“Las paredes de nuestra casa supuestamente eran blancas. Pero nunca me las acuerdo como blancas. Al principio, eran grises. Después se pusieron negras, por el polvillo del carbón”, escribió en 2018 Ángel Di María. La carbonería de la familia quedaba al lado de su casa, en El Churrasco, un barrio con bastante necesidades, en noroeste de Rosario, en la otra punta de donde ya gambeteaba Messi. Jugando para el club de su barrio, El Torito, Ángel Di María metió más de seis decenas de goles en un año y Rosario Central lo compró por 26 pelotas. Pero Central quedaba a más de 5 kilómetros del barrio y los Di María no tenían auto ni plata para pagar tanto transporte público. Es ahí cuando entra en escena Graciela, cuenta Ángel en la misma carta que te cité al principio: “Graciela era una bicicleta amarilla, oxidada, con la que mi mamá me llevaba todos los días al entrenamiento. Tenía un canastito adelante y espacio para llevar uno más atrás, pero había un problema, porque mi hermanita también tenía que venir con nosotros. Entonces mi papá con una sierra le cortó un cuadrillo de cada lado del canastito, que es donde se sentaba mi hermana”. Es así como la historia del otro goleador de la final del Mundo se entrelaza con algo sobre lo que hablamos mucho acá: la movilidad urbana. Otro punto para la bici, que nos ayudó a ganar un Mundial. Iluminar una plaza en el sur de Mar del PlataEl arquerazo ya histórico que tiene la Selección nació en otra de mis ciudades preferidas. Hace un tiempo te escribí sobre La Feliz, donde ya planean hacerle un monumento a Emiliano “Dibu” Martínez. Aunque en general la asociamos con el ocio y con el turismo, Mar del Plata para mí es un espejo de lo que pasa en el resto del país. Una especie de termómetro de nuestro bienestar. Y creo que su desarrollo urbano está íntimamente relacionado a esta retroalimentación. En el libro “Mar del Plata, un sueño de los argentinos”, Juan Carlos Torre y Elisa Pastoriza cuentan que la ciudad que a principios del siglo XX era conocida como “La Biarritz argentina” por sus reminiscencias vascas y su status de destino de las elites porteñas. Hasta alrededor de 1930 ese apodo le quedaba perfecto, pero con el tiempo, y sobre todo con la llegada del peronismo, esto dejó de ser así y Mar del Plata se convirtió definitivamente en un destino para todo el pueblo. El Dibu nació y se crió en la zona sur de mardel, cerquita del bosque Peralta Ramos, una de las zonas más lindas y pudientes de la ciudad. Pero el barrio El Jardín contrasta con las bondades del bosque y aún hoy se ven muchas carencias a nivel infraestructura urbana, como falta de servicios, asfalto y obras de mejoramiento del espacio público. En la Plaza Sicilia de ese mismo barrio, donde Martínez atajó sus primeros penales en arcos improvisados con mochilas, hay ahora un mural que le hicieron el año pasado al ex Independiente. Si bien cuentan que está un poco mejor mantenida que hace unos años, en la época en la que el 23 de la Selección arrancaba, su papá iluminaba la plaza con su propio auto cuando se hacía de noche para que el menor de sus hijos pudiera seguir practicando. |
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