martes, 9 de octubre de 2012

ERIC HOBSBAWN IN MEMORIAM

Amnesia (a la memoria de Hobsbawm)
Por Hermann Bellinghausen

Como saben siempre los hombres que detentan el poder, la memoria es una de las cosas más difíciles de destruir. Borrarla solía requerir gran sufrimiento por tiempo prolongado. La modernidad desarrolló formas más inocuas de inducir olvido, por vías parenterales, que se parecen al adormecimiento, el aturdimiento y el miedo. No hace falta ser químico para intuir que la memoria es un principio activo que desata reacciones por lo regular indeseables para el poder, pues obran en su contra y lo desnudan.

En algunas lenguas romances, no la nuestra, recordar (acordarse) y despertar son sinónimos. Teniendo en cuenta que nostalgia (y mejor saudade) designan no la memoria, sino los sentimientos que lugares, personas y laberintos despiertan en el memorioso, en el México de hoy, si parafraseáramos los populares versos de Gabriel Celaya, la memoria sería un arma cargada de futuro. Un evento que nos pone a prueba para lo que sigue.

Pocos naufragios más atroces de la memoria hubo en el mundo que el de las civilizaciones americanas precolombinas. Por ejemplo la maya, en cuyo nombre hoy se urden tantas tonterías new age. A pesar de que sobreviven millones de descendientes de aquellos maestros de la humanidad que evolucionaron en las selvas mesoamericanas, el hiato entre ellos y nosotros apenas empieza a repararse. Memorias, las que fueran, alimentaron a los mayas en sus ciclos, y del clásico (colapsado hacia el siglo IX) a la llegada de los españoles, hubo un trazo, un registro oral y escrito de la historia y el mito. Hicieron falta la brutalidad de la soldadesca, los autos de fe de la ferocidad evangelizadora y la esclavitud embozada que mantuvieron colonos e independientes, para destruir algo más que sus códices y códigos y dejar a los arqueólogos del siglo XX su interpretación en piedra, como si de tablillas sumerias se tratara. Pero esos pueblos, los que lo hicieron, están aquí. Y de una manera científicamente inexplicable, nuevamente recuerdan, recuperan, persisten. ¿Una excepción en la modernidad? Tal vez. Sobre todo porque confrontan un tiempo real tan, tan dilatado. El quinto centenario fue un campanazo indígena en el continente.

Tampoco se olvida el 2 de octubre, y necesitamos aplicarnos para que así siga siendo, pues los que lo causaron son los mismos que siguen "gobernando". Sin memoria somos nada. Son los mismos que destrozaron el artículo 27 constitucional hace 30 años y acaban de rematar el 123. Adiós Revolución como venía, oh, en aquellos libros de Texto Gratuito, continuación a escala nacional de la historia popular y sus motivos de orgullo. No fue pues gratuito el respingo inmediato del alzamiento zapatista en 1994. Los derechos agrarios y de los pueblos no serían olvidados. Ni traicionados. No por ellos. Como pronto se vio, no venían solos. Pueblos originarios de todo el país demostraron que se acordaban. Y despertaron.

¿Estará la clase obrera –esa que antes iba al Paraíso proletario– a la altura de la memoria que necesita para pervivir, como los indígenas lo hicieron de modo que la puñalada salinista contra las reivindicaciones de Emiliano Zapata no resultara letal ni mucho menos? Indígenas y campesinos de México se han encargado de no olvidar que la tierra es de quien la trabaja, y sinónimo de libertad. Los sindicalistas (y los por sindicalizar) ¿harán lo propio? ¿O los devorará la amnesia de la modernidad? La guerra de los nuevos zapatistas es, explícitamente, contra el olvido. Pero son tantas las cosas que los mexicanos necesitamos recordar, oxigenar, desentrañar debajo de los escombros.

Hoy "memoria" también alude lo externo: discos duros, dispositivos y aplicaciones que, en buena medida, liberan espacio en la memoria humana, la cual puede transferir datos y efemérides, descargarlos, para conservar la capacidad de captación y almacenamiento. Bien podría usarse este maravilloso "espacio libre" para "almacenar" lo que verdaderamente importa. Pero aquí es donde la puerca tuerce el rabo.

Si una industria entre las mil que han prosperado con el capitalismo ha deveras prosperado es la de la amnesia. O de la memoria vacía, alimentada de entretenimiento, trivialidad, consumismo pavloviano; la del espejismo justamente llamado "virtual", la hiperconexión instantánea, la presunta omnipresencia que deriva en mera ausencia mientras los vencedores se apoderan de la Historia que es nuestra.

El espacio disponible en nuestra aturdida memoria es invadido por brutales dosis de información hueca pero viral, que es a la memoria lo que las papas fritas industriales a las papas de tierra (en francés llamadas, bellamente, "manzanas de tierra"): aire, sal y celofán. Nada. La memoria requiere espacio libre y disponible, y para ocuparlo así en la Tierra como en la mente se necesita estar despierto y sin miedo de recordar. Tener viva la memoria no significa que ya ganamos, pero sí que no hemos perdido.

La Jornada, México

Ascensos y descensos en la historia
Por Víctor Flores Olea

Uno de los puntos finos de Eric Hobsbawm como historiador fue siempre la descripción de la historia en sus ondulaciones, por más leves que éstas fueran. A pesar de su innegable coherencia ideológica –yo diría, precisamente por ella–, jamás tendió Hobsbawm a encontrar las causas del movimiento de la historia a una mecánica de lucha de clases, que no aceptaba que operara de manera exclusiva, sino siempre combinada con otros factores de circunstancia que la modelaban en ocasiones con fuerza. En una palabra: el historiador y analista Hobsbawm prefería contemplar la historia como un conjunto pleno de matices en vez de considerarla como un robot de una sola pieza, como una maquinaria incapaz de variar y modular

Hoy en cualquier lugar del mundo en que se formule la pregunta se nos dirá que vivimos, al menos desde 1990, en un tremendo flujo de presiones de la derecha, que a primera vista no dejan espacio alguno para la expresión de la izquierda o de las izquierdas, y que este ascenso contundente de la derecha, casi en todas partes, se percibe como una corriente que no sólo se consolida, sino que tiende a persistir, a quedarse, con toda la apariencia de lo inamovible.

Y resulta que, en efecto, digamos la correlación de fuerzas que prevalece en la mayor parte de este mundo hoy llamado globalizado, parece favorecer contundentemente a la derecha (vía los instrumentos que ha puesto en movimiento: el neoliberalismo económico, con sus liquidaciones de todas las economías que no sean plenamente de libre mercado, con su endiosamiento entonces del mercado llamado "libre" y de las privatizaciones como fundamento de toda economía posible, con sus dramáticas reducciones de la inversión orientada al bienestar social, con una reducción también privatizadora de la educación, la salud y otros servicios públicos fundamentales y, resumiendo, con un aparato financiero en perpetua expansión que busca (y encuentra) los modos de explotar y acumular más aún.

