lunes, 5 de noviembre de 2012
Guerra del Paraguay - Los historiadores debaten
Este encuentro se realizó este miércoles en Canal 7 y puso en contraposición diferentes visiones sobre la guerra más importante que sufrió Sudamérica. Lo encabezaron Hilda Sábato, Norberto Galasso, Gabriel Di Meglio y Mariano Rodríguez Otero. El martes próximo, 6 de noviembre a las 18.30hs, se realizará el segundo debate –”Una guerra que también se libró en imágenes”– con la participación de Roberto Amigo, Abel Alexander y Alejandro Fernández Mouján.
No cabe duda de que la Guerra del Paraguay –Guerra Guasú o de la Triple Alianza- fue un episodio clave de la historia del siglo XIX. Y, desde ya, no sólo de la historia de la nación derrotada, cuya realidad cambió para siempre, sino de la historia argentina y latinoamericana. No obstante, la trama de representaciones que vertebra nuestra cultura en las últimas décadas ha postergado la reflexión sobre esa guerra. Dentro de ella, la renovada investigación histórica, que avanzó sobre cantidad de zonas de nuestro pasado, no ha prácticamente incursionado en su estudio. Así, no sabemos más sobre ella que lo que se sabía a principios de la década de 1970, ni tampoco contamos con hipótesis novedosas, que permitan descalificar las que se esgrimieron en ese entonces.
Al menos dos problemas nos convocan en esta mesa debate. Por un lado, una cuestión quizás sólo circunstancial pero no por eso menor: ¿cómo entender esa postergación de la cultura y la historiografía?; ¿por qué se produjo y en qué medida puede ser superada? Por otro lado, la pregunta formulada desde que miles de hombres se enfrentaron en batallas de dimensiones incluso desconocidas: ¿cuál fue el significado de esta guerra? ¿A qué obedeció el ensañamiento con Paraguay y, al mismo tiempo, por qué no se halló una solución que evitara los abismos que alcanzó ese enfrentamiento? Viejas y nuevas preguntas sobre la guerra del Paraguay y sobre la narración de la historia en la Argentina.
Hilda Sábato: Titular de la cátedra Historia Argentina II (1862-1916) de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Investigadora del Conicet, entre otro libros es autora de La política en las calles: entre el voto y la movilización, Buenos Aires en armas: la revolución de 1880.
Norberto Galasso: Director del Centro de estudios históricos, políticos y sociales Felipe Varela. Autor de biografías de Scalabrini Ortiz, Juan Domingo Perón, Hernández Arregui, José de San Martín, entre otros. Dirige el periódico online Señales populares.
Gabriel Di Meglio: Docente de la carrera de historia de la UBA, investigador del Conicet, conductor y asesor de contenidos históricos para canal Encuentro. Autor, entre otros, de Viva el bajo pueblo, Historia de las clases populares en Argentina.
Mariano Rodríguez Otero: Director del departamento de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Es titular de la materia Historia de España y docente en Historia Contemporánea en la misma casa de estudios. También es docente en el Instituto Superior del Profesorado Joaquín V. González.
Prof GB
AGUILAS Y GALLINAS.
México y Estados Unidos comparten una frontera de 3.200 kilómetros, que es la más transitada, vigilada, militarizada y mortífera del mundo. Del lado estadounidense hay radares, cámaras de televisión, reflectores, sensores para descubrir personas por el calor del cuerpo y telescopios de visión nocturna. Y está la Patrulla Fronteriza, una fuerza armada que generó su propia leyenda. Antes era un pequeño grupo de ex soldados y ex alguaciles que “montaban como mexicanos, se orientaban como indios, disparaban como pistoleros y peleaban como demonios”. Hoy poseen camionetas todoterreno, avionetas y helicópteros.
Pero nada logra frenar a una marea silenciosa, nocturna, desarmada y débil que noche a noche cruza el límite, atraviesa ríos, montañas y desiertos, y al amanecer se diluye anónimamente en las ciudades. La mayor parte viene de México. El resto, de América Central y del Sur. Son trabajadores migrantes en busca de un futuro. Son los pollos o espaldas mojadas. Los que trabajan como recolectores de cosecha, albañiles, plomeros, lavacopas, jardineros… Las que se emplean como niñeras, mucamas, costureras, ayudantes de cocina. Son los cien oficios o mil usos, que Estados Unidos necesita y rechaza, utiliza y discrimina.
Agenda de Reflexión publica, como adelanto exclusivo, el primer capítulo de Águilas y gallinas - Crónicas de la frontera México-Estados Unidos, de Roberto Bardini, editado por Punto de Encuentro. A lo largo de 450 páginas, este libro narra la relación entre “vecinos distantes” que se remonta a la conquista del Lejano Oeste, la guerra contra los apaches, la Doctrina Monroe y el Destino Manifiesto, la fiebre del oro en California, la pérdida de territorios mexicanos… También describe un submundo polleros o coyotes, cantinas de Tijuana, traficantes de droga, pandillas juveniles de Los Ángeles y narcomariachis].
Tres puntos de entradaal “sueño americano”
El Cañón Zapata, Las Vías y el canal Río Tijuana son tres puntos geográficos del lado mexicano, a pocos metros de la ciudad californiana de San Ysidro, en la frontera con Estados Unidos. Para algunos hombres y mujeres esos pasos o entradas constituyen la antesala de un posible paraíso económico. Pero desde 1994, cuando Estados Unidos puso en marcha la Operación Guardián, las antesalas están rigurosamente vigiladas y la espera puede prolongarse varios días y largas noches, en un real descenso a los infiernos, donde el hambre duele y el frío cala los huesos.La propaganda turística de Tijuana asegura que es “la ciudad más visitada del mundo”. Habría que agregar que también es la línea internacional donde más personas pierden la vida al año. Las víctimas, en su abrumadora mayoría, son de nacionalidad mexicana.
“Hace diez años, más de mil personas esperaban aquí cada noche para cruzar al otro lado. Y cruzaban, nomás. Pero ahora es imposible, por la enorme vigilancia tecnológica que han desplegado las fuerzas de seguridad de Estados Unidos”, dice el comandante José María Salazar, jefe del Grupo Beta en Tijuana. Esta fuerza forma parte de los Grupos de Protección a Migrantes creados en 1990.
En 2000 el Servicio de Inmigración y Naturalización (SIN) deportó a México a un millón y medio de ciudadanos. Un gasto y un esfuerzo inútiles. En el permanente estira y afloja de un lado y otro de la frontera los más experimentados no renuncian: el regreso forzado a territorio mexicano es parte de las dificultades del cruce. Estadísticas de organismos de derechos humanos indican que siete de cada diez migrantes devueltos intentarán cruzar la línea a la semana siguiente.
Los indocumentados reportan treinta puntos de entrada. La cantidad varía: según la época, dejan de pasar por algunos lugares y se encaminan hacia otros. Depende del aumento o descenso en la vigilancia de la Patrulla Fronteriza. Tijuana ha disminuido su importancia, desplazada por Tecate y Mexicali, hacia el este. Generalmente, antes de volver a intentarlo, los migrantes permanecen de tres a cuatro días en la localidad fronteriza elegida para el cruce.
Los estados de California y Baja California están unidos -o separados- por 224 kilómetros de frontera. En 1994 había 1.475 agentes patrulleros desde San Diego hasta Yuma. En 1999 eran 2.855, casi el doble.
Son las ocho de la noche y estamos con el antropólogo Víctor Clark Alfaro, director del Centro Binacional de Derechos Humanos de Tijuana, en el famoso Cañón Zapata, a un costado en la colonia Libertad. El asentamiento es un conglomerado precario de casas de chapa, madera y tela, con retorcidas calles de tierra que suben y bajan sin alumbrado eléctrico, ubicado en una loma por donde pasa la línea fronteriza.
Se cuenta que los primeros habitantes de esta colonia fueron patriotas mexicanos que a principios del siglo veinte estaban exiliados en Estados Unidos y que regresaron al triunfar la Revolución de 1910. Hoy nadie retorna a Libertad. Por el contrario, ahora es un lugar de tensa vigilia para pasar furtivamente a territorio vecino, como lo atestigua la presencia de una docena de hombres de diversas edades que esperan en la oscuridad, fuman en silencio y nos observan con desconfianza.
“Esta noche cruzamos o, a más tardar, mañana: los mexicanos somos buenos para correr”, nos dice al rato un joven con acento salvadoreño o, quizás, hondureño.
Quince años atrás, los niños de la colonia Libertad arrojaban desde lo alto llantas encendidas, piedras y palos a la Patrulla Fronteriza, mientras oleadas de cien o doscientos hombres y mujeres se lanzaban a toda carrera cuesta abajo al grito de “¡Viva Zapata, cabrones!”, y se perdían en la noche.
Ahora no es tan fácil, porque hay un muro metálico de tres metros de alto. Fue construido con planchas que fueron usadas por el ejército estadounidense en la operación Tormenta del Desierto, durante la Guerra del Golfo Pérsico en 1991.
La valla fue instalada por el Primer Batallón de Construcción Anfibia de la Guardia Nacional. Inicialmente, se utilizaron doce soldadores para unir las primeras cien yardas. Luego, llegaron veinte ingenieros de la Guardia Nacional de Missouri.
Las láminas de metal se utilizaban en Irak, Kuwait y Arabia Saudita para que las orugas de los tanques pudieran desplazarse por la arena. Nueve años después, esas planchas tan efectivas en aquella región árabe fueron recicladas y se emplean en un conflicto de baja intensidad con un país vecino al que se supone amigo, socio comercial y destino turístico.
El congresista republicano Duncan Hunter, de California, fue uno de los más entusiastas patrocinadores de la barda metálica. Tan entusiasta que pretendía que se extendiera desde el Océano Pacífico hasta el Golfo de México. Es decir, proponía “sellar” los 3.200 kilómetros de frontera de un extremo a otro.
Algunos opositores al proyecto del representante consideraron que equivalía a la construcción de una especie de Muro de Berlín. Se equivocaban: Hunter aspiraba a erigir una réplica de la Gran Muralla china, cuya construcción se inició trescientos años antes de Cristo, continuó bajo diferentes dinastías durante los mil años siguientes y se extiende a lo largo de casi 7.000 kilómetros, desde la frontera con Corea hasta el desierto de Gobi.
La valla en la frontera México-Estados Unidos tiene una extensión de 27 kilómetros desde la playa, en el Pacífico, hasta la zona de Tecate y Mexicali, hacia el este, donde ya no es necesaria. Ahí solo hay desierto, piedras y alimañas, y no se encuentra ni una sola gota de agua. Durante el día, además, la temperatura sube a 50 grados centígrados, y en la noche desciende a bajo cero. Se corre el riesgo de muerte por deshidratación en el día o por frío durante la noche.
Del otro lado del muro, la Guardia Nacional estadounidense construyó una hondonada de cincuenta metros de profundidad y, más atrás, un terraplén en el que hay reflectores de diez metros de alto, potentes como los de un estadio de fútbol o un aeropuerto. La luz de estos reflectores de alta intensidad, instalados en 1992, hace que no exista diferencia entre el día y la noche.
Más o menos cada cien metros se encuentran estacionadas camionetas de la Patrulla Fronteriza con las luces de posición encendidas. Un poco más lejos, ocultas en las sombras de los cañones, están las veloces motos de cuatro ruedas aptas para todo terreno. Y a bordo de los vehículos, hombres recios, entrenados para capturar a otros hombres, mujeres y niños.
