Sin cambios de modelo
Aunque estuvieron atentos, en la Rosada relativizaron las consecuencias políticas de la marcha. Insistieron en que “el modelo no se va a correr ni un centímetro”.
Por Nicolás Lantos
El oficialismo siguió con atención las protestas convocadas para ayer a la noche, y aunque fuentes del Gobierno reconocen que la asistencia fue importante, relativizan el peso político de los manifestantes y advierten que “el modelo no va a correrse ni un centímetro”. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner permaneció durante la manifestación en la residencia oficial de Olivos, donde tuvo reuniones con su gabinete por la tarde. “La pregunta que surge después de hoy es si esto puede canalizarse en una propuesta política opositora que sea capaz de conseguir el apoyo de la sociedad y articular poder”, analizan en la Casa Rosada. La respuesta a ese interrogante, completan, sería negativa.
“Si están esperando que pase algo mañana, no, mañana no va a pasar nada. El Gobierno no va a contestar puntualmente el reclamo de la marcha porque no hay tal reclamo, no hay una coincidencia entre los manifestantes al respecto”, le explicó a Página/12 un funcionario con oficina en Balcarce 50. Según analizan en el oficialismo, quienes asistieron al cacerolazo “son sectores que hace años han dejado de acompañar al Gobierno”, más precisamente desde 2008, por lo que la manifestación no constituye una novedad en el panorama político.
También sostienen que estas protestas “son una consecuencia si se quiere ‘no deseada’ de algo que se promovió desde el Gobierno y que es la revitalización de la política en la sociedad argentina”, aunque advierten que “el carácter de espontaneidad que se le quiere atribuir a esta movilización no responde a la realidad y tiene que ver con la necesidad de disimular la falta de un partido opositor que pueda articular las demandas heterogéneas” de los manifestantes. “La pregunta que surge después de hoy es si esto puede canalizarse en una propuesta política opositora que sea capaz de conseguir el apoyo de la sociedad y articular poder –sostienen–, y la respuesta, por ahora, parece ser ‘No’.”
La ministra de Industria, Débora Giorgi, también hizo su lectura del 8N: “Estamos plantados frente a las apetencias de los grupos concentrados que ven que esta vez se viene en serio”, dijo, en referencia a la entrada en vigencia de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. El vicegobernador bonaerense, Gabriel Mariotto, sostuvo en tanto que “podrán salir con las cacerolas que quieran, pero no van a poder” detener el rumbo político del gobierno encabezado por CFK.
09/11/12 Página|12
GB
viernes, 9 de noviembre de 2012
MARTA DILLON, AYER, OPINION
UN PANEO POR LAS CONSIGNAS QUE MARCHARON DESDE SANTA FE Y CALLAO
“Cristina, renunciá ya”
Por Marta Dillon
La mirada al frente, el mentón erguido y una botella de agua mineral que se agita con la convicción marcial de la bastonera que marcha al frente de la banda musical. Hay que adivinar su edad –¿unos 35?– porque no la dice. Tampoco su nombre, ni su ocupación, ni el barrio donde habita. Ella va a cumplir con la consigna del silencio de la palabra y va a aturdir todo lo posible con su instrumento; tanto que la amiga que la sigue pregunta con qué lo hace. “Son monedas, nunca las uso para que no me pese la billetera”, dirá con una risita que le desarma el gesto recuperado de inmediato. Está en Callao y Santa Fe, ahí donde el perfume le gana la pulseada a la transpiración y las campanitas de bronce robadas a la vitrina de los adornos encuentran por fin una utilidad concreta. “Hoy no es el día para hablar”, dirá una señora de bronceado parejo que parece haber cruzado la frontera de los 70. ¿No es un día para manifestarse? “Sí, pero no para hablar.” Sin embargo, el entusiasmo es mucho y el calor de la multitud afloja algunas lenguas rebeldes a lo que se propusieron. A la pregunta por el nombre, el arquitecto dirá: “No te voy a dar mi identidad”, a la pregunta sobre el significado del cartel que lleva en la mano devolverá otro interrogante: “¿Sos argentina? Bueno, lee. Acá no dice ‘sale’ (pronuncia en inglés), dice ‘sale’ ¿entendés?” y exhibe una foto de la Casa Rosada con carteles de liquidación escritos en inglés iguales a los que se pueden ver en cualquier comercio de esta avenida. Orgulloso de su fotomontaje, el hombre pone frente a la cronista otra de sus creaciones: una imagen que mezcla el rodete típico de Eva Duarte con la cara de Cristina Fernández y la leyenda “ReEvitaLa” que acompaña con una explicación que mezcla un desprecio ancestral contra el peronismo y la necesidad de evitar otra elección de la Presidenta.
Son las 8 de la noche, la hora de la cita para la expresión del rechazo y ese sentimiento campea en los carteles: “En el cielo las estrellas, en el campo las espinas y en la televisión argentina, la conchuda de Cristina”, dice uno, impreso y pegado sobre cartón, un estandarte que se aplaude y se fotografía con las sonrisas que genera la complicidad. “Me voy a Narnia, prefiero que me gobierne un león y no una yegua”, dice otro que lleva un grupo de adolescentes, el pelo atado en cola de caballo donde anudaron las banderas argentinas, chicas felices de haber encontrado un lenguaje propio para decir lo que sienten. Otro grupo, esta vez de varones y ya pasados los veintipico, hicieron el intento con menos éxito: “No a la 24!!” dice su cartel y no atinan a dar una explicación que funcione: “Es por un capítulo de los Simpson” ¿Cuál? “Uno en que querían echar a los inmigrantes y había que votar entre la proposición 23 y la 24”, pero la verdad es que no se acuerdan si la 24 era para que se queden o se vayan los migrantes. “Bueno, es un chiste, pero lo que dice de este lado es serio”, se desembaraza el muchacho de las explicaciones baldías. El no quiere ser Venezuela y antes de llamarse a silencio siente en la espalda esa palmada fuerte, aprobación de macho que le regala uno que se desprendió de un grupo de cinco, amigos desde la escuela secundaria ahora convertidos en ingenieros y empresarios, fumando habanos gruesos como pulgares. El aliento a alcohol del que se ha desprendido de la manada puede ser el motor de sus ganas de hablar, de decir que “todas las decisiones que tomó este gobierno son inconstitucionales, no se puede aguantar a que esta mina termine su mandato”. Es inmediatamente reprendido por el grupo. No debería haber dicho lo que dijo, no sabe con quién está hablando. Pero el díscolo sigue y da ejemplos: “Lo de YPF es completamente inconstitucional. ¿Y las mentiras del Indec? Ni en el gobierno militar se intervino el Indec y esta yegua lo tiene intervenido. Nos hicimos los cancheros no pagando la deuda externa y ahora nos sacaron la fragata. Vas a ver, nos van a secuestrar todos los aviones de Aerolíneas Argentinas que aterricen en un país extranjero”. Su locuacidad se interrumpe, desde un balcón de Santa Fe al 1600 un hombre habla a través de un equipo de sonido, transmite lo que sucede en otras ciudades del país, arenga con frases apenas inteligibles. “¿Qué dijo?”, pregunta una mujer a otra que confiesa no saber mientras aplaude enfervorizada. Junto a ella, Marina, de 45, avanza con sus tres hijos, todos de escuela primaria y con las remeras de la escuela Argentina Modelo. La rubia contadora también hizo su cartel: “Néstor volvé, te olvidaste de Cristina”. Ella dirá que es una manera ingeniosa de decir que “desaparezca de la faz de la tierra”, se ilusiona con la candidatura de Macri y tiene que preguntar a su hijo por quién votó la última vez. “Binner”, dice el niño de diez y ella se alegra de haber llevado con ella a sus “apuntadores políticos”. La última vez que estuvieron todos juntos en la calle fue “cuando vinimos con las velitas, por lo de Blumberg”.
