Lo que los estudiantes de
Harvard no le preguntaron a Cristina
La promocionada discusión de la presidenta argentina con los
alumnos de Harvard ya no está en el interés de los medios. Vale la pena volver
sobre ese tema, desde otro ángulo al de Clarín y La Nación.
Poe Emilio
Marín
Es notable la velocidad con que discurre la política. Desde la
incursión de Cristina Fernández de Kirchner por la Universidad de Harvard, el 27
de septiembre, ha transcurrido poco más de una semana. A raíz de la polémica
suscitada y las respuestas, no siempre felices de la invitada, los medios
monopólicos hicieron correr ríos de tinta y gastaron horas de radio y
TV.
El inefable Jorge Lanata estuvo en Harvard, con "Periodismo para
Todos" y, casualidad o no, también -en cuarta fila- tomaba apuntes Beatriz
Sarlo.
El interés era denostar a la jefa de Estado, por la batalla
planteada entre intereses empresariales monopólicos y algunas políticas
gubernamentales que les ponen límites. Verbigracia, la ley de medios.
CFK
pareció perder la calma ante la requisitoria de esos alumnos que refritaban los
peores clisés de Lanata, Sarlo, Ricardo Kirschbaum, Joaquín Morales Solá,
Mariano Grondona, Luis Majul y otros. Esa incomodidad presidencial explica el
interés de esos medios por amplificar lo sucedido.
Pero a nueve días,
esos sectores ya perdieron el interés por explotar la veta de Harvard. Ya tienen
otra que promete más jugo político: el motín de prefectos y gendarmes,
presentados como sufridos "proletarios" del siglo XXI, superexplotados por la
voraz "burguesía" kirchnerista. Después vendrá otro, siempre con el horizonte
del 7 de diciembre, cuando se juegue el gran partido por la vigencia irrestricta
de la ley de medios.
Los muchachos de Harvard preguntaron sobre el patrimonio
de la mandataria, la inflación, la posibilidad de re-reelección, el llamado cepo
cambiario, la relación con el presidente venezolano Hugo Chávez, la inexistencia
de conferencias de prensa y otros tópicos de menor cuantía.
Tales
interrogantes son tendenciosos y bastante elementales, propios de un colegio
secundario en sus primeros años. Alumnos de la universidad estadounidense
reputada como de primerísimo nivel internacional y quizás la más cara de ese
país, podían tener preguntas de más calado.
Quizás entre los 2.800
alumnos que se anotaron para el evento había muchos que habían cavilado sobre
temas de interés curricular o más general. Y puede que el cronista sea injusto
al citar sólo a quienes preguntaron pues podría haber allí otros estudiantes
norteamericanos y de otros países con simpatías por las teorías neokeynesianas
de Joseph Stigliz y Paul Krugman. Si los había, en los hechos fueron pasados
"por arriba" por otros que tenían tan poca cultura académica como los punteros
de Mauricio Macri.
Aprendan de Krugman.
En la misma semana que la
mandataria ocupaba tribunas en Nueva York, Washington y Cambridge, sucedían
hechos económicos y políticos de importancia a nivel mundial. Hubo paros y
manifestaciones callejeras en rechazo a los ajustes preconizados por el FMI en
España y Grecia, con represión y numerosos heridos. La oradora lo mencionó
críticamente ante la 67º Asamblea General de la ONU. ¿A ningún estudiante de
Harvard le importó retomar ese tópico decisivo para la situación mundial, que se
supone debería ser parte de su formación profesional?
En ese sentido, a
la vez que confrontaban con la visitante, estaban rompiendo amarras con algunos
de los planteos de Paul Krugman, Nobel 2008. Tres días después de la conferencia
en Cristina, Krugman escribía en El País de Madrid una columna titulada "La
locura de la austeridad europea". Allí opinaba: "Un informe del FMI defiende que
los recortes del gasto en plena recesión reducen la confianza de los inversores
¿Por qué, entonces, se exige todavía más sufrimiento? Una parte de la
explicación se encuentra en el hecho de que en Europa, al igual que en Estados
Unidos, hay demasiadas personas muy serias que han sido captadas por la secta de
la austeridad, por la creencia de que los déficits presupuestarios, no el paro
(desempleo) a gran escala, son el peligro claro y presente, y que la reducción
del déficit resolverá de algún modo un problema provocado por los excesos del
sector privado".
¿Por qué los alumnos de la cara universidad no
sintonizaron la onda del Nobel en su embestida contra el FMI, que con matices es
una crítica compartida por la jefa de Estado argentina? Por el tenor de sus
preguntas, la figura que cuestionaban era ésta y no el Fondo.
Los alumnos
estaban muy preocupados por el Indec y la inflación. Y no es asunto para tomarlo
a la ligera; al cronista no le conformó la explicación presidencial de que si el
aumento de precios fuera del 25 por ciento "el país estallaría por los aires".
Pareció un enfoque negacionista, pero hay que poner la inflación en su verdadera
importancia, sin subestimarla ni ubicarla como el mal mayor de la economía
argentina y mundial. Y esto último estaba implícito en las preguntas de
Harvard.
Los alumnos deberían haber leído a Krugman antes de hacer
papelones. Ese autor, en columna publicada por The New York Times el 29 de junio
de 2010, ("El mundo, ante la tercera depresión"), sostuvo: "Me temo que ahora
nos encontramos en las primeras etapas de una tercera depresión. Probablemente
sea más semejante a la Larga Depresión que a la mucho más grave Gran Depresión.
Pero el costo para la economía mundial y, sobre todo, para los millones de vidas
azotadas por la falta de empleo será enorme. Los gobiernos se obsesionan con la
inflación cuando la verdadera amenaza es la deflación, y predican la necesidad
de ajustarse el cinturón cuando el verdadero problema es el gasto inadecuado. ¿Y
quién pagará el precio de este triunfo de la ortodoxia? La respuesta es: decenas
de millones de trabajadores desocupados, mucho de los cuales seguirán sin empleo
durante años, y algunos de los cuales nunca más volverán a
trabajar".
Esos chicos, como los gobiernos fondomonetaristas, también "se
obsesionan con la inflación", cuando las verdaderas amenazas son otras. Entre
los desocupados crónicos puede haber incluso alumnos de Harvard, pues muchos
profesionales nutren el movimiento de protesta "Ocupa Wall
Street".
¿Tampoco creen al otro Nobel?
En la gira de la presidenta
hubo gestos suyos y del gerente designado al frente de YPF, Miguel Galuccio, que
podrían haber sido cuestionados por el alumnado de Harvard. Por caso, que
Cristina hubiera recibido en Nueva York a Geoge Soros, del fondo Quantum, y
posteriormente al presidente de la petrolera Exxon, Rex Tillerson. Bien podrían
haber preguntado por la razón de esas entrevistas, toda vez que la visitante ha
cuestionado muchas veces al capitalismo de casino, especulativo, y Soros es una
expresión cruda del mismo. También podrían haber marcado la contradicción entre
nacionalizar YPF y recibir a Tillerson para procurar acuerdos.
Pero no
hubo reproches sobre esas entrevistas. Y la razón salta a la vista: esos alumnos
están de acuerdo en las inversiones y negocios con esas multinacionales. Por eso
callaron sobre este asunto. Puede que las autoridades de esa casa de estudios,
específicamente de la School of Politics, David P. Elwood, precisamente por esa
coincidencia de fondo, hayan extendido la invitación a la mandataria
argentina.
Los estudiantes de Harvard, en medio de semejante crisis
mundial, tendrían que haber estado más interesados en conocer detalles el caso
argentino. Es que en medio de ese marasmo, el país creció al 7 por ciento o más,
en paralelo al desplome del Lehman Brothers y la recesión del mundo
desarrollado. Su propia currícula demandaba más conocimiento del tema. ¿Cómo
creció Argentina en medio de la crisis? Silencio de radio. Hostilidad a la
autoridad política de ese modelo relativamente exitoso.
Si les molestaba
la medida de ese éxito en palabras de la protagonista, podían haberse tomado la
molestia de leer algunos artículos de otro Nobel, 2001, Josep Stigliz. El 28 de
agosto de 2011 le declaró a Página/12: "El foco excesivo de los bancos centrales
en controlar la inflación es un error, pero también es un error ignorar el
fenómeno. La estabilidad financiera, el crecimiento y el empleo también tienen
que formar parte de sus objetivos. La baja inflación no asegura el crecimiento
sostenido".
Otro ejemplo, el 13 de agosto pasado estuvo en Buenos Aires y
sostuvo: "Argentina demostró que no fue fácil pero que es posible responder a la
crisis, haciendo posible seguir adelante. Ha tenido un alto crecimiento durante
muchos años, lo cual demuestra que el análisis es correcto".
Al día
siguiente, en conferencia en Ciencias Económicas, Stiglitz dijo que Argentina
"enfrentó dos problemas difíciles: la reestructuración de la deuda y el ajuste
del tipo de cambio, y creo que es un logro que lo hayan manejado de la forma en
que lo hicieron, fue un éxito total". Traducido, elogió "el ajuste del tipo de
cambio", pero la alumnada de Harvard reprochó "el cepo cambiario". Tendrían que
escuchar un poco al Nobel, pues se formó en el Amherst College e hizo el
postgrado en Economía en el MIT (Instituto Tecnológico de Massachussets), el
Estado donde está Harvard. El tipo algo sabe de economía capitalista, más que el
ex profe Domingo
Cavallo.
http://www.laarena.com.ar/opinion-lo_que_los_estudiantes_de_harvard_no_le_preguntaron_a_cristina-82991-111.html
domingo, 7 de octubre de 2012
UN MILITANTE PERONISTA Y REVOLUCIONARIO
Armando Jaime: Homenaje a un militante revolucionario a sus 80 años
Obrero textil y maestro de escuela, Armando supo hacer suyas las influencias anarquistas paternas que no tardaron en convertirlo en un activista gremial ya desde su juventud temprana, durante el primer gobierno de Perón. Sostendrá la identidad peronista con firmeza también en los malos tiempos, con los primeros pasos de la Resistencia.
Desde entonces, participará en su Salta natal en una militancia clandestina que lo llevará alternativamente tanto a la cárcel como a migrar a otras provincias norteñas, buscando el refugio que le permitiera seguir sus actividades. Organizador de Unidades Básicas, miembro del “Comando 17 de Octubre” ligado a los Uturuncos de Félix Serravalle, organizador de la primera guerrilla peronista, Jaime se destacará por no desentonar en ningún puesto de lucha, sea ya armando “caños” como sosteniendo encendidas polémicas en los numerosos debates políticos que atravesaron al peronismo revolucionario.
Miembro fundador del Movimiento Revolucionario Peronista (MRP) junto a figuras como Mario Vallota y Gustavo Rearte, y luego del Frente Revolucionario Peronista (FRP) acompañado por el infatigable Juan Carlos Arroyo, su pequeña figura se irá agigantando con la multiplicación de tareas, que incluyeron la formación del primigenio Ejército de Liberación del Norte, luego Nacional, brazo armado del FRP, que realizó un frustrado ensayo de guerrilla rural en Tucumán, Salta y Formosa.
De formación atea y de identidad peronista, Armando supo adscribir al marxismo sosteniendo como premisa la lucha por la revolución socialista, tomando distancia del progresismo populista embanderado en el antiimperialismo nacional. Su posición internacionalista lo llevará una vez más a la cárcel bajo el gobierno del radical Arturo Illia, cuando los reyes de Bélgica llegaran al país con la intención de negociar la instalación en el norte argentino de los colonos que habían sido expulsados del Congo. Jaime organizará entonces una “recepción” con carteles y globos con el nombre del revolucionario Patrice Lumumba. La protesta terminará con la quema de una bandera belga y la imputación a Jaime y dos compañeros más que les costará poco más de un año de prisión.
Fue uno de los más importantes dirigentes clasistas de la CGT de Salta que en los 70 se definió por el socialismo, y acompañó los destinos del gobierno popular de Salta de Miguel Ragone, hoy como tantos/as otros/as compañeros/as desaparecido.
La formación del Frente Antiimperialista por el Socialismo (FAS), junto a Agustín Tosco y al PRT de Mario Roberto Santucho, y otros compañeros/as de distintas organizaciones revolucionarias, también lo hallará entre sus principales promotores, animando la independencia de clase de los trabajadores y la unidad de las organizaciones revolucionarias. Propuesto para acompañar a Agustín Tosco en las elecciones presidenciales del 23 de septiembre de 1973 en una fórmula clasista y revolucionaria, que no se concretó, la represión del gobierno de Isabel y la actuación de la Triple A lo condenarán a una nueva clandestinidad que, finalmente, lo llevará al exilio en 1976, recalando en varios países de América Latina y en España.