Tiempo de ascenso de la derecha "global" y sin equilibrios, salvo excepcionalmente, en que la izquierda conserva algunas barreras de resistencia. Aludiendo otra vez a Hobsbawm, en estos tiempos de economía globalizada la derecha y la extrema derecha se han apoderado de la ola ascendente de la historia y no parece fácil que pierdan la oportunidad. Al contrario, todo indicaría que tienen los recursos y la decisión de seguir imponiendo su perspectiva e intereses, aun cuando en otro sentido hayan originado un mundo altamente deshumanizado, antiético y pleno de miserias, en toda la extensión de la palabra.

Una enorme e implacable fábrica de pobres en que el mundo se encuentra tajantemente dividido entre quienes lo tienen todo y quienes carecen de lo más necesario. Mundo de extremos entre la abundancia ilimitada y la miseria insultante, y lo que es peor aún: con la decisión irrevocable de no permitir ningún cambio que pudiera mejorar y hacer mínimamente tolerable el mundo de la pobreza acrecentada.

Por supuesto, la cuestión no termina ahí, porque la fábrica de pobres que es el capitalismo actual es un sistema que también envilece a los más ricos que pierden todo sentido de los valores éticos y, en el fondo, viven como miserables adinerados, incapaces de pensar en las necesidades "del otro" y "de los otros" y que sólo consideran su propio beneficio.

La cuestión es que esta violenta división social desarticula al conjunto de la comunidad en muchos de sus aspectos. Desde luego en el político, reduciendo a la democracia a su mínima expresión, convirtiéndola también en instrumento de dominio y explotación. El ejemplo mexicano de las últimas elecciones, al menos desde 1988, nos muestra la manera en que el dominio político complementa el dominio económico y lo hace su pareja de control. Por supuesto, igualmente las divisiones sociales extremas tienden también a desbaratar la cohesión y las potencial unidad de los conjuntos, propiciando enfrentamientos y tensiones que pueden ser finales o casi. Es decir, las extremas divisiones sociales favorecen las pugnas y enfrentamientos y hacen mucho más difícil el entendimiento. Es decir, son ya una expresión de la lucha de clases y en ocasiones su culminación; en definitiva, son ya la lucha de clases materializada.

Claro que la división de clases y su confrontación tiene igualmente tremendas implicaciones culturales. Muchas veces, por supuesto, los ricos de la sociedad, con acceso a medios educativos e informativos más vastos, acaparan cultura y formación refinada, pero no siempre, por su misma condición privilegiada, la capacidad crítica para poner en tela de juicio su mismo papel social. En ocasiones, son los menos favorecidos socialmente quienes son capaces de ejercer la crítica más aguda sobre la estructura social, sacando a luz la raíz de la división de clases y los mecanismos de la explotación, que equivale a revelar los mecanismos de dominio y acumulación de privilegios en que siempre ha consistido el sistema capitalista.

Y no sólo eso, sino que son capaces de imaginar los caminos de la transformación social necesaria (y revolucionaria) para acercarnos a una sociedad más justa y equilibrada. Las revoluciones de toda índole se han gestado casi siempre en las mentes de los menos favorecidos, con excepción tal vez de la revolución (y revoluciones del siglo XVIII) en que participaron también integrantes de la alta burguesía y hasta integrantes de la aristocracia, iluminados precisamente del Siglo de las Luces.

Ascenso actual de la derecha pero provisional y lejos de la permanencia, lo cual indica que la izquierda volverá a tener grandes oportunidades históricas, a reserva de que sea capaz de difundir ampliamente sus objetivos, a través de una suerte de revolución cultural capaz de educar, convencer y movilizar a su favor. Como ha ocurrido ahora en buena parte de América del Sur, a pesar de que es un tiempo de la derecha. Pero esto es lo que nos enseña Hobsbawm con su aguda observación de la historia: que ésta asciende y desciende inevitablemente.

La Jornada, México


Prof GB

CULTURA Y ALTERIDAD ; RAMIRO PODETTI.

[Comentario al libro de Ramiro Podetti: Cultura y alteridad. En torno al sentido de la experiencia latinoamericana. Monte Ávila, Caracas, 2008]


Por Graciela Maturo



¿Porqué ocuparnos de la alteridad más bien que de la identidad? dispara Ramiro Podetti, abriendo el juego al inicio de este jugoso y provocativo ensayo, que fue premiado con toda justicia por el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos.
Y en efecto, en los ámbitos latinoamericanos se habla siempre de identidad, y no de alteridad. El trabajo de Ramiro Podetti, sin embargo, ha desplegado un mapa de la identidad que no deja lugar a dudas; no se trata de la infinita alterización que podría haber enarbolado Foucault, sino de la transculturación que caracteriza a una identidad mestiza, mixta, dialogante, cual es la identidad humanista del subcontinente. Al menos esto es así en mi lectura, y ya se sabe que en toda lectura hay matices puestos por quien lee. El candente y a veces remanido tema de la identidad ha recibido en este libro un nuevo giro estimulante.

La reflexión teórica de los primeros capítulos precede y acompaña al estudio de cinco autores de comienzos del siglo Veinte, bien elegidos por cuanto significan en su coetaneidad, la común asunción del tema de América y la superación del ambiente positivista de la época. Son ellos Rodó, García Calderón, Vasconcelos, Fernando Ortiz, Belaúnde.
José Enrique Rodó, que abrió el siglo con su famoso Ariel, planteaba una cierta idealización de la cultura hispanoamericana, de inspiración netamente liberal, que soslayaba la hibridación de los orígenes. Sus intuiciones fundamentales han quedado, no obstante, corroboradas por los tiempos, en la inevitable contrastación de las Américas del Norte y del Sur. Por su parte tanto Francisco García Calderón como José Vasconcelos llevaron su atención al mestizaje étnico fundacional de nuestros pueblos, que sobrepasa a los aspectos cruentos de la Conquista, e incluso balancea una historia de inequidades. Pero es en las obras de Fernando Ortiz y Víctor Andrés Belaúnde donde se ha presentado, para Podetti, la culminación de esa línea de pensadores que dieron por superado el racismo y el positivismo decimonónicos, aunque éste haya seguido reinando a medias en las aulas universitarias, con distintos matices, hasta el presente.

Ramiro Podetti lo ha afirmado en los primeros capítulos del libro, que hacen a mi juicio lo más sustancial y novedoso de su obra: el humanismo - al que siempre suelo agregar la adjetivación de teándrico, para distinguirlo de los meros humanismos antrópicos de los últimos tiempos - se fue perfilando y aquilatando en el Viejo Continente antes de volcarse en América en uno de esos tramos complejos de la Historia que no se prestan a simplificaciones. Sólo sus frutos en la cultura, las leyes, las costumbres, las artes, la política y la religión pueden permitirnos sopesar la importancia de aquella gesta hispánica que Podetti examina sin prejuicios, provisto de una asombrosa erudición.