La consigna en contra de la inseguridad es la más políticamente correcta y la más repetida. Y los niños –que hay muchos de verdad, las familias numerosas se cuentan por centenas– son su cara más sensible y más aprovechada. La vedette es uno de ojos claros como el agua y un cartel que porta con gesto compungido: “Quiero volver solo de la escuela y no tener miedo”. Los teléfonos celulares que lo apuntan para fotografiarlo sellan su estrellato en la calle. “Es que estamos cansadas del odio, no entiendo por qué tienen que odiarte porque pertenecés a un sector social. Porque una familia tiene un beneficio no quiere decir que los pobres te tengan que odiar; al contrario, porque nosotras hacemos muchas obras de caridad. Pero los discursos de la Presidenta alientan el odio”, dice una joven en un grupo de tres –dos estudiantes de la UCA y una de la Universidad Austral– y enseguida Miguel Romano, un comerciante de 60, la corrige de pasada. “No es la Presidenta, es el presidente, porque es un ente, no tiene género. Ella lo debería entender.” Ella, la arrogante. Así la calificará Francisca, una profesora de historia de 56 que vino de Pilar y montó su pancarta sobre una raqueta de tenis en la que enhebró una larga lista de “No” –al odio, la re-re-elección, la Corte Suprema–. Con cualquiera de esos noes que se cumpla al día siguiente de la protesta ella estaría contenta, dice y junto a ella pasa una familia con su reclamo escrito en marcador: “Cristina, renunciá ya, ya, ya”. ¿Y quién podría venir si ella renunciara? “No sé, no me importa”, dice el padre de familia.
GB
“Cristina, renunciá ya”
Por Marta Dillon
La mirada al frente, el mentón erguido y una botella de agua mineral que se agita con la convicción marcial de la bastonera que marcha al frente de la banda musical. Hay que adivinar su edad –¿unos 35?– porque no la dice. Tampoco su nombre, ni su ocupación, ni el barrio donde habita. Ella va a cumplir con la consigna del silencio de la palabra y va a aturdir todo lo posible con su instrumento; tanto que la amiga que la sigue pregunta con qué lo hace. “Son monedas, nunca las uso para que no me pese la billetera”, dirá con una risita que le desarma el gesto recuperado de inmediato. Está en Callao y Santa Fe, ahí donde el perfume le gana la pulseada a la transpiración y las campanitas de bronce robadas a la vitrina de los adornos encuentran por fin una utilidad concreta. “Hoy no es el día para hablar”, dirá una señora de bronceado parejo que parece haber cruzado la frontera de los 70. ¿No es un día para manifestarse? “Sí, pero no para hablar.” Sin embargo, el entusiasmo es mucho y el calor de la multitud afloja algunas lenguas rebeldes a lo que se propusieron. A la pregunta por el nombre, el arquitecto dirá: “No te voy a dar mi identidad”, a la pregunta sobre el significado del cartel que lleva en la mano devolverá otro interrogante: “¿Sos argentina? Bueno, lee. Acá no dice ‘sale’ (pronuncia en inglés), dice ‘sale’ ¿entendés?” y exhibe una foto de la Casa Rosada con carteles de liquidación escritos en inglés iguales a los que se pueden ver en cualquier comercio de esta avenida. Orgulloso de su fotomontaje, el hombre pone frente a la cronista otra de sus creaciones: una imagen que mezcla el rodete típico de Eva Duarte con la cara de Cristina Fernández y la leyenda “ReEvitaLa” que acompaña con una explicación que mezcla un desprecio ancestral contra el peronismo y la necesidad de evitar otra elección de la Presidenta.
Son las 8 de la noche, la hora de la cita para la expresión del rechazo y ese sentimiento campea en los carteles: “En el cielo las estrellas, en el campo las espinas y en la televisión argentina, la conchuda de Cristina”, dice uno, impreso y pegado sobre cartón, un estandarte que se aplaude y se fotografía con las sonrisas que genera la complicidad. “Me voy a Narnia, prefiero que me gobierne un león y no una yegua”, dice otro que lleva un grupo de adolescentes, el pelo atado en cola de caballo donde anudaron las banderas argentinas, chicas felices de haber encontrado un lenguaje propio para decir lo que sienten. Otro grupo, esta vez de varones y ya pasados los veintipico, hicieron el intento con menos éxito: “No a la 24!!” dice su cartel y no atinan a dar una explicación que funcione: “Es por un capítulo de los Simpson” ¿Cuál? “Uno en que querían echar a los inmigrantes y había que votar entre la proposición 23 y la 24”, pero la verdad es que no se acuerdan si la 24 era para que se queden o se vayan los migrantes. “Bueno, es un chiste, pero lo que dice de este lado es serio”, se desembaraza el muchacho de las explicaciones baldías. El no quiere ser Venezuela y antes de llamarse a silencio siente en la espalda esa palmada fuerte, aprobación de macho que le regala uno que se desprendió de un grupo de cinco, amigos desde la escuela secundaria ahora convertidos en ingenieros y empresarios, fumando habanos gruesos como pulgares. El aliento a alcohol del que se ha desprendido de la manada puede ser el motor de sus ganas de hablar, de decir que “todas las decisiones que tomó este gobierno son inconstitucionales, no se puede aguantar a que esta mina termine su mandato”. Es inmediatamente reprendido por el grupo. No debería haber dicho lo que dijo, no sabe con quién está hablando. Pero el díscolo sigue y da ejemplos: “Lo de YPF es completamente inconstitucional. ¿Y las mentiras del Indec? Ni en el gobierno militar se intervino el Indec y esta yegua lo tiene intervenido. Nos hicimos los cancheros no pagando la deuda externa y ahora nos sacaron la fragata. Vas a ver, nos van a secuestrar todos los aviones de Aerolíneas Argentinas que aterricen en un país extranjero”. Su locuacidad se interrumpe, desde un balcón de Santa Fe al 1600 un hombre habla a través de un equipo de sonido, transmite lo que sucede en otras ciudades del país, arenga con frases apenas inteligibles. “¿Qué dijo?”, pregunta una mujer a otra que confiesa no saber mientras aplaude enfervorizada. Junto a ella, Marina, de 45, avanza con sus tres hijos, todos de escuela primaria y con las remeras de la escuela Argentina Modelo. La rubia contadora también hizo su cartel: “Néstor volvé, te olvidaste de Cristina”. Ella dirá que es una manera ingeniosa de decir que “desaparezca de la faz de la tierra”, se ilusiona con la candidatura de Macri y tiene que preguntar a su hijo por quién votó la última vez. “Binner”, dice el niño de diez y ella se alegra de haber llevado con ella a sus “apuntadores políticos”. La última vez que estuvieron todos juntos en la calle fue “cuando vinimos con las velitas, por lo de Blumberg”.