El exilio será su nuevo puesto de lucha, denunciando en los sindicatos de Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia la situación represiva en nuestro país para ser presentada en la asamblea de la OIT. Su campaña continuará en Brasil, contribuyendo a la formación de “Clamor”, una institución de denuncia contra el Terrorismo de Estado.
La restauración constitucional le permitirá regresar en 1984 para instalarse en Salta, donde continuará la militancia política animando al MOCEP (Movimiento Obrero Campesino Estudiantil y Popular). Nunca cejó en su intento por la unidad de los revolucionarios, de allí es que la resistencia al menemismo lo encontró, junto a otros/as compañeros/as construyendo instancias tales como la COPOFRE (Coordinadora de Organizaciones por el Frente Revolucionario, y la COAR (Coordinadora de Organizaciones Antiimperialistas y Revolucionarias).
En los últimos años, ha participado de numerosas iniciativas buscando la unidad de las organizaciones populares y revolucionarias, y en ese marco participa actualmente, junto al MOCEP, en la construcción del MULCS (Movimiento por la Unidad Latinoamericana y el Cambio Social), y desde allí en ámbitos tales como el Espacio del 20 de diciembre, y a escala regional en la Articulación Continental de los Movimientos Sociales hacia el ALBA.
En síntesis, el compañero Armando Jaime ha militado, de diversas maneras, durante más de sesenta años por un proyecto antiimperialista, popular y por el socialismo, hoy cuando el 9 de octubre cumple, 80 años queremos rendirle un justo homenaje a esa larga trayectoria de militancia y compromiso.
Primeras firmas:
Jorge Pérez, Juan Carlos Cibelli, Jorge Borean, Osvaldo Rot, Eduardo Pérez, Norberto Señor, Enrique Gandolfo, Natalia Vinelli, Guillermo Caviasca, Roberto Fornari, Modesto Emilio Guerrero, MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria), Agrupación Kiki Lezcano, Agrupación Domingo Menna, Casa del Trabajador Agustín Tosco, Movimiento por la Unidad Latinoamericana y el Cambio Social (MULCS), Coordinadora de Organizaciones de Base La Brecha (COB La Brecha), Barricada TV, Frente Popular Darío Santillán, Centro Cultural Manuel Suárez, Canal 4 TV Comunitaria Darío y Maxi, FM La Mosca 93.5, Revista Lilith, Periódico La Balsa
Adhesiones a homenajearmandojaime@yahoo.com.ar
Obrero textil y maestro de escuela, Armando supo hacer suyas las influencias anarquistas paternas que no tardaron en convertirlo en un activista gremial ya desde su juventud temprana, durante el primer gobierno de Perón. Sostendrá la identidad peronista con firmeza también en los malos tiempos, con los primeros pasos de la Resistencia.
Desde entonces, participará en su Salta natal en una militancia clandestina que lo llevará alternativamente tanto a la cárcel como a migrar a otras provincias norteñas, buscando el refugio que le permitiera seguir sus actividades. Organizador de Unidades Básicas, miembro del “Comando 17 de Octubre” ligado a los Uturuncos de Félix Serravalle, organizador de la primera guerrilla peronista, Jaime se destacará por no desentonar en ningún puesto de lucha, sea ya armando “caños” como sosteniendo encendidas polémicas en los numerosos debates políticos que atravesaron al peronismo revolucionario.
Miembro fundador del Movimiento Revolucionario Peronista (MRP) junto a figuras como Mario Vallota y Gustavo Rearte, y luego del Frente Revolucionario Peronista (FRP) acompañado por el infatigable Juan Carlos Arroyo, su pequeña figura se irá agigantando con la multiplicación de tareas, que incluyeron la formación del primigenio Ejército de Liberación del Norte, luego Nacional, brazo armado del FRP, que realizó un frustrado ensayo de guerrilla rural en Tucumán, Salta y Formosa.
De formación atea y de identidad peronista, Armando supo adscribir al marxismo sosteniendo como premisa la lucha por la revolución socialista, tomando distancia del progresismo populista embanderado en el antiimperialismo nacional. Su posición internacionalista lo llevará una vez más a la cárcel bajo el gobierno del radical Arturo Illia, cuando los reyes de Bélgica llegaran al país con la intención de negociar la instalación en el norte argentino de los colonos que habían sido expulsados del Congo. Jaime organizará entonces una “recepción” con carteles y globos con el nombre del revolucionario Patrice Lumumba. La protesta terminará con la quema de una bandera belga y la imputación a Jaime y dos compañeros más que les costará poco más de un año de prisión.
Fue uno de los más importantes dirigentes clasistas de la CGT de Salta que en los 70 se definió por el socialismo, y acompañó los destinos del gobierno popular de Salta de Miguel Ragone, hoy como tantos/as otros/as compañeros/as desaparecido.
La formación del Frente Antiimperialista por el Socialismo (FAS), junto a Agustín Tosco y al PRT de Mario Roberto Santucho, y otros compañeros/as de distintas organizaciones revolucionarias, también lo hallará entre sus principales promotores, animando la independencia de clase de los trabajadores y la unidad de las organizaciones revolucionarias. Propuesto para acompañar a Agustín Tosco en las elecciones presidenciales del 23 de septiembre de 1973 en una fórmula clasista y revolucionaria, que no se concretó, la represión del gobierno de Isabel y la actuación de la Triple A lo condenarán a una nueva clandestinidad que, finalmente, lo llevará al exilio en 1976, recalando en varios países de América Latina y en España.
El exilio será su nuevo puesto de lucha, denunciando en los sindicatos de Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia la situación represiva en nuestro país para ser presentada en la asamblea de la OIT. Su campaña continuará en Brasil, contribuyendo a la formación de “Clamor”, una institución de denuncia contra el Terrorismo de Estado.
La restauración constitucional le permitirá regresar en 1984 para instalarse en Salta, donde continuará la militancia política animando al MOCEP (Movimiento Obrero Campesino Estudiantil y Popular). Nunca cejó en su intento por la unidad de los revolucionarios, de allí es que la resistencia al menemismo lo encontró, junto a otros/as compañeros/as construyendo instancias tales como la COPOFRE (Coordinadora de Organizaciones por el Frente Revolucionario, y la COAR (Coordinadora de Organizaciones Antiimperialistas y Revolucionarias).
En los últimos años, ha participado de numerosas iniciativas buscando la unidad de las organizaciones populares y revolucionarias, y en ese marco participa actualmente, junto al MOCEP, en la construcción del MULCS (Movimiento por la Unidad Latinoamericana y el Cambio Social), y desde allí en ámbitos tales como el Espacio del 20 de diciembre, y a escala regional en la Articulación Continental de los Movimientos Sociales hacia el ALBA.
En síntesis, el compañero Armando Jaime ha militado, de diversas maneras, durante más de sesenta años por un proyecto antiimperialista, popular y por el socialismo, hoy cuando el 9 de octubre cumple, 80 años queremos rendirle un justo homenaje a esa larga trayectoria de militancia y compromiso.
Primeras firmas:
Jorge Pérez, Juan Carlos Cibelli, Jorge Borean, Osvaldo Rot, Eduardo Pérez, Norberto Señor, Enrique Gandolfo, Natalia Vinelli, Guillermo Caviasca, Roberto Fornari, Modesto Emilio Guerrero, MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria), Agrupación Kiki Lezcano, Agrupación Domingo Menna, Casa del Trabajador Agustín Tosco, Movimiento por la Unidad Latinoamericana y el Cambio Social (MULCS), Coordinadora de Organizaciones de Base La Brecha (COB La Brecha), Barricada TV, Frente Popular Darío Santillán, Centro Cultural Manuel Suárez, Canal 4 TV Comunitaria Darío y Maxi, FM La Mosca 93.5, Revista Lilith, Periódico La Balsa
Adhesiones a homenajearmandojaime@yahoo.com.ar
GB
GOLPE? OPINION DE EDGARDO MOCCA.
¿Es un fantasma la amenaza a
la democracia?
Por Edgardo Mocca
¿Hay una amenaza golpista en la Argentina? Formulada en esos términos, la pregunta se presta a una fácil manipulación argumentativa: la palabra “golpe” está connotada por la historia de este país y significa para todos nosotros una asonada militar que impone un gobierno de corte dictatorial. Fácilmente, la derecha mediática y política responde que la supuesta amenaza de un golpe es un fantasma que el Gobierno agita para responder a las demandas legítimas de la sociedad.
No hay, efectivamente, una asonada militar en marcha. Pero, claro, tampoco la hubo hace poco en Paraguay ni en Honduras en 2009. Tampoco la insubordinación policial en Ecuador de 2010 ni las más recientes en Bolivia tuvieron esa forma clásica. Pero la fijación del análisis en las formas impide pensar las tensiones y las amenazas a nuestra democracia, tal como se expresan actualmente. Cuando hablamos de amenazas, nos referimos concretamente a las estrategias de los grupos concentrados de poder para someter fácticamente al poder constitucional a sus designios, para enfrentarlo en la medida en que no puedan someterlo y, eventualmente, para derribarlo. Finalmente, el golpe de Estado, como lo hemos conocido, no es sino una forma histórica de esas estrategias.
La impresionante escena de estas horas (gendarmes y prefectos en protesta activa por causas salariales que no es levantada una vez satisfechas las reivindicaciones originales y medios de comunicación concentrados en la amplificación sin límite de ese conflicto) no puede dejar de activar un alerta muy profundo entre quienes queremos vivir en democracia. Nos asalta la sensación de lo ya vivido. Ya hemos vivido los climas. Ya hemos escuchado las palabras que hoy se dicen desde las redacciones de los principales medios: decadencia moral, gobierno autoritario, avances contra la República, demagogia, populismo. Las hemos escuchado profusamente en los días previos a cada usurpación del poder. Se nos pide que no las evoquemos en nombre del cambio de los tiempos y la necesidad de no quedar anclados en viejas percepciones. Pero el parecido es demasiado. No solamente en las palabras sino en quiénes son las que las pronuncian.
El viejo dilema de la política reaparece: ¿quién define el significado de las palabras?, ¿quién dictamina qué es democracia, libertad, pluralidad, normalidad...? Como ya sabemos a esta altura, la definición de las palabras no es un acto de hermenéutica neutral sino el objeto de una lucha hegemónica. Nadie, por ejemplo, puede impedir en un régimen democrático que haya quien opine que la nacionalización de la mayoría accionaria de YPF fue una confiscación o lisa y llanamente un robo, o que la modificación de la Carta Orgánica del Banco Central a favor de un rol más activo de la institución en el curso económico gubernamental haya sido un avance autoritario del Estado. Esas afirmaciones tienen pleno derecho a la circulación pública y de hecho han tenido a su favor un porcentaje abrumador de las páginas de los diarios y los tiempos de la pantalla televisiva, el micrófono radial y las más variadas formas de divulgación de contenidos hoy existentes. Ahora bien, una cuestión diferente –y bien poco democrática– sería la pretensión de que esa perspectiva parcial, por numerosos que sean o puedan llegar a ser sus adherentes, se imponga a la voluntad mayoritaria libremente expresada en las urnas. Y hace todavía menos de un año...
El organizadamente espontáneo movimiento de caceroleros es una expresión legítima de la diferencia y de la protesta respecto del gobierno. Sus reclamos deben ser tenidos en cuenta y, de hecho, buena parte de los políticos de oposición han procurado erigirse en sus portavoces activos. El hecho es, sin embargo, que las oposiciones son hoy minoritarias en los órganos representativos porque así lo ha decidido el pueblo con su votación de octubre último. Hay que decir también que algunas de las consignas que predominaron en las marchas no son representables en términos democráticos y que la suma de reclamos heterogéneos no constituye un programa político. Pero es válido pensar que, depurada de apelaciones violentas y autoritarias, la escena de las cacerolas pueda ser un impulso “desde abajo” a las oposiciones políticas.
