martes, 3 de abril de 2012

PARA QUE SE ENTEREN CLARIN Y LOS JOVENES RADICALES.

Economía, La Nación, Novedades|marzo 29, 2012

No faltan libros por las restricciones a la importación

Así lo afirmaron desde la Cámara Argentina del Libro. Su titular explicó que las trabas sólo afectan los ingresos del exterior por montos menores a mil pesos y en paquetes de hasta 50 kilos, “lo demás sigue teniendo un ingreso normal”, aseguró.

Gran revuelo ha provocado en la prensa escrita y multimedia las restricciones adoptadas por la secretaría de Comercio sobre la importación de libros y la resolución que establece niveles mínimos de plomo en la tinta de los textos, en lo que parce ser un nuevo capítulo de la campaña de demonización al  secretario de Comercio Guillermo Moreno.
El presidente de la Cámara Argentina del Libro, Isaac Rubinzal, explicó hoy en Radio Provincia, la posición del sector frente a estas medidas y señaló que las restricciones impuestas por el gobierno sólo afectan a los que importaban libros en pequeñas cantidades y por correo, por montos menores a mil dólares y en paquetes de hasta 50 kilos.

“Lo demás –aseguró Rubinzal- sigue teniendo su ingreso normal con una declaración jurada que se está haciendo y con eso funciona, o sea que no se puede plantear como faltante de libros”.
Por otro lado, aseguró que desde la Cámara del Libro se han hecho mediciones y el nivel de plomo “responde a los estándares técnicos”. Sin embargo, admitió que “hay que hacer los controles como corresponde” y opinó que las resoluciones del gobierno “seguramente tienen una lógica para la salud de la población”.

Fuente agepeba.
Prof GB

lunes, 2 de abril de 2012

CIPAYOS

....son aquellos que servían al ejército de su Majestad británico cuando éstos colonizaban la India.
Eran indios enrolados en el ejército imperial, invasor, que no dudaban en matar a sus compatriotas a cambio de una paga mensual.
Tropas de la India, o Nepal; Sudáfrica, Australia, Canadá (estas dos últimas ex-colonias devenidas en integrantes del Commonwealth) solo por citar algunas, acompañaron a los ingleses en sud derrotero colonial alrededor del mundo en diferentes etapas de sus empresas conquistadoras.

En la Argentina se pueden definir a aquellos que ilustran un día como hoy, la tapa de su medio con una fotografía que hace hincapié en los kelpers (comedores de algas, según los ingleses) antes que, en alguna  imágen vinculada con las Islas Malvinas y nuestro Pueblo soberano recordándola en cada rincón de nuestra Patria.

Bartolomé Mitre, fundador del diario en cuestión, afirmó que, tras la ignominiosa Guera de la Triple Alianza, contra el hermano Paraguay, allí había triunfado el "libre comercio".
De ayer a hoy, el enemigo es coherente con sus alianzas históricas, corporativo solo defenderá los intereses económicos neoliberales de los sajones, no otros.
Cipayos, entonces, serán por siempre.

Prof. GB

Leon Felipe y la inglaterra

En 1937, León Felipe escribe un largo poema titulado La insignia, en el que increpa ácidamente a Inglaterra por su complicidad ante la masacre española:

Inglaterra,
eres la vieja Raposa avarienta,
que tienes parada la Historia de Occidente hace más de tres siglos,
y encadenado a Don Quijote.
Cuando acabe tu vida
y vengas ante la Historia grande
donde te espero yo,
¿qué vas a decir?
<... >
y ahora por cobardía,
por cobardía y avaricia nada más
porque quieres guardar tu despensa hasta el último día de la Historia.
has dejado meterse en mi solar a los raposos y a los lobos confabulados del
/mundo

para que se sacien en mi sangre y no pidan enseguida la tuya.
Pero ya la pedirán,
ya la pedirán las estrellas.

