El miércoles por la mañana mañana, el maestro rural Pedro Castillo, hasta ese momento Presidente del Perú, anunció a la población que había decidido disolver el Congreso, decretar un nuevo Régimen de Excepción y convocar a elecciones parlamentarias. Estaba dando un Golpe de Estado en vivo. O, mejor dicho, un autogolpe.
El país entró en una profunda incertidumbre, pero todo se resolvió muy rápido. Castillo estaba solo. Desamparado. Y desesperado. Por eso tomó una decisión tan drástica y tan equivocada, creyendo quizás que la votación pactada para las 3 de la tarde de ese mismo día, cuando el Congreso debía definir su "vacancia", le resultaría desfavorable. La reacción del Congreso a la declaración del Presidente fue muy ágil. La votación se adelantó 3 horas y poco después del mediodía, la destitución del Presidente había sido votada por aplastante mayoría. 101 votos a favor contra 6 en contra y 10 abstenciones. Las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional tampoco respaldaron Castillo.
Cárcel. El depuesto mandatario acabó un par de horas más tarde en un sofá de fiscalía, leyendo una revista y esperando lo inevitable. Por la noche, la Fiscalía de la Nación confirmó su arresto por el delito de rebelión y conspiración y fue trasladado en helicóptero al penal de Barbadillo, donde otro expresidente, Alberto Fujimori, cumple condena desde 2007. Así fue el rápido y triste final de un gobernante que, en apenas un año y medio al mando de su país, enfrentó 3 pedidos de vacancia y 7 investigaciones abiertas por corrupción. En su lugar juramentó la vice, Dina Boluarte, como la primera Presidenta de la historia del Perú.
Ya lo había adelantado José Beteta, Presidente de la Asociación de Contribuyentes del Perú, cuando, a poco de cumplir Castillo un año en la Presidencia, le preguntamos si creía que llegaría a completar su mandato. “O Castillo es echado del poder, o cierra el Congreso y se convierte en un dictador”. Pues bien, el miércoles se cumplieron ambos vaticinios.
Polarización. Ayer, cuando las aguas calmaron, volvimos a molestar a José Beteta para pedirle un resumen de lo ocurrido en Perú. “Desde hace 5 o 6 años, se viene dando una polarización política muy profunda. Pero lo que ha movido el escenario en estos últimos 16 meses con Castillo en el gobierno, es que nunca antes se había visto un Presidente envuelto en tantos escándalos de corrupción en tan poco tiempo. Por eso Castillo nunca tuvo estabilidad. Pero no fue la polarización. Fue él mismo el que se la generó al no saber manejar el estado de una manera correcta y al meter en su entorno gente muy complicada. El desenlace de ayer fue irónico. El martes no se sabía si estaban los votos para la vacancia y el miércoles en la mañana el Presidente se lanzó con este mensaje radical, inesperado, como una bomba. A las pocas horas nos dimos cuenta que la bomba la había lanzado él solito. Él solito se vacó, él solito se suicidó y él solito se puso en la cárcel en menos de 6 horas”.
Contrato social. Para finalizar, José nos dejó un concepto clarísimo acerca de la realidad actual de su país. “El Perú en los últimos años ha crecido muchísimo. Pero lo hizo como un país liberal informal. Y esa informalidad ha sido una bendición y una maldición. Bendición porque podemos vacar un presidente, cerrar un congreso y la gente seguirá chambeando y mirando fútbol porque la informalidad ha permitido que el país se mantenga en una estabilidad popular que prácticamente ningún otro país tiene. Pero la maldición es que tienes un estado mantenido por muy pocos contribuyentes. Y no hay un contrato social. El 75% de los peruanos no paga impuestos directos. Entonces qué obligaciones le exiges a un funcionario del estado si tu ni siquiera pagas impuestos. En el crecimiento del Perú no ha habido institucionalidad".
Foto: Ex presidente peruano, Pedro Castillo, Creative Commons |
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