lunes, 30 de septiembre de 2013
En la batalla cultural, el empate es retroceso
Un poco estremecedor pensar que tanto la tragedia de Once como la de Castelar fueron más voluntarias que accidentales. Espeluznante que un motorman choque a propósito una formación repleta de pasajeros, que todo funcione bien menos la persona que maneja, que por mezquindad política algunos personajes siniestros planifiquen algo así. Que provoquen tanto dolor sólo para oponerse a un gobierno y que lleguen a ese extremo porque no encuentran argumentos. Hay que apurar los juicios correspondientes y llegar a los responsables porque un país no puede crecer con tanta oscuridad. Responsables y cómplices, que tratan de desviar el camino a la verdad, que confunden al ciudadano con las historietas de siempre. El primer choque, el de Once, se encuadró en la lógica de un Estado que abandona los servicios a la voracidad empresarial. Después de algo más de un año, el de Castelar parecía decir que, a pesar de los esfuerzos de gestión, nada podía corregir la ineficacia ferroviaria. Sin embargo, con las últimas pericias, la palabra sabotaje sugiere una lectura diferente, siniestra de ambos hechos.
Tan siniestro como Ceferino Reato haciendo cuentas sobre los desaparecidos desde las columnas de La Nación. Cínico, parte desde el dolor provocado por la última dictadura y termina hablando de plata. Porque eso es lo único que les importa a todos los que disparan estiércol desde los medios dominantes. Sólo quieren recuperar lo que antes manejaron a su antojo, no digamos desde el nacimiento de nuestro país, sino apenas un poquito después. Por plata desataron guerras, mataron inocentes, se aliaron con el imperio, dividieron en serio al país. Por plata pergeñaron asonadas, motines, asesinatos y golpes. Por plata mienten, engañan, conspiran, confunden. Siempre lo han hecho y lo quieren seguir haciendo. Un buen freno sería conveniente si queremos un país que, de verdad, sea para todos. Y no sólo un freno simbólico.
La ley de SCA es uno que todavía no pudo ver la luz plenamente. La protección judicial que desde hace casi cuatro años reciben ha logrado pisotear severamente la democracia. La sociedad merece una profunda autocrítica por parte de los jueces que han sido cómplices de semejante sabotaje institucional. Y no sólo con esto: la demora de los juicios por la apropiación de Papel Prensa con delitos de Lesa Humanidad también da rienda suelta a los propietarios de los medios más conspiradores. Pero no son los únicos exponentes del Poder Fáctico involucrados en crímenes atroces. Con una lentitud enloquecedora, avanzan las causas contra los empresarios que convirtieron listas negras en secuestros, torturas, asesinatos y desapariciones. Y Ceferino Reato quiere contar cuerpos y dinero en una laguna de sangre. No se puede ser tan servil. Un poco de pudor vendría bien, cuanto mucho.
Pero no lo tienen porque la ambición los desborda. Los números apenas favorables de las PASO aumentaron su perversidad y ya no tienen límites en los blancos que eligen. Todos los días demuestran su vileza. La ética no existe en su ideario: para reconquistar el escaso terreno perdido todo es válido. No sólo explotar la muerte para sembrar de miedo el escenario, sino también provocarla. Si son capaces de contratar a un kamikaze ferroviario también pueden armar bandas delictivas. Como ya no tienen fuerzas armadas a su servicio, necesitan inventarlas. Porque del caos sacan las ganancias. Con la ruina reproducen su fortuna. Con la miseria de la mayoría colman sus arcas. No es tan difícil de comprender.
Si para ellos todo está tan mal, es porque algunas cosas marchan bien, dicho esto con forzada modestia. Todo parece ser un desastre porque todavía tienen en sus manos la potencialidad de manejar los ánimos sociales. Con todos sus recursos, ocultan lo beneficioso y amplifican lo perjudicial. Se vanaglorian de una independencia que más parece indecencia. Abandonando todo principio, son capaces hasta de tergiversar la hora, si eso fuera lucrativo. Por ahora, han logrado inclinar las voluntades a su favor. El candidato impuesto desde la provincia de Buenos Aires está tan maquillado que logra ocultar su verdadero rostro y confundir a desprevenidos pobladores. Tan maquillado que todas las alimañas que se prenden de su cuerpo se presentan como inocentes y coloridas mariposas. Ansiosos por restaurar un pasado ominoso, más que un diputado parece que están ponderando a un monarca. Un candidato a diputado que ya actúa como si estuviese gobernando a todo el país. Y de la peor manera, vale aclarar.
Con todas sus tretas logran confundir hasta a los candidatos del kirchnerismo, que incorporan en su agenda asuntos que les son esquivos. Aunque la baja en la edad de imputabilidad pueda tener algunos resultados favorables, los menores inciden muy poco en los índices del delito. Quizá, al hacerlos enjuiciables dejarán de ser mano de obra de delincuentes organizados. Quizá, al reconocerles el derecho a una defensa pueda encontrarse a los verdaderos culpables. Y muchos otros ‘quizá’, pero la inseguridad no puede ser un tema de campaña. Más que una consigna, la seguridad debe ser una construcción. La inclusión en todas sus dimensiones posibles debe ser el camino para que los descarriados queden en evidencia.
Pero no está todo dicho. Como era de esperarse, el Gobierno Nacional está decidido a superar los números de las PASO. No sólo necesita tener una mayoría más cómoda en el Congreso para profundizar este proyecto de país, sino también lo merece. La ruta del dinero K se puede apreciar en las obras y emprendimientos que día a día se inauguran. Pero claro, si los medios con hegemonía en decadencia pero con inexplicable éxito para instalar candidatos se dedican a criticar las calzas de La Presidenta en vez de difundir el anuncio en sí, todo se dificulta. Sobre todo lo que se relaciona con la información que necesita un ciudadano para poder elegir. Parece mentira, pero las vetustas hipótesis sobre la manipulación mediática se verifican con la respuesta de gran parte del público a las operaciones que día a día presentan desde tapas, parlantes y pantallas. Para muchos, los discursos de CFK son insoportables, aunque nunca hayan escuchado uno completo: sólo los fragmentos malintencionados que se amplifican desde las usinas de estiércol. Hay que ser muy caído del catre para creer que todo está muy mal. Sin dudas, la batalla cultural todavía está en curso. Si en 2011 parecía ganada, por ahora hay un dudoso empate con amenaza de derrota. Sería sano considerar todo lo que perderíamos si se transforma en realidad.
Publicado por Gustavo Rosa en 14:20
Apuntes discontinuos
Pinceladas del presente para bosquejar el futuro
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