“Todos a la caza del indocumentado”, agrega Víctor Clark Alfaro. El antropólogo es profesor en el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Estatal de San Diego. Acostumbra traer a sus alumnos californianos en este recorrido, con la intención de sensibilizarlos en relación con sus vecinos del sur.
De ahí nos vamos, custodiados por dos agentes del Grupo Beta con pistolas calibre 45 en el cinturón, hacia el canal Río Tijuana. Es otro viejo lugar de paso por el cual hoy es muy difícil cruzar a Estados Unidos. Actualmente el canal está seco. En la mitad mexicana, el lecho está asfaltado. La mitad estadounidense es un pestilente depósito de fango y aguas negras, iluminado por reflectores como de campo de concentración que se levantan detrás del muro metálico.
“Aunque parezca mentira, hay gente que se baña ahí”, comenta Salazar.
Un agente me codea y señala con su brazo la zona oscura del canal. A lo lejos, algunas siluetas humanas se mueven furtivamente en fila india.
El recorrido concluye en un paraje conocido como Las Vías o El Bordo, una elevación frente a la colonia Cuauhtémoc. Los rieles, oxidados y en desuso desde hace varios años, mueren en el muro metálico levantado por el país vecino. En la oscuridad, apoyados en el muro o sentados sobre periódicos y cartón, hay diez hombres sin afeitar y con la misma ropa de hace varios días, que se sobresaltan al vernos llegar. El lugar huele a excremento y orín.
Clark Alfaro les pregunta de dónde vienen y si esperan desde hace mucho tiempo. Algunos nos piden cigarrillos y, al rato, vencida la desconfianza, uno de ellos hace la misma afirmación que escuchamos antes: “A la madrugada cruzamos”.
A estos hombres anónimos se les sigue llamando los wet backs (”espaldas mojadas”), como los que a partir de la década de los años sesenta cruzaban a nado el río Bravo. Los agentes de la Patrulla Fronteriza y los rancheros racistas también los denominan brownies (”oscuritos”).
Los observo y siento una mezcla de lástima, vergüenza, impotencia y odio. Me siento culpable por haberme bañado y afeitado por la mañana, por estar relativamente bien vestido, por llevar en el bolsillo de la camisa un paquete casi repleto de cigarrillos, por exhibir mi libreta de apuntes y el grabador.
Entre enero y septiembre de 2000 murieron 388 migrantes mexicanos en la frontera: uno cada 16 horas. Para decirlo de otra manera: en ocho meses dejaron de existir muchos más seres humanos que los que perdieron la vida al intentar cruzar el Muro de Berlín durante las tres décadas de guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética. El muro de 144 kilómetros que dividía la capital alemana existió desde agosto de 1961 hasta noviembre de 1989 y 192 personas murieron intentando cruzarlo, mientras que 200 fueron heridas.
Una grieta entre las planchas de metal deja ver, cien metros más abajo, las luces del puesto fronterizo de San Ysidro, con varios carriles para vehículos. Las casetas de control permanecen abiertas las 24 horas del día durante los 365 días del año.
La ciudad fue fundada en 1909 por William Smythe, un urbanizador de San Diego, como una colonia agrícola autosustentable, llamada originalmente Little Landers. Después tomó el nombre de San Ysidro Labrador.
Se dice que Ysidro, nacido en el siglo doce en la aldea árabe de Mayrit (para los cristianos Magerit, actual Madrid), era un agricultor sin educación pero profundamente devoto. Vestía como un ermitaño y, en su afán de agradar a Dios, trabajaba incluso los domingos. El Señor lo castigó en dos ocasiones por no descansar al séptimo día: la primera vez con una plaga de langostas y la segunda con lluvias torrenciales que espantaron sus ovejas y arruinaron sus cultivos. A pesar de estas amonestaciones, Ysidro continuó trabajando los domingos hasta que el Creador lo amenazó con enviarle “malos vecinos”. Fue entonces cuando el agricultor decidió obedecer.
Tijuana y San Ysidro eran prácticamente una sola ciudad. Pero como sucedió con Berlín durante los años de la guerra fría, se dividió con un muro excluyente. Hoy es un punto de encuentro y desencuentro, donde contrastan el primer y el tercer mundo. La frontera que nunca duerme atrae y expulsa a los “sin papeles”.
Nos asomamos a una grieta entre las planchas metálicas y observamos. Abajo, los agentes de la aduana piden documentos a los conductores. Iluminan con linternas a sus acompañantes y revisan los baúles traseros.
Sobre la garita de control, un cartel luminoso con letras verdes parpadea en inglés y español: “Los perros están trabajando. No los acaricie ni les de alimentos”.
El aviso se refiere a los canes entrenados para detectar droga oculta en compartimientos secretos de los automotores.
Roberto Bardini
AGENDA DE REFLEXION
Prof GB
EDUARDO ALIVERTI, NOS DICE:
Días calientes para la tribuna
Por Eduardo Aliverti
Si es por la temperatura verbal, deberá convenirse que dejamos atrás una de las semanas más agitadas de los últimos tiempos aunque, probablemente, ésta salga a competirle debido a las cacerolas previstas para el jueves. Como cada vez que suceden estos episodios de altisonancia, la pregunta es si se corresponden con cuestiones de fondo; si sólo son calenturas y chicanas propias de debates acalorados y temas de alta sensibilidad o si, acaso, no habrá una combinación de ambos factores.
La fiebre retórica tuvo su origen y pico en el discurso parlamentario del diputado Andrés Larroque, durante la sesión en que se aprobó el voto desde los 16 años. Al aludir al partido gobernante en Santa Fe como “narcosocialismo”, desató una cadena de reacciones, harto previsibles, mediáticamente observadas no tanto por la contundencia de esa definición para cuyo escudriño final, concertemos, se requiere mucha capacidad de fantasía. Imaginar como narcos a Binner, Bonfatti o cualquiera de los miembros del PS, conocidos o ignotos, excede todo comentario sobre lo profundo de la provocación.
En consecuencia, para empezar a separar la paja del trigo, descártese atribuir a la frase del diputado algún carácter que no sea el de la picardía. Enseguida va el interrogante de si la travesura valió por su propio peso o por el de que Larroque es el secretario general de La Cámpora. Y es que, si no lo fuera, si la diablura la hubiese perpetrado alguien sin relevancia de cargo, “acusable” de ser un vocero de Cristina, ni la oposición ni su jefatura mediática habrían encontrado argumento para justificar la retirada del recinto. Nadie se toma el buque si el que ofende es Juan Pérez. Más luego, ¿se fueron por eso o porque nuevamente expondrían su fragmentación, con unos votando hacia un lado y otros para el contrario? En este punto difieren las visiones y las versiones.
Una parte del pasillo –incluyendo a gente del oficialismo que se expresó en off– dice que Larroque puso en riesgo la aprobación del proyecto sobre el voto juvenil, porque terminaron sancionándolo con la lengua afuera. Otra parte arguye que todo estaba fríamente calculado, para cuando las cuentas estuvieran seguras, a fin de dejarle al kirchnerismo la exclusividad de la sanción. Y la tercera parte (la más creíble) señala que la oposición se habría retirado a como diera lugar, por aquello de no insistir con la demostración de que no pueden ponerse de acuerdo, ni siquiera en torno de una ley mediante la cual el Gobierno volvió a madrugarlos.
A esta altura, quien escribe ya se aburrió de consignar estos rumores de palacio que inundaron a la inmensa mayoría de los análisis periodísticos, pero es un aburrimiento necesario, a sabiendas, porque se concentra en él la superficialidad de esas hipótesis. Haya sido lo que fuere, la resultante es que, si es por los medios de alcance nacional, el centro de la discusión se depositó en una frase estudiada o improvisada, en medio de un fragor legislativo.
Y no en el hecho concreto de que en Santa Fe, hace más de un año, se suceden las denuncias acerca de que la provincia es muy poco menos que una zona liberada para la complicidad narco-policial; que el gobierno local trabajó de otario olímpico; que el gobernador admitió enterarse por el diario de la investigación sobre su jefe de Policía y que, en su lugar, puso a la mano derecha del investigado y detenido, a las pocas horas –literalmente– de haberse enterado por el diario. Indignarse por la frase de Larroque aun cuando se sustente considerarla exabrupto, en lugar de que el eje pase por la inopia del gobierno santafesino es, justamente, indignante.
Un poco menos que ese adjetivo es la acusación de agujerear a los socialistas de la provincia, de cara al electoral 2013, como si eso fuese extraño a la cotidianidad política y el resto actuara como un grupo de monjas de clausura. Hay allí una prueba de combinación de factores: chicana, provocación barata, lo que se quiera, pero tan veraz como eso es que hay un escándalo, grave, que estremece al gobierno santafesino. Y que los medios de la oposición ocultan ese aspecto como esconden las andanzas del procesado Mauricio Macri, porque si no es de ese modo no les queda, ni tan apenas, la probabilidad de dejarse un ancho falso para la tercera.
Un sentido bien análogo a ése puede –y debe– dársele al tratamiento que recibió la afirmación presidencial de confirmar el pago de los bonos, en dólares, con dólares. La lectura del periodismo opositor fue que a Cristina no le quedó otra opción para calmar a “los mercados”, pero en la propia descripción que hicieron del decurso de la “noticia” se reveló la falsedad operada: la Presidenta habló e ipso pucho los papeles se recuperaron. ¿Sólo porque Cristina salió al ruedo? ¿O porque sobran las reservas para salir al ruedo tranquilamente? ¿En qué quedamos, entonces? ¿Muestra de debilidad o de fortaleza? Parece increíble, pero volvieron a (pretender) asustar con la disparada del riesgo-país. Como si estuviéramos en las postrimerías de De la Rúa.
Como si no hiciera ya casi diez años desde que comenzó la recuperación, haciéndose encima del riesgo-país, las amenazas externas, el FMI, el Banco Mundial, las consultoras buitre. Crear un clima atemorizante de esa factura, con invención o manipuleo de datos, sirve como fin en sí mismo a quienes militan en la perforación del oficialismo; básicamente, algunos agentes del mundo financiero, sectores interesados en maniobrar con el tipo de cambio y, desde ya, el coro mediático. Pero, quizá más que tal cosa o a propósito de ella, una mano tapa a la otra porque de no ser así brillarían, con una luz que no les conviene, la sellada de un frente gremial entre Moyano y Barrionuevo.
O el adefesio de voluntades caracterizadas que en esta oportunidad avisaron que sí van a prenderse al caceroleo. El propio convocante a dejar de robar al menos por dos años, que ahora está encantado con un programa periodístico de su otrora archienemigo y advierte que reventará el Obelisco con su tropa: La pitonisa. Eduardo Buzzi, entusiasmado con poner una cara sobreactuada que –hasta ahora, por lo menos– no se animarán a poner ni los popes de la Rural. José Manuel de la Sota, Francisco de Narváez, quien apoya a través de la concurrencia de su mujer e hijos, Cecilia Pando, claro. Y en las últimas horas se agregó el alcalde porteño. Como para que no sea mejor hablar del riesgo-país o de la bravata del cuervo Larroque, desvanecido ya el eco de la Fragata Libertad, y capturado aquí un narco auténtico del que arrastraron de los pelos, preguntarse por qué circulaba tan orondo
Más aún: el macrismo anda de negociaciones con el gobierno nacional para la aprobación mutua de proyectos, genéricamente denominados “inmobiliarios”. Hasta los medios opositores dieron nota sobre el tema. Disimulada, no de tapa. El objetivo es resguardar a Macri de las furias fundamentalistas. Pero la potencia de protegerlo no es la misma que la de poder aprovecharlo como referente.
