sábado, 20 de octubre de 2012

ODIO OPOSITOR, OPINION.

Reflexiones acerca del odio opositor
Por Carlos Humberto Alvez

Hay diversas maneras de demostrar disconformidad. De todas ellas, la peor -la más negativa y contraproducente- la única que invalida cualquier queja, cualquier requerimiento, cualquier demanda, es la que nace del odio.

¿Por qué? Sencillamente porque el odio es malicioso y la malicia -en el odio- tiene identidad propia, es autónoma, no admite gobernante: una vez establecida, es ella la que lleva el mando, ella la que conduce, ella la que dictamina. De ahí que a los que odian no les interese ni suplir ni mejorar ni construir y sólo les importe reprobar o minimizar sin ofrecer absolutamente nada sensato a cambio.

Pero hay algo insalvablemente peor que un simple e infeliz odio y es el odio por el odio mismo: odiar porque sí, odiar porque se tiene ganas de odiar, odiar porque del odio se obtiene placer -enfermizo placer pero placer al fin- odiar porque el otro es el otro, odiar por odiar.

Ni una sola idea positiva brindan los cultores de esta irracionalidad. Pero tampoco la ofrecen los dirigentes opositores al oficialismo ¿Y por qué? Porque no la tienen, si tuvieran ideas -y supieran qué hacer o cómo hacerlo- verían de hacerlo, o dirían cómo hacerlo, pero no se les ocurre nada. Varios años de holgazanería, cómodos en su papel de afiliados a los multimedios (que se ocuparon de pensar por ellos y una vez dictada la letra sólo tenían que deambular de un lado a otro reproduciéndola) les amputó el sentido común y la capacidad de iniciativa. Hoy mismo –ya mismo- tienen la inmejorable oportunidad de encauzar y representar políticamente el odio disperso pero no están aptos ni siquiera para eso. Para colmo, aquello que supuestamente querrían haber hecho ellos lo está haciendo otro, y peor aún, aquello que jamás se hubieran atrevido a hacer, también lo está haciendo el otro.

Y esto -inevitablemente- les potencia el odio.

Volviendo al ciudadano común, es fácil comprobar que la naturaleza maligna del odio –sembrado minuciosa y perversamente por los multimedios- han conseguido que los que odian no quieran ver ni saber de absolutamente nada que los obligue a disminuir el resentimiento. Contrajeron enlace con la mentira y se han propuesto fidelidad. De ahí que no vean, no cotejen, no indaguen, no les interese saber si es verdad o no lo que dicen de un lado y otro. Se han enamorado de la patraña y la defienden con uñas y dientes, y no están dispuestos a romper con ese enamoramiento. Ante el menor apremio de la realidad se atrincheran en su propio infierno y no hay circunstancia ni verdad revelada que los pueda influenciar.

¿Por qué? Porque el odio es inmune al discernimiento, el odio mutila el juicio. Además, la necedad les invadió de tal modo la cordura que en pleno desvarío juzgan que los necios son los otros, esos que sí están al tanto de lo que realmente es verdad y de lo que es comprobable mentira.

Con sólo informarse, con sólo cotejar, el odio perdería fundamento. Pero no lo harán, en primer lugar porque no quieren arriesgarse a tener que reconocer que están equivocados y, en segundo lugar -inherente al primero- bajo ningún punto de vista estarían dispuestos a desaprovechar el lujurioso placer de odiar.

La gravedad no tenida en cuenta por los enamorados del odio (Me refiero al ciudadano común, porque los dirigentes opositores emulan a camaleones que cambian de humillación sin perder una sola escama) es que el daño no es solamente hacia afuera sino que también lo es hacia adentro porque esta modalidad de odio desvaloriza, ordinariza y denigra lastimosamente a quien lo practica.

Sea como fuere -y por donde se lo mire- odiar por odiar (odiar por dice qué) es un ejercicio de delirio, por no decir demencia.

Finalmente, ser opositor exige un compromiso: mejores ideas -o por lo menos ideas diferentes- práctica esta que el odio desconoce.