Nuestro autor, en seguimiento de Jaspers, sitúa en el inicio de la Modernidad el comienzo de la Historia Universal, jalonada por descubrimientos científicos y técnicos que actuaron como motores de cambios insoslayables. América irrumpe en esa historia del mundo luego de la expansión oceánica para quedar ligada a Europa, de la que sería, según Fuentes, el “espejo enterrado”. Ve claramente Ramiro la significación del Mundo Nuevo en que se gesta precisamente la novedad de un derecho de gentes asentado en la concepción cristiana del hombre. “La historia - afirma- entre el siglo XVI y el siglo XX fue básicamente la interacción entre los procesos locales y el proceso global”. Y advierte sobre el adelantamiento de la noción de comunidad mundial en Francisco de Vitoria, puntualizando el rumbo de un autentico universalismo del cual la actual globalización aparece como una realización parcial y reductiva. A partir de entonces los descubrimientos técnicos, la cartografía, los rumbos del pensamiento filosófico, apuntarían cada vez más al universalismo declarado por los Evangelios, y llevado adelante por Dante, Ficino, Nicolás de Cusa, León Hebreo y el propio Almirante Colón, al servicio de la Corona y de la Iglesia.

Podetti publica un mapamundi de Abraham Ortellius que ilustraba su Theatrum Orbis Terrarum en 1570. Para la consideración mundial, y de los propios americanos, había nacido el Sur. Asomaba el diálogo de las culturas, rechazado, o apenas esbozado, en la Antigüedad. El ensayo de Ramiro Podetti adquiere el peso de un alegato filosófico, no meramente informativo sino hermenéutico y heurístico. No se conforma con situar a América en el comienzo de la communitas orbis, le asigna un destino ciertamente ligado a ese objetivo mundial, que imbrica a parcialidades como Oriente y Occidente en una nueva unidad, y recoge, por otra parte, la integración convergente de los saberes.
Me ha interesado particularmente la aproximación de Ramiro, en este libro, a fuentes míticas y poéticas que por nuestra parte hemos ahondado largamente, y que proyectan su significación ante una hermenéutica no prejuiciada por las fronteras del racionalismo científico. Recoger la riqueza iluminativa del profetismo o la fantasía poética no es mérito frecuente en s americanistas, a menudo encerrados en certezas documentales de otro signo. Lo he visto asomarse, con Fernando Aínsa, a las intuiciones señeras de Séneca, Dante y Antonio de León Pinelo, cuyo mapa profético habría sido anticipado por el propio Colón, cuyo proceso hizo Carpentier para decirnos que el juicio definitivo sólo podrían pronunciarlo los “escaldas”, es decir los poetas. De modo análogo, vero correctamente interpretado el sentido de la U-Thopy en Tomás Moro, santo católico que se resigna a morir ante el avance prepotente del protestantismo. Su utopía, que por mi parte he propuesto denominar eutopía, apunta visiblemente a América-el buen lugar- en que debía realizarse el ideal de humanidad, tanto personal como comunitario, incubado por el humanismo europeo. Vasco de Quiroga sería uno de los ejecutores de ese proyecto que hizo hablar a Silvio Zabala de la “invención de América”. Haber rescatado ese núcleo de ideas como base del desenvolvimiento histórico cultural de los pueblos hispanoamericanos es no poco mérito de este libro concebido con gran profundidad y realizado con prolija erudición.

Reafirma Ramiro Podetti, con la solvencia que le otorga su manejo interdisciplinario, la unidad interna de procesos culturales, filosóficos, científicos y tecnológicos, descubriendo una dirección de sentido intrahistórico que es inherente a la Historia de los pueblos y más aún a la Historia de la humanidad. Su apelación a Hegel, Toynbee, Braudel, lo confirma en este rumbo, marcando el progresivo asomar de la “ciencia nueva” postulada por Giambattista Vico.
La historia americana, hasta el momento periférica a los poderes centrales en lo económico-político, aparece a los ojos del autor como una reserva ética, cultural y espiritual de la humanidad, como el núcleo potencial de una nueva y más amplia ecúmene. Valoriza en tal sentido los pasos dados desde el siglo XVI en adelante, por figuras como Bernardino de Sahagún, precursor de la antropología y la etnografía de América y recopilador de los famosos diálogos de los doce franciscanos con los cacique nahuas. No puede menos que alegrarnos - ante tanta indiferencia y silencio- el reconocimiento de la labor humanística de las traducciones, la temprana instalación de la imprenta, la fundación hispánca de las universidades -no seguida de igual forma por los lusitano,la creciente transculturación de nuestros países, criticada o detenida por la Ilustración y sus seguidores, aún después de la emancipación. (Los recientes festejos del Bicentenario argentino, llevados adelante como espectáculo carente de fundamentos, así nos lo han mostrado).

Parecería que esta revaloración de la cultura colonial o indiana, como me gusta llamarla en coincidencia con Methol Ferré, fuese algo anacrónico o carente de vigencia en los momentos actuales, en que la cultura internacional urbana avanza con el apoyo de las redes técnicas. Sin embargo no es así, la cultura indiana sigue vigente en nuestra América, en sus leyes, instituciones, filosofía y religión, más reconocible en las provincias, en los ámbitos de las pequeñas o medianas ciudades, en los barrios y en todo ámbito no colonizado por el iluminismo universitario, como lo ha visto Kusch. Podetti ha sabido descubrirlo en su atenta observación del pensamiento y la cultura de los últimos siglos, sin ahorrarnos los brotes racistas emergentes del positivismo americano del siglo XIX que han afectado parcialmente a nuestros planes educativos. Los autores propuestos para su consideración en este libro vienen a reanudar su relación con el humanismo fundante, ya sea a través de los conceptos de mestización y trnsculturación, como a través de continuas recuperaciones éticas, estéticas, jurídicas y religiosas que son propias del humanismo. La sola elección de las figuras tratadas habla de una posición explícita contra el racismo, el totalitarismo y el pensamiento unificado. Frente a estos flagelos reales o potenciales en su tiempo se pronunciaron Rodó, con su bandera del humanismo americano; Francisco García Calderón, considerado por Podetti como su discípulo en el Perú ; Vasconcelos, impulsor de la idea de “raza cósmica americana”; Fernando Ortiz, investigador de las tradiciones folklóricas cubanas y autor del concepto de “transculturación” - que otros hemos tomado después como valiosa herramienta de comprensión de nuestra identidad-; y Víctor Raúl Belaúnde, con su idea de la “síntesis viviente”, proclamador de la urgente necesidad de la integración latinoamericana. Dos peruanos, un uruguayo, un mexicano y un cubano. En todos ellos va asomando y se hace plena la conciencia teórica de una América signada por la vocación del diálogo y el crecimiento de los pueblos hacia el universalismo.
La noción de la transculturación constituyente de la cultura hispanoamericana, central en este libro, es adjudicada, acertadamente, por Ramiro a la tradición católica, colocándose más allá de errores y complicidades con el poder que han tenido algunos miembros de la Iglesia. Esto me ha parecido de una gran valentía: Ramiro Podetti ha sabido salir al cruce de prejuicios anti-hispánicos, anti-mestizos y anticatólicos muy extendidos en la comunidad científica y universitaria. El indigenismo y la negritud, comprensibles cono defensa legítima de culturas postergadas, no pueden dar cuenta de la variedad y riqueza sincrética de la cultura latinoamericana. Basta mirar a nuestro alrededor, para recoger la variedad de costumbres, ritos, modos de comer, vestir y habitar, realizaciones estéticas, que matizan el mundo latino-indo-afro- americano amparado bajo los símbolos católicos, frente al mundo norteamericano, ajeno a la mestización y la transculturación, unificado por valores de vida del protestantismo. Tuvo que señalarlo Samuel Huntington, consejero de los líderes del Imperio, para que algunos universitarios de nuestra región empezaran a considerarlo.
Siguiendo el recorrido que este libro despliega, nos encontramos con una América entrevista como lugar de síntesis de pueblos y de culturas, singularmente preparada para una etapa universal ya avanzada por sus más preclaros pensadores y artistas, e impresa como orientación de su cultura, sus leyes y su vocación popular. No estoy muy convencida de que esa sea la posición de Enrique Dussel, citado en las últimas páginas como un de los mentores de Ramiro Podetti, si se tiene en cuenta que en los años 70 se expidió en contra del sincretismo, asentando la necesidad de “depurar” comunidades populares para convertirlas en comunidades cristianas. No comprender el rumbo nuevo de América ante pueblos desconocidos para el Occidente lleva a Dussel a hablar de un “Extremo Occidente” americano, en ves de rendirse a la realidad de la transculturación. Ha faltado al marxismo, y a los pensadores que le han sido próximos, la superación de la díada Oriente-Occidente por un tercero, una nueva entidad, teológicamente avizorada por Joaquín de Fiore como lugar del Espíritu.