La consigna en contra de la inseguridad es la más políticamente correcta y la más repetida. Y los niños –que hay muchos de verdad, las familias numerosas se cuentan por centenas– son su cara más sensible y más aprovechada. La vedette es uno de ojos claros como el agua y un cartel que porta con gesto compungido: “Quiero volver solo de la escuela y no tener miedo”. Los teléfonos celulares que lo apuntan para fotografiarlo sellan su estrellato en la calle. “Es que estamos cansadas del odio, no entiendo por qué tienen que odiarte porque pertenecés a un sector social. Porque una familia tiene un beneficio no quiere decir que los pobres te tengan que odiar; al contrario, porque nosotras hacemos muchas obras de caridad. Pero los discursos de la Presidenta alientan el odio”, dice una joven en un grupo de tres –dos estudiantes de la UCA y una de la Universidad Austral– y enseguida Miguel Romano, un comerciante de 60, la corrige de pasada. “No es la Presidenta, es el presidente, porque es un ente, no tiene género. Ella lo debería entender.” Ella, la arrogante. Así la calificará Francisca, una profesora de historia de 56 que vino de Pilar y montó su pancarta sobre una raqueta de tenis en la que enhebró una larga lista de “No” –al odio, la re-re-elección, la Corte Suprema–. Con cualquiera de esos noes que se cumpla al día siguiente de la protesta ella estaría contenta, dice y junto a ella pasa una familia con su reclamo escrito en marcador: “Cristina, renunciá ya, ya, ya”. ¿Y quién podría venir si ella renunciara? “No sé, no me importa”, dice el padre de familia.
GB
VERBITSKY, AYER, OPINION
Voces de la calle
Por Horacio Verbitsky
La abundante manifestación de anoche evidencia la solidez de la democracia, derretida por la crisis de 2001/2002. Esto es así con independencia de los efectos buscados por sus más activos promotores. Es inimaginable que un gobierno que a la salida de aquella enorme conmoción social resistió la presión de los acreedores externos y los organismos financieros internacionales, de las empresas privatizadas de servicios públicos, de las cámaras patronales agropecuarias e industriales, se apoque por las voces de cualquier número de personas que quiera atribuirse a los actos de ayer. Esos son sueños de una noche de verano. Hoy continuarán los juicios por crímenes de lesa humanidad y las medidas de protección del empleo en medio de la crisis global, el mes próximo entrará en vigencia la ley sancionada para democratizar la comunicación audiovisual, no habrá devaluación, nuevo endeudamiento ni venta de dólares para atesorar. La detestada presidente no modificará las políticas con las que hace un año pidió y obtuvo su mandato ni aquellas que adoptó después en respuesta a las corridas cambiarias iniciadas aún antes de que asumiera.
Hace un cuarto de siglo el diario francés Libération publicó una gran foto de Luciano Menéndez amenazando con su cuchillo de paracaidista a quienes lo abucheaban al salir de un canal de televisión. El título decía: “Al que me llame asesino, lo mato”. Nada asocia a los manifestantes con Menéndez. Pero aquella tapa evoca el contrasentido de gritar contra la presunta dictadora sin ningún temor por las consecuencias. Nadie protestaba en las calles contra Videla.
Esa es la gran diferencia entre las protestas argentinas y la primavera árabe, aunque ambas se convocaran con tweets de 140 caracteres. Desde octubre de 2010 fueron asesinadas miles de personas en diecinueve países árabes (sobre todo en Siria y Libia donde el conflicto derivó en guerra civil). Aquí no hubo ni un contuso ni un detenido y lo único que debieron padecer los organizadores fue la exposición pública de sus nombres, que algunos querían preservar en el anonimato, para simular una espontaneidad y un apoliticismo que, por fortuna, no son reales.
Otra comparación pertinente. El politólogo estadounidense Abraham F. Lowenthal escribió que su país estaba polarizado entre las dos costas (donde ganan los demócratas) y el interior (que vota republicano), entre lo rural y lo urbano, entre lo religioso y lo secular, entre los inmigrantes y quienes se les oponen y entre ciudadanos de diferentes niveles de ingresos, género y edad. “Con la consolidación de las empresas de medios y la fragmentación de los mercados de medios muchos ciudadanos sólo están en contacto con los argumentos que aprueban. El discurso cívico ha sido desplazado por la retórica de la confrontación”, agregó Lowenthal. Es irrelevante si esa confrontación se encubre con ondas de paz y amor, puede agregarse desde la Argentina. Sin la misma sutileza de Lowenthal, el empresario Donald Trump instó a hacer una revolución en las calles contra Obama. Escribió entre signos de indignación que “¡No somos una democracia!”. En 2011 Trump lanzó su candidatura presidencial con una denuncia abominable: dijo que Obama no había nacido en Estados Unidos. Debió retirarse desairado cuando el presidente presentó su partida de nacimiento, como le exigía el extremista Tea Party. Si Lowenthal hace pensar en Guillermo O’Donnell, Trump es como Maurizio Macrì (de quien fue socio de negocios y amigo de farras, aunque terminaron mal porque el pez grande se comió al chico). Este cultor del diálogo y el consenso propuso tirar a Kirchner por la ventana.
Como la marcha de la Constitución y la Libertad de 1945 o la recepción a Eduardo Lonardi en 1955, la concentración de ayer expresa a un sector minoritario pero significativo de la sociedad argentina. La saludable novedad es que ha aprendido a manifestarse en forma pacífica y que el Gobierno no ha hecho nada por imposibilitarlo o reprimirlo. El nuevo abanderado de la derecha argentina tuvo el mérito de organizar una fuerza política con capacidad electoral, al menos en algunos distritos. Esto es algo que las clases dominantes no supieron hacer en todo el siglo pasado, por lo que debieron recurrir a la conversión de las Fuerzas Armadas en Partido Militar (con la colaboración imprescindible de la Iglesia Católica) o a la cooptación de los partidos de origen popular, como el radicalismo y el justicialismo, una vez que ganaban las elecciones con propuestas populistas que pronto traicionaban. La colonización de estas estructuras por los grandes intereses económicos condujo al desconche de fin de siglo. El gobierno de Fernando de la Rúa que había comenzado con dos muertos en el puente de Corrientes, concluyó con otros 35 en todo el país. La administración interina que lo sucedió dejó dos víctimas más en la estación Avellaneda. Los nueve años siguientes dieron respuesta institucional al reclamo de los excluidos y concitaron la ira de quienes sólo conciben al sistema político como facilitador de sus intereses particulares. Las imágenes de ayer son elocuentes sobre la composición social de quienes ahora hacen sentir su descontento. Muchos y homogéneos.
Aquellos partidos históricos no se disipan en el aire. Así como el FpV tiene su ala de radicales K, el PRO mostró ayer a su peronismo cheto de los Amadeo y Bullrich, muy a gusto con Federico Pinedo. Surfeada la ola que no supieron cómo eludir, las Dondas, los Solanas, los Binner, las Stolbizer ahora deberán preguntarse “qué hace una persona como yo en un lugar como éste”, a la rastra de Macrì, la Sociedad Rural y el Grupo Clarín.
De todas las consignas que impulsaron los convocantes son aceptables las más genéricas y abstractas, esas que significan lo que cada uno quiere entender. Es difícil coincidir con otras e imposible comulgar con aquellas no explicitadas pero troncales, como las que justificaron la adhesión de la esposa del mayor Pedro Mercado y la hermana de Alfredo Ignacio Astiz.
Pese a ello, es satisfactorio constatar que el sistema imaginado por Kirchner, con una fuerza de centroizquierda opuesta a otra de centroderecha, parezca desde ayer más cerca de la existencia. El desafío para el alcalde porteño será capitalizar el malhumor evidente anoche dentro de un año, cuando vuelvan a abrirse las urnas.