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INFLACION Y PODER ADQUISITIVO

Domingo, 1 de abril de 2012
Página12
LA EVOLUCION DE LOS PRECIOS Y LA MEJORA DE LOS INGRESOS

Inflación y poder adquisitivo

 Por Roberto Follari *
Cada tanto algunos medios de comunicación lanzan campañas donde se escandalizan sobre los índices de inflación. Que los útiles escolares aumentaron 20 por ciento en un año; que la verdura subió –nunca se dice cuando baja–, que la indumentaria está 15 o 20 por ciento más cara que el año anterior. Esas campañas chocan con el más elemental sentido común, pues si el poder adquisitivo de la población hubiese bajado en un 15 o un 20 por ciento en un año, no se explicaría que exista aumento del nivel de consumo en casi todas las capas sociales, incremento de venta de automóviles, posibilidad de vacaciones para un amplio espectro social, mejora de las condiciones de acceso a electrodomésticos. Esto ha sido publicado a menudo por los mismos que remiten al aumento de precios, lo cual constituye una contradicción nada menor.

¿Se miente al afirmar que los bienes y servicios han aumentado? Habitualmente, no. Es cierto que existe en el país un alza notoria de los precios; podrá exagerarse mostrando sólo lo que sube y no lo que no sube, o exhibiendo sólo a los que protestan y no a los que tienen otra opinión. Pero no existe mentira abierta, pues es verdad que hay un corrimiento de precios, que el ciudadano reconoce cuando va al supermercado o a comprar al comercio del barrio.
Aunque no es mentira plena, funciona igual que si lo fuera. Porque no se agrega la información de cuánto subieron en ese mismo lapso los salarios, las jubilaciones, la Asignación Universal por Hijo. De esa manera, en realidad, aun con precios mayores la población ha salido ganando. Si la inflación fue del 20 por ciento y aumentaron los sueldos el 23 por ciento, los bienes no están 20 por ciento más caros, sino que ha subido un 3 por ciento la capacidad de compra.

Por ello el tema no es la inflación, es el poder adquisitivo. Esto último casi no se menciona en ese debate. Por ello esas campañas no dejan de dañar, pero no han desestabilizado al actual gobierno. Se sabe, aun cuando no se conozca sobre estos temas, que no se está sufriendo una situación económica afligente, excepto los sectores sociales desocupados y marginalizados, hoy menos que hace ocho años.

Poco aporta la discusión sobre el Indec, cuyos índices poco han interesado a la población en el pasado y hoy aparecen como súbitamente dignos de atención. Si bien los índices del Indec han tendido a mostrar menos aumentos de precios que los que percibimos cotidianamente, sólo una buena investigación podría demostrar su posible distorsión. Pero tal distorsión no habilita a las denominadas “consultoras privadas”. Sus índices son tan interesados como podrían serlo los del Indec, pero en sentido contrario. Tienden a exagerar la inflación, y jamás hablan del poder adquisitivo. Miden mal la inflación (pues no tienen infraestructura ni personal idóneo para desplegar), y disimulan cuidadosamente las mejoras del salario real y del consumo.

Hoy se discuten los salarios en paritarias, con una libertad de negociación sindical que rara vez se ha visto en la Argentina. No serán fáciles las próximas negociaciones. Cabe esperar demandas desmesuradas en algunos casos, y sensatas en muchos otros. Lo cierto es que los salarios van a subir, como hace poco lo hicieron fuertemente las jubilaciones. Eso no aparece en el debate sobre la inflación en una típica maniobra de decir la verdad a medias para terminar configurando una mentira

* Doctor en Filosofía, profesor de la Universidad Nacional de Cuyo.

