viernes, 6 de septiembre de 2013

NORBERTO GALASSO Y LAS PASO PRIMERA PARTE.

Norberto Galasso JUEVES 05 DE SEPTIEMBRE DE 2013 16:16 Para efectuar un balance necesitamos establecer cuál es el objeto de análisis y desde donde se efectúa. Por ello es necesario partir de la condición semicolonial de la Argentina y su carácter de país que proviene de la disgregación de la Patria Grande Latinoamericana. http://segundocentenario.org.ar/blog/wp-content/uploads/2012/07/galasso.jpg La condición semicolonial de un país, como en este caso, resulta de presentar símbolos de soberanía, pero no serlo realmente por motivos diversos: extranjerización del aparato productivo, deuda externa, colonización mental de gran parte de sus habitantes, saqueo de sus riquezas, entre otros. Esta sumisión genera la reacción a través de movimientos nacionales que procuran quebrarla. Estos movimientos nacionales, constituidos por las víctimas del vasallaje, enfrentan a una oligarquía nativa, muy poderosa, asociada a intereses antinacionales. Por ese motivo, resulta crucial, en toda elección, conocer qué partidos o grupos expresan a los intereses de dominación externa y cuál y cómo se compone el movimiento nacional que lo enfrenta. En nuestra historia, los caudillos federales del interior y el P.A.N. en cierto momento fueron en el siglo XIX la expresión de esa reacción nacional. En el siglo XX, el radicalismo irigoyenista expresó la reacción de los sectores desheredados del interior del país y de las clases medias del litoral, con una concepción nacionalista agropecuaria que, siendo hija del modelo agroexportador montado por Gran Bretaña, no llegaba a constituir un auténtico antiimperialismo. Luego, el Peronismo nacido en 1945 vació al radicalismo ya en declinación y se presentó como un movimiento nacional sustentado por los trabajadores, los sectores más populares de la clase media y cierto apoyo débil e inestable de sectores empresariales nacionales, en alianza con sectores nacionales del Ejército. A partir de allí, el peronismo, como movimiento policlasista, ha ofrecido diversas versiones, según los sectores del movimiento que han logrado hegemonizarlo: el peronismo de la resistencia, después del 55, sustentado mayoritariamente en los trabajadores; el peronismo de los setenta que reclama la vuelta de Perón, que resulta de una alianza inestable y muy contradictoria entre camadas juveniles de clase media popular, con ímpetus revolucionarios y los sindicatos que resistían o conciliaban, en algunos casos, para subsistir a la proscripción; el peronismo posterior al fallecimiento de Perón, cuando se agudizadaron esas disidencias, el cual mostró un rostro liberal en economía con una derecha lopezrreguista que enfrentó a la juventud y a ciertos sectores de una dudosa burguesía nacional, hasta su caída en 1976; el peronismo reaparecido posteriormente mostró una identidad confusa -que lo llevó a la derrota electoral del 83- y peor aún, más tarde (entre 1989 y 2003) copado por el sector empresarial que se ha asociado al capital extranjero, quedando reducido, en los sectores populares, a solo un sentimiento afectivo que permitía suponer su desaparición como protagonista político. Sin embargo, en el 2003, desde el peronismo aparece una nueva expresión del movimiento nacional que podría discutirse si es un nuevo movimiento -el kirchnerismo, con entidad propia- o una nueva versión del peronismo. En este caso, que es el que nos interesa, reinicia un proceso de liberación nacional con una base social integrada por trabajadores y movimientos sociales de desocupados aliados a sectores de clase media de posiciones progresistas (en especial, democráticos, defensa de los Derechos Humanos, etc.) así como a restos del viejo peronismo histórico. Este peronismo kirchnerista asume una política nacional en cuestiones claves como independencia del FMI, disminución de la deuda externa, baja de la pobreza y de la desocupación, reactivación del mercado interno, recupero de conquistas laborales, avances previsionales, recuperación de algunas empresas que habían sido privatizadas, y una política latinoamericanista (rechazo al ALCA, Unasur , etc.) Sin embargo, en su segundo período de gobierno, se evidencia, con el gobierno de Cristina, una cada vez mayor tendencia a suponer que su base de sustentación se encuentra especialmente en el movimiento juvenil y que no puede ya decirse, como lo fue antes, que la clase