Sin embargo, la hoja de ruta principal del bloque que enfrenta al Gobierno no parece estar dirigida a la construcción gradual, pacífica y política de una alternativa para las elecciones presidenciales de dentro de tres años. En la amplia y variada constelación de quienes están en contra del Gobierno, la voz predominante es la de los más radicalizados de sus enemigos. Los grandes grupos mediáticos no son en sí mismos el bloque social existencialmente enfrentado con el actual rumbo, pero son sus articuladores discursivos y tácticos. Ejercen claramente la iniciativa en el conjunto opositor. Presionan a los políticos de oposición y suelen amonestarlos cuando se muestran insuficientemente entregados a la batalla de todos los días por el debilitamiento del Gobierno. Debilitados los partidos y su conexión orgánica con sus tradicionales bases sociales, los medios proveen a los líderes de visibilidad y una suerte de arraigo imaginario en las audiencias. El intercambio es ominoso: los líderes suelen pagar esa presencia pública con la incondicionalidad en el seguimiento de las agendas políticas que esos mismos medios elaboran. Son agendas cargadas de la ansiedad por la inminencia de un gran test para la democracia argentina como es su capacidad de hacer cumplir la ley que obliga a un fuerte recorte de la posición dominante del Grupo Clarín en el mercado de la comunicación audiovisual. Los grupos mediáticos oligopólicos redoblan la presión sobre partidos y líderes de oposición: con escaso disimulo, el diario Clarín ha amonestado esta semana al casi incondicional diputado Amadeo por firmar la declaración de la Cámara en defensa de la democracia ante la insubordinación de gendarmes y prefectos; no hay grieta alguna que pueda ser admitida en la movilización general antigubernamental que se impulsa desde los estados mayores mediáticos. No es entonces extraño que no emerja de esta situación un liderazgo político opositor; lo inhibe la estructura del propio campo, en el que predominan los francotiradores más o menos exaltados o sensacionalistas en detrimento de los constructores políticos. Hace pocos días, cuando un grupo pequeño de caceroleros cortaba la esquina de avenida Del Libertador y Sarmiento en la Capital, pudo verse una cifra de esa dramática carencia política: no eran pocos los que proclamaban el liderazgo de Jorge Lanata.
Volvamos al principio, a la pregunta por el golpe. Asistimos a un operativo que impulsa la generación de un clima de caos y de ingobernabilidad. No hay, a diferencia de otras épocas, una previsión de la escena final. Simplemente se trata de desautorizar al Gobierno, de ganar la calle en la forma más inorgánica concebible, porque cualquier organización podría atentar contra la unanimidad de la ira que es, en esencia, pura negatividad. Las formas en que este envenenamiento de la atmósfera pueda dar lugar a una fórmula política de desenlace no están previstas ni podrían estarlo. El filo del operativo apunta en múltiples direcciones. Agita las diferencias internas en la coalición de gobierno. Procura establecer la existencia de un “peronismo verdadero” en réplica a la supuesta herencia montonera de los actuales gobernantes. Alienta las tensiones con los gobernadores provinciales en procura del doble propósito de complicar la gobernabilidad y activar la lucha por la sucesión en el interior del justicialismo. Explora las condiciones para la desestabilización financiera, actualmente bastante contenidas con las medidas de control cambiario. Y no excluye la hipótesis de actos de violencia que contribuyan a cerrar el círculo del desmadre; el rapto de un importante testigo en el juicio por el asesinato de Mariano Ferreyra sirve para ilustrar la capacidad operativa a disposición de los elementos desestabilizadores. Como decía Marx en referencia a la sociedad francesa de los días previos al golpe de Luis Bonaparte, quieren forzar la situación en la que una parte de la población prefiera “un final terrible antes que un terror sin final”. Historia, en fin, conocida y repetida con lamentable frecuencia en la historia argentina relativamente reciente y que incluye más de un episodio en los años posteriores a 1983.
A pesar de la fuerza del operativo desestabilizador, no cabe el desánimo ni el miedo entre quienes defendemos la democracia. Mucho menos la actitud de dejarse arrastrar por el clima provocador y tendencialmente violento que impulsan sus promotores. Los desestabilizadores tienen fuerza destructiva pero carecen radicalmente de fuerza política, entendida por tal la capacidad de construir una instancia de poder con capacidad de establecer un rumbo alternativo y dotarlo de un liderazgo viable. Es posible y necesario obligarlos a que enmarquen sus proyectos políticos en el indeclinable marco de los calendarios y las formas institucionales.
07/10/12 Página|12
Por Edgardo Mocca
¿Hay una amenaza golpista en la Argentina? Formulada en esos términos, la pregunta se presta a una fácil manipulación argumentativa: la palabra “golpe” está connotada por la historia de este país y significa para todos nosotros una asonada militar que impone un gobierno de corte dictatorial. Fácilmente, la derecha mediática y política responde que la supuesta amenaza de un golpe es un fantasma que el Gobierno agita para responder a las demandas legítimas de la sociedad.
No hay, efectivamente, una asonada militar en marcha. Pero, claro, tampoco la hubo hace poco en Paraguay ni en Honduras en 2009. Tampoco la insubordinación policial en Ecuador de 2010 ni las más recientes en Bolivia tuvieron esa forma clásica. Pero la fijación del análisis en las formas impide pensar las tensiones y las amenazas a nuestra democracia, tal como se expresan actualmente. Cuando hablamos de amenazas, nos referimos concretamente a las estrategias de los grupos concentrados de poder para someter fácticamente al poder constitucional a sus designios, para enfrentarlo en la medida en que no puedan someterlo y, eventualmente, para derribarlo. Finalmente, el golpe de Estado, como lo hemos conocido, no es sino una forma histórica de esas estrategias.
La impresionante escena de estas horas (gendarmes y prefectos en protesta activa por causas salariales que no es levantada una vez satisfechas las reivindicaciones originales y medios de comunicación concentrados en la amplificación sin límite de ese conflicto) no puede dejar de activar un alerta muy profundo entre quienes queremos vivir en democracia. Nos asalta la sensación de lo ya vivido. Ya hemos vivido los climas. Ya hemos escuchado las palabras que hoy se dicen desde las redacciones de los principales medios: decadencia moral, gobierno autoritario, avances contra la República, demagogia, populismo. Las hemos escuchado profusamente en los días previos a cada usurpación del poder. Se nos pide que no las evoquemos en nombre del cambio de los tiempos y la necesidad de no quedar anclados en viejas percepciones. Pero el parecido es demasiado. No solamente en las palabras sino en quiénes son las que las pronuncian.
El viejo dilema de la política reaparece: ¿quién define el significado de las palabras?, ¿quién dictamina qué es democracia, libertad, pluralidad, normalidad...? Como ya sabemos a esta altura, la definición de las palabras no es un acto de hermenéutica neutral sino el objeto de una lucha hegemónica. Nadie, por ejemplo, puede impedir en un régimen democrático que haya quien opine que la nacionalización de la mayoría accionaria de YPF fue una confiscación o lisa y llanamente un robo, o que la modificación de la Carta Orgánica del Banco Central a favor de un rol más activo de la institución en el curso económico gubernamental haya sido un avance autoritario del Estado. Esas afirmaciones tienen pleno derecho a la circulación pública y de hecho han tenido a su favor un porcentaje abrumador de las páginas de los diarios y los tiempos de la pantalla televisiva, el micrófono radial y las más variadas formas de divulgación de contenidos hoy existentes. Ahora bien, una cuestión diferente –y bien poco democrática– sería la pretensión de que esa perspectiva parcial, por numerosos que sean o puedan llegar a ser sus adherentes, se imponga a la voluntad mayoritaria libremente expresada en las urnas. Y hace todavía menos de un año...
El organizadamente espontáneo movimiento de caceroleros es una expresión legítima de la diferencia y de la protesta respecto del gobierno. Sus reclamos deben ser tenidos en cuenta y, de hecho, buena parte de los políticos de oposición han procurado erigirse en sus portavoces activos. El hecho es, sin embargo, que las oposiciones son hoy minoritarias en los órganos representativos porque así lo ha decidido el pueblo con su votación de octubre último. Hay que decir también que algunas de las consignas que predominaron en las marchas no son representables en términos democráticos y que la suma de reclamos heterogéneos no constituye un programa político. Pero es válido pensar que, depurada de apelaciones violentas y autoritarias, la escena de las cacerolas pueda ser un impulso “desde abajo” a las oposiciones políticas.
Sin embargo, la hoja de ruta principal del bloque que enfrenta al Gobierno no parece estar dirigida a la construcción gradual, pacífica y política de una alternativa para las elecciones presidenciales de dentro de tres años. En la amplia y variada constelación de quienes están en contra del Gobierno, la voz predominante es la de los más radicalizados de sus enemigos. Los grandes grupos mediáticos no son en sí mismos el bloque social existencialmente enfrentado con el actual rumbo, pero son sus articuladores discursivos y tácticos. Ejercen claramente la iniciativa en el conjunto opositor. Presionan a los políticos de oposición y suelen amonestarlos cuando se muestran insuficientemente entregados a la batalla de todos los días por el debilitamiento del Gobierno. Debilitados los partidos y su conexión orgánica con sus tradicionales bases sociales, los medios proveen a los líderes de visibilidad y una suerte de arraigo imaginario en las audiencias. El intercambio es ominoso: los líderes suelen pagar esa presencia pública con la incondicionalidad en el seguimiento de las agendas políticas que esos mismos medios elaboran. Son agendas cargadas de la ansiedad por la inminencia de un gran test para la democracia argentina como es su capacidad de hacer cumplir la ley que obliga a un fuerte recorte de la posición dominante del Grupo Clarín en el mercado de la comunicación audiovisual. Los grupos mediáticos oligopólicos redoblan la presión sobre partidos y líderes de oposición: con escaso disimulo, el diario Clarín ha amonestado esta semana al casi incondicional diputado Amadeo por firmar la declaración de la Cámara en defensa de la democracia ante la insubordinación de gendarmes y prefectos; no hay grieta alguna que pueda ser admitida en la movilización general antigubernamental que se impulsa desde los estados mayores mediáticos. No es entonces extraño que no emerja de esta situación un liderazgo político opositor; lo inhibe la estructura del propio campo, en el que predominan los francotiradores más o menos exaltados o sensacionalistas en detrimento de los constructores políticos. Hace pocos días, cuando un grupo pequeño de caceroleros cortaba la esquina de avenida Del Libertador y Sarmiento en la Capital, pudo verse una cifra de esa dramática carencia política: no eran pocos los que proclamaban el liderazgo de Jorge Lanata.
Volvamos al principio, a la pregunta por el golpe. Asistimos a un operativo que impulsa la generación de un clima de caos y de ingobernabilidad. No hay, a diferencia de otras épocas, una previsión de la escena final. Simplemente se trata de desautorizar al Gobierno, de ganar la calle en la forma más inorgánica concebible, porque cualquier organización podría atentar contra la unanimidad de la ira que es, en esencia, pura negatividad. Las formas en que este envenenamiento de la atmósfera pueda dar lugar a una fórmula política de desenlace no están previstas ni podrían estarlo. El filo del operativo apunta en múltiples direcciones. Agita las diferencias internas en la coalición de gobierno. Procura establecer la existencia de un “peronismo verdadero” en réplica a la supuesta herencia montonera de los actuales gobernantes. Alienta las tensiones con los gobernadores provinciales en procura del doble propósito de complicar la gobernabilidad y activar la lucha por la sucesión en el interior del justicialismo. Explora las condiciones para la desestabilización financiera, actualmente bastante contenidas con las medidas de control cambiario. Y no excluye la hipótesis de actos de violencia que contribuyan a cerrar el círculo del desmadre; el rapto de un importante testigo en el juicio por el asesinato de Mariano Ferreyra sirve para ilustrar la capacidad operativa a disposición de los elementos desestabilizadores. Como decía Marx en referencia a la sociedad francesa de los días previos al golpe de Luis Bonaparte, quieren forzar la situación en la que una parte de la población prefiera “un final terrible antes que un terror sin final”. Historia, en fin, conocida y repetida con lamentable frecuencia en la historia argentina relativamente reciente y que incluye más de un episodio en los años posteriores a 1983.
A pesar de la fuerza del operativo desestabilizador, no cabe el desánimo ni el miedo entre quienes defendemos la democracia. Mucho menos la actitud de dejarse arrastrar por el clima provocador y tendencialmente violento que impulsan sus promotores. Los desestabilizadores tienen fuerza destructiva pero carecen radicalmente de fuerza política, entendida por tal la capacidad de construir una instancia de poder con capacidad de establecer un rumbo alternativo y dotarlo de un liderazgo viable. Es posible y necesario obligarlos a que enmarquen sus proyectos políticos en el indeclinable marco de los calendarios y las formas institucionales.
07/10/12 Página|12
GB
viernes, 5 de octubre de 2012
CON LA DEMOCRACIA NO SE JODE
Una vez más la militancia en las calles para defender un modelo de país que dice no a la injusticia social y a los tiempos oscuros donde los argentinos no están dispuestos a volver.
Miles de compañeros de La Cámpora en el marco del espacio Unidos y Organizados se congregaron la noche del miércoles 3 octubre en todo el país a plasmar en cada paredón en cada uno de sus barios la decisión política de la militancia de no conceder que la manipulación de los medios monopólicos de comunicación, con una clara actitud de desestabilizar y engañar al pueblo argentino, haga dar un paso atrás a las conquistas logradas a través de un proceso profundamente democrático y transformador.
Miles de compañeros de La Cámpora en el marco del espacio Unidos y Organizados se congregaron la noche del miércoles 3 octubre en todo el país a plasmar en cada paredón en cada uno de sus barios la decisión política de la militancia de no conceder que la manipulación de los medios monopólicos de comunicación, con una clara actitud de desestabilizar y engañar al pueblo argentino, haga dar un paso atrás a las conquistas logradas a través de un proceso profundamente democrático y transformador.