GB

LA REBELION DEL GAUCHO RIVERO

El 26 de agosto de 1833 se produjo la heroica sublevación de un grupo de gauchos e indios en las Islas Malvinas, acaudillados por el gaucho Rivero, un precursor de la unidad de las banderas de la justicia social y de la soberanía nacional en las luchas populares. Antecedentes 1833 no fue un buen año para la Confederación Argentina. Don Juan Manuel de Rosas, a pesar de la ayuda que ha brindado a los Treinta y tres orientales es, todavía, solamente el astuto estanciero de Los Cerrillos; no se ha plasmado aún en plenitud su personalidad de gran caudillo nacional. Ha finalizado su primer gobierno de Buenos Aires en diciembre de 1832, ha rechazado en varias oportunidades su reelección en la Sala de Representantes, y marcha a la expedición al desierto. Lo sucede en el gobierno de la provincia Juan Ramón Balcarce, un federal íntegro aunque moderado, que empieza por cometer el error de designar ministro de guerra a su primo Enrique Martínez, cabeza de los “lomonegros” y de la política antirrosista. Al déficit económico público habría que sumar los estragos producidos por las continuas sequías, y ahora también el reclamo por parte de la Casa Baring del préstamo otorgado durante la administración de Rivadavia en 1824. Port Louis - Acuarela de Conrad Martes. La esposa de Rosas, doña Encarnación Ezcurra, acosada en Buenos Aires, le escribe al brigadier general en campaña: “... lo mismo me peleo con los cismáticos que con los apostólicos débiles, pues los que me gustan son los de hacha y tiza”. Es que se está gestando -misteriosamente, en forma lenta pero firme- la Revolución de los Restauradores. Mientras, muy lejos de Buenos Aires, se había producido la usurpación británica a las Islas Malvinas por los marinos ingleses de la corbeta Clío. El capitán Oslow había dejado encargado al colono irlandés William Dickson la administración del archipiélago, y la misión de izar el pabellón británico cada vez que un barco se aproximara a puerto. El gobernador Luis Vernet había renunciado a su cargo en marzo de 1833 a fin de evitarse problemas con Gran Bretaña; regresó a Buenos Aires, pero siguió desarrollando normalmente, con la autorización inglesa y a través de sus capataces, la administración de sus negocios particulares en la colonia de Puerto Louis. Desde tiempo atrás, un vivo descontento cundía entre los peones de Vernet, en razón de la explotación a que eran sometidos. Además, la paga se les abonaba no en dinero, sino en vales emitidos por el propio ex-gobernador, y que para colmo Dickson, que oficiaba a la vez de despensero de la colonia, no aceptaba. Por otra parte, les prohibían matar ganado manso para alimentarse, obligándolos a cazar animales chúcaros. La indignación creció cuando luego de la usurpación se comprobó que los explotadores actuaban en perfecta armonía con los extranjeros que izaban la insignia británica. La rebelion de los gauchos. El 26 de agosto de 1833 un grupo de ocho peones, todos analfabetos, acaudillados por el gaucho entrerriano Antonio Rivero, se sublevó y atacó a los encargados del establecimiento, dando muerte a cinco personas, entre ellas al capataz Simón y al despensero William Dickson. Luego se instalaron en la vivienda principal, arriaron la bandera inglesa e izaron la azul y blanca. En días subsiguientes, el resto de los colonos cuyas vidas habían sido respetadas pudieron escapar y permanecieron refugiados en el pequeño islote Peat. Así, ambos grupos vivieron separados durante varios meses, sufriendo avatares diversos. Finalmente, los primeros días de 1834, dos buques británicos llegan a la isla Soledad para recuperar la usurpación, organizando una partida armada para capturar a los gauchos, los que a su vez sufren una traición y una deserción antes de huir al interior de la isla. No les resultó fácil a los ingleses, que necesitaron enviar varias expediciones, pero por fin logran apresar a los peones, engrillarlos y conducirlos detenidos a Gran Bretaña para ser juzgados. Allí permanecen por varios meses presos hasta que el ministerio fiscal, estudiados los antecedentes del caso, le aconseja al Almirantazgo dejarlos en libertad y embarcarlos de vuelta a Buenos Aires, lo que así ocurre. Se ha afirmado -aunque sin demostrarlo- que el gaucho Antonio Rivero perdió la vida mucho después, luchando valientemente para la Confederación en el combate de la Vuelta de Obligado. Fuentes: - Investigación histórica de Pablo Hernández y Horacio Chitarroni. LAGAZETAFEDERAL.COM.AR Prof. GB

Los desastres (y los astros) de la guerra – Parte I

Según el diccionario etimológico, desastre viene del latin y significa “sin astro” (dis – astrum). En la antigüedad, eso sólo significaba desgracias. ¿Qué nos dejó la guerra además de muerte, dolor y frustración? A 30 años de los sucesos, debemos contarnos la guerra pasando revista, también, a sus sentidos. 