Podetti ha señalado con lucidez el ocaso de los imperios, pese al poder económico-político que todavía se ejerce sobre pueblos más débiles. Veo en su obra apuntar decididamente un alegato contra el totalitarismo y sus secuelas. Podetti es contundente cuando contrapone el “multiculturalismo” surgido en el último tiempo en una Europa invadida por sus colonias, a la cultura integrada por la evangelización, llegada a su mayoría de edad aunque hoy avasallada y fragmentada por distintas vías. Una extensión de su mirada hacia la cultura popular hubiera reconfirmado y ampliado esta propuesta de Podetti, pero no podemos pedir tanto a un libro como el presente, suficientemente rico y abarcador.

Entiendo que se desprende de esta obra una posición política alejada de la continuidad occidentalista en sus diversas variantes, y fiel a la cultura de nuestros pueblos, expuesta en diferentes instancias por sus mejores pensadores. Tal es al menos mi lectura- que como toda lectura puede tener cierto grado de reinvención. No en vano Alfonso Reyes afirmaba que existen tantas obras como lectores- .
El libro de Ramiro Podetti, ya leído hace algunos años y ahora retomado con fruición y devoción, me parece motivador, necesario y particularmente oportuno en estos tiempos de confusión e incertidumbre. Lamentablemente hoy estamos ante una nueva encrucijada en que se define el destino subcontinental, y se pone a prueba la continuidad de ese valioso legado humanista, evangélico y universal, diseñado y explicitado con firmeza en su obra. Estimo que ella debería constituirse en una valiosa herramienta de nuestra educación, y en un aporte insoslayable para quienes ensayan planteos de integración continental sobre bases ajenas a la índole de nuestros pueblos.

Graciela MaturoBuenos Aires, 22 de septiembre de 2012

Prof GB

lunes, 8 de octubre de 2012

ESCRITO DE UN MILITANTE DE AYER QUE PUEDE SER HOY

"El peronismo no solo afectó a la oligarquía, sin eliminarla, sino también a la clase dirigente argentina, sin tampoco eliminarla. Conservadores, radicales, socialistas y comunistas, vieron en el peronismo, no al rival con quien compartir el poder o alternárselo, sino al enemigo que frustraba todas sus esperanzas y posibilidades. El peronismo los condenaba a vegetar. No los destruía ni les daba posibilidades de éxito; tampoco les ofrecía perspectivas de integración, pues el culto hacía que en el peronismo no hubiera cabida jerárquica para nadie. Por eso eran todos enemigos absolutos; tanto el conservador Solano Lima, como el izquierdista Frondizi.
 
En sus planteos públicos, en sus actitudes y lenguajes ignoraban el trasfondo social del problema que enfrentaba el país. Por lo general solo hacían referencia al aspecto político, justamente aquél en que el peronismo era débil y vulnerable a la crítica.
La crítica económica carecía de seriedad. ¿Cómo se producía esta ceguera real o fingida? Nadie por cierto discutiría la doctrina de la justicia social, nadie impugnaba la soberanía popular –esencia de la democracia-, nadie se oponía al desarrollo industrial. Simplemente lo negaban. Negaban que el país avanzara; que se hubiera elevado el nivel de vida. Negaban el ascenso social, económico y político de los trabajadores. Todo eso era demagogia, apariencia. Los obreros eran engañados, el nivel de vida “ficticio”, el desarrollo industrial carente de base. La inflación había descapitalizado y empobrecido aun a quienes aparentaban haber prosperado y poseer más bienes. Todo era pura apariencia, producto del increíble poder de seducción de Perón y de su propaganda (¡justamente de su propaganda!).
 
Y si alguna cosa positiva no se podía negar, o bien era obra “de los tiempos”, o bien un beneficio circunstancial de osadas violaciones a las sacras leyes de la economía que a breve plazo nos castigarían fulminándonos con una implacable miseria. Perón carecía de ciencia. Porque en esta república todo progreso es hereje y ficticio. Y solo la miseria es científica, ortodoxa y real.
Cada vez que adelantamos transgredimos las leyes del universo; cuando vegetamos estamos en regla, cumplimos con todos los principios, doctrinas y ciencias. Jamás admitieron ni como legítimo ni como real el papel revolucionario del peronismo. Las escuelas creadas carecían de valor porque en ellas se enseñaba que Perón era un prócer. Sarmiento construyó dos escuelas y se convirtió para toda la eternidad en “el gran Sarmiento”. Perón construyó miles de escuelas y por creerse “el gran Perón” era un miserable." Salvador Ferla.
Y, hoy, agregamos, sin posibilidad real de golpe o carapintadas varios, de todos modos, erosionan; los afectados por el avance del Modelo y los beneficiados ( como en el '55, las clases medias urbanas aplaudieron a rabiar golpes y desmadres represivos varios; arrepentidos (?) cuando volvió el General lo votaron masivamente, tarde, muy tarde para lágrimas, volvía para morir en su tierra).
Las clases medias de ayer y de hoy, nunca estuvieron económicamente tan bien, en franco progreso como ayer y hoy, durante los gobiernos peronistas...sin embargo, cacelorean, golpean... cacerolas, putean, Evita y Cristina son las mismas brujas irredentas que la Biblia debe condenar ( a propósito y Bergoglio, y los obispos del 55?).