Vaya de cierre el desafío de si cierto contraste es ubicable en rango de escasa monta, o bien como ejemplificador. Se descargaron rayos y centellas sobre la indicación del diputado Larroque al “narcosocialismo”. Dejemos de lado que, por muy desgraciada o inoportuna que haya sido la mención y al margen de sus intenciones, al cabo fue una frase recortada de un debate que insumió varias horas. Y de cuyo contenido no hubo repercusión alguna. Sin embargo, si de fraseología e impactos se trata, la diputada Carrió “denunció” que el voto desde los 16 años es para darles plata y droga a los jóvenes, a cambio de favoritismo kirchnerista en las urnas.
Después se puso a llorar, obviamente en TN, y declaró que los porteros de los colegios públicos del conurbano bonaerense están con la remera de La Cámpora, escuchando lo que dicen maestros y profesores para detectar contreras. Nadie de la oposición, ni de la parlamentaria ni de la periodística, absolutamente nadie, se escandalizó por esos enunciados de la diputada Carrió. Nadie se levantó y se fue. Nadie planteó cuestión de privilegio frente a la agresión y obviedad de que estaría ocupando banca alguien incurso en delirium tremens. Nadie. ¿Por qué? ¿Porque consideran que sencillamente ratificó que está loca? ¿O porque, aun enloquecido, es un mastín con menos del 2 por ciento de los votos, destructor de todo lo que quiso construir, pero todavía capaz de arrimar porotos a la desesperación cacerolero-destituyente?
Si la respuesta es la primera, bueno. Pero si es la segunda, el hecho no es menor porque expresa de qué estamos hablando cuando hablamos de propuestas de país, de gestión, de conducción. De responsabilidad, simple y finalmente.
EL SUBRAYADO ES NUESTRO
GB
05/11/12 Página|12
Por Eduardo Aliverti
Si es por la temperatura verbal, deberá convenirse que dejamos atrás una de las semanas más agitadas de los últimos tiempos aunque, probablemente, ésta salga a competirle debido a las cacerolas previstas para el jueves. Como cada vez que suceden estos episodios de altisonancia, la pregunta es si se corresponden con cuestiones de fondo; si sólo son calenturas y chicanas propias de debates acalorados y temas de alta sensibilidad o si, acaso, no habrá una combinación de ambos factores.
La fiebre retórica tuvo su origen y pico en el discurso parlamentario del diputado Andrés Larroque, durante la sesión en que se aprobó el voto desde los 16 años. Al aludir al partido gobernante en Santa Fe como “narcosocialismo”, desató una cadena de reacciones, harto previsibles, mediáticamente observadas no tanto por la contundencia de esa definición para cuyo escudriño final, concertemos, se requiere mucha capacidad de fantasía. Imaginar como narcos a Binner, Bonfatti o cualquiera de los miembros del PS, conocidos o ignotos, excede todo comentario sobre lo profundo de la provocación.
En consecuencia, para empezar a separar la paja del trigo, descártese atribuir a la frase del diputado algún carácter que no sea el de la picardía. Enseguida va el interrogante de si la travesura valió por su propio peso o por el de que Larroque es el secretario general de La Cámpora. Y es que, si no lo fuera, si la diablura la hubiese perpetrado alguien sin relevancia de cargo, “acusable” de ser un vocero de Cristina, ni la oposición ni su jefatura mediática habrían encontrado argumento para justificar la retirada del recinto. Nadie se toma el buque si el que ofende es Juan Pérez. Más luego, ¿se fueron por eso o porque nuevamente expondrían su fragmentación, con unos votando hacia un lado y otros para el contrario? En este punto difieren las visiones y las versiones.
Una parte del pasillo –incluyendo a gente del oficialismo que se expresó en off– dice que Larroque puso en riesgo la aprobación del proyecto sobre el voto juvenil, porque terminaron sancionándolo con la lengua afuera. Otra parte arguye que todo estaba fríamente calculado, para cuando las cuentas estuvieran seguras, a fin de dejarle al kirchnerismo la exclusividad de la sanción. Y la tercera parte (la más creíble) señala que la oposición se habría retirado a como diera lugar, por aquello de no insistir con la demostración de que no pueden ponerse de acuerdo, ni siquiera en torno de una ley mediante la cual el Gobierno volvió a madrugarlos.
A esta altura, quien escribe ya se aburrió de consignar estos rumores de palacio que inundaron a la inmensa mayoría de los análisis periodísticos, pero es un aburrimiento necesario, a sabiendas, porque se concentra en él la superficialidad de esas hipótesis. Haya sido lo que fuere, la resultante es que, si es por los medios de alcance nacional, el centro de la discusión se depositó en una frase estudiada o improvisada, en medio de un fragor legislativo.
Y no en el hecho concreto de que en Santa Fe, hace más de un año, se suceden las denuncias acerca de que la provincia es muy poco menos que una zona liberada para la complicidad narco-policial; que el gobierno local trabajó de otario olímpico; que el gobernador admitió enterarse por el diario de la investigación sobre su jefe de Policía y que, en su lugar, puso a la mano derecha del investigado y detenido, a las pocas horas –literalmente– de haberse enterado por el diario. Indignarse por la frase de Larroque aun cuando se sustente considerarla exabrupto, en lugar de que el eje pase por la inopia del gobierno santafesino es, justamente, indignante.
Un poco menos que ese adjetivo es la acusación de agujerear a los socialistas de la provincia, de cara al electoral 2013, como si eso fuese extraño a la cotidianidad política y el resto actuara como un grupo de monjas de clausura. Hay allí una prueba de combinación de factores: chicana, provocación barata, lo que se quiera, pero tan veraz como eso es que hay un escándalo, grave, que estremece al gobierno santafesino. Y que los medios de la oposición ocultan ese aspecto como esconden las andanzas del procesado Mauricio Macri, porque si no es de ese modo no les queda, ni tan apenas, la probabilidad de dejarse un ancho falso para la tercera.
Un sentido bien análogo a ése puede –y debe– dársele al tratamiento que recibió la afirmación presidencial de confirmar el pago de los bonos, en dólares, con dólares. La lectura del periodismo opositor fue que a Cristina no le quedó otra opción para calmar a “los mercados”, pero en la propia descripción que hicieron del decurso de la “noticia” se reveló la falsedad operada: la Presidenta habló e ipso pucho los papeles se recuperaron. ¿Sólo porque Cristina salió al ruedo? ¿O porque sobran las reservas para salir al ruedo tranquilamente? ¿En qué quedamos, entonces? ¿Muestra de debilidad o de fortaleza? Parece increíble, pero volvieron a (pretender) asustar con la disparada del riesgo-país. Como si estuviéramos en las postrimerías de De la Rúa.
Como si no hiciera ya casi diez años desde que comenzó la recuperación, haciéndose encima del riesgo-país, las amenazas externas, el FMI, el Banco Mundial, las consultoras buitre. Crear un clima atemorizante de esa factura, con invención o manipuleo de datos, sirve como fin en sí mismo a quienes militan en la perforación del oficialismo; básicamente, algunos agentes del mundo financiero, sectores interesados en maniobrar con el tipo de cambio y, desde ya, el coro mediático. Pero, quizá más que tal cosa o a propósito de ella, una mano tapa a la otra porque de no ser así brillarían, con una luz que no les conviene, la sellada de un frente gremial entre Moyano y Barrionuevo.
O el adefesio de voluntades caracterizadas que en esta oportunidad avisaron que sí van a prenderse al caceroleo. El propio convocante a dejar de robar al menos por dos años, que ahora está encantado con un programa periodístico de su otrora archienemigo y advierte que reventará el Obelisco con su tropa: La pitonisa. Eduardo Buzzi, entusiasmado con poner una cara sobreactuada que –hasta ahora, por lo menos– no se animarán a poner ni los popes de la Rural. José Manuel de la Sota, Francisco de Narváez, quien apoya a través de la concurrencia de su mujer e hijos, Cecilia Pando, claro. Y en las últimas horas se agregó el alcalde porteño. Como para que no sea mejor hablar del riesgo-país o de la bravata del cuervo Larroque, desvanecido ya el eco de la Fragata Libertad, y capturado aquí un narco auténtico del que arrastraron de los pelos, preguntarse por qué circulaba tan orondo
Más aún: el macrismo anda de negociaciones con el gobierno nacional para la aprobación mutua de proyectos, genéricamente denominados “inmobiliarios”. Hasta los medios opositores dieron nota sobre el tema. Disimulada, no de tapa. El objetivo es resguardar a Macri de las furias fundamentalistas. Pero la potencia de protegerlo no es la misma que la de poder aprovecharlo como referente.
Vaya de cierre el desafío de si cierto contraste es ubicable en rango de escasa monta, o bien como ejemplificador. Se descargaron rayos y centellas sobre la indicación del diputado Larroque al “narcosocialismo”. Dejemos de lado que, por muy desgraciada o inoportuna que haya sido la mención y al margen de sus intenciones, al cabo fue una frase recortada de un debate que insumió varias horas. Y de cuyo contenido no hubo repercusión alguna. Sin embargo, si de fraseología e impactos se trata, la diputada Carrió “denunció” que el voto desde los 16 años es para darles plata y droga a los jóvenes, a cambio de favoritismo kirchnerista en las urnas.
Después se puso a llorar, obviamente en TN, y declaró que los porteros de los colegios públicos del conurbano bonaerense están con la remera de La Cámpora, escuchando lo que dicen maestros y profesores para detectar contreras. Nadie de la oposición, ni de la parlamentaria ni de la periodística, absolutamente nadie, se escandalizó por esos enunciados de la diputada Carrió. Nadie se levantó y se fue. Nadie planteó cuestión de privilegio frente a la agresión y obviedad de que estaría ocupando banca alguien incurso en delirium tremens. Nadie. ¿Por qué? ¿Porque consideran que sencillamente ratificó que está loca? ¿O porque, aun enloquecido, es un mastín con menos del 2 por ciento de los votos, destructor de todo lo que quiso construir, pero todavía capaz de arrimar porotos a la desesperación cacerolero-destituyente?
Si la respuesta es la primera, bueno. Pero si es la segunda, el hecho no es menor porque expresa de qué estamos hablando cuando hablamos de propuestas de país, de gestión, de conducción. De responsabilidad, simple y finalmente.
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05/11/12 Página|12
RODOLFO WALSH, ANCLA Y LA MEMORIA QUE CONTIUA.
Los compañeros de Rodolfo Walsh en la agencia clandestina ANCLA
Por Ivana Romero
Por iniciativa de los tres periodistas que lo acompañaron se publicó un libro con 80 cables y dos cartas de Walsh. En esta nota cuentan de qué manera buscaban información y cómo era trabajar con el autor de Operación Masacre.
Lila Pastoriza, Lucía Pagliai y Carlos Aznares
Durante 14 meses, Rodolfo Walsh llevó adelante junto a Lila Pastoriza, Lucila Pagliai y Carlos Aznares una experiencia que marcó la historia del periodismo pero también la historia a secas: la Agencia de Noticias Clandestina (ANCLA). Con cuatro máquinas de escribir, un archivo artesanal y un grupo de informantes, estos cuatro periodistas (que además eran militantes de Montoneros) crearon una herramienta política capaz de quebrar el cerco de terror. Porque esos cables –prolijos, breves, rigurosos– eran verdaderas bombas que explotaban en los bordes del silencio con la denuncia de crímenes que la dictadura recién llegada al poder cometía y ocultaba. "Vivíamos (…) soportando una cerrazón informativa como jamás había ocurrido en el país, y es en ese marco, que el oficial montonero Walsh se fusionó mental y físicamente con el Walsh estratega comunicacional", escribe Aznares en uno de los textos introductorios de Rodolfo Walsh y la Agencia de Noticias Clandestina 1976–1977, de Ejercitar la Memoria Ediciones. Compilado por Israel Lotersztain y Sergio Bufano y por iniciativa de los tres periodistas que acompañaron a Walsh en ANCLA, este libro reúne unos ochenta cables. Incluye, además, las cartas que Walsh escribió tras la muerte de su hija María Victoria (asesinada por el Ejército) y la que envió a la Junta Militar horas antes de ser secuestrado.
