domingo, 30 de septiembre de 2012

UNA POESIA DEL ' 73

04 SEPTIEMBRE 2012

Anoche


Martín Rodríguez

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El siguiente texto pertenece a una publicación a propósito del homenaje a los detenidos-desaparecidos de la Escuela de Bellas Artes “Manuel Belgrano” realizado el viernes 17 de agosto último. El homenaje consistió en la colocación de unas placas por cada uno de ellos en la dirección donde funcionó la escuela, en Wenceslao Villafañe 1492, del barrio de Barracas. Se trata de las siguientes víctimas: Carlos Mayor, Celia López, Estela Oesterheld, Raúl “el Vasco” Martola, Ernesto “Conejo” Rivero, Cecilia Minervini, Edith Zeitlin e Hilda Adriana Fernández. El autor del texto aquí reproducido es un poeta, artista plástico y militante peronista que pasó aquellos años por las aulas de dicha Escuela. Ofreció para la publicación de homenaje el fragmento de un sueño anotado en un cuaderno en agosto de 1973. Durante las mutaciones violentas de aquella primavera. Lejos del tono elegíaco o épico de un tiempo recordado siempre con tanto ardor, aparecen en este texto el temor, la duda y la locura como puntas de un iceberg para comprender la experiencia de un tiempo tan fuerte como aquel. Un hombre frente a la máquina de su tiempo. Y el breve lugar donde asentar su convicción íntima: el temor que, también en este caso, era una proyección colectiva. ¿Eran felices? ¿Cavaban sus propias fosas? ¿Valía tanto la pena? ¿Había lugar para decir lo que se soñaba de noche y solo? Preguntas ante tal intensidad expresiva. Pasen y lean.
M.R.
Por Marcos Cesarsky
Anoche dormí mal. Me acosté pensando en las grandes dudas que me crea el camino que esta tomando el gobierno actual, el golpe del 13 de julio –es golpe, no es golpe- (…) Ezeiza, los compañeros muertos…
Pensaba también en mis dudas de estudiante, en mi carrera de estudiante de arte que a tres meses de recibirme, ya quedó tan atrás; tan atrás mi necesidad de creación individual, de expresarme para mí solo.
(…)
Con todo eso me acosté muy aplastado, muy metido adentro de la campana de vidrio, esa campana de vidrio que guarda los sándwiches en el mostrador de los boliches. Y yo me sentía un sándwich, una pastafrola, o cualquier otra cosa que está aislada de toda la gente que toma, fuma, charla, y se divierte.
Con todo eso me acosté, me dormí después de un buen rato de frío interior. A la mañana me desperté sobresaltado, fue una pesadilla terrible, un muchacho que creo que era yo, se disponía a hacer una pintada en un gran paredón blanco. Todo estaba bañado por una luz blanca. (…)
Empezaba a pintar, aparecían las primeras letras del aerosol, se oía una frenada, una ráfaga de ametralladora y la sangre del joven –mi sangre- se mezcla con las letras rojas.
El joven y yo caemos al piso, el coche se aleja y me despierto bañado en sudor frío.
Con todo eso me levanto, me lavo apenas la cara, no me afeito, me visto y me voy a la escuela a encontrarme con mis compañeros.
Llego, estoy solo, los demás todavía no llegaron. Me acerco a la escalera que da al primer piso, oigo unos ruidos que parecen voces humanas, gritos de bebé. Teóricamente el edificio está vacío, me aterro, me alejo y me acerco una y otra vez y no me animo a subir.
El miedo crece.
Recorro la escuela, de lado a lado, llego al patio, abro la puerta, y me río, comienzo a reírme como un loco, no puedo parar.
Descubro palomas, muchas palomas que se arrullan y hacen ruido de voces humanas, de llantos de niños.
Llegan mis compañeros, empezamos a hablar de las novedades. (…)
Empezamos a trabajar, queremos hacer una escuela para los chicos del barrio, trabajo todo el día, me siento bien.
Agosto de 1973

GB

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