domingo, 15 de septiembre de 2013
“Algunos se olvidan que tratan con pacientes, no con clientes
Llegó a la Argentina para apoyar dos programas gratuitos. El rostro humano de la salud internacionalista.
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Por:
Roberto Caballero
De su padre tiene los ojos, el centro del rostro, la vocación internacionalista y su profesión, no entendida como un negocio. Aleida Guevara March, la hija del Che y su segunda mujer, Aleida March, es médica pediatra. Para la militancia de izquierda latinoamericana es como de la familia. Es la "Aleidita" de la que hablaba el Che en sus cartas póstumas. Para el resto del mundo –ella misma se ríe al evocarlo–, es famosa desde que Michael Moore la entrevistó en su documental Sicko, que muestra las miserias del sistema de salud de los Estados Unidos comparado con el de la República Socialista de Cuba. Aleida llegó a la Argentina para "sembrar solidaridad", comenta entusiasmada. En concreto, para promover las actividades de la Fundación Un Mundo Mejor, que cuenta con dos programas en nuestro país, Operación Milagro –que ya ha operado a más de 3500 personas de cataratas de manera gratuita– y Yo sí Puedo, un método revolucionario que enseña a leer y a escribir en cuatro meses, que alfabetizó a 24 mil argentinos. Esta vez, la atención estará puesta en Gan Gan, Chubut, donde Aleida y los equipos de la fundación estarán atendiendo a personas con problemas visuales, la mayoría de la etnia mapuche, desde el jueves 19 hasta el martes 24 de este mes. Contrariamente a lo que se cree, los médicos que realizan la labor no son cubanos –como sí ocurre en otros países de la región– sino argentinos, muchos de ellos especializados en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), de La Habana.
–¿Por qué sucede eso?
–Es que el colegio argentino no permite que los médicos cubanos trabajemos en tierra argentina. Eso está establecido por ellos y nosotros cumplimos, por supuesto. Ahora, ¿qué pasa? Hay muchos médicos argentinos que se han formado en Cuba, que han regresado a su país y quieren trabajar siendo socialmente útiles. Están formados en principios de solidaridad. El Che siempre decía que al único al que debíamos servir siempre los médicos era a nuestro pueblo. En ese sentido, los médicos de ELAM tienen esa formación, entonces, vamos a ir a una zona muy desprotegida de este país donde hay muchas necesidades de salud. Vamos a tratar de hacer un relevamiento en toda una población, para ver quiénes tienen cataratas, por ejemplo. Porque hemos logrado que en Córdoba exista un pequeño hospitalito (NdR: se refiere al Centro Oftalmológico Dr. Ernesto Che Guevara) donde se han operador alrededor de 15 mil argentinos gratuitamente. Esto es algo que Cuba sostuvo hasta este año, económicamente, pero es imposible ya para nosotros mantenerlo. Y estamos pidiendo a toda la dirección argentina que nos apoyen –desde el punto de vista económico– para que este hospital no se pierda, y que los argentinos puedan seguir siendo operados gratuitamente en un hospitalito, por médicos argentinos. Mi misión aquí es hablar un poco de esto.
–En el norte, hay muchos argentinos que cruzan hacia Bolivia para atenderse con médicos cubanos, con este mismo sistema.
–Sí, claro. Allí hicimos dos grandes hospitales, están muy cerca de la frontera pero imagínate la cantidad de kilómetros que hay que pasar. Argentina es enorme, entonces, si tú tenías un paciente al sur del país, tenía que cruzar prácticamente todo un continente (porque Argentina es casi un continente) para llegar a Bolivia, operarse y después regresar. Lo que era no sólo carísimo –porque tratábamos de ayudar en transporte y todo– sino muy molesto para el paciente. Son pacientes, además, con muy pocos recursos económicos. En ese sentido, a los colegas que nos critican porque lo hacemos gratis, nosotros les decimos: "No estamos quitándole un paciente, estamos (a lo mejor) ayudando a un ser humano a que pueda ver." Y eso es un derecho de todo el mundo. No estamos haciendo nada de otro planeta, estamos haciendo una cosa lógica en la medicina comunitaria. Pero, a veces, los colegios médicos ven una competencia médica en los clientes. Se les olvida que no son clientes, son pacientes. Ahí es donde empiezan los conflictos.