Por Marcelo Vernet (*)| Se califica muchas veces al conflicto bélico de Malvinas como una “guerra absurda”. Lo primero que cabe señalar es que, en estricto sentido, todas las guerras lo son. La guerra, además de ser “la política por otros medios”, es la explícita renuncia a la razón humana. Dos bandos en pugna que no acuerdan, llegan al tácito acuerdo de establecer un curioso mecanismo para dirimir el conflicto, consistente en que aquel que consiga infligir más daño y matar más personas del bando oponente pasa a tener razón. Decir, entonces, que la guerra de Malvinas fue absurda, no dice nada que nos sirva para entenderla o valorarla.
Hay dos circunstancias históricas que me gustaría reseñar antes de ensayar nuevos calificativos o significaciones más precisas sobre la guerra de Malvinas.

La primera es que fue una guerra largamente postergada. Cuando aún éramos el Virreinato del Río de la Plata se produjo el primer encuentro de armas con Inglaterra por Malvinas. El 10 de junio de 1770 se dio el combate de Puerto Egmont o Puerto de la Cruzada. Lo de combate es casi un eufemismo. Los ingleses dispararon unos tiros como para salvar el honor pero, ante la superioridad de la escuadra Española, se rindieron a los pocos minutos abandonando su enclave en la Isla Trinidad, al norte de la Gran Malvina. El segundo conato de guerra fue en 1833, con la usurpación inglesa de las islas. Esta vez fue la goleta nacional Sarandí, al mando del capitán Pinedo, la que se rindió sin disparar un tiro, y los ingleses ocuparon Puerto Soledad. Ciento cuarenta y nueve años más tarde, en un trágico tiempo para nuestra Patria, el viejo combate postergado volvió a darse, pero esta vez a sangre y fuego.

Quizás empezó como una escaramuza más, tendiente a forzar una negociación diplomática ventajosa; pero a un mes de la recuperación de las Islas, el 2 de mayo de 1982, el hundimiento del ARA General Belgrano, hundió toda posibilidad de una salida negociada.
Esto nos lleva a la segunda circunstancia, no siempre aclarada. ¿Quién empezó la guerra? Sin duda Argentina realizó el primer movimiento. Pero la guerra, es decir, la muerte, no empezó el 2 de abril sino el 2 de mayo de 1982. Son conocidas y valorados en nuestro corazón los esfuerzos que Belaunde Terry, el entonces presidente del Perú, realizó para encontrar una salida negociada al conflicto. Ese 2 de mayo, muy temprano, el embajador británico en Lima, Charles Wallace, se reunió con Belaunde para agradecer formalmente la participación de Perú y su propuesta de paz, y para comunicarle extraoficialmente que “lo que necesita Inglaterra es tiempo para poder procesar esta propuesta” que ya contaba con la aprobación del gobierno argentino y la bendición de Alexander Haig, el mediador de EE.UU. No hubo tiempo.

 Los documentos desclasificados revelan que ese 2 de mayo, Margaret Tatcher, reunida con su gabinete de guerra en la residencia campestre de Checkers, daba la orden al submarino nuclear Conqueror de hundir al Belgrano. Con 323 marinos argentinos muertos ya no había retorno.
Existen otras dos circunstancias que ya implican una valoración.
El inicio de la guerra de las Malvinas significó, para nuestro país, el fin de la Tercera Guerra Mundial en la que la tenebrosa dictadura militar argentina estaba empeñada y que ya se había cobrado más de 30.000 muertes. La teoría de las “fronteras ideológicas” hacía que una casa de las afueras de La Plata quedara detrás de las líneas enemigas y pudieran ser aniquilados sus habitantes.