Monopolios que pivotean sobre errores propios, cuadros políticos que nos faltan para la batalla cultural cotidiana, conducción excesivamente centralizada, con herederos/as para el 2015?, con una oposición clavada en el 2009 o peor aún, en 1955, sin ideas, colgada del mañetismo auténtico.
Y Nosotros?...recuperaremos a los aliados perdidos?, no hay retorno para ellos?, alcanza con lo que tenemos?.
Y...profundizar el Modelo no será avanzar si ya nos acusan de chavistas sin serlo, en la dirección del socialismo del SXXI?
Es muy setentista y nostálgico lo que digo y pienso?
O al General lo derrocaron por la Reforma Agraria y la cogestión obrera empresaria y las milicias obreras?. 

Atentos y Vigilantes como dice un compañero, mas atentos que lo segundo, como dice este mismo compañero.

GB

EDUARDO ALIVERTI: LOS QUE ENRARECEN. OPINION

Los que enrarecen
Por Eduardo Aliverti

Los acontecimientos de estos días llevan a que desde numerosos sectores, oficialistas y no, se hable de un clima enrarecido. Es comprensible, sobre todo por los reflejos instantáneos que se activan en esta sociedad cuando la cara visible de una protesta son grupos de fuerzas militares o de seguridad. La pregunta –tan clave como obvia– es quiénes son los que enrarecen. Sólo a través de la respuesta puede determinarse la peligrosidad del enrarecimiento o de lo que, tal vez, simplemente se percibe como tal.

En primer término, cabría decir que ocurrió un hecho puntual pero no aislado de la agitación promovida por los medios de comunicación opositores (es decir, por la única oposición realmente existente). Y en particular por uno de ellos mediante su figura sobresaliente, a cuyo servicio se ofrece la infraestructura del Grupo con una intensidad inédita, descomunal y, si se quiere, insólita. Nunca se ha visto que el aparato completo de un multimedios sea puesto a los pies de uno solo de sus referentes. La plata volcada por ese Grupo a que el personaje disponga de cuanto le parezca no tiene antecedentes, siquiera parecidos. Es recomendable al respecto una magnífica nota del colega Hugo Presman (www.presmanhugo.blogspot.com), acerca de por qué, y cómo, es en el periodismo donde se encuentra uno de los frentes de batalla entre el modelo e iniciativa política propuestos por el kirchnerismo y una oposición dependiente y representante de los intereses de esos medios hegemónicos. El firmante se permite añadir que, a efectos concretos, se trata de la batalla principal, aunque el carácter de “hegemónicos” merezca ser puesto en duda porque es la primera vez, entre los argentinos, que se disputa con buen suceso el dominio discursivo. Hay, por cierto, la ferocidad de la cadena del desánimo, el revolver nada más que en la basura oficial para vivir, la selección del tipo de excremento que le sirve al empleador en su lucha contra el Gobierno. Pero en la vereda contraria hay respuesta. Y la cantidad de gente que no come el vidrio vomitado por la prensa tradicional también es notable. Como apunta Presman, “hay un Gobierno que cambia parte de su base de sustentación movilizadora y la reemplaza por La Cámpora y las organizaciones sociales; que abre interrogantes acerca del mantenimiento del dominio del espacio público (...); ello en el marco de un escenario internacional incierto y con enemigos internos dispuestos a echar el resto para no perder sus privilegios. Su política de construcción ha arrojado hacia la oposición sectores laborales con capacidad de movilización, que es hasta ahora uno de los déficits de la oposición, que continúa inarticulada, pero alentada desde los medios hegemónicos a una alianza con el único denominador común de derrotar al kirchnerismo. Este, a su vez, no encuentra el delfín para el 2015 y el candidato de mayor consenso es Daniel Scioli, lo que significaría una profunda derrota después de doce años de kirchnerismo. A su vez, en ese escenario, el período 2013-2015 será un potro difícil de sofrenar entre la debilidad del pato rengo de un gobierno que finaliza y los sectores económicos que le pasarían las facturas largamente añejadas, al tiempo que intentarían disciplinar a un candidato presidencial muy sensible a las presiones, cuya conformación ideológica coincide además con los presionadores. Todo ello se traduce en el campo de batalla del periodismo, con patrullas militantes duramente enfrentadas”.


Este último concepto podría merecer la objeción de aquellos que confunden, o entremezclan a sabiendas, el rigor profesional con que debe desempeñarse el periodismo y su imposibilidad de ser neutral. Allá ellos. Militantes de una ideología, de un posicionamiento político, somos todos. Unos lo reconocemos y los otros juegan a que los trajo la cigüeña.
 CONTINUA...

( las negritas son nuestras)

GB

POR QUE GANO, OPINION.

Por qué ganó
Por Santiago O’Donnell

Votaron los venezolanos y ganó Chavez. Y ahí se terminan las encuestas y los pronósticos y los relatos. Más allá del margen de diez puntos, si es mucho o poco, ganar ganó. Y si ganó por algo será. Lo conocen de sobra. Lleva trece años al frente de Venezuela y dice que quiere llegar a treinta. Tiene un programa, Socialismo Siglo XXI, que es una interpretación que el propio Chávez hace uniendo las enseñanzas de Marx con las de Jesús.

Los venezolanos lo votaron por primera vez cuando el país venía de un estallido social, el Caracazo, que provocó la implosión de su sistema político. Chávez, un militar con pasado golpista, ganó las elecciones de 1998 y asumió la presidencia, rompiendo con el bipartidismo y los famosos “acuerdos de caballeros” entre la AD y el Copei, que excluían a millones de venezolanos. Eso fue en 1999. Después ganó dos referéndum para imponer una reforma constitucional. Dos años más tarde fue reelecto bajo la nueva Constitución por un término de seis años. Durante esos seis primeros años Chávez enfrentó los embates de una oposición que por entonces no apostaba a los mecanismos democráticos. Golpe de Estado fallido, huelga petrolera y boicot a las elecciones legislativas fueron sus maniobras más llamativas. La prolongada huelga petrolera (diciembre de 2002-febrero de 2003) se convirtió en una pulseada por el poder real dentro de la empresa estatal, cuya burocracia había sido colonizada por las multinacionales de la industria. Las reformas y los quince mil despidos que siguieron a la huelga permitieron que Chávez redireccionara parte de los vastos recursos petroleros venezolanos para ayudar a vecinos pobres y así impulsar un proyecto de integración regional. Como un boomerang, las maniobras antidemocráticas terminaron golpeando a la oposición y fortaleciendo al presidente venezolano, que por entonces empezaba a mostrar los primeros resultados de sus programas de inclusión social. Las llamadas “misiones” de salud, educación y vivienda empezaban a sentirse en sectores marginales y largamente olvidados.

