lunes, 30 de septiembre de 2013
La violencia en los barrios pobres
Primera parte de la entrevista con el sociólogo Javier Auyero, coautor junto a María Fernanda Berti del libro "La violencia en los márgenes". En el trabajo investigan lo que ocurre en un barrio de la periferia del Gran Buenos Aires. Apuntes para reflexionar sobre la inseguridad.
Por Enrique de la Calle
Agencia Paco Urondo: La primera pregunta tiene que ver con el objetivo del libro, ¿Qué aspectos de la realidad quisieron trabajar?
Javier Auyero: Nosotros empezamos la investigación en la zona que en el libro llamamos Arquitecto Rucci con una idea muy distinta a lo que terminó siendo el libro. Es un libro que intenta describir y en parte explicar la forma que adquiere la violencia en una zona periférica. El origen de la investigación fue un intento de replicar el estudio que yo había hecho en Villa Inflamable que fue publicado hace unos años sobre el sufrimiento ambiental, sobre gente que está viviendo en lugares contaminados. Y lo queríamos hacer en una zona donde no fuera tan evidente el foco de contaminación como sí lo es en Dock Sud. Pero a poco de empezar la investigación el tema de los distintos tipos de violencia que afectaban a la población, a mí y a mi coautora (Fernanda Berti) nos empezó a llamar mucho la atención. A mí en particular porque es una zona que conozco hace más de dos décadas.
APU: Militabas ahí de joven.
JA: Yo militaba en Humanismo y Liberación en los años ‘84, ‘85, ‘86. Hacíamos lo que hacían muchos militantes en la época del primer gobierno democrático que era mucho trabajo barrial, apoyo escolar. Mi papá (Carlos Auyero) había sido diputado nacional y había redactado un proyecto de regularización dominial de esa zona con la cual la gente se hacía propietaria de la tierra que había ocupado en su momento. Me sorprendió mucho varias cuestiones que relatamos en el libro, pero particularmente el tema de la frecuencia con que emergían los relatos de violencia doméstica, violencia sexual o, con mucha mayor frecuencia, violencia criminal.
APU: Si compara lo que vieron ustedes ahora y lo que recuerda de su paso anterior por el barrio como militante. ¿Nota cambios radicales? ¿Cuál es el tamaño de las transformaciones que se dieron?
JA: Hace una semana estaba leyendo (gracias a un investigador que está trabajando en la zona) un documento que redactaron las organizaciones sociales en el año ’82, es un documento tipeado a máquina. En él describen los principales problemas y las principales demandas que estas organizaciones sociales, en esta zona periférica de Lomas de Zamora, tenían en el año ’82. Eran básicamente lo que se llaman necesidades infraestructurales: falta de luz, pavimento, agua, en un contexto de lenta reestructuración organizativa de los sectores populares. El tema de la violencia, más allá del contexto altamente represivo de la dictadura, no estamos hablando de la violencia estatal, el tema de la violencia interpersonal no aparece. Mucho menos aparece el tema de la prisionización de la población. Esos dos: el tema del crecimiento de la violencia interpersonal y el tema de la prisionización, son los dos temas que a mí me parecen que indican un cambio fundamental en esta zona.
APU: Uno de los problemas que aparecen en el libro, es el quiebre en las relaciones de solidaridad que solían caracterizar a los barrios pareciera. ¿Esas relaciones se están quebrando a partir de esta violencia interpersonal?
JA: Es un argumento complicado. En realidad uno puede decir que la violencia ocasiona rotura en las relaciones de solidaridad o también puede decir que justamente es el resquebrajamiento de las relaciones de solidaridad lo que ocasiona la mayor violencia interpersonal. En un barrio tan afectado por la violencia no desaparecen esas relaciones de solidaridad, lo que si hay es una reestructuración: hay familias o vecinos que se mandan mensajes de textos entre ellos para huir de algún chico que está drogado o está perdido, entonces se establecen ciertas relaciones para el cuidado mutuo, se establecen relaciones para acompañarse al colectivo o salir juntos a bailar, por ejemplo.
APU: No hay quiebre sino que hay una reestructuración de esas redes sociales de solidaridad.
