el siglo XVIII, en una buena comida, con lucidos discursos, pero que terminan al terminar la comida, inoperantes e intrascendentes, como han sido todas las acciones de las cancillerías de esta parte del mundo desde hace casi un siglo hasta nuestros días; o si habría que actuar más efectivamente, influyendo no a los gobiernos, que aquí se cambian como se cambian las camisas, sino influyendo a los pueblos, que son los permanentes, porque los hombres pasan y los gobiernos se suceden, pero los pueblos quedan.
Hemos observado, por otra parte, que el éxito, quizás el único éxito extraordinario del comunismo, consiste en que ellos no trabajan con los gobiernos, sino con los pueblos, porque ellos están encaminados a una obra permanente y no a una obra circunstancial.
Y si en el orden internacional quiere realizarse algo trascendente, hay que darle carácter permanente, porque mientras sea circunstancial, en el orden de la política internacional no tendrá ninguna importancia. Por esa razón, y aprovechando las naturales inclinaciones de nuestra doctrina propia, comenzamos a trabajar sobre los pueblos, sin excitación, sin apresuramientos y, sobre todo, tratando de cuidar minuciosamente, de desvirtuar toda posibilidad de que nos acusen de intervención en los asuntos internos de otros Estados.
El primer plan
En 1946 cuando yo me hice cargo del gobierno, la política internacional argentina no tenía ninguna definición.
No encontramos allí ningún plan de acción, cómo no existía tampoco en los ministerios militares ni siquiera una remota hipótesis sobre la cual los militares pudieran basar sus planes de operaciones. Tampoco en el Ministerio de Relaciones Exteriores, en todo su archivo, había un solo plan activo sobre la política internacional que seguía la República Argentina, ni siquiera sobre la orientación, por lo menos, que regían sus decisiones o designios.
Vale decir que nosotros habíamos vivido, en política internacional, respondiendo a las medidas que tomaban los otros con referencia a nosotros, pero sin tener jamás una idea propia que nos pudiese conducir, por lo menos a lo largo de los tiempos, con una dirección uniforme y congruente. Nos dedicamos a tapar los agujeros que nos hacían las distintas medidas que tomasen los demás países. Nosotros no teníamos iniciativa.
No es tan criticable el procedimiento, porque también suele ser una forma de proceder, quizás explicable, pues los pequeños países no pueden tener en el orden de la política internacional objetivos muy activos ni muy grandes; pero tienen que tener algún objetivo.
Yo no digo que nos vamos a poner nosotros a establecer objetivos extracontinentales para imponer nuestra voluntad a los rusos, a los ingleses o a los norteamericanos; no, porque eso sería torpe.
Vale decir que en esto, como se ha dicho y sostenido tantas veces, hay que tener la política de la fuerza que se posee o la fuerza que se necesita para sustentar una política.
Nosotros no podemos tener lo segundo y, en consecuencia, tenemos que reducirnos a aceptar lo primero, pero dentro de esa situación podemos tener nuestras ideas y luchar por ellas para que las cancillerías, que juegan al estilo del siglo XVIII, no nos estén dominando con sus sueños fantásticos de hegemonía, de mando y de dirección.
Ponerse adelante
Para ser país monitor - como sucede con todos los monitores - ha de ser necesario ponerse adelante para que los demás lo sigan. El problema es llegar cuanto antes a ganar la posición o la colocación y los demás van a seguir aunque no quieran. De manera que la hegemonía no se conquista. Por eso nuestra lucha no es, en el orden de la política internacional, por la hegemonía de nadie, como lo he dicho muchas veces, sino simplemente y llanamente la obtención de lo que conviene al país en primer término; en segundo término, lo que conviene a la gran región que encuadra el país y, en tercer término, el resto del mundo, que ya está más lejano y a menor alcance de nuestras previsiones y de nuestras concepciones.
Por eso, bien claramente entendido, como lo he hecho en toda circunstancia, para nosotros, primero la República Argentina, luego el continente y después el mundo.
En esa posición nos han encontrado y nos encontrarán siempre, porque entendemos que la defensa propia está en nuestras manos; que la defensa diremos relativa, está en la zona continental que defendemos y en que vivimos, y que la absoluta es un sueño que todavía no ha alcanzado ningún hombre ni nación alguna de la tierra. Vivimos solamente en una seguridad relativa, pensando, señores, en la idea fundamental de llegar a una unión en esta parte del continente.
Habíamos pensado que la lucha del futuro será económica; la historia nos demuestra que ningún país se ha impuesto en ese campo, ni en ninguna lucha, si no tiene en sí una completa, diremos, unidad económica.
Los grandes imperios, las grandes naciones, han llegado desde los comienzos de la historia hasta nuestros días, a las grandes conquistas, sobre la base de una unidad económica. Y yo analizo que si nosotros soñamos con la grandeza - que tenemos obligación de soñar - para nuestro país, debemos analizar primordialmente ese factor en una etapa del mundo en que la economía pasará a primer plano en todas las luchas del futuro.
El A.B.C.
República Argentina sola, no tiene unidad económica; Brasil solo, no tiene tampoco unidad económica; Chile solo, tampoco tiene unidad económica; pero estos tres países unidos conforman quizá en el momento actual la unidad económica más extraordinaria del mundo entero, sobre todo para el futuro, porque toda esa inmensa disponibilidad constituye su reserva. Estos son países reserva del mundo.
Los otros están quizá a no muchos años de la terminación de todos sus recursos energéticos y de materia prima; nosotros poseemos todas las reservas de las cuales todavía no hemos explotado nada.
Esa explotación que han hecho de nosotros, manteniéndonos para consumir lo elaborado por ellos, ahora en el futuro puede dárseles vuelta, porque en la humanidad y en el mundo hay una justicia que está por sobre todas las demás justicias, y que algún día llega. Y esa justicia se aproxima para nosotros; solamente debemos tener la prudencia y la sabiduría suficientes para prepararnos a que no nos birlen de nuevo la justicia, en el momento mismo en que estamos por percibirla y por disfrutarla.
Esto es lo que ordena, imprescriptiblemente, la necesidad de la unión de Chile, Brasil y Argentina.
Es indudable que, realizada esta unión, caerán en su órbita los demás países sudamericanos, que no serán favorecidos ni por la formación de un nuevo agrupamiento y probablemente no lo podrán realizar en manera alguna, separados o juntos, sino en pequeñas unidades.
Vargas e Ibáñez
Apreciado esto, señores, yo empecé a trabajar sobre los pueblos. Tampoco olvidé de trabajar a los gobiernos, y durante los siete años del primer gobierno, mientras trabajábamos activamente en los pueblos, preparando la opinión para bien recibir esta acción, conversé con los que iban a ser presidentes, por lo menos, en los dos países que más nos interesaban: Getulio Vargas y el General Ibáñez.
Getulio Vargas estuvo total y absolutamente de acuerdo con esta idea y en realizarla tan pronto él estuviera en el gobierno; Ibáñez me hizo exactamente igual manifestación, y contrajo el compromiso de proceder lo mismo.
Yo no me hacía ilusiones porque ellos hubieran prometido esto para dar el hecho por cumplido porque bien sabía que eran hombres que iban al gobierno y no iban a poder hacer lo que quisieran, sino lo que pudieran. Sabía bien que un gran sector de esos pueblos se iba a oponer tenazmente a una realización de este tipo, por cuestiones de intereses personales y negocios, más que por ninguna otra causa.
Cómo no se van a oponer los ganaderos chilenos a que nosotros exportemos sin medida ganado argentino! ¡Y cómo no se van a oponer a que solucionemos todos los problemas fronterizos para la interacción de ganado, los acopiadores chilenos, cuando una vaca o un novillo, a un metro de la frontera chilena hacia el lado argentino, vale diez mil pesos chilenos, y a un metro hacia Chile de la frontera argentina, vale veinte mil pesos chilenos Ese que gana los diez mil pesos no va a estar de acuerdo nunca con una unidad de ese tipo.
Cito este caso grosero para que los señores intuyan toda la gama inmensa de intereses de todo orden que se desgranan en cada una de las cosas que come el pobre "roto" chileno y que producen ellos.
Ese mismo fenómeno sucede con el Brasil.