09/11/12 Página|12
GB
Por Horacio Verbitsky
La abundante manifestación de anoche evidencia la solidez de la democracia, derretida por la crisis de 2001/2002. Esto es así con independencia de los efectos buscados por sus más activos promotores. Es inimaginable que un gobierno que a la salida de aquella enorme conmoción social resistió la presión de los acreedores externos y los organismos financieros internacionales, de las empresas privatizadas de servicios públicos, de las cámaras patronales agropecuarias e industriales, se apoque por las voces de cualquier número de personas que quiera atribuirse a los actos de ayer. Esos son sueños de una noche de verano. Hoy continuarán los juicios por crímenes de lesa humanidad y las medidas de protección del empleo en medio de la crisis global, el mes próximo entrará en vigencia la ley sancionada para democratizar la comunicación audiovisual, no habrá devaluación, nuevo endeudamiento ni venta de dólares para atesorar. La detestada presidente no modificará las políticas con las que hace un año pidió y obtuvo su mandato ni aquellas que adoptó después en respuesta a las corridas cambiarias iniciadas aún antes de que asumiera.
Hace un cuarto de siglo el diario francés Libération publicó una gran foto de Luciano Menéndez amenazando con su cuchillo de paracaidista a quienes lo abucheaban al salir de un canal de televisión. El título decía: “Al que me llame asesino, lo mato”. Nada asocia a los manifestantes con Menéndez. Pero aquella tapa evoca el contrasentido de gritar contra la presunta dictadora sin ningún temor por las consecuencias. Nadie protestaba en las calles contra Videla.
Esa es la gran diferencia entre las protestas argentinas y la primavera árabe, aunque ambas se convocaran con tweets de 140 caracteres. Desde octubre de 2010 fueron asesinadas miles de personas en diecinueve países árabes (sobre todo en Siria y Libia donde el conflicto derivó en guerra civil). Aquí no hubo ni un contuso ni un detenido y lo único que debieron padecer los organizadores fue la exposición pública de sus nombres, que algunos querían preservar en el anonimato, para simular una espontaneidad y un apoliticismo que, por fortuna, no son reales.
Otra comparación pertinente. El politólogo estadounidense Abraham F. Lowenthal escribió que su país estaba polarizado entre las dos costas (donde ganan los demócratas) y el interior (que vota republicano), entre lo rural y lo urbano, entre lo religioso y lo secular, entre los inmigrantes y quienes se les oponen y entre ciudadanos de diferentes niveles de ingresos, género y edad. “Con la consolidación de las empresas de medios y la fragmentación de los mercados de medios muchos ciudadanos sólo están en contacto con los argumentos que aprueban. El discurso cívico ha sido desplazado por la retórica de la confrontación”, agregó Lowenthal. Es irrelevante si esa confrontación se encubre con ondas de paz y amor, puede agregarse desde la Argentina. Sin la misma sutileza de Lowenthal, el empresario Donald Trump instó a hacer una revolución en las calles contra Obama. Escribió entre signos de indignación que “¡No somos una democracia!”. En 2011 Trump lanzó su candidatura presidencial con una denuncia abominable: dijo que Obama no había nacido en Estados Unidos. Debió retirarse desairado cuando el presidente presentó su partida de nacimiento, como le exigía el extremista Tea Party. Si Lowenthal hace pensar en Guillermo O’Donnell, Trump es como Maurizio Macrì (de quien fue socio de negocios y amigo de farras, aunque terminaron mal porque el pez grande se comió al chico). Este cultor del diálogo y el consenso propuso tirar a Kirchner por la ventana.
Como la marcha de la Constitución y la Libertad de 1945 o la recepción a Eduardo Lonardi en 1955, la concentración de ayer expresa a un sector minoritario pero significativo de la sociedad argentina. La saludable novedad es que ha aprendido a manifestarse en forma pacífica y que el Gobierno no ha hecho nada por imposibilitarlo o reprimirlo. El nuevo abanderado de la derecha argentina tuvo el mérito de organizar una fuerza política con capacidad electoral, al menos en algunos distritos. Esto es algo que las clases dominantes no supieron hacer en todo el siglo pasado, por lo que debieron recurrir a la conversión de las Fuerzas Armadas en Partido Militar (con la colaboración imprescindible de la Iglesia Católica) o a la cooptación de los partidos de origen popular, como el radicalismo y el justicialismo, una vez que ganaban las elecciones con propuestas populistas que pronto traicionaban. La colonización de estas estructuras por los grandes intereses económicos condujo al desconche de fin de siglo. El gobierno de Fernando de la Rúa que había comenzado con dos muertos en el puente de Corrientes, concluyó con otros 35 en todo el país. La administración interina que lo sucedió dejó dos víctimas más en la estación Avellaneda. Los nueve años siguientes dieron respuesta institucional al reclamo de los excluidos y concitaron la ira de quienes sólo conciben al sistema político como facilitador de sus intereses particulares. Las imágenes de ayer son elocuentes sobre la composición social de quienes ahora hacen sentir su descontento. Muchos y homogéneos.
Aquellos partidos históricos no se disipan en el aire. Así como el FpV tiene su ala de radicales K, el PRO mostró ayer a su peronismo cheto de los Amadeo y Bullrich, muy a gusto con Federico Pinedo. Surfeada la ola que no supieron cómo eludir, las Dondas, los Solanas, los Binner, las Stolbizer ahora deberán preguntarse “qué hace una persona como yo en un lugar como éste”, a la rastra de Macrì, la Sociedad Rural y el Grupo Clarín.
De todas las consignas que impulsaron los convocantes son aceptables las más genéricas y abstractas, esas que significan lo que cada uno quiere entender. Es difícil coincidir con otras e imposible comulgar con aquellas no explicitadas pero troncales, como las que justificaron la adhesión de la esposa del mayor Pedro Mercado y la hermana de Alfredo Ignacio Astiz.
Pese a ello, es satisfactorio constatar que el sistema imaginado por Kirchner, con una fuerza de centroizquierda opuesta a otra de centroderecha, parezca desde ayer más cerca de la existencia. El desafío para el alcalde porteño será capitalizar el malhumor evidente anoche dentro de un año, cuando vuelvan a abrirse las urnas.
09/11/12 Página|12
GB
LA CRONICA DE AYER, FERNANDO CIBEIRA, OPINION
En el Obelisco, a transpirar la cacerola
La marcha contra el Gobierno concentró la protesta entre el Obelisco y Plaza de Mayo y se sintió en los barrios y ciudades del interior. Fueron más que en el cacerolazo de septiembre y, en su inmensa mayoría, expresión de los mismos sectores medios y altos. Cada uno llevó su consigna y no hubo oradores que los unificaran.
A casi dos meses del anterior cacerolazo, ayer se repitió la protesta opositora. Preparada con más tiempo, la concurrencia fue mayor, aunque no pareció ampliarse su base social. Hubo réplicas en los barrios, en el interior y el exterior.
Por Fernando Cibeira
A casi dos meses del anterior cacerolazo, la protesta opositora de ayer ganó en masividad, aunque perdió algo de sorpresa. Las características se mantuvieron: la diversidad de consignas casi que se multiplicó por la cantidad de concurrentes. En un rápido recuento, al tope podría ubicarse el reclamo por la inseguridad y el rechazo a la re-reelección presidencial. El centro neurálgico del cacerolazo fue alrededor del Obelisco y luego en la Plaza de Mayo. La protesta se replicó en esquinas de algunos barrios porteños y en las capitales de varias provincias, así como a lo largo de la jornada hubo grupos de argentinos protestando en distintos puntos del exterior. El Gobierno no hizo anoche evaluaciones públicas de la protesta mientras que el ranking de los políticos opositores que marcharon fue encabezado ampliamente por los macristas.