Equidad e igualdad, son dos de las banderas de un modelo nacional que irrita a los sectores concentrados de poder. La consigna fue clara “Clarín: Con la democracia no se jode.” Acá el pueblo siempre va a estar “Todos con Cristina, Unidos y Organizados” construyendo y trabajando con alegría.
Por mandato popular, por comprensión histórica y por decisión política, los jóvenes de este país se mantendrán unidos y organizados apoyando a la fiel conductora de este movimiento que no cambiará su rumbo frente a ninguna corporación ni operación mediática que intente impedir la felicidad del pueblo argentino y la grandeza de la patria.
GB
ROBERTO CARRI, IN MEMORIAM
Roberto Carri y el fetichismo de las ciencias sociales
Por Juan Godoy*
“Es dentro de esta perspectiva de lucha que rechazamos terminantemente las manifestaciones modernas de la ciencia formal y reivindicamos un conocimiento singular o particular que sea expresión de la lucha anti-imperialista de los pueblos del Tercer Mundo y especialmente de las mayorías argentinas” (Roberto Carri, 1969**)
Abordaremos aquí la figura de Roberto Carri, sociólogo, militante popular en el peronismo revolucionario, integrante de las Cátedras Nacionales, experiencia dada en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos entre los años 1968 y 1971-1972 (donde participan personajes como Justino O’Farrel, Gonzalo Cárdenas, Alcira Argumedo, Amelia Podetti, Horacio González). Iba a participar de las publicaciones vinculadas a las cátedras: Antropología-Tercer Mundo y Envido, con tan solo 28 años publicaba “Isidro Velázquez y las formas prerrevolucionarias de la violencia”, luego “Poder imperialista y liberación nacional”, etc. Terminaría, juntamente con su compañera (Ana María Caruso), detenido-desaparecido en los años de la última dictadura genocida que azotó nuestro país.
Lo trataremos a Carri, en relación a una idea que va a aparecer en su pensamiento, en sus escritos, que es la de la formalidad de las ciencias sociales y su fetichización, su alejamiento del creador, y el pasaje de éste a ser dominado por su propia creación. Nuestra idea es, al mismo tiempo, abrir perspectivas sobre la forma de construcción de conocimiento dominante en nuestras universidades nacionales, y su vinculación a un proyecto nacional, con basamento en los sectores populares y latinoamericanos.
Nuestro autor va a resaltar el entramado político-científico que se da entre los cientistas sociales y el “campo político”. Es la aparición del conocimiento técnico, de los técnicos al servicio del estado, pero haciendo a un lado su ideología (¿es posible hacerlo?). El técnico, así, a-politizado sirve para cualquier modelo de país. No importa aquí la política, la ideología, etc., solo se busca la “eficiencia”. Carri está pensando, en este punto, en la relación de los profesionales de las ciencias sociales con los sectores dominantes, a éstos como sustentadores de un régimen de dominación, así sostiene que “la dominación imperialista en todo el mundo provocó el desarrollo de la sociología como un medio de detectar problemas en sus países y descubrir los modos de superar las tensiones del mundo moderno”. No obstante esto, la idea de “un estado más eficiente”, suena en la memoria reciente colectiva argentina, como parte del “desguace” del estado nacional.
El autor de Isidro Velázquez…, no es para nada contemplativo con la universidad y su rol en la realidad nacional tal como estaba constituida. Considera que su creación se encuentra ligada a la mantención de un orden social de dominación, “la universidad Argentina fue el laboratorio de formación de ideologías al servicio del mantenimiento del orden”. De esta forma, los cientistas sociales formados en estas universidades, serán fieles exponentes de un pensamiento ajeno a los intereses populares, pues el interés está puesto en “aportar a sus alumnos un curriculum profesional, formar una “personalidad profesionalmente equilibrada”, etc. Tiene como objetivo despolitizar ideológicamente al sociólogo convirtiéndolo en un fiel servidor del estado, en un técnico eficiente”.Separar la ideología de la ciencia, hacerlas dicotómicas, excluyentes, una perspectiva científica que pretende no mezclarse con la realidad social, no apasionarse, que solo admira la ciencia y el progreso. Sociología carente de valores.
Recordemos que Carri llamaba a los cientistas sociales que creen en la objetividad científica, bandoleros sociológicos, en los cuales “su admiración y respeto no es por personas, sino por una entidad impersonal: la ciencia y la tecnología (…) ellos directamente no se sienten partícipes del proceso analizado (…) el sociólogo cree todavía que la llamada objetividad científica es lo más importante”.
Debemos tener en cuenta que Carri, está inmerso en una doble lucha: por un lado, hacia dentro de la universidad, procurando cambiar las formas de construcción de conocimiento imperantes; y por otro, inmerso en las luchas populares contra los procesos dictatoriales, en el corto plazo, y por la liberación nacional en el largo. Asimismo tenemos que resaltar aquí que nuestro autor está polemizando con toda una universidad en general, y con una carrera (sociología) en particular, en el marco primero, del derrocamiento del gobierno democrático, popular de Juan D. Perón, la instauración de una férrea dictadura que a la vez que persigue, reprime, etc., obtura la posibilidad que las mayorías se expresen en forma libre; y segundo, interviene las universidades, por ejemplo, la de Buenos Aires queda a cargo de José Luis Romero, y la del Litoral, a cargo de Halperín Dongui, cesantea a profesores que habían participado como profesores en el peronismo.
Resaltamos en relación a los profesores cesantes que, según consignan Aritz e Iciar Recalde, bajo el gobierno de Aramburu en el mismo decreto que intervenía la universidad, se “establecería que no debería quedar ni un solo docente ligado al peronismo y por eso, a través del artículo 32º se prohibía el ingreso a concurso de los docentes de la gestión anterior”. En este contexto, en el año 1957, surge la carrera de sociología, teniendo como fundador al sociólogo italiano Gino Germani.
Ahora sí, teniendo brevemente el marco general del pensamiento de Roberto Carri, acerca de la universidad, de la carrera de sociología, y de su tradición académica-militante, podemos avanzar en nuestro planteo acerca del fetichismo en las ciencias sociales.
Carri va a ser escéptico acerca de la posibilidad de la sociología de superar esta suerte de destino trazado desde su fundación, dudar acerca de que pueda superar el orden social en el cual es producida, que se encuentra dividido en opresores y oprimidos. La sociología vendría aquí a reproducir estas relaciones asimétricas, al mismo tiempo que ocultaría la politicidad de las relaciones sociales. La intención de nuestro autor es “problematizar la doble inversión fetichista que anida en las ciencias sociales, para denunciar su pretensión autárquica y para, finalmente, enfrentarlas con el fantasma de la política que quisieron eliminar de entre sus fundamentos; y así recuperarlas en su propia dimensión utópica”. Establecer el camino de la politización de las ciencias sociales, es un camino que Carri considera posible para que las ciencias sociales en general, y la sociología en particular, no quede como mero sustento del orden social de dominación.
Pone en consideración el sociólogo y periodista, la preponderancia del método, cómo éste lleva en muchas ocasiones a querer adaptar la cabeza al sombrero y no al revés, que sería lo más lógico, así argumenta que “el individuo poseedor del método aprende la realidad social a través de la combinación de variables en el modelo formal, superando el momento de la operación científica, se “compromete”, se vuelve a meter en una realidad que por un momento consideró exterior (…) si la realidad no se adecúa al modelo la realidad no existe”. De esta forma el método de las ciencias sociales utilizado en este sentido, en lugar de ayudar a comprender la realidad social, a abordarla, nos aleja de la comprensión de la misma. El método, creado por el hombre, pasa a dominarlo, en lugar de servirle como herramienta, lo constriñe en su construcción, pues el hombre “crea la ciencia, pero ésta una vez puesta en movimiento es dejada por su creador –la situación (teológica, deificada)- moverse libremente en su específica legalidad”- Convirtiéndose así en un instrumento de su propia creación.
Acá podríamos considerar la idea de “recortar” que tanto pregonan algunos “teóricos del método”, recortar para que el objeto sea abordable, recortar más y más, tanto que cuando se llega al nivel de “pequeñez buscado”, el tema a estudiar pasa a ser otro. Lo cual, además de lo desacertado en tanto construcción científica, nos permite preguntarnos, pero los teóricos sociales, incluso los que tanto gustan a estos “teóricos del método”: ¿tienen como objeto de estudio temas tan pequeños?
¿Hernández Arregui, Arturo Jauretche, Scalabrini Ortíz estudian siguiendo estas prerrogativas del “recorte”?. Ah, ya sabemos, ¡nos dirán que no son científicos, que son para-sociólogos y demás!, pero… de todas formas esas mismas preguntas podemos realizarlas pensando en Marx, Durkheim, Weber, Bourdieu, Foucault, etc. Es la aparición también de las “sociología especiales”, del conocimiento cada vez más particular, “el conocimiento fragmentado de la sociología –existen también sociologías especiales o aplicadas como campos de interés puedan aparecer al sociólogo- resulta de los supuestos señalados y es incompatible con la práctica política del pueblo”.
Este tipo de construcción científica tiene la característica, en cierto sentido llamativo, de no ir más allá de lo meramente dado, no modifica nada (probablemente en muchos casos no sea esta su finalidad). Pues “el conocimiento formal es empirismo acrítico, el fetichismo de los hechos inmutables, la creencia de una legalidad exterior a la producción humana de la naturaleza y la sociedad”. No hay en esta construcción integración del conocimiento con la práctica (estos dos polos se encuentran separados), la tarea del cientista social es individual, o solo inserto en la “comunidad científica”, no se encuentra la integración con las luchas nacionales, populares, pero en realidad Carri resalta que la teoría aparece “como la expresión de la conciencia social (…) la ciencia es producto colectivo de la sociedad (…) pero los científicos creen que esos conocimientos son la consecuencia de la aplicación individual de su empirismo”. Esto último nos habilita a otros interrogantes, dado que si esto es así ¿para qué las ciencias sociales?, ¿sociólogos para qué?, ¿cuál es el sentido de una universidad pública que solo realice conocimiento formal, ajeno a las necesidades nacionales, del pueblo?
Resaltamos que consideramos que en la visión del autor de Poder imperialista y liberación nacional, la cual compartimos, no se pretende rechazar “el método” totalmente, pero sí criticar ciertos abordajes científicos en tanto venimos poniendo de relevancia en estas líneas.
Aparece en los seguidores más convencidos del método “la creencia en que la realidad fetiche es la verdadera realidad”. Esta realidad, escindida del cientista social, en tanto poseedor del “método científico” objetivo, aparece como la verdadera realidad. Esta forma fetichizada del conocimiento, es la construcción de teoría considerando “lo social” como una exterioridad que se presenta como lo dado, lo inmutable, que no se puede cambiar, o incidir en que cambie, “el conocimiento formal desconoce su propio soporte fetichista (…) la operación objetiva del conocimiento queda reducida a una mera interiorización individual”. Desde esta perspectiva, no es ésta la tarea del cientista social a-valorativo. Olvidan que los hombres (¡entre los cuales están también los cientistas sociales, aunque a veces parecieran creer que no!) tienen valores, ideología, etc., y no pueden abstraerse de ello por más que lo deseen.
Para finalizar, argumentamos que el meollo en Roberto Carri, es la relación entre la política y la ciencia, entre el político y el científico podría decir alguien ajeno a la perspectiva de nuestro autor. Según él mismo, hay una estrecha relación entre estas dos cuestiones, que hacen que sea imposible escindirlas. La sociología es política, ya sea como sustentadora del statu quo y la dependencia o como parte de la lucha por la liberación nacional. No es en Carri el partir de un modelo teórico abstracto para luego procurar aplicarlo a una realidad externa, sino más bien es el involucramiento en la lucha del pueblo, es la producción de teoría desde el pueblo, no intentando establecer caminos ajenos a la capacidad creativa de las masas.
Se trata de pasar de la primacía del método a la primacía de la política, rescatar a las ciencias sociales y a la sociología revalorizándolas en su politicidad, en su intención transformadora de las relaciones sociales. Dejar a un lado una sociología que no puede dar respuestas a las necesidades nacionales y del pueblo, que no puede ser parte de un proyecto nacional, de la lucha colectiva. Así, “si la realización, producción, de la nueva sociedad no es una tarea filosófica o científica sino política, el conocimiento del mundo también es tarea política o no es verdadero conocimiento”
*El autor es Licenciado en Sociología, Universidad de Buenos Aires (UBA) y Profesor de sociología, Universidad de Buenos Aires (UBA)
** Carri, Roberto. (1969). El formalismo en las ciencias sociales (2da. Parte). Antropología - Tercer Mundo. 2, (55-66), página 61. Reedición Facsimilar de la Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, página 63.