–En la introducción del libro cuentan que comenzaron a trabajar a principios de 1975 aunque ANCLA emitió sus primeros cables recién en abril de 1976. ¿Cómo fue ese proceso?
Lila Pastoriza: –Yo militaba en la JP de Hurlingham cuando Rodolfo me ofreció trabajar con él en un proyecto que se transformó en ANCLA. Ahí quedé como responsable del grupo que armamos con Carlos y Lucila, que también fueron convocados por Walsh. En ese primer período trabajamos en análisis de fuentes públicas de información, construimos un archivo y escribimos informes de uso interno. Crear esta agencia fue una decisión que Walsh impulsó y defendió dentro de la organización porque él pensaba que era un momento de resistencia popular y no de ofensiva militar, como sostenían muchos en la cúpula de Montoneros por entonces. Además, a diferencia de otras herramientas de difusión de nuestra organización, ANCLA no sólo no tenía un nombre ligado a Montoneros –como por ejemplo, la revista Evita Montonera– sino que además tenía otro estilo en los que respecta a la difusión de información.
Carlos Aznares: –A Rodolfo yo lo conocía de antes porque habíamos militado juntos en organizaciones de prensa. Cuando pasamos de la experiencia de peronismo de base y las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAP) a Montoneros, volvimos a encontrarnos. Rodolfo nos explicó que la estructura informativa que armaría iba a estar dentro de la organización, pero que iba a tener características especiales, en el sentido de que se trataba de periodismo riguroso, donde la información misma iba a ser la encargada de transmitir qué pensábamos.
Lucila Pagliai: –Creo que inicialmente Walsh me contactó por eso, porque yo, que venía de la Facultad de Letras, sabía trabajar con archivo. Otros compañeros me pusieron en contacto con él para armar este grupo de análisis y producción de información calificada. Walsh decía, con razón, que el 90% de la información es pública y hay que saber buscarla. Así que nos enseñaba a rastrear datos en avisos necrológicos, en juzgados, en revistas de chimentos como Gente, en sociedades anónimas, en edictos… Él creó además una red que incluía informantes que muchas veces estaban ligados a las bases de la organización pero otras tantas veces, no. Y también, periodistas que no podían publicar ciertos materiales donde trabajaban. Así formamos una especie de mesa de redacción, que seleccionaba y clasificaba los datos que después se transformaban en cables. Una de las claves del éxito de ANCLA fue ese, saber buscar información, estar entrenados para saber leerla y por lo tanto, para determinar si algo servía o no.
–¿Por qué Walsh hablaba de "construir herramientas de resistencia" más que de actuar en una ofensiva?
Carlos: –Rodolfo percibió la necesidad de la agencia en ese momento porque la cerrazón informativa era total y la censura, atroz. La magnitud que alcanzó el terrorismo de Estado era inimaginable para muchos de nosotros, pero no para él.
Lila: –Quiero apuntar dos elementos. Por un lado, como dice Carlos, el valor político que le daba Rodolfo a la información, a que el pueblo tuviera en sus manos información veraz. Es decir, él pensaba que la única manera de contrarrestar el terror era saber lo que estaba pasando. Eso incidió mucho en la necesidad de hacer una agencia informativa. Y por otro lado, creo que él partía de una valoración de la importancia del Golpe que no era exactamente compartida del todo por la organización. Rodolfo venía haciendo un seguimiento del accionar de las Fuerzas Armadas desde tiempo anterior. Indagando en sus papeles personales, que en algún momento se publicaron, se veía bastante claro que venía estudiando la estrategia de las Fuerzas Armadas y su avanzada sobre todo el espectro social y los sectores de poder, como la Iglesia. Además tenía una idea bastante clara de los alcances del terrorismo de Estado y en ese sentido, pensaba que había que armar estructuras poco visibles, sin gran infraestructura, que pudieran moverse, trasladarse, desmontarse, con facilidad.
–¿De qué infraestructura disponía ANCLA?
Carlos: –Máquinas de escribir, mimeógrafo para hacer copias en papel biblia, más barato y discreto. Y un archivo compartimentado en carpetas. Se compraban y relevaban todos los diarios y revistas. Hacíamos un pequeño sumario de lo que iba saliendo diariamente y después había temas, áreas: Fuerzas Armadas, Sindical, Iglesia. Algunos atendían dos o tres temas a la vez, otros se especializaban en uno. Además teníamos un escáner. Rodolfo lo llamaba así pero era un radio receptor, no el escáner de ahora… se usaba para interceptar escuchas. Acordate que él había aprendido a encriptar y desencriptar información en la época que se fue a Cuba y fundó Prensa Latina, a finales de los cincuenta.
–¿Ustedes también aprendieron eso?
No, era dificilísimo (dicen los tres y se ríen).
Lila: –Bueno, pero convengamos que nos mandaba a leer libros de espías. A él le encantaban las novelas policiales y por ahí nos pasaba unos libros aburridísimos. Insistía mucho con La Orquesta Roja, de Gilles Perrault, por ejemplo. A ese lo leíamos (vuelve a reír). El papel de la verdad en la revelación de los enigmas estaba en su literatura pero también en su trabajo periodístico. Además no sólo se trataba de romper el cerco informativo sino de crear cierta acción psicológica sobre lo que Rodolfo denominaba "el enemigo"; es decir, los factores del poder. Sabíamos que las internas entre los distintos sectores de las Fuerzas Armadas y entre ellos y la policía existían y las incentivábamos. La idea era resquebrajar esa unidad aparente y en parte se logró.
–¿Cómo distribuían la información?
Lucila: –Escondíamos los cables –en bolsitas de supermercado, por ejemplo– e íbamos hasta correos que quedaran lejos de donde funcionábamos. Hacíamos envíos a diarios de Buenos Aires, del país, a corresponsales extranjeros y a un listado de personas, amigas y enemigas, capaces de diseminar la información.
–En los cables, muchas veces las fuentes son vecinos que relatan allanamientos. O un hombre cuenta que fue a pescar al lago San Roque y encontró unos cuerpos. O un obrero denuncia el secuestro de su hijo de 23 años. ¿Cómo operaba el terror en lo cotidiano?
Lucila: –Una de las ideas de este libro, para mí, es que las generaciones nuevas sepan qué pasó pero también, que sepan que sólo pasa algo así si hay anuencia de la sociedad. Si no, no se puede. No me refiero exactamente a la información sino a esa red que formaron los milicos, la sociedad, la prensa, la iglesia… Hace muy poco se empezó a hablar de un golpe cívico militar. Y fue así.
Lila: –Yo discuto la idea de que la sociedad sabía lo que pasaba. No era así, precisamente. El terror consistía en dejar escapar algo para que entrara cierto temor pero sin decir qué pasaba de manera explícita. De ahí el valor de la información que, aunque fuera terrible, era salir de esa bruma. El terror funcionó de esa manera. La gente veía que había un operativo pero no sabía qué pasaba. Y la gente que nos daba información no era sólo de Montoneros sino vecinos que habían visto algo y se daban cuenta de que, aunque no se terminara de entender lo que ocurría, era necesario contar.
–Un cable de ANCLA fechado el 1 de abril de 1977 denuncia el secuestro de Walsh el 25 de marzo de ese año. ¿Qué cambió a partir de ahí?
Carlos: –Estábamos tremendamente conmovidos. Fue una sensación de agujero. Rodolfo era Rodolfo no sólo para ANCLA sino para toda la organización.
Lila: –Había pocos tipos tan cuidadosos y con tantas estrategias para eludir la represión como él. Yo me acuerdo que pensé "si cayó Rodolfo, qué nos espera".
Carlos: –Creo que ese golpe para nosotros fue lo mismo que lo que él debe haber sentido cuando mataron a Vicky. Además, después de la caída de Rodolfo, cayó Lila (secuestrada en junio de 1977 a manos de un grupo de tareas de la ESMA).
Lucila: –Carlos y yo nos exiliamos, él en Madrid y yo en París. Nos vimos varias veces pero nos encerrábamos así que prácticamente no conocíamos la ciudad donde vivía el otro. En agosto del '77, Horacio Verbitsky se hizo cargo de la agencia, que duró unos meses más.
Lila: –Otro golpe para Rodolfo fue la caída de Pablo y Mariana, una pareja amiga suya, en diciembre de 1976. Lo encontré después de eso, antes de la carta que le escribió a la Junta. Y me acuerdo que me dijo: "Yo no me callo más."
03/11/12 InfoNews
GB
Por Ivana Romero
Por iniciativa de los tres periodistas que lo acompañaron se publicó un libro con 80 cables y dos cartas de Walsh. En esta nota cuentan de qué manera buscaban información y cómo era trabajar con el autor de Operación Masacre.
Lila Pastoriza, Lucía Pagliai y Carlos Aznares
Durante 14 meses, Rodolfo Walsh llevó adelante junto a Lila Pastoriza, Lucila Pagliai y Carlos Aznares una experiencia que marcó la historia del periodismo pero también la historia a secas: la Agencia de Noticias Clandestina (ANCLA). Con cuatro máquinas de escribir, un archivo artesanal y un grupo de informantes, estos cuatro periodistas (que además eran militantes de Montoneros) crearon una herramienta política capaz de quebrar el cerco de terror. Porque esos cables –prolijos, breves, rigurosos– eran verdaderas bombas que explotaban en los bordes del silencio con la denuncia de crímenes que la dictadura recién llegada al poder cometía y ocultaba. "Vivíamos (…) soportando una cerrazón informativa como jamás había ocurrido en el país, y es en ese marco, que el oficial montonero Walsh se fusionó mental y físicamente con el Walsh estratega comunicacional", escribe Aznares en uno de los textos introductorios de Rodolfo Walsh y la Agencia de Noticias Clandestina 1976–1977, de Ejercitar la Memoria Ediciones. Compilado por Israel Lotersztain y Sergio Bufano y por iniciativa de los tres periodistas que acompañaron a Walsh en ANCLA, este libro reúne unos ochenta cables. Incluye, además, las cartas que Walsh escribió tras la muerte de su hija María Victoria (asesinada por el Ejército) y la que envió a la Junta Militar horas antes de ser secuestrado.
–En la introducción del libro cuentan que comenzaron a trabajar a principios de 1975 aunque ANCLA emitió sus primeros cables recién en abril de 1976. ¿Cómo fue ese proceso?
Lila Pastoriza: –Yo militaba en la JP de Hurlingham cuando Rodolfo me ofreció trabajar con él en un proyecto que se transformó en ANCLA. Ahí quedé como responsable del grupo que armamos con Carlos y Lucila, que también fueron convocados por Walsh. En ese primer período trabajamos en análisis de fuentes públicas de información, construimos un archivo y escribimos informes de uso interno. Crear esta agencia fue una decisión que Walsh impulsó y defendió dentro de la organización porque él pensaba que era un momento de resistencia popular y no de ofensiva militar, como sostenían muchos en la cúpula de Montoneros por entonces. Además, a diferencia de otras herramientas de difusión de nuestra organización, ANCLA no sólo no tenía un nombre ligado a Montoneros –como por ejemplo, la revista Evita Montonera– sino que además tenía otro estilo en los que respecta a la difusión de información.