Sin duda el gobierno de la Junta Militar actuó con irresponsabilidad criminal y ceguera geopolítica al decidir utilizar la causa de Malvinas como salida a la encerrona de su impopularidad, de la insostenible situación económica y la creciente turbulencia social que ya amenazaba su continuidad. Necesitaba protagonizar una épica, una gesta, y la encontró en Malvinas. Justamente porque la reivindicación de nuestra soberanía era sentida por todo el pueblo y atravesaba nuestra historia entera. Un gobierno ilegítimo y genocida tomó la decisión, pero no fue la guerra de un gobierno. Fue la guerra de una nación y fueron los hijos del pueblo los que marcharon al campo de batalla. Absurda como todas las guerras, impulsada por motivos espurios, fue una guerra cargada de sentido nacional, popular y antiimperialista.
Desde esta concepción ensayemos una valoración que supere la calificación de “guerra absurda” buscando su sentido profundo, más allá de las borracheras del general Galtieri.

¿Qué nos dejó la guerra además de muerte, dolor y frustración? A 30 años de los sucesos, debemos contarnos la guerra pasando revista, también, a sus sentidos. Se lo debemos a los que dejaron su vida en los combates o en las duras batallas con la soledad que vinieron después. Nos lo debemos como pueblo que desde su historia construye su destino. Nada podremos construir desde un absurdo.

Sólo le pido a Dios

En Washington, el 26 de abril de 1982, resonó un encendido discurso anti imperialista en el recinto de la OEA. El orador arrancó por el siglo XIX. Memoró las invasiones inglesas a Buenos Aires, los bloqueos “sufridos por la joven Argentina”, el cañoneo contra Venezuela, la agresión a Suez, la opresión del continente africano y buena parte de Asia; para concluir: “No hemos atentado contra el orden y el derecho internacional; lo hemos hecho contra una forma peculiar de orden destinado a preservar una visión oligárquica del sistema internacional”. ¿Quién se dirige a la Asamblea en estos términos, arrancando una verdadera ovación de los representantes latinoamericanos, en particular del padre Miguel D’Escotto, canciller del la Nicaragua sandinista? Nicanor Costa Méndez, ministro de Relaciones Exteriores y Culto de la más occidental y sangrienta dictadura padecida por nuestro país.
El doctor Costa Méndez, conocido abogado de grandes empresas multinacionales con sede en Argentina, admirador de la puntualidad inglesa, defensor a ultranza del encuadramiento argentino bajo la órbita de Estados Unidos, confeso y devoto “anticomunista” y antiperonista practicante, que ya había sido canciller del dictador Juan Carlos Onganía, de pronto vio la luz y encaminó sus pasos hacia Cuba para participar de la reunión del Movimiento de Países No Alineados, abrazarse con Fidel Castro y besar sus barbadas mejillas. ¿Un milagro?

La guerra de Malvinas hizo saltar por los aires las lógicas de nuestro encuadramiento internacional y cambió drásticamente el panorama de las relaciones interamericanas. Ya algo señalamos en una nota anterior (Malvinas y la Patria inconclusa). Sin duda “hay un antes y un después de la Guerra de Malvinas en las estrategias de agrupamiento continental y regional en América”.
Pero volvamos a esa fresca mañana primaveral del 26 de abril de 1982, en que la OEA convoca a una sesión del TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca) para intentar enmarcar el conflicto bélico de Malvinas y buscar una salida pacífica y negociada. En particular se pretendía hacer efectivo el Artículo 6º del Tratado que claramente estipulaba: “Si la inviolabilidad o la integridad del territorio o la soberanía o la independencia política de cualquier Estado Americano fueren afectadas por una agresión que no sea ataque armado, o por un conflicto extra continental o intracontinental, o por cualquier otro hecho o situación que pueda poner en peligro la paz de América, el Órgano de Consulta se reunirá inmediatamente, a fin de acordar las medidas que en caso de agresión se deben tomar en ayuda del agredido o en todo caso las que convenga tomar para la defensa común y para el mantenimiento de la paz y la seguridad del Continente”. Desde luego, si la paz no era posible, el Artículo 3º.1 definía que “Las Altas Partes Contratantes convienen en que un ataque armado por parte de cualquier Estado contra un Estado Americano, será considerado como un ataque contra todos los Estados Americanos, y en consecuencia, cada una de dichas Partes Contratantes se compromete a ayudar a hacer frente al ataque”.