–Es un poco lucro y otro tanto de falso nacionalismo, ¿no?
–Pero en última instancia son médicos argentinos los que están trabajando. Se están especializando en esta labor, hay una asesora nuestra (médica cubana, oftalmóloga) que les está enseñando toda la técnica que nosotros hacemos. Y está mostrando su experiencia. Es, en este caso, la única médica que tenemos acá y los demás son médicos argentinos graduados en Cuba y otros no graduados en mi país que se han unido al movimiento. Y que de alguna manera, aquí hay cosas que a veces desconoce la población. Pero hay un proyecto que se llama "Tatu" (era el nombre de guerra de mi papá en el Kongo). Significa "dos" en el idioma swahili. Ellos optaron este nombre rindiéndole homenaje al Che Guevara y hacen dos veces a la semana labores comunitarias, ya no solamente como médicos, sino también como trabajadores sociales, como educadores. Porque está también el Yo sí Puedo, que es otro proyecto para que la gente aprenda a leer y a escribir. Viendo que algunas personas no eran capaces de aprender a leer y a escribir, nos dimos cuenta que no era un problema de incapacidad mental: no veían porque tenían cataratas y ahí apareció Operación Milagro. Es decir, una cosa condujo a la otra.
–Ese programa sirve para alfabetizar a una persona en cuatro meses.
–La persona más aislada, la mayor, la más ignorante –digamos–, cuando tú le das la posibilidad de aprender a leer y a escribir, lo tratas con respeto, es como una esponja. Es decir, reacciona al estímulo. Hay que ver esto, lo vi mucho con indígenas en Bolivia y de verdad me llené de emoción porque a veces tenemos preconceptos establecidos, es decir, si los indígenas no son lo suficientemente inteligentes, todas esas cosas que te van metiendo en la cabeza durante toda tu vida y de pronto poder demostrar la tontería que se habla en ese sentido, poder demostrar cómo personas que han sido humilladas, maltratadas durante siglos, son capaces de mostrar su valía y su inteligencia. Con el simple hecho de darle la oportunidad. Esto ha sido una labor preciosa. José Martí decía que para que un pueblo sea libre, debe ser un pueblo culto. Porque así nadie lo manipula, nadie lo engaña, nadie lo utiliza. Yo pienso que esa es la libertad que tenemos que darles a nuestros pueblos, de verdad. La posibilidad de que puedan analizar, leer y llegar a sus propias conclusiones a través de un conocimiento básico.
–¿Qué es lo que van a hacer en Gan Gan, Chubut?
–Se va a hacer una tarea comunitaria de ir casa por casa viendo a los pacientes, con unas brigadas médicas se va a hacer un consultoría también para poder atender cosas sobre todo básica. En este caso, la visión para seguir aumentando todo lo que es Operación Milagro, pero también vamos a ver hipertensión y diabetes y enviarlos directamente a los hospitales que los puedan recibir. Ya se ha coordinado el trabajo, se está de acuerdo en esto. Hay información de que hasta la misma ministra de Salud provincial está apoyando el proyecto, así que parece que vamos a trabajar bien y que además los muchachos se van a sentir muy contentos, porque no hay cosa más hermosa que ver el agradecimiento de alguien que tiene un dolor y que tú eras capaz de llegar a ellos, pasarle la mano, simplemente tomarle la mano y darle ese apoyo que el médico tiene que saber darle al paciente al escucharlo aunque sea cinco minutos. Es eso, que no se olviden nuestros profesionales de que este es nuestro deber, nuestra obligación, para eso estamos formados. Y en ese sentido yo estoy muy entusiasmada, me parece que va a ser una experiencia para mí también muy hermosa porque, además, en esta escuela de ELAM muchos de los que fueron de Argentina se conocieron con ecuatorianos, peruanos, bolivianos, se unieron mucho las raíces culturales de nuestras tierras allí. Entonces es un poco renovar ese sentimiento de que sí somos una patria grande y de que sí nos debemos a toda nuestra gente. Desde el Río Bravo hasta la Patagonia un solo pueblo, una sola identidad.