Bibliografía citada
-Carri, Roberto. (1968). El formalismo en las ciencias sociales (1ra. Parte). Antropología - Tercer Mundo. 1, (1-6). Reedición Facsimilar de la Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
-Carri, Roberto. (1969). El formalismo en las ciencias sociales (2da. Parte). Antropología - Tercer Mundo. 2, (55-66). Reedición Facsimilar de la Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
-Carri, Roberto. (1968b). Un sociólogo de medio pelo. Revista Latinoamericana de Sociología. 1, pp. 127-129.
-Carri, Roberto. (1970). Pensamiento nacional y sociología anti-nacional. En Touraine, A., Nikolaus, M., Novikov, N. V., Fals Borda, O., Marsal, J. F., Menéndez, E. L., Cárdenas, G. H., Carri, R., Verón, E. Delich, F.. Ciencias sociales: Ideología y realidad nacional (pp. 143-165). Buenos Aires: Tiempo Contemporáneo.
-Carri, Roberto. (2001). Isidro Velázquez. Formas pre-revolucionarias de la violencia. Buenos Aires: Colihue.
-Recalde, Aritz y Recalde Iciar. (2007). Universidad y liberación nacional. Un estudio de la Universidad de Buenos Aires durante las tres gestiones peronistas 1946-1952, 1952-1955 y 1973-1975. Buenos Aires: Nuevos Tiempos.
-Salvi, Valentina. (2000). La ceguera sociológica. Sobre “el formalismo en las ciencias sociales de Roberto Carri., En H. González (Comp.). Historia crítica de la sociología Argentina (pp. 381-386). Buenos Aires: Colihue.
http://forjando125.blogspot.com.ar/2012/10/las-formas-de-construccion-de.html?spref=fb
Prof GB
Por Juan Godoy*
“Es dentro de esta perspectiva de lucha que rechazamos terminantemente las manifestaciones modernas de la ciencia formal y reivindicamos un conocimiento singular o particular que sea expresión de la lucha anti-imperialista de los pueblos del Tercer Mundo y especialmente de las mayorías argentinas” (Roberto Carri, 1969**)
Abordaremos aquí la figura de Roberto Carri, sociólogo, militante popular en el peronismo revolucionario, integrante de las Cátedras Nacionales, experiencia dada en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos entre los años 1968 y 1971-1972 (donde participan personajes como Justino O’Farrel, Gonzalo Cárdenas, Alcira Argumedo, Amelia Podetti, Horacio González). Iba a participar de las publicaciones vinculadas a las cátedras: Antropología-Tercer Mundo y Envido, con tan solo 28 años publicaba “Isidro Velázquez y las formas prerrevolucionarias de la violencia”, luego “Poder imperialista y liberación nacional”, etc. Terminaría, juntamente con su compañera (Ana María Caruso), detenido-desaparecido en los años de la última dictadura genocida que azotó nuestro país.
Lo trataremos a Carri, en relación a una idea que va a aparecer en su pensamiento, en sus escritos, que es la de la formalidad de las ciencias sociales y su fetichización, su alejamiento del creador, y el pasaje de éste a ser dominado por su propia creación. Nuestra idea es, al mismo tiempo, abrir perspectivas sobre la forma de construcción de conocimiento dominante en nuestras universidades nacionales, y su vinculación a un proyecto nacional, con basamento en los sectores populares y latinoamericanos.
Nuestro autor va a resaltar el entramado político-científico que se da entre los cientistas sociales y el “campo político”. Es la aparición del conocimiento técnico, de los técnicos al servicio del estado, pero haciendo a un lado su ideología (¿es posible hacerlo?). El técnico, así, a-politizado sirve para cualquier modelo de país. No importa aquí la política, la ideología, etc., solo se busca la “eficiencia”. Carri está pensando, en este punto, en la relación de los profesionales de las ciencias sociales con los sectores dominantes, a éstos como sustentadores de un régimen de dominación, así sostiene que “la dominación imperialista en todo el mundo provocó el desarrollo de la sociología como un medio de detectar problemas en sus países y descubrir los modos de superar las tensiones del mundo moderno”. No obstante esto, la idea de “un estado más eficiente”, suena en la memoria reciente colectiva argentina, como parte del “desguace” del estado nacional.
El autor de Isidro Velázquez…, no es para nada contemplativo con la universidad y su rol en la realidad nacional tal como estaba constituida. Considera que su creación se encuentra ligada a la mantención de un orden social de dominación, “la universidad Argentina fue el laboratorio de formación de ideologías al servicio del mantenimiento del orden”. De esta forma, los cientistas sociales formados en estas universidades, serán fieles exponentes de un pensamiento ajeno a los intereses populares, pues el interés está puesto en “aportar a sus alumnos un curriculum profesional, formar una “personalidad profesionalmente equilibrada”, etc. Tiene como objetivo despolitizar ideológicamente al sociólogo convirtiéndolo en un fiel servidor del estado, en un técnico eficiente”.Separar la ideología de la ciencia, hacerlas dicotómicas, excluyentes, una perspectiva científica que pretende no mezclarse con la realidad social, no apasionarse, que solo admira la ciencia y el progreso. Sociología carente de valores.
Recordemos que Carri llamaba a los cientistas sociales que creen en la objetividad científica, bandoleros sociológicos, en los cuales “su admiración y respeto no es por personas, sino por una entidad impersonal: la ciencia y la tecnología (…) ellos directamente no se sienten partícipes del proceso analizado (…) el sociólogo cree todavía que la llamada objetividad científica es lo más importante”.
Debemos tener en cuenta que Carri, está inmerso en una doble lucha: por un lado, hacia dentro de la universidad, procurando cambiar las formas de construcción de conocimiento imperantes; y por otro, inmerso en las luchas populares contra los procesos dictatoriales, en el corto plazo, y por la liberación nacional en el largo. Asimismo tenemos que resaltar aquí que nuestro autor está polemizando con toda una universidad en general, y con una carrera (sociología) en particular, en el marco primero, del derrocamiento del gobierno democrático, popular de Juan D. Perón, la instauración de una férrea dictadura que a la vez que persigue, reprime, etc., obtura la posibilidad que las mayorías se expresen en forma libre; y segundo, interviene las universidades, por ejemplo, la de Buenos Aires queda a cargo de José Luis Romero, y la del Litoral, a cargo de Halperín Dongui, cesantea a profesores que habían participado como profesores en el peronismo.
Resaltamos en relación a los profesores cesantes que, según consignan Aritz e Iciar Recalde, bajo el gobierno de Aramburu en el mismo decreto que intervenía la universidad, se “establecería que no debería quedar ni un solo docente ligado al peronismo y por eso, a través del artículo 32º se prohibía el ingreso a concurso de los docentes de la gestión anterior”. En este contexto, en el año 1957, surge la carrera de sociología, teniendo como fundador al sociólogo italiano Gino Germani.
Ahora sí, teniendo brevemente el marco general del pensamiento de Roberto Carri, acerca de la universidad, de la carrera de sociología, y de su tradición académica-militante, podemos avanzar en nuestro planteo acerca del fetichismo en las ciencias sociales.
Carri va a ser escéptico acerca de la posibilidad de la sociología de superar esta suerte de destino trazado desde su fundación, dudar acerca de que pueda superar el orden social en el cual es producida, que se encuentra dividido en opresores y oprimidos. La sociología vendría aquí a reproducir estas relaciones asimétricas, al mismo tiempo que ocultaría la politicidad de las relaciones sociales. La intención de nuestro autor es “problematizar la doble inversión fetichista que anida en las ciencias sociales, para denunciar su pretensión autárquica y para, finalmente, enfrentarlas con el fantasma de la política que quisieron eliminar de entre sus fundamentos; y así recuperarlas en su propia dimensión utópica”. Establecer el camino de la politización de las ciencias sociales, es un camino que Carri considera posible para que las ciencias sociales en general, y la sociología en particular, no quede como mero sustento del orden social de dominación.
Pone en consideración el sociólogo y periodista, la preponderancia del método, cómo éste lleva en muchas ocasiones a querer adaptar la cabeza al sombrero y no al revés, que sería lo más lógico, así argumenta que “el individuo poseedor del método aprende la realidad social a través de la combinación de variables en el modelo formal, superando el momento de la operación científica, se “compromete”, se vuelve a meter en una realidad que por un momento consideró exterior (…) si la realidad no se adecúa al modelo la realidad no existe”. De esta forma el método de las ciencias sociales utilizado en este sentido, en lugar de ayudar a comprender la realidad social, a abordarla, nos aleja de la comprensión de la misma. El método, creado por el hombre, pasa a dominarlo, en lugar de servirle como herramienta, lo constriñe en su construcción, pues el hombre “crea la ciencia, pero ésta una vez puesta en movimiento es dejada por su creador –la situación (teológica, deificada)- moverse libremente en su específica legalidad”- Convirtiéndose así en un instrumento de su propia creación.
Acá podríamos considerar la idea de “recortar” que tanto pregonan algunos “teóricos del método”, recortar para que el objeto sea abordable, recortar más y más, tanto que cuando se llega al nivel de “pequeñez buscado”, el tema a estudiar pasa a ser otro. Lo cual, además de lo desacertado en tanto construcción científica, nos permite preguntarnos, pero los teóricos sociales, incluso los que tanto gustan a estos “teóricos del método”: ¿tienen como objeto de estudio temas tan pequeños?
¿Hernández Arregui, Arturo Jauretche, Scalabrini Ortíz estudian siguiendo estas prerrogativas del “recorte”?. Ah, ya sabemos, ¡nos dirán que no son científicos, que son para-sociólogos y demás!, pero… de todas formas esas mismas preguntas podemos realizarlas pensando en Marx, Durkheim, Weber, Bourdieu, Foucault, etc. Es la aparición también de las “sociología especiales”, del conocimiento cada vez más particular, “el conocimiento fragmentado de la sociología –existen también sociologías especiales o aplicadas como campos de interés puedan aparecer al sociólogo- resulta de los supuestos señalados y es incompatible con la práctica política del pueblo”.
Este tipo de construcción científica tiene la característica, en cierto sentido llamativo, de no ir más allá de lo meramente dado, no modifica nada (probablemente en muchos casos no sea esta su finalidad). Pues “el conocimiento formal es empirismo acrítico, el fetichismo de los hechos inmutables, la creencia de una legalidad exterior a la producción humana de la naturaleza y la sociedad”. No hay en esta construcción integración del conocimiento con la práctica (estos dos polos se encuentran separados), la tarea del cientista social es individual, o solo inserto en la “comunidad científica”, no se encuentra la integración con las luchas nacionales, populares, pero en realidad Carri resalta que la teoría aparece “como la expresión de la conciencia social (…) la ciencia es producto colectivo de la sociedad (…) pero los científicos creen que esos conocimientos son la consecuencia de la aplicación individual de su empirismo”. Esto último nos habilita a otros interrogantes, dado que si esto es así ¿para qué las ciencias sociales?, ¿sociólogos para qué?, ¿cuál es el sentido de una universidad pública que solo realice conocimiento formal, ajeno a las necesidades nacionales, del pueblo?
Resaltamos que consideramos que en la visión del autor de Poder imperialista y liberación nacional, la cual compartimos, no se pretende rechazar “el método” totalmente, pero sí criticar ciertos abordajes científicos en tanto venimos poniendo de relevancia en estas líneas.
Aparece en los seguidores más convencidos del método “la creencia en que la realidad fetiche es la verdadera realidad”. Esta realidad, escindida del cientista social, en tanto poseedor del “método científico” objetivo, aparece como la verdadera realidad. Esta forma fetichizada del conocimiento, es la construcción de teoría considerando “lo social” como una exterioridad que se presenta como lo dado, lo inmutable, que no se puede cambiar, o incidir en que cambie, “el conocimiento formal desconoce su propio soporte fetichista (…) la operación objetiva del conocimiento queda reducida a una mera interiorización individual”. Desde esta perspectiva, no es ésta la tarea del cientista social a-valorativo. Olvidan que los hombres (¡entre los cuales están también los cientistas sociales, aunque a veces parecieran creer que no!) tienen valores, ideología, etc., y no pueden abstraerse de ello por más que lo deseen.
Para finalizar, argumentamos que el meollo en Roberto Carri, es la relación entre la política y la ciencia, entre el político y el científico podría decir alguien ajeno a la perspectiva de nuestro autor. Según él mismo, hay una estrecha relación entre estas dos cuestiones, que hacen que sea imposible escindirlas. La sociología es política, ya sea como sustentadora del statu quo y la dependencia o como parte de la lucha por la liberación nacional. No es en Carri el partir de un modelo teórico abstracto para luego procurar aplicarlo a una realidad externa, sino más bien es el involucramiento en la lucha del pueblo, es la producción de teoría desde el pueblo, no intentando establecer caminos ajenos a la capacidad creativa de las masas.