La oposición recién pudo reagruparse después de perder por veinte puntos un referéndum revocatorio en el 2004, y no presentarse a las elecciones legislativas del 2005, con la esperanza de deslegitimar la representación chavista. En su versión democrática y moderada se presentó a las elecciones del 2006 con el candidato Manuel Rosales, hoy asilado en Perú, acusado de enriquecimiento ilícito, y perdió por veinte puntos. Pero un año más tarde esa misma oposición derrotó a Chávez en un referéndum para cambiar la Constitución y permitirle la reelección indefinida al líder bolivariano. Chávez asimiló la derrota y volvió a la carga por la reelección indefinida en el 2009, pero a diferencia del 2007, se encargó de incluir en el proyecto la reelección indefinida de gobernadores y alcaldes. Así consiguió el apoyo que le había faltado en el 2007 y ganó el derecho a volver a presentarse como lo hizo ayer y como piensa seguir haciéndolo hasta el 2030.

Claro que los venezolanos saben que es probable que Chávez no llegue al 2030. Saben que ha sido operado en La Habana tres veces en los últimos dos años por un cáncer maligno. Rogándole a Dios por más vida, rodeado por su familia, lo han visto luchar contra el cáncer con valentía y emoción mientras enfrentaba una campaña electoral agotadora y al mismo tiempo gobernaba el país. Aunque el candidato opositor se vio más activo y dinámico durante la campaña, el sacrificio de Chávez seguramente jugó en favor de un voto emotivo que sumó para la victoria.

Pero también, y sobre todo, hay argumentos racionales para explicar el resultado. Es cierto, como dice la oposición, que hay fallas de gestión, que hay bolsones de corrupción, que hay falta de inversión, que hay inflación alta, que hay mucha inseguridad. El liderazgo hiperpersonalista de Chávez podrá oscilar entre el populismo y el autoritarismo.

Pero en la campaña Chávez pudo decir sin faltar a la verdad que durante su gobierno la pobreza se redujo a la mitad, la pobreza extrema se redujo a la mitad, se acabó el analfabetismo en Venezuela y se extendieron servicios y derechos políticos por primera vez a amplios sectores de la población.

La oposición presentó sus argumentos. Pudo hacerlo con libertad. Pudo ocupar espacios en medios masivos y convocar manifestaciones multitudinarias. Su candidato Henrique Capriles se definió como de centroizquierda y dijo que no iba a tocar las misiones de Chávez sino más bien convertirlas en ley. Dijo que no hace falta regalarles el petróleo a otros países cuando lo necesitan los venezolanos. Dijo que no hay que pelearse tanto con Estados Unidos.

Chávez contestó que Capriles es un corderito disfrazado que quiere hacer un tremendo ajuste y volver a entregarles el país a las multinacionales, aplicando recetas fracasadas de un neoliberalismo pasado de época.

Fueron unas elecciones limpias, pacíficas y multitudinarias. Venezuela, una vez más, eligió a Chávez.

sodonnell@pagina12.com.ar


08/10/12 Página|12


GB

CHAVEZ, CRISTINA, LA OPO.

“Has levantado la cosecha”
“Tu victoria también es la nuestra. La de América del Sur y el Caribe. ¡Fuerza Hugo! ¡Fuerza Venezuela! ¡Fuerza Mercosur y Unasur!”, destacó anoche la presidenta Cristina Fernández ante la reelección de Hugo Chávez. A través de su cuenta en la red social Twitter, CFK contó que, con “mucha emoción”, habló con Chávez para felicitarlo por su triunfo. Las elecciones venezolanas atravesaron el escenario político argentino: mientras el kirchnerismo celebró el triunfo chavista, un grupo de dirigentes de la oposición, encabezado por el macrismo, viajó para apoyar al finalmente derrotado Henrique Capriles.

“Felicitaciones al pueblo venezolano por la ejemplar jornada democrática. Por la alegría y por la paz. El amor es más fuerte que el odio”, fue el primer mensaje de la Presidenta, apenas pasadas las 23.30 del domingo. “Acabo de hablar con el presidente Chávez, mucha emoción”, fue el segundo, minutos después. Y luego añadió una idea desarrollada en dos tweets: “Hugo, siempre cuentas las palabras del Bolívar solitario del exilio, cuando decía: ‘Siento que he arado en el mar’. Hugo, hoy quiero decirte que has arado en la tierra, la has sembrado, la has regado y hoy has levantado la cosecha”.

Los dirigentes opositores que viajaron a Venezuela mantuvieron hasta avanzada la jornada la ilusión de un Capriles ganador, incluso difundiendo una posible derrota de Chávez según supuestos datos de boca de urna. “Acompañando a Capriles, una esperanza de libertades personales y poder democrático”, twiteó el diputado macrista Federico Pinedo por la tarde, resaltando las virtudes que ven en el candidato opositor y contrastando con la idea de un Chávez poco democrático. La diputada Patricia Bullrich lanzó un “vamos Majunche”, como le dicen a Capriles, y colgó videos con testimonios de seguidores del candidato opositor a punto de votar.

En el último mes las elecciones venezolanas pasaron al primer lugar de la agenda política argentina, fundamentalmente para la oposición, que fue preparando el terreno en el que se comenzó a calificar al gobierno de Cristina Fernández como “chavista”. La jugada de máxima era pegarse a una victoria de Capriles para emparentarlo con las próximas elecciones legislativas locales. Pero las encuestas empezaron a mejorar para Chávez y se bajó el tono. A pesar de ello, referentes de la oposición viajaron a reunirse con el candidato que reunió a 25 partidos, algo que intenta replicar en la Argentina para enfrentar en las urnas al kirchnerismo en las elecciones del año próximo.

Antes de que se conocieran datos oficiales, Patricia Bullrich señaló que tenía “encuestas de boca de urna que lo dan ganador a Capriles”. “Es una irresponsabilidad y una falta de respeto al pueblo venezolano”, le contestó Francisco “Barba” Gutiérrez, intendente de Quilmes y veedor internacional por la Unasur del proceso electoral venezolano. “Las encuestas de boca de urna están expresamente prohibidas por la ley electoral venezolana, así que es poco serio hablar en base a datos de dudosa procedencia”, sostuvo. El también secretario general de la Unión Obrera Metalúrgica de Quilmes agregó que “la democracia en Venezuela se ha consolidado y es un ejemplo para América latina y el Caribe”.

“Yo encuentro similitudes entre las administraciones del kirchnerismo y el chavismo”, destacó la diputada y dirigente del macrismo Gabriela Michetti y agregó que el caso de Venezuela era “mucho más hegemónico y concentrador de poder. Pero en Argentina estamos en ese camino”. Michetti viajó junto a Pinedo, Bullrich, Eduardo Amadeo, del Peronismo Federal, y Oscar Aguad, del radicalismo.

El diputado del Frente para la Victoria Guillermo Carmona valoró la figura de Chávez: “Ha sido un actor muy importante en el transcurso del proceso de integración, fundamentalmente en la Unasur, y clave en el proceso del Mercosur”. Carmona viajó a Venezuela junto a un grupo de diputados del FpV para presenciar las elecciones.