–Además de Argentina y Bolivia, ¿dónde más hay misiones de este tipo?
–Estamos trabajando también en Venezuela, Brasil, Ecuador, Nicaragua. En los países del ALBA que conforman la Alternativa Bolivariana para nuestra América y estamos trabajando de lleno, porque no es solamente la alfabetización, es después darle el derecho a seguir estudiando y que lo pueda hacer de forma gratuita porque eso es un derecho de todo el mundo. En ese sentido, claro que algunos países van más adelante que otros. Pero se supone que en el futuro entenderemos todos que eso es un derecho y que hay que rescatarlo para nuestra gente. Ahora en las últimas reuniones de la CELAC (presidida temporalmente por Cuba) hablamos de la educación y de la salud gratuita como derechos de nuestros pueblos. Hay dos lugares donde pueden meterse y ver todo este trabajo que venimos desplegando: y .
–Es conmovedor lo que un país pequeño, aislado, puede hacer por los demás. Esa solidaridad internacionalista es también un mandato guevarista. ¿Sentís que pesan los genes de tu papá en tu trabajo?
–Ahí ya me voy más allá de ser la "hija de". Soy la hija de un pueblo, el cubano, yo estoy educada en un pueblo que me posibilita, me facilita y educa en ese sentido. Por ejemplo estuve dos años en Angola como pediatra, fue la experiencia más dura de mi vida, la más difícil. Fue tremendamente dura, pero siempre digo que después de Angola yo soy mejor ser humano. Sin lugar a dudas, porque no podía ser de otra manera. El trabajar allí, el darte cuenta de hasta qué punto puede alguien pensar que es superior a otro por el color de piel, o por haber nacido más al norte, tú más al sur. Son una cantidad de cosas que este mundo tiene que enfrentar todavía. Y que en ese sentido al ir muy joven te marca para siempre. Y una de las cosas más hermosas de nosotros los profesionales de la salud es poder estar muy cerca del dolor y de la alegría de la gente. Y devolver un poco el amor con que te reciben, con que te acompañan, es algo muy hermoso. Yo no sé cómo algunos médicos no son capaces de disfrutar esto, porque no hay dinero que pueda compensar esto, de verdad que no. Yo no soy idiota, lo aclaro. Yo soy comunista pero no soy "come-otra-cosa"... Me encantan las cosas lindas y buenas y cómodas igual que a cualquiera, pero eso no es el sentido de mi vida y he disfrutado mucho mi posibilidad de ayudar a un ser humano, de sentir esa alegría de una persona cuando tú logras salvar la vida de un niño, las risas de ese niño o que ese niño después te señale diciendo esa es mi doctora. Ese es el premio mayor que uno puede tener en la vida, de verdad. Eso yo lo he sentido, en ese aspecto me siento complacida. Sé que todavía tengo mucho que dar, que tengo que dar mucho más. Pero tengo el privilegio de ser una mujer educada en un pueblo que me ha enseñado a respetar y a amar a otros seres humanos, eso para mí tiene valor en la vida.
–Alguien decía por ahí que había que endurecerse pero sin jamás perder la ternura. Parece una tarea difícil, aunque al escucharte suena posible. ¿Cómo recibís la devoción hacia la figura de tu padre?
–Decía José Martí que "los hombres que saben reconocer las virtudes de otro hombre es porque las llevan en sí mismos". Cuando estos seres hablan así y dicen estas cosas es que ellos sienten igual. Entonces no es un problema de amor o de admiración, es porque lo llevan dentro; y eso a uno que lo está escuchando lo llena de esperanza y de fuerza porque ¿cuántas personas lindas hay en este mundo?, ¿cuántas personas son capaces de levantar su voz contra una injusticia?, ¿cuántas personas son capaces de disfrutar de la vida siendo solidaria con otro o tendiendo la mano a quien lo necesita? Eso te da muchas esperanzas de que –a pesar de todas esas guerras locas que andan dando vueltas por ahí, de todas las amenazas contra el pueblo sirio, por ejemplo– podemos seguir viviendo.