Se trata de pasar de la primacía del método a la primacía de la política, rescatar a las ciencias sociales y a la sociología revalorizándolas en su politicidad, en su intención transformadora de las relaciones sociales. Dejar a un lado una sociología que no puede dar respuestas a las necesidades nacionales y del pueblo, que no puede ser parte de un proyecto nacional, de la lucha colectiva. Así, “si la realización, producción, de la nueva sociedad no es una tarea filosófica o científica sino política, el conocimiento del mundo también es tarea política o no es verdadero conocimiento”
*El autor es Licenciado en Sociología, Universidad de Buenos Aires (UBA) y Profesor de sociología, Universidad de Buenos Aires (UBA)
** Carri, Roberto. (1969). El formalismo en las ciencias sociales (2da. Parte). Antropología - Tercer Mundo. 2, (55-66), página 61. Reedición Facsimilar de la Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, página 63.
Bibliografía citada
-Carri, Roberto. (1968). El formalismo en las ciencias sociales (1ra. Parte). Antropología - Tercer Mundo. 1, (1-6). Reedición Facsimilar de la Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
-Carri, Roberto. (1969). El formalismo en las ciencias sociales (2da. Parte). Antropología - Tercer Mundo. 2, (55-66). Reedición Facsimilar de la Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
-Carri, Roberto. (1968b). Un sociólogo de medio pelo. Revista Latinoamericana de Sociología. 1, pp. 127-129.
-Carri, Roberto. (1970). Pensamiento nacional y sociología anti-nacional. En Touraine, A., Nikolaus, M., Novikov, N. V., Fals Borda, O., Marsal, J. F., Menéndez, E. L., Cárdenas, G. H., Carri, R., Verón, E. Delich, F.. Ciencias sociales: Ideología y realidad nacional (pp. 143-165). Buenos Aires: Tiempo Contemporáneo.
-Carri, Roberto. (2001). Isidro Velázquez. Formas pre-revolucionarias de la violencia. Buenos Aires: Colihue.
-Recalde, Aritz y Recalde Iciar. (2007). Universidad y liberación nacional. Un estudio de la Universidad de Buenos Aires durante las tres gestiones peronistas 1946-1952, 1952-1955 y 1973-1975. Buenos Aires: Nuevos Tiempos.
-Salvi, Valentina. (2000). La ceguera sociológica. Sobre “el formalismo en las ciencias sociales de Roberto Carri., En H. González (Comp.). Historia crítica de la sociología Argentina (pp. 381-386). Buenos Aires: Colihue.
http://forjando125.blogspot.com.ar/2012/10/las-formas-de-construccion-de.html?spref=fb
Prof GB
ESPAÑA EN CRISIS
Culpables de ser pobres
Por Milagros Pérez Oliva
El País, España
La criminalización del parado [desocupado] como sospechoso de holgazanería cala en el discurso político.
Con ese relato, los poderes buscan justificar el abandono a su suerte del más desfavorecido y neutralizar cualquier resistencia a las medidas de ajuste
Si es pobre, por algo será. Si le van mal las cosas, es que no se ha esforzado suficiente. Como una lluvia fina, el pensamiento que culpabiliza al pobre por ser pobre y al parado por no encontrar trabajo va calando en el discurso político. Es en realidad el reverso del ideario del liberalismo económico, que entroniza la figura del emprendedor como modelo social y sitúa la competitividad como motor de cualquier progreso. En fase de bonanza económica, especialmente si está basada en dinámicas especulativas, este ideario tiene una gran aceptación social porque siempre hay historias de éxito fulgurante que mostrar. Pero en tiempos de crisis, puede volverse fácilmente contra los pobres y los parados, a los que se presenta como sospechosos de holgazanería y culpables de haber malbaratado sus oportunidades.
Aunque pocas veces se expresa abiertamente, el desprecio por quienes necesitan ayudas públicas acaba aflorando. A veces de forma inoportuna, como le ha ocurrido al candidato republicano Mitt Romney. Sugerir que casi la mitad de los norteamericanos son parásitos sociales ha arruinado su carrera a la presidencia de Estados Unidos. Otras, de forma estridente, como cuando la diputada Andrea Fabra lanzó en el Congreso de los Diputados aquel burdo “que se jodan” en el momento en que se debatía recortar prestaciones a los parados. Y a veces sibilinamente, como cuando el diputado Josep Antoni Duran i Lleida afirmó que mientras los payeses catalanes lo pasan mal, en otras partes de España “hay campesinos que pueden quedarse en el bar de la plaza y continúan cobrando”.
Estas palabras no son inocentes. “El relato que se hace de lo que ocurre es determinante porque contribuye a construir el marco conceptual que servirá de referencia a la hora de valorar lo que ocurre”, explica Montserrat Ribas, profesora de la Universidad Pompeu Fabra y coordinadora del grupo de investigación sobre Estudios del Discurso. Si en ese relato se introduce la idea de que los parados y los pobres son parásitos, es presumible que cuando se decidan recortes en las prestaciones, estos no encuentren resistencia entre quienes no sufren esa situación.
La crisis se presenta como catástrofe pero también puede verse como estafa.
El sociolingüista George Lakoff, autor del libro No pienses en un elefante, ha definido el papel de estos marcos conceptuales en la conformación de la opinión pública. Cuando la ideología conservadora, afirma Lakoff, utiliza por ejemplo la expresión “hay que aliviar la carga impositiva”, el marco conceptual en el que se inscribe implica una visión de los impuestos como algo que aprieta, que oprime a la sociedad. Del mismo modo, cuando Mitt Romney se refiere a “ese 47% de la población norteamericana que no paga impuestos y depende de las Ayudas del Estado”, que se siente “víctima” y se “cree con derecho a recibir atención médica, comida o vivienda”, está diciendo que ni es víctima ni tiene derecho a esas ayudas. Esa idea forma parte de un marco ideológico según el cual, cada uno ha de espabilarse y si alguien es pobre o fracasa, es por su culpa. Algo habrá hecho mal. En este marco conceptual, los poderes se sienten legitimados para abandonar a su suerte a los desfavorecidos.
Todo discurso político tiene un marco conceptual de referencia. También el de la crisis. Montserrat Ribas ha observado que el relato que se hace de la crisis está orientado a neutralizar cualquier resistencia a las medidas que se aplican. “El relato hegemónico presenta la crisis como una catástrofe natural, que ha ocurrido por una serie de fuerzas que no podemos controlar y que tiene consecuencias graves para todos. Como en las catástrofes, hay que resignarse, aceptar los sacrificios y colaborar para salir de ella”.
Con este enfoque, la crisis no tiene responsables, ni se considera importante determinar cómo se reparten sus cargas. Una vez instaurado este discurso, quienes cuestionan las políticas de ajuste y se resisten a los sacrificios son malos ciudadanos, como sugirió Rajoy en Nueva York al ensalzar “a la mayoría de españoles que no se manifiesta, que no sale en las portadas de prensa”, en referencia a las protestas de la plaza de Neptuno de Madrid.
Corremos el riesgo de pasar del Estado de bienestar al de beneficencia.
Montserrat Ribas invita a imaginar qué ocurriría si en lugar del “relato de la catástrofe” se impusiera “el relato de la estafa”. Estaríamos buscando a los responsables de lo ocurrido, les estaríamos exigiendo responsabilidades políticas y penales, y exigiríamos cambios radicales en la regulación del sistema financiero para evitar que vuelva a repetirse. “En este relato, el papel del ciudadano es totalmente diferente. No es de pasividad y resignación, sino de exigencia y reforma”, señala.
Y aún hay un tercer relato posible: el de la crisis como “golpe de Estado del capitalismo”. En este relato, la recesión es utilizada para limitar la democracia e imponer un sistema autoritario que permita someter a toda la población a los dictados del poder económico, en beneficio de este.
De momento, el relato de la crisis como estafa pugna por abrirse paso desde la plaza de Neptuno de Madrid y desde los foros sociales abiertos al calor del movimiento del 15-M. Pero en el discurso oficial el que predomina es el de la crisis como catástrofe.
La culpabilización de las víctimas aparece, en este contexto, como un mecanismo de legitimación de los recortes sociales. En la presentación del plan Prepara, la ministra de Trabajo, Fátima Báñez, insistió en que se iban a aplicar medidas contra los parados que no quisieran aceptar un trabajo, como si los parados españoles recibieran muchas ofertas de empleo. Báñez justificó los nuevos criterios de concesión de la ayuda de 430 euros en la necesidad de hacerla más equitativa y evitar abusos. Para justificarlo, declaró sentirse “insultada” al saber que había “hogares que ingresan 8.000 euros, en los que un niñato recibe una paga de 400 por no hacer nada”. De entrada, hogares en los que entran 8.000 euros al mes no hay tantos como para ponerlos como paradigma, pero lo que en realidad la ministra encubría con esta retórica era un drástico recorte en las ayudas, que a partir de ahora solo podrán cobrar quienes estén prácticamente al borde de la indigencia.
Hay un relato que utiliza la recesión para imponer una salida autoritaria
La vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría anunció también que los parados que reciben una prestación podrán ser requeridos para realizar trabajos comunitarios, como limpiar bosques, y que si se niegan, se les podrá retirar el subsidio. “En realidad, anunciaba algo que ya existe. Los trabajos de colaboración social están regulados desde 1994. Entre 4.000 y 6.000 parados realizan este tipo de colaboraciones y si no hay más es porque las Administraciones deben aportar la diferencia hasta el salario mínimo interprofesional, y no tienen dinero”, explica Paloma López, secretaria de Empleo de CC OO. “Es curioso que cuando la pobreza ha escalado dos puntos en un año y hay 1.737.000 hogares en los que todos sus miembros están en el paro, se insista tanto en la idea de que los desempleados no hacen suficiente esfuerzo para poder trabajar”, añade. “Con este discurso, las víctimas de la crisis se encuentran doblemente penalizadas: además de perder su empleo, son sospechosos de querer vivir a costa de los demás”.
Ignasi Carreras, director del Instituto de Innovación Social de Esade, subraya que la crisis ha aumentado la pobreza, pero muchos de los actuales pobres ya estaban en situación de exclusión social antes de que estallara. En la fase de máximo crecimiento España seguía teniendo un paro estructural del 8%. “En 2007, el 18% de la población se encontraba bajo el umbral de la pobreza. Ahora ese porcentaje es del 22% y lo que ha ocurrido es que quienes ya eran pobres, están mucho peor”. Durante la crisis han aumentado las diferencias sociales. “En 2007, la diferencia del PIB per cápita medio del 20% de los más ricos era 5,3 veces mayor que el del 20% más pobre; ahora es 6,9 veces mayor”, señala Carreras.
Hay pues más pobres que además están peor y tienen menos posibilidades de salir del agujero. Porque justo cuando más se necesitan, la crisis está erosionando también las políticas de inserción social. Así lo confirma Nacho Sequeira, director de la Fundación Exit, una entidad creada en Barcelona para facilitar la inserción laboral de jóvenes de 16 a 21 años con un perfil de fracaso escolar. “Los alumnos con mayores dificultades pueden salir adelante si tienen un acompañamiento adecuado. Pero en un momento en que hay índices de paro tan alto, las empresas demandan un tipo de trabajador que coincide con el perfil considerado de éxito. Los jóvenes menos formados o que necesitan un proceso de preparación más largo, tienen ahora menos posibilidades”, señala. “Se está desmontando el discurso de la promoción social”, corrobora Isidro Rodríguez, director de la Fundación Secretariado Gitano. “Ver que hay gente de clase media que tiene que acudir a Cáritas o a los comedores sociales causa mucha alarma. Todo el mundo teme encontrarse en esa situación y acepta con naturalidad que se destinen los recursos a los casos extremos. Se está instaurando un discurso de la urgencia en el que, como todo está muy mal y hay que atender lo más urgente, los programas de inserción social quedan relegados”.
El discurso culpabilizador genera angustia e insolidaridad.
La consecuencia es bastante previsible: quienes están en esos programas pasarán a engrosar en poco tiempo las listas de quienes tienen necesidades perentorias y han de acudir a Cáritas. “La crisis puede suponer una marcha atrás de varias décadas en las políticas de inserción social”, advierte Isidro Rodríguez.