Por esta razón nunca me hice demasiadas ilusiones sobre las posibilidades de ello; por eso seguimos trabajando por estas uniones, porque ellas deberán venir por los pueblos.
Nosotros tenemos muy triste experiencia de las uniones que han venido por los gobiernos; por lo menos, ninguna en ciento cincuenta años ha podido cristalizar en alguna realidad.
Probemos el otro camino que nunca se ha probado para ver si, desde abajo, podemos ir influyendo en forma determinante para que esas uniones se realicen.
Señores: sé también que el Brasil, por ejemplo, tropieza con una gran dificultad: ltamaraty, que constituye una institución supergubernamental. ltamaraty ha soñado, desde la época de su emperador hasta nuestros días, con una política que se ha prolongado a través de todos los hombres que han ocupado ese difícil cargo en el Brasil.
Ella los había llevado a establecer un arco entre Chile y el Brasil; esa política debe ser vencida con el tiempo y por un buen proceder de parte nuestra.
Debe desmontarse todo el sistema de ltamaraty, deben desaparecer esas excrecencias imperiales que constituyen, más que ninguna otra razón, los principales obstáculos para que Brasil entre a una, diremos, unión verdadera con la Argentina.
Nosotros con ellos no tenemos ningún problema, como no sea ese sueño de la hegemonía, en el que estamos prontos a decirles: son ustedes más grandes, más lindos y mejores que nosotros, no tenemos ningún inconveniente.
Nosotros renunciamos a todo eso, de manera que ese tampoco va a ser un inconveniente. Pero es indudable que nosotros creíamos superado en cierta manera ese problema.
Yo he de contarles a los señores un hecho que pondrá perfectamente en evidencia cómo procedemos nosotros y por qué tenemos la firme convicción de que al final vamos a ganar nosotros, porque procedemos bien. Porque los que proceden mal son los que sucumben víctimas de su propio mal procedimiento: por eso, no emplearemos en ningún caso ni los subterfugios, ni las insidias, ni las combinaciones raras, que emplean algunas cancillerías.
Conciencia internacional
Cuando Vargas subió al gobierno me prometió a mí que nos reuniríamos en Buenos Aires o en Río y haríamos ese tratado que yo firmé con Ibáñez después: el mismo tratado.
Ese fue un propósito formal que nos habíamos trazado. Más aún, dijimos: Vamos a suprimir las fronteras, si es preciso. Yo agarraba cualquier cosa, porque estaba dentro de la orientación que yo seguía y de lo que yo creía que era necesario y conveniente.
Yo sabía que acá yo lo realizaba, porque cuando le dijera a mi pueblo que quería hacer eso, sabía que mi pueblo quería lo que yo quería en el orden de la política internacional, porque ya aquí existe una conciencia político-internacional en el pueblo, y existe una organización. Además la gente sabe que, en fin, tantos errores no cometemos, de manera que tiene también un poco de fe en lo que hacemos.
Más tarde Vargas me dijo que era difícil que pudiéramos hacerlo tan pronto, porque él tenía una situación política un poco complicada en las Cámaras y que antes de dominarlas quería hacer una conciliación. Es difícil eso en política; primero hay que dominar y después la conciliación viene sola. Son puntos de vista; son distintas maneras de pensar.
El siguió un camino distinto y nombró un gabinete de conciliación, vale decir, nombró un gabinete donde por lo menos las tres cuartas partes de los ministros eran enemigos políticos de él y que servirían a sus propios intereses y no a los del gobierno.
Claro que él creyó que esto en seis meses le iba a dar la solución; pero cuando pasaron los seis meses el asunto estaba más complicado que antes. Naturalmente, no pudo venir acá; no pudo comprometerse frente a su Parlamento y frente a sus propios ministros a realizar una tarea que implicaba ponerse los pantalones y jugarse una carta decisiva frente a la política internacional mundial, a su pueblo, a su Parlamento y a los intereses que había que vencer.
Naturalmente, yo esperé. En ese ínterin es elegido presidente el general Ibáñez; la situación de él no era mejor que la situación de Vargas, pero en cierta manera llegaba plebiscitado en todo lo que se puede ser plebiscitado en Chile, con elecciones muy su géneris, porque allá se inscriben los que quieren, y los que no quieren no; es una cosa muy distinta la nuestra. Pero él llega al gobierno naturalmente. Tan pronto llega al gobierno, yo, conforme con lo que habíamos conversado, lo tanteé. Me dijo: De acuerdo; lo hacemos. Muy bien!
El general fue más decidido, porque los generales solemos ser más decididos que los políticos. Pero antes de hacerlo, como tenía un compromiso con Vargas, le escribí una carta que le hice llegar por intermedio de su propio embajador, a quien llamé y dije: "Vea, usted tendrá que ir a Río con esta carta y tendrá que explicarle todo esto a su presidente. Hace dos años nosotros nos prometimos realizar este acto. Hace más de un año y pico que lo estoy esperando, y no puede venir. Yo le pido autorización a él para que me libere de ese compromiso de hacerlo primero con el Brasil y me permita hacerlo primero con Chile. Claro que le pido esto porque creo que estos tres países son los que deben realizar la unión"
El embajador va allá y vuelve y me dice, en nombre de su presidente, que no solamente me autoriza a que vaya a Chile liberándome del compromiso, sino que me da también su representación para que lo haga en nombre de él en Chile. Naturalmente ya sé ahora muchas cosas que antes no sabía; acepté sólo la autorización, pero no la representación.
Fui a Chile, llegué allí y le dije al general Ibáñez: "Vengo aquí con todo listo y traigo la autorización del presidente Vargas, porque yo estaba comprometido a hacer esto primero con él y con el Brasil; de manera que todo sale perfectamente bien y como lo hemos planeado, y quizá al hacerse esto se facilite la acción de Vargas y se vaya arreglando así mejor el asunto".
Llegamos, hicimos allá con el ministro de Relaciones Exteriores todas esas cosas de las cancillerías, discutimos un poco - poca cosa - y llegamos al acuerdo, no tan amplio como nosotros queríamos, porque la gente tiene miedo en algunas cosas y, es claro, salió un poco retaceado, pero salió. No fue tampoco un parto de los montes, pero costó bastante convencer, persuadir, etc.
Y al día siguiente llegan las noticias de Río de Janeiro, donde el ministro de Relaciones Exteriores del Brasil hacía unas declaraciones tremendas contra el Pacto de Santiago: que estaba en contra de los pactos regionales, que ése era la destrucción de la unanimidad panamericana. Imagínense la cara que tendría yo al día siguiente cuando fui y me presenté al presidente Ibáñez. Al darle los buenos días, me preguntó: ¿Qué me dice de los amigos brasileños ?
Naturalmente que la prensa carioca sobrepasó los límites a que había llegado el propio ministro de Relaciones Exteriores, señor Neves de Fontoura. Claro, yo me callé; no tenía más remedio. Firmé el tratado y me vine aquí.
Cuando llegué me encontré con Gerardo Rocha, viejo periodista de gran talento, director de O Mundo en Río, muy amigo del presidente Vargas, quien me dijo: Me manda el presidente Vargas para que le explique lo que ha pasado en el Brasil. Dice que la situación de él es muy difícil: que políticamente no puede dominar, que tiene sequías en el norte, heladas en el sur; y a los políticos los tiene levantados; que el comunismo está muy peligroso, que no ha podido hacer nada; en fin, que lo disculpe, que él no piensa así y que si el ministro ha hecho eso, que él tampoco puede mandar al ministro.
Yo me he explicado perfectamente bien todo esto; no lo justificaba, pero me lo explicaba por lo menos. Naturalmente, señores, que planteada la situación en estas circunstancias, de una manera tan plañidera y lamentable, no tuve más remedio que decirle que siguiera tranquilo, que yo no me meto en las cosas de él y que hiciera lo que pudiese, pero que siguiera trabajando por esto.
Bien, señores, yo quería contarles esto, que probablemente no lo conoce nadie más que los ministros y yo; claro está que son todos documentos para la historia, porque yo no quiero pasar a la historia como un cretino que ha podido realizar esta unión y no la ha realizado. Por lo menos quiero que la gente piense en el futuro que si aquí ha habido Cretinos, no he sido yo sólo; hay otros cretinos también como yo, y todos juntos iremos en el baile del cretinismo.