trabajadora es la columna vertebral del movimiento. En este sentido, las listas del Frente para la Victoria para las PASO se caracterizan –no por el 25% o el 33% que Perón otorgaba a los sindicatos, sino por una escasísima presencia, casi nula, de representantes de los trabajadores. Asimismo, el sector más movilizado es el de la juventud de la clase media popular. Hemos ido a las PASO con el movimiento obrero dividido en cinco organizaciones obreras, con sindicalistas en las listas de Partidos de derecha como el Renovador (Massa) y la agrupación de Narváez. Asimismo, hemos llegado a las PASO con una campaña virulenta por parte de la oposición, especialmente de carácter mediático, aprovechando que en este tipo de elecciones de medio término –como ya se vió en el 2009- el electorado tiende a dispersarse, manifestándose en función de matices ideológicos, o de personajes mediáticos y no se polariza como en las elecciones presidenciales. (En 2011, Cristina obtuvo el 54%). En estas condiciones, consideramos que el Frente para la Victoria debió rondar, en las PASO, por lo menos el 30% que es el núcleo duro de su apoyatura. No fue así, sin embargo, alcanzando sólo el 26%. Podemos argüir que el candidato del Frente se lanzó tardíamente y que alguna parte del electorado creyó votar peronismo al apoyar a Massa quien había sido jefe de gabinete del gobierno de Cristina, pero igualmente no podemos contentarnos con la derrota en municipios tradicionalmente peronistas del Gran Buenos Aires, especialmente porque la misma Cristina y el gobernador Scioli apuntalaron con fuerza al candidato oficialista en los últimos tramos de la campaña. La oposición, a través de su fuerza mediática, logró hacer girar la campaña principalmente sobre cuestiones que son sumamente sensibles al electorado: la inseguridad, la inflación y la corrupción, responsabilizando de ellas al gobierno. Argumentos sobran para contrarrestar esas imputaciones pero o no fueron suficientemente esgrimidos o lo fueron con poca contundencia: una sociedad que hasta hace muy poco tiempo mantenía altísimos niveles de desocupación y de trabajo en negro, así como altos niveles de pobreza, no puede evitar cierto grado de inseguridad por más que hayan bajado ostensiblemente los índices en estas cuestiones. Por otro lado, la violencia y la inseguridad, ligados a la marginalidad, se dan en casi todos los países. La inflación, por su parte, proviene no de la emisión monetaria sino de la estructura económica creada por los gobiernos anteriores y caracterizada por un alto grado de monopolización u oligopolización en el sector empresario Son las grandes y aún las medianas empresas las que al encontrarse con una creciente demanda de sus productos -debido a la reactivación del mercado interno- prefrieren, en vez de aumentar la producción, vender lo mismo en cantidad pero a precios más altos. La responsabilidad es de los formadores de precios y sólo es posible remediarlo indagando en sus costos, medida para la cual se necesita audacia y una correlación de fuerzas entre el gobierno y los capitalistas que lo haga posible. La corrupción, a su vez, integra la naturaleza del capitalismo y aparece en todos los países. Si alguien pone su voto contra el gobierno por algún hecho de corrupción se equivoca. Debe ir contra el capital concentrado y proponer entonces el reemplazo del capitalismo por otro sistema donde prepondere la solidaridad y no el “soy porque tengo” propio del sistema en que vivimos. Son diversos los factores, pues, que han provocado la notoria disminución del caudal electoral del gobierno, aunque ello, por supuesto, no exime a éste de autocríticas. Y aquí viene la segunda parte: ¿desde dónde analizamos los hechos ocurridos? Componentes consecuentes del campo nacional, nuestro objetivo no es la constitución de un posible y dudoso capitalismo nacional, sino como se planteó siempre desde la Izquierda nacional como objetivo estratégico, como también lo voceó la Jotapé del 70, como asimismo lo sostuvo el propio Perón en 1968 cuando dijo que el capitalismo estaba perimido y la cuestión era ir en camino de un socialismo dogmático (como el ruso) o en cambio, de un socialismo nacional y latinoamericano, como también la izquierda peronista (Cooke y Hernández Arregui, por ejemplo). La Liberación Nacional por la que luchamos va en camino del Socialismo Nacional, resolviendo así, no sólo la cuestión nacional sino también la cuestión