Esas políticas no solo son necesarias, también son económicamente rentables. Cuando en Francia se produjo la crisis de los campamentos gitanos, toda Europa miró hacia España. En los últimos 30 años, las condiciones de vida de los gitanos españoles han mejorado de forma espectacular. “El éxito se debe a dos factores: nuestro tardío Estado de bienestar ha sido inclusivo con los gitanos; han podido beneficiarse de políticas de acceso a la vivienda, la educación y la salud. Pero además se han aplicado programas específicos de acompañamiento educativo, de realojamiento o de integración en el mercado laboral”, señala Isidro Rodríguez. El resultado es que ahora todos los niños gitanos acaban al menos la enseñanza primaria, y el objetivo ahora es que también terminen la secundaria. Y si en 1978, el 75% de las familias gitanas estaban instaladas en infraviviendas, en 2007 ese porcentaje se había reducido al 12%. Y las que viven en chabolas, hasta el 4%. Estas cifras muestran que la inserción es posible. Que ir al colegio y vivir en barrios normalizados abre oportunidades y no solo ellos, sino todo el país sale beneficiado. Los programas de acompañamiento permiten que el horizonte de un joven gitano no sea ya la chatarra o el mercado ambulante.
Pero el presupuesto de la fundación Secretariado Gitano para 2013, de 17 millones de euros, es un 20% inferior al de este año y se mantiene gracias a que el 60% de sus fondos proceden de la Unión Europea. “Se está aprovechando la crisis para deslegitimar este tipo de programas”, dice su director.
Pero la pobreza no solo se nutre de colectivos en riesgo de exclusión. Hay también nuevos perfiles de pobres que viven su situación de precariedad con una gran angustia pues son personas preparadas que forjaron sus expectativas en los años de bonanza. ¿Quiénes son esos nuevos pobres? Son aquellos para los que el ascensor social, en lugar de subir, está bajando. El discurso oficial no los trata como tales, pero Montserrat Ribas señala dos ejemplos: “Esos jóvenes profesores asociados de la universidad que se han quedado sin trabajo por los recortes, o aquellos que se han quedado cobrando 500 euros al mes. También podría incluirse a muchos de los investigadores que trabajan en una plaza Ramón y Cajal”. Estamos hablando de jóvenes científicos que han hecho una tesis doctoral en el extranjero y hacen investigación de primera línea. No es que fueran unos potentados de la ciencia, pero si a un sueldo de 1.100 euros al mes se le recorta el 25%, lo que queda fácilmente cae por debajo de los índices de pobreza. Estos talentos empobrecidos ven con estupor que no hay dinero para la investigación, pero sí lo hay para rescatar a la banca.
Se ha repetido que para triunfar en la vida se ha de ser emprendedor, estar muy preparado y ser competitivo. Pero, como apunta Ignasi Carreras, no todo el mundo tiene un perfil emprendedor, no todo el mundo ha de hacer un negocio y por muy activo que alguien sea, si cierran las empresas y se destruye empleo, es muy difícil encontrar trabajo. En este contexto, la idea de que solo los mejores saldrán adelante y de que quienes quedan relegados es porque no valen o no se esfuerzan está teniendo efectos psicológicos devastadores en los muchos jóvenes que se estrellan una y otra vez contra la realidad de un mercado laboral en caída libre.
El mismo marco conceptual que permite culpabilizar a los pobres y a los parados es el que opera en los países del norte contra los del sur. El discurso culpabilizador genera angustia, pero también insolidaridad. Y abre la puerta a una nueva ignominia: la competencia feroz entre los mismos pobres por los escasos recursos disponibles. “No quiero ser apocalíptico, pero lo peor que nos puede ocurrir es que después de la crisis económica venga la crisis social”, afirma Isidro Rodríguez. “Los países que mejor resisten la crisis son aquellos que tienen un Estado de bienestar más sólido y una sociedad civil fuerte y cohesionada. No podemos pasar del Estado de bienestar al Estado de beneficencia”, concluye Carreras.
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/10/04/actualidad/1349374997_487382.html
GB
Por Milagros Pérez Oliva
El País, España
La criminalización del parado [desocupado] como sospechoso de holgazanería cala en el discurso político.
Con ese relato, los poderes buscan justificar el abandono a su suerte del más desfavorecido y neutralizar cualquier resistencia a las medidas de ajuste
Si es pobre, por algo será. Si le van mal las cosas, es que no se ha esforzado suficiente. Como una lluvia fina, el pensamiento que culpabiliza al pobre por ser pobre y al parado por no encontrar trabajo va calando en el discurso político. Es en realidad el reverso del ideario del liberalismo económico, que entroniza la figura del emprendedor como modelo social y sitúa la competitividad como motor de cualquier progreso. En fase de bonanza económica, especialmente si está basada en dinámicas especulativas, este ideario tiene una gran aceptación social porque siempre hay historias de éxito fulgurante que mostrar. Pero en tiempos de crisis, puede volverse fácilmente contra los pobres y los parados, a los que se presenta como sospechosos de holgazanería y culpables de haber malbaratado sus oportunidades.
Aunque pocas veces se expresa abiertamente, el desprecio por quienes necesitan ayudas públicas acaba aflorando. A veces de forma inoportuna, como le ha ocurrido al candidato republicano Mitt Romney. Sugerir que casi la mitad de los norteamericanos son parásitos sociales ha arruinado su carrera a la presidencia de Estados Unidos. Otras, de forma estridente, como cuando la diputada Andrea Fabra lanzó en el Congreso de los Diputados aquel burdo “que se jodan” en el momento en que se debatía recortar prestaciones a los parados. Y a veces sibilinamente, como cuando el diputado Josep Antoni Duran i Lleida afirmó que mientras los payeses catalanes lo pasan mal, en otras partes de España “hay campesinos que pueden quedarse en el bar de la plaza y continúan cobrando”.
Estas palabras no son inocentes. “El relato que se hace de lo que ocurre es determinante porque contribuye a construir el marco conceptual que servirá de referencia a la hora de valorar lo que ocurre”, explica Montserrat Ribas, profesora de la Universidad Pompeu Fabra y coordinadora del grupo de investigación sobre Estudios del Discurso. Si en ese relato se introduce la idea de que los parados y los pobres son parásitos, es presumible que cuando se decidan recortes en las prestaciones, estos no encuentren resistencia entre quienes no sufren esa situación.
La crisis se presenta como catástrofe pero también puede verse como estafa.
El sociolingüista George Lakoff, autor del libro No pienses en un elefante, ha definido el papel de estos marcos conceptuales en la conformación de la opinión pública. Cuando la ideología conservadora, afirma Lakoff, utiliza por ejemplo la expresión “hay que aliviar la carga impositiva”, el marco conceptual en el que se inscribe implica una visión de los impuestos como algo que aprieta, que oprime a la sociedad. Del mismo modo, cuando Mitt Romney se refiere a “ese 47% de la población norteamericana que no paga impuestos y depende de las Ayudas del Estado”, que se siente “víctima” y se “cree con derecho a recibir atención médica, comida o vivienda”, está diciendo que ni es víctima ni tiene derecho a esas ayudas. Esa idea forma parte de un marco ideológico según el cual, cada uno ha de espabilarse y si alguien es pobre o fracasa, es por su culpa. Algo habrá hecho mal. En este marco conceptual, los poderes se sienten legitimados para abandonar a su suerte a los desfavorecidos.
Todo discurso político tiene un marco conceptual de referencia. También el de la crisis. Montserrat Ribas ha observado que el relato que se hace de la crisis está orientado a neutralizar cualquier resistencia a las medidas que se aplican. “El relato hegemónico presenta la crisis como una catástrofe natural, que ha ocurrido por una serie de fuerzas que no podemos controlar y que tiene consecuencias graves para todos. Como en las catástrofes, hay que resignarse, aceptar los sacrificios y colaborar para salir de ella”.
Con este enfoque, la crisis no tiene responsables, ni se considera importante determinar cómo se reparten sus cargas. Una vez instaurado este discurso, quienes cuestionan las políticas de ajuste y se resisten a los sacrificios son malos ciudadanos, como sugirió Rajoy en Nueva York al ensalzar “a la mayoría de españoles que no se manifiesta, que no sale en las portadas de prensa”, en referencia a las protestas de la plaza de Neptuno de Madrid.
Corremos el riesgo de pasar del Estado de bienestar al de beneficencia.
Montserrat Ribas invita a imaginar qué ocurriría si en lugar del “relato de la catástrofe” se impusiera “el relato de la estafa”. Estaríamos buscando a los responsables de lo ocurrido, les estaríamos exigiendo responsabilidades políticas y penales, y exigiríamos cambios radicales en la regulación del sistema financiero para evitar que vuelva a repetirse. “En este relato, el papel del ciudadano es totalmente diferente. No es de pasividad y resignación, sino de exigencia y reforma”, señala.
Y aún hay un tercer relato posible: el de la crisis como “golpe de Estado del capitalismo”. En este relato, la recesión es utilizada para limitar la democracia e imponer un sistema autoritario que permita someter a toda la población a los dictados del poder económico, en beneficio de este.
De momento, el relato de la crisis como estafa pugna por abrirse paso desde la plaza de Neptuno de Madrid y desde los foros sociales abiertos al calor del movimiento del 15-M. Pero en el discurso oficial el que predomina es el de la crisis como catástrofe.
La culpabilización de las víctimas aparece, en este contexto, como un mecanismo de legitimación de los recortes sociales. En la presentación del plan Prepara, la ministra de Trabajo, Fátima Báñez, insistió en que se iban a aplicar medidas contra los parados que no quisieran aceptar un trabajo, como si los parados españoles recibieran muchas ofertas de empleo. Báñez justificó los nuevos criterios de concesión de la ayuda de 430 euros en la necesidad de hacerla más equitativa y evitar abusos. Para justificarlo, declaró sentirse “insultada” al saber que había “hogares que ingresan 8.000 euros, en los que un niñato recibe una paga de 400 por no hacer nada”. De entrada, hogares en los que entran 8.000 euros al mes no hay tantos como para ponerlos como paradigma, pero lo que en realidad la ministra encubría con esta retórica era un drástico recorte en las ayudas, que a partir de ahora solo podrán cobrar quienes estén prácticamente al borde de la indigencia.
Hay un relato que utiliza la recesión para imponer una salida autoritaria
La vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría anunció también que los parados que reciben una prestación podrán ser requeridos para realizar trabajos comunitarios, como limpiar bosques, y que si se niegan, se les podrá retirar el subsidio. “En realidad, anunciaba algo que ya existe. Los trabajos de colaboración social están regulados desde 1994. Entre 4.000 y 6.000 parados realizan este tipo de colaboraciones y si no hay más es porque las Administraciones deben aportar la diferencia hasta el salario mínimo interprofesional, y no tienen dinero”, explica Paloma López, secretaria de Empleo de CC OO. “Es curioso que cuando la pobreza ha escalado dos puntos en un año y hay 1.737.000 hogares en los que todos sus miembros están en el paro, se insista tanto en la idea de que los desempleados no hacen suficiente esfuerzo para poder trabajar”, añade. “Con este discurso, las víctimas de la crisis se encuentran doblemente penalizadas: además de perder su empleo, son sospechosos de querer vivir a costa de los demás”.
Ignasi Carreras, director del Instituto de Innovación Social de Esade, subraya que la crisis ha aumentado la pobreza, pero muchos de los actuales pobres ya estaban en situación de exclusión social antes de que estallara. En la fase de máximo crecimiento España seguía teniendo un paro estructural del 8%. “En 2007, el 18% de la población se encontraba bajo el umbral de la pobreza. Ahora ese porcentaje es del 22% y lo que ha ocurrido es que quienes ya eran pobres, están mucho peor”. Durante la crisis han aumentado las diferencias sociales. “En 2007, la diferencia del PIB per cápita medio del 20% de los más ricos era 5,3 veces mayor que el del 20% más pobre; ahora es 6,9 veces mayor”, señala Carreras.
Hay pues más pobres que además están peor y tienen menos posibilidades de salir del agujero. Porque justo cuando más se necesitan, la crisis está erosionando también las políticas de inserción social. Así lo confirma Nacho Sequeira, director de la Fundación Exit, una entidad creada en Barcelona para facilitar la inserción laboral de jóvenes de 16 a 21 años con un perfil de fracaso escolar. “Los alumnos con mayores dificultades pueden salir adelante si tienen un acompañamiento adecuado. Pero en un momento en que hay índices de paro tan alto, las empresas demandan un tipo de trabajador que coincide con el perfil considerado de éxito. Los jóvenes menos formados o que necesitan un proceso de preparación más largo, tienen ahora menos posibilidades”, señala. “Se está desmontando el discurso de la promoción social”, corrobora Isidro Rodríguez, director de la Fundación Secretariado Gitano. “Ver que hay gente de clase media que tiene que acudir a Cáritas o a los comedores sociales causa mucha alarma. Todo el mundo teme encontrarse en esa situación y acepta con naturalidad que se destinen los recursos a los casos extremos. Se está instaurando un discurso de la urgencia en el que, como todo está muy mal y hay que atender lo más urgente, los programas de inserción social quedan relegados”.