El gobernador Daniel Scioli fue el único que desentonó en el oficialismo que renovó su lazo con Chávez, al llamar a Capriles el sábado para darle su apoyo. Desde el sabbatellista Nuevo Encuentro, el diputado Adrián Grana salió al cruce del gobernador, al afirmar que “en sus declaraciones devela su verdadera ideología conservadora y de derecha”, y apuntó además que “se identifica con aquellas expresiones políticas que van a contramano del pensamiento nacional y popular”.


El triunfo de un beisbolista frustrado

Por Julián Varsavsky

Desde Caracas

Si su salud lo permite, Hugo Chávez habrá gobernado Venezuela por veinte años. Desde su sueño de ser beisbolista en un pueblito en los llanos hasta ser un líder mundial, un recorrido por la evolución de quien ha cambiado desde los cimientos la política y la economía de su país.

Si un flaquito extrovertido de rasgos aindiados y pelo negro no hubiera conectado tres buenos batazos en un partido de béisbol en septiembre de 1971, quizá la historia política de Venezuela nunca se hubiera salido de sus carriles normales. El bateador era Hugo Chávez –cuya especialidad no era por cierto el bateo sino el lanzamiento– y el partido era un examen deportivo para ingresar a la Academia Militar de Venezuela. Ese día Hugo Chávez no podía –en teoría– ser aceptado en la academia porque debía Química de 5º año del bachillerato. La única excepción posible era que sus habilidades deportivas sirvieran para reforzar el equipo de su regimiento. Y no es casualidad que le haya ido bien, porque el verdadero sueño de Hugo Chávez era ser como su ídolo, el “Látigo Chávez”, un lanzador de béisbol que llegó a jugar en las Grandes Ligas norteamericanas, quien murió a los 23 años en un accidente de aviación. Hugo Chávez debió torcer su vocación de beisbolista –urgido por la necesidad económica– para ingresar al ejército. Y fue tal su congoja que años después fue hasta la tumba del mismo Látigo Chávez a pedirle perdón por no haber sido beisbolista, según cuenta el periodista Modesto Emilio Guerrero en su biografía, Quién inventó a Hugo Chávez.

Durante su carrera militar –cuenta Guerrero– Chávez, “casi siempre violó los reglamentos militares: por respondón; por comer con los soldados siendo oficial; por debatir ideas; por recitarle a los cadetes poemas de Maisanta; por castigar faltas haciendo leer juramentos al Libertador –en lugar de sanciones físicas—; por leer mucho olvidando que era un soldado; por mezclarse demasiado con estudiantes universitarios; por pintar el rostro de Bolívar en algunos destacamentos sin permiso de los superiores; por vivir hablando de Bolívar y arengar a la tropa como si fuera un político, y por hacer una vida social y cultural tan pública y libre que no parecía hecha por un militar sino por un militante”.

En la década del ’70 –mientras Chávez ascendía como paracaidista– una parte de la generación politizada tomaba las armas en Venezuela, inspirada en la Revolución Cubana. Mientras tanto, Hugo Chávez –quien ha contado que estuvo a punto de cambiarse de bando e internarse en la selva con los guerrilleros– optó por una estrategia distinta: hacer una paciente construcción política secreta y conspirativa dentro del ejército, que liderara una insurrección armada que luego sería acompañada por las masas del pueblo, algo que a la larga terminó ocurriendo.

Paradójicamente, a Chávez sus superiores lo enviaron a perseguir a finales de los ’70 a una patrulla perdida de guerrilleros en retirada. En cierta ocasión encontró un auto que pertenecía a sus perseguidos y en el baúl había un montón de libros marxistas. Lector voraz como dice ser, los leyó y descubrió que estaba de acuerdo con la mayor parte de lo que leía.

Con su cuarta victoria presidencial –al año de asumir, con la nueva constitución se debió votar otra vez– más un plebiscito revocatorio a su favor, Hugo Chávez se ha convertido en uno de los políticos más exitosos de Latinoamérica. Y el único entre decenas de presidentes americanos que dio vuelta un golpe de Estado. Los opositores –que estaban convencidos de ganar, a pesar de lo que decían las encuestas– han quedado descolocados ante los resultados y se pelean otra vez con la realidad. “Ese tipo hipnotiza a las masas... convence hasta a las piedras... creó un sistema asistencialista que ata a la gente a votarlo... la gente lo vota por miedo... porque son ignorantes... gana por fraude”, son algunas de las explicaciones de un centroderecha que necesita sentarse a reflexionar por qué gana Hugo Chávez.

08/10/12 Página|12

CHAVEZ, PERON, NESTOR, CRISTINA.

Ganó Chávez y le dedicó el triunfo a Cristina

Chávez consiguió un cuarto mandato con el 54,4 por ciento de los votos, frente al 44,9 por ciento que obtuvo Capriles.

Por Mercedes López San Miguel

Desde Caracas

“¡Le dedicamos este triunfo a Cristina –gritó un Chávez eufórico al anunciar su victoria en el balcón del Palacio Miraflores–, esta victoria es también la victoria del pueblo argentino, de la patria del Che, de Perón y de Néstor Kirchner.” El mandatario era aclamado por una multitud durante su discurso triunfal, donde anunció que había sacado más de diez puntos de diferencia a su competidor del centroderecha y que había ganado en 20 de los 24 estados.

El candidato Hugo Chávez Frías consiguió un cuarto mandato con el 54,4 por ciento de los votos frente al 44,9 por ciento que obtuvo el candidato Henrique Capriles de la Mesa de la Unidad Democrática. El anuncio fue realizado por la presidenta del Consejo Nacional electoral (CNE), Tibisay Lucena, pasadas las diez de la noche, y desató la euforia en la noche de Caracas.

De inmediato, comenzaron a escucharse fuegos artificiales y los simpatizantes del gobierno, vestidos con sus clásicas remeras rojas, salieron a las calles a celebrar a viva voz con el cantito “Uh, ah, Chávez no se va”. Minutos después las cámaras enfocaban el comando de Capriles, quien reconoció el resultado que le fue adverso. “Quiero agradecerles a los más de seis millones de venezolanos que hoy me dieron su confianza.” Cuando a eso de las once y media se asomó Chávez al balcón del Palacio Miraflores, la multitud gritó y aplaudió por más de siete millones de voces. El presidente levantó los brazos, envió besos a sus seguidores y empezó a cantar el himno junto a ellos. “¡Viva Venezuela, viva la revolución bolivariana, viva el 7 de octubre!”, dijo con rostro exultante. “Desde aquí le hago un reconocimiento a los casi 30 millones de venezolanos y venezolanas que habitamos la patria de Simón Bolívar. Un reconocimiento a los que no votaron por nosotros, por su talante democrático. Estoy seguro de que cada día estarán más de acuerdo con la constitución bolivariana.”

Chávez no dio abasto con las felicitaciones. “Felicito a la dirigencia opositora por reconocer la victoria del pueblo ( silbidos). Es importante para la paz de Venezuela, porque somos hermanos en la patria de Bolívar.” El líder bolivariano, entre sonidos de cornetas y aplausos, llamó al diálogo

“A los que andan promoviendo el odio, a los que han negado las cosas buenas de Venezuela, los invito al diálogo y el trabajo conjunto.”