Pretender que el TIAR, un tratado concebido por Estados Unidos como parte de su estrategia de “Guerra Fría” y que hasta entonces sólo había servido para justificar sus atropellos en la región, se esgrimiera contra la OTAN, era como ordeñar un ladrillo. Cualquiera que quisiera saberlo lo sabía. Bastaba el ejemplo de la masacre de Guatemala en 1954, en la que Estados Unidos pretendió justificar su participación directa en el genocidio invocando “la intervención del movimiento comunista internacional” en dicho país. Pero la guerra de Malvinas desnudó todo de una manera tan inapelable que ya no hubo vuelta atrás. Todos los agrupamientos regionales constituidos por fuera de la OEA y sin la participación de Estados Unidos, desde el Grupo Contadora hasta la UNASUR, son posteriores a la Guerra de Malvinas. El fracaso de Estados Unidos en su pretensión de imponer el ALCA en la región, entre tantas razones, no es ajeno a la experiencia histórica de la Guerra de Malvinas, al balbuceante discurso que Alexander Haig, el “mediador” de Estados Unidos en el conflicto, pronunció en la OEA ese 26 de abril de 1982, a la abstención estadounidense en la votación de la Asamblea, a la que sólo pudo arrastrar a Colombia, Trinidad-Tobago y Chile.

Hasta 1982, la OEA no se había pronunciado sobre la soberanía argentina en las Malvinas. Hoy, no sólo la OEA, sino todos los países de la región y todos los Foros regionales se han manifestado explícitamente a favor de la posición argentina y condenado la pretensión colonialista inglesa.
El costo fue muy alto. Nada justifica los desastres de la guerra. Pero que ésta sea una de las estrellitas que ilumine la negra noche de la guerra, y cargue de sentido el absurdo de la muerte de un pibe del Regimiento 12 que aún sonríe en las fotos de las revistas saludando a su madre antes de entrar en la batalla de Darwin.
Sólo le pido a Dios que su muerte no nos sea indiferente.
(*) Escritor y director del Instituto de las Islas Malvinas “Padre Mario Migone”.

Fuente agepeba.

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Los desastres (y los astros) de la guerra – Parte II

“Se miente más de la cuenta / por falta de fantasía / también la verdad se inventa”, nos recuerda Antonio Machado en una coplita tan profunda que parece escrita por el pueblo. Inventar no es mentir; es buscar, descubrir, crear. Que la verdad sobre la Guerra de Malvinas sea una invención colectiva.

Por Marcelo Vernet (*)| La doctora Rosana Guber no fue a la guerra. La escuchó de cientos de voces. La vio en muchísimos rostros. La vivió en silencios donde palabras y rostros se abismaban. En una nota publicada recientemente por la Universidad de La Plata (http://www.unlp.edu.ar/articulo/29/03/2012/especial_malvinas_texto_de_rosana_guber) comparte algunos de sus aprendizajes. Destaco uno: “Aprendí que tenía que respetar de mis interlocutores sus voces, sus silencios y sus desacuerdos, y no creerme que, por trabajar de intelectual en el medio académico, podía opinar desde el Olimpo y con simpleza sobre la guerra absurda, el general borracho, los chicos “carne de cañón” y el colaboracionismo civil. Estas tremendas convicciones sesgaron toda nuestra interpretación sobre el pasado, y por eso no nos ayudaron ni nos ayudan a saber ni a entender mejor. “Entender mejor” significa comprender el evento desde los diversos puntos de vista que lo atravesaron, y no autoritariamente desde sólo mis valores y mi mirada”. Me sumo.
En la primera parte de esta nota, propuse superar la caracterización de “guerra absurda” porque clausura las interrogaciones (¿Qué le podemos preguntar a un absurdo?) y paraliza la construcción de un destino en el que, inapelablemente, la guerra se nos cruza. Lo propio de los rumbos es tener un sentido.