JA: Sí. Lo que esto está diciendo es que se reconfiguran ciertos lazos. Uno está acostumbrado a que la violencia destruya todo, y en realidad la vida social sigue y se reestructura de otra manera, y hay una ética del cuidado que tiene que ver con una ética en el sentido de hacer lo correcto, de hacer lo que uno cree que es correcto. Encerrar a un chico en la habitación para que no salga hasta cenar para que todos coman a la misma hora o hasta pegarle al chico o encadenarlo a la cama para que no salga a fumar. Digo, la ética puede ser una ética que incluya una práctica violenta pero en cualquier caso muchas de las éticas o rutinas y prácticas establecen relaciones con otros. Entonces, para contestarte empíricamente no creo que haya una relación univoca entre violencia y menor red de solidaridad, sino que por el contrario se intenta establecer otras redes. Es cierto que la gente se aísla, se encierra pero también tiene que salir porque necesariamente tiene que salir a trabajar, tiene que salir a divertirse, tiene que salir a socializar, y en esa salida se establecen otras relaciones.
APU: En el barrio que describen: ¿cuál era el rol, si es que hay alguno, de las organizaciones militantes o las político-partidarias (pienso en el Partido Justicialista, por caso)?
JA: Además del rol que uno podría decir ya tradicional de las redes que vinculan al Estado vías partido con los centros populares, lo que yo llame en algún libro, “las redes de resolución de problemas”. En el caso que nosotros vimos hay un involucramiento de ciertos sectores asociados al kirchnerismo (Movimiento Evita, por ejemplo) en tratar de lidiar, de organizar de manera todavía muy elemental, si se quiere, de organizarse en relación a temas de seguridad. He estado en reuniones organizadas por sectores del Justicialismo que intentaban reunir a los vecinos para ver qué se hacía en relación a la creciente tasa de homicidios o al creciente tema de la droga o la vinculación de la policía con algunos crímenes del barrio. Para contestarte brevemente, ciertos sectores del justicialismo no son indiferentes a estos temas.
APU: ¿Y la gente del barrio es receptiva a ese trabajo militante, territorial?
JA: Diría sí y no, porque en un lugar en el que habitan 160 mil personas, en la reunión había cuarenta personas. Ahora, la sala estaba llena y la gente participaba y están las Madres contra el Paco. No nos olvidemos que es un contexto no solo de mucha violencia sino de mucho temor porque parte de lo que está generando la violencia es la propia policía local. Entonces uno tiene mucho temor de que después lo vengan a involucrar a uno. Después participé en una marcha y había doscientas personas, es difícil decirte si eso es significativo; de hecho es significativo para la gente que participa, de eso no tengo ninguna duda.
APU: Uno de los conceptos fuertes del libro es el de la violencia como cadena. ¿Podría resumirlo?
JA: En los Estado Unidos se suele pensar que la violencia, o sea la perpetración de un daño físico, cuando ocurre en el contexto del hogar se la llama violencia doméstica. Cuando ocurre de un hombre a una mujer en la esfera pública o en la calle la podemos llamar violencia sexual, cuando ocurre entre un tipo que intenta robar a alguien se la llama violencia criminal y cuando ocurre entre transas se la llama violencia vinculada a las drogas. Lo que nosotros vimos, en los testimonios, en las entrevistas, en los episodios que pudimos reconstruir, es que en realidad, estas formas de violencia no pueden pensarse de manera separada, están vinculadas unas con otras. Un chico que vende drogas le deja de pagar al transa y entonces el transa lo va a visitar a la casa y no solo lo amenaza a él sino a la mamá y a la hermana; entonces el padrastro, o la mamá, por consecuencia de haber traído al transa o haber involucrado al transa en el hogar, después le pega al pibe y el pibe se agarra a trompadas con el hermano.
En realidad, es una cadena de violencia. Muchas de estas cadenas llegan, en algunos casos, hasta la policía; entonces, me parece que para comprender mejor el uso, el carácter y la forma de la violencia en esta periferia es mejor pensarlo como una cadena. La imagen de la cadena, por otra parte, es una imagen que utilizan los propios vecinos en un sentido distinto, pero que ven cómo las formas están vinculadas.
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