Carlos Aznares: –A Rodolfo yo lo conocía de antes porque habíamos militado juntos en organizaciones de prensa. Cuando pasamos de la experiencia de peronismo de base y las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAP) a Montoneros, volvimos a encontrarnos. Rodolfo nos explicó que la estructura informativa que armaría iba a estar dentro de la organización, pero que iba a tener características especiales, en el sentido de que se trataba de periodismo riguroso, donde la información misma iba a ser la encargada de transmitir qué pensábamos.
Lucila Pagliai: –Creo que inicialmente Walsh me contactó por eso, porque yo, que venía de la Facultad de Letras, sabía trabajar con archivo. Otros compañeros me pusieron en contacto con él para armar este grupo de análisis y producción de información calificada. Walsh decía, con razón, que el 90% de la información es pública y hay que saber buscarla. Así que nos enseñaba a rastrear datos en avisos necrológicos, en juzgados, en revistas de chimentos como Gente, en sociedades anónimas, en edictos… Él creó además una red que incluía informantes que muchas veces estaban ligados a las bases de la organización pero otras tantas veces, no. Y también, periodistas que no podían publicar ciertos materiales donde trabajaban. Así formamos una especie de mesa de redacción, que seleccionaba y clasificaba los datos que después se transformaban en cables. Una de las claves del éxito de ANCLA fue ese, saber buscar información, estar entrenados para saber leerla y por lo tanto, para determinar si algo servía o no.
–¿Por qué Walsh hablaba de "construir herramientas de resistencia" más que de actuar en una ofensiva?
Carlos: –Rodolfo percibió la necesidad de la agencia en ese momento porque la cerrazón informativa era total y la censura, atroz. La magnitud que alcanzó el terrorismo de Estado era inimaginable para muchos de nosotros, pero no para él.
Lila: –Quiero apuntar dos elementos. Por un lado, como dice Carlos, el valor político que le daba Rodolfo a la información, a que el pueblo tuviera en sus manos información veraz. Es decir, él pensaba que la única manera de contrarrestar el terror era saber lo que estaba pasando. Eso incidió mucho en la necesidad de hacer una agencia informativa. Y por otro lado, creo que él partía de una valoración de la importancia del Golpe que no era exactamente compartida del todo por la organización. Rodolfo venía haciendo un seguimiento del accionar de las Fuerzas Armadas desde tiempo anterior. Indagando en sus papeles personales, que en algún momento se publicaron, se veía bastante claro que venía estudiando la estrategia de las Fuerzas Armadas y su avanzada sobre todo el espectro social y los sectores de poder, como la Iglesia. Además tenía una idea bastante clara de los alcances del terrorismo de Estado y en ese sentido, pensaba que había que armar estructuras poco visibles, sin gran infraestructura, que pudieran moverse, trasladarse, desmontarse, con facilidad.
–¿De qué infraestructura disponía ANCLA?
Carlos: –Máquinas de escribir, mimeógrafo para hacer copias en papel biblia, más barato y discreto. Y un archivo compartimentado en carpetas. Se compraban y relevaban todos los diarios y revistas. Hacíamos un pequeño sumario de lo que iba saliendo diariamente y después había temas, áreas: Fuerzas Armadas, Sindical, Iglesia. Algunos atendían dos o tres temas a la vez, otros se especializaban en uno. Además teníamos un escáner. Rodolfo lo llamaba así pero era un radio receptor, no el escáner de ahora… se usaba para interceptar escuchas. Acordate que él había aprendido a encriptar y desencriptar información en la época que se fue a Cuba y fundó Prensa Latina, a finales de los cincuenta.
–¿Ustedes también aprendieron eso?
No, era dificilísimo (dicen los tres y se ríen).
Lila: –Bueno, pero convengamos que nos mandaba a leer libros de espías. A él le encantaban las novelas policiales y por ahí nos pasaba unos libros aburridísimos. Insistía mucho con La Orquesta Roja, de Gilles Perrault, por ejemplo. A ese lo leíamos (vuelve a reír). El papel de la verdad en la revelación de los enigmas estaba en su literatura pero también en su trabajo periodístico. Además no sólo se trataba de romper el cerco informativo sino de crear cierta acción psicológica sobre lo que Rodolfo denominaba "el enemigo"; es decir, los factores del poder. Sabíamos que las internas entre los distintos sectores de las Fuerzas Armadas y entre ellos y la policía existían y las incentivábamos. La idea era resquebrajar esa unidad aparente y en parte se logró.
–¿Cómo distribuían la información?
Lucila: –Escondíamos los cables –en bolsitas de supermercado, por ejemplo– e íbamos hasta correos que quedaran lejos de donde funcionábamos. Hacíamos envíos a diarios de Buenos Aires, del país, a corresponsales extranjeros y a un listado de personas, amigas y enemigas, capaces de diseminar la información.
–En los cables, muchas veces las fuentes son vecinos que relatan allanamientos. O un hombre cuenta que fue a pescar al lago San Roque y encontró unos cuerpos. O un obrero denuncia el secuestro de su hijo de 23 años. ¿Cómo operaba el terror en lo cotidiano?
Lucila: –Una de las ideas de este libro, para mí, es que las generaciones nuevas sepan qué pasó pero también, que sepan que sólo pasa algo así si hay anuencia de la sociedad. Si no, no se puede. No me refiero exactamente a la información sino a esa red que formaron los milicos, la sociedad, la prensa, la iglesia… Hace muy poco se empezó a hablar de un golpe cívico militar. Y fue así.
Lila: –Yo discuto la idea de que la sociedad sabía lo que pasaba. No era así, precisamente. El terror consistía en dejar escapar algo para que entrara cierto temor pero sin decir qué pasaba de manera explícita. De ahí el valor de la información que, aunque fuera terrible, era salir de esa bruma. El terror funcionó de esa manera. La gente veía que había un operativo pero no sabía qué pasaba. Y la gente que nos daba información no era sólo de Montoneros sino vecinos que habían visto algo y se daban cuenta de que, aunque no se terminara de entender lo que ocurría, era necesario contar.
–Un cable de ANCLA fechado el 1 de abril de 1977 denuncia el secuestro de Walsh el 25 de marzo de ese año. ¿Qué cambió a partir de ahí?
Carlos: –Estábamos tremendamente conmovidos. Fue una sensación de agujero. Rodolfo era Rodolfo no sólo para ANCLA sino para toda la organización.
Lila: –Había pocos tipos tan cuidadosos y con tantas estrategias para eludir la represión como él. Yo me acuerdo que pensé "si cayó Rodolfo, qué nos espera".
Carlos: –Creo que ese golpe para nosotros fue lo mismo que lo que él debe haber sentido cuando mataron a Vicky. Además, después de la caída de Rodolfo, cayó Lila (secuestrada en junio de 1977 a manos de un grupo de tareas de la ESMA).
Lucila: –Carlos y yo nos exiliamos, él en Madrid y yo en París. Nos vimos varias veces pero nos encerrábamos así que prácticamente no conocíamos la ciudad donde vivía el otro. En agosto del '77, Horacio Verbitsky se hizo cargo de la agencia, que duró unos meses más.
Lila: –Otro golpe para Rodolfo fue la caída de Pablo y Mariana, una pareja amiga suya, en diciembre de 1976. Lo encontré después de eso, antes de la carta que le escribió a la Junta. Y me acuerdo que me dijo: "Yo no me callo más."
03/11/12 InfoNews
GB
8N Y SU CONTEXTO POR NORMA GIARRACCA.
Condiciones de contexto del 8N
Por Norma Giarracca *
A diferencia del 13 de septiembre, el cacerolazo del 8 de noviembre se viene preparando explícitamente con mucha dedicación por unos cincuenta sitios de Facebook, blogs y hasta el agregado del 8N en los nombres de quienes interactúan en las redes sociales, en señal inequívoca de formación de un futuro “nosotros”. Es un entramado difícil de visualizar por quienes están fuera de la dinámica de las redes sociales, aun cuando Página/12 y La Nación, además de algún periodista en televisión, hablaron del fenómeno.
Todos sabíamos que las redes sociales han funcionado en otras partes del mundo para organizar a jóvenes que protestaban por las crisis económicas, financieras, gobiernos dictatoriales, pero en los análisis de la marcha “antigobierno” pasada se nombró a las redes, pero no se les dio a estos sitios y a sus coordinadores la significación que con el paso de los días parecen adquirir. En efecto, detrás de los sitios, blogs, operan fundaciones o personajes muy ligados a la vida empresarial y política del país. La imagen de jóvenes descontentos por muchos y válidos reclamos que llaman por las redes a encontrarse en determinados lugares y marchar juntos pierde consistencia. Existen fundaciones, asociaciones fuertemente ligadas a la Iglesia de derecha, a miembros de la Sociedad Rural Argentina (SRA), a los cavernícolas que aún apoyan a los militares genocidas y al jefe de Gobierno porteño, que se reúnen, deciden fechas, lugares de encuentro, consignas y próximos calendarios.
¿Estamos afirmando que todos los que salen responden a estos grupos? De ninguna manera, sólo tratamos de explicitar las condiciones de contorno que tendrá el cacerolazo del 8 de noviembre. Si estas condiciones no están explicitadas, no es porque quieran ocultarse o mantener anonimatos, sino porque aún no han hablado de esto en el campo de la política institucional ni es tema de debate de grandes medios y esto, a nuestro juicio, por una sencilla razón: no existe un conocimiento generalizado (sentido común) de la importancia de la “comunicación social” en la vida social, cultural y política de las sociedades contemporáneas. Algunos tienen esos conocimientos y manejan esos dispositivos, como en estos casos, para fines difíciles aún de conceptualizar.
Algunos de estos grupos se presentan asimismo como preocupados por un cambio social que es posible en tanto haya preparación de jóvenes en “gestión eficiente”, liderazgos, etc. Para que se comprenda, tienen cierto parecido de familia con lo que fue el think tank neoliberal del menemismo, el Grupo Sofía, que dio funcionarios para el gobierno de Menem y para el actual gobierno porteño. Otros son más brutalmente de derecha, con un alto contenido de violencia simbólica. Algunos nombres se repiten, se articulan en redes de amistades, camaraderías o negocios. El presidente de la SRA, Hugo Biolcati, aparece vinculado a dos nombres (los personajes más activos) en negocios agropecuarios, canchas de polo, revistas y programas de radio sobre el campo, etc. Macri y su gabinete son nombres que también aparecen en estas relaciones. Un detalle de la elección de la fecha, que no parece casual, nos asusta: el 8 de noviembre es el aniversario de la muerte de Massera y el día de nacimiento de Astiz.
¿Qué importancia tiene esto? A nuestro juicio, ayuda a comprender los motivos de cierta violencia y racismo del 13 de septiembre (ahora se está pidiendo que no se repita). También habilita un mayor nivel de corroboración a nuestra hipótesis de que, más allá de las demandas a formas de gestión gubernamental, no existe un solo reclamo ligado a esas “broncas” a las que se refieren documentos de organizaciones populares de todo el país, que se diferenciaron de la última marcha (“Que tu bronca no te ciegue”, de la Asamblea por el Agua, y “Otras son nuestras broncas”, de Compa, una coordinadora de organizaciones populares).