–Además de la misión patagónica, desde aquí estás respaldando el pedido de libertad de los cinco cubanos detenidos en Estados Unidos acusados de espionaje.
–Hoy son cuatro. René ha regresado. Pero restan Gerardo Hernández, Ramón Lavañino, Antonio Guerrero y Fernando González, y es un dolor inmenso que tiene el pueblo cubano, claro que sí.
–¿Te produce alguna emoción extra visitar el país donde nació tu padre?
–Realmente me educaron en Cuba como muy latinoamericana, eso es cierto, y me siento latinoamericana en cualquier parte. He estado en Colombia y me sentí muy identificada. He estado en la misma Bolivia y de verdad ha sido muy duro para mí, porque ahí está toda la imagen de lo que pasó con mi papá. Pero igual siento respeto y admiración. Porque el asunto es cuando tú llegas a lugares y conoces a personas que te inspiran. Entonces, tú dices: "Yo soy parte de esta cultura, yo soy parte de este ser humano, de alguna manera." Ese privilegio de conocer a mujeres y a hombres en distintas partes del continente que te inspiran, que te dan fuerzas a seguir, que te dicen no has hecho nada. Mira a ese hombre, a esa mujer, y mira cómo ha logrado hacer cosas hermosas en la vida y tú todavía ni has empezado a caminar, prácticamente.
Por ejemplo, a mí me pasó, cuando trabajé con parteras quichuas (en el norte de Ecuador), que si yo hubiese conocido a esas parteras antes de mi viaje a Nicaragua a trabajar como médica, hubiera hecho los cien partos que hice, mil veces mejor. Porque esas mujeres me enseñaron a estar tranquila, que es una cosa fisiológica, que el cordón umbilical, que la dilatación, que todo es una cosa tan natural. Aprendí tanto con estas parteras que dije, qué lástima no haber tenido este conocimiento cuando lo utilizaba. Otro maestro, también quechua, que dice que él no es maestro porque él no amaestra a nadie. Es un guía, un formador indígena. ¿Sabes qué es lo único que le exige a sus alumnos para entrar a la escuelita? Que no tengan ni televisor, en la casa, ni computadora, porque él quiere que los niños aprendan primero sus raíces culturales. Pero ¿qué hacen los padres? Cuando el niño viene de la escuela lo pone frente al televisor o a jugar en la computadora y ellos se ponen a hacer algo. Por lo que el niño deja de hablar con sus padres, dejan de conversar. Los niños no saben quiénes eran sus abuelos o sus tatarabuelos, de dónde vinieron, qué hicieron, cómo se conocieron o cómo se amaron y de dónde salió él. Entonces, eso, ellos si lo tienen muy bien trabajado, y estos niños conocen la tierra, conocen las plantas medicinales en primera instancia. Después – cuando sienten el deseo– aprenden a leer y a escribir. Pero sólo cuando sienten el deseo, no por una presión de que a los cinco tienen que aprender tal letra, o a los seis. Este maestro me enseñó que yo había cometido errores con mi hija mayor, por ejemplo. Porque en Cuba la niña a los seis años tenía que aprender a decir ciertas cosas. Yo le decía: "mira, yo soy la M (la M no suena), tu hermana es la A, ¿Cómo suena Fannie? Y ella decía: "ME". Paramos hasta en el psiquiatra, te digo sinceramente. Porque todo el mundo parece que parió a Einstein y resulta que quizás la niña tenía retraso mental. Llegué al psiquiatra, le hicimos todas las pruebas y el psiquiatra me dice: "la niña no tiene el problema, el problema lo tienes tú." Este maestro indígena me mostró dónde yo había cometido errores. Presionando a un niño, que es un ser humano, y que hay que respetarle sus necesidades. He aprendido mucho con los indígenas y los respeto y los admiro por la resistencia, por el valor de seguir siendo ellos mismos. Eso, para mí, tiene mucho valor como seres humanos y es una experiencia de vida extraordinaria.
* Entrevista realizada en el programa Mañana es hoy, de Radio Nacional, lunes a viernes, de 18 a 20 horas.
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