Octubre 2012
el ortiba.org

GB

viernes, 19 de octubre de 2012

MAS 17 DE OCTUBRE


Porque hubo un 17 de octubre,
HAY PRESENTE
Si no hubiera existido la gesta del 17 de octubre de 1945, seguramente la historia de la Argentina estaría escrita con otras letras. Pero los hechos nunca pasan por casualidad, sino por causa y efecto de los actores que integran ese momento y la decisión política de tomar un camino y no otro.
El pueblo argentino fue el director de la escena más sentida de esa historia que tuvo como primer actor al hombre que generó los sentimientos más encontrados de nuestra vida política.
A partir de ese 17 de octubre, esa fecha se convirtió en una fecha patria más. Sin exagerar ni querer herir la susceptibilidad de nadie, causando reacciones de odio, enfrentamientos y muerte o por otro lado, euforia, amor y compañerismo: esa fecha es una Fecha Patria.
Si nada fue igual después del 25 de mayo de 1810, ni después del 9 de julio de 1816, tampoco después del 17 de octubre de 1945.
En los tiempos que corren tal vez suene soberbio y fuera de contexto este reclamo, pero esta fecha le costó a la Argentina tanto como aquellas. Nuestros hijos deberían tener acto en las escuelas para conmemorar esta fecha, porque la educación es lo que es hoy “libre, laica, gratuita” entre otras cosas, gracias a que existió ese día.
Deberíamos ponernos de pie en nuestros lugares de trabajo y cantar el himno porque la defensa de las reivindicaciones laborales tuvo un espacio a partir de ese día.
Hay un país que no puede, aunque no comparta el sentimiento, desconocer los cambios que en beneficio de los más necesitados se dieron porque hubo un 17 de octubre de 1945.
En los libros de historia cada hoja contiene 50 años y leerla lleva muy poco tiempo; hoy se cumplen 67 años de esa fecha tan cara para los argentinos y tan sentida para los peronistas, tomemos más tiempo al leer esas páginas, para poder entender qué nos pasó, y seguir encaminados recuperando cada día, la esperanza de lograr definitivamente, “esa Argentina grande con que San Martín soñó”.
Para poder levantar bien las banderas, no solamente hace falta tener la caña muy alta, hay que conocer el costo que significó sostenerla en alto para tantos compañeros a lo largo de la historia del peronismo.
La memoria rescata a los pueblos. Los argentinos podemos dar cátedra de esto.
No olvidar aquel 17 nos renueva energías y nos dignifica ideológicamente. Nada nos pasa sin ser los protagonistas, y ese día el pueblo fue el protagonista.
Para poder tener mañana el “protagónico” aprendamos de quienes dieron todo para que hoy tengamos la felicidad de estar en el escenario. El rol colectivo es el más relevante en la política. Para destacarse simplemente hay que pensar en plural, sumar compromiso, hacer propia la causa común y trabajar para incorporar a los que aún están afuera.
Esos fueron los apotegmas del pueblo aquel 17 de octubre, por ellos, hoy tenemos presente. Asumir nuestra obligación militante garantizará el presente de los que vendrán.
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AYER COMO HOY, LA PRENSA INDEPENDIENTE, HACIENDO SU TRABAJO

jueves, 18 de octubre de 2012

RESPUESTA AL PO, OPINION

Respuesta a un crítico anónimo del Partido Obrero sobre Lanata versus Chávez

Por Atilio A. Boron
Terminar radicalmente con el lenguaje injurioso no es cosa fácil si se tiene en cuenta que el desenfreno en el lenguaje tiene raíces psicológicas y es una consecuencia del escaso grado de cultura de los suburbios. El lenguaje es el instrumento del pensamiento. La corrección y precisión del lenguaje es condición indispensable de un pensamiento recto y preciso.León Trotsky, Problemas de la vida cotidiana (1924).

Estimado anónimo del Partido Obrero: fiel a las inveteradas costumbres de su organización usted responde con insultos a una crítica política, dura pero sin agravios. Lo hace, además, escudado en el anonimato. Se asoma a la polémica tratándome de caradura. ¿Le parece que un debate entre marxistas puede hacerse cuando uno de ellos actúa desde las sombras? Ni yo soy Marx ni usted es Lasalle, pero por lo menos podríamos aprender algo de aquel debate y hacerlo a cara descubierta y con argumentos en lugar de agravios. Allá usted.

Vamos al grano: le aseguro que leí su artículo sobre las desventuras de Lanata en Venezuela con mucho cuidado, porque jamás imaginé que su extravío ideológico pudiera llegar tan lejos como para defender al periodista estrella del Grupo Clarín y atacar a Chávez, a quien define como líder de un “bonapartismo nacionalista”. Se puede y se deben discutir los logros y los problemas del chavismo, pero su toma de partido en favor de Lanata raya en lo ridículo. Su gente se enoja conmigo y me ha obsequiado un interminable torrente de insultos; pero debería más bien enojarse con quienes son incapaces de establecer alguna diferencia entre un líder de masas -así como Trotsky apreciaba al general Lázaro Cárdenas aunque no fuera socialista- y un provocador enviado por el mayor oligopolio mediático de la Argentina, incondicional aliado del imperialismo y la reacción.


Con todo respeto le digo que el sesgo conservador del artículo es decepcionante: a Lanata le reprocha su falta de espíritu crítico, un pecadillo venial; pero a Chávez lo acusa de algo gravísimo como la censura y la represión que supuestamente ejercería sobre sus opositores, haciéndose eco de la prédica que a diario realiza el Grupo Clarín y el diario La Nación. Además permítame que le diga que su artículo peca de incoherencia. Comienza criticando al periodista de marras por haber repetido “como un loro lo que soplaban los medios internacionales” para luego rematar su nota con un frontal ataque a Chávez, precisamente la persona que combatía a esos loros. Todo mal. ¡Por una vez llame las cosas por su nombre!

En el marxismo eso que usted denomina eufemísticamente “medios internacionales” se llama IMPERIALISMO, y hay que escribirlo así, con mayúsculas. Perdone que use esta palabrota que parece haber desaparecido de su vocabulario pero le aseguro que Trotsky jamás le hubiera perdonado este desliz lingüístico. Sabe, la lucha de clases también se libra en el lenguaje. Hablar de “medios internacionales” en lugar de imperialismo revela una ambiguedad ideológica que es la segura antesala de un extravío político, cosa que se comprueba a medida que se avanza en la lectura de su artículo.

Luego de esa infeliz referencia termina su órgano de prensa victimizando a Lanata, haciéndolo aparecer como un inocente corderito cuyas libertades democráticas fueron conculcadas por Chávez. Decir que Lanata y su equipo fueron a “laburar” es de una ingenuidad asombrosa; se lo puede contar a un niño de un jardín de infantes pero es inadmisible en alguien que lleva toda una vida haciendo política. Hable con la gente común y corriente, no sólo con sus correligionarios y tome nota de lo que opinan acerca del objetivo del viaje de Lanata y sus “laburantes”.