Política de unión
Pero lo que yo no quería es dejar de afirmar, como lo haré públicamente en alguna circunstancia, que toda la política argentina en el orden internacional ha estado orientada hacia la necesidad de esa unión, para que cuando llegue el momento en que seamos juzgados por nuestros hombres - frente a los peligros que esta disociación producirá en el futuro -, por lo menos tengamos el justificativo de nuestra propia impotencia para realizarla.
Sin embargo, yo no soy pesimista; yo creo que nuestra orientación, nuestra perseverancia, va todos los días ganando terreno dentro de esta idea, y estoy casi convencido de que un día lo hemos de realizar todo bien y acabadamente, y que tenemos que trabajar incansablemente por realizarlo. Ya se acabaron las épocas del mundo en que los conflictos eran entre dos países. Ahora los conflictos se han agrandado de tal manera y han adquirido tal naturaleza que hay que prepararse para los “grandes conflictos" y no para los pequeños conflictos.
Esta unión, señores, está en plena elaboración; es todo cuanto yo podría decirles a ustedes como definitivo.
Estamos trabajándola, y el éxito, señores, ha de producirse; por lo menos, nosotros hemos preparado el éxito, lo estamos realizando, y no tengan la menor duda de que el día que se produzca yo he de saber explotarlo con todas las conveniencias necesarias para nuestro país, porque, de acuerdo con el aforismo napoleónico, el que prepara un éxito y la conquista, difícilmente no sabe sacarle las ventajas cuando lo ha obtenido.
En esto, señores, estoy absolutamente persuadido de que vamos por buen camino. La contestación del Brasil, buscando desviar su arco de Santiago a Lima, es solamente una contestación ofuscada y desesperada de una cancillería que no interpreta el momento y que está persistiendo sobre una línea superada por el tiempo y por los acontecimientos; eso no puede tener efectividad.
La lucha por las zonas amazónicas y del Plata no tiene ningún valor ni ninguna importancia; son sueños un poco ecuatoriales y nada más. No puede haber en ese sentido ningún factor geopolítico ni de ninguna otra naturaleza que pueda enfrentar a estas dos zonas tan diversas en todos sus factores y en todas sus características.
La integración latinoamericana
Aquí hay un problema de unidad que está por sobre todos los problemas, y en estas circunstancias, quizá muy determinantes, de haber nosotros solucionado nuestros entredichos con Estados Unidos, tal vez esto favorezca en forma decisiva la posibilidad de una unión continental en esta zona del continente americano.
Señores: como ha respondido el Paraguay, aunque es un pequeño país; como irán respondiendo otros países del continente, despacito, sin presiones y sin violencias de ninguna naturaleza, así se va configurando ya una suerte de unión.
Las uniones deben realizarse por el procedimiento que es común; primeramente hay que conectar algo; después las demás conexiones se van formando con el tiempo y con los acontecimientos.
Chile, aun a pesar de la lucha que debe sostener allí, ya está unido con la Argentina.
El Paraguay se halla en igual situación. Hay otros países que ya están inclinados a realizar lo mismo. Si nosotros conseguimos ir adhiriendo lentamente a otros países, no va a tardar mucho en que el Brasil haga también lo mismo, y ése será el principio del triunfo de nuestra política.
La unión continental sobre la base de la Argentina, Brasil y Chile está mucho más próxima de lo que creen muchos argentinos, muchos chilenos y muchos brasileños; en el Brasil hay un sector enorme que trabajó por esto.
Lo único que hay que vencer son intereses; pero cuando los intereses de los países entran a actuar, los de los hombres deben ser vencidos por aquellos; ésa es nuestra mayor esperanza.
Hasta que esto se produzca, señores, no tenemos otro remedio que esperar y trabajar para que se realice: y esa es nuestra acción y esa es nuestra orientación.
Muchas gracias.
Juan Domingo Perón
(11 de noviembre de 1953)
En la Escuela Nacional de Guerra, Buenos Aires, 11 de noviembre de 1953.
"Señores:
He aceptado con gran placer esta ocasión para disertar sobre las ideas fundamentales que han inspirado una nueva política internacional en la República Argentina.
Es indudable que, por el cúmulo de tareas que yo tengo, no podré presentar a ustedes una exposición académica sobre este tema, pero sí podré mantener una conversación en la que lo más fundamental y lo más decisivo de nuestras concepciones será expuesto con sencillez y con claridad.
El mundo moderno
Las organizaciones humanas, a lo largo de todos los tiempos, han ido, indudablemente, creando sucesivos agrupamientos y reagrupamientos. Desde la familia troglodita hasta nuestros tiempos eso ha marcado un sinnúmero de agrupaciones a través de las familias, las tribus, las ciudades, las naciones y los grupos de naciones, y hay quien se aventura ya a decir que para el año 2000 las agrupaciones menores serán los continentes.
Es indudable que la evolución histórica de la humanidad va afirmando este concepto cada día con mayores visos de realidad. Eso es todo cuanto podemos decir en lo que se refiere a la natural y fatal evolución de la humanidad. Si ese problema lo transportamos a nuestra América surge inmediatamente una apreciación impuesta por nuestras propias circunstancias y nuestra propia situación.
Es Indudable que el mundo, superpoblado y superindustrializado, presenta para el futuro un panorama que la humanidad todavía no ha conocido por lo menos en una escala tan extraordinaria. Todos los problemas que hoy se ventilan en el mundo son, en su mayoría, producto de esta superpoblación y superindustrialización, sean problemas de carácter material o sean problemas de carácter espiritual. Es tal la influencia de la superproducción y es de tal magnitud la influencia de la técnica y de esa superproducción, que la humanidad, en todos sus problemas económicos, políticos y sociológicos, se encuentra profundamente influida por esas circunstancias.
Si ése es el futuro de la humanidad, es indudable que estos problemas irán progresando y produciendo nuevos y más difíciles problemas emergentes de las circunstancias enunciadas.
Comida y materia prima
Resulta también indiscutible que la lucha fundamental en un mundo superpoblado es por una cosa siempre primordial para la humanidad: la comida. Ese es el peor y el más difícil problema a resolver.
El segundo problema que plantea la industrialización es la materia prima: valdría decir que en este mundo que lucha por la comida y por la materia prima, el problema fundamental del futuro es un problema de base y fundamento económicos, y la lucha del futuro será cada vez más económica, en razón de una mayor superpoblación y de una mayor superindustrialización.
En consecuencia, analizando nuestros problemas, podríamos decir que el futuro del mundo, el futuro de los pueblos y el futuro de las naciones estará extraordinariamente influido por la magnitud de las reservas que posean: reservas de alimentos y reservas de materias primas.
Ventaja de América
Esto es una cosa tan evidente, tan natural y simple, que no necesitaríamos hacer uso ni de la estadística y menos aún de la dialéctica para convencer a nadie.
Y ahora, viendo el problema práctica y objetivamente, pensamos cuáles son las zonas del mundo donde todavía existen las mayores reservas de estos dos elementos fundamentales de la vida humana: el alimento y la materia prima.
Es indudable que nuestro continente, en especial Sudamérica, es la zona del mundo donde todavía, en razón de su falta de población y de su falta de explotación extractiva, está la mayor reserva de materia prima y alimentos del mundo. Esto nos indicaría que el porvenir es nuestro y que en la futura lucha nosotros marchamos con una extraordinaria ventaja a las demás zonas del mundo, que han agotado sus posibilidades de producción alimenticia y de provisión de materias primas o que son ineptas para la producción de estos dos elementos fundamentales de la vida.
Si esto, señores, crea realmente el problema de la lucha, es indudable que en esa lucha llevamos nosotros una ventaja inicial, y que en el aseguramiento de un futuro promisorio tenemos halagüeñas esperanzas de disfrutarlo en mayor medida que otros países del mundo.