¡Chávez, querido, el pueblo está contigo!

El mandatario celebró que ganaran en 20 de los 24 estados y advirtió que podrían ser 22 los estados en los que se impuso el Partido Socialista Unido de Venezuela, entre ellos Zulia, Trujillo, Carababo. “Estamos peleando cerradito en Miranda”, dijo, el estado que gobierna Capriles.

Uh, ah, Chávez no se va

“Hace rato conversé con la presidenta argentina, que muy emocionada le envió un saludo al pueblo venezolano. Ay la juventud argentina, la patria de Perón, de Néstor Kirchner. Le dije que esta victoria es también para la patria argentina y para América latina.”

Cerró su discurso pidiendo a Dios a que le dé vida y salud, siendo que tuvo que tratarse de un cáncer hasta mediados de año. Y se comprometió a ser cada vez un mejor presidente por los próximos seis años.

La participación masiva, que superó todo pronóstico y fue poco más del 80 por ciento, se había podido percibir en la recorrida por los centros de votación, que abrieron a las seis de la mañana y terminaron cerrando tarde en la noche. La fila de votantes en la entrada de un colegio en la barriada Catia daba vuelta la calle cuando aún no bajaba el sol. En esta zona popular de Caracas, que fuera epicentro de la resistencia al golpe de abril de 2002, se reproducía la fila zigzagueante en varios lugares de votación. A la salida de uno de ellos, una chica regordeta de nombre Marianellys Castillo contó que su opción fue por Chávez porque pensó en el futuro. “Apoyo a este gobierno porque me dio posibilidades de estudiar. Estoy estudiando Administración en la Misión Sucre” dijo la joven Marianellys. Junto a ella un muchacho de 35 años dijo que él también votó por la continuidad del gobierno bolivariano. “Capriles es el pasado. Cuando ellos gobernaban se llegó a comer comida de perros, en cambio ahora hay una red de alimentación y distribución de alimentos”, dijo Ramón Linares, analista en sistemas.

Mientras Chávez prometió profundizar el modelo de Socialismo de siglo XXI, su rival intentó llevar al extremo el roce personal con la gente para ganarse la confianza del electorado. En Catia, bastión chavista, el mensaje de Capriles logró algún adepto. “Voto por Capriles porque promete seguridad”, dijo Milena Acosta con su beba en brazos. La chica, de 24 años y madre de dos hijas, estaba estudiando enfermería. Insistió con el tema. “La delincuencia está fatal”, y reconoció haber votado por Chávez antes, en el referéndum revocatorio.

Una señora bajita recién salida de votar dijo que votó por el candidato de la Mesa de la Unidad “Quiero un cambio, aquí esto es un comunismo”, dijo María Márquez Viáfara, viuda, de 77 años. “Este país está pa’ bajo agregó Capriles es un muchacho joven y estudiado, tiene experiencia en política.” La señora se refería a que el candidato de oposición, de 40 años, es gobernador del estado de Miranda y anteriormente fue alcalde de Baruta y diputado de la Asamblea Nacional.

Apoyado en una pared con un gratti que decía “¡uh, 2012, ah!”, a metros de uno de los centros electorales de Catia, un joven de aspecto refinado leía el diario El Nacional, uno de los periódicos más importantes de Venezuela y de tradición opositora. “ Voté por Chávez. ¿Por qué leo El Nacional?, porque soy historiador de los medios”, dijo Eduard Avila, de 28 años. “Hay más oportunidades y prefiero la continuidad. Capriles sería una ruptura trascendental respecto de este gobierno. Tenemos 37 constituciones del país, por eso pienso que quien empieza un proceso lo tiene que terminar.”

Por la avenida Sucre se veían comercios cerrados por ser domingo y algunas casas de fachadas descoloridas se mezclaban con casas con pintura nueva, todas con rejas en sus puertas y ventanas. Parada en la puerta de una de ellas, una mujer de mediana edad mostró su dedo manchado en tinta y orgullosa dijo que votó por el candidato presidente. “Soy del voto duro de Chávez, desde 1998. Quiero que siga el proyecto de inclusión social, un proyecto para favorecer a las masas más necesitadas”, dijo Alba Alvarado, abogada y militar de 50 años de edad.

En otra barriada izquierdista de la capital, 23 de Enero, votó pasado el mediodía el presidente Hugo Chávez, quien llegó al colegio electoral junto a sus hijas y dos de sus nietos. Vestido con chaqueta azul oscuro saludó a una hinchada de seguidores que rodeaba su mesa de votación. Estaban allí presentes como observadores extranjeros invitados por el gobierno la senadora y primera dama de Uruguay, Lucía Topolansky, la Nobel de la Paz de Guatemala Rigoberta Menchú y la ex senadora colombiana Piedad Córdoba.

Luego, al responder a los periodistas, el presidente venezolano afirmó que su proyecto político, que se inició con su victoria en 1998, no depende de una sola persona. “No depende ya de Chávez, es un colectivo.... Por allá está Nicolás Maduro, está Elias Jaua”, dijo al referirse al canciller y el vicepresidente que lo acompañaban en el recinto.

Un ex asesor suyo, Juan Carlos Monedero, lo describió ante este diario como “una persona muy comprometida con su pueblo, un pueblo que no tuvo cien años de soledad, tuvo quinientos”. Chávez llegó a la presidencia con el mayoritario voto de los pobres, las clases medias y los excluidos, promoviéndose como el líder que cambiaría el clásico sistema bipartidista Acción Democrática y Copei que se alternó el poder en Venezuela desde 1958.

De admirable facilidad de palabras, su figura es seguida por simpatizantes dentro y fuera de su país. Dicen que ese don de la palabra puede tener que ver con su crianza en el pueblo de Sabaneta en Barinas, su estado natal: sus padres eran maestros y de ellos aprendió a enseñar. “Chávez hubiera sido un comunicador de primer orden. Aquí, en el mundo de la televisión, del cine, no hay un tipo como él”, dijo su ex jefe de campaña Alberto Muller Rojas en la biografía Hugo Chávez sin uniforme. En su discurso siempre abundaron las citas de Simón Bolívar y otros próceres de la independencia, siempre subrayó la necesidad de la integración latinoamericana y siempre se opuso al neoliberalismo en todas sus formas.

El proceso de cambio que encarnó Chávez desde hace catorce años apunta a redistribuir la renta petrolera. “Por allá, en los años ’60, comenzaron a repartir tierras y títulos. No llegó a los campesinos el beneficio del petróleo. No puede ocurrir más: ese es uno de los principios de la Constitución Bolivariana y Revolucionaria”, dijo el líder bolivariano en un discurso sosteniendo una carta magna tamaño miniatura. En un referéndum, la mayoría de venezolanos aprobó la nueva constitución en 1999. Era la primero de una serie de consultas populares que el gobierno de Chávez ganaría en estos años. Ayer, frente al balcón del pueblo, sus seguidores iban a celebrar hasta el alba la nueva victoria.

mercelopez@pagina12.com.ar
08/10/12 Página|12
GB