Calcular la asistencia resultó una tarea complicada debido a que la gente circulaba hasta avenida Corrientes –allí se cantó varias veces el Himno–, la Plaza y se desconcentraba. Con todo, estuvo entre las protestas más grandes contra el gobierno de Cristina Kirchner. Además de quienes concurrieron al centro, hubo gente manifestando en lugares neurálgicos de la ciudad, como Cabildo y Juramento o Rivadavia y Acoyte. También, como ya es tradición, hubo un numeroso cacerolazo frente a la quinta de Olivos.
Según los cálculos del gobierno porteño hubo 700 mil asistentes, curiosamente la misma cifra que auguraban los dirigentes macristas en los días previos. De acuerdo con el gobierno nacional, la concurrencia rondó entre los 70 y los 100 mil manifestantes.
Santa Fe y Callao, virtual sede del antikircherismo capitalino, funcionó una vez más como punta de lanza. Ya antes de las 19, una hora antes de lo pautado, como si se salieran de la vaina, grupos de manifestantes comenzaron a caminar por Santa Fe hacia la 9 de Julio. “Boluda, el pibito que conocimos el otro día por Facebook me dijo que venía al 8N”, le avisaba una amiga a la otra, feliz por la perspectiva en el arranque. En la esquina vendían merchandising anti K. Calcomanías y remeras a 50 pesos: una K tachada o la leyenda “No somos militantes ni soldados de nadie”.
En Santa Fe al 1600, desde un balcón del segundo piso, un hombre arengaba por micrófono. “Estamos en contra de la corporación política, viva la participación directa”, decía. Por momentos, los que pasaban lo aplaudían. Un par de cuadras más allá, la camioneta de La Solano Lima, agrupación que se referencia en el legislador macrista Cristian Ritondo, repartía caretas blancas que tenían “7D” en la frente y una cruz de censura en la boca y otras similares a las del grupo hacker Anonymous.
Como se habían pedido a través de las redes sociales en la larga preparación que tuvo esta protesta, los manifestantes concurrieron con banderas argentinas y se buscó que esta vez no resaltaran leyendas ofensivas contra Cristina Kirchner. En cuanto a consignas, la tendencia al “arma tu propia pancarta” daba para todo. “Estamos fuera del mundo”, “Defendamos el derecho de los discapacitados”, “Examen psiquiátrico a los candidatos”, “Jueces garantistas = inseguridad”, hasta hubo quien apuntó una frase del poeta inglés Alexander Pope: “Las palabras son como las hojas, cuando abundan hay poco fruto entre ellas”, se supone que dirigida a la Presidenta.
Una nueva consigna, bastante exitosa, estuvo centrada en la situación de la Fragata Libertad, embargada por un fondo buitre en Ghana. Hasta hubo un colectivo más o menos disfrazado de fragata. La variedad de lemas era infinita; la única convergencia entre los asistentes fueron sus ganas de manifestarse contra el Gobierno.
En la 9 de Julio, grupúsculos políticos buscaban pescar en río revuelto. El Partido Liberal Libertario, que propone “disponer de tu sueldo”, había instalado una radio libre. El Partido Popular de la Reconstrucción sostenía “Aborto y droga legal o ilegal matan igual”. Algunas habían llevado camionetas con parlantes que ofrecían a los manifestantes para que se expresaran. Una de estas camionetas tenía un cartel en el parabrisas: “Enough is enough, Ms Cristina”. Había otras pancartas en inglés. “Stop Corrupción”. “Go, Kristina, Go”. Eran mayoría las que repartían la moyanista Organización de Trabajadores Radicales contra la “re-re” o reclamando que no haya “impuestos al sueldo”.
Los manifestantes, en número significativo, se percibían de clase media para arriba. Incluso, era notorio cómo la gente bajaba en torrente desde Santa Fe hacia Corrientes, en tanto que desde el sur la asistencia era más raleada. En los alrededores del Obelisco, iluminado con la consigna “Unidos y en libertad”, podía distinguirse a algunos políticos, casi todos pertenecientes al macrismo o al afín grupo Gapu. La postura general fue que el gobierno nacional debía “prestar atención” al reclamo de los asistentes. Federico Pinedo, Paula Bertol, Sergio Bergman, Patricia Bullrich, Eduardo Amadeo, varios funcionarios del PRO como Néstor Grindetti y Daniel Chain, los ruralistas Mario Llambías y Luciano Miguens, el piquetero Raúl Castells o el dirigente ultraderechista Alejandro Biondini fueron algunos de los concurrentes.
Hubo quienes se le acercaron para decirle que no tenían nada que hacer ahí. Igual que en el cacerolazo del 13 de septiembre, se respiró un tufillo antipolítico. “Basta de políticos chantas, parásitos, ineptos y chorros”, decía una gran bandera.
Una particularidad de la protesta fue la réplica en el exterior. Por razones de husos horarios, el primer cacerolazo fue en Sydney, Australia. Luego se reportaron protestas desde Madrid, Barcelona, París, Roma, Viena, Londres, Nueva York y Miami, entre otros sitios.
Hasta anoche, la Casa Rosada no había hecho evaluaciones sobre la protesta. Cristina Kirchner encabezó un acto al mediodía en Ezeiza. “Los verdaderos dirigentes se conocen en los peores momentos”, fue la frase que se destacó de su discurso, cuando recordó a Néstor Kirchner.
Protestas en el interior
En las principales ciudades del interior del país también hubo cacerolazos contra el gobierno nacional. En Córdoba se congregaron miles de manifestantes en San Juan y Vélez Sarsfield, en el shopping Patio Olmos. En Catamarca la movilización se desarrolló sobre la Plaza 25 de Mayo, frente a la Casa de Gobierno. En San Miguel de Tucumán la protesta se localizó en la Plaza Independencia, también en las inmediaciones de la sede de las autoridades provinciales. Las consignas allí se repartieron entre el “que se vayan todos” y el “basta de corrupción”. En San Luis, la protesta se centró frente a la Catedral, donde los reclamos se dirimieron entre las críticas a las restricciones a la compra de dólares y el manejo que hace el gobierno nacional de los fondos de la Anses. En la capital mendocina, donde se criticó al Gobierno por “imitar las políticas del venezolano Hugo Chávez”, las altas temperaturas jugaron en contra de la reducida asistencia a la movilización. El calor tampoco favoreció las convocatorias en Santa Fe, donde apenas cientos se juntaron en la capital y Venado Tuerto. En Rosario, la manifestación se realizó en torno del Monumento de la Bandera. El centro de Santa Rosa, La Pampa, fue copado por caceroleros que además pidieron justicia por Sofía Viale, violada y asesinada.
Cacerolas cosmopolitas
En diversas ciudades del mundo hubo réplicas del cacerolazo. En Londres, Inglaterra, hubo una manifestación con banderas argentinas y globos albicelestes, frente a la embajada argentina en Brook Street 65. En una pancarta se leía: “Cambio un Kirchner por un Mujica”, y los manifestantes coreaban “y ya lo ve, es para Cristina que lo mira por TV”. La escena se repitió en Barcelona, España, frente al Consulado nacional ubicado en el Paseo de Gracia. “Kristina deja el micrófono” y “la Constitución se cumple, no se reforma”, decían los carteles. En Roma, Italia, un grupo de personas se reunió frente al Consulado argentino de la histórica calle Via Veneto, donde el cántico fue “no somos gorilas, pero estamos en contra de esta mina”. Allí repartieron folletos titulados “Basta K” a los transeúntes. En París, Francia, el movimiento fue organizado por estudiantes universitarios que ampliaron la convocatoria sumando un reclamo local a sus consignas: la baja del precio del queso camembert. En la protesta en suelo francés fue muy aplaudido el actor argentino Jorge Mercala, que realizó una imitación de la Presidenta. También hubo argentinos que se sumaron al 8N en Estados Unidos, Austria, las islas Canarias, Azerbaijan y Canadá.