La amenaza
Pero precisamente en estas circunstancias radica nuestro mayor peligro, porque es indudable que la humanidad ha demostrado - a lo largo de la historia de todos los tiempos - que cuando se ha carecido de alimentos o de elementos indispensables para la vida, como serían las materias primas y otros, se ha dispuesto de ellos quitándolos por las buenas o por las malas, vale decir, con habilidosas combinaciones o mediante la fuerza. Lo que quiere decir, en buen romance, que nosotros estamos amenazados a que un día los países superpoblados y superindustrializados, que no disponen de alimentos ni de materia prima, pero que tienen un extraordinario poder jueguen ese poder para despojarnos de los elementos de que nosotros disponemos en demasía con relación a nuestra población y a nuestras necesidades. Ahí está el problema planteado en sus bases fundamentales, pero también las más objetivas y realistas.
Si subsistiesen los pequeños y débiles países, en un futuro no lejano podríamos ser territorio de conquista como han sido miles y miles de territorios desde los fenicios hasta nuestros días. No sería una historia nueva la que se escribiría en estas latitudes; sería la historia que ha campeado en todos los tiempos, sobre todos los lugares de la tierra, de manera que ni siquiera llamaría mucho la atención.
Defensa común
Es esa circunstancia la que ha inducido a nuestro gobierno a encarar de frente la posibilidad de una unión real y efectiva de nuestros países, para encarar una vida en común y para planear, también, una defensa en común.
Si esas circunstancias no son suficientes, o ese hecho no es un factor que gravite decisivamente para nuestra unión, no creo que exista ninguna otra circunstancia importante para que la realicemos.
Si cuanto he dicho no fuese real, o no fuese cierto, la unión de esta zona del mundo no tendría razón de ser, como no fuera una cuestión más ó menos abstracta o idealista.
Las uniones americanas
Señores: es indudable que desde el primer momento nosotros pensamos en esto, analizamos las circunstancias y observamos que, desde 1810 hasta nuestros días, nunca han faltado distintos intentos para agrupar esta zona del Continente en una unión de distintos tipos.
Los primeros surgieron en Chile, ya en los días iniciales de las revoluciones emancipadoras de la Argentina, de Chile, del Perú. Todos ellos fracasaron por distintas circunstancias. Es indudable que, de realizarse aquello en ese tiempo, hubiese sido una cosa extraordinaria. Desgraciadamente, no todos entendieron el problema, y cuando Chile propuso eso aquí a Buenos Aires en los primeros días de la Revolución de Mayo, Mariano Moreno fue el que se opuso a toda unión con Chile. Es decir, que estaba en el gobierno mismo, y en la gente más prominente del gobierno, la idea de hacer fracasar esa unión. Eso fracasó por culpa de la junta de Buenos Aires.
Hubo varios después que fracasaron también por diversas circunstancias. Pasó después el problema a ser propugnado desde Perú, y la acción de San Martín también fracasó. Después fue Bolívar quien se hizo cargo de la lucha por una unidad continental, y sabemos también cómo fracasó.
Se realizaron después el primero, el segundo y el tercer congreso de México con la misma finalidad. Y debemos confesar que todo eso fracasó, mucho por culpa nuestra. Nosotros fuimos los que siempre más o menos nos mantuvimos un poco alejados, con un criterio un tanto aislacionista y egoísta.
Unidos o dominados
Llegamos a nuestros tiempos.
Yo no querría pasar a la historia sin haber demostrado, por lo menos fehacientemente, que ponemos toda nuestra voluntad real, efectiva, leal y sincera para que esta unión pueda realizarse en el Continente.
Pienso yo que el año 2000 nos va a sorprender o unidos o dominados; pienso también que es de gente inteligente no esperar que el año 2000 llegue a nosotros, sino hacer un poquito de esfuerzo para llegar un poco antes del año 2000, y llegar un poco en mejores condiciones que aquella que nos podrá deparar el destino o mientras nosotros seamos yunque que aguantamos los golpes y no seamos alguna vez martillo; que también demos algún golpe por nuestra cuenta.
Es por esa razón que ya en 1946, al hacer las primeras apreciaciones de carácter estratégico y político internacional, comenzamos a pensar en ese grave problema de nuestro tiempo. Quizá en la política internacional que nos interesa, es el más grave y el más trascendente; más trascendente quizá que lo que pueda ocurrir en la guerra mundial, que lo que pueda ocurrir en Europa, o lo que pueda ocurrir en el Asia o en el Extremo Oriente; porque éste es un problema nuestro, y los otros son problemas del mundo en el cual vivimos, pero que están suficientemente alejados de nosotros.
Creo también que en la solución de este grave y trascendente problema cuentan los pueblos más que los hombres y que los gobiernos.
Es por eso que, cuando hicimos las primeras apreciaciones, analizamos si esto podría realizarse a través de las cancillerías actuantes como en el siglo XVIII, en una buena comida, con lucidos discursos, pero que terminan al terminar la comida, inoperantes e intrascendentes, como han sido todas las acciones de las cancillerías de esta parte del mundo desde hace casi un siglo hasta nuestros días; o si habría que actuar más efectivamente, influyendo no a los gobiernos, que aquí se cambian como se cambian las camisas, sino influyendo a los pueblos, que son los permanentes, porque los hombres pasan y los gobiernos se suceden, pero los pueblos quedan.
Hemos observado, por otra parte, que el éxito, quizás el único éxito extraordinario del comunismo, consiste en que ellos no trabajan con los gobiernos, sino con los pueblos, porque ellos están encaminados a una obra permanente y no a una obra circunstancial.
Y si en el orden internacional quiere realizarse algo trascendente, hay que darle carácter permanente, porque mientras sea circunstancial, en el orden de la política internacional no tendrá ninguna importancia. Por esa razón, y aprovechando las naturales inclinaciones de nuestra doctrina propia, comenzamos a trabajar sobre los pueblos, sin excitación, sin apresuramientos y, sobre todo, tratando de cuidar minuciosamente, de desvirtuar toda posibilidad de que nos acusen de intervención en los asuntos internos de otros Estados.
El primer plan
En 1946 cuando yo me hice cargo del gobierno, la política internacional argentina no tenía ninguna definición.
No encontramos allí ningún plan de acción, cómo no existía tampoco en los ministerios militares ni siquiera una remota hipótesis sobre la cual los militares pudieran basar sus planes de operaciones. Tampoco en el Ministerio de Relaciones Exteriores, en todo su archivo, había un solo plan activo sobre la política internacional que seguía la República Argentina, ni siquiera sobre la orientación, por lo menos, que regían sus decisiones o designios.
Vale decir que nosotros habíamos vivido, en política internacional, respondiendo a las medidas que tomaban los otros con referencia a nosotros, pero sin tener jamás una idea propia que nos pudiese conducir, por lo menos a lo largo de los tiempos, con una dirección uniforme y congruente. Nos dedicamos a tapar los agujeros que nos hacían las distintas medidas que tomasen los demás países. Nosotros no teníamos iniciativa.
No es tan criticable el procedimiento, porque también suele ser una forma de proceder, quizás explicable, pues los pequeños países no pueden tener en el orden de la política internacional objetivos muy activos ni muy grandes; pero tienen que tener algún objetivo.
Yo no digo que nos vamos a poner nosotros a establecer objetivos extracontinentales para imponer nuestra voluntad a los rusos, a los ingleses o a los norteamericanos; no, porque eso sería torpe.
Vale decir que en esto, como se ha dicho y sostenido tantas veces, hay que tener la política de la fuerza que se posee o la fuerza que se necesita para sustentar una política.
Nosotros no podemos tener lo segundo y, en consecuencia, tenemos que reducirnos a aceptar lo primero, pero dentro de esa situación podemos tener nuestras ideas y luchar por ellas para que las cancillerías, que juegan al estilo del siglo XVIII, no nos estén dominando con sus sueños fantásticos de hegemonía, de mando y de dirección.
Ponerse adelante
Para ser país monitor - como sucede con todos los monitores - ha de ser necesario ponerse adelante para que los demás lo sigan. El problema es llegar cuanto antes a ganar la posición o la colocación y los demás van a seguir aunque no quieran. De manera que la hegemonía no se conquista. Por eso nuestra lucha no es, en el orden de la política internacional, por la hegemonía de nadie, como lo he dicho muchas veces, sino simplemente y llanamente la obtención de lo que conviene al país en primer término; en segundo término, lo que conviene a la gran región que encuadra el país y, en tercer término, el resto del mundo, que ya está más lejano y a menor alcance de nuestras previsiones y de nuestras concepciones.