 Para colmo, en su crítica a mi nota usted vuelve a defender a Lanata ante "lo que hizo el gobierno de Chávez con su equipo periodístico", lo cual ratifica la certeza de lo que afirmara en mi blog. Ante su corroborada incapacidad para comprender los procesos revolucionarios –de ahí sus virulentas diatribas en contra de Fidel, Chávez, Evo, Correa- reacciona como un pequeño burgués indignado: se rasga las vestiduras y formula una defensa abstracta de la libertad democrática de Lanata y el Grupo Clarín, arrojando por la borda las radicales objeciones que el joven Marx había hecho acerca de esta clase de argumentaciones que soslayan por completo las condiciones históricas que definen el ejercicio concreto de esa libertad.

 Si hubiera reparado, como lo aconseja el materialismo histórico, en esas condiciones (verbigracia, la lucha de clases que se libra en la Argentina y en toda América Latina) se habría dado cuenta de que Lanata y su equipo no fueron a Venezuela para hacer periodismo sino para operar en contra de un gobierno que hoy por hoy es el enemigo número uno del imperialismo norteamericano, tema que no me parece para nada irrelevante. Por si le queda alguna duda acerca del verdadero objetivo del viaje de Lanata le paso la dirección del video en donde se lo ve exclamar furioso, una vez que terminara la emisión de su programa desde Caracas: “¡perdió .. la c.. de su madre”! http://www.youtube.com/watch?v=vILtuYvCcOs&fb


Convénzase: el enemigo principal e inmediato del imperialismo norteamericano es Chávez, no el Partido Obrero. Y el Grupo Clarín mandó a los “laburantes” aquellos que usted defiende a pelear en contra de Chávez e, indirectamente, a favor de la derecha de aquí y de allá y, sobre todo, a favor del imperio. Creo que coincidirá conmigo en que esos son nuestros enemigos. Tenga usted la seguridad de que si esa gente llegara a tomar el poder no harán ninguna distinción entre usted y yo: en las fosas comunes estaremos todos hermanados, como lo estuvieron quienes fueron apresados, torturados y desaparecidos por la genocida dictadura cívico-militar de 1976.

No entiendo como es que usted puede defender a los enviados del Grupo Clarín mientras fulmina con su crítica a un personaje, Chávez, y a un proceso, la revolución bolivariana, a quienes el imperialismo norteamericano viene combatiendo desde hace trece años. ¿Por qué será? ¿No le parece que algo hace ruido en su cabeza? ¿No advierte alguna contradicción entre su retórica y la prosaica realidad de la vida política? ¿No cayó en la cuenta de que tras el “affaire Lanata” el Grupo Clarín se abstuvo de realizar cualquier análisis del triunfo de Chávez (o la derrota de Capriles). ¿Por qué habrá sido?

Mi opinión: porque no le interesaba en lo más mínimo la labor periodística que pudieran hacer Lanata y su equipo sino que su objetivo era montar una operación dirigida a desprestigiar al gobierno bolivariano. No hubo tal atentado a la libertad de prensa o de expresión; lo que hubo fue la neutralización, por parte de las autoridades venezolanas, de una grosera maniobra de un equipo que llegó no con la misión de informar sino con el propósito de provocar.

El desgraciado caso de Mariano Ferreyra –como tantos otros héroes de nuestras luchas populares: Maxi, Darío, Carlos Fuentealba, Teresa Rodríguez, Cristian Ferreyra y ahora Miguel Galván, del Mocase, etcétera- merece el mayor de mis respetos. Como todos ellos fue víctima del accionar de los aparatos represivos del estado y las patotas con las cuales se dividen la tarea de “disciplinar” y, llegado el caso, de eliminar a quienes luchan y resisten la explotación y la dominación de los capitalistas. Pero no se evitará la recurrencia de estos asesinatos insultando y difamando a compañeros que tienen una opinión diferente sobre un hecho político o sobre una coyuntura.


Le aclaro, además, que jamás he sido invitado a un acto del gobierno de CFK: mis críticas al kirchnerismo son públicas y notorias. Lucho, como puedo y con las armas que tengo a mi alcance, por el socialismo y su etapa superior, el comunismo, objetivo político irrenunciable de todo mi actuar.

El kirchnerismo, en cambio, cree en un “capitalismo serio”. Las diferencias son notorias pero como el mundo real -no el que se ve desde una capilla- presenta muchas complejidades no puedo caer en el maniqueísmo que oprime el cerebro de muchos de sus amigos. ¿Cómo no voy a reconocer la importancia de la política de derechos humanos de este gobierno, aún cuando alimente la ilusión de un “capitalismo serio”? ¿Cómo desconocer que los asesinos de Mariano Ferreyra llevan varios meses detenidos y que casi con seguridad van a terminar en la cárcel? ¿O para usted estas son minucias? ¿Cómo voy a desconocer la importancia de la Unasur para tratar de erigir una valla en contra de los avances del imperialismo norteamericano y sus bases militares en la región? ¿Cómo desconocer que en Mar del Plata se derrotó al ALCA?

Desconocer tales realidades me impedirían hacer eso que, tras las huellas de Marx, recomendaba Lenin cuando decía que “el marxismo es el análisis concreto de una situación concreta”. El reconocimiento de aquellos avances, a los que se le podría sumar la renovación de la Corte Suprema, por ejemplo, o de programas económicos como la Asignación Universal por Hijo (aún con sus limitaciones) no me impide percibir la explotación del trabajo asalariado inherente a toda sociedad capitalista, el trabajo “en negro” tan extendido en nuestro país, la extranjerización de la economía, la sojización del agro, la megaminería a cielo abierto, la trampa del INDEC, la regresividad del régimen tributario, el lento despojo de la inflación, la crisis energética, el desplome del transporte público y muchas otras cosas más.

