jueves, 12 de septiembre de 2013

Publicado por belona glamour

viernes, 9 de septiembre de 2011 Crónicas perversas “Ese objeto cultural que llamamos actualidad –tal como la presenta, por ejemplo, el noticiero de un canal de televisión un día cualquiera- tiene el mismo status que un automóvil: es un producto, un objeto fabricado que sale de esa fábrica que es un medio informativo. Los medios no copian nada (más o menos bien o más o menos mal): producen realidad social” (Verón: 1987) Hablando del lenguaje, el filósofo austríaco Ludwig Wittgenstein afirmaba: “No preguntes por el significado, pregunta por el uso”. Esta idea pone en evidencia que el lenguaje no es un hecho privado sino que se construye siempre en una relación social. Las palabras cobran vida cuando se usan, no son neutras ni “personales”, sino que están libradas a las leyes de un juego que se compone con los otros. Ninguna palabra, ningún discurso, ningún género, por “objetivo” que se considere a sí mismo, escapa a esta ley. Todos sabemos que cuando usamos las palabras las seleccionamos, decidimos si decir o no esto o aquello, pensamos cuál será la forma más apropiada de expresarnos…aunque no siempre la encontremos. Y ese esfuerzo está siempre en relación con los otros, con las personas a las que queremos influir, con las que dialogamos. Así, todas las palabras, todas las frases, todos los modos de expresarnos son subjetivos. Cada vez que elegimos una palabra hacemos un juicio, evaluamos, condenamos, analizamos, valoramos, descalificamos…nos posicionamos frente al mundo. Sin embargo este evidente “juego” social propio del lenguaje, del que largamente hablaron filósofos, lingüistas, sociólogos, psicólogos –etc.- parece desaparecer de la vista de todos cuando es el periodismo quien toma la palabra. Una lectura crítica de los medios requiere abandonar la suposición de que la prensa “es objetiva”, es decir, que “reproduce” fielmente los acontecimientos. Lejos de ello, existen innumerables razones para creer todo lo contrario: cada vez que un acontecimiento es presentado en los diarios, la TV, en la radio, lo que estamos viendo es una interpretación, una construcción de los hechos. Resulta frecuentemente más fácil asumir que un cuento, una novela, una película “construyen la realidad” de la cual hablan, que esta construcción sea inherente a una noticia periodística. Pero existen razones para afirmar que la “ilusión de verdad” de los medios debería ponerse en cuestionamiento y asumir lisa y llanamente que cada palabra, cada frase, cada imagen, cada omisión, cada modo de diagramar las secciones y de construir el espacio, cada noticia que se presenta en ellos es puramente intencional: constituye una opinión política y una toma de posición ideológica más o menos explícita. Esas razones saltan a la vista en el mundo actual y constituyen un fenómeno definitivamente llamativo: desde las columnas de opinión donde los periodistas u otros personajes públicos expresan abiertamente sus opiniones, hasta los “golpes mediáticos” definen el rumbo de las sociedades, sostienen o confrontan gobiernos, forman ideológicamente, constituyéndose como innegables grupos de poder. Para muchos estas afirmaciones pueden resultar reveladoras o discutibles, a pesar de que existe desde hace centenares de años una vasta cantidad de literatura que las sostiene y analiza desde diversas perspectivas: lingüística, semiológica, sociológica, filosófica e incluso periodística.[1] Pero para otros el hecho de que la prensa es ideológica, política, intencional, y muchas veces tendenciosa y manipuladora es una obviedad. Como todos saben en Argentina, el diario Clarín tiene una tendencia indisimulada a boicotear al gobierno de Cristina Kirchner, sea cual fuere la idea o tema que se discuta. El otro diario que está a la cabeza de esta cruzada es La Nación. Estos son los dos frentes monopólicos que se resisten a renunciar a los privilegios monopólicos de los que habían gozado hasta la sanción de la Ley de Medios. Sabemos que, como señala Umberto Eco,”la comunicación se ha transformado en industria pesada”[2] y por lo tanto, no es la “calidad” ni la “veracidad” de la información lo que las corporaciones oligopólicas de la información privilegian, son sus propios intereses. Así, la pretendida “objetividad” y “neutralidad” de la que tanto alardea el “el gran diario argentino”, ha dado abiertamente paso a la manipulación de la información, a la falta de seriedad en el tratamiento de las fuentes, a la tergiversación y a un malintencionado uso de la palabra pública que pone cada día en evidencia una visión irrespetuosa e irresponsable tanto de la política como de su propio público lector. En el marco de un gobierno democrático como lo es el de Cristina K., no caben dudas de que los intereses encontrados son concebidos como parte del debate cotidiano que debe sostener toda política para dar lugar a la representación la diversidad de puntos de vista, objetivos, ideas e intereses. Sin embargo, esta necesaria expresión de las tensiones entre grupos divergentes (propia de la vida democrática) debe ser cuidadosamente tratada y discutida institucionalmente para que siga siendo verdaderamente participativa y representativa de los intereses de los ciudadanos y no de las corporaciones. Esto es algo que Clarín y La Nación no parecen haber comprendido. [1] Consultar referencias bibliográficas al final del texto [2] Eco, Umberto, “Para una guerrilla semiológica”, La estrategia de la ilusión, Barcelona, Lumen, 1988.

No hay comentarios:

Publicar un comentario