Por eso, bien claramente entendido, como lo he hecho en toda circunstancia, para nosotros, primero la República Argentina, luego el continente y después el mundo.
En esa posición nos han encontrado y nos encontrarán siempre, porque entendemos que la defensa propia está en nuestras manos; que la defensa diremos relativa, está en la zona continental que defendemos y en que vivimos, y que la absoluta es un sueño que todavía no ha alcanzado ningún hombre ni nación alguna de la tierra. Vivimos solamente en una seguridad relativa, pensando, señores, en la idea fundamental de llegar a una unión en esta parte del continente.
Habíamos pensado que la lucha del futuro será económica; la historia nos demuestra que ningún país se ha impuesto en ese campo, ni en ninguna lucha, si no tiene en sí una completa, diremos, unidad económica.
Los grandes imperios, las grandes naciones, han llegado desde los comienzos de la historia hasta nuestros días, a las grandes conquistas, sobre la base de una unidad económica. Y yo analizo que si nosotros soñamos con la grandeza - que tenemos obligación de soñar - para nuestro país, debemos analizar primordialmente ese factor en una etapa del mundo en que la economía pasará a primer plano en todas las luchas del futuro.
El A.B.C.
República Argentina sola, no tiene unidad económica; Brasil solo, no tiene tampoco unidad económica; Chile solo, tampoco tiene unidad económica; pero estos tres países unidos conforman quizá en el momento actual la unidad económica más extraordinaria del mundo entero, sobre todo para el futuro, porque toda esa inmensa disponibilidad constituye su reserva. Estos son países reserva del mundo.
Los otros están quizá a no muchos años de la terminación de todos sus recursos energéticos y de materia prima; nosotros poseemos todas las reservas de las cuales todavía no hemos explotado nada.
Esa explotación que han hecho de nosotros, manteniéndonos para consumir lo elaborado por ellos, ahora en el futuro puede dárseles vuelta, porque en la humanidad y en el mundo hay una justicia que está por sobre todas las demás justicias, y que algún día llega. Y esa justicia se aproxima para nosotros; solamente debemos tener la prudencia y la sabiduría suficientes para prepararnos a que no nos birlen de nuevo la justicia, en el momento mismo en que estamos por percibirla y por disfrutarla.
Esto es lo que ordena, imprescriptiblemente, la necesidad de la unión de Chile, Brasil y Argentina.
Es indudable que, realizada esta unión, caerán en su órbita los demás países sudamericanos, que no serán favorecidos ni por la formación de un nuevo agrupamiento y probablemente no lo podrán realizar en manera alguna, separados o juntos, sino en pequeñas unidades.
Vargas e Ibáñez
Apreciado esto, señores, yo empecé a trabajar sobre los pueblos. Tampoco olvidé de trabajar a los gobiernos, y durante los siete años del primer gobierno, mientras trabajábamos activamente en los pueblos, preparando la opinión para bien recibir esta acción, conversé con los que iban a ser presidentes, por lo menos, en los dos países que más nos interesaban: Getulio Vargas y el General Ibáñez.
Getulio Vargas estuvo total y absolutamente de acuerdo con esta idea y en realizarla tan pronto él estuviera en el gobierno; Ibáñez me hizo exactamente igual manifestación, y contrajo el compromiso de proceder lo mismo.
Yo no me hacía ilusiones porque ellos hubieran prometido esto para dar el hecho por cumplido porque bien sabía que eran hombres que iban al gobierno y no iban a poder hacer lo que quisieran, sino lo que pudieran. Sabía bien que un gran sector de esos pueblos se iba a oponer tenazmente a una realización de este tipo, por cuestiones de intereses personales y negocios, más que por ninguna otra causa.
Cómo no se van a oponer los ganaderos chilenos a que nosotros exportemos sin medida ganado argentino! ¡Y cómo no se van a oponer a que solucionemos todos los problemas fronterizos para la interacción de ganado, los acopiadores chilenos, cuando una vaca o un novillo, a un metro de la frontera chilena hacia el lado argentino, vale diez mil pesos chilenos, y a un metro hacia Chile de la frontera argentina, vale veinte mil pesos chilenos Ese que gana los diez mil pesos no va a estar de acuerdo nunca con una unidad de ese tipo.
Cito este caso grosero para que los señores intuyan toda la gama inmensa de intereses de todo orden que se desgranan en cada una de las cosas que come el pobre "roto" chileno y que producen ellos.
Ese mismo fenómeno sucede con el Brasil.
Por esta razón nunca me hice demasiadas ilusiones sobre las posibilidades de ello; por eso seguimos trabajando por estas uniones, porque ellas deberán venir por los pueblos.
Nosotros tenemos muy triste experiencia de las uniones que han venido por los gobiernos; por lo menos, ninguna en ciento cincuenta años ha podido cristalizar en alguna realidad.
Probemos el otro camino que nunca se ha probado para ver si, desde abajo, podemos ir influyendo en forma determinante para que esas uniones se realicen.
Señores: sé también que el Brasil, por ejemplo, tropieza con una gran dificultad: ltamaraty, que constituye una institución supergubernamental. ltamaraty ha soñado, desde la época de su emperador hasta nuestros días, con una política que se ha prolongado a través de todos los hombres que han ocupado ese difícil cargo en el Brasil.
Ella los había llevado a establecer un arco entre Chile y el Brasil; esa política debe ser vencida con el tiempo y por un buen proceder de parte nuestra.
Debe desmontarse todo el sistema de ltamaraty, deben desaparecer esas excrecencias imperiales que constituyen, más que ninguna otra razón, los principales obstáculos para que Brasil entre a una, diremos, unión verdadera con la Argentina.
Nosotros con ellos no tenemos ningún problema, como no sea ese sueño de la hegemonía, en el que estamos prontos a decirles: son ustedes más grandes, más lindos y mejores que nosotros, no tenemos ningún inconveniente.
Nosotros renunciamos a todo eso, de manera que ese tampoco va a ser un inconveniente. Pero es indudable que nosotros creíamos superado en cierta manera ese problema.
Yo he de contarles a los señores un hecho que pondrá perfectamente en evidencia cómo procedemos nosotros y por qué tenemos la firme convicción de que al final vamos a ganar nosotros, porque procedemos bien. Porque los que proceden mal son los que sucumben víctimas de su propio mal procedimiento: por eso, no emplearemos en ningún caso ni los subterfugios, ni las insidias, ni las combinaciones raras, que emplean algunas cancillerías.
Conciencia internacional
Cuando Vargas subió al gobierno me prometió a mí que nos reuniríamos en Buenos Aires o en Río y haríamos ese tratado que yo firmé con Ibáñez después: el mismo tratado.
Ese fue un propósito formal que nos habíamos trazado. Más aún, dijimos: Vamos a suprimir las fronteras, si es preciso. Yo agarraba cualquier cosa, porque estaba dentro de la orientación que yo seguía y de lo que yo creía que era necesario y conveniente.
Yo sabía que acá yo lo realizaba, porque cuando le dijera a mi pueblo que quería hacer eso, sabía que mi pueblo quería lo que yo quería en el orden de la política internacional, porque ya aquí existe una conciencia político-internacional en el pueblo, y existe una organización. Además la gente sabe que, en fin, tantos errores no cometemos, de manera que tiene también un poco de fe en lo que hacemos.
Más tarde Vargas me dijo que era difícil que pudiéramos hacerlo tan pronto, porque él tenía una situación política un poco complicada en las Cámaras y que antes de dominarlas quería hacer una conciliación. Es difícil eso en política; primero hay que dominar y después la conciliación viene sola. Son puntos de vista; son distintas maneras de pensar.
El siguió un camino distinto y nombró un gabinete de conciliación, vale decir, nombró un gabinete donde por lo menos las tres cuartas partes de los ministros eran enemigos políticos de él y que servirían a sus propios intereses y no a los del gobierno.
Claro que él creyó que esto en seis meses le iba a dar la solución; pero cuando pasaron los seis meses el asunto estaba más complicado que antes. Naturalmente, no pudo venir acá; no pudo comprometerse frente a su Parlamento y frente a sus propios ministros a realizar una tarea que implicaba ponerse los pantalones y jugarse una carta decisiva frente a la política internacional mundial, a su pueblo, a su Parlamento y a los intereses que había que vencer.