 Espero que también coincida conmigo en que Trotsky era un comunista inclaudicable. Pero él, a diferencia de usted, distinguía matices. Su mundo no era de blanco o negro. Por eso cuando llegó a México no titubeó un segundo en aplaudir la política petrolera de un régimen burgués nacional como el de Lázaro Cárdenas, y se acogió de buen grado al asilo que le otorgaba su gobierno aunque reconociera, al mismo tiempo, las limitaciones y contradicciones del régimen.

Aplaudiendo, en suma, los adelantos del reparto agrario -de nuevo, aún con sus limitaciones- y la nacionalización petrolera a la vez que censuraba el contenido burgués del proyecto cardenista.¿Por qué no imitar esa correcta actitud de Trotsky para analizar concretamente el caso argentino? He criticado hasta el cansancio las limitaciones y contradicciones de lo que el oficialismo denomina “el modelo”, pero quien habla de contradicciones asume que hay algunos aspectos positivos en la gestión del gobierno nacional aunque en el balance los negativos tengan un peso insoslayable. Ignorar esto tiene como precio caer en una metafísica fundamentalista del “todo malo vs. todo bueno”, o en una historia concebida como la interminable cadena de traiciones de los dirigentes –Lenin, Stalin, Mao, Ho Chi Minh, Allende, Fidel, Chávez, Evo, Correa- perpetradas en contra de masas eternamente frustradas en sus aspiraciones revolucionarias. Pero, repito, esto es metafísica y el tema no me interesa.

Entre otras cosas porque es políticamente estéril y a mí me interesa cambiar el mundo, no tan sólo denunciar sus iniquidades.

Por último: si de ir a lugares se trata, déjeme decirle que tampoco fui a tomar champán con periodista alguno del Grupo Clarín o Radio Mitre, algo que repugna mis más profundas convicciones. Por eso, contrariamente a lo que usted dice, me sobra autoridad moral para hablar de todos estos temas aún con una persona como usted, que no tolera la disidencia y la discusión política y que su único reflejo ante ello es la diatriba y la descalificación de su interlocutor.


¡Ah!, de paso, más vale que se preocupe por educar a sus muchachos porque están haciendo un papelón inigualable con sus comentarios e insultos en mi blog, convirtiéndose en los hazmerreir de quienes me visitan. Hubo uno que calificó a la Venezuela bolivariana como un “estado policial”, que es lo que dicen a coro los periodistas del Grupo Clarín.

Sin embargo, en ese “estado policial” un candidato afín a sus ideas, Orlando Chirino, pudo participar en las últimas elecciones presidenciales, proponer su candidatura y hacer su campaña criticando acerbamente al gobierno sin que nadie lo molestara. Lástima que sólo pudo obtener unos 4.000 votos, contra más de 8.000.000 de Chávez.


Conviene que se pregunte por las razones de tan resonante derrota. Otro de sus compañeros, anónimo también él, me acusa de haberme tomado “en serio el cuentito del imperialismo”. Fiel a las enseñanzas de dirigentes como usted, para este compañero el imperialismo es apenas “un cuentito”. Hágase un favor a usted mismo y mándelos a estudiar. Si tiene desconfianza de los demás hay un par de notables trotskistas -lamentablemente fallecidos ya- y de cuya amistad me enorgullecía: Ernest Mandel y Daniel Bensäid que escribieron varios libros sobre el “cuentito” del imperialismo. Ojalá que sus muchachos le hagan caso y se pongan a estudiar.

Postsciptum:

Apenas terminé de redactar estas líneas fui advertido por mucha gente en la web de que había salido una nueva nota, esta vez firmada por Gabriel Solano y Jorge Altamira, en donde mi persona era objeto de un vitriólico ataque enhebrando una sarta de mentiras, calumnias e insultos tan absurdos que lejos de enojarme me produjeron lástima. De ahí el epígrafe de Trotsky al comienzo de esta nota. Tiene toda la razón cuando escribió que “la corrección y precisión del lenguaje es condición indispensable de un pensamiento recto y preciso”, como debe ser el marxismo. Y también cuando recordaba que “terminar radicalmente con el lenguaje injurioso no es cosa fácil si se tiene en cuenta que el desenfreno en el lenguaje tiene raíces psicológicas y es una consecuencia del escaso grado de cultura de los suburbios.” Por un momento pensé en responder a ese desenfreno pero luego caí en la cuenta de que el esfuerzo no valía la pena.


 Al fin y al cabo son expresiones de un sector residual de la izquierda mundial que jamás protagonizó ninguna de las grandes revoluciones que cambiaron la historia universal en el siglo XX. Ni la revolución mexicana, ni la rusa, ni la china, ni la vietnamita, ni la boliviana, ni la cubana ni la sandinista se beneficiaron con su arrojo y su sabiduría; tampoco fueron favorecidos con su apoyo Salvador Allende en Chile, Juan Bosch en República Dominicana o Jacobo Arbenz en Venezuela.

 Vino entonces a mi memoria una apropiada frase de Marx en el Prólogo del Primer Tomo de El Capital con la cual pongo fin a una controversia que pretendió ser política pero que no lo fue ni tiene las menores condiciones para serla. La frase decía así: “Bienvenidos todos los juicios fundados en una crítica científica. En cuanto a los prejuicios de la llamada opinión pública, a la que nunca he hecho concesiones, será mi divisa, como siempre, la del gran florentino: Segui il tuo corso, e lascia dir le genti! [¡Sigue tu camino y deja que la gente hable!].

¡Hasta la victoria, siempre!

