El pueblo es un efecto temporal contingente, de apertura y cierre, que inscribe políticamente la falta, realizando la construcción de la vacuidad como voluntad popular.
En la madrugada del 17 de octubre de 1945 se produjo un despertar causado por una falta: el líder de los humildes, Juan Domingo Perón, había sido encarcelado. Trabajadores de diferentes gremios provenientes de La Boca, Barracas, Parque Patricios, de los barrios populares del oeste de la Capital Federal y de las zonas industriales aledañas, se movilizaron dirigiéndose al centro de la ciudad. La acción estaba apenas coordinada por dirigentes gremiales, pues la principal fuerza provenía de las columnas mismas, que mientras marchaban incrementaban su número. Ante la fuerza numérica de la masa, la derecha antidemocrática no tuvo más remedio que negociar la libertad de Perón, quien desde el balcón realizó una declaración que, a la sazón, sería una impronta de lo más significativa, y que tuvo valor performativo fundando el pueblo:
"Esto es pueblo. Esto es el pueblo sufriente que representa el dolor de la tierra madre, que hemos de reivindicar. Es el pueblo de la Patria. Es el mismo pueblo que ha de ser inmortal, porque no habrá perfidia ni maldad humana que pueda estremecer a este pueblo, grandioso en sentimiento y en número".
El 17 de octubre, nominado como día de la lealtad, se recuerda el acontecimiento que marcó el surgimiento del pueblo argentino. Un nuevo agente desde aquel 1945 cobraba centralidad, causando inéditos afectos políticos como el amor, antiguas pasiones redobladas de odio y la fidelidad a la causa como efecto indeleble de aquel acontecimiento.
El golpe asesino del 76 y el triunfo de la cultura neoliberal produjeron años caracterizados por el cierre y la latencia del pueblo, hasta que Néstor y Cristina movilizaron la memoria devolviendo la confianza en la política como herramienta de emancipación.
Ni los coaches del gobierno macrista, Durán Barba (El arte de ganar), Cambridge Analytica, los big data, ni toda la parafernalia de la inteligencia artificial incluyeron en sus cálculos la recuperación de la política que dejaron los 12 años de experiencia kirchnerista. El pueblo que nunca es sin militancia y la jugada maestra de Cristina --la fórmula de la unidad--, produjeron la falla del plan de eternización neoliberal.
La derecha, con su crónico horror al pueblo y su temor a perder alguno de sus muchos privilegios, continúa liderando la oposición con la modalidad de realizar operaciones desestabilizadoras. Ni siquiera la detiene una subjetividad atravesada por la enfermedad, la muerte y la angustia en plena pandemia.
Los militantes de la vida, desde una ética antineoliberal atravesada por Eros, que afirma el cuidado como la base de lo común, quieren demostrar fuerzas y apoyar al presidente Alberto Fernández.
El 17 de octubre, manteniendo el distanciamiento social, articulando una fuerza en que la libertad no se basa en el individualismo sino en los lazos compañeros, se llevará a cabo una invención: una experiencia virtual de pueblo y democracia participativa. Se pondrá en marcha una distopía superior a las imaginadas por Netflix cuando el pueblo virtual, causado por un deseo de movilización y afectos políticos como la alegría y el entusiasmo, haga estallar las redes sociales a lo largo y a lo ancho de nuestro país.
El pueblo es una sublimación colectiva realizada por la militancia, una fuerza que articula el cuerpo, la inteligencia y un entusiasmo palpitante capaz de hacer con lo que no hay.
Los neoliberales no entienden al pueblo ni a la militancia, no entienden la sensibilidad anticapitalista que se rebela contra el circuito de la mercancía, que permite gozar de la vacuidad por amor a lo común. Una falta capaz de atraer, conmover y causar el deseo de involucrase en proyectos políticos.
Nora Merlin es psicoanalista. Magister en Ciencias Políticas.
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