Broncas que tienen que ver con que los sicarios de los inversores sojeros sigan asesinando impunemente, que esté en riesgo de retroceso la significativa legislación de los pueblos indígenas, que Monsanto siga invirtiendo en el país y los pueblos cordilleranos vivan arrinconados por las mineras; que los sectores urbanos pierdan por la inflación o desocupación niveles mínimos de una vida digna, que el transporte mate, y muchos etcéteras. Nada de eso está en agenda, no les interesan los subalternos, las resistencias territoriales, el poder económico (al que seguramente están asociados). Aún más, muestran una insolidaridad extrema: una “twittera” categorizada 8N, que se muestra joven en la foto del perfil, con un bebé en brazos, pide que se termine la Asignación Universal por Hijo.
Es un fenómeno que amerita ser reflexionado porque algunos periodistas, políticos e intelectuales con ideas de centroizquierda tienen tanta indignación con el Gobierno que se ciegan y son incapaces de ver hacia dónde se desea conducir a estos cacerolazos o, peor aún, creen que fuerzas opositoras con estos apoyos son buenos candidatos al gobierno nacional. Mucha gente sale desconociendo que esa vieja derecha no democrática del país está operando. Los reclamos genuinos de tales ciudadanos deben ser escuchados. Pero quienes tienen la obligación de estar informados no pueden seguir afirmando que cualquier manifestación en el espacio público sigue fines democratizadores.
* Socióloga (IIGG-UBA).
05/11/12 Página|12
Por Norma Giarracca *
A diferencia del 13 de septiembre, el cacerolazo del 8 de noviembre se viene preparando explícitamente con mucha dedicación por unos cincuenta sitios de Facebook, blogs y hasta el agregado del 8N en los nombres de quienes interactúan en las redes sociales, en señal inequívoca de formación de un futuro “nosotros”. Es un entramado difícil de visualizar por quienes están fuera de la dinámica de las redes sociales, aun cuando Página/12 y La Nación, además de algún periodista en televisión, hablaron del fenómeno.
Todos sabíamos que las redes sociales han funcionado en otras partes del mundo para organizar a jóvenes que protestaban por las crisis económicas, financieras, gobiernos dictatoriales, pero en los análisis de la marcha “antigobierno” pasada se nombró a las redes, pero no se les dio a estos sitios y a sus coordinadores la significación que con el paso de los días parecen adquirir. En efecto, detrás de los sitios, blogs, operan fundaciones o personajes muy ligados a la vida empresarial y política del país. La imagen de jóvenes descontentos por muchos y válidos reclamos que llaman por las redes a encontrarse en determinados lugares y marchar juntos pierde consistencia. Existen fundaciones, asociaciones fuertemente ligadas a la Iglesia de derecha, a miembros de la Sociedad Rural Argentina (SRA), a los cavernícolas que aún apoyan a los militares genocidas y al jefe de Gobierno porteño, que se reúnen, deciden fechas, lugares de encuentro, consignas y próximos calendarios.
¿Estamos afirmando que todos los que salen responden a estos grupos? De ninguna manera, sólo tratamos de explicitar las condiciones de contorno que tendrá el cacerolazo del 8 de noviembre. Si estas condiciones no están explicitadas, no es porque quieran ocultarse o mantener anonimatos, sino porque aún no han hablado de esto en el campo de la política institucional ni es tema de debate de grandes medios y esto, a nuestro juicio, por una sencilla razón: no existe un conocimiento generalizado (sentido común) de la importancia de la “comunicación social” en la vida social, cultural y política de las sociedades contemporáneas. Algunos tienen esos conocimientos y manejan esos dispositivos, como en estos casos, para fines difíciles aún de conceptualizar.
Algunos de estos grupos se presentan asimismo como preocupados por un cambio social que es posible en tanto haya preparación de jóvenes en “gestión eficiente”, liderazgos, etc. Para que se comprenda, tienen cierto parecido de familia con lo que fue el think tank neoliberal del menemismo, el Grupo Sofía, que dio funcionarios para el gobierno de Menem y para el actual gobierno porteño. Otros son más brutalmente de derecha, con un alto contenido de violencia simbólica. Algunos nombres se repiten, se articulan en redes de amistades, camaraderías o negocios. El presidente de la SRA, Hugo Biolcati, aparece vinculado a dos nombres (los personajes más activos) en negocios agropecuarios, canchas de polo, revistas y programas de radio sobre el campo, etc. Macri y su gabinete son nombres que también aparecen en estas relaciones. Un detalle de la elección de la fecha, que no parece casual, nos asusta: el 8 de noviembre es el aniversario de la muerte de Massera y el día de nacimiento de Astiz.
¿Qué importancia tiene esto? A nuestro juicio, ayuda a comprender los motivos de cierta violencia y racismo del 13 de septiembre (ahora se está pidiendo que no se repita). También habilita un mayor nivel de corroboración a nuestra hipótesis de que, más allá de las demandas a formas de gestión gubernamental, no existe un solo reclamo ligado a esas “broncas” a las que se refieren documentos de organizaciones populares de todo el país, que se diferenciaron de la última marcha (“Que tu bronca no te ciegue”, de la Asamblea por el Agua, y “Otras son nuestras broncas”, de Compa, una coordinadora de organizaciones populares).
Broncas que tienen que ver con que los sicarios de los inversores sojeros sigan asesinando impunemente, que esté en riesgo de retroceso la significativa legislación de los pueblos indígenas, que Monsanto siga invirtiendo en el país y los pueblos cordilleranos vivan arrinconados por las mineras; que los sectores urbanos pierdan por la inflación o desocupación niveles mínimos de una vida digna, que el transporte mate, y muchos etcéteras. Nada de eso está en agenda, no les interesan los subalternos, las resistencias territoriales, el poder económico (al que seguramente están asociados). Aún más, muestran una insolidaridad extrema: una “twittera” categorizada 8N, que se muestra joven en la foto del perfil, con un bebé en brazos, pide que se termine la Asignación Universal por Hijo.
Es un fenómeno que amerita ser reflexionado porque algunos periodistas, políticos e intelectuales con ideas de centroizquierda tienen tanta indignación con el Gobierno que se ciegan y son incapaces de ver hacia dónde se desea conducir a estos cacerolazos o, peor aún, creen que fuerzas opositoras con estos apoyos son buenos candidatos al gobierno nacional. Mucha gente sale desconociendo que esa vieja derecha no democrática del país está operando. Los reclamos genuinos de tales ciudadanos deben ser escuchados. Pero quienes tienen la obligación de estar informados no pueden seguir afirmando que cualquier manifestación en el espacio público sigue fines democratizadores.
* Socióloga (IIGG-UBA).
05/11/12 Página|12
EL SENTIDO DEL 8 N, OPINION, II
Malestares, dicotomías
Por Alejandro Grimson *
¿Es posible hoy en Argentina escribir algo que no genere inmediata irritación de uno o varios sectores? ¿Es posible plantear argumentos que permitan leer en la coyuntura problemas que la trascienden? ¿Es posible que esas ideas no sean consideradas contorsiones discursivas de intereses mezquinos o preguntas fanatizadas?
La emocionalidad de la política constituye un rasgo decisivo del momento actual. Ha inaugurado una crisis interpretativa que nunca habíamos visto en años recientes. El mismo dato, una medida de gobierno, una frase de la Presidenta, provocan cinco o diez interpretaciones distintas.
Las movilizaciones del 13 de septiembre expresaron una agregación de demandas altamente heterogéneas que deben ser cuidadosamente analizadas. El hecho de que sean movilizaciones cuyo sesgo sea una crítica y un reclamo en varios aspectos preocupante, e incluso el hecho evidente de que un sector de los manifestantes estuviera cuestionando la legitimidad democrática del Gobierno con profunda intolerancia, no puede enceguecer el análisis ni contribuir a estereotipaciones. Si se escogiera este camino se renunciaría a comprender los motivos que permitieron ese fenómeno y se contribuiría a su fortalecimiento.
Lo que debe llamar a la reflexión es por qué sectores preocupados por temas puntuales han quedado articulados en una movilización heterogénea donde participa y vocifera también el minoritario grupo que odia a este Gobierno. De ninguna manera todos los que pueden haber simpatizado con esa protesta son racistas o misóginos, pero en la protesta los había. ¿Se entiende que ambas cosas son ciertas?
Ahora, ¿de dónde sale ese racismo, ese odio, esa crítica a políticas sociales? Sabemos que es un fenómeno antiguo de la Argentina. Pero digamos también que décadas de fuerte segregación urbana, de crecimiento de la educación privada, de la salud y la seguridad privada han fortalecido islas en la sociedad argentina. Existe una parte minoritaria pero importante que no tiene la más remota idea de las vivencias y sufrimientos de los sectores populares. Y mucho menos se pregunta por sus derechos, ni los reconoce como tales.
Cada vez que sectores de la oposición apuestan a la agregación de demandas antikirchneristas, acaban presentando una mezcolanza que le impide presentar un proyecto consistente. Esto se agrava por la consolidación de un microclima antipopulista, donde se pierden de vista todos los matices y los contextos. En la oposición hay claras diferencias políticas, pero la fracción que está definida por su antikirchnerismo ha perdido el registro de cambios muy significativos.
Hay otros malestares sociales que deben ser comprendidos. Una crisis económica internacional nunca es buena para ninguna sociedad, ni para ningún gobierno. Difícilmente en un contexto de ese tipo no haya alguna erosión de capitales políticos. Pero la misma sociedad que apoyó con amplias mayorías la nacionalización de YPF y muchas medidas en la misma dirección, ve con preocupación otros procesos económicos, con implicancias sociales y culturales.
Frente a la opción de generar una creciente polarización considerando a las movilizaciones como un todo homogéneo, se trata de asumir el desafío de comprender aquello que no podemos compartir, para distinguir críticas de una derecha consolidada de otras críticas y malestares que tienen explicaciones más complejas. No se debe unificar lo heterogéneo.
Es necesario, a la vez, entender que por más que haya poderes que pretendan movilizar a la sociedad, sólo pueden conseguirlo en circunstancias muy específicas. Comprender esas circunstancias y revertir aquellas que es posible revertir contribuirá a quitarle espesor a un tipo de manifestación que puede apuntalar un proyecto que socave muchos de los avances logrados en estos años. Si la derecha tuviera un poder infinito, ¿por qué no organizaron estas protestas en 2010 o en 2011?
Hay una crisis internacional grave que está golpeando muy fuerte. Hay errores del Gobierno propios de 2012. Amplios sectores sociales (muchos que no participarían nunca en este tipo de protestas) tienen la inquietud, la duda, acerca de si el Gobierno registra tales errores o los ignora.
Un tema que considero decisivo se refiere a las distancias perceptivas. Quitando los discursos “anti”, es clave que el Gobierno analice el modo en que sus funcionarios se posicionan ante las injusticias que hay hoy en el país. Las reacciones frente a la desigualdad existente en el transporte público es contrastante con la sintonía que lograba el presidente Kirchner cuando decía “estamos en el infierno” o “pasamos al purgatorio”, generando percepciones compartidas entre la ciudadanía y sus líderes. Resulta clave reducir al mínimo las distancias perceptivas. Una de las mayores distancias, que ayuda al malestar que apuntala estas protestas, se genera con la cuestión de la inflación. Nada cabe agregar a la visión planteada hace unas semanas por el Plan Fénix.
Otra distancia perceptiva está generada por la manera de entender a la propia economía. El dólar o la inflación son fenómenos multidimensionales, sociales, políticos y culturales. Implican memorias culturales y son percibidos a partir de criterios de justicia o injusticia. Ninguna de estas y otras cuestiones son analizadas por la mayoría de los economistas. Hay medidas económicas que tienen consecuencias culturales y políticas que los economistas no saben calcular pero, más grave aún, no saben que deberían ser calculadas. No se trata sólo de choques de intereses matemáticamente calculables en función de posiciones estructurales, sino de intereses cultural y hegemónicamente constituidos a partir de matrices perceptivas.