Atilio A. Boron

http://www.atilioboron.blogspot.com

GB

EL PARTIDO OBRERO JUNTO A LANATTA

Entre Chávez y Lanata, ¡Lanata! (dicen algunos) Por Atilio A. Borón

¿Es posible que una fuerza política que se identifica con la tradición marxista SE SOLIDARICE CON LANATA Y FULMINE CON SU CRÍTICA A HUGO CHÁVEZ? Lamentablemente sí. El Partido Obrero de la Argentina publicó en el sitio web de su órgano partidario, Prensa Obrera (11 de Octubre)
una nota sobre el famoso incidente protagonizado por el periodista argentino Jorge Lanata en Caracas, adonde había ido a preparar el clima para celebrar la victoria de Capriles (ver posteo anterior en esta misma página) junto a la más rancia derecha argentina. ¿Puede el sectarismo llegar tan lejos? Por lo visto, sí. ¿Se puede honrar la memoria de Mariano Ferreira y, simultáneamente, presentar a Lanata como una víctima del "periodismo libre"? Sí. ¿Es posible que entre Chávez y Lanata se elija a Lanata? Sí. Favor de enviar urgente una brújula política para los compañeros del PO y las obras completas de Marx, Engels, Lenin, Trotsky, Gramsci y Mao. Así tal vez eviten volver a caer en semejante bochorno.
 

GB

Las elecciones venezolanas y la sanata de Lanata OPINION

Las elecciones venezolanas y la sanata de Lanata
Por Jorge Muracciole

Curiosa capacidad la de aquel periodista que sobre 12 mil colegas acreditados en la cobertura informativa de las elecciones más trascendentes en años en Sudamérica, se transforma en noticia al intentar eclipsar el carácter absolutamente democrático de la contienda electoral. Quizás motivado por la certeza sicótica pergeñada por los medios opositores, de la "inminente debacle electoral de Hugo Chávez", el notable periodista se lanzó a un nuevo desafío: transmitir en vivo y en directo el último acto del Chavismo.

Desde temprano, al escribir su habitual columna en "el gran diario argentino", promediando la media tarde caraqueña, afirmaba que "ganase quien ganase en la contienda electoral, se habrá producido la grieta que dividiría en dos la ciudadanía. Esa grieta, que en Venezuela como en nuestro país ha dividido en dos a la sociedad, donde la división no sólo es política sino cultural." Haciendo una suerte de denostación del concepto de grieta, usándolo equívocamente, como un sinónimo de fractura social.

Seguramente en su exitosa carrera de periodista estrella Jorge Lanata no les ha prestado demasiada atención a las cuestiones conceptuales. Ni tampoco tuvo en cuenta que el concepto de grieta deviene del pensar deconstructivista; ni cayó en la cuenta que trabajar en la grieta, es hacer hincapié en una permanencia que horade desde dentro el edificio de un sistema, la omnipotencia del mismo.

En una palabra, el concepto de grieta en política y en el ámbito del acontecer social, no tiene absolutamente nada que ver con el devenir de la fractura social, propia de los efectos generados por la aplicación sistemática durante décadas de los planes económicos neoliberales en los países periféricos.

Pero justamente el uso equívoco del concepto de grieta o fisura lo lleva al exitoso comunicador a no entender que necesariamente la Venezuela anterior a Chávez era esa Venezuela falsamente unida que invisibilizaba con el bipartidismo elitista la profunda fractura social donde una inmensa mayoría de su población era excluida y una suerte de minoría hegemonizaba un estado de cosas monolítico, una suerte de apartheid, que el Caracazo agrietó y sobre el cual se inició un proceso de transformación que fisuró el viejo e injusto edificio de una Venezuela para pocos, para los privilegiados de siempre. Cuando la loza incólume del capitalismo periférico impide las necesidades más básicas de los que poseen como su único capital su fuerza de trabajo, se hace imprescindible el trabajo tesonero sobre las grietas, que vayan derrumbando esa cultura de la inequidad tan habitual en las democracias formales dirigidas por prolijos políticos que cumplen el mandato de las grandes corporaciones tan cuidadosamente tratadas por su aguda verba "anti -populista".

Al desvirtuar el concepto de grieta, y aplicarlo en su sentido contrario, el otrora progresista, devenido en vocero del Grupo Clarín, no puede entender que el habitual trabajo del pensamiento en las grietas, en las fisuras, análogamente se realiza en el lenguaje mismo. Quizás no sea necesario para el incansable denunciante de los procesos populares que confrontan en el mundo capitalista actual contra la hegemonía neoliberal, saber que este concepto acuñado por Derrida y desarrollado por otros autores mucho más radicalizados, habla del paradigma de una estrategia liberadora de las clases oprimidas contra un sistema de cosas monolítico. En su confortable co-habitación con los socios menores del poder global, verdaderos culpables de las profundas inequidades a escala planetaria, el periodista estrella apostó desde el primer momento a desinformar, al abrir su programa dominical afirmando "Que esta es una elección que viene muy complicada, siendo las diferencias mínimas; producto de esta paridad de voto a voto hay un empate técnico. Sólo puedo adelantar que hay varios medios extranjeros que están dando ganador a un candidato, y desde Buenos Aires los twiteros K dicen que el ganador es el otro candidato". Ante tamaño papelón de la supuesta objetividad informativa, el paladín de la prensa independiente, quien luego de una estadía de casi una semana en la República Bolivariana termina su programa abruptamente sin asumir el holgado triunfo chavista, dejó la cobertura de los resultados del escrutinio a los enviados del noticioso del canal de aire.