social. Desde esta perspectiva, juzgamos que así como la clase trabajadora fue la columna vertebral del peronismo histórico lo debe seguir siendo para, en la lucha misma, como objetivo estratégico, alcanzar las condiciones para convertirse en la cabeza política del frente nacional que integren todos los demás sectores sociales víctimas de la opresión nacional y de la explotación social. De ahí que aún colocando todas nuestras fuerzas para que el Frente para la Victoria prosiga adelante y profundice su modelo sin dar ni la más pequeña posibilidad para esa oposición que quiere atrasar de nuevo el reloj de la historia, consideremos, con vistas al futuro, que la actual débil presencia de los trabajadores resulta muy preocupante, especialmente cuando en barriadas tradicionalmente del peronismo histórico se ha reducido el caudal electoral del Frente para la Victoria, que no debió bajar de manera alguna, del 30 ó 32 % y sólo llegó al 26% en el total general. Es preciso, pues, redoblar los esfuerzos militantes, profundizar la autocrítica y reconstruir el Frente para mejorar notablemente los resultados en octubre y estar entonces, en condiciones de legítima gobernabilidad en los dos años siguientes, para continuar profundizando las transformaciones a partir del 2015. Intereses expresados por la oposición Esto lo sabe el enemigo. Lo supo la Mesa de Enlace Agropecuaria cuando logró arrastrar detrás suyo a la Federación Agraria quebrando su vieja tradición y colocar a su servicio a amplios sectores de clase media inclusive algunos enarbolando insólitamente banderas rojas cuando fue la disputa por la Repsol. 125. Grondona y Biolcati fueron claros en aquel diálogo inolvidable creyendo que a poco tiempo del 2009 llevarían al poder a un traidor, pero el kirchnerismo reaccionó y golpeó con sucesivas medidas que desbarataron la maniobra y los derrotó ampliamente en el 2011 (con nueve puntos más que en el 2007) dejando al segundo candidato a una distancia enorme de casi 40 puntos). Todos sabemos que se avanzó en lo económico, en los derechos sociales, en los pasos hacia la unidad latinoamericana y se luchó por la desmonopolización de los medios de comunicación, etc. “El modelo” empezó a resultar demasiado molesto para una parte de la sociedad que veía con pavor estos avances mientras el neoliberalismo conducía a Europa y a Estados Unidos a una fuerte crisis. De allí que el frente antikirchnerista se jugara entero por incrementar su fuerza y disputar el poder, antes de que fuese demasiado tarde. La Sociedad Rural estrechó filas junto a las grandes corporaciones multinacionales y mediáticas y con los sectores más conservadores de la Justicia. Además, sus más conocidos políticos se convirtieron en asiduos visitantes de la embajada de Estados Unidos. Desde el frente reaccionario brotó una campaña virulenta imputando al gobierno todos los males. Ese frente económico social encontró –como lo dijo la Presidente- sus representantes en una dirigencia política de izquierda a derecha que solo supo oponerse a cuanto proyecto manifestase el gobierno. Es el neoliberalismo que quiere volver. Disfrazado de Capriles, el señor Massa ya habla de rescatar el sistema jubilatorio privado y de recurrir al mercado de capitales mundial. Nos cabe la responsabilidad de no dar un paso atrás y eso solo se logra dando pasos hacia adelante, porque quedarse en lo que estamos ya no basta. Quien recuperó algunas conquistas, como el caso de los trabajadores que pasaron del 24% de desocupación al 7,5% ahora exigen aún más y reclaman el trabajo en blanco para los compañeros que trabajan en negro sin protección social alguna. En este sentido, las dos primeras medidas adoptadas por la Presidente expresan esa reacción: elevar el mínimo no imponible para Ganancias y para Asignaciones familiares –que si se hubiese hecho con anterioridad hubiera evitado problemas con el sindicalismo- y entablar el diálogo con “los titulares” como ella dice y no con los suplentes, especialmente porque estos suplentes son saltibanquis y cambian de camiseta de un día para otro, no siendo rescatables ni política ni éticamente. (Ha corrido mucho dinero comprando punteros y concejales para convencer al votante a cambio de promesas ilusorias: por ejemplo, otorgar el 82% móvil de las jubilaciones mientras por debajo de la mesa concertaban con los Bancos la vuelta de las AFJP).

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