El discurso culpabilizador genera angustia e insolidaridad.
La consecuencia es bastante previsible: quienes están en esos programas pasarán a engrosar en poco tiempo las listas de quienes tienen necesidades perentorias y han de acudir a Cáritas. “La crisis puede suponer una marcha atrás de varias décadas en las políticas de inserción social”, advierte Isidro Rodríguez.
Esas políticas no solo son necesarias, también son económicamente rentables. Cuando en Francia se produjo la crisis de los campamentos gitanos, toda Europa miró hacia España. En los últimos 30 años, las condiciones de vida de los gitanos españoles han mejorado de forma espectacular. “El éxito se debe a dos factores: nuestro tardío Estado de bienestar ha sido inclusivo con los gitanos; han podido beneficiarse de políticas de acceso a la vivienda, la educación y la salud. Pero además se han aplicado programas específicos de acompañamiento educativo, de realojamiento o de integración en el mercado laboral”, señala Isidro Rodríguez. El resultado es que ahora todos los niños gitanos acaban al menos la enseñanza primaria, y el objetivo ahora es que también terminen la secundaria. Y si en 1978, el 75% de las familias gitanas estaban instaladas en infraviviendas, en 2007 ese porcentaje se había reducido al 12%. Y las que viven en chabolas, hasta el 4%. Estas cifras muestran que la inserción es posible. Que ir al colegio y vivir en barrios normalizados abre oportunidades y no solo ellos, sino todo el país sale beneficiado. Los programas de acompañamiento permiten que el horizonte de un joven gitano no sea ya la chatarra o el mercado ambulante.
Pero el presupuesto de la fundación Secretariado Gitano para 2013, de 17 millones de euros, es un 20% inferior al de este año y se mantiene gracias a que el 60% de sus fondos proceden de la Unión Europea. “Se está aprovechando la crisis para deslegitimar este tipo de programas”, dice su director.
Pero la pobreza no solo se nutre de colectivos en riesgo de exclusión. Hay también nuevos perfiles de pobres que viven su situación de precariedad con una gran angustia pues son personas preparadas que forjaron sus expectativas en los años de bonanza. ¿Quiénes son esos nuevos pobres? Son aquellos para los que el ascensor social, en lugar de subir, está bajando. El discurso oficial no los trata como tales, pero Montserrat Ribas señala dos ejemplos: “Esos jóvenes profesores asociados de la universidad que se han quedado sin trabajo por los recortes, o aquellos que se han quedado cobrando 500 euros al mes. También podría incluirse a muchos de los investigadores que trabajan en una plaza Ramón y Cajal”. Estamos hablando de jóvenes científicos que han hecho una tesis doctoral en el extranjero y hacen investigación de primera línea. No es que fueran unos potentados de la ciencia, pero si a un sueldo de 1.100 euros al mes se le recorta el 25%, lo que queda fácilmente cae por debajo de los índices de pobreza. Estos talentos empobrecidos ven con estupor que no hay dinero para la investigación, pero sí lo hay para rescatar a la banca.
Se ha repetido que para triunfar en la vida se ha de ser emprendedor, estar muy preparado y ser competitivo. Pero, como apunta Ignasi Carreras, no todo el mundo tiene un perfil emprendedor, no todo el mundo ha de hacer un negocio y por muy activo que alguien sea, si cierran las empresas y se destruye empleo, es muy difícil encontrar trabajo. En este contexto, la idea de que solo los mejores saldrán adelante y de que quienes quedan relegados es porque no valen o no se esfuerzan está teniendo efectos psicológicos devastadores en los muchos jóvenes que se estrellan una y otra vez contra la realidad de un mercado laboral en caída libre.
El mismo marco conceptual que permite culpabilizar a los pobres y a los parados es el que opera en los países del norte contra los del sur. El discurso culpabilizador genera angustia, pero también insolidaridad. Y abre la puerta a una nueva ignominia: la competencia feroz entre los mismos pobres por los escasos recursos disponibles. “No quiero ser apocalíptico, pero lo peor que nos puede ocurrir es que después de la crisis económica venga la crisis social”, afirma Isidro Rodríguez. “Los países que mejor resisten la crisis son aquellos que tienen un Estado de bienestar más sólido y una sociedad civil fuerte y cohesionada. No podemos pasar del Estado de bienestar al Estado de beneficencia”, concluye Carreras.
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/10/04/actualidad/1349374997_487382.html
GB
VENEZUELA DEMOCRATICA.
Venezuela: el peligro de no razonar el voto
Por Ángel Guerra Cabrera
En Venezuela se enfrentan en las elecciones de este 7 de octubre dos concepciones políticas y bloques de fuerzas diametralmente opuestos. Por un lado, el Gran Polo Patriótico, coalición de movimientos sociales vertebrados en torno a la relección del presidente Hugo Chávez Frías, postulado por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Su postura es claramente antineoliberal, patriótica, antimperialista, favorable a la unidad e integración de América Latina y el Caribe y a un escenario mundial pluripolar donde se respete la soberanía de los pueblos y se preserve la paz. Contiene una fuerte corriente favorable al socialismo. Mientras mayor la victoria que conquiste el próximo domingo, más contribuirá a la consolidación de la revolución bolivariana en lo interno, así como del frente de gobiernos progresistas y revolucionarios y fuerzas populares de nuestra región.
En la acera de enfrente, la Mesa de Unidad Democrática (MUD), que agrupa a la mayoría de los partidos de oposición en torno a la candidatura del empresario golpista Henrique Capriles Radonsky, promovida por la oligarquía nativa y el imperialismo. Integrada por viejos y nuevos políticos nostálgicos de la Venezuela subordinada a Estados Unidos, racista, de gobiernos corruptos y represivos en extremo. La táctica de Capriles ha sido enmascarar en lo posible con un discurso pragmático y camaleónico su programa neoliberal de desmantelamiento de las misiones sociales y ruptura con la solidaridad latinocaribeña. Pese a que Lula da Silva dio su firme y fraterna adhesión a la candidatura de Chávez, no tiene escrúpulo en reiterar que el brasileño es su modelo.
Y es que a la par de los extraordinarios logros del chavismo en la reconquista de la independencia, la socialización de la renta petrolera y la integración de nuestra América, la conciencia política de izquierda se ha profundizado y radicalizado a tal grado en la sociedad venezolana, que a la MUD no le ha quedado más alternativa que correrse retóricamente hacia ese lado para preservar y ganar adeptos. Además, ha cargado contra la real o supuesta gestión ineficiente del Estado y aprovechado para sumar votantes el disgusto popular con casos notorios de corrupción o gestión insensible e ineficiente de cuadros locales o nacionales del PSUV o sus aliados. Son hechos que reditúan votos y no escapan en su complejidad a la aguda sensibilidad de Chávez que en su programa político argumenta la necesidad de "pulverizar" el Estado burgués actual para poder avanzar al socialismo.
Después de grandes derrotas la contrarrevolución ha logrado reconstituirse políticamente. Así lo expresa el avance electoral que ha conseguido de manera gradual en su cara de oposición política como se observa en los datos del Consejo Nacional Electoral. Su labor cala en los estereotipos culturales sembrados en las capas populares a lo largo de siglos y se aprovecha de la adicción consumista a que impele la nociva publicidad comercial hoy omnipresente o de las citadas deficiencias del gobierno. Además de sus inmensos recursos propios, es financiada generosamente por Washington y el capital trasnacional y apoyada por los medios de comunicación dominantes a escala planetaria, cuyo objeto preferido de demonización es Chávez.
Por supuesto, la victoria del líder bolivariano no está en duda. Pero como adelanté en mi artículo anterior, ganar no basta para consolidar lo logrado por la revolución bolivariana y continuar radicalizándola. Lo que se necesita es atestar las urnas de sufragios a favor de Chávez. No dejarse llevar por el triunfalismo al extremo de no concurrir a votar. Ni mucho menos ejercer el voto de castigo por problemas irresueltos de la vida cotidiana. En esta votación está en juego el destino de la revolución bolivariana pues una victoria por estrecho margen favorecería a la contrarrevolución y al imperialismo. Sabido es que lo suyo no es la democracia, que se proponen desconocer el resultado electoral, cantar un supuesto fraude y fomentar el caos y la desestabilización. El plan de Estados Unidos –que es lo mismo que decir la contrarrevolución local– para Venezuela es, con sus variantes, el mismo que ha aplicado en Libia y Siria y aplicaría en Argentina, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, por supuesto en Cuba, si pudiera. Lo que no le perdonan a estos países es ser independientes. Menos, si como Venezuela poseen un mar de petróleo.
Twitter: aguerraguerra
La Jornada, México
GB
Por Ángel Guerra Cabrera
En Venezuela se enfrentan en las elecciones de este 7 de octubre dos concepciones políticas y bloques de fuerzas diametralmente opuestos. Por un lado, el Gran Polo Patriótico, coalición de movimientos sociales vertebrados en torno a la relección del presidente Hugo Chávez Frías, postulado por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Su postura es claramente antineoliberal, patriótica, antimperialista, favorable a la unidad e integración de América Latina y el Caribe y a un escenario mundial pluripolar donde se respete la soberanía de los pueblos y se preserve la paz. Contiene una fuerte corriente favorable al socialismo. Mientras mayor la victoria que conquiste el próximo domingo, más contribuirá a la consolidación de la revolución bolivariana en lo interno, así como del frente de gobiernos progresistas y revolucionarios y fuerzas populares de nuestra región.
En la acera de enfrente, la Mesa de Unidad Democrática (MUD), que agrupa a la mayoría de los partidos de oposición en torno a la candidatura del empresario golpista Henrique Capriles Radonsky, promovida por la oligarquía nativa y el imperialismo. Integrada por viejos y nuevos políticos nostálgicos de la Venezuela subordinada a Estados Unidos, racista, de gobiernos corruptos y represivos en extremo. La táctica de Capriles ha sido enmascarar en lo posible con un discurso pragmático y camaleónico su programa neoliberal de desmantelamiento de las misiones sociales y ruptura con la solidaridad latinocaribeña. Pese a que Lula da Silva dio su firme y fraterna adhesión a la candidatura de Chávez, no tiene escrúpulo en reiterar que el brasileño es su modelo.
Y es que a la par de los extraordinarios logros del chavismo en la reconquista de la independencia, la socialización de la renta petrolera y la integración de nuestra América, la conciencia política de izquierda se ha profundizado y radicalizado a tal grado en la sociedad venezolana, que a la MUD no le ha quedado más alternativa que correrse retóricamente hacia ese lado para preservar y ganar adeptos. Además, ha cargado contra la real o supuesta gestión ineficiente del Estado y aprovechado para sumar votantes el disgusto popular con casos notorios de corrupción o gestión insensible e ineficiente de cuadros locales o nacionales del PSUV o sus aliados. Son hechos que reditúan votos y no escapan en su complejidad a la aguda sensibilidad de Chávez que en su programa político argumenta la necesidad de "pulverizar" el Estado burgués actual para poder avanzar al socialismo.
Después de grandes derrotas la contrarrevolución ha logrado reconstituirse políticamente. Así lo expresa el avance electoral que ha conseguido de manera gradual en su cara de oposición política como se observa en los datos del Consejo Nacional Electoral. Su labor cala en los estereotipos culturales sembrados en las capas populares a lo largo de siglos y se aprovecha de la adicción consumista a que impele la nociva publicidad comercial hoy omnipresente o de las citadas deficiencias del gobierno. Además de sus inmensos recursos propios, es financiada generosamente por Washington y el capital trasnacional y apoyada por los medios de comunicación dominantes a escala planetaria, cuyo objeto preferido de demonización es Chávez.
Por supuesto, la victoria del líder bolivariano no está en duda. Pero como adelanté en mi artículo anterior, ganar no basta para consolidar lo logrado por la revolución bolivariana y continuar radicalizándola. Lo que se necesita es atestar las urnas de sufragios a favor de Chávez. No dejarse llevar por el triunfalismo al extremo de no concurrir a votar. Ni mucho menos ejercer el voto de castigo por problemas irresueltos de la vida cotidiana. En esta votación está en juego el destino de la revolución bolivariana pues una victoria por estrecho margen favorecería a la contrarrevolución y al imperialismo. Sabido es que lo suyo no es la democracia, que se proponen desconocer el resultado electoral, cantar un supuesto fraude y fomentar el caos y la desestabilización. El plan de Estados Unidos –que es lo mismo que decir la contrarrevolución local– para Venezuela es, con sus variantes, el mismo que ha aplicado en Libia y Siria y aplicaría en Argentina, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, por supuesto en Cuba, si pudiera. Lo que no le perdonan a estos países es ser independientes. Menos, si como Venezuela poseen un mar de petróleo.
Twitter: aguerraguerra
La Jornada, México
GB
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