Naturalmente, yo esperé. En ese ínterin es elegido presidente el general Ibáñez; la situación de él no era mejor que la situación de Vargas, pero en cierta manera llegaba plebiscitado en todo lo que se puede ser plebiscitado en Chile, con elecciones muy su géneris, porque allá se inscriben los que quieren, y los que no quieren no; es una cosa muy distinta la nuestra. Pero él llega al gobierno naturalmente. Tan pronto llega al gobierno, yo, conforme con lo que habíamos conversado, lo tanteé. Me dijo: De acuerdo; lo hacemos. Muy bien!
El general fue más decidido, porque los generales solemos ser más decididos que los políticos. Pero antes de hacerlo, como tenía un compromiso con Vargas, le escribí una carta que le hice llegar por intermedio de su propio embajador, a quien llamé y dije: "Vea, usted tendrá que ir a Río con esta carta y tendrá que explicarle todo esto a su presidente. Hace dos años nosotros nos prometimos realizar este acto. Hace más de un año y pico que lo estoy esperando, y no puede venir. Yo le pido autorización a él para que me libere de ese compromiso de hacerlo primero con el Brasil y me permita hacerlo primero con Chile. Claro que le pido esto porque creo que estos tres países son los que deben realizar la unión"
El embajador va allá y vuelve y me dice, en nombre de su presidente, que no solamente me autoriza a que vaya a Chile liberándome del compromiso, sino que me da también su representación para que lo haga en nombre de él en Chile. Naturalmente ya sé ahora muchas cosas que antes no sabía; acepté sólo la autorización, pero no la representación.
Fui a Chile, llegué allí y le dije al general Ibáñez: "Vengo aquí con todo listo y traigo la autorización del presidente Vargas, porque yo estaba comprometido a hacer esto primero con él y con el Brasil; de manera que todo sale perfectamente bien y como lo hemos planeado, y quizá al hacerse esto se facilite la acción de Vargas y se vaya arreglando así mejor el asunto".
Llegamos, hicimos allá con el ministro de Relaciones Exteriores todas esas cosas de las cancillerías, discutimos un poco - poca cosa - y llegamos al acuerdo, no tan amplio como nosotros queríamos, porque la gente tiene miedo en algunas cosas y, es claro, salió un poco retaceado, pero salió. No fue tampoco un parto de los montes, pero costó bastante convencer, persuadir, etc.
Y al día siguiente llegan las noticias de Río de Janeiro, donde el ministro de Relaciones Exteriores del Brasil hacía unas declaraciones tremendas contra el Pacto de Santiago: que estaba en contra de los pactos regionales, que ése era la destrucción de la unanimidad panamericana. Imagínense la cara que tendría yo al día siguiente cuando fui y me presenté al presidente Ibáñez. Al darle los buenos días, me preguntó: ¿Qué me dice de los amigos brasileños ?
Naturalmente que la prensa carioca sobrepasó los límites a que había llegado el propio ministro de Relaciones Exteriores, señor Neves de Fontoura. Claro, yo me callé; no tenía más remedio. Firmé el tratado y me vine aquí.
Cuando llegué me encontré con Gerardo Rocha, viejo periodista de gran talento, director de O Mundo en Río, muy amigo del presidente Vargas, quien me dijo: Me manda el presidente Vargas para que le explique lo que ha pasado en el Brasil. Dice que la situación de él es muy difícil: que políticamente no puede dominar, que tiene sequías en el norte, heladas en el sur; y a los políticos los tiene levantados; que el comunismo está muy peligroso, que no ha podido hacer nada; en fin, que lo disculpe, que él no piensa así y que si el ministro ha hecho eso, que él tampoco puede mandar al ministro.
Yo me he explicado perfectamente bien todo esto; no lo justificaba, pero me lo explicaba por lo menos. Naturalmente, señores, que planteada la situación en estas circunstancias, de una manera tan plañidera y lamentable, no tuve más remedio que decirle que siguiera tranquilo, que yo no me meto en las cosas de él y que hiciera lo que pudiese, pero que siguiera trabajando por esto.
Bien, señores, yo quería contarles esto, que probablemente no lo conoce nadie más que los ministros y yo; claro está que son todos documentos para la historia, porque yo no quiero pasar a la historia como un cretino que ha podido realizar esta unión y no la ha realizado. Por lo menos quiero que la gente piense en el futuro que si aquí ha habido Cretinos, no he sido yo sólo; hay otros cretinos también como yo, y todos juntos iremos en el baile del cretinismo.
Política de unión
Pero lo que yo no quería es dejar de afirmar, como lo haré públicamente en alguna circunstancia, que toda la política argentina en el orden internacional ha estado orientada hacia la necesidad de esa unión, para que cuando llegue el momento en que seamos juzgados por nuestros hombres - frente a los peligros que esta disociación producirá en el futuro -, por lo menos tengamos el justificativo de nuestra propia impotencia para realizarla.
Sin embargo, yo no soy pesimista; yo creo que nuestra orientación, nuestra perseverancia, va todos los días ganando terreno dentro de esta idea, y estoy casi convencido de que un día lo hemos de realizar todo bien y acabadamente, y que tenemos que trabajar incansablemente por realizarlo. Ya se acabaron las épocas del mundo en que los conflictos eran entre dos países. Ahora los conflictos se han agrandado de tal manera y han adquirido tal naturaleza que hay que prepararse para los “grandes conflictos" y no para los pequeños conflictos.
Esta unión, señores, está en plena elaboración; es todo cuanto yo podría decirles a ustedes como definitivo.
Estamos trabajándola, y el éxito, señores, ha de producirse; por lo menos, nosotros hemos preparado el éxito, lo estamos realizando, y no tengan la menor duda de que el día que se produzca yo he de saber explotarlo con todas las conveniencias necesarias para nuestro país, porque, de acuerdo con el aforismo napoleónico, el que prepara un éxito y la conquista, difícilmente no sabe sacarle las ventajas cuando lo ha obtenido.
En esto, señores, estoy absolutamente persuadido de que vamos por buen camino. La contestación del Brasil, buscando desviar su arco de Santiago a Lima, es solamente una contestación ofuscada y desesperada de una cancillería que no interpreta el momento y que está persistiendo sobre una línea superada por el tiempo y por los acontecimientos; eso no puede tener efectividad.
La lucha por las zonas amazónicas y del Plata no tiene ningún valor ni ninguna importancia; son sueños un poco ecuatoriales y nada más. No puede haber en ese sentido ningún factor geopolítico ni de ninguna otra naturaleza que pueda enfrentar a estas dos zonas tan diversas en todos sus factores y en todas sus características.
La integración latinoamericana
Aquí hay un problema de unidad que está por sobre todos los problemas, y en estas circunstancias, quizá muy determinantes, de haber nosotros solucionado nuestros entredichos con Estados Unidos, tal vez esto favorezca en forma decisiva la posibilidad de una unión continental en esta zona del continente americano.
Señores: como ha respondido el Paraguay, aunque es un pequeño país; como irán respondiendo otros países del continente, despacito, sin presiones y sin violencias de ninguna naturaleza, así se va configurando ya una suerte de unión.
Las uniones deben realizarse por el procedimiento que es común; primeramente hay que conectar algo; después las demás conexiones se van formando con el tiempo y con los acontecimientos.
Chile, aun a pesar de la lucha que debe sostener allí, ya está unido con la Argentina.
El Paraguay se halla en igual situación. Hay otros países que ya están inclinados a realizar lo mismo. Si nosotros conseguimos ir adhiriendo lentamente a otros países, no va a tardar mucho en que el Brasil haga también lo mismo, y ése será el principio del triunfo de nuestra política.
La unión continental sobre la base de la Argentina, Brasil y Chile está mucho más próxima de lo que creen muchos argentinos, muchos chilenos y muchos brasileños; en el Brasil hay un sector enorme que trabajó por esto.
Lo único que hay que vencer son intereses; pero cuando los intereses de los países entran a actuar, los de los hombres deben ser vencidos por aquellos; ésa es nuestra mayor esperanza.
Hasta que esto se produzca, señores, no tenemos otro remedio que esperar y trabajar para que se realice: y esa es nuestra acción y esa es nuestra orientación.