Afortunadamente a los pocos minutos de negar la realidad con un programa preparado para instalar en la audiencia un escenario ficticio de paridad electoral, la contundencia de los 8 millones de votos no dejó dudas de la verdadera voluntad del pueblo venezolano. Pero esa noticia no fue comunicada por el columnista estrella del Grupo Clarín, sino que cerró el programa dejando la dura tarea de aceptar los datos de la derrota de la oposición dados por los autoridades del Colegio Electoral a sus colegas del noticioso.

Mientras Venezuela daba un ejemplo democrático al mundo, el reconocido comunicador devenido en humorista con sus novedosos monólogos televisivos borestenianos, al día siguiente del triunfo bolivariano se pavoneaba con un facsímil de los servicios secretos que mostró ante las cámaras en su programa del domingo por la noche. Siendo demorado a minutos de su partida en pleno aeropuerto por las autoridades bolivarianas, con el objeto de desentrañar, cómo había llegado a su poder tal documentación confidencial. Este episodio fue, según palabras del periodista, definido como un "secuestro", y los momentos vividos, según sus declaraciones posteriores, una situación "análoga a las sufridas por los miles de chupados por la dictadura".

Lo cierto es que ante la paliza electoral y sus implicancias en las realidades político-sociales de América del Sur, sólo le quedaba al principal escudero comunicacional del multimedio hegemónico tratar de ensuciar con un escandalete de baja monta el ejemplar triunfo de una democracia con apoyo de masas , en su afán de intentar morigerar los inevitables efectos en los procesos en curso en la auspiciosa geografía de la Unasur.

15/10/12 Tiempo Argentino


GB

RODOLFO KUSH I

LO SAGRADO, PARA TODOS O “PA’ MI”
“Me salió el indio”
En 1966, el pensador Rodolfo Kusch (1922-1979) escribió el trabajo que aquí se rescata, donde, a partir de un par de expresiones coloquiales, se pregunta qué puede ser “salir de sí mismo” y, en los términos más cotidianos, examina la cuestión de lo sagrado. Es un texto de intensa actualidad.

Por Rodolfo Kusch *

Rodolfo Kusch nació en Buenos Aires en 1922 y murió en Maimará, Jujuy, en 1979.

En Buenos Aires siempre queremos andar bien con la gente. Por eso siempre tratamos de mantener un comportamiento armónico. Cuidamos esmeradamente no decir una palabra de más ni exagerar los gestos ni gritar y menos insultar. Hasta procuramos equilibrar nuestro aspecto y cuidamos el traje, combinamos bien el color de la corbata con el de la camisa, nos peinamos sin exagerar mayormente la onda del pelo y siempre nos afeitamos. Evidentemente, tratamos de que nunca se rompan ni el equilibrio de nuestro aspecto físico ni el de nuestro carácter, cuando tratamos con el prójimo. Pero esto tiene su límite. A veces las situaciones pueden ser francamente desfavorables y entonces las modificamos bruscamente con una palabra o con un gesto. Y en ese momento, alguien, un observador sereno, dirá por nosotros: “Le salió el indio”.

Esto del indio es curioso. Porque nada tenemos que ver con él. Por ningún lado vemos indios, ni siquiera en nuestro pasado histórico, ya que nuestra nacionalidad, como nos han enseñado, se hizo desplazando al indio. Mucho más simpático nos resulta el gaucho, quien, también según nuestros manuales, se confabula con nuestra historia, para dar este país que ahora tenemos, con su Buenos Aires y el resto. Pero un día compramos una heladera eléctrica y viene un vecino y se dispone a revisarla. Toleramos con paciencia la intromisión del otro. Pero nos molesta que alguien ajeno a la casa se tome confianza. Nuestra casa, lo vimos, donde está la vieja o la familia, es sagrada pa’ mí. Y cuando vemos que las manos del vecino desarman alguna parte delicada del aparato, entonces, súbitamente, lo sacamos a empujones de nuestra casa, diciendo:


“Mándese a mudar. A esta heladera no la toca”. ¿Por qué? ¿También es sagrada, igual que la vieja? En parte. ¿Y qué pasó? Pues que nos salió el indio, precisamente para defender algo que es casi sagrado pa’ mí. ¿Será entonces que escondemos adentro un indio que entra en funcionamiento para imponer o dictaminar lo que es sagrado pa’ mí? ¿Y por qué? Seguramente porque nos han enseñado, ya con las primeras letras, que no hay cosas sagradas, y como nosotros, en lo más íntimo, no creemos en ese escamoteo, entonces nos hemos inventado un indio que atrapa afuera, y siempre por la fuerza, las cosas sagradas pa’ mí, aunque se trate de una heladera.

Pero tenemos otra expresión que complementa a la anterior. Es la que se refiere a un andar “como bola sin manija”, en el sentido de andar perdido, sin control y sin saber qué hacer. La manija en cuestión es la pequeña bola con la cual se manejaban las otras dos, más grandes, de las boleadoras indígenas.


 Pero, en el lenguaje actual, significa además un utensilio insertado a veces en una rueda y del cual depende el funcionamiento de una máquina. Entonces, andar como bola sin manija significa andar sin un centro que sirva de referencia y causa motriz. ¿Y no será que aquello de salir el indio se refiere a tomar la manija de una situación, imponer un centro en el mundo de afuera, pero vinculado estrechamente con eso que llevamos adentro, con las cosas sagradas pa’mí? Precisamente, cuando eché a mi vecino, porque éste estaba manoseando mi heladera recién comprada, no hice otra cosa que retomar la manija de la situación, imponiendo mi propio centro en ese pequeño y mísero reino pa’ mí, lleno de cosas sagradas, cuyo límite va de la pared medianera del fondo hasta la puerta cancel, y en el cual están los muebles, el televisor, la heladera, mi mujer, mis hijos, el perro, y, por sobre todo, mi vieja.