09/11/12 Página|12
GB
La marcha contra el Gobierno concentró la protesta entre el Obelisco y Plaza de Mayo y se sintió en los barrios y ciudades del interior. Fueron más que en el cacerolazo de septiembre y, en su inmensa mayoría, expresión de los mismos sectores medios y altos. Cada uno llevó su consigna y no hubo oradores que los unificaran.
A casi dos meses del anterior cacerolazo, ayer se repitió la protesta opositora. Preparada con más tiempo, la concurrencia fue mayor, aunque no pareció ampliarse su base social. Hubo réplicas en los barrios, en el interior y el exterior.
Por Fernando Cibeira
A casi dos meses del anterior cacerolazo, la protesta opositora de ayer ganó en masividad, aunque perdió algo de sorpresa. Las características se mantuvieron: la diversidad de consignas casi que se multiplicó por la cantidad de concurrentes. En un rápido recuento, al tope podría ubicarse el reclamo por la inseguridad y el rechazo a la re-reelección presidencial. El centro neurálgico del cacerolazo fue alrededor del Obelisco y luego en la Plaza de Mayo. La protesta se replicó en esquinas de algunos barrios porteños y en las capitales de varias provincias, así como a lo largo de la jornada hubo grupos de argentinos protestando en distintos puntos del exterior. El Gobierno no hizo anoche evaluaciones públicas de la protesta mientras que el ranking de los políticos opositores que marcharon fue encabezado ampliamente por los macristas.
Calcular la asistencia resultó una tarea complicada debido a que la gente circulaba hasta avenida Corrientes –allí se cantó varias veces el Himno–, la Plaza y se desconcentraba. Con todo, estuvo entre las protestas más grandes contra el gobierno de Cristina Kirchner. Además de quienes concurrieron al centro, hubo gente manifestando en lugares neurálgicos de la ciudad, como Cabildo y Juramento o Rivadavia y Acoyte. También, como ya es tradición, hubo un numeroso cacerolazo frente a la quinta de Olivos.
Según los cálculos del gobierno porteño hubo 700 mil asistentes, curiosamente la misma cifra que auguraban los dirigentes macristas en los días previos. De acuerdo con el gobierno nacional, la concurrencia rondó entre los 70 y los 100 mil manifestantes.
Santa Fe y Callao, virtual sede del antikircherismo capitalino, funcionó una vez más como punta de lanza. Ya antes de las 19, una hora antes de lo pautado, como si se salieran de la vaina, grupos de manifestantes comenzaron a caminar por Santa Fe hacia la 9 de Julio. “Boluda, el pibito que conocimos el otro día por Facebook me dijo que venía al 8N”, le avisaba una amiga a la otra, feliz por la perspectiva en el arranque. En la esquina vendían merchandising anti K. Calcomanías y remeras a 50 pesos: una K tachada o la leyenda “No somos militantes ni soldados de nadie”.
En Santa Fe al 1600, desde un balcón del segundo piso, un hombre arengaba por micrófono. “Estamos en contra de la corporación política, viva la participación directa”, decía. Por momentos, los que pasaban lo aplaudían. Un par de cuadras más allá, la camioneta de La Solano Lima, agrupación que se referencia en el legislador macrista Cristian Ritondo, repartía caretas blancas que tenían “7D” en la frente y una cruz de censura en la boca y otras similares a las del grupo hacker Anonymous.
Como se habían pedido a través de las redes sociales en la larga preparación que tuvo esta protesta, los manifestantes concurrieron con banderas argentinas y se buscó que esta vez no resaltaran leyendas ofensivas contra Cristina Kirchner. En cuanto a consignas, la tendencia al “arma tu propia pancarta” daba para todo. “Estamos fuera del mundo”, “Defendamos el derecho de los discapacitados”, “Examen psiquiátrico a los candidatos”, “Jueces garantistas = inseguridad”, hasta hubo quien apuntó una frase del poeta inglés Alexander Pope: “Las palabras son como las hojas, cuando abundan hay poco fruto entre ellas”, se supone que dirigida a la Presidenta.
Una nueva consigna, bastante exitosa, estuvo centrada en la situación de la Fragata Libertad, embargada por un fondo buitre en Ghana. Hasta hubo un colectivo más o menos disfrazado de fragata. La variedad de lemas era infinita; la única convergencia entre los asistentes fueron sus ganas de manifestarse contra el Gobierno.
En la 9 de Julio, grupúsculos políticos buscaban pescar en río revuelto. El Partido Liberal Libertario, que propone “disponer de tu sueldo”, había instalado una radio libre. El Partido Popular de la Reconstrucción sostenía “Aborto y droga legal o ilegal matan igual”. Algunas habían llevado camionetas con parlantes que ofrecían a los manifestantes para que se expresaran. Una de estas camionetas tenía un cartel en el parabrisas: “Enough is enough, Ms Cristina”. Había otras pancartas en inglés. “Stop Corrupción”. “Go, Kristina, Go”. Eran mayoría las que repartían la moyanista Organización de Trabajadores Radicales contra la “re-re” o reclamando que no haya “impuestos al sueldo”.
Los manifestantes, en número significativo, se percibían de clase media para arriba. Incluso, era notorio cómo la gente bajaba en torrente desde Santa Fe hacia Corrientes, en tanto que desde el sur la asistencia era más raleada. En los alrededores del Obelisco, iluminado con la consigna “Unidos y en libertad”, podía distinguirse a algunos políticos, casi todos pertenecientes al macrismo o al afín grupo Gapu. La postura general fue que el gobierno nacional debía “prestar atención” al reclamo de los asistentes. Federico Pinedo, Paula Bertol, Sergio Bergman, Patricia Bullrich, Eduardo Amadeo, varios funcionarios del PRO como Néstor Grindetti y Daniel Chain, los ruralistas Mario Llambías y Luciano Miguens, el piquetero Raúl Castells o el dirigente ultraderechista Alejandro Biondini fueron algunos de los concurrentes.
Hubo quienes se le acercaron para decirle que no tenían nada que hacer ahí. Igual que en el cacerolazo del 13 de septiembre, se respiró un tufillo antipolítico. “Basta de políticos chantas, parásitos, ineptos y chorros”, decía una gran bandera.
Una particularidad de la protesta fue la réplica en el exterior. Por razones de husos horarios, el primer cacerolazo fue en Sydney, Australia. Luego se reportaron protestas desde Madrid, Barcelona, París, Roma, Viena, Londres, Nueva York y Miami, entre otros sitios.
Hasta anoche, la Casa Rosada no había hecho evaluaciones sobre la protesta. Cristina Kirchner encabezó un acto al mediodía en Ezeiza. “Los verdaderos dirigentes se conocen en los peores momentos”, fue la frase que se destacó de su discurso, cuando recordó a Néstor Kirchner.