Muchas gracias.
Juan Domingo Perón
(11 de noviembre de 1953)
10 N, DIA DE LA TRADICION
José Hernándes nació el 10 de noviembre de 1834. Su padre se llamaba Rafael y pertenecía a una familia federal; su madre era Isabel Pueyrredón y pertenecía a una familia unitaria; el niño nació en el caserío de Perdriel, hoy partido de San Martín, y quedó al cuidado de sus tíos Victoria y Mariano Pueyrredón, cuando sus padres se fueron al campo para trabajar en una estancia de propiedad de Rosas. Hacia 1840 al arreciar la represión rosista contra los unitarios, los tíos de José deben emigrar, razón por la cual el niño queda a cargo de su abuelo paterno, José Hernández Plata, federal convencido. Según consta en archivos y diarios, estudió en el Liceo Argentino de San Telmo, dirigido por Pedro Sánchez hasta que abandona Buenos Aires aquejado por un mal al pecho, para reunirse con su padre en una estancia de Camarones. Previamente, en 1843, había muerto su madre, a la que no veía desde muy pequeño, y a la que probablemente no recordaba.
No es preciso destacar el clima de violencia política en que transcurrieron esos primeros años de la vida del poeta, así como los desgarramientos afectivos provocados también por razones políticas. Sea como fuere, junto a su padre logra cierta estabilidad y se despierta en él el amor al campo y el conocimiento del mundo campero. Entre tanto, había nacido su hermano Rafael, el que sería su primer biógrafo.
A la caída de Rosas, José se separa de su padre, que continúa en las faenas rurales hasta su muerte acaecida en 1857. José se interna en Buenos Aires, sacudida por todos los vientos después de Caseros. Su primera acción digna de ser recordada, y que al mismo tiempo implica una ruptura con sus padres, consiste en ponerse a las órdenes del coronel Pedro Rosas y Belgrano (hijo adoptivo de Juan Manuel), que enfrenta a las fuerzas de Hilario Lagos, militar rosista alzado contra el gobierno unitario de Valentín Alsina. Para algunos, el haber adoptado este partido guarda cierto paralelismo con la actuación de Pedro Rosas: en ambos sería algo así como un parricidio. De todos modos, la experiencia le abre el camino a la política y la batalla de San Gregorio en la que Lagos deshizo a sus represores, parece haber dejado en él ciertos recuerdos que, muy posiblemente, reaparecen en algunos versos de la primera parte del poema. O Para otros, esta forma de ingresar en la política se explica por su juventud y no tiene valor de definición; en todo caso, habla de la complejidad de los planteos después de Caseros, entre Buenos Aires, regida por unitarios (Mitre detrás de todos ellos), y la Confederación acaudillada por Urquiza.
Justamente, este conflicto separa hombres que en la oposición habían estado unidos, como Sarmiento yAlberdi; este último se convierte en el ideólogo de la Confederación e, indirectamente, serán sus ideas las que manejará en el futuro Hernández. Los rosistas no cejan en su intento de recuperar el poder hasta 1856 en que las tentativas de Flores y Costa terminan en la matanza de Villamayor por orden del gobernador Pastor Obligado. Pero antes, en 1854, el oficialismo vence a Lagos en El Tala, y Hernández, a raíz de un duelo, abandona las filas. En ese mismo año de 1856, según informa Beatriz Bosch (La Prensa, 1964), se lo encuentra en Paraná trabajando como empleado de comercio.
Otros biógrafos (Chávez) lo sitúan en Buenos Aires hasta 1858, y a partir de entonces en Paraná; Chávez, incluso, lo hace colaborar en La Reforma Pacífica, diario creado en 1856 y dirigido por Nicolás Calvo, jefe del Partido Reformista (confederacionista y federal, llamado "chupandino"), hecho que Beatriz Bosch pone en duda. Es lógico suponer, no obstante, que ya sea desde Paraná, ya desde Buenos Aires, simpatizaba con ese partido y que aún pudo colaborar desde lejos si en realidad no lo hizo desde cerca. El reformismo combatía contra el mitrismo, a cuyos partidarios se designaba con el mote de "pandilleros".
Los conflictos entre la confederación y Buenos Aires llegan a un grado extremo y se produce la Batalla de Cepeda, en la cual Hernández pelea como capitán. Triunfo de Urquiza, quien llega hasta San José de Flores. A continuación Hernández se retira del ejército y obtiene el cargo de oficial de contaduría, pasando poco después a ser taquígrafo del senado.
En Paraná lo bautizan "Matraca" que le dura hasta 1873 que empiezan a llamarlo "Martín Fierro".
Asiste a la convención reformadora de 1860, donde conoce a Sarmiento. Pero en la próxima vuelta el triunfo es de Bs. As; es en Pavón y la derrota de Urquiza es inexplicable; en sus filas revistan José y Rafael Hernández.
Disueltos los poderes de Paraná, Hernández se dedica al periodismo, en el Argentino, como tantos otros célebres argentinos. El 8 de junio de 1863 se casa con Carolina del Solar. En el mismo año es asesinado Angel Vicente Peñaloza, mítico montonero riojano, lo cual motiva una serie de artículos de Hernández recopilados con el título de Vida del "CHACHO" violento ataque a Sarmiento.
Posteriormente (febrero de 1867) se lo ve en Corrientes como ministro del gobernador López, federal y urquicista. Permanece allí, ocupando diversos cargos, hasta que López es derrocado en 1868 por fuerzas mitristas, ante la pasividad de Urquiza. Redacta el Eco de Corrientes y es decidido partidario de López Jordán, que asiste al gobernador López en la defensa de su gobierno. Desde ese diario combate la candidatura presidencial de Sarmiento pero ello no le impide trasladarse a Bs. As donde fundará el diario El Río de La Plata, decidido a oponerse a ese gobernante y cuyo programa parece un anticipo del Martín Fierro.
El diario sale durante ocho meses. Presumiblemente en octubre de 1870 regresa a Paraná para unirse a López Jordán. En 1872 regresa a Bs. As. vía Montevideo, luego de estar prófugo junto a López Jordán de una guerra declarada por Entre Ríos, preocupado por la peste del 71 ya que su familia residía en ese lugar. Allí recibe la visita de Antonio Lussich, que le muestra versos en "estilo campero".
El 28 de noviembre sale el poema que luego aparece en forma de folleto editado por la imprenta "La Pampa". A pesar de esto sigue su pelea con Sarmiento, huye a Montevideo donde se reencuentra con López Jordán; y Sarmiento pone precio a sus cabezas: $100.000 la de López Jordán y $1.000 la de Hernández.
En 1879 es elegido diputado provincial y edita La Vuelta Del Martín Fierro.
En 1881 publica su Instrucción del Estanciero, y en 1885 es elegido senador.
El 21 de octubre de 1886 murió en Belgrano. Sus últimas palabras dirigidas a su hermano Rafael fueron: Buenos Aires. Buenos Aires...
OBRAS: Martín Fierro.
Una nueva conciencia. - Un folleto humilde en cuya portada puede leerse" El gaucho Martín Fierro, por José Hernández", fue impreso en la Imprenta de La Pampa en 1872. Siete años después la librería del Plata presenta la primera edición, adornada con diez minas, de la vuelta de Martín Fierro, del mismo autor. Entre ambas un‚ éxito de público, que no había tenido antecedentes en él Río de la Plata, ni por su extensión, ni por su composición social. En "Cuatro palabras de conversación con los lectores", que encabeza la Vuelta, Hernández informa que de la primera parte de su poema se han sucedido once ediciones, con un total de 48000 ejemplares. Anuncia, al mismo tiempo, que del presente folleto se tiraron 20.000 ejemplares. El hecho, que no dejó de despertar la perplejidad de sus contemporáneos, altera con un solo impulso la relación entre las obras que hasta ese momento habían sido escritas en la Argentina (o por argentinos) y para las que los románticos Echeverría y Gutiérrez habían propagandizado el nombre de literatura nacional. Ida y Vuelta de Martín Fierro confirmaban a la vez la popularidad de una forma (que luego se denominará gauchesca), la oportunidad de una denuncia sobre la condición social del gaucho, y la transformación literaria del saber y la experiencia rurales.