Es imposible que la Argentina se desarrolle con una fuga de capitales equivalente a la que tuvo en su historia reciente. Pero eso no significa que haya medidas de estricta justicia (nadie puede comprar dólares con ingresos no declarados) y medidas donde la ausencia de criterios claros y previsibles torne potencialmente injusto el acceso a las divisas. Divisas que se necesitan para varias actividades completamente legales y relevantes para la economía y la cultura. Desdolarizar la economía y el ahorro exige un plan complejo y una ejecución cuidadosa, que incluye la creación de formas sólidas de ahorro. La “cultura del dólar” es el resultado de las vivencias históricas de 1975, 1989 y 2001, donde no sólo se transfirieron ingresos de los sectores populares a los poderes concentrados. También, en cada episodio, hubo injusticias horizontales, entre amigos y familiares de la misma clase social. En aquellas oportunidades los que menos confiaron en el Estado y en el peso salieron ganando. Revertir esa dolarización será un trabajo lento que exige extremo cuidado en las formas de instrumentación.
Evidentemente, entre los “malestares” hay muchos otros temas que las oposiciones han logrado instalar en un sector de la sociedad. La cuestión de la re-relección parece ser la más unificadora, para lo cual necesitan desconocer las palabras de la Presidenta en Harvard. Pero entre sus varias aristas, cabe preguntarse en qué país hay gobernadores de grandes provincias declarando su postulación presidencial con tres años de antelación. Respecto de la democratización de la comunicación, resulta claro que hay un amplio consenso social en función de que todas y cada una de las voces puedan estar en el espacio público. Aquellos que aman escuchar a los periodistas más opositores obviamente tienen pleno derecho a hacerlo. Y los que desean escuchar a otros, también. Toda la contundencia que el Gobierno aporte para insistir en las garantías de que ninguna voz será acallada, le quitará peso a esta cuestión. Ningún argumento ni hecho adicional que apuntale esa garantía estará de más.
Acompañando un contexto de crisis internacional, las limitaciones y los errores pueden ser más notorios. Aunque haya quien pueda pensar que contando con amplio apoyo electoral los errores son secundarios, el término “secundario” puede ser interpretado de dos modos muy diferentes. En un sentido, “secundario” significa que el balance desde el 2003 es claramente positivo, lo cual me parece indiscutible. En otro sentido, “secundario” significa que los errores son irrelevantes, lo cual es falso. Escuchar las críticas no para cambiar el rumbo, pero sí para distinguir lo que debe ser corregido, implica retomar la vocación hegemónica en el sentido gramsciano. La construcción del bloque histórico siempre implica analizar si se puede conceder en lo no esencial para preservar lo esencial.
Para comprender un fenómeno tan heterogéneo, es crucial también analizar los temas por los cuales no protestan quienes organizan el 8N. Podemos comprender mejor los significados de esa movilización entendiendo lo que no está en su agenda. No hubo el 13S fotos de Mariano Ferreyra ni de Roberto López (el qom asesinado en Formosa), ni de Cristian Ferreyra ni habrá el 8 de Miguel Galván, del Mocase de Santiago del Estero. Tampoco consideran riesgos para la república que una jueza intente impedir un aborto en oposición a la Corte Suprema, ni les preocupan temas relacionados a la minería, que implicaría reclamar por más regulación del Estado.
Un 54 por ciento de los votos otorga no sólo una legalidad contundente para cumplir el mandato constitucional, sino que expresa una amplia legitimidad. Si sectores de la derecha creen que esa legitimidad se ha perdido, se sorprenderán en cualquier momento, porque los sectores populares no están dispuestos a perder nada de lo logrado. Más allá de que sea una consigna, sustancialmente la idea implicada en el “nunca menos” debería ser comprendida por cualquier proyecto de oposición que pretenda interpelar a las grandes mayorías. Con todos los problemas que pueda tener este o cualquier gobierno, sigue sedimentada una mayoría de argentinos que de ninguna manera está dispuesta a retornar al modelo que hizo estallar al país.
Al mismo tiempo, la construcción de hegemonía es un proceso siempre inacabado, abierto, que nunca puede darse por sentado. La coyuntura actual exige que los grandes lineamientos políticos sean acompañados por una genuina sintonía fina de la gestión, tarea que sólo puede ser llevada a cabo por equipos con jerarquías claras. Una sintonía que reconozca problemas, que torne transparentes los datos y los procesos, que planifique acciones y que se rija para todos los casos con principios de justicia y equidad.
Hay un punto ciego del debate político actual. Es un gran misterio con qué gobiernos de la historia argentina comparan los opositores al actual. Tampoco se sabe con qué gobiernos actuales es comparado el gobierno argentino, salvo que sean los neoliberales que trabajan en un rumbo diferente al elegido por la mayoría. Es muy fácil hacer críticas descontextualizando, haciendo como si no hubiese crisis económica internacional, como si no hubiese diversos poderes sociales, como si la Argentina hubiese tenido en el siglo XX muchos gobiernos maravillosos. Cualquier acción política adquiere sentido sólo en un contexto específico. Actuar sin leer adecuadamente los contextos sólo puede alimentar la crisis interpretativa.
* Antropólogo.
GB
EL SENTIDO DEL 8 N OPINION, I.
DEBATE SOBRE EL SIGNIFICADO Y EL CONTEXTO DEL 8N
Los sentidos de las cacerolas
En un encuentro organizado por el Instituto Gino Germani (UBA), Edgardo Mocca, Norma Giarracca y Alejandro Grimson debatieron sobre las motivaciones y las implicancias de las protestas contra el Gobierno. Aquí, sus principales argumentos.
La oposición inhibida
Por Edgardo Mocca
El propósito de estas líneas es tratar de aportar, aunque sea mínimamente, a una inteligibilidad de lo que significan las movilizaciones de septiembre, los cacerolazos, en cuanto a su repercusión y su impacto en el sistema político, poniendo en cuestión lo que comúnmente se llama la necesidad de una representación de la oposición.
La gente que sale con una cacerola tiene la memoria corporal de que, cada vez que salen las cacerolas a la calle en una determinada cantidad y con determinado clima de entusiasmo, algo cambia en la política. Muchas de las expresiones que diversos programas de TV recogieron en la manifestación de septiembre mostraban una sensación de ansiedad y de inminencia que no se puede desconocer.
Eso expresa a una parte de la sociedad que tiene su memoria conectada con una forma en que cambian los gobiernos en la Argentina. En la forma en que cambiaron los gobiernos desde 1930 hasta 1983, pero también en la forma en que se fueron Alfonsín, De la Rúa y Duhalde, funcionó una cláusula no escrita que dice que el presidente duraba antes seis años y ahora cuatro, o el tiempo que pase hasta que ocurra una situación de ingobernabilidad y de caos político y social. Eso está presente en la conciencia no sólo de los que estuvieron en la marcha, sino en la sociedad en su conjunto.
En términos de representabilidad hay una especie de lugar común que paradójicamente está en la boca y en la pluma de muchos comentaristas del establishment mediático, que es que en la Argentina la oposición no tiene estatura, le falta liderazgo, capacidad de unión e iniciativa. Entonces, cuando se produce la marcha, uno se pregunta ¿quién va a representar esto? Y ahí aparece la cuestión de cómo es hoy el frente social de los descontentos.
Vamos a tomar la gran encuesta nacional del año pasado, las elecciones de octubre. Tomemos la idea de que ese frente social todavía minoritario es el 46 por ciento de la sociedad, aunque algunos puedan pensar que creció en el último tiempo: “somos el 46 por ciento” es el mensaje que circula en las redes sociales. Lo primero que surge es que hay una profunda heterogeneidad, que tiene que ver con la procedencia social de ese descontento. Hay desde poblaciones que luchan contra la depredación del medio ambiente hasta personas que se ven afectadas en determinado tipo de actividades de especulación financiera. La potencialidad del descontento en Argentina recorre un muy amplio espectro, que va desde el ferrocarril Sarmiento hasta la disponibilidad de dólares. Pero también es heterogéneo por historias político-culturales. Hay descontentos de sectores ambientalistas, obreros, estudiantiles, hasta los sectores más prototípicos de la derecha que activan la movilización. Descontento no equivale a enfrentamiento existencial; lo hay, como es lógico, incluso en sectores que vienen apoyando el actual proyecto.
Ahora, en esa amplitud hay una línea hegemónica y lo revelan las consignas de la movilización cacerolera y también la reinterpretación de la política, de la derecha y no sólo de la derecha, que es una reinterpretación “pre-caprilista”.
Capriles, el candidato que se presentó como alternativa a Hugo Chávez, fue alguien que dijo: en Venezuela hay muchas cosas que mantener, pero nosotros estamos en desacuerdo con esto y con aquello. Pre-caprilista es decir: éste es el principio del fin, es el fin del autoritarismo, es el comienzo de una ciudadanía que va a defender la república...
Hay también una cuestión que en la historia argentina es muy pesada, que es el reconocimiento de la legitimidad del otro. Venezuela fue un país que en los últimos años tuvo una cuestión de legitimidad mucho más grave que la Argentina, porque acá los partidos políticos se presentaron siempre a elecciones, cualesquiera fueran sus resultados. En Venezuela hubo una especie de boicot electoral de la oposición y ahora vimos una elección con incertidumbre. Es decir, hay una oposición que dejó de estar en el terreno vacío de la negatividad absoluta y se atrevió a jugar en el terreno de lo concreto. Eso implicaría en Argentina, por ejemplo, una oposición que plantee los temas de desigualdad que supone el transporte, los problemas de gestión, salud pública, apoyando la Asignación Universal por Hijo, algunas medidas estructurales, que el Banco Central sea un instrumento de la política económica y no un espacio manejado por el poder financiero.
¿Por qué no ocurre eso en Argentina? Tengo la hipótesis de que, en ausencia de partidos políticos con capacidad de desarrollo de base, de generación de iniciativas y liderazgos, desde 2001 los medios de comunicación han dejado de ser arenas donde la gente discute, y han pasado a ser actores políticos directos. Y no actores en sí mismos.
En cierta publicística kirchnerista hay esta especie de confusión: se toma al Grupo Clarín como si fuera el gran monstruo y no es así, se trata del mismo bloque de poder hegemónico que gobernó la Argentina a partir de 1976 y no dejó nunca de tener incidencia decisiva en el país, puso ministros, puso presidentes y participó de golpes de Estado. Esos grupos de poder son expresados, articulados y concentrados ideológicamente por el mensaje de los dos o tres medios principales y por la cadena multimediática. Ese poder económico tiene su propia lógica y su propia plataforma implícita, que no pueden explicitar porque con eso no se ganan elecciones.
La centralidad de los grupos económicos dominantes en el discurso político, paradójicamente, inhibe el surgimiento de una oposición con posibilidades electorales. ¿Por qué? Tomemos el caso de Macri, poniendo entre paréntesis a Scioli (en la política argentina hace muchos años que Scioli está entre paréntesis). Macri está en un lugar estratégico al gobernar la ciudad de Buenos Aires. Son tantos los desastres que arrastra la ciudad en décadas que, con un gobierno concentrado en la gestión, hoy la derecha podría tener un candidato de alta competitividad. ¿Pero a qué se dedica Macri? A ser el espadachín del multimedios en el combate contra el Gobierno.