Indudablemente, en esa salida del indio no se trata del indio histórico, sino de una referencia a una fuerza que empuja, desde muy adentro de nosotros, quizá del inconsciente mismo, para irrumpir súbitamente afuera, y mostrar al fin lo que siempre quisimos hacer notar. Indio, en ese sentido, se asocia a fuerza bárbara ignota, que modifica cualquier reserva o pulcritud que pretendamos mantener ante el prójimo.


Es, en suma, el símbolo de una salida brusca desde nuestra interioridad hacia el mundo de afuera. ¿Y de dónde proviene esta urgencia de salir con brusquedad para liberar fuerzas, casi como si el agua rebasara un dique e inundara un valle? Porque el indio histórico, según parece, nunca tuvo que salir de sí mismo, sino que siempre se daba afuera. Ahí encontraba en algún árbol, en alguna piedra o en alguna montaña, un vestigio de algún mundo sagrado que le servía para ganar la seguridad en sí mismo.

Pero un árbol, una piedra o una montaña son para nosotros simples objetos, que de ninguna manera estarán vinculados con el mundo sagrado. Es peor, no creemos que haya en el mundo nada sagrado, porque un árbol servirá para hacer leña, una piedra para hacer casas y una montaña para hacer alpinismo. Hay cosas sagradas, pero únicamente pa’ mí y siempre a espaldas de los ocho millones de habitantes de Buenos Aires.

La diferencia es clara. El indio encontraba, en cualquier punto del mundo exterior, algo que le hacía sentir que él estaba en la morada de los dioses. Nosotros, en cambio, hemos reducido ese mundo apenas a las cuatro cosas que tenemos en casa, y aun en éste debemos imponer toda la fuerza para tornarlo sagrado. Mientras al indio nada costaba creer que en el árbol subían y bajaban los dioses, nosotros en cambio no sólo lo convertimos en leña, sino que además no creemos que los dioses se anden columpiando en él. Por otra parte, pensamos, el indio siempre tenía que pedir a los dioses su pan y su vida y nosotros no pedimos ni pan ni vida, sino que compramos. Siempre habrá una moneda con la cual podamos salir del paso, aquí en Buenos Aires.

Pero hay más. El indio no se resignaba a ver únicamente cómo se descolgaban los dioses de los arbolitos, sino que también dividía su imperio en cuatro zonas y situaba en el centro la ciudad-ombligo, a través de la cual se mantenía en contacto con la divinidad mayor. Además todos los caminos y todos los ríos y todas las montañas decían algo al hombre, y el hombre ante ellos decía algo a los dioses. ¿Y nosotros? Pues ahí andamos mirando las fotografías de algún familiar en nuestra casa, o alguna estampa religiosa, algún recuerdo traído de algún viaje. Y nada más. Más allá todo es profano. Porque afuera, el mundo está vacío. En vez de los dioses están las cosas, y con éstas ya no se habla, sino que se las compra. Así compramos también con el turismo la posibilidad de ver un río o una montaña. Así compramos nuestra respetabilidad y así compramos el traje nuevo para no andar rotosos.

Indudablemente el indio tira un pedazo de su humanidad afuera y lo llama sagrado, mientras que nosotros convertimos eso que está afuera en un pozo, pero con una rígida estantería, ordenada a la manera de un comercio chico, con todo clasificado y donde nada tiene algo que ver con nosotros, a no ser que tengamos dinero para comprarlo.


 Así lo exige el siglo XX y ése es el sentido de la civilización, una herencia de la Enciclopedia francesa. Pero nos sale el indio. ¿Para qué? ¿Será para contrariar este siglo XX? ¿Será para restituir afuera en el mundo exterior nuestro propio recinto sagrado, sólo para ver a los dioses columpiarse en los árboles? Porque ¿qué decimos cuando usamos el término “canchero”? ¿Canchero en dónde? No será en la cancha de fútbol, sino en la cancha sagrada, como si uno extendiera el recinto sagrado de su pa’ mí hacia fuera, casi a la manera de una cancha de fútbol, pero de un club que es uno mismo, mejor aún, uno mismo convertido en empresario de espectáculos futbolísticos para mostrar su capacidad de gambetear la vida y de mover la admiración del prójimo. Canchero significa aventurarse a dominar el mundo exterior, pero con el fin de encandilarlos o dejarlos locos a todos, casi como si uno se vengara de la gente.

Siendo así, no cabe duda de que no sólo nos sale el indio, sino que también hacemos como él. Porque qué manera de tirar trozos de la propia humanidad afuera, de babosear el duro mundo con todo lo viviente que uno es, y hasta con ciertas ganas, bastante sospechosas, de ver afuera también –como lo veía el indio– un imperio de cuatro zonas y un centro siempre accesible, aunque sólo se llame Barrio Norte y Barrio Sur y un Centro poblado de cines y mujeres bien vestidas.

Pero es inútil. Aunque nos salga el indio, aunque nos hagamos los cancheros, apenas pasaremos de poner míseramente nuestra heladera, sagrada pa’ mí, en el patio, para que el vecino se muera de envidia al ver nuestra cancha sagrada, nuestro pa’ mí enriquecido con las cuatro cosas que conseguimos a fuerza de créditos en nuestra buena ciudad. Nunca nos saldrá un imperio de cuatro zonas, sino apenas un indio que no somos, y al cual en el fondo tenemos miedo y asco, pero con el cual, queramos o no, estamos comprometidos.