Protestas en el interior
En las principales ciudades del interior del país también hubo cacerolazos contra el gobierno nacional. En Córdoba se congregaron miles de manifestantes en San Juan y Vélez Sarsfield, en el shopping Patio Olmos. En Catamarca la movilización se desarrolló sobre la Plaza 25 de Mayo, frente a la Casa de Gobierno. En San Miguel de Tucumán la protesta se localizó en la Plaza Independencia, también en las inmediaciones de la sede de las autoridades provinciales. Las consignas allí se repartieron entre el “que se vayan todos” y el “basta de corrupción”. En San Luis, la protesta se centró frente a la Catedral, donde los reclamos se dirimieron entre las críticas a las restricciones a la compra de dólares y el manejo que hace el gobierno nacional de los fondos de la Anses. En la capital mendocina, donde se criticó al Gobierno por “imitar las políticas del venezolano Hugo Chávez”, las altas temperaturas jugaron en contra de la reducida asistencia a la movilización. El calor tampoco favoreció las convocatorias en Santa Fe, donde apenas cientos se juntaron en la capital y Venado Tuerto. En Rosario, la manifestación se realizó en torno del Monumento de la Bandera. El centro de Santa Rosa, La Pampa, fue copado por caceroleros que además pidieron justicia por Sofía Viale, violada y asesinada.
Cacerolas cosmopolitas
En diversas ciudades del mundo hubo réplicas del cacerolazo. En Londres, Inglaterra, hubo una manifestación con banderas argentinas y globos albicelestes, frente a la embajada argentina en Brook Street 65. En una pancarta se leía: “Cambio un Kirchner por un Mujica”, y los manifestantes coreaban “y ya lo ve, es para Cristina que lo mira por TV”. La escena se repitió en Barcelona, España, frente al Consulado nacional ubicado en el Paseo de Gracia. “Kristina deja el micrófono” y “la Constitución se cumple, no se reforma”, decían los carteles. En Roma, Italia, un grupo de personas se reunió frente al Consulado argentino de la histórica calle Via Veneto, donde el cántico fue “no somos gorilas, pero estamos en contra de esta mina”. Allí repartieron folletos titulados “Basta K” a los transeúntes. En París, Francia, el movimiento fue organizado por estudiantes universitarios que ampliaron la convocatoria sumando un reclamo local a sus consignas: la baja del precio del queso camembert. En la protesta en suelo francés fue muy aplaudido el actor argentino Jorge Mercala, que realizó una imitación de la Presidenta. También hubo argentinos que se sumaron al 8N en Estados Unidos, Austria, las islas Canarias, Azerbaijan y Canadá.
09/11/12 Página|12
GB
BRIENZA, AYER, OPINION.
Una Argentina igual a la de hace 150 años
Por Hernán Brienza
En qué fracasó la oposición política anoche? Sencillo. No pudo conmover a los trabajadores. No pudo convencer al hombre y a la mujer común que a las 18 comenzaron a salir del centro para ir a encontrarse con sus parejas, sus familias y sus hijos.
Anoche, desfiló por Buenos Aires una nutrida marcha –pero muy lejana de los millones prometidos– que con suerte replicó al supuestamente espontáneo cacerolazo anterior.
¿Qué ocurrió, entonces? Nada que la democracia no contemple. Una minoría política ejerció su derecho a manifestarse libremente por algunas ciudades de la Argentina como lo permite la Constitución Nacional.
Se expresó en contra de un gobierno votado por la mayoría de los argentinos.
Es más, por la legitimidad más amplia que se tenga memoria desde septiembre de 1973, cuando Juan Domingo Perón ganó por el 63 por ciento de los votos.
¿Quién ganó? Nadie. La oposición política sigue demostrando que no puede articular democráticamente a ese sector de descontentos y que deben ocultar sus propuestas y su verdadera ideología porque si no generan terror en la población.
Es más, el pedido a los manifestantes de que no hablaran con la prensa para no demostrar su verdadero conservadurismo demuestra que ni siquiera pueden ser honestos.
Héctor Magnetto apenas pudo plantar planos cortos y sus voceros en TN tenían que sobreactuar la multitud, que seguramente en la tapa de Clarín de hoy ha sido multipluricuasimillonaria.
El gobierno ciertamente tampoco ganó. Por primera vez en nueve años debió contemplar una marcha política en su contra, ya que tanto en el caso Blumberg como en el conflicto con la dirigencia rural eran demandas puntuales.
Ahora bien, hay algo que quedó absolutamente claro ¿Quiénes marcharon? La zona norte de la ciudad. Se manifestaron las clases medias y acomodadas.
Los trabajadores, los sectores populares, se mantuvieron al margen de la convocatoria. La Argentina hoy es igual que hace 150 años.
09/11/12 Tiempo Argentino
GB
Por Hernán Brienza
En qué fracasó la oposición política anoche? Sencillo. No pudo conmover a los trabajadores. No pudo convencer al hombre y a la mujer común que a las 18 comenzaron a salir del centro para ir a encontrarse con sus parejas, sus familias y sus hijos.
Anoche, desfiló por Buenos Aires una nutrida marcha –pero muy lejana de los millones prometidos– que con suerte replicó al supuestamente espontáneo cacerolazo anterior.
¿Qué ocurrió, entonces? Nada que la democracia no contemple. Una minoría política ejerció su derecho a manifestarse libremente por algunas ciudades de la Argentina como lo permite la Constitución Nacional.
Se expresó en contra de un gobierno votado por la mayoría de los argentinos.
Es más, por la legitimidad más amplia que se tenga memoria desde septiembre de 1973, cuando Juan Domingo Perón ganó por el 63 por ciento de los votos.
¿Quién ganó? Nadie. La oposición política sigue demostrando que no puede articular democráticamente a ese sector de descontentos y que deben ocultar sus propuestas y su verdadera ideología porque si no generan terror en la población.
Es más, el pedido a los manifestantes de que no hablaran con la prensa para no demostrar su verdadero conservadurismo demuestra que ni siquiera pueden ser honestos.
Héctor Magnetto apenas pudo plantar planos cortos y sus voceros en TN tenían que sobreactuar la multitud, que seguramente en la tapa de Clarín de hoy ha sido multipluricuasimillonaria.
El gobierno ciertamente tampoco ganó. Por primera vez en nueve años debió contemplar una marcha política en su contra, ya que tanto en el caso Blumberg como en el conflicto con la dirigencia rural eran demandas puntuales.
Ahora bien, hay algo que quedó absolutamente claro ¿Quiénes marcharon? La zona norte de la ciudad. Se manifestaron las clases medias y acomodadas.
Los trabajadores, los sectores populares, se mantuvieron al margen de la convocatoria. La Argentina hoy es igual que hace 150 años.
09/11/12 Tiempo Argentino
GB
LOS MILICOS AYER EN SANTA FE
Nazionalistas en el 8N
Santa Fe: el 8N empezó con un ataque a mural y placa de homenaje a Rodolfo Walsh
La obra plástica fue realizada por el círculo de dibujantes santafesinos y el sindicato de prensa. La parte que sufrió las acciones de vandalismo fue la de Rodolfo Walsh. Firmó el acto de barbarie la agrupación Juventud Vanguardia Nacionalista.
La Asociación de Prensa de Santa Fe y el Círculo de Dibujantes Santafesinos expresaron su más enérgico repudio a los actos de vandalismo que sufriera este jueves, en el inicio del 8N, el mural en homenaje a Rodolfo Walsh y Bianfa inaugurados el último 7 de junio.
Con aerosol se tapó la boca de la figura de Rodolfo Walsh y se tachó su nombre en una de las frases escritas en los murales. Firmó el acto de barbarie la agrupación Juventud Vanguardia nacionalista.