Cada una de estas tres líneas existían antes de Martín Fierro por separado y, en ocasiones, precariamente entrecruzadas. Pero su confluencia en el poema de Hernández produce un efecto nuevo, a la vez literario e ideológico. Podría agregarse: de ideología literaria, porque Martín Fierro -propone, en una estructura formal que no es la del realismo del siglo XIX, una representación realista. Cómo se produce esta alquimia en la escritura de un periodista y político de segunda fila, militante casi siempre en el bando de la derrota?
Hay que presuponer en Martín Fierro un nuevo tipo de conciencia. La mera yuxtaposición de las tres líneas enumeradas no podría haber producido ni la perdurabilidad estética ni la fuerza de su denuncia. O para decirlo más precisamente: que la fuerza de sus contenidos sociales provenga especialmente de su sorprendente ajuste verbal y narrativo, induce a pensar que José Hernández modifica, a veces de modo radical, tanto la tradición en la cual proyecta inscribirse, inaugurada por Hidalgo, como la denuncia que compartía con Diego Gregorio de la Fuente, con Nicasio Oroño, con Vicente Quesada, con Emilio Castro. Las flexiones particulares del programa social -las veremos enseguida- parecen anunciar la peculiar inscripción de su poema en la gauchesca, están destinadas a confirmar, al mismo tiempo, una comunidad cultural con el conjunto de saberes, decires y creencias rurales: la "sabiduría del pueblo", reivindicada en el Martín Fierro en oposición a la "ciencia" urbana: Porque esto tiene otra llave Y el gaucho tiene su ciencia.
Como palanca central de esta conciencia más intensa de lo rural literario y sociológico, en el Martín Fierro se elige un lenguaje. No se mimetiza ingenuamente por el acopio de interjecciones y modismos, ni por la prolijidad lexicográfica de acciones, costumbres, comidas y diversiones, con una jerga rústica que hablada por los gauchos significaría el alma de "lo gauchesco". La lengua del Martín Fierro está constituida por un conjunto no demasiado abigarrado de peculiaridades fonéticas, un puñado de arcaísmos y Americanismos y una sintaxis que elude la subordinación. Se define esencialmente por el sistema de metáforas (Hernández fue consciente de ello, como lo demuestra en sus prólogos), por el sistema de connotación, por los desplazamientos de la ironía.
El Martín Fierro, construyéndose a partir de las convenciones de la poesía gauchesca, las modifica por la recolocación de esas formas en una nueva ideología literaria y por la explicación de un programa social. Se ven enseguida los cambios operados en la convención y los desplazamientos de sentimientos, ideas, actitudes y enunciados. De este modo el material del poema, al organizar un sistema de ideas, una retórica, un saber rural y una lengua, se inscribe en la tradición gauchesca de Hidalgo a Ascasubi, pero diferenciándose de ella. Al mismo tiempo retoma los temas que Hernández haba expuesto en sus artículos en El Río de la Plata, proporcionándoles una fuerza demostrativa que se genera en las peripecias de la narración y en la perfecta representación literaria. Un nuevo tipo de conciencia sobre el gaucho (y no sólo sobre sus desdichas, sino más globalmente sobre lo rural) se impone al público culto después de la publicación del Martín Fierro, Y es, precisamente, este nuevo tipo de conciencia la que gana a sus oyentes rurales, los destinatarios de aquellos ejemplares del folleto que, según la versión ya clásica, lo compraban en las pulperías, entremezclado con cajas de velas y latas de sardinas.
Una nueva conciencia. - Un folleto humilde en cuya portada puede leerse" El gaucho Martín Fierro, por José Hernández", fue impreso en la Imprenta de La Pampa en 1872. Siete años después la librería del Plata presenta la primera edición, adornada con diez minas, de la vuelta de Martín Fierro, del mismo autor. Entre ambas un‚ éxito de público, que no había tenido antecedentes en él Río de la Plata, ni por su extensión, ni por su composición social. En "Cuatro palabras de conversación con los lectores", que encabeza la Vuelta, Hernández informa que de la primera parte de su poema se han sucedido once ediciones, con un total de 48000 ejemplares. Anuncia, al mismo tiempo, que del presente folleto se tiraron 20.000 ejemplares. El hecho, que no dejó de despertar la perplejidad de sus contemporáneos, altera con un solo impulso la relación entre las obras que hasta ese momento habían sido escritas en la Argentina (o por argentinos) y para las que los románticos Echeverría y Gutiérrez habían propagandizado el nombre de literatura nacional. Ida y Vuelta de Martín Fierro confirmaban a la vez la popularidad de una forma (que luego se denominará gauchesca), la oportunidad de una denuncia sobre la condición social del gaucho, y la transformación literaria del saber y la experiencia rurales.
Cada una de estas tres líneas existían antes de Martín Fierro por separado y, en ocasiones, precariamente entrecruzadas. Pero su confluencia en el poema de Hernández produce un efecto nuevo, a la vez literario e ideológico. Podría agregarse: de ideología literaria, porque Martín Fierro -propone, en una estructura formal que no es la del realismo del siglo XIX, una representación realista. Cómo se produce esta alquimia en la escritura de un periodista y político de segunda fila, militante casi siempre en el bando de la derrota?
Hay que presuponer en Martín Fierro un nuevo tipo de conciencia. La mera yuxtaposición de las tres líneas enumeradas no podría haber producido ni la perdurabilidad estética ni la fuerza de su denuncia. O para decirlo más precisamente: que la fuerza de sus contenidos sociales provenga especialmente de su sorprendente ajuste verbal y narrativo, induce a pensar que José Hernández modifica, a veces de modo radical, tanto la tradición en la cual proyecta inscribirse, inaugurada por Hidalgo, como la denuncia que compartía con Diego Gregorio de la Fuente, con Nicasio Oroño, con Vicente Quesada, con Emilio Castro. Las flexiones particulares del programa social -las veremos enseguida- parecen anunciar la peculiar inscripción de su poema en la gauchesca, están destinadas a confirmar, al mismo tiempo, una comunidad cultural con el conjunto de saberes, decires y creencias rurales: la "sabiduría del pueblo", reivindicada en el Martín Fierro en oposición a la "ciencia" urbana: Porque esto tiene otra llave Y el gaucho tiene su ciencia.
Como palanca central de esta conciencia más intensa de lo rural literario y sociológico, en el Martín Fierro se elige un lenguaje. No se mimetiza ingenuamente por el acopio de interjecciones y modismos, ni por la prolijidad lexicográfica de acciones, costumbres, comidas y diversiones, con una jerga rústica que hablada por los gauchos significaría el alma de "lo gauchesco". La lengua del Martín Fierro está constituida por un conjunto no demasiado abigarrado de peculiaridades fonéticas, un puñado de arcaísmos y Americanismos y una sintaxis que elude la subordinación. Se define esencialmente por el sistema de metáforas (Hernández fue consciente de ello, como lo demuestra en sus prólogos), por el sistema de connotación, por los desplazamientos de la ironía.
El Martín Fierro, construyéndose a partir de las convenciones de la poesía gauchesca, las modifica por la recolocación de esas formas en una nueva ideología literaria y por la explicación de un programa social. Se ven enseguida los cambios operados en la convención y los desplazamientos de sentimientos, ideas, actitudes y enunciados. De este modo el material del poema, al organizar un sistema de ideas, una retórica, un saber rural y una lengua, se inscribe en la tradición gauchesca de Hidalgo a Ascasubi, pero diferenciándose de ella. Al mismo tiempo retoma los temas que Hernández haba expuesto en sus artículos en El Río de la Plata, proporcionándoles una fuerza demostrativa que se genera en las peripecias de la narración y en la perfecta representación literaria. Un nuevo tipo de conciencia sobre el gaucho (y no sólo sobre sus desdichas, sino más globalmente sobre lo rural) se impone al público culto después de la publicación del Martín Fierro, Y es, precisamente, este nuevo tipo de conciencia la que gana a sus oyentes rurales, los destinatarios de aquellos ejemplares del folleto que, según la versión ya clásica, lo compraban en las pulperías, entremezclado con cajas de velas y latas de sardinas.
Fuente, La Gazeta Federal
Prof GB
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