* Fragmento de “La salida del indio”, incluido en De la mala vida porteña (Peña Lillo Editor, Buenos Aires, 1966).

CFK LEAL A SU PUEBLO.

Cristina: "Mi única lealtad es con los intereses del pueblo, a costa de los agravios"
La presidenta sostuvo que el desafío es institucionalizar los derechos adquiridos. "Detesto la palabra justicialismo, yo soy peronista", dijo. Crítica a fondos buitre por la intervención en Ghana.

Por Martin Piqué

Mi única lealtad es con los intereses del pueblo, a costa de los agravios y de ser descalificada." Con una apelación al concepto de la "lealtad" tan importante en la historia del peronismo, un principio que ella misma analizó en profundidad, la presidenta hizo anoche un largo y profundo repaso de su gestión y de la de su marido.


Ante 35 intendentes de la provincia de Buenos Aires, y con el telón de fondo de la conmemoración por el 17 de octubre, Cristina Fernández encabezó un acto en el que se presentó un plan de obra pública para los municipios (ver aparte). Tras una primera ronda de discursos, que estuvo a cargo de los intendentes Julio Pereyra (Florencio Varela), Raúl Othacehé (Merlo) y Fernando Espinoza (La Matanza) entre otros, la jefa de Estado habló largos minutos sobre la actualidad, mencionó algunos de los obstáculos con los que se está encontrando el gobierno (como la acción de los fondos buitre, que mantiene paralizada a la Fragata Libertad en la capital de Ghana), y pidió a todos los argentinos, pero sobre todo a su dirigencia política, que se encargue de cuidar los cambios producidos en los últimos diez años. "Esto que tenemos es el piso, no el techo, pero tenemos que cuidarlo entre todos", subrayó ante la mirada atenta de intendentes y funcionarios.

La exhortación de la jefa de Estado revela cuál es la prioridad que viene discutiéndose en el Ejecutivo, tanto entre quienes ejercen responsabilidades en el Estado como entre los dirigentes políticos. La preocupación, común a todos ellos, es cómo impedir que las mejores políticas que se llevaron adelante en los últimos diez años (a los que anoche Cristina definió como "una década ganada por los argentinos", en contraste con el concepto de "década pérdida" de los años '80) puedan ser revertidas si hubiera un cambio electoral en 2015.


 "El gran desafío que tenemos los argentinos, oficialistas y opositores, es la institucionalización de los derechos adquiridos, del nivel de producción alcanzado, de las obras de infraestructura, de los parques industriales. De este piso tienen que hacerse garantes todos los partidos nacionales y populares de la Argentina", subrayó la mandataria durante su prolongado discurso.

La jefa de Estado estuvo acompañada por el jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, y los ministros Julio De Vido (Planificación), Juan Manzur (Salud), Florencio Randazzo (Interior y Transporte), Alicia Kirchner (Desarrollo Social) y Hernán Lorenzino (Economía). En representación del distrito bonaerense estaba su gobernador, Daniel Scioli, y 35 intendentes de la primera y tercera sección electoral (el norte y oeste del Conurbano), donde el gran ausente fue el intendente de Tigre, Sergio Massa.


Los intendentes, que se mostraron satisfechos con el anuncio, reconocieron desde el micrófono los cambios que vivieron sus distritos en los últimos diez años. La mandataria escuchó atenta y, al final, cerró el acto con un discurso que retomó conceptos que habían insinuado los jefes comunales. Cuestionó el uso del "peronómetro", y dijo que el "peronismo se mide por los hechos, no por la cantidad de años militando en él", tras lo cual recordó que ella nunca se fue del Partido Justicialista. "Detesto la palabra justicialismo, yo soy peronista", remarcó. Dos veces la presidenta mencionó los "errores propios", que tanto ella como su marido pudieron haber cometido en el ejercicio del gobierno.

Luego cuestionó a ciertos medios de comunicación, sobre todo por el tratamiento a la noticia sobre la Fragata Libertad. Dedicó una velada alusión al periodista Jorge Lanata al sorprenderse por "la desazón con que algunos comunicadores sociales informaron sobre el triunfo de Chávez mientras en Caracas se veían los fuegos artificiales". Destacó que fue la acción diplomática ante la OMC lo que permitió que España liberara el ingreso del biodiésel argentino –Madrid había tomado esa represalia tras la nacionalización de Repsol– y dejó una conclusión a modo de resumen, casi de despedida. "Nadie podrá reprocharnos a mí y a mi marido que no fuimos irrestrictamente leales con los intereses del pueblo y de la patria." «

Obras por $ 8700 millones

La presidenta Cristina Fernández, el ministro de Planificación Federal Julio De Vido y los intendentes de la Primera y Tercera Sección de la provincia de Buenos Aires presentaron el Plan de obras Más Cerca: Más Municipio, Mejor País, Más Patria, que se desarrollará con financiamiento nacional y se ejecutará en forma descentralizada a través de los municipios. El plan se propone una acción inmediata con obras de diez a 12 meses de plazo que generen fuerte impacto en la economía local, tanto en materia de empleo como en la utilización de pymes, cooperativas y proveedores locales.


En el caso de la Primera y Tercera Sección el Plan Más Cerca prevé en una primera etapa una inversión para esta región de 8769 millones de pesos a desarrollar en el transcurso de 2012-2013. Los jefes comunales repasaron, en encuentros junto a colegas de sección y funcionarios de Planificación Federal, las obras ejecutadas y en ejecución con fondos nacionales y expusieron las obras que solicitaban incorporar a este plan.

18/10/12 Tiempo Argentino


GB