Miradas

“La América Latina vuelve sus ojos hacia la Argentina, en la creencia de que la Argentina también mira hacia América Latina”, señaló el entonces ministro de Relaciones Exteriores de Panamá, Ing. Juan José Amado III, en la Vigésima Reunión de Consulta de ministros de Relaciones Exteriores de la OEA del 26 de abril de 1982. La afirmación implicaba un reproche y una esperanza. Ya señalamos que la guerra de Malvinas hizo saltar por los aires las lógicas de nuestro encuadramiento internacional. ¿Resonó también en nuestra conciencia la adormecida identidad sudamericana? ¿Miramos hacia América Latina? ¿Se cruzaron nuestras miradas, en ese momento crítico de la guerra, reconociéndonos como hermanos?
La historia nunca es lineal pero, sin duda, la guerra condensó un largo proceso en el vértigo de esos días. Fue sólo una emoción, dirán algunos. Como si fuera poco. No importaba que los pibes de la escuela, que la señora en la verdulería, que los trabajadores pegados a las radios no hubieran leído jamás a Manuel Baldomero Ugarte, el silenciado. Sus profecías acalladas se respiran en el aire. Manuel salta de sus librotes empolvados, de su “campaña hispanoamericana” de1922. Deja la oscura biblioteca donde callan sus grandes obras olvidadas, “El destino de un continente” (1923), “La Patria Grande” (1924) y se echa a andar por las calles abrazando a todos. Y siente que todos lo leyeron cuando escucha que en los barrios se comenta con emoción que hay una larga fila frente a la embajada argentina en Lima, que son los voluntarios que piden enrolarse para ir a pelear a Malvinas.

Algo de paz

El 16 de mayo de 1982, dos pibes avanzan por la Avenida Libertador hacia el Club Obras. Oscurece temprano y hace frío. Uno lleva en la mano un pulóver jaspeado que tejió su hermana. El otro unos guantes de lana y una bufanda. La mamá estuvo dándole a las agujas dos días seguidos. Son sus entradas para el Festival de la Solidaridad Latinoamericana.
No importan ahora los tejes y manejes de la Dictadura. Después que el COMFER derrotara en todas las radios a los Beatles y los Rollings, descubrieron las bondades del “rock nacional”. Los pibes van a escuchar al Flaco Spinetta, a León, a Pappo. Y a mandar ropa de abrigo para los pibes que están en Malvinas. Si es hecha en casa y no comprada, vale más.
Las crónicas hablan de 70.000 pibes y 50 camiones del Ejército cargados de ropa, cigarrillos, chocolates, latas de leche condensada. El Canal 9 y las Radio Rivadavia y Del Plata transmitieron en directo todo el festival. La revista Pelo le dedica una edición especial: “La música de rock argentina, a través de su historia, supo sobrellevar y sobrevivir a los embates de las crisis económicas y los eventuales intentos de marginación de los sectores oscurantistas que siempre aparecen en toda estructura social”, arranca la crónica. Todos creen que, eventualmente, hacen referencia al gobierno de la dictadura que organiza el festival. Raúl Porchetto, el Flaco Spinetta y Cantilo se encargan de remarcar que es un acto de la juventud a favor de la paz y en apoyo a los colimbas que están en el frente. “Esta es la gente del futuro, y este presente tan, tan duro / es el material con que edificaremos un mañana total” cantan Pedro y Pablo y todos corean como un himno: “El grito de un hombre, se pierde entre mil / y nacen los jóvenes del año 2000”. La crónica de “Pelo” destaca que “allí, en esa multitud solidaria se encontraba la “gente del futuro”, los que conforman las nuevas generaciones que surcarán el destino de este país”. Y lo surcaron. Apenas comenzado el futuro, el 20 de diciembre de 2001, tal vez muchos de los que coreaban la canción de Pedro y Pablo se vieron envueltos en otra batalla que duró dos días en calles y plazas de todo el país, con 39 muertos entre los que se encontraban 14 pibes con menos de 21 años.
Pero ahora, domingo 16 de mayo de 1982, dos amigos bajan por la Avenida Libertador con las manos en los bolsillos. Van cantando “Algo de paz”, el tema de Raúl Porchetto con que cerró el festival y pensando quién ligará el pulóver jaspeado, blanco y celeste, que quedó tan bien.
¿Estará tarareando “Algo de paz” Martín Raninqueo en las alturas del Monte Wireless Ridge ese 16 de mayo de 1982? Ya entonces era buen cantor. Con sus compañeros del Regimiento 7 de La Plata, le tocó la primera y más importante línea defensiva del avance inglés. Desde el 1º de mayo vienen soportando fuego naval y aéreo en forma continua. ¿Habrá domingo para los bombardeos? Esa noche tiene 19, 20 años, como los pibes del Festival de Obras que terminaron cantando “Algo de paz”. Él no sabe que le mandaron un pulóver y siente frío.