La intolerancia se hizo presente también en la placa de la plazoleta Rodolfo Walsh, que fue completamente destrozada, y que se había colocado en homenaje al periodista y escritor a 35 años de su desaparición el pasado 25 de marzo y al conmemorarse el Día del Trabajador de Prensa.
Cabe recordar que los murales fueron declarados de interés por el Concejo Municipal y la Cámara de Diputados de la provincia, y que de su inauguración participaron legisladores, concejales y autoridades locales.
Ésta no es la primera vez que homenajes a personas que dieron su vida a la militancia por los derechos humanos sufren este tipo de atentados.
El secretario general de la APSF, Pablo Jiménez, señaló que “es llamativo que justo hoy, un día de fuerte contenido político algunos sectores protagonicen este tipo de hechos intimidatorios, que expresan intolerancia y un ataque a los valores democráticos”.
Fuente: LT 10
La obra plástica fue realizada por el círculo de dibujantes santafesinos y el sindicato de prensa. La parte que sufrió las acciones de vandalismo fue la de Rodolfo Walsh. Firmó el acto de barbarie la agrupación Juventud Vanguardia Nacionalista.
La Asociación de Prensa de Santa Fe y el Círculo de Dibujantes Santafesinos expresaron su más enérgico repudio a los actos de vandalismo que sufriera este jueves, en el inicio del 8N, el mural en homenaje a Rodolfo Walsh y Bianfa inaugurados el último 7 de junio.
Con aerosol se tapó la boca de la figura de Rodolfo Walsh y se tachó su nombre en una de las frases escritas en los murales. Firmó el acto de barbarie la agrupación Juventud Vanguardia nacionalista.
La intolerancia se hizo presente también en la placa de la plazoleta Rodolfo Walsh, que fue completamente destrozada, y que se había colocado en homenaje al periodista y escritor a 35 años de su desaparición el pasado 25 de marzo y al conmemorarse el Día del Trabajador de Prensa.
Cabe recordar que los murales fueron declarados de interés por el Concejo Municipal y la Cámara de Diputados de la provincia, y que de su inauguración participaron legisladores, concejales y autoridades locales.
Ésta no es la primera vez que homenajes a personas que dieron su vida a la militancia por los derechos humanos sufren este tipo de atentados.
El secretario general de la APSF, Pablo Jiménez, señaló que “es llamativo que justo hoy, un día de fuerte contenido político algunos sectores protagonicen este tipo de hechos intimidatorios, que expresan intolerancia y un ataque a los valores democráticos”.
Fuente: LT 10
GB
DIGAN COMO, MEX URTIBEZREA, OPINION
¡Digan cómo!
Por Mex Urtizberea
No digan por un país no sé cuánto, por una provincia no sé qué. Digan cómo. Digan un plan. Digan qué idea. Digan el proyecto. Digan los pasos.
No digan para terminar con tal cosa, para continuar con tal otra. Digan cómo. Digan con qué recursos. Digan con qué criterio. Digan con qué medidas. No digan frases vacías. No digan palabras tan generales.
No digan “seguridad” si no dicen cómo.
No digan “educación” si no dicen cómo.
No digan “cambio” si no dicen cómo. Digan cómo. Concretamente cómo. Sinceramente cómo.
Digan las respuestas; las preguntas las conocemos todos.
Digan visiones reveladoras.
Digan algo de los pensadores que leyeron, cuáles rescatan, con cuál disienten.
Digan qué saben de filosofía política, digan qué saben de los problemas de la gente. Digan qué saben de economía, digan qué recetas ya fallaron y cuáles aún no se han probado.
Digan la historia, las causas.
Digan cómo saben lo que saben.
Digan algo que no haya dicho nadie, algo que no sepamos.
No digan discursos que no dicen cómo.
No digan obviedades. No digan vaguedades.
No digan sólo los titulares de las cosas. Digan las cosas.
Digan con qué cálculos. Digan de qué manera.
Digan con qué medios. Digan por cuál camino.
Digan cómo. Específicamente cómo. Técnicamente cómo. Detalladamente cómo. Sabiamente cómo.
No digan sólo eslóganes.
No digan por arriba.
No digan “salud” si no dicen cómo.
No digan “vivienda” si no dicen cómo.
No digan “empleo” si no dicen cómo.
No digan lo que ya escuchamos mil veces, lo que ya sabemos de memoria.
Digan una que no sepamos todos.
Digan y sorpréndannos por lo ilustrados, por lo preparados, por lo sensibilizados. Digan y sorpréndannos por lo creativos, por lo comprometidos, por lo bienintencionados.
Digan lo que quieren hacer, pero digan cómo.
No digan palabras recitadas.
No digan frases hechas por los asesores de imagen.
No digan discursos de cartón. Digan cómo.
Simplemente cómo.
Claramente cómo.
Particularmente cómo.
Responsablemente cómo.
Digan un plan.
Digan qué idea.
Digan el proyecto.
Digan los pasos.
Por cuál camino.
Con qué recursos.
Con qué criterio.
Con qué medidas.
Digan cómo.
Los estamos escuchando.
Por Mex Urtizberea
No digan por un país no sé cuánto, por una provincia no sé qué. Digan cómo. Digan un plan. Digan qué idea. Digan el proyecto. Digan los pasos.
No digan para terminar con tal cosa, para continuar con tal otra. Digan cómo. Digan con qué recursos. Digan con qué criterio. Digan con qué medidas. No digan frases vacías. No digan palabras tan generales.
No digan “seguridad” si no dicen cómo.
No digan “educación” si no dicen cómo.
No digan “cambio” si no dicen cómo. Digan cómo. Concretamente cómo. Sinceramente cómo.
Digan las respuestas; las preguntas las conocemos todos.
Digan visiones reveladoras.
Digan algo de los pensadores que leyeron, cuáles rescatan, con cuál disienten.
Digan qué saben de filosofía política, digan qué saben de los problemas de la gente. Digan qué saben de economía, digan qué recetas ya fallaron y cuáles aún no se han probado.
Digan la historia, las causas.
Digan cómo saben lo que saben.
Digan algo que no haya dicho nadie, algo que no sepamos.
No digan discursos que no dicen cómo.
No digan obviedades. No digan vaguedades.
No digan sólo los titulares de las cosas. Digan las cosas.
Digan con qué cálculos. Digan de qué manera.
Digan con qué medios. Digan por cuál camino.
Digan cómo. Específicamente cómo. Técnicamente cómo. Detalladamente cómo. Sabiamente cómo.
No digan sólo eslóganes.
No digan por arriba.
No digan “salud” si no dicen cómo.
No digan “vivienda” si no dicen cómo.
No digan “empleo” si no dicen cómo.
No digan lo que ya escuchamos mil veces, lo que ya sabemos de memoria.
Digan una que no sepamos todos.
Digan y sorpréndannos por lo ilustrados, por lo preparados, por lo sensibilizados. Digan y sorpréndannos por lo creativos, por lo comprometidos, por lo bienintencionados.
Digan lo que quieren hacer, pero digan cómo.
No digan palabras recitadas.
No digan frases hechas por los asesores de imagen.
No digan discursos de cartón. Digan cómo.
Simplemente cómo.
Claramente cómo.
Particularmente cómo.
Responsablemente cómo.
Digan un plan.
Digan qué idea.
Digan el proyecto.
Digan los pasos.
Por cuál camino.
Con qué recursos.
Con qué criterio.
Con qué medidas.
Digan cómo.
Los estamos escuchando.
GB
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