jueves, 27 de septiembre de 2012

INSEGURIDAD Y NEOLIBERALISMO, OPINION

Las secuelas del neoliberalismo
Por Jorge Muracciole


El peronismo es recordado a lo largo de las últimas generaciones por la concreción de derechos económicos y sociales para los sectores más postergados de la sociedad y por la implementación de reivindicaciones de la clase obrera que dejaron marcas indelebles en la memoria histórica de sus descendientes. Las vidas de los trabajadores de overol y de los asalariados tuvieron un antes y un después con la universalización del aguinaldo y las vacaciones, y la efectivización de convenios colectivos por rama de actividad.

Las vidas de los trabajadores de overol y de los asalariados tuvieron un antes y un después con la universalización del aguinaldo y las vacaciones, y la efectivización de convenios colectivos por rama de actividad. Derechos que a partir de los años treinta fueron obteniéndose con el Frente Popular en Francia, en Inglaterra y con el New Deal en los Estados Unidos de Norteamérica en la administración Roosevelt; fenómeno que paulatinamente fue extendiéndose a otros países tanto de la órbita socialista como en occidente, incluso fueron implementados en la Alemania del Tercer Reich y la Italia de Mussolini.

Más allá del denominador común de esas medidas neokeynesianas, nuestro país ha sido un caso paradigmático de movilidad social ascendente. Hijos de trabajadores manuales venidos de los lugares más remotos se integraron a la educación pública y gratuita y sus descendientes pudieron acceder a los claustros universitarios como claro síntoma de ascenso social. Esta tendencia con distintos ritmos fue ininterrumpida hasta mediados de la década del '70, cuando los planes económicos ajustistas implementados a través del terrorismo de Estado de la dictadura cívico-militar de marzo del '76, inició un proceso de destrucción de la industria nacional y una apertura indiscriminada a los mercados externos. Estos planes impuestos a sangre y fuego, con el regreso del Estado de Derecho y la transición democrática no fueron alterados en su esencia. En esos 30 años de gobiernos civiles, a pesar de tímidos intentos en los inicios del gobierno de Raúl Alfonsín no sólo no cambiaron el rumbo económico, sino que con la llegada del caudillo riojano al sillón de Rivadavia el modelo neoliberal se profundizó, con el festival de privatizaciones y el creciente deterioro de las condiciones de existencia de los que viven de su trabajo. El desguace de la industria y los millones de desocupados fueron el principal síntoma de un proyecto de país para pocos. Así fue como Argentina, que fuera el paradigma latinoamericano de movilidad social ascendente, se convirtiera en tres décadas en el laboratorio de políticas neoliberales ajustistas, invirtiendo el proceso económico y social de medio siglo de desarrollo. Ese modelo de involución social implosionó con la Convertibilidad, con los acontecimientos de diciembre de 2001. Las consecuencias del festival neoliberal y sus secuelas sociales aún las pagan la sociedad argentina, con la destrucción del sistema ferroviario, la desinversión en décadas en la red de transporte, el vaciamiento de la educación pública en favor del negocio educativo de los privados y el abandono infraestructural y presupuestario que por décadas sufrió la red hospitalaria en favor del gran negocio de las prepagas, todos servicios fundamentales que el ideario neoliberal destruyó sistemáticamente desde el '76, entregándoselos al área privada, según dictaminaban las leyes de mercado, detrás de la consignas de achicar el Estado y privatizar las empresas estratégicas de la Nación. Muchos de los opositores políticos y mediáticos se olvidan que ellos jugaron un rol protagónico en la instalación del discurso privatista profundizado en los años noventa. Dispositivo comunicacional que permitió crear un consenso de las clases dominantes y sus empleados en el Congreso nacional, sumando el apoyo de las clases subalternas, en favor de la cruzada neoliberal.

A más de diez años de la debacle estrepitosa de la utopía neoliberal, los restauradores del libremercado, con su parafernalia mediática, pretenden enjuiciar al actual proyecto de desarrollo con inclusión en curso, culpándolo de todos los males del presente. Problemas que emergen como resultado de un proceso de décadas de políticas entreguistas contrarias a las necesidades de las mayorías. Ni la inseguridad delictiva, ni la obsolescencia del sistema ferroviario, ni la crisis en la red de subterráneos, ni el deterioro de los servicios hospitalarios son epifenómenos del presente, los mismos son consecuencia de la acumulación de políticas elitistas, ligadas a los grandes negociados privados que con la complicidad de los gobiernos de turno en décadas han socavado con desinversión los servicios esenciales para la comunidad.

La persistencia de la llamada inseguridad delictiva es la combinación de múltiples factores cuyas dimensiones determinantes hunden sus raíces en la connivencia de las policías bravas hijas del período dictatorial, con el negocio capitalista del narcotráfico, la trata de blancas y la prostitución. El crecimiento del negocio combinado con décadas de exclusión social generaron el caldo de cultivo de generaciones que, expulsadas del aparato productivo, fueron presa fácil de los capitalistas del delito, que construyeron extensas redes que hoy con su accionar terminan siendo funcionales a las soluciones mágicas, vehiculizadas por los medios de comunicación hegemónicos, impulsando salidas autoritarias partidarias de la mano dura y la estigmatización de los jóvenes de las barriadas más vulnerables.

La bomba de tiempo de la inseguridad delictiva tiene una larga mecha encendida, por la marginación social ejecutada por un modelo que durante décadas tomó a grandes contingentes sociales, hijos y nietos de desocupados estructurales como material descartable. Priorizando sus multimillonarios negociados, que hipotecaron el futuro de los más vulnerables de la sociedad.
La movilidad social descendente que generaron los partidarios e ideólogos de la sociedad dual, profetas del neoliberalismo, es lo que se ha propuesto revertir no sin grandes obstáculos el proyecto de país que desde el 25 de mayo de 2003 ejerce el inalienable mandato del voto mayoritario de nuestra sociedad.

24/09/12 Tiempo Argentino

GB

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