domingo, 29 de septiembre de 2013
Memoria, verdad y Justicia por mis compañeros desaparecidos y asesinados ISMAEL SALAME
Memoria, verdad y Justicia por mis compañeros desaparecidos y asesinados
ISMAEL SALAME, secretario de Regional V de la Juventud Peronista (Salta, Tucumán, Jujuy), desde 1975 integrante del Secretariado Nacional de Montoneros, acribillado el 29/9/76, siendo responsable de las relaciones con las Juventudes Políticas.
“Turco” querido, perdona que repita el apodo que se pegó a tu figura para siempre, y que en aquellas tardes de la calle Agüero, charlábamos acerca de lo absurdo, y hasta cruel, que nuestro abuelos y sus descendientes hayan sido “rebautizados” con la nacionalidad de los invasores, los ocupantes de su Siria natal, donde exterminaron a sangre y fuego a nuestras familias, toda en mi caso, cuando no pudieron huir.
¿Sabés? Hay momentos como éste, en que recuerdo tu sonrisa amplia, tus carcajadas, o tal vez esa mirada firme que cerraba senderos de diálogo que sabias no podías transitar. Momentos en que te imagino maduro y reflexivo, a veces chicanero y preguntón. Instantes en que recuerdo que, entonces, teníamos varios años menos de todos los que pasaron desde que te abatieron e
Allí, donde Vicky Walsh, gritó a la jauría armada, esa que escondía su miedo tras una abrumadora superioridad en número (150 efectivos frente a cinco combatientes) y poder de fuego. Les gritó --en medio de los lanzagranadas y miles de municiones con que destruyeron la casa-- sin duda pensando en los miles de compañeros secuestrados, torturados, martirizados hasta la muerte: “Ustedes no nos matan, nosotros elegimos morir”.
No era parte de un “culto a la muerte” como dicen algunos que no habían nacido y jamás podrán sentir lo que se sentía luego de la “primavera camporista”, el gobierno del mismo Perón que acompañaste de vuelta en el avión desde Madrid, la funesta gestión de Isabel, López Rega y la Triple A.
No, no era un culto a la muerte. Fue la reivindicación victoriosa de la vida sobre la muerte que ELLOS, no ustedes, representaban.
No quiero, pero necesito, o debo, no lo sabría decir con claridad, recordar ese final, que alguien describió con estas palabras: “… el 29 de septiembre de 1976, ya con el golpe oligárquico militar en marcha para imponer un Estado terrorista y genocida, se realiza una reunión de militantes montoneros quienes sufren una emboscada: ese día mueren en el enfrentamiento que se conoce como el Combate de la Calle Corro, los compañeros Ismael Salame, José Carlos Coronel, Eduardo Beltrán, Victoria Walsh y Alberto Molina. Días después, en el frente de la casa aún humeante del combate, un grupo de milicianos pintó: "Aquí murieron cinco héroes montoneros".
¿Qué milagro en esos días tempestuosos, terribles e irrepetibles hizo que pudiéramos saltar las diferencias y abrazarnos como amigos? ¿Qué éramos “paisanos”?, ¿El casi idéntico tono de piel?, ¿La sintonía fina para captar/nos las ironías? ¿Aquellas interminables jornadas en las que charlábamos, o discutíamos, acerca del rumbo que debía tomar el movimiento de las Juventudes Políticas Argentinas? Tal vez un poco de todo, y de algo indefinible que simplemente sucede.
No me lo pregunto porque sí. Es que precisamente recuerdo un encuentro en una casa “blindada” de la Fede, poco antes de tu caída en combate, cuando nos despedimos con un abrazo, fuerte, casi premonitorio.
Ya no tenías tu clásico bigote, ni la sonrisa fácil. Sin embargo acababas de rechazar la oferta de la dirección de la Fede para sacarte esa misma noche, sin moverte de la casa fortificada en la estábamos, rumbo a Cuba, pues nuestra información decía que tu situación era insostenible. No podías, dijiste, y diste una explicación que guardo para recordártela cuando nos reencontremos, donde sea que ocurra.
Acaso entonces algunas preguntas tendrán su respuesta, y te podré contar que en medio de secuestros y asesinatos de mis propios camaradas, un 29 de septiembre, en la oficina de Prensa Latina en Buenos Aires, cuando escribía el despacho con la versión de la Télam dictatorial a la vista, sentí que ese momento, contigo mi amigo, moría una parte irreemplazable de mi corazón.
Una Olivetti, Lexicon 80, es testigo fiel.
Tu compañero entonces, ahora y hasta que nos encontremos
Alberto Nadra
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