En otra situación paradójica, porque va en contra de la autonomía de la Ciudad: no quiso administrar ningún conflicto; en el tema del transporte y del subterráneo, que son parte de los grandes temas de la ciudad, siempre la responsabilidad se la quiso asignar al gobierno nacional. Hay una especie de adaptación del conjunto opositor a las líneas más radicalizadas y existenciales de la confrontación con el kirchnerismo. Y esto aliena a la mayoría de la gente, que no está pensando todo el día si quiere que Cristina sea reelecta o a quién va a votar en 2013. El problema es que la oposición no tiene mensaje político que pueda capturar, porque está prisionera de un mensaje político particularista. Hoy el mensaje político predominante es que el 7 de diciembre no pasa nada. Ese es el mensaje alrededor del cual se reúnen Patricia Bullrich, Federico Pinedo, Eduardo Amadeo...
En esa heterogeneidad se pierde la oportunidad de alcanzar un nivel de demandas y de debate política superior. Por ejemplo, el tema ambiental, la cuestión de los recursos naturales, es un tema palpitante y de extraordinaria importancia, acá y en el conjunto de los países de la región. En todos los gobiernos populares, populistas, progresistas o de izquierda de la región hay problemas entre una visión neodesarrollista, productivista, que no atiende determinadas cuestiones que los pueblos de Bolivia y Ecuador llaman “el buen vivir”.
El problema es que no es sencillo plantear esto en una Argentina que viene de la desindustrialización, el desempleo masivo, la pérdida de competitividad industrial, de la pérdida de calificación de mano de obra. Hay que poner en complejidad un problema que no tiene una resolución sencilla. No quiero entrar en un debate en particular, pero para asegurarse de que una provincia como San Juan pueda tener una política efectiva de defensa de las reservas naturales hay que estudiar cómo podría sobrevivir. En los ’90, eso se resolvía con extrema facilidad: había algunas provincias que eran inviables. En estos temas hay una obturación de un debate que debería tener una calidad mucho mayor.
Hay analistas destacados que hablan de los tres grandes recursos que tiene la oposición, yo diría la oposición de derecha, que son: la especulación financiera y el ataque a la moneda; la interna peronista, y está también la ocupación de la calle. Creo que vamos a tener mucha protesta en la calle. No quiero caer en una visión conspirativa y decir que los gendarmes, los prefectos y todo lo que pasa en la calle es parte de un centro único que lo promueve. Pero si hay cinco personas en la calle y el sistema de medios lo espectaculariza, al día siguiente hay veinte personas, y así hasta lograr una masa crítica importante.
La protesta social es una característica idiosincrásica del pueblo argentino. Ahora, la protesta social capturada, utilizada e instrumentalizada por los grupos que están buscando alterar el calendario institucional es otra cosa. El límite es el respeto por el calendario institucional y por las formas institucionales. Creo que vamos a tener meses de enorme tensión política y las movilizaciones callejeras van a ser parte de ese proceso.
GB
Los sentidos de las cacerolas
En un encuentro organizado por el Instituto Gino Germani (UBA), Edgardo Mocca, Norma Giarracca y Alejandro Grimson debatieron sobre las motivaciones y las implicancias de las protestas contra el Gobierno. Aquí, sus principales argumentos.
La oposición inhibida
Por Edgardo Mocca
El propósito de estas líneas es tratar de aportar, aunque sea mínimamente, a una inteligibilidad de lo que significan las movilizaciones de septiembre, los cacerolazos, en cuanto a su repercusión y su impacto en el sistema político, poniendo en cuestión lo que comúnmente se llama la necesidad de una representación de la oposición.
La gente que sale con una cacerola tiene la memoria corporal de que, cada vez que salen las cacerolas a la calle en una determinada cantidad y con determinado clima de entusiasmo, algo cambia en la política. Muchas de las expresiones que diversos programas de TV recogieron en la manifestación de septiembre mostraban una sensación de ansiedad y de inminencia que no se puede desconocer.
Eso expresa a una parte de la sociedad que tiene su memoria conectada con una forma en que cambian los gobiernos en la Argentina. En la forma en que cambiaron los gobiernos desde 1930 hasta 1983, pero también en la forma en que se fueron Alfonsín, De la Rúa y Duhalde, funcionó una cláusula no escrita que dice que el presidente duraba antes seis años y ahora cuatro, o el tiempo que pase hasta que ocurra una situación de ingobernabilidad y de caos político y social. Eso está presente en la conciencia no sólo de los que estuvieron en la marcha, sino en la sociedad en su conjunto.
En términos de representabilidad hay una especie de lugar común que paradójicamente está en la boca y en la pluma de muchos comentaristas del establishment mediático, que es que en la Argentina la oposición no tiene estatura, le falta liderazgo, capacidad de unión e iniciativa. Entonces, cuando se produce la marcha, uno se pregunta ¿quién va a representar esto? Y ahí aparece la cuestión de cómo es hoy el frente social de los descontentos.
Vamos a tomar la gran encuesta nacional del año pasado, las elecciones de octubre. Tomemos la idea de que ese frente social todavía minoritario es el 46 por ciento de la sociedad, aunque algunos puedan pensar que creció en el último tiempo: “somos el 46 por ciento” es el mensaje que circula en las redes sociales. Lo primero que surge es que hay una profunda heterogeneidad, que tiene que ver con la procedencia social de ese descontento. Hay desde poblaciones que luchan contra la depredación del medio ambiente hasta personas que se ven afectadas en determinado tipo de actividades de especulación financiera. La potencialidad del descontento en Argentina recorre un muy amplio espectro, que va desde el ferrocarril Sarmiento hasta la disponibilidad de dólares. Pero también es heterogéneo por historias político-culturales. Hay descontentos de sectores ambientalistas, obreros, estudiantiles, hasta los sectores más prototípicos de la derecha que activan la movilización. Descontento no equivale a enfrentamiento existencial; lo hay, como es lógico, incluso en sectores que vienen apoyando el actual proyecto.
Ahora, en esa amplitud hay una línea hegemónica y lo revelan las consignas de la movilización cacerolera y también la reinterpretación de la política, de la derecha y no sólo de la derecha, que es una reinterpretación “pre-caprilista”.
Capriles, el candidato que se presentó como alternativa a Hugo Chávez, fue alguien que dijo: en Venezuela hay muchas cosas que mantener, pero nosotros estamos en desacuerdo con esto y con aquello. Pre-caprilista es decir: éste es el principio del fin, es el fin del autoritarismo, es el comienzo de una ciudadanía que va a defender la república...
Hay también una cuestión que en la historia argentina es muy pesada, que es el reconocimiento de la legitimidad del otro. Venezuela fue un país que en los últimos años tuvo una cuestión de legitimidad mucho más grave que la Argentina, porque acá los partidos políticos se presentaron siempre a elecciones, cualesquiera fueran sus resultados. En Venezuela hubo una especie de boicot electoral de la oposición y ahora vimos una elección con incertidumbre. Es decir, hay una oposición que dejó de estar en el terreno vacío de la negatividad absoluta y se atrevió a jugar en el terreno de lo concreto. Eso implicaría en Argentina, por ejemplo, una oposición que plantee los temas de desigualdad que supone el transporte, los problemas de gestión, salud pública, apoyando la Asignación Universal por Hijo, algunas medidas estructurales, que el Banco Central sea un instrumento de la política económica y no un espacio manejado por el poder financiero.
¿Por qué no ocurre eso en Argentina? Tengo la hipótesis de que, en ausencia de partidos políticos con capacidad de desarrollo de base, de generación de iniciativas y liderazgos, desde 2001 los medios de comunicación han dejado de ser arenas donde la gente discute, y han pasado a ser actores políticos directos. Y no actores en sí mismos.
En cierta publicística kirchnerista hay esta especie de confusión: se toma al Grupo Clarín como si fuera el gran monstruo y no es así, se trata del mismo bloque de poder hegemónico que gobernó la Argentina a partir de 1976 y no dejó nunca de tener incidencia decisiva en el país, puso ministros, puso presidentes y participó de golpes de Estado. Esos grupos de poder son expresados, articulados y concentrados ideológicamente por el mensaje de los dos o tres medios principales y por la cadena multimediática. Ese poder económico tiene su propia lógica y su propia plataforma implícita, que no pueden explicitar porque con eso no se ganan elecciones.
La centralidad de los grupos económicos dominantes en el discurso político, paradójicamente, inhibe el surgimiento de una oposición con posibilidades electorales. ¿Por qué? Tomemos el caso de Macri, poniendo entre paréntesis a Scioli (en la política argentina hace muchos años que Scioli está entre paréntesis). Macri está en un lugar estratégico al gobernar la ciudad de Buenos Aires. Son tantos los desastres que arrastra la ciudad en décadas que, con un gobierno concentrado en la gestión, hoy la derecha podría tener un candidato de alta competitividad. ¿Pero a qué se dedica Macri? A ser el espadachín del multimedios en el combate contra el Gobierno.
En otra situación paradójica, porque va en contra de la autonomía de la Ciudad: no quiso administrar ningún conflicto; en el tema del transporte y del subterráneo, que son parte de los grandes temas de la ciudad, siempre la responsabilidad se la quiso asignar al gobierno nacional. Hay una especie de adaptación del conjunto opositor a las líneas más radicalizadas y existenciales de la confrontación con el kirchnerismo. Y esto aliena a la mayoría de la gente, que no está pensando todo el día si quiere que Cristina sea reelecta o a quién va a votar en 2013. El problema es que la oposición no tiene mensaje político que pueda capturar, porque está prisionera de un mensaje político particularista. Hoy el mensaje político predominante es que el 7 de diciembre no pasa nada. Ese es el mensaje alrededor del cual se reúnen Patricia Bullrich, Federico Pinedo, Eduardo Amadeo...
En esa heterogeneidad se pierde la oportunidad de alcanzar un nivel de demandas y de debate política superior. Por ejemplo, el tema ambiental, la cuestión de los recursos naturales, es un tema palpitante y de extraordinaria importancia, acá y en el conjunto de los países de la región. En todos los gobiernos populares, populistas, progresistas o de izquierda de la región hay problemas entre una visión neodesarrollista, productivista, que no atiende determinadas cuestiones que los pueblos de Bolivia y Ecuador llaman “el buen vivir”.
El problema es que no es sencillo plantear esto en una Argentina que viene de la desindustrialización, el desempleo masivo, la pérdida de competitividad industrial, de la pérdida de calificación de mano de obra. Hay que poner en complejidad un problema que no tiene una resolución sencilla. No quiero entrar en un debate en particular, pero para asegurarse de que una provincia como San Juan pueda tener una política efectiva de defensa de las reservas naturales hay que estudiar cómo podría sobrevivir. En los ’90, eso se resolvía con extrema facilidad: había algunas provincias que eran inviables. En estos temas hay una obturación de un debate que debería tener una calidad mucho mayor.
Hay analistas destacados que hablan de los tres grandes recursos que tiene la oposición, yo diría la oposición de derecha, que son: la especulación financiera y el ataque a la moneda; la interna peronista, y está también la ocupación de la calle. Creo que vamos a tener mucha protesta en la calle. No quiero caer en una visión conspirativa y decir que los gendarmes, los prefectos y todo lo que pasa en la calle es parte de un centro único que lo promueve. Pero si hay cinco personas en la calle y el sistema de medios lo espectaculariza, al día siguiente hay veinte personas, y así hasta lograr una masa crítica importante.
La protesta social es una característica idiosincrásica del pueblo argentino. Ahora, la protesta social capturada, utilizada e instrumentalizada por los grupos que están buscando alterar el calendario institucional es otra cosa. El límite es el respeto por el calendario institucional y por las formas institucionales. Creo que vamos a tener meses de enorme tensión política y las movilizaciones callejeras van a ser parte de ese proceso.
GB
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