Martín hoy anda por los 50. Vive y canta en La Plata, mi ciudad. Yo lo escucho. Y no puedo recordar qué estaba haciendo la noche del domingo 16 de mayo de 1982. Tal vez durmiendo a mi hija en brazos, tal vez cantándole con mi voz destemplada, el televisor bajito con Malvinas. La guerra bajito para que mi hija se duerma. Hoy Martín canta su “Vidalita de luz y sombra”. Yo lo escucho: “Robo luz de la hierba, / no podrán requisarla / aquí en este equipaje / cuando vuelva a casa. / Y las sombras de mis muertos / que llevo dentro de mi alma”. Y no sé si podré pagar la deuda que pesa en mi corazón. ¿Cuántas guerras en una sola noche?

Verdades

Nos vimos envueltos en la guerra por la acción de una dictadura ilegal y genocida que actuó con irresponsabilidad criminal y ceguera geopolítica. Pero no es un episodio más del “terrorismo de estado”. Impulsada por motivos espurios, fue una guerra cargada de sentido nacional, popular y antiimperialista. Perturbó el camino de la negociación diplomática pero, por sus contradicciones, fue un punto de inflexión que favoreció los agrupamientos regionales sin la intromisión y el tutelaje de los Estados Unidos. Nos reencontró, en la experiencia límite de la guerra, con nuestra pertenencia sudamericana y latinoamericana. Desde esta revelación, desde esta emoción fundante, fuimos y venimos, para afianzarnos en esta pertenencia, cada vez más cargados de razones. Como señala Rosana Guber, debemos animarnos a “comprender el evento desde los diversos puntos de vista que lo atravesaron” y respetar las distintas maneras en que la guerra nos atravesó.
No es ya un problema de estrategia a futuro. Hemos consolidado como pueblo un consenso firme, y es Ley Fundamental de la Nación en su Clausula Transitoria Primera, que el camino para reclamar y conseguir nuestro derecho a la soberanía será “conforme a los principios del derecho internacional”. El tema es cómo damos cuenta de la guerra, cómo la asumimos como parte insoslayable de nuestra historia. Cómo la vamos entendiendo y valorando, en su complejidad. Desastre y estrella. Luz y sombra como la vidalita de Martín Raninqueo.

La verdad de la Guerra de Malvinas no es un a priori, una verdad dada y absoluta. La verdad la vamos construyendo, la vamos inventando. Viento de la historia cargado de sentido, cargado de voces y preguntas que nos interpela y nos empuja.
Debo ser sincero, hay un solo relato que me resisto a considerar en esta construcción y, lamentablemente, fue muy repetido en la posguerra. Es el que afirma que le debemos nuestra democracia a la Royal Navy. Es una infamia que me parece inaceptable. Y de esto puedo opinar con más autoridad porque sí participé, junto a mi generación, de esta batalla.
 (*) Escritor, director del Instituto de las Islas Malvinas “Padre Mario Migone”.

Fuente agepeba.

Prof.GB.